Lacorredera5 (2)

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revista cultural de Ampudia Nยบ 5 -PRIMAVERA - VERANO DE 2018


Sumario PRESENTACIÓN: Ampudia en el corazón

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CREACIÓN LITERARIA: El último maletilla (Cuento) La mirada de los poetas

Felix Bodero Paredes L. María Medrano y J.C.M.

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HISTORIA E INVESTIGACIÓN: Nuestra Sra. de la Cerca El Hospital de Sª Mª de la Clemencia

L. José Peña Castrillo Mauricio Herrero Jiménez

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DOSSIER “LA DEHESILLA”: “Un gran mundo” de Álvaro Pombo

Epifanio Romo Velasco

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GALERÍA DE PERSONAJES: D. Cristobal de Lobera y Torres D. Luis Martín Gromaz

J. Ignacio Izquierdo Misiego Epifanio Romo Velasco

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RECUERDOS Y VIVENCIAS: Profesionales de la sanidad en Ampudia A Eva Zarzuelo, en su dia de gloria Cartas a mi padre (Pablo Velasco) Benito Tadeo: El último sacristan El herrero Guillermo Pérez Bravo

José Pedro Bravo Castrillo Sari Fernández Perandones J. María Velasco Peinador Noelia Tadeo Garrido Marina Pérez Gutiérrez

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AMPUDIA EN LOS LIBROS: Jesús Torbado, viajero impenitente

Daniel Franco Romo

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HEMEROTECA La Industria en Ampudia (Siglo XVI) Ampudia en el año 1926

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Nº 5 Primavera-verano 2018 AMPUDIA

en el corazón

Todos los pueblos enganchan. Puede ser un villorrio desconocido, o incluso un humilde caserío; da igual. Sea el lugar de nacimiento, o simplemente el solar familiar. El recuerdo de algunas vivencias infantiles, o de unas fiestas patronales de juventud, bastará para hacer que pase a formar parte de las raíces personales de cada uno con una fuerza solo comparable con la de los lazos familiares. Pero no cabe duda de que algunos pueblos y lugares tienen a este respecto un atractivo especial. Y uno de estos lugares es AMPUDIA. Sea por su belleza monumental, por su historia, o por sus singularidades (no siempre encomiables), engancha de tal manera a los naturales que por mucho que se alejen acaban casi siempre por retornar a su origen, aunque solo sea para ocupar un pequeño huequecito en el cementerio local. Solo por eso, porque somos muchos los que llevamos a nuestro pueblo en el corazón, puede entenderse que, pese a la despoblación que nos azota, quienes hacemos LA CORREDERA perseveremos en nuestro empeño, contra viento y marea, siempre pensando en que este número puede ser el último, pero siempre sacando fuerzas de flaqueza para hacer un número más. Y todo sin olvidar que en LA CORREDERA somos aves sin canto que, como los gorriones, y a diferencia de los jilgueros y canarios que cantan enjaulados, tenemos como esencia de vida nuestra LIBERTAD. Epifanio Romo Velasco (Editor)

Editor Epifanio Romo Velasco Director Daniel Franco Romo Dibujo Portada Acuarela de Basilio Saldaña Ilustraciones Basilio Saldaña Luis Piñero F. J. Ortiz Juan Vélez

ISSN 2172-5950

Recepción y Colaboraciones Correo Electrónico: Revistalacorredera@gmail.com Correo Postal: “LA CORREDERA- Revista Cultural de Ampudia” Calle Pósito, nº 5 –34191 AMPUDIA (Palencia) Diseño y maquetación: Juan Vélez Imprime: Gráficas Calima Depósito legal: SA-445-2010

PRESENTACIÓN

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CREACIÓN LITERARIA

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El último

MALETILLA (cuento) FÉLIX BODERO PAREDES

Curro Molina, “El Maletilla”. Así era conocido en su pueblo de Ampudia. Tenía pocas esperanzas de llegar a ser figura del toreo; un cuerpo cosido a cornadas por vacas toreadas por las figuras en el campo charro y por esas plazas de Dios. Se le conocía por toda Andalucía y Castilla y León; no había pueblo o ciudad en que no hubiera toreado en algún festejo menor. Curro Molina era alto y bien parecido, tenía un don con las muchachas jóvenes donde toreaba; moreno, ojos grandes y un bonito pelo a medias cuidado. Había compartido mantel y capa con muchas figuras del toreo de la época en capeas y en esos pueblos del miedo, de plazas de talanqueras y morlacos toreados; se había repartido el dinero con otros maletillas en las fiestas patronales de los pueblos de Palencia, Salamanca y Valladolid; había mendigado entre la vida, la muerte y la esperanza, soñando con un triunfo una tarde en Madrid, en esa plaza que todo lo da o todo lo quita, a veces cita con la vida y la muerte. Aquella mañana Curro Molina se encontraba en una taberna mugrienta de la calle más taurina de todo Madrid, la calle Victoria, saboreaba un caliente café negro como esos toros que pastan por los campos salmantinos. Estaba solo como a Curro le gustaba estar, solo como si estuviera delante de uno de esos toros cárdenos del mejor de los ganaderos, Victorino Martín. “El Paleto de Galapagar” desafiando la muerte y soñando con la puerta grande de las Ventas. Dejó caer por un instante la mirada y el pensamiento sobre una de las paredes que adornaban la taberna con carteles viejos de toreros de otras épocas: Joselito “El Gallo”, Juan Belmonte, Domingo Ortega y del malogrado torero, el más importante de los últimos setenta años, Manuel Rodríguez “Manolete”. “El Maletilla” de pronto sintió una confusión entre tristeza y alegría, sintió un frío aterrador por todo su cuerpo, como si su sangre se hubiera congelado,

cuando vio el nombre en letras grandes en un cartel colgado en la pared de su amigo “Currito del Romerillo”. Nunca llegó al doctorado por culpa de un novillo de Antonio Pérez Tabernero que le partió el corazón en una tarde calurosa en la provincia de Zamora. La angustia y el dolor se apoderó de su mente y parecía como paralizado por el rayo de sol que se filtraba por las junturas de los postigos de las oxidadas ventanas, riendo la neblina de los cigarrillos de tabaco negro barato. Un radiocasete polvoriento y envejecido hacía sonar uno de los poemas de Federico García Lorca dedicado a su amigo muerto en 1934 en la plaza de Manzanares, Ignacio Sánchez Mejías, “A las cinco de la tarde”. Su persona parecía una mezcla de alarido y rebeldía. Le vino a la memoria aquellas películas que a veces se proyectaban los domingos en los fríos inviernos castellanos en el Cine Isabel, propiedad del señor Félix Sabas, y cuando siendo aún muy niño vio torear por primera vez a muchachos jóvenes en aquella plaza cuadrada del Moradillo y en el “Corral de Roque” a Vicente Ramos, “Ramitos”, y a otros jóvenes del pueblo y lugares cercanos. Miró con fijeza una deteriorada cabeza de toro y soñó cerrando sus ojos negros la fantasía de toda una vida buscando la gloria y la fortuna, pero pensando que este es un mundo extraño en el que solo unos pocos elegidos consiguen la gloria y los dineros. Por un instante le vino a la memoria aquel día gris y frío cuando dejó su Ampudia natal y salió soñando con volver siendo el mejor de los toreros; en el coche de línea del señor Pedro Villacorta, por la carretera de Alconada, en dirección a Palencia, dejando atrás fértiles campos de trigo, ondulantes mares de hierba y páramos de encinas y robles convertidos en erial. Una voz ronca y pausada le hizo volver la mirada atrás. Pronto conoció esa voz que le decía “Curro hay que arrimarse el domingo”. Como un rayo se levantó de la silla, dio un abrazo a aquel hombre bajito de estatura y entrado en carnes, de tantas horas sentado en la oficina donde trabajaba por las mañanas como agente de seguros, mientras por las tardes se


dedicaba a los asuntos taurinos. Don Manuel como se le conocía en el urbe taurino, pulcro en el vestir, con traje claro y corbata siempre del color de sangre de toro. “Bueno, Curro, el domingo tienes la oportunidad, toreas una novillada de Luis Algarra en las Ventas”. Al fin llegó la oportunidad que tantos años estuvo esperando y sabía que no la podía desaprovechar. Se la tenía que jugar porque de esa novillada dependía toda la temporada. Si fracasaba, tendría que irse a casa con sus ancianos padres a los que prometió llevar un día a conocer el Cantábrico, a Santander, mar a veces bravo como esos toros difíciles de lidiar. Nunca habían salido de Ampudia, ni en sus años mozos; su pueblo era para ellos como una gran ciudad y todo el universo juntos. En la mesa de enfrente tenía a viejos apoderados y empresarios fracasados. Disertaban sobre las formas de torear de hoy y de ayer, que si Juan Belmonte, Antonio Ordóñez, Manolete, Enrique Ponce y José Tomás. Gentes de otra calaña que negociaban con chavales y empujaban a estos muchachos a meterse entre los pitones, a veces de reses ya toreadas, para ellos sobrevivir y alimentar sus glotones estómagos. No quedaba ya gente como Don Manuel; algún dinero le costaba ayudar a estos muchachos aprendices de toreros, algunos llegaron, otros se quedaron en la cuneta. Había puesto muchas esperanzas en Curro Molina, era mucha la lucha que tenía que librar con ciertos empresarios. Después de un largo rato salió de la taberna maloliente y se encaminó al hotelillo, soñando con la gloria. Había reservado una habitación barata en la calle Manuel Becerra. Abrió el destartalado armario donde colgaba su único traje de luces, un “Blanco y Oro” con el que ya debutó con los de castoreño en la plaza de Medina del Campo, una tarde agosteña de calor abrasador, cortando las dos orejas del morlaco de los hermanos Molero. Pero no sirvió de mucho, los contratos no llegaron y volvió a las capeas. Al fin llegó el día más esperado de toda su vida: Madrid. Aquel verano hacía un calor asfixiante y la plaza presentaba más de media entrada. A su vera dos chavales de la escuela taurina de Marcial Lalanda, de Madrid, dos niños vestidos de toreros. Sonaron clarines y timbales y como un gigante se sentía victorioso, no se sabe si por la oportunidad o por el miedo. Hicieron el paseíllo bajo una lluvia de aplausos de la primera plaza del mundo. Brillaba el sol en lo más alto y sus rayos castigaban duramente a los novilleros en el mes de agosto. El sol a veces enloquece al hombre y a los toros les emborracha; ese

dorado sol que tanto echamos de menos en los fríos inviernos castellanos. Sonaron clarines y apareció el morlaco de Luis Algarra; negro zaino derrotando en tablas, dio en báscula 495 kilos. Corría por la plaza abanto y sin fijeza alguna hasta que, derrochando un valor espartano, lo paró Curro Molina como un lidiador consagrado. Lo toreó a la verónica como un maestro de la tauromaquia, levantando los primeros aplausos de la tarde. Dejó que los de castoreño y banderilleros hicieran su labor. Se fue a los medios, brindó al respetable y se fue en busca de “Pocapena”, sonriendo a la muerte como Joselito en Talavera. Miró a su apoderado que estaba detrás de la barrera fumándose un puro habano y expulsando el humo por la nariz como aquella vieja máquina de tren conocida como “El tren burra” que pasaba por Baquerín de Campos hace ya sesenta años. El novillo tomó tres varas y tres pares de banderillas sin el menor síntoma de flojedad. Tiró la montera de espaldas y cayó boca arriba, hizo caso omiso, - no era supersticioso - citó a pies juntos en los medios y dibujó unos estatuarios magistrales que se fundieron en oro fino; cogió la muleta con la mano izquierda y pinceló unos naturales de auténtico cartel de toros. La banda municipal de música seguía interpretando “España cañí”. Como una galerna pasaba una y otra vez el morlaco con la furia de un rayo buscando los engaños. Lidiador y novillo se ofuscaron en una lucha sin cuartel, ambos poseídos por la locura del sol y ensordecidos por la embriaguez de los gritos de “¡Torero, torero!”. Las palmas sonaban cada vez con más fuerza al son del pasodoble “España Cañí” del compositor Pascual Marquina. Se fue a la barrera, tomó la espada y los consejos de Don Manuel y se encaminó hacia el epílogo del triunfo. Calló la música y la plaza guardó un silencio sepulcral. El sol se ocultó entre las nubes negras del atardecer. Enfiló el acero al novillo en todo lo alto del morrillo y dejó clavada la espada con todas sus fuerzas. El cornúpeta se lo echó a los lomos y cayeron novillero y novillo en medio del silencio de la multitud. Curro intentó incorporarse ayudado por su cuadrilla, pero penosamente se tenía en pie. Les miró con una mirada casi moribunda camino de la enfermería. Un flamear de pañuelos saludaban su triunfo pidiendo los máximos trofeos. En esos instantes de gloria pudo darse cuenta de que el novillo le había partido el corazón. Así se lo comunicó a Don Manuel: “Pocapena me ha matado”. Estas fueron sus últimas palabras en la enferme-

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FÉLIX BODERO PAREDES Félix Bodero, con sueños de torero en su juventud

ría dirigidas a su apoderado. Cuando el algualcilillo iba a entregar los máximos trofeos a su cuadrilla, Curro se debatía entre la vida y la muerte, mientras la plaza era un alarido de clamor por el “Último Maletilla”. Ya en su lecho de muerte, reclamaba a sus ancianos padres y uno de los banderilleros le acercó una imagen de la Virgen de Alconada a la que Curro besó en los últimos momentos de su vida. Sus restos mortales fueron trasladados en un viejo coche fúnebre hasta su pueblo natal para recibir cristiana sepultura. En la colegiata de San Miguel de Ampudia todo el pueblo lo esperaba para mostrarle sus respetos de admiración y cariño en su despedida. El órgano de la iglesia lloró haciendo sonar “La Oración del Torero” del maestro Joaquín Turina. Todos los medios de comunicación, prensa, radio y televisión hablaron de Curro Molina. Pudo ser la resurrección de Joselito “El Gallo” y con él fue a reunirse en el Olimpo de los Dioses para formar el cartel más grande jamás visto en plaza alguna: Ignacio Sánchez Mejías, Manuel Rodríguez “Manolete” y Francisco Rivera “Paquirri”. Fue el éxtasis hecho toreo, del que se decía ser el último romántico de todos los “maletillas”. Su nombre fue algunas temporadas recordado en los corrillos de la Ventas. Y con el paso del tiempo, hoy solo sus ancianos padres le recuerdan todos los días mirando los recortes de prensa y rezando en su tumba al hijo que buscó la gloria en tarde de sol y la sombra del atardecer se lo llevó, a quien pudo ser el rey de los toreros.

Nació en Ampudia (Palencia) en 1948, trasladándose a los 13 años a vivir con su familia al pueblo ferroviario de Venta de Baños; tres años más tarde, su familia se traslada a la Capital del Carrión, Palencia, y allí vive hasta los 22 años. Se traslada a Santoña, donde vive actualmente. A los 12 años quiere ser torero, pero nunca llegó a vestir el traje de alamares y oro. Vive en Madrid el mítico año de 1968, y acude a ver todos los festejos que se dan ese año en las Ventas. Le une una gran amistad con las familias de Víctor Puerto y Francisco Marco “Marquitos”; sufre mucho cuando torean estos dos toreros. Siente predilección por los toreros de arte, aunque respeta y admira a todos. Fue admirador del malogrado “Paquirri” y del “Yiyo”, familia a la que conoció en Burdeos, donde vivió en los años 60. Admira profundamente a toreros como Víctor Puerto, Joselito, Ponce, Julio Aparicio, José Tomás, El Juli y Francisco Marco. Posee una extraordinaria biblioteca taurina con más de 500 títulos. Posee fotos de la plaza de Santoña desde los años 1950 hasta nuestros días; ejerce de Delegado Gubernativo desde el año 1986. Su cariño a Santoña y a la fiesta fue lo que le hizo escribir este libro de crónicas taurinas Santoñesas. [ Del libro “ Historia de la Plaza de Toros de Santoña” (2002) ]


La mirada de

los poetas

COLEGIATA PREGONERA A una dama de Ampudia: Doña Josefina Hernández Solórzano. Hierático alminar que enristra lanzas, prominentes proclamas de Santuario, luz de Campos y faro mesetario que ilumina pasiones y esperanzas. Esbelto campanario que habla airoso de una ilustre presencia en su sagrario, el Hombre de la Cruz, el del Calvario, ya sin clavos, triunfante y luminoso. Versado en esa luz, el pueblo llano, mostrando convicción, con sutileza, esculpió devoción junto a belleza, tal es la identidad del Dios Humano. Y esta es su verdadera sintonía, cual leyenda en la estepa castellana y rumboso bastión de fe cristiana, ser foro permanente de hidalguía. Su huella de atalaya, aún señera, es emblema de Ampudia y Colegiata que con su armonizada voz de plata insiste en su misión de pregonera. Y esa es su condición, ser mensajera, guiar como a los Reyes una estrella e iluminar la noche noble y bella taciturna de paz, tutora austera. Luis Mª Medrano (Marzo, 2005)

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AL ÁGUILA REAL A mi hijo Luis, en su cumpleaños Broquel que rubricó el aura romana izando la alimaña a la escultura, cual héroe de esa Troya tan arcana que exhibe con jactancia soberana los vuelos que amilanan la espesura. Reposa en el tapiz de un verde valle el peso del dominio de la altura. El gran provocador mima el detalle, a la luz que conmina su apostura, que sus garras no afeen su hermosura. ¡Silencio sepulcral! Hay luz naciente y oculto entre las nubes mira al suelo, cuando el sol luce el rostro hacia el oriente. el alba que a la noche quitó el velo le dirá si otro rey quiere su cielo. Aterra en lontananza su figura e invita a meditar la rendición. No en vano la admirable criatura es soplo de guerrera condición con solo su plumaje de armadura. Luis Mª Medrano (Madrid, quince de enero de 2010)

EL CANTOR DEL AMANECER El alféizar que adorna mi ventana fue testigo de un hecho sorprendente; aún dudo si ocurrió, o fue realmente un sueño embaucador de hora temprana. Costumbre es ya en mí muy veterana rasgar mi mandolina suavemente; me ayuda a descubrir plácidamente un bello amanecer cada mañana. Ayer aconteció lo que ahora cuento: A las notas que alivian mi pereza un mirlo les ponía dulce acento. Sus trinos me decían con certeza que el sol ya había salido y es momento que alivia a recrearse en su grandeza. Luis Mª Medrano


NUESTRA SEÑORA DE ALCONADA En un valle entre blanco y ocre y verde, al lado de una espléndida pinada, se yergue en pie la Virgen de Alconada desde un tiempo, que es como desde siempre.

Punto nodal es este monasterio donde se une lo humano y lo divino y sin saber muy bien por qué camino, se siente la experiencia de lo eterno.

Y no creo que sea irreverente si digo que a sus pies mana una fuente con agua de telúrica corriente que corría en su pila alegremente.

Se ganan un respeto meritorio quienes dejan las cosas de la vida y adoptando actitud contemplativa toman a Dios en santo desposorio.

Donde luego el ganado se abrevaba antes de ir al arroyo encaminada, estando ahora, de forma indubitada, por el mismo camino soterrada.

Con sus rezos en pos de la concordia, por ocultos caminos ascendidos, nos lavan los pecados cometidos ‘porque es eterna su misericordia’.

Si te subes allá por la ladera meditando al convento entre cipreses, convendrás que son vanos intereses quienes llenan la vida casi entera.

Y a los sones del canto gregoriano de salmodias, en suave melodía, se olvidan los reveses de la vida, cualquier padecimiento es más liviano.

Y sentado tranquilo en la pradera, si contemplas el vuelo de las aves, sus idas y venidas: veleidades como en humana vida placentera.

Cuando las monjas cantan los maitines, se despiertan también los colorines, y al alabar a Dios con sus mil trines se les unen los otros pajarines.

Y el chopo que creció junto al camino y en altura rival del campanario, es ahora, ya seco y centenario, como espejo futuro del destino.

Y al cantar las completas las monjitas, se recoge uno en un silencio extraño que más bien pareciera sobrehumano cuando el sol ya la luz casi nos quita.

Por ello, que a la Madre no olvidemos, en la vida que no nos distraigamos, que por siempre presente la tengamos y juntos el camino caminemos.

De verdad que resulta este Santuario para el alma un auténtico balneario, queriendo yo que en mi aliento postrero descanse aquí en este reposadero.

Considera que es cosa milagrosa el tener esta Joya en este sitio: entre salvias, lavandas y tomillo, romero y otras flores aromosas.

Reina y Madre es la Virgen de Alconada. Todo contigo, que sin Ti… soy nada.

Reconoce que es todo un privilegio que seamos tenidos por sus hijos; que cumplamos muy bien los compromisos y que nunca le hagamos menosprecio.

J. C. M. Ampudia de Campos, ocho de septiembre del a. d. g. de dos mil quince.

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NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE En memoria de Dª María R. Aguado, que vivió con su familia en Valoria del Alcor entre los años 1.886 y principio de los 1.900

DESDE EL MIRADOR DE LA TIERRA DE CAMPOS Dirigiendo la vista al infinito y buscando después el horizonte, bien pareciera que la tierra esconde, como madre celosa de sus hijos, los pueblos como nidos chiquititos. J. C. M. - Aut. del P. 04/10/2015 A LOS CHOPOS DEL CANAL DE CASTILLA Los chopos de mi Canal se han llenado de hojas verdes, qué sanos están, qué fuertes; son de las aves, fanal… Los chopos de mi Canal se han llenado de gorriones alegres y juguetones que no paran de cantar… Los chopos de mi Canal se han puesto de un amarillo… ¡se han llenado de membrillos y dicen que no es frutal ! Los chopos de mi Canal se han quedado deshojados, de todo están despoblados, pero yo los quiero igual. J. C. M. - Palencia, 10/08/1.988

La ermita de Guadalupe recostada en la ladera es la divina señera que nos lleva hasta las luces. Tiene en su adentro una joya pequeñita y reluciente que va indicando a la gente el ‘oremus’ de cada hora. Cuando nadie ya la ve, o al menos lo piensa Ella, por Valoria se pasea, la recorre toda a pie. Y cuando aprieta el calor del verano, en la sequía, baja hasta el ‘Santa María’ y se queda en el frescor. En su callado escondite a todo el mundo consuela; cuando haya algo que te duela, pídele que te lo quite. La Virgen de Guadalupe se descansa en la ladera y vela la noche entera; que nadie se preocupe. Pues tiende un manto amoroso para cuidar de los sueños de todos los lugareños, tejido con San Fructuoso. J. C. M.

