La Corredera Nยบ 4 - PRIMAVERA - VERANO DE 2016
revista cultural de Ampudia
Sumario PRESENTACIÓN: Escritores Ampudianos
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CREACIÓN LITERARIA: Ampudia: Señas de Identidad
Luis Antonio Gutiérrez Pérez
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HISTORIA E INVESTIGACIÓN: Fray Juan de Ampudia y la Carajicomedia
Epifanio Romo Velasco
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NUESTRA COMARCA: Santa Cecilia del Alcor “La Vieja” (Valoria del Alcor)
Epifanio Romo Velasco Laura Martín Enríquez
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GALERÍA DE PERSONAJES: Ana del Bosque Arin
José María Velasco Peinador
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El Padre Jesús Torres Llorente En memoria del P. Jesús Torres Biografía de don Eduardo Tovar
Lourdes Torres Hnas. Cistercienses de Alconada Pedro Julián
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ESPECIAL LIBROS: La vida del soldado Miguel de Castro
José Ignacio Izquierdo Misiego
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RECUERDOS Y VIVENCIAS: Caminar por mi pueblo Recuerdos de mi niñez en Ampudia Las Memorias de Higinio “El Esquilador”
María Jesús Sánchez Antonio Martín Enríquez Higinio Ariño
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ETNOGRAFÍA Y TRADICIONES El desconocido Bautizo del Niño
Carlos del Peso Taranco
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AMPUDIA EN LOS LIBROS: Dos viajeros ilustres: Ponz y Quadrado.
Daniel Franco Romo
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José María Velasco Peinador
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HEMEROTECA Noticias de Hemeroteca (4). El Día de la Provincia
Nº 4 Primavera-verano 2016 escritores
AMPUDIANOS La noche del 22 al 23 de abril de 1616 moría oría el en Madrid el autor del “Quijote”, Miguel de Cervantes Saavedra. Por las mismass n fechas fallecía en Stratford-upon-Avon el autor de “Hamlet”, William Shakes-peare, considerados ambos como las doss figuras mayores de la literatura universal. Al cumplirse los 400 años de estas efemérides, LA CORREDERA quiere sumarse al cúmulo de celebraciones dando a conocer la obra de algunos escritores ampudianos antiguos y en especial del soldado Miguel de Castro, cuya vida y aventuras han tenido el honor de ser ya objeto de cuatro ediciones diferentes, aunque siga permaneciendo casi ignorado en el pueblo que le vio nacer. res escribieron sobre AmSi bien es cierto que poco o nada es lo que estos autores pudia, también lo es que otros pueblos como Paredes de Nava y Carrión de los Condes deben buena parte de su fama a figuras como Jorge Manrique y el Marqués de Santillana, sin que estos ilustres personajes escribieran una sola línea sobre su lugar de nacimiento. Aprovechamos al propio tiempo la ocasión para felicitar a nuestra colaboradora Margarita García Gallardo, ampudiana oriunda, por su nominación entre los diez finalistas del Premio Planeta de Novela 2015. Ampudia da para mucho, amigos, y LA CORREDERA, con sus más de 60 colaboradores diferentes en los cinco números publicados, aspira a ser el testimonio gráfico de ello. ❏ Epifanio Romo Velasco (Editor) Editor Epifanio Romo Velasco Director Daniel Franco Romo Dibujo Portada Acuarela de Basilio Saldaña Ilustraciones Carlos del Olmo Fernando Peña Miguel A. Ortiz Nozal Basilio Saldaña Juan Vélez
Recepción y Colaboraciones Correo Electrónico: Revistalacorredera@gmail.com Correo Postal: “LA CORREDERA- Revista Cultural de Ampudia” Calle Pósito, nº 5 –34191 AMPUDIA (Palencia) Diseño y maquetación: Juan Vélez Imprime: Gráficas Calima Depósito legal: SA-445-2010 ISSN 2172-5950
AVISO: LA CORREDERA no se hace responsable, ni se identifica con las opiniones vertidas libremente por sus colaboradores. Los contenidos aquí publicados podrán ser reproducidos, en todo o en parte, por cualquier procedimiento, siempre que se haga constar la fuente de la que proceden.
PRESENTACIÓN
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CREACIÓN LITERARIA
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Ampudia EN LA MIRADA DE LOS POETAS “Ampudia: Señas de identidad” Luis Antonio Gutiérrez Pérez (2º Premio del VIII Certamen Literario Villa de Ampudia, Septiembre de 2014)
Torre de San Miguel Rotunda plenitud de piedra en vuelo, excepción vertical de la llanura, que trepa en primorosa arquitectura hasta hermanar los surcos con el cielo. Atrevida ascensión, místico anhelo que en gótica y celeste partitura sabe cantar la magia de su altura elevando plegarias desde el suelo. Torre de San Miguel, mástil alado, faro y balcón airosamente alzado por donde sube el alma a voz en grito. Colegiata que alcanza los luceros, sus esbeltas ojivas son senderos ¡por los que Ampudia escapa al infinito!
Calle de La Corredera ¡Cuánto rumor de huellas ha dejado el trote insobornable de los días (con su carga de penas y alegrías) por la longevidad de tu trazado! Que por ti, Corredera, han desfilado gratos empeños y melancolías; zozobras, esperanzas, letanías y pregones de fiesta o de mercado. Porque eres escenario de emociones, confluencia de anhelos peatones, solar de esparcimientos y jornales. En ti cada ampudiano es como un hijo al que siempre ofreciste tu cobijo ¡poniéndole a su vida soportales!
CREACIÓN LITERARIA
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Castillo de Ampudia Santuario de Alconada ¡Qué grata sensación en esta calma, y este denso silencio que procura un bienestar gozoso y apresura el sincero coloquio con el alma! ¡Qué concierto interior que nos ensalma en gregoriana voz cercana y pura; sublime devoción que en la clausura de mística cantiga se hace palma! ¡Qué amable conjunción de paz y nido, en este oasis de fervor henchido; en esta plenitud dulce y callada! Hasta aquí en oración el pueblo llega y a la Madre en el pórtico se entrega ¡pues vive aquí la Virgen de Alconada!
Dejemos que trabaje la memoria, que se asome el pasado a sus almenas y el recuerdo nos cuente las escenas que revivan su estirpe, fama y gloria. Repasemos su insigne trayectoria, desde la gratitud a manos llenas, pues gracias al milagro de un Mecenas se perpetuó la esencia de su Historia. Hoy se muestra señero y admirado, paradigma feudal, acariciado por el cierzo y la luz como testigos. Fortaleza de Ampudia, arquitectura aupada en un descuido de llanura… ¡bajel en piedra sobre un mar de trigos!
HISTORIA E INVESTIGACIÓN
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Fray Juan de Ampudia y LA CARAJICOMEDIA
EPIFANIO ROMO VELASCO Fray Juan de Ampudia (Empudia / Hempudia) fue un fraile franciscano de la estricta observancia que pasó la mayor parte de su vida en el convento de San Francisco de Valladolid. Su biógrafo, Juan Meseguer, le supone nacido en la villa de Ampudia en torno al año 1450; vivía aún en 1531 y en 1534 ya había muerto, por lo que alcanzó los ochenta años de vida y tal vez los sobrepasó. Se conservan impresos al menos dos opúsculos suyos que llevan por título “Regla breve y muy compendiosa para saber rezar el oficio divino según la costumbre de la Iglesia Romana”, publicado en 1525, y “Exposición sobre las palabras del Pater Noster”, en edición de 1536. En 1521 Fray Juan de Ampudia intervino, junto con “muchos Perlados y santos religiosos”, como mediador en el conflicto de la Guerra de las Comunidades, pero por lo que realmente destacó fue por su habilidad oratoria. Sus sermones fueron muy apreciados por las autoridades locales que le invitaron para predicar en las ocasiones más importantes en la iglesia de Santa María la Mayor de Valladolid. Así por ejemplo, fue requerido para predicar con motivo de la muerte de la reina Isabel la Católica en 1504 y, aunque ya era viejo y estaba ciego, se le volvió a asignar la predicación para celebrar el triunfo de las tropas españolas en la Batalla de Pavía en 1525. Resulta difícil identificar a este famoso predicador, considerado en su tiempo como “un varón alumbrado en letras y santidad”, con el homónimo Fray Juan de Ampudia que figura como autor de un epílogo burlesco para la Carajicomedia de Fray Bujeo Montesino, donde la muerte del Conde de Niebla del poeta Juan
Cancionero de Obras de Burlas Provocantes a Risa
Carajicomedia Anónimo Edición, Introducción y notas de Álvaro Alonso
de Mena queda transformada en una batalla de carajos (pijas) y coños del más puro y soez erotismo. En efecto, todos los estudiosos de esta obra están de acuerdo en considerar a la Carajicomedia como una publicación anónima donde los verdaderos autores, seguramente dos frailes de escasa moralidad, se ocultan bajo los nombres ficticios de Fray Bujeo Montesino, con referencia al franciscano de Guadalajara Fray Ambrosio Montesino y Fray Juan de Ampudia, nuestro predicador de Valladolid. La Carajicomedia es un poema largo acompañado de glosas en prosa que apareció impreso en Valencia en 1519 al final del “Cancionero de obras de burlas provocantes a risa” y del que existe una única copia conservada en la British Library. No volvió a publicarse hasta el siglo XIX y recientemente se han hecho de ella dos ediciones modernas a cargo, respectivamente, de Carlos Varo (1981) y Álvaro Alonso (1995). Se trata en esencia de una parodia obscena
JUAN DE MENA:
CARAJICOMEDIA: EL FIN DE FAJARDO
LABERINTO DE FORTUNA (LAS TRESCIENTAS)
Después que el Reverendo Padre Fray Bujeo Montesino, dio fin a la obra sobredicha, prosigue Fray Juan de Hempudia, habiendo gana de provocar a los oyentes a devoción, y pues se os han contado sus hechos en vida, contemos su fin y su muerte.
LA MUERTE DEL CONDE DE NIEBLA
[…] Hicieron las voces al Conde a deshora volver la su barca contra las saetas y contra las armas de los Mahometas, ca fue de temor, piedad vencedora: había fortuna dispuesto la hora, y como los suyos comienzan a entrar, la barca con todos se hubo de anegar, de peso tamaño no sostenedora. Los míseros cuerpos ya no respiraban, mas bajo las aguas andaban ocultos, dando y trayendo, mortales singultos de agua, la hora que más anhelaban; las vidas de todos así litigaban, que aguas entraban do almas salían la pérfida entrada las aguas querían la dura salida las almas negaban.
LA MUERTE DEL CARAJO DE DIEGO FAJARDO: COMO JUAN DE MENA LA DEL CONDE NIEBLA […] Fajardo, a las voces, se mueve a deshora y vuelve el carajo con flacas saetas contra de los coños, por hartar sus setas, ca fue de temor, piedad vencedora: había lujuria dispuesto la hora, los flojos carajos a entrar se tornaron, los coños hambrientos, así los tragaron, que ninguno de ellos, ni canta ni llora. Los tristes carajos ya no goteaban, mas bajo los coños andaban ocultos, dando y trayendo, mortales singultos de esperma, a la hora que más empujaban; las fuerzas de todos así litigaban, que pijas entraban do coños salían la pérfida entrada los coños querían la dura salida las pijas negaban. Aquí se acaba el libro llamado “Cancionero de Obras de Burlas”, el cual fue impreso en la muy noble ciudad de Valencia, por Juan Yiñao, a 12 de Febrero de 1519.
d l “L del “Laberinto b i de lla F d Fortuna”” ((o “L “Las T Trescieni tas”) del poeta cordobés del Prerrenacimiento Juan de Mena. Cuenta la historia de un caballero anciano e impotente, llamado Diego Fajardo, que intenta recobrar su perdida virilidad visitando los prostíbulos más famosos de Castilla y que, al final, fallece víctima de la insaciable voracidad de la sexualidad femenina. En total, 116 estrofas, de las que Fray Juan de Ampudia aparece como autor de las 24 finales. Franciscano o seglar, ampudiano o falsario, pero manifiestamente burlón y misógino, sea para deleite o rubor de sus supuestos paisanos, nos parece oportuno ofrecer aquí los versos finales de esta parodia, aunque para poder apreciar su verdadero valor y su gracia sea preciso confrontarla con la versión original de “Las Trescientas”, pues, como escribió el editor Luis Usoz en 1841, “el lector no puede alcanzar toda la malvada fuerza del pervertidor sin tener a la vista los versos que trastocó”. ❏
BIBLIOGRAFÍA: ALONSO, Álvaro (Ed.) Carajicomedia. Ediciones Aljibe. Archidona (Málaga), 1995. DOMÍNGUEZ, Frank A.: “La parodia del traductor en Carajicomedia: Fray Bugeo Montesino y Fray Juan de Ampudia”. Traducción y Humanismo (Roxana Recio Ed.) Vertere (Nº 9). Soria, 2007. MENA, Juan de: Laberinto de Fortuna. (Ed. De Miguel Ángel Pérez Priego. Espasa-Calpe. Madrid, 1989. MESEGUER FERNÁNDEZ, Juan: “Los padres Juan de Ampudia y Juan de Bonilla, OFM y sus obras espirituales. Datos bio-bliográficos”. Archivo Ibero-Americano (Nº 113-114), 1969. VARO, Carlos (Ed.): Carajicomedia. Ed. Playor. Madrid, 1981. VV. AA.: Cancionero de obras de burlas provocantes a risa. Valencia, 1519. / Madrid 1841 (Edición de Luis Usoz y Ríos).
HISTORIA E INVESTIGACIÓN
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NUESTRA COMARCA
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anta Cecilia DEL ALCOR
en el valle de “el Salón” EPIFANIO ROMO VELASCO
INFORMACIÓN GENERAL
Población: 285 hab. (Año 1960) / 152 hab. (Año 2006). Superficie del término: 19’90 km². Altitud: 840 m. Distancias: A 13 Km. de la capital palentina y 11 Km. de Ampudia por la carretera autonómica P-901. A 13 Km. de Dueñas por la carretera autonómica P-903. A 9 Km. de Quintanilla de Trigueros (Valladolid) por la carretera provincial PP-9001. Información: Ayuntamiento de Santa Cecilia: Tf. 979.766432. Código Postal: 34191.
EDIFICIOS Y MONUMENTOS Iglesia de San Miguel (Siglo XVI): La parroquia del pueblo, con edificio de escaso valor artístico, está puesta bajo la advocación de San Miguel: “Construida en el siglo XVI, de piedra. Posee una sola nave, con cubierta plana; en la capilla mayor bóveda de cañón con lunetos. En el lado del Evangelio, espadaña de piedra; portada en el lado del evangelio. En el interior, retablo moderno, con Calvario de escultura, del primer tercio del siglo XVII, dentro
del primer estilo de Gregorio Fernández. Retablo mayor barroco, siglo XVIII, con esculturas de San Antón y de San Sebastián, de la misma época. Pila bautismal de gallones, del siglo XVI. En la sacristía, cruz parroquial de plata, del siglo XVII.” [Inventario Artístico de Palencia y su Provincia. Tomo I, 1978.] Palacio de los Marqueses de Revilla (Siglo XVIII): Restos de un pequeño palacio de estilo clasicista, con planta cuadrada, construido con buena piedra de sillería: “A la entrada del pueblo existen las ruinas, aún no demolidas totalmente, de un bello “palacete de caza”, de piedra, neoclásico, de gusto italiano, cuya construcción estaba constituida al interior por dos galerías, alta y baja, cuyos sillares ostentan una fina estereotomía. Parece que fue levantado por el Duque de Veragua”. [Rafael Navarro: “Catálogo Monumental de la Provincia de Palencia”,1946.] Los Colón, Duques de Veragua, estaban emparentados con los señores de Paradilla del
Alcor, pero no consta que tuvieran ninguna relación ni interés en Santa Cecilia. A falta de datos precisos, parece más lógico atribuir la construcción de este Palacio a D. Diego Gasca de la Vega, primer Marqués de Revilla, persona muy ligada a estas tierras por su profunda devoción a la Virgen de Alconada, que había obrado en su propia persona diversos milagros, según narran las historias escritas por sus contemporáneos. “Dejando otros muchos milagros, que por descuido de los Antiguos no se han escrito, no se puede pasar de referir los que obró esta Señora con Don Diego de Gasca, Marqués de Revilla, y Alférez
que enlazaba las dos principales cañadas leonesas, la Oriental y la Occidental. La llamada Cañada Real Leonesa Oriental discurría casi paralela al río Carrión hasta llegar a la ciudad de Palencia donde se dividía en tres cordeles: uno de ellos cruzaba el río Pisuerga por el término municipal de Tariego; otro se dirigía por Villamuriel y Dueñas hacia Cigales y Valladolid; el tercero subía por el páramo de Autilla (Cañada de la Mendoza) y atravesando los términos de Santa Cecilia, Ampudia, Valoria del Alcor y Villalba, llegaba hasta La Mudarra y Peñaflor de Hornija donde se unía a la Cañada
Mayor de la Ciudad de Valladolid; ya sanándole esta soberana Reina de los achaques que padecía en el año 1696, ya librándole que no se ahogase en el pozo mismo del Santuario de su Ermita, año de 1705, los cuales son bien notorios, así en la Ciudad de Valladolid, como en la Villa de Ampudia”.[D. Joseph Plaza y Nava: “Historia de la Virgen de Arconada”, 1730.] En cualquier caso, la vida útil de este palacio fue breve, pues a mediados del siglo XIX, según el Diccionario de Madoz (1852), ya se encontraba “muy deteriorado”.
Real Leonesa Occidental, que bajaba por Medina de Rioseco en dirección a Tordesillas y Medina del Campo.
OTROS PUNTOS DE INTERÉS Las Cuevas, viviendas rupestres excavadas en el borde del Páramo, que estuvieron habitadas hasta mediados del siglo XX. Su origen se remontaría a los repobladores mozárabes, en opinión de algunos autores. La Cañada Real de Merinas: Un “cordel”
El Arroyo de “El Salón”, que atraviesa el casco urbano de Santa Cecilia y lo baña en su recorrido, nace en las tierras de Paradilla del Alcor; pasa junto a Paredes de Monte, Rayaces, Alconada y Torremormojón para, apenas superado Baquerín de Campos, desembocar en el Valdeginate, afluente del Carrión. Esto en su curso actual, tras las canalizaciones llevadas a cabo en los años 60 del siglo pasado, pues en su curso histórico continuaba por los términos de Pedraza, Revilla, Mazariegos y Villamartín hasta desaguar en la gran Laguna de la Nava, el llamado “Mar de Campos”, cuyos terrenos contribuía a encharcar: “Entran en la dicha laguna por la parte del Mediodía el Salón y el Valdeginate, que se unen en el mismo desaguadero” [Eugenio Larruga: “Memorias políticas y económicas”, 1794.] X
NUESTRA COMARCA
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NUESTRA COMARCA
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Esta circunstancia llamó la atención de un viajero observador como Víctor de la Serna que lo describía de esta manera: “Los ríos en la patria de Jorge Manrique han tenido el capricho de no ir a dar en la mar; y el río Valdeginate, el río Salón y el río Retortillo van a dar en La Nava. Y, por lo tanto, eso no es el morir. Es todo lo contrario” [“Nuevo Viaje de España – La ruta de los Foramontanos”, 1959.] En algunos escritos antiguos, como aquí vemos, lo califican de “río”, pero en estas tierras nadie le otorga tal categoría. PERSONAJES CÉLEBRES Francisco León Hermoso, astrónomo y meteorólogo. El 17 de septiembre de 1843 nació en Santa Cecilia del Alcor D. Francisco León Hermoso, astrónomo que se hará famoso por sus acertadas predicciones meteorológicas, publicadas en el periódico “El siglo futuro”. Firmaba sus publicaciones con el seudónimo anagramático de “Noherlesoom” (combinación de sus apellidos, León y Hermoso).En 1887 fundó el “Boletín Meteorológico”, publicación que contó con un elevado número de suscriptores. Falleció en Lourdes en 1898 cuando se hallaba realizando un viaje por el extranjero. Valeriano León, actor cómico de cine y teatro: Nació en Colloto (Asturias) el 15 de Diciembre de 1892, pero su padre era de Santa Cecilia, hermano de “Noherlesoom”, y entre Santa Cecilia y Ampudia pasó la mayor parte de su infancia Valeriano León que, andando el tiempo, se iba a convertir en uno de los más grandes cómicos de la escena española: “… unas temporadas en Santa Cecilia, otras en Ampudia y algunas en Paredes de Nava, fue avanzando su infancia hasta cumplir los ocho años. Precisamente de Ampudia era la cicatriz que lucía en su frente: un buen día montó una yegua ‘a pelo’, a la que azuzó hasta el extremo de que se desbocara y
camino de las eras salió despedido hasta chocar contra unas piedras.” [ José Carlos Maté: “Palencia en el Cine y en el Teatro, 2004.] Estuvo casado con la actriz Aurora Redondo (†1996) y obtuvo sus mayores éxitos con películas como “El Padre Pitillo” (1954) o “El Piyayo” (1955). Falleció en Madrid el 13 de diciembre de 1955 y fue enterrado en el Cementerio de Nuestra Señora de la Almudena. FIESTAS Y TRADICIONES Fiestas Patronales: - 22 de noviembre: Santa Cecilia. - 29 de septiembre: San Miguel. La Fiesta de las Letanías: Procesión religiosa en la que salen al encuentro las Vírgenes de las parroquias de Santa Cecilia y Paredes de Monte: “Hay una tradición religiosa y festiva que refuerza la unidad pastoral de estos dos pueblos: en las letanías de la Ascensión salen por distinto camino la Virgen [del Rosario de Santa Cecilia y la Virgen de las Nieves de Paredes de Monte. En un punto concertado, exactamente en la mitad del camino y delante de una cruz, se encuentran las dos procesiones. Todos se detienen; se saludan los sacerdotes primero, luego los alcaldes y, con las venias de rigor, las Vírgenes. Unidos se dirigen a Paredes de Monte entre canciones y rezos. En el pueblo, se reúne el resto de la comunidad para recibir a sus Vírgenes. Terminada la Fiesta religiosa, empieza la popular que dura todo el día.” [Gemma Vega Avia: “Palencia Mariana”, 2000.] El Día de la Vieja: Una fiesta típica de Santa Cecilia del Alcor es el “Día de la Vieja” que se celebra a mitad de la Cuaresma, con merienda campestre. Los niños salen a pedir por las casas para hacer una tortilla y comprar un bote de melocotón que después comen en el monte.❏
DATOS PARA SU HISTORIA La primera cita documentada de Santa Cecilia del Alcor es del año 1042. Su historia se puede dividir básicamente en cuatro etapas: La primera (1042–1228), en la que la villa se convierte en priorato del monasterio de San Isidro de Dueñas. La segunda (1228–1579), que es la del señorío jurisdiccional de los obispos de Palencia. La tercera (1579–1837), en que la villa pasa a ser señorío de diversos señores laicos y en particular de los Gasca, Marqueses de Revilla. La cuarta y última (a partir de 1837) en que, desaparecidos los señoríos jurisdiccionales, Santa Cecilia figura como villa con ayuntamiento y jurisdicción propios.
