LA CORREDERA Nº 6

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La Corredera Nยบ 6 -PRIMAVERA - VERANO DE 2020

revista cultural de Ampudia


Sumario PRESENTACIÓN: Adiós y hasta luego

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PREGONEROS: Pregón de las Fiestas de Alconada 2019

José María Velasco Peinador

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CREACIÓN LITERARIA: Elogio del buen gusto Me gusta viajar Ampudia me llena

Jesús Ángel Martín Martín Solo Esperanza Jesús PeCas

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HISTORIA E INVESTIGACIÓN: Abades de la Colegiata de Ampudia El monasterio Jerónimo de Valdebusto

J. Ignacio Izquierdo Misiego Epifanio Romo Velasco

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David Javier Castrillo Zarzuelo

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Noelia Tadeo Garrido

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Daniel Franco Romo

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Ascen del Valle Torres

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RECUERDOS Y VIVENCIAS: Arquitectura tradicional: El lavadero de la Plaza Francisco Martín Gromaz de Ampudia La memoria de la experiencia AMPUDIA EN LOS LIBROS: Edward Cooper, la pasión por los castillos HEMEROTECA Ocho siglos de devoción popular


Adiós y HASTA LUEGO Las revistas locales tienen corta vida. Como los seres vivos, nacen, se desarrollan y mueren, casi siempre antes de lo deseado. Ahora le toca el turno de despedirse a LA CORREDERA. Hace ya algunos meses que anunciamos su próximo final y la fecha tope para enviar colaboraciones. El volumen de los artículos recibidos, y el deseo de dar satisfacción a todos nuestros colaboradores, nos fuerzan a que no se trate de un último número, sino de dos. Tanto mejor, así podremos dar cumplimiento a otro de nuestros deseos expresados para el año 2021, el poder celebrar por escrito el Quinto Centenario de La Batalla de Ampudia en la Guerra de la Comunidades. No, no es que LA CORREDERA haya perdido aquel espíritu de supervivencia que manifestaba en sus momentos iniciales. Han sido otros los factores externos que han propiciado su desaparición; por un lado, el desarrollo de las llamadas Redes Sociales – en Ampudia dígase “Facebook” – que satisface con creces los intereses de sus lectores, y por el otro, la facilidad que hoy ofrecen las ediciones digitales, más rápidas y económicas. Ellos han sido quienes han supuesto el punto final para esta publicación en papel. ¡Adiós y hasta luego, amigos! Nos encontraremos todos en LA RED. Epifanio Romo Velasco (Editor)

Editor Epifanio Romo Velasco Director Daniel Franco Romo Dibujo Portada Acuarela de Basilio Saldaña Ilustraciones Portada e interior portada: ¿? F. J. Ortiz David Javier Castrillo Zarzuelo Juan Vélez

ISSN 2172-5950

Recepción y Colaboraciones Correo Electrónico: Revistalacorredera@gmail.com Correo Postal: “LA CORREDERA- Revista Cultural de Ampudia” Calle Pósito, nº 5 –34191 AMPUDIA (Palencia) Diseño y maquetación: Juan Vélez Imprime: Gráficas Calima Depósito legal: SA-445-2010

PRESENTACIÓN

Nº 6 Primavera-verano 2020

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Pregón de las Fiestas de Alconada 2019 José María Velasco Peinador

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stimados alcalde, autoridades, vecinos y amigos todos. Es para mí un honor haber recibido el encargo de hacer este Pregón de las Alconadas. Hace 45 años que me fui de Ampudia y desde el primer día puedo asegurar que, al igual que aquel proverbio latino que dice: “Soy un hombre, nada humano me es ajeno”, yo digo: “Soy de Ampudia, nada ampudiano me es ajeno”. En base a esto voy a describiros algún recuerdo, así como momentos de mi vida lejos de aquí en los que Ampudia se me hacía presente. Recuerdo mis años, muy joven, interno en un colegio en León, Cómo echaba yo de menos mi pueblo. Cuando regresaba por vacaciones, al salvar el alto de la carretera de entrada a Ampudia al lado de Solapeña, me ponía de pie en el coche de línea para ver mejor la espléndida belleza del pueblo con la torre y el castillo. Cuando Ana Belén y Víctor Manuel, cantaban aquella canción a la Puerta de Alcalá, que decía “mírala, mírala, ahí está viendo pasar el tiempo”, a mí me recordaban mis sentimientos al volver a ver Ampudia. Hace dos años, entrando de madrugada con otros ampudianos por el mismo camino, quien conducía dijo al ver la colegiata iluminada: “He ahí la atalaya en piedra vigía por siglos de la lucha entre Campos y Torozos”. Esto es una muestra de lo que se siente viviendo lejos de Ampudia. En cualquier sitio te encuentras cosas que te lo recuerdan. Quienes hayáis visitado Oviedo o Toledo estaréis conmigo en que, viendo las torres de sus catedrales, recuerdan la de nuestra colegiata. La descripción que hace Leopoldo Alas Clarín de la de Oviedo en “La Regenta”, parece que la hace desde el atrio de Ampudia. Os leo:

Oyendo... la campana, que retumbaba allá en lo alto de la esbelta torre, ... poema romántico de piedra, delicado himno, de dulces líneas de belleza muda y perenne, ,..comenzada de estilo gótico, pero... moderado... La vista no se fatigaba contemplando horas y horas aquel índice de piedra que señalaba al cielo... maciza sin perder nada de su espiritual grandeza, y hasta su segundo corredor, elegante balaustrada, subía como fuerte castillo, lanzándose desde allí en pirámide de ángulo gracioso, ,.. en una punta de caliza se mantenía ,..una bola grande de bronce dorado, y encima otra más pequeña, y sobre esta una cruz de hierro que acababa en pararrayos. Viví cuatro años en Vitoria y la primera vez que visité su iglesia de San Miguel, me sorprendió el retablo del altar mayor, obra de Gregorio Fernández, como el de Ampudia. Es de mayor tamaño, pero su parte central es idéntica. En la casa de Palencia en Vitoria, presidía la entrada un cuadro del castillo de Ampudia con sus cuatro torres. He vivido 30 años cerca de Alcalá de Henares y pasear por su Calle Mayor, con soportales a ambos lados, es como hacerlo por la Corredera. Esta calle comienza en la catedral Magistral, título este que solo tiene otra en el mundo. Tiene tres naves con bóvedas de crucería como nuestra colegiata. Leí sobre ella que durante la Guerra Civil fue bombardeada por la aviación italiana, quedando sus bóvedas góticas, como las de Ampudia en el 54. Fue reconstruida con Fondos para la Zonas Devastadas por la Guerra. 15 años después, nuestra colegiata también fue reconstruida con cargo a los mismos fondos. Al ver el reciente incendió de la catedral de París, las imágenes de las bóvedas


hundidas, tristemente recordaban también las de Ampudia. Paseando por los soportales de la Calle Mayor, está el museo Casa Natal de Cervantes. Su interior es idéntico al hospital de Santa María de Clemencia, con su patio porticado, su pozo y escaleras. En frente estaba la joyería Ampudia. Al final de la Calle Mayor y ya en la de Libreros, está la iglesia de Santa María la Mayor, cuyo interior es similar al santuario de Alconada, con su crucero, bóvedas, cúpula, cornisas, etc. Vamos que estando allí dentro uno echa de menos a la Virgen de Alconada. En la basílica de San Francisco el Grande de Madrid, en su capilla de las Reales Órdenes Militares, el retablo es un gran cuadro pintado por el palentino Casado del Alisal que representa la batalla de Clavijo, en la que supuestamente se apareció el Apóstol Santiago, recreándolo el pintor en las inmediaciones del castillo de Ampudia. Trabajando en Hacienda, se hizo una auditoria al Instituto Cervantes en El Cairo, por el departamento en el que yo estaba, teniendo que transcribir, con una compañera, toda la documentación que los auditores desplazados trajeron de allí. Mi gran sorpresa fue el descubrir que en dicho centro se celebra anualmente el 23 de abril, Día del Libro, un certamen literario en todo Egipto, que lleva el nombre del muy ilustre y poco conocido paisano nuestro, Lucio Marcos Blanco. Por Internet comprobé que algún palentino ya había dado noticia de ello.

pradera. Al llegar veíamos la cantidad de carros que procedentes de toda la comarca acudían al santuario, algunos incluso hacían noche, durmiendo sus ocupantes en ellos, cuando ya la hospedería no existía. Recuerdo la gran devoción de mi madre, quien, tras operarse de las rodillas, en un 8 de septiembre con 38 grados, acompañó a la Virgen durante toda la procesión en la pradera mientras casi todos los asistentes buscábamos la sombra. Y también recuerdo la devoción de mi padre, que acompañado de buenos ampudianos, se unían a diario junto a su cama, donde estuvo cinco años postrado, a rezar el rosario y encomendarle a la Virgen de Alconada. No conocí funcionando el reloj de la colegiata, pero si recuerdo que todos los días en Radio Palencia, daban las 5 de la tarde, grabadas antes de averiarse. Eran inequívocas las “campanas alegres”. A lo que añadían: “Han escuchado ustedes las 5 de la tarde en el reloj de la colegiata de Ampudia”. Otro recuerdo muy vivo en mi memoria, y solo tenía 6 años, fue el rodaje de la película de “El Cid”. Preparar los escenarios, construyendo una réplica de los soportales y las ruinas de una iglesia, que se incendiarían en el rodaje, duró más de un mes. El rodaje, con la colaboración de 300 ampudianos de extras, así como la presencia de Charlton Heston, duró dos días y la realidad son 13 segundos de película. ¡Que decepción ¡. Hay que estar muy atento para apreciar el castillo y la torre. Recuerdo los muchos comercios que había, la Recuerdos de mi niñez ferretería de Luis Velázquez; las verduras del Sr. Asenjo; los ultramarinos de la Sra. María, y los Las fiestas eran el no va más de todo el año. Sres. Amando, Goyo, Santiago y Vicente; dos paLos baratillos, el churrero, el tiro pichón, los caba- naderías, dos carnicerías; los comercios de telas de llitos, la tómbola, los meloneros, el almendrero y la Sra. Arconada y el de mi padre con el estanco; cómo no, “Los Melgos”. La farmacia de D. Ángel, el boticario; la pastelería Todos los años, se traía en procesión a la Vir- del Sr. Saturnino; los bares de Cipriano y Modesgen para la novena y el día 7 por la tarde se la to; tres barberías; los geniales fotógrafos Álvaro volvía a llevar, entrando en la pradera al son de de Castro, padre e hijo; los chuches de las Sras. las tres campanas que entonces había. Antes de Jacoba y Naty, y el cine Isabel, (donde cada dorestaurarla, con su manto, corona, rostrillo y otras mingo lo calentaban enrojando con las cascaras de joyas. Y después, luciendo la joya románica que es. pipas del anterior) Además había dos fraguas, tres carpinterías, un guarnicionero, un esquilador y un Cada año, para el día 8 de septiembre, mi ma- herrador, así como zapateros, cartero, telefonista, dre nos hacía jerséis nuevos contra reloj para todos veterinario, médico y practicante con residencia en y salíamos a ver qué carro o remolque nos recogía la villa, etc. De quien me olvido, que me perdonen. para llegar con tiempo a la misa y la romería en la Ignoro los pastores que había, pero un amigo que

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hizo su tesis de Agrónomo sobre la materia tenía censadas 12.000 ovejas en Ampudia por los años 70. Cómo no entender lo de la España Vacía. Y lo malo, como dice Delibes en “El disputado voto del señor Cayo”, es que los políticos vienen queriendo redimir a los redimidos. Otro recuerdo que tengo, ya que lo vi en persona, fue el atropello de la Señora Formelia por un perro enloquecido con una lata atada al rabo. Sucedió justo a la altura de las traseras de nuestra casa en la calle Ontiveros. A raíz de aquello no levantó cabeza y murió. Esta señora y su esposo Bruno, eran dos personas muy humildes a quienes yo recuerdo llevarlos a su casa las bolsas con comida que se repartían de los dividendos de los fondos del Hospital de Sta. Mª de Clemencia. Esta buena señora era hermana de la madre del entonces ministro Gregorio López-Bravo Castro. Por ello, la bromita del perro trajo cola. También mis recuerdos sobre personas queridas. En la Semana Santa de este año, supe de la celebración de la primera carrera popular en memoria de Luis Navarro Izquierdo. La fecha me requería en Madrid por cuestiones ineludibles, lo que lamenté. Trabajé cinco años en la estafeta de Correos de la estación de Chamartín y un buen día me encontré con Luis Navarro que estaba destinado en Madrid y cuando libraba cogía el tren camino de Ampudia. Desde entonces cada vez que pasaba por allí, él iba en mi busca y, si su tren lo permitía, tomábamos un café y charlábamos sobre nuestra infancia y nuestros proyectos, dado que éramos muy jóvenes. En mayo de 1984 me destinaron a Vitoria y le perdí la pista. Viendo un día las noticias en el canal autonómico vasco me enteré del atentado. Oyendo su nombre y sus dos apellidos, me ne-

gaba a creerlo pensando que son muchos quienes coinciden en nombre y apellidos, además que yo lo ubicaba en Madrid. Ver la imagen de su tía Isabelita por televisión, me devolvió a la cruda realidad. En ese momento bajé a la calle, busqué una cabina y llamé a mi madre. Solo acertó a decirme llorando que me fuera inmediatamente del País Vasco. Todo el pueblo lo sufrió. Alguien dijo que todos morimos dos veces, una cuando nos entierran y otra cuando nos olvidan. Han pasado 34 años, pero tu inmortalidad, amigo Luis, está garantizada, ya que por tu condición de atleta siempre te recordaremos. En el Archivo Parroquial existe un libro llamado “El Becerro de Husillos” que comienza así: “Causa el tiempo el olvido de las cosas y el mismo nos ha mostrado el remedio para que las pasadas las tengamos como presentes por la escritura”. Sé de un ampudiano muy capacitado para escribir tu biografía, lo que espero no tarde en hacerlo. Luisito, donde estés, un abrazo. El primer libro que leí de Miguel Delibes: “Diario de un cazador”, me sorprendió al ver los diálogos que el protagonista tenía con los hombres del campo. Son conversaciones con ampudianos, sin mencionarlo. En la novela, cazaba en Villalba de los Alcores, pero parece ser, según testimonios, que Delibes también cazaba en Ampudia. El bar que había donde está el supermercado, “Bar Los Hermanos”, antes se llamó “El Cazador”, al que debía acudir con frecuencia, por amistad y sus correrías por nuestro páramo junto con su anterior dueño y alcalde de Ampudia Domingo García. En otro libro del mismo autor, “Diario de un emigrante”, el protagonista abandona su pueblo a pie con su hatillo al hombro y se despide de Abundio que está faenando en su huerta. 28 años después regresa, también andando, y encuentra a


Abundio en el mismo sitio. Esta circunstancia encierra el sentimiento de quienes vivimos lejos de nuestra tierra. Otro, “El camino”, describe las andanzas de unos “chiguitos” castellanos con una serie de aventuras y correrías que todos hemos vivido. Todo gira entorno a las reflexiones de uno de los protagonistas, quien tiene que ir a la capital a estudiar el bachiller y él se pregunta para que sirve, si los de la capital lo tienen y no saben distinguir un tordo de un pardal, ni un cagajón de una boñiga. La aventura que cuenta de cómo se apuestan a ver quién es capaz de meterse en el túnel del tren a hacer sus necesidades cuando pasa el Expreso, con el resultado chusco que vivieron, me hace recordar las aventuras y riesgos que corríamos robando carburo en la fragua para luego hacer experimentos. En una ocasión echamos una buena piedra en un saco de plástico al que previamente pusimos agua, cogiéndolo entre cinco con nuestras manos y asomados al verlo hervir. Alguien echo una cerilla y fue tal la explosión y fogonazo que nos dejó sin cejas ni flequillos, que yo entonces sí tenía. La buenaza de Tere Nieto, que en paz esté, con la cuchilla de afeitar de su padre, nos apañó como pudo. Uno de los implicados, cuyo nombre no recuerdo, vivía con sus abuelos y les contó que había estado con su otro abuelo chamuscando conejos. La novela de “Los Santos inocentes”, Delibes la sitúa en Zafra, Badajoz, pero el relato es puramente de esta zona y a mí me recuerda mucho La Dehesilla y otros caseríos y “señoritos” de por aquí. En los años 70, el ayuntamiento de Ampudia sacaba a subasta el coto de caza del monte y se lo adjudicó a una empresa eléctrica, quienes lo usaban para traer amigotes e incluso ministros para obtener influencia y contratos públicos. El sistema de caza era por ojeo. Los tiradores se escondían y los ojeadores espantaban las piezas en su dirección. Yo fui ojeador hasta irme a Madrid. Cobrábamos 400 pts. y un Celtas corto. Los cazadores de Ampudia, que conocían la ineptitud de los aprendices de cazador, quienes apenas sabían agarrar la escopeta, se situaban en los límites del coto tras los tiradores apostados. Todas las piezas que se pasaban, las disparaban ellos en la zona libre y no acotada. Lo mismo que en la novela de Delibes el señorito Iván se enfada por no haber cazado nada y

dispara a La Milana bonita del buenazo de Azarías, el que fuera entonces Ministro del Interior, quien no debía dar ni al viento, al ver a la perra de un joven ampudiano ir a coger una perdiz que su dueño había abatido, enfurruñado y queriendo apuntársela como suya, presuntamente, encañonó a la perra para evitar que la recogiera. El joven ampudiano a su vez, presuntamente, encañonó al ministro al grito de: “Dispara si tienes cojones”. La intervención de los escoltas dejó la cosa en anécdota y al ampudiano con su perra viva y su perdiz. Vivir en Madrid y leer a alguien que escribe como hablan en mi pueblo es motivo para que me haya leído toda la obra de Don Miguel. La escritora de origen ampudiano y finalista del Premio Planeta, Margarita García Gallardo, en su novela “La suelta de los antílopes”, relata los recuerdos y amoríos en Ampudia de una de las protagonistas. Aquí si describe nuestro pueblo con todo detalle y nombres y oficios reales, incluso cuenta como se asomaba por el ojo de la cerradura de la trasera para ver al novio cuando este iba a afeitarse a la barbería de Antonio “el sapo”. Hace unos años me embarqué en la tarea de escribir la biografía del que para mí fue el mejor de los ampudianos. Son muchas las referencias a la Virgen de Alconada. Tuve la inestimable ayuda de un buen creyente, poeta, compañero y sin embargo amigo, Sabas Sánchez, quien, al leer toda la documentación sobre nuestro pueblo, me obsequió con varios poemas, uno de ellos a la Virgen de Alconada, donde expresa sus sentimientos, que os leo: A NUESTRA SEÑORA DE ALCONADA, PATRONA DE AMPUDIA No me queda más, Señora, que expresarte mi devoción, mi gratitud de esta manera, porque a través del lirismo dicen muchos que los sentimientos salen con más fuerza. Tú me arrancaste del corazón el odio que sentía y habitaba sin reserva hasta el día que llamaste, Dulce Rostro, con tus blancas manos a mi puerta. Ya no puedo más, Señora, contenerme ni reprimir la llama que me quema del dulce fuego del amor que derramaste sobre mi corazón marchito y en tinieblas.

