El arte de mentir - ¡Recorré el libro!

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solvamos nuestro conflicto!Los tres hermanos modo de solucionar esta disputa podrían encontr propuso: —Estoy convencido de que los dioses es así. Sé que es así. Y he pensado una forma lo que digo es cierto, los dioses me concederán a n, incrédulos. —En caso de mentir que eso ocurra, acept El arte de Radamantis siguió en silencio. Bajó la mirad preguntóCuentos entonces Minos—. ¿Aceptas o no humorísticos sin mirarlo. Los tres bajaron entonces hasta ofreció un sacrificio a Poseidón8. —¡Poseidón, d Mark Twain vencido de que tú y los demás dioses del Olimp maravillosa. Te pido entonces una señal, pa disputas entre nosotros por el trono que fue alabra de Minos, cada uno de sus gestos, con u uas, la prueba de que digo la verdad —exclamó sobre el que tú reinas, un toro. Una vez que dos los cretenses sean testigos del homenaje a as como si se avecinara una tormenta. El mis interior del torbellino que formaba la espum o blanco. Un animal magnífico, de una bell arena de la playa, fue caminando hasta Min tis como Sarpedón reconocieron la voluntad de orona de toda Creta. Así fue. Pero el día en dió conservar aquel toro espléndido, que podía ntonces ocultarlo en sus rebaños, y lo reempl o por la afrenta, Poseidón decidió vengarse. castigar a quienes cometen una falta contra ell oco después de su intento de engaño. ta. El mis interior del torbellino que formaba la espum o blanco. Un animal magnífico, de una bell arena de la playa, fue caminando hasta Min tis como Sarpedón reconocieron la voluntad de


solvamos nuestro conflicto!Los tres hermanos modo de solucionar esta disputa podrían encontr propuso: —Estoy convencido de que los dioses es así. Sé que es así. Y he pensado una forma lo que digo es cierto, los dioses me concederán a n, incrédulos.Índice —En caso de que eso ocurra, acept Radamantis siguió en silencio. Bajó la mirad preguntó entonces Minos—. ¿Aceptas o no sin mirarlo. Los tres bajaron entonces hasta ofreció un sacrificio a Poseidón8. —¡Poseidón, d vencido de que tú y los demás dioses del Olimp maravillosa. Te pido entonces una señal, pa disputas entre nosotros por el trono que fue alabra de Minos, cada uno de sus gestos, con u uas, la prueba de que digo la verdad —exclamó sobre el que tú reinas, un toro. Una vez que dos los cretenses sean testigos del homenaje a as como si se avecinara una tormenta. El mis interior del torbellino que formaba la espum o blanco. Un animal magnífico, de una bell arena de la playa, fue caminando hasta Min tis como Sarpedón reconocieron la voluntad de orona de toda Creta. Así fue. Pero el día en dió conservar aquel toro espléndido, que podía ntonces ocultarlo en sus rebaños, y lo reempl o por la afrenta, Poseidón decidió vengarse. castigar a quienes cometen una falta contra ell oco después de su intento de engaño. ta. El mis interior del torbellino que formaba la espum o blanco. Un animal magnífico, de una bell arena de la playa, fue caminando hasta Min tis como Sarpedón reconocieron la voluntad de Bienvenidos a la estación de Mark Twain ......... 6

Mi reloj .............................................................. 22 De la decadencia en el arte de mentir..................................................... 31 El arca de Noé inspeccionada en un puerto alemán.............................................. 38 La tempestad y el matrimonio Williams. ......... 47 El vendedor de ecos............................................ 57 Noches de espanto............................................. 68 El atentado de Julio César según la prensa. ...... 79 Cartas de familia................................................ 88 Trabajos en la estación . .................................... 96

