El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde - ¡Recorré el libro!

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de baile; y las farolas, con sus llamas inmóvi precisa trama de luces y sombras. A las di muy solitaria y muy silenciosa, a pesar de que ue provenía de Londres. Llegaban ruiditos de lej e en ambasEl veredas de la calle, si un peatón extraño casoy del ntes de que apareciera a la vista. Utterson estab pasos extrañamente ligeros que se acercaban. doctor Jekyll había acostumbrado al inquietante efecto audit el señor Hyde que estuvieraytodavía muy lejos, se destacaban c r de la ciudad. Pero su atención nunca había s ora, y un fuerte y supersticioso presentimiento Robert L.acercándose Stevenson Los pasos siguieron con rapidez, y doblaron la esquina de la calle. El abogado, de ida con qué tipo de hombre tenía que enfrentar ncluso desde esa distancia, el observador ya sen e derecho a la puerta, cruzando en diagonal pa una llave, como quien llega a su casa. Y al f e serena, seca y muy fría; las calles estaban t y las farolas, con sus llamas inmóviles por a trama de luces y sombras. A las diez, cuan y solitaria y muy silenciosa, a pesar de que ue provenía de Londres. Llegaban ruiditos de lej e en ambas veredas de la calle, y si un peatón ntes de que apareciera a la vista. Utterson estab pasos extrañamente ligeros que se acercaban. había acostumbrado al inquietante efecto audit que estuviera todavía muy lejos, se destacaban c r de la ciudad. Pero su atención nunca había s ora, y un fuerte y supersticioso presentimiento Los pasos siguieron acercándose con rapidez, y doblaron la esquina de la calle. El abogado, de ida con qué tipo de hombre tenía que enfrentar


de baile; y las farolas, con sus llamas inmóvi precisa trama de luces y sombras. A las di muy solitaria y muy silenciosa, a pesar de que ue provenía de Londres. Llegaban ruiditos de lej e en ambas veredas de la calle, y si un peatón ntes de que apareciera a la vista. Utterson estab pasos extrañamente ligeros que se acercaban. había acostumbrado al inquietante efecto auditi Índice que estuviera todavía muy lejos, se destacaban c r de la ciudad. Pero su atención nunca había s ora, y un fuerte y supersticioso presentimiento Los pasos siguieron acercándose con rapidez, y doblaron la esquina de la calle. El abogado, de ida con qué tipo de hombre tenía que enfrentar ncluso desde esa distancia, el observador ya sen e derecho a la puerta, cruzando en diagonal pa una llave, como quien llega a su casa. Y al f e serena, seca y muy fría; las calles estaban t y las farolas, con sus llamas inmóviles por a trama de luces y sombras. A las diez, cuan y solitaria y muy silenciosa, a pesar de que ue provenía de Londres. Llegaban ruiditos de lej e en ambas veredas de la calle, y si un peatón ntes de que apareciera a la vista. Utterson estab pasos extrañamente ligeros que se acercaban. había acostumbrado al inquietante efecto auditi que estuviera todavía muy lejos, se destacaban c r de la ciudad. Pero su atención nunca había s ora, y un fuerte y supersticioso presentimiento Los pasos siguieron acercándose con rapidez, y doblaron la esquina de la calle. El abogado, de ida con qué tipo de hombre tenía que enfrentar Bienvenidos a la estación de Robert L. Stevenson .............. 6

El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde .................... 22 La historia de la puerta ............ 24 En busca del señor Hyde .......... 33 El doctor Jekyll estaba muy