CRONOLOGÍA: PREHISTORIA: Aunque el “Inventario Arqueológico de la Provincia de Palencia” (1987) no menciona ningún tipo de yacimiento arqueológico situado en esta zona de los Alcores, ello no es óbice para que podamos suponer que estos territorios estuvieron ya habitados por el hombre desde las épocas prehistóricas, al igual que el resto de la comarca. Así parece indicarlo la excepcional “alabarda de Paradilla” (de los inicios de la Edad del Bronce) encontrada en el término de Autilla del Pino y que actualmente forma parte de la Colección Fontaneda en el Castillo de Ampudia. LA REPOBLACIÓN: En el año 899 el rey asturiano Alfonso III manda repoblar los territorios de Zamora, Toro, Simancas y Dueñas, organizando la línea defensiva del Duero con plazas fortificadas para guardar los principales vados del río frente a las razzias musulmanas. En los siglos X-XII al “castro” o castillo de Dueñas se le asignó el control de un amplio territorio o “alfoz” que llegaba, por el norte, hasta las proximidades de Pedraza de Campos, incluyendo los actuales términos municipales de Dueñas, Villamuriel, Autilla del Pino y Santa Cecilia, además del Monte de Palencia y los lugares de Paredes de Monte (Palencia), Paradilla (Autilla), Santovenia (Revilla), Villarramiro (Pedraza), Villa Aniel (Torremormojón) y Villa Giga (Santa Cecilia). El Monasterio de San Isidro (o San Isidoro) de Dueñas aparece ya documentado en el año 911 y a partir de 1073 quedó unido la benedictinos de Cluny. La repoblación de Santa Cecilia debemos de suponer que se produjo igualmente en el siglo X, probable-
mente como obra de cristianos mozárabes que dieron al lugar el nombre de esta santa mártir del siglo III, a la que hubo de estar dedicada su primitiva iglesia. 1042 – En el año 1042 la reina Doña Sancha hace donación al Monasterio de San Isidro de Dueñas de la villa de “Santa Cecilia de Valderrayaces”, en el alfoz de Dueñas: “ Yo la reina Sancha, mujer del serenísimo rey Fernando, entrego al monasterio de San Isidro que se llama de Dueñas, que está en las riberas del Pisuerga y del Carrión (...) cierta villa llamada vulgarmente “Santa Cecilia de Valderrayaces” que me corresponde por herencia” [“meam villam que vulgo vocatur Sancta Cecilia de Valderraeces”]. El anexo localizador “Valderrayaces”, o Valle de Rayaces, parece proceder de “arroyaces”, con referencia a “El Salón”, que aquí se conoce como “Arroyo del Valle”. Doña Sancha era la esposa del rey castellano Fernando I el Magno (1035-1065) y hermana de Bermudo III de León (1028-1037). Las tropas castellanas se enfrentaron a las leonesas en la célebre “Batalla de Tamarón” en la que murió Bermudo III sin dejar descendencia. Así Fernando I, en virtud de los derechos de su esposa, accedió al trono leonés convirtiéndose en el primer monarca de Castilla y León. 1062 – [18 de Octubre de 1062] El obispo D. Bernardo de Palencia compra varios solares en Paradilla del Alcor. Es la primera cita documentada de este lugar: “... villla que vocitant Paratella de Suso”. [Catálogo del Archivo de la Catedral de Palencia] El nombre de Paradilla deriva del latino “paratum,” (= prado) con el significado de “praderilla” o pequeña pradera. La denominación de “Paratella de Suso” (de Arriba), sugiere que debía existir otra “Paratella de Yuso” (de Abajo), seguramente el despoblado de Padilla, en el término municipal de Baquerín de Campos. 1092 – En el año 1092 el rey Alfonso VI confirma la donación de Santa Cecilia al monasterio de San Isidro de Dueñas, eximiéndola de los servicios de castellería y sayón. 1165 - En 1165 Alfonso VIII entrega al monasterio de San Isidro de Dueñas la aldea de Villa Giga [“Villa Egiga”], muy próxima a Santa Cecilia. Ignoramos la ubicación exacta de esta aldea, situada seguramente en el valle; tal vez en lo que hoy se conoce como “El Salce” o “Villamediana”. 1190 – [25 de diciembre de 1190] Alfonso VIII confirma al Monasterio de San Isidro las donaciones de los prioratos de Santovenia (Revilla de Campos) y Santa Cecilia con sus respectivas villas y territorios. Santa Cecilia queda eximida de todo pecho real y de la mitad del pago de la fonsadera. 1191 – [17 de septiembre de 1191] Alfonso VIII vende al concejo y canónigos de Palencia y a todos los clérigos y laicos moradores de la ciudad, sus montes de Dueñas, origen del llamado “Monte El Viejo” de Palencia.
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NUESTRA COMARCA
12 1228 - En 1228, por acuerdo entre el Monasterio de San Isidro de Dueñas y el obispo de Palencia, D. Tello Téllez de Meneses, Santa Cecilia y la contigua Villa Giga pasan a formar parte de las posesiones de los obispos palentinos, en cuyo poder permanecerán hasta el año 1576: “Al sobredicho obispo Don Tello, por concordia de ciertas diferencias que tenía con los abades de San Isidro, San Gil [San Zoil] y San Román, de la orden cluniacense de San Benito, le dieron los dichos abades el lugar de Santa Cecilia, con todas sus pertenencias y vasallos, según ahora la tienen los obispos de Palencia. Hay privilegio de ello hecho año de 1228” [Silva Palentina]. A lo largo de los siglos XI al XIII tuvo lugar la formación del señorío episcopal palentino; toda una serie de villas y lugares donde el obispo de Palencia actuaba como un verdadero señor feudal: Villamuriel, Magaz, Grijota, Villalobón, Villajimena, Palacios del Alcor, Villamartín, Mazariegos y Pedraza de Campos (esta última atribuida al Hospital de San Antolín). Con la adquisición de Santa Cecilia del Alcor en 1228 se cerraba el periodo de formación de dicho señorío, aunque existiese alguna pequeña adquisición posterior. 1322 - En 1322 se deslindan los términos entre los municipios de Dueñas y Santa Cecilia del Alcor, que hasta entonces tenían comunidad de pastos. Ambos concejos acordaron el montante de las penas que habían de imponerse a quienes cortasen leña del monte fuera del término de su propio municipio. Se fijaba igualmente una cañada (¿”La Coladilla”?) para que los ganados de Dueñas pudieran entrar a beber las aguas del Valle de la Lobera, entrando y tornando con sol a su término. 1345 -Becerro de los Beneficios: En la estadística palentina llevada a cabo por encargo del obispo Don Vasco, el lugar aparece nombrado como “Santa Sezilla”, con una iglesia dedicada a Santa María, formando parte del Arcedianato del Alcor y del Arciprestazgo de Dueñas: “En Santa Sezilla, en la iglesia de Santa María debe haber un preste, tres graderos...” Las advocaciones de las iglesias de este pueblo representan ciertamente un problema difícil de resolver. En la época de la repoblación, siglos X-XII, es lógico pensar que existiera aquí una iglesia primitiva dedicada a Santa Cecilia; aunque tal vez fueran dos, la otra dedicada a Santa María, que sería la superviviente. Así se constata en el vecino despoblado de Santovenia (Revilla), con el que en esta época las coincidencias eran evidentes; la estadística palentina menciona allí dos parroquias: Santa María y Santa Ovenia (Santa Eugenia): “En Santo Venia en las iglesias de Santa María e de Santovenia debe haber dos prestes, un subdiácono, tres graderos....” En el siglo XVI se edificaría una nueva iglesia, puesta ésta bajo la advocación de San Miguel, que es la parroquia actual. La información que nos proporciona a este respecto el Diccionario de Madoz (1852), no hace sino aumentar la confusión:
“La iglesia parroquial, dedicada a Santa Cecilia, es de mezquina construcción, de piedra y ladrillo y se halla servida de un cura de provisión del obispado.” 1352 – Becerro de las Behetrías: En el “Libro Becerro de las Behetrías”, Santa Cecilia figura como lugar del obispo de Palencia, dentro de la Merindad de Campos: “Santa Cecilia, en el obispado de Palencia: Este lugar es del obispo de Palencia. Derechos del rey: Dan cada año por martiniega CLXX mrs. Y de estos lleva el rey la mitad y el obispo la otra mitad…” 1415 – [12 de mayo de 1415] Con el nombre de “Santa Seçilla” aparece también el pueblo en un privilegio del rey Juan II por el que concede al obispo de Palencia, D. Sancho de Rojas, un censo anual sobre las martiniegas y yantares de diversos lugares de la Merindad de Campos, a fin de compensarle por la pérdida de los tributos de los numerosos judíos convertidos al cristianismo: “Todas las tercias que yo avía e me devían pertenesçer […] en Villamoriel e en Mazariegos, e en Pedrosa, e en Grijota, e en Santa Seçilla, e en Magas, e en Villalobón […] Santa Seçilla, setenta e cinco mrs., e Santovenna, çient mrs…” 1452 – En el año 1452 el Concejo de la ciudad de Palencia intercambia con el conde de Buendía, señor de Dueñas, la villa y castilllo de Tariego de Cerrato, por el lugar de Paredes de Monte. Desde ese momento y hasta nuestros días, Paredes de Monte figurará en todos los documentos como un “arrabal” de la capital palentina. La primera cita documentada de Paredes de Monte es de 1243 y en 1352 (“Becerro de las Behetrías”) estaba solo habitada por “quinteros”. El nombre, del latín “Parietes”, hace referencia a la existencia de ruinas de antiguas construcciones, tal vez romanas o vacceas, como en la homónima Paredes de Nava. 1523 – El “Estatuto y Ordenanzas del vino de la ciudad de Palencia de 1523” afecta igualmente a todos los pueblos vasallos del Obispo. Si en estos pueblos falta el vino queda establecido que deben consumir el de la ciudad de Palencia: “Este estatuto y ordenanzas y capítulos […] extiendan a los lugares e vasallos del dicho señor obispo, conviene a saber: Villamuriel, Magaz, Villalobón, Grijota, Villamartín, Mazariegos, Pedraza, Santa Cecilia, que son del señor obispo por razón de la dicha iglesia.” 1574 – [6 de abril de 1574] Una bula del Papa Gregorio XIII concede al rey Felipe II licencia y facultad para desmembrar de la Iglesia cualquier villa o lugar que le perteneciere y proceder a su enajenación. En los años sucesivos, y en virtud de dicha bula, todos los pueblos señorío del obispo palentino pasarán a pertenecer a la Corona Real y serán puestos en venta. Se exceptúa únicamente la villa de Pedraza de Campos por su adscripción al Hospital de San Antolín y San Bernabé. 1579 – [30 de mayo de 1579] Privilegio de Felipe II, concediendo al obispo de Palencia un juro perpetuo de 4.302 maravedíes sobre las alcabalas de Palencia, en recompensa por la villa de Santa Cecilia, que pasa a per-
tenecer a la Corona Real, a excepción de los diezmos. 1581 – [18 de agosto de 1581] Felipe II vende la villa de Santa Cecilia al doctor D. Gonzalo de Cartagena por el montante de 1.632.109 maravedíes. A la muerte de D. Gonzalo de Cartagena, Santa Cecilia pasa en herencia a su hermano D. Antonio de Cartagena, que se la devuelve a la Corona, entregándola como parte de un pago a la Hacienda Real. 1607 – Por un privilegio de 11 de marzo de 1607, Felipe III hace merced y donación de la villa de Santa Cecilia a D. Luis de Mercado, oidor del tribunal de la Contaduría Mayor de Hacienda, en atención a sus servicios y a los recibidos de su padre, el doctor Mercado, médico de cámara. 1611 – Por encargo de D. Luis de Mercado, el arquitecto vallisoletano Francisco de Praves otorga trazas y condiciones para construir un molino de Presa “más una casa en el dicho molino” en su villa de Santa Cecilia. El 7 de octubre de 1611 los canteros Juan de Cabanço y Rodrigo de Venero otorgan escritura de obligación para construir dicha obra con arreglo a las trazas dadas por Prancisco de Praves. Sin ninguna otra información a este respecto, pensamos que podría tratarse del edificio cuyos restos aún perviven en la llamada “Finca de los Batanes”, lindera con el término del despoblado de Rayaces (Ampudia). 1693 – El 11 de enero de 1693 se crea el Marquesado de Revilla en la persona de D. Diego Gasca de la Vega y Dávila, Marqués de los Aguilares, Conde de Villalvilla (en Italia) y Regidor perpetuo de la ciudad de Valladolid, con derechos sobre las alcabalas de Revilla de Campos, Mazariegos y Santa Cecilia. Los Gasca eran los descendientes de D. Gil González Dávila, heredados en el pueblo que después les sirvió de apellido. La figura más ilustre del linaje fue D. Pedro de la Gasca (†1567), “El pacificador del Perú”. Volvió a España cargado de riquezas y ocupó las sedes episcopales de Palencia y de Siguenza. Compró en Revilla de Campos los bienes que en esa villa constituían el mayorazgo de los Velasco. Fue enterrado en Valladolid en la parroquia de La Magdalena, fundada por él y a cuyos capellanes dejó en su testamento las tercias de Revilla de Campos y del despoblado de Santovenia. A sus parientes les legó un mayorazgo dotado con diversos bienes en los términos de Revilla, y Santa Cecilia. En el siglo XVIII, una vez elevados los Gasca a la dignidad de “Marqueses de Revilla”, ostentaron el señorío de Revilla de Campos y Santa Cecilia del Alcor, donde se construyeron un pequeño palacio y además poseían un monte de 21 Has. llamado de “La Mesilla”, lindante con el “Monte de la Torre” (Ampudia). En la misma época el Concejo de Santa Cecilia, poseía, a su vez, otros tres montes: uno llamado de “El Rasillo”, de 90 Has., comuniego con Quintanilla de Trigueros; otro, “Monte de Propios”, de 287 Has., poblado de encinas
y quejigos; y un tercero, “Las Labradas”, de 58 Has., que, como su nombre indica, se roturaban periódicamente para dedicarlas al cultivo. 1787 – En el Censo del Conde de Floridablanca (Reinado de Carlos III) Santa Cecilia del Alcor figura como villa perteneciente al Partido de Campos y señorío secular del Marqués de Revilla. En esa fecha el señorío lo ostenta de hecho Dª Francisca Javiera Hocer Salamanca, marquesa viuda de Revilla y Aguilares, vecina de Valladolid. 1813 – En el año 1813 Santa Cecilia cuenta con 32 vecinos, unos 160 habitantes. En el mes de noviembre de 1813, cuando la “Guerra de la Independencia” tocaba ya a su fin, una Orden de la Regencia encargaba a los Ayuntamientos las diligencias para realizar un reemplazo militar con el objeto de reunir 50.000 hombres entre las diferentes provincias. A la ciudad de Palencia le correspondían 33 hombres para el citado reemplazo (un hombre por cada 50 vecinos). Como quiera que Palencia contaba con 1.675 vecinos (1650 + 25), el sobrante de 25 vecinos se sumó a los 32 de Santa Cecilia a fin de asignar un soldado más. 1837 – Desaparición de los Señoríos jurisdiccionales por ley del 26-8-1837. A partir de esa fecha y hasta nuestros días, Santa Cecilia figurará como villa con ayuntamiento y jurisdicción propios. 1826 – Diccionario de Miñano: “[Santa Cecilia]…38 vecinos, 140 habitantes, 1 parroquia, 1 pósito. Dista 2 leguas de la capital. Contr. 1.620 rs. 18 mrs….” 1850 - Diccionario de Madoz: “[Alcor (Santa Cecilia del)]… Se compone de 40 casas miserables, por lo regular de un piso alto y sin formar cuerpo de población, entre las cuales se encuentran la casa consistorial y el edificio que fue Palacio de los Marqueses de Revilla, muy deteriorado” […] En la cumbre de la colina occidental del Valle, existen ocho cuevas que sirven de habitación a otros tantos braceros miserables. […]Población: 31 vecinos, 161 almas….”. 1908 - Se redactan las Ordenanzas Municipales de Santa Cecilia, siendo Alcalde de la villa D. Atilano del Campo. 1997 - El Director de Cine Antonio Giménez-Rico utiliza una de las cuevas de Santa Cecilia para la filmación de diversas escenas de “Las ratas”, adaptación cinematográfica de la conocida novela del vallisoletano Miguel Delibes. El estreno de la película tuvo lugar en el marco de la 42 Semana Internacional de Cine de Valladolid consiguiendo críticas poco favorables y muy escasa repercusión comercial. ❏
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“La Vieja” (VALORIA DEL ALCOR)
Laura Martín Enríquez
Llegaba la fecha tan deseada por los niños y niñas del pueblo. Era “La Vieja”. Se celebraba el miércoles que correspondía a la mitad de la Cuaresma. Preparábamos una rica merienda, en la que no podía faltar la deliciosa tortilla de patata. Y es que… ¡hace tan buen juego para comerla en el campo! Bueno, yo diría que ue para comerla en cualquier lugar y a cualquier ualquier hora. Volvíamos al pueblo después de pasar parte de la tarde en el monte, en el Chozo. Bajábamos cantando, alegres y deseosas de coger nuestra muñeca de papel. Y los niños a por sus espadas de madera. ¡Con qué ilusión metíamos prisas a nuestras madres para que las terminaran a tiempo! Pri-mero se hacían con papeles es de periódicos, y las familias as que estaban suscritas compartían ían el papel con las demás. Más tarde se empleaban papeles de colores, de seda. Comprábamos los pliegos gos en la tienda de Eleuterio y de su mujerr Rosario. Además de ultramarinos, era barbería, zapatero, estanco… Comprábamos papeles de mil colores: rojos, azules, rosas, verdes, d amarillos, blancos. El vestido de la Vieja tenía que quedar de lo más vistoso. Y un trozo de tela blanca para rellenarla
de arena, por ejemplo, y que nos hacía las veces de cara. La pintábamos sus coloretes… Era una cara sonrosada y graciosa. ¿Y los pelos? pues hacíamos un moño con hilos de lana que nuestras madres siempre tenían alguna sobra de lo que tejían durante el invierno. Un papel en pico como pañuelo y ¡a la calle! A correr, sí. Pero resulta que la diversión se convertía en un mal rato, porque… ¡hay sacaban algunos! que ver qué espadas esp Desde luego, querían aseDes gurarse de dar un buen gu rapapolvo a las Viejas. ra Corríamos por las caC lles, nos escondíamos lle en algún portal para descansar un ratito y ver si podíamos despistar al atacante. Pero el final ya lo sabíamos antes de empezar: la devastadora espada alcanzaba su objetivo. Y nosotras… pues no nos podíamos evitar el po llorar como “magll dalenas” cuando no quedaban más que girones. q Pero al rato ya P estábamos planeando cómo sería el vestido del próximo año. ❏
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ANA DEL BOSQUE ARIN,
ampudiana niña de la guerra JOSÉ MARÍA VELASCO PEINADOR e las muchas tragedias as que acarrea una guerra, a, la Civil Española tuvo vo una en particular que see cebó en la infancia. Ana del Bosque Arin, na-ció en Ampudia el día 5 de julio dee 1924. Sus padres fueron Domingo del Bosque Alejandre y Crescencia Arin Aguilar. Su padre era natural de Ampudia y su madre de Bilbao. Cuando Ana tenía un año, la familia emigra a Placencia de Las Armas (Guipúzcoa) donde va su padre a trabajar. Ana en edad escolar destaca en sus lecturas, pues a los nueve años devora libros de contenido d sociall como “Los hijos del trabajo” que le hace ver cómo los hijos de los patronos abusan de sus empleadas, lo que impresiona a sus profesores. Esto le dio una concepción de la sociedad en la que vivía, pero en ningún momento le condicionó una militancia política. Durante la huelga del 34 en Asturias, su padre perdió el trabajo por solidarizarse los trabajadores vascos con los asturianos. Durante este periodo la familia malvive con un puesto de cacahuetes y caramelos, en lo que colabora Ana con 9 años vendiendo cacahuetes por los bares con una cestita. Cuando su padre recupera el trabajo, deciden intervenirla de una dolencia en la pierna, y la operan el mismo día del comienzo de La Guerra, el 18 de julio de 1936. Tras salir del hospital estuvo dos meses viviendo en Bilbao en casa de una tía suya para evitar el ir y venir a las revisiones durante la convalecencia. En esta época Bilbao sufre bombardeos continuos. El 27 de abril de 1937, se produce el bombardeo de Guernica, (operación Rügen). En ese imborrable día, murieron más de 1.500 personas, cebándose en los niños, madres y ancianos, lo que les hace huir
a un pueblo pero pasan la mayor pa parte del tiempo escondidos en un túnel, ya que cuando los avione nes regresan de bombardear Bilbao, de descargan en los pueblos por donde pas pasan el arsenal sobrante. Según rela relata Ana, desde aquellos días, escuc cuchar una sirena le produce pánico. Quienes hayan seguido los acon acontecimientos recientes entre Israel y Palestina, así como la masiva huid huida de familias de la guerra de Siria, ccomprobarán que la peor factura la pa pagan los niños. Por Organismos Internaciona cionales se plantean la evacuación inffantil. l El curso de la Guerra en el Frente del Norte, aceleró el proceso de las expediciones de niños al extranjero. Los países que se ofrecieron para la acogida de los pequeños españoles fueron principalmente Francia, la URSS, Gran Bretaña y Bélgica. Especialmente la URSS, ya que las democracias occidentales, por el tratado de “No Intervención”, fueron más reacias. La elección de multitud de padres de llevar a sus niños a la Unión Soviética, fue la mejor opción, tras ofrecerse ésta a los hijos de los republicanos. Se llevaron a cabo cinco grandes expediciones. La segunda expedición se organiza desde el País Vasco. De allí salieron 1538 niños y 75 acompañantes (maestros, médicos y auxiliares) desde el puerto de Santurce en el buque “El Habana” el día 13 de junio de 1937, partiendo hacia Rusia. Según relato de Ana, para llegar al puerto de Santurce desde la estación de ferrocarril de Portugalete, sufrieron incesantes bombardeos desde buques en el mar, pues el objetivo era impedir el salvamento. Otro testimonio de una protagonista: Cadena Ser, 13 de Septiembre 2015: También en barco, a bordo de “El Habana”, y temiendo ser hundidos por el acorazado fascista “El Cervera”, huía de España
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16 desde Santurce (Bilbao), una niña de 9 años llamada Elvira Barciela que se agarraba fuerte a sus seis hermanos para sobrevivir al miedo y a la oscuridad. (A Franco y sus “cristianísimos” generales, “La Gracia de Dios”, no les acompañaba en tan “Santa Cruzada”). Dice Ana en varios testimonios en libros y entrevistas, que pese a que el día que embarcaron hacía un sol espléndido, el cielo estaba oscurísimo por el humo de las bombas. Allí estaba Ana con sus cuatro hermanos menores, más cinco primas por parte de madre y uno por parte de padre, en total 10 menores que ella, por lo que tuvo que hacer de madre y no pudo parar de llorar. “El Habana” era un trasatlántico de lujo y enorme, pero el número de niños transportados hacía que fueran como sardinas en lata. Muchos niños desembarcaron en Francia, el resto cambian de barco a un enorme carguero chino, de nombre Sontay. Les acomodan en las bodegas con colchonetas por el suelo lo que les parece un viaje en submarino. El trato en este barco fue diferente. La tripulación era toda de nacionalidad china y usaban coleta, lo que les producía mucho miedo ya que días antes habían visto en Bilbao la película “La careta de Fumanchú”. Ana subía a cubierta y se iba hasta la proa para ver como cortaba el mar y que nadie la viera llorar. A su llegada a Leningrado (hoy San Petersburgo) fueron muy calurosamente recibidos, con todo tipo de asistencia. Recuerdan la abundante comida, en comparación con las penurias del viaje y el hambre que arrastraban de la España en guerra. La escuela donde los alojaron tenía el salón de gimnasia lleno de juguetes para ellos. Las autoridades se volcaron en hacerles la estancia agradable. Muchos soldados rusos en solidaridad con los niños españoles accedieron a apadrinarlos, como da cuenta el perió-
dico ABC de 15 de marzo de 2009, donde comentan las cartas que se cruzaron con ellos y en especial la primera que Ana escribe en ruso, a quien la apadrinó. El final de la Guerra Civil, supuso la inexistencia de relaciones diplomáticas entre España y la Unión Soviética, lo que dio al traste con la repatriación. Cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial, al llegar el frente a Leningrado, fueron evacuados a Moscú y cuando los alemanes abandonan Rusia vuelven a su antigua residencia. Los niños van creciendo y como no tienen documentación fueron reconocidos como ciudadanos de la Unión Soviética, con la documentación y pasaporte correspondiente. Esto les facilitó hacer estudios superiores y ejercer las profesiones en relación con la formación recibida. Los niños españoles recibieron una educación que nunca hubieran tenido en España como hijos de obreros que eran. Tras la muerte de Estalin, las tensas relaciones con España se relajan y propicia hablar del retorno de los “niños”, ahora ya adultos, quienes esperaban encontrar a su vuelta el amor de sus familias, del que tanto carecieron, mediante la intervención de Organismos Internacionales como la Cruz Roja. Para la repatriación de Ana, tuvo que ser solicitada por su padre, con indicación del domicilio donde residiría en España. En el Registro Civil de Ampudia, figura anotado en la partida de nacimiento de Ana, que el 26 de abril de 1956 se expide certificado de partida de nacimiento a petición de Domingo del Bosque, su padre. Ana en 1956, era Ingeniero Agrónomo y Licenciada en Filología Rusa. Ana no dejo de mandar fotos de ella y sus hermanos a sus padres y viceversa. Cuando el 22 de octubre de 1956, llega al puerto de Valencia la motona-
