Lacorredera2

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La Corredera Nยบ 2 - PRIMAVERA - VERANO DE 2012

revista cultural de Ampudia


Sumario TÍTULO

AUTOR

PÁG.

Presentación Pregón de las Fiestas de Alconada 2011

Fernando Meléndez Abarquero

03 04

HISTORIA E INVESTIGACIÓN La fortaleza de la Torre de Mormojón

Epifanio Romo Velasco

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CREACIÓN LITERARIA Ampudia Un anillo para vivir La hebilla de la paz Bajo la luz de la luna La novia de Campos

Laia Velasco Flo Lucía Velasco Martín Lucía Velasco Martín José María Izquierdo Belmonte Epifanio Romo Velasco

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RECUERDOS Y VIVENCIAS Doña Loly, Maestra Nacional Ampudia de Campos (Palencia) Gracias, Ampudia Tarde de toros en Ampudia Impresiones ¡Esto es Hollywood! Volver Amigos de la Virgen de Alconada

José María Velasco Peinador María Dolores Llamazares Pilar Blanco Iglesias Pilar Blanco Iglesias Mari Cruz García Miguel José Victorio Velasco Rojo Mari Carmen García Pérez Miguel Ángel Castrillo Marcos

30 33 36 37 38 39 40 42

ETNOGRAFÍA Y TRADICIONES Chozos, pastores y otras historias La dulzaina

José María Izquierdo Belmonte José Ignacio Izquierdo Misiego

44 50

AMPUDIA EN LOS LIBROS César González-Ruano Ampudia en la mirada de los poetas

Daniel Franco Romo

54 56

HEMEROTECA Noticias de Hemeroteca XXV años de Paz y Ciencia El castillo de Ampudia, restaurado

José María Velasco Peinador

58 60 62


La Corredera

revista cultural de Ampudia

Editor Epifanio Romo Velasco Director Daniel Franco Romo Colaboran en este número: Pilar Blanco Iglesias Miguel Ángel Castrillo Marcos Daniel Franco Romo Mari Cruz García Miguel Mari Carmen García Pérez José María Izquierdo Belmonte José Ignacio Izquierdo Misiego María Dolores Llamazares Fernando Meléndez Abarquero Epifanio Romo Velasco Laia Velasco Flo Lucía Velasco Martín José María Velasco Peinador José Victorio Velasco Rojo Ilustraciones F. Coria Carlos del Olmo Ángel Martín Gerardo Puertas Juan Luis Vélez Fotografías Iván Franco Romo Juan Luis Vélez Fotografía Portada Norbert Martín Gallardo AVISO: LA CORREDERA no se hace responsable, ni se identifica con las opiniones vertidas libremente por sus colaboradores. Los contenidos aquí publicados podrán ser reproducidos, en todo o en parte, por cualquier procedimiento, siempre que se haga constar la fuente de la que proceden. PUNTO DE VENTA: Estanco de Ampudia (Cándida Velasco) RECEPCIÓN DE COLABORACIONES: Correo Electrónico: revistalacorredera@gmail.com Correo Postal: “LA CORREDERA- Revista Cultural de Ampudia” Calle Pósito, nº 5 – 34191 AMPUDIA (Palencia) Diseño y maquetación: Juan Luis Vélez - www.ecocg.es Imprime: Gráficas Quinzaños Depósito Legal: SA-445-2010 ISSN: 2172-5950

nº 2

PRIMAVERA-VERANO DE 2012

Presentación Bicentenario de la Guerra de la Independencia El 6 de junio de 1813 el británico Duque de Wellington, al mando de un poderoso ejército formado por ingleses, portugueses y españoles, llegó a Ampudia en su ofensiva final para expulsar a los franceses de nuestro territorio nacional. Pernoctó Wellington esa noche en nuestra villa para salir a la mañana siguiente hacia Palencia. Terminaban así para los ampudianos cinco años de miserias, escasez y pillaje que habían comenzado el 13 de julio de 1808 cuando las tropas francesas del Mariscal Bessières se establecieron en los castillos de Ampudia y Torremormojón a la espera de lanzarse al ataque en la célebre Batalla del Moclín (entre Palacios de Campos y Medina de Rioseco) que tuvo lugar al día siguiente. La presencia de guarniciones francesas en Ampudia no fue continuada sino intermitente. Pero cuando se iban los franceses llegaban las tropas nacionales del teniente coronel Marquínez o los guerrilleros de Juan Tapia para seguir con las exacciones y las requisas. Así los ampudianos vieron repetidamente, durante esos cinco años, hollados sus hogares, esquilmadas sus haciendas y saqueada su colegiata de las más preciadas alhajas. En realidad, ambos bandos tenían el mismo problema, el del autoabastecimiento. Se veían obligados a «vivir sobre el terreno», recurriendo a los saqueos e imponiendo todo tipo de cargas y gravámenes sobre pueblos que como Ampudia se hallaban muy poco por encima del nivel de la mera subsistencia. En estos años en que se celebra el bicentenario de la mal llamada Guerra de la Independencia (1808-1814) son muchas las publicaciones que muestran interés por rememorar tales acontecimientos. Los que ocurrieron en Ampudia tal vez carezcan del lustre suficiente que les haga merecedores siquiera de un artículo. Por supuesto, no son en nada comparables con las tragedias que ocurrieron en lugares como Torquemada o Medina de Rioseco, pero me ha parecido oportuno aprovechar la ocasión y ocupar estas líneas de presentación de LA CORREDERA para recordarlos. Epifanio Romo Velasco (editor)


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Ampudia, el lugar donde se formaron mis sueños FERNANDO MELÉNDEZ ABARQUERO

Pregón de las fiestas de Alconada 2011

uenas tardes señoras, señores y dignas autoridades. Es una satisfacción, y honor, dirigirme a Uds., esta tarde. Cuando Domingo, el Sr. alcalde, me pidió dar este pregón, acepté, pero tuve mi miedo por no cumplir las expectativas de tan digno auditorio.Decía Ortega y Gasset, en su obra Meditaciones del Quijote, “que el hombre es él y sus circunstancias”. Nos viene a decir que en la personalidad del hombre influyen muchos factores. Uno de ellos es el entorno donde uno se ha criado. Ampudia fue mi primer entorno. Aquí aprendí a reír y a llorar, a amar, a jugar… y jugando, también a soñar. Tuve vivencias que, sin duda, hicieron posibles mis sueños posteriores. Debido a esos sueños alcancé objetivos y metas, difíciles de imaginar, para un niño en aquellas circunstancias. Como todos conocen, el pueblo tiene varios lugares especiales o hitos de referencia, que lo caracterizan e imprimen su personalidad. El castillo, la Colegiata y su Torre, los Soportales, el Paseo, el Cañico, la Ermita de Arconada, etc. (Otros se han perdido por el paso del tiempo, o por la dejadez humana, o simplemente por haberse perdido su función. Como por ejemplo sus caños: el Tinte, el Moradillo -único del que queda algún vestigio-, el de la Plaza con su lavadero medieval. Sin duda muchos amores y desencuentros tuvieron lugar a su alrededor, en esa época nostálgica cuando íbamos con el botijo a por el agua. También fueron lugar de transmisión de noticias en los lavaderos de la ropa). Alrededor de dichos hitos, los niños de mi época, como de otras muchas, jugábamos. El juego era nuestra principal actividad y con él desarrollábamos nuestras capacidades y habilidades: astucia, generosidad, capacidad de organización y liderazgo, sentido de la justicia, amistad, etc. En cada uno de ellos puedo contaros anécdotas que viví, otras me las contaron. Unas y otras influyeron en mí. Me sorprendía y todavía me maravilla, el Castillo. Todos los niños le hacíamos nuestro. Al decir nuestro, hablo de nuestra propiedad. Entrábamos y salíamos a nuestro antojo, bien porque la puerta estaba abierta, en algunos momentos, o lo hacíamos a través de “la raja”, zona de paso al cuarto torreón, que en aquella época tampoco existía.

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En él enderezábamos entuertos y deshacíamos agravios, como Don Quijote. Divididos en bandos, librábamos épicas batallas. Unas veces, blandiendo espadas de madera o simplemente palos; otras mediante “pedreas”. ¡Una burrada!, sí pero lo hacíamos y muchas veces. Más de uno se llevó un descalabro, entre otros, el que os habla. En otros momentos, menos épicos, escalábamos por las juntas que presentaban las paredes del baluarte defensivo para coger nidos de paloma, que solo los más osados conseguían. Cuando era niño, alrededor del castillo sucedieron dos hechos significativos. Uno fue la caída al “pozairón” de Dominguín, el hijo de la Eugenia. El otro, el que más me impactó, y que no comprendí entonces y tampoco ahora, fue una multa colectiva. Digo colectiva porque afectó a varios niños. Sus nombres salieron publicados en el periódico de la provincia por gamberros. Sus edades estarían entre los 8 y 10 años. ¿Qué hicieron estos niños? ¿Qué pecado cometieron? Parece que varios forasteros fueron a visitar el castillo. Los niños que estaban jugando, al ver que entraban en él, también quisieron hacerlo, pero no les dejaron. En esa situación, alguno de ellos, debió de soltar unas palabras poco apropiadas, o mal sonantes. Todos fueron llevados al cuartel sin el conocimiento de sus padres. La Guardia Civil cursó las denuncias. Dependiendo de la familia a la que pertenecía el niño, unos tuvieron una multa de una cuantía y otros otras. Algunos vecinos protestaron al alcalde correspondiente pero sin tener éxito de evitar ese desaguisado. Todo lo narrado, solo me sirve para resaltar cómo el castillo formaba parte de nosotros, y nosotros a su vez le dábamos vida. Con el castillo como escenario y emulando a los héroes de las películas que veíamos donde Sabas (cine Isabel), tales como Ivanhoe, El Caballero de la Coraza Negra, El santo Grial, por citar algunas, se estimulaban nuestras mentes y se alimentaban nuestros sueños. No en menor medida contribuían las lecciones de historia que Don Basilio, Don Emilio, Don Juanito, etc. nos enseñaban resaltando: las hazañas de El Cid, la importancia de los Reyes Católicos, el Gran Capitán o los reyes Carlos I y Felipe II. También, nos enseñaron a deleitarnos en esas fábricas de sueños que son las obras de Cervantes, Lope de Vega, Calderón, Quevedo, etc.


5 Nos mostraron a los hombres en busca de sus sueños. Poniéndonos como ejemplo a Magallanes y El Cano, que soñaron con dar la vuelta al mundo y uno de ellos lo consiguió. También ponían de ejemplo a Hernán Cortes y Pizarro que soñaron en conquistar reinos y conquistaron imperios, el Azteca y el Inca, para la corona de Castilla. Ellos se esforzaron en transmitirnos sus conocimientos y lo que es más importante, nos ayudaron a formarnos como personas. Nos inculcaron (a veces impusieron a golpes: anécdota de Cochele) el respeto a los mayores, el valor del sacrificio, la responsabilidad, la importancia del trabajo bien hecho, etc. (Anécdota de Cochele: En aquella época existía el principio de que “con sangre las letras entran”. El palo al alumno se prodigaba con bastante generosidad. Cochele y Toñín el del hortelano, eran mayores y no sé los motivos por los que continuaban en la escuela. Eran tratados con consideración por el maestro. No tuvieron otra “mala idea”, aún veo la cara socarrona de Cochele, de llevar unas varas de mimbre como elemento educador, gozándose de los palos que íbamos a recibir los demás. La alegría que sentí, como el resto de la clase, fue inmensa ya que con ellos se comprobó la calidad de las mismas, así como su valor educativo, al recibir los primeros palos con las varas que habían llevado para los demás). Cuando llegaban esas lluvias suaves, persistentes y tenaces, llamada “vernizo” o en los duros días de invierno, solíamos cambiar de escenario. Nos ubicábamos, normalmente, al abrigo de los Soportales. Aquí practicábamos varios juegos, pero, quizás, el más frecuente, era el “juego de canicas”, en especial el del “hoyo”. Recuerdo que antes de tirarla, soplábamos y resoplábamos el suelo, para que esta se deslizara mejor y no se desviara de su trayectoria. El camino ideal lo trazábamos en nuestra mente. Teníamos que colocarla en el hoyo, que normalmente estaba encima de una piedra, y/o golpear la de nuestro contrincante. ¡Que satisfacción sentíamos cuando alcanzábamos uno de los dos objetivos! Sobre todo por ver a nuestro oponente entregándonos su objeto más preciado: la canica más valorada o el mazo de cartas (de las cajas de cerilla), tesoros inapreciables en la época. ¡Mira que pasábamos frío! A veces, éramos incapaces de juntar los dedos de la mano y... ¡la mierda que chupábamos soplando y resoplando! ¡No importaba la reprimenda en casa! Todo lo compensaba la satisfacción de la victoria. Unas veces uno estaba en la gloria porque ganabas, pero a la vez siguiente eras tú el perdedor. Como casi todo en la vida, la felicidad o las desgracias iban por barrios. Aprendías, a ganar y a perder, aceptando que el juego es simplemente eso, un juego. La derrota nos enseñaba a asumir los fracasos que, más tarde, en la vida encuentras. Aprendías de los errores cometidos, para evitar repetirlos. En otros lugares jugábamos al Piti, la picarroma, la peonza, la cadeneta, etc., eran otros juegos que practicábamos y de cada uno de ellos os contaría una historia pero no os preocupéis que no os torturaré.

En Semana Santa, el paseo se hacía por la calle Corredera en lugar de por la de Ontiveros, que era lo tradicional. En esta época los chopos ya habían formado sus ramilletes. Estos eran cogidos y desgranados por nosotros para, posteriormente, ser lanzados a las piernas de las chicas, durante el paseo comentado. Era una forma de demostrar nuestra validez, ¡un poco rara por cierto! Recibir los granos lanzados en las piernas desnudas escocían y mucho. ¿Quién no ha tenido esa experiencia en nuestra época de pantalones cortos? Me viene a la memoria la procesión de Viernes Santo. En ella cada persona recogida en su interior la hacía intimista, acogedora, cercana y piadosa. Los capuchones, pasos y gente con velas avanzan en la oscura y fría noche, al tiempo que se oían el clamor de los cantos y rezos Como niño me impresionaba Había una participación y colaboración mayoritaria. Siento tristeza, pena y frustración cuando veo las dificultades para procesionar las magníficas tallas que nos transmitieron nuestros antepasados. Sigue siendo intimista, acogedora y piadosa, a pesar de haber perdido la grandeza, que yo conocí cuando era niño. Animo a todos a hacer un esfuerzo por mantenerla. Es una oportunidad de contemplar y exhibir unas de las manifestaciones culturales más importantes del pueblo gracias a las creencias de nuestros mayores. (¿Quién no recuerda el Sábado Santo? El atrio se llenaba de niños que iban a recoger el “Agua Bendita”. Jugábamos cada grupo a un juego: unos a pillar otros al marro, las niñas saltando a la comba, etc. Aún me siento inmerso en el colorido de las voces y griterío que producíamos. Al principio era todo alegría esperando con los recipientes de barro -cacharros- totalmente despreocupados. Pero esa alegría se tornaba, en muchos, en llanto al romperse el recipiente que nos habían dado en casa. Era un llanto de desconsuelo, impotencia y fracaso. La desolación nos inundaba. Esta se acrecentaba con las sonrisas y bromas de aquel que no le había pasado). Sorprende la calidad de los monumentos, que tiene Ampudia, en medio de la Castilla rural. De pueblos perdidos y olvidados. Fuera de toda ruta principal. Amigos, que he traído a conocer nuestro pueblo, se han quedado entusiasmados de lo que han encontrado. Sobre todo la Colegiata, tanto por su continente como por su contenido. Esto permite imaginar otra época de pujanza económica y religiosidad de un pueblo, que realizó estas maravillas. ¿Quién de vosotros no ha sentido miedo, de niño cuando tenía que entrar en la Colegiata? La penumbra inundaba todo, los ojos de los santos brillaban y su aspecto lúgrube, o a mí me lo parecía, se acrecentaba con los hacheros familiares, que hacían una clasificación de los fieles. Solo lucía de forma intermitente, al fondo, la lámpara que indicaba el lugar donde se encontraba el Santísimo. En ella se reforzaron mis creencias, iniciadas en casa, a través de la catequesis. Mi agradecimiento a esas personas desinteresadas que dedicaron su tiempo a enseñárnosle. Las “vísperas” y los cantos en latín, me causaban sopor que iba en aumento a medida que avanzaban los


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mismos. Parecía que el “Maese Pérez, el Organista”, leyenda de Bécquer, hubiera sido inspirado en nuestra Colegiata. Cuando la leí, vi reflejada, situaciones vividas en nuestra iglesia. En medio de los interminables rezos, la cabeza me tambaleaba, medio dormido. Me despertaba sobresaltado, con alguna cabezada, y parecía que me iba a caer del banco. Una inmensa tristeza llenó mi alma infantil cuando tuve la noticia del derrumbamiento de la Colegiata. ¡Qué abatimiento me produjo! Algo en mi interior se desgarraba. Era difícil de comprender tal tragedia para un niño. Recuerdo a Don Agustín, y en especial sus capones, cuando no sabías el catecismo, o estabas distraído pensando en alguna trastada con la que fastidiar a un compañero. Oír el órgano me entusiasmaba. Si cierro los ojos parece que veo a Moisés tocándolo y pidiéndome que diera, con fuerza, el fuelle. Única manera de hacer posible oír las armoniosas notas de una melodía. Me ensimismaba la imagen de la Dolorosa. Estaba enamorado, y lo sigo, de la estatua de alabastro de Santa Ana, la Virgen y el Niño. Envidiaba las habilidades del maestro escultor que supo, a partir de una piedra, expresar con sencillez, el amor de una madre, la inocencia del Niño y la complicidad de abuela y nieto en ese juego con el pájaro que posee el niño en sus manos, escondiéndolo para evitar que esta se lo coja. La talla expresa mediante una escena mundana, cotidiana, el misterio divino de la contribución de María a la redención del hombre. En cuanto a su arte: la proporción entre el todo y las partes. Tratamiento de la ropa y sus pliegues. La composición piramidal, etc., la hacen merecedora de una de las bellas esculturas renacentistas españolas. Admiraba y admiro el retablo renacentista de fray Ampudia. La belleza barroca del Altar Mayor; con su imagen de la Inmacula y la talla de San Miguel, y el magnífico escorzo del ángel caído. A pesar de la mutilación que sufrió la magnífica cúpula que presidía el mismo (por la acción de un desaprensivo). No comprendía, entonces, la inclinación de la cabecera de la iglesia. No entendía cómo un maestro de obras,

capaz de hacer tan colosal monumento, hubiera errado de esa manera. Cuando me adentré en el mundo del arte aprendí, que muchos artistas lo hacían a propósito, simbolizando la inclinación de la cabeza de Cristo, muerto en la cruz. Recuerdo también con mucho cariño, la hoguera de San Juan, que se hacía con el esfuerzo colectivo de los niños, aportando objetos que quemar. Agradezco al hijo de Candi la sensibilidad demostrada manteniendo la hornacina de este santo. A medida que voy escribiendo de lugares, de juegos y recuerdos, aparecen en mi memoria los que los protagonizaron conmigo. Aquellos niños con los que conviví, jugué e incluso me peleé, como por ejemplo el Sr. Alcalde y su hermano. Unos fallecidos, como: Carmelo (el del Bierzo), Juanito (el de Venancio), Julián (el de los lolines), Vidalín y Amelia (de Domicio), Enrique (Ovejero), Jaime (el de Chano), Marcial, Trini (la de arroyero) y recientemente Manuel (Donaciano). Y ¡cómo no!, allí estaban también: Fermín, Chus, Vicente Maraña, Ángel (Anacleto), Ladis, Juanito (pajarito), Vicente Beledo, Ricardo (Mogrovejo), Toñín (el Constancio), Virgilio (conejo), Jesús Vega, Carlos Montero, Adriano, José Luís (pana), etc., y una lista interminable de personas. Notaréis que no he mencionado a las chicas, excepto Amelia (y Trini). En esa edad nuestras relaciones, por la separación de las escuelas por sexos, eran menores en juegos. Sí jugábamos con ellas, en otra edad, y en el barrio, en otro entorno. También escuché historias que me impactaron e impresionaron. De personas que dieron la cara por sus paisanos salvando vidas en esos momentos de guerra civil. Además supieron mantener los nombres del callejero de Ampudia, como había sido durante siglos. No sé si a nivel de papeles oficiales se cambió. En los muros de la colegiata no aparecieron frases y símbolos patrióticos al uso de la época, como ocurrió en la mayoría de los lugares. Los que somos mayores, les conocimos. Algunos nombres aún recuerdo: Cayo Aguado, Vidal “Parranda”,


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Abarquero, etc. Lamento no recordar otros que sí sé que los hubo. Pienso que el pueblo no supo reconocer lo que hicieron. Parte de mi personalidad está formada de cómo viví, sentí y asimilé las vivencias que os he contado y aquellas que me quedan por hacerlo. Ampudia es el entorno que hizo posibles mis sueños. Personalmente si de algo presumo es de ampudiano. Creo que todo ampudiano está orgulloso de su origen, y allí por donde va lo pone de manifiesto. Yo, así lo hago y me consta que otros también lo han hecho. Voy a contar una experiencia personal que ilustra muy bien lo que asevero. Estando de viaje con mi familia y unos amigos por Egipto, disponíamos de un guía que hablaba muy bien castellano. En un momento de la conversación le pregunté dónde había aprendido español tan bien. Me contestó que en El Cairo y que nunca había estado en España y en ningún país de habla hispana. En ese momento me vino a la memoria Lucio (el hijo del secretario). Recordé que siendo yo niño había ido a trabajar allí. No recordaba si a la embajada, a la Universidad o a lo que hoy se llama el Instituto Cervantes. Comenté que yo era de un pueblo castellano llamado Ampudia. Mi sorpresa fue enorme cuando dijo, el guía, que su profesor, el que le había enseñado castellano, era de ese pueblo, y se llamaba Francisco. Este nombre no coincidía con el que yo tenía en mente. No me decía nada. Tras hablar sobre el tema, me dijo que tenía una foto con él y que cuando regresáramos a El Cairo me daría una copia de la misma. Conté a mis hijos, todo ufano y sacando pecho, la conversación con Abuba (nombre del guía). Me tomaron el pelo y bromeaban diciendo que Ampudia era el centro del mundo o, al menos, no estaba lejos o era tan importante como él.

