Sobre "El Mono Desnudo"

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Ciencias PolĂ­ticas

El Mono Desnudo Desmond Morris

Isabel Iglesias Enero de 2001


Ciencias Políticas

Estructura y contenido 1. Autor 2. La perspectiva del zoólogo 3. Un singular estudio sobre el animal humano 4. Cierto pesimismo evolutivo 5. Inevitable reflexión

1. Autor Desmond Morris, zoólogo británico, (Wiltshire 1928) se doctoró en Oxford con un estudio sobre el comportamiento animal y, durante los años 1959 –1967, fue director de la sección de mamíferos del zoo de Londres; casi al mismo tiempo, obtenía un gran éxito con un programa semanal en la TV inglesa sobre la vida de los animales. Autor de más de cincuenta estudios y de una docena de libros, su auténtico best-seller fue El mono desnudo (1967), que vendió millones de ejemplares en todo el mundo.

2. La perspectiva del zoólogo Desde que fue intelectualmente consciente, el hombre se lanzó a sublimes y minuciosas investigaciones sobre su propia naturaleza. Pero por mucho que pretende ignorar la herencia genética de su pasado evolutivo, el hombre sigue siendo un primate. El Mono Desnudo es un retrato zoológico del "Homo Sapiens y sus audaces especulaciones han provocado grandes controversias, y siguen provocándolas. Por su objetivo y planteamiento, el autor concentra su atención en los aspectos de nuestra vida que tienen réplica evidente en otras especies: alimentación, sueño, crianza, lucha, apareamiento y cuidado de las crías. Fija las pautas de su estudio en cómo se comporta, reacciona y organiza y en la semejanzas con monos y simios. Este “mono muy parlanchín, sumamente curioso y multitudinario” cuya carencia de pelo le confiere el principal distintivo entre ciento noventa y tres especies vivientes de simios y monos, resulta ser un ejemplar: vertical, cazador, fabricante de armas y territorial; neoténico y cerebral; primate por linaje y carnívoro por adopción; dispuesto a conquistar el mundo; nuevo e imperfecto en sus progresos culturales que rebasan a los


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genéticos y, cuyo éxito en la adaptación al medio, no le alejan tanto de sus antepasados o especies más cercanas como nos gustaría creer. El punto de vista estrictamente biológico aporta nuevos argumentos a cuestiones que, si bien nunca llegaremos a entender en profundidad, pueden arrojar nuevas herramientas de control para la continuidad, a veces no muy clara, de nuestra especie. ¿Qué especial combinación de elementos han configurado la diferenciación en el desarrollo evolutivo que ha dado la supremacía a una especie que, en principio, no llevaba precisamente las de ganar? Según sus observaciones y datos, cualquier otra forma de evolución habría colocado al mono ancestral en competencia directa con otras especies, ya sumamente especializadas y el resultado habría sido sin duda, desastroso para los primates en cuestión. (Por lo que sabemos esto pudo haber ocurrido y fracasar hasta el punto de no habernos dejado ninguna prueba). Del empleo de herramientas a la confección de las mismas. Paralelamente a este progreso se perfeccionaron las técnicas de caza, no sólo en lo tocante a las armas, sino también a la colaboración social. Los monos cazadores lo eran en grupo, y al mejorar su técnica de caza progresaron también sus métodos de organización social. Los lobos cazan en manada, pero el mono cazador tenía ya un cerebro mucho mejor que el lobo y podía ejercitarlo en problemas tales como la comunicación y la cooperación. Así, pudo desarrollar maniobras cada vez más complejas. Y el cerebro siguió creciendo. Al aumentar la complejidad de la caza y hacerse más largas las excursiones, sintió la necesidad de abandonar la vida incierta y nómada de sus antepasados. El mono cazador se convirtió en mono sedentario y esto afectó a toda su estructura social, familiar y sexual. Surge la división del trabajo. La base biológica de estos pasos avanzados se encuentra en el desarrollo de un cerebro lo bastante grande y complejo y en el desarrollo de las manos que le permite una capacidad manipuladora muy superior al resto de las especies. Sin embargo la forma exacta en que interactúan no es ya cuestión de un control genético específico. El mono de los bosques, convertido sucesivamente en mono a ras de tierra, en mono cazador y en mono sedentario, se ha transformado en mono cultural.


