La naturaleza de la tiranía: "La tiranía y la religión",

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La tiranía y la religión

La mayoría de los sabios interesados en la historia natural de las religiones coinciden en que la tiranía religiosa engendra tiranía política. Sin embargo, algunos dicen que no se da tal parentesco y que ambas son hijas de un padre que sería la dominación y de una madre que sería la vanidad. O dicen que ambos despotismos son dos gemelos forzudos a quienes une la necesidad de cooperar para humillar al ser humano. Ambos tienen en común su carácter dominante; el uno, en el reino de los cuerpos; el otro, en el mundo de los corazones. Los juicios de los unos y los otros son certeros en lo que se refiere al significado de antiguas leyendas y de la parte histórica de la Torá y sus epístolas añadidas en los Evangelios, pero están errados en lo que concierne a las partes didácticas y morales que hay en unas y otras. También se equivocan al afirmar que el Corán vino para apoyar la tiranía política. No puede ser una excusa decir que «no conocemos los pormenores del Corán porque tiene una retórica que es abstrusa para nosotros y porque desconocemos las razones por las que sus aleyas fueron reveladas», como tampoco es pretexto decir que «nos limitamos a construir nuestras conclusiones basándonos en indicios de que, entre los musulmanes, desde hace siglos hasta hoy en día, los tiranos se sirven de la religión». Quienes esto han escrito dicen que los preceptos religiosos, incluyendo los de los libros sagrados, llaman a la humanidad a temer una fuerza enorme y grandiosa cuya esencia las mentes no pueden ni concebir; una fuerza que amenaza al ser humano con cualquier desgracia, ya sea solo en esta vida ௅como sucede con el budismo y el judaísmo௅, ya sea en ambas ௅como pasa con los cristianos y el islam௅; una amenaza estremecedora que doblega los cuerpos y desconcierta las mentes hasta hacerlas caer en el trastorno y la indolencia. Dicen 49


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que las enseñanzas religiosas son las puertas que sirven para rehuir esos temores y escapar hacia un bienestar duradero. Sin embargo, tales puertas son guardadas por brahmanes, sacerdotes y otros clérigos que no permiten a la gente franquearlas si previamente no les ha rendido pleitesía, si no les ha hecho alguna ofrenda o no ha pagado el precio del perdón. Y tanto es así que, hasta en algunas religiones, estos guardianes demoran a su antojo el reencuentro de las almas con su Señor mientras estas no abonan derechos de paso hacia el descanso eterno o pagan bulas para librarse del purgatorio. Esas personas que dominan las religiones, ¡cómo atemorizan a la gente con la ira divina! ¡Cómo le prometen librarse de las desgracias y tormentos infligidos por Dios! Y lo hacen para, a continuación, indicarles que no hay posibilidad alguna de salvación ni más amparo que el ofrecido por los habitantes de las tumbas, quienes, debido a su familiaridad con Dios ௅por no decir hasta influencia sobre Él௅, tienen el poder de resguardar a la gente de la cólera divina. Dicen que los políticos también erigen su tiranía sobre cimientos de este estilo, pues atemorizan a la gente con su omnipotencia personal y su perceptible engreimiento. La humillan con la opresión y la fuerza, y la despojan de sus bienes para así garantizar su sumisión y lograr que obre en provecho de ellos. La explotan como si fuera un tipo más de ganado, para beber su leche, comer su carne y sobre sus lomos montar con petulancia. Consideran que la semejanza en constitución y efectos que existe entre la tiranía religiosa y la política hace que, por ejemplo, en Francia ௅fuera de París௅ ambas actúen juntas como si fueran dos manos en perfecta coordinación. Esa misma similitud hace que, por ejemplo, en Rusia, ambas tiranías no se distingan en su función. Es como si fueran la pluma y el papel que registran el infortunio de las naciones. Afirman que esta complementariedad entre ambas fuerzas es tan arrolladora para las gentes del común ௅las cuales son la mayoría de los mortales௅, que acaban por no distinguir entre el dios al que se adora con justicia y el tirano al que uno se somete a la fuerza. Ambos se confunden en el fondo de sus mentes, en el sentido de que ambos merecen de manera parecida la máxima honra, y ambos


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estån eximidos de responsabilidad o de reproche. Así pues debido al abismo existente entre la excelsitud del tirano y la baja condición de la gente, esta no se considera con el derecho de controlar al dÊspota. En otras palabras, el pueblo llano establece, en ciertas situaciones y con determinadas denominaciones y atributos, una asociación entre el Todopoderoso y aquel que los esclaviza. Por ejemplo, la gente no puede distinguir al Supremo Hacedor de la persona que la gobierna, no ve diferencia entre Aquel que es incuestionable, y el irresponsable que los domina; entre Quien hace el Bien, y quien detenta los bienes; entre el Excelso, y el que aspira a la excelsitud. Por ello las gentes adoran a los opresores como si adoraran a Dios, llegando incluso a venerar a los tiranos mås que al mismo Dios, porque, en la medida en que Él es pausado y generoso, su castigo nunca es inmediato, mientras que las venganzas del tirano son råpidas y expeditivas. Y dado que las mentes del común solo conciben lo que perciben ௅como suele decirse௅, sus actos casi siempre responden a lo palpable y lo visible, hasta el punto de que no sería errado afirmar que, si no fuera por lo que esperan lograr de Dios y la atrición que en ellos despierta para todo lo referido a sus asuntos mundanos, ni rezarían ni ayunarían. Si no fuera por sus apremiantes esperanzas, preferirían recitar letanías a leer el Corån, y preferirían no invocar a Dios tanto como lo hacen a los santos que tienen mås a mano. Tal situación es la que condujo a algunos tiranos en las decadentes naciones de la Antigßedad a revestirse de divinidad. Eso sí, en diferente grado, según fuera la disposición de sus súbditos. Incluso se dice que no ha existido hasta ahora ni un solo dÊspota en lo político que no haya adoptado para sí un atributo sagrado que lo vinculara a Dios o que le otorgara un parentesco con Êl. No ha sido infrecuente que se rodeara de personas del clero para que lo ayudaran a oprimir al pueblo en el nombre de Dios. Como tampoco ha sido raro que la tiranía recurriera a fragmentar las naciones en comunidades y sectas enemistadas entre sí, en continua pugna las unas con las otras. El objetivo de tal cosa fue debilitar a la nación y hacer que, una vez despejada la atmósfera por el viento, la tiranía pudiera anidar e incubar. Esta es la política de los ingleses en las


