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ADN
DESPENSA CON ETIQUETA JUAN J. LÓPEZ
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entro del carácter castellano es habitual no valorar en su justa medida lo propio. Hemos convertido en cotidiano que la compra se convierta en un paseo –cual desfile de modelos de etiquetas– entre marcas codiciadas en otras partes del país, incluso de todo el planeta. El mejor jamón ibérico y la última cuña galardonada con la máxima distinción en el mundial de los quesos, en el que el ‘Messi’ de turno se elabora en el Valle de Valdeón y el ‘Cristiano’ –para que nadie se me enfade– está curado en Zamora y con denominación de origen. El pan sobado o candeal, que aparece casi de estrangis apiñado sobre el estante de cualquier tienda de barrio de Valladolid, pero que goza de marca de garantía; o la hogaza leonesa, que sacia con solo mirarla, tostada por fuera y con una miga que se derrite en la boca. Producto con un ADN de garantía, que nutre las cocinas de los mejores chefs del momento, fascinados con las posibilidades de los pichones de Tierra de Campos; o la galantina de foie de Villamartín, incluida en los menús gourmet de medio mundo, de Escandinavia a Japón. Un menú en el que el origen potencia el sabor del primer plato, contundente con unas lentejas pardinas, habones sanabreses o judiones de La Granja; y en el que cortar el segundo se antoja tarea fácil, dada la suavidad de la carne de
:: FOTOLIA
«Hemos transformado en cotidiano que la compra se convierta en un paseo entre marcas codiciadas en otras partes del planeta»
morucha, la ternera de Aliste o los caprichos cárnicos de Jiménez de Jamuz. ¿Y de postre? El mejor broche, con etiqueta chocolateada o de forma saludable, con la rica macedonia frutal que llena el último cajón de una despensa casi infinita.