ve Crimea, con la segunda expedición de repatriados a bordo, ella desde cubierta distingue a su madre pese haber pasado 19 años. Ana tenía 32. No pudo menos de gritarle “mama” a pleno pulmón. Durante la maniobra de atraque, en el buque ondeaban banderas de España y Rusia, mientras los altavoces del barco entonaban las Danzas del Príncipe Igor y el pasodoble El Gallito. El acto de recepción consistió en la subida al barco de miembros de la Cruz Roja Española, entre los cuales, una señorita con un ramo de flores para obsequiar a la representante de la Cruz Roja Rusa, que presidía la expedición. Junto con los miembros de la Cruz Roja subieron a bordo camuflados varios miembros de la Policía Político Social, con el fin de controlar a los pasajeros, ya que sospechaban que podría haber infiltrados rusos, con el fin de organizar en España el Partido Comunista, (esto no lo decían los periódicos, sino Ana personalmente). El 06 de diciembre de 2009, el ABC, confirma esos hechos en base a archivos descubiertos en el Archivo Histórico Nacional. El periódico ABC, del día 23 de octubre de 1956, da la noticia y describe uno a uno a todo el pasaje, con su nombre y número correspondiente: 87, Ana; 88, Ernesto (hermano de Ana) y su esposa; 89, Teresa del Bosque, hija del matrimonio. Tras el reencuentro familiar, Ana acompaña a su familia a Placencia de las Armas, donde establece su residencia. En la Semana Santa de 1957, Ana visita Ampudia agasajada por sus tíos Gerardo del Bosque y Arconada, así como María del Bosque y Álvaro de Castro, el fotógrafo. Después de su visita a Ampudia se desplaza y fija su residencia en Madrid, donde obtiene trabajo
en el Instituto de Trigo, del Ministerio de Agricultura. Muchos de los repatriados, no se sintieron cómodos en España, por lo que retornaron a Rusia sin ningún problema ya que tenían nacionalidad y pasaporte Soviético. Ana, pese a estar altamente agradecida a su segunda patria por el trato recibido y las dos carreras que allí cursó, no sentía afinidad como para desear volver, y junto con otros amigos en su misma situación, solicitaron pasaporte español, para abrirse camino en Gran Bretaña, Argentina o en USA. A este respecto, de nuevo en el Registro Civil de Ampudia, figura anotado en la página de su partida de nacimiento la certificación de nacimiento a petición de Álvaro de Castro, en fecha 19 de abril de 1958. El pasaporte les fue denegado, lo que les motivó recurrir a instancias superiores, obteniendo el mismo resultado. Esto les animó a dirigir su petición a la ONU, lo que enfadó seriamente al Ministerio de Exteriores, calificando a los doce firmantes de infiltrados soviéticos, abriendo un expediente de Expulsión y Repatriación a Rusia. Si la inspección a la llegada del barco en busca de infiltrados no tuvo éxito, ya tenían un pretexto contra ellos. Un día en que Ana se dirigía a su trabajo, en el Instituto del Trigo, le fue denegado el acceso comunicándole que ya no trabajaba allí y se le impedía acceder a recoger sus efectos personales. Ella y los demás firmantes fueron detenidos en los calabozos de la Dirección General de Seguridad, en la madrileña Puerta del Sol, hoy sede de Gobierno de la Comunidad de Madrid. Pasan una temporada de detenciones y controles. El periódico ABC, del 14 de mayo de 1960, da la noticia al respecto sin nombrarlos. ❏
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18 Ana estaba embarazada cuando fue detenida y dio a luz el día 15 de diciembre de 1960, día que se casaban en Bruselas los reyes Fabiola y Balduino. Pocos días después fueron llevados hasta la frontera francesa donde fueron entregados al cónsul de Rusia en Francia. Además de los doce iban los cónyuges e hijos, en total 28 personas. Las autoridades españolas se negaban a que Ana se llevase a su bebé, ya que no estaba casada, obligándola a dejarlo en España, bajo el pretexto de que era español. La frontal negativa de Ana y la intervención de las autoridades aduaneras francesas y consulares rusas, lograron que se llevase a su bebé. Ana del Bosque Arin, como ciudadana soviética, retorna a su segunda patria, donde volvió a ser muy bien acogida y se integra. Pasados tres años y tras el triunfo de la Revolución Cubana y las relaciones que se establecen entre Cuba y la Unión Soviética, hacen necesarios en la Habana traductores del ruso al español, ocasión que aprovecha Ana para abandonar definitivamente la Unión Soviética. Según su hijo Ramón, permanece en Cuba sin
posibilidad de volver a España. Cuando él viaja a España a completar sus estudios, intenta por todos los medios lograr el retorno de su madre, resultándole imposible, a pesar de la existencia de relaciones entre España y Cuba, no lo logran hasta 1996, De nuevo en el Registro Civil de Ampudia, figura NOTA: Recuperación de la nacionalidad española de origen, calificada favorablemente por el Encargado del Registro Consular de España en la Habana. Ampudia a 05-12-1996. A partir de entonces tiene la puerta abierta y retorna a España fijando su residencia en Salamanca donde a sus 90 años, goza de una memoria fabulosa, de lo cual soy testigo ya que conversé largamente con ella y con su hijo, en julio de 2014, ambos orgullosos de que su historia se conozca en su pueblo natal. Actualmente colabora en diferentes medios, participa en conferencias, entrevistas, etc…, con el firme objetivo de dar a conocer al mundo entero su peripecia vital, su propia historia, digna de ser contada en el mejor de los libros ❏ Madrid a 14 de septiembre de 2015
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P. JESÚS TORRES LLORENTE DATOS BIOGRÁFICOS LOURDES TORRES
El Padre Jesús Torres Llorente nació en Ampudia el día 5 de febrero de 1933, en el seno de la familia formada por los tenderos locales Amando Torres y Severina Llorente. Hacía el número 10 entre los 11 hijos de aquel fecundo matrimonio. Desde pequeño mostró deseos de ser Misionero. Tenía muy pocos años cuando D. Aquilino, que por entonces era coadjutor de la Parroquia, le subía al mostrador de la tienda familiar y le decía “Jesús, predica” y él comenzaba su pequeño sermón diciendo “Señores y Señoras…” El año 1944, con 11 años de edad, ingresó en el Colegio Apostólico de los Padres Claretianos en Segovia. A los 17, profesó como Hijo del Corazón de María. Siendo aún seminarista, fue enviado a Roma para continuar sus estudios. Allí fue ordenado sacer-
do el 16 de marzo de 1957. dote Hizo estudios de Teología Bíbl y Derecho Canónico. Fue por blica po tiempo profesor en el Teologapoco do Claretiano de Santo Domingo de la Calzada en España y nuevamente en Roma en el “Claretianum”. En es ciudad acompañó como Secreesta ta al Cardenal Larraona en tiemtario po del Concilio Vaticano II. pos A partir del año 1966 entró al se servicio de la Santa Sede en la “Sad Congregación C grada para los Religiosos y los Institutos Seculares”, hoy llamada “Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica”. Allí ejerció diversos servicios y fue, desde Diciembre de 1984 hasta su jubilación, Subsecretario de la misma. Ejerció siempre su servicio con gran discreción
y sabiduría, con una profunda sensibilidad hacia las personas que llegaban a él con variadas y frecuentemente difíciles cuestiones. Después de su jubilación siguió trabajando en el archivo de la Congregación a la que se trasladaba cada día lleno de ilusión y profundamente gozoso de poder seguir realizando un servicio en un lugar que le era tan querido y familiar. El P. Jesús Torres fue Misionero. Lo fue desde Roma y lo fue sobre todo a través de tantos Religio-
sos y Religiosas a quienes él aconsejó, y a través de los cuales su acción misionera llegó a muchísimos lugares del mundo. El P. Jesús Torres ha concluido una etapa de su vida. La ha vivido con intensidad; la ha compartido con generosidad. El Padre del Cielo le llevó a la plenitud del Reino que él anunció, y a cuyo servicio se consagró enteramente, el día 4 de abril de 2014. ❏
En memoria del P. Jesús Torres Hnas. Cistercienses de Alconada
El pasado 3 de abril, se durmió en el Señor nuestro querido P. Jesús Torres; se marchó silenciosamente, como era él, sin que nadie lo esperara. El P. Jesús Torres nació hace 81 años en Ampudia. Siendo muy joven ingresó en la congregación de los Misioneros Claretianos, y después de algunos destinos, llegó a Roma donde pasó el resto de su vida. Durante 40 años fue Subsecretario de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica de la Santa Sede… y desde allí no dejó nunca de velar por los religiosos y de ayudarnos espiritual, jurídica y materialmente. Por petición de S.S. Benedicto XVI prolongó sus años de trabajo en este puesto y, cuando se consiguió jubilar, el Santo Padre le encargó la reorganización del archivo de la CIVCSVA. Para ello, como él decía, “el señor le tenía que conceder 200 años de vida”. Quizá no le hicieron falta porque la última vez que vino a España, el verano pasado, decía que ya llegaba al tiempo del postconcilio en su trabajo. El verano en nuestro monasterio tiene sus características propias. Una de ellas era la llegada del P. Torres con toda su familia al pueblo. Durante sus vacaciones se turnaba con nuestro capellán para celebrarnos la Eucaristía. Su unción en la celebración y sencillez en la predicación propiciaban el encuentro con Cristo. Para nosotras siempre ha sido un gran apoyo, para él nunca había problemas, todo era fá-
cil de solucionar: “Dios lo puede todo”. Su sonrisa tímida y pícara dejaba entrever una vida consagrada plena, y un reflejo de la bondad de Dios para con los hombres. Desde estas líneas queremos dar Gracias a Dios por la Vida y Entrega de este hermano, que llevó el nombre de nuestra diócesis, a la que tanto amaba, por todo el mundo. Pedimos a Ntra. Sra. de Alconada, a la que con tanto fervor rezaba, que le haya acogido en su seno y junto a Ella interceda por nosotros. ❏ [Publicado en “Iglesia en Palencia”, domingo, 1 de junio de 2014]
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GALERÍA DE PERSONAJES AUTOR:PEDRO JULIÁN (1948)
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VIDA del soldado AMPUDIANO MIGUEL de CASTRO (1593-16??) (1 JJosé Ignacio Izquierdo Misiego En la Biblioteca Nacional de España, bajo la signatura Mss/2597, y con el prolijo t título de Libro que comenzó en Maltha Miguel de Castro, de su nacimiento y demás razones dde su familia , según la que tenía, Y unas Memorias que llevó de España, cuya razón va por pprincipio, Y se sigue a ello varios Tratados de su Viage desde la salida de España hasta la vvuelta à ella, que es como sigue..., se conserva un relato manuscrito compuesto a principios del siglo XVII por Miguel de Castro, natural de Ampudia. d El original ha perdido la primera hoja, copiada por un bibliotecario antes de su definitiva desaparición, y, aparte de otras mutilaciones menores, faltan un número d iindeterminado de folios al final del escrito.
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ste documento ha sido publicado impreso en cuatro ocasiones, con algunos comentarios generales de los respectivos editores: en 1900 (Colección Biblioteca Hispánica, Editorial L’Avenç, Barcelona) fue Don Antonio Paz y Meliá (18421927), del Cuerpo Nacional de Archiveros y Bibliotecarios y jefe durante un tiempo del Departamento de Manuscritos de la Biblioteca Nacional quien lo dio a conocer por primera vez; la popular Colección de bolsillo Austral, de Ediciones Espasa Calpe (Buenos Aires), lo incluyó en 1949 con el número 924; en 1956 aparece recogido, siguiendo muy de cerca la transcripción de Paz y Meliá, en un volumen de la Colección ‘Biblioteca de Autores Españoles’ (Tomo XC, Editorial Atlas, Madrid), en el que se reúnen varias Autobiografías de soldados españoles, con un estudio preliminar de José María de Cossio; por último, en 2013, la Editorial Espuela de Plata de Sevilla ha reeditado la versión pionera de Paz y Meliá, con un prólogo de Francisco Estévez. La edición de 1900 se puede consultar completa en versión digital en Internet (reproducción ofrecida por el servidor http://archive.org/) así como en la Web de la Biblioteca Nacional de España (http://www.bne.es/), donde igualmente hay acceso al original manuscrito en la Colección “Biblioteca Digital Hispánica”. No se trata, en consecuencia, de una obra desconocida: además de las ediciones mencionadas, ha sido objeto de cita y análisis en trabajos especializados de Historia de la Lengua o la Literatura, casi siempre en estudios sobre la novela picaresca, y en más recientes trabajos de investigación centrados en la autobiografía como género literario y fuente de información para la Historia en general (ver Bibliografía al final). En este breve ensayo nos proponemos dibujar un sencillo esbozo de la agitada vida de este ampudiano, hasta donde su propio relato lo permite, apenas unos 18 años de intensa y azarosa existencia, sin pretender elaborar un estudio detallado de los valores literarios o historiográficos de su diario, que otros especialistas ya han expuesto y sin duda seguirán analizando, porque el manuscrito contiene gran cantidad de información, expuesta con un estilo muy peculiar que se presta a múltiples lecturas, pese a que en una primera aproximación resulte, como algunos críticos han dicho, prolijo, desaliñado, incorrecto, confuso, trivial y de difícil lectura.
Biblioteca Nacional de España. manuscrito Mss/2597, páginas 2,3
I.- El ampudiano Nació Miguel de Castro, hijo de Miguel de Castro y de María Vicario, sus legítimos padres, en la villa de Fuente Ampudia, diócesis del Obispado de Palencia, en 24 de febrero de 1593, que fue sábado, a la una del día, bautizóle el cura Magaz. Estas son las primeras palabras del relato que nos ocupa, y en todas las ediciones arriba mencionadas se pone en duda, si no el lugar de nacimiento, sí la fecha, teniendo en cuenta los hechos que luego se narran. Tendremos ocasión de discutir algunas aparentes imprecisiones cronológicas en el diario de Miguel, pero no hay ninguna duda respecto a este primer dato: en el Archivo Parroquial de Ampudia se conserva su acta de Bautismo que confirma fecha y personajes citados; su transcripción completa es como sigue: Miércoles en veinte y cuatro días del mes de febrero del año del Señor de mil y quinientos y noventa y tres años, yo, Pedro Magaz cura, bauticé, puse óleo y crisma a Miguel, hijo de Miguel de Castro y María Vicario su legítima mujer. Fueron sus padrinos Pablo González y Catalina Vicario. En fe de lo cual lo firmé de mi nombre. (Firman Pedro Magaz y, por testigo, el padrino Pablo González)
Archivo Parroquial de Ampudia, Libro de Bautismos 3 (1587-1596), fol. 100 vuelto
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26 Los Castro y los Vicario eran familias de larga presencia y relevancia en Ampudia en el siglo XVI. Entre los parientes más próximos a Miguel, de los que tenemos noticias, se contaban, por ejemplo: Don Pedro de Castro y Nero (1542-1611) que fue confesor de Santa Teresa, Catedrático de Artes en la Universidad de Salamanca, Canónigo en Ávila y Toledo y obispo de Lugo y Segovia, hermano del abuelo de Miguel, Alonso de Castro; este Alonso de Castro casó con Ana González de Acevedo, uno de cuyos hermanos, Pedro González de Acevedo, llegó a ser obispo de Plasencia; hijo de los anteriores, y, en consecuencia, tío de Miguel, fue Antonio de Castro y Acevedo (1541-1626) canónigo de la diócesis de Segovia (v. Peña, 2003); otro Alonso de Castro, canónigo de Orense, tío de Miguel por línea paterna, aparece también mencionado en su relato; por último, otro tío suyo, por línea materna, Don Juan Vicario, fue clérigo de cierto renombre en la misma ciudad de Orense. Llama la atención la abundancia de clérigos en esta familia, todos ellos figuras destacadas en los círculos teológicos y diocesanos de la época y que estuvieron muy presentes en los primeros años de la vida de Miguel, quien, tal vez debido a estas influencias, pudo también haberse decantado por una vida religiosa desde la infancia, pero decidió buscar otros caminos, ciertamente bastante alejados de esa vía. Al poco tiempo de su nacimiento, Miguel inicia una serie de viajes por España siguiendo a algunos de esos parientes eclesiásticos, buscando cobijo ante lo que parece una situación de necesidad económica de sus padres al principio, y luego la urgencia inapelable de un temprano huérfano de madre. Con apenas un año cumplido viaja desde Ampudia a Valladolid, donde su familia se traslada temporalmente, para seguir luego hacia Orense buscando tal vez la protección o ayuda del mencionado obispo González de Acevedo. En esta ciudad vivían también sus tíos el canónigo Alonso de Castro y el cura Juan Vicario, y aquí nacen varios hermanos de Miguel, que, desgraciadamente, van muriendo poco a poco a temprana edad, probablemente como consecuencia de la gran peste que azotó el reino entre 1596 y 16021; también su madre fallece cuando esperaba un nuevo nacimiento de mellizos. Igual suerte corrió su tío Alonso en 1597 y el padre de Miguel decide dejarle al cuidado de Juan Vicario y sus compañeros clérigos de la parroquia de Santa Eufemia mientras él marcha a Plasencia en 1598 con el obispo Acevedo. Pero al año siguiente también muere su tío Juan por haber contraído la peste cuidando a enfermos y Miguel, con apenas 6 años cumplidos, se queda prácticamente solo, sin pariente alguno en aquella ciudad, en cuya catedral quedaron enterrados sus hermanos, madre y tíos en lugares señalados, habiendo sido sus funerales de gran solemnidad por el gran prestigio que esta familia llegó a alcanzar en aquella diócesis. Posible ubicación de las sepulturas de Juan Vicario y María Acude entonces en busca de la protección de su otro Vicario e hijos. Trascoro de la catedral de Orense, suprimido tío, el doctor Antonio de Castro, que en 1600 opositó a una en 1937 (fotografía de 1916) canonjía en el cabildo catedralicio de Lugo. Aquí se reúnen con su pariente Pedro de Castro, nombrado obispo de dicha diócesis en junio de 1599. Viaja en 1601 y 1602 con el dicho Antonio de Castro a Salamanca, donde este doctor concurrió a una beca del Colegio de Oviedo y en 1603 vuelven a Ampudia,
1 En una nota marginal hace referencia clara Miguel a esta epidemia: fue la peste el año de 1599. Estuve mientras duró, mi tía Isabel Vicario y yo y Matías (así se transcribe en las ediciones impresas del manuscrito, lo cierto es que se lee mal este nombre en el original, truncado por la encuadernación manual) Aguado, mi prima, en la Seara, una aldea de la abadía de Santa Baya de Anfeoz, que es junto a Rrivadauia, que era aquella abadía del Dr. Antonio de Castro, mi tío (página 3 del manuscrito, v. reproducción). La Seara (A Seara, Orense) es en la actualidad pueblo del municipio de Cartelle, con 106 habitantes, a 22 km de Ribadavia. La iglesia de Santa Baia de Anfeoz (244 habitantes, en el mismo municipio de Cartelle), perteneció un tiempo al monasterio de Celanova.
donde se hace cargo de Miguel otro pariente, Esteban Vicario, quien intenta reunirlo de nuevo con su padre, por entonces afincado otra vez en Valladolid. Pero éste prefiere seguir dejándolo al cuidado de clérigos conocidos, sin duda para asegurar su subsistencia material y tal vez alguna educación; vive un tiempo con el racionero Francisco Juan de Villafranca quien, a su vez, lo encomienda temporalmente a Juan de Carayn, funcionario del Consejo de Hacienda, con el que viaja a Toledo pasando por Madrid y El Escorial, para regresar a Valladolid, al lado de su padre, en enero de 1604. No parece que el futuro fuera prometedor en compañía de su progenitor, que en tantas ocasiones, por pura necesidad o por buscar mejores oportunidades para su hijo, había delegado sus funciones de padre en tan distintos parientes en tan pocos años; también es posible que en esos años de viajes y desgracias Miguel hubiera ido desarrollando una especie de tendencia natural hacia la aventura, el riesgo y la independencia. Lo cierto es que a poco más de seis meses de esta convivencia, y aprovechando un viaje por Palenzuela, se escapa para unirse a una compañía de soldados que por allí pasaba al mando de un capitán llamado Alonso Caro. Apenas permaneció unos cinco días con ellos, porque de momento no le convenció el modo de vida militar, pero no vuelve con su padre, sino que busca en Segovia a su tío, el ya citado Pedro de Castro, obispo en esta ciudad desde 1603, después de haberlo sido de Lugo, como hemos comentado. Pero no es bien recibido e intenta regresar a Valladolid, pensando sin duda en otras alternativas. La circunstancia que va a determinar el resto de su vida se le presenta en el camino de vuelta al encontrarse con otra compañía de soldados al mando del capitán Antonio del Haya, que venían de Medina de Rioseco y se dirigían a Cartagena para embarcarse con destino al reino de Nápoles. Esta vez no pensó en los inconvenientes y se unió al destacamento. Tras ser detenido en Turégano por el Gobernador de la villa Diego de Ávila, emparentado con el Obispo de Segovia, que conocía a Miguel de sus años en Lugo donde ejerció oficio de Alguacil y quería devolverlo con su padre, se vuelve a escapar y sigue a la compañía, en la que es admitido oficialmente como soldado al llegar al lugar de Corral de Almaguer; continúan hasta Cartagena y allí embarcan rumbo a Nápoles, probablemente en noviembre de 1604, después de estar acuartelados varios días en la llamada “Casa del Rey”. Esta primera etapa en la vida de Miguel de Castro, que él mismo narra con una aparente objetividad y sin asomo de emoción alguna, como si fuera la crónica vital de otra persona, suscita cierta sorpresa y plantea sin duda bastantes interrogantes. Parece difícil que desde la más tierna infancia pudiera soportar, sin que aparentemente le afectara, la pérdida de varios
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28 hermanos, de su propia madre y de algunos de sus más directos cuidadores, y que, en lugar de orientar su vida hacia un oficio eclesiástico, como era frecuente en la época entre huérfanos como él y hubiera sido esperable dadas las influencias de sus parientes más próximos, sin embargo decida, con apenas 11 años cumplidos, dejar atrás todos sus lazos familiares, para convertirse en soldado de fortuna. Algunos comentaristas de la obra de Miguel ponen en duda la fiabilidad de sus referencias cronológicas para cuestionar esta precocidad, pero los datos que aporta sobre los eventos en la carrera profesional de sus tíos están contrastados con otras fuentes, si acaso con un margen de error de un año a lo sumo en algún caso. Por otra parte, no era infrecuente que en estos años se alistaran en los ejércitos muchachos de muy corta edad, como sirvientes, criados, escuderos o aprendices de soldados: son conocidos los casos de, al menos, otros dos aventureros prácticamente contemporáneos de Miguel, con biografías paralelas, que también dejaron memorias escritas y que pudieron coincidir en escenarios y acontecimientos con él; se trata de Alonso de Contreras (1567-ca. 1630) que a los 12 años asesina a un compañero de estudios y tras cumplir breve castigo en casa de un familiar eclesiástico se alista en el ejército del Archiduque de Austria, con destino en Flandes, pero un error le lleva a Palermo, a las mismas galeras donde serviría Miguel; o el de Diego Galán (1589-16??) que fue apresado por los turcos y pasó 11 años por el Mediterráneo cautivo en las galeras otomanas hasta que consiguió escapar y volver a España (v. Cossio ed., 1956).