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colonias, la cual no se sustenta más que en la división interna instalada entre sus habitantes, y en los enfrentamientos a muerte por diferencias religiosas y sectarias. Los tiranos, como los hijos de David o Constantino, propagaron la religión entre sus súbditos. El español Felipe II y el inglés Enrique VIII impusieron la fe recurriendo incluso a la Inquisición. Si en el islam, los fatimíes o los sultanes de Persia se apoyaron en extremistas sufíes y construyeron mausoleos para ellos, lo hicieron para valerse de la adulteración de la fe y aprovecharse de algunas personas crédulas con el objetivo de oprimir a los más desgraciados. Nada hay más conveniente para el interés del tirano, que la gente acepte sus normas y sentencias con completa sumisión, sin discusión ni debate alguno, porque lo que desea es formar una nación en la que la gente acate sus órdenes de esa manera. Con ese exacto objetivo, muchas veces procuran sustentar sus órdenes, sobre el asunto que sea, en las normas de la religión. Se afirma que entre las tiranías política y religiosa existe una relación indeleble. En una nación, cuando la una aparece o desaparece, también lo hace su compañera. De la misma manera que cuando la primera se debilita, también lo hace la segunda. Dicen que de ello existen muchísimas pruebas en todo tiempo y en todo lugar. Además, argumentan que la religión es más influyente que la política, bien para reformar, bien para corromper. Como ejemplo ponen a los sajones, es decir, a los ingleses, los holandeses, los americanos y los alemanes, que se adhirieron al protestantismo, ya que su liberación religiosa influyó en la reforma política y en la ética más de lo que lo hizo la libertad política absoluta de los pueblos latinos, es decir, los franceses, los italianos, los españoles y los portugueses9. Los ensayistas políticos más perspicaces son unánimes al afirmar, basándose en la historia y sus investigaciones, que no existe ninguna nación, familia o persona que, habiendo llevado su religión hasta el extremo, 9 Hay que tener presente que, en la época en la que fue escrita esta obra, al-Kawákibi era plenamente consciente de los movimientos políticos liberales que se habían vivido a lo largo del siglo XIX en los pueblos mediterráneos que se mencionan.


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es decir, habiéndose fanatizado, no haya arruinado su mundo y buscado su propia perdición. En resumidas cuentas, todos los observadores políticos ven que la política y la religión caminan del brazo, pero consideran que reformar la religión es la manera más sencilla, más sólida y viable de reformar la política. Quizá, los primeros que siguieron este camino, es decir, el de usar la religión para reformar la política, fueron los sabios griegos, pues se las ingeniaron para hacer que sus tiránicos reyes restauraran la diversidad de dioses para, de esa manera, lograr que aceptaran la diversidad política. La diversidad de dioses la tomaron de los asirios y a continuación la combinaron con ciertas leyendas. De este modo, crearon un dios para la justicia, otro para la guerra, otro para las lluvias, y otros para otras cosas. Y también establecieron otorgar al dios de dioses el derecho a inspeccionar los actos de los dioses menores y a arbitrar en sus disputas. Una vez instaurada tal creencia en las mentes de las gentes, gracias a una exultante magnificencia y una atractiva retórica, fue fácil para esos sabios incitar a las gentes a que exigieran a sus déspotas apearse de su pedestal, y reclamar que la gestión de la tierra fuera como la del cielo, con lo que los reyes no tuvieron más remedio que plegarse a regañadientes a tales demandas. De esta magnífica manera, los griegos lograron establecer las repúblicas de Atenas y Esparta. Y lo mismo hicieron los romanos. Este ejemplo antiguo sigue siendo hasta ahora una referencia para el reparto de las funciones del poder administrativo en los gobiernos monárquicos y republicanos de todo género. Sin embargo, esta vía, la de la diversidad de dioses, además de ser absurda en sí misma, condujo a una reacción que resultó muy perjudicial, porque abrió la puerta de par en par a que impostores de todos los estratos de la sociedad se arrogaran alguna de las características propias de la divinidad, como, por ejemplo, ciertos rasgos de santidad o comportamientos pretendidamente espirituales. Antes de que esto sucediera, no se habían atrevido a semejantes cosas más que ciertos tiranos, como Nemrod para hacer frente a Abraham, o el faraón para hacer frente a Moisés. Más tarde, también lo hicieron los


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DO EiGLUL10

brahmanes, y los sufíes. Muchos aspectos de la naturaleza humana facilitan que se dé esta perversión, pero nuestro ensayo no es el lugar adecuado para analizar este asunto. El hecho es que esa inmoralidad se extendió hasta el punto de generalizarse, con lo que se formó un verdadero ejército de fanáticos al servicio de los tiranos. La Torá hizo que las cosas se movieran. Libró a las gentes de la indolencia derivada de la sumisión, después de que llegaran al extremo de dejar la lucha por sus intereses en manos de Dios y su Profeta. La Torá puso orden tras todo un caos de ensoñaciones. Suprimió la creencia en la diversidad de dioses y así, por ejemplo, reemplazó los nombres de los dioses por denominaciones de ángeles. Sin embargo, los reyes de Israel no se sintieron satisfechos con el monoteísmo y lo corrompieron. Más tarde, el Evangelio trajo el néctar de la paz y la benevolencia a unos corazones abrasados por el fuego de la crueldad y la tiranía. Vino también para apoyar la norma del monoteísmo, pero los primeros evangelizadores fueron incapaces de hacer comprender a esos pueblos decadentes, que se habían apresurado a aceptar el cristianismo antes que las naciones más elevadas, el sentido figurado de la idea de Padre e Hijo, la cual expresa algo que la razón no puede aceptar más que como una metáfora. Lo mismo sucedió con la cuestión del destino, que el islam heredó en su forma más filosófica de las religiones de la India y los mitos griegos. Las naciones recibieron las conceptos de Padre e Hijo en su sentido literal de parentesco, porque era el más próximo a su rudimentario entendimiento, para el cual resultaba complicado tratar con lo extrasensorial, y porque ellos albergaban la creencia de que algunos de sus primeros tiranos eran hijos de Dios. Para ellos se les hizo cuesta arriba creer que Jesús ௅la paz sea sobre él௅ pudiera no tener como característica el rango de aquellos reyes. Más tarde, cuando el cristianismo se expandió y a él se adhirieron gentes diversas, se revistió de unos ropajes que no eran los suyos, como sucedió con todas las religiones que lo precedieron. Se extendió con las epístolas de San Pablo y otras similares, y se mezcló con los usos y 10 En árabe, DO EƗGLUƯ. Parece tratarse de un calco del nominativo plural de la palabra latina SDWULXV, probablemente con el sentido de «sacerdotes» o «padres».


