7 minute read
Lideramos en positivo porque creemos en las personas
from Revista EC 110
Irene Arrimadas. Directora del Departamento de Innovación Pedagógica de EC
"Solo quienes sean capaces de encarnar la utopía serán aptos para el combate decisivo, el de recuperar cuanto de humanidad hayamos perdido" (Ernesto Sábato, Antes del fin)
Os invitamos a mirar serenamente a la realidad educativa que tenemos alrededor, con sus necesidades, imprevistos y desbarajustes, pero también con sus logros y oportunidades; y a intentar adoptar una postura esperanzada hacia las posibilidades de mejora, no con los brazos cruzados esperando el “santo advenimiento”, sino asumiendo críticamente la realidad y transformando lo cambiable, por pequeño que sea. Unámonos al bando de aquellos educadores que, con actitud resiliente, ponen sus vidas al servicio de hacer realidad en las aulas el mundo que queremos. Estamos convencidos de que la escuela es el centro de este cambio, y el liderazgo positivo es la palanca que lo inicia.
A pesar de todas las dificultades e incertidumbres en las que nos encontramos, donde sería más fácil “gastarnos” en una crítica estéril sin resultados ni puesta en acción, preferimos apostar por renovar la esperanza. Somos una comunidad de personas alrededor de un propósito trascendente y queremos hacer crecer a aquellos a los que servimos (Xavier Marcet). Las escuelas que despliegan su proyecto educativo y evangelizador para dar respuesta a los nuevos retos, poniendo a las personas en el centro, tienen líderes que se identifican con esta misión y dan testimonio de su compromiso real y auténtico; generan un clima de seguridad, confianza y participación; tejen redes de acompañamiento y formación para toda la comunidad educativa; y reconocen los logros alcanzados, generando identificación y entusiasmo. Encontramos muchas fuentes de inspiración de estos “líderes en positivo” en nuestras instituciones educativas católicas.
Psicología Positiva y ecología emocional
“Los mayores éxitos tienen como fundamento el optimismo y la confianza en uno mismo” (Catherine Rambert). Lo que nos quiere transmitir Catherine Rambert es que no estemos controlados por lo que no podemos controlar. Debemos empezar por liderarnos a nosotros mismos, nuestros pensamientos y emociones. Pero esto no suele ocurrir así. Sabemos que como líderes tenemos unos “imperativos”: cumplir la misión, cuidar al equipo y crear nuevos líderes. Pero con mucha frecuencia nos enfocamos solo en el primer imperativo, sabiendo que una de las principales razones del malestar de los equipos educativos es que no se sienten cuidados, valorados ni partícipes de la misión del centro. Y aquí es donde podemos encontrar ayuda en la Psicología Positiva, que tiene como objetivo desarrollar en las personas emociones favorables en el trabajo y fuera de él para alcanzar cierto grado de bienestar, felicidad y satisfacción general con nosotros mismos, con nuestra tarea y con nuestra vida. Martin Seligman (2002), reconocido pionero de la Psicología Positiva, nos enseña que la felicidad es en realidad una combinación única de “fortalezas distintivas” para cada persona, que son virtudes del carácter como la sabiduría, compasión, trascendencia, templanza, el sentido de humanidad, la persistencia para no rendirnos ante el fracaso, y la capacidad de llevar una vida significativa. Y nos regaló esta fórmula para que descubramos cuál es su resultado para cada uno de nosotros:
F = R + C + V
F= Felicidad duradera, verdadera y significativa (al servicio de algo más grande que uno mismo).
R = Rango fijo personal (afectividad positiva/negativa; capacidad de ser feliz de cada persona).
C = Circunstancias personales externas (edad, sexo, estado civil, espiritualidad, salud, entorno social, capacidad económica…).
V = Factores que dependen de la propia voluntad (cosas que cada uno de nosotros podemos hacer para ser más felices: satisfacción con el pasado -gratitud, perdón, serenidad-, satisfacción con el presente -tranquilidad, entusiasmo, fluidez-, satisfacción con el futuro -fe, optimismo, esperanza, confianza-).
Evidentemente, no podemos estar siempre gozosos y felices, aunque todos podemos descubrir dónde están esas oportunidades para involucrarnos más, tener buenas relaciones personales y profesionales, alcanzar logros significativos para nosotros y tener un propósito vital.