Valoria del Alcor, 15/08/2.01


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Nuestra Señora de la CERCA L. J. Peña Castrillo

Uno de los espacios más entrañables, queridos y venerados que actualmente existen en el núcleo habitado de Ampudia se encuentra en La Plaza, denominaba igualmente La Plaza Vieja para poder distinguirla de la otra, La Plaza del Caño, llamada en la actualidad Plaza Nueva o Plaza de D. Francisco Martín Gromaz, por estar dedicada a este ingeniero naval, hijo de Isacio Martín Gallo y de la maestra Dª Josefa Gromaz Giralda, que llegó a ser director de Astilleros Españoles (AESA). Pues bien, allí, bajo los soportales que unen los dos espacios mencionados con la c/ Nueva, los viajeros que llegan a nuestra localidad, o los propios vecinos del lugar, se topan con un sencillo espacio que reclama su atención al ver una pequeña imagen encajada en una hornacina de la pared, a la que nunca faltan flores ni plegarias. Se trata de Nª Sª de Alconada, cuyo santuario está a tres kilómetros de la población, protectora, a partir de su aparición hace ochocientos años, de nuestra villa y de todos los habitan-

tes de los pueblos del contorno que abarca una gran extensión más allá de los límites provinciales. Este nicho se debió de abrir e instalar en la segunda mitad del siglo XIX para acomodar y acoger otra remota representación similar, anterior a esta, que desde los tiempos más antiguos estaba alojada en un oratorio que había junto al caño de la plaza. Aquí hemos de aclarar que en las épocas pa-


HISTORIA E INVESTIGACIÓN

12 sadas la zona urbana estaba protegida por una muralla que la circundaba y resguardaba todo su caserío, la cual disponía de varias puertas: LA PUERTA DEL CONDE, al pie de la carretera que sale hacia Valoria, situada entre los dos cubos que aún se ven en nuestros días, los cuales formaban parte de otro recinto defensivo anterior, más pequeño, que encerraba el poblado primitivo que se localizaba junto a la fortaleza. LA DEL EJIDO O PUERTA DE ISIDRO, al término de la calle de S. Martín, nada más pasar el desaparecido hospital de Nª Sª de la Parra, por la que se salía hasta el camino que llevaba a la ermita del citado santo. LA PUERTA DE VALDEMORADILLO, al final de la calle de Moradillo, cercana a los viejos hospitales de S. Juan y de S. Sebastián, cuyo arco también cobijaba una talla de Nª Señora. La bella cruz de piedra, instalada en 2003 en medio de la rotonda, es testigo de una ermitilla consagrada a Nª Sª del Rosario que hacia 1585 existía junto al caño de Moradillo, el cual se acercó en nuestros días unos metros, sin su pilón, hacia el casco urbano. El 17 de septiembre de 1563 hizo testamento Francisca del Agua, viuda de Juan Villalba el Viejo, que vivía junto al mencionado hospital de S. Sebastián, ante el escribano de su majestad y de la villa Alonso de Aragón, por el cual encargaba a su hijo, que se llamaba igual que el padre, que alumbrara “todos los sauados del año y fiestas de nuestra Señora y de apostoles y dias de pasquas generales” la imagen de Nuestra Señora que se hallaba sobre esta puerta de Moradillo1. LA PUERTA DE CALDELATORRE, en el extremo de la calle de la Torre (Torremormojón) que albergaba igualmente una escultura de la Virgen. En 1557 el arcipreste y beneficiado local Alonso Castrillo de S. Miguel dejó indicado en su testamento, redactado el día 25 de enero también ante Alonso de Aragón, que sus herederos tenían que encargarse de dar aceite para alumbrar por la noche la figura de Nª Sª que estaba encima de esta salida de la calle de la Torre todos los sábados, las seis fiestas que hay de guardar de Nuestra Señora, tres días de la pascua de Resurrección más otros tres de la del Espíritu Santo, el día de Año Nuevo y el de la Ascensión. A cambio les dejó su vivienda que se ubicaba en la misma calle, junto a esta apertura de la muralla y la ronda, con su “huerta y palomar, con pila de piedra y husillo e viga errueda y aparejo de lagar”. Además, se obligaban a reparar la casa en la que se asentaba la efigie, retejarla y dar las vestiduras, camisas, “tocaduras” y lo que hubiere menester pues, en el caso de que no lo hicieran, su casa sería para los co-

Las murallas de Ampudia (La Cerca vieja) Aunque de pobre factura y de dudosa autenticidad, este es el grabado más antiguo que existe de la Ampudia medieval (Siglos XIII-XIV). Según este grabado la puerta principal que daba a la Plaza, estarría protegida por dos torres cuadradas cuyas puertas parecen haberse conservado en los edificios de hoy. Frente a ellas, al fondo, estaría situado el primitivo alcázar, predecesor del castillo actual. A la derecha, al final, parecen verse algunos edificios extramuros que serían el pueblo originario, junto al camino de Castrillo. (La Corredera)

frades de las “animas de purgatorio desta villa dehempudia”, cofradía que ya existía en aquellas épocas2. Este personaje, que había bautizado a un nieto del comunero ampudiano y conde de Salvatierra D. Pedro de Ayala, y a un hermano de nuestro paisano D. Pedro de Castro y Nero, confesor de Santa Teresa de Jesús, fundó un pósito o panera de trigo para prestarlo a los vecinos que lo necesitaran en los años de escasez, hambre y malas cosechas, bien en grano o entregado en pan cocido3. LA PUERTA NUEVA, en el confín de la calle de Reoyo, en la que se veneraba a Nª Sª de la Paz. En 1735 Rufina Carpintero dejó dispuesto en su testamento que sus albaceas diesen una arroba de aceite para esta imagen de la Virgen María que se veneraba en dicho lugar4. LA PUERTA DE PRADO, al salir de la calle de los Yeseros, llamada entonces calle de Prado. No obstante, como ya se ha contado, existió inicialmente, unos siglos antes, otra valla fortificada más reducida cuyas defensas se conocían como “La Cerca o Alcerca Vieja” que poseía al menos tres salidas: - Una que daba a la calle de La Piñuela, que algunos en nuestros días erróneamen-


te y de manera inexacta llaman Peñuelas. - Otra, localizada en la que después se llamó Puerta del Conde. - Y la tercera que, bajando derechamente de la fortaleza e iglesia de Santiago por la designada entonces como calle de la Cerca y hoy calle del Castillo, se abría a la plaza o corrillo del caño. Siendo quizás la más importante y transitada, daba paso a lo que entonces eran herrenes y tierras de labor, ya que evidentemente aún no se había ampliado la zona habitada ni existía ninguna de las calles que conocemos ahora, calles del Agua, Ontiveros, Corredera de la Plaza, etc. Esta salida, conocida como Puerta de Nª Sª de Alconada o Nª Sª de la Cerca, estaba formada por dos cubos con un arco, encima del cual se asentaba una capilla dedicada a nuestra patrona, ya que el camino que aquí se iniciaba iba directamente hasta su ermita. Muy querida por los pretéritos ampudianos de aquellas eras, oía y acogía sus ruegos cada día, siendo atendida y venerada habitual y persistentemente por ellos que, lo mismo que nosotros en la actualidad, se sentían protegidos bajo su tutela y amparo. Por ello encontramos incesantes referencias que reseñan y detallan los pormenores y particularidades de esta continua atención, al menos desde 1481, ya que se menciona en el testamento que hizo el clérigo de la parroquia de S. Miguel Juan Rodríguez de Pedraza el 6 de noviembre de aquel año ante el notario apostólico local Pedro Páez, en el cual manda que le digan anualmente en la iglesia una misa rezada de réquiem con capas, cetros y campanas el día de S. Silvestre, pagando 150 maravedís5 sobre una casa que tenía “Enesta villa de Fuente Hempudia A donde diçen y llaman A la puerta de Alconada”6. El 14 de noviembre de 1609, ante el notario Pedro de la Vega, se hizo entrega al ampudiano D. Francisco Luis Álvarez, uno de los primeros canónigos de nuestra colegiata tras el traslado desde Husillos, que luego fue prior de la catedral de Palencia7, de 2.000 ducados que valían 750.000 maravedís. Se los había legado el cura Magaz (D. Pedro de Magaz), el cual había bautizado en nuestra iglesia de S. Miguel al afamado soldado español Miguel de Castro Vicario8, en lo mejor de sus cuantiosos bienes localizados en tierras, viñas, era, huerta y casas, habiendo dejado una fundación para que siempre hubiera aceite que ardiera en la lámpara de la ermita del arco de la Cerca9. D. Francisco se había criado y vivido en la casa de sus padres, ubicada frente al caño de la Plaza, junto a los dos cubos que servían de entra-

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El cura Magaz deja una fundación para que siempre arda aceite en la ermita del arco de la Cerca

da principal a la Cerca, la cual había heredado su madre de Alonso de Tabuyo, del que era sobrina, con el encargo, expresado en su testamento redactado en 1576, de que diera estudios a su hijo. Nuestro prior, al morir, dejó veintitantas iguadas de tierras para que alguien que viviera junto a la citada capilla se ocupara de tener encendida cada noche su luminaria hasta el amanecer, pues él había practicado esa devoción hacía ya mucho tiempo, mandando a la vez que el cabildo “para siempre jamás” se ocupara de reparar el edificio y la propia imagen de Nª Sª de Alconada que estaba “encima dela Puerta dela Villa dela Cerca Viexa frontero del Caño dela plaza”10. Por otro lado, en las cuentas de la colegiata del bienio 1683-1684, tomadas el 28 de septiembre de 1686 a su fabriquero o mayordomo de fábrica11 Alonso Herrero, se pagaron 1.980 maravedís al carpintero Francisco González porque había arreglado la entrada de Nª Sª de la Cerca. Además, se gastaron 899 reales (30.566 maravedís) en 24 arrobas y 10 libras de aceite (unos 280 kg.) a diferentes precios, de las cuales 15 libras mensuales (7 Kg.) fueron para la lámpara del Santísimo en la colegial, un cuarto de arroba cada mes (2,9 Kg.) para la del arco de la Cerca y 4 arrobas (46 Kg.)12 que entregaron para el santuario de Nª Sª de Alconada a Ambrosio Martín, su casero o ermitaño de 1683 a 1690.


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Pertenece a nº 58 de Cuentas de Fábrica, fol. 496 (1701-02).

una partida de 14,5 reales que había empleado el fabriquero D. Lorenzo de La Madrid en reparar el tejado y la puerta de dicha capilla de la Cerca y, después, se mandó hacer “un farol de madera cubierto de beatilla (y) corruela p(a)ra. colgarle que sirve a Nra. Sra. que está ala entrada dela Cerca titulo de Alconada”17. El 1 de noviembre de 1755 ocurrió el terremoto de Lisboa, provocando la muerte de miles de personas que sucumbieron sepultadas bajo los escombros de los edificios de la ciudad, que se derrumbaron en su mayoría, sintiéndose en Ampudia al igual que en otros muchos lugares y quedando finalmente en un gran susto, aunque con ciertos daños físicos al caer un candelero de los corredores altos de la torre sobre el coro, derribando las bóvedas o techo. El secretario del cabildo, D. Antonio Luis Pérez, lo detalló así: “En este día como a las nueve de la mañana y cuarenta minutos, hallándose el muy ilustre señor abad y los prebendados en el coro al cumplimiento de los oficios divinos y horas canónicas, mientras se estaba cantando solemnemente la tercia, se comenzó a oír un ruido como a manera de trueno subterráneo, a cuyo tiempo empezaron a temblar todas las sillas y bancos de dicho coro, paredes y losas de la iglesia y su magnífica torre, cuyo movimiento duró por espacio de seis minutos con cuyo motivo se salieron de la colegial dicho muy ilustre señor abad y prebendados y todo el pueblo. Y estando en el atrio de dicha colegial se observó que dicha su torre vibraba a manera de un delicado ciprés al impulso del viento, por cuyo motivo desampararon todos el atrio, temiendo se viniese a tierra; pero lo más digno de ponderación es que, habiéndose desprendido de dicha torre un torreón o pirámide de sus corredores altos, después de haber roturado el tejado y un tirante de la bóveda del coro del grueso de una grande viga de lagar, rompió dicha bóveda por dos partes sin que hubiese daño alguno, habiendo Dios por su infinita misericordia dispensado el tiempo puramente preciso para que, a vista de la duración de dicho movimiento, desamparasen el coro el muy ilustre señor abad y prebendados en tanto grado que, habiéndose salido todos con aceleración, el muy ilustre señor abad, que salió el último, aun no

En 1686, se abonaron17 reales a Ambrosio López por los tres días que empleó en componer “la ermita delapuerta dela Çerca y madera que se gasto en ella y meter vna biga y labrar Rexas”13. De igual manera, en las cuentas de 17011702, tomadas el 29 de febrero de 1704 al mayordomo de fábrica Francisco Tariego se anotan 752 reales por 22 arrobas de aceite que se consumieron durante los dos años en la iglesia de S. Miguel, en la de Nuestra Señora de la ermita de Santiago y en la luminaria de Nª Sª de la Cerca14. En 1705, aparte de arreglar la puerta de esta capilla, se retejó su cubierta a la vez que la de “Señor Santiago” y los tejados de la de Nª Sª de Alconada, en la que, siguiendo la costumbre, se había celebrado el día del Ángel, gastándose en total cinco cargas de yeso15. En 1725 Manuel Ruiz Tariego hizo por 476 maravedís una puerta nueva para la “hermita de Nuestra Señora de Alconada que esta en la Puerta de la Villa dela Zerca”, encargándose de los herrajes (21 clavos, un tejuelo, arreglo de la cerradura y echar escudo en ella) el cerrajero Joseph Marcos, costando todo 756 maravedís que fueron pagados por el fabriquero Sebastián Carpintero el día 13 de abril16. Puerta nueva para la ermita de Nª Sª de Alconada que está en la puerta En los gastos de 1738 a 1741 aparece de la Cerca


había bajado las escaleras del coro cuando sucedió el estrago, debiendo advertir para estímulo del mayor agradecimiento a los divinos favores que el caso sucedió al mismo tiempo que el choro estaba entonando el versículo <et veniat supra nos misericordia tua Domine> (y se manifieste sobre nosotros tu clemencia, Señor)”. Aquel desastre, como hemos visto, sorprendió a la gente y capitulares de la colegiata cantando sus rezos habituales, por lo que salieron precipitadamente de la iglesia, igual que los franciscanos del cercano convento que se retiraron a su huerta y el resto de los vecinos que, pensando que se les caían sus casas, salían de ellas corriendo o se quedaban como suspensos, aturdidos y perdidos. Asimismo, se revolvieron muchos pozos, incluso las aguas del caño de la Plaza y algunas cubas de vino que se derramaron por sus bocas. Una vez recobrada la calma, se decidió conmemorar la festividad de Todos los Santos en el altar del oratorio de Nª Sª de Alconada, que se hallaba sobre la puerta de la entrada de la Cerca. Por la tarde los oficios de vísperas tuvieron lugar en la ermita de Santiago y, al día siguiente, la misa mayor y las horas canónicas en la Casa de la Cruz (actual ayuntamiento), acomodándose en seguida la capilla mayor de S. Miguel para que sirviera de coro mientras duraran los trabajos de reconocimiento y posterior compostura de los destrozos, encargando el análisis a D. Ventura Padierne, maestro de cantería y arquitecto de la Real Obra del Canal de Campos, que también estaba investigando posibles daños en la Catedral de Palencia, en la iglesia de S. Lázaro y en la torre de S. Miguel. Y, como agradecimiento por no haber habido desgracias personales, según el acuerdo del día 18 del mismo mes y año, cantar anualmente, desde entonces, una misa solemne con cuatro capas, después de la misa mayor, sacando previamente el Santísimo expuesto en procesión por el templo finalizando con un Te Deum18. En cuanto a movimientos sísmicos, hay constancia de otro que sucedió en 1680, el día de S. Dionisio, 9 de octubre. Aquel día nuestros antepasados se levantaron alarmados al notar cómo se movían inesperadamente sus camas, causándoles grandísima novedad al ser esta tierra firme y sólida19. Siguiendo con las atenciones a la capilla de nuestro estudio, en 1799 Andrés Redondo y Casimiro Blanco, según las cuentas del canónigo y fabriquero eclesiástico D. Cipriano del Río, percibieron 38 reales por haberse ocupado dos días en componer esta ermita de la puerta de villa de la Cerca, que lindaba con la casa de D. Manuel Villafañe llevando “machon

y medio, ocho trozas de chilla y quarenta y una tejas”20. Y en los años posteriores se siguió comprando aceite para los mismos propósitos; por ejemplo, en 1805-1806, 20 arrobas y 10 libras para la lámpara del Santísimo y la de la Cerca. Sinembargo la última anotación relativa al mencionado gasto para Nª Sª de la Cerca corresponde al balance de 1807-1808, realizado por el fabriquero Vicente Aguado Puelles el 22 de mayo de 1817 que pagó algo más 498 reales (16.940 maravedís) por 6 arrobas que había entregado al sacristán José Ruiz Ampudia para este pequeño oratorio. A partir de entonces nunca más se anota esta partida, exceptuando el gasto para el Santísimo. Por eso en el arqueo de 1809-1810, hecho el 8 de junio de 1818 por el mayordomo de fábrica D. Agustín Redondo, se explica que, aunque como siempre se habían recibido 80 reales del administrador de Rentas o Millones “por la refacción de aceite”, no se habían consumido al no haber lucido la lámpara de Nª Sª de Alconada de la Cerca21. A pesar de ello esta bonita edificación subsistió, al menos, hasta el verano de 1845 en que se recibió un decreto del Jefe Político Superior de la provincia, el más alto cargo político de Palencia, por el cual se pedía al cabildo que informara sobre la necesidad expresada por el ayuntamiento municipal de derribar las paredes y la ermita que estaba sobre la entrada de la Cerca, frente al caño. Los capitulares de la colegiata respondieron afirmando que, tanto los muros como el hermoso arco sobre el que descansaba la capilla de Nuestra Señora, a quien tributaban cultos religiosos cada vez que pasaban procesionalmente por aquel punto, no sólo no afeaban aquel anchuroso campo que daba vista a los caños y a la Plaza, sino que le embellecían y hermoseaban notablemente, no entorpeciendo el tránsito de las personas ni de los carros

Terremoto de Lisboa de 1 de noviembre de 1755

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Notas

que, incluso bien cargados, pasaban por aquella abertura y que jamás se había oído que allí se albergara ni escondiera nadie que hubiera intentado ofender a los que transitaban por dicho paraje22. A partir de este momento, una vez desmantelada tanto la propia capilla como la bóveda que la sustentaba, e incluso los dos cubos de piedra que formaban parte de la antiquísima Puerta de la Cerca, es cuando con toda certeza se debió buscar un lugar idóneo para trasladar aquella imagen tan entrañable y querida de los ampudianos para que siguiera socorriendo a todos los que pasaran por ese sitio. Actualmente, alojada en la pared, bajo los soportales de la Plaza, contemplamos esta figura de la Virgen de Alconada, por lo cual ahora, cuando la veamos, hemos de pensar que, lo mismo que cuando se hallaba a la entrada de la Cerca, sigue escuchando nuestras penas, súplicas y agradecimientos al igual que lo ha ido haciendo desde hace ya tantos siglos. Y todos los años comenzando en 1996, cada tarde del 7 de septiembre, víspera del día grande de las fiestas en honor a Nuestra Sª de Alconada, los vecinos de Ampudia, después de participar en la misa con la que finaliza la novena a nuestra patrona, subimos hasta la Plaza por la Corredera para realizar una ofrenda floral, promovida tenazmente por Ascen del Valle Torres, con la que festejamos a nuestra querida Virgen. Que ella nos siga protegiendo.

1.- Archivo parroquial de Ampudia (Palencia), en lo sucesivo, APA; nº 141 de Aniversarios, fols. 18 y 18v. 2.- APA, nº 141 de Aniversarios, fols. 34 y ss. Testamento de Alonso Castrillo (25 de enero de 1557) y de Bastián Castrillo (9 de diciembre de 1560). 3.- PEÑA CASTRILLO, L.J., “La panera del arcipreste Alonso Castrillo-Ampudia -1554”, PITTM, 80 (2009), p. 229 y ss. 4- APA, nº 191 de Escrituras de Fundaciones, fol. 9 (Testamento de 17 de julio de 1735). 5.- Un real equivalía a 34 maravedises o maravedíes. 6.- APA nº 141 de Aniversarios, fol. 82 v. 7.- PEÑA CASTRILLO, L.J., “Ampudianos Distinguidos”, PITTM, 74 (2003), p. 314 y ss. 8.- Ver su vida glosada por José Ignacio Izquierdo Misiego en la revista de La Corredera nº 4, pp. 23 y ss. 9.- APA, nº 59 de Cuentas de Fábrica, fol. 219 (Cargo de 1725-1726). 10.- APA, nº 67 de Legajos de Escrituras 4, nº 142 de Aniversarios, fol. 57 y nº 229 de Acuerdos Capitulares, fol. 226 (cabildo de 9 de mayo de 1625). 11.- Había dos fabriqueros, uno secular y el otro eclesiástico. 12.- Una arroba son 11,5 Kg. que equivalen a 25 libras y una libra son 460 gramos (PEÑA CASTRILLO,LUIS, Ampudia y su Sabiduría, Palencia, 1999, pp. 140 y 162. 13.- APA, nº 63 de Cuentas de Fábrica, fol. 129. 14.- APA, nº 58 de Cuentas de Fábrica, fols. 352, 352 v. y 496. 15.- APA, nº 63 de Cuentas de Fábrica, fols. 159 v. y 161 (Cuentas de 1705-1706). 16.- APA, nº 59 de Cuentas de Fábrica, fol. 221 (Cargo de 1725-1726) y nº 99 de Libramientos de Fábrica, fol. 57 (13 de abril de 1725). 17.- APA, nº 64 de Cuentas de Fábrica, fols. 101 y 113. 18.- APA, nº 241 de Acuerdos Capitulares, fols. 46 y ss. (cabildo de 18 de noviembre de 1755), nº 146 de Aniversarios, fol. 8 y nº 148 de Aniversarios, fol. 30-2ª numeración. 19.- APA, nº 7 de Bautismos, fol. 318 v. (Nota del cura D. Manuel de Paredes). 20.- APA, nº 65 de Cuentas de Fábrica, fol. 189 v. 21.- APA, nº 61 de Cuentas de Fábrica, fols. 11v., 14, 19 y 26 v. 22.- APA, nº 248 de Acuerdos Capitulares, fol. 150 (cabildo de 1 de agosto de 1845).