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Cuando me dio la foto prometida, mi sorpresa fue mayúscula. Francisco y Lucio era la misma persona. Su hermana Carmina me lo aclaró, cuando la entregué la foto, que me había dado el guía. Diría de alguna manera, que todos hemos orbitado alrededor de las piedras y adobes que forman Ampudia. Esos muros, paredes, tejados, monumentos y personas nos han impreso una impronta que consciente o inconscientemente repartimos por el mundo. En mi mundo infantil, de ensoñación y de aventuras, poco apoco hicieron mella las motivaciones de los maestros y otras personas, y apareció en mí el gusanillo del conocimiento, la curiosidad por el saber, de la superación personal, de la importancia del sacrificio para conseguir algo. En una palabra de soñar... de emular, salvando las distancias, a esos personajes que nos explicaban en la escuela. Unos sueños conseguí. Otros se quedaron en el camino, pero el esfuerzo y sacrificio mereció la pena. Ampudia fue el entorno que hizo posible mis sueños. Para conseguirlos fue fundamental el apoyo que tuve de dos personas muy entrañables y queridas, Juan y Carmen. Sin ellos hubiera sido imposible alcanzar los sueños que se fueron forjando en mi interior. También conté con el apoyo incondicional de la familia. Todo ello hubiera sido imposible de realizar sin mis padres que me dieron el don más preciado que tiene un ser humano “la vida” y en especial de María, mi madre. En momentos de añoranza me consolaban unas estrofas de una bella zarzuela “Los Gavilanes “, que dice: “Pensando en ti noche y día, aldea de mis amores. Mi esperanza renacía se aliviaban mis dolores…”. Muchas gracias señoras, señores por haberme escuchado tan amablemente. Espero no haberles aburrido.

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Felices fiestas de Alconada y ¡Viva Ampudia!


HISTORIA E INVESTIGACIÓN

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de tu muro, Ya no defien o cercado, castillo ya n po futuro sino ese tiem stado que es tu e as ad entre poc d e u q o a n U piedras nte invocas. incesanteme si declinas, , n ó s e t l a t Con as no te arredr uinas. n tiempo y r a r o d e s e u q 1

n Jorge Guillé


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Torre de MORMOJÓN E. ROMO VELASCO

Para quien no conozca estas tierras, tendremos que empezar diciendo que la Torre de Mormojón está o estuvo situada junto al pueblo palentino del mismo nombre, alzada sobre el cerro del “monte mojón”, allí donde las estribaciones de los Montes de Torozos se abren a las inmensas llanuras de la Tierra de Campos. Los comarcanos le llamaban “La Estrella de Campos” y aún hoy, pese a su destrucción, sigue alumbrando desde lo alto, aunque su luz sea ya mortecina y su silueta haya dejado de impresionar a los viajeros. A tenor de cómo fue descrita por quienes la visitaron en la segunda mitad del siglo XIX, la histórica fortaleza de la Torre de Mormojón era una enorme mole pétrea de planta cuadrangular, constituida por tres líneas concéntricas de fortificación: La torre central y sus dos recintos murados, interior y exterior. Intentaremos aquí hacer una descripción detallada de lo que fue la desdichada fortaleza, así como de su deplorable estado actual. Partiremos para ello del centro a la periferia, y de lo más antiguo a lo más moderno.

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La Fortaleza de la


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10 LA TORRE CENTRAL Levantada en los tiempos de la Repoblación, o sustituta de aquella torre primigenia que, desde la segunda mitad del siglo X, dio nombre al castillo, al pueblo y a su alfoz: Era de planta cuadrada y estaba dividida en varios pisos que la elevaban a considerable altura, haciéndola visible desde la lejanía. “En el centro, y descollando culminante y aérea, arranca la torre del castillo, que hacía el tercer atrincheramiento de su conjunto militar. De forma cuadrangular con 24 pies de anchura y 40 de longitud interiores, se eleva en 4 pisos, que dan 40 hiladas de altura sobre la plataforma de las galerías; ciñéndola en sus tiempos marcial corona de robustos canes y caladas ladroneras en los supremos bordes de su altísima y deslumbradora cúspide, perdida en el viento y en la inmensidad” [V. García Escobar, 18532]. No pudo el escritor riosecano hacer una descripción más precisa pues, a mediados del siglo XIX, no quedaban de la afamada torre más que dos lienzos en el ángulo sureste. El resto se había derrumbado totalmente, como consecuencia de su gran elevación, el paso de los siglos, la negligencia de sus propietarios y, tal vez, los efectos del terrible Terremoto de Lisboa, del 1 de noviembre de 1755, que se hicieron notar con fuerza en toda esta comarca.

1 En el último tercio del siglo XV nació en Torremormojón un caballero hidalgo llamado Jorge Guillén, hijo de María de Pedraza y de Alonso Guillén, alcaide de la fortaleza. Tras su matrimonio con Teresa Ortiz, hija del alcaide de la vecina Montealegre, se trasladó a vivir a esa localidad donde, durante cuatro centurias, se perpetuó la familia hasta su mudanza a la capital del Pisuerga. En los años finales del siglo XIX nació en Valladolid un lejano y directo descendiente, el homónimo Jorge Guillén (1893-1984), renombrado poeta universal de la llamada Generación del 27, que pasó la mayor parte de su vida autoexiliado en los Estados Unidos de América. Cuenta Don José María Martín, párroco de Montealegre, que en un día memorable de su niñez al pequeño Jorge le llevó su abuelo a conocer los lugares que habían sido cuna y honor de sus antepasados. Muchos años después, desde la lejanía, escribió este pequeño y hermoso poema al que puso por título “Un Montealegre”. Todo indica, sin embargo, que lo que el poeta evoca en él es la emoción que le produjo la desmantelada Torre de Mormojón: “Una oquedad entre pocas piedras”. * GUILLÉN, Jorge: Cántico. Seix Barral, Barcelona, 1984. * MARTÍN MARTÍN, J. Mª: Montealegre: Datos, vivencias, recuerdos para su historia. Valladolid, 1992 2 VENTURA GARCÍA ESCOBAR: Abogado, político y escritor natural de Medina de Rioseco (1817-1859). En las páginas del Semanario Pintoresco Español publicó numerosos artículos sobre los monumentos de la comarca, que han sido reunidos en un volumen de reciente publicación por R. Pérez de Castro y F. Regueras Grande. García Escobar fue el primero en escribir sobre la Estrella de Campos. Fue también el primero en atribuir su construcción a “los cruzados, al regreso de las heroicas expediciones”. De él lo copió literalmente Carlos Sarthou Carreres para difundirlo en las muchas ediciones de sus Castillos de España. En otro artículo anterior ya había hecho García Escobar una interpretación similar al atribuir el vecino castillo de Villalba de los Alcores a “la caballería de San Juan, cuando al regreso de la primera cruzada erigió este poderoso alcázar”. Prescindiendo de sus tonos románticos y de sus particulares interpretaciones artísticas, tal vez no le faltase algo de razón: Los San-

El Aljibe Justo debajo de la torre, se hallaba situada una sala abovedada, con arcos fajones y forma de tonel. Es la llamada “Cuba de piedra”, utilizada en su día como aljibe para el almacenamiento de agua, pero que en su origen pudo ser una pequeña iglesia puesta bajo la advocación de Los Ángeles. Tiene todas las trazas de haberlo sido, salvo por el hecho de tener el ábside orientado hacia el oeste, en contra de lo que era preceptivo en la Edad Media. “Debajo de la línea del torreón del homenaje, y frente a la puerta gótica de acceso a la galería, se penetra por un estrecho paso en una cavidad especial, trazada a modo de gran tonel, cuya parte superior forman varios arcos semicirculares y cuyo fondo, de reluciente y duro cemento revestido, guarda también la figura cóncava. Varios orificios entre los arcos superiores indican que por ellos se llenaba este depósito, que según la tradición es el aljibe del castillo” [R. Becerro de Bengoa, 18783].

La Cuba de piedra: ¿un aljibe, una mazmorra, o una iglesia?

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11 HISTORIA E INVESTIGACIÓN

Fachada del Recinto Interior. Dibujo de Ricardo Becerro de Bengoa. Publicado en: La Tierra de Campos. Álbum de excursiones. Palencia: Región, 2007.

Afortunadamente, este curioso habitáculo se ha conservado casi intacto; se puede hoy en día penetrar en su interior y observar en sus piedras los genuinos signos lapidarios, firma de los alarifes que lo construyeron. Por qué se salvó del derribo de 1884 es un misterio; quizás porque los operarios que lo efectuaron prefirieron conservarlo como una cueva donde poder guarecerse de las inclemencias del tiempo. EL RECINTO INTERIOR De planta cuadrada o rectangular, con muros de sillarejo y unos 35 metros de longitud en su fachada del Este, donde se abría una puerta de arco ojival. Protegía la entrada un cuerpo saliente o matacán sostenido sobre cuatro ménsulas. Sobre la puerta, tres escudos iguales que podrían ser las armas de Don Juan Alfonso de Alburquerque (†1354): las cinco flores de lis de los Alburquerque y los cinco escudetes de Portugal. De ser así, ya tendríamos la fecha de su construcción, a mediados del siglo S. XIV: “Una estrecha puerta gótica en su centro, de sencillez suma y sobre cuyo arco campean tres escudos de iguales timbres, consistentes en cuatro cuarteles iguales que ostentan cinco flores de lis y cinco escudos pequeños en cruz, respectivamente alternados. Son estos timbres la fe de bautismo de la fortaleza y ellos dirán qué casa y quién de la casa y en qué año se levantara” [R. Becerro de Bengoa, 1891]. Apenas franqueada la puerta, se abrían tres accesos: al frente, un portillo que daba paso a la sala subterránea, ya descrita como aljibe; a la derecha, una rampa de subida a la torre central; y a la izquierda, una galería ojival que daba la vuelta a todo el perímetro de la torre. La Galería Gótica Su destrucción total en 1884 nos ha privado de poder contemplar siquiera un trozo de lo que era, sin duda, uno de los edificios más singulares del proto-gótico hispano (S. XIII). Solo nos queda el escueto dibujo de Becerro de Bengoa y la descripción que hace de la galería:

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juanistas u Hospitalarios (la poderosa Orden Militar de los Caballeros del Hospital de San Juan de Jerusalén) no sólo tuvieron posesiones en Villalba de los Alcores, sino además una casa-convento, documentada desde 1209, en el despoblado de Villaverde de Campos. Estaba situado este Convento de las Torres o Las Torres de Villaverde justo en el punto donde confluyen actualmente los términos municipales de Villerías y Ampudia con la Manga de la Torre. Hoy ya no queda absolutamente nada de él, pero en el siglo XIX pervivían aún algunos restos que en el Diccionario de Madoz (1845-1850) fueron atribuidos injustificadamente a los Templarios. Últimamente, los expertos se inclinan por atribuir la construcción del castillo de Villalba a los Téllez de Meneses. En justa correspondencia, este de Torremormojón, su parte gótica, habría que atribuírselo a los Girón, tenentes de la Torre en los siglos XII y XIII. * GARCÍA ESCOBAR, Ventura: -“El castillo de Villalba del Alcor”, en Semanario Pintoresco Español. Madrid, 1852. -“La Estrella de Campos”, en Semanario Pintoresco Español. Madrid, 1853. * PÉREZ DE CASTRO, R. y REGUERAS GRANDE, F.: Ventura García Escobar, Medina de Rioseco, Campos y Torozos en el Semanario Pintoresco Español. Asociación Cultural Domus Pucelae, Valladolid, 2009. * SARTHOU CARRERES, Carlos: Castillos de España (Su pasado y su presente). Espasa Calpe, Madrid, 1952 (3ª edic.). 3 DON RICARDO BECERRO DE BENGOA: Político y escritor de origen vasco (Vitoria, 1845 – Madrid, 1902) que pasó varios años afincado en Palencia, trabajando como catedrático de Física y Química en el Instituto de la ciudad. Miembro de la Real Academia de la Historia desde 1871. Alertado por las noticias que anunciaban el proyectado derribo de la Torre de Mormojón, subió hasta el cerro para verla de cerca y se quedó prendado de ella. Tomó diversos apuntes personales, esbozó algunos dibujos y publicó varios artículos en la prensa, todos con el mismo título: “El castillo de la Torre de Mormojón”. Tenemos al menos constancia de cuatro de ellos, aparecidos en los años 1878, 1882 y 1891. Sus descripciones de la fortaleza son claras y precisas, de rigurosidad científica, pero erró en sus interpretaciones históricas. La Torre de Mormojón nunca fue señorío de los Ayala, salvo tal vez un periodo en que pudo estar ocupada por las armas en los conflictivos años finales del reinado de Enrique IV el Impotente (†1474), cuando fueron ocupadas Castromocho y Villalba. Tampoco parece probable que el derrumbe de la torre central fuera debido a las secuelas de la Guerra de las Comunidades. Su propietario, Don Alfonso Pimentel, V Conde de Benavente, no reclamó daño alguno que se hubiese producido sobre este castillo, a diferencia de lo ocurrido con la fortaleza de Cigales. Así se pone de manifiesto en la obra de Luis Fernández Martín, bien documentada. Don Rafael Navarro García, en su Catalogo Monumental, tomó prestadas estas fallidas interpretaciones históricas de Becerro de Bengoa y, sin someterlas a crítica, las dio por buenas:


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Galería Gótica. Dibujo de Ricardo Becerro de Bengoa. Publicado en: La Tierra de Campos. Álbum de excursiones. Palencia: Región, 2007.

“Esta porción amplificadora y envolvente del primitivo castillo gótico fue edificada por D. Pedro López de Ayala, prócer vasco, de Nanclares de Oca, cuando estaba desterrado en Ampudia por Enrique IV en 1457, a causa de las disensiones tan graves entre los gamboinos y oñacinos que ensangrentaban las tierras vascongadas. Los blasones de este señor, bárbaramente picados como represalia humillante de las gentes imperiales que vencieron su actuación de comunero, estaban en los muros del ángulo Norte”. Ningún Pedro López de Ayala, que sepamos, tuvo nada que ver con La Torre. Ni el Canciller (†1407), ni su nieto el Merino de Guipúzcoa (†1458), ni su tataranieto el comunero Conde de Salvatierra (†1524). Confundir a estos dos últimos como si fueran uno solo parece un error serio. Durante muchos años, de los datos de ese Catálogo se han nutrido decenas de escritores y esta supuesta autoría aparece en los libros sobradamente repetida. * BECERRO DE BENGOA, Ricardo: - “El castillo de la Torre de Mormojón”, en La Semana Palentina, Nº 22. Palencia, 29 de Septiembre de 1878. - “El castillo de la Torre de Mormojón”, en El Ateneo Palentino. Revista Quincenal, Nº 41-42. Palencia, 22 y 29 de Septiembre de 1878. -“Arqueología castellana: El castillo de Torre Mormojón”, en Semanario de las familias. Nº 7. Madrid, 14 de Agosto de 1882 - “Excursiones castellanas. El castillo de la Torre de Mormojón”, en Revista de España, T. CXXXIII. Madrid, Marzo y Abril, 1891. - La Tierra de Campos. Álbum de excursiones. Región Editorial, Palencia, 2007. * FERNÁNDEZ MARTÍN, Luis: El movimiento comunero en los pueblos de Tierra de Campos. Centro de Estudios e Investigación San Isidoro, León, 1979. * NAVARRO GARCÍA, Rafael: Catálogo Monumental de la provincia de Palencia. (T. IV) Partido judicial de Palencia. Palencia, 1946.

“Penetramos en el cuerpo central, y con gran sorpresa nos hallamos en una sencilla y preciosa galería gótica, que a juzgar por la ruina que hoy queda, daba vuelta a todo él. Arrancan los rudos nervios de sus bóvedas de unos pobres capiteles puestos a poco más de metro y medio del suelo, y están sostenidas aquellas por dos arcos cruzados solamente […]. La altura de las claves es aproximadamente de unos tres metros, y en una de ellas, íntegra aún sobre la ruina de las bóvedas inmediatas, en el lado meridional de la torre, se ven dos rostros esculpidos, de mujer el que mira al interior de la galería, y de hombre, con partida perilla, el de la faz exterior. No puede darse tampoco nada más rudo, ni más primitivo en el arte gótico que estos curiosos restos” [Becerro de Bengoa, 1878]. Es preciso advertir que es en relación a la altura de este recinto interior donde se advierten las mayores discrepancias entre el relato de García Escobar de 1853 y el que hizo Becerro de Bengoa en 1878. Para éste, la altura de sus muros era solamente de 9 metros, mientras que para aquél eran prácticamente el doble, pues sobre el corredor de la galería gótica “se debía alzar otro de trazas análogas, para dar salida a la azotea”. Esta diferencia de altura se hace aún más evidente en los dibujos de la fortaleza con los que ilustraron sendas descripciones: En el de García Escobar el cuerpo central se alza poderoso por encima de los torreones, mientras que se hace apenas perceptible en el de Becerro de Bengoa. Sin duda, la ruina había avanzado sobremanera en los 35 años transcurridos entre ambas descripciones. Al derrumbarse la torre central, sus escombros cayeron sobre las edificaciones circundantes y acabaron por hundir la galería gótica, en la que en 1878 ya no se podía penetrar. Una calle interior, de 7’5 metros de anchura, separaba todo este maltratado cuerpo central del otro recinto exterior, de mejor factura y alzado en las postrimerías del siglo XV.

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De planta rectangular (48 m. x 54), ligeramente trapezoidal, con barrera hecha toda de buena piedra de sillería, cornisa coronada de almenas, ocho cubos cilíndricos y una torre pentagonal. Los cubos: Redondos y de 11 metros de altura, dos más que la de los muros. Su diámetro aumentaba de grosor de arriba abajo en tres bandas paralelas y escalonadas hasta apoyarse en un plano inclinado en su base. Estaban estos ocho cubos situados en los cuatro ángulos, dos en la portada y otros dos en los intermedios de los laterales norte y sur: “En la mitad de las líneas laterales se alzan dos cubos, de la misma forma que los angulares. Son todos ellos artísticamente escalonados, anchos y en talud en sus bases, y sucesivamente de menor diámetro en los otros dos superiores que coronan la cornisa y las almenas. Mide el muro 9 metros de altura, y sobre él alza el coronamiento de los cubos otros dos más. Tienen éstos: 6’50 de diámetro en su parte alta y descubierta los de la puerta, 8 los angulares y laterales y 9’50 los dos posteriores” [Becerro de Bengoa, 1891]. La fachada principal Estaba situada en el lado Oeste (en el frente opuesto a la fachada actual), con cuatro cubos, dos en las esquinas y otros dos flanqueando la puerta. Era ésta de unos dos metros de anchura y arco de medio punto rebajado; estaba protegida por

Dibujo de Ventura García Escobar (1853).

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EL RECINTO EXTERIOR


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Dibujo de Ricardo Becerro de Bengoa (1878).

un fuerte matacán y situada a bastante altura del suelo, sobre una escarpa que la hacía inaccesible: “A la derecha e izquierda se extiende la línea de la fachada, con cuatro torreones cilíndricos, dos que defienden la puerta y dos angulares. Tiene la fachada unos 48 metros de línea, distribuidos de este modo, a cada lado del eje de la construcción: 8 el torreón angular, 6´30 el lateral de la puerta, 8 el muro intermedio, y 2´10 el del dintel” [Becerro de Bengoa, 1878]. La barbacana Una fuerte construcción defensiva exterior, conocida como barbacana, constituía el vestíbulo del castillo y era el paso obligado para poder acceder a la puerta principal. Su forma era semicircular-cuadrangular, de 15 metros de diámetro, y coronada de almenas como las del resto del recinto. El enorme puente levadizo, necesario para salvar el foso entre la barbacana y la puerta, se apoyaba sobre una pilastra intermedia que evitaba su encorvamiento: “Para entrar a la fortaleza había que subir a la luneta exterior, y de ella se transitaba a la portería por medio de un inmenso puente volante que desde ella caía sobre el glacis del luneto sobre un espacio de muchos pies, en cuyo intermedio se levanta todavía el pilastrón destinado a sostener el levadizo, que sin este sustentáculo se apandaría por su largo trayecto bajo el peso de la guarnición” [García Escobar, 1853]. La fachada posterior Aunque desmochada, es la única parte del castillo que ha conseguido llegar hasta nuestros días en aceptable estado de conservación. Los escritores del siglo

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XIX apenas le prestaron atención, tal vez porque lo que hoy sobrevive y algunos toman por fachada principal era inferior en hermosura al resto del recinto. Está situada esta fachada en el lado Este y cuenta con muros huecos de más de cuatro metros de grosor, dos cubos cilíndricos en las esquinas y otro pentagonal en el centro. Junto a esta torre pentagonal en proa, se abre una estrecha puerta, situada, al igual que la principal, a considerable altura del suelo, por lo que solo podría accederse a ella mediante un nuevo puente levadizo o pasarela para salvar el foso que rodeaba todo el recinto. El torreón del ángulo norte, hoy con trazas de arruinado palomar, era el lugar elegido tradicionalmente por los torrejanos para celebrar la torna-boda (el día siguiente a la boda), creyendo asegurarse con ello numerosa y fecunda descendencia. La galería subterránea Lo realmente interesante de cuanto se conserva en la actualidad se encuentra en el interior de estos muros. En ellos se abre una oscura galería subterránea (1’40 de ancha x 2´50 de alta), hecha toda de piedra sillar, con diversos pasadizos y cámaras de tiro que semejan “un submarino de piedra”. Se accede a ella desde la calle interior, mediante dos escaleras de 16 y 9 peldaños respectivamente: “Dentro de la torre pentagonal, una escalera baja a una galería intramural, practicada de un extremo del lienzo a otro, una distancia de cuarenta metros, al nivel del suelo del foso. Por ella se accede a angostas cámaras rectangulares dentro de las torres, que cubren el foso con sus troneras. El espesor de las paredes sobrepasa los cuatro metros. El grosor de la construcción, y los apretados ángulos de los pasadizos de conexión, dan la sensación de estar en un submarino de piedra” [Edward Cooper, 19914]. No cabe duda de que toda esta poderosa y compleja disposición defensiva tenía por objeto el proteger a la torre central frente a posibles ataques desde la explanada que precede al castillo, su flanco de máxima exposición. Su construcción debe ser atribuida al Condestable Don Bernardino Fernández de Velasco (†1512):

Plano de la Fortaleza (Modificación del publicado por Cobos Guerra).

