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Sediento de justicia:

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GRAND RAPIDS, MICHIGAN (EVH) .-

En un mundo que a menudo parece consumido por el interés propio, hay quienes encarnan la esencia de la compasión, impulsados por un deseo innato de aliviar el dolor de los demás y defender la justicia.

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Michael Gardiner, un abogado notable, muy conocido dentro de nuestra comunidad hispana, con un compromiso inquebrantable por el servicio a los demás y un don extraordinario para la empatía, ejemplifica a esta “rara” especie humana.

Desde una tierna edad, el corazón de Michael resonó con un llamado a servir. Cuando era niño, soñaba con convertirse en enfermero y encontró consuelo en los hospitales, donde fue testigo del poder transformador de la curación y el cuidado.

Fue durante estos años formativos que descubrió que poseía una habilidad única para absorber el dolor de los demás, una naturaleza empática que lo distingue.

“Desde muy pequeño quise ser enfermero, por alguna razón siempre me fascinaron los hospitales. Hice trabajos de voluntariado en algunos de ellos. Trabajé en el departamento de limpieza, en la cocina. También trabajé en un asilo de ancianos, cui- dando pacientes. Y terminé trabajando como técnico de emergencia de un hospital. Hasta el día de hoy, es el trabajo más fascinante que he tenido en mi vida”, recuerda Michael.

Al crecer en un hogar bullicioso con seis hermanos, Michael aprendió el valor de la independencia desde el principio. Su padre, un viajero frecuente debido a sus compromisos comerciales, y su madre, una enfermera dedicada que trabajaba muchas horas, le inculcaron un sentido de autosuficiencia.

Fue la dedicación inquebrantable de su madre a su profesión lo que alimentó la fascinación de Michael por los hospitales y sentó las bases para su búsqueda de por vida para marcar la diferencia.

Aunque la infancia de

Michael transcurrió en New Hampshire, su lugar de nacimiento, Detroit, lo atrajo de regreso a Michigan. Impulsado por la sed de conocimiento y el deseo de efectuar un cambio, se matriculó en la Universidad Estatal de Michigan para seguir una carrera en derecho. Michael escogió esta carrera por su sed de justicia y porque para ser enfermero, que era su vocación, se necesitaba ser un erudito en ciencias y eso era algo que a Michael no le gustaba en absoluto. Sin embargo, no sabía que su decisión de convertirse en un hombre de leyes, daría forma a la trayectoria de su vida.

“Aun cuando seguí con mi vida y decidí estudiar leyes, seguí trabajando en los hospitales. Incluso me aseguré de vivir cerca de uno, ya que viví durante mi residencia en la universidad a dos cuadras de un hospital”, dijo Michael.

Después de terminar su carrera de leyes, Michael decidió que tenía que experimentar “la vida” embarcándose en una aventura de un año que lo llevaría a la ciudad de México, donde estudió y aprendió español.

“Tenía ganas de hacer algo con mi vida, antes de meterme en una carrera, en una relación, tener una familia … en ese tiempo era muy popular ir a Europa de mochilero, pero sabía que no tenía tanto dinero para viajar allá, ya que durante mi trabajo en el hospital, sólo pude ahorrar unos $1,900 dólares, así que me decidí por México, aunque hablaba muy poco español”

Durante su transformador viaje a México, Michael descubrió un programa de español para extranjeros en la prestigiosa Universidad Na- cional Autónoma de México. Al inscribirse en el programa, se sumergió en un nuevo mundo de idioma y cultura. Viviendo en una pensión, compartió una habitación con estudiantes mexicanos, lo que inicialmente presentó desafíos. A pesar de su aversión inicial a platos como el “menudo” , y su falta de comprensión de las telenovelas mexicanas que veía con una mujer con la que se hizo amigo, Michael abrazó la experiencia de todo corazón. A través de sus interacciones y observaciones, obtuvo conocimientos invaluables sobre la cultura mexicana, estableciendo comparaciones entre familias estadounidenses y mexicanas. Quedó cautivado por la unidad y cercanía de estas últimas, lo que dejó una huella imborrable en su camino de comprensión y empatía.

“Viendo la unidad que tenían los mexicanos con sus familias, ser testigo de cómo compartían todo, hizo que me enamorara de esa cultura”, recordó Michael.

Este viaje transformador que reveló la riqueza de la cultura mexicana y encendió una pasión dentro de Michael, hizo que esta experiencia despertara un ardiente deseo de salvar las divisiones y abogar por los necesitados a su regreso a los Estados Unidos.

A su regreso, decidió establecerse en Grand Rapids, donde Michael inicialmente se encontró representando a grandes corporaciones en su práctica legal. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que su verdadero propósito radicaba en servir a las personas en lugar de a las corporaciones. Hace veinte años, un 2 de junio del 2003, Michael tomó una decisión que le cambió la vida.

Impulsado por un compromiso inquebrantable con la justicia y el anhelo de servir directamente a las personas, Michael abrió su propio bufete de abogados. Especializado en casos de inmigración, buscó brindar una luz de guía para aquellos que navegan por procesos legales complejos y, a menudo, abrumadores. Al centrarse en este campo, pretendía acercarse a la comunidad hispana, extendiendo una mano compasiva a quienes más lo necesitaban.

“Sentía la necesidad de trabajar con la comunidad hispana y ayudarlos. Esto me regresaba a mi juventud, al sentido de injusticia y yo quería brindarles una mano amiga, porque honestamente eso es lo que llena mi corazón y me hace sentir increíble. Hay muchos inmigrantes que no entienden la cultura americana, el sentido de las leyes y de esto se aprovechan muchas compañías que les mienten y eso es algo que odio, por ello estoy aquí, para ayudar a los inmigrantes y para educarlos en el mundo de las leyes, en sus derechos y también deberes.”, expresó Michael.

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