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FIESTAS Y TRADICIONES Folclore
1. Los Machurreros de Pedro Bernardo son una buena muestra del valor ancestral de los bailes de máscaras en Ávila.
DIPUTACIÓN DE ÁVILA
La raíz profunda de una infinita riqueza popular
Ávila guarda un tesoro folclórico extraordinario: de norte a sur y de este a oeste de la provincia cantes, bailes, romances y trajes típicos muestran una inmensa variedad. Fiestas religiosas
Las fiestas religiosas, con las procesiones y las romerías al frente, algunas tan célebres y multitudinarias como las de San Pedro de Alcántara o la Virgen de Chilla, congregan a su alrededor buena parte del patrimonio inmaterial abulense. Gastronomía
La provincia de Ávila es un pozo inagotable de costumbres, tradiciones, folclore, fiestas y leyendas, algunos de los cuales se remontan a los orígenes vetones de una tierra que guarda su memoria como un tesoro
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esde tiempos de los vetones, entre el siglo V y el I a.C., el territorio que hoy ocupa la provincia de Ávila ha vivido en sintonía con la montaña, con la Naturaleza y con los animales. Buena parte de aquellos usos y costumbres de los celtas abulenses (las cencerradas, las enramadas, las ceremonias lunares...) han atravesado los siglos, se han mezclado con otras culturas y otras
costumbres y se han incorporado al folclore actual, uno de los más ricos de Castilla y León y de España. El Ávila Festival del Piorno de Gredos, sigue dando hoy testimonio de ese vínculo de excepción entre el hombre y la tierra, lo mismo que las máscaras y las vestiduras de los Cucurrumachos de Navalosa, los Harramachos de Navalacruz o los
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La gastronomía de la provincia, desde el tostón de Arévalo hasta chuletón de avileño, pasando por el vino de Cebreros o las patatas revolconas, tiene la calidad y la tradición como señas de identidad.
DESTACA
La raigambre ancestral de algunas de sus fiestas (los Cucurrumachos, las cencerradas, la luna celta...), que se remontan a tiempos de los celtas, confiere al patrimonio inmaterial de Ávila un valor incalculable.
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2 2. El Carnaval de Cebreros es el más relevante de la provincia abulense. 3. El Festival del Piorno de Gredos renueva cada año el compromiso del hombre con la Naturaleza. 4. Las Luminarias de San Bartolomé de Pinares evocan las antiguas ceremonias de purificación de las cabalgaduras.
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de lanza de un sinfín de celebraciones que convocan a su alrededor bailes, cantes, romances y melodías antiquísimas. Coplas, seguidillas, serranas, tonás, que vuelven a ser actuales una y otra vez gracias a los festivales y a los encuentros folclóricos que se celebran en toda la provincia. Una memoria colectiva que los vecinos cuidan como parte de su vida misma y que tiene como fiel representante a la procesión de los Romances de Navaluenga. Evocaciones que parten casi de la noche de los tiempos, y que se han ido sumando en la memoria colectiva a otros momentos históricos más cercanos, como el ciclo anual de la Piedrahíta Goyesca, conformando un crisol difícil de igualar.