El HOSPITAL de SANTA MARÍA de la CLEMENCIA (Ampudia) A TRAVÉS DE UNA EJECUTORIA DE 1497 Mauricio Herrero Jiménez Universidad de Valladolid

INTRODUCCIÓN

N

O fue el mariscal de Castilla Pedro García Herrera el único que encontró en el hospital de Esgueva de Valladolid el modelo de ordenanzas para el regimiento del Hospital que bajo la advocación de Nuestra Señora Santa María fundó en 1455 en la villa de Ampudia1. Antes que él se fijó en el articulado del hospital vallisoletano el arcediano Gómez González, que el 23 de julio de 1424 dio unos estatutos para el Hospital de Santa María Magdalena que había fundado en la segoviana villa de Cuéllar2. La experiencia, a la que alude el arcediano («la esperiençia es madre de las cosas»), es si no la única razón para explicar la búsqueda del modelo pucelano, sí de consideración suficiente. Y en él, en tal modelo, hallaron el arcediano Gómez González y el mariscal Pedro García Herrera claves decisivas para atender los asuntos del gobierno y administración propios de la institución hospitalaria y asistencial que fundaron. El mariscal de Castilla, señor de Ampudia desde 1419, año en que el arzobispo de Toledo Sancho de Rojas, su tío, instituyó el mayorazgo de la villa en su favor, fundó en ella el Hospital de Santa María de la Clemencia para acoger en él a pobres y menesterosos. Pero ninguna protección, ningún amparo podía proporcionar el hospital sin unas rentas con las que hacer frente a los gastos de manutención, asistencia y cuidado de los pobres que acudieran a él. Pedro García Herrera dejó por ello a la institución asistencial que fundaba, además de treinta cargas de trigo y 2.700 maravedís y otros legados, el lugar de Rayaces (que pertenecía al señorío de Ampudia) con sus términos y rentas, que «dejo e mando sean para el proveimiento de los pobres»3. Con ello se pusieron a disposición del hospital los caudales necesarios (o parte de ellos) para que se llevara a efecto la función asistencial que tenía encomendada. Pero esa entrega le exigió al hospital

desde fechas muy tempranas emplearse con energía en su defensa, para lo que no dudó en acudir a la Audiencia y Chancillería Real de Valladolid. Y lo hizo ya en la última década del siglo XV. Los conflictos, naturalmente, dejaron su rastro documental, y en él hallamos siempre al Hospital de la Clemencia y al concejo de Rayaces defendiendo conjuntamente el término. Así ocurrió en 1497. Cuando Pedro García de Herrera donó al hospital el lugar de Rayaces, con «la martiniega que el concejo de Ampudia daba por las heredades que sus vecinos labraban en Rayaces (200 mrs.)»4, y el hospital arrendó la heredad a los vecinos de Ampudia, que podían vivir en Rayaces aunque siguieran siendo vecinos y pagaran los diezmos en esta última5, recibió también en herencia un conflicto de siglos por el término. Conflicto que tal vez arranque en 1144, año en que Alfonso VII incluye Rayaces en el alfoz de Torremormojón, que en su

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18 momento, como veremos más adelante, esgrimió la inclusión del lugar en su alfoz y lo que ello suponía en su favor. No importaba que la realidad cambiante de la organización territorial de la comarca a lo largo de los siglos XII y XIV, de la que se ha ocupado con gran solvencia el profesor Reglero de la Fuente6, hubiera trastocado un mapa solo imaginado (con unos términos delimitados de forma permanente) por Torremormojón. La realidad fue otra y compleja. Tanto que perturbó la convivencia entre vecinos de términos limítrofes. Los conflictos sobre términos no son propios ni de los Torozos ni de los siglos a caballo entre las Edades Media y Moderna. Muy al contrario, se generalizaron desde el momento en que el territorio se fue repoblando y se acrecentó la necesidad de suelo y de su aprovechamiento. La búsqueda de soluciones a los conflictos llevó a las partes interesadas en ellos a arbitrajes y tribunales durante años. Y eso es lo que hizo en 1497 el Hospital de la Clemencia para resolver las diferencias sobre términos que tenía con el concejo de Torremormojón. Esa vez ni fue la primera vez ni sería la última, como testimonian los distintos procesos de pleitos y las cartas ejecutorias del Archivo de la Real Chancillería de Valladolid, siendo una de las primeras una ejecutoria de 14977. La carta fue dada a instancia de parte (el Hospital de Santa María de la Clemencia, que de esa manera

poseía testimonio del derecho reconocido en el documento), tiene forma de provisión real y se expidió el 13 de septiembre de 1497, en nombre de los reyes Don Fernando e donna Ysabel, por la Audiencia y Chancillería de Valladolid. La carta contiene no solo la sentencia pronunciada por este tribunal sino también lo esencial del proceso que se litigó con el concejo de Torremormojón: demanda, autos y sentencias del tribunal vallisoletano, así como los autos y sentencias pronunciadas en primera instancia, puesto que el pleito llegó a la Chancillería de Valladolid en grado de apelación8. Por la exposición de la carta sabemos que, en primer lugar, en el pleito contendieron el patrón y administradores y mayordomos «de la casa e ospital de Señora Santa María de Clemençia, de la dicha villa de Enpudia, e el concejo, alcalde, merino e omes buenos del lugar de Rray[a]zes e su procurador en su nonbre, de la vna parte; e el conçejo, alcaldes, rregidores, ofiçiales e omes buenos de la dicha villa de la Torre de Mormojón e su procurador en su nonbre»9. En segundo lugar, conocemos que el pleito llegó al tribunal vallisoletano no solo después de haberse litigado en primera instancia ante un juez eclesiástico: don fray Rodrigo de Solís, prior del monasterio de San Agustín de Valladolid, bachiller en Teología y juez conservador subdelegado diputado por la Sede Apostólica a dicho hospital; sino que de esa instancia

LA CARTA EJECUTORIA DE 1497 En el margen superior de la carta se anotó:

pasó en segundo lugar ante el Consejo Real (el Consejo de la Justicia), desde donde fue remitido a la Chancillería de Valladolid. Y en tercer lugar, tenemos noticia del motivo y principio del pleito, que se trató «sobre rrazón que por vn escripto que Pedro de Arriola, en nonbre e como procurador de los dichos patrón e administradores e maiordomos de la dicha casa e ospital de Santa María

de Clemençia, cuyo era el dicho lugar de Rayazes, antel dicho prior don fray Rrodrigo de Solís, en la dicha villa de Valladolid, a nueve días del mes de março, año del nasçimiento de nuestro Saluador Ihesu Christo de mill e quatroçientos e ochenta e çinco años presentó, entre otras cosas en él contenidas dixo»10 que los vecinos y renteros que tenía el hospital en su lugar de Rayazes, «que era çerca de la dicha villa de Fuentepudia»,


estaban en posesión de poder pacer y rozar con sus ganados mayores y menores y cortar leña en el monte que llaman de La Cepeda y en los demás términos del lugar de Rayaces; y estando haciéndolo, la parte contraria (el concejo y vecinos de Torremormojón) les había despojado, hacía poco más o menos ocho años, de tal posesión y no consentían a sus renteros y vecinos de Rayazes pacer y rozar con sus ganados mayores y menores en dicho Monte y les expulsaban y tomaban y prendaban muchas veces sus bestias cuando las hallaban dentro de dicho Monte. Por todo ello Pedro de Arriola demandó la devolución de dicha «posesión vel casi de que así les auían despojado» y se permitiera a sus vecinos y renteros poder entrar con sus ganados mayores y menores a pacer y rozar en el monte de La Cepeda y cortar leña en él, además de que les pagaran 20.000 maravedís que les supuso el daño ocasionado por tales prohibiciones y se les devolvieran las dos bestias asnales que les tenían tomadas injustamente (o por ellas 2.000 maravedís). Puesta la demanda, iniciado el pleito, el procurador del concejo de Torremormojón solicitó a Rodrigo de Solís que desestimara la súplica de la parte demandante. Alegó en su defensa defecto de jurisdicción, por varias motivos: él no era juez para conocer de la causa porque sus representados en el proceso eran legos y habían de ser juzgados por la justicia real; la causa del pleito era mere profana (o meramente secular) y no eclesiástica ni espiritual, ni tal que le pudiese atribuir jurisdicción; la delación que hizo la otra parte no era válida y, de haberlo sido, habría expirado y no se extendería al caso porque él no podía conocer más que en casos de injurias, ofensas manifiestas y notorias, lo que no se daba porque sus representados únicamente habían defendido lo propio. Pero el procurador del concejo de Torremormojón alegó además, en favor del defecto de jurisdicción, que él no tenía jurisdicción en el asunto porque entre los mismos litigantes había pleito pendiente desde hacía tiempo ante jueces seglares, por lo que su sentencia sería excepción de cosa juzgada; y porque, atento el tenor y forma de la conservatoria, no podía ser juez de la causa porque no se extendía a este caso ni el conservador principal podía hacer la subdelegación que hizo en él. Por todo lo alegado solicitó la remisión del pleito al Consejo Real. Pedro de Arriola contradijo las alegaciones del procurador del concejo de Torremormojón y pidió ser recibido a prueba. La parte de Torremormojón no respondió a las contradicciones, pero, ante la negación del juez Rodrigo de Solís a remitir el juicio al Consejo Real, presentó una petición en este último, solicitando que, por ser el pleito sobre términos y ser sus representados

legos, sometidos a la jurisdicción real, y ser la causa mere profana, ordenaran al prior Solís que les remitiera el pleito y se diera por ninguno todo lo procedido contra sus partes. La petición tuvo su respuesta favorable, y el Consejo mandó al conservador fray Rodrigo de Solís que, desde el día en que le fuere mandado y notificado y en un plazo de tres días, les enviara el proceso original que se mencionaba en la petición, so pena de perder las temporalidades y naturaleza que tenía, ser considerado ajeno y extraño a ello y caer en las penas en que caen los eclesiásticos que no cumplen ni obtemperan las ordenes del Consejo. El pleito iba a verse en el Consejo y, en caso de que le correspondiera como juez conservador ver el pleito, le sería remitido; de lo contrario, proveería el Consejo sobre ello. Rodrigo de Solís, visto el mandamiento, envió el proceso al Consejo, no sin expresar que hallarían por él que sí podía conocer en el pleito porque era sobre fuerza y espoliación que había hecho el concejo y vecinos de Torremormojon de la posesión en que estaban el Hospital de Santa María de la Clemencia y el concejo de Rayaces, y por tanto podía proceder como juez conservador y conocer en la causa, que era sobre cosa muy piadosa y sobre bienes que el mariscal Pedro García Herrera había dejado al hospital para el mantenimiento de los pobres. Remitido por el juez conservador Solís el conocimiento del pleito al Consejo Real, se dio plazo a las partes litigantes para que alegaran de su derecho y poder así determinar lo que con derecho se debiera. Ya en el Consejo, el procurador del concejo de Torremormojón respondió a la demanda puesta contra ellos por el Hospital de la Clemencia ante el conservador, negando el poder de Pedro de Arriola, considerando la demanda inepta y mal formada e improcedente en derecho por varios motivos, entre los que sobresale el hecho que el hospital no había tenido ni poseído el monte de La Cepeda, ni sus renteros de Rayaces; ni tenían derecho a pacer y rozar en él de noche ni de día; declarando además que no les habían despojado de la posesión vel casi en que dicen haber estado ni tal se podría probar, antes al contrario se probaría que el concejo de Torremormojón desde tiempo inmemorial tenía y poseía el Monte con su raso pacíficamente, paciendo y rozando en él y cortando leña como de cosa suya propia; poniendo guardas en él y prendiendo a los vecinos y moradores de la villa de Ampudia y a los renteros del lugar de Rayaces y de Santa Cecilia, Valdetrigueros, y de los demás lugares comarcanos, y a sus ganados que entraban en el Monte a pacer y rozar y cortar leña o cazar en él sin licencia y mandado de sus partes; y si alguna vez, las partes contrarias entraron en el Monte, sería con licencia de

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20 sus partes y con iguala que con ellos primero habrían hecho; de otra forma, habían sido siempre prendados siendo vistos. Por tanto el concejo de Torremormojón y sus vecinos no podían ser despojadores, como en contrario se alegaba, pues no había intervenido en ello despojo ni fuerza alguna. Asimismo negó el procurador que el monte de La Cepeda fuese término del lugar de Rayaces, sino que era término de la villa de Torremormojón y de su jurisdicción, en cuyo tiempo los alcaldes de la villa y el concejo habían ejercido y usado jurisdicción civil y criminal, prendiendo a los malhechores; y habían alzado siempre mojones y renovado con los otros lugares comarcanos como en término propio de sus partes, con lo cual cesaba lo en contrario alegado, que no había lugar. Solicitó por todo lo dicho la absolución de sus partes y que se condenara a la parte contraria en las costas. Pedro de Arriola, en nombre de sus partes, solicitó la revocación del mandamiento del Consejo para que el prior Rodrigo de Solís, juez conservador, no conociera en dicho pleito, porque la demanda que había puesto el Hospital de Santa María de la Clemencia y las otras sus partes contra el concejo de Torremormojón estaba fundamentada en injurias manifiestas y en las ofensas y fuerzas que estos habían hecho y hacían cada día, por lo que el juez conservador, según derecho, podía y debía conocer. Y siendo además el hospital pobre como era, y no teniendo más bienes que los diputados para los pobres y menesterosos que se acogían en él, si se juzgaba el pleito fuera de la villa de Valladolid, el hospital no tendría con qué seguir la causa ni la podrían seguir por su pobreza, y su derecho perecería. Continuó el proceso con sucesivas alegaciones de las partes, tras lo cual los señores del Consejo dieron el pleito por concluso y pronunciaron sentencia, fallando que debían recibir y recibieron a ambas y a cada una de las partes a prueba de lo que cada una solicitó y alegó, para lo que dieron término de cincuenta días; y ese mismo plazo dieron para presentar testigos y probanzas. Hechas las probanzas por las partes y en el término de la ley, el procurador del concejo de Torremormojón presentó una petición en la que expuso que la parte del hospital de la Clemencia no había probado el despojo sobre el que se había fundado su demanda y que los testigos que presentó depusieron que Pedro Escol y algunos moradores de Rayaces cortaron leña y pacieron en el monte de La Cepeda con licencia y porque lo habían arrendado del concejo de Torremormojón, por lo que no podía el hospital atribuirse derecho de posesión. Por ello suplicó cumplimiento de justicia. Tras las alegaciones hechas por Pedro de Arriola, en nombre del Hospital de Santa María de la Clemencia y del concejo y vecinos de Rayaces, el

procurador del concejo de Torremormojón presentó en el Consejo las escrituras siguientes en defensa de su derecho: un privilegio rodado11 del emperador Alfonso VII, dado en Palencia, «era de mill e çiento e ochenta e dos años, en el mes de hebrero (1144, febrero), por el qual paresçía commo el dicho lugar de Rrayazes era a boz e jurediçión de la dicha villa de la Torre; e vna carta de arrendamiento del dicho monte e de la yerva dél que fizo Pero Escol, tenedor de Rrayazes, de los dichos sus partes, para paçer e rroçar en el dicho Término por çierto tiempo e por çierto preçio, fecho a tres días de hebrero de mill e quatrozientos e veynte e quatro annos (1424, febrero, 3); e más otra carta sygnada de escriuano público del dicho Pero d’Escol, por la qual concosçía commo, seyendo vezino e morador en el dicho lugar de Rrayazes, conosçió que non podían paçer nin rroçar ni cortar en el dicho Monte, saluo por rrenta que tenían de los dichos sus partes, fecho tres días de hebrero de mill e quatroçientos e veynte e quatro años (1424, febrero, 3); e otro testimonio signado de Pero Marcos, escriuano, fecho a onçe días del mes de março de setenta e nueve (1479, marzo, 11); más otro testimonio sygnado del dicho Pero Marcos, fecho a ocho días del mes de henero de setenta e nueve (1479, enero, 8); e más otro testimonio sygnado del dicho Pero Marcos, fecho a syete días del mes de dezienbre de ochenta e tres años»12 (1483, diciembre, 7). El procurador del concejo de Torremormojón conocía el valor de las escrituras, por lo que solicitó a los miembros del Consejo que, puesto que eran las «oreginales e las auían menester los dichos sus partes para otros pleytos, nos pedían e suplicauan gelas mandásemos voluer, quedando los traslados conçertados con ellas en el proçeso del dicho pleyto»13. Hecha la presentación y solicitada la devolución de los originales, pidió se hiciera a sus partes cumplimiento de justicia. Pedro de Arriola, en nombre del Hospital de la Clemencia, puso en duda la “fehacencia” de las escrituras presentadas por el procurador del concejo de Torremormojón, por lo que, entendía, no eran de recibir ni hacían perjuicio a sus partes porque ni habían sido presentadas en forma, ni eran escrituras públicas ni auténticas ni signadas de escribano públicos; y la escritura que decían del Emperador en la forma que estaba no hacía fe ni probaba cosa alguna de aquello que decían las partes contrarias; y aún puesto que prueba alguna hiciera, lo que no hacía, el privilegio de Alfonso VII estaba derogado por no uso y por contrario uso, y jamás se usó ni guardó; y la otra escritura de arrendamiento que dice que fizo Pedro Escol tampoco empecía a sus partes, porque no hacía fe y, supuesto que prueba hiciera, el escribano que la había signado era un falsario y muy mal infamado en


su oficio de escribanía en hacer y escribir documentos falsos; y aunque la escritura pasara tal y como en ella estaba, no empecía a sus partes porque, aunque era cierto que Pedro Escol tenía a renta el lugar de Rayaces de la iglesia de Santiago, “cuyo era el dicho lugar”, y aunque arrendara el Monte de Rayaces del concejo de Torremormojón, no paró perjuicio alguno a la iglesia de Santiago ni a los que tuvieron después título y causa de ella, ni perjudicaba a sus partes cualquier confesión que hubiera hecho en contrario; y también eran falsas las escrituras que decía que eran signadas de Pedro Marcos, escribano, pues en lo que tocaba al dicho Monte de Rayaces y sus términos no había pasado lo que decía en ellas, y, supuesto si así pasara, no eran partes que pudieran hacer perjuicio al dicho lugar de Rayaces. Y supuesto que las escrituras eran tales como había dicho, no debían ser entregados las originales a la parte contraria. Y así solicitaba a los miembros del Consejo que lo mandaran hacer. A continuación las partes litigantes adujeron cada una de ellas sus razones, y la parte de los administradores del Hospital de Santa María de la Clemencia y concejo y vecinos del lugar de Rayaces fue recibida para que probara la falsedad alegada de las escrituras presentadas por la parte de la villa de Torremormojón, a la que recibirían en caso de que quisiera verificar dicha escrituras. Para lo que asignaron término de treinta días. Y mandaron a Pedro Marcos, escribano ante quien pasaron las escrituras, o a sus sucesores que, en ese mismo plazo, cuando fueran requeridos, se presentaran en el Consejo con los registros y protocolos de dichas escrituras, a costa de los administradores del Hospital y del concejo de Rayaces. En este punto, y una vez que las partes presentaron sus pruebas, el proceso del pleito para fue remitido desde el Consejo Real a la Audiencia y Chancillería de Valladolid, para que el presidente y oidores lo tomaran en el punto en que estaba pendiente. Por fin, en Valladolid, en Audiencia pública, el 9 de julio de 1493, en presencia de los procuradores de las partes, se dio sentencia definitiva, fallando que los administradores, regidores y mayordomo del Hospital de Santa María de la Clemencia no probaron su intención y el concejo de Torremormojón probó sus exenciones y defensiones. Por ende, absolvieron y dieron por libre al concejo de Torremormojón de todo lo contenido en la demanda contra ellos puesta por los administradores del Hospital. Y no hicieron condenación de costas. Pedro de Arriola, procurador del patrón y administradores del Hospital y del concejo del lugar de Rayaces, suplicó la sentencia, alegando, entre otras razones, que el monte de La Cepeda era del lugar de Rayaces y estaba dentro de sus términos, confinando

con el término de Santa Cecilia y Quintanilla; de tal manera que entre el término de Torremormojón y el Monte entraban los términos de Pedraza, Villarramiro, Rayaces y Ampudia, por lo que el Monte no confinaba con el término Torremormojón por parte alguna; otra razón era que sus partes y los anteriores señores de Rayaces y los vecinos y arrendadores y mayordomo estuvieron en posesión, uso y costumbre de pacer con sus ganados mayores y menores, con el ganado ovejuno cuatro meses y con el otro todo el año, dentro en el dicho monte juntamente con los vecinos de Torremormojón, sin prendarse y con el mismo número de ganado los vecinos de ambos lugares; una tercera razón era que hasta hacía quince años, que la parte contraria no se lo consistió, estuvieron en la posesión y además prendaban a los vecinos de Pedraza, Quintanilla y de los otros lugares comarcanos que pacían y cortaban leña en dicho Monte; y a los vecinos de Torremormojón que entraban a pacer en el Monte con los ganados menores en el tiempo vedado, que era en todo el año allende de los cuatro meses; la cuarta razón era que hacía sesenta años se dio sentencia, consentida por ambas partes y los señores que entonces eran de ellas, sobre el pacer en dicho Monte; y sus partes y sus antecesores estuvieron en posesión desde entonces de cortar leña en dicho Monte para sus casas, y los vecinos de Torremormojón solían por costumbre llevar dos o tres cargas de leña para sus casas por tiempo de Navidad y no más. Era, pues, monte común tanto en propiedad como en posesión de Torremormojón y de Rayaces. Por todo ello suplicó la sentencia y solicitó que se revocara y se condenara a la parte contraria en lo demandado. El procurador de la villa de Torremormojón presentó en la audiencia una petición en que dijo que las partes contrarias no habían tenido posesión alguna del monte de La Cepeda ni hubo compromiso entre los concejos para pacer y rozar en dicho monte, ni nunca la sentencia que decía la parte contraria se había dado; ni tenía la otra parte derecho de propiedad ni podía pedirla hasta que no se resolviera y feneciera el juicio de la posesión, por lo que protestaba de las alegaciones de Pedro de Arriola. El presidente y oidores de la Real Audiencia y Chancillería dieron el pleito por concluso y pronunciaron sentencia, fallando que debían recibir y recibieron a los administradores del Hospital de la Clemencia a probar lo que no probaron en la primera instancia, para que lo probaran por escrituras, y a que probara lo alegado en esta última instancia; y a la parte del concejo de Torremormojón, a probar lo contrario. Dieron plazo para ello de cuarenta días. El procurador del concejo de Torremormojón presentó una petición, diciendo que sus partes no tenían que pasar por término de Ampudia ni de otro