tranquilo ............................. 44 El caso del asesinato de Carew ... 47

El incidente de la carta ............ 54 El notable incidente del

doctor Lanyon ....................... 61

El incidente en la ventana ........ 66

La última noche .................... 68 El relato del doctor Lanyon ....... 83

Exposición completa del caso, por

Henry Jekyll ......................... 91

Trabajos en la estación ......... 112


taban tan limpias como la pista de un salón d or la ausencia total de viento, proyectaban una ando cerraban los comercios, la calle se volvía rcaba por todas partes el murmullo sordo qu rumor doméstico de las casas se oía claramente ercaba, el sonido de sus pasos lo anunciaba an lí desde hacía unos minutos, cuando notó unos p transcurso de sus patrullajes nocturnos, se h or el cual los pasos de una persona sola, aunq aridad entre el inmenso murmullo del trajinar raída de un modo tan preciso y decidido como aho ito lo llevó a esconderse en la entrada del patio. lumen de su sonido aumentó de repente cuando puesto de vigía en la entrada, pudo ver ensegui ra bajo y vestía con sencillez; pero al verlo, in rta fuerte aversión hacia él. El individuo se fue nar tiempo; y, al acercarse, sacó del bolsillo Bienvenidos a la estación paciencia se vio recompensada. Era unade noche mpias como la pista de un salón de baile; y sencia total de viento, proyectaban una precisa rraban los comercios, la calle se volvía muy rcaba por todas partes el murmullo sordo qu rumor doméstico de las casas se oía claramente ercaba, el sonido de sus pasos lo anunciaba an lí desde hacía unos minutos, cuando notó unos p transcurso de sus patrullajes nocturnos, se h or el cual los pasos de una persona sola, aunq aridad entre el inmenso murmullo del trajinar raída de un modo tan preciso y decidido como aho ito lo llevó a esconderse en la entrada del patio. lumen de su sonido aumentó de repente cuando puesto de vigía en la entrada, pudo ver ensegui

Robert L. Stevenson


de baile; y las farolas, con sus llamas inmóvi precisa trama de luces y sombras. A las di muy solitaria y muy silenciosa, a pesar de que ue provenía de Londres. Llegaban ruiditos de lej e en ambas veredas de la calle, y si un peatón ntes de que apareciera a la vista. Utterson estab pasos extrañamente ligeros que se acercaban. había acostumbrado al inquietante efecto audit que estuviera todavía muy lejos, se destacaban c r de la ciudad. Pero su atención nunca había s ora, y un fuerte y supersticioso presentimiento Los pasos siguieron acercándose con rapidez, y doblaron la esquina de la calle. El abogado, de ida con qué tipo de hombre tenía que enfrentar ncluso desde esa distancia, el observador ya sen e derecho a la puerta, cruzando en diagonal pa una llave, como quien llega a su casa. Y al f e serena, seca y muy fría; las calles estaban t y las farolas, con sus llamas inmóviles por a trama de luces y sombras. A las diez, cuan y solitaria y muy silenciosa, a pesar de que ue provenía de Londres. Llegaban ruiditos de lej e en ambas veredas de la calle, y si un peatón ntes de que apareciera a la vista. Utterson estab pasos extrañamente ligeros que se acercaban. había acostumbrado al inquietante efecto audit que estuviera todavía muy lejos, se destacaban c r de la ciudad. Pero su atención nunca había s ora, y un fuerte y supersticioso presentimiento Los pasos siguieron acercándose con rapidez, y doblaron la esquina de la calle. El abogado, de ida con qué tipo de hombre tenía que enfrentar


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Las dos caras de la ciudad El pensador inglés Raymond Williams señala que, a lo largo de la historia, las personas han depositado sentimientos muy intensos en torno al campo y a la ciudad. El campo, afirma Williams, quedó asociado a la idea de un estilo de vida natural, de paz, de inocencia y virtud simple, mientras que la ciudad se relacionó con la idea de progreso, de acumulación del conocimiento y de comunicación.1 La literatura y el cine nos han contado innumerables historias acerca de hombres y mujeres que abandonan el pequeño pueblo o la aldea en que viven, con el sueño de desarrollar su vocación o progresar económicamente en la gran ciudad. En esos 1 Raymond Williams. El campo y la ciudad. Buenos Aires, Paidós, 2001.