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Me desnudaste de rencores y venganzas con solo tu mirada, tu presencia encendió de luz mi oscura noche ¡Oh Virgen de Alconada, Madre nuestra! Tú llenaste de amor mi gran vacío, mi desierto, mi infierno, mis miserias, colmaste con tu fuego y con tu luz el humilde y frío hogar de este poeta. Ya no me quedan versos que cantarte porque las palabras siempre cesan, pero el inmenso amor sigue adelante traspasando sin mesura los límites del poema. Sabas Sánchez, funcionario de hacienda. Supe por una ampudiana de la existencia en La India de una monja misionera de nuestro pueblo. Según me decía, su labor fue bastante más importante y trascendente, pero no tan mediática como la de la madre Teresa de Calcuta, con quien coincidió en el tiempo. Se trataba de Petrina Castrillo Luengo, quien al profesar como monja adoptó el nombre de Sor Alconada. Cuando supe de su muerte, quise conocer algo de ella y me escribieron sus hermanas misioneras confirmando la gran valía, humildad, discreción y la gran obra realizada por ella. En su relato, como anécdota, me dicen que fue la primera mujer que condujo un coche en La India. El nombre de Alconada se internacionalizó con ella. Leyendo a Fray Bartolomé de las Casas, en su “Breve historia de la destrucción de las Indias” relata las andanzas de un tal Juan de Ampudia, quien por cierto era de Jerez de la Frontera, que acompañado de dos capitanes que eran hermanos, de apellidos Cepeda y Ahumada, hermanos a su vez de Santa Teresa, en el momento de la fundación de la ciudad de Ampudia, en el valle del Cauca, Colombia. Con el tiempo cambiaron a la ciudad de nombre por Jamundí. Todavía se recuerda el nombre de Ampudia. En su himno actual tiene unos versos que dicen: A la Villa de Ampudia se llega por caminos de paz y de bien! bienandanza hallaréis, y fortuna en sus agros podéis obtener

si la paz y justicia se besan sólo en esta ciudad lo veréis, porque Dios con amor y ternura en su suelo ha situado el edén. Me dediqué a recopilar noticias de hemeroteca donde se menciona Ampudia y Valoria. Alrededor de 1500 recortes de prensa, con noticias, bandos, esquelas, anuncios, crónicas de sociedad, etc. desde 1470 hasta estos días. Ya en su día os hablé al respecto. Entre estas noticias hay referencias a obras de teatro representadas por los niños y niñas, quienes fueron nuestros padres y abuelos. En una de ellas se dice que cantaron el Himno de Ampudia, el cual nadie recuerda. También hay noticias de fiestas del árbol, del libro y una frenética actividad de los maestros que fueron de nuestros padres. A aquellas buenas personas les debemos en parte lo que nos transmitieron y somos. Dos de ellos, jubilados antes de la República, siguen siendo recordados con sus nombres en las calles, Josefa Gromaz y Aristóbulo Llorente. Tengo la relación de alcaldes y concejales desde 1860. Mi padre también fue concejal allá por 1947. Seria ardua tarea recordar a todos, pero sí decir que entre todas y todos, lograron, lograsteis, hacéis… lo que hoy es nuestra preciosa villa de Ampudia. Mi mejor homenaje y agradecimiento a todos ellos. Y a los aquí presentes, añadiros un fuerte abrazo. En estos nuevos tiempos, soplan nuevos vientos con un proyecto en marcha que huele muy bien a flor de lavanda. Espero de corazón que los anhelos que marca otra estrofa del himno de la Ampudia colombiana, se cumplan aquí. Con honrado trabajo, tus hijos tu progreso queremos lograr, porque ansiamos que seas un líder que otros quieran por siempre emular. Como todo trabajo requiere su descanso, ahora toca disfrutar de las fiestas. adas ! Felices Alcon ia del Alcor r lo Va y ia d Viva Ampu Ampudia, 7 de septiembre de 2019.


elogio

DEL BUEN GUSTO

A

Jesús Ángel Martín Martín

continuación trataré de cómo los juicios de gusto, del estilo “esto me gusta” o “esto no me gusta”, invaden toda nuestra vida hasta el punto de que lo que consideramos verdadero, justo o bueno no es más que una proyección de nuestros propios gustos; también planteo el tema de cómo intentamos, en muchas ocasiones, imponer a los demás nuestros gustos mediante mecanismos harto sospechosos; y, por último, de si podemos educar el gusto, puesto que influye de manera importante en nuestra vida y en la de los demás. La mayor parte de los debates que dominan tanto la esfera pública como la privada tienen que ver con lo que consideramos justo o injusto, bueno o malo y verdadero o falso. Cuando hablamos de política o de cualquiera de las noticias habituales de la prensa o la televisión estamos debatiendo, en el fondo, el asunto de lo justo. Cuando los debates se refieren a temas más domésticos como nuestros hábitos al circular con el coche o con la bicicleta, o de cualquiera de nuestras acciones, estamos tratando de definir lo que está bien y lo que está mal. Tal vez la primera cuestión, la de lo justo, se pueda incluir en la segunda, la de lo bueno, y con ello tendríamos que dar la razón a Platón, quien se planteaba como objetivo supremo en la vida la definición y el conocimiento del bien, para poder actuar con sensatez y justicia, tanto en la vida privada como en la pública. Este tema se aprecia mejor cuando hablamos de personas o instituciones; por ejemplo, el PP y el PSOE no se gustan nada y como consecuencia de ello tienden a minusvalorar las iniciativas políticas del otro, aunque sean beneficiosas y justas para la ciudadanía, pero no quiero que este análisis tome una deriva política; otro ejemplo: pocos pacientes tienen un criterio suficientemente formado como para valorar la profesionalidad de un médico y lo acertado de sus tratamientos, pero todos juzgamos la competencia del médico y su profesionalidad, y lo hacemos en función de lo atractivo que nos resulte, y no me refiero sólo al atractivo físico, sino a todas esas características que influyen en el juicio

de gusto: la sonrisa, la amabilidad, la simpatía, etc. Cuando discutimos sobre gustos solemos acabar con la muletilla “sobre gustos no hay nada escrito”. Esta sentencia se refiere a que el juicio de gusto es subjetivo y, efectivamente, lo es; sin embargo esto no quiere decir que todas las apreciaciones estéticas merezcan la misma consideración, puesto que el gusto se puede mejorar y se mejora con la práctica; es uno de esos saberes no teóricos que se adquieren a base de experiencia. Así, cuando uno contempla una foto de hace varios años suele pensar en lo hortera que era entonces y en cómo han mejorado sus gustos en cuanto a imagen personal, por ejemplo. Tratamos de compartir lo que nos gusta con los demás y nos halaga profundamente el que los demás alaben nuestros gustos, hasta el punto de que algunas veces tratamos incluso de imponer nuestros gustos a los demás para tener esa satisfacción. Este intento de imponer a otros nuestros gustos es un rasgo del carácter de algunas personalidades y manifiesta, según creo, su propia inseguridad. Cuando alguien dice “no está bien lo que haces” o “eso no es justo” por lo general lo que está queriendo decir es “eso no me gusta”, pero con matiz muy interesante porque no apela a sus propios gustos para emitir un juicio que es subjetivo, como debería de hacer, sino que apela a una especie de justicia universal o al BIEN con mayúsculas. La conclusión esta vez va dirigida hacia la formación de nuestro propio gusto dada su importancia, y esto se consigue respetando el de los demás, tratando de comprender sus gustos y aprendiendo de ellos. Hume decía que el refinamiento del gusto se consigue templando nuestras pasiones y frenando la impulsividad, tarea para toda una vida. Los gustos más exquisitos son producto de la experiencia y la práctica; nadie nace sabiendo apreciar ciertas formas artísticas, o ciertos sabores sino que es el resultado de años de conocimiento y ejercicio, como puede atestiguar un crítico de arte o un sumiller.

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HISTORIA E INVESTIGACIÓN

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ME GUSTA VIAJAR Solo Esperanza

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e gusta viajar, me gusta ir a todo tipo de lugares, aunque mi preferencia es ir a sitios con piedras viejas, piedras que han visto pasar siglos y que tienen mucho que contar. En una aldea del interior de Galicia, sus viejas piedras me contaron:

Miñoca

Y piensa en el montoncito de monedas ahorradas (aforradas) pataco a pataco, céntimo a céntimo. - Pero non se toca, son para meu enterro. Si non aforro eu ¿quen o pagará? ¿Miñoca?, Si non vale para nada, aunque se case, seu home non querrá pagar meu enterro. E eu quero una tumba e una boa caixa. Mezquinos y pobres pensamientos que se cumplieron de la forma más triste, ya que tuvo que pagar el entierro a su hija, fallecida en la primera gripe del invierno. Ellos cumplieron con la misión para la que nacieron, de evidente enseñanza. Lo anterior me lo dice Celso, que necesitaba contarlo; lo que escribo a continuación me lo dicta el Universo, o ¿mi imaginación?: A pesar de que la muerte de Miñoca le evitaba gastos, no se sintió feliz Celso, la nostalgia se apoderó de él y nunca más ahorró para su entierro, sino que cada céntimo, a veces incluso a costa de su comida, iba para Don Damián y la obra pía de la parroquia, que se ocupaba de alimentar y educar a los huérfanos de su pueblo y de los cercanos.

27/09/08.- Es como un dibujo en sepia, caricaturesco, como los de Castelao. Es un triste lugar donde se cobran los impuestos de las tierras, pequeñas, a veces pequeñísimas, de los campesinos gallegos, pequeña oficina donde un funcionario, tan pobre como los contribuyentes y avinagrado por su tantas veces amargo quehacer y por su poca paga, mira al señor Celso que, un año más, protesta por los 3,25 reales que paga al Estado por su finca: - Non teño mais que isto, ¿qué vamos comer a miña filla e mais eu? Él sabe de sobra que comerá, volverá a coger los restos de las patatas que no recogió y algo de col y lo hervirá y así irán pasando él y Miñoca. Esa pobre Miñoca siempre enfermiza y que - ¡non traballa ni a mitade que él!, bastante fai con (Miñoca [Lúmbricus terrestris]: lombriz que se darlle de comer, verdura, carne non, o porco morreu e non hay carne e non a vou a comprar. Non teño recoge en las arenas del litoral o cercanas a los ríos y sirve de cebo a pescadores) cartos, bueno sí, pero iso ¡non se toca!


HISTORIA E INVESTIGACIÓN

AMPUDIA ME LLENA Jesús PeCas

Ampudia me llena y rebosa el alma, El sólo pronunciarte me emociona. Si lejos estoy, me condiciona, Si paseo en ti, me siento en calma.

Fuiste Fons Pútida con gran fortuna, De raíces viejas, romana naciste, Pubertad goda y en siglos creciste, En la actualidad orgullo de cuna.

Primitivo alcázar, postrer castillo, Giralda de Campos, faro elevado, Calles porticadas que te dan brillo. Tus habitantes, tu principal blasón, Tus Alconadas, tu vasto mercado, Al visitante saludan con tesón.


HISTORIA E INVESTIGACIÓN

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ABADES de la COLEGIATA de AMPUDIA Apuntes biográficos José Ignacio Izquierdo Misiego

Los Estatutos de la Colegiata, ordenados por el Duque de Lerma y aprobados por el Nuncio Papal en 1609 (Archivo Parroquial de Ampudia, APA, Carpeta de documentos de la traslación), detallan en su título cuarto, que trata del numero de Preuendados y precedencia de cada uno y de las calidades que an de tener y de sus obligaciones, algunos requisitos competentes a la dignidad y cualidades del Abad: Conforme a la Bulla de la traslacion de la dha Iglessia collegial y las que despues se an concedido por su santidad, a de hauer en ella como esta dho una Abbadia quatro dignidades doce canonigos ocho racioneros y ocho capellanes y el dho Abbad a de ser graduado de licenciado o Doctor en Canones o maestro en theologia el qual quiero que como caueça de la dha Iglessia tenga el primer lugar en todas las cossas y partes donde concurriere el Cauildo y silla en medio de los dos choros que haran los demas capitulares y que presida en el choro y cauildo y en su ausencia presida el Prior y en falta suya el thesorero y despues del el chantre y despues el maestrescuela y despues el de mano en mano el mas antiguo segun la orden que auajo ira declarada y no a de presidir ningun Preuendado quando fuere capero o no estuuiere en el choro mientras se dicen los officios diuinos o en el cauildo quando le huuiere. En el título segundo de los mismos Estatutos, referido al Patronazgo desta Igla. y de las preminencias y prerrogatiuas que a de tener el Patrón, se establece de forma inequívoca que el

derecho a proponer personas para ocupar todas las Prebendas de la Colegiata, y, como más excelente y primera en jerarquía, la de Abad, es exclusivo de la casa de Lerma, del Duque y sus sucesores en su mayorazgo, que ejercerán este derecho de “presentación” para que luego el Papa (en el caso del primer Abad) o su Nuncio en España los ratifiquen. Los problemas que sobrevinieron tras la caída en desgracia del Duque en 1618 y las disputas por heredar sus títulos y feudos, que se prolongan hasta el siglo XVIII, tuvieron como consecuencia la falta de nombramientos en algunas épocas y la prolongación anómala de períodos de “sede vacante” en la historia de la Colegiata. No contienen los citados Estatutos detalles sobre el ceremonial de investidura de un nuevo Abad, pero conocemos el ritual, que se mantuvo prácticamente invariable a lo largo de los años, gracias a los Libros de Acuerdos del Cabildo (Archivo Parroquial de Ampudia, APA)1. Los primeros trámites de nombramiento de un nuevo Abad consistían en la presentación en sesión ordinaria del Cabildo capitular de la documentación acreditativa del nombramiento, a saber, Bulas pontificias y orden del patrono de la Colegiata con el nombramiento del candidato. Estos papeles en la mayoría de los casos eran presentados al Cabildo por un apoderado del nuevo Abad, no por el interesado en persona. En algún caso se notificaba el nombramiento mediante carta del interesado que se leía igualmente al Cabildo. El día de la toma de posesión personal del Abad, el Cabildo “en hábito de coro” (con las vestiduras de asistir a los oficios de coro,

1 Ver, especialmente, APA, Libro de Acuerdos Capitulares, nº232 –1667 a 1685-, fol 14 y ss; en la toma de posesión del 7º Abad de la Colegiata, Manuel de la Torre García, ampudiano de nacimiento. Fecha 9 de febrero de 1668.


normalmente un sobrepelliz, prenda parecida al roquete pero de manga larga y abierta, que se pone sobre la sotana, y capa, “conforme a lo que en aquel tiempo se trajere o usare” según dicen los Estatutos de la Colegiata ) se dirige a la casa donde esté el candidato; allí le revisten de roquete y mangas, le ponen el pectoral y la capa de chamelote de seda carmesí (capa de lana de camello revestida o forrada de seda) y le acompañan hasta la iglesia; a la entrada del templo se ponía un altar con cruz y dos candeleros de plata con velas, y encima a un lado el libro de los Santos Evangelios y al otro el de los Estatutos de la Colegiata. Ante este altar el Tesorero de la Colegiata, o el que hubiera hecho función de presidente del Cabildo en el período de “sede vacante” previo, pide al candidato que jure los Estatutos. Hecho el juramento entran todos en la iglesia. En el coro el candidato se sienta en la silla abacial y recibe un breviario; después el Tesorero deposita en sus manos un doblón de a cuatro en señal de que se le compensará con todos los frutos y rentas de la Iglesia y Abadía que le correspondan. Luego se le reviste con amito, alba, cíngulo, estola y capa pluvial y se le pone la mitra. De la sacristía salen entonces cinco caperos (clérigos con capa pluvial) con candeleros que portan el báculo pastoral y la paletilla (un candelero con asa o palmatoria). El Tesorero ofrece al candidato la cruz para que la bese y le rocía con agua bendita. Se canta el Te Deum y, tomado el báculo, el Abad es acompañado hasta la Capilla Mayor. Antes de acceder al presbiterio el nuevo Abad se postra a orar en una almohada de tercio de color carmesí con repostero situada en la escalera de dicho presbiterio hasta que termina el canto del Te Deum. Luego se entona una antífona, la oración Deus Fidelis y se accede

al presbiterio donde el Abad se sienta en su silla. Al terminar las oraciones el Cabildo y miembros del Concejo besaban el anillo, y el Abad solía impartir la bendición al pueblo (v. Peña, 2003, pp. 318-19). Relación cronológica de los Abades de la Colegiata de Ampudia 1º Cristóbal de Lobera y Torres (16071609) 2º Diego del Castillo (1611-1616) 3º Juan de Salcedo (1616-1619) 4º Juan Fernando Jiménez Simancas (16191622) 5º Antonio Castañeda (1622-1647) 6º Juan de Escalada (1649-1667) 7º Manuel de la Torre García (1668-1677) 8º Alonso de Arribas (1678-1679) 9º Juan Manrique (1679-1684) 10º Juan Castaño (1684-1701) 11º Pedro Fletos (1701-1707) Bernardo Giménez Cascante (?)2 12º Antonio Grande Barrientos (17181749) 13º Francisco Sánchez de Cos (1750-1773) 14º Pedro Agustín Ruiz (1773-1781) 15º Francisco Galante y Saavedra (17811786) Antonio José Cavanilles (1787), renunció al nombramiento 16º Juan Antonio Sanz del Moral (17881805) 17º Narciso Villafruela (1805-1819) 18º Bernardo Sainz de Baranda (18201824) 19º y último Juan García Cabañas (18251837) De 1837 a 1847 ejerce como “Gobernador eclesiástico de la Abadía” el canónigo Juan Casimiro Castrillo, y como presidente del

2 En el período 1707-1718 la Colegiata estuvo sin Abad (en “sede vacante”), entre otras razones por los pleitos existentes entre distintas familias nobles para heredar los señoríos y títulos del ducado de Lerma. Es posible que en este lapso fuera nombrado como abad Don Bernardo Giménez Cascante, que en algunas fuentes aparece como Abad de Ampudia, aunque no hay constancia alguna en las actas capitulares. Fue colegial del Colegio Mayor de San Ildefonso de Alcalá, Abad de la Colegiata de Santander, obispo de Barcelona (1725-1730) y propuesto para Arzobispo de Tarragona (renunció al cargo) y se le caracteriza como acérrimo defensor de la inmunidad eclesiástica, por lo que mereció a la silla apostólica los más distinguidos elogios (Ruiz de Vergara 1766-1770, pp. 167 y 173).

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Cabildo firma las actas el Tesorero Juan Machuca, cuya presidencia fue contestada por algunos miembros y alterna a veces con el Chantre Francisco García de Tovar hasta 1856. En 9 de abril de 1847 fallece Juan Casimiro Castrillo3. En sede vacante se nombra nuevo Gobernador eclesiástico el 16 de abril de 1847 al canónigo Policarpo Martínez y Gutiérrez, que venía ejerciendo de Secretario desde septiembre de 1846, ocuparía el cargo hasta 1856. Pero hubo reclamaciones sobre este nombramiento y en reunión del Cabildo a 1 de agosto de 1856 se leyó una carta de la Reina de España de 10 de julio reconociendo como válida la anterior elección de Juan Machuca como presidente del Cabildo en 1837, en consecuencia Policarpo Martínez cesó y se reorganizaron los cargos en sede vacante4. No hubo más nombramientos de Abad por parte del patrono (el Duque del Infantado en estos años, que muere en diciembre de 1841 y se hicieron solemnes exequias en la Colegiata en su memoria). Desde 1842 se aprecia en las actas de las reuniones del Cabildo un cierto malestar, faltas a los oficios, enfrentamientos de los prebendados y situación crítica de las arcas capitulares. Las reclamaciones de la renta anual de 1.000 ducados, comprometida por el Duque de Lerma en la fundación, al Duque del Infantado, se suceden sin éxito –algo similar estaba sucediendo con la Colegiata de Lerma-. La ley de desamortización de bienes del clero secular (Espartero) de 1841 supuso otro golpe importante para la Institución. El Cabildo se resistió al principio a elaborar y entregar el Inventario de sus bienes inmuebles que exigía la ley y recibió varios apercibimientos de la Junta Inspectora a través del alcalde de Ampudia; a 24 de febrero de 1842 todavía no habían cumplido y se les impuso multa de 50 ducados. A lo largo de 1843 prácticamente todas las tierras de la Colegiata y sus Prebendas

en 13 lugares de la provincia de Palencia fueron vendidas en subasta pública en lotes de desigual tamaño (unas 280 hectáreas de promedio). Con ello desapareció la principal fuente de ingresos privados de los prebendados (ya en 1821 se había reducido el diezmo eclesiástico a la mitad y en la misma ley desamortizadora de 1841 se suprimió definitivamente) (Izquierdo 2004, pp. 202-213). El Concordato entre el Papa Pio IX y el reino de España (Isabel II) firmado en 16 de marzo de 1851, que supuso una total reorganización de la geografía eclesiástica del país, suprimió definitivamente la Colegiata de Ampudia para reducirla a simple iglesia parroquial dependiente del Obispado de Palencia (artículo 21 del Concordato). En 5 de abril de 1864 se recibe comunicación oficial del Nuncio de Su Santidad en la que se nombra “Administrador apostólico de la Abadía” al obispo de Palencia, Jerónimo Fernández, y se exige voto de obediencia y sumisión a los pocos prebendados que aún ejercían. En 1867 sólo quedaban 3 Prebendados en el Cabildo (Santiago, Maestro y Baltasar Antón, secretario). La última acta del Cabildo colegial se firma el 22 de mayo de 1868, con pocos acuerdos relevantes: que se haga el novenario a la Virgen de Alconada y se la traslade a su ermita el domingo 7 de junio y que se manden imprimir 1.000 ejemplares de su novena en Valladolid a medio real cada uno. Del primer Abad de la Colegiata de Ampudia, Don Cristóbal de Lobera y Torres, ya reseñamos algunos datos biográficos en número anterior de esta misma revista (v. La Corredera nº 5, pp. 43-45)5. Proseguimos ahora esta relación de biografías con las de tres Abades más que destacaron por sus méritos o iniciativas en la historia de la Colegiata. 2º ABAD (1611-1616): Diego del Castillo. Tomó posesión por poderes a través de su