Cuadro de movimientos literarios .......................................................... 108


ir, los sobresaltó un espantoso estrépito provenie ras, se encontraron con que una antigua armadura de losa, y vieron al fantasma de Canterville sentad na expresión de agudo dolor en el rostro. Los mel proyectiles, con una puntería que solo pueden adquirir esor de caligrafía. Mientras tanto, el ministro de los ordenaba, de acuerdo con los usos de la etiqueta calif vantó con un salvaje alarido de furia y se escabulló de Washington Otis y dejándolos en una oscuridad t ó lanzar su célebre carcajada demoníaca, que en más cía que con ella había hecho encanecer la peluca de utrices francesas de lady Canterville renunciaran an sotada más horrible hasta que retumbó una y otr ezaban a extinguirse los escalofriantes ecos, se abri celeste y le dijo al fantasma: –Me temo que usted lla de la solución medicinal del Doctor Dobell. Si sma la miró enfurecido y de inmediato comenzó a pr hazaña que le había valido un merecido renombre, manente idiotez del tío de lord Canterville, el honora s que se acercaban lo hizo desistir de su propósito, d Bienvenidos a la estación de e desvaneció lanzando un profundo gemido sepulcral, zarlo.Cuando llegó a su cuarto, se derrumbó por com emelos y el grosero materialismo de la señora Otis lo que más lo perturbaba era no haber podido ncluso aquellos modernos estadounidenses se estreme otra razón que el respeto a su poeta nacional Long abía entretenido muchas veces mientras los Cante adura; la había vestido con gran éxito en el torneo por la Reina Virgen. Pero esta vez, cuando quiso pon orme coraza y del yelmo de acero, y cayó pesadamen los de la mano derecha. Durante varios días estuvo mantener la mancha de sangre en buen estado. Al r a cabo un tercer intento de asustar al ministro de osto para su aparición. Pasó la mayor parte de ese ran sombrero de ala flexible con una pluma roja, u da. Al atardecer estalló un violento temporal, y el vi antigua casa se sacudían y chirriaban. Ese era pr n era el siguiente: se abriría paso con sigilo hasta el pie de la cama y le clavaría tres puñaladas en hington un rencor especial, pues estaba perfectam

Mark Twain


ente del vestíbulo. Luego de baja apresur adamente a se había desprendido de su soporte y había caíd do en una silla de respaldo alto, frotándose las rodi lizos, que traían sus cerbatanas, dispararon sobr r quienes han practicado larga y pacientemente sobr s Estados Unidosapuntaba al fantasma con su revó iforniana, que pusiera las manos en alto. El fantas ó entre ellos, como una neblina, apagando al pasar total. Al llegar a lo alto de la escalera, se recuper s de una ocasión le había resultado extremadamente lord Raker en una sola noche y había logrado que ntes del primer mes de trabajo. En consecuencia, la ra vez en el viejo techo abovedado; pero, cuando ape ió una puerta y apareció la señora Otis vestida con no está nada bien de salud, y por ello le he traído se trata de una indigestión, este remedio lo ayudará repararse para convertirse en un enorme perro ne y a la cual el médico de la familia había atribuid able Thomas Horton. Sin embargo, el sonido de u de modo que se limitó a volverse ligeramente fosforesc en le preciso instante en que los gemelos estaban mpleto, presa de una violenta agitación. La vulgarida s naturalmente le resultaban de lo más exasperan o colocarse la armadura. Había tenido la esperanz ecieran al ver al Espectro Acorazado, aunque no fu gfellow , con cuya delicada y atractiva poesía él mis erville estaban en la ciudad. Además, era su pro de Kenilworth, y había sido muy elogiada nada me nérsela, se vio completamente superado por el pes nte al suelo, raspándose las rodillas y lastimándose muy enfermo, y únicamente se movía de su habita l fin, luego de muchos cuidados logró reponerse y reso e los Estados Unidos y a su familia. Eligió el viernes día revisando el guardarropa, y finalmente se decidió un sudario fruncido en las muñecas y el cuello, y una iento era tan fuerte que todas las ventanas y las puer recisamente el tiempo que más le gustaba. Su plan el dormitorio de Washington Otis, le susurraría la garganta al son de una música lenta. Le guardab mente al tanto de que era él quien tenía la costumbr