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22 lugar para ir al monte de Torremormojón conocido como El Raso y Dehesa porque iban por su término y una cañada de su propiedad; y dicho término de El Raso limitaba con los términos de Quintanilla, Santa Cecilia y Rayaces; y que lo habían poseído de tiempo inmemorial, le habían pacido, rozado y cortado leña, y habían prendado a los que entraban de fuera, de Ampudia y Rayaces y otros lugares; y habían usado del monte como señores y poseedores. Pidió cumplimiento de justicia y volver el proceso al punto en que estaba. Pedro de Arriola presentó una alegación solicitando que no se concediera a la parte contraria la restitución que pedía porque lo hacía para dilatar el pleito. Vistas las probanzas, el presidente de la Chancillería falló que la restitución pedida por el concejo de Torremormojón había lugar y la otorgaba y le recibían a prueba; y a la parte del Hospital de Santa María de la Clemencia, a probar lo contrario. Para lo que dieron término de cincuenta días. Tras la presentación de pruebas y alegaciones por las partes, se dio el pleito por concluso y fallaron que recibirían a las partes a probar las tachas y contradicciones, para lo que dieron nuevo plazo de cien días. Hechas las probanzas, se dio el pleito por concluso y se pronunció sentencia definitiva en grado de revista, estando en audiencia pública, en Valladolid, el viernes, 28 de julio de 1497, en que el presidente y oidores de

1.- FERNÁNDEZ RUIZ, César, Historia de la Medicina Palentina, Palencia, 1959, pp. 71-72, donde se hace referencia a la disposición del fundador para que el Hospital de la Clemencia y los pobres que a él acudieran se rigieran al modo que articulan no únicamente las ordenanzas del Hospital de Esgueva de Valladolid, sino también las de los hospitales del Conde de Haro de Medina de Pomar y del obispo Barrientos de Medina del Campo. 2.- VELASCO BAYÓN, Balbino (OSB)-HERRERO JIMÉNEZ, Mauricio-PECHARROMÁN CEBRIÁN, Segismundo-MONTALVILLO GARCÍA, Julia, Colección documental de Cuéllar (934-1492), Cuéllar, 2010, pp. 549-544 y pp. 600-604. 3.- FERNÁNDEZ RUIZ, César, Historia de la Medicina Palentina, Palencia, 1959, p. 72. 4.- REGLERO DE LA FUENTE, Carlos, “Los despoblados bajomedievales en los Montes de Torozos: jerarquización del poblamiento y coyuntura económica”: Edad Media: revista de historia, 1 (1998), pp. 183-218, especialmente p. 204. 5.- Ibidem, p. 204. 6.- REGLERO DE LA FUENTE, Carlos, Espacio y poder en la Castilla Medieval. Los Montes de Torozos (siglos X-XIV), Valladolid, 1994, p. 271. Véase además REGLERO DE LA FUENTE, Carlos, Los Señoríos de los Montes Torozos. De la repoblación al Becerro de las Behetrías (siglos X-XIV), Valladolid, 1993. 7.- A través del Portal de Archivos Españoles (PARES) se puede acceder a las descripciones (e imágenes en algunos casos) de pleitos y ejecutorias de los procesos litigados por el Hospital de la Clemencia en la defensa del término de Rayaces en la Real Chancillería de

la Chancillería fallaron, vistas las nuevas probanzas presentadas por el patrón y administradores del Hospital de Santa María de la Clemencia y el concejo de Rayaces, que la sentencia definitiva, suplicada por estos últimos, era de enmendar y para enmendarla la revocaban, por lo que debían mandar que la iguala y composición hecha y sentencia dada por el doctor Gómez Fernández de Miranda y el licenciado Fernando González de Toledo, entre el mariscal García de Herrera, cuyo fue el lugar de Rayaces, de una parte; y el concejo de Torremormojón, de la otra, presentada ante ellos por el Hospital de la Clemencia y el concejo de Rayaces, y por todas la partes consentidas, y aprobada y jurada por el concejo de Torremormojón, se guarde en todo y por todo en adelante, según en la iguala y composición (que mandaron incluir en la ejecutoria, aunque no se hizo, y de la que únicamente sabemos que se dio un 14 de julio, domingo) se contiene. Y no hicieron condenación de costas. Pronunciada la sentencia de revista, Pedro de Arriola, en nombre y como procurador del patrón, administradores y mayordomos de la Casa y Hospital de Santa María de la Clemencia de villa de Ampudia y del concejo del lugar de Rayaces, «paresció ante nos, en la dicha nuestra Abdiencia»14, y pidió y suplicó que le mandásemos dar carta ejecutoria. Lo que, como sabemos, se hizo en Valladolid, el 13 de septiembre de 1497.

Notas

Valladolid desde finales del XV y durante el siglo XVI. Entre ellos, los que tienen las signaturas: ARCHV, Registro de Ejecutorias, caja 122,34; caja 962,22; caja 1000,8; caja 1006,60; caja 1084,10 y caja 114,43; Pleitos Civiles, Fernando Alonso (F), caja 178,5; caja 440,1; caja 1298,1 y caja 1262,3. 8- Sobre la carta ejecutoria pueden consultarse los trabajos de VARONA GARCÍA, M.ª A., “Cartas ejecutorias. Aportación a la Diplomática judicial”: Estudis Castellonencs, 6 (1994-1995), pp. 1445-1453; MARCHENA RUIZ, E. J., “El registro de Reales Ejecutorias del Archivo de la Real Chancillería de Valladolid (1486-1500)”, en La administración de justicia en la Historia de España. Actas de las III Jornadas de Castilla-La Mancha sobre investigación de archivos, Guadalajara, 11-14 noviembre 1997, Guadalajara, 1999, pág. 337-350. 9.- ARCHV, Registro de Ejecutorias, caja 114, 43, f. 1r. 10.- ARCHV, Registro de Ejecutorias, caja 114, 43, ff. 1r-v. 11.- Lo cierto es que el signo real en forma circular o de rueda no aparece en los privilegios hasta los reinados de Fernando II de León y Sancho II de Castilla, sucesores de Alfonso VII, cuyo signo real tenía forma rectangular. Véase MILLARES CARLO, A., “La cancillería real en León y Castilla hasta fines del reinado de Fernando III”: Anuario de Historia del Derecho Español, III (1926), pp. 227-306; MARTÍN FUERTES, J. A., “El Signum regis en el reino de León (1157-1230): notas sobre su simbolismo (I)”: Argutorio: revista de la Asociación cultural “Monte Irago”, 9 (2002), pp. 15- 19. 12.- ARCHV, Registro de Ejecutorias, caja 114, 43, f. 14r. 13.- ARCHV, Registro de Ejecutorias, caja 114, 43, f. 14r. 14.- ARCHV, Registro de Ejecutorias, caja 114, 43, f. 30v.


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POMBO y los recuerdos de LA DEHESILLA

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Álvaro Pombo, pintado por Onésimo Anciones

Álvaro Pombo BIOGRAFÍA Nació en Santander (Cantabria) el 23 de junio de 1939; hijo de Cayo Pombo Caller y Mª del Pilar García de los Ríos, emparentados con la alta burguesía santanderina. Realizó sus primeros estudios en los Escolapios de esa ciudad donde hizo sus primeros pinitos literarios en la revista del colegio. En el Quinto curso de Bachillerato suspendió cuatro asignaturas y falsificó las notas, por lo que tuvo que repetir curso y trasladarse como alumno interno al colegio de los Jesuitas de Valladolid. Durante esa época de su adolescencia pasaba largas temporadas de sus vacaciones estivales en la finca de La Dehesilla (Ampudia), una explotación agropecuaria propiedad de sus padres. Hizo la carrera de Filosofía y Letras (con Licenciatura en la especialidad de Filosofía) en la Universidad Complutense de Madrid, residiendo en el Colegio Mayor Aquinas donde entabló una profunda y duradera amistad con el filósofo José Antonio Marina, quien algunos años más tarde se convertiría en su padrastro al casarse con su madre, viuda de Cayo Pombo desde 1964. Trabajó durante tres años como profesor en tres colegios privados de Madrid mientras preparaba las Oposiciones para catedrático de Instituto. Su fracaso le motivó para marcharse a vivir a Londres, decidido a empezar una nueva etapa de su vida. Permaneció en Londres durante once años, desde 1966 a 1977. Para ganarse el sustento sin recurrir a la ayuda familiar se vio forzado a trabajar primero como “cleaner”, limpiador de pisos, y después como telefonista en una oficina del Banco Urquijo. Aprovechó su tiempo libre para proseguir sus estudios y obtener un Bachelor of Arts, otra especie de Licenciatura en Filosofía, en el Birbeck College. Su regreso a Madrid y otro fracaso en las Oposiciones para Cátedra de Instituto le llevaron de nuevo a trabajar en un banco, esta vez el Hispano Americano, aunque ya como oficial de primera. Comenzaba al mismo tiempo su imparable carrera literaria y la acumulación de premios que han hecho de Álvaro Pombo el escritor más galardonado de España. Ese mismo año de 1977 recibió el premio de poesía El Bardo por su segunda obra “Variaciones”. La primera, “Protocolos”, se había publicado en 1973 con edición pagada de su propio bolsillo. Fue también en 1977 cuando se publicó su primera obra de narrativa: “Relatos sobre la falta de sustancia”, un conjunto de historias cortas protagonizadas por personajes de condición homosexual, como la del propio autor, que la ha reconocido públicamente en numerosas ocasiones. Cinco años tardó en llegarle el segundo premio, decisivo para la consecución de la fama. Fue el Premio de Novela Herralde por “El héroe de las mansardas de Mansard” (1983). Luego llegarían el premio Nacional de la Crítica por “El metro de platino iridiado” (1990), que es para muchos la mejor de sus novelas. El Premio Nacional de Narrativa y Premio Ciudad de Barcelona por “Donde las mujeres” (1996). El Premio Fastenrath de la Real Academia Española por “La cuadratura


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Doña Pilar, Álvaro y Cayo Pombo Caller en La Dehesilla

del círculo” (1999). El Premio de Novela Fundación José Manuel Lara Hernández por “El cielo raso” (2001). El premio Salambó por “Contra natura” (2005). Y finalmente los dos premios más conocidos y mejor remunerados de la novelística hispana: el Premio Planeta por “La fortuna de Matilda Turpin” (2006) y el Premio Nadal por “El temblor del héroe” (2012). Encumbrado con tanto galardón no es extraño que el 19 de diciembre de 2002 Álvaro Pombo fuera elegido para ocupar el sillón “j” de la Real Academia Española de la Lengua. Hizo su ingreso el 20 de junio de 2004 con un discurso que llevaba por título “Verosimilitud y verdad”. Posteriormente , y aunque sea de forma casi anecdótica, asistimos a su salto a la arena política como candidato al Senado por el partido UPyD en la Comunidad de Madrid en las elecciones de 2008 y 2011. En ninguna de ellas salió elegido aunque perdiera por un reducido número de votos. En la actualidad, y pese a su salud delicada, sigue escribiendo siendo sus últimas obras, en poesía “Los enunciados protocolarios” (Quinto poemario, 2009), y en narrativa “Un gran mundo” (2015) y “La casa del reloj” (2016). Todo a la espera de que, si la salud le respeta y la vida se le alarga, pueda recibir algún día el ansiado Premio Cervantes para el que ya ha sido varias veces nominado.

GENEALOGÍA DE ÁLVARO POMBO Juan Pombo Conejo Cayo Pombo Villameriel Cayo Pombo Ibarra Cayo Pombo Caller Álvaro Pombo García de los Ríos

Florentina Villameriel Blanco Virginia Ibarra Arámbarri Ana Caller de Donesteve Mª del Pilar García de los Ríos


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Algunas frases de ÁLVARO POMBO LA DEHESILLA Y EL PÁRAMO DE TOROZOS

“Para mí Santander es uno de mis paisajes constantes. El primero es el de la bahía santanderina. Otro es Castilla la Vieja. Por eso me gusta tanto ir a la Casa de Campo en Madrid, me recuerda el monte bajo castellano” [EL PAÍS, 07-06-2009]

“Cualquier lector de mis novelas y poemas puede ver claramente dos paisajes basales, el santanderino de la bahía y el Alta, y el paisaje desolado del páramo palentino. Tierra de Campos. Ambos son paisajes basales. Y mi familia era, efectivamente, oriunda de Palencia. Y Santander el puerto harinero de Castilla”. [El Diario Montañés.es, 2009]

“Fui lo que se llamaba un niño de buena familia. Era guapo y orejón. Hasta los 15 años viví en Santander. Iba al colegio de los Escolapios y en los veranos pasaba largas temporadas en una finca que mi abuelo tenía en Ampudia, un pueblo de Palencia con un castillo y colegiata.” [Hoy.es 29-05-2016]


“Un Gran Mundo” de Álvaro Pombo Una novela autobiográfica Los personajes reales Epifanio Romo Velasco

I.- Introducción Como expresan los versos de Gabriel Celaya “Cuando se miran de frente los vertiginosos ojos claros de la muerte, se dicen las verdades: las bárbaras, terribles, amorosas crueldades… “, esas que solo suelen contarse cuando se escriben las Memorias. A Álvaro Pombo no le gustan las Memorias: “Las memorias son un mal asunto – un mal género- en casi todos los casos”. Quizás por eso, apenas recuperado de una grave peritonitis que le tuvo dos días en el quirófano en coma inducido, se puso a hacer lo que él sabe, a dictar una novela - “Un gran Mundo” – que es una crítica descarnada de las Memorias de su abuela, Ana de Pombo, y es al mismo tiempo una Autobiografía, más velada que novelada, restringida a los difíciles años de la adolescencia y primera juventud del literato, que son los menos conocidos para sus estudiosos y sus lectores. Lo que no es “Un gran mundo”, ni pretende serlo, es una Biografía de Ana de Pombo (“Tía Elvira” en la novela), pues se olvida de sus épocas más glamurosas en el París de entreguerras, como secretaria personal de Coco Chanel, y en la Argentina de Eva Perón. Tampoco habla apenas de sus últimas aventuras empresariales en la incipiente y cosmopolita Marbella, ni de sus actuaciones como bailarina de ballet clásico español, provista de castañuelas. La novela comienza con el retorno de Ana a España en el verano de 1949 en compañía de su joven y flamante tercer marido, el argentino Pablo Olivera (“Helio”) y ante los ojos atónitos de su nieto derrocha con sus frivolidades el capital conseguido gracias a la financiación de la nuera. Termina con la triste noticia de los enterramientos de todos los miembros del clan familiar del que Álvaro queda como único superviviente. El “gran mundo” que da título a la novela es el de los lujos y la distinguida clientela de la boutique de decoración y antigüedades “Tebas” (“Luxor”), que se va pronto a pique, y el “otro mundo” es el de la finca de La Dehesilla, en Ampudia (Palencia), que se hunde igualmente, aunque esta vez sea por culpa de los amoríos extramatrimoniales del hijo terrateniente.

Álvaro Pombo: “Un gran mundo” Editorial Destino

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II.- Los personajes reales A excepción de la Narradora y de su hermana “La trainee”, que son meras creaciones literarias, todos los demás personajes de la novela son personas reales, de carne y hueso, a los que presumiblemente nada les ha sido alterado salvo los nombres para otorgarles el marcador de ficción. “Totó Bonnard” es Joan Cambell, la amiga eterna de Ana de Pombo, que le siguió desde París a Argentina y desde Madrid a Marbella. “Nicola Sagaretto” es Héctor Bianccioti, supuesto amante de Ana, según las malas lenguas, algo que ella siempre calificó como calumnia. “Tío Fernando” es Cayo Pombo Ibarra, el abuelo neurasténico y difunto. “Ignacio Santoña” parece ser el novelista Antonio de Escalante Huidobro, aunque no hayamos podido consultar sus “Memorias de un ejecutado”. “El aguilucho” es, por supuesto, el propio Álvaro Pombo adolescente y los otros cuatro protagonistas principales merecen una consideración aparte.

Álvaro Pombo a los 17 años

ANA DE POMBO (“Tía Elvira”) Su verdadero nombre, Ana Caller de Donesteve que tomó el apellido “de Pombo” de su primer marido. Nació en La Cavada (Cantabria) en 1896. Hija de Francisco Caller y Elvira de Donesteve. Diseñadora de moda, empresaria y bailarina, fue considerada por muchos de sus contemporáneos como “una mujer singular”; por otros, como una persona excéntrica y extravagante que, entre otras muchas banalidades, se obstinó toda su vida en no decir cuál era su verdadera edad. De ahí que algunas fechas de su biografía aparezcan trastocadas incluso en la Wikipedia y en sus propias memorias que, con el título de “Mi última condena”, aparecieron publicadas en 1971. Celebró Ana de Pombo tres matrimonios. El primero, eclesiástico, apenas cumplidos los 17 años, con Cayo Pombo Ibarra, un miembro de la alta burguesía santanderina que le dio el apellido y de quien acabó separándose. Era veinte años mayor que ella y padecía de enfermedad mental. De este matrimonio le nacieron dos hijos, el mayor “Cayito” (Cayo Pombo Caller) y el pequeño “Alvarito”, que a los 19 años fue fusilado junto con otros 134 falangistas en el barco-prisión “Alfonso Pérez”, en 1936. Su segundo matrimonio, esta vez civil, fue con el diplomático uruguayo Fernando Capurro. Le duró tres años escasos, pese a que le llevó algún tiempo el conseguir los papeles del divorcio. El tercer matrimonio, de nuevo eclesiástico por hallarse ya viuda y divorciada, fue con el argentino Pablo Olivera, un arquitecto y decorador veinte años más joven que ella, que vino a convertirse en el amor de su vida.


De su faceta de bailarina, como “Ana de España”, nos han quedado las reseñas de varios conciertos suyos y la anécdota de haber sido pionera en introducir en la danza española el aderezo de las castañuelas. Como escritora de vocación tardía, aparte de las ya mencionadas Memorias, nos ha dejado dos libros de poesía: “37 poemas” (1957) y “A tu puerta” (1960). Poesía de colegiala, en opinión de su nieto Álvaro Pombo. Fracasado su negocio de decoración y antigüedades en Madrid, llegó a Marbella en la primavera de 1957 y allí permaneció hasta 1978. Vieja ya, enferma y arruinada, pasó los dos últimos años de su vida en la residencia geriátrica “Casasolar Santo Duque de Gandía”, situada junto al Puente de los Franceses en Madrid y perteneciente a la Real Asociación de Hidalgos de España. Los costes de su estancia fueron pagados por su amigo el banquero Ignacio Coca y su esposa Silvia Moroder que le habían comprado la “Casa de los Olivos” marbellí. Murió Ana de Pombo en Madrid el 14 de diciembre de 1980 y sus restos mortales fueron depositados en el cementerio de Ampudia (Palencia), cumpliendo así los deseos que ella misma había dejado escritos: “Mi hijo descansa en el panteón familiar de Ampudia, junto al templo milenario de arte y a la sombra del castillo templario, que fue mucha historia de España. Allá quiero junto a mi hijo Cayito, aunque lejos de la catedral de Santander, donde descansa mi otro ser querido, llegar un día y descansar para siempre”. [“Mi última condena” (1971)]

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Ana de Pombo con sus castañuelas


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PABLO OLIVERA MARTÍNEZ (“Helio”) Nacido en Buenos Aires (Argentina) en 1917. Hijo de Domingo Justo Olivera Ramos y M.ª Dolores Martínez Gamboa. Casado con Ana de Pombo el 27 de septiembre de 1947. “Pablo salía de una familia muy rica, algo venida a menos […] Educado en el Colegio de los Jesuitas, El Salvador, era chico elegante, esbelto de presencia, muy educado y amable de modales, de muy original personalidad, refinado gusto estético.” [Ana de Pombo: “Mi última condena” (1971)] Llegó a Madrid con su esposa en 1949 y juntos abrieron la tienda de muebles, arte y antigüedades llamada “Tebas” (“Luxor” en la novela) en el número 35 de la calle Claudio Coello. Era una boutique verdaderamente muy hermosa. Tras unos años iniciales de éxito, el negocio de las antigüedades se vino abajo y hubo que cerrar la tienda. Ana de Pombo se trasladó entonces a Marbella para empezar una nueva etapa de su vida, mientras que Pablo Olivera se quedó a vivir en Madrid sin que la ruptura matrimonial y sentimental llegara nunca a producirse. Pese a ser mucho más joven que Ana, Pablo murió cinco años antes que ella, víctima de un ataque cardiaco, a los 58 años de edad. El fallecimiento se produjo en Marbella el 14 de junio de 1975 y el enterramiento tuvo lugar en el panteón familiar de Ampudia tres días más tarde tarde. Pablo Olivera Martínez

Archivo Parroquial de Ampudia: Libro de Difuntos


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CAYO POMBO CALLER (“Tío Mario”) Nació en Santander en 1915. Hijo de Cayo Pombo Ibarra y Ana Caller de Donesteve (Ana de Pombo).Padre del escritor Álvaro Pombo y para éste de infausto recuerdo. Apenas terminados sus estudios de Ingeniería agraria en Inglaterra, contrajo matrimonio eclesiástico con Mª del Pilar García de los Ríos, miembro de otra familia de la alta burguesía santanderina emparentada con los Botín y los Escalante. Juntos emprendieron muy pronto la emocionante aventura empresarial de construir en una finca heredada en el páramo de los Montes de Torozos un hermoso caserío blanco que fuera orgullo de la familia. Todo parecía ir viento en popa hasta que la condición de mujeriego de Cayo Pombo, su fatal enfermedad y su muerte prematura, a los 49 años de edad, dieron al traste con el proyecto. Agravada su enfermedad renal, Cayo Pombo pasó los últimos días de su vida en un hospital de la ciudad de Palencia, atendido solícitamente por su sufrida esposa y por su hijo, quienes, tras su muerte el 30 de diciembre de 1964, se apresuraron a darle sepultura en el cementerio de esa ciudad en una tumba de tierra. A la madre le enviaron simplemente un telegrama que decía: “Cayito ha muerto, ya lo hemos enterrado. No hace falta que vengáis”. Lo que seguramente pretendían con ello era que Ana de Pombo no viniese a Palencia y como madre doliente montase uno de sus espectáculos habituales. Pero vino, movió los hilos de sus amistades y consiguió desenterrar el cadáver para darlo de nuevo sepultura en el cementerio de Ampudia con todo boato y solemnidad. Esto ocurrió tres semanas más tarde, el 22 de enero de 1965. Los gastos del enterramiento y del panteón fueron pagados por su amigo el médico de Ampudia D. Pedro Castrillo y su esposa Dª Teresa, cuyos nombres aparecen incluidos en el curioso epitafio grabado sobre la tumba, que lleva el sello inconfundible del estilo de Ana. Como ya queda dicho, a este mismo panteón familiar vinieron a descansar posteriormente los restos mortales de Ana de Pombo (+1980) y antes los de su esposo Pablo Olivera (+1975), pese a que nadie haya tenido la delicadeza de poner sobre el mármol una pequeña placa con sus nombres. “Sic transit gloria mundi” (“Así pasa la gloria del mundo”) debería haberse escrito sobre la cabecera de la tumba. Porque resulta llamativo que tres de los principales protagonistas de aquel “gran mundo” vinieran a dar con sus huesos en este panteón sencillo, nada ostentoso, del humilde cementerio de este recóndito pueblo castellano.