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4 EDWARD COOPER: Da pruebas de su buen hacer de investigador en los tres volúmenes de sus Castillos Señoriales. A Torremormojón le dedica apenas una página, pero es el primero en ver “la nave subterránea de una iglesia, con el ábside hacia el oeste”, en lo que todos antes habían visto solo un aljibe. Cita además un memorial del contador Hernando Portocarrero en el que “de descargos del anima del conde don Rodrigo Alfonso Pimentel” se hacen ciertos pagos a “Pedro Marcos que hizo la Torre de Mormojon e Cigales e Valladolid e Cebico de la Torre”. Fue este IV Conde de Benavente, Don Rodrigo Alfonso Pimentel (†1499), un gran constructor de castillos y cercas: Benavente, Portillo, Villalba, Castromocho… Esta noticia escueta abre un interrogante sobre si pudo ser también él quien, habiéndola tomado por las armas, iniciase la construcción del recinto exterior de la Torre de Mormojón; la fecha de 1485 que aparecía grabada junto a la puerta principal podría ser significativa al respecto. Los escudos de los Ayala que, según el testimonio de Becerro de Bengoa, figuraban sobre los muros del ángulo norte, podrían ser los de su asociado Don García López de Ayala (†1485), señor de Ampudia, que participó con el conde en la toma de Villalba de los Alcores en abril de 1469. * COOPER, Edward: Castillos señoriales en la Corona de Castilla (3 Vols). Salamanca, 1991.


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Estado actual de la fachada del Este.

“De ser ciertas las cantidades de dinero que los Velasco aseguran haberse gastado en la obra, ésta debería haberse acabado por completo” [Cobos Guerra, 19985].

5 FERNANDO COBOS GUERRA Y JAVIER CASTRO FERNÁNDEZ: Son autores de la que es, hasta la fecha, la guía más completa de las fortalezas castellano-leonesas. En lo que respecta a la Torre de Mormojón, ofrecen un plano de la fortaleza bien trazado, aunque se echan en falta el recinto interior, la barbacana y un cubo del lienzo norte. Aciertan de pleno al olvidarse definitivamente de Don Pedro López de Ayala y atribuyen las obras del recinto exterior a Don Bernardino Fernández de Velasco (†1512), con la correspondiente confirmación documental: “En el pleito entre las dos hijas de Bernardino se manifestaba ‘quel dicho Condestable edificó e hizo edificar la mayor parte de la fortaleza de la Torre de Mormojón, e que la fortaleza antigua della era sola una torre, e que todas las otras barreras e cubos e baluartes e bóvedas hizo hazer e edificar el dicho Condestable, que gastaría e gastó en los edificios de la dicha fortaleza 7 ó 8 cuentos de maravedís, e más”. Tal vez no fuera Don Bernardino quien iniciase la construcción del recinto, pero sí queda claro que fue él quien costeó la mayor parte de las obras, probablemente entre los años 1502 y 1512. * COBOS GUERRA, F. y CASTRO FERNÁNDEZ J. J.: Castilla y León: Castillos y Fortalezas. Edilesa, León, 1998.

La historia de esta fortaleza es ciertamente intensa y dilatada en el tiempo. Citaremos simplemente a algunos de sus “señores” en rápida enumeración: Los condes Don Pedro Ansúrez y Don Pedro González de Lara, los Girón, los Haro, los Laso de la Vega, Don Juan Alfonso de Alburquerque, los Herrera, los Velasco, los Condes de Benavente y los Duques de Osuna. El último de estos señores fue el XII Duque de Osuna, D. Mariano TéllezGirón, que dilapidó toda su fortuna tratando de emular con sus fastos a los propios Zares de Rusia. Entró en bancarrota y todos sus bienes en Torremormojón, Castromocho y Baquerín salieron a pública subasta el 8 de julio de 1863. El castillo pasó entonces a las manos de un médico o subastero llamado D. Federico Rodríguez Tabares, en cuya mente estuvo ya desde el principio la idea de hacer negocio fácil usándolo como cantera tras proceder a su demolición. No consiguió evitarlo la declaración de Monumento Nacional del 6 de septiembre de 1878. Era el primero de los monumentos palentinos que recibía tal distinción, pues San Martín de Frómista no la consiguió hasta 1894 y San Juan de Baños hasta 1897. Pero la declaración se hizo de forma apresurada y llevaba en sí misma un penoso error que le restaba validez. Estaba basada en un informe equivocado de la Real Academia de la Historia (30 de agosto de 1878) en el que se daba por supuesto que el castillo pertenecía a la Hacienda Pública y que era el propio Estado quien pretendía venderlo. Se solicitaba del Ministerio de Hacienda la suspensión de la venta y la conservación del castillo como monumento históriconacional. Y eso fue precisamente lo que concedió la declaración ministerial. La realidad, sin embargo, era muy diferente; el castillo era y había sido siempre de propiedad privada y, aunque se entablaron negociaciones entre el propietario y el Ministerio de Fomento para su adquisición por el Estado, éstas no llegaron a fructificar. En realidad, lo que les interesaba a ambas partes era la demolición: al

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La fachada del Este desde el interior. propietario para vender la piedra al mejor postor, y al Ministerio de Fomento para comprarla y terminar con ella la proyectada carretera entre Villamartín de Campos y Medina de Rioseco. Así las cosas, el castillo quedó sentenciado. Cuesta trabajo creer que todo aquel conjunto monumental, cuyo recinto exterior aparecía todavía en 1880 “conservado como si acabara ahora de construirse”, pudiera ser bárbaramente demolido, a golpe de piqueta, cuatro años después. Y solo para cimentar con sus piedras la carretera comarcal C-612. Pero así fue. Aparece en los libros confusa la fecha del derribo, quizás porque Don Francisco Simón Nieto la situó en el año 1874: “Sobre esta cónica eminencia, a la que nos aproximamos rápidamente, se divisa otra fortaleza casi del todo arruinada: son los restos del castillo de Torremormojón, destruido en 1874, a pesar del carácter de monumento nacional que ostentaba, y a pesar de su arrogante aspecto y de su interesante historia” [Francisco Simón Nieto, 18956]. Es evidente que esta fecha está equivocada y habrá que retrasarla diez años más. Bastan como pruebas la propia declaración de Monumento Nacional de 1878 y la carta del alcalde de Torremormojón de 26 de octubre de ese mismo año. Y por si no fuera suficiente, tenemos esta breve nota publicada en la Revista de la Sociedad Central de Arquitectos el 10 de junio de 1882: “A consecuencia de las obras de la nueva carretera de Villamartín a Rioseco, parece que se demolerá, en parte, el histórico castillo de la Torre de Mormojón, declarado monumento nacional. La comisión de monumentos de Palencia tiene ya informado acerca de su estado y mérito histórico”. Y en efecto, la demolición se llevó a cabo, no en parte, sino casi total. Algunos años más tarde tuvo lugar la chapucera reconstrucción de Don Clemente Herrero, con grandes paredones de tapial, llenos de nidales u horacas, para reconvertir al fenecido castillo en un gigantesco palomar. Pero esa es ya otra historia diferente.

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6 DON FRANCISCO SIMÓN Y NIETO: Eminente personalidad palentina (1855 - 1920), con una sensibilidad por el arte y la historia muy parecida a la de Becerro de Bengoa, aunque más joven y más adinerado que él. No llegó a tiempo para salvar la Torre de Mormojón, pero consiguió librar del derribo al castillo de Montealegre de Campos que en 1908 ya había sido vendido a quienes pensaban utilizar sus piedras como balastro ferroviario. * SIMÓN Y NIETO, Francisco: Los Antiguos Campos Góticos. 1895 / Reimpresión: La Editora del Carrión, Palencia, 1971.


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Muros de tapial y palomar sobre los basamentos del castillo.

De momento, nos quedamos con las últimas y lacónicas palabras con las que Becerro de Bengoa relataba la pérdida de su querida fortaleza: “Estos apuntes descriptivos tomé y escribí un día, hace nueve años, al pie de la famosa fortaleza castellana, después de haber dibujado su aspecto exterior, su planta, su probable configuración total y muchos de sus detalles. Cuando algún tiempo después, al volver a la tierra castellana vieja, tan querida para mí, lancé desde lejos una mirada al cerro de Mormojón, no vi ya alzado el imponente conjunto de la ruina de la Estrella de Campos. En aquella cumbre solo queda el solar, con sus fosos o hendiduras, donde se asentaron los muros. Estos con todos sus recuerdos, almenas, puertas, signos lapidarios, bóvedas, escaleras y pisos, habían rodado, al golpe de la piqueta, por las laderas de aquellas peladas cuestas, para servir de relleno a una carretera que pasa al pie del castillo” [Becerro de Bengoa, 1891]. No se puede describir el bochornoso espectáculo del derribo con palabras más comedidas, ni más serena resignación. De poco le hubiera servido ponerse a llorar sobre la leche ya derramada. Escalera de bajada a la galería subterránea.

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LOS PRIMEROS TENENTES: - D. Pedro Ansúrez (en 1114), fundador de la ciudad de Valladolid. - D. Tello Fernández (en 1116), origen del linaje de los Girón. - D. Pedro Martínez (en 1122), hijo del conde Martín Fláinez. - D. Pedro González de Lara (en 1124), amante de la reina Doña Urraca. LOS GIRÓN: - D. Rodrigo Gutiérrez Girón (†1194), casado con Dª María de Guzmán. - D. Gonzalo Ruiz Girón (†1234), casado con Dª Sancha Ruiz. - D. Rodrigo González Girón (†1256), casado con Dª María Froilaz. - D. Gonzalo González Girón, hermano de D. Rodrigo, casado con Dª Teresa Arias. LOS HARO: - Dª Juana Alfonso, casada con D. Lope Díaz de Haro (†1288). Señora de Torremormojón desde 1285 por donación de Sancho IV. - Dª María Díaz de Haro, casada con el Infante D. Juan, “El Traidor” (†1319). - D. Juan de Haro, “El Tuerto” (†1326), casado con Dª Isabel de Portugal. LOS LASO DE LA VEGA: - D. Garci Laso de la Vega (I) “El Mayor” (†1329), casado con Dª Teresa de Sotomayor. Señor de Torremormojón desde 1324 por expropiación a D. Juan de Haro, “El Tuerto”. - Dª Urraca Rodríguez de Rojas, (†1338), casada con D. Garci Laso de la Vega (II). - D. Gutierre González de Quesada (†1352), casado con Dª María Laso de la Vega. LOS ALBURQUERQUE: - D. Juan Alfonso de Alburquerque (†1354), casado con Dª Isabel de Meneses. Señor de Torremormojón desde fecha indeterminada (hacia 1338). - D. Martín Gil de Meneses (†1365), sin sucesión. - D. Sancho de Alburquerque (†1374), casado con Dª Beatriz de Portugal. Recibe en 1366 todos los bienes de las casas de Meneses y Alburquerque por donación de Enrique II. LOS HERRERA: - D. García González de Herrera (†1404), casado con Dª María de Guzmán. Señor de Torremormojón desde 1370 por donación de D. Sancho de Alburquerque. - D. Pedro Núñez de Herrera (†1430), casado con Dª Blanca Enríquez Mendoza. - D. García de Herrera (†1483), casado con Dª María Niño Portugal. - Dª Blanca de Herrera Niño (†1499), casada con D. Bernardino Fernández de Velasco. LOS VELASCO, CONDESTABLES DE CASTILLA: - D. Bernardino Fernández de Velasco (†1512), viudo de Dª Blanca de Herrera Niño. - Dª Ana de Velasco y Herrera (†1519), casada con D. Alfonso Pimentel Pacheco. LOS PIMENTEL, CONDES DE BENAVENTE: - D. Alfonso Pimentel Pacheco (†1530), viudo de Dª Ana de Velasco y Herrera. - D. Antonio Alfonso Pimentel (†1575), casado con Dª María Luisa Enríquez. ……………………….. LOS ÚLTIMOS SEÑORES - LA CASA DE OSUNA: - Dª María Josefa Alfonso Pimentel (†1834), XV Condesa de Benavente. Casada con D. Pedro Alcántara Téllez Girón Pacheco (†1807), IX Duque de Osuna. - D. Pedro Alcántara Téllez-Girón (†1844), XI Duque de Osuna y XVI Conde de Benavente. Utimo “señor de la Torre de Mormojón” por la abolición de los señoríos (Ley de 26 -VIII- 1837). - D. Mariano Téllez-Girón (†1882), XII Duque de Osuna y XVII Conde de Benavente. Todos sus bienes en Torremormojón salen a subasta pública el 8 de julio de 1863.

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LOS SEÑORES DE LA TORRE DE MORMOJÓN


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20 APÉNDICE DOCUMENTAL

CARTA DE LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA A LA DIRECCIÓN GENERAL DE INSTRUCCIÓN PÚBLICA, AGRICULTURA E INDUSTRIA: Ilustrísimo Sr. Confiada a la Real Academia de la Historia, por las leyes y disposiciones vigentes, la inspección y conservación de los monumentos históricos… y teniendo entendido este cuerpo literario que se trata de vender por el Estado el castillo de Torre de Mormojón, en el partido judicial de Palencia, que ostenta robustos en apariencia sus numerosos torreones, sobresaliendo entre ellos grandioso e imponente el del homenaje y que ocupado por sorpresa por los imperiales en 1521, fue después de breve sitio tomado por el capitán navarro D. Francés de Beaumont que militaba a las órdenes de Juan de Padilla, ruego a V. I. a nombre de la Academia, en vacaciones de la misma, que se sirva proponer al Señor Ministro de Hacienda la suspensión de la venta y que se conserve dicho castillo como monumento histórico nacional. Madrid 30 de Agosto de 1878.

RESPUESTA DE LA DIRECCIÓN GENERAL DE INSTRUCCIÓN PÚBLICA, AGRICULTURA E INDUSTRIA A LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA: Ilustrísimo Sr. El Excmo. Sr Ministro de Fomento dice con esta fecha al de Hacienda lo siguiente: Excmo. Sr: vista la comunicación del Director de la Real Academia de la Historia solicitando la suspensión de la venta del Castillo de Torre de Mormojón en el partido judicial de Palencia y atendiendo a que dicho castillo ocupado por sorpresa por los imperiales en el año 1521 fue después de breve sitio tomado por el capitán navarro Don Francés de Beaumont, que militaba a las órdenes de Juan de Padilla, S. M. el Rey (q.D.g.) de conformidad con lo manifestado por la citada Real Academia de la Historia y con lo propuesto por la Dirección General de Instrucción Pública, Agricultura e Industria, ha tenido a bien disponer se solicite del Ministerio del digno cargo de V. E. la suspensión de la venta del Castillo de Torre de Mormojón en el partido judicial de Palencia y que sea declarado monumento histórico nacional, conservándose bajo la inmediata inspección y custodia de la Comisión provincial de monumentos históricos y artísticos de Palencia. Lo que traslado a V.I. para su conocimiento y en contestación a la comunicación de fecha 30 de Agosto último. Dios guarde a V. I. muchos años. Madrid, 6 de Septiembre de 1878.

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CARTA DEL ALCALDE DE TORREMORMOJÓN DIRIGIDA A LA ADMINISTRACIÓN ECONÓMICA DE LA PROVINCIA DE PALENCIA […] Imposible es que yo pueda detallar la extensión superficial de todo el Castillo, pues ocupa un recinto grandísimo y se necesitaría que una persona competente lo midiera. Como en la gran altura que está situado no se presta para la construcción de viviendas ni para otro objeto que rinda producto inmediato, hoy no está el edificio dedicado a nada, pero tengo entendido que su propietario piensa derribarle para utilizar la inmensa cantidad de piedra que encierra y que en este país tiene un gran valor, por la escasez que hay de ella; lo cual sentiría este pueblo y el país en general que sucediese por los recuerdos históricos que este Castillo encierra y porque en su elevada posición es el punto de mira de infinidad de pueblos, habiendo recibido sin duda por eso la denominación de Estrella de Campos. Creo haber contestado a cuanto me pregunta en su citado oficio. Dios guarde a V. S. muchos años. Torremormojón veintiséis de Octubre de mil ochocientos setenta y ocho. Salvador Hoces de la Guardia.

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CREACIÓN LITERARIA

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Ampudia

A l’últim revol del camí, entre un cel blau i una terra daurada, s’alcen una torre i un castell. Planegen les cigonyes sobre les velles teulades i el sol crema l’asfalt del carrer. L’esglèsia i l’Ajuntament envolten la plaça, on la gent passa bones estones xerrant. L’ombra de les columnes de pedra s’allunya més enllà del carrer major. Una mica més lluny, els brams de les ovelles trenquen el silenci dels camps infinits d’Ampudia.

LAIA VELASCO FLO

Tras la última curva del camino, entre un cielo azul y una tierra dorada, se alzan una torre y un castillo. Planean las cigüeñas sobre los viejos tejados y el sol quema el asfalto de la calle. Iglesia y Ayuntamiento rodean la plaza, donde la gente pasa buenos momentos charlando. La sombra de las columnas de piedra se aleja más allá de la calle Mayor. Un poco más lejos, los balidos de las ovejas rompen el silencio de los campos infinitos de Ampudia.


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anillo vivir

LUCÍA VELASCO MARTÍN

para

Anika nació en l907, en un país donde la mujer no valía nada. No podía opinar, aprender a leer o a escribir, era poco más que una esclava en su sociedad. Si desobedecía las normas, escritas por los hombres, podía incluso morir. Era la única chica en una familia acomodada de cuatro hermanos. Desde pequeña, Anika, había demostrado que no estaba conforme con esas reglas, aunque tenía el privilegio de vivir en la abundancia, no se resignaba a ser ignorada, deseaba opinar, tomar decisiones y sobre todo poder dirigir su vida. Su padre y sus hermanos se enfadaban mucho con ella, sobre todo, tenían miedo de que esas ideas locas fueran dichas en público… el castigo sería muy grave para la familia y sobre todo para ella. Cuándo tenía l2 años y siempre escondiéndose, tomaba libros de la biblioteca de su padre e intentaba leerlos, pero era muy difícil, necesitaba ayuda pero… ¿quién iba a dársela?, Una mañana de invierno, llama-

ron a la puerta. Rápidamente abrió la sirvienta, una niña poco mayor que ella pero que las circunstancias de su vida la habían obligado a trabajar desde chica. Anika y su madre eran amables y cariñosas con ella, siempre claro está que no se enterara nadie. Había tenido la desgracia de nacer mujer y pobre en su país. En la puerta estaba Tono, un chico que vivía en una de las grandes casas de su barrio, tenía l3 años y no se habían visto casi nunca, ¿Qué relación podían tener siendo chico y chica? Tono pidió ver al dueño de la casa y le pidió permiso para llevarse a Anika ya que su abuelo que era muy anciano no se encontraba muy bien. Su familia había tenido que salir y necesitaba que alguien cuidara de él durante unas horas. El padre de Anika accedió y ésta se fue con Tono y uno de sus hermanos, a cierta edad una mujer no podía ir sola por la calle con un hombre que no fuera de la familia. Al llegar, su her-

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Un


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mano se despidió y Anika entró en la casa donde la estaba esperando Alión, el abuelo de Tono. A pesar de su edad, era un hombre alto y con gesto alegre y bondadoso, no parecía estar tan enfermo… Parece que leyó los pensamientos de Anika y con voz calmada y después de saludar a la niña le dijo: Mi enfermedad sólo es una excusa para traerte aquí. He visto por la ventana que te interesan los libros y conozco de tu rebeldía. Anika palideció, por un segundo vio el futuro de su familia destruido, iba a denunciarla… No temas, hija, todas las mujeres de esta casa saben leer y escribir, yo mismo las enseñé y ahora mi nieto… En este país no es fácil ser mujer pero es lo que os ha tocado vivir, ahora bien, si podemos hacer algo para aliviar ese sufrimiento, aunque sea desde la clandestinidad, es nuestro deber humano. Voy a enseñarte a leer y a escribir. A partir de ese día y durante casi 5 años, Anika pasaba todas las tardes con Alión y Tono. No sólo apren-

dió a leer y a escribir, también matemáticas, literatura y lo que más la gustaba, información sobre la actualidad en el mundo. En secreto, se convirtió en una muchacha culta e instruida. Pero pasó lo que tenía que pasar, el abuelo era demasiado mayor. Una tarde al llegar a casa de Alión, no la recibió éste, salió Tono con los ojos rojos y llenos de lágrimas, su abuelo se estaba muriendo y quería verla. Al entrar en su habitación Alión hizo una mueca parecida a una sonrisa y con un gesto hizo que se acercara a su cama. Con voz entrecortada dijo: Anika, eres valiente, luchadora y te has convertido en una jovencita con grandes conocimientos. No desperdicies tu inteligencia. Úsala bien, ayuda a otras mujeres, sácalas de su oscuridad. Haz lo posible para que puedan cambiar poco a poco el modo en que las ha tocado vivir, comienza por enseñarlas a comprender todo lo que pueden hacer y una vez comprendido sabrán obrar por ellas mismas. Te en-


25 En 1950 Anika enfermó gravemente, en su lecho de muerte tuvo un sueño: Alión estaba espléndido al lado de su cama y con su dulce sonrisa decía: el anillo… mira el anillo… Despertó y vio el anillo. Moriría sola, en la cárcel, era el momento de ver el mensaje. Con torpeza quitó la piedra y encontró un papel amarillento en el que aún se podía leer: LUCHA, SÉ VALIENTE. Pensó un momento. ¿Qué puedo hacer yo ahora? Pero de pronto pareció que la fuerza volvió a su cuerpo y mandó llamar a su hija. Fue un duro golpe para ella ya que pensó que su madre estaba muerta. Después de contarla toda la historia de su vida, se quitó el anillo, lo puso en el dedo de Laicca, ese era el nombre de su hija, y dijo con la poca fuerza que tenía. Te hemos educado en libertad y conocimiento. No desperdicies tu inteligencia. Úsala bien, ayuda a otras mujeres, sácalas de su oscuridad. Haz lo posible para que puedan cambiar poco a poco el modo en que las ha tocado vivir, comienza por enseñarlas a comprender todo lo que pueden hacer y una vez comprendido sabrán obrar por ellas mismas. Esto mismo me lo dijo a mí un gran maestro. Ya quedo tranquila. Murió allí mismo, en brazos de su hija, tenía 43 años, pero era casi una anciana. Laicca continuó la labor de su madre con un poco más de libertad pero con muchos tropiezos y en la actualidad las hijas y los hijos de ésta, es decir los nietos de Anika forman a mujeres, hombres y niños por todo el mundo con más libertad pero no sin muchas dificultades. Allí donde exista una mujer en la oscuridad ellos llevarán las velas para iluminar su vida. Reconocer a algún nieto de Anika será fácil, sólo tienes que mirar el gran anillo de su dedo.