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El arte de mentir

Hacia una definición del humor Para poder definir qué es el humor, tal vez debamos empezar por hacernos algunas preguntas que nos ayuden a abordar el término. ¿Por qué nos reímos de ciertos chistes? ¿Siempre nos reímos a carcajadas o, en ocasiones, solo esbozamos una sonrisa? ¿Existen situaciones de la vida cotidiana que sean capaces de provocarnos risa? ¿Por qué un conjunto de palabras es capaz de hacernos reír? Este libro explora una relación casi tan vieja como el ser humano: la relación entre las palabras y la risa, entre la literatura y el humor. Pero primero lo primero: entonces, qué es el humor. Si queremos comprender el significado de una palabra, conviene remontarse a su etimología, es decir, a su origen. La palabra humor proviene del término latino humor, humoris, cuyo significado es ‘líquido, humedad’. Fue un médico griego llamado Hipócrates (460 a. C. - 370 a. C.) quien postuló en la Antigüedad lo que luego se llamaría “teoría de los humores”. Según Hipócrates, el cuerpo humano estaba compuesto por cuatro líquidos reguladores básicos, llamados humores: la sangre, la bilis amarilla, la bilis negra y la flema. Lo interesante para nosotros es que cuando la mezcla de los cuatro humores se daba de forma equilibrada en una persona, los médicos declaraban que esa persona era de “buen

humor”; en cambio, cuando esa mezcla se presentaba desequilibrada, una persona se volvía intratable, molesta y padecía de “mal humor”. Como vemos, esta vieja palabra, relacionada en sus primeros tiempos con la medicina, le abrió la puerta a un concepto que nosotros intentamos definir: el humor que nos provoca risa a partir de una broma, un chiste, un juego de palabras o una situación. Así, por las vueltas de la lengua, el buen humor y el mal humor de las personas ya no tienen tanto que ver con algo fisiológico o corporal, sino con un modo de ser o de percibir la realidad.

Busto del griego Hipócrates, creador de la teoría de los humores.


Bienvenidos a la estación Un paseo por el diccionario

Si buscamos la palabra humor en el Diccionario de la Real Academia Española, nos encontramos, en principio, con muchas definiciones ligadas a los conceptos que hasta aquí hemos desarrollado: su relación con los humores de Hipócrates y la buena disposición para hacer algo. Pero también nos topamos con lo siguiente: “humorismo (modo de representar la realidad)”. Vamos entonces a la palabra humorismo. Las definiciones de la Real Academia Española para esta palabra son las siguientes: ✸ Modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad, resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. ✸ Actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios. ✸ Humoralismo. La última de las definiciones nos remonta a la doctrina médica que estudiaba los humores, a la que nos referimos hace un momento. Por su parte, las dos primeras definiciones resaltan dos características centrales del humorismo y del humor: modo de representar la realidad y búsqueda de la diversión del público. Es decir, un modo y un efecto. Para aproximar una respuesta a la pregunta que nos desvela, entonces, señalemos que el humor busca un efecto determinado en sus receptores (hacer reír) y posee un modo particular de producir ese efecto. Cuando leemos

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un cuento humorístico —pero también cuando escuchamos un chiste o vemos una película cómica—, podemos preguntarnos sobre estas características: ¿cómo quiere hacer reír este cuento?; ¿a quiénes se dirige?; ¿qué recursos — como veremos más adelante— utiliza este relato para producir humor? Estas preguntas nos permiten distanciarnos del primer efecto del humor, la risa, para pasar a los modos: la exageración o la distorsión de la vida cotidiana, la representación cómica de un momento histórico, la crítica social o política, el lenguaje utilizado para producir humor. Para terminar de responder nuestra pregunta inicial -qué es el humorcerremos el diccionario y busquemos orientación en otra fuente: La risa. Ensayo sobre el significado de la comicidad (1899), del filósofo francés Henri Bergson.

