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"Nos visitará el sol que nace de lo alto"
from Revista EC 110
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El asombro y la falta de fe en un momento de la vida del anciano Zacarías dejan paso a la confianza y el reconocimiento de la grandeza de Dios pudiendo brotar de su corazón la oración del benedictus: “Bendito sea el Señor… por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz”, Lc (1, 67-79).
¿Y qué tiene que ver el profeta Isaías con un alumno, un profesor de Secundaria y responsable de Pastoral de su centro, una madre doctora en Educación y licenciada en Historia del Arte, una religiosa representante de entidad titular y una psicoterapeuta doctora en Psicología?
A todas ellas les escribimos, antes de empezar el Adviento, y les hicimos estas dos preguntas: ¿Qué os sugiere este texto del Evangelio? ¿A qué nos invita? Les explicamos que nos gustaría que diferentes miembros que forman parte de nuestras comunidades educativas pudieran compartir dónde encuentran este sol que nace de lo alto y cómo detectan su luz y su entrañable misericordia.
Lo que tenéis a continuación es fruto de la reflexión de todos ellos.
De Virgina encontraréis palabras que apuntan a la verdad, que nos recuerdan la certeza de Su promesa, que nos compromete a anunciar a un Dios presente en la historia. De la mano del profesor de Secundaria JoseFer recordaremos dar gracias por estar donde se nos envía y entender el envío desde la esperanza, y las ganas de vivir intentando confiar en sus alumnos cada día para que puedan llegar lejos en la vida y, de mayores, mejoren el mundo. La fuerza de la luz les llegará a muchos de ellos, como a María José, que experimenta que Dios no se olvida de su pueblo, que se hace ternura en las personas que le rodean detectando Su luz. También Begoña que nos dirá que esa luz llega a las familias que la acogen mediante la educación de sus hijos, desde el apoyo y solidaridad con los que más lo necesitan, pidiendo libertad y que se sienten llamados a vivir de acuerdo con los valores de paz amor y compasión que el mismo Jesús enseña.
Laura, alumna de Secundaria, reflexionarán diciendo que Él guía y tira de los hilos que van del vacío más profundo a la muerte, pero también a la esperanza. La huella sigue aún cuando nuestro hilo se rompe y nos recordará que Dios nos guía para que esos malos momentos no puedan con nosotros. Esperemos que su reflexión, oración… os llegue y, ¿por qué no?, podáis hacer también vosotros la vuestra.
"Detectamos tu luz, Señor"
Mª José Sanz odn. Delegada de Evangelización de Jóvenes y Pastoral Vocacional de la Compañía de María
La cita me habla de la ternura de Dios que desea acercarse y permanecer junto a nosotros y cuando esto ocurre, llega la salvación, la alegría, la esperanza a la vida de cada persona que se abre a ti, que te deja espacio y siente que se abren perspectivas nuevas de vida y salvación. Con Jesús experimento que Dios no se olvida de su pueblo.
Me invita a acoger en mi vida, con mucha humildad, esta misericordia, ternura de Dios, y hacer memoria agradecida de los miles de gestos cotidianos que me hablan de esa salvación regalada en pequeños gérmenes que brotan día a día.
Y lo experimento no solo en mí, sino en las personas con las que comparto la Misión a la que Dios me ha enviado.
Ese sol que nos llega ilumina y calienta, Jesús, nos guía en los procesos de acompañamiento y discernimiento con los titulares de los centros, se hace presente en las formaciones con nuestros profesores, donde sientes que su corazón arde mientras van de camino contigo y les impulsas a hacer fecunda su tarea educativa, invitándoles a realizarla desde abajo, desde el servicio gratuito y desinteresado.
Tu luz nos invita, desde lo más profundo, a contagiarla a nuestros jóvenes, a nuestras comunidades educativas, a las familias, a todos aquellos que buscan salir de las situaciones de oscuridad, de vulnerabilidad que llegan a nuestras vidas y junto a ti y contigo poder encontrar el camino de salida y de sentido.