Entonces, ¿qué puede aportar la Psicología Positiva a nuestro estilo de liderazgo? Pues favorecer el desarrollo de nuestras fortalezas y virtudes como claves para el liderazgo y acompañamiento de nuestros equipos; aflorar emociones positivas que mejoran el clima y la calidad de nuestra vida laboral; resolver retos y tomar decisiones basadas en el pensamiento creativo, la capacidad de innovación y la resiliencia ante adversidades presentes y futuras; y no menos importante, nos facilita poder alcanzar una mayor plenitud en nuestra vida personal y profesional. De esta manera, sabremos qué hacer para mejorarnos a nosotros mismos, aumentar la calidad de nuestras relaciones y tener mayor cuidado del mundo que nos rodea, y todo ello resumido en tres grandes principios:
Principio de responsabilidad en la gestión de nuestras emociones: no podemos decidir lo que sentimos, pero sí lo que hacemos con lo que sentimos.
Principio de prevención: debemos hacer buen uso de nuestra energía emocional y no derrocharla en acciones negativas o autodestructivas, para poder enfrentarnos adecuadamente a los diferentes retos en la vida.
Principio del respeto: es necesario crear un clima emocional positivo, basado en el respeto mutuo entre las personas.
Como escuelas samaritanas, debemos encontrar los caminos para que la visión del liderazgo se convierta en seña de identidad de nuestros centros
Estrategias para poner en acción el liderazgo positivo
Desarrollar estrategias para convertirnos en un líder positivo implica un proceso continuo de autoevaluación, aprendizaje y crecimiento, y cada persona debe construir su propio itinerario. Para inspirar la reflexión, compartimos algunas claves que nos ayudarán a desarrollar y fortalecer nuestras habilidades de liderazgo positivo. No es un decálogo, ni priman unas sobre otras, pues todas tienen relevancia e importancia.
Define tu visión y valores en línea con el proyecto educativo institucional: establece una visión clara de lo que significa ser un líder positivo y define tus valores y principios éticos basados en el humanismo cristiano. Sé auténtico y coherente en tu liderazgo y en la toma de decisiones.
Cultiva la autoconciencia: medita regularmente para comprender tus propias fortalezas y debilidades, y establece metas de desarrollo. Solicita retroalimentación de tu equipo para entender cómo te perciben como líder y ajusta tus estrategias y enfoques.
Sé un líder de servicio: enfócate en servir a tu equipo, diseña metas claras y realistas junto con ellos y acuerda procedimientos de formación, acompañamiento y evaluación para poder alcanzarlas. Busca oportunidades de aprendizaje y desarrollo para todos desde la mentalidad de crecimiento.
Desarrolla tu inteligencia emocional: aumenta tu autoconciencia emocional y la comprensión de las emociones de los demás. Practica la empatía al comprender las necesidades y perspectivas de tu equipo. Dedica tiempo a construir relaciones fuertes y significativas.
Crea un entorno de trabajo saludable y cultiva la gratitud: fomenta una cultura de diálogo, escucha, respeto, colaboración y compromiso para que todos puedan ofrecer lo mejor de sí mismos. Reconoce y agradece regularmente los logros y contribuciones de cada persona.
Inspira confianza y seguridad: construye relaciones basadas en la confianza y la seguridad, cumpliendo tus promesas y demostrando que puedes ser una fuente confiable de apoyo. A su vez, fomenta la responsabilidad personal en tu equipo.
Sé un mentor y un modelo a seguir: modela el comportamiento que deseas ver en tu equipo, actuando con integridad, ética y optimismo. Ayuda a otros a desarrollar sus habilidades de liderazgo positivo.
Sé proactivo en la resolución de problemas y conflictos: aborda los retos de manera proactiva y trabaja en equipo para resolverlos de manera constructiva, con soluciones efectivas y creativas. Fomenta la generación de ideas nuevas y la experimentación en tu equipo con eficacia, innovación y adaptabilidad.
Practica el control del estrés y la gestión eficaz del tiempo: aprende a establecer prioridades, a diferenciar lo urgente y lo importante, y a gestionar tu tiempo de manera efectiva. Desarrolla habilidades óptimas de delegación de tareas y responsabilidades.
Garantiza el equilibrio entre la vida personal y laboral: valora y promueve medidas que favorezcan dicha conciliación para tu equipo y para tí. Descubre y disfruta de tus “fuentes de energía” que te permiten recargar las baterías vitales.
Al incorporar estas competencias a nuestro estilo de liderazgo y trabajar de manera constante en su desarrollo, podremos inspirar y ser luz para otros, fomentar una cultura basada en el cuidado y bienestar de nosotros mismos y de los demás, y contribuir a alcanzar con esperanza nuestro propósito trascendente. Como escuelas samaritanas, debemos encontrar los caminos para que esta visión del liderazgo se convierta en seña de identidad de nuestros centros. “La educación necesita tanto de formación técnica, científica y profesional como de sueños y utopía” (Paulo Freire). Así será.
Consulta el monográfico de Educadores sobre "Liderazgo humanista: al servicio de las personas"