¿De qué te reís? En su libro La risa, Bergson plantea que el humor es algo tan resbaloso que, a pesar de que muchos pensadores han intentado definirlo, pero no han conseguido hacerlo de modo certero. En lugar de definir la risa, este filósofo francés nos propone tomarla como “algo vivo”: “La trataremos, por muy ligera que sea, con el respeto que se le debe a la vida. Nos limitaremos a observar cómo crece y se desarrolla”.


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En su obra La risa, Henri Bergson postula los principios que rigen el humor.

El humor es tan variado, tan imprevisto y tan cambiante que no es posible definirlo; por eso, para Bergson es mucho más útil e interesante señalar tres aspectos centrales de la comicidad: 1. No hay comicidad fuera de lo propiamente humano: supongamos que vamos caminando por la calle y nos cruzamos con un perro con sombrero, bastón y zapatos. Nos causaría mucha gracia lo ridículo de la situación. Frente a este ejemplo humorístico, Bergson se pregunta: ¿dónde radica el humor?; ¿por qué nos reímos del perro? La respuesta para él es: “Nos reiremos de un animal, pero porque habremos descubierto en él una actitud de hombre o una expresión humana”. Este primer aspecto del humor señala

que no hay nada cómico por fuera de lo humano. Si nos reímos del perro es porque va vestido como humano o porque un humano le puso una ropa ridícula e inadecuada. Lo mismo sucedería si en una nube viéramos la cara de alguien conocido y comenzáramos a reírnos. ¿Nos reiríamos de la nube? No, nos estaríamos riendo de la propiedad humana que refleja esa nube, en este caso, de su parecido con una persona que conocemos. Un paisaje en sí mismo no es humorístico: podrá ser hermoso, armonioso, sublime, insignificante o feo, pero nunca será risible. Así, no existe humor más allá de lo humano. 2. La insensibilidad suele acompañar a la risa: supongamos ahora que estamos subiendo una escalera y una persona que avanza, delante de nosotros se tropieza y se cae algunos escalones. Tal vez nuestra primera reacción sea la risa —que rápidamente contendremos para no quedar mal— y, acto seguido, ayudaremos a la persona a pararse. Bergson se pregunta qué ocurre en esta situación: ¿por qué nos reímos, en primera instancia, de alguien que se tropieza?; ¿tan insensibles somos? Justamente, este segundo aspecto resalta que el humor suele ir acompañado de una cuota de insensibilidad. Para Bergson, la indiferencia es el entorno natural de la risa, y su peor enemigo, la emoción. En el ejemplo que


Bienvenidos a la estación poníamos antes, nos reímos de la caída del otro porque nos toma por sorpresa; apenas la emoción aparece —“uy, se puede haber golpeado, ¿estará bien?”—, la risa termina y socorremos a la persona caída. Pensemos en otro ejemplo. Los bloopers, esos videos breves donde una persona sufre un golpazo, tropiezo o pequeño accidente, nos llevan a reír. Pero ¿por qué nos reímos? ¡Qué insensibles!