Tu luz nos invita, desde lo más profundo, a contagiarla a nuestros jóvenes
Detectamos tu luz, Señor:
En la creatividad de los educadores que, trabajando en equipo, buscan incesantemente caminos nuevos para sembrar en nuestros alumnos las semillas de la paz, de no radicalidad, de mentes abiertas al diálogo, a la sensibilidad, a la compasión… en definitiva, a salir del yo al nosotros y así implicarse de manera concreta en la realidad más cercana y en la más lejana, en procesos que generen vida.
En las familias que intentan educar a sus hijos desde el sentido de justicia, honradez, sencillez, solidaridad, fraternidad… cosa no fácil hoy en día en el que se lanzan tantos mensajes contrarios e individualistas.
En los evangelizadores testigos de tu luz que con sus palabras y su vida quieren ser tus testigos, llevar a otros a buscarte y descubrirte personalmente para que seas la luz de sus vidas.
En nuestros equipos directivos, que con sus desvelos buscan la mejor manera de seguir apostando por una educación evangelizadora.
En los titulares que buscan liderar a tu estilo, regalando palabras de aliento, ternura y claridad para iluminar las situaciones a veces encalladas, los caminos no claros y así encontrar ese camino que conduce a la vida con mayúsculas.
Gracias por poner en nosotros tu tienda, tu luz, tu ternura, tu misericordia entrañable que nos invita a vivir contigo y como Tú.
Gracias Señor por guiar nuestros pasos. por el camino de la paz, esa paz que tanto anhela nuestro mundo hoy.
“Nuestra tarea no es enseñar el mundo, sino mostrar que hay Vida”
José Fernando Juan @ josefer_juan. Profesor de Secundaria y responsable de Pastoral en el Colegio Amorós de Madrid
Un profesor entra en clase para una actividad aparentemente muy normal. En nuestra sociedad todos sabemos qué es y lo damos por sabido. Podemos fácilmente generalizar una respuesta que acierte a describir grandes rasgos comunes a miles de profesores. Incluso siendo indiferentes a la materia que les ocupa. Respecto de la profesión de maestro no parece haber novedad real, salvo metodológica. Por fuera, como de costumbre, no se ve todo. Quizá llegue hasta ocultarse lo más importante y nuclear.
En mis clases defino la esperanza como las ganas de vivir, como alma de la vida. Se nota cuando falta, que dicen los sabios, siempre antiguos. Se puede hablar de ella por la carencia, se pueden buscar en la ausencia. Notamos, y es un drama que nuestra época arrastra desde mediados del siglo anterior, que se ha pervertido nuestra mirada sobre prácticamente todo con una especie de oscuridad negativa que impulsa la crítica constante. Y esta crítica llega, como no puede ser de otra manera, también al profesor y a la educación, que hoy carecen de un sentido manifiesto y claro. En este contexto de oscuridad generalizada, la esperanza actúa como luz brillante, probablemente ingenua y hasta infantil, muchas veces vocacionalmente empobrecedora, pero emprendedora. La esperanza educativa es hoy vivir con ganas para el alumno, con el alumno, en medio de la enseñanza y aprendizaje, a través de la apertura de un mundo nuevo.
Fácilmente se van las palabras a grandes discursos, que no aterrizan. Pero espero haber dicho algo claro y transparente: ganas de vivir, impulso vital, empuje interior, deseo de más y mejor, inconformismo natural. También la esperanza es sufrimiento, como toda vocación y compromiso elevado que nos sustrae de estar y vivir de un modo generalmente anestesiado. La esperanza es, para quien la vive, acicate y aguijón contra la parálisis y la repetición insustancial.