3 APA, Acuerdos Capitulares, 248, fol. 164 vto. 4 APA, Acuerdos Capitulares, 248, fol. 248. 5 Murió en 1632 y fue sepultado inicialmente en la catedral de Plasencia, pero luego sus restos se trasladaron, tal como ordenó en su testamento, a una ermita dedicada a Santa Teresa de Jesús que él mismo fundó a las afueras de dicha ciudad, en el camino de Trujillo, pasado el río Jerte, en términos de una dehesa llamada “de los caballos” propiedad antigua de su familia,


apoderado, el doctor Felipe Vicente, el viernes 15 de abril de 16116. Había sido Prior y canónigo de la catedral de Palencia y a primeros de mayo del mismo año 1611 se envía una delegación del Cabildo a Palencia para ir a recibirle. El 4 de mayo de 1611 ya asiste por vez primera a reunión del pleno capitular en Ampudia. A partir del 17 enero de 1616 cesa su asistencia al Cabildo, probablemente por enfermedad . El 21 de enero de 1616 se declara sede vacante por su muerte; se acuerda se le de sepultura junto a la capilla mayor a la puerta del pre. (presbiterio?) de afuera y se reserven en aquel sitio tres o cuatro sepulturas por si muriesen otros capitulares7. Al parecer nació en Salamanca, en cuya Universidad obtuvo el doctorado en Teología (Villar y Macías, 1887, p. 377). Siendo canónigo en Palencia le correspondió el cargo de Provisor y Administrador del Hospital de San Antolín, dependiente del Cabildo de la ciudad, y heredó de su antecesor en el cargo un pleito de cuya sentencia solicitó expedición de ejecutoria8:. El problema era el nombramiento de oficios de la villa de Pedraza, cuya jurisdicción dependía de dicho Hospital, para el año de 1595; los alcaldes ordinarios y regidores de la villa propusieron nombres para los demás oficios, de acuerdo a las ordenanzas y costumbres de Pedraza, pero un tal doctor Espinosa, canónigo entonces y Provisor del

Hospital y, en consecuencia justicia mayor de esta villa, no los aceptó y nombró a otros. En el pleito se da la razón al Provisor en contra de los nombramientos hechos por los alcaldes precedentes. La villa de Pedraza era jurisdicción del Hospital de San Antolín de Palencia, vinculado a la Catedral, desde el siglo XIII, en que Alfonso VIII y su mujer Da. Leonor, hicieron donación a este Hospital de todo el realengo que poseían en esta villa (1162, 1179). El rey Felipe II intentó en 1581 deshacer esta vinculación y recuperar la jurisdicción de la villa sin conseguirlo. Según las Ordenanzas de la villa de Pedraza, redactadas a mediados del siglo XVI, los oficios ordinarios (alcaldes, regidores, merino, procurador, escribano...) eran nombrados directamente por el Provisor del Hospital, y los elegidos tenían obligación de aceptarlos so pena de pagar 2.000 maravedís de multa, 1.000 para el Hospital y los otros 1.000 para arreglos de la muralla; y si se negaban segunda vez, 4.000 maravedís de multa y 30 días en el cepo. Los demás cargos y oficios eran a su vez nombrados por los principales, prohibiéndose que recayeran en familiares directos. Además, para ocupar cargos, había que ser residente en la villa al menos durante 10 años seguidos (San Martín Payo 1958, pp. 43-62.). En 1600 D. Diego del Castillo estaba en Roma acompañando a una legación española, a cuyo frente iba el conde de Lemos y Andrade

dotándola con dos capellanías para criados o hijos de criados suyos. Allí se colocó su epitafio que decía: En este sepulcro está el Ilustrísimo Señor Don Cristóbal de Lobera, natural de esta ciudad de Plasencia, Maestrescuela de esta Santa Iglesia, Abad de Ampudia, y de Lerma, Obispo que fue de Badajoz, de Osma, de Pamplona, Córdoba, y electo Arzobispo de Santiago, y Obispo de esta ciudad. Murió en Plasencia en 21 de octubre de 1632 años, y fue aquí trasladado en 27 de julio de 1637 de la S. Iglesia de Plasencia. (V. González Dávila, Gil (1647) Theatro eclesiastico de las civdades e iglesias metropolitanas y catedrales de los Reiynos de las dos Castillas: vidas de sus arzobispos y obispos y cosas memorables de sus sedes ... Tomo 2. Madrid: En la Imprenta de Pedro de Horna y Villanueva. Página 512. Se conserva la “dehesa de los caballos” en la toponimia local, aunque parte de su superficie, antaño dedicada sobre todo al cultivo de olivos, está hoy ocupada en parte por el polígono industrial de Plasencia. La ermita de Santa Teresa sufrió profanación durante la Guerra de la Independencia, se cerró en la década de los 60 del siglo pasado; fue restaurada por la Escuela Taller Vicente Paredes VII y reabierta al culto en 2005. 6 APA, Acuerdos Capitulares, 228, fol. 193. 7 APA, Acuerdos Capitulares, 229, fol. 43. 8 “Ejecutoria del pleito litigado por Antonio Martín, vecino de Pedraza de Campos (Palencia), con el doctor Diego del Castillo, canónigo en la Catedral de Palencia, provisor y administrador del Hospital de San Antolín de dicha ciudad, sobre la elección de alcaldes y regidores de los estados de hijosdalgo y de pecheros de 1594 de dicha villa” Archivo de la Real Chancillería de Valladolid, REGISTRO DE EJECUTORIAS,CAJA 1791,16 fecha 22 de agosto de 1595).

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(Fernando Ruiz de Castro), Virrey de Nápoles, que fue a presentar sus respetos al Papa Clemente VIII en una misión llamada “oración de primera obediencia” (una especie de audiencia de presentación de credenciales al recién elegido Papa); el duque de Sessa y Baena (Antonio Fernández de Córdoba), embajador español en Roma, formaba parte también del séquito. En esos días se supo que el cardenal César Baronio, confesor del Papa y personaje muy influyente en el Vaticano, que redactaba entonces unos Annales Eccesiastici, especie de monumental historia del Pontificado, cuestionaba lo que la tradición mantenía en España sobre la predicación del Apóstol Santiago en este país; el duque de Sessa recibió instrucciones del rey Felipe III para que solicitase al Papa que no se permitiera novedad alguna sobre el tema, especialmente en los Breviarios que se estaban ya confeccionando para uso del clero y que asumían las tesis de Baronio. Para apoyar su solicitud el duque pidió a Diego del Castillo que redactase un escrito sobre la venida y predicación de Santiago en España que luego se publicó impreso en 1608 (por consejo, según el autor, del propio cardenal Baronio, que quedó muy impresionado tras leer el manuscrito). Hubo que esperar a 1625 para que se rectificaran algunas expresiones de los Breviarios oficiales para restablecer el respeto a la tradición española. Lo cierto es que el motivo de las disputas era una simple frase en que se ponía en duda la predicación del apóstol en nuestro país y se daba a entender que era simple creencia española sin fundamento histórico, aunque en el fondo de todo ello había también cuestiones políticas: Clemente VIII apoyó a Francia en contra de los intereses españoles en Europa y también Baronio, cuya obra, especialmente el volumen XI, se prohibió en España por orden directa de Felipe III (Cédula Real de 23 de junio de 1610, firmada en Lerma,

que prohibía “meter, vender, comprar, tener o imprimir en estos Reinos el tomo XI de los Anales del Cardenal César Baronio”), (Flórez 2002, pp. 82-83). La obra escrita por nuestro Abad lleva por título: Defensa de la venida, y predicación evangélica de Santiago en España / Dirigida a la C.R.M. Del Rey Don Felipe III./ Por Diego del Castillo prior y canónigo de la S. Iglesia de Palencia: que es traduzido de lo que en latin presentó en Roma à la Santidad de Clemente VIII P.M. el año de mil y seycientos. Zaragoza (España): Lorenzo de Robles, Impresor del Reino de Aragón y de la Universidad. En la misma sostiene el autor que Santiago entró en España desembarcando en Cartagena y cita un breviario armenio traducido por el obispo Pedro Pacheco de Villena (1488-1560), estudiante y profesor en Salamanca, obispo de Albano, Mondoñedo, Ciudad Rodrigo, Pamplona, Jaén, Sigüenza y Virrey de Nápoles de 1553 a 1555, que asistió al concilio de Trento9. Este trabajo fue citado por ilustres teólogos y cronistas de la época, por ejemplo Gil González Dávila (1618, p. 22). Parece que también escribió una controversia sobre San Juan (Orationes duae de diuo Ioanne Euangelista habitae in Capella Pontificia sub Pont. Maximis. Sixto V. & innocentio IX, Roma: Ascanio y Jerónimo Donangeli, 1592), un estudio sobre La verdadera y real comunión de la Eucaristía y un opúsculo contra Jansenio y otros herejes (Roma: Zanetto 1593) (Villar y Macías 1887, pp. 387-88). Del ejercicio de su ministerio en Ampudia han pervivido algunos vestigios de gran interés cultural y patrimonial: En 1611 instituyó, a petición del Cabildo, la Cofradía de Nuestra Señora de Alconada (de los Pastores)10; en 1613 se documenta la realización de danzas el día de la fiesta de Alconada y en 1619 los beneficiados de la Colegiata encargan y pagan

9 Copia manuscrita del Memorial original en latín en la Biblioteca Nacional de España: Diego del Castillo.Disputatio de adventu et praedicatione Sancti Jacobi in Hispania, Fecha entre 1601 y 1700? Signatura Mss/7419. Algunos otros documentos de Diego del Castillo sobre este asunto se recogen en: Papeles tocantes a la predicación del apóstol Santiago [Manuscrito]. Fecha entre 1601 y 1700?. Biblioteca Nacional de España, Signatura Mss/1349, v. espec. Fol 22 y ss. 10 APA, Acuerdos Capitulares, nº 228, fol. 202 vto. Cabildo extraordinario de miércoles 19 de julio de 1611, donde dice “que se instituya cofradía de nra. Sra. de Arconada y se cometió al Sr. Abbad”.


algunos miembros del Cabildo, denunciadas por el propio Duque de Lerma a través de Juan López de Olaeta, su contador, quien en 1614 transmitió al Abad informe sobre personas que con poco temor de Dios Ntro Sr. y en desprecio de sus ministerios no rezaban las horas canónicas y vivían deshonestamente y que en sus casas recibían mujeres para deshonestidades...11.

trajes para danzantes por valor de 19 reales (Peña 2004, p.54-55). El 15 marzo de 1612, encargó al orfebre vallisoletano Juan de Nápoles un relicario para la reliquia de Lignum crucis que guardaba la Colegiata; el precio, pagado por el canónigo Sancho, fue de 60 reales (2.040 mrs.) tal como aparece en las cuentas del año 161516. (Peña 2010, p. 8). Otras intervenciones realizadas bajo su mandato fueron, por ejemplo, arreglos en los órganos de la Colegiata y de la ermita de Alconada encargados al organero Felipe Salas en 1612 y encargos al cantero Juan de la Sierra para labrar dos altares de piedra para la misma ermita de Alconada en 1615. (Peña 2004, p. 49). En otro orden de cosas este Abad tuvo que hacer frente a ciertas desviaciones morales de

12º ABAD (1718-1749): Antonio Grande Barrientos. Tomó posesión en 31 de enero de 1718 por poderes a través de su procurador o apoderado Blas de la Guerra12. La presentación correspondió al Duque del Infantado, Patrono de la Colegiata desde el 8 de febrero de 1707, tras algunos problemas porque la Colegiata había prescindido del Patronato (sentencia de Privación de Patronato por los Provisores ante la falta de la dotación de 1.000 ducados anuales establecida en la fundación, que la Institución no recibió durante los últimos años debido a los conflictos por la herencia del ducado de Lerma; esta sentencia estaba todavía pendiente de recurso en estas fechas)13. A este Abad se le da la posesión ...con la protesta de que la escritura de consentimiento del Conde de la Gomera para el paso del Real Consejo, no pueda perjudicar el derecho de propiedad y posesión del Patronato de esta dha. Iglesia que goza el Duque del Infantado y Lerma, único presentero de ella, ni influir, ni tener efecto alguno en esta Posesión, y asimismo con la protesta de que esta Posesión que se manda en virtud de los despachos mencionados y título del dho. Duque del Infantado su fha. 8 de febrero de 1707 no pueda perjudicar a la sentencia de Privación de Patronato dada por los Srs. Provisores desta Abadía contra dho. Sr. Duque por aver faltado a la paga de la dotación de dho. Patronato y su aseguración, no obstante aver sido despachado dho. título en tiempo habil de gozo, posesión y paga, y estar pendiente

11 APA, Acuerdos Capitulares, nº 230 fol. 53, Cabildo espiritual de 14 de febrero de 1614. 12 APA; Acuerdos Capitulares, nº 234, fol. 249 vto. 13 En la Biblioteca Nacional de España se conserva un expediente en el que se intenta defender el privilegio del Duque del Infantado para este nombramiento, debido a los problemas surgidos. BNE, Pro expeditione causae Antonij Grande Barrientos, ad Abbatiam Ecclesiae Collegiatae de Ampudia, per D. Ducem del Infantado, praesentati sequentia proponuntur fundamenta. Signatura: PORCONES/169(32/1), 5732281-1001. Fecha (deducida del texto) 1706. Firmado por Licentiatus D. Petrus Gomez de la Caba.

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el recurso de apelación en la Real Chancillería de Valladolid por vía de fuerza... En 26 de septiembre de 1718 se celebró su investidura y juramento14. Su nombre completo era Antonio Honorato Grande Barrientos Grande y Silguero, natural de Villarino de la Ribera –de los Aires-, provincia de Salamanca, hijo de Antonio Honorato Grande y María Barrientos Silguero. Estudió en la Universidad de Salamanca, donde obtuvo el título de licenciado en Teología, y llegó a ser rector de la misma en 1696-97 (Vidal y Díaz, 1869, Apéndice, p.378). En la Memoria de la Universidad de Salamanca para el Curso de 1877 a 1878 se incluye una relación histórica de rectores desde 1392 hasta 1845. En ella aparece el mismo como Rector entre 1696 y 1697, en sustitución de Don Benito de Navas, que fue elegido para tal cargo pero no compareció, por lo que fue incurso en las penas de Constitución y Estatutos, borrándole de la matrícula y privándole de sus cursos y grados. Se añade que le sustituyó Antonio Grande de Barrientos natural de Villarino (Salamanca). En las Actas del Claustro universitario de Salamanca (Archivo Universidad de Salamanca, AUSA, libro 166) se recoge su nombramiento en 25 de noviembre de 1696 y su aceptación y juramento del cargo en la Capilla de Santa Bárbara de la Catedral se celebró el 1 de diciembre de ese mismo año (AUSA, 166, fol 1-2); el 10 de noviembre de 1697 sería sustituido por Don Francisco de

Bustamante (AUSA, 166, fol 36, el cargo de Rector de la Universidad de Salamanca en estos años tenía una duración anual). Se conserva un magnífico VITOR a él dedicado en lugar preferente a la entrada de las Escuelas Mayores del Estudio salmantino en el que figura un capelo episcopal con las iniciales F:S: y la siguiente inscripción en tinta de color negro: Don Antonio Grande Barrientos, Rector de esta Universidad en 1697, Colegial del Mayor de San Ildefonso y Rector de la Universidad de Alcalá, Predicador de Su Majestad y calificador de la Suprema15 y de Su Junta y Abad (qt) de A....-no se ve lo demás-, Al pie de esta inscripción figuran las iniciales F DE entrelazadas. Teniendo en cuenta los datos biográficos que se reseñan este Vítor tiene que ser posterior a 1718 (no se aprecia la fecha de realización) y creemos que en el texto faltante debía de figurar su cargo de Abad de Ampudia. Tal como dice la inscripción comentada, fue colegial de San Ildefonso en Alcalá, (germen de la Universidad Complutense de esta ciudad) donde ingresó en 1699 y luego, en 1704 obtuvo los títulos de Doctor en Teología, y Maestro de Artes16. El Libro de recepciones de colegiales y capellanes de dicho colegio17 anota su ingreso el día 6 de octubre de 1699 y añade que había sido

VÍTOR dedicado a D. Antonio Grande Barrientos. Universidad de Salamanca Escuelas Mayores, entrada principal (imagen con realce digital forzado para permitir su lectura; original muy deteriorado). 14 APA; Acuerdos Capitulares, nº 234, fol. 281 vto. 15 Calificador de la Suprema: miembro señalado del Consejo de la Suprema Inquisición, encargado de dar los dictámenes teológicos y doctrinales en los casos juzgados. Este Consejo tuvo un número variable de miembros, nunca superior a 10. 16 Archivo Histórico Nacional, UNIVERSIDADES,L.406,Fols.7 y 330. 17 Archivo Histórico Nacional, UNIVERSIDADES,L.1233. fols. 121 vto-122


rector de Salamanca , de Alcalá y luego Abad de Ampudia. El texto completo de la referencia es: 948 (nº orden en el libro). Recepción del Licenciado Don Antonio Grande y Barrientos, natural de Villarino de la Rivera, diócesis Salamanca = Electo en Beca teóloga de voto a seis de octubre de mil seiscientos y noventa y nueve, siendo Rector el Dor. Don Francisco Saludador Cavezudo = Fue Rector el año de 704 a 705; se graduó de Doctor en Theología y maestro en Artes, habiendo /122/ sido Rector de la Universidad de Salamanca en el año de 1696 = Salió Abad de Ampudia el de 1707 (sic, error de fecha). Antes de ser admitido a ocupar una Prebenda de Teología como plaza de ingreso en San Ildefonso, tuvo que someterse a investigación de su linaje y limpieza de sangre, como era habitual en este Colegio: el 4 de agosto de 1699 el consejo del Colegio, presidido por su rector, daba poderes al colegial mayor Don Manuel Lora García para que hiciera todas las averiguaciones necesarias al respecto en Villarino, cuna del candidato, y éste mismo firmaba otro poder el 30 del mismo mes a favor del Colegio autorizando dichas investigaciones; en este segundo documento añade al pie los nombres y apellidos de sus padres y abuelos, todos naturales del mismo pueblo18 (v. también Gutiérrez Torrecilla 1992). En el año 1704 figura como rector de la Universidad de Alcalá planteando un pleito contra los bedeles D. Francisco de Salcedo y Azcona y D. Mateo de la Fuente y Úbeda, por el modo de llevar las mazas y las insignias de la Universidad19. Siguió de rector hasta 1705 y se remitió informe al Consejo de Castilla en una ocasión en que estuvo enfermo20.. Concurrió a

la Cátedra de Artes entre 1705 y 1711, pero no parece que la consiguiera21. En 1712 pleiteó por réditos de un censo con los alcaldes ordinarios del lugar de La Aldehuela (Madrid)22 Fue el Abad que más tiempo ocupó este cargo y, en los más de 30 años que estuvo al frente de la Colegiata, fue también el más impopular y polémico, el que más conflictos planteó y el que más se significó por su carácter autoritario y sus decisiones arbitrarias, tal vez producto de aptitudes desarrolladas en sus tiempos de rector o miembro del Consejo de la Inquisición. El 22 de junio de 1723 condenó al alguacil mayor y alcaide de la cárcel, Diego Díez de Mata, a diez días de reclusión en el convento de San Francisco, con obligación de asistir a todas las horas canónicas y cultos, respetando los ayunos, trabajos y demás prácticas de la vida conventual, por no haber cumplido ese año el precepto de confesión y comunión. El acusado fue incluso excomulgado y “puesto en tablillas”, hasta que el superior del convento certificó su arrepentimiento y confesión (Peña 2017, pp. 127-129 y 161-163). El 19 de enero de 1727 publica un edicto ante el notario Lucas de Villanubla para que todos los mayordomos cesantes de las cofradías exhibieran sus cuentas ajustadas, lo mismo ordena a los administradores de obras pías y a los mayordomos del Hospital de Santa María de Clemencia y capellanes de capellanías de sangre, lo cual creó un gran descontento entre los implicados. En 1728 se enfrenta a un Corregidor que cumplía orden real de hacer reconocimiento de la existencia de trigo almacenado en los Pósitos reales del reino ante un año de muy malas cosechas y necesidad de repartir grano entre los necesitados. El Abad adujo que el Pósito de

18 Archivo Histórico Nacional, UNIVERSIDADES,L.710. “Informaciones genealógicas de colegiales. Poderes 1690-1732”. 19 Archivo Histórico Nacional, UNIVERSIDADES,761. 20 Archivo Histórico Nacional , CONSEJOS,27788,Exp.13. 21 Archivo Histórico Nacional, UNIVERSIDADES,32,Exp.56, 60, 61 y 62. 22 Archivo Histórico Nacional, UNIVERSIDADES,282,Exp.30. “Pleito ejecutivo de Antonio Grande Barrientos, colegial en el Colegio Mayor de San Ildefonso de la Universidad de Alcalá, contra José Barreña y Alonso Garrido, alcaldes ordinarios, y demás consortes, vecinos todos de la villa de La Aldehuela (Madrid), por una deuda de 6.000 ducados de vellón y 300 reales por cada año relativos a los réditos de un censo.”.

