Los retos de la nueva
Denominación de Origen ‘Vinos de Granada’ Con José Olea como presidente
Texto y fotografía: Marcos Muñoz
El esperado momento por fin llegó y los “Vinos de Calidad de Granada” han dado su salto de altura tras obtener la categoría de “Denominación de Origen”. Un aval de protección superior al de los “Vinos de Calidad” que promete revalorizar la producción amparada, fundamentalmente, de cara a los consumidores. Atrás quedaron los años convulsos, cuando las taifas de los vinos de Granada campaban a su albedrío sin apenas profetas que juraran su buen nombre. Esto provocó una grave crisis administrativa, la intervención de la Junta de Andalucía, y una espantada que llevó a la refundación de su Consejo Regulador. Con la estrenada presidencia de José Olea Barón, un gestor curtido en mil batallas y acostumbrado a moverse con la misma soltura por los despachos políticos que por su bodega, los “vinos de Granada” afrontan su futuro con una única bandera: la calidad certificada desde el origen para ganar Granada. Un reto en el que su mejor aliado es el consumidor informado; pues la restauración granadina hace tiempo que mira hacia otros intereses, que son los de nadie. Los de competir por la tapa, vulgarizando el producto, y no por una tapa
competitiva. La ausencia de cartas de vinos con predominio de lo local convierte sus cartas en ordinarias, desmereciendo algo maravilloso y extraordinario como son los vinos de la provincia. Quizá porque el “sanbenito” de que son caros lo pusieron quienes nunca tuvieron la cultura del vino en su conocimiento, atendiendo a una comparativa con el low-cost de los vinos tradicionales que nunca hizo justicia con el merecimiento. Quizá porque los vinos de Granada fuesen, sin tener en cuenta su calidad, de autarquía obligada durante tres siglos; ahora que la tienen -paradojas del tiempo-, sean desmerecidos por desconocimiento. Es posible que el “karma” siempre llegue; y aunque tarde 500 años -tal como nos cuenta Carlos Azcoytia en su artículo-, esté influyendo en el consumo de estos vinos en Granada. Según nos cuenta, en 1505, Juana ‘la Loca’ se encargó de otorgar una Carta de Privilegio y protección según la cual todo el vino que se consumiese en Grana-
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da, mientras hubiese existencias, debía de proceder de 3 leguas a la redonda. Esto derivó en que los mismos viticultores no se esforzasen en mejorar la calidad de sus vinos, pues sabían que lo tenían todo vendido. Apéndices históricos aparte, y volviendo a la realidad, los Vinos de Granada seguirán apostando por ganar en casa lo que ya se les reconoce fuera de su “reino de Barataria”: la calidad diferenciada que ahora cuenta el aval de una Denominación de Origen encargada de certificar que el proceso productivo y de vinificación cumple con su origen y su fin. José Oléa apuesta por la actividad agrícola como herramienta de fijación humana al territorio; y por la suma de tantos territorios tan diversos. Ahora toca que las 14 bodegas representadas en la Denominación de Origen al menos se dupliquen, para formar un Consejo Regulador cuantitativamente representativo de las casi 60 bodegas de la provincia. Demostrar científicamente que los vinos de Granada son diferentes por sus cualidades antioxidantes será cuestión de tiempo; que tienen la excelencia por su origen ya está acreditado: “Denominación de Origen Vinos de Granada”.