CUENTOS MENSAJEROS
EN PENUMBRAS Relatos de terror con enseñanza Silvia Pérez
ÍNDICE En penumbras ................................................................... 7 Juan sin miedo .................................................................12 La noche del lobisón ........................................................19 El monstruo ..................................................................... 34 El espectro de Max Binder ............................................. 42 El barco negro ...................................................................51 “Brujas”... y brujas ........................................................... 57 Vlad Tepes Recontrajunior ..............................................71
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Silvia Pérez
CUENTOS MENSAJEROS EN PENUMBRAS
En este libro se van a encontrar con personajes que les resultarán familiares, y otros que no tanto... ¡Pero con todos van a temblar! Juan sin miedo es un personaje que protagoniza varios relatos orales que circulan en Catamarca, La Rioja y San Juan, recogidos por Berta Vidal de Battini. La noche del lobisón parte de la leyenda del hombre lobo, también muy difundida en nuestro país. El monstruo está basado en un cuento anónimo suizo. El espectro de Max Binder es una adaptación de “Flaxbinder enmendado por un espectro”, del escritor francés Charles Nodier. El barco negro es una leyenda nicaragüense. “Brujas”… y brujas está basado en un cuento tradicional ruso de la bruja Baba Yaga. Vlad Tepes Recontrajunior es un cuento original inspirado en el vampiro más famoso...
En penumbras
SILVIA PÉREZ Nací en la ciudad de Buenos Aires. Desde chica, una de mis actividades favoritas es escribir. Por eso, cuando crecí, me recibí de profesora de Castellano, Literatura y ¡Latín! También estudié teatro y participé como actriz en diferentes espectáculos. Durante varios años di clases de lengua y literatura, y también de teatro en distintas escuelas, pero desde hace un tiempo me dedico, básicamente, a la escritura. Soy autora de libros escolares y de literatura infantil. Publiqué muchos cuentos, leyendas, poesías y obras de teatro en antologías, libros de lectura y manuales escolares para diferentes editoriales. Algunos títulos son El reinado de don Reynaldo (teatro), El cerro de siete colores (leyenda), Regreso con Gloria y Lo que oyó Federica (cuentos), y los caligramas Mi barco pirata y Agua de nube, entre otros.
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En penumbras Era una fría tarde invierno. Hacía un rato que los chicos habían vuelto de la escuela, y ahora, sentados alrededor de la mesa, se preparaban para una velada muy divertida. –¿Qué quieren: gaseosa, jugo o chocolatada? –preguntó Andrés, el dueño de casa. –Yo, jugo –dijo Pili. –Yo también –se sumó Mechi. –Para mí, gaseosa –pidió Lalo. –Yo me tomaría una chocolatada –exclamó Elbita, relamiéndose. –Ahora les traigo –dijo Andrés, y se encaminó hacia la cocina. –Te ayudo –dijo Mechi, yendo tras él. Antes de salir, los papás de Andrés habían dejado a mano las vainillas, algunas galletitas dulces y un budín de naranjas riquísimo. El plan era picar algo y después mirar juntos una película de terror: El ataque de los monstruos espantosos 3.
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Los chicos disfrutaban de la merienda cuando, de pronto, una luz cegadora seguida de una terrible explosión hizo temblar las ventanas de toda la casa:
¡BRUUUUUUUUUUUUUUUUMMMMMMMMMMMMMMMM! Después, se quedaron en la oscuridad. –¡Ay! –gritó Pili–. ¡Tengo miedo! –Fue un trueno, nena, no te asustes –dijo Andrés. –A mí no me gusta la oscugrridad, cof, cof –murmuró Lalo, medio atragantado con una vainilla. –¡Miren cómo llueve! –exclamó Mechi. Todos corrieron hacia la ventana. Aunque recién eran las seis de la tarde, parecían las once de la noche. El cielo estaba cubierto de nubarrones negros y espesos que se inflaban como si respiraran hondo, listos para seguir descargando su furia con nuevos truenos. El viento doblaba las ramas de los árboles y el agua caía con una fuerza impresionante, como una cascada gigantesca. –Lo único que falta para que esto sea una película de terror es que aparezca un monstruo –dijo Elbita agarrando una porción de budín. –¡Ay, callate, nena! –pidió Mechi. –Estaría buenísimo –exclamó Lalo, tratando de parecer valiente. – Sooooy un zooooombi comeniñoooooos –dijo Andrés con voz de zombi, y empezó a caminar hacia sus amigos con los brazos en alto.