Segundo Premio de Menores (de 12 a 17 años) en el VII Certamen Provincial de Relatos Breves “Cristina Tejedor”, organizado por la Diputación de Palencia con el lema “Diferentes pero iguales” y celebrado en el año 2010.

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trego este anillo, dentro de él hay un mensaje corto pero poderoso, cuando estés en un momento difícil, desesperado, que lo habrá si sigues esta misión, léelo, pero sólo como último recurso. Esa noche Alión murió y para Anika sus sueños con él. Nadie conocía su secreto. Cuando tuvo edad suficiente, se casó con Tono. La pareja estaba muy enamorada y a las familias les pareció un buen matrimonio. Ambos eran de tradición noble y con buena fortuna. El anillo quedó guardado en un cajón hasta que nació su primera hija. Por casualidad al buscar unos papeles volvió a verlo y recordó las palabras del anciano. Anika ayudaba a su marido desde la sombra en la gestión de sus negocios, Tono confiaba en ella y estaba orgulloso de su esposa, pero, nadie podía saberlo, sería su ruina. Pidió un sótano a su esposo en una de sus propiedades. No podía dejar de pensar en las últimas palabras del abuelo Alión… Se puso el anillo y en ese sótano creó una escuela para mujeres valientes y luchadoras. Todas las tardes acudía a dar sus clases, al principio sólo una mujer se atrevió, después dos, seis… casi ya no tenía espacio… ricas, pobres, solteras, casadas, jóvenes y no tan jóvenes, eran muchas las que querían aprender, mucho o poco pero todas querían saber algo más, querían ser ellas… Las más aventajadas enseñaban a las nuevas, se convirtieron en una gran familia unida por un gran secreto, tan grande que si se descubría las llevaría a una muerte segura. Nadie en su familia, ni aún su hija conocía sus actividades, sólo Tono, así lo habían decidido ambos para su protección. Pero ningún secreto es eterno y este no podía ser menos. Una mañana de octubre de l947 sonaron en casa de Anika y Tono unos golpes ensordecedores, ambos se miraron sabiendo muy bien lo que pasaría de ahora en adelante… Alguien había denunciado a Anika, Tono y ella fueron encarcelados. Alguien tenía que cuidar de su hija. De mutuo acuerdo decidieron que ella se responsabilizaría de todo. Tras muchos días de sufrimiento y dado que era una familia influyente, Tono fue liberado, Anika condenada a muerte por desobediencia e instigación a otras mujeres a la desobediencia. Anika no dio el nombre de ninguna de las mujeres que estaban con ella y ninguna de ellas habló para defender a Anika. Gracias a los contactos que tenían las familias en el gobierno la pena de muerte de Anika se sustituyó por cadena perpetua. Sólo podían visitarla una vez al mes. Mantuvieron al margen a su hija. Mamá ha muerto, eso dijeron a la niña.


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La

hebilla paz

LUCÍA VELASCO MARTÍN

de la

Llegaba Navidad en casa de Laura y como todos los años, ella y sus hermanos estaban impacientes por poner el Belén, el árbol y todos los adornos de la casa. Llegó el día y toda la familia disfrutó mucho, rieron y cantaron villancicos una vez terminado. Era 24 de diciembre, Nochebuena, ya estaba todo listo para la celebración. Al mirar el árbol, Laura se dio cuenta de un detalle, faltaba un adorno, una vieja hebilla de un cinturón, estaba oxidada y durante toda su vida la había visto colgada en el árbol pero nunca había llamado su atención, hasta hoy. Mamá ¿porqué no está colgada la hebilla vieja? Esa hebilla es de tu abuelo. Siempre la guarda él. La colgará esta noche cuando venga a cenar. Laura se quedó pensativa. ¿Por qué guardaba su abuelo aquella hebilla? ¿Tendría algún significado especial? Faltaban sólo unas horas para la cena de Nochebuena y sonó el timbre. Llegaban el resto de los familiares, sus tíos, sus primos y su abuelo. Después del recibimiento, Laura no podía esperar más, preguntó con impaciencia a su abuelo: ¿Has traído la hebilla, abuelo? Si aquí está, ahora mismo voy a colgar ese viejo recuerdo. Me alegro que hayas notado su falta. ¿Un viejo recuerdo abuelo? Este año es el último que yo lo guardo, ya soy

muy viejo... Desde ahora tú serás la encargada de la hebilla, te ocuparás de que cada año por estas fechas ocupe su sitio en el árbol. Te voy a contar por qué es algo tan especial para mí y espero que después de oír la historia también lo sea para ti. Laura se sentó en el suelo mientras su abuelo desde su sillón comenzaba a contar su historia. En el año 1937 en España estábamos en plena guerra civil. Seguro que a ti te suena raro, pero ya conocerás más cuando seas un poco mayor. Esa guerra, como te digo, fue entre españoles, luchamos España contra España, vecinos contra vecinos incluso en ocasiones hermanos contra hermanos. Como todas las guerras fue absurda, pero fue el momento que nos tocó vivir. A mí me llamaron a luchar con uno de los bandos, no tiene importancia cuál, en la mayoría de las ocasiones era el que te tocaba. Allí en el frente pasé una Navidad y esto es lo que sucedió el día de Nochebuena: Era de noche, habíamos dejado las armas y todos los soldados nos habíamos refugiado en tierra nuestra como se llamaba a nuestro territorio. Muy cerca estaban los del bando contrario, en su campo. Casi podíamos oírnos, pero entrar en el campo contrario era como suicidarse, las órdenes eran tirar a matar al enemigo. Como era Nochebuena, nos habíamos reunido todos alrededor de un fuego compartiendo las pocas provisiones que teníamos. Estábamos tristes, callados,


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acordándonos de nuestros seres queridos. Alguno lloraba en silencio. De pronto uno de mis compañeros se levantó y como un autómata gritó “Feliz Navidad”. Todos muy asustados intentamos que se sentara, te van a matar le decíamos. Pero una voz lejana sonó “Feliz Navidad”. Todos nos quedamos con un nudo en la garganta, incapaces de decir nada. Mi compañero comenzó a caminar hacía el frente contrario cantando “Noche de paz”. No nos oía, esperábamos oír un tiro y verle muerto. Pero no fue así, en vez de tiros escuchamos a nuestros enemigos cantando el mismo villancico y dirigiéndose hacia nosotros. No sé cómo pero todos hicimos lo mismo, fuimos a su encuentro cantando. Nos encontramos todos en tierra de nadie, como se llamaba al campo neutral. Algunos eran conocidos, otros no, pero todos nos reunimos alrededor de un fuego y celebramos la Nochebuena, juntos, soldados y mandatarios, veíamos fotos de las familias, contábamos andanzas de nuestra vida y decidimos que el día 25 era Navidad, no lucharíamos. Al atardecer de ese día nos despedimos, nos entregamos como regalos lo que teníamos a mano, una moneda, un botón de la casaca, una hebilla de un cinturón… sería nuestro recuerdo.

Ramiro, un chico soltero de un pueblo de Ávila, me dio esta hebilla y un abrazo y cada uno volvimos a nuestro campo, mañana otra vez comenzaba la batalla. La guerra terminó y poco después supe que Ramiro había caído en el frente. Sólo le vi ese día pero al mirar su hebilla me di cuenta que era importante para mí. Desde ese día la hebilla de Ramiro siempre ha formado parte de la Navidad en mi vida y en la de los míos, en el Belén, en la mesa y los últimos años en el árbol. Este recuerdo me hace tener presente mi obligación de intentar que vosotros nunca paséis por lo mismo, que no cometáis los mismos errores, que debéis luchar por la paz en vez de guerrear. La hebilla me recuerda que fuimos parte de una guerra que nunca debió suceder y que si tuvimos el valor de unirnos en la paz un día, quizá de habérnoslo propuesto todos, la guerra habría acabado allí. Ramiro murió sin saber muy bien por qué. Pero yo creo que lo he descubierto, quería que todos los día fuesen Navidad y por eso me dejó

su hebilla de la paz


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Bajo la luz de la luna

JOSÉ MARÍA IZQUIERDO BELMONTE

En la cuesta de Miraflores está enclavado el castillo, con muchos años de historia, siempre vigilando al pueblo. Hace años estaba bastante enfermo, pero siempre velaba por su pueblo; en primavera y otoño, en invierno y verano; por la mañana desde la almena más alta contemplaba la salida a su trabajo de pastores, labradores, viñadores y yeseros; por el día contemplaba a los mayores, mientras estos se contaban sus historias en las solanas y mentideros; y por la tarde les volvía a contemplar de nuevo cuando todos volvían de su trabajo a refugiarse a descansar en sus hogares. Hoy todo ha cambiado. Ampudia es un pueblo moderno y el castillo ya no está enfermo, gracias a Eugenio Fontaneda que lo puso en tratamiento hace algún tiempo y lo convirtió de nuevo en una joya del pueblo. En las noches claras del invierno, desde la almena más alta, bajo la luz de la luna que le manda desde el cielo, sigue contemplando a su pueblo, hoy rodeado

de farolas de color amarillento como si fueran estrellas bajadas del firmamento; y en el centro contempla a la Colegiata, a la que yo tanto cariño tengo, y muy cerquita, en la Casa de la Cruz, el Ayuntamiento, la casa de todo el pueblo y, de frente, en el convento, el Museo, otra joya de este precioso pueblo. Y al remanso de la iglesia, casi pegando a la calle de Don Hueso, nació hace algún tiempo la torre más bonita de todos los pueblos; es coqueta y altanera, orgullosa y presumida y dice que por estas tierras ella es la más hermosa. Cuando se viste de gala en las noches claras del invierno, hasta la luna le presta su luz desde el cielo para que esté más preciosa y se enamoren de ella todos los pueblos que la ven desde lejos. Ella les mira y les tira muchos besos; pero ella de quien está enamorada es del castillo de su pueblo; por eso cuando Cristina viste de gala al castillo en las noches de primavera, desde la almena más alta, bajo la luz que le regala la luna y sin que nadie les vea, como dos enamorados se miran desde el silencio y se tiran muchos besos; pero siempre por la noche, para que ni el campo ni los vecinos del pueblo sepan lo mucho que los dos se están queriendo. Ellos están convencidos de que el amor más bonito, más bello, más puro y más hermoso es el que se vive bajo la luz de la luna en las noches claras de la primavera, contemplando a las aves nocturnas, cómo se arrullan, cómo se quieren y cómo se besan mientras escuchan palpitar sus corazones desde el silencio.


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(Colegiata de A

Altiva sobre el mar de los trigales con vestido de novia engalanada, muestras candor de moza enamorada con encajes de piedra verticales.

P O E

Ojos de amor, enormes ventanales, balaústres de nítida mirada, cabellera de pétalos trenzada con pináculos de aires medievales. ¿Hasta cuándo el repique de campanas? ¿Hasta dónde te elevas a los cielos? Sueñas que llega el día singular

S Í A

y en las cuestas calizas ampudianas aparece el galán de tus desvelos que ha de llevarte al fin hasta el altar. EPIFANIO ROMO VELASCO (Del libro de poemas inédito Sueños de Ampudia)

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s o p m a C e d ia v La no mpudia)


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Doña Loly Maestra Nacional de niñas en Ampudia desde 1956 a 1962 JOSÉ MARÍA VELASCO PEINADOR

Buscando noticias antiguas sobre los maestros que han pasado por Ampudia, no encontré ninguna referencia a Doña Loly, pero tras consultar cómo se apellidaba, sólo se me facilitó el primer apellido, y en la hemeroteca de la Biblioteca Virtual Cervantes aparece en la revista Magisterio Español, María Dolores Llamazares Laso, quien tras aprobar como Maestra Nacional en León en 1952, es destinada a Báscones de Ojeda en la provincia de Palencia. No existe en Internet ninguna referencia o relación con Ampudia pero sí con un pueblo de León, llamado Vegas del Condado, donde en una página web no oficial aparece en enero de 2004, como autora de dos trabajos dedicados a su pueblo y sus gentes. Uno de ellos comienza así: Miro Observo Veo Conozco Sé Siento. Luego... ¡Vivo! Sólo el comienzo es un incentivo para leerlo al completo, y en él se muestra con una sencillez exquisita pero con una capacidad poética impresionante. No hace ninguna referencia a su profesión pero sí tiene antecedentes familiares de maestros. En un largo poema titulado “Caminos de León” inserta hacia la mitad los siguientes versos:

Cuando lejos de ti estuve soñaba con tus prados; triste estaba sin tus montañas por tierras llanas caminando. Sin sombra; soñaba con tus plantíos, sin agua, en tus frescos riachuelos, sólo agua de sus pozos tenía y la sombra de casas y sus aleros. El sol de pleno te daba y a mi cuerpo ponía moreno sin brisa fresca que refrescara nuestras brisas frescas del cierzo. Dicen del leonés, que es aferrado a su terruño, que cree el más bello, es tan variado, ¡tan variado! que lo que dicen es bien cierto. Yo, que recorrí tierras diversas y llanas con un cielo, extenso, espléndido se me caía encima, me aplastaba sin ver montañas en su cielo abierto. No había caminos serpenteantes lindados por sebes y arroyuelos, sólo sol asfixiante en caminos anchos y polvorientos. No cabe duda de que está describiendo la Tierra de Campos. Podía ser ella. Tras poner un correo al administrador de la página, enviándole una foto y consultándole si podría tratarse de la persona que buscaba, y ante la lucidez con que en 2004 escribe, con la intención de pedirle una colaboración para esta revista, ha


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Escuela de Doña Loly en Ampudia, año 1959.

bida cuenta del grato recuerdo que de ella se tiene en Ampudia, recibí contestación en menos de seis horas indicándome que: Sí es la persona que busca, vive en una residencia en León, mi padre la ha reconocido al ver la foto y me dice que le llevará la foto y la nota. Me mandaban teléfono y dirección, pero preferí esperar a que fuese ella quien tomara la iniciativa. Pasados unos días recibí su carta, en la que dice:

Mantuvimos dos largas conversaciones por teléfono, resultando ser una persona simpatiquísima y con un humor sobresaliente, que no denota tener 84 años, pese a sus enfermedades, que no son pocas. Tiene la misma lucidez mental que una persona joven. Lleva Ampudia en lo más profundo de su corazón como me consta que muchas de sus alumnas la llevan a ella. Pasados unos días recibí otra carta que terminaba así: Me encantaría daros a todos un abrazo, amén de agobiaros con miles de preguntas sobre tantos a quienes recuerdo con cariño.

Me he emocionado y hasta se me escapó una lagrimina. Nuestro trabajo es muy ingrato y a mis 84 años, no esperaba se me recordara, el Dña. Loly me sonó a campanillas pues sólo me llamaban así en Ampudia… Te agradezco de veras el querer saber de mí e incluirme en el trabajo cultural que hacéis. Me invitas a aportar alguna vivencia de Ampudia, en los 6 años que estuve tengo muchas y muy diversas. En mi Currícula, como dicen ahora, tengo vivencias de cada pueblo donde estuve de maestra y me atrevo a mandarte lo que tengo sobre Ampudia, que no es todo, pues fue mucho lo que admiré, quise y aún recuerdo. Haces con ello lo que creas conveniente. Además de las cartas personales, de las que adjunto partes, venían seis folios manuscritos que transcribo al final literalmente.

De las conversaciones y de sus cartas, amén de lo que dice en sus vivencias, no cabe duda de que Ampudia le caló hondo, pero creo que ella también dejó huella en Ampudia. En una época en que la máxima en educación era: “La letra con sangre entra”, quienes tuvieron el lujo de ser alumnas de esta excepción, quien sostiene que: “lo que se hace con amor y alegría, sale siempre bien”, no pueden haberse olvidado de ella. Cuando cumplían 10 años y pasaban con otra maestra, la cosa cambiaba pues tengo testimonios de que, la otra, causaba terror y pánico en aquellas niñitas. Hubo una a quien Doña Loly dice que le cortó las coletas y le peinó con rulos para el paso de aula, no sé si sería para que se creyera más adulta o un mensaje “sublimi-


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nal” a su compañera maestra para que las respetara. También los niños en aquella época tuvimos maestros de infausto recuerdo. No se me ha olvidado en toda mi vida, quién fue el héroe defensor del Alcázar de Toledo, lo que aprendí con siete años y un bofetón que me hizo rodar por el suelo. Otro maestro tuve que usaba una varita con tal sadismo que podría rayar en lascivia, el cual en otro pueblo fue profesor de mis sobrinos. Seguía teniendo la varita pero no como arma agresiva, eran ya otros tiempos, aunque me consta que él añoraba los pretéritos. Cuando Doña Loly cuenta en sus vivencias, cómo tras sacar buenas puntuaciones en sus oposiciones solo aprobaban los “enchufados”, estaba describiendo el panorama general de aquella época, lo que propiciaba que llegaban a ser maestros personas sin la cualificación técnica ni ética que la profesión requiere, así pues como digo en medio de aquel mundo de frustración, represión y agresión física a la infancia, esta buena señora era un trocito de cielo plantado en lo que hoy es la Casa de Cultura de nuestro pueblo y repartía sus bondades entre todos los vecinos viviendo y sufriendo con ellos. Hablando de otras cosas, me comenta en la segunda carta como una anécdota curiosísima y graciosa, y luego comentamos por teléfono, cómo un día de los quintos, al salir de la escuela y pasar por una casa de donde salía un olor exquisito, encontrando a la cocinera en la puerta, no pudo menos que consultarle por la causa, la cual mandándola pasar y con gran sigilo le dijo que era “gato”, invitándola a comer, lo que aceptó disfrutando enormemente. Lo de comer gato no era raro en aquellos años tan duros. ¿Cuántas “liebres maullantes” se habrán comido en las bodegas? Cuando describe la casa llena de bichos que alquiló para vivir con su padre, se refiere a la casa que estaba en el callejón de la plaza frente al quiosco de música, que luego compraron y construyeron, Beni Trigueros y

Chemari Izquierdo. Me cuenta mi hermana que vivían tan modestamente que en el día de su cumpleaños le compraron una lámpara porque a la que tenía la casa le faltaba la mitad. Le comenté esto por teléfono, se rio un buen rato y me relató cómo Jacobina le comentó que le habían comprado un regalo pero que no le podía decir lo que era, sólo que era una cosa que no tenía. Al desenvolverlo y ver que se trataba de una lámpara de las que se llamaban arañas, les dijo a grandes carcajadas: ¿Cómo que no tengo araña, si en mi casa hay miles? Con todo, demuestra ser una persona de las que consideran que sólo en la sencillez y la humildad reside la suprema categoría del ser humano. Y vaya si es un ser superior, humilde, bueno, gran poeta, genial maestra y amada por todas sus alumnas.