II.- El soldadoLa vida de soldado podía ser una alternativa para sobrevivir en los tiempos difíciles de esos primeros años del siglo XVII en España. La manutención estaba razonablemente asegurada, la soldada, aunque con frecuencia se cobrara tarde, procuraba ingresos regulares, y en todos los ejércitos había grandes posibilidades de acceder a parte de lo que se incautaba como botín de guerra, amén de otros despojos que de forma consentida o forzosa se procuraban en los lugares de paso o acuartelamiento. Las galeras de Nápoles, en las que se embarca Miguel, eran una de las escuadras de la armada española en la época, destinadas a defender el Virreinato de Nápoles y Sicilia, y a la vigilancia del Mediterráneo, contra los turcos otomanos. La presencia española en estos territorios del sur de Italia databa del siglo XIII; ya en 1282 Sicilia había pasado a dominio del reino de Aragón, y el reino de Nápoles, escindido de Sicilia en esa misma fecha, fue conquistado en 1442 por Alfonso V de Aragón, y, aunque luego recobraría su independencia y más tarde sería ocupado por Francia , en 1504, por un tratado firmado en Lyon, retornaría de nuevo a la corona aragonesa y, en definitiva, al pleno dominio español (hasta 1707 en que pasaría a poder de Austria durante la Guerra de Sucesión española, para recuperar su independencia en 1734). Los turcos otomanos, por su parte, se habían consolidado como reino dominante en la antigua Anatolia (actual Turquía) a lo largo del siglo XIII, durante la decadencia del Imperio selyúcida, y conquistaron Constantinopla, la antigua capital bizantina del Imperio romano de Oriente, en 1453; a finales del siglo XV habían extendido su imperio por la Europa balcánica hasta el río Drava (en la frontera actual de Hungría y Eslovenia) y el Danubio (aproximadamente en la frontera actual entre Rumanía y Bulgaria); en las primeras décadas del siglo XVI consiguieron tener bajo su dominio la práctica totalidad de la antigua Mesopotamia, Siria, Egipto y el norte de África, además de proseguir su penetración en Europa central hasta amenazar la ciudad de Viena, capital del Sacro Imperio Romano Germánico (ver Mapa). La expansión turca por Europa oriental y el Mediterráneo fue posible, entre otras razones, por la incapacidad de los reinos cristianos para formar alianzas estables contra esta amenaza mientras consumían hombres y recursos en guerras internas. Ya en el siglo XVI se consiguen algunos pactos y coaliciones para frenar al turco (ej.: batalla de Lepanto, 1571) y se organiza con algún criterio la defensa contra las incursiones sarracenas, reforzando ciudades costeras y programando campañas navales de asedio en verano, en las que estaban especializadas estas escuadras de galeras de Nápoles y Sicilia, a veces coaligadas con las galeras del estado Vaticano, con las de ciudades italianas como Génova y Venecia o las de algunas órdenes militares (especialmente la de Malta). La primera misión militar de Miguel empezó de la peor forma posible: la escuadra que partió de Cartagena fue sorprendida por una gran tormenta cuando se hallaba ya próxima
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Caspar van Wittel, dársena de las galeras, Nápoles, ca. 1700 a las costas de Italia; los barcos se desperdigaron, alguno naufragó y murieron soldados y remeros (galeotes). Miguel y algunos compañeros de viaje consiguieron llegar a tierra y salvar unos pocos víveres tras embarrancar su galera cerca del pueblo de Prayano, donde quedaron alojados con el resto de los supervivientes rescatados de la expedición; esto sucedía el 5 de diciembre de 1604 según las anotaciones de Miguel. Desde este lugar tienen que desplazarse por tierra hasta Nápoles, y a lo largo del mes de diciembre de 1604 y enero de 1605 van pasando en sucesivas etapas por Pogerola, Amalfi, Vietri sul mare, Cava dei Tirreni, Benevento, Ápice, y otros lugares de la Campania interior, hasta llegar a su destino. No faltan anécdotas a lo largo de este viaje, que Miguel narra con lujo de detalles; volveremos sobre alguna de ellas, de momento baste destacar que lo más relevante para el futuro inmediato de Miguel fue el hecho de que el citado capitán de su compañía, Antonio del Haya, decidiera tomarlo a su servicio como asistente personal a poco de su desembarco, con lo que pasó a disfrutar de una situación de cierto privilegio entre la tropa. Tras unos meses en los acuartelamientos de Nápoles, la compañía de Miguel parte el 15 de julio de 1605 para su primera campaña bélica en el Mediterráneo oriental. Se embarcan en dirección a Sicilia siguiendo hacia el sur la costa de Italia y llegan a Mesina una semana después; allí se reúne la escuadra de Nápoles (10 galeras) con otras (la de Sicilia, la de Malta y la de Don Carlos de Oria, capitán de las galeras de Mesina), formando una armada de 30 galeras que pone rumbo a Malta. Tras un día y una noche con múltiples disturbios y varios muertos en esta isla, la escuadra parte hacia las tierras del turco haciendo una primera escala en el islote de Stanfaina (erróneamente transcrito, en nuestra opinión, como Ranfrina, en las ediciones impresas de este relato), próximo a la costa del Peloponeso (Morea, Grecia actual), lugar de arribada habitual en las rutas hacia el Mediterráneo oriental para revisión de naves y acopio de agua. Desde allí, bordeando la península de Morea, se dirigieron hacia el Egeo, atracando en varias islas y prolongando la travesía hasta las proximidades de Constantinopla. Fueron escasos los encuentros con bajeles y bergantines turcos, que casi siempre eran abandonados por sus tripulantes al divisar las galeras cristianas. En la mayoría de los casos se les barrenaba y hundía después de saquear lo poco que hubieran dejado en ellos los turcos; en algunas ocasiones hicieron prisioneros, pero no cuenta Miguel su participación directa en ningún enfrentamiento digno de mención, ni siquiera en un desembarco de más de seis mil hombres que se realizó en Sigri (Segri en la toponimia de Miguel, isla de Lesbos o Mytilene) y que, faltos de coordinación, se dispersaron sin orden y se retiraron a los barcos después de haber lanzado unos pocos tiros contra la caballería turca y de haber obtenido un magro botín compuesto por unos pocos tapetes y ropas además de 25 esclavos. X
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En el viaje de vuelta centran sus operaciones en la costa de Morea y asedian algunas ciudades fortificadas (Modón, Casteltornes, Castelroso), aunque en todos los casos con escaso éxito, limitándose a quemar bosques y cosechas en los alrededores, después de lanzar algunas andanadas de artillería contra las fortificaciones. Con poco más que reseñar, después de más de dos meses de campaña, Miguel cuenta el retorno de las escuadras a Italia pasando cerca del canal de Lepanto para desembarcar en Otranto y Tarento, desde donde cada compañía se dirigió a los acuartelamientos asignados en esta parte del reino; la suya quedó acantonada en Brindisi y allí permanecieron hasta mediados de diciembre (1605). Nada, pues, de importancia en esta primera experiencia militar de Miguel; puede decirse que no llegó a disparar ni un tiro de arcabuz y menos aún luchar de frente con infiel alguno; la mayor parte de las acciones que narra parece que las estuviera contemplando en la distancia, desde una posición y actitud de cronista lejano y ajeno a los acontecimientos. Desde Brindisi la compañía de Miguel se traslada más tarde, sin prisa, de vuelta a Nápoles, pasando por distintos pueblos y ciudades en los que se asientan temporadas más o menos largas; en abril de 1606 de nuevo están en la capital, desde donde parten enseguida (día 14) hacia Palermo con intención de acudir en auxilio de Malta que había sido atacada por los turcos. No consiguen su propósito debido a una tempestad, aunque la isla se pudo recuperar gracias a la intervención de galeras de Sicilia y otros lugares. La segunda importante campaña bélica en que toma parte Miguel tiene lugar en el verano de 1606 (según otras fuentes esta campaña tuvo lugar en el año de 1605). Desde Palermo, donde habían permanecido tras el episodio anterior, se trasladan a Mesina el 20 de julio y desde aquí, pasando por Otranto, se dirige la escuadra, al mando del Marqués de Santa Cruz (Álvaro de Bazán II, nacido en Nápoles en 1571, Capitán General de las galeras de Nápoles desde 1603), al asedio de la ciudad de Durazzo (Durrës) en Albania, ciudad de fuertes murallas y defensas que, al parecer, era objetivo prioritario para los cristianos por su proximidad a Italia, aunque nunca parece que fuera ocupada de forma segura durante mucho tiempo. Un primer intento de desembarco el 27 de julio resulta frustrado por una tormenta y se retiran a Brindisi; el 4 de agosto vuelven de nuevo y consiguen desembarcar cinco compañías con los artilleros o dinamiteros (petarderos) en primera línea, y una distribución táctica de la infantería para rodear y cerrar todos los accesos a la ciudad. La compañía de Miguel tenía como objetivo asaltar el castillo por una de las puertas principales; después de esperar la noche y acercarse con sigilo, los petarderos volaron las puertas con cargas explosivas y una vez dentro apenas encontraron resistencia; los turcos iban apareciendo en ropa de dormir de
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Durazzo. Simon Pinargenti (de la obra Isole che son da Venetia nella Dalmatia e per tutto l’Arcipelago…, Venecia 1573) forma desordenada y los tiros de arcabuz a veces topaban con vacas u otros blancos difícilmente identificables en la oscuridad. La fortaleza se rinde sin apenas resistencia, muchos turcos se lanzaban al vacío desde lo alto de las murallas, otros eran abatidos en la huída y los asaltantes cristianos se dedicaron al saqueo y matanza indiscriminada de hombres, mujeres y niños. Miguel se horroriza del proceder de sus compañeros, contempla como muchas mujeres mancilladas y luego sacrificadas suplicaban sin éxito que se les hiciera esclavas para salvar la vida, y se enfrenta decididamente a un soldado que estaba dispuesto a despeñar a un niño de unos tres años. Saquearon el arsenal del castillo capturando gran cantidad de armas, pólvora, cañones y otros materiales que se llevaron a las naves. Un batallón de caballería turca de unos doscientos hombres que apareció más tarde fue fácilmente rechazado con disparos de cañón, mosquetes y arcabuces desde las almenas, y se retiraron después de dejar algunos muertos en el campo. La incursión se culminó, como otras veces, prendiendo fuego a la ciudad y a los campos próximos, saqueando todo lo que apeteció a los soldados (llama la atención de Miguel, especialmente, el sacrificio de más de 40 vacas que los soldados descuartizaban para llevarse las piezas de carne, dejando muchas otras muertas por las calles) y embarcando a muchos esclavos. En este escenario de crueldad y rapiña es difícil interpretar si Miguel se siente feliz o fracasado por el hecho de haber obtenido como único botín dos alfanjes turcos, uno tan malo que se doblaba al primer golpe y que tiró al mar, el otro, de mejor calidad, capturado a un turco viejo que opuso resistencia en el asalto y que más tarde Miguel regaló a un amigo en Nápoles. La galera de Miguel (San Andrés), después de detenerse a una milla de la costa para contemplar el espectáculo de los incendios, pone rumbo hacia Italia y atraca en Otranto. Allí se hace recuento del botín en los días siguientes, especialmente de esclavos, 11 hombres y 26 mujeres, que los demás soldados empiezan a repartirse, teniendo preferencia los oficiales o veteranos, lo cual da lugar a otro enfrentamiento de Miguel con uno de ellos que maltrataba a una de las mujeres, sin que el asunto llegara a las manos gracias a la intervención de otros compañeros. La escuadra se reagrupa en la base de Mesina y todos los esclavos capturados por las distintas compañías (un total de 170) son llevados a la nave capitana para ser vendidos. El Marqués y los oficiales nobles de alto rango (entre ellos los hijos del Conde de Benavente, Virrey de Nápoles) escogieron primero los de su gusto, luego los capitanes, entre ellos el Capitán Haya que disputó a los nobles y otros capitanes la propiedad de una esclava singularmente hermosa, llamada Mina, que su propia compañía había capturado junto a su hija de cinco
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años; esta esclava tendría cierto protagonismo en la vida de Miguel poco tiempo después, como veremos. Comentando el reparto dice a este respecto Miguel: ...Y no se les olvidó en el tintero la que yo deseaba que fuese a parte donde estuviese comunicable, que el Marqués la quiso luego para sí, y el Capitán le pidió que le hiciese merced de dejársela para él, pues la pagaría, y que era de las que su compañía había tomado...y viendo que todos echaban el ojo a ella y que le costaba ya quitársela de las uñas a los gavilanes grandes por vía de súplica, y que los otros capitanes la perseguían, dijo en medio de la popa de la capitana en presencia del Marqués y de todos los Señores y capitanes en alta voz: Señores, esta esclava la tomó mi compañía, y ya me cuesta mi vergüenza el pedir al señor Marqués que me la deje. No tienen que andar tras ella para compralla, que si supiese que me ha de costar dos mil escudos, no la ha de llevar nadie. Miguel se hizo cargo de llevar a las esclavas, madre e hija, al palacio que ocupaba su capitán en Mesina para alojarlas convenientemente. Después de un par de semanas en Mesina salió con algunas galeras que hicieron campaña de reconocimiento por las Islas Eolias, próximas a Sicilia y al cabo de un mes de estos sucesos volvieron a Nápoles. La tercera campaña bélica en que participó Miguel se inicia poco más tarde, probablemente a finales de agosto de 1606 y, sin ser nada espectacular, tendría una importancia decisiva para su futuro inmediato. La compañía vuelve a embarcarse en Nápoles con dirección de nuevo a Sicilia y patrulla unos días por las islas próximas; hay algunos encuentros ocasionales con otras naves, portuguesas, cargueros de leña, etc., a las que a veces confundían con bajeles turcos, y luego, desde Mesina, se organiza una escuadra de 60 galeras, con participación de las de Florencia, señoría de Génova y algunas del Papa, al mando del mencionado Don Carlos de Oria que se dirigen hacia el este y a poco de buscar resguardo en el Cabo de Santa María divisaron cuatro naves turcas, a las que empezaron a perseguir con siete galeras, entre ellas, la que ocupaba Miguel, que era la capitana de la escuadra, en la que había embarcado el capitán Haya con cuarenta soldados de su compañía. Los barcos turcos se separaron y la persecución duró hasta la noche; sólo abordaron una de las naves enemigas después de alcanzarla con varios tiros de cañón, las demás escaparon. La galera de Miguel buscó tierra a resguardo del cabo de Spartivento, ya bien avanzada la noche, y al aproximarse a este lugar vieron una nave que de momento les pareció cristiana y se dio la voz de saludo, pero resultó ser la capitana de
la escuadra turca y debieron aprestarse de nuevo a persecución y combate, con ayuda de otra galera del Papa que llegó a tiempo. Los remeros estaban cansados después de jornada tan larga y los turcos fueron ganando distancia en la huida; hubo tiros de cañón y arcabuz (Miguel dice que gastó cuatro frascos de pólvora) y la mala fortuna quiso que una bala mortal alcanzara al capitán Haya, siendo el único herido de consideración en el combate. La escuadra se reagrupó en el cabo citado, pero la galera de Miguel navegó toda la noche para llegar a Mesina y tratar de curar al herido. Don Carlos puso a su disposición una habitación en el palacio de la ciudad, un mayordomo, pajes, cocineros, cirujanos, boticarios, ropa y dineros abundantes; Miguel le asistía día y noche con gran dedicación, pero al noveno día de convalecencia el capitán dictó testamento, solicitó sacramentos y murió, siendo enterrado en la iglesia de los dominicos de San Jerónimo. Tras estos sucesos pasan unos días en Mesina hasta que la armada se reagrupa y se pueden acometer trabajos de reparación de los barcos y conceder descanso y alguna fiesta a los soldados. El 28 de octubre Miguel retorna a Nápoles con su compañía y las galeras de Don Carlos. No hay prácticamente ninguna batalla más o campaña de interés en que participara más adelante Miguel. En su relato da cuenta de otras operaciones contra los turcos en las que no participó personalmente, pero de las que tuvo puntual noticia y le merecen cierta atención por sus circunstancias. Por ejemplo, la nefasta operación dirigida por el Adelantado Mayor de Castilla (Don Juan de Padilla y Acuña, Conde de Santa Gadea y Buendía), general de las galeras de Sicilia, en agosto de 1606 (coincidiendo con el asedio a Durazzo que hemos comentado) en el norte de África (Berbería). En unión de las galeras de Malta se dirigieron a atacar el lugar de la Mahometa (Mahameta, dice Miguel, actual lugar de Hammamet, en Túnez), que en 1602 había sido ya arrasado a sangre y fuego por los Caballeros de Malta. No encontraron mucha resistencia y se dedicaron a reposar en la playa mientras se repartían el botín; los turcos se reorganizaron y, en un ataque por sorpresa de más de 300 a caballo, masacraron a los cristianos, causando la muerte al propio Adelantado y destruyeron la mayor parte de sus barcos. Miguel achaca la derrota al exceso de confianza de los soldados, a la ineptitud de su capitán y a la desorganización e indisciplina general del bando cristiano, en el que algunos no tuvieron reparo en echar al agua o matar a sus propios compañeros para intentar salvarse. Así pues, en sólo dos años, Miguel ejerció su oficio de soldado en la guerra contra el turco, pero sin mucha gloria ni hazañas reseñables; no menciona que diera muerte personalmente a ningún enemigo y casi nunca, salvo en el asalto a Durazzo, estuvo en primera línea de combate. Es posible que los soldados más jóvenes formaran preferentemente la retaguardia de estos ejércitos, el mismo Miguel dice que los de su compañía eran bisoños y no acostumbrados, aunque no por ello poco diestros con las armas, como veremos, cuyo uso debieron de aprender y practicar en los largos meses de inactividad entre una y otra campaña. Lo que más llama la atención en su narración de las batallas es la crueldad de los combatientes, las rapiñas, los incendios indiscriminados, la captura de rehenes para hacerlos esclavos y los abusos con ellos cometidos, en todo lo cual no ve diferencias notables de comportamiento entre cristianos y musulmanes. Tal vez su juventud (12-13 años) y algún rescoldo de su formación cristiana en la infancia le impedían aún adoptar las formas y hábitos propios de la soldadesca más veterana y curtida en estas lides.
III.- El mujeriegoLa faceta de la personalidad de Miguel que más llama la atención es, sin duda, su irrefrenable tendencia a los amoríos y enredos de faldas, ocasionales a veces, duraderos y más consistentes otras, pero siempre en el límite de lo razonable y fuente permanente de problemas diversos. Sin duda era corriente entre los soldados de estos destacamentos el comercio sexual sin demasiados escrúpulos, tanto en los prostíbulos que menudeaban en todas las ciudades importantes, como en los lugares de paso en que pernoctaban y con las esclavas turcas que capturaban, pero el caso de Miguel llama la atención por ser fruto de una precocidad difícilmente explicable, unida a una cierta inmadurez, que le lleva a mezclar el simple placer sexual con una compasión un tanto irracional hacia las miserias reales o fingidas de sus sucesivas amantes. X
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34 La primera aventura amorosa de Miguel tiene lugar a los pocos días de haber llegado a Italia. En el camino hacia Nápoles, después del accidentado desembarco que hemos comentado, la tropa va pernoctando en distintas localidades en las que ocupaban las casas de los vecinos, a veces a cambio de algún dinero, otras por la fuerza. En una de estas etapas, en la ciudad de Solofra (Salofre, en la versión de Miguel, un lugar grande donde se hazen ó cogen muchas peras bergamotas, fruta de mucha estima) permanecieron ocho días y Miguel se enredó con una viuda llamada Virgilia: una moza que vivía pared por medio, de buen talle, aunque no muy hermosa, pero no era fea, y como yo venía hambriento desde Cartagena, tres meses había o más, me contenté, por apagar aquella furia, pero fue con condición que no me había de pedir nada, de lo cual ella se corrió mucho, que dixo que no era ella muger que por interés se había movido a mi amistad, sino por afición. Lo cierto fue que esta mujer le pide a Miguel fugarse con él justo la víspera en que la compañía debía continuar su marcha hacia Nápoles, y Miguel cede, la ayuda a escapar de casa de su padre, la viste como un soldado, le busca un caballo y la acompaña hasta la siguiente etapa del viaje (Ápice), dejándola en una posada, para volver a Solofra y unirse a la compañía. Todo esto buscando complicidades en algún compañero para que no se advirtiera su ausencia y el engaño. Al llegar la tropa a la ciudad de Ápice se hace notorio que los familiares de la mujer ya han denunciado su desaparición y el padre, dos hermanos y un cuñado la buscan frenéticamente por los alrededores; se va confirmando además la sospecha sobre la participación de algún soldado español. Miguel es capaz de urdir toda serie de engaños para ocultar su intervención, pero pronto advierte que hay espías y delatores, así que decide trasladarse con ella a la siguiente ciudad de paso en el camino a Nápoles (Benevento) adelantándose a la compañía. Confunden el camino y tienen que retroceder topándose entonces con los cuatro familiares que estaban ya tras su pista. Miguel les hace frente y demuestra ser buen conocedor de las artes de combate: a uno lo derriba de un tiro de arcabuz, a otro lo mata con la espada y a los dos restantes los deja heridos y se dan a la fuga; él recibe un tiro de pistola en una pierna y otras heridas de espada menores. A la vista de los acontecimientos Miguel decide no parar en Benevento y seguir viaje hasta Nápoles, sólo se detienen una noche a dormir en Arienzo, donde se entera de que se ha dado parte a las justicias y que una patrulla de 40 hombres les está buscando. Llegan a Nápoles y Miguel busca posada para la mujer alojándose él en otra distinta para curar sus heridas. A la llegada del grueso de la compañía se inventa un asalto de ladrones para explicar a su capitán su escapada y heridas. El Auditor General de la capital recibe las denuncias y son detenidos algunos de los compañeros de Miguel, entre ellos, parte de los que sabían algo de su relación con la mujer; es interrogado incluso el capitán Haya y de momento nadie revela nada; al cabo de tres meses las justicias encuentran y detienen a la mujer gracias a algún delator y la someten a toda clase de torturas para que confiese (potro, funichelas2, carnero, etc.); ella no delata en ningún momento a Miguel pero le hace llegar mensaje de que no cree poder soportar más sesiones de tormento y le pide algún remedio para mitigar el dolor; Miguel consigue en los bajos fondos de la ciudad un veneno muy potente y se lo envía sobornando a uno de sus guardianes; la mujer muere esa misma noche. Las justicias siguen investigando y detienen a Miguel sometiéndole a tormentos similares, pero tampoco confiesa y la posterior intervención de algún oficial y funcionario de alto rango se resuelve con una condena a destierro por seis años, que pronto fue cancelada recibiendo el 2 Del término italiano funicella, que designa una cuerda corta, fina y resistente (se usa también para designar algunos tipos de cuerda usados en navegación o escalada, para el cíngulo de los trajes litúrgicos y hasta para la comba del juego infantil). La tortura de las funicellas o del cordel, llamada en italiano también allacciatura, era de las más crueles y dolorosas en la época. El dominico francés Jean-Baptiste Labat (1663-1738), explorador, geógrafo, etnógrafo e historiador que publicó una serie de obras sobre sus viajes por todo el mundo y dedicó 7 volúmenes a contar los realizados por España e Italia (Voyages du P. Labat, de l’ordre des ff. prescheurs, en Espagne et L’Italie, publicada en París en 1730) describe con todo detalle este tipo de tortura, de la que fue testigo en una misión al servicio del Santo Oficio en Italia (Tomo VI, pp. 96-103). Consistía, en resumen, en atar las muñecas y antebrazos del condenado a su espalda con cuerdas finas y fuertes y luego elevarlo sobre el suelo con otra cuerda mayor atada también a los brazos y boca abajo, durante un tiempo más o menos largo; el riesgo de descoyuntar los brazos por los hombros era evidente, la pericia del verdugo, asesorado por médicos y cirujanos, consistía en dosificar el tormento para que el dolor fuera muy intenso sin llegar a matar al reo, hasta que éste confesase.