Cayo Pombo Caller


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Cayo Pombo Caller (derecha) con el mĂŠdico D. Pedro Castrillo (iquierda) y dos miembros de su familia

Cementerio de Ampudia: en primer plano el PanteĂłn de los Pombo


Mª DEL PILAR GARCÍA DE LOS RÍOS Y CALLER (“Tía Teresa”) Hija de Gonzalo García de los Ríos y de Carolina Caller de Donesteve. Esposa de Cayo Pombo Caller y madre del escritor Álvaro Pombo a quien siempre estuvo muy unida. Mujer activa y bien organizada, educada dentro de una familia de hombres de negocios y de mujeres prácticas y sensatas. Su hermana mayor, Ana García de los Ríos, era la esposa de Emilio Botín Sanz de Sautuola López y madre del famoso presidente del Banco de Santander, Emilio Botín- Sanz de Sautuola y García de los Ríos, que falleció de forma repentina el 9 de septiembre de 2014. Otra de sus hermanas, Mª de la Luz García de los Ríos, estaba casada con Pedro de Escalante Huidobro, “El cantabrón”, hermano de Antonio de Escalante Huidobro (“Ignacio Santoña”) a quien Emilio Botín, el padre, dejó en la ruina. “Otro de los amigos más dilectos de don Emilio era Antonio Escalante Huidobro terrateniente extremeño, que, a raíz de algunos avatares adversos en sus negocios agrícolas y ganaderos, suscribió determinados créditos con el banco de Santander. […] Don Emilio tras la derrota sufrida [en las elecciones legislativas de 1979] de su mandado amigo, sencillamente lo borró del mapa, y el Santander ejecutó de inmediato todos los créditos dejándolo en la miseria.” [ Josep Manuel Nova: “El Poder”, 2014] Durante algunos años Doña Pilar se ocupó personalmente del funcionamiento interno de la finca familiar de La Dehesilla, hasta que las aventuras extramatrimonia- Pilar García de los Ríos (año 1946) les de su esposo le indujeron a trasladarse a vivir a Madrid donde pasó el resto de su vida. La separación legal, sin embargo, no llegó a producirse y fue ella quien cuidó del marido en los últimos días de su enfermedad en el hospital de Palencia y se hizo cargo de su enterramiento.

Hay una vieja fotografía que al aguilucho le gustaba comentar, en la que aparecen él y su madre, sujetando un buitre disecado, el aguilucho tiene una escopeta desmontada bajo el brazo derecho. Alrededor hay un paisaje neutro: es el páramo redondo con una disdibujada atalaya en la distancia. Es mediodía. El humor de la situación es seco y ascético. La situación es humorística. El paisaje, sin embargo, es ralo, agresivamente terrenal, pedregoso, el páramo de Castilla. Los colores eran elementales y la foto en blanco y negro, la vieja foto, virada a sepia por los años, expresa un momento de buen humor merecido. [“Un gran mundo” p.132].

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34 Viuda ya de Cayo Pombo desde 1964, cuatro años más tarde contrajo segundas nupcias con el que hoy es reconocido filósofo y pedagogo José Antonio Marina Torres, de la misma edad que su hijo Álvaro y su amigo íntimo desde los años de universitario en la Complutense. Doña Pilar falleció en Madrid el 5 de enero de 1989. Sus restos mortales fueron incinerados y las cenizas depositadas en el cementerio de Toledo, la ciudad de su segundo marido. Dicen los maliciosos que no quiso venir a reposar al panteón familiar de Ampudia, más que por culpa del primer esposo infiel, para no verse las caras con la suegra.

LA FINCA DE LA DEHESILLA (Ampudia) Caserío (explotación agropecuaria) situado en el páramo de los Montes de Torozos, en el término municipal de Ampudia (Palencia), a 7 kilómetros del núcleo principal de la villa y a mitad de camino entre ésta y Quintanilla de Trigueros (Valladolid) por la carretera comarcal P.904. Conocida históricamente como “Monte de la Dehesa de la Villa”, o simplemente “Monte Dehesa”, es una finca de unas 420 hectáreas cuyo vuelo fue desde antiguo propiedad de los Señores solariegos de Ampudia. En 1752, en el Catastro del Marqués de la Ensenada, figuraba como “La Dehesa”, propiedad del Conde de la Gomera. En virtud de los procesos desamortizadores del siglo XIX salió a subasta pública y fue adquirida en 1877 por D. Juan Pombo Conejo, industrial santanderino y primer Marqués de Casa Pombo por concesión del rey Amadeo de Saboya. De él paso por vía de herencia a sus descendientes: Cayo Pombo Villameriel, Cayo Pombo Ibarra y Cayo Pombo Caller. Fue este último quien propició la construcción del actual caserío y la transformación en tierras de cultivo de lo que antes era simplemente una dehesa boyal. Cuenta Ana de Pombo en sus Memorias que lo que su hijo Cayo, ingeniero agrónomo educado en Cambridge, se propuso hacer en esta paramera de Torozos no era sino un remedo de la hermosa finca de Campogiro (La Remonta) que su padre había vendido a la Diputación de Santander en 1921 y ésta lo cedió al Ejército para la cría de ganado caballar. Allí pastaron las primeras vacas frisonas que hubo en el territorio de Cantabria y hoy es una barriada y parque público de la ciudad. El proyecto común del joven matrimonio formado por Cayo Pombo y Mª del Pilar García de


35 los Ríos consiguió transformar de raíz aquellos pedregales hasta convertirlos en tierras de regadío. Un verdadero oasis en medio del páramo. Para ello tuvieron que talar árboles, roturar tierras, abrir pozos y establecer un sistema de acequias de riego que aún hoy, pese a su deterioro, llama poderosamente la atención por lo tecnológicamente avanzado de la empresa para aquellas fechas. Luego vinieron las casas para los señores y para los obreros, los silos, las naves para las vacas, los palomares y sobre todo los gallineros. La producción avícola estaba de moda en el desarrollo industrial de aquel momento y la Dehesilla ganó varios premios con sus gallinas ponedoras en la Feria que se celebraba anualmente en Madrid en la Casa de Campo. Los Pombo debieron llegar a La Dehesilla en 1942 cuando en la finca solo existía una casa para el guarda. Las fotos de 1955 muestran ya el caserío blanco prácticamente terminado, aunque se echan en falta uno de los dos silos y la Capilla. Esta debió ser levantada poco después utilizando en parte las piedras sobrantes de las bóvedas de la Colegiata de San Miguel de Ampudia, que fueron reconstruidas con ladrillo tras el hundimiento de 1954. Finalmente, el 25 de abril de 1958 La Dehesilla consiguió el título de “Ganadería Diplomada”: Anuncio de la Dirección General de Ganadería por el que se otorga el título de “Ganadería Diplomada” a la explotación ganadera de don Cayo Pombo Caller, situada en el término municipal de Ampudia de Campos (Palencia)”. [B.O.E. – 14 de mayo de 1958] La muerte temprana de Cayo Pombo en 1964 puso punto final a todo aquel ambicioso proyecto. Tras haber pasado por varias manos, hoy La Dehesilla es propiedad de la empresa Agropecuaria Hermanos González S.A. con parque eólico, pero sin el esplendor de los tiempos pasados. La fisonomía del caserío ha ido con los años perdiendo su blancura y el abandono y la ruina de algunos edificios dan muestra clara de su decadencia. El escritor Álvaro Pombo, el hijo único de la pareja, pasó en esta finca largas temporadas de sus vacaciones estivales de adolescencia. Así aparece en sus recuerdos de “Un gran mundo”. Muchos años después, la belleza perturbadora de estos páramos sigue haciéndose presente en algunos de sus versos. Sirva como ejemplo éste tomado de su quinto poemario “Los enunciados protocolarios” (2009). Oh mi amor, recuerdo tu corazón como un canal de riego en la deshilada Castilla del secano y los silos de maíz fermentado. Recuerdo los chozos pedregosos, tus piernas pedregosas y mi amor imposible, como si no hubiera el tiempo sido tiempo al fin sino instantáneo instante que como la flor morada de las tobas explota y dice su color ceniciento. Perdido en el horizonte reseco del mundo yo te amo. [Álvaro Pombo: “Los Enunciados protocolarios” (2009)] Cuenta Ernesto Escapa en un artículo publicado en el Diario de León que en el año 2010 Álvaro Pombo vino a Valladolid para grabar un programa de televisión y pidió que le llevasen a visitar de nuevo “aquel recinto familiar de sueños y desdichas”. Probablemente esa fuera su última visita.


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III.- Conclusiones Un conjunto de vivencias, recuerdos y anécdotas familiares y personales constituyen el entramado de “Un gran mundo”, ensamblados como las teselas de un mosaico romano, aunque quizás algo desestructurados a juicio de los críticos. Todo ello sazonado con las continuas disquisiciones filosóficas de sus personajes que monologan sobre temas cruciales como la culpa, el perdón, las relaciones familiares o la muerte, en el más puro estilo pombiano de su “psicología-ficción”. Como bien lo definió Luis Antonio de Villena, Álvaro Pombo es un gran novelista que tiene sueños de filósofo. “Un gran mundo” es, sin duda, una novela culta para lectores cultos; pero incluso a éstos en ocasiones les resulta difícil digerirla y requiere de una segunda lectura. Francisco Solano escribió lo que sigue en un artículo de EL PAÍS (“Hidalguía de boutique”): “Alcanza Álvaro Pombo con esta novela una incursión narrativa que se diría desinteresada de la comprensión. No es que no se entienda lo que leemos, o quede velado tras un pudor un tanto anacrónico, sino que la narradora de Un gran mundo no parece dispuesta a salir de sus elucubraciones alusivas y caprichosas, forjadas en una subjetividad familiar impermeable para los extraños. […] Demás está decir que la reflexión filosófica, marca de Pombo, se desmanda notoriamente en estas páginas encallando en suposiciones inextricables que estorban, aún más, la encrespada fluencia de la narración. De hecho, reúne aquí material sobrante para una novela, pero no condesciende a la tosquedad de escribirla”. O sea que el articulista reconoce que ha leído la novela y no la ha comprendido porque, a su juicio, resulta incomprensible para los extraños. Algo parecido les ha ocurrido a otros muchos. Y buena parte de la culpa hay que atribuírsela al propio novelista por sus reticencias a reconocer la verdadera naturaleza autobiográfica de la obra: “Quien tenga ojos para ver, que vea. Y quien no, que disfrute de mi ficción como se ha disfrutado siempre, como un juego, como un trampantojo. […] No cambio los nombres de mis personajes para ocultarlos o para ocultarme, sino sólo porque la ficción es más entretenida y más prometedora de felicidad que la realidad.” [Cuadernos Hispanoamericanos, Nº.793-794. Julio-Agosto, 2016] Por supuesto que sí, pero algunos pensamos que con los ojos bien abiertos se puede disfrutar aún más de la buena literatura. IV.- Biografía consultada -

LIBROS MARTÍN PÉREZ, Esteban: Álvaro Pombo. Génesis de un narrador. (1953-1983). Biblioteca Nueva. Madrid, 2014. POMBO, Álvaro: Los enunciados protocolarios. Sevilla, 2008. POMBO, Álvaro: Un gran Mundo. Destino. Barcelona, 2015. POMBO, Ana de: Mi última condena. Autobiografía. Taurus Ediciones. Madrid, 1971. ARTÍCULOS CHAPLOW, Chris and FLORES WATSON, Fiona: “Ana de Pombo in Marbella”. Andalucia.com. COCA, César: “Soy posesivo, del contigo pan y cebolla”. Hoy.es, 29 de mayo de 2016 ESCAPA, Ernesto: “Dictados furtivos”. Diario de León.es, 22 de noviembre de 2015. EUSEBIO, Carmen de: “Álvaro Pombo: El único personaje que se parece al artista o al escritor es el santo”. Cuadernos

Hispanoamericanos, Nº 793-794. Julio- Agosto de 2016. FLORES-GISPERT, Juan Carlos: “Fui un niño muy guapo y ahora soy un anciano rabino que da bien en las fotos”. EL Diario Montañés.es, 2009. RUIZ MATILLA; Jesús: “La palabra más terrible de nuestro tiempo es ERE”. El País, 7 de junio de 2009. SOLANO, Francisco: “Hidalguía de Boutique”. El País, 22 de octubre de 2015. VELASCO PEINADOR, José María: “Ana Caller de Donesteve (Ana de Pombo)”. La Corredera (Nº 3). Primavera-Verano de 2014. VILLENA, Luis Antonio de: “Retrato plural de Álvaro Pombo”. Artículos. 12 de Octubre de 2015. VILLENA, Luis Antonio de: “Pombo y Ana de Pombo”. Artículos. 11 de noviembre de 2015. WIKIPEDIA, la enciclopedia libre: “Álvaro Pombo” / “Ana de Pombo”.


La DEHESILLA en los AÑOS 50 ÁLBUM FOTOGRÁFICO

La Dehesilla. Casa de los Guardeses, 1942

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TEXTOS SELECCIONADOS ÁLVARO POMBO “UN GRAN MUNDO” - fragmentos

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quellas navidades iban a quedarse solos en la finca el aguilucho y Tía Teresa y quedamos en que iríamos a pasar unos días con ellos al principio de las vacaciones siguiendo viaje luego a pasar el fin de año en la provincia con mi madre. Así que fuimos a Valladolid en tren desde Madrid y ahí nos recogió una furgoneta con el volante a la derecha que conducía el aguilucho mismo. Repentinamente, casi como de un salto, pasabas del valle al páramo y de ahí mismo se veía todo a la redonda: la paramera, desde y en medio el caserío blanco como un punto blanco entre en las tierras. Ya atardecía y viajábamos por una carretera re comarcal sin asfaltar que crujía bajo las ruedas. Había H mucho bache, pero era todo recto, horizontal y vertical hasta el otro lado del horizonte que atardecía v entre azulado y morado, cárdeno, invernal: producía e en e su misma desnudez una sensación suprarreal como si s nos encamináramos a un caserío inverosímil que emerge en medio de la pedregosa nada y se oscurece e amoratándose como en el esquematismo de los cuena tos. t Repentinamente el aguilucho giró el volante a la izquierda en lo que pareció un ángulo agudo y circui lamos unos dos kilómetros por una carreterilla aún más pedregosa y estrecha, dejamos a la derecha un palomar redondo, nos cruzamos y tuvimos que echarnos a la cuneta un poco con un remolque de gente que arrastraba un tractor. El caserío tenía unas luces que parecían portuarias. El aguilucho rodeó lo que según nos dijo era el corral, el centro del caserío y paró el coche enfrente de un jardín rodeado de retamas verdes. Hizo sonar el claxon tres veces, bajamos y salió tía Teresa a recibirnos. […] Fue una buena idea aprovechar aquella finca, aquellas quinientas hectáreas de secano en Tierra de Campos, en un empeño colonizador. Realmente se trataba de eso: de volver fértil y significativo un erial donde se cosechaba como mucho una vez al año el trigo, la cebada y la avena, dejando la mitad de la finca en barbecho para que descansase la tierra. No era buena tierra. Había sido todo monte de robles y de encinas durante los siglos imperiales, que se había ido roturando hasta dejarlo liso y como exánime. Contaba tía Teresa que cuando llegaron, recién acabada la contienda, todavía en plena Guerra Mundial o en sus finales, no había, por no haber, ni pájaros, ni codornices, ni perdices. Hicieron lo primero un palomar y un pozo, los palomos trajeron las palomas, las palomas criaron los pichones y pronto hubo dos pozos. El pozo frente a la casa de los señores a cuya vera se construyó un aljibe en lo alto que resplandecía jalbegado los atardeceres, y otro pozo, el del corral, con un abrevadero rectan-


gular para el ganado. Quizá este segundo pozo existía ya a la vez que el caserío elemental de adobe que fue blanqueándose en unos nos años cobrando una espectacularidad blanca en la llanura verdeante nte de las primaveras, y árida y agostada después de las siegas los veraanos. Y se hizo un tercer pozo, el de la era, que tenía un arco de hierroo por encima y que tenía un cubo atado con una cuerda que se podíaa soltar todo de golpe y esperar, con gran emoción, el golpetazo dell cubo en el redondel remoto del agua caliza del fondo. Lo que se construyó, el caserío, fue durante años una sugerencia o una ocurrencia que iba confirmándose lentamente a sí misma, hasta volverse, con los modestos beneficios iniciales, un convencimiento, una convicción. Como si la tierra y la aridez se doblegaran y dieran la razón a los colonos, los jóvenes padres del aguilucho que reinvertían sus beneficios anuales en la mejora de la finca y en un coche un poco mejor cada dos o tres años.

ESTEBAN MARTÍNEZ PÉREZ “Álvaro Pombo. Génesis de un narrador” - fragmentos Los veranos los pasaba en la Dehesilla, en su casa de Ampudia de Campos: “Era horrible abandonar la Bahía en verano olvidar El Puntal”. Allí conoció la vida castellana, la vida del arado romano “Mi primera experiencia con Castilla fue la de la leche de oveja. Castilla me pareció horrible: pueblos de barro, la casa de mis padres sin muros ni puertas. Aquello era un páramo. Echaba de menos Santander, donde iba a la playa.” Así describe la que podría ser la finca familiar en la novela “El metro de platino iridiado”: “Era una finca llana. Un páramo sin una sola casa. Ningún árbol. Todavía la cebada y el trigo y la avena estaban verdes. Llegaron poco antes del atardecer a un caserío blanco, lo único habitado que había en medio de toda aquella tierra llana, de secano”. Con quince años trabajaba por las mañanas ayudando al señor Benito – un trabajador de la finca - en una obra y en la huerta, y por las tardes iba al gallinero, uno de los primeros en España con gallinas ponederas. Por todo esto le daban una paguilla que ahorraba. La finca de trabajo está narrada también en sus novelas “… una finca como esta de Peñacastillo es lo contrario de una finca de recreo, es una finca que podría convertirse en experimental, de rotación agropecuaria. Como finca de recreo es demasiado visible toda de una vez: hay demasiados praos y demasiado poca arboleda, y todo habla de labor, de trabajo, no de recreo.” [“Virginia o el interior del mundo”] Allí también había tiempo para el juego, sobre todo cuando venían sus tíos y sus primos de visita. Entonces jugar al último mohicano y a hacer cabañas en unas zanjas del campo ocupaba las horas del día.

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ERNESTO ESCAPA “DICTADOS FURTIVOS.” Fragmentos

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os viejos mapas todavía circulantes recogen el vínculo de los Pombo, que salieron de Villada para alcanzar la prosperidad naviera en Santander, con el páramo de los Torozos. La finca de la Dehesilla se encuentra a medio camino entre Trigueros y Ampudia. Desde hace unos años, acoge un parque eólico, cuyas palas emergen sobre un encinar clareado por los descuajes agrícolas. En una mañana fría y transparente de enero de 2010, acompañé a Álvaro Pombo en su regreso a la Dehesilla, cuyos molinos veo desde la terraza de casa y cuyas sendas paseo menos de lo que quisiera con Mave, que se me despista persiguiendo conejos. Aquel día Álvaro Pombo vino a grabar un programa de televisión a Valladolid y pidió visitar de nuevo aquel recinto familiar de sueños y desdichas. Acababa de ver la luz en la Fundación Lara su sexto libro de poesía: Los enunciados protocolarios. Un género que el académico concibe como instrumento “para desvelar la oscuridad”. La Dehesilla albergó durante los años ingratos de la posguerra los sueños agrícolas de Cayo Pombo, el padre del escritor, un ingeniero que primero rompió el lecho calizo de la finca con maquinaria desplazada desde Madrid, luego perforó en el páramo 32 pozos y más tarde sembró los claros del bosque de remolacha. Entonces la Dehesilla se convirtió en uno de los modelos del incipiente desarrollismo agrario vallisoletano, cuando el despegue de la provincia se basaba en la quíntuple A: Automovilismo, abonos, aluminio, alimentos y avicultura gallinácea. Lo cuenta el falangista Waldo de Mier en su libro España cambia de piel (1964). El complejo agrario de la Dehesilla también tenía huerto de verduras y pabellón de granjas: una de sus gallinas ganó el primer premio de ponedoras en la Feria del Campo de Madrid. El sueño de aquel paraíso lo truncó la separación de los padres del novelista, que además eran primos: Cayo Pombo Caller y Pilar García de los Ríos Caller. El padre era ingeniero y murió en Palencia el día de San Sabino de 1964. El novelista es su vivo retrato y en Trigueros pude comprobar cómo los mayores lo confundían con su padre, que vadeaba el pueblo en coche de caballos hacia la estación del tren. La abuela fue la diseñadora Ana de Pombo (1900-1980), protagonista de su última novela, Un gran mundo (2015), bailarina y secretaria de Coco Chanel en Paris, espía en Madrid, amante y tutora del escritor argentino Héctor Bianciotti, modista de Evita Perón y autora de varios libros medianejos de poesía y de unas memorias que le prologó la duquesa Cayetana. La madre de Álvaro Pombo, una vez viuda, se volvió a casar en 1968 con el filósofo José Antonio Marina. Al regresar, en enero de 2010, a la Dehesilla, pudo rescatar un tiempo ofuscado por la tristeza de su disolución. El empedrado del jardín, las sendas de almendros, los chozos pedregosos, la precisa memoria de sus habitantes y de cada recinto del caserío, los rígidos barbechos, “el dormitorio de losetas rojas en la casa blanca del caserío blanco”. Un escenario muy vivo y nítido en los protocolos de su poesía. También presente en Un gran mundo. De la finca salió a finales de los cincuenta el envío de un Cristo románico con que la obsequiaba su hijo Cayo, transportado hasta Marbella envuelto en una manta sobre la baca de un mil quinientos. En Marbella había recalado en la primavera de 1957, para abrir una tienda de moda y antigüedades en la plaza de los Naranjos junto a su tercer marido, el arquitecto y decorador argentino Pablo Oliveras. Jean Cocteau decoró sus muros en 1961 con unos paneles inspirados en el flamenco, que actualmente se encuentran en el Reina Sofía. Allí la visitan Audrey Hepburn o Chanel buscando sus pamelas.