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Sí, exacto, nos reímos porque somos indiferentes a esas personas, porque el golpe es espontáneo y sorpresivo, y porque no nos genera ningún tipo de emoción. Es más: presuponemos que no les debe haber pasado nada grave, queda en el terreno del chiste. Por todo ello, el segundo aspecto es que la insensibilidad suele acompañar a la risa. 3. El humor es social: en su libro La risa, Bergson presenta este tercer y último aspecto de este modo: “No disfrutaríamos la comicidad si nos sintiéramos aislados. Parece ser que la risa necesita un eco”. Supongamos que vamos a una fiesta en una casa, no conocemos a nadie y nos sientan a una mesa donde ya hay unas quince personas. De repente, uno de los invitados empieza a contar una anécdota y, cuando la termina, todos se ríen a carcajadas. ¿Cómo reaccionarían ustedes? ¿De qué se estarán riendo esas personas? Bergson señala que en esos casos uno no ríe porque no comparte nada con ese grupo, es decir, al estar aislados, no podemos compartir la risa. Esto significa que, el humor no se da en aislamiento, sino que es social, siempre arma una situación de complicidad. Los chistes de un grupo de amigos son una clara muestra de ello. O los chistes de Los hermanos Marx, cómicos estadounidenses originarios de Nueva York. Tuvieron un éxito enorme tanto en el vodevil como en Broadway, y posteriormente en el cine.


Mi reloj

ponda a los censores y fundamente las razones de mi obra; y sin duda estoy nte en deuda con todas las personas que le dieron su aprobaciĂłn como para obligado de una disertaciĂłn, hecha e comedia, me surgiĂł despuĂŠs de las dos o tres primeras representaciones de mi obra.


Mark Twain

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M

i excelente reloj anduvo como un reloj por espacio de un año y medio. No adelantaba ni atrasaba; no se detenía. Su máquina era el arquetipo1 de la exactitud. Llegué a juzgar que mi reloj era infalible en sus juicios acerca del tiempo. Se adueñó de mí la convicción de que la estructura anatómica de mi reloj era imperecedera.2 Pero no sospeché que algún día —o más bien, una noche— lo iba a dejar caer. El accidente me afligió y lo consideré un presagio 3 de peores males. Poco a poco logré serenarme y sobreponerme a mis presentimientos supersticiosos. Sin embargo, para mayor seguridad llevé mi reloj a la casa más acreditada en el ramo, con la intención de que lo revisara un especialista de indiscutida pericia.4 El jefe del establecimiento examinó minuciosamente el reloj. Su fallo fue el siguiente: —Atrasa cuatro minutos. Hay que mover el regulador. Quise controlar el impulso de aquel individuo y hacerle comprender que mi reloj no atrasaba. Fue inútil. Agoté todos los argumentos lógicos; sin embargo, el relojero insistía en que mi reloj atrasaba cuatro minutos y que, por consiguiente, se debía mover el regulador. Me agité lleno de angustia, imploré clemencia,5 supliqué para que no se atormentase a esa máquina fiel y precisa. Pero el verdugo perpetró fría e imperturbablemente su infame acto. Tal como era previsible, el reloj empezó a adelantar. Cada día corría más. Pasó una semana y la velocidad de mi reloj anunciaba una locura febril. El movimiento de la máquina se aceleró hasta alcanzar ciento cincuenta pulsaciones por minuto. Y así pasaron otra semana, y otra, y otra. Transcurridos dos meses, mi reloj dejó atrás a los mejores relojes de la ciudad. Dejó atrás las fechas del almanaque; tenía ya un adelanto de trece días. Siguió pasando el tiempo, pero el de mi reloj siempre pasaba con mayor rapidez, hasta alcanzar una celeridad6 vertiginosa. Aún no daba octubre su último adiós para despedirse, cuando ya mi reloj estaba a mediados de noviembre, disfrutando de los atractivos de

1 La palabra arquetipo se refiere a un modelo o ejemplo ideal. En este caso, el reloj del protagonista es un modelo de exactitud. 2 Imperecedera significa ‘que no perece’, es decir, que no muere’. 3 Un presagio es una señal que anuncia un suceso futuro. 4 La pericia es la habilidad en un oficio, arte o ciencia. 5 Clemencia es sinónimo de piedad. 6 Celeridad significa ‘velocidad’.