relatos, lo urbano atrae como un espacio de oportunidades donde todo está al alcance de la mano para aquellos que buscan el crecimiento personal. La ciudad seduce con sus luces: en ella es posible estudiar, trabajar, crear, comerciar y divertirse. También hemos visto películas y leído novelas que narran la historia opuesta: la de aquellos que, agobiados por la aceleración y el anonimato de las grandes capitales, optaron por el retorno a la naturaleza y decidieron buscarse a sí mismos en los ritmos pausados de una vida apartada y pueblerina. En esas historias, la ciudad produce rechazo porque su dinámica –multitudinaria y vertiginosa– genera incomunicación y aislamiento. Sin duda, la literatura y el cine han consagrado obras notables a la representación de las ciudades, y nuestras figuraciones

En su película Tiempos modernos (1936), el genial Charles Chaplin ha sabido mostrar como pocos la alienación de las personas en las ciudades industrializadas.


Robert L. Stevenson del mundo urbano provienen de ellas. En el siglo xix, la imagen de París se forjó en las novelas de Emile Zola y Honoré de Balzac, y la niebla de Londres nos envolvió desde las obras de Charles Dickens y Arthur Conan Doyle. En el siglo xx, la Lisboa poética de Fernando Pessoa conmovió a sus lectores, y Roma, la “ciudad eterna”, quedó inmortalizada en varias películas de Federico Fellini. Nueva York y sus rascacielos nos deslumbraron con el humor irónico que Woody Allen sabe desplegar en la pantalla grande, y nuestra Buenos Aires, poblada de guapos y arrabales, se hizo querer en otras latitudes desde las páginas de Jorge Luis Borges. La relevancia que el espacio urbano tiene en nuestra cultura es tan grande que la obra de cada uno de estos artistas ha firmado un pacto indisoluble con su ciudad. En sus creaciones, lo urbano presenta siempre sus luces y sus sombras. Todas las ciudades seducen y repelen; regalan a sus habitantes momentos placenteros, pero también les deparan experiencias desoladoras. Por la diversidad de paisajes literarios que ofrece, la obra del escritor escocés Robert Louis Stevenson no está asociada indefectiblemente a la ciudad de Londres. Sin embargo, en 1886, pocos como él supieron desplegar ante los ojos del lector la inquietante ambigüedad de esa importante metrópoli. En El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde, Stevenson

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fue capaz de revelar, con suma maestría, las intensas contradicciones de la vida en una ciudad moderna.

Londres en tiempos de Stevenson Durante el siglo xix, la ciudad de Londres, capital del Reino Unido (formado por Escocia, Inglaterra, Irlanda del Norte y Gales), creció hasta convertirse en el gran centro del capitalismo y la sede de un imperio mundial. Para comprender cómo llegó a adquirir semejante hegemonía, hay

Afiche de Manhattan (1979), la célebre película de Woody Allen. Las letras del título imitan los emblemáticos rascacielos de esa ciudad.


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que prestar atención a la conjunción de diversos procesos históricos y económicos: la Revolución Industrial, la consolidación del capitalismo y la nueva expansión colonialista. A partir de la segunda mitad del siglo xviii, venía desarrollándose en Inglaterra una serie de transformaciones socioeconómicas y tecnológicas tan impactante en la historia europea, que mereció el nombre de “revolución”. El perfeccionamiento de la máquina de vapor y el desarrollo en la elaboración del hierro mejoraron los procesos productivos. Los transportes también sufrieron una “revolución”, con la aparición de los ferrocarriles y de los barcos de vapor. La aplicación de las nuevas tecnologías en las zonas rurales optimizó la producción de alimentos;

sin embargo, al reemplazar la mano de obra humana por la máquina, produjo desocupación. Por esta razón, miles de trabajadores emigraron del campo a las ciudades inglesas para convertirse en obreros en las grandes fábricas que empezaban a abrirse. El éxito del sistema de producción capitalista hizo que Gran Bretaña rápidamente necesitara más materia prima para sus industrias y nuevos mercados donde vender sus productos. Este fue el origen del colonialismo inglés, un proceso por el cual el gobierno británico, mediante su poderosa flota real, extendió su soberanía a través de los mares y estableció un control político sobre diversas regiones de Asia y del Pacífico, en busca de la hegemonía sobre el comercio mundial.