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de Campos (Palencia)

Transcurrieron seis años de mi vida en este pueblo castellano, desde el 1-9-56 hasta el 31-8-62, a la sombra de la maravillosa torre de su Iglesia Colegiata. De la montaña palentina donde ejercí como maestra en pueblos de gentes encantadoras, a las grandes llanuras amarillentas de tierras en baldío o de campos ondulantes de mieses de oro, enrojecidos a veces por corolas de amapolas. Tierras donde la aurora llega descubriendo lejanos lugares bellos en su soledad, bellos en el silencio matinal, bello pero sentido y admirado, mirar la alta, esbelta torre, arrogante como queriendo vencer obstáculos, atravesar espacios y elevarse con esa gallardía suya para estar cerca de la morada eterna y entregar a su Morador como sublime ofrenda, las oraciones de quienes en ella entregan sus afanes para reportar para soportar inclemencias, amores y alegrías. ¡Se encuentra una tan pequeña a su lado! Entras, sí, y allí admiras su altar bello de talla en madera, tras él la escalerita por donde a veces subí para limpiar y colocar flores, el altar con su frontal de cuero repujado policromado digno de ser admirado1, sus capillas laterales con bellas rejas, su coro con órgano silenciado por los años, donde canté con mis compañeras bellas composiciones en distintos acontecimientos, donde ayudé a Concha, presidenta de HH. de María o a Maruja, presidenta de Acción Católica. Desde su altura divisas los campos circundantes rodeados por cuestas con viñedos donde crecen guindales y almendros, pero sin dejar de ver su campo oro y sangre, sacrificio de aquellos labriegos que en sus mulas cansadas como ellos mismos, vuelven en los atardeceres del lejano lugar donde rompieron tierras yermas, ávidas del llorar de los cielos, oro de su esperanza en el fruto esperado. Campo, Castillo, Colegiata, adobe, piedra y Dios. Trilogía bendecida por tiempos sobrios de unas más sobrias vidas. Almas abiertas hasta el infinito horizonte como su tierra y cielo fundidos en uno, ya que no se sabe dónde empieza uno y termina otro. Horizontalidad y verticalidad, prójimos y Dios, dualidad que sirve de guía a todo alma grande, como grandes son las almas de los campesinos y con aquellos campesinos viví

y viví sus alegrías y sus tristezas viví, y viví recordando siempre aquellos años de mi vida que elegí para estar más cerca de mis padres que mucho me necesitaban. Recuerdo su fuerte castillo, comprado por Fontaneda por 50.000 pts. con la obligación de restaurarle y lo hizo. La alegría en sus bodegas donde los hombres se reunían disfrutando de su frescor jugando y calentando en incongruencia simpática con su acidillo vino acompañado de tiras de bacalao. Los paseos a titos2 o a guindas, la recogida de las almendras, el sonido en las noches machacándolas para quedar libre su rica semilla. ¡Qué bello paseo hasta su Santuario de Nta. Sra. de Arconada, patrona de Ampudia y de Campos! Tres kilómetros por un vallecito cruzado por carretera sinuosa hacia Palencia, dejando a la izquierda la principal que atravesaba pueblos de adobe, algunas de sus casas parecían restos de ingratos ataques3, aunque el que de verdad atacaba era el tiempo, los años; vallecillo con hondonadas donde crecían altas y grandes margaritas blancas más propias de bellos jardines. Aquellas romerías el 8 de septiembre donde reinaba el fervor, la alegría, bullicio, charlar con las monjitas que no veías pero oías a través del torno. ¡Qué fiestas en sus principales celebraciones! Santiago rechoncho en su caballo saliendo de su ermita al pie del castillo, Nta. Sra. del Castrillo, el Corpus, esta sí que era una bella fiesta. Su procesión por las típicas calles, como la Corredera con sus más típicos soportales copiados para la película de El Cid, al pie del castillo, un mes duró el rodaje de una escena que nadie se perdió el ver los trajines de actores y directores, fue muy interesante. ¡Procesión del Corpus! Sacaban lo mejor de sus ornamentos, su palio, sus cruces y… los danzantes con su alegre y fervoroso paloteo con sus trajes impolutos y bien planchados por mi patrona Agueda, que era especialista en ello como en dulces, matanzas y comidas de boda. Quise a toda su familia y nunca les olvidaré. La fiesta del santo Ángel y sus meriendas, el día de los quintos y las merendolas de estos y sus hogueras. Tiene Ampudia una alameda donde el pasear por

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Ampudia

MARÍA DOLORES LLAMAZARES, MAESTRA NACIONAL


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34 ella era una delicia, aunque en las noches tranquilas después de los ejercicios religiosos, salíamos un grupito, ¡qué buenas fueron conmigo, qué bien me lo pasé con ellas!, salíamos, digo, por alguna carretera y cantábamos a distintas voces, populares o regionales. Fuera modestia tanto en el coro como en los paseos pero que muy bien. Recuerdo mis afanes preparando con la juventud obras de teatro, festivales, desfiles de carrozas con alumnos para el Domund, la fiesta de “La Espiga” en el amplio atrio de la iglesia. La inauguración, mejor dicho, bendición de la iglesia después de restaurado el tejado con asistencia de autoridades palentinas, la comida a

y en lo que fue jardín pozo seco rodeado de maleza y entre ellas el rico regaliz que mi patrona sacaba, limpiaba y troceaba para obsequiar a quien lo deseara, yo por ejemplo que me venía muy bien para contrarrestar mis dolores de estómago y revoloteando de acá para allá un perrín que me seguía a todas partes cariñoso y que su instinto exacto le decía cuándo yo salía de la escuela, arañaba la puerta para que le abriesen y a carrera atravesando el pueblo se sentaba en la escalera de entrada recibiendo el cariño de mis alumnas y juntos a casita, un encanto. Soy como dicen ahora forofa de lo antiguo y disfruto de ello, por eso disfruté un fin de curso con com-

“Con aquellos campesinos viví y viví sus alegrías y sus tristezas viví, y viví recordando siempre aquellos años de mi vida” todas ellas en el patio de la Casona-Palacio4, mientras las del coro cantábamos amenizando el evento pero… ¡con un hambre! Y… nadie nos dio nada, ¡ja! ¡Cuántos recuerdos se agolpan en mi mente! ¡Qué feliz fui!, ¡qué acompañada me sentí por todos ellos cuando murió mi madre! Gentes que saben querer con acciones, no solo con palabras, gentes que te respetan, a quienes quieres y respetas. Antes hablé de la Casa-Palacio, fue mi primer hospedaje, familia encantadora, patrona que inspiraba ternura, Agustina su hija con quien me disfracé viviendo épocas medievales subiendo por aquellas amplias escaleras, de donde guardo anécdotas graciosas, donde pasé un frío terrible que se colaba por ventanas carcomidas de años, donde me refugiaba en su capilla para admirar su Virgen románica, no al culto, donde me sentaba en su fastuoso despacho de madera tallada para estudiar ya que en dos años hice 5 oposiciones a anejas y 10.000 h5, sacando los pies fríos y la cabeza caliente a pesar de mis altas puntuaciones; pero en aquella época si no tenías los famosos “enchufes”, no sacabas nada; aquella escalerita escondida, aquellas salas grandes, una de ellas ocupada por imágenes traídas de la iglesia que más que devoción, te inspiraban temor con sus trajes y sus pelucas apolilladas, cuadros de santos en las dependencias del capellán cuando lo hubo, cama tallada con rosarios y breviarios, frío intenso en inviernos crudos tapándome con todo lo que podía, patio enorme para poder girar los carruajes, cuadras inmensas abandonadas, pero… olor intenso a manzanilla que crecía en él,

pañeros y alumnos que fuimos a pasar el día a un caserío a poca distancia con ruinas de una bonita iglesia y casona con decoración antigua rural. Paseé hasta la dehesilla, recorrí nave tras nave sus cuadras con animales diversos, cerdos, gallinas, pollos de varios tamaños para la venta, la de los pollines recién nacidos no veías más que una inmensa bola amarilla de algodón con puntitos negros bajo los focos que daban calor y un pío pío incesante. Sus incubadoras, veías tras los cristales romperse el huevo, los empleados de blanco y guantes atentos al menor detalle, los terrenos amplios en el amplio páramo donde podía aterrizar el helicóptero que traía a los dueños que vivían en Madrid, o donde cargaban las ovejas para llevarlas a concursar con sus bellones limpios y cardados, donde… ¡qué pena!, se ahogaron tantos pollos en día de fuerte tormenta, casi los regalaron y ¡qué ricos guisados por mi patrona! Recuerdo el frío que pasábamos en el cine. El cariño que puse en aquellas gentes a quienes tuve que dejar muy llorosa… por no tener una vivienda decente. Al morir mi madre; llevé a mi padre; alquilé una casa muy vieja, a pesar de haber varias cerradas, la adecentamos como pudimos, donde tuve asquerosas vivencias de bichitos desagradables, ¡una espina en mi rosal! Se derrumbó a poco de mi marcha. Tuve tantas y tantas cosas positivas y tan poquitas negativas. En cuanto a mi vida profesional, al principio, tuve que anular negativos por parte, ¿de quién? Hubo de todo un poco, pero como suele decirse hablando se en-


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tiende la gente y ya lo creo que entendieron. Yo con mis niñas de 4 a 10 años fui feliz y digo de 4 porque no había párvulos y las recogía no sólo, porque no estuvieran correteando por las calles, sino porque me interesaba prepararlas para cuando llegaran a los 6 y también para paliar el intrusismo. Como eran tantas me ayudaba bastante mi padre y en los paseos las enseñaba a tejer juncos haciendo graciosas cestitas y flores. Preparé a mis alumnas con bailes y tablas de gimnasia cuando estuvo la Cátedra Ambulante de la Sección Femenina y di dos conferencias “Comportamiento en la mesa” e “Importancia de la música en la educación”. Presenté a mis alumnas en los concursos provinciales, también organizados por la S. F. de Villancicos y Regionales sacando muy buena puntuación. Organicé la Santa Infancia y estuvimos en el Cuadro de Honor Nacional, mandando hacer a las Nazarenas un banderín que bendijo el Provincial. O sea que colaboré lo que pude y como pude; organicé unas bellísimas Primeras Comuniones, pero eso sí, los demás me ayudaron, colaboraron porque lo que se hace con amor y alegría sale siempre bien. Seis años sintiendo las brisas en mi rostro y que hacía ondear los trigales como olas de amarillo mar, donde algún pueblo en lontananza o chopo solitario, rompía la monotonía. Donde el sol cae a plomo en el estío haciendo buscar el frescor en los soportales de la Corredera. Donde el pardusco color del adobe oculta viviendas sobrias, bellas y limpias, donde sus gentes ca-

balgan a lomo de sus mulas kilómetros y kilómetros hasta llegar a la tierra parda que espera el pinchazo del arado, el pataleo inquieto de la yunta, la voz del gañan. Tierra que espera inútilmente, día tras día el frescor de las lluvias que termine su sed de años y la tristeza resignada que asoma a los ojos del paciente labrador, cansados de mirar su cielo extenso y azul, límpido, esperando que se cubran de nubes, alegres a la vez, esperando que sus plegarias a su Virgen de Arconada, les depare el bien que tanto sueñan, que tanto anhelan. Notas 1 El frontal del altar, desapareció tras la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II, así como el tabernáculo que contenía el sagrario. Fueron sustituidos por una mesa exenta de piedra artificial y un sagrario de plata y oro en el mismo lugar que el actual pero Bellas Artes obligó a eliminar semejante aberración artística. La mesa del altar actual y los ambones actuales son parte de lo que se eliminó, el frontal de cuero que menciona Doña Loly, no se recuperó. Las águilas que hacen de atriles estaban sobre la reja barandilla que cerraba el presbiterio en la parte alta de la escalera. La puerta del sagrario actual era la puerta del antiguo sagrario. El cristo que está sobre el sagrario estaba en la capilla de acceso a la sacristía, ocupando el lugar donde actualmente está San Isidro con su feo pedestal pintado de verde. 2 Titos en la zona de León de Doña Loly son lo que en Ampudia se conoce como “muelas”. 3 Se refiere a Torremormojón, donde existía, saliendo hacia Baquerín de Campos, una barriada de casas derruidas que fueron demolidas en 1970. 4 Se refiere al Hospital de Sta. Mª de Clemencia, el cual describe, sin mencionar lo de hospital, más adelante con gran detalle. 5 Se refiere a oposiciones de Magisterio para ciudades de más de 10.000 habitantes.


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Gracias,

AMPUDIA

PILAR BLANCO IGLESIAS

un bonito día primaveral cuando llegué a Ampudia. Lo primero que aprecié fue la belleza del castillo y la sobriedad de su colegiata. A pesar de tanta belleza, yo estaba triste. Nunca había vivido en un pueblo y nunca me había separado de mi familia. Mis primeros meses fueron duros y de lágrima fácil, me sentía muy sola y extraña entre vosotros. Poco a poco me fui adaptando, me cautivasteis con vuestras costumbres y fiestas. Me enseñasteis tantas cosas. Me sorprendíais constantemente. Mi primera Navidad con vosotros fue estupenda. Me contagiasteis vuestro espíritu navideño, y los Reyes fueron algo nunca vivido anteriormente. Recuerdo su entrada por mi largo pasillo, llenándolo de confeti y caramelos, y la entrega de juguetes a mi hijita, ¡qué ilusión! Después llegaron los Quintos, con su original costumbre de pedir por las casas; unos huevos, unas patatas, chorizos, lo que les diéramos, que todo les venía bien. Y el día del Santo Ángel en la pradera de Alconada, comiendo tortilla y rodando la naranja, ¡qué envidiable camaradería y jolgorio! La procesión de San Isidro, con los niños llevando en sus cestas productos del campo. Gracias por permitir que mi niña fuera uno más de esos niños vestidos de ampudianos. También os agradezco la buena acogida a mi marido, que si bien respetabais como autoridad, también compartíais con él muchas tardes de fútbol y muchos ratos de ocio en los bares de Rufi, Nino y Ángel. Y de la fiesta grande, qué puedo decir, espectacular, con sus peñas, su romería en Alconada, esos bailes y paloteos a la Virgen con tanto fervor. Por la tarde, recuerdo los saltos que teníamos que dar para subir a los remolques que rodeaban la plaza de toros. ¡Qué recuerdos tan inolvidables!

Era

Por fin, en octubre llegaba nuestra fiesta, el día del Pilar. Con qué respeto y cariño nos felicitabais en la puerta de la iglesia; qué alegría que muchos de vosotros nos acompañabais al cuartel, a tomar un refrigerio y conocernos un poquito más. Nunca olvidaré un mes de mayo que trajeron al pueblo a la Virgen de Fátima. Tempranito la sacasteis en procesión y permitisteis que yo también la llevara en hombros como una vecina más. Ese día dejé de sentirme forastera. Aprendí tantas cosas en vuestro pueblo: a cocinar, a tejer, a coger caracoles y setas. Incluso aprendí a andar en bicicleta (que ya era hora a mis 25 años). ¿Pero sabéis que es lo que más me impresionó de vosotros? Que cuando salía a la calle, no me conocíais, pero todos me saludabais, y los más atrevidos me preguntabais: “¿De qué familia eres?”. Y siempre teníais una palabra cariñosa o una caricia para mi bebé. Con gran pena, a los seis años tuvimos que marchar. Sólo diré que si lloré al llegar, más lloré al alejarme de vosotros. Bueno, nunca nos alejamos del todo, siempre que podíamos, o en ocasiones señaladas, os visitábamos. Pasaron los años y la vida y el destino nos unieron de nuevo. Fue Ampudia el primer destino de nuestra hija. Tuvo el honor de ser la primera mujer Guardia Civil ahí destinada. Un orgullo para ella y una gran alegría para nosotros. Gracias, Ampudia, muchas gracias por vuestro cariño. Desde el primer día nos abristeis vuestros corazones, nos tratasteis como a un vecino más, muchos, como si fuéramos de vuestra familia. Permitidme mencionar a nuestros grandísimos y especiales amigos, Jesu y Eva, que con gran generosidad, además de sus corazones, nos abrieron su casa. Ellos nos enseñaron a querer a Ampudia cada día un poquito más. Gracias.


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PILAR BLANCO IGLESIAS

Los carteles pregonaban por todas plazas y calles la corrida de vaquillas que allí iba a celebrarse, por las fiestas de Alconada y a las cinco de la tarde.

Con puntualidad inglesa presidiendo está el alcalde, seguido de un gran cortejo de guardias y autoridades. Apiñados junto al ruedo niños, jóvenes y grandes, ansiando están la señal que dará el señor alcalde para soltar las vaquillas que han de correrse esa tarde. Ya ha sonado la charanga, abierto se ha la talanque, y como una exhalación viénese de los corrales la vaquilla colorada que casta tiene a raudales. Voces, gritos y silbidos profieren las andanadas, y un revolcón en el ruedo provoca las carcajadas. La vaquilla es acosada por mozos y por chavales, y en el centro del anillo ha plantado sus reales. Se la chilla, se la acosa, se la llama desde lejos, y desde un carro que hay fuera es citada por un viejo. La vaquilla que se arranca, y con ademán altivo la barrera de la plaza se ha tomado por olivo.

Y en precipitada huída dirígese a campo abierto, quedando tras de sus grupas el terror y el desconcierto. De inmediato se organiza la operación de captura que dirige ya el sargento y ha bendecido ya el cura. Tras de mucho ir y venir y carreras dar por miles, tomado ha una decisión el jefe de los civiles. Muerte ha de darse a la vaca, esta ya es su decisión, y presto nombra maestro guardando el escalafón. Cándido será el espada, Jacinto el banderillero, y si hubiera menester Miguel el varilarguero. Y en rápida ceremonia Corporales le ha entregado “tos” los trastos de matar. para enfrentarse al astado. Cándido, “El niño las tartas”, que este nombre ya ha adoptado, figurará en los carteles para los toros de otro año. Empuñando la herramienta se dirige hacia el astado, y citándolo de lejos espera ser contestado. Arráncase ya la res, allí “El Candi” está esperando, matándola a volapié como los diestros de antaño.

Rodando queda a sus pies el torito colorado, con cuatro kilos de plomo que el Cándido le ha largado. Allí comienza el delirio con grandes risas y cantos. Y sin más formalidad que la que él se ha tomado, un mozo de alguna peña se dirige hacia el astado para cortarle una oreja que al Cándido le ha entregado. Y también hace mención para a hombros transportarlo, dejándolo allí en el suelo después de haber comprobado que más que un buen “matador” este es un “peso pesado”. El clamor sigue en el pueblo y su nombre es coreado por “colmados” y por peñas que la gesta han presenciado. Y esto así fue y sucedió en la fiesta de Alconada, de aquella vaquilla roja que se fue de la manada. Modestamente así fue de una vaca con su furia. Comento así las vaquillas que este año por la fiesta se corrieron en Ampudia. Ampudia, 8 de septiembre de 1981

RECUERDOS Y VIVENCIAS

Tarde de toros en Ampudia


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Impresiones MARI CRUZ GARCÍA MIGUEL

Comenzaré como comienzan los cuentos, pero no es “cuento”, sino mis más sinceras impresiones. Érase el atardecer de un crudo día de invierno cuando por vez primera visité Ampudia. - Alguien: ¿Quieres conocer mi pueblo? Mi respuesta no se hizo esperar. En medio de la oscuridad, deslumbrante, estaba “ella”, altiva, serena, majestuosa; velando por su pueblo, intentaba asir las estrellas. Eran calles de silencio. Apenas una tenue luz se hacía entrever por alguna ventana; la gente moraba en sus casas. Te visité muchas veces, Ampudia, de día y de noche. ¿Sabes? A pesar de la sobriedad de tu gente, eres entrañable. Pueblecito palentino, lo tienes todo. Hasta un hombrecito atípico y un colega de profesión, con aspecto un tanto bohemio.

Nací en el campo y no lo amé. Monté a caballo y yo temblé. Paseé mis fincas y no gocé. En la madurez, te conocí. Yo enseñaba y él me enseñó: Oler a tomillo y romero, sentir las caricias del viento, oír los molinos de viento… Admiré tu torre y castillo, oré a tu virgencita de Alconada, disfruté en tu verde Soto… A caballo te recorrí y feliz siempre volví.


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Esto

El rodaje de la película el cid

JOSÉ VICTORIO VELASCO ROJO l rodaje de la película El Cid fue un acontecimiento que generó gran expectación en Ampudia hace ahora cincuenta años y unos meses. Primero llegaron los equipamientos, que instalaron en grandes tiendas de campaña en las eras. Después, los caballos. “¿Cuál de ellos sería Babieca?”, nos preguntábamos. Más tarde, construyeron un decorado delante del castillo que representaba ser un pueblo saqueado, iglesia incluida, por las hordas andalusíes. Todo el mundo esperaba la llegada de los protagonistas, deseosos, sobre todo, de ver a Sofía Loren, quien, para nuestra desgracia, no trabajaba en esta parte de la película. Nos tuvimos que conformar con ver a Charlton Heston, aquel guerrero que, en los últimos años de su vida, cambiaría su espada por un rifle. “¡Pedro, enciende!”, se oyó gritar en el inicio del rodaje. Y el decorado, que representaba el pueblo semiderruido con el castillo de fondo, ardió por los cuatro costados, “muchas veces”, ante las miradas de los curiosos que allí nos habíamos reunido para presenciar el evento. Allí estaba Rodrigo Díaz de Vivar quien, de camino al lugar donde se encontraba su amada que le esperaba para casarse, tomó un atajo y decidió pasar por Ampudia. Apareció tras su espada, como si se tratara de un ángel enviado por Dios atendiendo las plegarias de un clérigo que pedía ayuda a una imagen de Cristo crucificado que se había salvado de la quema. El Cid no pudo hacer nada por los habitantes de aquel pueblo, que habían sido hechos cautivos, pero, cosa extraña, logró capturar a los cabecillas moros que protagonizaron el saqueo. Aquellos prisioneros musulmanes estaban maniatados a un palo y merodeaban por entre las bodegas en sus ratos de descanso. Uno de ellos tenía caracterizada una herida abierta y sangrante en el pómulo izquierdo que, a nosotros, tiernos infantes de la Castilla profunda de aquel tiempo, nos parecía auténtica. Rodrigo decidió llevar la imagen de Cristo y a los prisioneros a Vivar (Torrelobatón) donde los liberó, logrando así tener nuevos aliados y no enemigos, a pesar de que, tanto sus soldados como el enviado del rey y los habitantes de aquel pueblo, pedían la horca para los cautivos. Durante tres días, no hubo escuela. Lo cual quiere decir que no hubo clase. Los chavales llevábamos ya semanas jugando con espadas y arcos, juguetes que nosotros mismos fabricábamos. Pero el rodaje, o algún detalle relacionado con el acontecimiento, impresionó nuestras retinas en un grado tal que ni alguno de sus protagonis-

E

tas fue, con el tiempo, capaz de recordar con tal precisión. Unos diez años más tarde, haciendo autoestop con un amigo por los pueblos de la provincia de Valladolid, nos cogió un señor que conducía un R8. Al pasar por Torrelobatón, yo comenté que allí se había rodado alguna secuencia de la película El Cid. “¿Y tú, chaval, cómo lo sabes?”, me preguntó el conductor. “Porque soy de Ampudia, en donde también se rodó un fragmento de dicha película. Algunos de mi pueblo trabajaron como extras”, respondí. “Yo también trabajé en esa película”, dijo y prosiguió: “Era estudiante de Derecho en Valladolid, vi el anuncio de que necesitaban gente y me apunté. Pagaban trescientas cincuenta pesetas y la comida consistía en bocadillos”. ¿Qué papel le tocó representar?, pregunté. “Hacía de prisionero moro…”, se quedó pensativo y, tras una breve pausa, dijo: “Recuerdo que me habían caracterizado una herida en el pómulo derecho”. Yo, que iba en el asiento de al lado, lo miré y le pregunté: ¿No sería en el pómulo izquierdo? Por un momento se quedó ensimismado intentando hacer memoria y moviendo la cabeza en señal de afirmación dijo: “Efectivamente, fue en el izquierdo”. Me pregunto qué habrá sido de aquel buen hombre y de todos aquellos extras que, hace cincuenta años, trabajaron en el rodaje de la película El Cid, cuando Ampudia, por unos días, sin dejar de ser Ampudia, fue también Hollywood.