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Mi reloj

las primeras nevadas. Pagué por anticipado el alquiler de la casa; pagué los vencimientos que no habían llegado a su fecha; hice mil desembolsos similares, al punto de que la situación llegó a presentar caracteres alarmantes. Fue indispensable recurrir de nuevo al relojero. Este hombre me preguntó si ya se había hecho alguna reparación al reloj. Respondí que no, como era verdad, pues jamás había requerido intervención alguna. El relojero me miró con alegría perversa y abrió la tapa de la máquina. De inmediato colocó delante de uno de sus ojos no sé qué instrumento diabólico de madera negra y examinó el interior del excelente mecanismo. —Resulta indispensable limpiar y aceitar la máquina — dijo el experto—. La arreglaremos después. Vuelva dentro de ocho días. Mi reloj fue aceitado y limpiado; fue arreglado. A consecuencia de ello comenzó a marchar con lentitud, como una campana que suena a intervalos largos y regulares. No llegué a las citas, perdí trenes, me retrasé en los pagos. El reloj me decía que faltaban tres días para un vencimiento, y el documento era protestado. Llegué gradualmente a vivir en el día anterior al real, luego en la víspera, más tarde con una semana de atraso y finalmente en la quincena que precedía a la fecha respectiva.


Mark Twain El mío era el caso de un descuidado, de un solitario que se había aislado de quienes llevaban una vida normal, de cuya sociedad me iba distanciando poco a poco hasta quedar instalado en una zona lejana del tiempo. Empecé a sentirme identificado con la momia del museo y a menudo me aproximaba a ella para comentar los últimos acontecimientos. Una vez más puse mis esperanzas en la intervención de un relojero. Este hombre desarmó la máquina, puso las partes que lo conformaban ante mi vista, y acabó por explicarme que el cilindro estaba hinchado. Pidió tres días para reducir aquel órgano fundamental a sus dimensiones normales. Una vez reparado, el reloj comenzó a indicar la media hora, pero se obstinó en no proporcionarme indicación más precisa. Al aplicar el oído creí percibir en el interior de la máquina ruidos semejantes a ronquidos y ladridos, a resoplidos y estornudos. Mis pensamientos se extraviaron de su cauce normal. ¿Qué reloj era ese que me atormentaba a tal punto? Al mediodía se superaba la crisis. Por la mañana había sobrepasado a todos los relojes del barrio; por la tarde se adormecía o divagaba en ensueños quiméricos,7 y todos los relojes lo dejaban atrás. Al cabo de las veinticuatro horas diarias de la revolución que sigue nuestro planeta, un juez imparcial hubiera dicho que mi reloj se mantenía dentro de los justos límites de la verdad. Pero el tiempo medio en un reloj es como la virtud a medias en una persona. Yo acompañaba a mi reloj y me resultaban insoportables sus alteraciones cotidianas. Decidí acudir a otro relojero. El nuevo especialista concluyó en que estaba roto el espigón de escape del áncora. ¿Eso era todo? Exterioricé la alegría infinita que rebosaba de mi corazón. Debo reconocer en esta nota confidencial que yo no sabía en absoluto qué era el “espigón de escape del áncora”; pero me contuve para no dejar la impresión de ignorancia ante un extraño. Se hizo la compostura.8 Mi desdichado reloj perdió por un lado lo que ganó por el otro.

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7 Ensueños quiméricos son sueños ilusorios. 8 Una compostura es un arreglo.


