4 minute read
Los pasos de Fray Vicente por el antiguo Reino de Valencia
Como bien conocemos el Pare Vicent Ferrer anduvo incansablemente caminando para predicar por todos los pueblos por los que pasaba. En 1411 inició una andadura por el antiguo Reino de Valencia en su marcha hacia tierras castellanas, concretamente a Murcia, que por aquel entonces pertenecía a Castilla. Según los cronistas, predicó en Teulada donde vivía su hermana Constanza, a la que tenía un gran afecto y pronunció un sermón desde la ventana de la casa, también lo hizo a la salida del pueblo, donde como recuerdo de esta predicación existe una ermita dedicada al santo. También en este mismo pueblo, según la tradición, hizo brotar agua de unas piedras en un paraje completamente seco, a petición de su hermana Constanza y se construyó como recuerdo una ermita que todavía existe llamada, la Font santa. Siguiendo su itinerario, pasó por Xixona, pueblo donde nació su madre y en el que hay un retablo de azulejos que lo acredita. Continuó viaje e hizo un alto en el camino en El Raspeig, congregando a muchas personas para escuchar el sermón que pronunció en una ermita que había dedicada a S. Ponce. Uno de los presentes le pidió agua para los campos, a lo que el santo contestó “aquest poble es sequet pero sanet”, palabras que figuran en su escudo municipal y a partir de entonces se adoptó el nombre por el que se le conoce de Sant. Vicent del Raspeig. El Concejo de Orihuela era el guardián de la frontera meridional valenciana, enfrentándose constantemente con las incursiones de los musulmanes de Granada; conscientes del problema, sus autoridades se dirigieron al Padre Vicente, hombre con fama de grandes dotes de pacificador, en la que se exponía que su tierra era muy viciosa y abundante de malicias, lo que indicaba que el final de los tiempos se encontraba cercano, deseando las gentes acogerse a la verdad de la fe católica y desterrar los vicios; esta carta se la entregó en mano el caballero Jaume Terrés. El dominico contestó haciéndoles gracia y merced de predicar, según los términos de la época, tras visitar otras tierras.
Llegó a la entonces villa de Oriola, tal como se había comprometido con el Concejo, predicando en el lugar donde se erigía la ermita de la Virgen de Monserrate. Su costumbre era entrar montado en un asno y seguido de una gran cantidad de personas, fieles flagelantes, personal de servicio
Advertisement
y acompañado de notarios que daban fe de las conversiones y milagros. En esta villa dejó constancia en dos ocasiones de su poder milagroso: En la primera libró del maligno a una doncella endemoniada poniéndole la mano en la frente y diciendo “Siempre Jesús”, el segundo milagro tuvo como protagonista a otra mujer, “lastimada a cada paso que daba de un hipo que parecía que se le saliese el alma”, también sentenció la muerte del prior de un convento oriolano. Al parecer el hecho debió ocurrirle al prior de los Agustinos, pues según la tradición Fray Vicente se hospedó en el convento de la Orden de la Merced, en cuya iglesia predicó. Lo que aconteció tuvo relación con lo que hoy llamaríamos “celos profesionales”, ya que el prior no solo hablaba mal de la persona del maestro Ferrer, sino también de la doctrina que predicaba. El fraile malicioso llegó a convencerse de su error y estando el dominico de camino hacia Murcia, lo alcanzó y le pidió perdón, respondiéndole que ya lo había perdonado, pero que se pusiera en paz con Dios, pues su muerte estaba muy cerca. Tras ello, en el mismo momento que Fray Vicente comenzaba a predicar, dicho prior emprendió el regreso hacia su convento. A mitad del sermón el dominico dijo a los asistentes: “Rogad a Dios hermanos por el alma del padre que visteis hace poco que vino a despedirse de mí, porque ha fallecido”. Al concluir la predicación se le acercó uno y le dijo al santo, que el prior, apenas había caminado “unas seis millas cayó súbitamente muerto”. Estos son los milagros y la sentencia que los biógrafos atribuyen al Pare Vicent, por estas tierras. Sin embargo, lo más extraordinario realizado por él fueron los frutos espirituales logrados entre los vecinos. Así, por carta el Concejo Oriolano lo comunicó al obispo de Cartagena, Pablo de Santa María, el cual era judío converso y había nacido en Burgos, siendo su verdadero nombre Selemoh Haleví y después conocido también como “El Burguense” y a raíz de esta comunicación al obispo fue enviada una petición al fraile dominico para que visitara Murcia. Entre los logros alcanzados tras la predicación en Orihuela, se encontraban los siguientes: se dejó de jurar en vano, se clausuró la tahuería y el Concejo renunció a los derechos que tenía sobre la misma, se empezó a guardar todas las fiestas de precepto, se hicieron ciento veintitrés paces entre los vecinos, de los que la mayoría eran por muerte y otras por amputaciones de miembros. Con ello se consumó la predicación del Maestro Ferrer en Orihuela y, a partir de entonces, se comenzó a tener gran devoción al mismo, máxime tras su canonización por Calixto III, el 3 de junio de 1455.