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ritos paganos de los romanos y los egipcios, que antes se habían sumado a las ceremonias de los israelitas. También se fundió con elementos extraídos de algunos mitos y leyendas, y con aspectos del boato propio de reyes y otros gerifaltes. Así, el cristianismo empezó a exaltar a los sacerdotes hasta el punto de hacer creer que eran vicarios de Dios, que eran infalibles y tenían el poder de legislar, lo cual rechazaron posteriormente los protestantes, es decir, aquellos que deseaban volver a los preceptos originales del Evangelio. Después, llegó el islam para enmendar al judaísmo y al cristianismo. Partiendo de la sabiduría y la determinación, y eliminando por completo la diversidad de dioses, consolidó los principios de la libertad política con una fórmula a medio camino entre la democracia y la aristocracia. Instituyó el monoteísmo y abolió cualquier poder religioso u opresión que dominara cuerpos o almas. Impuso una ley acorde con su sabiduría, integral y válida para cualquier época, pueblo o lugar. Creó una ciudad excelsa y propia11 y dio a luz un gobierno como el de los Califas Ortodoxos, sin parangón posterior entre los humanos, ni siquiera entre los musulmanes que los sucedieron, a excepción de algunos casos aislados como el de Umar ben Abdelaziz, al-Muhtadi al-Abbasi, o Nureddín al-Shahid12. Esos Califas Ortodoxos comprendieron a la perfección el sentido y el alcance del Corán, pues había sido revelado en su lengua. Siguiendo sus enseñanzas y adoptándolo como guía, crearon un gobierno que tomaba decisiones fundadas en la equidad, en relación con ellos mismos o con los más pobres de la nación, ya fuera en momentos de prosperidad o de adversidad. Imbuyeron a los musulmanes unos sentimientos de hermandad y unos vínculos de comunidad casi inexistentes entre hermanos mantenidos por un mismo padre o criados por una misma madre. Además, asignaron a cada individuo una función personal, 11 Aparente alusión a la ciudad de Medina, cuyo nombre anterior al islam era Yazrib. 12 En el primer caso se trata del califa omeya Umar II (m. 720), conocido en la historia del islam como un prototipo de gobernante justo; en el segundo, del decimocuarto califa abbasí, muerto en 870 y conocido como «el Bien Guiado por Dios»; y en el tercero, del gobernador de Alepo en época abbasí, apodado «el Justo».


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familiar y nacional propia. Sin embargo, a pesar de que tan excelso modelo de gobierno habĂ­a sido establecido por el profeta Mahoma, no fue seguido mĂĄs que por Abu Bakr y, luego, por Umar13, porque a continuaciĂłn empezĂł a degradarse. Desde la ĂŠpoca de UtmĂĄn14, la naciĂłn islĂĄmica no ha dejado de buscarlo y de aĂąorarlo. Y el lamento durarĂĄ hasta el DĂ­a del Juicio si antes no se da cuenta de que es necesario sustituir lo que ahora tiene, por un modelo polĂ­tico basado en el consenso, es decir, por ese modelo al que tendieron algunas naciones de Occidente, esas naciones de las que con certeza podrĂ­amos decir que se han beneficiado del islam mĂĄs que los propios musulmanes. El Sagrado CorĂĄn estĂĄ cargado de enseĂąanzas letales para la tiranĂ­a, pues las historias que lo componen fomentan la justicia y la equidad. Entre ellas estĂĄ lo que BalquĂ­s, reina de Saba y de los ĂĄrabes de Tubba, dijo al dirigirse a los dignatarios de su pueblo: ÂŤ'LMR HOOD ¾£'LJQDWDULRV ÂŁ$FRQVHMDGPH HQ PL DVXQWR 1R YR\ D GHFLGLU QDGD VLQ TXH VHiLV YRVRWURV WHVWLJRVÂś 'LMHURQ Âľ3RVHHPRV IXHU]D \ SRVHHPRV JUDQ YDORU SHUR D WL WH WRFD RUGHQDU ÂŁ0LUD SXHV TXp RUGHQDV Âś 'LMR HOOD Âľ/RV UH\HV FXDQGR HQWUDQ HQ XQD FLXGDG OD DUUXLQDQ \ UHGXFHQ D OD PLVHULD D VXV KDELWDQWHV PiV SRGHURVRV $Vt HV FRPR KDFHQ’15. Esta historia enseĂąa lo apropiado que resulta para los reyes pedir consejo a los dignatarios, es decir, a sus sĂşbditos mĂĄs principales, y no comprometerse con una orden sin consultar previamente la opiniĂłn de estos. TambiĂŠn incide en la necesidad de mantener el poder en manos de los sĂşbditos y de que los reyes sean solo los ejecutores de la voluntad de estos. AdemĂĄs, muestra la importancia de que respeten con toda lealtad las Ăłrdenes que los sĂşbditos les impongan, y el que estos tengan la facultad de afear el proceder de los reyes que se comporten de un modo tirĂĄnico. En este mismo sentido va lo que el CorĂĄn cuenta sobre MoisĂŠs ௅la paz sea sobre ĂŠl௅ y el faraĂłn: ÂŤ/RV GLJQDWDULRV GHO SXHEOR GH )DUDyQ GLMHURQ Âľ6t HVWH HV XQ PDJR HQWHQGLGR 4XLHUH H[SXOVD 13 Los dos primeros califas del islam. 14 Tercero de los Califas Ortodoxos. 15 CorĂĄn, 27, 32-34.


