EL MUNDO NÚMERO 374 / MARTES 10 DE ENERO DE 2017
B @ LEÓPOLIS
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>ÉRASE UNA VEZ / INVENTOS
Partida de nacimiento de la Tierra > Clair Patterson determinó en 1953 con bastante exactitud la edad de nuestro planeta
analizando la proporción de isótopos de plomo en muestras de meteoritos. Elena Soto asta el siglo XX la edad de nuestro Planeta fue un enigma y uno de sus secretos mejor guardados ¿Cuántos años tiene la Tierra? Antes de la utilización del método científico, muchos estudiosos se basaron en las cronologías bíblicas para determinar este dato y, mediante la interpretación del libro del Génesis al pie de la letra, calcularon que unos 6.000 años. Con la llegada de la revolución científica en el siglo XVIII se comenzaron a utilizar métodos más fiables, como el análisis de estratos y fósiles, y los estudiosos del tema observaron indicios que apuntaban a que nuestro planeta había pasado por muchas e importantes transformaciones; la perspectiva cambió y geólogos, como John Phillips, estimaron que su edad debía ser de unos 96 millones de años. El gran salto cuantitativo se produjo en 1903, cuando se descubrió que los elementos radioactivos emiten calor constantemente y se sugirió que la ratio de la abundancia de los elementos radioactivos con respecto a los productos de su desintegración podría ser un método fiable para medir las edades de las rocas. Teniendo en cuenta este sistema la antigüedad de nuestro planeta era de unos 1.600 millones de años. Más tarde se vio que, aunque esta estimación no fuera correcta, si que era la vía para abordar un tema que hasta el momento se había escapa-
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A la izquierda, el geoquímico Clair Patterson. / Arriba, a la derecha, el cráter Barringer resultado del impacto, hace unos 50 000 años, del llamado meteorito Cañón del Diablo. / Abajo, fragmento del famoso meteorito de Cañón del Diablo, en Arizona.
do a la comprensión humana. La solución al enigma llegó a mediados del siglo XX cuando el geoquímico estadounidense Clair Cameron Patterson (1922 -1995) comparó los isótopos de la corteza terrestre con los de cinco meteoritos y concluyó que la edad tanto de la Tierra como de los meteoritos era de 4.550 millones de años, con un margen de error de unos siete millones. Antes de que Patterson realizara sus experimentos, los científicos habían tratado de utilizar las capas de sedimento, pero debido a que nuestro planeta había experimentado
una larga historia de procesos de mezclado y dispersión los resultados de los investigadores siempre diferían. En vista de la dificultad que suponía encontrar rocas lo suficientemente antiguas como para servir de referencia, Patterson se basó en el supuesto de que las rocas de los meteoritos serían probablemente de similar longevidad a las que formaron la Tierra y utilizando un espectrógrafo de masas logró averiguar la edad. Todo había comenzado en 1946, cuando en su época de estudiante recibió de su director de tesis, Harri-
son Brown, el encargo de medir la proporción de plomo y uranio en rocas. Patterson se pasó siete años analizando las piedras más antiguas del mundo y restos de meteoritos. Su estudio se basaba en que elementos radioactivos como el uranio se transmutan lentamente durante cientos de millones de años en isótopos de plomo cuya presencia, a modo de reloj, permite determinar la edad del mineral del que forman parte. Para ello aisló y analizó la proporción de isótopos de plomo en muestras de meteoritos, entre ellos uno que había impactado produciendo el cráter Barringer, en Arizo-
na. La degradación a plomo del uranio le sirvió para establecer la fecha oficial del nacimiento de nuestro planeta y su investigación apareció publicada en la revista Geochimica et Cosmochimica Acta, en 1953. Pero este descubrimiento tuvo unas consecuencias colaterales inesperadas que están detrás de la aprobación, en 1970, de la Ley de Aire Limpio en Estados Unidos. Durante el curso de sus investigaciones, Patterson encontró que los niveles de plomo en el medio ambiente eran elevadísimos y ese fue uno de los motivos por los que le costó tanto llegar a la datación de la Tierra; todas sus muestras de rocas acababan contaminadas y para obtener una medición fiable creó un laboratorio esterilizado, exento de contaminantes especialmente del plomo ambiental. A raíz de este estudio, Patterson empezó a interesarse por el hecho de que hubiera tanto plomo en la atmósfera y le asombró ver el desconocimiento que existía sobre sus efectos. En 1965 publicó Entornos contaminados y naturales del hombre, un artículo en el que buscaba llamar la atención de la sociedad sobre el aumento de la concentración de plomo en el medio ambiente y en la cadena alimenticia. A pesar de las presiones, durante años tuvo el coraje de denunciar la utilización de plomo en la elaboración de combustibles, enfrentándose a las multinacionales que lo trataban y comercializaban, y que intentaron desprestigiarlo como científico. Patterson se mantuvo firme y, finalmente, sus esfuerzos dieron frutos, con la aprobación de la Ley de Aire Limpio y la retirada del mercado toda la gasolina con plomo en Estados Unidos en 1986.
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