TEMA DE LA SEMANA
5 de junio de 2022 / No. 1404
observacatholic
Tres recursos para ayudar a poner comida en la mesa
C
uando el Señor decidió purificar el mundo en tiempos de Noé, le indicó que debía construir un arca y meter a parejas de animales. Agregó:
“Junta además toda clase de alimentos y guárdalos, para que tú y los animales tengan qué comer” (Génesis 6, 21).
Durante la estancia de José —el hijo de Jacob— en Egipto, el faraón tuvo un sueño: siete vacas gordas seguidas de siete vacas flacas que se comían a las gordas (Génesis 41, 1-4). José, interpretando este sueño profético, hizo saber al faraón que, después de siete años de abundancia, vendrían siete de hambruna, y que debía prepararse almacenando provisiones. En tiempos de inflación hay que aprender a ser previsores. ¿Qué puede hacer la gente común? Aquí hay tres recursos que no hay que desdeñar: 1 APRENDER A HACER CONSERVAS
Cuando una verdura o carne está a muy buen precio, se puede comprar un kilogramo extra para prepararlo como conserva. Aprovechar los frascos de vidrio con tapa metálica que se hayan desocupado de alguna mermelada, una mayonesa o cualquier otro alimento. Se lavan y esterilizan hirviéndolos en agua por 25 minutos, con un paño de cocina en el fondo de la olla para que no se golpeen y rompan.
Foto: Pinterest
Las verduras picadas se escaldan en agua hirviente por 30 segundos, enfriándolas rápidamente en agua helada para que el cambio brusco de temperatura neutralice las enzimas. Se ponen las verduras en los frascos y se llenan hasta el cuello con salmuera (por cada litro de agua potable agregar cien gramos de sal, disolver al fuego y dejar que entibie antes de agregar a los frascos). Poner las tapas apretadas y hervir los frascos en una olla con agua por 25 minutos. Sacarlos en caliente, enseguida apretar sus tapas nuevamente y colocarlos de cabeza hasta que enfríen para que se haga un sello de vacío. Para las carnes crudas, sean enteras o en trozos, y ya sazonadas al gusto, ponerlas en los frascos; llenar con aceite de oliva u otro aceite vegetal hasta el cuello; poner las tapas apretadas y hervir en la olla con agua, una hora si es pollo, y dos horas si es res o cerdo. La duración de las conservas es de un año.
2 SECAR FRUTAS Y VERDURAS AL SOL
Las frutas y verduras se pueden secar al sol para que pierdan la mayor parte de su agua y se conserven. Se lavan y se cortan delgadas y uniformes, distribuyéndolas sobre rejillas elaboradas con marcos o aros, a los que se les pone de base una tela de mosquitero, manta de cielo, etc. Hay que cubrir con plástico para que no les caiga polvo, y dejar que el aire penetre por debajo. Si la temperatura ambiental va de 28 a 36 grados, en tres días las frutas y verduras ya habrán perdido el 70% de su humedad. Si hace menos calor, tardarán unos dos días más. Guardarlas en frascos, botellas PET o en bolsas de papel. 3
SEMBRAR SEMILLAS
Hay que aprovechar las semillas de los chiles, pimientos, jitomates y otros vegetales para sembrarlos en macetas. Habrá que esperar algunos meses para que den fruto, y no se obtendrá una gran cosecha, pero igualmente será útil.
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“Confío en que Dios me asistirá”. Así opera la Divina Providencia
D
ios entregó el mundo al hombre para que éste lo cuide y se alimente de lo que hay en él (Génesis 1, 29; 2, 15-16; 9, 3) Pero, al mismo tiempo, hay una maldición debida al pecado original. Dios dijo a Adán: “Por haber escuchado a tu mujer y haber comido del árbol del que Yo te había prohibido comer, maldita sea la tierra por tu causa. Con fatiga sacarás de ella el alimento por todos los días de tu vida” (Génesis 3, 17). Pero el Señor está, por decirlo así, ansioso de pasar por alto dicha consecuencia del pecado, así que promete su intervención para los que lo aman y obedecen: “¿No es el Señor clemente y compasivo? Dio el alimento a aquellos que le temen” (Salmo 111, 4-5). “No anden preocupados por su vida, qué comerán, ni por su cuerpo, con qué se vestirán (...). Busquen más bien el Reino, y esas cosas se les darán por añadidura” (Lucas 12, 22.31). Confiar en la Providencia Divina, es decir, confiar en que “Dios me asistirá”, es un paso fundamental: “Mi justo, si cree, vivirá; pero si desconfía, ya no lo miraré con amor” (Hebreos 10, 38). Sin embargo, a veces se habla de la Divina Providencia como si todo estuviera en las manos de Dios pero en el sentido de que Él es el único responsable de lo que pueda suceder, como si el ser humano que dice confiar en el Señor no tuviera que hacer nada. Por el contrario, las Escrituras enseñan que la criatura humana debe poner algo de su parte cuando hay posibilidad de hacerlo: “El que no quiera trabajar, que tampoco coma” (II Tesalonicenses 3, 10). Dios salvó de la hambruna a la viuda de Sarepta y a su hijo, pidiéndole a cambio que compartiera con el profeta Elías el puñado de harina y el poco aceite que les quedaba (I Reyes 17, 8-16). Y Jesús alimentó a miles de personas, pero multiplicando los panes y pescados que ofreció un muchacho (Juan 6, 5-13). En tiempos de escasez no hay que dejar que Dios, los bancos de alimentos o los gobiernos se encarguen de todo; por el contrario, hay que ayudar y ayudarse.