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Metodologías activas (hacia un cambio en la enseñanza del siglo XXI / Susana Mª Hernando
METODOLOGÍAS ACTIVAS: HACIA UN CAMBIO EN LA ENSEÑANZA DEL SIGLO XXI
Susana Mª Hernando Romero
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Actual jefa de estudios y maestra en el CEIP Conde de Mayalde (Añover de Tajo, Toledo). Diplomada en Magisterio en Lenguas Extranjeras (Inglés) en el año 2005. Ponente en el seminario del centro “Creación de blogs, sites y wikis educativas” y coordinadora TICS y Formación del centro durante dos cursos académicos. Miembro del Proyecto Comenius Regio (2013/2015).
Resumen:
Todos somos conscientes de que la evolución de la sociedad implica diversos cambios en todos los aspectos de nuestra vida pero… ¿qué cambios implica en la escuela? Desde hace unos años, el uso de metodologías activas se está imponiendo con fuerza en las escuelas surgiendo de la necesidad de centrar el aprendizaje, no tanto en el profesor, sino en el propio alumno. Sin embargo… ¿qué necesitamos para cambiar la educación? Si nos centramos en los docentes, es preciso el desarrollo de una correcta formación en la aplicación de nuevas metodologías y, si nos centramos en el alumnado, es necesario tanto el desarrollo de su autonomía como de su motivación por aprender.
Si nuestra propuesta es crear un modelo de escuela nueva, debemos ser conocedores del papel que juega la denominada “neuroeducación” en la enseñanza de estos métodos, así como la importancia de desarrollar las emociones de nuestro alumnado. Descubriremos que emoción y motivación caminan juntas durante todo el proceso de enseñanza-aprendizaje y que el trabajo en equipo, es el motor que impulsa el desarrollo del espíritu crítico y de habilidades sociales, siendo todo ello necesario en nuestra sociedad del siglo XXI.
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Palabras clave: alumno protagonista, emoción, formación del profesorado, motivación, neuroeducación, transformación de la escuela.
Analizando el concepto de metodologías activas
Las metodologías activas pueden definirse como un conjunto de métodos, técnicas y estrategias que ponen al alumno de cualquier nivel educativo en el centro del aprendizaje, fomentan el trabajo en equipo e incentivan el espíritu crítico, dejando a un lado los procesos memorísticos de repetición de los contenidos que se imparten en clase; una forma de trabajar que prepara al alumnado para situaciones de la vida real y para su vida profesional.
Aunque cierto es que este concepto viene pisando fuerte especialmente en los últimos años en nuestro sistema educativo, estas metodologías surgieron en el siglo XIX, con la aparición del movimiento de renovación educativa ‘Escuela Nueva’ o ‘Nueva Educación’ creado por el pedagogo suizo Adolphe Ferrière, que proponía un cambio en la escuela tradicional a favor del estudiante y su método de aprendizaje. Acceder al enlace
Durante los últimos años, venimos hablando de metodologías como la gamificación (aprendizaje basado en el juego), el aprendizaje basado en proyectos (ABP), el aprendizaje cooperativo, la llamada ‘flipped classroom’ o ‘clase invertida’ o el innovador ‘visual thinking’ (organización de ideas o contenidos por medio de dibujos simples o textos cortos). Todas ellas con un denominador común: el alumno como protagonista de su propio aprendizaje. Este cambio de roles entre docentes y alumnado viene motivado por una necesidad de cambio en nuestro sistema educativo, cambio especialmente ligado a la evolución de nuestra sociedad. Hemos de ser conscientes de que nuestros alumnos del siglo XXI ya aprenden de otra manera, siendo necesario romper la brecha que caracteriza al profesorado del siglo XX. Por lo tanto, la transformación de la escuela debe ir en esa dirección.