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Ampudia era fundación del Arcipreste Alonso de Castro y el Corregidor no tenía jurisdicción sobre él. La mediación del procurador de la Villa permitió abrir el Pósito el 6 de enero de 1729 y repartir 250 cargas de trigo entre los más necesitados, con la condición de reponerlas antes del mes de agosto siguiente (la resistencia del Abad parece estar motivada exclusivamente por una intención especulativa con los granos en épocas de escasez, reteniendo producto a la espera de subidas de precios), (Izquierdo 2004, pp. 180-181). A partir de agosto de 1730 realiza una información ante el notario Lucas de Villanubla recabando testimonios sobre la vinculación de esta panera al clero local y jurisdicción en consecuencia del Abad, y que nunca fue Pósito real (Peña 2009). En 10 de junio de 1729 el Cabildo acordó derribar la vieja ermita de Alconada para construir una nueva. Fueron contratados los arquitectos Manuel Barrado y Juan Herrero de Valladolid, pero sería Fray Juan Antonio Suárez, dominico de San Pablo de Valladolid, quien se haría cargo de la obra a partir de 1731, gracias a ciertas extrañas maniobras del Abad. Para organizar todo correctamente se formó el 18 de mayo de 1731 una especie de Junta de gestión del proyecto compuesta a medias por representantes del pueblo y del Cabildo, y en la que cada uno de sus miembros tenía una función específica: desde programar la recogida de limosnas para financiar la obra, hasta el control económico, la atención al arquitecto o la organización y mantenimiento de las cuadrillas de obreros. Pero el Abad de la Colegiata pretendió asumir personalmente todo el control de la obra y revocó los acuerdos alcanzados hasta el momento por la Junta gestora, con la excusa de que la original decisión fue de reconstruir la ermita, no la de hacer una nueva. Se planteó un pleito y se recurrió a la mediación del Nuncio Papal, quien, en primera instancia, se inhibió del asunto y pareció dar la razón al

Abad; los miembros de la Junta, sin embargo, no cedieron, y entre muchos vecinos empezaron a surgir dudas entre la obediencia a la autoridad religiosa y la cesión de unos derechos seculares sobre los asuntos de Alconada que creían a salvo, pese a lo cual los trabajos de cuadrillas de voluntarios siguieron adelante en las épocas hábiles y en sus días libres. El Abad persistió en sus pretensiones, en contra incluso de la opinión de otros miembros del Cabildo; excomulgó a los dos principales representantes de la Junta gestora, el Prior José de Loaysa coordinador de los clérigos y a Felipe Ruiz presidente de la comisión o Cabildo civil. En 1733 (12 de febrero) el Nuncio Papal se pronuncia de nuevo y esta vez clara y enérgicamente en contra del Abad, a la vez que nombra al Prior del Monasterio de Valdebusto como fiador para hacer una puesta al día de las cuentas y trabajos realizados hasta el momento. El enfrentamiento se prolongó hasta el año siguiente, siendo necesaria la mediación también del Obispo de Palencia. Finalmente el 15 de marzo de 1734 se aprueban normas definitivas para el funcionamiento de la Junta de gestión en presencia de un juez civil de Palencia y pudieron reanudarse las obras. No terminaron, sin embargo, aquí los problemas: Fray Juan Suárez, harto de reclamar sus derechos y una atención digna mientras estuvo en el pueblo, dimitió como arquitecto responsable y se volvió a su convento el 20 de marzo de 1735. Hubo que esperar a 1737 para encontrar otro que quisiera hacerse cargo de la obra (Manuel Maestro de Medina de Rioseco, luego Manuel Portela y finalmente, desde 1741, Eugenio Correa de Zaratán). (De Castro Matía 1976, Izquierdo 2004, p. 180-181). Como consecuencia de estos conflictos el Abad, que empezó pronto a ausentarse de Ampudia por largas temporadas, demandó en 1743 a todos los demás miembros del Cabildo ante la justicia por “los vicios que parecen tener”23.

23 Archivo Histórico Nacional. UNIVERSIDADES,332,Exp.57. “Carta en virtud de un pleito de Antonio Grande Barrientos, abad de Ampudia (Palencia), contra los canónigos de su iglesia por los vicios que parecen tener”.Fecha Creación: 8 de marzo de 1743.


El jueves 11 de septiembre de 1749 falleció el Abad Grande Barrientos y fue enterrado al día siguiente en la parroquia de San Ginés de Madrid. El Cabildo recibió la noticia a través de carta dirigida al canónigo Blas Domínguez, escrita por Don Manuel de Mañas de orden de la Excma. Sra. Duquesa, Patrona de la Colegiata. En 17 de septiembre de 1749 se declaró, en sesión ordinaria del Cabildo, sede vacante en la Colegiata24. En 1767 el rey Carlos III (1759-1788) reclamaría para la Corona la recuperación del derecho de presentación de cargos eclesiásticos, que había sido un privilegio real desde tiempo inmemorial y que algunos monarcas fueron cediendo a linajes nobles cuando algunos de sus miembros creaban fundaciones eclesiásticas, como fue el caso del Duque de Lerma en Ampudia. El 12 de marzo de ese año se expide una Real Cédula cuyo título textual era25: Cédula de Carlos III para que no se introdujera novedad alguna en el patronato de Ampudia (Palencia) , ni en la posesión que de él tenia el Duque de Lerma, como así mismo en el derecho de presentación; y que se le devolviera la bula original, de Pablo V por resguardo de su derecho. Ya hemos mencionado como desde años atrás la Colegiata tuvo problemas para ingresar la renta anual de 1.000 ducados a que estaban obligados los titulares del Patronato de la misma, herederos de los títulos antiguos del Ducado de Lerma, y como incluso el Cabildo llegó a adoptar la decisión unilateral de plantear un pleito para desvincularse de aquellos derechos de mayorazgo unidos a las condiciones de su original fundación. Otras fundaciones del Duque de Lerma tenían similares problemas en estos años, al haberse desvinculado títulos

de territorios en los pleitos por los estados de Lerma desde mediados del siglo anterior. Pese a la reclamación real del derecho de presentación mencionado, en los nombramientos de los Abades Francisco Sánchez de Cos (17501773), Pedro Agustín Ruiz (1773-1781) y Francisco Galante y Saavedra (1781-1786), sucesores inmediatos del reseñado Antonio Grande Barrientos, todavía figuran como Patronos de la Colegiata y proponentes de aspirantes a beneficiados de la misma, distintos personajes titulares del Ducado del Infantado, como Pedro de Alcántara de Toledo y Pimentel (1729-1790), 12º Duque del Infantado y titular del Marquesado de Távara, y ducados de Lerma y Pastrana; y su sucesor, Pedro de Alcántara Álvarez de Toledo y Salm-Salm (1768-1841), heredero de los títulos del Infantado, Lerma, Távara, Extremera, Francavilla y otros más y Patrono de las Colegiatas de Pastrana, Lerma y Ampudia26. Unos años después, entre 1780 y 1783, el Papa Pio VI concede al rey Carlos III la libre disposición de algunas rentas eclesiásticas “para sus fines de caridad y piadosos” (Acedo 1792)27. Estas iniciativas pontificias suponen la consolidación de lo que se ha dado en llamar regalismo, patronato real o derecho de los monarcas a proponer personas para ocupar cargos eclesiásticos importantes (obispos, abades de colegiatas, etc.) que ya había sido reconocido en el Concordato que se firmó con la Santa Sede en 1753, bajo el reinado de Fernando VI. Con el respaldo de estas disposiciones legales, el rey Carlos III mandó en 1786 poner su Escudo Real en lugar destacado de la iglesia de Ampudia, sobre una verja de madera que entonces existía separando el presbiterio y capilla mayor del resto del templo, y cubriendo los blasones del Duque de Lerma que allí figuraban desde principios del siglo XVII. El

24 APA, Acuerdos Capitulares, 240, fol. 145 vto. 25 Real Cédula dada en El Pardo a 12 de marzo de 1767 en la que Carlos III reclama la Bula original de Paulo V: Archivo Histórico Nacional, ES.45168. SecciónNobleza AHN/1.7.11.13.7.2// OSUNA,C.1951,D.2 (1.7 Ducado del Infantado). 26 APA, Acuerdos Capitulares, nº 243, fol. 285 vto. 27 Breve Pontificio de 14 de marzo de 1780 de Pio VI dando a Carlos III facultad para disponer de algunas rentas eclesiásticas para sus fines de caridad y piadosos; y Cédula del rey en 11 noviembre 1783 que reproduce el Breve; y de 1 diciembre de 1783.

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documento que recoge las diligencias para dar cumplimiento a esta Orden Real describe con todo detalle el Escudo de Armas Reales que se instaló y que hoy se conserva en el Museo de Arte Sacro de Ampudia28: “... con castillos y leones contrapuestos en quarteles, las tres Lises, granadas, Corona Real, y orlado del toyson de oro, dorado y pintado según los colores de otras Armas Reales; estando las presentes esculpidas a medio relieve, circuyendo a dho. Escudo Real un atado tallado de hojas de laurel, sostenido de dos leones y en baxo del mismo escudo se fixó una targeta que contiene la Inscripción del tenor siguiente: esta Colegiata es del Duque de Lerma por donación que hizo a dho. Sr. y sus succesores del Patronato de la Colegiata de Husillos unida a esta de Ampudia con sus Dignidades y Prebendas el Sr. Dn. Phelipe Tercero Rey de España, año de mil seiscientos y quatro Y el Sor. Rey Carlos Tercero (que dios gue.) mandó poner este Escudo e Ynscripción año de mil setecientos ochenta y seis...”. Como consecuencia probable de todos estos cambios legales, fue nombrado en 1787 abad de Ampudia don Antonio José de Cavanilles (1745-1804), directamente a propuesta del conde de Floridablanca ( José Moñino y Redondo, 1728-1808, Secretario de Estado entre 1777 y 1792), no ya de ningún Patrono heredero de los títulos de Lerma. El doctor Cavanilles, sin embargo, renunció al nombramiento alegando problemas de salud y no llegó a tomar posesión: en sesión del Cabildo de 16 de mayo de 1788 se leyó una carta suya fechada en París a 25 de abril del mismo año, en la que avisa al Cabildo de haber renunciado dicha Abadía en razón de su quebrantada salud y se ofrece en todo tiempo y lugar a la disposición del Cabildo; éste se

dio por enterado y acordó responderle dando cuenta de haber recibido el mensaje, estimando su atención y ofreciéndose igualmente a sus órdenes29. En efecto Cavanilles prefirió marchar a París a seguir sus investigaciones botánicas y parece que le avergonzara que algunos colegas le recordaran a veces esta “distinción y beneficio” y le llamaran con un poco de sorna “el abad de Ampudia”; sin embargo firmó algunas cartas como Abad de Ampudia en 1787, por ejemplo parte de las que dirigió al también célebre botánico y naturalista José Celestino Mutis (1732-1808), y también se le da ese título en distintos tratados y relaciones de la época, tanto españoles como franceses. Ver, por ejemplo, Rozier y Mongez (1787, p. 235) donde en una relación de publicaciones científicas sobre botánica se reseña la: Quarta Dissertatio Botanica 128 species complectens, 50 tabulis incisas, Auctore Antonio. Josepho Cavanilles, Hispano-Valentino, Collegiatae Ecclesiae de Ampudia Abate, in Academia Valentina Doctore Theologo, è Societate Regia vulgo Bascongada, atque Societatis Regiae Parisiensis Agriculturae Correspondante, Parisiis, apud FranciscuumAmb. Didot, 1787. También se le menciona con el título de Abad de Ampudia en la revista Memorial Literario, instructivo y curioso de la Corte de Madrid, en su Tomo XV, publicado en Madrid, Imprenta Real en 1788, en la que se publica (p. 167-169) una carta dirigida a los redactores de la Revista, fechada en Lima a 11 de noviembre de 1787 y remitida por “un vecino de Lima”, aunque tiene relación directa con los trabajos de una Expedición Naturalista iniciada en 1786, y que trabajó en el estudio de la flora americana durante casi 30 años. En esta carta se dice:

28 A.P.A. Testimonio con inserción de una Real Cédula para que se ponga el Escudo de las Armas Reales en la Colegiata de Sn. Miguel de la Va. de Ampudia; y de la Diligencia de haberse fixado, relativo a lo demás practicado en vrd. de la misma Rl. Cédula. 15 de febrero de 1787. 29 A.P.A., Acuerdos Capitulares, 244, fol. 122


...acerca de las disertaciones botánicas de Don Joseph Cabanilles. Muy Señores míos: por este último correo acaban de recibir los Botánicos de esta Expedición una carta de D. Antonio Joseph Cabanilles, Abad de Ampudia, escrita desde París juntamente con un extracto de los nuevos géneros dedicados que ha descubierto de la clase de las Malvaceas , o Monadelphias, diciéndoles haberse tomado la libertad de llamar y honrar a dos de ellos con sus nombres...

Salvador Rizo Blanco, 1801: Retrato del Abate Antonio José de Cavanilles examinando la Rizoa. Óleo sobre lienzo. Museo Nacional de Colombia.

Se trata del ilustre botánico valenciano, preceptor de los hijos del Duque del Infantado, maestro en Filosofía y Doctor en Teología por la Universidad de Valencia, profesor de la Universidad de Murcia, autor de varias obras de

botánica en las que describió más de 40 géneros de plantas hasta entonces desconocidos30, que mantuvo correspondencia abundante con el también prestigioso botánico citado José Celestino Mutis en 1786, 1787, 1794, 1795, 1801, 1802 y 1803 (las cartas se conservan en el Jardín Botánico de Madrid) y después de varios viajes, especialmente a París, mantuvo contactos postales frecuentes también con exploradores de América (reunió datos de las expediciones a Nueva España –1786 a 1803- y la famosa de Malaspina – 1789 a 1794-), igualmente mantuvo relación postal con los naturalistas y geógrafos Alexander von Humboldt31, Bonpland y Willdenow. Fundó la revista científica Anales de Historia Natural (primer número en 1799, denominada Anales de Ciencias Naturales a partir de 1801). Fue miembro de la Real Sociedad de Amigos del País de Valencia y de la Sociedad Regia de Agricultura de París y fue nombrado Director del Jardín Botánico de Madrid en 1801, sucediendo a Casimiro Gómez Ortega, reformó y modernizó este Jardín al que donó sus colecciones y papeles y siguió impartiendo clases y publicando artículos y tratados de botánica hasta su muerte (Minguet 1980, Gredilla 1911, VVAA 2004). Aunque de hecho no llegara a ejercer el ministerio de Abad de Ampudia (le habría correspondido el lugar 16º en la serie histórica de abades de la Colegiata), creemos que su nombramiento es una prueba de lo que afirmábamos al principio de este trabajo: la Colegiata de Ampudia era, todavía en el siglo XVIII, una Institución de prestigio para cuya presidencia se buscaban personas de la más alta cualidad y dignidad, aunque a veces resultaran nefastas para la propia institución en la gestión diaria de los muchos asuntos e intereses de su competencia.

30 Aparte de sus obras de botánica publicó también unas Observaciones sobre la Historia Natural, Geografía, Agricultura, población y frutos del reyno de Valencia. Madrid: 1795-1797, en las que se incluye un mapa muy detallado del Reino de Valencia, este trabajo fue producto de un encargo personal del rey Carlos IV a Cavanilles para que recorriera España y “examinara las plantas que en ella crecen”. 31 En carta escrita a Cavanilles desde México en 22 de abril de 1803 Humboldt le dice: ...uno se asombra de los trabajos que ha hecho y de los que prepara para la posteridad, es admirable que un hombre solo haya sido capaz de concebir y ejecutar un plan tan vasto...

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En diciembre de 1788 fue nombrado Abad Don Juan Antonio Sanz del Moral, terminando el período de sede vacante que había durado más de dos años (desde noviembre de 1786) y que tuvo como figura de referencia a Cavanilles, Abad de Ampudia de iure, que no de facto. Y también hubo un retorno al ejercicio del derecho de presentación por parte de los Duques del Infantado.

g Referencias Bibliográficas Acedo Rico, Juan (1792). Exposición del Breve en que S.S. Pio VI concedió a S.M. Carlos III facultad de percibir algunas rentas... Madrid: Imprenta Real. Barredo de Valenzuela, A. y Alonso-Cadenas López, A. (1999). Nobiliario de Extremadura, Volumen 4. Ediciones Hidalguia. Barrio Gozalo, Maximiliano (2010). El sistema beneficial de la Iglesia española en el Antiguo Régimen (14751834). Alicante: Universidad de Alicante. Castro Matía, Santiago de (1976). Aproximación a un nuevo estudio de los Santuarios Marianos: la reconstrucción del Santuario de Ntra. Sra. De Arconada en Ampudia, Palencia. Palencia: [s.n.], fotocopiado, inédito Fernández Pérez, G. (1820). Historia De La Iglesia Y Obispos De Pamplona, Real Y Eclesiástica Del Reino De Navarra: Sucesion de los Reyes y obispos; sus instituciones, arreglos y providencias eclesiásticas; usos, costumbres y disciplina de aquella Iglesia, y sus variaciones en diferentes siglos, Volumen 3. Madrid: Repullés. Flórez, Enrique (2002). España Sagrada: Contiene la predicación de los apóstoles en España, propagación de la cristiandad desde el siglo primero, origen, progreso y mutación de la misa antigua en estos reinos. Justificado todo con escritores de buena fe y con algunos documentos inéditos, Volumen 3. Ed. Rafael Lazcano. González Dávila, Gil (1618): Theatro eclesiastico de las civdades e iglesias catedrales de España: vidas de sus obispos y cosas memorables de sus obispados ... Tomo 4. Salamanca: En la Imprenta de Antonia Ramirez viuda. González Dávila, Gil (1647) Theatro eclesiastico de las civdades e iglesias metropolitanas y catedrales de los Reynos de las dos Castillas: vidas de sus arzobispos y obispos y cosas memorables de sus sedes ... Tomo 2. Madrid: En la Imprenta de Pedro de Horna y Villanueva. Gredilla, F. A. (compilador)(1911). Biografía de José Celestino Mutis (1732-1808) con la Relación de su viaje y estudios practicados en el Nuevo Reino de Granada: Madrid: Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas. Gutiérrez Torrecilla, Luis Miguel (1992). Catálogo biográfico de los colegiales y capellanes del Colegio Mayor

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Epifanio Romo Velasco

El monasterio

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Jerรณnimo

aldebusto


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El Monasterio Jerónimo de Nuestra Señora de la Piedad de Valdebusto

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os restos de este monasterio se encuentran en el Caserío de Valdebusto (finca agropecuaria de propiedad privada), en el término de Valoria del Alcor, a mitad de camino entre esta pequeña población y la finca Coto Bajo de Matallana (Villalba de los Alcores), por la carretera provincial P.943. Desde el 11 de junio de 1971 Valoria del Alcor con sus 35 kilómetros cuadrados, que incluyen las tierras y caserío de Valdebusto, quedaron agregados al municipio de Ampudia. En los mapas actuales el lugar aparece como VALDEBUSTOS, pero en ninguno de los documentos históricos lleva la S final, que aparece por vez primera en el Diccionario de Madoz (1850).1


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I.- LOS ORÍGENES Los Beatos de San Onofre: En el año 1559 fallecía el famoso Arcediano del Alcor, D. Alonso Fernández de Madrid, autor de la “Silva Palentina”, donde, al hacer la relación de los conventos de la diócesis de Palencia, menciona este “De los beatos de Santo Onofrio. Un monasterio de Valdebusto, que agora es ya de S. Jerónimo.” Entre 1600 y 1605 Fray José de Sigüenza escribía la Tercera Parte de su “Historia de la Orden de San Jerónimo”, donde narra los orígenes de este monasterio de Valdebusto, su adscripción a la Orden de San Jerónimo y las vicisitudes por las que pasó el convento hasta finales del siglo XVI: “El origen de este convento fue de unos ermitaños, que cerca de los años de 1400 se recogieron a servir a nuestro Señor en una ermita pequeña que estaba allí con título de Nuestra Señora”. En efecto, a finales del siglo XIV se constata la presencia en las tierras de Valoria del Alcor de un nutrido número de monjes ermitaños o eremitas, llamados “beatos”, que se sustentaban de la limosna y vivían en soledad. Estaban estrechamente relacionados con otro grupo similar de eremitas que poblaban las tierras de Urueña (Valladolid). Dada la dificultad de la vida solitaria, y por la presión de las autoridades eclesiásticas, unos y otros acabaron agrupándose para formar pequeños monasterios y hacerse cenobitas. Los de Valoria del Alcor fundaron el convento que primero se llamó de Santa María de Valdebusto y más tarde de Nuestra Señora de la Piedad. Los de Urueña fundaron el Monasterio de El Bueso o Monasterio de Nuestra Señora de la Anunciación. Posteriormente sus caminos se separaron, pues los primeros se agregaron a la Orden de San Jerónimo y los segundos a la de San Benito. Las donaciones de D. Pedro Ortiz de Pobes: Las primeras menciones documentadas de Valdebusto son de 1403 y 1419. La primera está fechada en Trigueros del Valle (Valladolid) el 1 de marzo de 1403 y la segunda en Paredes de Nava (Palencia) el 3 de enero de 1419. Se trata de dos donaciones que el Señor de Valoria, D. Pedro Ortiz de Pobes2 y su esposa, Dª Isabel Sánchez, les hacen a los ermitaños para que puedan agruparse y formar una congregación. Por ellas les hacen entrega de la tierra donde estaba situada una ermita dedicada a Santa María, con fuente de agua buena y abundante, huerta y alameda. Les conceden asimismo licencia para sacar piedra de todo el término de Valoria para que puedan construir el convento y derecho a cortar leña y escobas en los montes vecinos. En la segunda donación se estipula que, si venden, donan o ceden la finca, ésta volverá a sus dueños anteriores. La fama de santidad de estos llamados “beatos de Valdebusto” les lleva enseguida a recibir numerosas Bulas de indulgencias de los Papas Inocencio VIII y Alejandro VI, así como diversas donaciones de particulares y la anexión del Monasterio de Nuestra Señora de Fuentes3, extramuros de la villa de Aguilar de Campos (Valladolid), propiedad del II Almirante de Castilla D. Fadrique Enríquez († 1473), cuyos monjes se trasladan a Valdebusto.