En mis clases defino la esperanza como las ganas de vivir, como alma de la vida
La escuela católica debería ser -y no siempre es, lamentablemente- un lugar donde la esperanza fuera contagiosa y viva. La escuela católica, como escuela y no de otro modo paralelo, sino en la enseñanza y el trato diario en el aula, debería significar de una manera prácticamente evidente que confía en el alumno, que sabe que podrá llegar lejos en su vida y que, como adulto socialmente maduro y bien formado, mejorará el mundo. Si esto fuera en nuestros claustros una Revelación vivida como un don que nace de lo alto, miraríamos, hablaríamos y actuaríamos de otro modo. Y se imbuiría al niño, a los jóvenes, a sus familias en un contexto densamente novedoso y donde el amor y la paciencia actuarían plenamente.
Me dijo una vez un jesuita, a quien sigo admirando, que antes de entrar en la capilla había que hacer una pausa consciente, en forma de petición orante, como quien solicita audiencia al Señor de la Creación y de la Vida, al Padre que nos llama a su encuentro. Pues eso mismo, pienso yo, antes de entrar en clase. Porque el educador cristiano, que ha sido llamado a compartir(se) entre niños y jóvenes, al menos debería dar gracias por estar donde se le ha enviado. Sin romanticismos, con la esperanza que nace de lo alto, habitar el mundo de otro modo, al modo de los hijos de Dios que trabajan por la paz, al modo de los hermanos que se acompañan, al modo de los que creen hondamente en el Espíritu que alienta la realidad.
Nuestra tarea no es enseñar el mundo, sino mostrar que hay Vida y que entran ganas de vivir en plenitud. Mejor juntos.
"Dios nunca nos deja solos"
Laura González Blanco. Alumna de 2º de ESO en el Colegio Divino Maestro de Lugo
Todos nosotros somos hilos. Todos somos frágiles y todos estamos entrelazados de formas completamente ajenas a nuestra comprensión. En el momento en el que dejamos de respirar y nuestro corazón deja de latir, el hilo se rompe, pero no desaparece. Nuestros hilos son largos e irregulares, atados y entrelazados con otros. Son nuestras huellas, nuestro recorrido, la marca que hemos dejado en el mundo y también las cicatrices que creamos en el proceso. Son nuestras vidas.
Muchas vidas se han perdido. Vidas inocentes que cumplieron demasiado pronto nuestro destino común: la muerte. La muerte es una verdad tan desgarradora, tan cercana y a la vez tan lejana a nosotros, que no parece real. Aun así, somos capaces de ser los causantes del horror. A veces nos visita la impotencia, un sentimiento que devora nuestra voluntad y nuestras ganas de luchar. Es como un vacío profundo, como el más inhóspito de los desiertos, como un mundo gris. Puedes sentir cómo todo a tu alrededor pierde el color, el sentido y la razón de ser.
Dios nunca nos deja solos. Por todo ello, sécate las lágrimas, ponte en pie, levanta la cabeza
¿Cómo vamos entonces a encontrar el sol que nace de lo alto y el camino de la paz? ¿Cuánto tendremos que esperar para recibir la señal y acudir a la llamada? ¿Se asomará algún día ese sol por nuestra ventana? La respuesta es no. No es algo que tengamos que esperar de brazos cruzados porque jamás llegará. La esperanza no es algo que tenga que llegar porque ya está ahí dentro. Nuestro hilo de la vida está unido a Dios desde el principio. Dios nos concede el regalo de la esperanza desde el momento en el que nos obsequió con la vida. Forma parte de nosotros, es nuestra esencia y jamás desaparece. A veces la esperanza duele, sí, las cosas verdaderamente importantes nunca son fáciles. Pero no estamos solos en este camino, nuestro Padre, el Maestro, está ahí, a nuestro lado, siempre, y no nos abandona. Él guiará nuestros pasos, Él nos espera con paciencia y con amor hasta que estemos listos para dar el siguiente paso, Él irá a buscarnos si es que nos perdemos y nos perdonará si damos media vuelta y le abandonamos.