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Mi reloj

En efecto, partía al galope y se detenía súbitamente; volvía a iniciar la carrera y se paraba de nuevo, sin que le importara esa regularidad de movimientos que constituye la cualidad principal de un reloj respetable. Siempre que daba uno de aquellos saltos percibía en el bolsillo una vibración tan intensa como si un fusil hubiese cejado al dispararse. En vano hice poner un forro de algodón en mi chaleco. Era preciso adoptar medidas mucho más heroicas para aminorar un efecto tan explosivo. Recurrí a otro relojero. Este último apeló a su lente, desmontó el reloj y tomó las piezas con la pinza, como habían hecho ya sus colegas. Después de la obligada pericia me informó: —Hay dificultades con el regulador. Colocó el regulador en su sitio y procedió a limpiar toda la máquina. El reloj marchaba perfectamente bien. Solo había un detalle intrascendente que alteraba su comportamiento: cada diez minutos, invariablemente, las agujas se adherían como las hojas de una tijera y mostraban la más decidida intención de seguir juntas. ¿Qué filósofo, por inmensa que fuese su sabiduría, podía enterarse de la hora con un reloj de tal especie? Fue indispensable remediar los contratiempos de un estado tan lamentable. —Es el cristal —me indicó la persona caracterizada por sus méritos a quien acudí en busca de auxilio—, es el cristal y nada más que el cristal. Allí está la causa de lo que usted atribuye a las agujas. Si estas no pueden girar libremente, se traban. Además hay que reparar algunas rueditas..., en realidad, casi todas.



saltó un espantoso estrépito proveniente del vestíb on con que una antigua armadura se había despr fantasma de Canterville sentado en una silla de resp r en el rostro. Los mel lizos, que traían sus cerb que solo pueden adquirir quienes han practicado la tanto, el ministro de los Estados Unidosapuntaba os de la etiqueta californiana, que pusiera las manos se escabulló entre ellos, como una neblina, apaga curidad total. Al llegar a lo alto de la escalera, se r ás de una ocasión le había resultado extremadamen lord Raker en una sola noche y había logrado que tr primer mes de trabajo. En consecuencia, lanzó su viejo techo abovedado; pero, cuando apenas empeza apareció la señora Otis vestida con una bata celes de salud, y por ello le he traído una botella de la stión, este remedio lo ayudará. El fantasma la miró e en un enorme perro negro, una hazaña que le hab ilia había atribuido la permanente idiotez del tío d el sonido de unos pasos que se acercaban lo hizo des te fosforescente y se desvaneció lanzando un profun staban por alcanzarlo.Cuando llegó a su cuarto, se de idad de los gemelos y el grosero materialismo de l ntes, pero lo que más lo perturbaba era no h a de que incluso aquellos modernos estadounidenses s por otra razón que el respeto a su poeta naciona había entretenido muchas veces mientras los Can ; la había vestido con gran éxito en el torneo de K Reina Virgen. Pero esta vez, cuando quiso ponérsel raza y del yelmo de acero, y cayó pesadamente al su o derecha. Durante varios días estuvo muy enfermo, a de sangre en buen estado. Al fin, luego de mucho ento de asustar al ministro de los Estados Unidos Pasó la mayor parte de ese día revisando el guarda ible con una pluma roja, un sudario fruncido en la violento temporal, y el viento era tan fuerte que chirriaban. Ese era precisamente el tiempo que paso con sigilo hasta el dormitorio de Washington res puñaladas en la garganta al son de una música ba perfectamente al tanto de que era él quien tenía l ville con su el detergente “Inigualable” de Pinkerton.