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3. Un singular estudio sobre el animal humano En el plano divulgativo, este libro, escrito por un zoólogo, contribuyó a abrir la nueva perspectiva etológica a partir de la cual se pretende alcanzar una mayor comprensión de los hábitos de conducta más generalizados entre la especie humana. ”Yo soy zoólogo, y el mono desnudo es un animal”. Explora con sagacidad, por nuevos caminos, las características de la naturaleza humana habiendo advertido que tanto los antropólogos como los psiquiatras y psicoanalistas han estereotipado sus observaciones. Los primeros debido al estudio de culturas primitivas, casi extinguidas y atípicas y los segundos al tomar como objeto de estudio a seres forzosamente anormales o fracasados en algún aspecto. Los resultados de su estudio publicados alrededor de 1967, sobre la naturaleza biológica del mono desnudo resultan especialmente provocadores e impactantes a partir de sus observaciones sencillas y directas sobre sus comportamientos en las principales culturas en el mundo actual. En su recorrido por capítulos referidos a nuestros Orígenes, Sexo Crianza Hábitos de exploración, lucha, alimentación, confort y relación con otros animales, el libro desmitifica, avergüenza y casi divierte, provocando una inevitable reflexión sobre muchos comportamientos y pautas culturales corrientes que ponen al descubierto las principales características de nuestra especie.

4. Cierto pesimismo evolutivo “La

ciudad

no

es

una

jungla

de

asfalto,

sino

un

zoo

humano”

Morris analiza las características innatas que hacen que los animales ejecuten códigos gestuales de apaciguamiento en los conflictos de grupo con los su misma especie y la importancia de este lenguaje visual en estas situaciones de violencia “cara a cara” para preservarse como especie y evitar la aniquilación a manos de sus pares en determinadas circunstancias. Sus observaciones son aleccionadoras con relación al comportamiento actual de los humanos en similares circunstancias en esta edad tecnológica. La construcción y uso de


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armas de aniquilación individual y masiva accionadas a distancia sugieren cada vez mas la imposibilidad actual de nuestra especie de aplicar recursos similares para autopreservarnos en conflictos violentos. La reflexión de Morris, una verdadera advertencia, invita a repensar el riesgo actual de convivir con letales arsenales atómicos, que exponen a toda nuestra especie frente a su definitiva extinción, y la depredación actual del medio, que no consiste sólo en la matanza de otras especies sino también en el arrasamiento sistemático del entorno natural.

5. Inevitable reflexión Desde el principio de los tiempos históricos de los que tenemos constancia, el vanidoso MD ha querido creerse el centro del universo, un organismo singular, distinto y especial. Siempre hubo intelectuales, valientes y sensatos que intentaron entender la realidad más allá de ese prejuicio narcisista (en el siglo V antes de Cristo, los pitagóricos ya sabían que la Tierra daba vueltas en torno al Sol) pero la necia petulancia de sentirnos el ombligo de todas las cosas sigue siendo la postura dominante tanto en la gente de a pié como entre los científicos, que son tan susceptibles del error como el que más. El aparente simplismo del enfoque zoológico del estudio del mono desnudo resulta liberador al observar los patéticos esfuerzos de los pensadores de todos los tiempos para intentar seguir instalados en el trono de la creación. De ser un punto remoto en los confines del cosmos que gira como el que más en torno a su “pequeña estrella” a la teoría de la selección natural, la nuestra es una historia de constantes derrotas que nos hemos tenido que tragar. Los humanos no somos algo tan especial: sólo una combinación concreta de material genético con un 30% de genes semejantes a los gusanos y más de un 98% con los gorilas. Aún así, y pese a la abrumadora evidencia, la mayoría pretende seguir creyendo que con nosotros hubo un salto inmaterial, algo intangible pero definitivo, un abismo insalvable que nos separa de manera esencial de los otros animales. La negación de capacidades en las demás especies como conveniente alternativa de distanciamiento tiene su contrarréplica en este estudio de la naturaleza biológica del mono desnudo que resulta especialmente provocador e impactante a partir de sus