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Entonces oyeron un ruido extraño que parecía venir de atrás de las cortinas. Andrés se quedó petrificado en posición de zombi. –¿Y... y... eso... qué fue...? –balbuceó Pili. –¿Hay alguien más aquí? –preguntó Mechi, inquieta. –Yo mejor me voy –dijo Lalo–. Me acordé que tengo un montón de cosas que hacer. Ya mismo la llamo a mi mamá y le digo que venga a busc... –¡¡¡¡¡¡¡¡¡AAAAAAAAAAAAARRRRRRRRR� GGGGGGGGGGGGHHHHHHHHH!!!!!!! se oyó de repente, mientras un bulto se movía detrás de las cortinas. –¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh! –gritaron los chicos, mientras se abrazaban, muertos de miedo. –¡Ja, ja, ja! Soy yo, bobos –dijo Julián, saliendo de atrás de la cortina. –¿No te habías ido a entrenar, nene? –preguntó su hermano Andrés, ofuscado. –Sí, pero como el día se puso horrible, se suspendió. Cuando entré, estaban tan obnubilados mirando por la ventana que ni se enteraron.
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–Muy gracioso –dijo Andrés, molesto. –Bueno, a ver... ¿cuál es el plan? –preguntó su hermano mayor. –Íbamos a ver una peli... –contestó Elbita afligida– ¡pero se cortó la luz! –¿Y si la vemos cada uno en su celu? –propuso Pili. –Eso podría ser –apoyó Lalo. –¡No! –dijo Andrés–. En el celu se ve re chiquita... –Además, a mí me queda poca batería –dijo Mechi. –¿Qué iban a ver? –quiso saber Julián. –El ataque de los monstruos espantosos 3 –respondió Pili. –En las dos anteriores había brujas y fantasmas –explicó Lalo–. En esta, parece que hay zombis, vampiros, hombres-lobo, de todo... ¡Debe estar buenísima! –Pero nos vamos a quedar con las ganas... –suspiró Elbita, desilusionada. Julián se quedó pensativo unos instantes. Después fue hasta la biblioteca, revisó atentamente cada estante y al final volvió con un libro, bastante gordo. –¿Y eso? –preguntó Pili, intrigada. –Nuestra película de hoy –contestó Julián, guiñándole un ojo. Y dirigiéndose a todos agregó–: En este libro se cuentan muchas historias terroríficas, ¿qué les parece si leemos algunas? –Podría ser –aceptó Andrés.
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–¡Genial! –apoyó Mechi. –¿Son historias de verdad o de mentira? –preguntó Lalo–. Porque mi abuelo, que vive en el campo, me contó un cuento que dicen que es cierto. –Lo que importa es que sea una buena historia –dijo Julián. –¡Y que nos asuste mucho! –agregó Pili. –¡Eso! –exclamó Lalo–. Aunque, según el cuento de mi abuelo, hubo un chico que no se asustaba con nada... Mientras los chicos conversaban, Julián hojeaba el libro, consultaba el índice, hacía algunas marquitas con un lápiz… A su lado, Mechi observaba, expectante. –¿Tiene historias de fantasmas? –quiso saber. –¿Y de animales horribles? –preguntó Elbita. –¿Y de brujas? –intervino Pili. –Hay todo eso y mucho más... –respondió Julián–. ¿Quieren encontrarse con sus monstruos favoritos? ¿Están listos para morirse de miedo? –¡¡¡Listos!!! –gritaron los chicos a coro, justo cuando otro trueno tremebundo hizo temblar la casa. Y así, en penumbras, con tormenta de fondo, comenzó esta terrorífica ronda de historias.
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Juan sin miedo
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ace mucho tiempo, en un pequeño pueblo de provincia, vivía un chico que nunca jamás había tenido miedo. ¡Nada lo asustaba! Ni los truenos, ni el campo de noche –que es oscuro como la boca de un lobo–, ni los lobos. Tampoco lo asustaban las ratas, las arañas o los murciélagos. Cuando le contaban historias de fantasmas que se metían por las chimeneas y asustaban a los niños mientras dormían, él se reía. Si alguien decía haber visto cómo las lápidas del cementerio se movían en las noches de luna llena y cómo el campo se llenaba de lucecitas verdes fosforescentes –que eran ni más ni menos que los espíritus de los muertos que salían a ventilarse un poco–, él movía la cabeza de atrás para adelante como diciendo “mirá vos”, y se ponía a silbar una canción. El chico se llamaba Juan. Y como nunca jamás había tenido miedo, todos lo llamaban Juan sin miedo. Un día, Juan sin miedo oyó que en las afueras del pueblo había un rancho abandonado donde nadie se animaba a entrar. –Dicen qui áhi vivía un hombre muy rico –contó uno. –Muy rico y muy avaro –agregó otro. –Cuentan que, pa’ no compartir su riqueza, la escondió en algún lugar del rancho –dijo un tercero.