El perfeccionamiento de la máquina de vapor a comienzos del siglo xix introdujo una verdadera revolución en la industria y los transportes.

Carro impulsado por una máquina de vapor, según un proyecto de 1827.


Robert L. Stevenson La estabilidad política también fue un factor que respaldó los cambios sociales y económicos de la época. La solidez de la monarquía parlamentaria y el largo reinado de Victoria I resultaron factores propicios para todos los emprendimientos del Reino Unido. Alejandrina Victoria había nacido en Londres, en 1819. Por una serie de enfermedades y desgracias que sacudieron a la familia real, a los once años se convirtió en una firme candidata al trono. Cuando tenía dieciséis años, conoció a su futuro esposo, el príncipe alemán Alberto de Sajonia. A los dieciocho años contaba con una excelente educación, dominaba varios idiomas y sostenía una pesada corona sobre su cabeza. Dos años después, la joven reina, cuya personalidad firme y decidida no dejaría de asombrar a sus súbditos, se casó con Alberto, quien, además de esposo, fue uno de sus mejores consejeros. El reinado de Victoria garantizó la prosperidad económica de los sectores medios y altos de la población inglesa e impuso, además de una rígida moral sexual, el respeto de valores como la patria, la familia patriarcal y la tradición monárquica. Todos estos componentes dieron como resultado un estilo de vida que se conoce con el nombre de “victoriano”. ¿Cómo vivió Londres estas profundas transformaciones? La ciudad –que durante siglos había crecido en torno a su puerto, atravesa-

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da por el apacible río Támesis– ascendió a la categoría de capital de un imperio respetado y temido en todo el mundo. En consecuencia, sus parques se embellecieron, los arquitectos levantaron los más hermosos edificios, el alumbrado público se extendió, florecieron los comercios, la venta de productos de lujo y los paseos públicos, en tanto que se elevaba el nivel de vida de las clases media y alta. Simultáneamente, como consecuencia de esos mismos fenómenos, el espacio urbano se superpobló y se contaminó

El reinado de Victoria se extendió desde 1837 hasta su muerte, en 1901.


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con el humo del carbón que se quemaba sin cesar para alimentar los mecanismos de las máquinas de vapor. La industrialización se cobró su precio en miles de trabajadores y desamparados que vivían en condiciones miserables, sometidos al flagelo del hacinamiento, el trabajo infantil y la exposición continua a las enfermedades. En el período imperial, el espacio urbano se organizó alrededor de la City, el asentamiento original de la ciudad y la sede del poder político y económico. Hacia el oeste de la City o centro, en la zona conocida como West End, la ciudad creció en avenidas, jardines, barrios residenciales y construcciones elegantes. En cambio, hacia el este, en el sector denominado East End, se asentaron la pobreza y la marginalidad.

El barrio llamado Soho merece una mención aparte por sus rasgos atípicos. El Soho estaba situado en el corazón mismo del respetable West End. Sin embargo, durante este período, fue adquiriendo un perfil propio y las familias acomodadas lo abandonaron. Entonces, se pobló de comercios y restaurantes baratos que de día atraían a numerosos visitantes. De noche, abrieron sus puertas teatros, salones de música y prostíbulos. Sin duda, fue la zona más transgresora de la ciudad, frente a los severos límites que la moral de la época había impuesto a la diversión nocturna. Un barrio así debería haber crecido en la periferia; sin embargo, la capital imperial lo toleró en su centro, tal vez como una válvula de escape frente a las exigencias de un estilo de vida excesivamente austero y formal.