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observaciones sencillas y directas sobre sus comportamientos en las principales culturas en el mundo actual. Si para convertirse en matador biológico, el MD ha sabido modificar motivaciones y horarios (hacerse sedentario, almacenar, desarrollar aptitudes caseras y rituales específicos de comportamiento), ahora tendríamos que construir un nuevo sistema de motivaciones para convertirnos en cuidadores del medio y de la especie. Se necesitan las dos fases, biología y cerebro pero quizá deberíamos ser conscientes de la necesidad de enfocar nuestro desarrollo cultural en el desarrollo del cerebro y reinventar al MD. Desde la pérdida del sentido biológico de las defensas de supervivencia tan hábilmente desarrolladas, la fidelidad sexual parece tener una nueva argumentación existencial en las enfermedades con que el final de siglo ha puesto coto a los intentos culturales de destrucción de la unidad familiar. Pero también es evidente que ya no nos podemos permitir la no utilización de tanto cerebro dedicado a unas labores de crianza a todas luces innecesarias. Necesitamos inventar nuevos fines y contenidos para los lazos sentimentales tan acertadamente desarrollados. Superar nuestro profundo arraigo biológico con la inversión del proceso que la genética pudo dirigir sin el lastre que actualmente suponen los “prejuicios culturales”. Retomar la fuerza del lazo sentimental desde su importancia en la supervivencia de la especie, desde el esclarecimiento de un ADN lingüístico que libere el significado profundo de muchas palabras que parecen establecer un patrón sentimental muchas veces opuesto a la continuidad. La visión de los sentimientos como signo de debilidad es uno de los callejones sin salida en que nos ha metido la equivocada idea de “inteligencia” y el lenguaje, modifica los sentimientos puesto que es una de las herramientas que tenemos para movilizar el “alma humana” (“Patología” que etimológicamente debería designar a la “ciencia de los sentimientos” significa “la ciencia de las enfermedades”) Una sociedad empobrecida lingüísticamente pierde la capacidad de análisis de la realidad pero, sobre todo, el gran mediador que hay entre los seres humanos, el lenguaje, lo que unido al poder destructor de nuestras armas a distancia desemboca inevitablemente en la violencia.


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La gran obra de la cultura no es sólo crear arte, ciencia o técnica. Es también crear modelos sentimentales. Estamos asistiendo a la creación de un nuevo sentimiento de pareja que hasta ahora se mantenía la estructura familiar porque la mujer aguantaba. Hay que reinventar esta estructura con la relación de dos autonomías en igualdad de condiciones. Superar el peso biológico de nuestro comportamiento implica necesariamente desterrar el viejo tópico que identifica felicidad con simpleza y aplicarnos en el uso creativo de la actividad intelectual en virtud de sus notables virtudes “anfetamínicas”. Una inteligencia estimulante y creadora que será, probablemente, nuestra mejor herramienta para explorar nuevos caminos de supervivencia como especie. Quizá nuestro mejor amigo y compañero, el perro, esté siendo testigo de una nueva etapa de proceso neoténico en esta prolongación de la percepción antropomórfica que los adultos del tercer milenio exhibimos sin ningún pudor, o puede que les estemos devolviendo su fidelidad en forma de generosa colaboración en su propio proceso evolutivo y dentro de unos cuantos miles de años nos sorprendan con detallados estudios sobre los efectos de la soledad.


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