RECUERDOS Y VIVENCIAS

¡es Hollywood!


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Volver MARI CARMEN GARCÍA PÉREZ

lego a Ampudia por la carretera de Dueñas y cuando visualizo la descomunal iglesia, mi vista hace que fluyan en mí tiempos de niñez y juventud. Viene a mi memoria el olor característico de la siega, de tierra mojada después de un aguacero de verano y tantos olores que se agolpan en mi mente junto con los recuerdos de los juegos de mi niñez. Jugaba a “la goma”, al castro, a pillar, al “esconderite” que es lo mismo que el escondite, a explorar las casas deshabitadas, en fin tantos y tantos juegos que me hacían crecer. Qué nostalgia del chocolate negro, los bocadillos de chorizo casero, la mortadela y sobre todo las rebanadas de pan con nata fresca y un poquito de azúcar. Recuerdo las meriendas el día uno de marzo (el día del Ángel), tortilla de patata, chorizo y una naranja. Con ese avituallamiento nos íbamos de excursión. Los de la cuadrilla nos acercábamos hasta lo más lejos que nuestros pequeños pies podían trasladarnos: a la ermita de Castrillo; o siendo un poco aventureros nos arriesgábamos e íbamos hasta el tejar, un lugar donde se juntaba la inocencia y nuestro afán de buscar lugares misteriosos donde imaginar multitud de batallas y aventuras. Con tan solo diez años éramos unos consumados espadachines, las chicas también, pues no entendíamos qué era eso de la discriminación de sexos. Hurgando en mi memoria encuentro entre mis recuerdos campo Ampudiano. En esta tierra me enamoré de verdad por primera vez, sentí esas

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mariposas en el estómago que se sienten cuando te cruzas con la persona que amas. Es curiosa la facultad del cerebro para conservar aquellos recuerdos que nos agradan y olvidar los que más nos desagradan. El sol tibio de un otoño castellano hacía cálido el paseo por la costanilla, la subida al castillo, que para mí era un castillo sobrio y viejo el cual tenía la facultad de hacer bailar mi imaginación. Soñaba con ser princesa, los amigos del pueblo eran mis caballeros, salvo el niño que a mí me parecía más guapo y al que por supuesto mi imaginación le otorgaba el título de príncipe. Hace un año que vine a vivir a mi pueblo permanentemente, hacía más de veinte que solo venía algún fin de semana. En esta ocasión lo hice llevando conmigo la decisión de quedarme para siempre. Ahora paseando por los caminos de Ampudia vienen a mi memoria tantas cosas que se juntan en ella y parece explotar esperando volver a vivir los momentos más felices. No cambiarán los paseos bajo las estrellas, una carrera en bici, un apretón de manos, una mirada amiga, un pequeño recuerdo. He aprendido tantas cosas… una tarde paseando he aprendido más que en una clase de ciencias naturales. Y la cosa más importante, he conocido el verdadero sentido de las palabras libertad y amistad. He llorado cada final de verano como si la vida me fuera en ello. Recuerdo el sabor de los platos sencillos que cocinaba mi madre sobre todo algunos domingos, caracterizados por matar algún


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ILUSTRACIONES: CARLOS DEL OLMO

animal de corral para festejar el día. Gallinas, conejos o pollos se sacrificaban para mí de manera casi misteriosa, solo cuando me levantaba por la mañana, antes de ir a misa, podía ver al bicho colgando del clavo sobre el enorme fregadero, ya desplumado y esperando su lugar en la cazuela. A mi regreso la casa se inundaba de un aroma delicioso a la hora de la comida. Luego la música de tantas tardes de sol, de la siesta, cuando sentada en la puerta de casa escuchaba en un transistor cercano las melodías que Osio, mi vecino, cantaba mientras yo iba imaginando, en una mezcla de realidad y ensueño, que la gitana de la canción era yo misma, ebria de amor y celos y, sin quererlo, mis pies seguían los compases mientras permanecían en mi mente los estribillos de historias sencillas. La felicidad de mis trece o quince años. ¿Cómo describirla? Solo sé que necesitaba manifestarla porque no podía cobijar tanto placer para mí sola. Sentía una necesidad de gritar a todos que merecía la pena vivir así, con una plenitud tan grande. Recuerdo que salía al corral, los animales me miraban curiosos y asustados; gallinas, patos y pollos corrían por todas partes mientras yo, abriendo los brazos y con todas las fuerzas de mis pulmones, gritaba tras ellos. Ahora cuando paseo por las calles de mi infancia y solo consigo ver casas vacías, donde seguramente hubo tanta alegría, no puedo menos que pensar que tal vez debió arruinarse el reloj que marca el transcurrir del tiempo, que todo seguiría igual y que nada pudiera enturbiar

la paz y quietud que hubo dentro de aquellos muros. Sin embargo sé que no todo está perdido, porque cada vez que piso el suelo de Ampudia y percibo ese olor a pueblo manifiesto nada más llegar, ese aroma mezcla de leña quemada y primavera, mi mente vuelve sin querer a aquellos felices días presididos por la despreocupación, días en los que reinaba la felicidad, y vuelvo a percibir a través de los olores un contacto mágico que me transporta al pasado. Cómo explicar que mi infancia estaba presente en cada rincón de este pueblo, en el aire mismo que respiro. He vuelto a pasear por mi pueblo y él me ha hecho el regalo más entrañable envuelto en papel de celofán tejido en sensaciones; me ha devuelto mi infancia. ¡Ah, la fiesta! Cuántos recuerdos me traen aquellos días de septiembre, en que el pueblo servía de reunión para todos aquellos hijos que se habían ido de él para labrarse un futuro mejor. Reencontrarse con las amigas de la escuela, recuperar las amistades de la infancia dispersas casi todas por el destino que nos había empujado hacia cualquier esquina del mapa y volver a vernos era lo que hacía a la romería tan especial, ya que era la pradera de Alconada donde nos juntábamos todos y allí acudíamos, ataviados con las mejores galas para ver y ser vistos. En este momento me siento afortunada porque tengo algo que perdurará en mí mientras yo viva; así sé que nada se ha perdido porque, como alguien escribió una vez, nada es sagrado, excepto la integridad de nuestra alma.


RECUERDOS Y VIVENCIAS

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Asociación de Amigos de la

Virgen de Alconada

¡Ven con nosotros!

En Ampudia vi la luz y mi sangre es ampudiana por generaciones; también son de aquí mis amigos de toda la vida, los de verdad; en Ampudia pasé mi infancia, mi adolescencia y también parte de mi madurez (si alguna vez me llegó); y aunque desde hace años vivo desterrado fuera, cada vez que el morro de mi vehículo asoma por El Medianero, siempre me viene a la cabeza el mismo pensamiento: “Ya estoy en casa”. Sé que no soy un caso particular, pues me consta que les pasa algo similar a todos los ampudianos a los que un día la necesidad intentó sin éxito arrancarnos de aquí; porque todos sabemos que una cosa es nuestra residencia y otra, muy distinta, entrañable, indiscutible, es nuestra casa. Y nuestra casa es y será siempre Ampudia y de ella y de mi condición de ampudiano presumo con orgullo allá donde voy; también de mi colegiata, castillo y soportales, de las gentes de mi pueblo, pero sobre todo, sí sobre todo, de gozar del privilegio de llevar pegada al corazón a nuestra Virgen de Alconada. Como Epi, mentor y director de La Corredera, sabe de mis andanzas por la Asociación de Amigos de la Virgen de Alconada, un buen día me ofreció un espacio para que hablase de ella, de la Asociación quiero decir, así que cogí papel y boli y me puse a rememorar andanzas desde su creación en aquel ya lejano noviembre de 2005, haciendo un relato pormenorizado de todas las aventuras y desventuras acaecidas durante todo este tiempo. Acabado de leer el borrador, arranqué con vehemencia la hoja que, tras canasta de 2 puntos, pasó a

MIGUEL ÁNGEL CASTRILLO MARCOS

ocupar un sitio en mi papelera. ¿Sabéis por qué? Porque me di cuenta de que lo que yo en verdad quería transmitiros no era un frío relato de nuestro caminar, que para eso ya tenemos nuestra web y comunicaciones puntuales a todos nuestros socios; lo que yo quiero y tengo ganas de transmitiros son emociones y sentimientos, pues de ambos he ido haciendo acopio en el morral de mi alma durante este tiempo y ahí han quedado grabados para siempre. Por ello mi relato ahora comienza así: “¡Qué emoción la que sentí aquel 25 de agosto de 2006, cuando nuestro párroco, D. Isaac, bendijo esa pequeña capilla levantada en el pago de “Las Virgencillas” por más de 40 ampudianos y 7 albañiles que en la primavera y el verano de aquel año encharcaron esa bendita tierra con su sudor dominical y desinteresado! Nuestra Virgen de Alconada ya tenía un nuevo hogar y yo reafirmé mi convencimiento en la grandeza del pueblo ampudiano. Una sonrisa pinté, caminito de Alconada, al ver remozado y completado el Via Crucis que le salpica y al saludar a la Cruz del Humilladero, que ha recuperado su esbeltez después de unos años de inclinada competencia con una torre italiana. Y qué decir de la Fuente de los Escudos de la pradera, a la que hemos lavado la cara y re-


43 RECUERDOS Y VIVENCIAS

Inauguración de la capilla de la Virgen de Alconada, 25 de agosto de 2006.

cuperado esas orejas que el tiempo se había comido. Y todo ello gracias a ti, amigo socio, y a ti, y a ti también, 243 gracias os doy. Y qué gozo siempre siento al ver a tantos ampudianos bordar con sus huellas el camino al Santuario para disfrutar de esa Merienda de Amistad que todos los años hacemos en nuestra pradera y que siempre acabamos con el canto de la Salve a la Estrella que ilumina nuestros campos, a la que también hemos visitado en Covadonga, Valvanera, Montes Claros y la Vid. Ahora ya me siento hermano de ese pueblo de Arconada al que nuestra Virgen volvió para airear esa morada donde más de un siglo vivió (no quise hacer poesía y, sin querer, me salió). Ya saben los de Arconada, por si alguna vez lo olvidaron, que en nuestro Santuario siempre encontrarán nuestro cariño, respeto y ese trato distinguido que se merecen. Durante estos años también aprendí muchas cosas. Me han contado mil historias de milagros de la Virgen, me he topado con gentes desconocidas (más de las que yo pensé) que acuden todos los años en peregrinación andarina hasta Alconada. Ahora me reafirmo más con D. Antonio (un profesor de instituto sevillano, que hace una centuria se empapó de tierra soriana), en que el camino no está marcado y que solo dejarás tu huella, si te atreves a transitarle.

La Asociación de Amigos de la Virgen de Alconada (lo he pregonado ya muchas veces), nació con el único objetivo de dar un testimonio de fe en nuestra patrona, la que vela por nosotros, esa a la que tú hablas, a la que también le hablaron de ti cuando lo precisaste, la que marcó las pupilas emocionadas de tus padres y las de los padres de tus padres; la Virgen ampudiana, la luz de nuestros campos, abogada y confidente, nuestra Madre y compañera. Es mucho ya el peso de tantas generaciones de ecijanos, arconadinos y ampudianos que han sabido mantener viva esa llama. En este suspiro, estamos aquí nosotros y queremos decirte Virgen de Arconada y de Alconada, que llevamos con orgullo y con la cabeza alta ese tesoro de fe que nos legaron. No queremos escondernos ¿Quién puede presumir más?”. El que no tenga fe, que no venga. Pero si tú eres de los que han llegado hasta aquí en este relato y de los que de tu boca han salido suspiros o requiebros a nuestra Virgen bendita, quizás puedas hacer un esfuerzo con 6 euros cada año y unirte a nuestra aventura. ¡Tu apoyo sería importante! Pues eso, amigo Epi. Quizás no era esto lo que me pediste, pero esto es lo que salió. No me costó mucho escribirlo, sólo abrir el corazón.


ETNOGRAFÍA Y TRADICIONES

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Chozos, pastores

y otras historias

de Ampudia

JOSÉ MARÍA IZQUIERDO BELMONTE

Q

CHOZO DE LAS QUEMADILLAS: Entre la Senda de Condillo y Los Hileros.

uiero contar, con la ayuda de algunos de nuestros mayores, cómo se vivía en Ampudia alrededor de los años 40 del siglo XX. En aquella época, Ampudia era tierra de muchos viñedos, por eso estaba rodeada de tantas bodegas; y alrededor de las eras había muchos palomares, donde se arrullaban las palomas al llegar la primavera. También había muchas minas de yeso por las laderas del pueblo y los hornos y las fábricas que estaban en la Calle de los Yeseros; y por el campo había más de 40 chozos, todos con sus corralizas, donde los pastores guardaban las ovejas, en muchas épocas del año, en compañía de sus perros y zagales. Todos tenían la cara curtida por los aires ásperos; para dormir ponían su zurrón de cabecera y se tapaban con su capa en las noches frías del invierno. Muchos no sabían leer ni escribir, pero sí sabían cumplir con su deber como buenos ciudadanos. Siempre estaban muy alegres, y muchas veces cantando, aunque siempre pendientes de su trabajo. Gracias a ellos, nunca faltaba la leche, ni el queso, ni la carne de lechazo, ni la lana con la que nuestras abuelas hacían

colchones para dormir y resguardarnos del frío. No tenían vacaciones, ni un solo día de descanso; sólo el día de Reyes cantaban sus villancicos, que ellos mismos se inventaban, al Niño recién nacido en el Portal de Belén en la iglesia del pueblo. Hoy todas estas historias sólo están en la memoria de los que les conocimos y convivimos con ellos. Ahora algunos de los pastores ni siquiera salen del pueblo, y en el campo ya no quedan más que dos o tres chozos para el recuerdo; por eso a mí me gustaría que les hicieran un monumento a los más de 100 pastores que han vivido en este pueblo desde los años 40 hasta nuestros días, parecido al que se hizo a los yeseros hace ya algún tiempo, para que cuando lo contemplen las futuras generaciones sepan cómo vivían en aquella época los pastores y vecinos de Ampudia. A mí me gustaría también que todos los que lean estas historias sientan en sus corazones el mismo amor hacia todo lo que les rodea como mi corazón lo está sintiendo mientras las voy escribiendo.


45 ETNOGRAFÍA Y TRADICIONES

Chozos y corralizas

Estas eran las corralizas que existían en los campos de Ampudia, en los años 40, casi todas con sus chozos correspondientes Una corraliza que se llamaba la Rinconada; estaba en Don Dinero, pegando al monte. Otra, muy cerca, que se llamaba el Chocho. Otra que se llamaba Don Dinero; estaba pegando a la Colada y era de las Anselmas. Otra que se llamaba de Agustín de Baños; era de Don Pedro Castrillo y de Cayo Aguado. Otra que se llamaba la Quebranta, pegando a la Colada; era del Madrileño y de las Anselmas. Otra había en el colgadizo de Vidal García; era de Mariano Castrillo y de las Anselmas. Otra había en Canalejas, que era de Miguel Villamediana y de Nicolás Atienza. Otra que se llamaba el Corral de Bruno; era de Tomás Rodríguez, de Luis González Camacho y de las Anselmas. Otra que se llamaba el Majuelo de Merengue; era del señor Bruno Zarzuelo. Otra había en la Bolera, que era de Manuel Velasco. Otra que se llamaba el Condillo; era de Fortunato Polanco, vecino de Pedraza. Otra que se llamaba Don Gil; era del señor Félix Sabas. Otra que también se llamaba Don Gil, que era de Eduardo Tovar, de Tarta, de Tomás Rodríguez y de Luis Velázquez. Otra había en Valdelacueva, que se llamaba el Chozo Pequeño; era de Juan Abarquero. Otra, igualmente en Valdelacueva, era de Vidal García y de Eutiquiano Herrero. Otra que se llamaba el Portillo; era de Ladis Castrillo y de las Anselmas. Otra que estaba en el Medianero y era de Juan Gutiérrez. Otra había en Lagunilla, que se llamaba el Corral de Tomás; era de Jacobo y de Tomás Castrillo. Otra que se llamaba Laguna Diego; estaba a la iz-

CHOZO DE DON GIL: Entre las laderas de la Zarcilla y Calvario Bodero.

quierda del Camino de Boada y era de Don Pedro Castrillo y de Tomás Castrillo. Otra había en la Tariega, que era de Ángel García, de Don Pedro Castrillo y de las Anselmas. Otra en las Tomasas, que era de Vidal Domicio y de las Anselmas. Otra había en Nava Escobar; era de Ladis Castrillo. Otra que se llamaba Isidoro; era de Tomás Rodríguez, de Caracol, de Pirata y de Luis Velázquez. Otra en el Soto; era de Juan Gutiérrez. Otra que se llamaba de Elías; era de Don Pedro Castrillo y de Cayo Aguado. Otra que se llamaba la Vieja y era de Luis González. Otra llamada el Cascajo, que era de Julio Barriga, vecino de Villerías. Otra que se llamaba Pata y Palo; era de Ladis Castrillo. Otra que se llamaba el Matocal y era de Marcelo García.


ETNOGRAFÍA Y TRADICIONES

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EL CORRAL ALTO: Entre la Senda de Meneses y el Arroyo de la Bocacha.

CHOZO DE CARROVERDE: Entre el Camino de Rioseco y el Camino de Villerías a Valoria.

Otra que se llamaba el Chozo Colorado, que era de Galindo. Otra que había en el Pollo; era del Ayuntamiento. Otra en el Corral Nuevo, que era de Nazario Peinador. Había otra pegando al Monte de la Torre, que se llamaba del Camino de Alconada, porque por allí venían los devotos de la Virgen desde Dueñas. Salían de Dueñas por el valle de la Villa Jana y en el Monte de Santa Cecilia cogían el Camino del Batán hasta el Monte de la Torre. Allí tomaban una senda que iba por el monte del Carrascal y salían hacia las Tres Hermanas. Luego seguían el camino de Canalejas hasta llegar a Alconada.

Otra corraliza estaba en las Revillas, que era de Mariano Castrillo. Otra había a la derecha del Camino de Herreros; se llamaba el Hoyo del Chispas y era del boticario y de Ángel García. Otra había en la Bolera, que se llamaba el Cardón. Otra en el Corral Alto, que era de las Anselmas. Finalmente, otra que se llamaba de Carro Verde; estaba junto a Carro los Hoyos y, según las noticias que tengo, hubo por allí un pueblo llamado Villaverde que con el paso del tiempo, por las pestes que hubo en aquella época, desapareció y se repartieron las tierras entre Villerías, la Torre y Ampudia.


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Caseríos y casas de campo

En la Molinera, que está a la derecha del Camino de Valladolid, muy cerca del Monte de Ampudia, vivía el señor Rafael Buena con su mujer, la señora María Ángeles y allí nacieron sus hijos Eufemio, la Tita, la Eladia, Pepe, Matías y Tasio. En la Casa de las Gilas, que está a la izquierda de la carretera de Valladolid, pegando a la Colada, estuvo de guarda temporal, cuidando el viñedo, el señor Máximo Gallardo y después Ricardo Villamediana. En la Dehesilla vivía uno que se llamaba Reverte, otro que se llamaba Juanucho, y la que estaba encargada de la finca se llamaba Albina. Cuando cogió el caserío Cayo Pombo, lo convirtió en una “finca agraria ejemplar”, hizo más de 20 pozos y llegó a tener más de 30 obreros en muchas temporadas. En los Salamanquinos vivía el señor Nazario Peinador, de apodo Chupa Charcos, con su mujer la señora Tomasa, que era de Meneses, y allí nacieron sus hijos: Mercedes, Teófila, Alejandra, Victoria, Margarita y José. También vivía allí el cuñado del señor Nazario, que le llamaban el Chispas y, cuando éste se fue a Madrid, le compró las tierras el señor Nazario. En el Monte de la Torre estaba de guarda el señor Rafael Buena con su mujer y sus hijos que se fueron allí desde la Molinera. Cuando falleció el señor Rafael, se quedó de guarda Eufemio, con su madre y sus hermanos. En el año 44 fuimos nosotros desde Villegas, la familia de los Melitones, que así nos llamaban en aquella época porque muchos pensaban que era un apodo, y estuvimos allí hasta que yo vine de la mili. En Rayaces, en aquella época vivía uno que se llamaba Clinio, que era de Santa Cecilia. Rayaces fue un pueblo, según las noticias que tengo, desde el siglo X al XIV. Desapareció por una peste que hubo en aquella época, que llamaban la “peste negra”. Yo he conocido algunas columnas de la iglesia y algunos de los retablos que, según creo, están ahora en Alconada. El cementerio estaba en la falda de la Cuesta Solaranas, a la izquierda del camino que sube a las Quemadillas y que va hasta Pedraza. En el Soto Caballo, cuando se lo compraron a Pombo los Inclanes de Villamartín, hicieron la casa que todos nosotros hemos conocido, y allí estuvo de guarda el señor Fabián y su mujer, que se llamaba Kika.

LA MOLINERA: Antes de su reciente reconstrucción.

LA CASA DE LAS GILAS: Entre la Colada y la Carretera de Valladolid.