A veces nos sentimos solos, perdidos, cansados. Pero cuando miramos a nuestro alrededor y nos vemos rodeados de hermanos y hermanas, de las personas que están a nuestro lado, después, miramos hacia arriba y al vernos bajo las estrellas recordamos definitivamente que no estamos solos. Dios nunca nos deja solos. Por todo ello, sécate las lágrimas, ponte en pie, levanta la cabeza, enciende tu corazón, alza la voz. Tienes una MISIÓN, puedes hacerlo, podremos hacerlo juntos. Somos poderosos, somos capaces, somos fuertes y estamos llenos de esperanza y de vida. La esperanza es lo que cambia el mundo. Algún día, cuando finalmente cumplamos nuestro destino, cuando lleguemos al final del camino, nuestro hilo se romperá, pero nuestra huella seguirá en el mundo. Haz que tu huella cuente.
"La libertad, que tanto reclamamos las familias es, sin duda, un regalo de Dios"
Begoña Ladrón de Guevara. Presidenta de COFAPA y profesora en varios grados de la Universidad Villanueva
La cita es una invitación a acoger la luz de Cristo en nuestros hogares, permitiendo que ilumine las situaciones oscuras, brindando consuelo y dirección en momentos de dificultad y guiando hacia una vida en armonía con los principios del Evangelio.
Debemos proporcionar a nuestros hijos conocimiento, sabiduría y discernimiento. Las familias podemos fomentar un ambiente que aliente el aprendizaje, el crecimiento intelectual y emocional, ayudando a nuestros hijos a enfrentar los desafíos y a afrontar las dificultades con una actitud de esperanza y fortaleza. Los profesores son la esperanza de las familias, ya que junto con ellos llevamos a cabo la importante tarea de educar a nuestros hijos.
Los padres dejamos lo mejor que tenemos, nuestros hijos, en manos de los profesores para, entre todos, educarlos como personas íntegras, responsables y trabajadores por la Paz. Esto recuerda la trascendencia que tiene la confianza como entrega sin reservas a la Providencia divina.
La humildad y sencillez con la que los padres aceptamos el reto de formar a los hijos, con la mayor implicación posible, tiene como principal referencia a todo un Dios que se hizo niño, que recibió el amor y las enseñanzas de sus padres y que se sacrificó por la salvación de muchos.
Los padres y las madres, debemos aprovechar todas las oportunidades de formación que les ayuden a acercarse a la verdad
Los padres y las madres, ocupados y preocupado en la educación de sus hijos, debemos aprovechar todas las oportunidades de formación que les ayuden a acercarse a la verdad, como hiciera hace más de dos mil años Aquél que trajo la esperanza a la Humanidad y que se pasó por el mundo disipando las tinieblas para todo aquel que creyera en él.
Las familias han demostrado en múltiples ocasiones la solidaridad con los que más necesitan de apoyo en cualquier momento y ante cualquier situación. Vivir estas manifestaciones de amor y de identificación con el que sufre es estar muy cerca de Jesús de Nazaret, que, desde la paz y la mansedumbre, siempre tuvo presente y cuidó a los más vulnerables.
La unión de familias en un grupo más grande, definición posible de una federación de asociación de padres, pero también de la Iglesia que se hace visible en medio del mundo, nos anima a trabajar unidos en la misión que se nos ha encomendado: dar voz a todos los padres que queremos lo mejor para nuestros hijos y eso pasa por la libertad para educarlos según nuestras propias convicciones personales respetando al otro en un contexto de armonía y consenso. Es más, los padres estamos asistidos por la Constitución para ejercer nuestro derecho a una formación religiosa y moral de los más pequeños.
La libertad, que tanto reclamamos las familias es, sin duda, un regalo de Dios, que debe animarnos cada vez más a trabajar en común por aquello que nos ayuda a nosotros y a los nuestros a crecer como personas, con la seguridad de que juntos, haciendo equipo, haciendo comunidad conseguiremos la mejor educación que hará que nuestros hijos construyan juntos una sociedad en la que se pueda convivir en paz.