indulto. Ningún español tuvo castigo mayor y todos quedaron libres para incorporarse a la campaña contra los turcos que hemos descrito (tal parece, como casi siempre sucede, que los privilegios de los poderosos, entiéndase aquí los soldados españoles, prevalecieron sobre la justicia que imploraban los italianos agraviados). Así se resolvió el primer episodio amoroso de Miguel, cuyo argumentario daría para una obra monográfica por sí solo y que pone de manifiesto facetas contradictorias de su personalidad; debía de disfrutar de cierto atractivo para las mujeres, pues es obvio que esta primera amante estuvo dispuesta a morir por fugarse con él; no parece que él, en cambio, se enamorase muy profundamente, todo parece fruto al principio de una simple necesidad sexual, pero luego muestra compasión y la lleva consigo jugándose la vida en el intento, si bien para, poco después, decidir matarla de forma rápida y terminar con sus sufrimientos (y, de paso, evitar que pudiera confesar). Todo esto con poco más de 12 años (!). La segunda mujer que se cruzó en la vida de Miguel fue la ya mencionada esclava turca Mina, capturada en la jornada de Durazzo, nieta del Visir de la provincia de Albania, sultán Amet agá (sic), e hija de Viquir agá (sic) gobernador de la misma provincia, de la que al parecer, en este caso sí, Miguel se enamoró ciertamente, tal como dice: ...confieso mi flaqueza, que me rindió la voluntad de suerte que aún hay reliquias, con haber pasado seis años (cuando esto escribía), y no tan olvidadas ni tan pocas que no basten a durar muchos... En el viaje de vuelta de la campaña se ocupó en cuidar de ella y de su hija pequeña procurándoles comida y remedios para el dolor de muelas. Cuando queda en posesión del capitán Haya, como dijimos, Miguel siguió atendiéndola en su residencia en Nápoles, llevándole frutas y regalos con frecuencia, especialmente en períodos de ausencia del capitán, hasta que un oficial llamado Pedro de Acuña le sorprende un día en la cama con madre e hija y se lo cuenta al capitán; Miguel dice que no habían hecho nada, que estaban vestidos, pero el asunto costó un enfrentamiento a espada con el tal Pedro y otro amigo suyo, hasta que la mediación de otros compañeros evitó males mayores (una ligera estocada que se llevó Miguel). El capitán Haya le pide explicaciones y da crédito a la versión de Miguel. Todo esto en vísperas de embarcarse la compañía al inicio de otra de las campañas mencionadas y dejando a las esclavas en Nápoles al cuidado de un hombre de confianza del capitán. En esta campaña murió el capitán Haya, como hemos referido, y fue nombrado nuevo capitán Don Francisco de Cañas, que quiso seguir contando con los servicios de Miguel, igual que su predecesor, por consejo y recomendación del capitán de tercios Don Melchor de Mújica. Al volver a Nápoles acude Miguel inmediatamente a ver a Mina, que rompe en llanto inconsolable al conocer la muerte de Don Antonio del Haya y le pide que vaya a verla con frecuencia, cosa que éste estuvo haciendo a diario con regalos abundantes, en los meses siguientes, y vigilando su ventana, aunque nunca menciona que tuvieran relación carnal alguna por vivir ella en una casa de familia. Sólo interrumpió sus visitas cuando tuvo que curar unas heridas producto de un enfrentamiento nocturno que narraremos más adelante. En este mismo tiempo la esclava enfermó y cuando Miguel reanudó sus visitas la encontró muy débil y parecía que iba a morir; se esforzó en llevarle remedios y medicinas. La enferma fue mejorando y cuando todo había vuelto al ritmo normal de visitas diarias, aunque no parecía llegar nunca el día de la gran entrega mutua que Miguel ansiaba, se presentó en Nápoles Juan del Haya, hermano del capitán fallecido y a quien éste había dejado la propiedad de las esclavas en su testamento. Miguel dice muy gráficamente sobre el evento: Para refrescar el gusto corporal continuaba con los usados regalos de fructos y conservas, pero como no era el verdadero refrigerio solo servía a entretener el gusto con esperanzas que no han florescido ni florescerán, con este regadío a lo menos. Estaba yo también muy gozoso y entretenido assimismo y pasando mis obscuras esperanzas, cuando sobrevino un nublado que las escureció más. El “nublado” se concretó en la inmediata venta de estas esclavas por parte del heredero, al aristócrata Don Juan de Benavides por 280 ducados, y su inmediata cesión al palacio del Virrey, el Conde de Benavente, quedando Mina bajo el cuidado y vigilancia de Doña Leonor
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36 de Sandoval, maestra de las esclavas de la Condesa, con gran regocijo por parte de alguno de los hijos del Duque. Esto enerva a Miguel, a quien Mina le había pedido que la comprara él mismo (...como si fuera mercader muy grueso o algún Príncipe), y a partir de entonces se tiene que limitar a espiarla de lejos o a intentar coincidir brevemente con ella cuando acude a misa con las demás esclavas, enterándose en uno de estos fugaces encuentros de que se convirtió a cristiana con el nombre de Inés en acción de gracias por salvarse de la muerte en su larga enfermedad. Todo esto sucedía, según parece, en los primeros meses de 1607, y no vuelve Miguel a mencionar encuentro alguno con Mina hasta 1610 (aunque él dice que hacía sólo un año que no la veía), cuando estaba, como veremos, al servicio del Conde de Benavente y la vio en palacio por casualidad, sin poder siquiera cruzar palabra con ella; no vuelve a mencionarla después en su relato, salvo en una nota marginal en la última página conservada, en que se dice que marchó con el conde de Benavente al regreso de éste a España (1610) y por desmanes hechos en su casa y hacienda, ella y otras esclavas fueron vendidas en Granada. Sin duda la mora albanesa Mina fue el amor platónico de Miguel, pero otras urgencias le empujaron a buscar en otros lugares lo que, al parecer, no pudo satisfacer plenamente con ella. En marzo de 1608 (ó 1607) Miguel y algunos compañeros sirvientes del capitán Cañas, junto al hijo de éste, Don Luis de Cañas, de 19 años, solían pasar algunas tardes en la terraza de su residencia aneja al Palacio virreinal, que tenían protegida con un toldo hecho con la vela de una galera. En otra terraza de una casa próxima pasaban igualmente el tiempo dos mujeres que empezaron a prodigarse en señas e insinuaciones y, Miguel, como más desvergonzado, salta algunos tejados para hablar con ellas. Eran la nuera e hija soltera de un mercader rico que allí vivía, dueño de barcos y comerciante en suministros para las galeras españolas; el marido de la casada era tratante en especierías y confitería. La soltera manifiestó pronto estar enamorada perdidamente de Don Luis de Cañas y la casada insinúa algo parecido respecto a Miguel, quien entra en el juego de la seducción recurriendo a su florida verborrea, fingiendo un fuego de amor mayor que el de los volcanes Etna, Vulcano y Strómboli..., aunque reconoce el riesgo del juego, porque esta casada era astuta, y ladina y gran pícara taimada. Las mujeres manifiestan enseguida el deseo de escapar de la casa del padre y suegro para ir con sus enamorados y piden les pongan unos colchones en la calle para tirarse sobre ellos desde la terraza. Don Luis de Cañas se opone enérgicamente, y en los días siguientes las mujeres les insultan a distancia haciéndoles ver su cobardía con gestos despectivos. Don Luis tuvo que embarcarse
Nápoles. Jean Baptiste Homann, 1734
una semana después para ir de campaña con la compañía de su padre, pero Miguel quedó en Nápoles porque el capitán no fue con los soldados, y las mujeres le manifiestan su ferviente deseo de huir tras ellos hasta el destino de dicha compañía (acuartelada en Catanzaro, al sur de Italia, a casi 300 kilómetros de Nápoles). Por extraño que parezca, dado lo absurdo y peligroso de la propuesta, Miguel se deja convencer y urde un plan para facilitarles la escapada de la casa del mercader: compra cuerdas y se las pasa por el tejado para que hagan una escala. El 3 de agosto (dice de 1607, pero tal vez fuera ya 1608, por lo que más adelante añade, o confunde los años al escribir) de noche las espera en la calle; se descuelgan por la cuerda con gran trabajo porque no habían hecho nudo alguno y se les clavaba en las manos, una se queda colgada de un palo de la fachada y Miguel tiene que cortarlo con la espada, amén de otra serie larga de desastres en el intento. Finalmente en tierra corren hasta la casa de una tal Juana del Lunar, amiga de Miguel, donde se refugian y tratan de curar las heridas; Miguel se acuesta con la casada (aunque señala que no se llegó a desvestir). En tan precipitada huida se olvidaron de quitar las cuerdas de la ventana y se dejaron también a una criatura pequeña, hija de la casada, cuyo llanto dio la voz de alarma en la casa al poco rato. Se cursan órdenes de búsqueda, las justicias publican un bando sobre el asunto y el mercader organiza partidas de hombres para buscarlas y ofrece recompensa de 30 escudos a quien dé alguna información, aunque sus sospechas apuntaban directamente a Miguel y sus compañeros, pero nada se puede demostrar. Al cabo de otra semana el testimonio de un delator permite la detención de las mujeres. Confiesan rápidamente todo y quedan encarceladas; Miguel se ve descubierto y en la necesidad de contarle todo a su capitán, haciéndose responsable único, exculpando a Don Luis y mostrando gran arrepentimiento; la bronca que tuvo que soportar fue mayúscula, pero el capitán inmediatamente hizo uso de sus influencias y privilegios ofreciendo un trato al mercader y su hijo (dinero, regalos) y amenazándoles si seguían adelante con el proceso. Pese a cierta resistencia inicial, los agraviados tienen que aceptar, y se cierra el pleito destruyendo todo el expediente judicial. Otra vez Miguel se libraba por los pelos de la cárcel o algo peor, y otra vez se manifestaba esa especie de ingenuidad que parecía aquejarle cuando había mujeres de por medio. El marido de la casada había sido enviado a campaña en Larache3 y volvió al cabo de dos meses, todavía enconado contra Miguel, aunque no parece que la cosa tuviera ulteriores consecuencias (...el cual me puso en algún cuidado y andaba (yo) con recato por lo que podía subceder). No escarmienta Miguel con este episodio. A renglón seguido cuenta cómo conoció a otra mujer a la que no pudo resistirse y que sería fuente de no pocos problemas nuevos; dice de ella que era un poco gorda y como de 29 o 30 años, pero blanca y limpia como un alabastro, y añade: ...no creo que pudo ser solo efecto del natural amor y afición sencilla, sino que debió de haber junto a ello algún artificial compuesto atractivo, que fue de suerte lo que en mí prendió, que hasta hoy día ha sido causa de perdición espiritual y corporal y de mi honra...era de suerte que me tenía tan privados los sentidos de la razón, que en ninguna manera era señor de ellos ni de mí. Se trataba de Luisa de Sandoval, cortesana en Nápoles, de origen toledano y amante de un soldado de la misma compañía y amigo de Miguel, llamado Manuel de Quevedo4, 3 Larache, en Marruecos actual, ciudad cercana a Tánger que en el siglo XV fue ocupada temporalmente por Portugal; más tarde reconstruida y fortificada por el sultán Mohamed es Said se convirtió en refugio de corsarios y resistió varios intentos de conquista por parte de españoles y portugueses; especialmente Felipe II siempre consideró su control de interés estratégico prioritario. En 1610 pasó a dominio español después del asedio a que fue sometida por tropas al mando del Marqués de Hinojosa (el poeta Luis de Góngora glosó esta batalla en un poema). En la época muy posterior del protectorado español sobre Marruecos sería escenario de otros notables episodios bélicos. Resulta difícil saber a qué jornada se refiere Miguel en este caso, es posible, como otras veces, que esté mezclando cosas referidas al año 1607 con otras posteriores. 4 De este Manuel de Quevedo dice Miguel que era el más único hombre de cortar sobre papel con punta de cuchillo que hay, ni creo debe haber habido en el mundo; eran sus obras estimadas de muchísimos príncipes, y por ellos y su buen proceder, de todos querido. Parecería que se está refiriendo al Quevedo literato y poeta (Francisco de Quevedo y Villegas, 1580-1645), que estuvo en estas tierras en 1613 como secretario del Duque de Osuna (Don Pedro Téllez de Girón, nombrado Virrey de Sicilia en 1611 y de Nápoles en 1616); pero,obviamente, no puede tratarse de la misma persona. No hemos podido averiguar nada de este otro Quevedo al parecer también hábil escritor, ¿mezcla aquí de nuevo Miguel cosas del recuerdo con otras aprendidas más tarde y confunde a los personajes?.
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si bien la dama tenía otro amigo (que ninguna dellas está sin media docena por lo menos) de nombre Diego Muñoz de Aguilar y Montilla, cordobés apodado el arañero, con el que había tenido tres hijos, y que, según algunos, era jenízaro (o sea, de origen turco, los jenízaros eran soldados de alta preparación que integraban la guardia personal del sultán). Quevedo recibe orden de incorporarse a la compañía para ir a la campaña que mencionamos, con el hijo del capitán, Luis de Cañas, y bajo el mando de un sobrino del mismo capitán, el alférez Juan de Cañas, hasta el acuartelamiento de Catanzaro; entonces pide a Miguel que haga de corresponsal entre él y su amante, enviándole en secreto las cartas que ella escriba y recibiendo a su nombre las que él envíe para ella, además de procurar que a la mujer no le falte de nada. Durante un tiempo cumple el encargo puntualmente y, además de la correspondencia, procura a la dama dulces, dineros y otros regalos, hasta que en septiembre de 1608, con ocasión de la fiesta de Nuestra Señora (día 8) de gran celebración en Nápoles, tras haber invitado a ella y a unas amigas a una suculenta merienda, no puede soportar más el deseo (...dióme una quimera...) y de noche se escapa de su residencia y va a casa de la mujer, quien, tras resistirse al principio a abrirle la puerta, finalmente le acepta a dormir en su propia cama. A partir de ese día prácticamente a diario Miguel inventa toda serie de trampas y engaños para escapar cada noche y volver con ella, intentando que el capitán Cañas no se entere de estas escapadas nocturnas; el repertorio de recursos que pone en juego en esta tarea, con la complicidad de otros dos criados muy amigos suyos, sorprende por la variedad, imaginación, capacidad de improvisación y desparpajo de que hace gala el protagonista; hay que tener en cuenta que la residencia, en dependencias del Palacio Virreinal, se cerraba firmemente por las noches, que siempre había vigilancia de guardias en el exterior y que Miguel, como ayuda de cámara del capitán, tenía que estar presente cada mañana temprano para ayudarle a vestirse y en el servicio de desayuno: escaladas nocturnas por los tejados con frecuentes accidentes, robos de llaves, trampas en puertas, pasadizos, escondites varios, etc...; cada vez que se le cerraba una vía de escape poco tardaba en inventar una nueva. Las visitas a Luisa empezaron a ser una obsesión para Miguel, no sólo de noche, sino varias veces al día, pues estaba de suerte encantado, enhechizado o endiablado, que no sé qué se era, que en entrando (en su casa) era menester las áncoras de diez navíos para arrancarme, no obstante que ella me lo decía: “mira que el capitán preguntará por ti o te llamará y te hallará menos, mira que te reñirá...”. El capitán sospechó desde el principio y confirmó luego las andanzas nocturnas de Miguel; durante un tiempo
se limitó a cerrarle las rutas de fuga, pero finalmente tuvo que llamarle al orden y propinarle algún serio escarmiento físico (azotes de badana en varias ocasiones, y ...mas hizo, que con la rabia y cólera que tenía me tomó con ambas manos del miembro y tiró tan recio que yo pensé que aquella vez me dejaba sin aparejo...), aparte de severas reprimendas verbales, manteniéndole de vez en cuando encerrado en el palacio. Tras varios castigos sin éxito, le manda a que confiese sus pecados con un fraile franciscano, pero nada más salir de la iglesia vuelve a casa de Luisa. A la vuelta nueva bronca del capitán en presencia del confesor; Miguel entonces le pide que le envíe a ocupar su plaza de soldado con la compañía para alejarse de Nápoles y volver al servicio militar activo, como única solución para salir del enredo en que estaba atrapado. Aunque el capitán no quería prescindir de sus servicios, finalmente le envía con un oficial que se dirigía a Catanzaro para conducir la compañía a un nuevo acuartelamiento de invierno en Tropea; le regala un arcabuz nuevo, pólvora bastante y una espada muy buena. Antes de partir va a despedirse de Luisa que llora mucho su marcha y le da algún dinero; acuerdan escribirse por intermedio de la citada Juana del Lunar (firmando ésta las cartas como si fueran suyas), para evitar que Manuel de Quevedo, con el que iba a encontrarse y seguía recibiendo las cartas que negociaba Miguel, sospechara nada. Salen, según dice, en dirección a Vietri sul Mare para allí embarcarse el 22 de noviembre de 1609 y llegan a Catanzaro un mes más tarde (v. Mapa); aquí encuentra Miguel a sus conocidos, el hijo del capitán Don Luis de Cañas, su sobrino el alférez Juan de Cañas y su amigo Manuel de Quevedo, y tiene que cuidarse mucho en las conversaciones para no descubrir su asunto con Luisa. El tránsito de la compañía desde Catanzaro a Tropea, sin ser un largo viaje, resulta muy accidentado por el mal tiempo, la aspereza del terreno en algunos puntos y porque el alférez Juan de Cañas tuvo que ser trasladado en litera por estar enfermo de tercianas (fiebres); hubo varios heridos, algún muerto, cabalgaduras y suministros perdidos en los barrancos y al atravesar ríos muy crecidos, y Miguel se significa por alguna iniciativa valerosa para salvar a algún oficial y soldados. Una vez instalados en Tropea se decide llevar al alférez Juan de Cañas a Nápoles para que cure su enfermedad, y Miguel, que no podía resistir la ausencia de su amante, le convence para volver con él, prometiendo que reformaría su vida, que sería un buen sirviente para su tío, etc. El 14 de enero ya estaban de vuelta, el capitán no quiere ni oir hablar de Miguel y reprueba a su sobrino que lo haya traído de nuevo, pero, de las promesas y buenas intenciones, nada; pese al inicial rechazo del capitán, Miguel vuelve poco después a sus habituales tareas de asistente y sigue con las escapadas nocturnas y los engaños y vuelven las reprimendas y castigos del capitán, que no parecen importarle demasiado, aunque reconoce: ...desta suerte me perseguía la fortuna, aunque mejor podré decir eran avisos y aldabas y golpes que Nuestro Señor me hacía merced de darme, desviando por diversos modos y por tantas maneras la perdición de mi alma y mi inicua vida, a lo cual todo estuve siempre tan ciego y sordo... Tres años duró esta tórrida relación, llena de anécdotas que ocupan decenas de páginas en el relato de Miguel; en alguna ocasión tuvo que compartir a su amante con el amigo Quevedo y el jenízaro Diego Muñoz que coincidieron todos juntos en Nápoles, e incluso con un caballero de la Orden de Jerusalén y no faltaron amagos de duelo; se volvió celoso en extremo y hasta tuvo riñas a golpes y patadas con ella. Sólo se resolvió esta situación cuando la mujer contrajo unas fiebres y murió a finales de 1610. Todavía tuvo Miguel otra aventura amorosa, más fugaz, con otra mujer llamada Catalina Sánchez de Luna, en cuya casa vivió desde principios de enero a finales de marzo de 1611, después de haberse quedado sin trabajo y sin dinero; una vez más es indudable que esta dama también se enamoró perdidamente de nuestro protagonista.
IV.- El pícaro cortesanoHemos mencionado ya algunas de las anécdotas que ilustran la gran capacidad de Miguel para tejer toda suerte de engaños y trampas en pos del logro de sus propósitos y el encubrimiento de sus faltas. Hay muchas más que salpican su relato, especialmente desde el momento en que, tras la muerte del capitán Haya, entra al servicio de Francisco de Cañas
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40 (finales de 1606) y es licenciado en la práctica de sus obligaciones militares, para pasar a ser un sirviente en la corte de Nápoles hasta el final de su periplo por estos reinos (salvo el fugaz episodio de Catanzaro que hemos reseñado). La compañía del capitán Cañas fue llamada a España para tomar parte en la expulsión de los moriscos y partió en agosto de 1609, pero el capitán y parte de sus sirvientes personales quedaron en Nápoles, al abrigo de la licencia oficial de que disfrutaban; pocos meses después (en abril de 1610) Miguel es cedido, no sin disgusto por parte del capitán, como ayuda de cámara al mismísimo Conde de Benavente, Don Juan Alonso de Pimentel, Virrey de Nápoles, a quien sirvió hasta la vuelta a España de este noble, que en julio de 1610 sería reemplazado por el conde de Lemos (Pedro Fernández de Castro) al frente del virreinato; pudo volver a España con el de Benavente, pero prefirió quedarse en Italia. Fue sin duda alguna un buen sirviente de todos estos sucesivos señores, como se deduce del aprecio que le muestran y las recompensas que recibe5, buen conocedor del oficio de ayuda de cámara, cuyas funciones describe con precisión, y también del protocolo de la corte, que comenta con soltura y lujo de detalles. E igualmente se muestra astuto e imaginativo para sacar provecho de esta situación de privilegio en los palacios de Nápoles y Mesina, poblados de ricos señores y damas nobles habituados a la buena vida, aunque en algún caso, como en otros asuntos, su osadía implique el riesgo de perderlo todo en un instante. Vamos a destacar sólo algunos eventos puntuales que ilustran esta faceta de la personalidad de Miguel, que supone un complemento de extraordinario interés para entender la peculiar forma de ser de nuestro personaje. En diciembre de 1606 se traslada la residencia del capitán Francisco de Cañas y sus servidores desde el Palacio Virreinal al llamado palacio de Pici Falcone (Pizzofalcone, en la elevada colina del mismo nombre, cerca del puerto, enclave del primitivo núcleo de la ciudad, -ver ilustración previa-), para dejar sitio a otros ilustres visitantes (el Visitador del reino de Nápoles venido desde España y el Cardenal Zapata llegado desde Roma); este cambio de alojamiento les acarrea incomodidades, porque el invierno fue frío y el edificio estaba expuesto a toda clase de vientos y tempestades, y les obligaba a bajar hasta el palacio para buscar a diario la comida del capitán, su hijo Luis, su sobrino Juan y seis criados, así como carbón y otros suministros. Traían esta comida dos veces al día, para comer y cenar, en una cesta grande y venía en olla y platos de plata propiedad del conde. Una noche muy oscura en que tocó a Miguel ir con un esclavo y otro criado a por la cena fueron asaltados por tres ladrones; el criado salió huyendo, atacan al esclavo para quitarle la cesta y le hieren de varias cuchilladas; Miguel piensa en su deber y en defender sobre todo la plata del conde; se les enfrenta, recibe una enorme cuchillada en un hombro, alcanza a uno con su espada que en otro mandoble a oscuras se le rompe contra un muro, toma la del muerto Juan Alfonso Pimentel y Herrera, conde de Benavente, Virrey y atándose la herida con un lienzo persigue a los otros en la de Nápoles entre 1603 y 1610. oscuridad hasta darles alcance y lucha con ellos recibiendo (retrato El Greco, Museo Bonnat-Helleu, Bayona, Francia) otras dos heridas en costado y muslo, hiere a uno de ellos en el estómago y persiste en la persecución del otro hasta recuperar la cesta con la vajilla; más tarde aparecen compañeros avisados por el criado que huyó; las justicias también son alertadas y detienen a Miguel y a uno de los ladrones sin saber quién era culpable; la aparición del capitán Cañas y gente de su servicio sirve para que liberen 5 Nos parece claro en el relato de Miguel que fue un buen asistente personal de los sucesivos señores a los que sirvió, por encima de sus trampas y tropelías, y que, por ello, fue apreciado y recomendado sucesivamente por unos y otros hasta llegar a ayuda de cámara del propio Virrey, aunque en algunos estudios se haya sugerido que el aprecio hacia estos sirvientes muy jóvenes, entre los capitanes y oficiales de los tercios españoles en esta época, podría ser resultado de tendencias y prácticas homosexuales no confesadas (a lo que parecerían referirse ciertas expresiones de posible doble sentido o sintácticamente mal resueltas en nuestro relato, v. Irigoyen_García, 2007).
a Miguel; al ladrón le dieron tormento en los días siguientes hasta que confesó y fue condenado a 10 años de galeras, el otro que estaba herido murió a los seis días; Miguel y el esclavo tardaron mes y medio en curar. Tal como lo cuenta el protagonista parece claro que arriesga su vida únicamente por su sentido de la responsabilidad como guardián aquella noche de la plata (que no tanto de la cena), cuando hubiera sido más sencillo rendirse en cuanto recibió la primera estocada en el hombro que era peligrosa (cabía un dedo de través escondido en la herida), y haber esperado ayuda. Por otra parte sorprende el valor de que hace gala Miguel en estos trances de capa y espada estando en clara inferioridad (como en aquel encuentro en el camino a Benevento que hemos narrado páginas atrás), y siendo, como alguna vez reconoce, no muy diestro en el manejo de las armas. Total, con estos dos ladrones, Miguel, siendo prácticamente un niño, llevaba ya cuatro muertos en su haber a poco más de un año de su llegada a Italia y sin haber herido, como hemos dicho, a ningún turco, como cabría esperar de un soldado de las galeras del Mediterráneo. Si su fidelidad como sirviente se puede constatar en hechos como el precedente, no era menor el valor e ingenio que mostraba para tratar de justificar sus picardías y trampas ante sus señores. El capitán Francisco de Cañas era persona respetada y apreciada en el reino y solía recibir frecuentes regalos, entre otros abundantes dulces y conservas de las calidades más apreciadas en Italia y de los más diversos lugares de procedencia. En su cámara personal tenía una gran copa llena de confites grandes y muy finos de Bari, de una clase muy apreciada, recomendados para problemas de dejencio o corrimiento (¿estreñimiento?), que Miguel probó y le gustaron. En días sucesivos fue tomando más y más, y cuando la copa se iba vaciando la rellenaba por debajo con papeles, hasta que ya no se pudo disimular el saqueo y decidió llevarse el recipiente y lo que quedaba de su contenido para regalárselo a su amante Luisa. A poco más de un mes el capitán advirtió la falta de la copa y preguntó a Miguel por ella, éste le contesta, con absoluta tranquilidad, que tal vez haya olvidado que se la regaló a Doña Mencía, hija del conde de Benavente. El capitán llama a esta dama y su camarera, que según Miguel se encargó de llevar el regalo, y en presencia de ellas Miguel insiste, dando detalles inverosímiles de cómo fue el asunto, hasta el punto de que las damas llegan a admitir que tal vez pudo suceder como él dice, y el capitán no insistió más. En la misma habitación del capitán, a la que, como ayuda de cámara, Miguel tenía acceso libre y casi exclusivo, había un escritorio de nogal con muchos cajones, y dos de ellos estaban repletos de gran cantidad y variedad de dulces, ciruelas y bocados de Génova, pasta real o mazapán, piñonadas, azahar confitado y otras cosas que habían sido regalo de un mercader rico de Génova. Miguel se dedicó a sacar periódicamente cantidades regulares de estas delicias para regalarlas a Luisa y a otras devotas de no tanta afición, que ella no sabía, pero eran devotas de sólo plática... Al cabo de unos veinte días los cajones estaban vacíos, y el capitán no había advertido nada. Esto sucedía en marzo de 1610 y un mes antes habían pasado por la residencia el Marqués de Santa Cruz y el hijo del conde de Benavente, Don Juan de Zúñiga, quienes pidieron al capitán disponer de su cámara para redactar cartas y despachos con destino a España, por ser sitio más tranquilo que sus habituales estancias en palacio. Al poco tiempo el capitán abre los cajones para enviar un presente y al encontrarlos vacíos pregunta a Miguel si sabe algo al respecto. Con total desparpajo Miguel le dice que tal vez fueron aquellos señores quienes se los comieron el día en que ocuparon la cámara por gastarle una broma. El capitán va a palacio indignado y no encuentra a Don Juan, pero le cuenta la historia a su hermano Don García, a quien faltó tiempo para difundir el bulo por la corte, a lo que ayudaron especialmente algunas ilustres damas aficionadas al cotilleo. Por más que los acusados, cuando se enteraron, negaran todo, la cosa ya no tuvo remedio y nadie creyó sus excusas (añade Miguel que hasta hoy día no lo sabe persona viviente, sino es yo y Antonio –un criado muy amigo,confidente y cómplice de sus aventuras-, que se lo dije más de año y medio después y se rió mucho). En una ocasión apresaron a un amigo de Miguel que decía ser también ampudiano6, conocido por el nombre o apodo de Velache, que había resultado herido en una riña o pendencia y le pedía dinero para ungüentos y comida, porque nadie le socorría. Miguel roba del baúl de su capitán unas mangas muy buenas de raso que éste no usaba casi nunca y se las 6 Estando ya al servicio del conde de Benavente conoció a otro amigo y coterráneo, llamado Lucas de Castro que era de Torremormojón, con el que llegó a tener también amistad y confianza.
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42 entrega al ampudiano para que las empeñe, con el compromiso de que, al salir de la prisión y en cuanto tuviera dinero, las rescatara del empeño para devolverlas a su lugar de origen. Una semana después salió el Velache de la cárcel, Miguel lo buscó y reclamó las mangas, el paisano le dio mil excusas, y así un día y otro; Miguel pidió incluso a su amante Luisa una cadenilla de oro para intentar desempeñar por su cuenta las prendas, pero el Velache no es capaz de decir siquiera dónde las empeñó, hasta que al capitán se le ocurre pedir un día tales mangas y Miguel no sabe qué mentira inventar; dice que se las regaló a una dama y recibe reprimenda; va a por el Velache, que se había metido en otra pendencia y termina enfrentándose a él a daga y espada hasta que les separan; el paisano ampudiano desapareció y nunca más se supo.