La importancia de la neuroeducación
Debido al desarrollo de nuevas técnicas de visualización cerebral, la información que obtenemos sobre el cerebro humano (órgano responsable del aprendizaje) se ha visto claramente incrementada. Así, aparece una nueva disciplina: la llamada “neuroeducación”. En esta disciplina confluyen los conocimientos generados por la neurociencia, la educación y la psicología que nos pueden aportar información significativa sobre el proceso de enseñanza y aprendizaje, aprovechando los conocimientos sobre el funcionamiento cerebral.
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La afirmación de que cada cerebro es único y particular (aunque la anatomía cerebral sea similar en todos los casos) sugiere la necesidad de tener en cuenta la diversidad del alumnado y ser flexible en los procesos de evaluación, procesos que también han de estar sujetos a cambios. Hemos de asumir que todos los alumnos pueden mejorar, siendo siempre positivas las expectativas del profesorado hacia ellos.
Gracias a diversos estudios, sabemos que el cerebro aprende a través de la experiencia, lo que es fundamental para mejorar los aprendizajes de nuestros alumnos, potenciando sus capacidades y aprovechando al máximo sus posibilidades, Además, también sabemos que nuestro cerebro aprende mejor en compañía de otros y que, por tanto, nuestro cerebro es social.
El estudio de la neuroeducación también nos lleva a relacionar las metodologías activas con dos factores cruciales relacionados entre sí: la motivación y la emoción. No se puede aprender sin emoción, y desarrollar las emociones genera motivación. El desarrollo emocional se revela como una de las principales tendencias educativas en los últimos años. En las últimas décadas, la vida emocional se ha convertido en un importante objeto de estudio para los investigadores en educación, usando conceptos como la “alfabetización emocional” o el “aprendizaje social y emocional”. La neurociencia ha demostrado que las emociones mantienen la curiosidad, nos sirven para comunicarnos y son imprescindibles en los procesos de razonamiento y toma de decisiones, es decir, los procesos emocionales y los cognitivos son inseparables (Damasio, 1994). A partir de aquí, la pregunta sería: ¿qué experiencias educativas necesitan nuestros alumnos para desarrollar sus emociones? Lo ideal son experiencias que permitan a nuestro alumnado experimentar, equivocarse, rectificar, motivarse. De ahí la necesidad de evolucionar hacia metodologías centradas en el alumno.
En educación existe una teoría de gran relevancia, y es la teoría de G. Canabach (García y Doménech, 2002), que afirma que existen dos polos de motivación: extrínseca e intrínseca, siendo la motivación extrínseca la que se debe a agentes externos, como la recompensa, la obtención de notas, la aprobación por parte de profesores y padres; o en el otro extremo la motivación intrínseca, que es la que mueve al alumnado desde su propio interior, la curiosidad, el interés por los retos, por aprender, las ganas de conocer y saber, etc. “De tal forma que el docente ha de buscar siempre potenciar la motivación intrínseca dado que es la más trascendental, mientras que la extrínseca tiene cierto interés en determinados contextos”.
Los docentes hemos ido percibiendo que el alumnado necesita aprender a desenvolverse en la adversidad, a reflexionar para solucionar sus proble-
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mas, etc. Hemos comprendido que la enseñanza no debe centrarse en la teoría, sino en la práctica, dando la oportunidad a nuestro alumnado de desarrollar sus capacidades. Con la introducción de las metodologías activas en el aula, el alumno forma parte activa en el proceso de enseñanza-aprendizaje, proceso que se realiza de una manera constructiva. Se apuesta por el trabajo en equipo y se sitúa al alumnado en un contexto real, preparándolo para enfrentarse a situaciones de la vida cotidiana.
El rol del docente en la enseñanza actual
Aquí abordamos uno de los cambios más importantes que se producen en la aplicación de cualquier metodología activa: el rol del profesorado. La clave para llevar a cabo una metodología exitosa reside en la capacidad del docente de apoyar y dirigir a su alumnado. Es de especial relevancia que los docentes del siglo XXI seamos conscientes de que, dentro del aula, ya no somos la única fuente de aprendizaje. Los puntos de acceso a la información y al conocimiento por parte de nuestro alumnado se han multiplicado, lo que nos lleva a darnos cuenta de que ahora nuestro papel es creativo. Ya no podemos ser meros transmisores de información, sino que debemos convertirnos en guías y orientadores.