bulo. Luego de baja apresur adamente las escaleras rendido de su soporte y había caído al suelo de los paldo alto, frotándose las rodillas con una expresió batanas, dispararon sobre él dos proyectiles, con arga y pacientemente sobre su profesor de caligr al fantasma con su revólver y le ordenaba, de acu s en alto. El fantasma se levantó con un salvaje ala ando al pasar la vela de Washington Otis y dejánd recuperó y decidió lanzar su célebre carcajada demoní nte útil. Se decía que con ella había hecho encanecer res institutrices francesas de lady Canterville renuncia risotada más horrible hasta que retumbó una y aban a extinguirse los escalofriantes ecos, se abrió ste y le dijo al fantasma: –Me temo que usted no a solución medicinal del Doctor Dobell. Si se trat ó enfurecido y de inmediato comenzó a prepararse p bía valido un merecido renombre, y a la cual el m de lord Canterville, el honorable Thomas Horton. sistir de su propósito, de modo que se limitó a volv ndo gemido sepulcral, en le preciso instante en que errumbó por completo, presa de una violenta agita la señora Otis naturalmente le resultaban de lo m haber podido colocarse la armadura. Había tenido se estremecieran al ver al Espectro Acorazado, aun al Longfellow , con cuya delicada y atractiva poesí nterville estaban en la ciudad. Además, era su pro Kenilworth, y había sidoestación muy elogiada nada menos Trabajos en la la, se vio completamente superado por el peso d uelo, raspándose las rodillas y lastimándose los nudi y únicamente se movía de su habitación para mante os cuidados logró reponerse y resolvió llevar a cabo y a su familia. Eligió el viernes 17 de agosto para arropa, y finalmente se decidió por un gran sombr as muñecas y el cuello, y una daga oxidada. Al atard todas las ventanas y las puertas de la antigua casa más le gustaba. Su plan de acción era el siguiente n Otis, le susurraría algo desde el pie de la cama a lenta. Le guardaba a Washington un rencor espe la costumbre de eliminar la famosa mancha de san . Después de reducir al imprudente y temerario jo


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“Mi reloj” 1 A partir de la información dada en el relato, confeccionen un cuadro en el que incluyan estos datos: problema del reloj; arreglo del reloj; consecuencias en el protagonista. 2 De acuerdo con el desarrollo de la trama del cuento, expliquen este fragmento final.

“Me preguntabas, querido tío, qué oficio adoptan los zapateros, herreros, armeros, mecánicos y plomeros que fracasan en su elección inicial. ¿Sabes qué oficio adoptan, querido tío? Pregúntaselo a mis tres mil dólares gastados en hacer inservible un excelente reloj”.

3 Lean el siguiente extracto del cuento de Julio Cortázar “Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj”. Luego, contesten las preguntas.

“Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. […] Te regalan —no lo saben, lo terrible es que no lo saben—, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo, pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. […] Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se caiga al suelo y se rompa. […]”. Cortázar, Julio. “Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj”, en Historias de cronopios y de (1962), Madrid: Suma de Letras, 2001.

a.

¿Cómo se relaciona este fragmento con el relato de Twain?

b. ¿Qué recursos humorísticos se ponen en juego para producir comicidad en esta parte del cuento? c. Actualmente, ¿de qué objetos podríamos escribir como lo hace Cortázar?


Trabajos en la estación

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“De la decadencia en el arte de mentir”

a.

¿Por qué la mentira podría ser una “musa” inspiradora?

b.

¿Por qué mentir puede ser un arte?

c.

¿Cuál es la conclusión del conferenciante?

5 Propongan tres ejemplos más de cómo mentimos diariamente. Luego, expliquen por qué esas mentiras pueden ser útiles o necesarias. 6 El escritor irlandés Oscar Wilde también escribió sobre la mentira. Lean este fragmento extraído de “La decadencia de la mentira” y realicen las actividades propuestas.

El arte de

4 Respondan estas preguntas sobre el texto leído por el narrador. Aporten una cita para justificar cada una de sus respuestas.

“La mentira y la poesía son artes —artes que, como observó Platón, no dejan de tener relaciones mutuas—, y que requieren el más atento estudio, el fervor más desinteresado. Poseen, en efecto, su técnica, igual que las artes más materiales de la pintura y de la escritura tienen sus secretos sutiles de forma y de color, sus manipulaciones, sus métodos estudiados”. Wilde, Oscar. “La decadencia de la mentira” (1889), en Ciudad Seva [en línea], http://www. ciudadseva.com/textos/teoria/opin/wilde1.htm [Consulta: 18/12/2014].

a. Relacionen este fragmento con los planteos expuestos en el cuento de Mark Twain. b.

Enumeren qué métodos imaginan para el “arte de mentir”.

c. Escriban con tono humorístico sobre el lugar de la mentira en la sociedad actual.



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