EpílogoPersonaje complejo y contradictorio, en el que se mezclan en desiguales dosis el egoísmo, la osadía y la chulería, con la fidelidad, la ingenuidad, y la compasión, Miguel de Castro da la impresión a lo largo de su relato de que ni siquiera él mismo comprende y controla la historia de su propia vida. En muchos pasajes parece culpar de todos sus desarreglos vitales a su obsesiva y pasional dependencia de Luisa de Sandoval, que le hace pasar infinitas veces y sin solución de continuidad, del pecado a la contrición, del arrepentimiento a la recaída, del propósito de enmienda a la reincidencia contumaz. Pero otras veces se reconoce a sí mismo como transgresor por naturaleza de toda regla de comportamiento corriente o normal para un chico de su edad y oficio, buscando, eso sí, justificaciones morales varias para no atormentar demasiado su conciencia. Pudo alejarse de todo esto si hubiera aprovechado la vuelta de su compañía a España en 1609 o, más tarde, con el séquito del conde de Benavente, de cuyo servicio prácticamente desertó sin explicaciones, pero pudo más su locura que cualquier otra consideración. En España le esperaban negocios relacionados con su herencia y su familia; en 1609 su tío Antonio de Castro le había comunicado la muerte del obispo de Plasencia Don Pedro González de Acevedo y en marzo de 1610 tuvo noticia de la muerte de su padre y de que su tío Esteban Vicario había quedado como albacea y curador de su hacienda. Nada de esto le apartó tampoco de su tortuoso camino; prefirió seguir adelante, y, tras la muerte de su amada Luisa, quedó desamparado, sin oficio ni beneficio, presa de una especie de melancolía y abandono total, y teniendo que vivir prácticamente de limosna en casas de conocidos o amistades de otros tiempos. A finales de 1610 Miguel había entrado al servicio de Don Ramón de Cardona, caballero de la Orden de San Juan, luego estuvo alojado en casa de la citada Catalina Sánchez y poco más tarde se trasladó a Sicilia para los actos de nombramiento de Virrey de la isla del Duque de Osuna. Alli fue acogido, a finales de marzo de 1611, por Don Pedro de la Roca, Prior de la misma Orden de San Juan, quien probablemente contribuyó a enderezar un poco su vida; por desgracia este hombre murió en el mes de julio de ese mismo año y en septiembre Miguel se va a la isla de Malta con otro monje sanjuanista, Don Nicolás Cabarreta. En esta isla Miguel tomaría los hábitos de la Congregación de Ntra. Sra. de la Asunción de la Compañía de Jesús el día 15 de abril de 16127 y suponemos, porque su relato no va mucho más allá, que permanecería en la disciplina clerical hasta el final de sus días, tal vez, como en alguna ocasión sugirió, para purgar sus muchos pecados. Retornó a España más tarde, según se deduce del propio título de su relación y de una referencia que hace en nota marginal a un ajusticiamiento que presenció en Madrid en abril de 1617, en el que reconoció a un soldado de su compañía entre los reos, pero no sabemos nada de su vida después de su ingreso en la congregación jesuítica. Hemos resaltado sólo algunos de los episodios más notables de la vida de este ampudiano, hay mucha más información en su relato, que hemos soslayado por no alargar este esbozo y porque en algún caso ha sido ya tratada en otros estudios. Es particularmente rica en matices la gran cantidad de datos que ofrece sobre las obligaciones del ayuda de cámara de un Virrey, las costumbres diarias de éste, la relación detallada de oficios del palacio virreinal 7 Suponemos que en Malta viviría Miguel un tiempo en el monasterio y colegio que allí tenían los jesuitas (v. plano de La Valletta), convertido en 1592 por Bula del Papa Clemente VIII en el llamado Colegio Melitense, germen de la actual Universidad de Malta, que ya venía, desde 1561 impartiendo títulos reconocidos en Filosofía y Teología (Magister Philosophiae y Doctor Divinus).
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(más de 60 al servicio del conde, y otros tantos entre los servidores de la condesa y sus hijos) y hasta la calidad de los trajes o las comidas de estos personajes nobles representantes del reino de España en Nápoles y Sicilia, amén de las rencillas y diferencias existentes entre ellos por ocupar cargos y gobiernos. En todo caso, tal vez algunos de estos aspectos pudieran ser objeto de un estudio monográfico sobre la corte virreinal, que no era nuestro prioritario objetivo en estas líneas. Nos ha interesado aquí exclusivamente reseñar la figura de un ampudiano ciertamente peculiar, excepcional, aunque haya otras autobiografías de la época con evidentes paralelismos, como dijimos al principio. Para el debate y la reflexión, tanto del eventual erudito, como del simple curioso interesado en la historia de Ampudia, dejamos la discusión sobre la verosimilitud del relato, la calidad literaria del texto y la indagación de los posibles factores explicativos de una personalidad tan sorprendente y una vida tan convulsa.❏
.- Bibliografía1.- Ediciones del relato de Miguel de Castro: Castro, Miguel de (1900). Vida del soldado español Miguel de Castro (1593-1611). Ed. Antonio Paz y Meliá. Madrid/Barcelona: Biblioteca Hispánica, L’Avenc. Castro, Miguel de (1949). Vida del soldado español Miguel de Castro. Buenos Aires: Espasa-Calpe (Colección Austral). Castro, Miguel de (1956). Autobiografía de Miguel de Castro. En José María de Cossío (ed.), Autobiografías de soldados (siglo XVII), (BAE, vol XC, pp. 486-627). Madrid: Editorial Atlas. Castro, Miguel de (2013). Vida del soldado español Miguel de Castro escrita por él mismo (1593-1611). Prólogo Fco. Estévez. Sevilla: Ed. Espuela de Plata. 2.- Otros trabajos: Arellano, I. (2008). Rebeldes y aventureros del Siglo de Oro. En Hugo R. Cortés, Eduardo Godoy, Mariela Insúa Cereceda (eds.), Rebeldes y aventureros: del Viejo al Nuevo
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44 Mundo (pp. 25-28). Madrid: Iberoamericana Editorial, Dabaco, D. A. (2005). La autobiografía y la novela picaresca en el siglo de oro: “los ‘géneros’ del marginado”. Santa Cruz : Ed. University of California. Fernández, S. (1996). Figuras españolas del Renacimiento y el Barroco. México D.F.:UNAM, Universidad Nacional Autónoma de México. Gastañaga-Ponce de León, J.L.(2012). Caballero noble desbaratado: autobiografía e invención en el siglo XVI. West Lafayette, IN: Purdue University Press. Hutchinson, S. (2010). Esclavitud femenina y erotismo en el Mediterráneo áureo. eHumanista (Revista digital, Universidad de California, Santa Bárbara; consultado octubre 2014), vol 15, pp. 136-153. http://www.ehumanista.ucsb.edu/volumes/volume_15/2%20Articles/8%20ehumanista15.erotica.Hutchinson.pdf Irigoyen-Garcia, J. (sept. 2007). El espacio doméstico como espacio épico en La Vida de Miguel de Castro. Consultado mayo de 2014). Web The Free Library, http://www.thefreelibrary.com/El+espacio+domestico+como+espacio+epico+en+La+Vida+de+Miguel+de...-a0194333471 Juárez Almendros, E. (2006). El cuerpo vestido y la construcción de la identidad en las narrativas autobiográficas del Siglo de Oro (espec. capítulo 11, pp.162-174). Woodbridge:Tamesis Books. Levisi, M. (1984). Autobiografías del Siglo de Oro: Jerónimo Pasamonte, Alonso de Contreras, Miguel de Castro. Madrid: Editor Sociedad General Española de Librería. Peña Castrillo, L.J.(2003). Ampudianos distinguidos. En Publicaciones de la Insitución Tello Téllez de Meneses (nº 74, pp. 269-363). Palencia: Diputación Provincial. Pope, R. D. (1974). La Autobiografía española hasta Torres Villarroel. Berna/Frankfurt and Main: Hispanistische Studien, Herbert Lang, Peter Lang. Prignano , A. O. (2007). El inodoro y sus conexiones: la indiscreta historia del lugar de necesidad que, por común, excusado es nombrarlo, (pp. 34 y ss.).Buenos Aires: Editorial Biblos. Ribot García, Luis A. (1995). Las provincias italianas y la defensa de la Monarquía. Manuscrits, nº 13, Enero 1995, pp. 97-122.
Portadas de las ediciones del relato de Miguel de Castro.
Caminar por mi Pueblo María Jesús Sánchez
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na tarde de verano, de un día cualquiera, decidí hacer una caminata con mi hija; escogí un camino que lleva a todas partes y a ninguna, era cuesta arriba, ¡pero qué cuestecita!, a mitad de ella hicimos una parada, en esos momentos vino a mi memoria cuando mi madre hacía ese mismo camino con un “cunacho” y una cesta al majuelo a por uvas. Cómo han cambiado los tiempos, antaño subía saltando y ahora apenas podía subirla; claro que antes era una cría y ahora una sesentona. Los años me han hecho ver y fijarme en cosas que antes me pasaban inadvertidas, no las percibía. Teníamos de frente el norte, ¡qué grandiosidad!, al fondo veía los Montes de León, donde el horizonte juntaba la tierra con el cielo; era de una belleza indescriptible, con sus campos ya segados. Cuando estoy en Mallorca contemplando el mar, me quedo maravillada por su inmensidad y lo comparo con el paisaje castellano de tierra seca, árida… como su gente encorvada del trabajo para poder sacar con el sudor de su frente y la callosidad de sus manos el alimento, para que a sus hijos no les falte el pan; para ello, cuántas miradas al cielo para ver si cae esa lluvia tan esperada, que tanta falta hace a la tierra para que ese trigo germine. Al oeste tenía la puesta del sol, pero era tanta la luz que desprendía que mis ojos se negaban a permanecer abiertos; era de una blancura tan resplandeciente que parecía que podía traspasarte. Después del alto y del descanso seguimos caminando; por fin llegamos a la cima de la cuesta, ¡qué alivio!, tenía los pies molidos. Y otra mirada, mejor dicho una más, pues mi mente se iba empapando del paisaje después de tantos años de no haber subido, hacía que todo lo encontrara cambiado. Cerré por un rato los ojos y por mi mente iba pasando la película de mis recuerdos. Echaba de menos el ruido del agua que en otro tiempo corría por sus arroyos y ahora están secos. ¿Dónde están sus majuelos? ¿y sus guindales?, que a pesar de ser una fruta ácida nos gustaba; sería que como no se disponía de tanto vicio como el que ahora hemos tenido, dábamos valor a las cosas más insignificantes; no echábamos nada en falta, con lo que teníamos éramos felices.
¡Dios mío, qué tiempos! A la derecha teníamos la ermita de nuestra Virgen de Alconada. ¿Qué decir de ella? No importa la distancia, estemos donde estemos ahí está, para todos es nuestra alegría, nuestro consuelo o paño de lágrimas; siempre nos acompaña en nuestros corazones. Abro los ojos, levanto la vista y veo sus campos llenos de colorido, verdes, rojos, amarillos y ocres. Cuando sus trigos o cebadas están altos y vienen esos vientecillos que yo les llamo los aires de Castilla, hace que las mieses se cimbreen y parece que estás viendo las olas del mar. Las personas de la capital miran un poco por encima del hombro a los del pueblo, les consideran de menos nivel, no saben cuánta sabiduría guardan, y no digamos de su lenguaje… Cuando yo pronuncio algunas de esas palabras como “corito”, “arbañal” o “estrozado”, a mis hijos no les gusta, pero yo erre que erre, las he dicho y siempre las diré. En estos momentos me siento contenta, quiero cantar, no con mi voz sino con mi corazón. Y sigo cantando no solo a Castilla sino a todo lo que ella encierra, su tierra, su cultura, sus castillos y sus gentes recias para seguir adelante. A veces nos zarandea la vida, pero siempre conseguimos seguir y mirar al frente, ¡somos castellanos! Pero ha llegado el avance, los molinos eólicos, y como don Quijote por mucho que luchemos contra ellos no los venceremos; ahí los tenemos altos y vigorosos. Hay que dejar paso a la tecnología. Espero que por ello no dejen de venir los turistas a este pueblo pequeño pero grande en sentimientos, que hace que mis hijos y yo nos sintamos orgullosos de ser palentinos y ampudianos. Y los que por circunstancias de la vida hemos tenido que emigrar, no olvidamos nuestras raíces y queremos que nuestros cuerpos vuelvan otra vez a esa tierra que nos dio la vida. Después de haber dejado divagar mis pensamientos y ver el camino que he recorrido, y de pensar a dónde quiero llegar, mi hija y yo damos por finalizada nuestra caminata, bajamos la cuesta y nos encontramos en casa. ❏ La vida sigue. ¡Qué felicidad!
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Recuerdos de mi niñez en AMPUDIA Antonio Martín Enríquez
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ace ya muchos años que nací y viví parte de mi juventud en este querido pueblo de Ampudia. Por motivos conocidos de todos, mis padres, igual que otros muchos, con el fin de encontrar una mejor forma de vida, decidieron establecerse en otro lugar. Mis primeros pasos, según me contaron, los di por la Calle Nueva en compañía de otros niños de mi edad; actualmente seguimos teniendo buena amistad. Según fuimos creciendo, jugábamos por las escuelas (que eran de niños), por el “Tínter”, la mimbrera, hacia el cuartel y las huertas de alrededor, por el paseo, los cañicos de arriba y de abajo… Uno de los juegos que practicábamos era el del aro; consistía en correr por las calles haciendo rodar un aro guiado con una horquilla. En invierno, para protegernos del frío, nos refugiábamos al abrigo de los soportales. Allí hacíamos nuestros juegos de chiquillos, así como leer cuentos de “El Capitán Trueno”, “El Jabato”, “El Guerrero del Antifaz”, etc. Con la llegada del buen tiempo teníamos otras actividades, como “cazar” renacuajos en los pilones de los caños y en los arroyos. Había uno, el principal, que recogía las aguas de los caños y otras varias; en su recorrido pasaba por la Calle del Agua, donde también hacíamos nuestras travesuras, bordeaba unas huertas y en una de ellas había un moral, el de la huerta de Luisito “el boticario”. En la temporada de las moras, entre sus ramas estábamos todos los “chiguitos” del pueblo. Este arroyo seguía su curso entre las eras hasta perderse de nuestra vista allá por las tierras de cultivo. No quisiera olvidarme de “la Puentecilla”, aquel riachuelo que tenía una presa con aguas “limpias y cristalinas”, donde nos bañábamos en pelota picada
y salíamos más sucios que cuando entrábamos. En verano, mientras las horas de la trilla, dábamos unas vueltas sentados en el trillo, cuidando un poco de los animales que lo arrastraban (bueno, no sé quién cuidaría de quién) mientras el obrero echaba una cabezadita, que buena falta le haría, ya que durante la temporada de la recolección trabajaban por encima de sus posibilidades. Aquellos hombres y mujeres que tanto dieron y tan poco recibieron. En la temporada de la fruta teníamos otras ocupaciones, sobre todo cuando oscurecía; a correr las uvas, cerezas, perillos y lo que caía.
De Maestros y Escuelas Tengo un vago recuerdo de Don Máximo y su escuela de “los cagarrones”. Nos enseñó las letras vocales y algunas consonantes, y con ellas a formar palabras fáciles como papá, mamá, titi, etc. A las escuelas públicas no fui mucho (más bien poco). Me acuerdo en especial de Don Juanito, ¡qué mala leche tenía!, pero lo poquito que yo sé, entre golpe y golpe, lo aprendí con él. Otros maestros que yo conocí fueron: Don Basilio, Don Lino, Don Emilio y tal vez alguno más. Los sábados por la tarde teníamos clase de religión. Qué arte tenían aquellos maestros para dibujar en el encerado con tizas de colores algún pasaje bíblico. Por las mañanas, a la hora del recreo, nos daban aquella leche en polvo diluida en agua y el queso en porciones (PLAN MARSHALL); no tenía buen sabor pero era mejor que nada y nos venía muy bien para calentar un poquito nuestras vacías barriguitas.
Actos religiosos en el exterior de la iglesia Procesiones: La de Nuestra Señora de Alconada y la de Santiago, ambas con dulzaina, danzantes y paloteo. En las de Semana Santa la gente participaba con mucho respeto y devoción. Me viene a la cabeza una persona muy conocida en el pueblo, Luisito “el practicante”, con las innovaciones que este hombre hacía para mejorar el alumbrado de los pasos. La procesión que más recuerdo es la del Corpus Cristi, con la Custodia y las autoridades eclesiásticas bajo palio y, dando escolta, la guardia civil con su traje de gala; seguidamente las autoridades civiles y a continuación la gente del pueblo, hombres y mujeres por separado, como era entonces costumbre. Todos cantaban a viva voz: Tantum Ergo, Pange Lingua, el Amor de los Amores… Los asistentes vestían sus mejores ropas. De la iglesia sacaban en procesión las imágenes y algunas joyas que hoy se exhiben en el Museo de Arte Sacro. A su paso, el suelo estaba cubierto de hierbabuena y pétalos de flores. En varios puntos del recorrido colocaban altares, donde la procesión se detenía para hacer cánticos y oraciones. Así hasta llegar a su punto de partida, la Colegiata.
Funciones religiosas en el interior de la iglesia En las de Semana Santa traían predicadores para los sermones de las Siete Palabras, la Oración en el Huerto de los Olivos y otros. Me acuerdo un poquito de un predicador en especial, el Padre Riera, ¡qué miedo nos metía con el infierno! Por la Ascensión se hacían las comuniones; me acuerdo cuando la hice yo, que entre niños y niñas éramos muchos. Creo recordar que el único niño vestido con pantalón corto era yo, los demás vestían trajes de marinero y las niñas vestidos de novia. La situación económica de nuestra familia no era para ir vestido de tiros largos; en los años sucesivos ya fueron varios niños vestidos como entonces fui yo.
Monumentos de Ampudia No necesito recordarlos, porque siempre los tengo en mi mente. El Castillo, hermosa y sólida
construcción hecha de sillería, que le da al pueblo un valor incalculable, muestra de su historia y su grandeza. Era el lugar preferido para nuestras andanzas. ¿Quién no se acuerda de la Casa de las Brujas?, por cierto, cada vez que pasabas por allí salías con las sandalias bien adornadas, todos sabemos de qué. El hermoso templo de la Colegiata, con su inseparable compañera la Torre. Tan alta, esbelta y adornada que desde muy lejos se divisa su silueta clavando la aguja en el cielo. Cuando yo era niño creía que no podía haber en el mundo una torre tan bonita como la de mi pueblo. Y qué disgusto tuve un día de verano cuando se hundió la bóveda de la iglesia. Qué decir de los Soportales, esos postes con su aparente fragilidad. Durante tantos y tantos años, cuánto peso han tenido que soportar y, como testigos mudos que son, cuánta gente habrán visto y ven pasar, cuántas conversaciones han tenido y tienen que escuchar y cuántos secretos que guardar. Cada vez que estoy en nuestro pueblo echo de menos aquellas fuentes, pilones y lavaderos; con lo bien que estaban en su sitio, pero en fin…, agua pasada.
Espectáculos y funciones recreativas Ligeramente me acuerdo de las comedias y sainetes que se hacían en el Teatro de la Parra. Guardo mejor recuerdo del Cine Isabel; allí nos echaban los domingos las películas que entonces había. Algunas de ellas nos las ponen actualmente en la 2 de TVE como Joyas del cine español y universal. Recuerdo la representación de la Entrada del Moro que hicieron nuestros mayores, allá por los años cincuenta y tantos, de la cual se ha venido comentado hasta ahora. En un lugar muy determinado, con una antigua gramola, los domingos al atardecer reproducían la música bailable de la época; los jóvenes y las jóvenes bailaban mientras las madres, sentadas en bancos alrededor de la pista, vigilaban atentamente el comportamiento de sus hijas. X
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El comercio en la Ampudia de entonces
Fiestas y festejos populares:
Había un establecimiento (al lado de las escuelas de niños) donde se podía encontrar casi de todo: herramientas para todas las necesidades, ferretería en general, productos de droguería, material de imprenta, tejidos y mercería, etc. De tejidos y mercería, a parte del anteriormente citado, había varios comercios más. Establecimientos de ultramarinos había algo así como media docena; de frutas y hortalizas, panaderías, carnicerías, otras de vinos y licores, gaseosas y naranjadas; tiendas y puestos de pasteles y mistela, “pirulises”, pipas cacahuetes, chufas, chochos etc.
Fiestas: los Quintos; creo recordar que eran tres días de baile y juerga, con hoguera incluida. Los refranes a San Antón y la hoguera de San Juan. La fiesta de Santiago, siempre muy celebrada en el pueblo. Tal vez alguna más. Las fiestas mayores de pueblo, “Las Alconadas”, las más esperadas y festejadas de todo el año. Venían churreros, “carameleros”, almendreros, cadenas y caballitos, la barca, etc. Además del “tío del bote”, que a los que se acercaban a la mesa de juego les daba almendras y algunos “buenos palos”. Traían dulzaineros y orquestas para el baile y otras funciones. Toda la gente del pueblo salía a la calle y nosotros, los “chiguitos” lo pasábamos teta corriendo y jugando entre la gente. En estas fiestas se hacían también festejos taurinos. Tan solo me acuerdo de los que se hacían en un corral; el ruedo lo hacían con carros de labranza formando un círculo. Todo el pueblo participaba, unos pasiva y otros activamente. Un año marcó la pauta una famosa vaquilla, “la vaca descornada”, que dio más de un revolcón a los valientes que saltaron al ruedo. Esta vaca tan inquieta dio durante mucho tiempo de qué hablar y de qué reír en el pueblo. Cada ocho de Septiembre, mientras pueda, seguiré asistiendo a la cita que tenemos los ampudianos en Alconada, ese lugar tan emblemático para nosotros, con la Virgen, su ermita y la pradera. Unos van por devoción y otros lo consideramos como punto de encuentro para los ampudianos desparramados por el mundo. Tengo pedido a mis hijos, para el día que deje de estar en el mundo de los vivos, que si algo queda de mí, sea depositado en algún lugar de Ampudia, la tierra que me vio nacer. ❏
Talleres y personal especializado De albañilería, fraguas, carpintería, guarnicionerías, barberías para hombres y peluquerías para mujeres, sastres y modistas. Había también lecherías y negocios familiares que se dedicaban a la fabricación artesanal de quesos. Recuerdo cómo en la puerta de una de ellas se formaban colas de gente con recipientes para llevar a sus casas “el suero”, residuo líquido de la elaboración del queso. No me olvidaré de una “fábrica” donde se hacían de forma artesanal tejas y ladrillos; éste era el tejar de mi abuelo Eleuterio “el tejero”. Muchas y muchas de las piezas de cerámica que allí se hicieron siguen aún colocadas en las paredes y tejados de Ampudia y otros pueblos de alrededor. Había bares y tascas donde los hombres (digo los hombres porque en estos sitios eran mayoría) se reunían en pequeños grupos, comentaban temas de actualidad y otros ya pasados, tomaban sus bebidas preferidas y jugaban a las cartas o al dominó. Bueno, más o menos como ahora. Había fondas o posadas. En estos establecimientos paraban, para hacer noche o quedarse varios días, gente muy diversa, tales como arrieros, afiladores, hojalateros, capadores y otros que no tenían un sitio mejor para poder descansar. La vida mercantil que había en Ampudia era mucha, lo que pasaba es que ese metal tan querido y deseado (Don Dinero) en la mayoría de las familias brillaba por su ausencia.
Qué lejos está la tierra donde he nacido, qué triste nostalgia invade mi sentimiento. Al verte tan sola y triste, cual hoja al viento, quiero cantar. Quisiera llorar de sentimiento. Toñín (Curuchano)
Las memorias de Higinio “EL ESQUILADOR” Parte 1ª: TIEMPO DE HAMBRE: Guerra y Postguerra Este libro se llama “La vida de un hombre triste”. Yo me llamo Higinio Ariño, nacido el 4 de mayo de 1925, en un pueblo de la provincia de Palencia (España) llamado Ampudia de Campos. Soy hijo de Emilio Ariño y de Elicia Alejandre y somos cuatro hermanos: el mayor se llama Florencio, el segundo, que es una chica, se llama Isabel y el tercero se llama Julio. Yo, que soy el más pequeño, me llamo Higinio. Éramos una familia pobre, pero vivíamos felices. Hasta que un día llegó la mala suerte de que estalló la guerra de 1936, o sea, la Guerra de España. Yo tenía entonces 12 años y mi hermano el mayor ya había hecho el servicio militar en Zaragoza, en el año 1934 y estuvo hasta 1935. Mi hermano ya tenía novia e iban muy avanzados para casarse. Bueno, dejaré esto y volveré más tarde para contar lo que pasó después con la novia de mi hermano. Pues como les digo, era el mes de julio de 1936 y por nuestras tierras de Campos se siembra bastante cereal, o sea, trigo, cebada y otras legumbres. Mi padre, mis hermanos y yo, que tenía en esa fecha 12 años, nos ajustamos en una Finca que llaman el Monte de la Torre para hacer la cosecha del trigo y de los otros cereales, lo cual en aquel tiempo duraba 60 días, porque no había los adelantos que hay hoy día que hay tractores y máquinas más adelantadas que entonces. El patrón se llamaba Facundo y la mujer se llamaba Felisa; no tenían familia y eran bastante buenos para mí y para mi familia. En la Finca eran tres hermanos y cada uno tenía su terreno y sus criados, así que éramos nueve obreros y todos dormíamos juntos en una panera. No se crean que en una cama, que la cama que teníamos no era más que un poco de paja; pero estábamos todos contentos al pensar que ganábamos el verano para pasar bien el invierno. Pero eso duró poco tiempo porque el 18 de julio llegó una mala noticia para toda España y era que había estallado la Guerra, aunque en aquellos tiempos todo el mundo ignoraba lo que era una guerra. Me acuerdo bien que mi padre, mis hermanos y yo estábamos segando una tierra nuestra que teníamos cerca de la Finca donde estábamos traba-
jando; porque en el pueblo de donde somos nosotros hay mucho terreno que llaman El Monte, propiedad del Ayuntamiento de Ampudia, y allí había costumbre de que, a cada familia, el Ayuntamiento le arrendaba 8 hectáreas de terreno y nosotros las teníamos sembradas de trigo. Ese día, bien me acuerdo que cuando fuimos a comer, porque comíamos en el campo, mi hermano Florencio tenía un reloj de esos de bolsillo y, cuando fue a mirar qué hora era, lo había perdido. Pasamos un buen rato buscándolo y no lo pudimos encontrar. Bueno, ya nos pusimos a comer y en esto que cuando estábamos comiendo vimos venir a tres hombres con tres caballos. Era el Teniente Alcalde del pueblo que venía a decirnos que mi hermano el mayor tenía que bajar al pueblo para partir a la guerra. Así que ya casi no comimos por terminar de recoger el trigo, porque entonces se segaba con una máquina que lo hacía montones y había que recogerlo. Cuando terminamos era ya de noche y teníamos que ir a la Finca para llevar las mulas y la máquina y al mismo tiempo decir al patrón lo que pasaba. Esa misma noche bajamos todos al pueblo, mi padre, mis hermanos y yo, porque la Finca estaba a 10 kilómetros. Cuando llegamos a casa mi madre estaba llorando y lo mismo una abuela que teníamos con nosotros, o sea, la madre de mi padre, que la guardábamos nosotros porque tenía otro hijo que no quiso cogerla y la cogió mi padre. Nosotros teníamos una hermana, pero estaba casada en Palencia, a 24 kilómetros del pueblo donde vivíamos nosotros, en Ampudia. Al día siguiente llegaron unos camiones de los Militares de Palencia y se llevaron a bastante gente. Así que para mí ya empezó el Calvario y la tristeza porque, aunque tenía 12 años, ya pensaba como muchos que tenían 20.
