CARLOS BLANCO
Periodista
El espíritu del pueblo «El creador de los caracteres generales de una comunidad no es el pueblo, como tanto se repite. Es la élite intelectual, política, económica y administrativa. Puede verse ahora en los conflictos identitarios que están surgiendo en España de manera tan venenosa»
L
a distancia que hay entre una afirmación y una percepción es la misma que existe entre los conceptos de la España vacía y la España vaciada. Mostrar perspicacia altiva antes de detallar el problema no es solo pasarse de listos, sino que muestra la manera de ser. Aquello que caracteriza un pueblo a través de arquetipos y lugares comunes. Y lo simplifica de forma chistosa. Catalanes laboriosos y peseteros, andaluces alegres y despreocupados. O castellanos, los que no son otra cosa, sobrios y austeros. Reservones. A mediados del siglo XIX se desconocía el concepto patri-
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monio inmaterial, pero se intuía su importancia. Durante décadas paisanos, vecinos inquietos, curas y viajeros curiosos cabalgaron en su búsqueda como si se tratara del Santo Grial. Había que recopilar, guardar y estudiar las esencias portadoras del imaginario de un
«Si ha existido un conocimiento que ha evolucionado y cambiado según gustos propios en la memoria colectiva es el de la música popular»
pueblo. Ecos que singularizan la nación primaria. ¿Cuánto se ha perdido y cuánto permanece en la memoria de los antepasados? Las lamentaciones sobre la progresiva desaparición de los elementos identitários que componen el patrimonio inmaterial han llegado hasta nuestros días. La transmisión oral, su primordial característica, le hace muy vulnerable cuando se trata de proteger el conocimiento de los pueblos en asuntos tan variados como el comercio, la economía, medicina popular, veterinaria, indumentaria, literatura, cuentos y romances, leyendas, ceremonial festivo y religioso, música,
ingeniería, arquitectura o derecho consuetudinario, entre otros componentes, que singularizan un territorio. La costumbre, por ejemplo, constituye una parte eminente del patrimonio inmaterial. Es un derecho no escrito que resulta de la mayor importancia al formar parte de las tres fuentes del Ordenamiento Jurídico Civil Español, junto a la Ley y los Principios Generales del Derecho. Usos y costumbres populares que regularon la vida y conducta privada de los vecinos en asuntos como las capitulaciones matrimoniales, la dote, las amonestaciones, separaciones, prevenciones para la muerte. Asuntos prácticos que cumplían con la esencial labor de encauzar intereses y ofrecer seguridad
«Las lamentaciones sobre la progresiva desaparición de los elementos identitários que componen el patrimonio inmaterial han llegado hasta nuestros días»
a las relaciones privadas entre personas. Y también pudiera hablarse de un derecho administrativo o político para el buen gobierno de la propiedad colectiva de las Comunidades de Villa y Tierra. O el reparto y distribución sin abuso del agua de las caceras. Afortunadamente, muchos de estos usos y costumbres pudieron documentarse gracias a las encuestas y trabajos de campo que, a comienzos del pasado siglo XX, propició la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Y del Derecho ordenador de la sociedad al arte que todo infiltra de belleza. Si ha existido un conocimiento que ha evolucionado y cambiado según gustos propios en la memoria colectiva es el relativo al de la música popular. Otro pilar que sustenta con determinación el patrimonio Inmaterial. Canciones, cantatas, romances y también instrumentos musicales propios, ayudaron a conformar lo que pronto llamaron el espíritu del pueblo. Término pensado para el derecho pero válido para todo. Se produjo una generalización excesiva hasta que se inventó en Inglaterra un término que colocó cada cosa en su sitio: Folklo-
re. Pronto comenzó a usarse por todos como si fuera propio. Antonio Machado y Álvarez, Demófilo, padre de los poetas, introductor en España de la nueva palabra para viejos estudios, fundó en Sevilla en 1881 la Sociedad de Folklore Andaluz. Y no tardó en caer en la cuenta de que España, «con sus provincias y regiones», podía aportar a su acervo musical común: «Un capital flotante que acaso no baje de las cien mil canciones». Las modernas investigaciones demostraron la veracidad de este supuesto, superando con creces la cifra calculada por Machado. Pero continuaron los lamentos. Las músicas que llegaban de fuera. La música mecánica y los nuevos ritmos arrasaban durante los felices años veinte del pasado
«La costumbre, por ejemplo, constituye una parte eminente del patrimonio inmaterial. Es un derecho no escrito que resulta de la mayor importancia»
siglo. Y eso que podían contarse en España el número de gramófonos y discos de pizarra. El creador de los caracteres generales de una comunidad no es el pueblo, como tanto se repite. Es la élite intelectual, política, económica y administrativa. Puede verse ahora en los conflictos identitarios que están surgiendo en España de manera tan venenosa. La alta burguesía catalana asentada en Pedralves hace tiempo que perdió el miedo a los ‘indepes’. Y los usa para sus intereses. En lo que a estas tierras se refiere, los escritores del 98, más preocupados por los problemas de España que por los escombros en que quedó Castilla, confundieron su imagen territorial y dieron de ella el retrato fugaz pero poético de un viaje en ferrocarril. Aunque alguna vez se apearon, su propio ánimo no les permitió apreciar y sentir la verdadera realidad que había más allá del tópico horizonte plano, seco y pelado de la Tierra de Campos, imagen del imperio perdido. Espíritu del pueblo, patrimonio inmaterial al que siempre se vuelve cuando se recuerda el diálogo entre Ortega y Albornoz ¿Castilla hizo a España o España deshizo a Castilla?
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