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El peor momento para la democracia

En teoría, el ejercicio de acudir a las urnas cada cuatro años –en el caso de Guatemala– es uno de los bastiones de la democracia, pues constituye el momento en que el pueblo puede elegir libremente a sus autoridades, lo que constituye un principio vital para garantizar los valores de este sistema político dominante hoy en el mundo.

Incluso países que viven bajo dictaduras, como son los casos de Cuba, Venezuela o Nicaragua, montan fachadas electorales con el fin de transmitir al mundo que son regímenes “representativos”, por más que se hace evidente la manipulación de cada uno de los procesos electorales que realizan, ya sea para elecciones presidenciales, legislativas o municipales.

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Sin que se pueda decir que han sido “ejemplares” o perfectas, todas las elecciones en Guatemala, durante los últimos 38 años, fueron reconocidas como eficientes y transparentes, al extremo de producir elogios en la mayoría de ellas hacia los magistrados del Tribunal Supremo Electoral (TSE), el órgano que es responsable de la credibilidad que puedan tener estos procesos, desde la convocatoria hasta el escrutinio de las votaciones.

En ese caminar se vivió en mayo de 1993 un momento crítico para la democra- cia. El golpe de Estado de Jorge Serrano contra el Congreso y la Corte Suprema de Justicia (CSJ) hizo tambalear a todas las instituciones del Estado, pero fue una de ellas, la Corte de Constitucionalidad (CC), muy independiente del poder político, la que salió al rescate de la democracia y devolvió la estabilidad política al país.

De tal cuenta que aquella crisis se resolvió con la renuncia del propio mandatario, de su vicepresidente, Gustavo Espina, y la elección por parte del Congreso de Ramiro de León Carpio como nuevo presidente. Fue una crisis que pudo superarse por el buen funcionamiento de las instituciones del Estado y la participación de grupos de la sociedad civil.

Aquella que parecía una hecatombe duró pocos días. Ahora, Guatemala vive un auténtico drama institucional, el cual ha desarrollado, al menos, durante los últimos dos años. Se ha roto el orden constitucional al no elegirse Corte Suprema de Justicia (CSJ) y también se ha incumplido el mandato de mantener la independencia de poderes. Todo eso ha debilitado la democracia y nos ha llevado al peor momento político desde 1986.

Jos Alejandro Ar Valo Alburez

Jesús: redentor terminó crucificado

Un Escriba le preguntó a Jesús: ¿cuál es el primer mandamiento de todos? Jesús respondió: el primero es “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas”. Y el segundo es “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Esta es la esencia de la doctrina cristiana.

Jesús tampoco toleró la farsa y doble estándar de quienes gobernaban, denunció a Escribas y Fariseos. Y le dijo al pueblo: “Haced, pues, y guardad lo que os digan, pero no imitéis sus obras, porque dicen una cosa, pero hacen otra”.

Jesús les dijo en su cara: “Ay de vosotros, Escribas y Fariseos hipócritas, que sois sepulcros blanqueados: ¡por afuera parecéis bonitos, pero por dentro estáis llenos de huesos de muertos y porquería!”. No toleraba sus falsedades y apariencias engañosas. Con la verdad y la razón de su parte, nunca transigió con ellos. Aclamado por el pueblo, fue perseguido por quienes ejercían el poder.

Para las autoridades del Templo, los sermones de Jesús ponían en riesgo su autoridad y prestigio, representando un peligro intolerable porque despertaban sentimientos apasionados en el pueblo. Jesús podía poner en peligro la relación política entre el gobierno judío y el poderoso imperio romano.

El ingreso triunfal de Jesucristo a Jerusalén puso más nerviosos a los sacerdotes, porque el pueblo lo aclamaba como Mesías y creía que los liberaría del yugo romano. Jesús se había convertido en un peligro para el “estatus quo”. Para agravar la situación, Jesús arremetió contra cambistas y mercaderes que estaban en el Templo.