San Onofre, monje ermitaño del siglo IV, que vivió durante 70 años en soledad

Separata de La Corredera nº 6 Autor: Epifanio Romo Velasco Plumillas: Fredesvinto J. Ortiz Diseño y maquetación: Juan Vélez Imprime: Gráficas Astillero Depósito legal: SA-445-2010


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La fuente de Valdebusto, de agua buena y abundante, ya mencionada en las primeras donaciones.

Escudo de la Orden de San Jerónimo.

Llegan así a formar una pequeña Comunidad en la segunda mitad del siglo XV y solicitan del papa Inocencio VIII les conceda una Regla por la que puedan regirse. Pasan entonces a llamarse religiosos de la Orden de San Pablo, el primer ermitaño, y adoptan la regla de San Agustín. Construyen una primera iglesia que el obispo de Palencia D. Gutierre de la Cueva bendice en 1469. En 1485 muere el Señor de Ampudia D. García de Ayala. En un codicilo fechado el 8 de octubre, poco antes de su muerte, hace diversas mandas para los vecinos de Valoria y los monjes de Valdebusto: “Mando a los vecinos de Valloria diez mil maravedís y más todo el pan de la renta de aquel año […] mando a la casa de Valdegusto [Sic] y a los hermanos della veinte mil maravedís, los doce mil para una cruz, los otros para la fábrica.” [Archivo Histórico Diocesano de Palencia] Los pleitos por montes y pastos: Tratándose de un monasterio cuya principal fuente de ingresos eran la agricultura y la granjería, es lógico que se presentaran desde fecha temprana conflictos varios por el uso de montes y pastos. De 1504 es un pleito entre La Mesta, el Monasterio de Santa María de Valdebusto y el Concejo de Ampudia por desavenencias en el aprovechamiento de los pastos. En 1515 son el Señor de Valoria, D. Antonio de Fonseca4, y el Concejo de Valoria quienes pleitean con el Monasterio, recién adscrito a la Orden jerónima, en razón de si los ganados del convento podían pastar y abrevarse en los términos pertenecientes al Concejo y si los monjes podían cortar leña en los montes comunales al igual que el resto de los vecinos. La sentencia resultó favorable al Monasterio, indicando que podían pastar sus ganados por todos los términos, excepto en el Prado del Palacio, y cortar leña sólo en el Monte del Robledar, no en los otros. En 1543 se suscita un nuevo pleito entre el Monasterio y el Concejo de Valoria por haberles sido prendados algunos ganados que pastaban en términos comunales. En el documento aparecen los nombres de siete de los monjes que entonces formaban la Comunidad; posiblemente fueran todos, pues desde 1538 el convento había pasado a depender del homónimo de Benavente, a donde se habían ido trasladando poco a poco sus frailes. Otro pleito posterior, de 1551, al que nos referiremos más adelante, promovido por el Señor de Ampudia y de Valoria, D. Atanasio de Ayala, conseguirá reducir los derechos del Monasterio equiparándoles, en lo que a pastos, rozas y cortes de leña se refiere, a un solo vecino, es decir como uno más de los moradores de Valoria.


II.- LOS JERÓNIMOS - NUESTRA SEÑORA DE LA PIEDAD Ingreso en la Orden de San Jerónimo: A principios del siglo XVI era Prior perpetuo de este convento de Santa María de Valdebusto Fray Martín Peláez, el cual, viendo que el monasterio no se podía sostener por la escasez de sus rentas, hizo renuncia formal de su cargo el 26 de abril de 1508 y solicitó su integración en la poderosa Orden de San Jerónimo. Esta solicitud se planteó en la reunión general del Capítulo de la Orden celebrada el 22 de abril de 1510 en el Monasterio de San Bartolomé de Lupiana, en Guadalajara. En principio los Jerónimos se mostraron reticentes, por cuanto que los primitivos ermitaños se sustentaban fundamentalmente de limosnas, algo que era contrario a los postulados de los seguidores de la Regla de San Jerónimo; sin embargo, dada su fama de santidad, acabaron aceptándolos y en 1514 el convento de Valdebusto quedó definitivamente integrado en la Orden jeronimiana. Como nuevo Prior se nombró a Fray Martín de Valmaseda ante Imagen de S. Jerónimo, de el cual hicieron profesión todos los monjes del convento, que eran más de Alejo de Vahía (c. 1501). Púlpito diecisiete. Este acto tuvo lugar el 10 de mayo de 1515. de la Colegiata de Ampudia La donación de Dª Teresa Carrillo: El 5 de septiembre de 1511 el matrimonio sin hijos formado por D. Francisco Enríquez5 y su esposa Dª Teresa Carrillo hizo carta de donación de numerosos bienes (cinco lugares de la jurisdicción de Benavente y dos de Tierra de Sayago) en favor de la Orden de San Jerónimo, para que se fundase un nuevo monasterio con el nombre de “Nuestra Señora de la Piedad” en Redelga (hoy Santa María de la Vega) a tres leguas de Benavente. D. Francisco Enríquez murió en 1524 y su viuda doña Teresa, previa dispensa de la Santa Sede, determinó que el monasterio no se hiciese en Redelga sino en Valdebusto, por ser ella muy devota de esta Casa. Para ello hizo una nueva carta de donación el 13 de septiembre de 1524: “Mi intención e voluntad es de dotar e donar dichos bienes al monasterio e prior e frailes e convento del monasterio de Nuestra Señora Santa María de Valdebusto… que ahora y de aquí adelante para siempre jamás se tiene que llamar Nuestra Señora Santa María de la Piedad del monasterio de Valdebusto…” [Archivo Histórico Nacional] La propia Dª Teresa Carrillo hizo trasladar hasta Valdebusto los restos mortales de su marido y construyó junto al monasterio una pequeña casa donde vivió el resto de sus días. Murió en 1527 y en su testamento de 11 de abril de ese mismo año dejó dispuesto que su cuerpo fuera sepultado en este monasterio: “Item, mando mi cuerpo a la tierra de que fue formado, el cual sea sepultado en el monasterio de Santa María de Valdebusto de la orden del Escudo de Armas de los Pimenbienaventurado nuestro padre San Gerónimo de la diócesis de Palencia, tel, Condes de Benavente.

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donde don Francisco Enríquez, mi señor, está e mi voluntad es que allí permanezcamos para siempre hasta la resurrección de los muertos, que será el día del juicio. Porque así está asentado con el general e con toda la orden.”

Benavente y Redelga (Santa María de la Vega) en el Mapa.

El Monasterio de San Jerónimo de Benavente (1528-1835): En algunos textos este convento aparece citado como “Monasterio de Nuestra Señora de la Piedad de Benavente” y en otros simplemente como “Monasterio de San Jerónimo de Benavente”. Hoy ya no queda rastro alguno de él, pues en el transcurso de la Guerra de la Independencia fue ocupado como cuartel por las tropas francesas, siendo presa de las llamas el 30 de septiembre de 1809. Tras la Desamortización de 1835, el lugar pasó a manos privadas. Se encontraba a las afueras de la villa, junto a la carretera de León, en el paraje conocido como “Huerta de Don Pío”, por haber pertenecido a la familia de Don Pío Pita Pizarro, que fuera Ministro de Fomento. La historia de este monasterio comienza en 1527 cuando, tras la muerte de Dª Teresa Carrillo, el V Conde de Benavente, D. Alfonso Pimentel y Pacheco6, como albacea testamentario que era de D. Francisco Enríquez, suscitó un pleito para que se cumpliera la voluntad de éste y no la de su esposa y, según lo testado, se hiciera un nuevo convento en Redelga. La sentencia de la Chancillería de Valladolid de 30 de julio de 1527 le fue favorable, e igualmente le fue favorable otra ejecutoria de 24 de enero de 1528 referida a los bienes de Dª Teresa Carrillo “puesto que todo estaba contenido en la misma escritura de dotación”. A continuación, el Conde negoció con la Orden de San Jerónimo para que, en lugar de hacerse un nuevo convento en Redelga, los bienes de sus fundadores quedasen adscritos al convento que, con el mismo nombre de “Nuestra Señora de la Piedad”, él estaba ya construyendo en su villa de Benavente. Poderoso era este Conde, por lo que la Orden jerónima, para complacerle y


evitar nuevos pleitos, condescendió a su petición y señaló como Prior a Fray Pedro de Segura, que pasó de Valdebusto a Benavente llevándose los huesos de D. Francisco Enríquez aquel mismo año de 1528; poco después se llevaron también los de doña Teresa. D. Alfonso Pimentel murió el 3 de junio de 1530, pero su hijo y sucesor, D. Antonio Alfonso Pimentel de Herrera, VI Conde de Benavente, procuró seguir los deseos de su padre e impulsar las obras del Monasterio de Benavente. Desprovisto el de Valdebusto de su principal fuente de ingresos, en el capítulo de la Orden celebrado en 1538 en San Bartolomé de Lupiana, el Prior Fray Miguel de Riaza, informó del acuerdo establecido con el Conde para trasladar la Casa de Valdebusto a la de Benavente. Poco a poco los monjes se fueron trasladando a Benavente y en 1550 ya no quedaban frailes en Valdebusto. Viendo la casa desamparada, el Señor de Ampudia y de Valoria, D. Atanasio de Ayala, puso pleito a la Orden de San Jerónimo alegando que habían perdido la propiedad de los pastos y de todo lo demás de que gozaban en sus términos, porque cuando el Señor de Valoria D. Pedro Ortiz de Pobes se lo dio fue con la condición de que allí hubiese un monasterio. La sentencia definitiva dada en 1551 y confirmada en 1553 resultó contraria a las pretensiones de don Atanasio, pero algunos vecinos de Valoria y gente importante de la comarca, apenados y tristes por verse sin religiosos y sin monasterio, rogaron a la Orden de San Jerónimo que se separasen de nuevo los dos conventos. La súplica llegó a la Santa Sede, quien encomendó la causa al Obispo de Palencia. El Provisor del obispado palentino, vistas las probanzas, sentenció que el Monasterio de Valdebusto era libre y exento del de Benavente. Volvieron los monjes a Valdebusto en 1552, aunque en escaso número. En 1573 habitaban allí solamente cuatro o cinco de ellos. Probó entonces la Orden a poner hasta una docena, pero vio que no era posible hasta que no se construyera un nuevo edificio. De las escasas rentas de este monasterio, 12.600 maravedís, da cuenta el “Repartimiento del subsidio para la fundación del Seminario de Palencia” de 1585. Siguiendo las directrices emanadas del Concilio de Trento, el obispo D. Hurtado de Mendoza decidió la fundación del Colegio-Seminario de San José de Palencia, imponiéndose para tal efecto una contribución o subsidio del 6% sobre todas las rentas eclesiásticas de la diócesis: “El prior, frailes y convento del monasterio de Valdebusto, cerca de Ampudia, de la Orden de San Jerónimo, cuya renta se estima en 12.600 mrs. ….” Mucho más rico y poderoso era el vecino Monasterio Cisterciense de Matallana cuya renta se estimaba en 41.937 maravedís.

III.- EL EDIFICIO HERRERIANO Las trazas y condiciones de Francisco de Praves: A comienzos del siglo XVII el Monasterio de Valdebusto atravesaba por una etapa de bonanza económica. En 1610 el Concejo de Villalba de los Alcores pagó al Monasterio 13.950 mrs. por 150 cántaras de vino blanco, a

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El hábito de los jerónimos en los cuadros de Zurbarán.


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93 mrs. cada una, y 28.400 mrs. por razón de 700 cántaras de vino tinto, a 98 mrs. la cántara. Parecía, pues, llegado el momento de construir un nuevo edificio. En 1605 el Prior y los monjes de Valdebusto solicitaron las trazas al arquitecto Pedro de Mazuecos. Por ellas y por haber echado los cimientos de toda la planta se le pagaron 12.756 mrs., pero por alguna razón se decidió cambiar de planes y solicitar nuevas trazas al arquitecto herreriano Francisco de Praves7, quien el 21 de marzo de 1608, fiado por su padre, Diego de Praves, firmó una escritura obligándose a hacer a destajo la obra nueva del edificio conforme a sus propias trazas y condiciones. No se conservan las trazas, pero sí las prolijas condiciones que han sido estudiadas con detalle por Concepción Ferrero Maeso en “Juan de Herrera y su influencia. - El monasterio jerónimo de Nuestra Señora de la Piedad en Valdebusto” (1993). En dichas condiciones se especificaba que el nuevo Monasterio debía de constar de dos claustros cuadrados de iguales proporciones, con dos pisos cada uno, los cuales ocuparían todo el largo de la fachada; el claustro principal sería con pilares de piedra de sillería y el claustro secundario con pies derechos de madera de olmo y zapatas en lo alto. Ambos claustros estarían separados por un cuerpo o caja de escalera que daría acceso a las celdas de los monjes, las oficinas, la bodega, la cantina y el lagar. La iglesia, situada al oeste, estaría abovedada y con tejado a dos aguas, con coro, pórtico y sacristía colocada detrás del altar mayor, y con un campanario de piedra con huecos para tres campanas y alojamiento para el reloj: “un relox del tamaño y proporción que convenga y a elección de la parte de dicho convento”. La construcción del edificio, según las condiciones concertadas, debía ser de mampostería y con las esquinas de sillería. En su fachada principal, la del sur, estaría situada la portería.

Planta del Monasterio (Concepción Ferrero Maeso)


Para el pago de las obras a Francisco de Praves se utilizó el sistema habitual utilizado en las obras de los Monasterios, que consistía en ceder a los arquitectos algunos de los muchos censos que generalmente poseían. El 14 de enero de 1633 el arquitecto cedió al mercader Juan Ximeno uno de esos censos que, por valor de 50 ducados, tenía adjudicados del Monasterio de Valdebusto. Murió Francisco de Praves el 21 de octubre de 1637 sin haber terminado aún de cobrar el total del importe de las obras y un año después, en escritura otorgada el 20 de octubre de 1638, su yerno y heredero Juan Lisón de Tejada reclamó ciertas cantidades al Monasterio.

Sección y alzados del Monasterio (Concepción Ferrero Maeso)

Los restos actuales del Monasterio: De lo que fuera el Monasterio se conserva muy poco en la actualidad. Pero, aunque ruinoso, se puede advertir que se trata de un edificio de planta rectangular. Las fachadas son sencillas y de un austero estilo post-herreriano con balcones en la planta alta y ventanas en la baja, rítmicamente dispuestos. La fábrica es de mampostería y los huecos están recercados de sillería. También de sillería son las esquinas, la cornisa de separación entre los pisos y la de coronación. En la fachada meridional aún puede verse lo que debió ser la entrada de la portería, con arco carpanel o apainelado. Del claustro principal, aunque cegados, se conservan tres arcos de medio punto, sobre pilares de sillería en la parte baja y otros tres carpaneles sobre pilares de ladrillo en la parte alta. Del cuarto de la escalera, que dividía los dos claustros, no se conserva nada y llama poderosamente la atención que tampoco se advierta rastro alguno de la iglesia que debía estar “a la parte de occidente”. La verdad es que desconocemos si finalmente la construcción del convento se ajustó en todo a las condiciones concertadas y respecto de la iglesia pudo

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ser que no fuese construida porque la obra no llegara a terminarse, aunque parece más probable que en el transcurso de la Guerra de la Independencia, el Monasterio de Valdebusto sufriera la misma suerte que la Casa Matriz de Benavente, es decir que estuviera ocupado como cuartel por las tropas francesas y que, a su marcha, fuese víctima de un incendio intencionado que hiciera desaparecer totalmente la iglesia.

Restos del Monasterio: Esquina suroriental

Restos del Claustro Principal, con arcos de medio punto en la planta baja y carpaneles en la alta.


IV.- SIGLO XVII Y PRIMERA MITAD DEL XVIII Noticia biográfica de algunos Priores de Valdebusto: Pese a ser siempre considerada por la Orden jerónima como una “casa pobre”, la vida en las nuevas dependencias conventuales de Valdebusto debió de experimentar una cierta intensidad en el siglo XVII y la primera mitad del XVIII. Al menos esto es lo que parece deducirse de las noticias biográficas de algunos personajes importantes que fueron Priores de este convento, entresacadas de la obra de Fray Francisco de los Santos “Cuarta Parte de la Historia de la Orden de San Gerónimo”, publicada en 1680. Unos eran monjes jóvenes que ocupaban el puesto como paso previo para llegar a mayores metas. Otros, ya ancianos o enfermos, que venían a esta Casa para descansar y curarse de sus dolencias o prepararse para la muerte. Fray Alonso de Paredes: Natural de Paredes de Nava. Prior del importante Monasterio de Prado en Valladolid donde mandó construir el Claustro principal, obra de Francisco de Praves en 1611. Fue General de la Orden entre 1612 y 1615 y pasó después a ser Prior de la “casa pobre” de Valdebusto. Murió en el Monasterio de Prado en 1616. “Acabado el generalato, fue inmediatamente a ser Prior del Monasterio de Valdebusto, Casa Nueva y pobre, y en una viña que está dentro de las cercas (como otra Ruth detrás de los Segadores) él, lleno de años y venerables canas, y mucho más de la consideración de su propio conocimiento, iba detrás de los Podadores recogiendo los sarmientos, y haciendo haces, que después llevaba sobre sus hombros hasta la oficina donde se gastaban en servicio del Convento”. Fray Gabriel de Talavera: Natural de Talavera de la Reina. Monje del Monasterio de Guadalupe, de donde fue Prior y fundó la suntuosa Capilla de las Reliquias. Fue también Prior de los conventos jerónimos de Granada y de Talavera de la Reina y ya con anterioridad lo había sido del de Valdebusto. Autor de la primera “Historia de Nuestra Señora de Guadalupe” (1597); murió en ese Monasterio el 14 de septiembre de 1620. Fray Antonio de San Jerónimo (Antonio Moriz de Salazar): Natural de Valladolid. Monje del Monasterio de la Mejorada (Olmedo). Hermano del obispo de Barbastro y Huesca, D. Juan Moriz de Salazar (†1628). Murió siendo prior de Valdebusto, a donde le habían destinado para su descanso, el 15 de octubre de 1630. Fray Maximiliano de San Andrés: Natural de Romanones (Guadalajara). Monje del Monasterio de Sisla (Toledo). Conocido por la especial relación que tuvo con la Venerable Madre María de Jesús, carmelita descalza del convento de San José de Toledo. Llegó a ser General de la Orden, tras haber sido Prior de varios conventos y entre ellos el de Valdebusto. Murió el 10 de octubre de1631.

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Fray Pedro de Cobos: Monje del Monasterio de La Mejorada (Olmedo) y tres veces prior de esa casa. Murió siendo Prior en la de Valdebusto en fecha desconocida. Fray Luis de Aguilar: Hijo del Marqués de Aguilar, D. Bernardo Manrique. Fraile del convento de La Mejorada (Olmedo). Llegó a ser General de la Orden y acabó como Prior de Valdebusto “donde le dio una enfermedad tan grande, que hubieron menester de llevarle al Monasterio de Prado de Valladolid, y de allí su hermano se lo llevó a su Palacio”. Murió el 27 de octubre de 1645. Claustro principal del Monasterio de Prado (Valladolid)

Fray Esteban de Andújar: Natural de Andújar (Jaén). Monje del Monasterio de Baza y Prior del mismo monasterio, de donde pasó a ser Prior de Valdebusto, para después volver a Baza hasta su muerte en 1648. Fray Nicolás de Madrid: Monje del Monasterio de San Lorenzo del Escorial donde construyó el célebre Panteón de los Reyes. Fue Prior de dicho monasterio y de otros varios. En el de Valdebusto, donde tuvo su primer destino, no fue Prior, sino solamente Vicario. Llegó a ser obispo de Astorga y electo de Osma. Murió el 11 de octubre de 1660. Fray Buenaventura de San Agustín: Natural de Santillana del Mar. Monje del Monasterio de Santa Catalina de Monte-Corbán (Santander). Predicador real con Carlos II. Dos veces General de la Orden, murió siendo Prior de Valdebusto en 1716. Fray José de Talavera: Natural de Talavera de la Reina. Monje del Monasterio de San Lorenzo del Escorial. Fue prior de este Monasterio en 1711 y ya antes, en 1705, había sido Prior de Valdebusto. El rey Felipe V le nombró obispo de Valladolid en 1716, puesto que ocupó hasta su muerte el 5 de noviembre de 1727.

