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Existe una belleza universal?
Es la pregunta del millón. El hombre de Vitruvio es un ejemplo.
No creo que exista un modelo de belleza universal válido para todos y para siempre. Sigo pensando que la belleza es cambiante en función del periodo histórico y la etnia de referencia.
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De cualquier modo, la globalización continúa llevándonos hacia una homogenización de los cánones, proponiendo principalmente los occidentales, de raíces europeas. Etnias con fuertes identidades, forjadas a lo largo de los siglos, mantienen elementos característicos de sus respectivas culturas, pero se ven inexorablemente influenciadas por los cánones occidentales. En especial, las nuevas generaciones, de los millennials en adelante, practican un eclecticismo estéticofuncional desvinculado de las tradiciones de sus etnias.
Por una parte, la economía global lleva a modelos universales; por otra, quien no se identifica con estos modelos —y es un número creciente de personas— crea modelos de segmentos alternativos. A veces, cuando estos modelos alcanzan un determinado número de seguidores, se convierten en tendencias globales; en otras ocasiones, continúan siendo marginales.
Vivimos en un mundo en el que una parte importante de la población ya no desarrolla trabajos físicamente exigentes, por lo que se hace difícil, solo a través del aspecto exterior, percibir los valores y las virtudes internas de alguien. De forma inevitable, los cánones de belleza están menos vinculados a las profesiones que en el pasado.
Hace ya tiempo que más del 50 % de la población mundial es urbana. La mayoría de las personas viven en grandes ciudades. La digitalización ha cambiado nuestra manera de vivir, al informatizar, automatizar y desmaterializar una parte importante de las actividades que hasta hace solo unas décadas debían realizarse a mano. Estamos continuamente conectados al mundo mediante instrumentos digitales. Estos instrumentos se han convertido en una especie de prótesis, partes integrantes de nuestro cuerpo. A la realidad material se unen la virtual y la aumentada, que ofrecen posibilidades expresivas antes inalcanzables. Es fácil perderse en este Luna Park que es el mundo contemporáneo, y pasar de actor protagonista a víctima de dogmas ajenos. Ahora, el mundo entero está a un solo clic de distancia.
¿Qué es la belleza para mí? Por mi formación artístico-humanística, soy partidaria del concepto griego de la armonía entre el ser y el aspecto físico. Creo que, con algunas excepciones, el aspecto exterior de algún modo debe reflejar la naturaleza interior de una persona. Creo que la belleza debe inspirar y estimular la creación de un mundo mejor.
En cambio, a veces vivimos situaciones en las que nuestro aspecto externo debe adecuarse a los cánones de éxito de nuestro grupo social de referencia. Seguimos la moda de nuestros ídolos, que encarnan el éxito entendido como dinero, poder y fama. Mientras que, en el pasado, amoldarse era a menudo una obligación material (pensemos en los uniformes y trajes en la escuela, los cuarteles, en la etiqueta de la clase dirigente), ahora es más una necesidad psicológica: ser aceptado, respetado y estimado al sentirse parte del grupo, compartiendo valores y atributos. Expresar la posición personal al grupo —con la ambición de mejorarla— ha sido siempre algo normal en el animal social.