Los Cucurrumachos, los Harramachos o los Machurreros evocan la gran mixtura entre el hombre y los elementos naturales Machurreros de Pedro Bernardo evocan esa mixtura ancestral entre el hombre y los elementos naturales. Una costumbre, por cierto, la de enmascararse, que desemboca en el carnaval por el excelencia de la provincia, el de Cebreros. Y una lista que habría que ampliar hasta las Luminarias de San Bartolomé, donde el espectacular paso de los caballos sobre el fuego nos habla de las ceremonias de purificación de los animales. Más allá de todas estas referencias, las festividades religiosas siguen siendo las que congregan a su alrededor la mayor parte de las tradiciones y costumbres que conforman el inmenso patrimonio inmaterial de Ávila. El Vítor de San Esteban del Valle o las multitudinarias romerías del Cristo de la Luz de Lanzahíta, de la Virgen de Chilla en Candeleda o de San Pedro de Alcántara en Arenas de San Pedro son solo la punta
Gastronomía
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Todo esto, además, siempre acompañado por una gastronomía que forma parte indudable de lo mejor del patrimonio inmaterial de los abulenses. Con productos como la carne de avileña, el tostón de Arévalo, las judías de El Barco o los vinos de Cebreros. Fruto de un pacto indisoluble entre la calidad de los productos de la tierra y una sabiduría culinaria atesorada de generación en generación. ÁVILA | El Patrimonio Inmaterial de Castilla y León | 2021 EL NORTE DE CASTILLA | 303
CARLOS GARCÍA GONZÁLEZ
El patrimonio inmaterial de Ávila, con los cinco sentidos Presidente de la Diputación Provincial de Ávila
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uando de verdad conocemos un lugar; cuando lo hacemos, en cierto modo, nuestro; cuando sentimos su esencia, es porque hemos llegado a disfrutarlo y a comprenderlo con los cinco sentidos y, si me permiten, con un sexto. Al llegar a ese punto, el lugar ya lo miramos, lo tocamos, lo saboreamos, lo escuchamos y lo olemos, a la vez, con la mente y con el corazón. Hay un nervio invisible que recorre la provincia de Ávila y que hace de ella una tierra rica en patrimonio inmaterial. Un nervio que expresa el apego de sus gentes a tradiciones, manifestaciones culturales, artesanía, costumbres y formas de celebrar la vida y el paso del tiempo que trascienden lo tangible y se cuelan en lo más profundo de la identidad diversa e impactante de esta provincia que, desde su humildad, lleva siglos dando al mundo personajes de talla incomparable. La Diputación de Ávila es firme defensora, leal colaboradora y entusiasta divulgadora de nuestras tradiciones y costumbres, en definitiva, de aquello que crea, modela y vertebra la identidad de esta provincia. A través del Área de Cultura y Patrimonio apoyamos, año tras año, las manifestaciones culturales, religiosas, festivas, artísticas y rituales de esta tierra, cuya importancia no se centra solamente en la manifestación cultural en sí, sino en el acervo de conocimientos y técnicas que se transmiten de generación en generación, de enorme valor social y económico. Ese nervio del que les hablaba antes se plasma de decenas de formas. El rito de las Luminarias de San Bartolomé de Pinares, en que los caballos saltan las hogueras como forma de purificación; el Carnaval de Cebreros, como expresión del carácter lúdico de todo un pueblo; los bailes de máscaras de los Cucurrumachos de Navalosa, los Harramachos de Navalacruz, los Machurreros de Pedro Bernardo, Las Toras de El Fresno y los Zarramaches de Casavieja; el Vítor de San Esteban del Valle; las distintas
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Luminarias de San Bartolomé de Pinares.
formas de celebrar la Semana Santa, con Los Romances de Navaluenga, la procesión de los Negros de Bonilla de la Sierra y el Prendimiento, de Herreros de Suso; las romerías que recorren la provincia entre la Pascua y el final del verano, como las de la Virgen de Chilla (Candeleda) y la de la Virgen de la Vega (Piedrahíta); la devoción a San Pedro de Alcántara en Arenas de San Pedro; el recuerdo de Francisco de Goya en Piedrahíta Goyesca… todas ellas son manifestaciones de ese sentir, de la tradición, de la memoria y del aprendizaje transmitido desde tiempos ancestrales en nuestros pueblos. Sin olvidar técnicas como las que modelan la paja para tejer las tradicionales gorras de Solana de Rioalmar, la manera de
«La manera óptima de proteger los bienes inmateriales se consigue fomentando su estudio»
asar el tostón en Arévalo, el cultivo de la vid para obtener la garnacha y la albillo real que caracterizan a los vinos de Cebreros, la difusión de la cultura vetona a través de fiestas como la Luna Celta de Solosancho o la indisoluble unión entre paisaje y paisanaje que representa el Festival del Piorno en Flor, al norte de la Sierra de Gredos. En la Diputación consideramos que la manera óptima de proteger los bienes inmateriales se consigue fomentando su estudio, dándolos a conocer y documentando su naturaleza. De ahí nuestra estrecha colaboración con los ayuntamientos de la provincia y el impulso que supone la labor de la Institución Gran Duque de Alba, a través de sus publicaciones, fruto de investigaciones rigurosas que tienen una fuente inagotable de inspiración en nuestra realidad cultural, que va mucho más allá de los elementos materiales que nos legaron nuestros antepasados. Y es que si, como dejó escrito el francés Saint-Exupéry, «lo esencial es invisible a los ojos», nuestro deber es hacerlo florecer y conservarlo.
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