El Monasterio de Prado (Valladolid), actual sede de la Consejería de Cultura y Turismo de la Junta de Castilla y León.

Fray José de Santa María: Monje del Monasterio de San Lorenzo del Escorial. Predicador de Su Majestad y Prior de los monasterios de San Jerónimo de Murcia, Segorbe y Valdebusto. Autor de unas “Disceptaciones sobre los privilegios en lo espiritual y temporal del Real Monasterio de San Lorenzo del Escorial”, publicadas en Madrid en 1727. Probablemente fuese este el Prior de Valebusto a quien, el 12 de febrero de 1733, el Nuncio Papal nombró como fiador de las cuentas y trabajos que se estaban realizando en el Santuario de Alconada (Ampudia). El Censo de Dª Juana de Velasco: Los archivos provinciales y nacionales guardan noticia de los numerosos censos y préstamos que se suscribían entre las instituciones y los particulares como forma habitual del funcionamiento económico de la época. En el caso de Valdebusto tiene especial relevancia el censo que Dª Juana de Velasco8, Señora de la vecina Villalba de los Alcores, viéndose necesitada de dinero, suscribió el 18 de febrero de 1605 con el prior y monjes del Monasterio con 2.000 ducados de principal y 37.500 mrs. de réditos cada año. De las vicisi-


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tudes del pago de este censo nos da cuenta Mariano Mucientes Balado en su obra “Datos para una historia de Villalba de los Alcores” (2005). Dª Juana de Velasco murió el 16 de enero de 1613 y en un memorial de deudas que hizo tres días antes de su muerte declaraba que aún debía diversas cantidades entre otros al Monasterio de Valdebusto. Casi un siglo después, el 26 de enero de 1702, una sentencia de la Chancillería de Valladolid obligaba al Concejo de Villalba a entregar al Monasterio los 3.250 reales de las alcabalas de 1704 que la villa debía pagar ese año a sus Señores. Igual cantidad sería entregada en los años siguientes de 1705, 1706 y 1707. Todo ello como forma de pagar los réditos que a favor del Monasterio seguían generando los censos que en su día dejase impagados Doña Juana. Todavía en 1783 los frailes jerónimos le reclamaron a D. Manuel Rivas. apoderado del Conde de Castilnovo, la cantidad de 16.715 reales de vellón por los réditos vencidos en los últimos nueve años.

V.- DECADENCIA Y DESAMORTIZACIÓN Hijuela del Convento de Benavente Las “Respuestas Generales” del Catastro del Marques de la Ensenada de 1752 en Valoria del Alcor nos indican que en ese momento el Monasterio de Valdebusto albergaba solo cuatro monjes, de los cuales el primero hacía el oficio de Prior, el segundo de Vicario, el tercero de Procurador Mayor y el cuarto de Procurador menor. Tenía además empleados a dos pastores mayorales y dos rabadanes para la guarda de su ganado lanar, además de otro para guardar las ocho yeguas del Monasterio. En esa fecha al Monasterio le pertenecían 2.624 cuartas de tierra en su mayor parte integradas por tierras de buena calidad y algunas viñas (196 cuartas). Disponía además de un palomar que le producía cada año 1.200 reales de vellón. El Monasterio de Valdebusto había iniciado ya su decadencia y solo dos años después, el 3 de septiembre de 1754, obligado “por la penuria de los tiempos”, se vio en la necesidad de otorgar escritura de censo a favor del Monasterio de Santa Isabel de Valladolid con 1.500 ducados de principal. Con tan escaso número de frailes y tan precarias condiciones económicas, en el Capítulo General de la Orden de San Jerónimo celebrado en 1772 se decidió, al igual que ocurriera en 1538, la adscripción definitiva de Valdebusto al Convento homónimo de Benavente por el que sería administrado hasta el final de sus días. Los documentos firmados a partir de esa fecha así lo indican: “Priorato de Valdebusto, hijuela del convento de Nuestra Señora de la Piedad de Benavente”. Arrendatarios de tierras: A partir de ese año de 1772 los monjes jerónimos abandonaron, pues, definitivamente Valdebusto, aunque, excepto durante el paréntesis de la Guerra de la Independencia, el Monasterio de Benavente siguió conservando la propiedad de las tierras, las cuales fueron cedidas en arriendo a diversos agricultores. Conocemos el nombre y circunstancias de algunos de ellos:

Catastro del Marqués de la Ensenada. En la villa de Valoria del Alcor, a 6 de octubre de 1752.


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En 1811 D. Felipe Vicente, vecino de Montealegre y Administrador encargado del ex-priorato de Valdebusto, arrendó tres pedazos de tierra sitos en los términos del convento a D. Anselmo Blanco, vecino de Villalba de los Alcores, quien había de pagar el 15 de agosto de cada año de disfrute nueve celemines de trigo por cada obrada. En 1817 el arrendatario es D. Manuel Martín, vecino de Fuentes de Nava, y en 1824 lo son D. Fernando Sánchez de Ayala y Dª Francisca Cubero Vicente. En las respectivas escrituras de arrendamiento se refieren algunos de los elementos arrendados: casa, jardín, corrales, soto, huerta, etc., sin hacerse mención alguna a otros bienes o enseres religiosos que pudiera conservar el Monasterio, lo que permite suponer que en esas fechas ya había quedado esquilmado, tras el paso de las tropas napoleónicas. Así lo confirman también los inventarios realizados en 1820 que se conservan en el Archivo Histórico Provincial de Palencia: “Inventarios 1º, 2º y 3º del Priorato de Valdebusto, hijuela del Monasterio de Benavente, Orden de San Jerónimo”: “… En el mismo Priorato a ocho de Diciembre [de 1820], reunidos los encargados para la formación de los Inventarios del mismo, habiendo concluido los tres primeros que previene la instrucción pasaron a hacer el cuarto y el quinto, …aquel de los cuadros, libros y efectos de Biblioteca, y éste de los Vasos Sagrados y demás pertenecientes al culto; y resultó no haber encontrado cosa alguna que inventariar de estas dos clases por haber estado muchos años sin habitar monje alguno y estando destinada la iglesia a otros fines que no son del culto…”

Inventario de 1820. Archivo Histórico Provincial de Palencia

La Desamortización de Mendizábal: El Real Decreto de 25 de julio de 1835, que suprimía los monasterios y conventos de religiosos que tuvieran menos doce individuos profesos, supuso la desaparición del Monasterio Jerónimo de Benavente y el paso a manos privadas de todos sus bienes. Esa es la fecha que se da igualmente para el final del


Monasterio de Valdebusto, aunque, como hemos visto, como tal Monasterio, hacía tiempo que ya había desaparecido. Lo que sí supuso fue la puesta a la venta de todas sus propiedades. Según informa José Ignacio Izquierdo Misiego en su “Historia de Ampudia”, el comprador de las propiedades de Valdebusto fue D. Manuel Alday Cordero: “A consecuencia de las disposiciones publicadas a partir de 1835 … fueron puestas a la venta las propiedades de los monasterios de Valdebusto y Matallana… en 1837 ya se habían vendido las del monasterio de Valdebusto, en total unas 500 obradas, por las que se pagaron 580.000 reales. El comprador fue Don Manuel Alday Cordero, comerciante que hizo fortuna en Santander, de cuyo Ayuntamiento fue Regidor en 1842, y que ejerció como abogado en Valladolid. Murió en Palencia el 26 de marzo de 1848 y sus propiedades pasaron a su nieto Aecio de la Mota Alday”. En el Archivo Histórico Provincial de Valladolid se conserva un protocolo notarial, fechado el 22 de abril del año 1836, entre D. Francisco Blanco y el Concejo y vecinos de Valoria del Alcor sobre el aprovechamiento de los pastos del coto de Valdebusto. D. Francisco Blanco, vecino de Medina de Rioseco, actuaba como apoderado de D. Pedro Montero y D. Manuel Alday, del comercio de Santander. El protocolo consta de siete condiciones, de las cuales estas son las dos primeras: “1º - El don Francisco Blanco se obliga a permitir pastar libremente en el referido término de Valdebusto todas las reses lanares de los vecinos de dicha villa, a excepción del soto. 2º - Dicho señor Blanco se obliga a tener la fuente que está en dicho exconvento limpia y de su cuenta cualquier compostura que en ella se ofrezca para el mejor curso de las aguas por estar en su propiedad…” [Manuscrito, año1836]

VI.- COLONIA AGRÍCOLA Dª Natalia de Rivas: En 1860 D. Cipriano de Rivas Díez, natural de Villalba de los Alcores, compró a los Condes de Castilnovo la finca de La Esperanza, el castillo y otros bienes en la Villa. En 1894 adquirió las tierras y restos del antiguo convento de Valdebusto para convertirlo en una colonia agrícola. Un rótulo existente hasta fechas recientes sobre la fachada de las nuevas dependencias agrícolas así lo recordaba. D. Cipriano de Rivas murió el 10 de diciembre de 1897. Heredó el castillo de Villaba y la finca de La Esperanza su hijo D. Mateo de Rivas Cuadrillero (†1939). Para su hija doña Natalia fue el ex-monasterio de Valdebusto, que a partir de 1898 y hasta 1925 pasó a ser conocido como “Colonia Agrícola de Natalia Rivas”.

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Dª Natalia de Rivas Cuadrillero era viuda sin hijos de D. Fermín Martín Díez. Habitó de forma permanente en Valdebusto acometiendo importantes obras en el lugar. Edificó una vivienda sobre la parte más destruida del Monasterio y una pequeña capilla sobre cuyo modesto altar hizo colocar un cuadro de Santa Natalia que se conserva en la actualidad. Murió doña Natalia en su casa de Valdebusto el 19 de agosto de 1925 y fue sepultada en el cementerio de Valoria del Alcor. Años después sus restos serían trasladados a otro lugar, pero su lápida sepulcral quedó allí para ser posteriormente colocada en el atrio de la iglesia de San Fructuoso, parroquia de la localidad.

Santa Natalia. Valdebusto.

Finca de Valdebusto. Restos de la Capilla


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Esquela y lápida funeraria de Dª Natalia Rivas

D. Manuel Azaña en Valdebusto Hija de D. Mateo de Rivas, y sobrina por tanto de doña Natalia, era Dª Dolores de Rivas Cherif, quien en 1929 se convirtió en esposa de D. Manuel Azaña, futuro presidente de la II República Española. De la estancia de este en Valdebusto, aunque sea meramente anecdótica, se ha hablado mucho, tanto que ha pasado a formar parte de la historia del lugar y es relato obligado para cualquiera que se proponga escribirla. El 1 de mayo de 1921 murió a los 18 años Ramón de Rivas Cherif, hijo de D. Mateo de Rivas Cuadrillero. Para aliviar el dolor, la familia se trasladó a pasar una temporada en su castillo de Villalba de los Alcores. Otro de los hijos, D. Cipriano de Rivas Cherif, invitó a su amigo fraterno D. Manuel Azaña a pasar unos días con ellos. Durante su estancia en Villalba, Azaña visitó las ruinas del Monasterio de Matallana y el coto familiar de Valdebusto, donde sufrió un percance que a punto estuvo de dejarle cojo para el resto de su vida. Se dio la circunstancia de que la invitación a D. Manuel Azaña se la habían hecho en nombre de “la pequeña de la casa”, Lola, de la cual Azaña había empezado a enamorarse, pese a ser 24 años mayor que ella. Ocho años más tarde acabarían contrayendo matrimonio. En 1930, tras el fallido golpe de estado republicano del 12 de diciembre (“La Sublevación de Jaca”), todos los miembros del Comité Revolucionario fueron detenidos y enviados a la Cárcel Modelo de Madrid. Solo Azaña consiguió escaparse y permanecer escondido hasta el 12 de abril de 1931 en que, tras el triunfo de la coalición republicano-socialista en las elecciones municipales, sus compañeros de Acción Republicana le hicieron salir de su escondrijo para hacerle Ministro de la Guerra. Aunque el propio Azaña nunca reveló donde había estado escondido, y pese a que su cuñado Cipriano de Rivas Cherif 9 (“Retrato de un desconocido. Vida de Manuel Azaña”) lo sitúa en varios domicilios de Madrid, es opinión generalizada que algún periodo de aquel invierno de 1930-31 lo pasó esconManuel Azaña en 1933 dido en la finca familiar de Valdebusto.


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Durante su ocultación entretuvo su tiempo escribiendo una novela que dejó inacabada, “Fresdeval”, que toma el nombre, algo trastocado, del antiguo Monasterio Jerónimo de Fresdelval (Burgos), que guarda ciertas similitudes con este de Valdebusto. Últimos propietarios: A la muerte de Dª Natalia de Rivas le sucedió como propietario de la Colonia Agrícola de Valdebusto su sobrino D. Nicolás de Mateo y Rivas que falleció el 2 de octubre de 1931, siendo administrador de la finca D. Vidal Ramírez: “VALORIA DEL ALCOR: En el día de ayer, dos de octubre, se celebraron solemnes funerales en esta santa iglesia parroquial por el eterno descanso del pundonoroso caballero, don Nicolás Mateos Rivas, emparentado con distinguidas familias madrileñas y dueño de la finca, hoy Colonia Agrícola, de Valdebusto…” [El Día de Palencia, sábado 3 de octubre de 1931]. En 1935 los sobrinos y herederos de Dª Natalia y de D. Nicolás vendieron la finca a D. Francisco Martín Peña por importe de 100.000 pesetas. En la actualidad sigue siendo propiedad de sus hijos y herederos. Gracias a la amabilidad de los miembros de esta familia, hemos tenido acceso al interior de esta finca privada para contemplar los restos del convento y hacer algunas fotografías.

Notas 1.- DICCIONARIO DE MADOZ (1850): “VALDEBUSTOS: Caserío en la provincia y partido judicial de Palencia, término jurisdiccional de Valoria del Alcor”. 2.- D. PEDRO ORTIZ DE POBES: Hijo de D. Sancho Ortiz de Pobes que en 1370 había recibido el señorío de Valoria del Alcor como donación del Conde D. Sancho de Alburquerque, en quien habían recaído todos los bienes del extinto linaje de los Téllez de Meneses. En 1441, su hija y heredera Dª Isabel Ortiz de Pobes, casada con D. Nuño Ramírez de Guzmán, permutó Valoria del Alcor por Villatoquite de Campos con D. Pedro García de Herrera y Dª María de Ayala, fundadores del Mayorazgo de Ampudia. A partir de ese momento las tierras de Valoria y Valdebusto quedarán bajo la jurisdicción de los sucesivos Señores de Ampudia: Herreras, Ayalas, Duque de Lerma, Duques del Infantado, Condes de la Gomera y Casa de Berwick y Alba, hasta el final de los señoríos jurisdiccionales en 1837. 3.- EL MONASTERIO DE NUESTRA SEÑORA DE FUENTES: Situado extramuros de la villa de Aguilar de Campos (Valladolid). Pese a que, como motivo para el traslado de los monjes a Valdebusto, se aduce la insalubridad del lugar, posteriormente se establecerá allí otro monasterio, esta vez de frailes franciscanos, del que aún pervive la iglesia o ermita de la Virgen de las Fuentes, un edificio de tapial y ladrillo del siglo XVII. 4.- D. ANTONIO DE FONSECA (†1532): Señor de Coca y Alaejos, Comendador de Santiago y Contador Mayor de Castilla. Pasó a la Historia como responsable del incendio de Medina del Campo en la Guerra de las Comunidades. En este documento figura como Señor de Valoria por ser viudo y heredero de Dª Mencía de Herrera (†1509), que había recibido


Valoria como parte de su dote matrimonial. Dª Mencía era hermana de D. Pedro de Ayala, el comunero Conde de Salvatierra, quien disputó con D. Antonio de Fonseca para anexionar de nuevo Valoria al Mayorazgo. En 1517 el Conde hizo “bastecer” un edificio en la jurisdicción de Valoria perteneciente a los guardamontes de D. Antonio de Fonseca. Este edificio, situado junto al camino de Cigales, aparece citado en los documentos como “la vieja fortaleza de Valoria” y pervivió hasta finales del siglo XVIII cuando sus piedras fueron utilizadas, según parece, para la construcción de la Casona del Esquileo de Abajo, por encargo del Marqués de Bélgida, Conde de la Gomera. 5.- D. FRANCISCO ENRÍQUEZ (†1524): Vecino y Regidor de la villa de Sahagún de Campos. Estaba emparentado con los Enríquez, Almirantes de Castilla y señores de Medina de Rioseco. Nombró como albacea testamentario al V Conde de Benavente, D. Alfonso Pimentel y Pacheco, junto con los abades de los monasterios de Santa María de Nogales y de Santo Domingo de Benavente. Su esposa, Dª Teresa Carrillo, igualmente de noble estirpe castellana, nombrará por su parte como testamentarios al IV Almirante de Castilla, D. Fadrique Enríquez de Velasco, al Prior de la Casa de Valdebusto y a su hermana, la Infanta doña Beatriz “mujer del señor infante de Granada”. Suponemos se trata de Dª Beatriz de Sandoval, primera esposa del Infante D. Juan de Granada, hermano del rey Boabdil el Chico. 6 D. ALFONSO PIMENTEL Y PACHECO (†1530): V Conde de Benavente, fue personaje destacado en la Guerra de las Comunidades, militando siembre en el bando imperial, junto a los dos Virreyes: el Condestable D. Íñigo Fernández de Velasco y el Almirante D. Fadrique Enríquez de Velasco. Estos tres personajes tenían importantes intereses en esta comarca, puesto que el Condestable era Señor de Villalba de los Alcores y el Conde lo era de las villas de Cigales, Castromocho y Torremormojón. Tras la derrota de Villalar y la muere del comunero Conde de Salvatierra en la prisión de Burgos en 1524, los tres mostraron interés por hacerse con el Mayorazgo de Ampudia, que finalmente le fue devuelto al hijo del comunero, D. Atanasio de Ayala, previo pago de 20.000 ducados. Parece indudable que todos estos hechos debieron influir en el interés del Conde Benavente por hacerse con las tierras y bienes del Monasterio de Valdebusto y en la posterior reacción de D. Atanasio de Ayala por recuperarlos. 7.- FRACISCO DE PRAVES (†1637): Arquitecto, hijo del también arquitecto Diego de Praves. Se le considera la última gran figura del foco clasicista vallisoletano. Entre sus obras más importantes cabe citar aquí el Claustro del Monasterio Jerónimo de Nuestra del Prado de Valladolid (1611): “Un ejemplo de pureza y austeridad clasicista: De forma cuadrada, con dos pisos, arquerías de medio punto y los tramos marcados por pilastras adosadas de orden toscano en el piso inferior y de orden corintio en el superior, contando con una amplia escalera claustral en uno de los lados”. Una obra de mucha mayor envergadura que la de Valdebusto, como corresponde a la mayor importancia del monasterio. 8.- Dª JUANA DE VELASCO Y ARAGÓN (†1613): III Condesa de Castilnovo. Era hija de la Condesa de Osorno, Dª María de Velasco y Aragón. Residió en Valladolid, en unas casas situadas frente al Convento de San Benito el Real y en su villa de Villalba de los Alcores. Heredó de su madre pleitos y deudas y contrajo otras propias que la llevaron a una dificilísima situación económica, viéndose obligada a suscribir numerosos censos incluso con una criada suya llamada Isabel Ruiz. De su matrimonio con D. Antonio de Butrón y Múgica no tuvo descendencia. 9.- CIPRIANO DE RIVAS CHERIF (†1967): Hijo de D. Mateo de Rivas Cuadrillero y de Dª Susana Cherif. Sobrino de Dª Natalia de Rivas, la dueña de la colonia agrícola de Valdebusto, y cuñado de D. Manuel Azaña, por el matrimonio de este con su hermana pequeña, Dª Dolores de Rivas Cherif, más conocida como “Doña Lola”. Exiliado en Francia desde febrero de 1939, fue apresado en 1940 por la policía franquista y la Gestapo alemana y traído a España, donde fue juzgado sumariamente y condenado a muerte. Conmutada después la sentencia por la de treinta años de reclusión, pasó solo seis en prisión durante los cuales escribió su libro: “Retrato de un desconocido. Vida de Manuel Azaña”, publicada en 1961. En 1947 se reunió con su familia refugiada en México y allí residió hasta su muerte en 1967. Su hermana, “Doña Lola”, falleció igualmente en México en 1993. Ambos están enterrados en el panteón español de la ciudad de México.

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Exterior y detalle del palomar. Una plumilla de F. J. Ortiz.