Los docentes debemos renovar y fortalecer nuestras competencias, y convertir nuestra misión en puramente creativa, donde lo primordial es conectar con nuestro alumnado y hacerlo dueño de su propio aprendizaje. Este cambio de rol, además, conlleva la continua formación del profesorado. No se puede aplicar una metodología de tales características si no tenemos pleno conocimiento de su aplicación en el aula. Podemos decir así que la inclusión de este tipo de metodologías depende, no solo del tipo de alumnado, sino también de la formación de nuestro profesorado. Como en toda metodología que se aplica en el aula, la formación del profesorado es clave para el éxito de la misma.
En relación al aprendizaje activo de nuestro alumnado, el profesorado ha de ser consciente de que para lograr una mayor motivación y participación por parte del alumno, las expectativas del profesor hacia ellos han de ser siempre positivas y no le han de condicionar actitudes o comportamientos pasados negativos. Los docentes hemos de generar climas emocionales positivos que faciliten y favorezcan el aprendizaje y la seguridad de los alumnos. Para ello, hemos de mostrarles respeto, escucharles e interesarnos tanto por sus cuestiones académicas como por sus emociones. La empatía es fundamental para educar desde la comprensión y para desarrollar la confianza de nuestro alumnado en su propio aprendizaje.
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El rol del alumno: experiencia personal en el CRIEC de Carboneras de Guadazaón
Como docente especialista en Lenguas Extranjeras (Inglés), he tenido la oportunidad de experimentar la introducción de ‘flipped classroom’ así como el Aprendizaje Basado en Proyectos (ABP) en mi aula de Inglés. He comprobado cómo el alumnado desarrolla sus competencias de una forma autónoma y cómo se puede permanecer en un segundo plano, como mero guía del proceso para que ellos alcancen sus objetivos. Pero una de las experiencias más positivas que he vivido en cuanto a la aplicación de estas metodologías ha sido durante mi estancia con alumnado de 5º de Primaria en el Centro Rural de Innovación Educativa de Cuenca (CRIEC) en Carboneras de Guadazaón.
Este centro desarrolla sus actividades a través de “talleres de aprendizaje”, que se imparten en pequeños grupos de 10 a 12 alumnos utilizando el inglés como única lengua vehicular. Cuentan con una propuesta variada y multicurricular a través de un Aprendizaje Integrado que busca el aprendizaje lúdico, participativo y significativo, fomentando la mejora de las actitudes hacia el Inglés como Lengua Extranjera. Entre sus principios destacan la socialización del alumnado, la observación, la reflexión, la responsabilidad, el desarrollo de la tolerancia y el respeto o la utilización del entorno como recurso didáctico fundamental.
Durante cinco días, nuestro alumnado realizó una rotación por once talleres de aprendizaje diferentes, cada uno centrado en el desarrollo de diversas competencias. Cada uno de esos talleres me ayudó a descubrir que el concepto de Escuela Nueva es posible, pero que aún estamos lejos de implantar este modelo en los centros educativos, centrados la mayoría en un modelo de escuela tradicional. Observé cómo mis alumnos aprendían a orientarse con un mapa, cómo se convertían en actores y actrices de teatro o cómo fabricaban un robot con piezas de Lego siguiendo unas instrucciones. Comprendí la importancia de la motivación, gran motor impulsor del aprendizaje.