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Es decir, los dignatarios se consultaron los unos a los otros preguntando ÂŤÂżquĂŠ opinĂĄis?Âť, antes de dirigirse al faraĂłn para comunicarle su parecer: ÂŤÂŁ'DOHV ODUJDV D pO \ D VX KHUPDQR \ HQYtD D ODV FLXGDGHV D DJHQWHV TXH FRQYRTXHQ TXH WH WUDLJDQ D WRGR PDJR HQWHQGLGR œ17. Sus deliberaciones fueron descritas de la siguiente manera: ÂŤ/RV PDJRV GLVFXWLHURQÂŤÂť, es decir, dieron su opiniĂłn, ‌ HQWUH Vt VREUH VX DVXQWR \ PDQWXYLHURQ VHFUHWD OD GLVFXVLyQÂť18. Es decir, dado que sus discusiones en pĂşblico no habĂ­an conducido a un acuerdo, deliberaron en secreto, a la manera de lo que ahora acontece en las diversas asambleas consultivas19. De acuerdo con lo que antecede, no ha lugar para decir que el islam se apoya sobre la tiranĂ­a, ya que lo hace sobre cientos de aleyas como estas que desmienten tal cosa. Por ejemplo: ÂŤ&RQV~OWDOHV VREUH HO DVXQWRÂť20, es decir, sobre las cosas importantes. O, ÂŤÂŁ&UH\HQWHV 2EHGHFHG D 'LRV REHGHFHG DO (QYLDGR \ D DTXHOORV GH YRVRWURV TXH WHQJDQ DXWRULGDGÂť21, o lo que es lo mismo, a los de mayor juicio y peso entre vosotros, o en otras palabras, los sabios y los jefes, segĂşn ha interpretado la mayorĂ­a de los exegetas; o en tĂŠrminos mĂĄs polĂ­ticos, los prĂłceres. La siguiente aleya apoya tambiĂŠn esta idea: ÂŤ< OD RUGHQ GH )DUDyQ QR HUD VHQVDWDÂť22, es decir, que no tenĂ­a sabidurĂ­a sobre ese asunto. Esta idea estĂĄ tambiĂŠn respaldada por el siguiente hadiz: ÂŤ0L JXtD [es decir, ‘en quien busco consejo’] HQWUH ORV DUFiQ JHOHV HV *DEULHOÂť. Y no es extraĂąo que, para muchos, la expresiĂłn ZDOL DO DPU23 haya perdido su autĂŠntico sentido, por causa del extravĂ­o de los teĂłlogos que, siendo cĂłmplices de los tiranos y deformando 16 LEtGHP, 7, 109-110. 17 LEtGHP, 7, 111-112. 18 LEtGHP, 20, 62. 19 Asambleas denominadas PDáOLV DO ĂŁÇŒUD. 20 CorĂĄn, 3, 159. 21 LEtGHP, 4, 59. 22 LEtGHP, 11, 97. 23 Es decir, ÂŤquien tiene autoridadÂť.


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el discurso, pasan por alto que el Corån aùade24 a ZDOL DO DPU la expresión PLQNXP (entre vosotros), es decir, los creyentes. Esto impide a los musulmanes darse cuenta de que los tiranos no respetan la revelación divina al gobernar, y les impide captar que cuando el Corån dice: 'LRV SUHVFULEH OD MXVWLFLD25, se refiere a la igualdad, o cuando dice 'LRV RV RUGHQD TXH >@ FXDQGR GHFLGiLV HQWUH ORV KRPEUHV OR KDJiLV FRQ MXVWLFLD26, se refiere a la equidad. De ahí pasamos a la aleya que dice: 4XLHQHV QR GHFLGDQ VHJ~Q OR TXH 'LRV KD UHYHODGR HVRV VRQ ORV LQILHOHV27, de la que se concluye que no debe obedecerse a los tiranos, por mucho que algunos alfaquíes cómplices digan que es necesario hacerlo. Y dicen esto para evitar una sedición de la que serían víctimas los de su calaùa. Lo mås curioso es que tienen la osadía de nublar el entendimiento de la gente sobre la adecuada manera de entender el verbo ordenar en la siguiente aleya: &XDQGR TXHUHPRV GHVWUXLU XQD FLXGDG RUGHQDPRV D VXV ULFRV TXH VH HQWUHJXHQ HQ HOOD D OD LQLTXLGDG (QWRQFHV OD VHQ WHQFLD FRQWUD HOOD VH FXPSOH \ OD DQLTXLODPRV28. Se ve que a ellos no les importa atribuir a Dios la orden de corromper‌ ¥Que Dios estÊ por encima de esto! Sin embargo, el verdadero sentido aquí de la palabra DPDUQD (ordenamos) aflora cuando se vocaliza de otra manera29: sustituyendo la segunda a por una i o reduplicando la m, con lo que la frase mås bien significaría: otorgamos autoridad a quienes viven en la opulencia para que corrompieran a su ciudad. En otras palabras, hicimos que oprimiesen a su gente, y de esa manera se hiciesen merecedores de tormento o, mejor dicho, de que Dios les infligiera tormento. 24 Corån, 4, 59. 25 LEtGHP, 16, 90. 26 LEtGHP, 4, 58. 27 LEtGHP, 5, 44. 28 LEtGHP, 17, 16. 29 En årabe, es habitual no escribir las vocales breves de las palabras, y escribir las consonantes y las vocales largas. De la misma manera, tampoco suelen escribirse las reduplicaciones de las consonantes, por lo que una misma palabra puede ser leída de diferentes maneras en función de las vocales que se le atribuyan o de sus eventuales reduplicaciones consonånticas.


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Pero aún mås curioso es que otorgaran a la palabra justicia un significado meramente formal relacionado con el de sentencia, en conformidad con lo que dicen los alfaquíes. Y tanto es así, que la palabra justicia ya no tiene otro significado. Sin embargo, la justicia es el idioma de la igualdad, por lo que la justicia no puede entenderse mås que como la igualdad entre las personas. Tal es el significado de esta aleya: 'LRV SUHVFULEH OD MXVWLFLD30. El mismo significado tiene la palabra talión en esta aleya: 7HQpLV HQ HO WDOLyQ XQD YLGD. Aquí no se refiere de modo estricto al ojo por ojo, que tan presto surge en las mentes de los cautivos de la tiranía. Estos ignoran que, en la religión, la igualdad ocupa un lugar que trasciende el de comparecer ante un juez. Al enumerar los casos de aquellos cuyo testimonio es inaceptable por causa de su iniquidad, los alfaquíes han mencionado incluso ¥a quienes comen mientras caminan por los zocos! Pero el diablo de la tiranía hizo que se olvidaran de considerar impíos a los príncipes opresores y de considerar vålido su testimonio. Podría disculparse el silencio de los alfaquíes si estos denigraran a los opresores por otros medios, pero no tienen excusa alguna cuando deforman el sentido de esta aleya: £>2V SLGR@ TXH FRQVWLWX\iLV XQD FRPXQLGDG TXH OODPH DO ELHQ RUGHQDQGR OR TXH HVWi ELHQ \ SURKLELHQGR OR TXH HVWi PDO 4XLHQHV REUHQ DVt VHUiQ ORV TXH SURVSHUHQ31. Deforman la aleya para interpretar que el deber es solo colectivo y que no ataùe al individuo. Con ello se pretende que los musulmanes se controlen los unos a los otros, y que no exista una facción encargada de vigilar a los gobernantes, como tiende a hacerse en las naciones que avanzan por el buen camino. En ellas han designado a unos grupos llamados congreso de diputados cuya función es controlar y vigilar la administración pública: la política, las finanzas, las leyes‌ Esa ha sido la manera con la que se libraron de la desdicha de la tiranía. ¿No es este control, esta vigilancia, mås significativa que el control que se establece sobre los individuos? ¥QuiÊn sabe de dónde sacaron los alfaquíes al servicio de la tiranía la costumbre de santificar a unos gobernantes que no responden 30 Corån, 16, 90. 31 LEtGHP, 3, 104.