Cuando lo compró el señor Mariano Castrillo hizo los gallineros y una panera que había más abajo. Estuvo de guarda el señor Emiliano Balbás y su mujer, la Isidra. En los gallineros estuvo el señor Marcos Gredilla; después Miguel Gallegos y su mujer Esperanza, y más tarde Teodoro Pintico y su mujer Lorenza. En la misma ladera estaba la Huerta de Don Pedro, el médico, y estuvo de guarda el señor Tomás Gallardo; también tenía un colmenar muy bonito y en la falda del Bon había otro colmenar que era del señor Desiderio Castrillo. En la Ermita de Alconada estaba de ermitaño el señor Santiago Gómez, de apodo Menudo, con su


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LA VILLAJÁN: Entre la Senda de los Torrejanos y Valdelacueva.

En Villa Sargentillo vivía el señor Basilio, que descendía de Madrid y su mujer Adriana, de apodo Chalupa. Para llegar al pueblo venían por el mismo sendero que los de la Villaján. En la Casa de las Anselmas vivía el señor Miguel Barona, de apodo Calavera. En la Muela vivía uno llamado Crone; era sobrino del señor Miguel, el lechero, y su mujer se llamaba Lidia. Vistalegre, que está muy cerca de la Muela, era de la familia de los Tovares. Estaba todo de viñedo, pero al dejarlo abandonado se perdió y lo roturó Tomás Castrillo. La Casa Rusa es una especie de chozo que está en Pedregales, en una tierra de Jesús Peña. Allí vivió temporalmente el señor Julián; abajo metía la burra, en la segunda planta vivía él y arriba tenía un pequeño palomar. En la Casa del Madrileño vivió temporalmente Vitorino Zarzuelo. En la Ermita de Castrillo hubo un pueblo que, con el paso del tiempo y las pestes, acabó por desaparecer. La Casa del Bierzo estaba a la izquierda del Camino de Rioseco, muy cerca de la Ermita de Castrillo. Allí vivía Salvador Gómez con su mujer, Rufina Requena. Lo llamaban el Majuelo del Bierzo porque el señor Salvador era de la parte del Bierzo, en León. Era un majuelo muy bueno, todo rodeado de árboles frutales; en el verano trillaban allí para tener cuidado del viñedo. Y para terminar, en la cuesta del Retiro, en una cueva, vivió uno llamado Ricardo; por eso la llamaban la Cueva de Ricardo.

LA CASA DEL MAJUELO DE LAS ANSELMAS: Entre la Carretera de Villerías y el Camino de Castromocho.

mujer Tarsila y sus hijos: Estela, Eulalia, Carlos, Eugenio y Eutropia. Los dos hijos profesaron como religiosos y fallecieron muy jóvenes; el padre era además zapatero. A por el agua iban a una fuente que había a unos 700 metros del camino que sube a las Quemadillas, conocida como Fuente del Sepulcro por la forma que tenía. Me gustaría que la reconstruyeran. El Majuelo de Bigote estaba también a la derecha del camino que sube a las Quemadillas; lo plantó el padre del señor Saturnino Merengue y en él vivió José el Tuerto, que se pasaba allí casi todo el año porque le gustaba mucho la caza. En la Villaján vivió uno que se llamaba Tomasuco con su mujer Martina. Trabajaban para el señor Álvaro Velasco, que era de Baquerín. Después se quedó a trabajar para el señor Félix Sabas, que fue quien la compró. Para venir al pueblo lo hacían por el Sendero Agrio que venía por Solapeña.

LA CASA RUSA: Entre el Camino de Rioseco y el Arroyo Mataborricos.


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Cecilio Gredilla Anastasio Gredilla Fidel Gredilla Simón Gredilla Jesús Gredilla Mariano Gredilla Antonio Gredilla Félix Gredilla Marcos Gredilla Anselmo Gredilla Benito Bello Anastasio Bello Miguel Bello Juanito Bello Vicente Bello Luis Gallegos Eduardo Gutiérrez Ocio Gutiérrez Juan Gutiérrez Manolo Gutiérrez Jesús Gutiérrez Eugenio Ochoa Eutimio Ochoa Donaciano Ochoa Dona Ochoa Manuel Ochoa Miguel Criado Manuel Criado Bautista Criado Rafael Criado Lolo Criado Mario Gallardo Uco Gallardo Balbino Gallardo Miguel Gallardo Jesús Gallardo J. Carlos Gallardo Manolo Paramio Roberto Paramio Sergio Paramio Feliciano Paramio José Paramio Toño Paramio Miguel Bodero Agustín Bodero Víctor Hoces Agustín Hoces

Manolo Hoces Celestino Hoces Isidoro Barona Ambrosio Barona Manolo Velasco Julián Velasco Tiburcio Beledo Vicente Beledo Laureano Asenjo Julián Asenjo Mariano Asenjo Pedro Castrillo Felipe Castrillo J. Manuel Serrano Nono Esteban Lucinio Ariño Claudio Merino Andrés Cardona Genaro Calita Aniano Elvira Juanito López José Marcos Raúl de Castro Justino Quindós Simeón Rodríguez Emilio Esteban Francisco Carnero Antonio Montero José Calvo Gonzalo El Pimba Agapito el de Dueñas Tiburcio Pechugón Claudio Caravuelta Jesús El Nini Daniel Cagalera Perjuicios Juan Carlos Jilete Rubén Tarugo Chachas Ebodio Fraile Venancio Dominguín Y otros más

Los pastores de este pueblo siempre al Niño lo adoraron, a los que hemos conocido y que por aquí pasaron. Y decían así: Los pastores y los Reyes fueron juntos a por leña

para calentar al Niño que nació en la Nochebuena. Los pastores no son hombres que son burros animales, comen sopas en perolas y oyen misa en los corrales. Los pastores no son hombres que son ángeles del cielo, que en el parto de María ellos fueron los primeros.

: Vamos corriendo, vamos a ver a Donaciano que canta bien, al tío Venancio y a Santiaguín a los del Nini y a Musulín, a Pintamonas y a Figurín. Casa santa, casa santa, casa del Verbo Divino, échanos la bendición que nos vamos de camino

ETNOGRAFÍA Y TRADICIONES

Nombre de pastores de Ampudia


ETNOGRAFÍA Y TRADICIONES

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La

dulzaina JOSÉ IGNACIO IZQUIERDO MISIEGO

E

l llamado Diccionario de Autoridades publicado en 1726, y que viene a ser la primera edición del actual y oficial Diccionario de la Real Academia de la Lengua, define la dulzaina como: instrumento músico, a manera de trompetilla. Úsase en las fiestas para bailar: tócase con la boca, y es de tres quartas de largo, poco más o menos y tiene diferentes taladros en que se ponen los dedos. Parécese en la figura á lo que oy llamamos Fláuta dulce. Usaron mucho los moros deste género de instrumento, y aun oy se usa mucho en los Reinos de Murcia y Valencia. Su etymologia procede de la dulzura de su sonido ú de la palabra Dulciana con que en la baxa Latinidad nombraron a cierto instrumento Músico de estas mismas circunstancias. Y cita luego como soporte erudito de tal definición un pasaje del Quijote (capítulo 26 del tomo segundo) donde el protagonista dice: ...porque entre Moros no se usan campanas, sino atabales y un género de dulzainas que parecen nuestras chirimías. En tal definición y en la cita ilustrativa, pese a

su brevedad, se resume lo esencial acerca de la naturaleza y origen de este popular instrumento que muchos sentimos como parte sustancial de nuestros recuerdos y vivencias más íntimas. La dulzaina, en efecto, emparenta con la chirimía y toda la familia de instrumentos de doble lengüeta y tubo cónico con orificios, entre los cuales el oboe sería el representante más culto del género y las variantes populares del mismo principio productor de música innumerables: nuestra versión castellana es similar, aunque con diferencias (en la construcción, afinación y timbre final) a la gralla catalana (muy vinculada a su vez a la llamada graille del Languedoc francés, con múltiples variantes de los llamados hautbois populaires -oboes populares- en el resto de Francia), a la dolçaina valenciana, a la pita murciana, a la gaita navarra y aragonesa o a la xirimita alicantina. También la llamamos por aquí charambita, término cuya raíz etimológica sin duda coincide con la de la chirimía y la mencionada xirimita.


51 ETNOGRAFÍA Y TRADICIONES

La mayoría de los musicólogos reconocen un origen próximo musulmán para la dulzaina, si bien se han señalado también antecedentes lejanos en instrumentos de lengüeta usados en antiguas civilizaciones del Medio Oriente (Mesopotamia) y en la Grecia y Roma clásicas (por ejemplo el llamado aulós). Suponen estos expertos que en la mayor parte de Europa se empezarían a fabricar instrumentos parecidos a los llamados albogues árabes (con lengüeta doble y cono de cuerno) a raíz de las Cruzadas, entre los siglos XII y XIII, aunque en la Península Ibérica pudo haber una más temprana influencia habida cuenta de la ocupación musulmana desde el siglo VIII. La versión más simple o primitiva de la dulzaina consta de una boquilla cónica (en los modelos más recientes de metal, de nombre tudel) donde se inserta la lengüeta (caña -por ser de este material preferentemente- o pita); el tudel se ajusta al tronco principal del instrumento que está mode-

lado en madera consistente, de encina, olivo o boj en las variantes más tradicionales, de palosanto, granadillo o ébano en modelos más recientes, aunque también se pueden encontrar ejemplos talla-

dos en maderas blandas como el fresno, la higuera o el saúco. El tronco muestra tres partes claramente apreciables: el llamado cubilete (donde ajusta el tudel), el cuerpo donde se practican siete orificios destinados a la digitación sonora (seis en la parte frontal y uno más pequeño en la opuesta) y la campana o bocina terminal destinada a amplificar el sonido. A partir de finales del siglo XIX este modelo simple, con una capacidad sonora limitada (escala diatónica) se empieza a completar añadiendo llaves que permiten obtener toda la gama de semitonos musicales (escala cromática); destacan en esta labor de perfeccionamiento las aportaciones del constructor y dulzainero vallisoletano Ángel Velasco, que dio a la dulzaina castellana el diseño que nos es más fami-


ETNOGRAFÍA Y TRADICIONES

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liar hoy día (dulzaina de 8 llaves, hay otros modelos hasta con 12). Todos estos detalles técnicos son relevantes para conocer mejor este instrumento, pero sin duda lo más importante para quienes nos hemos criado en el medio rural es ese vínculo invisible que ha quedado impreso en nuestro inconsciente personal y colectivo entre el sonido de la dulzaina y el ambiente de fiesta. Ese sonido dulce, sí, de ahí su nombre, pero también contundente, a veces estridente y un tanto primitivo, que sirve lo mismo para inducir a la oración que para animar un desfile o amenizar un baile popular multitudinario. En Ampudia contamos con abundantes testimonios de la utilización de la dulzaina en todo tipo de fiestas y celebraciones desde hace siglos. Su presencia era obligada especialmente en las ceremonias relacionadas con la devoción a la Virgen de Alconada: en algunos Libros de Cuentas de la Cofradía de los Pastores correspondientes al último cuarto del siglo XVIII y primera

mitad del XIX, que hemos podido consultar en el Archivo Parroquial, aparecen regularmente partidas de gastos en músicos y danzantes que se contrataban para las fiestas del 8 de septiembre y domingo del Ofrecimiento. Por ejemplo, en las cuentas del año 1798 firmadas por los Mayordomos Melchor Pérez, Josef Sánchez, Nicolás Sánchez y Manuel Peinador (nótese que en la época


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había hasta cuatro mayordomos anuales) y actuando como secretario Cipriano del Río (a la sazón canónigo de la Colegiata), se hace constar: Mas doy en data ciento diez y seis reales gastados en Danzantes, Robla y Tamboritero según hizo constar en cuenta por menor... (el tamboritero era el dulzainero y la llamada robla o robra era el refresco que se les ofrecía, constituido habitualmente por avellanas, obleas y vino). Hubo años en que la mencionada Cofradía tuvo su dulzainero de plantilla, por decirlo de alguna forma, es decir, adscrito de alguna manera a la propia Cofradía con una asignación fija, que recibía algunos pagos extra si tocaba en fechas distintas a las de obligación (los citados 8 de septiembre y Ofrecimiento). Por ejemplo en las cuentas del año 1812-1813 (los mayordomos y la contabilidad tenían vigencia desde el domingo del ofrecimiento de un año hasta la misma fecha del siguiente) se anota: ...Más son data cincuenta y ocho reales que pagué a Alonso Higelmo, tamboritero de esta Cofradía, en esta forma: cinquenta reales por tocar el día de Ntra. Sra. de Agosto de que no está obligado y los ocho restantes por el día de la festividad de nuestra Patrona como es costumbre... También el Cabildo de la Colegiata contrataba a veces músicos para procesiones o ceremonias, si bien con preferencia por formaciones más cultas. En los Estatutos de la Colegiata que estableció el Duque de Lerma (confirmados en 1609) se contemplaba la posibilidad de que, aparte de un coro de niños permanente, se contrataran otros cantores y ministriles que pareciere recibirse lo cual quede a elección del Abad y Cabildo con aprobación del Patrón y se les dé el salario que al Abad y Cabildo pareciere. Especialmente esto se hacía en la fiesta del

Corpus, cuya procesión, según los mismos Estatutos, ...se ha de hacer solemnissima llevando todos los de la Iglesia candelas encendidas mostrando así con las campanas como con otros instrumentos de música mucha alegría y contento espiritual en reconocimiento de tan gran merced y Beneficio como nuestro Sr. fue servido de hacer al linaje humano... También el día de Alconada a veces se contaba con música contratada por el Cabildo, aparte de la sufragada por la Cofradía: en el año 1859 consta en los Libros de Hacienda del Cabildo un gasto de 57 reales que se gratificaron a los músicos de Dueñas por tocar en la procession e intervalos en la misa de Alconada. Tenemos suerte en Ampudia de haber mantenido vivo el uso de la dulzaina hasta nuestros días, gracias al esfuerzo de sucesivas generaciones de dulzaineros y danzantes, cuya dedicación y trabajo merece toda gratitud y el máximo apoyo institucional y colectivo. Si algún día faltaran los aires de la dulzaina en nuestras fiestas populares, estaríamos ante un síntoma inequívoco de riesgo de extinción para una parte sustancial de nuestras raíces vitales y de nuestro rico patrimonio cultural.


AMPUDIA EN LOS LIBROS

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César González-Ruano,

el escritor que se enamoró de Ampudia DANIEL FRANCO ROMO scritor prolífico, César González-Ruano (Madrid, 1903-1965) cultivó a lo largo de su vida prácticamente todos los géneros literarios. El conjunto de su obra supera el centenar de títulos. Una dilatada producción en la que se dan cita novelas como Circe (Novela de los oasis saharinos) (1935) y Ni César ni nada (1951); poemarios como Viaducto. Epopeya inconexa y simultánea de 1920 (1925), considerado la expresión más acabada de su paso por el movimiento ultraísta; memorias como Mi medio siglo se confiesa a medias (1951), para muchos su libro más importante, y Diario íntimo (1951-1965) (1970); o biografías como Baudelaire (1931). Ninguno de estos textos ha evitado, sin embargo, que González-Ruano haya sido durante años un autor semiolvidado. Sólo en las dos últimas décadas se ha emprendido la tarea de recuperar su obra, con la reedición de algunos de sus libros y la realización de diversos estudios críticos sobre aspectos parciales de su bibliografía. Esfuerzos a menudo encaminados a reivindicar para él un lugar que hasta ahora no ha logrado en la historia de la literatura española del siglo XX. Únicamente su producción periodística ha obtenido un reconocimiento generalizado, siendo la parte de su obra que más se ha difundido y que mejor se conoce. González-Ruano escribió artículos, reportajes, crónicas, necrológicas, y entrevistó a diversas personalidades de la época en las páginas de ABC, Arriba, El Alcázar, Heraldo de Madrid, Informaciones, La Vanguardia Española, Madrid o Pueblo, por citar algunas de las cabeceras en las que puso su firma. Como muestra de la importancia de su trayectoria en este campo, la Fundación Mapfre concede anualmente el Premio César González-Ruano de Periodismo a un artículo publicado en la prensa española.

E

Al igual que tantos otros escritores de su generación, González-Ruano entró en el periodismo por necesidad económica. Los periódicos fueron para él un medio de subsistencia, pero sin renunciar a realizarse como escritor en sus páginas. De hecho, se sentía literato, no periodista, y así lo manifestó en varias ocasiones: “Nunca me interesó mucho ni poco el periodismo como tal periodismo, y lo tomé como medio más que como fin, procurando desde mis primeros momentos hacer literatura en periódicos más exactamente que periodismo literario”, dejó escrito en sus memorias. En efecto, aunque en ocasiones la prisa periodística se imponía al sentido de la estética, en general los innumerables textos que González-Ruano escribió para ser difundidos en periódicos sobrepasan casi siempre los límites informativos y van más allá de la mera intención de dar noticia de lo que pasa en el mundo. La actualidad era para él una excusa para la escritura, tratando de encontrar lo intemporal en lo circunstancial. En el otoño de 1959, formó parte del viaje colectivo de escritores y periodistas que recorrió los pueblos de Tierra de Campos por iniciativa del entonces gobernador civil de la provincia de Palencia, Víctor Fragoso del Toro, como forma de promocionar la comarca. En Ampudia, González-Ruano se quedó prendado del castillo, que por aquel entonces presentaba un estado ruinoso, y decidió comprarlo. Llegó a un acuerdo con su propietaria, Araceli de la Lastra, condesa de la Granja, pero antes de hacer efectiva la operación se echó para atrás. Como es bien sabido, finalmente fue Eugenio Fontaneda quien lo adquirió, en 1960, para proceder a su posterior restauración y recuperación. El propio González-Ruano cuenta la frustrada compra –sin nombrar explícitamente al castillo de Ampudia– en el artículo “Los castillos y la vida breve”, que se reproduce íntegro a continuación.

Fuente: ARDAVÍN, Carlos X. (ed.) (2005): Vida, pensamiento y aventura de César González-Ruano. Gijón: Llibros del Pexe.


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CÉSAR GONZÁLEZ-RUANO No me he comprado de milagro un castillo. Casi todos mis amigos lo saben. Ya teníamos la escritura en el notario. Lo vendían por muy poco dinero. Es uno de los castillos más importantes de España y estaba por fuera bastante bien conservado. Es uno de los varios castillos de la provincia de Palencia, esa hermosa región española cuya riqueza monumental y cuya nobleza de sus gentes cautivan al visitante, así como la desolada grandeza de su Tierra de Campos. En mi último viaje a Palencia, del brazo entrañable de uno de los más inteligentes y finos valores de la nueva generación literaria, Salvador Jiménez, escritor de buenas letras y una de las criaturas de alma más esbelta que he conocido, vi muchas cosas cuya impar importancia sobrecogía. ¡Señor, qué tierra aquella! No se puede dar un paso en Palencia sin darle gracias a Dios –allí donde está tan cerca del hombre– por la merced infinita de tener ojos para mirar y alma para ver. De pronto vimos un castillo sensacional, un enorme castillo militar en un pueblo encantador cuyo nombre creo más prudente callarme. Me enteré de quién era su propietario, en este caso propietaria, y cuando llegué a Madrid fui a visitarla. Era una joven señora, aristócrata, encantadora, de culta conversación y grata presencia. Vendía el castillo no por necesidad, sino en el convencimiento de que no lo podía atender. Entonces combinamos un precio y todo quedó virtualmente pendiente de ir al notario. Pasé unos días casi voluptuoso, procurando sincronizar mis ilusiones con mis posibilidades, difícil tarea en quien tiene menos posibilidades que ilusión. Como la empresa era para mí colosal, pensé en, de momento, arreglar bien una de sus torres y dejar el resto como está, respetándolo, por supuesto, pero sin meterme con ello. Un cierto retraso en los trámites necesarios me fue haciendo cambiar de opinión. Comprendía que por muchos recibos de artículos que se le echaran al castillo, allí nunca conseguiría hacer nada digno de su grandeza. Uno es un nuevo pobre que tiene en la dolorida memoria las ventas familiares de palacios y casas solares que hubo que vender más que porque no se pudieran tener, porque resultaba imposible mantener. Hoy he renunciado, con alguna tristeza, a la compra del castillo. No se debe moralmente tomar posesión en la vida de nada que no se pueda sostener con rango, y la falta de imaginación de instituciones y de personas hacen difícil que uno pueda pedir auxilio para tener un castillo. La ayuda para algo que parece suntuario irrita y no encuentra eco. La vida es breve y se ha de calcular que es brevísima en criatura que, como uno, ha cumplido ya los cincuenta y seis años. No me daría tiempo para arreglar decorosamente ese castillo en Tierra de Campos. Pero, ¿qué hace la gente rica? ¿Es que la suerte de los castillos que quedan en pie no puede ser otra que el de la rapiña sórdida de sus piedras o el que sean convertidos en silos? Abruma la falta de sensibilidad tan frecuente en los poderosos, la modestia, entre ridícula y pobretona, de sus ambiciones. ¿Es que a los mecenas no se les puede pedir más que para penicilina? Parece que no. Parece que hay razón que no tiene razones. O razones a las que no se las reconoce razón. En un país tradicional como España es relativamente sencillo armar un tinglado para levantar un rascacielos, pero imposible conseguir un duro para que un castillo no se vaya al diablo sin que la pena salga al auxilio de la gloria.Ya lo sabéis, palentinos. Hubo un forastero enamorado de vuestra tierra y de un castillo del cual, para borrarle de la memoria, ha roto las fotografías que durante unos días llevó en el bolsillo izquierdo de la americana. Junto a su corazón.

Publicado por primera vez en el diario madrileño Informaciones y recogido más tarde en el libro colectivo Viaje por Tierra de Campos. Otoño de 1959 (Palencia: Diputación Provincial, 1960, pp. 117-119), testimonio de la visita en la que González-Ruano conoció Ampudia.

