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Educación, esperanza para migrantes y refugiados

Ana María Sánchez García. Presidenta de EC

Aunque este artículo se publicará en febrero, yo lo escribo en los primeros días de enero. Cuando todavía estaba indecisa sobre qué tema iba a escoger, alguien me pasó el vídeo de este mes de la red de oración del Papa. Su mensaje, que habla del derecho a la educación de los migrantes y refugiados, me tocó el corazón.

El Papa habla de una “catástrofe educativa”, causada por las guerras, las migraciones y la pobreza. Es tremendo saber que unos 250 millones de niños y niñas no tienen acceso a la educación. Aunque no sea un dato nuevo, al escucharlo me golpea una vez más con fuerza. Me hace recordar situaciones concretas, algunas conocidas directamente, otras de oídas, o por lecturas, que me duelen profundamente y me generan un montón de preguntas. Me parece casi imposible que en pleno siglo XXI, a pesar de que estamos asistiendo al desarrollo vertiginoso de las inteligencias artificiales, no hayamos descubierto aún esa inteligencia simplemente humana que supondría haber aprendido a utilizar los recursos de que disponemos en nuestro planeta de una manera justa, sin que nadie quedara excluido ni sometido.

Normalmente las cifras se nos quedan lejanas. Son los rostros, los seres humanos concretos los que nos afectan, los que piden de nosotros que los rescatemos de la indiferencia. Estos días estoy en una casa de mi congregación en la que vive con la comunidad una familia refugiada con tres hijos, dos niños y una niña. En medio de sus risas y juegos descubro, a veces, miradas tristes y serias, la sombra del dolor y la incertidumbre que cargan, como pesadas losas, sobre sus pequeñas espaldas. Y me pregunto qué va a ser de ellos, ¿podrán volver algún día a su país?, ¿se quedarán aquí y encontrarán realmente una vida mejor?  La educación es un camino de esperanza, dice el Papa, una herramienta fundamental para salvar a los migrantes y refugiados de la discriminación, la delincuencia y la explotación. Además, les permite integrarse en las comunidades que los acogen y contribuir positivamente a la sociedad.

No olvidemos nunca que quien acoge al forastero acoge a Jesucristo

Las implicaciones de este mensaje para nosotros son profundas. Creo que, en mayor o menor medida, nuestros centros están viendo incrementado significativamente el porcentaje de alumnado inmigrante. En pocos años, muchas de nuestras aulas y colegios se han hecho pluriculturales. Conozco centros que tienen alumnos de más de 20 nacionalidades distintas. ¡Cuántos retos nos plantea esto!

Nuestro compromiso con la educación integral y la inclusión se ve ahora desafiado por esta mayor presencia de migrantes y refugiados. Queremos educarlos ofreciéndoles nuestra acogida y apoyo, siendo para ellos realmente una puerta abierta a la esperanza. Al hacerlo, estamos trabajando por una sociedad más justa e inclusiva, en la que todos puedan desarrollar plenamente sus capacidades y encontrar reconocidos sus derechos. Y, como dice el Papa al final del vídeo, “no olvidemos nunca que quien acoge al forastero acoge a Jesucristo”.

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