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ante nadie! Lo cierto es que los alaban cuando imparten justicia, que son pacientes cuando estos oprimen, y que consideran toda oposiciĂłn al dĂŠspota como un agravio que legitima el derramamiento de sangre. ÂĄAy, Dios mĂ­o, los tiranos y sus cĂłmplices han convertido tu religiĂłn en algo distinto de lo que Dios revelĂł! ÂĄOh, SeĂąor, tĂş eres el Ăşnico ser soberano y omnipotente! Tampoco tienen disculpa aquellos sufĂ­es a quienes las mercedes de las que disfrutan sus cofradĂ­as les llevan a decir: ÂŤEl Gran Emir no es sino un santo. No hay orden alguna dictada por ĂŠl que no haya sido inspirada por Dios. Aparentemente despacha por sĂ­ mismo los asuntos, pero en secreto tiene el conocimiento de todo un maestro sufĂ­. ÂĄGloria a Dios y a su indulgencia!Âť. En efecto, si no fuera por la indulgencia de Dios, a los ĂĄrabes ya se los habrĂ­a tragado la tierra. Les mandĂł un enviado que era de los suyos y estableciĂł para ellos el mejor gobierno jamĂĄs creado bajo el siguiente principio bĂĄsico: ÂŤ&DGD FXDO HV SDVWRU GH Vt PLVPR SHUR WDPELpQ UHVSRQVDEOH GH VX UHEDxRÂť32. Es decir, que cada uno de vosotros es soberano, pero tambiĂŠn responsable de la naciĂłn. Esta frase, de las mĂĄs sublimes y elocuentes jamĂĄs pronunciadas por un legislador polĂ­tico antiguo o moderno, fue deformada por los hipĂłcritas, que cambiaron su sentido literal y comĂşn para proclamar que el musulmĂĄn es guardiĂĄn y responsable solo de su familia. TambiĂŠn desfiguraron el sentido de esta aleya: ÂŤ/RV FUH\HQWHV \ ODV FUH\HQWHV VRQ DPLJRV ORV XQRV GH ORV RWURVÂť33, para pregonar que la amistad, la afinidad, viene dada solo por compartir el testimonio de la fe, y no por algo mĂĄs general. Con distorsiones como esta, fue como los hipĂłcritas alteraron la religiĂłn y nublaron las mentes, hasta el punto de hacer que el deleite de la independencia y el orgullo por la libertad cayeran en el olvido. Incluso lograron que pareciera incomprensible el hecho de que una naciĂłn pudiera gobernarse a sĂ­ misma sin un soberano todopoderoso. Se dirĂ­a que los musulmanes no hubieran prestado oĂ­dos a lo dicho por el Profeta, la paz sea sobre ĂŠl: ÂŤ/DV SHUVRQDV VRQ LJXDOHV 32 Se trata de un hadiz. 33 CorĂĄn, 9, 71.


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HQWUH Vt FRPR ORV GLHQWHV GHO SHLQH 8Q iUDEH QR HV PiV YLUWXRVR TXH XQ H[WUDQMHUR VL QR HV PiV WHPHURVR GH 'LRVÂť. Este es uno de los hadices mĂĄs atinados que existen, debido a su enorme sabidurĂ­a y porque explica muy bien la siguiente aleya: ÂŤ3DUD 'LRV HO PiV QREOH GH HQWUH YRVRWURV HV HO PiV WHPHURVRÂť34. Es decir, Dios, desde su excelsitud, considera que la nobleza de sus siervos es la misma, ya sean creyentes o infieles: ÂŤ+HPRV KRQUDGR D ORV KLMRV GH $GiQÂť35. No obstante, considera mĂĄs dignos a los mĂĄs rectos. Desde el punto de vista lingßístico, ser ÂŤtemerosoÂť no significa ser un beato, como la gente tiene por cierto a tenor de lo que dicen los ulemas de la tiranĂ­a. Estos interpretan que el temor a Dios se refiere a las cosas de este mundo, y no a la otra vida, cuando, muy al contrario, ÂŤtemorÂť significa ÂŤser precavidoÂť, alejarse de la vileza temiendo el castigo de Dios. De ahĂ­, el contenido de la mencionada aleya (ÂŤSDUD 'LRV HO PiV QREOH GH HQWUH YRVRWURV HV HO PiV WHPHURVRÂť), y tambiĂŠn el dicho de que las mejores gentes son las que mĂĄs se apartan de sus pecados y sus nefastas consecuencias. De lo que antecede, queda de manifiesto que el islam, puesto que elimina todo sometimiento, se asienta sobre los principios de la libertad, gobierna con justicia y equidad, con igualdad y fraternidad, e incita a la bondad y a la concordia. El principio de su gobierno es la VKXUD aristocrĂĄtica, es decir, la consulta entre los notables de la naciĂłn, que se baten entre sĂ­ usando la mente y no la espada. En la base de la administraciĂłn pĂşblica se sitĂşa la elaboraciĂłn de las leyes de un modo democrĂĄtico, o como mĂĄs tarde se denominarĂĄ, socialista. En la era del Profeta ௅la paz de Dios sea sobre ĂŠl௅ y en la de los Califas Ortodoxos, se aplicaron tales principios en su versiĂłn mĂĄs perfecta y precisa. Es sabido que el islam no admite ninguna interferencia de la religiĂłn en lo que no sea la doctrina religiosa establecida, en la que se incluyen las normas bĂĄsicas de legislaciĂłn, cuyo nĂşmero no llega ni a cien y que sirven para guiar de la mejor manera a los legisladores de ayer y de maĂąana. Sin embargo, ÂĄoh dolor!, esta religiĂłn, libre, sabia, fĂĄcil y magnĂĄnima, que se muestra tan superior 34 LEtGHP, 49, 13. 35 LEtGHP, 17, 10.