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El día después tuvimos que subir a la Finca mi padre, el otro hermano y yo, pero para mi hermano eso duró poco tiempo porque a los 8 días también le llevaron a él, que tenía 18 años. Así que os podéis hacer una idea de la tristeza que nos dejó en la casa. Y no solo eso, porque todos los días se oía que habían matado a gente, así que siempre estábamos pendientes de si nos darían la noticia de que habían matado a alguno de mis hermanos. Y encima teníamos a mi tío, el marido de mi tía, o sea, la hermana rmana de mi madre, que le habían cogido los Falangistass y le querían llevar a la cárcel; árcel; a otros les sacaban dee sus casas, atados, y les mataban en las carreteras y les dejaban tirados comoo si fueran perros. Yo bien me acuerdo que un día iba ba con la burra a buscar ar comida a un pueblo lo que se llama Santa Ce-cilia, que es donde ba-jaba yo a por los víve-res, o sea, las comidas y el vino, y encontré tres muertos, que les habían matado por la noche y estaban atados en la cuneta. Yo subí y se lo dije a mi padre y al patrón y les bajaron al pueblo para que les enterraran. Desde esde aquel día el miedo se fue apoderando de mí al pensar en mis hermanos y si también a ellos les matarían en la Guerra. Por la noche, cuando dormíamos en la panera todos juntos, todos pensábamos en la Guerra. Me acuerdo bien que había con nosotros un padre de familia con siete hijos que trabajaba para un hermano de mi patrón y dormía con nosotros. Una noche eran las 12 cuando llamaron a la puerta y se presentaron dos hombres con fusiles y eran el Guarda Rural del pueblo y el Carnicero que venían a buscar a aquel hombre para matarle. El Guarda le quería matar allí mismo, pero mi padre y el Carnicero dijeron que allí no le mataban, que le bajarían al pueblo a ver qué decía el Alcalde. Decían que era un Comunista, pero era un hombre muy bueno y muy trabajador, lo que pasa es que pedía lo suyo y defendía lo suyo y por eso
decían que era Comunista. Así que mi padre cogió la burra y le montó con él y le bajaron al pueblo. Le llevaron a la cárcel y allí después de un tiempo murió ciego, dejando una mujer y 7 hijos, todos pequeños pues el mayor tenía 16 años. Así que para mí, al pensar en eso, sentía mucha pena. Seguimos con el trabajo mi padre y yo, además de un viejo que cogió el patrón para que nos ayudara a recoger la cosecha. Yo les llevaba la comida al campo, cu cuando un día salieron a mí cinco homro bres con escopetas; br eran hombres que se er habían marchado del ha pueblo porque les iban pue matar los Falangistas am escondidos y estaban e en eesa Finca porque allí había muchas matas de habí leña ya que tiene muchas hectáreas de terreno. hectá Dirigiéndose a mí lo D primero que me dijeron prime es que no llorara que no me harían har nada malo, nada que tenían mucha más q hambre y que les diera la comida que llevaba y el vino. todo lo que llevaba y Les di to partieron muy contentos, así que yo fui fu a ver a mi padre y al patrón y les conté todo lo había pasado. El paque me h dijo que había hecho trón me d bien, que volviera otra vez a casa y me daría su mujer más comida. Pero no fue solo eso porque al día siguiente en la Finca no quedábamos nada más que las mujeres y los niños porque los mayores se habían ido al campo. Eran las 8 de la mañana y yo estaba sacando agua de un pozo que había allí y teníamos que sacarla con un caldero; era bastante profundo pues tendría unos 16 metros de hondo y de allí sacábamos el agua para los animales y para nosotros. Cuando levanté la cabeza, vi que venían muchos Militares con fusiles. Yo me quedé mirándoles con mucho miedo porque en aquella época estábamos más atrasados que ahora y un militar nos parecía una cosa importante, y más al ver a tantos juntos. El que mandaba el grupo se acercó a mí y me preguntó si había visto a unos hombres con escopetas y yo le dije que no había visto a nadie, de tanto miedo que tenía. Entonces me cogieron y
me llevaron delante de ellos para que les enseñara las cuadras y los colgadizos de las ovejas, porque en esa finca había muchas ovejas, y también las casas. Así que yo iba el primero y entre mí pensaba que si estaban escondidos y empezaban a tiros yo era el primero al que iban a matar. No encontraron a nadie y se marcharon. Pero para mí continuaba el miedo, aunque mi padre y los patrones me decían que no me preocupase por nada. Como cada dos días tenía que bajar al pueblo de Santa Cecilia para subir comida, pues siempre pensaba en aquellos hombres. Además tenía que bajar por la noche porque por el día tenía que trillar para que mi padre pudiera descansar un poco. Como muchos de los jóvenes de ahora no saben qué es eso, se lo voy a contar: pues es dar vueltas con las mulas y unas planchas que tenían piedras de puntos para sacar la paja del trigo. Por eso tenía que bajar por la noche y además porque en nuestra tierra hace mucho calor por el día. Pues bien, un día, subiendo, salieron otra vez a mí para pedirme lo que llevaba y otra vez les di todo. Me acuerdo como si fuera ahora que un hombre se puso a llorar y me dijo que tenía cuatro hijos pequeños como yo y que pensaba en ellos. A los dos días, los pastores que subían de los pueblos nos dijeron que se habían entregado y que les habían llevado a la cárcel. Yo, aunque era pequeño, pensaba en aquel padre de familia y en qué iba a ser de esos pobres niños. Bueno, el tiempo pasaba y pronto íbamos a bajar al pueblo para estar con mi madre, que estaba con mi abuela. Así que en septiembre terminamos. Los patrones se portaron muy bien con nosotros, sobre todo la patrona porque, como no tenían hijos, a mí me quería mucho porque la hacía mucha compañía. A su marido le gustaba mucho el vino y había veces que se ponía a dar guerra y mi padre y yo le quitábamos de que la pegara. Ya bajamos a casa, pero la guerra seguía y mis dos hermanos seguían en el frente. En el pueblo casi todos los días había malas noticias de que habían matado a alguno, así que en mi casa nadie estaba contento, nada más que por pensar si llegaría la noticia de que habían matado a alguno de mis hermanos. Así se pasaron los meses hasta que un día en el mes de enero de 1937 tuvimos una mala noticia y era que a mi hermano el mayor le habían cogido los Rojos prisionero y, como entonces estábamos más atrasados que ahora, pues unos decían que le habían matado y otros que le habían acuchillado. Así que a mi madre, al oír eso, le atacó al corazón y cayó mala.
Entonces es cuando para mí y para mi padre nos cayó la desgracia más grande, porque mi madre no podía moverse de la cama y yo con 13 años tenía que hacer todo lo de la casa. No teníamos dinero para pagar una criada, así que, cuando venía de trabajar del campo o con mi padre de esquilar las mulas y otros muchos trabajos, pues yo tenía que hacer la comida o ir a comprar. Aunque teníamos a mi abuela con nosotros era como si no tuviéramos nada; al revés, una boca más para comer, porque era una mujer muy holgazana que siempre se estaba quejando de que no veía, pero se ponía a leer el periódico a las 10 de la noche. Mi padre, el pobre, hacía de todo, aunque su oficio era esquilador de mulas y de ovejas. En el mes de junio esquilaba las ovejas y en el invierno podaba las viñas. A mí, aunque era pequeño, me enseñó a esquilar y a podar. Bueno, dejaré esto para más tarde y volveré a contar mi historia. Mi madre seguía cada vez peor, sobre todo por pensar en los dos hijos que estaban en la Guerra, y mi hermana estaba en Palencia y no podía venir todos los días a ver a mi madre porque también a ella le habían llevado a su marido a la Guerra y tenía además un niño pequeño. Así que yo, cuando venía del campo, tenía que ir a las tiendas para comprar comida y, como no había mucho porque todo estaba racionado, había veces que había que hacer cola para para que te dieran aceite y otras cosas. Bien me acuerdo que un día uno del pueblo que se dedicaba a matar cerdos había matado uno y vendía el tocino, pero no daba más que 2 kilos por persona, si llegabas a tiempo, que si no, no había nada. Pues bien, yo llegué de trabajar y, sin decir nada a mi madre para no hacerla sufrir, cené y cogí la manta con la que me tapaba en el campo y le dije a mi padre que no dijera nada a mi madre, que me iba a hacer la cola para el día después que abrían a las 8 de la mañana. Mi madre creía que yo estaba en la cama, pero dense cuenta qué rato pasaría mi padre. Pero yo era más joven que él. Aquella noche, bien me acuerdo que era el mes de enero y cayó una helada terrible. Pero yo era el primero y, aunque muchos también fueron muy pronto, nadie me quitó la vez, porque yo pensaba en mi madre, para que pudiera comer un poco de grasa. No se me olvidará que aquel día había una chica que era muy guapa y, del frío que cogió, enfermó de una pulmonía y se murió; tenía 20 años. No solo era eso, pues cuando venía a casa y veía que mi madre marchaba peor y se pasaba todo el tiempo llorando por mis hermanos, para mí era
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una pena muy grande, aunque yo le decía que tuviera paciencia que iban a volver. A pesar de que venía cansado, por la noche, nada más cenar, me iba a la escuela porque el Alcalde daba escuela gratuita y no me costaba nada y a la otra, por el día, no podía ir porque tenía que ir a trabajar con mi padre. Bueno, se pasó el año 1937 y mi madre seguía cada vez peor, hasta que un día la tuvimos que llevar con una ambulancia a Palencia a casa de mi hermana. Así que mi padre y yo teníamos que ir a trabajar y pensar en mi madre, hasta que un día decidimos partir también para Palencia. Pero en casa de mi hermana no podíamos estar todos porque era muy pequeña, así que mi padre buscó una casa para nosotros dos. Mi padre encontró trabajo en la Fábrica de Armas y estaba bien. A mí me colocó para aprendiz en una confitería, por lo que yo estaba muy bien y muy contento, a pesar de que pensaba en mi madre que seguía mal; pero como estábamos al lado de mi hermana, yo estaba más tranquilo. Estaba muy contento porque los patrones me querían mucho y, como era la Guerra, había muchos Italianos que comían muchos pasteles. Como eran ellos los que mandaban y tenían mucho dinero, los domingos encargaban 500 pasteles y a mí me daban una buena propina. También había un Capitán que tenía una querida española; pues esa también me llevaba un pastel y me daba buena propina y un paquete de cigarrillos que yo, como no fumaba, se lo vendía a un compañero que era mayor que yo. Todas las propinas que sacaba se las daba a la patrona porque así no me gastaba el dinero en el cine, y eso que mucho se lo daba a mi madre cuando llegaba por la noche, porque en la confitería me daban de comer y de cenar. Cuando entraba y veía que mi madre había pasado mejor el día, para mí era mucha alegría y satisfacción. Lo mismo por la mañana cuando me iba a trabajar, me lo notaban todos, sobre todo el patrón que me quería mucho y veía que yo estaba contento. Había veces que, a pesar de la pena, me ponía a cantar, porque a mí siempre me ha gustado mucho cantar. Para mí, el tiempo que estuvimos en Palencia fue un tiempo feliz. Pero la felicidad duró muy poco, porque al año de estar allí, un día llegó un hermano de mi padre que vivía en Ampudia y era esquilador como él. Iba al médico porque estaba bastante malo; lo cierto es que a los 8 días de ir al médico se murió. Entonces fue cuando mi padre, como le gustaba mucho el oficio de esquilador porque venía de familia y en aquellos tiempos un
esquilador ganaba más que los obreros que iban al campo, pues decidió de marcharnos a vivir otra vez al pueblo. Así que otra vez para mí empezaba el Calvario porque mi madre continuaba mala y mis hermanos todavía en la Guerra y, sobre todo, el mayor que era ya 1938 y no sabíamos nada de él. Para mi madre era un martirio cuando los de Franco ganaban una Capital, pues en el pueblo los Falangistas hacían una fiesta. Mi madre y yo cerrábamos las ventanas para no oír cantar, que solo con pensar en mis hermanos ya era bastante. Pero, como les decía, teníamos con nosotros a mi abuela, que era una mujer muy “pindonga” y abría las ventanas para verlos. No entendía que a nosotros nos hacía muy mal; en vez de acompañar a mi madre, era al revés, se marchaba detrás de la música. Así que para mí era otro sufrimiento al ver llorar a mi madre. Bueno, yo ya empezaba a ser un poco mayor; tenía ya 14 años y yo, de 14, era como uno de 20, porque no había tenido niñez como otros. Como era la Guerra y no había gente joven en el pueblo, yo ya empezaba a ir al baile. Iba al baile los domingos y había una chica que la empecé a mirar y me gustaba pero, como éramos todavía “chiguitos”, pues era cosa de niños, bailábamos y nada más. Bailamos muchas veces juntos y esa es la mujer que tengo ahora, pero dejaré eso y ya vendré a contarlo más tarde. Me acuerdo que un día llegué del campo y como de costumbre tenía que ir a por la leche a una casa que nos la guardaban, pero ese día la criada la había vendido, así que mi madre no tenía nada para cenar, porque era lo único que tomaba por la noche. Pero yo que siempre estaba pensando en ella le dije que no se apurara que iba a buscar la leche. Cogí la lechera y fui a una casa que tenían muchas ovejas y que nos conocían bien. Llamé a la puerta y salió la mujer y le dije lo que me pasaba y si podía darme un litro de leche y me dijo que no, porque tenía que hacer el queso. Os podéis hacer una idea del disgusto que me dio, cuando tenía más de mil litros ¡Y por un solo litro! Me di media vuelta y me fui para casa casi llorando al pensar en qué iba a tomar esa noche mi madre. Cuando llegué a casa ya estaba allí mi padre y, al entrar, me vio la cara que llevaba y me preguntó qué me pasaba y se lo dije. Entonces mi padre cogió la lechera y se marchó a buscarla, pero con mala intención. Cuando llegó había entrado el marido que venía de una finca donde tenía más ovejas y traía más leche. Cuando vio a mi padre le preguntó qué quería y mi padre le dijo que si le
vendía un litro de leche y él contestó que como si quería tres. Entonces mi padre le dijo lo que a mí me había pasado con su mujer y si no le quita mi padre, pues le pega a la mujer. Bueno, pues como les decía antes, la Guerra seguía y nosotros no sabíamos nada de mi hermano el mayor y ya era el 1939. Cuando se acabó la guerra, me acuerdo bien que estábamos esquilando una mula allí en el pueblo, cuando una tía mía entró corriendo a decirnos que Florencio estaba vivo, que le habían visto unos del pueblo que eran Falangistas y habían entrado en Valencia, que era lo último de la Guerra, y le habían encontrado en un hospital. Os podéis hacer una idea de la alegría que nos dio el saber que estaba vivo. A los pocos días nos mandó unas fotos con uno del pueblo que en aquellos momentos andaba con un camión, porque a casa no podía venir todavía hasta que no vieran quién era. Se pasaron dos meses y entonces vino con unos días de permiso y al ver cómo estaba mi madre sintió mucha pena. Como les decía al principio de esta historia, cuando le llevaron a la Guerra mi hermano ya tenía novia y se iban a casar. Pero la novia, como creía que no iba a volver, pues se echó otro novio, que era un vecino de ella, o sea, que lo habían arreglado los padres. Como yo ya bailaba con las mozas, mi hermano, cuando vino, me mandó que bailara con ella y que le preguntara si podía bailar también él con ella. Me dijo que sí, lo cual fue una gran historia, porque cuando ella fue a casa les dijo a sus padres que mi hermano le había dicho que si no se casaba con él, la mataba, cosa que era mentira. Ellos tenían tierras y tenían un obrero, y el obrero que tenían era mi tío, o sea, el marido de la hermana de mi madre, y cuando entró del campo para dejar las mulas, pues el padre de la novia de mi hermano le contó lo que mi hermano había dicho. Entonces mi tío fue a nuestra casa y se lo dijo a mi hermano, pero mi hermano, que no había dicho eso, fue con mi tío y delante de su padre y de su madre le dijo que dijera la verdad; entonces ella se puso a llorar y reconoció que era mentira, que lo que pasaba es que le quería a él y no al otro. Entonces los padres le dijeron a mi hermano que les perdonara por lo que le habían dicho a mi tío. Así fue que, cuando ya volvió al pueblo, pues se casaron. Como se acabó la guerra, el otro hermano también vino y ese también estuvo poco tiempo en casa porque enseguida se echó novia y se casó. Así que me quedé yo otra vez solo con mi padre y mi madre enferma y con mi abuela, que ya era bastante vieja […]
Así se pasaron los años con mucha miseria hasta que ya en el 42, en el mes de marzo, mi madre se murió y antes, en el 41, se murió mi abuela, que también la tuvimos bastante tiempo en la cama enferma […] Bueno, ya llegó el año 1945 que fue un año de mucha hambre, porque ni con el dinero se encontraba para comer. Me acuerdo bien que hicieron una carretera a 4 kilómetros de nuestro pueblo y yo fui a trabajar allí y la llamaban “la carretera del hambre”. Había que quitar la tierra a palas y con carros y, después de trabajar todo el día, había que venir a pie. Con el poco pan que nos daban había que tener para todo el día, pero para cenar ya no teníamos. Me acuerdo que aquel año, por el mes de junio, esquilábamos ovejas todos juntos, mis hermanos, mi padre y yo porque, aunque mi hermano el mayor tenía tierras y mulas, para esa época venía a esquilar con nosotros. Mi hermano era muy “suelto”, pero yo no me quedaba atrás y siempre estábamos a ver quién esquilaba más. Un día estuvimos como locos todo el día hasta que ya habíamos esquilado 20 ovejas sin parar y mi hermano veía que yo le iba a dejar atrás; entonces dijo: “Bueno, hay que parar, ya veo que puedes más que yo”. Entonces me puse muy contento, pero cuando llegué a casa, me metí en la cama y si estaría cansado que me pude quitar una bota, pero la otra me quedé dormido con ella. Mi padre, como había visto el día que había pasado, subió a donde yo dormía y vio que tenía una bota puesta y llamó a “mi tía” para que me viera; entonces le contó lo que había pasado con mi hermano y que yo le había dejado atrás. Al día siguiente había que volver a empezar, porque nos poníamos cuando salía el sol y lo dejábamos cuando se metía. Todo el día estábamos boca abajo porque las esquilábamos a tijera, no como ahora que tienen máquinas. Después había que volver a casa a pie porque, aunque yo tenía bicicleta, no la llevaba para no dejar solo a mi padre que venía en el burro. Mis hermanos sí que llevaban la bicicleta, pero yo venía a pie y había pueblos que estaban a 7 kilómetros, así que me agarraba a la cola del burro y algunas veces se bajaba un poco mi padre. Otras veces íbamos a otros pueblos y si tendríamos humor que, después de estar esquilando todo el día, nos poníamos a bailar con las chicas. ❏
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El desconocido bautizo del niño de Ampudia (Palencia)
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Carlos del Peso Taranco los ocho días del Nacimiento de Jesús celebraba la Iglesia la fiesta de la Circuncisión del Señor, el 1 de enero1. Esta fiesta, de origen judío y de cierto carácter iniciático, fue mantenida por las pequeñas comunidades hebreas que se resistieron a abandonar su tierra con la expulsión en 1492. En el siglo XV, Ampudia contaba con una importante aljama judía. IZQUIERDO (2004) cita para la judería ampudiana más de 200 almas el mismo año de la expulsión de los judíos (1492), muchos de ellos acabarían como judíos conversos abrazando la nueva fe y manteniendo sus ritos enmascarados en fiestas cristianas. Esta pequeña comunidad mantuvo, de forma enmascarada, sus ritos aún convertidos a la nueva fe. Durante siglos, el Bautizo del Niño Jesús abría el calendario festivo anual ampudiano, al igual que se mantuvo en Palencia capital (con datos de la segunda mitad del siglo XVI), en la localidad del Cerrato palentino Castrillo de Don Juan2, en la segoviana Cuéllar3 (documentada desde 1679), en Venialbo4 (Zamora), o en Tierra de Pinares (con importantes comunidades judías) de Soria y Burgos donde pueblos como Navaleno (Soria) o la Aldea del Pinar (Burgos) celebran sus conocidas Fiestas del Jesús el segundo domingo de enero después de la Epifanía5. El hecho de ser la circuncisión6 un rito iniciático, unido a la presencia de una importante comunidad judía en Ampudia, al igual que ocurre en los entornos de 1 Durante los primeros días del año instaura la Iglesia la devoción al Dulce Nombre de Jesús, intentando que la fiesta judía de la Circuncisión pasara a un segundo plano. Distintos Papas durante el siglo XVI y aún antes, difunden la devoción estableciendo su celebración el domingo comprendido entre la Circuncisión (1 de enero) y la Epifanía (6 de enero), o en su defecto el 2 de enero, fomentando la creación de Cofradías Pontificias del Dulce Nombre de Jesús (DÍEZ RODRÍGUEZ, 2014). 2 Castrillo de Don Juan (Palencia) celebraba a principios de enero sus fiestas del “Dulce Nombre de Jesús” o “Fiestas del Niño” durante una semana con bailes diarios y procesión el día 3 de enero con danzas (en las últimas décadas sustituidas por jotas muy del gusto del sur provincial). La fiesta, aunque muy desdibujada se sigue celebrando (FRANCO, 2015). 3 Donde la Cofradía del Niño de la Bola goza todavía de buena salud y cumple con su fiesta los día 1 y 6 de enero con danzas al Niño. 4 Celebrando el Baile del Niño, con sus características “venias”, el día 27 de diciembre. 5 Fuera de las localidades castellanoleonesas aparece también, entre otras, la Fiesta del Niño en la localidad madrileña de Navalagamella, el primero de enero, donde los quintos danzantes acompañan a la imagen del niño Dios entre cantos y danzas, ritual ampliamente estudiado por FRAILE (2007) y en Murcia, su famosa Fiesta del Niño de Abarán, el 6 de enero. 6 La circuncisión es la ablación ritual del prepucio de los varones, mandada por la ley mosaica judía. Jesús nació y vivió como judío. Se cumplió con los dos preceptos hebreos: la circuncisión de Jesús y la presentación en el templo después del periodo de 40 días de purificación de su madre, así lo recoge el evangelista Lucas en sus escrituras. Importante fue también la Cofradía de Nuestra Señora de las Candelas en Ampudia cumpliendo todavía con los rituales de origen hebreo, el dos de febrero, ofreciendo un par de pichones en el templo.