Para una familia cristiana, reconforta pensar en la promesa de la presencia de Dios y su amor incondicional. Siendo una llamada a vivir de acuerdo con los valores de paz, amor y compasión que Jesús enseñó, guiando los pasos de cada miembro de la familia por el camino de la paz, la bondad y la fe.
En resumen, esta frase evoca la alegría y la promesa de la llegada de Jesús, la luz que transforma vidas, otorga dirección y lleva a la paz verdadera a aquellos que lo reciben en sus corazones.
"Dios Padre se sirve de cada uno para hacerse presente en la vida de tantos"
Virginia Cagigal de Gregorio. Doctora en Psicología y psicoterapeuta del Equipo de intervención con familias y parejas de la UNINPSI Unidad Clínica de Psicología de la Universidad Pontificia Comillas
Verdad revelada, Verdad regalada, Verdad que tenemos el privilegio de haber conocido y que tenemos la misión de dar a conocer: la del mismo Dios que se hace Luz entre nosotros, y remanso de Paz.
Este tiempo, marcado por la inestabilidad en el mundo y entre los pueblos, por las tensiones entre las personas, por las heridas graves en tantas familias, por el incremento de problemas de salud mental en niños y adolescentes que crecen sintiéndose solos, por la dificultad para educar en valores evangélicos, es también el tiempo en el que Jesús acoge ser enviado de parte del Padre, para hacerse don de lo que nos hace más plenamente humanos: su Luz y su Paz.
Una Luz y una Paz que son suyas, pero que nos son entregadas para convertirnos en Luz y Paz para otros, para los próximos, los cercanos, también para otros más lejanos. Dios Padre se sirve de cada uno para hacerse presente en la vida de tantos, se sirve de muchos para hacerse presente en cada una de nuestras vidas.
El sol que nace de lo alto nos visita de persona a persona: es el mismísimo Dios quien nos mira a través de los ojos de ese compañero o de esa amiga que se acerca al darse cuenta de que el día a día nos está resultando difícil.
El sol que nace de lo alto nos visita de persona a persona
Es Él mismo quien nos abraza en ese gesto cercano de alguien que nos quiere y nos consuela, o que abraza al migrante recién rescatado, todavía aterido de hiel y frío.
Es el Señor quien habla por boca de esa maestra de delicadas palabras rescatadoras para esa alumna perdida en el tejido de su soledad en casa, porque cuando sale del colegio no hay hogar de escucha de una madre ahogada por su malestar.
Es Dios mismo que nos devuelve la Paz al corazón cuando hemos sido capaces de entender al otro y de tender la mano reconciliadora cuando nos habíamos sumergido en la herida de la discordia.
Es Dios hecho vida en esas incansables manos sanadoras de los profesionales que han sacado adelante al herido o al enfermo desahuciados en su gravedad.
Es el Señor quien acoge en sus brazos a la persona mayor que se va adentrando en la ingenuidad de su demencia, perdiendo el hilo de su vida y de la de todos aquellos que tanto ha amado, desde los brazos amorosos de esa cuidadora o de ese hijo.
Es el Señor quien proyecta su Luz en las palabras de quienes valientemente y con riesgo para su vida se atreven a denunciar las injusticias que oprimen la dignidad de las personas y los pueblos.
Es el Dios de Abraham el que está presente en quienes guían a otros por los recovecos de su historia, ayudándoles a reencontrarse consigo mismos, recuperando la Paz interior.
Es el Dios de Amor que transforma los desamores humanos en las vidas de matrimonios deseosos de quererse para siempre; es el Padre quien ilumina el rostro de los que acompañan a quienes van a morir, así como a sus allegados cuando sufren el zarpazo de la muerte de sus seres queridos.
Es de este Dios hecho hombre de quien procede la Vida que ofrecen quienes posan sus horas en la oración por tantos, por muchos, por todos… Entre tanta violencia, ira, desencuentro, obcecación, ruptura, la Esperanza puede resultar costosa. Pero tenemos certeza de Su promesa, “nos visitará el sol que nace de lo alto”… dejémonos “iluminar” y guiar por el “camino de la paz”.