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ante los credos precedentes, que suprimió ataduras y grilletes y erradicó la discriminación y la tiranía, es una religión que ha sido corrompida por los ignorantes, por aquellos que, apartándose de la sabiduría del Corán, la han sepultado en la vergüenza. Es una religión que ha perdido el referente de los píos compañeros del Profeta y de los sabios más bondadosos, lo que permite ir contra ella a los tiranos y a los aspirantes a tales; una religión que estos tomaron como medio para disgregar la palabra de Dios y fragmentar la nación. Estos opresores utilizaron el islam como instrumento en sus pasiones políticas, y con ello echaron a perder las virtudes de la fe. Confundieron a las gentes del islam con complicaciones y severidades distorsionantes, introduciendo en la religión elementos que le eran ajenos, como antes habían hecho los mandamases de las religiones más extendidas. Acabaron por convertir nuestra fe en un credo confuso donde las gentes imaginan que todo lo que cualquier farsante pueda meter entre las pastas de un libro atribuyéndolo al islam, es parte de él. De acuerdo con su visión, solo quien no tiene relación con la vida mundana puede cumplir con los deberes, la cultura y otras cosas del islam. Es más, conforme con ello, ni siquiera la vida entera de una persona longeva y ociosa sería suficiente para aprender qué es el islam. Esa persona sería incapaz de distinguir lo verdadero de lo falso en este cúmulo de prolijas opiniones cuya discusión y debate se prolonga siempre de manera interminable. Se trata de polémicas que solo terminan cuando alguno de los contendientes, sin abandonar su postura inicial, demuestra que ha logrado someter a su adversario o silenciar sus argumentos. Sin embargo, en verdad, lo que suele pasar es que ambos contendientes acaban callándose por puro cansancio ante tanta controversia. Debido a la severidad introducida en la religión por quienes compiten con los magos, la nación abrió las puertas al sentimiento de culpa, a la creencia de que no es posible alcanzar un punto satisfactorio, de que no existe salvación ni salida, ni tampoco la posibilidad de arreglar cuentas con uno mismo o de pedírselas a los gobernantes llamados a imponer la justicia y el orden. Y esta falta de celo, que se traduce en un abandono del principio de hacer el bien y apartarse del


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mal, ha provocado que los príncipes musulmanes vean ampliado su margen de tiranía y su capacidad para extralimitarse. Estas y otras cosas demuestran la sabiduría que encierra el siguiente hadiz: +DFHG HO ELHQ \ DSDUWDRV GHO PDO R VL QR 'LRV XVDUi FRQWUD YRVRWURV D ORV PiV VLQLHVWURV HQWUH YRVRWURV \ RV LPSRQGUi HO SHRU FDVWLJR. Si prestamos atención a lo que hicieron Abu Bakr y Umar36 ௅Dios estÊ satisfecho de ellos௅ con respecto a la nación, encontramos que, pese a actuar de manera puramente intuitiva y no disponer mås que las enseùanzas del Profeta, no permitieron nunca que la nación dejara de vigilar o de pedir cuentas, ni tampoco que les obedeciera de manera ciega. Algunos autores han recopilado la serie de cosas que los musulmanes tomaron de quienes no lo eran; elementos que son ajenos a su religión, si por tal consideramos el Corån, la cadena de autoridades que garantizan la veracidad de los hadices, y el consenso de los primeros musulmanes. De los cristianos adoptaron la idea de papado, para la que usaron el tÊrmino JKDX] . De los patriarcas, los cardenales, los mårtires de la Iglesia y los obispos, copiaron su número y sus atributos. Imitaron aspectos propios de los santos y sus milagros, la predicación proselitista y el sentido de la resignación. TambiÊn, las congregaciones religiosas y sus jerarquías, así como la vida monåstica y su organización. Del monacato copiaron sus ritos, sus regímenes y sus horarios. Emularon a los sacerdotes y clÊrigos con sus categorías, sus particularidades en el vestir y su etiqueta, y se colgaron rosarios del cuello. De los paganos romanos, imitaron el danzar al ritmo de los caramillos, la exagerada veneración a los muertos, y los funerales excesivos, con sacrificios de animales y profusa decoración floral sobre las tumbas. Copiaron los ritos y decoración de las iglesias, las ermitas y sus celebraciones, el vaivÊn y el balanceo al rezar, los cånticos y sus reglas, la erección de iglesias sobre tumbas, la organización de romerías en torno a estas, el poner velas y el postrarse ante los sepulcros, así como pedir deseos a sus habitantes. Del respeto reverencial por los relicarios y la santificación de båculos, tomaron el culto a las reliquias, las cuales pueden ser un cåliz o un cetro. Del gesto 36 Primeros califas del islam. 37 Rango de dignidad entre los sufíes.


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cristiano de santiguarse, copiaron el ponerse la mano sobre el pecho para recitar los nombres de los santos. Del misterio de Cristo, extrajeron el concepto de Verdad; de la unión hipostática, la unicidad del ser; del ordenamiento del sacerdote, la sucesión califal; del acercarse al sacramento, la petición de mercedes; de la Natividad, el PDZOLG; de las celebraciones navideñas, la festividad del PDZOLG; de llevar cruces, portar estandartes; de colgar iconos e imágenes, poner por las paredes nombres para su invocación; y de postrarse enfervorizados ante los ídolos, la exaltación excesiva. De la misma manera que en el catolicismo se impide comprender adecuadamente los Evangelios, y en el judaísmo los rabinos se abstienen de apoyarse en la Torá para emitir sus dictámenes, en el islam se prohibió usar los textos del Corán y de la Sunna como una guía de orientación personal. De los zoroastras proviene el desentrañar lo oculto por medio de los astros, el temor a ciertas posiciones de los planetas, el adoptar las constelaciones como emblemas reales, y respetar el fuego y los lugares donde este existe. De los budistas, imitaron letra a letra seguir el camino y también el ejercicio, la mortificación del cuerpo con el fuego y las armas, juguetear con serpientes y alacranes, beber veneno, tocar atabales y címbalos, entonar salmodias, himnos y endechas, creer en los conjuros y en las invocaciones, llevar amuletos, así como otras costumbres que han seguido presentes hasta hoy entre los budistas de la India y los zoroastras de Persia y el Sind. Se ha dicho que todo fue introducido en el islam por gente como John West, el sultán Ali Manla38, al-Bagdadi o la corte de no sé qué jeque o de no sé qué persa, aunque atribuirlo a personas concretas es algo que necesita ser probado. Del mundo legendario y de las ,VUDLOL\DW39, también se extrajeron diferentes tipos de actos pretendidamente piadosos, así como ciencias que llamaron «del mundo oculto».