D. CRISTÓBAL de LOBERA Y TORRES

Primer Abad de la Colegiata de Ampudia José Ignacio Izquiedo Misiego

[La presente biografía forma parte de un amplio trabajo de investigación de José Ignacio Izquierdo Misiego bajo el título de “Abades de la Colegiata de Ampudia. Apuntes biográficos” que LA CORREDERA irá publicando por partes en números sucesivos.]

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n los más de 250 años de existencia de la Colegiata de San Miguel de Ampudia, desde que el Duque de Lerma decidiera trasladar la secular Abadía de Husillos a Ampudia en 1606, hasta la supresión de las Instituciones Colegiales y reforma de la administración eclesiástica en España como consecuencia del Concordato de 1851, se sucedieron al frente de la misma, con la autoridad máxima de Abades, ilustres personalidades del clero español, que son exponentes del prestigio que en su día tuvo esta Institución. Creemos de interés estudiar algunos aspectos de sus biografías, poco conocidas en general.

1º ABAD (1607-1609): Cristóbal de Lobera y Torres. Tomó posesión como Abad de la Colegiata el viernes 30 de noviembre de 16072. En 20 de marzo de 1609 se traslada por tres meses a Madrid a petición del Duque de Lerma, le sustituye en la presidencia del Cabildo el Tesorero, luego el Prior. En mayo de 1609 contrae grave enfermedad y el Cabildo acuerda en 22 de mayo celebrar misa por su salud. Se reincorpora a las reuniones del Cabildo en 26 de julio de 1609. En reunión del Cabildo de 30 de octubre de 1609 se declara sede vacante la Abadía al recibirse las Bulas en que se designa a Cristóbal de Lobera como Abad de la Colegiata de Lerma (aunque ésta no se consagraría hasta 1617); se eligen oficios para el período de sede vacante, el Chantre y el Licenciado Ramírez son elegidos en voto secreto para presidir el Cabildo y ejercer la Secretaría. Así pues, este primer Abad ejerció su ministerio en Ampudia durante menos de dos años. Nació Cristóbal de Lobera en Plasencia, probablemente en 1556, y allí murió el 21 de octubre de 1632. Sus padres fueron el licenciado Diego de Lobera y

los Abades Relación cronológica de dia de la Colegiata de Ampu s (1607-1609) 1º Cristóbal de Lobera y Torre 6) 2º Diego del Castillo (1611-161 9) 3º Juan de Salcedo (1616-161 ancas (1619-1622) Sim z éne 4º Juan Fernando Jim 1647) 5º Antonio Castañeda (16227) 6º Juan de Escalada (1649-166 68-1677) (16 rcía Ga rre 7º Manuel de la To 9) 8º Alonso de Arribas (1678-167 4) 9º Juan Manrique (1679-168 1) 170 84(16 10º Juan Castaño 11º Pedro Fletos (1701-1707) 1 (?) Bernardo Giménez Cascante s (1718-1749) 12º Antonio Grande Barriento s (1750-1773) 13º Francisco Sánchez de Co 1781) 14º Pedro Agustín Ruiz (1773ra (1781-1786) 15º Francisco Galante y Saaved , renunció al nombramiento Antonio José Cavanilles (1787) ral (1788-1805) 16º Juan Antonio Sanz del Mo 1819) 17º Narciso Villafruela (1805da (1820-1824) 18º Bernardo Sainz de Baran as (1825-1837) 19º y último Juan García Cabañ

Francisca de Torres, de familia noble. Estudió Teología y viajó a Roma. En 1600 era canónigo maestrescuela en Plasencia y solicitó, en nombre del Duque de Béjar, a Pablo de Curteus, Obispo de Isernia (Capua), el traslado de unas reliquias3. Después de ser abad de Ampudia y Lerma fue nombrado obispo de Badajoz (1615-18)4, más tarde de Osma (1618-23), Pamplona (1623-25), Córdoba (1625-30) y Plasencia (1630-32); nombrado arzobispo de Santiago en 1632 no llegó a ocupar el cargo por su defunción.

GALERÍA DE PERSONAJES

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GALERÍA DE PERSONAJES

44 Cuando era Obispo de Osma (donde tomó posesión en marzo de 1618) mantuvo ciertos pleitos con el concejo de Burgo de Osma, en los que se trasluce una cierta ambición personal en el acaparamiento de derechos y privilegios 5. Durante su obispado en Pamplona (del que tomó posesión el 24 de mayo de 1623) estableció la fiesta en honor de San Francisco Javier (2 de diciembre, luego trasladada al día 3) como patrono de Navarra, que había sido canonizado por el Papa Gregorio XV el 12 de marzo de 1622. Hubo alguna polémica sobre la iglesia donde se debía celebrar la primera gran fiesta del santo: el cabildo de la catedral quería que fuese en ella, de la que San Francisco Javier había sido canónigo, pero pudo más la voluntad del Reino y pueblo y se celebró en la parroquia de San Saturnino, la más antigua e importante de Pamplona6. Siendo obispo de Córdoba expidió una “Licencia a Egas Salvador Venegas de Córdoba [I] conde de Luque para la fundación del convento de agustinos recoletos en Luque (Córdoba)”7. También en esta etapa se significó por su defensa del nombramiento de Santa Teresa de Jesús como patrona de España junto a Santiago Apóstol. La iniciativa de este reconocimiento arranca en 1617 por parte del Rey Felipe III, que era muy devoto de la monja carmelita (Real Decreto de Documentos de Don Cristóbal de Lobera sobre Santa Teresa. En el margen 16 de noviembre). Más tarde el rey Felipe superior, escrito a mano, dice es del Sr. Cristóbal de Lobera, obispo de Córdoba. Biblioteca Nacional de España, MSS/9140, fol. 92. IV, con el respaldo de las Cortes de Castilla, solicitó al Papa Urbano VIII, a través a las ciudades y diócesis del Reino para que acepde su embajador el Conde Oñate, la expedición de taran el nombramiento y en septiembre de 1627 un Breve Pontificio para dar legitimidad eclesiástica lo comunicó al Obispo de Córdoba, solicitándole a la iniciativa; dicho documento papal sería firmado aceptación y publicación de la resolución, así como en 21 de julio de 1627, y en él se decía: la celebración de la fiesta de Santa Teresa el día de su muerte8. Pocos días después, el 28 de septiembre Confirmamos con autoridad Apostólica, la dicha del mismo año, se envía comunicación similar a la elección y decreto sobre ella hecho, y le damos fuerza ciudad de Jaén. En 4 de agosto de 1628 otro mensaje de firmeza apostólica, y estatuimos, y con precepto real solicitaba lo mismo a las autoridades de Mámandamos, que de aquí adelante, para siempre jalaga. Pero algunas iglesias empezaron a cuestionar más, todas las personas de los dichos reinos, así seglaeste nombramiento, argumentando a veces su falta res y eclesiásticos, como regulares, tengan y reputen de necesidad o improcedencia teniendo ya a Sanla dicha santa Teresa por Patrona…sin perjuicio o tiago como patrono de España (ejemplo la diócesis innovación alguna del Patronato de Santiago Apósde Sevilla), o esgrimiendo el hecho de que Teresa tol en todos los reinos de España. no había sido canonizada (al principio del proceso, El Rey empezó después a enviar notificaciones


sería canonizada por Gregorio XV en 1622). Hubo bastante polémica y Cristóbal de Lobera escribió hasta tres manifiestos (impresos) en defensa del patronato, muy farragosos y extensos, titulados: Justa cosa ha sido elegir por patrona de España y admitir por tal a Santa Teresa de Jesús y en ello no se hizo perjuicio alguno al Patrono Señor Santiago Apóstol y patrono de España (noviembre de 1628?), Adición a la información de derecho en Córdoba el mes pasado de noviembre en defensa del Patronato de Santa Teresa de Jesús y Respuesta a los largos papeles que han salido contra el Patronato de Santa Teresa 9. Durante su mandato en Ampudia se acometieron algunas obras importantes en la iglesia de San

1 En el período 1707-1718 la Colegiata estuvo sin Abad (en “sede vacante”), entre otras razones por los pleitos existentes entre distintas familias nobles para heredar los señoríos y títulos del ducado de Lerma. Es posible que en este lapso fuera nombrado como abad Don Bernardo Giménez Cascante, que en algunas fuentes aparece como Abad de Ampudia, aunque no hay constancia alguna en las actas capitulares. Fue colegial del Colegio Mayor de San Ildefonso de Alcalá, Abad de la Colegiata de Santander, obispo de Barcelona (1725-1730) y propuesto para Arzobispo de Tarragona (renunció al cargo) y se le caracteriza como acérrimo defensor de la inmunidad eclesiástica, por lo que mereció a la silla apostólica los más distinguidos elogios. V. Ruiz de Vergara, Francisco (1766-1770). Historia del colegio viejo de S. Bartholomé, Mayor de la celebre Universidad de Salamanca : primera [ segunda] parte. Madrid: Andrés Ortega, pp. 167 y 173. Incluye un amplio catálogo de ilustres colegiales del citado Colegio Mayor. 2 Archivo Parroquial de Ampudia, Acuerdos Capitulares, 228, fol. 51 y ss. 3 Licencia de Pablo de Curteus, Obispo de Isernia (Capua), Cardenal Vicario Vicerregente, en la que autoriza entrega de reliquias a Cristóbal de Lobera, Canónigo de Plasencia, Emisario del V duque de Béjar, [Francisco López de Zúñiga Sotomayor].” Sección Nobleza del Archivo Histórico Nacional, OSUNA,CP.67,D.8; fecha 27 abril 1600. Sobre los antecedentes familiares de D. Cristóbal, ver Barredo de Valenzuela, A. y Alonso-Cadenas López, A. (1999). Nobiliario de Extremadura, Volumen 4. Ediciones Hidalguia, p. 126. (4) Bula de Paulo V a Felipe III, Archivo de Simancas, Patronato Real, PTR,LEG,67,DOC.64; fecha 16 noviembre 1615. 5 “Ejecutoria del pleito litigado por Sebastián del Castillo, alcalde ordinario de El Burgo de Osma (Soria), con Cristóbal de Lobera, obispo de Osma y Nicolás de la Cruz su fiscal, sobre jurisdicción” Archivo de la Real Chancillería de Valladolid, REGISTRO DE EJECUTORIAS,CAJA 2298,7 de 19 septiembre de 1620 y “Ejecutoria del pleito litigado por el concejo, justicia y regimiento de Osma (Soria) con Cristóbal de Lobera, del

Miguel para adaptar sus dependencias a su nueva función como Colegiata: entre 1606 y 1609 Diego de Basoco, maestro ensamblador de Valladolid, Francisco de Molledo, pintor palentino, y otros artesanos, realizaron, entre otros trabajos, una custodia para el altar mayor, un nuevo coro adaptado a las ceremonias capitulares, dos rejas de madera, una para este coro y otra para el presbiterio, con las armas del Duque de Lerma, varios facistoles y atriles y un cirio pascual. En 1609 el Concejo de la villa pleiteó contra el Cabildo, por la pretensión de la Colegiata de cobrar diezmos sobre vino y mosto introducidos en el pueblo de otros lugares. Se expidió ejecutoria a favor del Concejo en 161110.

Notas

Consejo Real, obispo de dicha ciudad, sobre acusar a ciertos criados del obispo de cortar en los montes de la Nava y otros que son propios de la citada ciudad y del condestable de Castilla” Archivo de la Real Chancillería de Valladolid, REGISTRO DE EJECUTORIAS,CAJA 2345,16 de septiembre 1622. Ver Loperraez Corvalán, J. (1788). Descripcion histórica del Obispado de Osma, con el catálogo de sus prelados, Volumen 1. Madrid: En la Imprenta Real, pp. 480-484. 6 V. Fernández Pérez, G. (1820). Historia De La Iglesia Y Obispos De Pamplona, Real Y Eclesiástica Del Reino De Navarra: Sucesion de los Reyes y obispos; sus instituciones, arreglos y providencias eclesiásticas; usos, costumbres y disciplina de aquella Iglesia, y sus variaciones en diferentes siglos, Volumen 3. Madrid: Repullés, pp.82-84. 7 Sección Nobleza Archivo Histórico Nacional/5.1.7.1//LUQUE,C.509,D.40, fecha 27 de junio de 1626. 8 Se señala en todos estos documentos como día de tal fiesta el 5 de octubre, fecha supuesta del fallecimiento de la santa (en realidad murió en Alba de Tormes la noche del 4 al 5 de octubre de 1582), como si aún no se hubiera adaptado el calendario a la reforma gregoriana de 1582 que suprimió 10 días de ese mes y, en consecuencia la festividad referida se trasladó al 15 de octubre, como sigue en nuestros días. 9 La documentación sobre todo esto en: Papeles referentes al Patronato de España de Santa Teresa de Jesús [Manuscrito] / recopilados por Fray Francisco de Santa María (O.C.D.). Recopilado en 9 de febrero de 1636. Biblioteca Nacional de España, Signatura: MSS/9140. Accesible en: http://bdh-rd.bne.es / viewer.vm?id=00000 8904 1&page=1. Los papeles de Cristóbal de Lobera en folios 92r-105v., bajo el título general: “Varios papeles de D. Cristóbal de Lobera obispo de Córdoba en defensa del patronato”. Ver también Rowe, Erin Kathleen (2011). Saint and Nation: Santiago, Teresa of Avila, and Plural Identities in Early Modern Spain. Penn State Press, pp. 79, 123, 136140,188-190 y 233. (10) Archivo Real Chancillería de Valladolid, ES.47186.ARCHV// REGISTRO DE EJECUTORIAS, CAJA 2060,4 y ES.47186.ARCHV// REGISTRO DE EJECUTORIAS, CAJA 2101,79.

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D. LUIS MARTÍN GROMAZ, MÉDICO MILITAR Y REPUBLICANO Epifanio Romo Velasco [Nota del Editor: En el transcurso de los años la memoria colectiva del pueblo ha olvidado la figura del médico republicano Don Luis Martín Gromaz y encumbrado la de su hermano, el ingeniero naval franquista Don Francisco Martín Gromaz, director, entre otras, de la Naval de Sestao, para quien el 15 de enero de 1965 la Corporación Municipal de Ampudia acordó dar su nombre a la Plaza Mayor del pueblo, en agradecimiento por los muchos servicios prestados a la villa y en especial a los ampudianos que se vieron obligados a emigrar al País Vasco en busca de trabajo. Desde LA CORREDERA no propiciamos el cambio de los nombres de las calles, pero si reclamamos el derecho de todos los hijos ilustres del pueblo a ser recordados, independientemente de cuáles fueran sus creencias o su ideología, y que sea la Historia la que ponga a cada uno en su lugar]

LUIS MARTÍN GROMAZ Nació en Ampudia (Palencia) el 10 de octubre de 1891. Hijo de Isacio Martín Gallo, agricultor, y de Josefa Gromaz Giralda, maestra nacional. Fueron sus hermanas Piedad y Juliana, casadas respectivamente con dos hermanos, Desiderio y Mariano Castrillo. Su hermano menor, nacido el 2 de abril de 1899, fue el renombrado “Don Paco”, el ingeniero naval Don Francisco Martín Gromaz, casado con Doña Mª del Carmen Hernández Solórzano. Hizo sus estudios de Bachillerato en Palencia y la carrera universitaria en la Facultad de Medicina de la Universidad de Valladolid, obteniendo el grado de licenciado el 8 de junio de 1914. Ya como médico, ingresó en el Ejército donde, tras diez años de servicios, llegó a alcanzar el grado de Comandante Médico de la Armada en 1924. Sin abandonar el cuerpo militar, aunque en situación de disponibilidad, se estableció en Palencia en 1923 y en ejercicio libre de su profesión abrió consulta en el llamado Patio Castaño de esta ciudad, siendo el primero en ejercer en ella la especialidad de Otorrinolaringología. Como hombre culto y de profundas inquietudes intelectuales participó activamente en la vida cultural del Ateneo de Palencia del que durante algún tiempo fue presidente en su Sección de Ciencias. Tras el Alzamiento Nacional del 18 de julio de 1936, se mantuvo fiel a la defensa de la República y fue internado en la Cárcel de Palencia. Salió de ella probablemente por la intervención de su hermano Francisco, alistado en el bando franquista, y consiguió llegar a la zona republicana donde en 1938 fue nombrado jefe del Hospital de la Marina de Cartagena.


Cuando la guerra ya daba a su fin y las autoridades republicanas huían en desbandada, en el atardecer del 28 de marzo de 1939, pudo embarcar en Alicante en el legendario buque carbonero inglés llamado Stanbrook, junto con otros 2.638 pasajeros hacinados a bordo, y así llegar hasta las costas de Orán, en Marruecos, para pasar finalmente a establecerse en México donde formó parte del Servicio MédicoFarmacéutico de la JARE (Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles), encargándose de la sección de Laringología. De su activismo político en el exilio y de sus profundas ideas republicanas da cuenta el hecho de que

en 1947 fuese nombrado Vice-presidente de “España Combatiente - Sección de México”, un movimiento que aglutinaba a quienes defendían de forma intransigente la necesaria reinstauración en España de todas las Instituciones de la República, frente a otros como Raúl Llopis e Indalecio Prieto que se mostraban partidarios de pactar con los monárquicos y otros elementos antifranquistas. Finalmente, enfermo de cáncer, regresó a España y pasó los últimos días de su vida en compañía de su esposa, Dª Dolores González Pol, en Villafranca del Bierzo, donde falleció en 1953.

[“Por la República”, Nº 14. México, D.F., 1947] DISCURSO DEL DR. LUIS MARTÍN GROMAZ, VICEPRESIDENTE DE ESPAÑA COMBATIENTE, SECCIÓN DE MÉXICO, EL 18 de SEPTIEMBRE [de 1947] Amigos todos: Hace pocos días, un compañero que regresó a la España de Franco, se nos despedía en el Ateneo Ramón y Cajal y balbuceando disculpas queriendo justificar lo que no puede justificarse, se atrevió a decir que ya en la emigración no se hacía nada como no fuera hablar en los cafés. Entre otros compañeros que protestaban, yo lo hice más violentamente y le dije que en la emigración se había hecho y se podía seguir haciendo mucho; que permanecer en la emigración - aunque no fuera más que esto - era el grito de protesta que constantemente elevábamos al mundo entero por la sinrazón del régimen franquista; era el seguir sosteniendo la justicia de nuestra causa, y, sobre todo, representaba una entereza que no claudicaba ni se prestaba a pactar con Franco. No pensaba yo entonces que a los pocos días tendría ocasión de hacer en público una especie de ratificación de aquellas manifestaciones; pero el Comité provisional de la Sección de México de ESPAÑA COMBATIENTE ha creído necesario este acto de Información ante vosotros y aquí me tenéis, con gusto, cumpliendo este deber. Lo haré con la mayor brevedad posible. Cuesta trabajo creer que haya sido necesario a estas alturas, la organización de un movimiento para luchar por el restablecimiento de la República en toda su integridad, que es lo que representa ESPAÑA COMBATIENTE, cuando, en realidad, debió

haber surgido hace mucho tiempo si hubiéramos valorizado síntomas tan claros de renunciación, como por ejemplo, la traición casadista, las precipitadas desuniones, mejor llamadas deserciones, cuando aún el pueblo estaba luchando con las armas, y la inusitada deserción del deber de quienes estando más obligados nada querían saber de la República pensando que el mundo ya era fascista por muchos años. Si de algo hubiera que tachar a este movimiento de combate por la República y de depuración de sus medios, sería por haber tardado algo más de lo necesario en producirse. No podemos olvidar cuando se prodigan artículos y discursos, no para fustigar a Franco, sino para desprestigiar los valores republicanos y desunir y desmoralizar a la emigración; cuando, pasado el miedo, volvieron a surgir los dimitidos y los escondidos agrupándose en derredor de quien cumpliendo su misión demoledora se ofrecía poderoso hablando de plebiscitos y creando juntas al margen de toda legitimidad, en el instante en que se dibujaban ostensiblemente las probabilidades de restauración de la República, limpia y dignamente, si los republicanos nos agrupábamos en torno a los legítimos poderes. Los entreguistas no han cejado en sus maniobras, machacando esperanzas e inutilizando probabilidades en los momentos más favorables. Así lograron primero, abrir brecha en la continuidad, para proseguir en el ataque a lo que quedaba, y así derribaron a