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El Claustro Principal del Monasterio Jerónimo de Valdebusto . Una plumilla de F.J.Ortiz


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Ilustración 1 - Fecha cercana a 1940. Ilustración tomada de: Ampudia nuestra vida, nuestras imágenes 1900-1970. Portada

Arquitectura tradicional:

EL LAVADERO de la Plaza Francisco Martín Gromaz de Ampudia David Javier Castrillo Zarzuelo

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E

l conjunto fuente, lavadero y abrevadero fue un elemento urbano de uso público de la villa de

Ampudia cuya función era el proveer y controlar agua para diversas tareas de la vida cotidiana. Junto a la fuente y abrevadero, base del aprovisionamiento humano y animal, se construyó un espacio para el lavado de la ropa, proporcionando de este modo un grupo de servicios de uso público. Demolido a mediados del siglo XX, aún pervive en el recuerdo de muchos lugareños que lo vivieron y lo reconocen como un elemento característico del pueblo y parte de su patrimonio inmaterial. Los recursos hidrológicos han sido siempre un elemento clave en la organización y funcionamiento de los núcleos urbanos hasta la canalización de red de agua a las viviendas. Este conjunto solo es uno más de los muchos otros elementos que se pueden localizar en el entorno del pueblo (manantiales, fuentes, arroyos…). En este artículo se pretende hacer una reconstrucción aproximada de su aspecto material; es decir, analizar, dentro de una documentación muy limitada, la estructura y función del conjunto, así como estimar su datación y localización. Las afirmaciones aquí expuestas tienen un carácter referencial, intentando acercarse lo máximo posible a la realidad, pero quedando seguramente lejos de ella. Por otro lado, se pretende con este análisis el concienciar de la importancia del conjunto dentro del patrimonio cultural de la villa que, aunque desaparecido materialmente, aún pervive en el recuerdo y se perpetua en el tiempo de esta manera.

DATACIÓN DEL CONJUNTO La fecha de construcción es desconocida. Las primeras fotografías que se han podido encontrar, así como referencias en el mapa cartográfico del Instituto Geográfico y Estadístico de Ampudia de 1912 (Ilustración 3), indican que a principios de siglo ya existía el conjunto. En el citado mapa aparecen ya representados todos los elementos: lavadero; abrevadero y fuente. Por lo tanto, su construcción hay que situarla al menos con anterioridad a esa fecha. Tampoco es seguro que se construyeran al mismo tiempo, siendo probable la realización del lavadero en época posterior a las dos otras construcciones. Incluso en el propio lavadero, como en otros casos, es también posible que la cubierta fuera un elemento posterior a la propia pila. En otras zonas de la provincia de Palencia, como en la Valdavia, las dataciones de este tipo de construcciones se sitúan a finales del siglo XIX (“Lavaderos”, Grupo de Trabajo de la U. Rural Paulo Freire). En otras provincias, como Álava, datan incluso de fechas anteriores como las de 1820-30 (Importancia de “El Lavadero En El Contexto Rural De Álava”, Paperblog). Existen diversas referencias de lavaderos que llegan incluso al siglo XVI, relacionados muchas veces a canalizaciones de agua. La demolición del lavadero de Ampudia se realiza no antes de 1954. Según las actas del consistorio municipal, siendo alcalde Domingo García1, en sesión del 24 de abril de ese año se considera un informe del “médico titular e inspector de sanidad” sobre el lavadero y se acuerda que, lo más rápidamente posible, se estudie el asunto y provisionalmente se ponga un letrero prohibiendo su uso; en sesión de 1 de mayo de 1954 el alcalde comunica sus gestiones del día anterior en Palencia con el Gobernador Civil e Ingeniero de vías y obras, la deci-

sión de trasladar el lavadero al Tinte2 y el abrevadero “al otro lado del arroyo”, dejando en la plaza solo una fuente y cubriendo parte del arroyo de evacuación. Las obras probablemente se realizaron en las semanas siguientes y la decisión parece, como comentamos, vinculada a algún asunto de salubridad. La fuente y el abrevadero aún sobrevivirán algún tiempo más, según la documentación fotográfica en la que se aprecian aún estos elementos, ya sin el lavadero, aunque la fuente se reconstruyó con un nuevo diseño de menor tamaño. El destino de piezas y materiales (de especial interés serían las piedras en donde se golpeaba la ropa) es incierto, siendo una posibilidad que desaparecieran completamente en alguno de los molinos de piedra que funcionaban en Ampudia, aunque esto no se encuentra atestiguado.

Ilustración 2 - Fotografia de 1939 proporcionada por José Velasco Peinador

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48 UBICACIÓN, TAMAÑO Y ORIENTACIÓN El conjunto estaba situado en el lado norte de la actual plaza de Francisco Martín Gromaz cerca del acceso Este (puerta de Alconada o de Ntra. Sª de la Cerca) al recinto medieval amurallado (Cerca Vieja). Su ubicación exacta se puede deducir del plano urbanístico de 1912 (Ilustración 3)3, donde aparecen referencias en dimensiones al trazado urbano, similar al actual. La inclinación del conjunto es de 50 grados con relación al eje este-oeste, con lo que podemos afirmar que el abrevadero se orienta prácticamente en dirección sureste/noroeste. Ilustración 3 - Ampudia, detalle. Plaza Fco. Martín Gromaz. Sin escala. Plano acotado en metros. Plano de Población, Archivo del Instituto Geográfico y Estadístico, 1912. Dimensiones en azul añadidas por el autor.

Ilustración 4 - Superposición geométrica del conjunto en el entorno actual de la plaza. Fotografías satélite obtenidas de Google Maps. Plano de Población, Archivo del Instituto Geográfico y Estadístico, 1912. Montaje realizado por el autor.


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Ilustración 5 - Plantas del conjunto. Aproximación esquemática. Dibujos realizados por el autor.

Ilustración 6 - Seccion y alzados del conjunto. Aproximación esquemática. Dibujos realizados por el autor.

De acuerdo con el citado plano y las fotografías conservadas, considerando siempre las limitaciones de trabajar con este tipo de documentos, podemos aproximar las siguientes dimensiones para los elementos del conjunto (representadas en las Ilustraciones 5 y 6):

Esta agua, procedente de manantial, brotaba por dos bocines (Ilustración 7) de los que salía abundante agua. Del abrevadero pasaba al lavadero y de ahí la salida del agua se canalizaba hacia el arroyo, el cual bajaba desde la Calle San Martín (carretera de Valoria) y continuaba posteriormente por la Calle del Agua, encontrándose soterrado en el tramo de la plaza.

Fuente: m Altura máxima aprox. 2.5m. Abrevadero: m Longitud máxima aprox. 12.0m. m Anchura máxima aprox. 3.3m. Lavadero: m Aproximación a un cuadrado de 6.0 x 6.0m. m Altura 2.4m. (hasta vigas inferiores de cubierta). m Altura máxima aprox. 3.7m. (hasta vértice en cubierta). ESTRUCTURA Y FUNCIONAMIENTO Los tres elementos que lo constituían, fuente, abrevadero y lavadero, se encontraban conectados entre ellos para la circulación del agua y su función consistía en proveer primero las personas a través de la fuente, después a los animales en el abrevadero y posteriormente agua “limpia” con el que las mujeres del pueblo podían lavar la ropa.

w La fuente (popularmente conocida como Caño la Plaza) consistía en una estructura prismática rectangular en piedra caliza, rematada posiblemente en forma triangular. En un primer momento, si nos atenemos a la documentación encontrada, estaba constituido por piedras de mampostería sin cubrir, de forma más o menos regular y por hiladas, unidas con mortero para, en algún momento antes del derribo del lavadero, sustituirse por otra estructura de menor tamaño (Ilustración 14), enfoscada en la parte inferior (aunque aparentemente no en su base) y rematado en la parte superior con ladrillo visto de manera escalonada a modo de pirámide rectangular truncada. Los dos bocines eran de hierro forjado y el agua que salía por ellos llenaba el abrevadero hasta una altura de 5-10 cm. del borde, aproximadamente, para facilitar el abrevado de los animales, como se atestigua en fotos en diversas fechas.


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Ilustración 7 - Primera construcción (documentada) de la fuente y detalle de uno de los bocines de salida del agua. Fecha cercana a 1940. Foto: Ampudia nuestra vida, nuestras imágenes 1900-1970. Portada.

Ilustración 8 - Modificación posterior de la fuente. Conjunto sin el lavadero. Década de los 60. Foto: archivo del autor.

Ilustración 9 - Modificación de la fuente con la parte inferior enfoscada salvo la base. Foto: Ampudia nuestra vida, nuestras imágenes 1900-1970.

Ilustración 10 - Abrevadero y fuente. Fotografía después de 1954 en el rodaje de “El Cid”. Fotografía Colección Álvaro de Castro.


w El abrevadero. La fuente o caño vertía sus aguas al abrevadero, donde se acercaban los animales a saciar su sed: ovejas, mulas y vacas principalmente. Su composición era un murete perimetral de bloques de piedra caliza de unos 40-60cm. de altura sobre el ras de la tierra y de gran tamaño (aprox. 1 metro de largo por 0.3m de anchura) que permitía acercarse a los animales a abrevar. El entorno no se encontraba pavimentado, encontrando barro y piedras alrededor del conjunto, en especial del lado de la Calle Ontiveros. El abrevadero y la fuente sobrevivieron un tiempo indeterminado al lavadero, probablemente hasta mediados de los 60, pero no más allá de 1969 de acuerdo con la documentación encontrada.

Ilustración 11- Abrevadero en los 50, probablemente después de 1954. Foto: Ampudia nuestra vida, nuestras imágenes 1900-1970

w El lavadero, de proporción cuadrada en planta, tenía unas dimensiones aproximadas de 6.0 x 6.0m. de lado y 3.7m. de altura a su punto más alto. Se encontraba flanqueado por pilares de piedra caliza en cada esquina, con una sección cercana a los 0.9 x 0.9m y 2.4m. de altura hasta las vigas de madera que los unían; estas harían funciones de zuncho perimetral superior y apoyo para las viguetas de cubierta. En el centro de cada viga, aparecía un pilar de madera con, quizás, una zapata superior, también de madera, que las sujetaba, y basa de piedra, probablemente embebida en el muro perimetral que lo limitaba y similar a las estructuras que encontramos en los soportales. Este murete tenía la función de proteger tanto la intimidad de las personas que lo utilizaban como resguardar del viento e impedir el acceso a los animales. La entrada se efectuaría a través de una apertura en el lado noroeste, con un escalón necesario para salvar el desnivel con el pilón debido a la inclinación natural de la plaza en esa misma dirección.

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Ilustración 12 - Fotografia de 1939 proporcionada por Jose Velasco Peinador. Detalle.

Ilustración 13- Fecha cercana a 1940. Ilustración tomada de: Ampudia nuestra vida, nuestras imágenes 1900-1970. Detalle de la portada.

Ilustración 14 - Fecha desconocida. Foto proporcionada por Epifanio Romo. Posiblemente realizada desde el ángulo oeste del lavadero, se puede apreciar en el fondo el cambio de diseño de la fuente


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52 La cubierta estaba formada a cuatro vertientes (aguas), con teja curva, posiblemente sobre un entablamento de madera y acabado en vértice. La subestructura dispondría de vigas de madera que uniría el vértice de la cumbrera con los pilares de las esquinas o las vigas principales, y posteriormente viguetas o pares que sujetarían el entablamento sobre el cual apoyarían las tejas, sujetadas estas con mortero de tierra. En las fotos se aprecian también canes de dimensiones irregulares que sujetaban el alero (Ilustración 13). Alrededor del pilón central existía un peldaño de piedra donde las lavanderas se ponían de rodillas para llevar a cabo la tarea de lavar la ropa. Según los testigos que aún lo recuerdan, las piedras se habían pulido con el uso e impresionaban con su brillo. APROXIMACIONES Intentar aproximarse a una experiencia real del conjunto es una tarea difícil, en especial si usamos parámetros de la vida de hoy en día que poco tienen que ver con los de hace un siglo. Afortunadamente, la supervivencia de muchos de estos complejos a lo largo de la geografía española (y no solo) nos permiten visualizar al menos de manera aproximada su aspecto material (existe una magnífica labor de recopilación en https://www.lavaderospublicos.net/). Hay que señalar la importancia de maquetas como la presentada en la ilustración 14 que, a pesar de encontrarse más o menos distantes de una exactitud en proporciones o diseño, ayudan en gran manera a visualizar el recuerdo de primera mano de personas que convivieron con el conjunto, permitiendo a través de una crítica el acercarnos a una realidad desaparecida la cual es difícil de analizar, como ya se ha señalado, debido a las limitaciones que en estos casos se nos presentan.

Ilustración 15 - Maqueta del conjunto realizada por Cándido Sánchez.


Ilustración 16. Fotomontaje con la plaza actual. Montaje realizado por el autor. Foto de fondo: Google Street View 2016. Fotografia de 1939 proporcionada por José Velasco Peinador.

PROYECTO El objetivo de este proyecto es la recuperación del conjunto fuente-abrevadero-lavadero existente en la Plaza de Don Francisco Martín Gromaz a través de la investigación y documentación oral, gráfica y escrita y su posterior reflejo en diverso material (dibujos, maquetas, textos, etc.). A su vez, se intenta crear una conciencia social en la villa de la importancia de este monumento rural, incluirlo dentro de su patrimonio con su valor tanto artístico como sentimental. Los objetivos de recuperación se consideran a dos niveles: 1) Material: Lo tangible del monumento: materiales, dimensiones, formas, ubicación, relación con el entorno, etc. Se refleja principalmente a través de documentación gráfica. 2) Inmaterial: Aspecto intangible: vivencias, experiencias, recuerdos, uso, etc. Se verá plasmado principalmente en textos y grabaciones de audio o video. Una hipotética recuperación de los materiales originales puede ser de valor, pero no debe condicionar esto la aproximación al monumento, que como se ha repetido anteriormente, no hay que valorar solo su aspecto tangible si no en todo aquello que ha supuesto dentro de la memoria colectiva del pueblo4. Hacemos nuestras las palabras del articulo Formas y tipos constructivos de lavaderos públicos (1880-1950) (M. Ruiz-Bedia, P. Morante Diaz, C. Ruiz Pardo):

“... Para la definición morfológica y tipológica es preciso observar detenidamente lo construido y localizar y consultar los documentos que contienen los pensamientos y decisiones de sus proyectistas y constructores. La funcionalidad parece ser el valor más ponderado en los lavaderos. Por ello al abandonarse la labor allí realizada —el lavado manual de la ropa— desaparece el interés por este lugar. Pero no tiene porque ser así, son construcciones que atesoran más interés que el de su función, expresan también una forma de construir o un valor simbólico que aún permanece en la memoria colectiva de las gentes, no en vano funcionaron como espacios privilegiados para la sociabilidad de la población femenina rural. Ser consciente de su significado y potencialidad permitirá recuperar sus valores, lo que muchas veces implicará recuperar el hecho físico del lavadero y esto debería hacerse respetando el concepto, las formas y el espacio en torno a él generado. Recuperar estas obras significa recuperar las señas de identidad del grupo humano que les dio sentido. Por ello las tareas de conservación y/o rehabilitación deben ser rigurosas y planeadas por profesionales, es el único modo de evitar las actuaciones bienintencionadas pero desafortunadas que con la única premisa de consolidar lo construido introducen materiales, tipos y formas que poco tienen que ver con las buenas prácticas de la rehabilitación.” Se podrá seguir el proyecto en la página web: http:// lavaderoampudia.mystrikingly.com Igualmente, quien quiera aportar documentación puede hacerlo a través del correo electrónico: lavaderoampudia@gmail.com Agradecimientos y colaboraciones Este proyecto se desarrolla gracias a la colaboración de Epifanía Hernández, Ascensión del Valle, Epifanio Romo y José Ignacio Izquierdo. Igualmente agradecer a José Velasco, Cándido Sánchez, José María Izquierdo y Antonio Torres Ochoa por sus aportaciones.


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Ilustración 17 - Boceto a lápiz de recreación del conjunto. Dibujo realizado por el autor.

Notas...

1.Una hipótesis de la desaparición del lavadero es que dichoalcalde sería propietario de un comercio justo en frente del lavadero, donde se encuentra ahora ubicado el supermercado, y podría deberse a algún motivo de tipo personal. Esta teoría explicaría la desaparición de solamente la estructura del lavadero y el traslado de su función a otro punto del pueblo, cuando no parece en principio necesaria una solución tan drástica. Es una teoría sin más base que la circunstancial; no existe ningún documento que lo atestigüe. 2. La fuente o Caño del Tinte, localizada en una zona más elevada en el pueblo, a escasos cien metros de la plaza, podría responder a otra corriente fluvial de recogida de aguas (entre las laderas de San Bartolomé y San Martín), no coincidente con la que provee a la plaza, aunque su orientación parece indicar que utilizaba la misma salida de evacuación hacia el arroyo de la carretera de Valoria. En el plano cartográfico de 1912 aparece referenciada como fuente y abrevadero, en una zona vacía llamada Corro del Tinte donde posteriormente se construiría el edificio (inaugurado en 1928) que fuera primero escuela y después Ayuntamiento de la villa. Como sugiere el nombre de la plaza, podría haberse utilizado en el trabajo de las telas, con lo que esa agua debería ser directamente desechada y resulta extraño su ubicación en un punto tan elevado del municipio, ya que, si fuera este el caso, los espacios para tientes solían colocarse al final del recorrido de los arroyos debido a que después su agua era inutilizable. El negocio textil fue de gran importancia en la villa en su momento, siendo su apogeo en el siglo XVI y decayendo en el XIX (Historia de Ampudia, por José Ignacio Izquierdo Misiego). 3. En este plano aparece una estructura de planta cuadrada al principio de la calle del Castillo, esquina Calle del Agua, jus-

to donde se ubicaba la entrada al recinto amurallado (puerta Este). Esta construcción, (posiblemente) de una planta, cubierta a tres aguas y ligeramente más baja que el edificio junto al que se ubica, está hoy desaparecida, parece morfológicamente ajena a la casa y se desconoce su función original (¿capilla, garita de control, torre de vigilancia…?). El exceso de altura para una sola planta también apoya un uso especial del edificio. Se puede apreciar también en la foto de las ilustraciones 2 y 16 a la derecha del lavadero al fondo (incluso parece la fotografía de la ilustración 1 dejarse atisbar tras la estructura del lavadero). Si las dataciones son correctas, parece que al menos sobrevivió hasta 1939. En las fotografías aéreas de 1956-57 no se refleja y parece no intuirse ya en las del 45-46 (fototeca.cnig. es – Instituto Geográfico Nacional). 4. La arquitectura del conjunto no parece tener gran valor en cuanto a su estructura o diseño, según lo que se puede interpretar de las fotografías. Detalles como las mamposterías de piedras o madera muy irregulares o vigas faltas de sección (hay una flecha excesiva en el centro de los vanos) así lo dejan intuir, y estructuralmente no parece estar correctamente resuelto (pilones de piedra en las esquinas con sección excesiva, detalles de los aleros…). Esto, por supuesto, no le quita su valor como contenedor de un patrimonio inmaterial, indivisible con el material, y con el cual comparte importancia. Por otro lado, hay que recordar la función de este tipo de construcciones, en los que el servicio primaba sobre la composición o lo estético, y se asemeja formalmente a otros ejemplos de lavaderos que se pueden encontrar aún existentes. Enlace QR a la pagina: Lavadero y Abrevadero de Ampudia


La memoria de la EXPERIENCIA Noelia Tadeo Garrido

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on el tiempo, estamos perdiendo a la generación que sobrevivió a dos conflictos bélicos, uno nacional y otro mundial. Aquellos que vivieron la Segunda República, la dictadura de Franco, la democracia, la abdicación de Juan Carlos I y, por tanto, el nombramiento de un nuevo rey, Felipe VI. Esas personas capaces de soportar las inclemencias del tiempo y de los años. Todos aquellos que aprendieron a vivir con lo que podían conseguir a través del trabajo de sus manos, que eran felices sin la necesidad del teléfono móvil. Aquellos que han tenido la paciencia suficiente como para aprender del progreso, de las nuevas tecnologías, las tendencias e incluso un nuevo vocabulario. Aquellos que, solo en Palencia, se convirtieron en una generación de más de 7.000 niños. Todos ellos, quienes ahora son nuestros abuelos, van desapareciendo, ley de vida lo llaman; sin embargo, con ellos se llevan sabiduría, experiencia, anécdotas e incluso un vocabulario que, con la evolución, la apertura a un nuevo mundo y las nuevas tecnologías, acabará por desaparecer del todo. “Antiguamente la vida era de una manera muy distinta” aclara Hortensia antes de comenzar a relatar todos sus recuerdos, antes de mostrarnos la memoria de la experiencia. A lo largo de los años han sido muchas las profesiones que han desaparecido, tales como el pregonero, la persona encargada de dar un bando a viva voz por todas y cada una de las calles del municipio. En Ampudia, durante un tiempo, esta labor estuvo a cargo del Señor Federico, tal y como recuerda Hortensia Torres, una de esas 7.000 niñas nacidas en Palencia y

que cumplirá 90 años en noviembre. También ha desaparecido la figura del campanero, la persona encargada de hacer sonar las campanas de la torre de la colegiata en diferentes momentos para comunicar todo aquello que sucedía. Gracias a él y a sus toques, los vecinos sabían lo que ocurría, por ejemplo, tres campanadas seguidas indicaban el fallecimiento de un varón y dos, el de una mujer. Asimismo, dependiendo del sonido de la campana distinguían entre fiesta alegre, ánimas e incluso incendios. En otras ocasiones, el sonido de este instrumento presagiaba los fenómenos atmosféricos, ya que los ampudianos solían decir “se oyen las campanas de Valoria, así que va a llover”. Respecto al trabajo agrario, cabe mencionar la diferencia en el vocabulario que se empleaba en las labores del campo, así como los puestos que se desempeñaban. Antaño, los hombres tenían que escardar las tierras, es decir, quitar los cardos que crecían entre los cultivos; atropar o coger gavillas, recoger los montones de trigo y cebada después de segar el campo, y realizar el

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perigallo, juntar las espigas de cereales que se han recogido. Por otro lado, estaba el quehacer de las mujeres, quienes se encargaban de respigar, eran quienes recogían las espigas o el grano que había quedado en los morenales después de la jornada laboral. Eso sí, ambos desempeñaban los trabajos con sus propias manos. La generación del 29 ha coexistido con diferentes hitos históricos, lo que ha condicionado su enseñanza y un gran cambio en los métodos educativos. Estos niños comenzaron la escuela con clases mixtas, sin embargo, con el tiempo fueron separados. El material escolar que utilizaban para estudiar era la Enciclopedia, explicada con esmero por un solo profesor. Todos aprendían lo mismo, a leer, a escribir y a realizar cuentas, desde los 6 hasta los 14 años. Sin embargo, el arte de la aguja estaba destinado en exclusiva a las niñas. No obstante, hubo quien aprovechó el tirón de los seminarios para estudiar una carrera y conseguir un título con el que trabajar, además de obtener una mejor posición social. En cuanto a la manera de divertirse de estos niños cabe mencionar que dista mucho de la actual, repleta de un sinfín de aparatos tecnológicos y juguetes. “Salíamos de la escuela y cuando el tiempo era un poco bueno nos íbamos a jugar con la pelota, la goma, la soga, las tabas, los alfileres, las canicas y el aro”, recuerda Hortensia. Jugaban con lo que tenían o creaban artilugios a base de huesos de animal para divertirse de la mejor manera que sabían. Los jóvenes tenían más libertad de la que nos han enseñado en las películas, puesto que no fue hasta la entrada del franquismo cuando apareció la figura de la carabina y las parejas perdieron la intimidad que tenían al poder caminar solas por la calle. Sin embargo, acudían al baile y con la expresión “hace usted favor” de algún caballero, las chicas se ponían en marcha para demostrar sus dotes artísticas junto a su apuesto bailarín al son de la música. Durante un tiempo, los acordes más escuchados los emitían el organillo, la dulzaina, la guitarra y algún laúd, pero no faltaba una cazuela si querían pasar un buen rato cantando aquellas canciones aprendidas generación tras generación.