38 Se refiere al jeque Ali b. Umar Menla Ali. 39 En teología islámica, conjunto de historias de origen judío o cristiano que se atribuyen sin base al profeta Mahoma, y cuya identificación no es unánime. Estas fuentes también se usaron con frecuencia para explicar algunos versículos del Corán, en particular las historias de los profetas del Antiguo Testamento.


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Lo mismo puede decirse de las innovaciones cristianas, pues la mayoría de lo que los cristianos más recientes consideran parte de la religión, incluyendo el problema de la Santísima Trinidad, no tiene su origen en el mensaje del Mesías, la paz sea sobre él. No son más que postizos, ritos nuevos que solo en pequeña medida son originales, pues en su mayor parte son meras derivaciones de elementos anteriores. Los arqueólogos especializados en las tablillas indias o asirias y en los papiros hallados en antiguos sarcófagos egipcios, descubrieron que la mayoría de esas innovaciones proceden de allí. Asimismo, encontraron que ciertas adiciones al Talmud y algunas innovaciones de los rabinos tienen su origen en las leyendas, tablillas y otros vestigios asirios. Al profundizar en sus investigaciones, encontraron que la mayoría de las supersticiones que se añadieron a los principios de las religiones más extendidas en Oriente Próximo, son elementos atribuidos a sectas del Lejano Oriente. Los restos arqueológicos han puesto de manifiesto que la tiranía ocultó la historia de las religiones e hizo que todo lo relativo a sus orígenes permaneciera en la más absoluta de las tinieblas. Con ello, permitieron a los modernos enemigos de la religión negar que la existencia de Moisés o de Jesús ௅la paz sea sobre ellos௅ tuviera alguna base. Con respecto a los musulmanes, la tiranía deformó la historia de la familia del profeta Mahoma ௅Dios esté satisfecha de ella௅, lo cual desató la discordia e hizo que los musulmanes se dividieran en imamíes, ismailíes, zaydíes, hakimíes, etc. En resumidas cuentas, casi todos los añadidos que desfiguraron la fe islámica y distorsionaron las otras religiones fueron pasando de una creencia a la otra. Todos esos aditamentos se reprodujeron con un único objetivo, que no era otro que garantizar la sumisión. Quien se detenga a examinar la historia del islam encontrará que los tiranos, ya se trate de antiguos califas o reyes, de sabios persas, o de árabes que en tiempos más tardíos siguieron sus pasos, han dicho cosas que ofenden a Dios y a su Profeta y desvían a la nación musulmana del camino de la sabiduría. Con tales cosas pretendían extinguir la luz del conocimiento y el brillo de Dios. Sin embargo, Dios no quiso que existiera más luz que la suya y, por ello, hizo que el Corán, que es la luz de todas las ciencias y un tesoro de sabiduría y buen juicio, quedara


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a salvo de cualquier distorsión. Según se dice en el propio Libro Sagrado, este es uno de sus milagros: 6RPRV 1RVRWURV 4XLHQHV KHPRV UHYHODGR OD $PRQHVWDFLyQ \ VRPRV 1RVRWURV VXV FXVWRGLRV40. Dado que los hipócritas no pudieron tocarlo, lo cual es otro de sus milagros, lo interpretaron a su manera. Esto tambiÊn se menciona en el Libro: >eO HV TXLHQ WH KD UHYHODGR OD (VFULWXUD $OJXQDV GH VXV DOH\DV VRQ XQtYRFDV \ FRQVWLWX\HQ OD (VFULWXUD 0DWUL] RWUDV VRQ HTXtYRFDV@ /RV GH FRUD]yQ H[WUDYLDGR VLJXHQ ODV HTXtYRFDV SRU HVStULWX GH GLVFRUGLD \ SRU JDQDV GH GDU OD LQWHUSUHWDFLyQ GH HOOR41. Yo presentarÊ aquí ante los lectores lo que la tiranía ha hecho en el islam. Les contarÊ cómo ha impedido a las gentes mås sabias y prudentes detenerse y explicar las mercedes y los principios morales del Corån, porque temían contradecir la necia opinión de algunos de los primeros musulmanes o la de algunos hipócritas mås contemporåneos. De haberlo hecho, los habrían acusado de herejía y los habrían matado. Por ejemplo, nos encontramos con la cuestión de la inimitabilidad del Corån, a la cual, siendo algo capital en la religión, no se le ha otorgado la importancia que merece. La interpretación de este concepto se ha limitado a lo dicho de manera genÊrica por algunos de los primeros musulmanes, quienes relacionaron la inimitabilidad del Corån con la inexistencia de fuerza alguna capaz de igualarlo en elocuencia y retórica. TambiÊn destacaron que el Corån se refiriera a la derrota de los bizantinos antes incluso de que tuviera lugar. No obstante, si los sabios hubieran tenido la misma oportunidad de indagar, la misma libertad de opinar y escribir de la que dispusieron los exegetas42 para decir insensateces, habrían mostrado que en millares de aleyas del Corån existen millares de pruebas sobre su inimitabilidad. Si los sabios hubieran hecho tal cosa, no habría pasado un solo día sin que encontraran una aleya cuya veracidad se confirma con el discurrir del tiempo y que prueba con total claridad la inimita40 Corån, 15, 9. 41 LEtGHP, 3, 7. 42 Ahl al-ta’wƯl en el original. Según el diccionario de J. CortÊs: los chiitas.