Esta actitud fue la gota que rebalsó el vaso. Jesús reunía multitudes entusiastas, mientras los sacerdotes no gozaban de mucha popularidad. Caifás, jefe del Sanedrín, cuyo poder dependía de la autoridad romana, sabía que a su pueblo le era imposible liberarse de los romanos. Por eso, concluyó que era mejor que muriera un hombre y no todo el pueblo a manos de los romanos: “Si lo dejamos, todos creerán en él y vendrán los romanos y destruirán nuestra nación… ¿no comprendéis que conviene que muera un solo hombre en lugar que perezca todo nuestro pueblo?”. Jesús, redentor, fue crucificado. Pero nos enseñó: “Traten a los demás como quieren que ellos los traten a ustedes. Si aman a quienes los aman, ¿qué mérito tienen? También los pecadores aman a quienes los aman. Si hacen el bien a quien los trata bien, ¿qué mérito tienen? También los pecadores hacen lo mismo. Ustedes amen a sus enemigos, hagan el bien sin esperar nada a cambio”. Jesús fue vilmente torturado, muerto y sepultado. Pero al tercer día, resucitó. Y hoy, un tercio de la humanidad es cristiana. Les deseo unas felices pascuas de Resurrección.

HUGO MAUL R.

Dudosas ofertas electorales

RESULTA, PUES, QUE LA MAYORÍA DE QUIENES RESULTAN ELECTOS EN UN SISTEMA DE ESTE TIPO TENGAN POCO O NINGÚN INTERÉS EN HACER FRENTE A LOS GRANDES PROBLEMAS DEL PAÍS.

Probablemente sea muy pronto para sacar conclusiones. La campaña electoral recién ha comenzado. Sin embargo, si así son los primeros frutos de este proceso, es poco lo que puede esperarse conforme se acerque el momento de la verdad. Hasta este día, además de cientos de miles de afiches de todo tamaño y color, dispersos a lo largo y ancho de las calles y carreteras del país, y millones de publicaciones de material audiovisual de todo tipo en las redes sociales, es poco lo que se sabe de las propuestas concretas de quienes compiten para cargos de elección popular. Juzgando a partir de la información que contiene el material impreso y audiovisual de fácil acceso para la población, lo único que queda claro es que la gran mayoría de políticos en contienda han optado por el camino más fácil: endulzar los oídos de los votantes. Ofrecer todo tipo de dádivas a cambio del voto: programas sociales; subsidios; transferencias monetarias; eliminación de impuestos; dotación de insumos agrícolas; crédito barato; etcétera. Además de este tipo de mecanismos de “compensación directa” por el voto, todos hablan de mejorar la seguridad, la educación y la salud pública. Los más atrevidos y con mayor disponibilidad de recursos no desaprovechan oportunidad alguna para repartir todo tipo de víveres y enseres entre los votantes.

No es la primera vez que esto sucede durante una campaña electoral y tampoco será la primera vez que tal tipo de estrategia arroje pobres resultados. La ausencia de propuestas concretas y bien estructuradas para atacar los principales problemas que afronta el país brillan hoy por su ausencia. Habrá que esperar si la profundidad y seriedad del discurso político mejora en la medida que avance la campaña. Aunque, siendo realistas, tal como decía S. Huntington, el famoso politólogo estadunidense, lo más probable es que “en una sociedad… carente de un sentido de comunidad política, … cada dirigente, cada individuo, cada grupo persigue sus propios objetivos materiales a corto plazo, sin consideración alguna por un interés público más amplio”. Resulta, pues, que la mayoría de quienes resultan electos en un sistema de este tipo tengan poco o ningún interés en hacer frente a los grandes problemas del país; y en caso de tener algún tipo de preocupación al respecto, no tengan la menor idea de cómo administrar el aparato estatal para lograr los resultados deseados. En palabras de este pensador estadunidense, “el interés público no es algo que exista a priori en la ley natural o en la voluntad del pueblo. Tampoco cualquier cosa que resulte del proceso político”. El camino de la demagogia y el oportunismo. Un camino que, como ha quedado demostrado en el pasado, no lleva muy lejos.

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