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48 Giral porque era intransigentemente republicano, para manejar la crisis de febrero con todas las triquiñuelas que conocéis, y por eso no he de repetir, aunque sí he de recalcar que los de ESPAÑA COMBATIENTE no queremos que se olvide. Cuando el Sr. Presidente de la República aceptó la dimisión del gabinete intransigentemente republicano del Sr. Giral y tras varios tanteos encargó a Llopis con una nota en la que lo último de su encargo era la restauración de la República, éste - el Sr. Llopis – aceptó publicando el día seis de febrero una nota en que decía otras cosas: “Puede suceder que el gobierno no logre reunir las suficientes asistencias para ser considerado como el instrumento adecuado para llevar a cabo la consulta electoral y que surja otro instrumento que logre las asistencias que al Gobierno se le nieguen. En este caso el Gobierno no estorbará aquella acción”. Y el propio Presidente de la República hizo a la “Nouvelle Espagne”, de París, unas declaraciones para explicar los términos de su nota de encargo a Llopis que os ruego leáis. Según esas declaraciones, mejor diré aclaraciones al encargo -, el Sr. Llopis y su equipo debían buscar “aproximaciones y acercamientos a estados de opinión españoles que sin estar encuadrados en el marco de las ideas republicanas coincidan con nosotros en la necesidad de que desaparezca el régimen franquista”. Yo, amigos míos, dejo a vuestra capacidad de asombro y de indignación el comentario, pero entiendo que cuanto más altamente representativo es un cargo que se ejerce, mayor responsabilidad exige y hay que llenar sus obligaciones con el valor necesario, con mayor lealtad hacia los que el cargo confirieron. Y que la ética más pura debe presidir toda resolución; y si falla la ética, la lealtad y el valor, debe dimitirse el cargo. Como consecuencia de estos hechos, nació ESPAÑA COMBATIENTE. No se podía ya per-

manecer indiferentes ante quienes faltos de pudor y de todo respeto a nuestros muertos, pensaban en pactar y aliarse con sus verdugos, que ahora se llaman antifranquistas. ¡Sí; con los verdugos que hasta el término de la guerra mundial fueron los más firmes puntales de Franco y le superaron en el rencor y exterminio de republicanos! Recordemos que en la última nochebuena de la guerra cuando el jefe de Gobierno de la República hizo una generosa llamada a los enemigos para humanizar la lucha evitando el bombardeo de objetivos no militares, fue contestado en energúmeno por esa piltrafa humana que se llama Millán Astray. Ya se vio el poco éxito que tuvo Casado cuando después de su traición y ofreciendo los cadáveres de los defensores de la República quería atenuar la tragedia finalizando la guerra con un armisticio. No olvidemos cómo se ensañaron en propaganda calumniosa con los que salimos de España, y con toda clase de torturas con nuestros familiares y amigos que allí quedaron. Quien quiera negocios con ellos tiene que olvidar los nombres de Companys, Zugazagoitia, Cruz Salido y otros, a quienes saltando sobre todas las leyes humanas y para satisfacer un rencor infrahumano se les volvió a España para fusilarlos. ¿Dónde estaban entonces los antifranquistas de ahora? Entonces solo eran vencedores y no hubo en ellos ni el menor gesto humano de generosidad para los vencidos, ni pizca de nobleza, ni voces de protesta de nadie contra tanta monstruosa e innecesaria crueldad. Tuvo que terminar la guerra con la muerte de los protectores Hitler y Mussolini; tuvieron que llegar los momentos difíciles para ellos en que el mundo aparecía en pie para arrollar todo resto de dictadura, para que surgieran de entre los traidores a la República, los


libertad a ese precio; porque saben que sería ilusoria, que seguirían siendo presos si no esclavos. ¡Porque sienten la República, la libertad humana, y son dignos de ellas! Ya sabéis cómo nació y qué finalidad tiene ESPAÑA COMBATIENTE, que no es otra que la de combatir sin tregua hasta lograr el restablecimiento de la integridad republicana. Yo estoy seguro de que somos muchísimos los que con ella estamos identificados, aunque no todos figuren en sus filas. Las circunstancias y las maniobras de capitulación han traído cansancio e indiferencia, pero os pido que reaccionéis y prestéis vuestro concurso a la causa de la República. Ni estamos vencidos ni hemos de dar por finada la lucha mientras no se consiga la liberación verdadera de nuestro pueblo.

que disponiéndose entonces a traicionar también a Franco iban en busca de otros traidores al campo de la República misma. Y - esto es lo triste – hallaron a quienes no tienen inconveniente en parlamentar con los militares de Teruel y Badajoz, con los que presidieron los consejos de guerra que aplicaban a los republicanos el delito de rebelión militar y los condenaban a muerte; con los degenerados aristócratas y avaros capitalistas que pusieron todas sus disponibilidades en manos de Franco para asaltar a la República; con el clero cerril y cavernario que preparaba las listas y denunciaba a los que había que fusilar por rojos y hasta disparaban diciéndose locamente intérpretes de una justicia divina, con la bendición, que aún se les sigue otorgando, de su máximo representante. Y con estas gentes, si ahora se llaman antifranquistas, hay quien se presta a pactar alegando para encubrir otros apetitos de su turbia conducta, que hay que sacar a los presos de las cárceles. ¡Nota sensiblera que no convence a nadie!, ni aun a esos presos que dicen querer redimir, pues yo que viví las cárceles de Franco, tengo que decir que, o mucho han cambiado aquellos presos o es seguro que no quieren la

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Profesionales de la sanidad

en Ampudia José Pedro Bravo Castrillo

El escritor y periodista Ángel María de Lera, afirmaba que “si la sanidad de una nación es el primer supuesto y el punto de apoyo básico para cualquier proyecto racional y civilizado de vida en común, no cabe duda de qué depende, en primer término, de los profesionales de la medicina”.

E

ste escritor recorrió los pueblos de la geografía española, para conocer de primera mano cómo vivían y trabajaban los médicos rurales de los años sesenta del siglo pasado. En definitiva, recorrió la España rural para efectuar una magnífica descripción de la sanidad de la época y de las condiciones de trabajo de los profesionales médicos. Ángel María de Lera pasó por Ampudia y por Valoria del Alcor, cuando entonces Valoria tenía asignado un médico titular, y retrató la vida de los profesionales médicos de estas dos localidades terracampinas, las únicas de la Provincia de Palencia. Describió al médico de Ampudia, D. Pedro Castrillo Lucas, como “una persona de aire sencillo, pero grave y reposado, que caracteriza al hombre culto del campo”. Estudió la carrera en Valladolid y ejerció siempre en Ampudia, donde nació, desde el año 1931. A través de la entrevista, nos descubre su vocación por la medicina. Relata con pasión las llamadas a media noche para atender avisos de los caseríos agregados al término municipal, las órdenes del Juez para atender a las víctimas de una pelea o las autopsias que tuvo que practicar a tres asfixiados en una cueva de yeso. Practicó partos, no en vano es fácil encontrarse con vecinos que orgullosamente pregonan cómo Don Pedro les trajo a este mundo, realizó extracciones de piezas dentarias, colocó brazos fracturados, suturó heridas y realizó otras muchas actuaciones propias de un especialista moderno. La información que yo guardo en mi memoria se pierde un poco en el tiempo, porque yo era un niño, pero recuerdo a un hombre alto, fuerte, tocado con su sombrero de fieltro verde, paseando despacio por los soportales, el atrio de la iglesia colegiata o los aledaños del castillo, agarrado siempre a su maletín y con gesto serio o risueño en función del estado de sus pacientes. Contaba historias fabulosas sobre el campo, las costumbres locales, la guerra civil y los esfuerzos que tuvo que realizar para librar a algunos

vecinos de una muerte segura en alguna cuneta perdida. También solía contar, a veces con tristeza, que pudo haber sido un gran cirujano, quizá uno de sus sueños no alcanzados, pero el destino le llevó por otros derroteros, le enseñó su amor por el campo y la medicina rural. Ya entonces sentía preocupación porque el pueblo había decaído mucho. De tener censados casi 4.000 habitantes, en el momento de la entrevista figuraban 1.200. Nunca se quejó de sus retribuciones, porque su patrimonio familiar le permitía vivir sin zozobras, pero reconocía la precariedad de los ingresos que se percibían de la medicina. Apenas 10.000 pesetas al mes, de las cuales tenía que descontar los gastos de coche que utilizaba en sus desplazamientos para realizar visitas domiciliarias a los pueblos agregados o caseríos del entorno. Se sentía respetado y querido, actuando en ocasiones como árbitro y consejero en asuntos locales y familiares que nada tenían que ver con la medicina. Más de cuarenta años de ejercicio profesional avalan su trayectoria de médico rural en Ampudia. En Valoria del Alcor ejerció como médico Don Claudio Peix Barrado, que relata las dificultades de su vida cotidiana. Vivía con su familia en una casa que padecía constantes cortes de luz eléctrica por el día, si enchufaba la lavadora la gente del pueblo que se reunía en la casa del Señor Cura se quedaba sin ver la Televisión. Tenía agregados los pueblos de Capillas de Campos y Boada (1.537 habitantes), además de los 91 habitantes con que contaba Valoria y otros 100 aproximadamente que se distribuían en tres caseríos, a diecisiete, seis y tres kilómetros de distancia, en direcciones distintas. Hacía de practicante y comadrona, tenía que pagar de su bolsillo los taxis para las urgencias de Capillas... En definitiva, relata los apuros económicos que pasaba su familia, con tan solo 4.500 pesetas al mes.


D. Pedro y familia No puedo olvidarme de otros profesionales sanitarios, que también dejaron honda huella en Ampudia y su comarca. Recordamos a los médicos Don Víctor Martín Martín y Don Eduardo Baños Baños, que hicieron innumerables sustituciones en Ampudia; a los entrañables Don Luís Velázquez, el practicante, y su colega Don Antonio; al médico Don José Manuel Merino Serdio… Todos ellos, también sufrieron la soledad y el desamparo en su ejercicio profesional, pero que desempeñaron con irresistible vocación y altas dosis de amor y sacrificio. En Ampudia prestaron servicios excelentes médicos y enfermeros, pero esta Villa se ha caracterizado también por ser cuna de grandes profesionales de la medicina, que han desempeñado su labor humanitaria en diversos ámbitos geográficos. Un recuerdo especial merece Doña Jesusa Castrillo, nuestra querida Susi, que fue pionera en labores de enfermería hospitalaria y que, además de su trabajo en la antigua Residencia Lorenzo Ramírez de Palencia, repartía cariño y cuidados de enfermería a los ampudianos que demandaban su ayuda. Después vinieron otros médicos y enfermeros, que actuaban bajo el mismo denominador, con total abnegación y responsabilidad. Fueron ya años de transición a las modernas estructuras de la Atención Primaria en nuestra Provincia. Podemos deducir de nuestro relato, que los profesionales de la medicina tenían dificultades para la prestación de sus servicios profesionales: Como manifiesta Ángel María de Leras “se encerraban en pueblos casi innominados, luchaban contra la ignorancia, la pobreza, las supersticiones, la debilidad humana y científica, escasos medios técnicos, el parto o la lesión en las peores condiciones higiénicas y técnicas...”. En definitiva, los condicionantes económicos y sociales de la época no permitían unas adecuadas condiciones de trabajo: Estructura salarial deficiente, no disfrutaban de vacaciones remuneradas, porque las ausencias se

las cubría y cobraba el compañero más próximo; no existía negociación colectiva para regular las condiciones laborales; no disponían del auxilio de enfermeros y otros profesionales de la sanidad; no pedían la jornada de siete horas, que para ellos era prácticamente de veinticuatro; no tenían acceso a la formación continuada y mucho menos a la salud laboral... Afortunadamente, desde entonces han cambiado muchas cosas. Las ansiadas reformas se produjeron con las nuevas estructuras de Atención Primaria en los años ochenta. Se universalizó la asistencia, se establecieron y potenciaron los niveles de Atención Primaria y especializada, se incrementaron las plantillas, se aumentó considerablemente el presupuesto sanitario, se estableció un sistema retributivo digno para los profesionales sanitarios, se reguló la jornada laboral y se establecieron los descansos obligatorios, se impulsó la formación y la investigación de los profesionales. En Ampudia dejó de residir el médico, las urgencias se trasladaron al Centro de Salud de Villarramiel, decisión ésta no exenta de polémica en su día, dónde un Equipo de Atención Primaria organiza la asistencia sanitaria a toda la población de la Zona Básica de Salud, con medios tecnológicos modernos y un alto grado de capacitación de sus profesionales. El Consultorio Local de Ampudia, perfectamente equipado para atender a la población, recibe las consultas ordinarias que precisan los ampudianos, tanto médicas como de enfermería. Los avances se pueden acreditar en cifras: En la actualidad, las plantillas de profesionales de la salud en Castilla y León cuentan con más de 35.000 trabajadores de todas las categorías profesionales; el presupuesto de gastos de personal correspondiente a un año, supone más de 1.500 millones de euros en toda la Comunidad; más de 15 millones de euros se invirtieron en la formación de los profesionales, en el periodo 2003-2006, realizándose más de 23.000 actividades formativas. No obstante, el mundo sanitario se enfrenta en estos años a problemas y nuevos retos: El envejecimiento de nuestras plantillas, alteración del mercado laboral que puede abocar a que en unos años el sistema tenga menos trabajadores que los que necesita, despoblación de las zonas rurales que aconsejará un replanteamiento de las estructuras básicas de salud (las necesidades sanitarias de la población nada tienen que ver con las establecidas en el año 1984), excesivo consumo de recursos por parte de la población, etc. En definitiva, se deben buscar soluciones para

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52 mantener los elevados índices de calidad en la prestación de la asistencia sanitaria que realizan nuestros profesionales. Las Administraciones deben actuar y los profesionales mantener su espíritu de compromiso, pero a los ciudadanos debemos recordarles que también tienen su parte de responsabilidad. No se pueden consumir recursos de forma ilimitada o de una forma irracional. No siempre hay un culpable de sus males, y si lo hay este no reside en el profesional sanitario que le atendió. La obligación del médico es hacer todo lo posible para obtener la curación del paciente (obligación de medios) pero no puede garantizar el resultado, porque la ciencia médica no es exacta (no hay obligación de resultados). A propósito de esta última reflexión, he de concluir con una historia que contaba Ángel María de

Lera, publicada en un artículo de ABC del año 1964, que terminaba así: “Hace ya muchos años, aún no se presentían siquiera las sulfamidas y los antibióticos. Había muerto un niño de pocos meses a causa de una neumonía. El médico, impotente, tuvo que confirmar la triste realidad. Entonces, la madre, en un arranque de ciega cólera, se encaró con él para abrumarle con recriminaciones. El médico permaneció impasible, pero cuando ella rompió finalmente a llorar, le dijo: A mí también me ha llevado tres hijos esa enfermedad, pero ni su madre ni yo hemos tenido el consuelo de echarle a nadie la culpa. Ocurrió en un pueblo, al atardecer, y yo, que era un niño entonces, no he podido olvidar esta escena. El médico era mi padre”. Palencia – 14 de marzo de 2017

A EVA ZARZUELO, EN SU DÍA DE GLORIA Sari Fernández Perandones

[Sin perjuicio de que en el futuro se pueda publicar una biografía más completa, sirvan estas breves líneas de Sari Fernández para despedir a EVA ZARZUELO VÉLEZ, entusiasta promotora de LA CORREDERA y de los Martes Culturales. Falleció en Palencia, el domingo, día 26 de noviembre de 2017.] abandonado tu “Huerto de los Hay que celebrar la vida Olivos” por fin, y es que Dios te cuando la vida, y la muerte ha elegido a ti, para desvelarte cuando la muerte. Y siempre con seguramente el misterio del Big clarividencia y dignidad, con esa Bang, y todos los demás mistepureza de los seres elegidos. Eva nunca se rendía y miraba rios de esta vida que se nos hacen difíciles de entender. las cosas de este mundo con esa Que te hayas ido es una faesinceridad tan suya, a veces elena que nos queda a los vivos. gante, a veces respondona, pero Para ti es ya una alegría, porque siempre con amor y empeño hacia todo lo que amaba. Mira, ya estás en paz con todo lo que tú fuiste: siempre tan leal, tan Eva, has luchado mucho y bien, hasta conocer a tus nietos y saempeñosa, tan guapa, tan tú… Amiga del alma, échanos borear lo mejor de tus hijos… una mano desde el cielo y no y siempre a tu lado Javier, en lo bueno y en lo malo. El día de tu vuelvas a sufrir. Te queremos. Tu familia, tus cumpleaños cuando te pregunté si cuando dormías soñabas, me dijiste que ¡¡¡ so- compañeros del colegio, tus alumnos agradecidos, tus amigas más cercanas, jamás, jamás te ñabas a rabiar!!! Bendito sueño eterno te de Dios ahora. Has olvidaremos. Descansa en paz y sé feliz.


Cartas a mi Padre

(Pablo Velasco)

José María Velasco Peinador

CARTA 50: EPÍLOGO

Hola papá: Han pasado ya 50 años sin ti, y fueron solo ocho los que pude disfrutarte. He escrito 49 cartas a mi hijo, que lleva tu mismo nombre y apellidos, para que sepa quién fuiste tú. Esta carta la incluyo entre ellas, ten en cuenta que el tema cartas ha estado muy presente a lo largo de toda mi vida. Siendo cartero leí con gran admiración cómo el poeta Antonio Machado tiene en el panteón del cementerio de Colliure, donde se halla enterrado al sur de Francia, un buzón donde recibe cartas de todo el mundo y el cartero orgullosísimo se las lleva, las cuales responde sin falta una asociación de amigos de Machado con muchísimo entusiasmo. Hubo una carta que me impactó, fue la de tu gran amigo Don Vicente, que en 2008 me mandó a mí, dirigida a ti; me acordé del cartero de Colliure y me sentí altamente honrado de ser portador de tal misiva, ya que en los tres años y medio que me dediqué al reparto de cartas, solo llevaba multas, citaciones judiciales, notificaciones de impago, etc. Le digo a mi hijo que fue a consecuencia de la carta que desde el hospital de Valdecilla, en Santander, escribió una enfermera en tu nombre a los abuelos de Ampudia, cuando te creían muerto y te habían hecho el funeral, como se lo oí contar a tu hermana Victoria, lo que me empujó al relato que a través de las mencionadas 49 cartas, he hecho sobre ti a mi hijo. Lo que me motiva a escribirte ésta es haber escuchado en un programa de radio, el 2 de di-

ciembre de 2013, “La Rosa de los Vientos”, de Onda Cero, en el que denunciaban el olvido a un grupo de militares fallecidos en la guerra de Irak. Lo ilustraban con una carta que la hija de uno de los asesinados dirige a su padre. La carta, salvando la distancia de la edad, lugar y el tiempo pasado, condensa todo lo que yo le digo a tu nieto Pablo a lo largo de las mencionadas 49 cartas. Escuchar el programa de radio me impactó tanto que he conseguido el archivo y, aunque sea un plagio, me voy a servir de lo esencial de ella, adaptándolo a nuestro caso. Nunca mientras viviste te llamamos papá, ya que era una costumbre de señoritos y familias

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ricas, nosotros siempre te llamamos padre, expresión más austera y acorde con la familia. En todo el relato de las 49 cartas yo también me refiero a ti llamándote padre. Aquí, en homenaje a los autores de la mencionada carta, también voy a llamarte papá, como mi hijo se dirige a mí. Ten en cuenta que soy a la vez hijo y padre de Pablo Velasco Rodríguez. Hechas estas aclaraciones, también imitando a tu amigo D. Vicente en la carta que te escribió, permíteme que te abra el corazón. Me duele que nadie se haya acordado de tantos que como tú, dejasteis la sangre y posteriormente la vida para que unos cuantos se beneficiasen, los cuales vivieron la guerra desde oficinas y despachos, y no parando las balas con vuestro cuerpo como servicio a la patria. Menuda farsa, qué manera de ocultar la verdad y eludir la responsabilidad, amén de hacer caja, mientras a los que salísteis vivos de las trincheras, palmaditas en la espalda y el mayor de los olvidos. Qué triste. Pese a eso me siento inmensamente orgulloso de ti, de lo que fuiste, una maravillosa persona y lo que seguirás siendo para nosotros, nuestro padre y abuelo. A lo largo de estos 50 años, mi corazón se ha ido llenando de un tremendo orgullo al saber que hay pocos como tú, papá. Fuiste un luchador en tu vida siempre esforzándote por todo aquello que te proponías y lo mejor de todo es que lo conseguías. No pudiste dejarnos un futuro cierto, de ahí el desengaño por el olvido y el abandono, pero eso no mermó tu buen humor. Luchaste contra tu enfermedad sin éxito, pero la afrontaste con virtudes heroicas, como dicen los entendidos en santidad. Me dejaste una gran esperanza y un duro reto, llegar a ser tan perseverante como tú. Sólo fueron ocho años contigo, pero me bastaron para tener recuerdos imborrables que me acompañaron siempre. Te asombraría saber qué agradecido estoy por tanto como me enseñaste y tantas experiencias que viví contigo. Por suerte dejaste infinidad de recuerdos gravados en la mente de un niño, en un tiempo record. Gracias papá. Ya eres bisabuelo pues tienes trece nietos y otros tantos biznietos y créeme que mi hijo sabe muy bien quién fue su abuelo Pa-

blo. Nada me haría más feliz que conseguir que se te recuerde generación tras generación como el héroe de la familia. Estoy convencido que, desde donde estés, estás orgulloso de ver en lo que me he convertido, en parte gracias a la labor de mamá, pese a mi irreligiosidad. Para tu esposa e hijos, nos fue difícil remontar nuestras vidas, pero aquí estamos luchando por tu recuerdo. Siempre vas a estar en nuestra vida y siempre diremos orgullosos quién era Pablo Velasco: un luchador, un valiente, un grandísimo padre…para mí un hombre bueno y por qué no, un Santo. Gracias por todo lo que nos diste papá. Te queremos y por fortuna esto nadie lo podrá evitar. Tu hijo más pequeño. (Coslada, a 4 de diciembre de 2013)


BENITO TADEO: El último sacristán Noelia Tadeo Garrido

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ue la Giralda de Campos quien vio nacer, el segundo día de la primavera de 1930, a quien se convertiría en el último sacristán de la Colegiata de San Miguel de Ampudia. Un hombre honesto, gruñón en muchos casos, dicharachero en otros, pero siempre fiel a sus principios, su religión y su familia. Benito Tadeo León, fervoroso del Corazón de Jesús y de la Virgen del Carmen, de pocas palabras y gran corazón, fue durante 81 años una parte fundamental de la Colegiata de San Miguel y de todas las personas que han pasado por ella a lo largo de estos años. A los seis años comenzó su andadura como sacristán, una profesión que llegó a convertirse en su mejor hobby y en su mayor pasión. Un trabajo transmitido de generación en generación, ya desempeñado por su padre, su abuelo y su tatarabuelo. Más tarde, cuando ya era un adolescente tuvo que compaginarlo con el trabajo que daría de comer a su familia y que enseñaría a su primer hijo varón, la construcción. Como gran empresario de este sector y amante de la religión creó obras que a día de hoy y en un futuro serán recordadas, como la reconstrucción del convento cisterciense de Alconada. Un lugar con mucha historia entre sus paredes y que padre e hijo, incluso en algunos casos ayudados por las monjas, levantaron. Benito era un sacristán al estilo de siempre. A primera hora de la mañana, antes siquiera de pensar en otra cosa y casi sin amanecer, se dirigía a la Colegiata para quitar la alarma y empezar a preparar todo lo necesario para el día. Durante la mañana, sobre todo en los meses de verano, acompañaba a su hija, guía turística de la parro-

quia, e incluso, él mismo, en más de una ocasión ha hecho las veces de responsable y, con toda la amabilidad del mundo, esa que en ocasiones no le caracterizaba, mostraba el templo a la vez que relataba cada una de las historias que esconden sus muros e imágenes. Por las tardes, repetía la faena, se dirigía a la iglesia, abría sus puertas, encendía las velas y comenzaba a preparar todo lo necesario para llevar a cabo la celebración de la misa, para después de finalizar, apagar todas las luces y cerrar sus puertas hasta la mañana siguiente. Así, día tras día durante 81 años. Otra de sus labores era tocar las campanas, una tarea que aprendió de muy niño y que con los años se convirtió en una habilidad muy llamativa y que lograba cautivar a los vecinos, pues, según la ocasión y la finalidad de la llamada de la iglesia, tocaba una campana u otra con su toque correspondiente. Tal era su empeño que durante su juventud, e incluso en ocasiones puntuales de su ancianidad, ascendía más de 150 escalones para llegar al campanario de la torre de la iglesia. Con el tiempo, dos de sus hijos han aprendido

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a realizar esta labor y ahora son ellos quienes se encargan de subir al campanario, sobre todo el 1 de noviembre, mientras los vecinos de Ampudia se dirigen al cementerio en procesión. Pero, a pesar de las apariencias, no todo en su vida ha sido ayudar en la iglesia, sino que también fue un gran padre y un gran abuelo. El 9 de junio de 1954 pasó a formar parte de su vida Hortensia, su esposa, con quien tuvo la suerte de tener cinco hijos, los cuales les han dado seis nietos y un sinfín de alegrías. En sus ratos de recreo durante las reuniones familiares, Benito relataba con alegría a sus nietas que cuando era pequeño recorría más de 25 kilómetros en su bicicleta para ir hasta Medina de Rioseco y comprar velas para la iglesia, pero que también en una ocasión fue hasta allí para comprar un regalo a su esposa, un reloj que de seguro ella guarda con cariño. Con esfuerzo y tesón, Benito, ha tratado de enseñar a su familia sus valores y mantener en ellos viva la llama de la fe. Entre todas sus enseñanzas la más pequeña de sus nietas recuerda como, en el año 2003, a los pocos días de hacer la comunión, su abuelo le enseñó a ser mona-

guilla, pero lo que más ilusión le hace recordar es como “cambiaba la campanilla de lado para que siempre, durante la comunión yo pudiera tocarla y no lo hiciera el otro niño que venía conmigo”. Y así, uno detrás de otro, sus familiares podrían contar los innumerables recuerdos de cada uno de los momentos que han pasado junto a Benito y que atesoran en sus corazones. Ahora es el momento en que sus hijos deben coger el testigo, retomar una labor que jamás se ha perdido gracias a la familia Tadeo y que, como Benito bien les enseñó durante los más de setenta años que estuvo al cargo de estas tareas, sabrán desempeñar de la mejor manera posible.