AMPUDIA EN LOS LIBROS

Los castillos y la vida breve


AMPUDIA EN LOS LIBROS

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los po Ampudia

de

Castilla alzada en páramos y almenas, clamor en piedra, réplica en murallas, en donde tú, Tierra de Campos, hallas gozos de sol y llantos de cadenas. En donde esculpes siglos y los llenas de un ayer sordomudo de batallas y, comunera de silencios, callas para que hablen por ti las azucenas. Ampudia, abajo, sesteando olvidos, Colegiata en trigal, torre en espiga, deja pasar el tiempo hacia la historia. Se han quedado sin pájaros los nidos. Tiene que ser la piedra quien nos diga cómo perdió Castilla la memoria. JOSÉ Mª FERNÁNDEZ NIETO

(Publicado en Fernández Nieto, J. M.: “Palencia, verso a verso”, Publicaciones de la Institución Tello Téllez de Meneses, nº 70, Palencia, 1999, pp. 69-94)


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Es igual que una luz, una candela ardiendo sin arder; un ideal de Castilla que se hace pedestal para vencer al tiempo, siendo estela. Barco que en mar de tierra está varado, geométrico poema restaurado con cinceles de paz y de ilusión. Sueña en su almena un alto balconaje donde se asoma Dios con su mensaje de historia, viento, amor y tradición. ANTONIO ÁLAMO SALAZAR (Publicado en Peña Castrillo, L. J.: Ampudia y su sabiduría. Diputación Provincial de Palencia, 1999)

AMPUDIA EN LOS LIBROS

oetas

en la mirada

Sobre Tierra de Campos, centinela de piedra alcazareña y vertical, el castillo de Ampudia es un rosal donde la flor y el tiempo están en vela.


58 HEMEROTECA

NOTICIAS DE HEMEROTECA (RECOPILADAS POR JOSÉ MARÍA VELASCO PEINADOR) 1814

Mercado franco “En la villa de Ampudia de Campos se celebrará mercado franco todos los viernes del año, como en los anteriores al de 1808; y desde el 4 de Septiembre hasta el 12 del mismo se celebrará la feria franca que acostumbraba también haber”. [LA GACETA DE MADRID (actual BOE ) - 27 de agosto de 1814]

1845

Interpelación parlamentaria sobre retraso en el cobro por parte del clero Sesión del Congreso del día 9 de mayo Presidencia del señor Castro y Orozco El Sr. ORENSE anuncia una interpelación al gobierno por el retraso que en el percibo de sus asignaciones experimenta el clero de algunas provincias; pues varios eclesiásticos de Ampudia, provincia de Palencia, le han escrito una carta en que le manifiestan que no han percibido nada hace más de un año. Con este motivo ruega S.S. a los muchos que le favorecen con quejas y comunicaciones para que interpele al gobierno, que se dirijan a los diputados de sus respectivas provincias, y que si no los creen a propósito, que para otra legislatura otros que les satisfagan más en este punto (risas). No hallándose presentes los señores ministros dice S.S. que pondrá la carta sobre su pupitre para que pongan remedio y atiendan a estas quejas”. [LA ESPERANZA (PERIÓDICO MONÁRQUICO) - Sábado, 10 de mayo de 1845]

1853

Fallece D. Manuel Tariego, benefactor de Ampudia “El Mensajero anuncia haber fallecido en Madrid el señor D. Manuel Tariego, auditor del tribunal supremo de la Rota, deán de la catedral de Sevilla y caballero gran cruz de la orden de Carlos III, persona muy recomendable por sus virtudes, la cual ha edificado a su costa una ermita en Ampudia, ha mejorado la iglesia parroquial y socorrido durante su existencia las necesidades de aquel pueblo”. [LA ÉPOCA - Miércoles, 30 de marzo de 1853]

1928

Guarda agredido “Por cuestiones particulares, el sábado último se originó una violenta discusión entre el vecino del caserío «Salamanquinos», próximo a este término municipal, Nazario Peinador Rodríguez, de 42 años de edad y el guarda jurado Tiburcio Buena Ramírez, de 61 años, residente en el caserío «Monte de la Torre». La discusión se agrió de tal forma que el primero agredió al guarda, causándole diversas heridas contusas que han sido calificadas como de pronóstico reservado por el médico titular de esta localidad, que prestó asistencia facultativa. Nazario Peinador ha sido detenido por la guardia civil del puesto y entregado a disposición del Juzgado de instrucción del partido”. [EL DIARIO PALENTINO - Lunes 16 de julio de 1928]

1933

Boda distinguida “El 14 del actual y las diez de la mañana se ha celebrado en la parroquia de San Lázaro de nuestra capital el matrimonio enlace de la distinguida y elegante señorita, María Amparo Martín Sánchez, hija de don Mariano Martín de Ampudia, con el simpático joven Pedro V. Herrero, corresponsal de EL DÍA DE PALENCIA, hijo de don Felipe Villacorta y de doña Serafina Herrero, de Baños de la Peña. Bendijo la unión matrimonial el celosísimo párroco de Villamartín de Campos, don Jesús González Rodríguez, actuando de padrinos don Mariano Martín, padre de la novia, y doña Serafina Herrero, madre del novio. Una vez terminadas las ceremonias nupciales todos los invitados fueron obsequiados con una suculenta y abundante comida servida con grande acierto por el dueño del Hotel Iberia. Reinó la mayor alegría que estos actos requieren, debido al crecido número de invitados, recordando entre éstos a las simpáticas señoritas Victorina y Carmina Herrero, de Palencia; señorita María Nieves Martín, María Encarnación González, Felicísima Nieto, Josefina Aguado y señoritas de Castrillo, de Ampudia; simpáticos jóvenes Primitivo Agustín Herrero, Isidoro y Aurelio Matos, Amador Villacorta, Victoriano Martín, Heraclio Nieto; don Vicente Herrero y señora, don Tomás Marcos y señora, de Palencia; don Felipe Villacorta y señora, don Fortunato Villacorta y señora, de Baños de la Peña, don Mariano Martín, don Cayo Aguado, don Victoriano Martín, don Ignacio Sánchez, don Alejandro Diago, don Modesto Martín y señora, de Ampudia. Los novios han salido a su luna de miel, recorriendo las principales ciudades montañesas. Mi cordial enhorabuena a los nuevos desposados, haciéndola extensiva a sus familiares”. Amador VILLACORTA [EL DÍA DE PALENCIA - Viernes 15 de septiembre de 1933]


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1907 1860

Solidaridad con una pobre viuda de Ampudia “En la batalla de Castillejos murió el joven subteniente D. Francisco Castrillo Aparicio, hijo de una pobre viuda de Ampudia a la que socorría con 57 rs. mensuales, prometiéndola contara con 100 en cuanto fuera teniente, grado que esperaba a su vuelta al campamento, asegurándola estuviera descuidada, y tuviera fe en su buena suerte puesto que nunca abandonaba el escapulario que ella le dio al partir del hogar doméstico. Entre el vecindario de Ampudia, se trata de abrir una suscripción a beneficio de la desconsolada madre y el facultativo de aquel pueblo D. Antonio Rodríguez, se obliga, si dicha suscripción no se realizase, a dar a la expresada viuda mensualmente y mientras viva, la cantidad que generalmente le enviaba su hijo”. [LA CORRESPONDENCIA DE ESPAÑA - Sábado, 11 de febrero de 1860]

1890

Tormenta con daños “En Ampudia, en Va-

HEMEROTECA

NOTICIAS DE HEMEROTECA

loria del Alcor y en otros pueblos de la provincia, descargó el día 3 una tormenta que ha causado muchos daños en las huertas, inundándose algunas calles y viviendas y corriendo peligro de perecer varios vecinos”. [EL ADELANTO - DIARIO DE SALAMANCA - Miércoles 9 de octubre de 1907]

1922

El molino de San Juan “Reina gran contento en esta villa por haberse salvado las dificultades que tenían sin funcionar el acreditado molino maquilero «San Juan», lo cual perjudicaba grandemente a los labradores y demás vecinos de los pueblos limítrofes que tenían que ir a largas distancias a hacer la molturación del trigo y forrajes para sus ganados. Mucho nos alegramos nosotros también de que este pueblo vea su industria funcionando porque a más de los rendimientos que ocasiona anima grandemente la localidad”. [EL DÍA DE PALENCIA - Jueves 21 de diciembre de 1922]

Un cura que gastaba demasiado “¿Será posible, clérigo de Ampudia, que entre quince ingleses tengan crédito contra ti por valor de diecisiete mil pesetas? ¿Tan poco produce el curato? Me explicaría esos piquillos (de cigüeña) si, como un amigo, hubieses de mantener esposa y tres hijos en Valladolid. ¡Pero tú, que eres célibe y has hecho voto de castidad! Vamos, que no me lo explico”. [EL MOTIN (PERIODICO ANTICLERICAL) Madrid - 13 de agosto de 1890]

1898

Detenida por abandonar a dos hijos menores “La guardia civil de Mazariegos ha detenido a una mujer llamada Sebastiana García Peinador, la cual había sido reclamada por el señor alcalde de Ampudia, por haberse ausentado de dicha villa en compañía de un sujeto desconocido, dejando abandonadas dos hijas suyas de 12 y 4 años de edad. Fue puesta a disposición de la citada autoridad”. [NOTICIERO SALMANTINO - Domingo 6 de noviembre de 1898]

1925

Violento incendio “Se ha declarado un violento incendio en las casas de los industriales de esta villa, don Álvaro de Castro y don Amando Torres. El incremento que desde el principio tomaron las llamas fue muy grande; causando mucha impresión en el vecindario. Amenazaban acabar en poco tiempo con ambos edificios, pero la pronta intervención de la Guardia Civil, Somatenes, alcalde, autoridades y vecindario en pleno, hizo que el siniestro fuera reduciéndose por momentos. A las tres horas de trabajos y esfuerzos inauditos, pudo ser sofocado. Se registraron verdaderos casos de gran valor, y todos rivalizaban en los trabajos de salvamento, disputándose los puestos de mayor peligro. Las perdidas se calculan próximamente en 3.000 pesetas. Las casas parece que están aseguradas”. [EL DÍA DE PALENCIA - Sábado 19 de diciembre de 1925]


HEMEROTECA

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1939-1964:

XXV años de paz y ciencia El día 1 de abril de 1964 se cumplían los 25 años del final de nuestra última Guerra Civil y los prebostes del Franquismo decidieron celebrar la efeméride por todo lo alto. Le pusieron por título XXV AÑOS DE PAZ, y los humoristas del momento le añadieron Y CIENCIA (Paciencia). En los meses siguientes se celebraron festejos y actos culturales en todas las demarcaciones provinciales y la de Palencia eligió para la clausura de los suyos el Patio de Armas del Castillo de Ampudia, que estaba entonces en pleno proceso de restauración. Se congregaron para tal fin todas las autoridades provinciales y locales, a las que se unieron los periodistas y poetas, cuyos versos re-

sonaron con fuerza contra las piedras de los muros centenarios. Fue, sin duda, un acto memorable para los asistentes y, en general, para todo el pueblo de Ampudia, aunque los años transcurridos lo hayan relegado inexorablemente al olvido. Recogemos aquí los extractos de dos artículos, uno de tipo general que refleja el espíritu ideológico de aquel momento en el que, según algunos autores, terminaba la “dictadura” y empezaba la “dictablanda”; el otro es la crónica aparecida en el diario ABC sobre los actos que, con tal ocasión, tuvieron lugar en el castillo de Ampudia.


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XXV AÑOS

Un cuarto de siglo de paz no lo había disfrutado Esp aña en los últimos ciento cincuenta años, y existe unanimidad respecto a que la sostenida agitación e insegu ridad que padecimos a lo largo de ese periodo tan decisivo fue cau sa de nuestro atraso y con secuentemente de los infortunios que del atraso se derivaron. Para los hombres de hoy, y sean cuales fueren sus opiniones respec to a cuestiones particulares y concretas, es una evidencia que la paz constituyó desde 19 AUSURA DEL CICLO “XXV CL 39 el fundamento de nu estra recuperación nacional. Un país arrasado en lo mater AÑOS DE PAZ” ial por la guerra civil, y escind ido en lo moral por los do lores y hostilidades nacidos Amnaturalmente de la lucha, tillo del siglo XVI, el de no podrá nunca salir de tan des […] Un viejo y bello cas plaa graciada situación si no se ífic Campos, ha sido la magn impone la paz a través de un pudia, en plena Tierra de XV “X sistema autoritario, enérgi al lo cultur co, y al mismo tiempo generoso. velada de clausura del cic la a par a orm taf cial vin […] España era, en 1939 zado por la Delegación Pro , un edificio incendiado, y a lo años de Paz”, que organi ibd largo de veinticinco años Su la todo el o, y con el patrocinio de pueblo español, el pueblo de Información y Turism cia vin español en masa, bajo la ha tenido lugar en la pro rectoría firme y directa de Franco rección de Cultura Popular, , trabajó duramente hasta alcanzar ses de mayo y junio. el punto en que hoy nos de Palencia durante los me . encontramos y que nos res, profesores, técnicos, etc permite contemplar vastas perspe Diversos periodistas, escrito rcha ctivas en todos los órden y ipado en las conferencias es que componen una gran políti palentinos, que han partic ca. vincia, han interersas localidades de la pro Han desaparecido las llam div en as dad las rario as. Los recuerdos del sinies gnífico y solemne acto lite tro se difuminan poco a poco y venido asimismo en un ma se les se consolida la fe de Esp cia aña en su meras autoridades provin propio destino. El escepticis que presidido por las pri de io mo y la acritud, que constit pat sta de San Juan en el uyeron los dos elementos determ ha llevado a cabo en la fie ión a inantes del curso de nuest ra Historia o, actualmente en restaurac anterior a 1936, se han vis armas del magnífico castill to sustituidos por la convic n Eugenio Fontaneda. ción comunal de que podemos cargo de su propietario, do as, conseguir lo que otros paí se recitaron breves poem ses consiguieron antes que nosot Asistió numeroso público, nstra ros […]. Sean cuales fue oquios y entrevistas; fueren las motivaciones inmediatas celebrándose asimismo col de nuestra descomposición las “Cointerna a lo avoces la declamación de largo del siglo XIX, es cierto mitida por una red de alt egado que durante todo ese tiem del po y el pripor Joaquín Dicenta. El mer tercio del siglo XX, plas” de Jorge Manrique, nzáotros pueblos lograron la Go estabilidad y y Turismo, don Enrique con ella los avances que pro provincial de Información as abr nto habíamos de mirar no pal acto, lo clausuró con sus sotros con mal disimulado asombro lez Royuela, que inició el co eri […]. Fed otiva y cordial carta de Estos veinticinco años de y dando lectura a una em clausura paz habrán tenido, probab je de evocación para esta lemente, imperfecciones y errores, y Muelas, auténtico mensa cinco la misma disciplina colect con ocasión de los veinti iva quizá haya cubierto fallos de organizac del ciclo cultural palentino ión y métodos. Pero, a nu estros ojos, este largo periodo de reorga años de paz. nización y de impulso firm o de los más bellos de la pro emente sostenido tiene un tan subido El castillo de Ampudia, un taes nd valor didáctico que es du o con profusión de gra doso que alguien pueda en adelante vincia, se hallaba engalanad ones poner en duda la eficacia io de armas. Dos viejos cañ de un sistema que, subordinando las lib pices que daban sabor al pat re ent ertades individuales a los ar lug comunes objeciarse el acto, que tuvo tivos, ha sentado definitiv hicieron salvas antes de ini do fon amente las bases para fut o atardecer, teniendo com uras y ordenadas evoluciones, solament las ocho y nueve, hora del d geoe posibles cuando el cue panorama de la inmensida rpo social ha adquirido clara conciencia del castillo el magnífico naria de sus propias responsabil rdi rao idades históricas. os, que cobra una ext Que celebremos con alboro gráfica de Tierra de Camp zo los Veinticinco Años de a del sol. Paz es por sí mismo elocuente. No est visión a la hora de la puest ábamos acostumbrados los R españoles a tan dilatada tranquilidad. A Antonio ALAMO SALAZA la clarividencia y serenidad 1964] de io de Franco debemos que el gran tesoro [ABC, Sábado 27 de Jun de la paz fuese conservad o en las más adversas circunstancias. Fra nco ha repetido una y mi l veces, desde que fue exaltado a la jefatura del Estado, que no hay tar ea imposible si los españoles permanecem os unidos y disciplinados. La realidad espléndida de este cuarto de siglo, a pesar de los formi dables temporales que el mundo padeció, es una lección que las gen eraciones futuras no podrán olvidar. [BLANCO Y NEGRO: Ma drid, 28 de Marzo de 19 64. Los subrayados en negrita son nu estros]

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NUESTRA PAZ CUMPLE


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El Diario Palentino. Lunes 30 de Septiembre de 1968

El castillo de Ampudia, restaurado Don Eugenio Fontaneda hizo entrega de las llaves a la Asociación de Amigos de los Castillos En el marco familiar ampudiano de la Plaza Mayor, recientemente remozada con fuente y presencia jardinera, se iniciaron los actos en torno a la cesión simbólica que del castillo de Ampudia hizo su propietario Eugenio Fontaneda Pérez, a la Asociación de Amigos de los Castillos. En esta plaza, a las diez de la mañana, se inició la concentración de asistentes; bajo los soportales, resguardándose del sol, que a esas horas apretaba, los vecinos de Ampudia testigos de excepción de esta entrega simbólica del alcázar de su villa. RECEPCIÓN DE VISITANTES Efectivamente, a las diez de la mañana comenzaron a llegar los invitados: de Palencia, en gran número; de Lugo, de Vitoria, de Santander, de Barcelona, de Vizcaya…, no pocas secciones provinciales de la Asociación de Amigos de los Castillos, se hallaban representadas en este acontecimiento ampudiano, del último domingo de septiembre, día 29. De la asociación de Amigos de los Castillos, de Madrid, llegaron dos autocares, con los participantes en la excursión que oportunamente fue organizada, y que había salido de Madrid en la tarde del sábado, para rendir viaje esa jornada, por la noche, en Valladolid. De Valladolid habían salido a las ocho y media de la mañana. Pronto la plaza ampudiana se repleta, y varios centenares de personas se congregan en torno a los jardines, hasta que la Banda de Cornetas y Tambores de la Cruz Roja, de Palencia, inicia la marcha hacia la colegiata, para asistir a misa; tras la banda de cornetas y tambores, el grupo folklórico de los Danzantes de Ampudia. […] Todos los visitantes son recibidos y saludados por Eugenio Fontaneda. EN LA COLEGIATA Antes de iniciarse la misa, y ante el bello pórtico de la colegiata, rematada con la esbeltísima y bella torre, los danzantes interpretan el Himno Nacional, con el clásico “paloteo”, que es aplaudido por los asistentes. El gran sol del último domingo de septiembre cae sobre los árboles del abierto “vestíbulo” del templo, y los aires del día de fiesta grande se mueven por toda la gracia de la villa, que está hoy, más que nunca, limpia y atildada. El recinto de la colegiata, parroquia de San Miguel, que en este día 29 de septiembre, celebra su fiesta titular, está rebosante de fieles […]. Terminada la misa, y en la explanada de la colegiata, los danzantes interpretan de nuevo el “paloteo”, que es muy aplaudido, y se reemprende la marcha, abriendo paso la Banda de la Cruz Roja, hacia el castillo […]. ENTREGA DE LA LLAVE Bajo el sol pleno y vertical del mediodía, a las doce, el castillo se ofrece, desde el altozano, grandioso, majestuoso, bellísimo,

rotundo; gallardetes, sin profusión para dar más carácter, hay en las almenas, y la bandera del día de gran celebración. De centinelas, guerreros armados a la usanza medieval, unos con armadura completa, y otros con coraza, mallas, escudos y lanzas. El aire sereno del mediodía, lleno de luz, se taladra con las salvas de honor, que se lanzan desde el alcázar. Y mientras la muchedumbre se arracima junto al puente levadizo, un paje, ataviado a la usanza medieval, porta en un cojín la llave del alcázar; a sus lados se colocan Eugenio Fontaneda y don Arturo Grau; todo es en el principal acceso al castillo, pasado el puente levadizo. Eugenio Fontaneda pronuncia unas palabras de cesión simbólica del castillo a la Asociación Madrileña de Amigos de los Castillos, dejando su cuidado a esta noble asociación, cuyo cometido elogia; es muy aplaudido, y entrega la llave a don Arturo Grau, que la recibe en nombre del presidente de la Asociación, y pronuncia unas palabras de gratitud para Fontaneda. Muchos aplausos, mientras Eugenio Fontaneda en alta voz exclama: - “Señor, la fortaleza es vuestra” Y a la gracia del aire iluminado de sol, se repiten las salvas. EL CASTILLO Se deja acceso libre a todo el público, y mientras en el patio de armas bailan los danzantes su “paloteo”, los asistentes acompañados de Eugenio Fontaneda y sus familiares, visitan las dependencias del recinto alcazareño. El Gobernador civil presencia el “paloteo” y visita asimismo el castillo. A las dos de la tarde, hora prevista, en el patio de armas, es servido un lunch, obsequio de don Eugenio Fontaneda; centenares de personas en torno a las bien abastadas mesas ofreciendo a este mediodía ampudiano, junto a las sombras alcazareñas, una estampa llena de tipismo y de animación, en el más movido y bullicioso almuerzo al que el periodista haya jamás asistido. Se recibió y leyó un telegrama de adhesión del marqués de Sales, presidente de la Asociación de Amigos de los Castillos. CONCIERTO MEDIEVAL Se ha terminado el lunch a las dos y media, y el concierto anunciado es a las cuatro. Los invitados se diseminan por Ampudia, o buscan rincones propicios en el castillo, para la charla y desperezar la modorra. Y a las cuatro, efectivamente, otra evocadora estampa para un recinto alcazareño: el Cuarteto Clásico de la Radio Televisión Española, de Madrid, ofrece un jugoso e interesante concierto de música medieval, que cobra extraordinario sabor a la sombra y al amor de un castillo, exvoto magnífico de los viejos y esforzados tiempos medievales. […].

Antonio ALAMO SALAZAR


63 HEMEROTECA



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