San Miguel de Palencia capital o en los alrededores de San Esteban en Cuéllar o con fuerte población judía en Tierra de Pinares, da pie a pensar en la posibilidad que estas hermandades que siguieron de alguna manera, con el culto del Bautizo del Niño Jesús, estén íntimamente vinculadas con el mundo judío. Las Cofradías7 del Dulce Nombre de Jesús (en Cuéllar denominada del Niño de la Bola) se encargaron del rito acompañando la fiesta con danzas, bailando al niño al son de viejos villancicos. Sabemos, por la documentación histórica, que hacia 1652, un mayordomo ampudiano de la Cofradía del Dulce Nombre de Jesús paga unas danzas para su fiesta el 1 de enero. El decaimiento de muchas cofradías, entre ellas esta pequeña Cofradía del Dulce Nombre y la voluntad de la iglesia de reorganizar estas hermandades religiosas, en el siglo XVIII, para evitar gastos desmesurados e innecesarios, hizo que se fusionaran las pequeñas en otras más grandes, generalmente como ocurrió en Ampudia, en la Cofradía del Santísimo Sacramento (DIAZ, 2011), que asume hasta el día de hoy los ritos propios de la ya extinta Cofradía del Dulce Nombre de Jesús, entre ellos todo lo que supone la celebración del Bautizo del Niño Jesús. Todavía hoy, la imagen del Niño Jesús es custodiada por el mayordomo de la Cofradía del Santísimo Sacramento desde ese mismo día 1 de enero, durante el año que le corresponde “dar la cofradía”. Desgraciadamente la falta de los libros de las cofradías hace muy difícil ahondar en la documentación histórica de la fiesta y su vinculación al mundo cofrade. De los símbolos que identificaban la antigua hermandad religiosa, sólo nos ha llegado hasta nosotros la imagen devocional, restaurada hace pocos años por la Cofradía del Santísimo Sacramento, no habiéndose conservado ni los guiones o estandartes ni las varas de mayordomía propias. La imagen barroca del Niño Jesús, representado como Dios del Universo, vestida de gracia, con potencias de plata y sonrosados carrillos, porta la bola del mundo en una mano, donde se apoya una cruz de plata, mientras con la otra hace acción de bendecir. Probablemente existieran unas andas con baldaquino para mayor realce de la imagen al procesionarla, pues así se ha conservado en Cuéllar, Palencia, Navalagamella y Navaleno. En ocasiones esta imagen del Niño Jesús contaba con pelo natural, como era costumbre en muchas imágenes vestideras del siglo XVII y un singular conjunto de vestidos propios8. La cuadrilla de danzantes que acompañaba la procesión (siempre de exclusividad masculina por tradición) era atendida por cofrades, devotos o contratada para tal fin ejecutando, entre su repertorio, además de las danzas de castañuela, dos lazos de paloteo propios de estas fechas, los villancicos “El Bienvenido”9 y “El Portal de Belén” que han perdurado en el muestrario ampudia7 La Cofradía podría definirse como una Hermandad erigida canónicamente que, además de los fines de beneficencia, piedad o caridad, se constituye para el incremento del culto público. Aunque pueda tener un origen seglar, la Cofradía está sometida a la jerarquía eclesiástica (DÍAZ, 2011). 8 La imagen conserva uno de ellos ya en desuso, y alguno más de reciente creación. 9 “El Bienvenido” es un villancico del que aparecen versiones en distintas regiones españolas, entre ellas Castilla y León, Navarra, Baleares o Aragón. El villancico ya conocido en el siglo XVIII (aparece ya en la música religiosa de villancicos de de la iglesia de los Santos Juanes de Nava del Rey, Valladolid, (GARCÍA MARTÍN, 2011)) fue ampliamente divulgado en pliegos de cordel durante el siglo XIX y asoma en los repertorios de danzas de danzantes de la Tierra de Campos, entre ellos además de Ampudia, en el repertorio del desaparecido paloteo de Guaza de Campos, en Fuentes de Nava o en Villafrades (Valladolid).
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56 no, ya desvinculados del rito festivo. Estos dos villancicos aparecen también en otras cuadrillas de danzantes terracampinas como la de Fuentes de Nava o la de Villafrades de Campos, probablemente en el ir y venir de los distintos maestros de danza e instrumenteros (si actualmente y al menos durante los últimos 125 años, es la dulzaina o charambita, acompañada de la caja, la que se contrata para el acompañamiento musical de la procesión, anteriormente fue el tamboritero de flauta de tres agujeros y tamboril). Al ritmo de villancicos se baila todavía al Niño Jesús en Palencia, con su tradicional “Ea” (existiendo versiones ampudianas de este mismo tema), o al Niño de la Bola en Cuéllar (que contó en su día con danzantes con libreas de casaca y calzón vestidos de sedas) y son todavía los hombres los que tienen el privilegio de echar “el Baile al Santo”, siempre de cara a la imagen, en Navaleno donde se le peina y se le viste con primor al Niño Jesús. La fiesta pervive en Ampudia hasta los primeros años de la década de los 50 del siglo XX, posteriormente se pierde la costumbre definitivamente hasta que en 1982, una ampudiana, Ascen del Valle, decide recuperar la misma hasta nuestros días, con el rito muy perdido. Desgraciadamente, mientras en Palencia capital, luchan por una mayor exaltación de su fiesta del 1 de enero, llenando las calles que rodean el templo de San Miguel de gentes de todos los lugares, en Ampudia la fiesta, va perdiendo su impronta más genuina, cayendo en el olvido sus danzas. El despoblamiento rural, el escaso compromiso de las nuevas generaciones, el exiguo interés de administraciones locales y eclesiásticas, el decaimiento de las Cofradías, el poco apego a lo propio, especialmente a nuestro rico patrimonio inmaterial, el desconocimiento del rito y los últimos cambios de horario (los bautizos siempre eran por la tarde) van acabando con una de las fiestas más curiosas del calendario festivo ampudiano. Sólo el interés titánico de personas contadas mantiene viva la llama de esta celebración que hunde sus raíces desde hace más de 500 años. ❏ BIBLIOGRAFÍA DIAZ (2011). Cabildo de Cofradías. Exposición temporal Casa Revilla. Valladolid. DÍEZ RODRÍGUEZ (2014). Teresa Dulce Nombre de Jesús. Diario Palentino del martes, 16 de diciembre de 2014. FRAILE GIL, J. M. (2007). Madrid. El eco judío de la Fiesta del Niño. Revista de Folklore nº 319. FRAILE, A.; HERRANZ, E. (1991). La Cofradía y procesión del Niño de la Bola de Cuéllar (Segovia). Revista de Folklore 130. Año 1991. FRANCO GARCÍA, M. (2015). Cancionero (de memoria) festivo del Cerrato palentino. La fiesta, sus ritos y su música. Adri Cerrato palentino. GARCÍA MARTIN, J. H. (2011). Música religiosa en la Castilla rural de los siglos XVIII y XIX. La capilla de música de la iglesia de los Santos Juanes de Nava del Rey (1700-1890). Salamanca. IZQUIERDO MISIEGO, I. (2004). Historia de Ampudia. Ayuntamiento de Ampudia (Palencia). PEÑA CASTRILLO, L. J. (2012). Nuevos datos históricos de la danza de Ampudia. Comunicación personal. danzantesdepalencia@gmail.com
Ampudia en los libros
Dos viajeros ilustres: Ponz y Quadrado Daniel Franco Romo
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os libros de viajes constituyen un género de larga tradición que ha recorrido épocas y sociedades diferentes hasta llegar a nuestros días. Los relatos en los que un viajero describe sus vivencias como si de un cronista se tratara ofrecen la posibilidad de descubrir nuevos lugares a través de la mirada de otro o de revisitar, desde un prisma nuevo, lugares en los que ya se ha estado con anterioridad. Son, además, una importante fuente de conocimiento histórico, geográfico o antropológico, sobre todo cuando pertenecen a épocas sobre las que la información disponible es escasa. De uno u otro modo, los libros de viaje dejan constancia de la impronta del momento histórico en el que son escritos. Muestra de ello es el Viage de España, en que se da noticia de las cosas mas apreciables, y dignas de saberse, que hay en ella, obra del valenciano Antonio Ponz (17251792) publicada en dieciocho tomos entre 1772 y 1794. De profundos conocimientos artísticos, Ponz fue una figura destacada de la política cultural de los Borbones de la segunda mitad del siglo XVIII, bajo el reinado de Carlos III. Un período de despotismo ilustrado y caracterizado por el desarrollo de reformas en el ámbito económico, político y cultural. Tras la expulsión de la orden de los jesuitas en 1767, el ministro de Hacienda Campomanes le había encomendado la tarea de inventariar las obras de arte que habían pertenecido a la Compañía de Jesús. De ese encargo resultó su Viage de España. La catalogación del patrimonio artístico y su análisis constituyen, por tanto, el objeto principal de su libro. Pero, acorde con el espíritu ilustrado del momento, su propósito era en realidad más ambicioso, queriendo contribuir a un conocimiento más profundo y preciso de España como paso previo a la transformación de aquellos aspectos más deficientes del país. Así, la descripción del legado artístico se entremezcla con datos sobre la historia, la demografía, la geografía, la economía o las costumbres de los lugares que visita, recogiendo información diversa que posibilitara posteriormente diseñar planes de reforma concretos. Con todo ello, Viage de España ofrece, en conjunto, una visión panorámica que abarca aspectos muy variados de la realidad social de la época. Ponz dedica a la provincia de Palencia varias páginas de su obra. En el tomo undécimo, concretamente en las
cartas V y VI, cuenta que llega a Palencia desde Valladolid, entrando por Dueñas y continuando por Villamuriel hasta desembocar en la capital. Siguiendo la misma línea que en el conjunto del libro, se detiene sobre todo en la descripción artística de las iglesias, pero también da cabida a otros aspectos de la ciudad, de la que destaca su industria textil, al tiempo que lamenta la suciedad y el mal olor de sus calles. Ponz continúa su viaje hacia León y desde allí se desplaza a Burgos para regresar seguidamente a Palencia. Camino de Rioseco, se detiene en Ampudia. Lo relata en la carta V del tomo duodécimo, donde hace referencia a la colegiata, de cuya torre afirma que “vista de distancia tiene una apariencia como la de Toledo; pero acercándose se ve una construcción caprichosa, y de ningún estilo”. El camino seguido por Ponz con su libro de viajes artísticos va a ser retomado, medio siglo después, en Recuerdos y bellezas de España, obra colectiva publicada entre 1839 y 1865. Concebida y dirigida por el pintor y dibujante barcelonés Francisco Javier Parcerisa (1803-1875), tiene como objetivo la recuperación de la conciencia artística, recogiendo para ello el patrimonio existente en España a lo largo de doce tomos organizados geográficamente. También en este caso el arte constituye el principal motivo de la obra, pero acompañado igualmente de información sobre el paisaje o la historia de los lugares visitados por los diferentes viajeros que recorren España para elaborar cada uno de los volúmenes. Parcerisa ilustró la obra con sus propias litografías y contó con la colaboración de varios autores para la redacción de los textos. El historiador balear José María Quadrado (1819-1896) fue, al menos cuantitativamente, el principal de todos ellos. Varios volúmenes llevan su firma, entre ellos en el que se incluye Palencia. Quadrado visitó la provincia en el año 1852 y el resultado de ese viaje se plasmó en el tomo Valladolid, Palencia y Zamora, publicado en 1861. Un total de siete capítulos están dedicados a Palencia. En el primero de ellos, centrado en Tierra de Campos, se detiene brevemente el autor en la Torre de Mormojón para, a continuación, referirse a Ampudia como “la muy nombrada villa”, de la que destaca la torre de la colegiata, que como a Ponz también le recuerda a la de Toledo. ❏
Fuentes: ARROYO, Luis Antonio, ARANA, Marina y PÉREZ, Cesáreo: Palencia en los libros de viajes. Palencia: Institución Tello Téllez de Meneses, 2008. AYUSO, César Augusto: Palencia en la literatura. Palencia: Cálamo, 2000. DE LA SERNA, Víctor: Nuevo viaje de España. Madrid: Prensa Española, 1959. REVUELTA, Manuel: “La recuperación de la conciencia artística en Palencia”, Publicaciones de la Institución Tello Téllez de Meneses, nº 70, 1999, pp. 359-384.
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EL “ VIAJE DE ESPAÑA” DE D. ANTONIO PONZ Después de mi corta mansión en Burgos volví a Palencia, como a centro de estas expediciones [...] Siguiendo después a esta Ciudad de Rioseco, según el primer proyecto, y caminando hacia Poniente, llegué a Ampudia, distante cuatro leguas de Palencia, quedando el Lugar de Paradilla a mitad del camino. Lo más del territorio viene a ser un páramo, y después una vega, sin encontrar un árbol desde que se pierde de vista Palencia. A uno y otro lado del camino, en mayor o menor distancia, se alzan a ver diferentes pueblos, como son Torre de Mormojón, Castro-Mocho, Castro Monte [sic], Grijota, etc. Ampudia me pareció Villa de cerca de cuatrocientos vecinos; tiene Iglesia Colegiata de estilo gótico, sin cosa notable en cuanto a sus ornatos. La torre vista de distancia tiene una apariencia como la de la Catedral de Toledo; pero acercándose se ve una construcción caprichosa, y de ningún estilo. Hay dos retablos de hacia principio del siglo décimo sexto, como yo creo; el del lado del Evangelio fundación del Obispo de Burgos D. Pasqual de Ampudia, natural de esta Villa, que murió en Roma y está sepultado en el Convento de los PP. Dominicos de la Minerva en aquella Ciudad, de cuya Orden fue. De Ampudia a Medina de Rioseco hay cuatro leguas, tres de ellas hasta Palacios, quedando a mano izquierda los pueblos de Valoria del Alcor y Montealegre; éste sobre una loma con su castillo bien conservado, según parece. A la misma mano quedan en despoblado el Monasterio de los PP. Gerónimos de Valdebusto, y el de Bernardos de Matallana; a la derecha se descubre Castril de Vela, Meneses y otros lugares. Todo el territorio, y generalmente lo demás de Tierra de Campos, es lástima que esté tan pelado de árboles, de suerte que da pena ver tan rasas aquellas dilatadas llanuras; por este camino solo hay algunos, cerca de los Monasterios referidos, y en una huerta cerca de Palacios, por donde pasa un riachuelo. Antonio Ponz: “Valladolid en el Viaje de España” (1783)
“RECUERDOS Y BELLEZAS DE ESPAÑA”, DE J. Mª QUADRADO Todavía encima de Ampudia conservan las cuadradas torres sus almenas; mas no son estas las que principalmente fijan la atención del que se acerca a la muy nombrada villa, sino la de su iglesia colegial que de lejos aparece robusta a la vez que ligera con cierta semejanza a la de Toledo. Imítala en los dos estribos que avanzan de cada uno de sus ángulos, y con istriados pilares, balaustres y candelabros como que aspire a producir el efecto de gótica crestería, mayormente en el segundo cuerpo octógono y en la aguja del remate; de cerca se descubre que la obra, poco más feliz en su remedo que la fachada superior de San Pablo de Valladolid, no data tal vez mas allá de los tiempos de duque de Lerma, que en 1608 hizo trasladar a la parroquia la antigua colegiata de Husillos. El templo de tres naves, que se comunican por arcos de medio punto y cuyas bajas bóvedas se revistieron posteriormente de crucería, no pertenece a una sola época ni a un orden determinado; agudas ojivas forman sus portadas laterales. En la capilla mayor yacen sobre túmulos las efigies de los nobles Herreras y Ayalas sus patronos; en la de S. Ildefonso la de D. Alonso de Fuentes canónigo y provisor de Burgos y la de su padre. Nótase en esta capilla un retablo plateresco con pasajes de relieve entero, y en la de la Concepción erigida por D. Alfonso Martín Castro y empezada en 1514, un bello grupo de alabastro de la Virgen y Santa Ana con el niño Jesús y en el segundo cuerpo la crucifixión dentro de un marco del renacimiento[...] Ceñían Ampudia fuertes muros, en los cuales se encerró hacia 1298 D. Juan Núñez de Lara contradiciendo la regencia de Dª María de Molina; pero al acercarse la magnánima reina huyó a Torrelobatón el rebelde, y la villa se rindió. Poseíala a la entrada del siglo XV D. Sancho de Rojas arzobispo de Toledo, y la dio al hijo de su hermana Dª Inés, al mariscal Pedro García de Herrera, cuya familia la transmitió por enlace a los condes de Salvatierra. Duro, violento, fogoso sostenedor de las Comunidades para satisfacer a merced de las revueltas sus venganzas y sus caprichos, perdióla con sus demás estados y con la vida el último conde D. Pedro de Ayala, desangrado en el castillo de Burgos; más tarde la obtuvo el poderoso duque de Lerma, a cuya protección debió su aumento y sus más insignes prerrogativas. José Mª Quadrado : “Recuerdos y bellezas de España” (1861)
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NOTICIAS DE HEMEROTECA (Recopiladas por José María Velasco Peinador) 1871
El duque de Alba deja de cobrar las alcabalas de Ampudia “Resolución del mismo ministerio, declarando caducada la carga de justicia de 1.453 pesetas 77 cénts. , que percibía el duque de Alba por el equivalente de las alcabalas de la villa de Ampudia, provincia de Palencia.” [EL IMPARCIAL- 23 de Agosto de 1871]
1872
Subasta del monte del Esquileo: Subasta del monte del Esquileo: “Administración de la casa del Sr. Duque de Berwick y de Alba. Se saca a subasta pública y extrajudicial la finca que a continuación se expresa, en la provincia de Palencia, de la propiedad del Excmo. Señor-duque: Un monte llamado de Valoria y también del Esquileo, situado en término del pueblo de su nombre, partido judicial de Palencia, poblado de encina y roble, con su correspondiente caserío y demás dependencias, de cabida de 8.821 obradas, o lo que comprende de límites dentro, valuado en millón de reales. La subasta tendrá lugar simultáneamente en Madrid oficinas del palacio de Liria, y en la administración de Valladolid, el día 30 del corriente mes, empezándose a las once de la mañana y terminándose a las dos de la tarde, con arreglo al pliego de condiciones que estará de manifiesto a los que deseen informarse en las oficinas de dicho palacio y en la indicada administración, todos los días no feriados de una tres de la tarde. Madrid, 8 de abril de 1872- El apoderado general, Alejandro Prota. – Por la comisión de acreedores, Eduardo Garamendi. (D.de A.) [DIARIO OFICIAL DE AVISOS DE MADRID – Martes, 9 de Abril de 1872]
1871
Ampudianos en apoyo del Partido Progresista-Democrático “Los que suscriben, vecinos de la villa de Ampudia, en la provincia de Palencia, han visto y leído con agrado el manifiesto que con fecha 12 del corriente dirigen varios senadores y diputados al partido progresista-democrático y a la nación, con el que se hallan conformes y se adhieren en un todo a su contenido, juzgando que si el Gobierno sigue su marcha se afianzará para siempre la libertad y la dinastía de Saboya, reinando el orden y la justicia, que es lo que la nación desea - Ampudia, 21 de octubre de 1871.- Justo Aguado – Manuel Aparicio – Antonio Peinador – Ignacio Sánchez –Ángel Llorente – Vicente López – Alonso Sánchez - Luis Velasco – Manuel Villajande – Tomás Surano – Domingo Valbás – Francisco Castrillo – Miguel Díaz – Juan Velasco – Andrés Villasaña – José Luis –Bruno Recio – Tomás Gutiérrez.” [LA IBERIA – Diario Liberal – Viernes, 27 de Octubre de 1871]
1875
Biblioteca Popular para la escuela de niños de Ampudia: “Por el ministerio de Fomento y a instancia de los ilustres cabildo de la excolegiata de Ampudia (Palencia) y de su ayuntamiento, se les ha concedido una biblioteca popular para la escuela de niños, merced a la gestión del señor marqués de Zafra y a un amigo nuestro” [LA CORRESPONDENCIA DE ESPAÑA – Lunes, 14 de Junio de 1875]
1877
Epidemia de Viruela “ Los moradores de la villa de Ampudia (Palencia) se hallan en un estado tan aflictivo con motivo de la epidemia variolosa que azota aquella población, que faltan a muchos pobres los alimentos más indispensables”
1928
Accidente en la carretera de Palencia a Ampudia
1900
“PALENCIA - Un automóvil, matrícula de Madrid, propiedad de Don Anselmo Arenillas, arquitecto del ministerio de Instrucción pública, que se dirigía a Ampudia, ocupado por el mecánico Valentín Álvarez, vecino de Madrid, y tres personas más, chocó contra el pretil del puente del canal de Castilla y cayó al agua. Resultaron heridos el mecánico y sus acompañantes, dos de ellos leves.”
El Sr. Obispo en Alconada
[EL SOL – Viernes, 19 de octubre de 1928]
[ EL GLOBO – Miércoles 21 de marzo de 1877]
“LA PEREGRINACIÓN DE ARCONADA: En Ampudia: Solemnísima y con toda brillantez que podía esperarse, de un acto religioso como el que celebró el sábado último la villa de Ampudia, resultó la peregrinación a la Ermita de Arconada en aquel término, y a la que concurrieron multitud de personas de los pueblos comarcanos, guiadas por la devoción que les inspira la Imagen que se venera en aquel Santuario. La presencia de nuestro Reverendísimo Prelado, que tanto interés viene tomándose desde que se halla al frente de esta Diócesis, por todo cuanto se relaciona con el mayor brillo del culto en la misma, había de hacer que tan hermoso y consolador acto, adquiriera la pompa y majestuosidad debidas […]” [EL DÍA DE PALENCIA- Lunes, 10 de Septiembre de 1900]
1929
Un rayo hiere al médico de Ampudia “Una chispa eléctrica cae en la casa de un médico” PALENCIA, 13. – En toda la provincia se han desencadenado fuertes tormentas de agua con truenos y relámpagos. En Ampudia una chispa eléctrica cayó en la casa del médico titular don Vicente Rivas, causándole a éste importantes quemaduras en el vientre y en una mano. La madre, una hermana y la sirvieta del médico, con motivo del incendio que se provocó, estuvieron a punto de morir axfisiadas. El edificio sufrió graves desperfectos.
[ EL DÍA DE CUENCA, viernes 14 de junio de 1929]
1931
El pedrisco asola la comarca “Terribles pérdidas en Palencia”. PALENCIA, 4 .- La tormenta de ayer ha causado gravísimos daños en diversas localidades. Los pueblos más castigados son: Frechilla, Carrión de los Condes, Paredes de Nava, Ampudia, Valoria, Villerías, Torremormojón, Castromocho, Vaquerín y otros. En Carrión de los Condes las cosechas de cereales y las viñas han quedado totalmente perdidas, sin que pueda salvarse la parte más insignificante. Al comprobarse los terribles daños del pedrisco se produjeron escenas desoladoras por implicar la ruina de muchos lugares. Jamás se recuerda otra tormenta de tales proporciones.” [ LA ÉPOCA – Sábado, 4 de Julio de 1931]
1973
Mueren al volcar un remolque “Aprisionados por un tractor” PALENCIA, 10 (Pyresa).- Don Eutiquio Diez López, de treinta y siete años, y don Anselmo Martín Francisco, de 24, fallecieron al volcar el remolque cargado del tractor que ocupaban sobre la cabina del mismo. El accidente ocurrió en el pago “Mar García”, de Ampudia. [MEDITERRANEO, sábado 11 de agosto de 1973]
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Lunes, 20 de Agosto de 1990
Con la asistencia de los líderes del PP José María Aznar y Juan José Lucas
El calor y la animación se dieron cita en Ampudia para celebrar el VI Día de la Provincia de Palencia Marco A. Porras El VI Día de la Provincia se celebró ayer en Ampudia en un día soleado y con la asistencia de numeroso público, que vino de diversos puntos de la geografía nacional. Se contó con la presencia del presidente nacional del Partido Popular, José María Aznar, y del secretario regional de este partido en Castilla y León, Juan José Lucas, además del presidente de la Diputación de Palencia, Jesús Mañueco, senadores, diputados y numerosos alcaldes de la provincia. Aunque estaba prevista su asistencia, el actual presidente de la Junta de Castilla y León, Jesús Posada, no se desplazó a la villa palentina desde Andalucía, donde disfruta de sus vacaciones estivales. Con ello se evitó la coincidencia con Juan José Lucas, su máximo competidor a la candidatura de la Presidencia de la Junta por el Partido Popular para las próximas elecciones autonómicas. Los actos de celebración de este VI Día de la Provincia tuvieron un prólogo el sábado por la noche, con la representación de la obra de teatro “Jesucristo Superstar” por el grupo de Ocaña “Plaza Mayor” y con una verbena popular a cargo del conjunto musical “Trabel”. Recepción y Santa Misa A las once de la mañana del domingo, el alcalde de Ampudia, Bautista Hernández, al frente de la corporación municipal, recibió a las autoridades asistentes y a los representantes de las Casas de Palencia y grupos folklóricos en el atrio de la iglesia de San Miguel. En este bello templo de Ampudia tuvo lugar la Santa Misa, concelebrada por cinco sacerdotes, encabezados por el párroco don Valeriano, que en su homilía resaltó como valor del pueblo castellano la devoción mariana, a la que los ampudianos no son ajenos, por su fe en la Virgen de Alconada. En la Eucaristía cantó el coro parroquial, dirigido por el agustino Rafael Buena. A la salida, la comitiva de autoridades y el público asistente tuvo oportunidad de visitar
la exposición de la Escuela Ta l l e r -V i l l a de Ampudia, instalada en la Ermita de la Cruz, en la que se recogen pinturas, foto-grafías y otross os objetos artísticos realizados por or los alumnos de la Escuela. San Mamés y la candidatura del el PP a la Junta inos Los vecinos de San Maméss de udieCampos acudieron a Ampudia para protestar por la ubiérmicación en su término municipal de una aje de meplanta de reciclaje tales. Durante la recepción a las autoridades y en distintos momentos de la celebración, los vecinos gritaron lemas contra la instalación, mientras agitaban las banderas de Castilla y León y una pancarta en la que se podía leer “No al horno incinerador”. Terminada la visita a la exposición, José María Aznar contestó a las preguntas de los medios informativos. El presidente del Partido popular no quiso opinar sobre la candidatura a la Presidencia de la Junta, limitándose a decir que “es un asunto que decidirá el Comité Nacional Electoral del partido”. Preguntado por las protestas de los vecinos de San Mamés, Aznar dijo haberse interesado por el problema y su posible solución. Sobre estos mismos asuntos se preguntó a Juan José Lucas, presidente regional del PP, quien dijo que “la manifestación no empaña la fiesta, sino que sirve para poner de relieve los problemas y esto es positivo para los ciudadanos”. […]
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Santa Ana TrĂplex, Obra de Vasco de la Zarza (Siglo XVI). Colegiata de Ampudia