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bilidad del Corån: 1R KD\ QDGD YHUGH QDGD VHFR TXH QR HVWp HQ XQD Escritura43 FODUD44. De haberlo hecho así los sabios, habrían conseguido que la nación musulmana creyera en la inimitabilidad del Corån por la fuerza de las evidencias y no por pura sumisión o inercia. Un ejemplo de prueba de la inimitabilidad es que, en estos últimos siglos, la ciencia ha descubierto muchas verdades y aspectos de la naturaleza cuya revelación se atribuye a los científicos de Europa y AmÊrica. Sin embargo, quien estudie el Corån encontrarå que la mayoría de estas cosas ya fueron mencionadas y referidas en Êl hace trece siglos. Y comprenderå que estas no permanecieron ocultas bajo un manto de oscuridad sino para que, cuando fueran reveladas, quedara patente lo milagroso del Corån. TambiÊn se mantuvieron ocultas para poner de manifiesto que se trata de la palabra del único dios que conoce lo oculto. Los científicos descubrieron que la materia de la que estå hecho el universo es el Êter, cuando el Corån describe el comienzo de la creación de la siguiente manera: /XHJR VH GLULJLy DO FLHOR TXH HUD KXPR45. Y descubrieron que los seres se mantienen en un incansable y perpetuo movimiento, cuando el Corån dice: 7LHQHQ XQ VLJQR HQ OD WLHUUD PXHUWD TXH KHPRV KHFKR UHYLYLU46, así como FDGD XQR QDYHJD HQ XQD yUELWDª47. Así tambiÊn demostraron que la Tierra es una pieza del sistema solar, cuando el Corån dice TXH ORV FLHORV \ OD 7LHUUD IRUPDEDQ XQ WRGR KRPRJpQHR \ ORV VHSDUDPRV48. TambiÊn demostraron que la Luna se escindió de la Tierra, cuando el Corån dice: ¢(V TXH QR YHQ 1XHVWUD LQWHUYHQFLyQ FXDQGR 43 CortÊs aclara en su traducción del Corån mediante una nota a pie de pågina que se trata de la Escritura de la predestinación. 44 Corån, 6, 59. 45 LEtGHP, 41, 11. 46 LEtGHP, 36, 33. 47 LEtGHP, 21, 33. 48 LEtGHP, 21, 30.


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UHGXFLPRV OD VXSHUILFLH GH OD 7LHUUD"Âť49,

y tambiÊn: 6H DFHUFD OD +RUD VH KLHQGH OD /XQD50. Y demostraron que los estratos terrestres son siete, cuando el Corån dice: 'LRV HV TXLHQ KD FUHDGR VLHWH FLHORV \ RWUDV WDQWDV 7LHUUDV51. Y demostraron que, si no fuera por las montaùas, la gravedad específica haría que la tierra oscilase, es decir que se balanceara al girar. El Corån dice: < >'LRV@ KD ILMDGR HQ WLHUUD ODV PRQWDxDV SDUD TXH HOOD \ YRVRWURV QR YDFLOpLV52. Y descubrieron que el secreto de la composición química ௅e incluso espiritual௅ de las cosas estå en las diferentes proporciones de sus componentes y, tambiÊn, en su exactitud. El Corån dice: >'LRV@ WRGR OR WLHQH PHGLGR53. Y descubrieron que los seres inanimados tienen una vida que se sustenta sobre el agua de cristalización. El Corån dice: 6DFDPRV GHO DJXD D WRGR VHU YLYLHQWH54. Y demostraron que el mundo orgånico, al que pertenece el ser humano, emergió de lo mineral. El Corån dice: +HPRV FUHDGR DO KRPEUH GH DUFLOOD ILQD55. Y descubrieron la ley general de la fecundación de las plantas. El Corån dice que Dios es HO &UHDGRU GH WRGDV ODV SDUHMDV ODV TXH SURGXFH OD WLHUUD ODV GH ORV PLVPRV KRPEUHV \ RWUDV TXH HOORV QR FRQRFHQ56. Aùade que PHGLDQWH HOOD >HO DJXD GHO FLH OR@ KHPRV VDFDGR WRGD FODVH GH SODQWDV57, que FXDQGR KDFH PRV TXH HO DJXD EDMH VREUH HOOD >OD WLHUUD UHVHFD@ VH DJLWD VH KLQFKD \ KDFH EURWDU WRGD HVSHFLH SULPRURVD58, y tambiÊn que 49 LEtGHP, 13, 41. 50 LEtGHP, 54, 1. 51 LEtGHP, 65, 12. 52 LEtGHP, 16, 15. 53 LEtGHP, 13, 8. 54 LEtGHP, 21, 30. 55 LEtGHP, 23, 12. 56 LEtGHP, 36, 36. 57 LEtGHP, 20, 53. 58 LEtGHP, 22, 5.


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eO HV TXLHQ >KD H[WHQGLGR OD WLHUUD \@ SXHVWR HQ HOOD PRQWDxDV ILUPHV UtRV \ XQD SDUHMD HQ FDGD IUXWR59. Y descubrieron la manera de atrapar las sombras, es decir, de fotografiar. El Corån dice ¢1R YHV FyPR KDFH WX 6HxRU TXH VH GHVOL FH OD VRPEUD" 6L TXLVLHUD SRGUtD KDFHUOD ILMD $GHPiV KHPRV KHFKR GHO VRO JXtD SDUD HOOD60. Y descubrieron cómo hacer funcionar con vapor y electricidad barcos y navíos. El Corån dice, tras referirse a los animales y los veleros61: < FUHDPRV SDUD HOORV RWUDV QDYHV VHPHMDQWHV HQ ODV TXH VH HPEDUFDQ62. Y descubrieron la existencia de microbios y sus efectos, así como de la viruela y otras enfermedades. El Corån dice: < HQYLy FRQWUD HOORV EDQGDGDV GH DYHV63, es decir de manera continuada y en masa, TXH GHVFDUJDURQ VREUH HOORV SLHGUDV GH DUFLOOD, es decir, de tierra seca de los pantanos. Y lo mismo sucede con multitud de aleyas cuya certeza se ha visto confirmada por algunos descubrimientos de la astronomía y las leyes naturales. Teniendo en cuenta lo anterior, el secreto de muchas otras aleyas se desvelarå en el futuro, a su debido tiempo, y con ello volverå a demostrarse la inimitabilidad del Corån, el cual seguirå mostråndonos lo oculto hasta el final de los tiempos, mientras existan el día y la noche. Con seguridad, llegarå un día en el que la ciencia demuestre que tambiÊn los seres inanimados proliferan por fecundación, como así lo dice una aleya: 7RGR OR FUHDPRV SRU SDUHMDV64.

59 LEtGHP, 13, 3. 60 LEtGHP, 25, 45. 61 La aleya que precede a la reproducida parece hacer referencia al Arca de NoĂŠ, por lo que el plural ÂŤvelerosÂť resulta desconcertante. 62 CorĂĄn, 36, 42. 63 LEtGHP, 105, 3. 64 LEtGHP, 51, 49.


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