Notas historiográficas sobre Relojería dignas de mención en lengua española

Page 1

Notas historiográficas sobre Relojería

Dignas de mención en lengua española



Observaciones sobre los rodajes especiales (leáse “complicaciones”) 1º - Leo en el tomo III de la Historia de las Matemáticas de Montucla: “Se podía contemplar en Versalles un reloj construido en 1706. Todas las veces que toca las horas, dos gallos situados sobre lo alto del mismo cantan cada uno tres veces y agitan sus alas; al mismo tiempo que unas puertas de doble hoja se abren de cada lado, y dos figuras salen de ellas portando cada una un timbre, a manera de escudo, sobre las cuales dos amantes situados a cada lado del reloj dan alternativamente los cuartos mediante unas mazas. Una figura de Luis XIV sale por medio de toda la decoración. Se ve al mismo tiempo abrirse por encima una nube de la que desciende la Victoria, portando en la mano derecha una corona y que sostiene sobre la cabeza del rey durante el lapso de medio minuto que dura el carrillón, al final del cual Luis XIV se vuelve adentro del reloj, la Victoria remonta, las figuras se retiran, las portezuelas se cierran, las imágenes se vuelven a reunir…, y toca el reloj la hora”. ¡Es mucho trajín para saber qué hora es! Una máquina tal nos parece ridícula. Estamos saturados de Mecánica; no exigimos ya que a cada hora se abran y se cierren las nubes. Sabemos que estos gestos se obtienen mediante simples mecanismos, para los que es suficiente el multiplicarlos para realizar una maravilla más aparente que real. No es más difícil abrir diez puertas a la vez, que una sola, de hacer tocar las horas por unos amantes, que por una palanca al desnudo, o de mostrar a Luis XIV en lugar de una cabeza de muñeco de feria : todo esto nos parece un mero juego de niños que se enorgullecen en acumular mecanismos. A nuestros antepasados les divertían estas máquinas. El siglo XVIII nos ha legado recopilaciones enteras en las que domina el nombre de Vaucanson. ¡Felizmente Vaucanson desempeñó oficios mecánicos! Toda vez es preciso, no despreciar en demasía estos juegos de niños que eran maestros. Sería tanto como imitar al zorro de la fábula. No se fabrican ya estas máquinas complicadas porque hacía falta mucha habilidad y tiempo para hacerlas. ¿Dónde se hallaría hoy el obrero capaz de imaginarlas y de construirlas? Corresponden a un ideal extinguido; se trata de obras maestras de las que se enorgullecían los maestros. Hoy en día los maestros tienen otras preocupaciones. No es mi intención el blasfemarles; pero mediante nuestra división del trabajo, es menos costoso y más seguro el comprarse una muestra nueva que de hacer reparar una estropeada. Si el relojero capaz de recomponer una muestra es prácticamente imposible de encontrar, no esperemos hallar alguno capaz de construir un péndulo planetario;


2º- Además el interés práctico de la relojería complicada decrece día a día. Las muestras con sonería eran excelentes cuando, para saber la hora de noche, había que empezar por sacudir el mechero. Pero es que además de que en nuestros días es más sencillo accionar el conmutador o hasta encender una cerilla, antes de decidir hacer sonar nuestro cronómetro, existen muestras con esferas luminosas. En lo que a los invidentes respecta, saben palpar las agujas y leen así la hora tanto si es de día como si es de noche. Las muestras de cuantésimo (o día del mes) se dicen de explorador, y no sé por qué. Cada cual reconocerá que es fácil el olvidarse del cuantésimo y hasta del nombre del día que es. Pero si nos hallamos entre matorrales, les puedo asegurar que por otras 36 razones recordaremos la fecha y el día de la semana, aunque fuere suputando desde la fecha de partida y la de llegada. Si se está explorando, se lleva al día un carnet de observaciones: la fecha y el día que es, se encontrarán consignados en el encabezado de las páginas. Si se es colono, las fechas de los correos bien servirán de jalones. Y por último si se vive en… Tolosa, los periódicos ya se encargan de recordarle con harta profusión este tipo de contingencias. Las muestras con despertador tienen algo bueno. Pero es que además de hacer un estruendo capaz incluso de despertar a los que no están durmiendo, le despiertan a uno ya eléctricamente en los hoteles. No hablemos ya de muestras a ocho días: se olvida uno más fácilmente de dar cuerda a la muestra una vez a la semana que cada día. Las muestras perpetuas que se dan cuerda por sí solas al caminar (con un cuarto de hora es suficiente, al decir de los catálogos), complican harto inútilmente el mecanismo… y la existencia. Abreviando, todas estas muestras especiales no son más que juguetitos para gerifaltes árabes, reyes negros, o sino para nuestro buen amigo Marius Tartarin cuando quiere epatar al prójimo en el Café del Comercio. Es preciso no obstante el admitir que los reyes negros y Marius las consumen con gran profusión, al no ser excesivos sus precios. Se tiene por 30 francos una muestra que da los cuantésimos y las fases de la Luna (veremos más adelante con qué aproximación), o también los cuantésimos y los días de la semana. Si decidimos subir hasta los 45 francos, nos da los cuantésimos, los meses, los días de la semana y las fases de la Luna: es la muestra idónea para Robinson Crusoe. Por 65 francos, se encuentra un “cronómetro” con sonería. Y finalmente por 18, se puede disfrutar del servicio de un despertador. No añadiré nada más a lo que he dicho de la sonería condadesca con rastrillo y del despertador matinal, hallándose estos mecanismos de forma reducida en las muestras. Daré solamente sobre algunos mecanismos las razones que me parecen educativas.


Para la consideración de aquellos que se pregunten para qué sirven de nuestros días estos mecanismos, transcribo de Berthoud las líneas siguientes: “Soy consciente de que el conocimiento de toda suerte de mecanismos es de ayuda en muchas otras construcciones para que produzcan ciertos efectos, aunque no tengan sin embargo relaciones aparentes con aquello que fecundó la primera idea”. Como Berthoud no era profesor en la Sorbona, sino relojero, se tendrá a bien el perdonarle su sentido común. Enrique Bouasse(1920) .


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.