El Herrero

GUILLERMO PÉREZ BRAVO Marina Pérez Gutiérrez

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uillermo Pérez Bravo nació en 1.927, el 10 de febrero. Llegó desde Monzón a Ampudia con 8 años. Pasó su niñez al calor de la fragua, aprendiendo el oficio de su padre y dedicó su vida profesional al mismo trabajo. El mayor de 3 hermanos, de joven aficionado al ciclismo, se encargaba de poner a punto las bicicletas de los corredores. Tuvo que alternar el servicio militar con el trabajo de herrero, responsabilizándose de la herrería, pues su padre enfermó, en un accidente en el coche de línea, y murió con 51 años. El desplazamiento lo hacía en bicicleta; pedaleando adelgazó 20 kilos, recorriendo a diario el trayecto entre Ampudia y Palencia, después de haber hecho las guardias en la Fábrica de Armas. En Valladolid lo vieron trabajar, allí exigían dos pruebas para acceder al puesto y observando como realizó la primera, le dijeron que al día siguiente podía entrar en la fábrica. Pero él nunca quiso abandonar Ampudia. Se casó a los 27 años con Marina (la modista) y fueron padres de 5 hijos. En la finca de “La Dehesilla”, reparó un tractor que funcionó durante una década, después de haberlo desahuciado otro mecánico, diciendo que estaba para la chatarra. Tenía capacidad y habilidad para conseguir hacer una llave viendo la cerradura y viceversa. Le gustaba la naturaleza, la caza, participar en las marchas de la Diputación, cultivar su huerta, velar por las abejas que le proporcionaban miel y cera. Le apasionaba la lectura. Buen aficionado a pedalear y al manejo de su moto Osa, con ella acudía a los toros de Valladolid y Palencia; también la utilizó para llevar a un amigo hasta obtener el permiso de conducción de camión…cuando llovía se ponían un saco, en forma de capuchón, para protegerse de la lluvia

(parecían frailes). Por encima de todo, destaca lo generoso, lo valiente, lo trabajador, la fuerza que tenía, el empeño por conseguir lo que se proponía; leal para sus amigos y honrado. Siempre conectado con la actualidad escuchando la radio; tenía mucha memoria. Imprimía fuerza, carácter y humanidad. Cuando se hizo el hermanamiento de Ampudia con el pueblo de Arconada en 2.011, al bajar del autobús, preguntaron por el señor mayor que había ido la vez anterior y firmó en el libro de visitas. Esta vez no pudo acudir, porque murió el 3 de Julio de 2.010. Curiosamente, al abrir de nuevo el libro de firmas, se abrió en la hoja donde dos años antes había firmado Guillermo Pérez. Allí estaba plasmada su presencia. La técnica tradicional que adquirió de su padre, que se remonta a tiempos prehistóricos y que apenas ha evolucionado desde entonces,

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también él la transmitió como “Maestro” a sus hijos y a un vecino del pueblo. Consiste en sujetar las tenazas para sostener el hierro caliente y el martillo para golpearlo, utilizando carbón y el fuelle con su chimenea para avivar el fuego con el aire, empleando el contraste de la temperatura del fuego y del agua, junto con el sonido del yunque, el golpeteo del martillo pilón para lograr el hierro forjado. Enseñó los secretos de la profesión, experto en doblar el hierro, tenía un corazón de oro. Los alumnos del colegio “Conde de Vallellano” tuvieron la oportunidad de conocer el interior del palomar más próximo al pueblo y de más reciente construcción (en los años 80). El herrero, ilusionado y con ganas de aportar en esta parcela de cultura popular tan importante en la educación, les indicó donde se disponían los nichos para que aniden las palomas y cuiden de sus pichones. Les contó que la paloma vive ocho años, pero sólo los cuatro primeros cría.

Les explicó quién prepara el nido - El macho -, los días que dura la incubación alternándose macho y hembra - Dieciocho -, ¿Cuándo hacen las puestas? - De Febrero o Marzo hasta Agosto o Septiembre - ¿Cuántos huevos ponen en cada puesta? – Dos con un intervalo que no llega a las 24 horas -. Lo beneficiosas que son las palomas para el campo porque comen brotes de malas hierbas ¿De qué se alimentan? - Su alimentación es granívora, de cereales y legumbres. ¿Cómo se desplazan? - Salen en bandadas por la mañana para alimentarse y regresan temprano por la tarde al palomar -. Que los sonidos guturales que emite la paloma se conocen como “arrullos”, etc. Desde la fragua vigilaba cuando se abría la veda de caza para cerrar las troneras y, de Octubre a Marzo, suplementaba la alimentación en el palomar, para evitar que las palomas abandonasen el mismo. Guillermo llevó a cabo con eficacia este servicio, cuidaba y conservaba su palomar. Lo creó como seña de identidad de esta Tierra de Campos. Hace poco tiempo murió una sobrina de Dª Angelita Hernández y cuando la viuda de Guillermo se acercó a darles el pésame, otro sobrino la presentó al resto de la familia como “La esposa del herrero de casa, de toda la vida”. Pues D. Fidel Hernández fue quien buscó al padre de Guillermo, en Monzón, para alojarlo en una vivienda propiedad de los Hernández aquí en Ampudia y prestar los servicios de herrero. Lo que sucedió después ya queda dicho.


Ampudia en los libros

Jesús Torbado, viajero impenitente Daniel Franco Romo

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esús Torbado (León, 1943) es seguramente uno de los escritores que, sin ser ampudiano, con más aprecio ha difundido el nombre de Ampudia. En 2005, la colocó en primer lugar cuando el suplemento Magazine del diario El Mundo le pidió, junto a otra veintena de expertos, que seleccionase los pueblos más bonitos de España. Como señaló en otra ocasión, Ampudia «debe considerarse paradigma, ejemplo, resumen sentimental» de Tierra de Campos. No en vano, ha protagonizado algunas de las incontables crónicas de viajes que el autor leonés ha escrito en el último medio siglo y que sobresalen en el conjunto de su obra al mismo nivel que su amplia producción narrativa. Con 22 años de edad, Torbado recibió el Premio Alfaguara por su primera novela, Las corrupciones (1966); la buena acogida de la que gozó el libro parece que molestó en los ambientes más conservadores y la censura franquista puso la lupa en sus siguientes trabajos. No faltarán, sin embargo, ni nuevas obras ni nuevos reconocimientos. Entre sus novelas, cabe mencionar Moira estuvo aquí (1971); En el día de hoy (1976), Premio Planeta; La ballena (1982); Yo, Pablo de Tarso (1990); El peregrino (1993), Premio Ateneo de Sevilla; o El imperio de arena (1998). En 1988 ganó el Concurso de Cuentos Hucha de Oro por “El resplandor del invierno”; y con otro relato, “La voz del centurión”, obtuvo en 1989 el Premio de Narraciones Breves Antonio Machado. Pero, como decíamos, en la trayectoria de Jesús Torbado destaca, al menos tanto como su obra de ficción, su trabajo como cronista de viajes. Viajero impenitente por todo el mundo, sus crónicas se han difundido a lo largo de las últimas décadas en medios de información general, en revistas especializadas y en libros como Tierra mal bautizada (1969) –sobre el que ahora volveremos–, Camino de plata (1988), Pueblos de España (1994), Ciudades de España (1995), Paisajes de España (1996), Ciudades de Castilla y León (1996) o España, patrimonio de la humanidad (1997). Su amplia labor divulgadora en este campo le ha valido galardones nacionales e internacionales. Esta reconocida contribución a la difusión del conocimiento histórico y cultural de los pueblos le ha llevado, además, a ser el

primer presidente de la Sociedad Geográfica Española, que contribuyó a fundar en 1997. Su dedicación a la literatura viajera comenzó precisamente con un recorrido por Tierra de Campos en el verano de 1966 para escribir Tierra mal bautizada. Mezclando apuntes históricos con descripciones arquitectónicas y referencias al entorno natural, Torbado dejó así plasmada, hace cincuenta años, su particular mirada de juventud sobre la extensa comarca que se reparte por las provincias de Palencia, Valladolid, Zamora y León. La idea del proyecto partió de Camilo José Cela, entonces director de la editorial Alfaguara, aunque el libro lo terminó publicando Seix Barral. El trayecto, de unos 600 kilómetros, empieza y finaliza en el mismo lugar: San Pedro de las Dueñas, al lado de Sahagún. Entremedias, el escritor leonés recorre más de un centenar de localidades. Sin caer ni en las loas vacías de algunos poetas de la época ni en la mera denuncia de una zona secularmente desatendida por las instituciones, su testimonio se puede leer como una reivindicación del legado de una tierra antaño pujante y ahora en lenta pero franca decadencia. En este viaje por Tierra de Campos, Jesús Torbado tuvo la oportunidad de conocer Ampudia. En el pasaje que le dedica en el libro, comienza haciendo referencia a las escenas de la película El Cid rodadas en el castillo y en sus inmediaciones, apunte cultural que le da pie para resaltar la fortaleza y la colegiata como vestigios de un pasado ilustre. El relato de su paso por el pueblo se cierra con una interpretación libre y muy personal de la popular frase «Vete a joder a Ampudia»; sin ningún fundamento histórico, de ella deduce el autor que, aunque «de esto nada dicen los libros», Ampudia «parece que, en tiempos, fue famoso y bien conocido burdel». Más allá de la anécdota, Torbado regresó algunas veces más a Ampudia y volvió a hacerle un hueco en algunas de sus crónicas. En esta ocasión, acompañamos estas líneas del reportaje “Ampudia, el barro de la Edad Media”, recogido en su libro Pueblos de España. Castillo, iglesia, casas de adobe, soportales, bodegas, palomares, trigales, llanuras infinitas, cielos sin límite, silencio... Torbado resalta elementos que hacen de Ampudia una villa singular y, al mismo tiempo, indudablemente terracampina.

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AMPUDIA. EL BARRO DE LA EDAD MEDIA Jesús Torbado Un viajero precavido no deberá tener en cuenta una expresión que todavía algunos viejos de la Tierra de Campos puedan decirle, y sin eufemismo alguno. “Vete a joder a Ampudia”, comentan cuando quieren mandar a uno adonde no debe decirse. Repetirlo en Ampudia viene a ser tan arriesgado como preguntar en Calatayud por la Dolores. En el `pueblo opinan que en la frase no hay un significado mítico o legendario, sino pura envidia. Pues Ampudia no sólo posee un orgulloso y espléndido castillo, sino que una vez, hace ya años, estuvieron rodando en él diversos episodios de la película “El Cid”. Más aún: aparte de haber pisado sus calles Sofía Loren, es frecuente encontrarse en ellas a grupos de asombrados turistas que incluso se quedan con la boca abierta ante la rara hermosura del caserío. Lo cual, para un pueblo de Campos, silencioso, retirado, pobre, no es poca cosa. Pues, estando donde está, es ciertamente mucho que se mantenga vivo y pimpante. En los tres últimos siglos, aproximadamente, toda esta llanura que se abre al frente de una sucesión de cerros alargada desde las puertas de la ciudad de Palencia hasta las cercanías de Medina de Rioseco, y aún más allá; esa llanura árida, fulgente, tesoro increíble de arte y de historia, padece una decadencia abominable. Sobreviven los pueblos, pueblos estupendos en todos los cuales nació algún personaje glorioso; sigue dormido el campo. La agonía es lentísima. Unos expertos han augurado que antes del año 2000 habrán desaparecido mil quinientos pueblos de la meseta superior, de Castilla y León. Por otro lado, Ampudia ocupa un lugar particularmente hermoso en el costado de un paisaje deslumbrante. A sus pies, el campo infinito, dorado o verde, siguiendo la obediencia de las estaciones, aparece adornado de íntimos pueblos de barro, todos con una o varias imponentes catedrales; un cinturón de palomares redondos da albergue a las bandadas de palomas. Esos palomares, de los que sobreviven unos pocos en Ampudia y muchos más en el vecino Torremormojón, aun heridos y lacerados por el tiempo y la pobreza, desmembrados o ruinosos, siguen siendo emocionante bandera ocre de la arquitectura de Tierra de Campos. Cauces de perezosos ríos que no existen alivian un poco con sus juncos y chopos la brillante aridez de la llanura. Las grandes torres góticas o renacentistas, las espadañas románicas penosamente cuentan los honores, las riquezas, la sabiduría que durante unos cuantos siglos germinaron aquí. El pueblo de Ampudia, en una ladera mínima, parece asomarse a esa extensión luminosa, sobre la que reinan los cielos más altos, hasta la imprecisa línea azul de las montañas cantábricas. Se tiende con mucha elegancia y pulcritud frente a los trigales, resguardado por la misma línea de alcores que fue siempre línea de defensa a favor y en contra de diversos guerreros. Por encima de él, el vigoroso castillo adornado con los escudos de sus muchos propietarios. Es ojival


de transición, con buenos muros defendidos por cubos almenados y algunas añadiduras anejas, como el edificio de una capilla. Al no estar en una altura destacada, sólo su propia fuerza, más que el terreno, podía hacerlo invulnerable. Atacantes que vinieran por el oeste podían con facilidad acercarse a sus almenas. Sin duda por ello ese castillo es una verdadera antología de batallas, de sucesos de los que el tiempo parece haber borrado la sangre y de propietarios. […] Fue más tarde posesión de los Lerma, de los Alba, como casi todo, de los Tamames, y empezaba a desmoronarse ante los ojos de un muchacho que siempre soñó con ser su dueño. Cuando se hizo mayor y ahorró dinero suficiente lo compró por cien mil pesetas, de las de posguerra; lo cuidó y ahora mismo alberga uno de los museos más ricos y variados de España, aparte de servir como residencia ocasional a la familia de aquel hombre, recientemente fallecido. Se llamaba Eugenio Fontaneda y era de Aguilar de Campoo. Lógico era que junto a un tal castillo, muy vistoso aún, hiciera balanza un orgulloso templo. Y lógico que lo mandase levantar el duque de Lerma, rebuscando en la calderilla de sus muchos robos. Ocurrió en 1608. Su preciosa torre se parece a la de la catedral toledana, aunque suelen apodarla la “Giralda” de Campos. Esta iglesia gótica de San Miguel fue colegiata y en sus tres naves ha recuperado algunos valiosos tesoros que los años fueron dándole, como el órgano, el retablo que mandó hacer el dominico Pascual de Ampudia, obispo de Burgos, y unas cuantas hermosas capillas. Recuperación verdadera, pues casi todo el edificio -salvo la torre y paredes exteriores- se vino abajo en 1954 y hubo de ser reconstruido. También se ha restaurado el antiguo hospital de Santa María de Clemencia, obra del Mariscal de Castilla Pedro García de Herrera levantada en 1456. Pero el encanto más cordial de Ampudia está en sus calles, especialmente en las dos que mantienen casi intacta su estructura mudéjar. Las casas de adobe - alguna más nueva de ladrillo - se apoyan para formar sus soportales en rollizos, troncos de árboles sin escuadrar o columnas de piedra sacadas de edificaciones más antiguas. Son de dos alturas y se cree que alguna se mantiene en pie, torcida y todo, desde el siglo XIII. Prácticamente todo el pueblo se conserva con gran pureza, incluso las viviendas rehabilitadas de gentes que emigraron, sobre todo al País Vasco, y regresan en vacaciones. Emigración en sentido inverso a otras anteriores, de los buenos tiempos de Ampudia, en donde todavía aparecen apellidos vasconavarros, como el de los Ochoa. El poblamiento es prerromano quizás; se sabe que se llamó “Fons Púdica”, Fuente Escondida, a causa de un pequeño manantial que aún existe. Las antiguas viñas han desaparecido, aunque quedan, junto al castillo, las clásicas bodegas terracampinas. Un sauce extranjero ocupa en una plazoleta, de entre las muchas acogedoras que abren sus calles, el lugar honorable de la vieja olma. Como remate de temporada en una tienda anuncian un extraño o galáctico producto llamado “gambas semi-plancha”. Ampudia está viva y es muy bella.

Jesús Torbado: “Ampudia, el barro de la Edad Media”. Pueblos de España (Suplementos coleccionables). Tribuna de Actualidad. Madrid, 1994.

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NOTICIAS DE HEMEROTECA LA INDUSTRIA EN AMPUDIA A FINALES DEL SIGLO XVI Cerca de los Montes Torozos, Ampudia nos muestra, pues, un tipo de población intermedia entre las que acabamos de considerar [Medina de Rioseco y Paredes de Nava] y los pueblos representativos de la mayor parte de Tierra de Campos y el Cerrato. Situado entre los Montes Torozos y Tierra de Campos, a 20 kilómetros al sudoeste de Palencia, cercano al Monasterio de Palazuelos, a unos 15 kilómetros, tenemos noticia por una encuesta realizada en 1577 por el administrador de las alcabalas para el Partido de Campos del cuadro de la sociedad que la habitaba: El número de vecinos es de 513, o sea, más de 2000 habitantes. 191 se declaran labradores (37%); entre ellos encontramos a los cuatro escribanos. De todos ellos solo 58 tiene rebaño de ovejas, lo que nos muestra el número de labradores más acomodado. 206 se declaran jornaleros (40%); pero fuera de los periodos de mucho trabajo, 61 de ellos ejercen otro oficio:13 sastres, 9 carpinteros, 3 herreros. Estos braceros no están totalmente desprovistos, ya que 12 declaran tener una casa, 14 una “casilla”, 10, viñas; y 13, casa y viñas. Hay además 42 tenderos y “tratantes por menudo”, entre los cuales 9 son zapa-

teros (aparte de los ya censados), 5 fruteros, 6 arrieros, 6 alfareros y 6 yeseros; hay también 6 mesoneros. El mundo textil ocupa a 66 vecinos (13%): De ellos 24 son “tratantes de estameñas”, 36 “tejedores de estameñas a jornal”, 4 cardadores de lana, un tundidor y un tintorero. Entre los tratantes, unos están al margen de la producción y dan trabajo a los tejedores a jornal. Otros poseen telares (3 como máximo) en los que trabajan ellos, en algunos casos con uno o dos obreros. Algunos, a medio camino entre obreros y mercaderes, trabajan también por cuenta ajena. Otros se dedican también a hacer tejidos de mala calidad, (paño viejo) lo que nos indica que los paños son sobre todo producto de la industria doméstica: “Algunos labradores hacen algunos paños para su casa” para incrementar sus ingresos: Una pieza de tela de 40 varas se tejía en 4 días y se vendía a 4, 5 ó 6 reales la vara, según la calidad. Los tejedores de estameña trabajan por encargo (“al rrecado”). Las piezas de estameña que medían de 50 a 64 varas requerían de una semana a 15 días de trabajo, según la calidad (las “delgadas” más tiempo) y el pago (“como le dan el rrecado al texedor”), y se vendían de 1 a 2 reales la vara (1 las blancas y 2 las

negras). Los tratantes trabajan para ellos mismos y sus colegas. El grado de evolución de esta industria no es muy elevado. Es una industria complementaria que permite subsanar el déficit presupuestario que la agricultura no lograba cubrir. Pero el tener una industria de este tipo hace que este tipo de villas destaque sobre las de su alrededor. [Fernando Herrero Salas: “Economía y Sociedad en el ámbito del Monasterio de Palazuelos (1500-1835)”. Febrero, 2012.]

Una mujer llamada Ampudia en una estela funeraria romana del norte de Italia La inscripción de esta estela dice así: P(ublio) Trebio P (Ubli) /Cor(nelia) Albano / tr(ibuno) da uxor coh(Orbis) VIII pr(aetoriae) / AMPUDIA C(ai) fil(bis) /Secun nus A]ppia et /[ /et P(ublius) Trebio P(Ubli) f(ileo) / Cor(nelia) Al banus os.

El lugar donde fue hallada la estela: En Susa, en los Alpes italian Fecha de enterramiento: Entre los años 50-100 d. C. Fuente de información: http://www.europeana.eu


Ampudia en el año 1926

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Portada gรณtica en la fachada norte de la Colegiata


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