Cuando comencé a cambiar la metodología de mis clases, no era plenamente consciente de todo lo positivo que tiene fomentar el aprendizaje autónomo de nuestro alumnado. No fue hasta esta experiencia, cuando me di cuenta de que la escuela del siglo XXI necesita una profunda reforma, de que nuestros alumnos quieren ser los protagonistas y de que desarrollar una clase en un ambiente positivo puede transformar la enseñanza en un entorno completamente enriquecedor. La estancia en este centro supuso también un gran reto en la gestión de las emociones de nuestro alumnado, ya que, como
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se mencionó al principio de este artículo, no se puede aprender sin emoción. Aprendí, ya no a enseñar contenidos, sino a paliar nervios, a guiar en la búsqueda de pistas, a ayudar a sobreponerse ante la frustración, y a emocionarme con ellos viendo sus propios logros en diferentes juegos.
Tuve la oportunidad de hablar con familiares y contarles todo lo que estaban haciendo sus hijos/as, ante lo cual se mostraban asombrados. Esto me llevó a una reflexión: los alumnos son capaces de realizar más cosas de las que los adultos pensamos, pero nos falta confianza; confianza en que van a poder hacerlo, en que van a saber hacerlo. Y esto impide el desarrollo de su autonomía, aspecto clave en la aplicación de cualquier metodología activa. Pensamos que como no van a saber hacerlo, es mejor que lo hagamos nosotros, con lo que ya no les estamos dando la oportunidad de experimentar, de equivocarse y de rectificar.
Cuando llegó el último día de nuestra estancia sentí mucha tristeza. Habíamos pasado unos días en los que veía a nuestro alumnado aprender numerosos contenidos nuevos y habilidades que habían adquirido en los distintos talleres; pero había percibido algo mucho más importante: vi a nuestros alumnos emocionarse y motivarse. Además de esto, sentí el valor del trabajo en equipo, tanto por parte del alumnado como del profesorado. En la aplicación de cualquier metodología activa, la comunicación forma parte esencial del aprendizaje, puesto que trabajar en equipo implica debatir, repartir las tareas, llegar a una reflexión común, etc.
Desde ese momento sentí que un cambio profundo en la escuela era necesario, y seguiré apostando por el uso de estas metodologías como motor de la enseñanza en las aulas.
Conclusión
El cambio adoptado por el alumno, pasando de ser un sujeto pasivo en el aula a un sujeto activo, implica un cambio en todo proceso de enseñanza-aprendizaje. Hoy en día, los docentes somos conocedores de nuestro cambio de rol, pero también somos conscientes del trabajo que implica la puesta en marcha de cualquier metodología activa. Los nuevos tiempos requieren la búsqueda de nuevas estrategias, y el estudio de la neuroeducación nos revela que la educación actual necesita una profunda reestructuración que no le impida quedarse desfasada ante la reciente avalancha tecnológica que vivimos.
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Hemos de asumir que los docentes debemos preparar a futuros ciudadanos que han de desenvolverse en un mundo cambiante. Por ello, se ha de erradicar la enseñanza centrada en la mera transmisión de conocimientos y conceptos abstractos y dirigirla a la adquisición de habilidades útiles que les permitan resolver problemas que se puedan plantear en la vida cotidiana.
Taller de STEM/Robótica CRIEC Carboneras de Guadazaón
Es de vital importancia favorecer un clima de aprendizaje positivo que permita a nuestros alumnos desarrollar actividades placenteras, lejos de muchas de las actividades teóricas que se realizan aún actualmente. El aprendizaje no puede quedar restringido al desarrollo de contenidos, sino que debe tener cabida el desarrollo de otros aspectos sumamente importantes: el desarrollo de la competencia de aprender a aprender y el desarrollo de las emociones. Hagamos de la escuela un entorno para aprender, pero desde otra perspectiva: la de formar a nuestro alumnado como ciudadanos del mundo, donde tenga cabida el desarrollo integral del alumno en los aspectos cognitivo, social, intelectual, emocional y ético. Según Paulo Freire: “enseñar no es transferir conocimiento, sino crear las posibilidades para su propia producción o construcción”.
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Bibliografía
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