La memoria de Hortensia permanece intacta e impasible al paso de los años, sin embargo, aunque ha sabido adaptarse a los tiempos, no ha cejado en su empeño de conservar algunas de sus costumbres y trasladarlas a su familia. Uno de los cambios más significativos percibidos por esta mujer se ve reflejado a la hora de hacer la compra, ya que muchas de las medidas utilizadas en su juventud han dejado de utilizarse a día de hoy, como el cuartillo y las libras. Entre otras de sus costumbres estaba la matanza realizada en casi todos los hogares, ya que en su mayoría criaban animales, como gallinas, ovejas y vacas con los que abastecerse a lo largo del año. En esta época también eran coquetos y les gustaba presumir, sin embargo, no tenían los productos elaborados de los que disponemos hoy en día. Por ello, para dar brillo al pelo utilizaban aceite con colonia. Estrenar ropa y joyas estaba reservado para los días de fiesta y el Domingo de Ramos, “el que no estrena este día no tiene manos”, aclara Hortensia. Además, es necesario recordar que el agua corriente llegó a Ampudia en 1967, hasta entonces sus duchas eran a chapud en la artesa y el agua caliente llegaba de los potes que se ponían al fuego de la lumbre. Y, por supuesto, los jabones los fabrican las mujeres en cada casa. Los velatorios también han sufrido una serie de cambios. Atrás quedaron las noches velando al difunto en su casa y los dos años de luto riguroso para la familia. Así como el uso del manto para indicar el tipo de luto que se lleva y del velo en la iglesia. Algunos rescoldos de estas costumbres perviven en Ampudia, al igual que en muchos otros municipios terracampinos, como el tratamiento de usted para todas aquellas personas mayores, ya que entre los jóvenes se permite la licencia del tuteo. E incluso pronunciar la típica coletilla de “voy en ca…” para indicar que nos dirigimos a casa de alguien o a comprar a la tienda. También conservamos la esencia de esta generación al proclamar los refranes que nos han transmitido y, por supuesto, no podemos olvidar todo aquello que nos han enseñado a lo largo de los años y nos ha hecho ser como somos.


Edward Cooper,

la pasión por los castillos Daniel Franco Romo Historiador y profesor jubilado de la London Metropolitan University, Edward Cooper (Wimbledon, Inglaterra, 1941) figura por derecho propio entre los mayores especialistas del mundo en castillos españoles. En su dilatada trayectoria académica, ha abordado numerosas cuestiones sobre la Edad Media en España, como por ejemplo la rebelión de las comunidades o la explotación del alumbre, uno de los minerales más importantes en la economía de la época. Pero su aportación fundamental se encuentra en el estudio sistemático de las fortalezas medievales, eje permanente de su producción historiográfica. El tema atrajo su interés muy pronto, desde los primeros pasos de su carrera como investigador, a principios de los años sesenta del siglo XX. Fue entonces cuando se doctoró por la Cambridge University con una tesis sobre los castillos españoles, bajo la dirección de John Elliott, otro reconocido hispanista británico. Si buscaba un objeto de estudio de largo recorrido, sin duda lo encontró en una tierra sembrada de fortificaciones. Desde entonces, su profundización en la arquitectura militar española ha sido constante. Fruto de este trabajo sostenido durante décadas son, además de numerosos artículos sobre la cuestión publicados en revistas académicas, tres obras enciclopédicas: Castillos señoriales de Castilla, siglos XV y XVI (Fundación Universitaria Española, 1980, 2 vols.), Castillos señoriales en la Corona de Castilla ( Junta de Castilla y León, 1991, 4 vols.) y La fortificación de España en los siglos XIII y XIV (Marcial Pons y Ministerio de Defensa, 2015, 2 vols.). Cientos de páginas en las que Cooper aporta ingentes cantidades de información ilustrada con numerosas fotografías, en muchas ocasiones de su propia autoría. La dimensión arquitectónica de los castillos es analizada en detalle, pero en conexión siempre con la historia política de la Edad Media española, lo que permite entender la razón de ser de estas singulares edificaciones. La labor de Cooper en este campo, junto con el trabajo de otros especialistas, ha contribuido asimismo a dignificar y poner en valor un legado cultural que no siempre ha sido apreciado. En este sentido, no estamos simplemente ante un estudioso. También ante alguien que defiende las posibilidades didácticas de los castillos para que el conjunto de la sociedad pueda conocer una parte de su historia. Para Cooper, los castillos, al margen de su estado de conservación, constituyen un

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documento histórico que contiene valiosísima información. Y, como tal, debe ser cuidadosamente investigado, divulgado y protegido tanto del abandono institucional como de quienes, a veces, pretenden hacer de estos edificios un negocio lucrativo. Un conocimiento tan vasto del tema ha sido fruto de muchas horas de desbroce de la más diversa documentación y también del estudio de las fortalezas sobre el terreno. En Ampudia, Cooper pasó algún tiempo hospedado en el Hostal Valencia para analizar in situ el castillo y la iglesia-colegiata de San Miguel. Frente al consenso general que ubica la construcción de ambos edificios en la segunda mitad del siglo XV, el historiador británico aporta pruebas que apuntan a una mayor antigüedad (siglos XIII y XIV) o, al menos, a la presencia de elementos arquitectónicos pertenecientes a edificaciones anteriores. Cooper señala, en este sentido, que un arco en la planta baja del castillo se encuentra también en Montealegre, Trigueros del Valle y Urueña, lo que le hace pensar en construcciones coetáneas, probablemente de finales del siglo XIII. Encuentra también concomitancias entre las bóvedas de las dos plantas altas de la torre del homenaje y las de la galería del castillo de Bellver (Palma de Mallorca), datado en el primer cuarto del siglo XIV. En lo que se refiere a la iglesia-colegiata, advierte un estilo semejante entre los capiteles tallados con una hoja de vid en la portada sur y los de la puerta de la torre del homenaje de Montealegre. Según explica, estos capiteles parecen contemporáneos de otros dos situados en el lateral sur de la nave que incluyen la representación de dos ángeles, semejantes a su vez a otro capitel ubicado en la catedral de Toledo, en un panteón construido en la última década del siglo XIII. Así lo detalla en el fragmento de su mencionado libro La fortificación de España en los siglos XIII y XIV con el que acompañamos esta breve presentación biográfica.


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o se optó por el punto más alto del páramo para el emplazamiento del castillo de Montealegre en la cornisa norte de los Montes Torozos, aunque el alcance de la visión era la mayor preocupación. La plataforma elegida ofrece fuertes declives defensivos naturales y permite vigilar las llanuras del Anguijón (1), una extensa zona de Tierra de Campos y la vega del río Carrión. Existe comunicación visual con los castillos de Meneses de Campos, Belmonte (2), Torremormojón y hasta el lejano Saldaña, aunque curiosamente, la peculiar ubicación del castillo de Ampudia le mantiene escondido detrás de una estribación del páramo. De hecho, todos los aspectos del castillo responden a decisiones muy ponderadas sobre su localización, disposición y construcción. El castillo es un cuadrilátero de formato compacto, con elementos defensivos colocados con precisión, de esmerada construcción y con dominio total del entorno. A unos dos o tres metros de altura del suelo, la piedra cambia de color, de clara a rubia, con una visible diferencia de aparejo. […] En Montealegre, el arco de la puerta de entrada descansa sobre impostas con sofitos biselados en recto. Este elemento se encuentra también en la dependencia análoga del castillo de Ampudia (3), en la bóveda de la planta baja de la torre del homenaje de Trigueros del Valle (Campiña del Pisuerga) y en la Puerta de Toro, de Ureña (Torozos). Este detalle se corresponde con una evolución cronológica muy aproximada, es decir que la imposta biselada plana es anterior a la moldura de media caña (cóncava), como demuestra la torre del homenaje del castillo de Trigueros del Valle. El único motivo decorativo de la época en el castillo de Montealegre, la hoja de vid en los capiteles de la puerta de la torre del homenaje, es semejante a un fragmento conservado en el museo del monasterio de Matallana, donde aparece junto con un escudo de seis roeles. También conecta la construcción de Montealegre con Ampudia, no con el castillo, seguramente en manos enemigas, sino con la Colegiata de San Miguel, en cuya portada se encuentran capiteles tallados con el mismo motivo en un estilo semejante. Es un templo de difícil interpretación, debido en parte al espectacular hundimiento de la nave en 1954, seguido de una reconstrucción dirigida por el arquitecto A. Font de Bedoya. Las obras no violaron el aspecto arqueológico, pero hoy en día es necesario contar con la posible existencia anterior de detalles cruciales para la recuperación de la ya complicada cronología del edificio. Se deben descartar por incompetentes, además, las afirmaciones de la guía publicada de la colegiata: “La parte más antigua parece ser la capilla mayor, cuyo sistema de ventanales y el molduraje de apoyos y nervios la permiten fechar en torno al tercer cuarto del siglo XV. Poco después se edificaría el crucero. En una ménsula de la epístola, un atlante sujeta un escudo ajedrezado, correspondiente a la familia Sarmiento, según indicación de Cooper en el castillo de Villalonso. Tiene que referirse

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a Doña María Sarmiento, casada con el mariscal García López de Ayala, muerta en 1488, la cual indicaría la fecha anterior a la que correspondería este tramo. (4) El motivo de la hoja de vid se encuentra también en el interior de la colegiata, en una columna frente a la puerta de entrada. El conjunto pertenece a un programa de construcción que no se terminó. Es evidentemente anterior a la época de los Ayala, cuyo escudo se ve en la clave de la bóveda del rincón suroeste de la iglesia. Parece ser coetáneo, sin embargo, de dos capiteles que incluyen la representación de un cantero y del escudo que el autor de la guía citada coloca en manos de un atlante, en el mismo lateral sur, de la iglesia, al extremo oriental. No se puede asegurar que se hubieran encontrado siempre en esa posición, aunque esta zona no fue afectada por el colapso de la nave central. Del mismo modo, es razonable suponer que por lo menos sean originarios de la iglesia, y que el lateral sur, al parecer fruto de una campaña de construcción suspendida, anterior a todo lo que corresponde a los Ayala, fuera su paradero indicado. Son indiscutiblemente de un solo escultor. El cantero tiene alas de ángel, con igual tratamiento que las de la figura que sujeta el escudo. No es, desde luego, un atlante, sino otro ángel. Para confirmar la autoría, baste una comparación de la manga del brazo derecho (espectador) en los dos casos. Una fecha bastante precisa para estos ángeles la proporciona la estrecha semejanza con otro más de los restos del tumbo del infante Sancho de Aragón, arzobispo de Toledo. (5) Este fragmento forma parte del zócalo de lo que era la capilla de Santa Cruz en la catedral de Toledo, panteón de sus familiares construido como el tumbo de su tío el arzobispo a instancias de Sancho IV, es decir en la última década del siglo XIII. Llama la atención, en particular, la repetición de la fórmula para representar las plumas de las alas de los ángeles, el pelo del cantero, imitado en la versión toledana, y la forma de la cabeza, repetida en los tres casos. El rostro del cantero parece reproducirse también en una estatua de madera (6), identificada tradicionalmente como del infante Tello de Castilla y Guzmán, conservada en la iglesia de San Francisco, Palencia. En su testamento, redactado en Mérida el 11 de octubre de 1370, dejó la enorme cantidad de 2.000 doblas para su sepultura, extraordinariamente egocéntrica, por cierto, en un sarcófago de plata.

Notas

(1) Parece una injusticia, tal vez típicamente centro castellana, que un cauce fluvial de tan mínimo caudal goce no solo de un nombre, sino de dos: antiguamente era el Angriellos. (2) La célebre broma arquitectónica renacentista que supone la superestructura de la torre del homenaje de este castillo no debe ocultar la gran antigüedad de la mitad inferior del edificio. La puerta de acceso tiene el mismo estilo que la poterna del castillo de Montealegre. Actuaba el cantero: *. (3) Las bóvedas de las dos plantas altas de la torre del homenaje de Ampudia son del tipo que se encuentra en la capilla de los Ángeles (hoy museo) de la catedral de Osma. También tienen los nervios achaflanados como las bóvedas de la galería del castillo de Bellver (Palma de Mallorca) fechado con bastante precisión en el primer cuarto del siglo XIV. En el caso de Ampudia las dovelas de los nervios diagonales son más estrechas, lo que supone que sean de piedra de calidad inferior, o menos confianza en la técnica. Sin que sean necesariamente del mismo cantero, son coetáneas. De no ser las bóvedas de la época de posesión por la Corona, existe la posibilidad de que Juan Núñez de Lara el Menor pudiera valerse de los canteros de su aliado Juan Ascarón, obispo de Osma desde 1296. (4) J.M. PARRADO DEL OLMO, Ampudia, iglesia de San Miguel, Palencia,1991, pág. 10. El escudo de los Sarmiento, desde luego, es de ¡trece roeles! (5) GUTIÉRREZ BAÑOS, F., Las Empresas Artísticas de Sancho IV el Bravo, Valladolid, 1997. El prelado falleció en 21 de octubre de 1275 en la defensa de Martos. Habiendo sido notable derrochador de su hacienda, es poco probable que su sepultura se ejecutara inmediatamente. (6) M.S. PÉREZ RODRÍGUEZ, “Relaciones Anglo-Castellanas entre 13431366”. Publicaciones de la Institución Tello Téllez de Meneses, 59 (1988), págs. 520-521.


NOTICIAS DE HEMEROTECA ALCONADA,

ocho siglos de devoción popular

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Ascen del Valle Torres

ste año en que nos encontramos nos ha recordado la grata noticia de la celebración del “VIII Centenario” de la “Presencia” de la Virgen en nuestras vidas bajo el dulce nombre de Alconada y otros tantos siglos de devoción popular. Ampudia se alegra con tan magna celebración y también los 44 pueblos que en el pasado venían en peregrinación y romería al Santuario. Cada vez que se accede a la Casa de la Virgen cruzando su puerta santa, los devotos perciben que en ella están concentrados los más nobles sentimientos, las situaciones, deseos y estados de ánimo de los que, a través de los siglos, lo visitaron y lo visitan. En el Santuario, están perfectamente ensamblados lo histórico, lo religioso, lo cultural y lo social, completándose con la vistosidad del folklore. En el recinto sacro han sido depositados muchos secretos y el sentido de muchas vidas. Por eso, podemos decir que es testigo fidelísimo de miles de historias personales y colectivas. Es como un libro abierto con numerosas hojas escritas… ¡y por escribir! Mucho fue el sudor y los sufrimientos que conocen sus pétreos muros, cuando allá en el año 1731 sobre los cimientos de una ermita románica, dieron comienzo las obras de edificación del Santuario que se prolongaron a

lo largo de 16 años. Problemas económicos se fueron sucediendo y los ermitaños y cofrades de Nuestra Señora decidieron ir a los pueblos, caminando o en pobres carros, a pedir limosnas de trigo, mosto y moneda. Otros de la provincia y región, también contribuyeron. Así, con gran sacrificio y dedicación de mucha gente de buena voluntad, se levantó el magnífico Santuario que admiramos, adquiriendo carácter Comarcal por lo que se la proclamó a la Virgen de Alconada como “Estrella de Campos”. Peregrinos y romeros en amoroso empeño, fueron llegando cada 8 de septiembre al “Valle de las Fuentes”, en Ampudia, donde según cuenta la tradición, se apareció Ella a un pastor, de nombre Marcos y le dijo: “Ve al clero y ayuntamiento y diles que aquí quiero ser venerada por los fieles”. Cumpliendo este deseo, a lo largo de ochocientos años, miles de peregrinos vinieron caminando, dejando su huella en el paisaje sediento y árido. El día de la fiesta de la Madre, salieron de sus pueblos de madrugada. Hoy, también viene gente mayor, jóvenes y hasta niños que prolongan así, la costumbre heredada de sus antepasados. ¡Cuántas plegarias ha escuchado esta Virgen! ¡Cuántos cánticos, danzas y flores, se han desgranado en su honor! ¡Los caminos por los que transitaron descalzos, rezuman tradición y amor! Son romeros incansables. Peregrinos oferentes que en el regazo de sus madres contempla-

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ron por vez primera la imagen de nuestra Patrona a la vez que se empapaban de cuanto giraba en torno a Ella: romería, verbenas, milagros, himnos, oraciones… es decir, todo cuanto ayudaba a enraizar la identidad personal, familiar y colectiva. Desde hace varias décadas, en el marco de sosiego y oración en que está emplazado el Santuario, tenemos la gran suerte de contar con un Monasterio de Religiosas del Císter. Las Hermanas cuidan del recinto sagrado con mimo y dedicación. Y gracias a su presencia, las bóvedas recogen las oraciones y súplicas que desgranan día y noche en favor de Ampudia, la Comarca y la humanidad. La Virgen de Alconada es toda mirada y oído para atender a cuantos la invocan. “Con su manto nos ha de salvar”, dice el popular Himno por el que se la pide protección, amparo y acogida en el momento de partir de este mundo y aún aquí, en los peligros que acechan.

Los peregrinos de todos los tiempos contemplaron su Imagen con los ojos de la fe y el corazón. La han “mirado”, la “miramos” pero no podemos olvidar que cada vez que levantemos nuestros ojos hacia Ella, la Imagen sagrada permite el “encuentro” de miradas… porque también nosotros, “nos sentimos mirados, vistos, escuchados y bendecidos por Ella”. Con esta certeza, encendidos de fe, seguiremos contribuyendo a que la devoción que se forjó en el calor de los hogares vaya siendo grabada a fuego, es decir, con empeño, ilusión y esperanza en el corazón de nuestros niños y jóvenes. “Ocho siglos, ochocientos años de la presencia de la Virgen en nuestro pueblo”. “Ochocientos años de devoción popular” ¡Feliz Aniversario!


aciรณn del r o m e m n o la c รกtlicos de il f s o t n e Elem lconada A e d n e g ir e la V Aniversario d

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C/ Reoyo. 19 Ampudia de Campos (Palencia)

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