El centro de Londres en la actualidad. Vista del Parlamento y el Big Ben, sobre el río Támesis.


ipio, munas se burta comedia; reidores la , y todo lo e pudieron ho de ella

lla no evitó que haya tenido un éxito del que es a publicación, algún prefacio que responda a ; y sin duda estoy bastante en deuda con todas ara creerme obligado a defender su opinión con s cosas que tendría para decir sobre este tema ma de diálogo, y con la cual todavía no sé qué h ueña comedia, me surgió después de las dos o t oche la comenté en la casa donde me encontrab es muy conocido en sociedad, y que me hace el ho u agrado, no sólo para pedirme que me abocar quedé muy sorprendido cuando, dos días más ta erdad, de una manera mucho más galante y mu o en la cual muchas cosas me parecían demas ntaba esa obra en nuestro teatro me acusaran n ella. Así que eso me impidió, por considerac nta gente me presiona todos los días para qu mbre es la causa de que no incluya en este pref cida a hacerla aparecer. Si llegara a ser así, vu ico del delicado malhumor de algunas personas vengado gracias al éxito de mi comedia, y deseo por ellos como esta, con tal de que el resto siga d nas se burlaron de esta comedia; pero los reido r dicho de ella no evitó que haya tenido un éxito , en esta publicación, algún prefacio que respo obra; y sin duda estoy bastante en deuda con t para creerme obligado a defender su opinión con s cosas que tendría para decir sobre este tema ma de diálogo, y con la cual todavía no sé qué h ueña comedia, me surgió después de las dos o t noche la comenté en la casa donde me encontra o es muy conocido en sociedad, y que hace el ho su agrado, no sólo para pedirme qe me abocar


do y soleado, y cuando se el sol, co para salir a dar un paseo. Repara la cena. Durante la conversaunca se e manera que ni siquiera se dieron nes básicas receptivas que tan a enudo entación de fenómenos íquicos.


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A Katharine de Mattos1 1 Katharine Stevenson, prima del autor, había nacido en Escocia como él. Para escándalo de la familia, se había casado con el intelectual ateo Stanley de Mattos, de quien más tarde se divorció. 2 Katharine había desafiado las convenciones sociales de la época al soltar los lazos del matrimonio. 3 Los brezales son conjuntos de brezos, unos arbustos con ramas de madera dura y flores pequeñas. 4 La retama es una planta de ramas delgadas y flores amarillas. 5 Aquí, atemperar significa “moderar”, “mantener bajo control”. 6 Una fechoría es una acción mala o una travesura. 7 Una herejía es una idea o una acción que va contra los principios de la religión. 8 Según se narra en la Biblia (Génesis 4,9), Caín, creyendo que su hermano Abel era el preferido por Dios, lo asesinó. Cuando Dios le preguntó por su hermano, Caín respondió: “¿Acaso soy el guardián de mi hermano?”.

No es bueno soltar los lazos2 que Dios decretó unir; seguiremos siendo los niños del brezal3 y del viento. Lejos del hogar, ah, todavía para ti y para mí florece linda la retama4 en la región del norte.

La historia de la puerta

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l abogado Utterson era un hombre de un rostro severo al que nunca iluminaba una sonrisa. Era de pocas palabras, tímido, distante y poco demostrativo de sus sentimientos; alto, flaco, serio y aburrido y, sin embargo, de alguna forma, inspiraba cariño. Cuando se reunía con amigos, y cuando el vino era de su gusto, sus ojos traslucían algo eminentemente humano que él nunca, sin embargo, llegaba a expresar en su conversación; pero esto no solo se manifestaba en estos mudos signos de la sobremesa sino, a menudo y más claramente, en los actos de su vida. Era austero consigo mismo: bebía ginebra cuando estaba solo, para atemperar5 su tendencia a los buenos vinos; y aunque le gustaba el teatro, hacía veinte años que no pisaba uno. Sin embargo, era de una probada tolerancia con los demás, y consideraba a veces con asombro, casi con envidia, la tremenda presencia de ánimo que suponían las fechorías6 de aquellos. Además, ante cualquier situación extrema, era más propenso a ayudar que a condenar. “Respeto la herejía7 de Caín”,8 solía decir con sagacidad: “Dejo que mi hermano se vaya al diablo como crea más oportuno”. Siendo así su carácter, a menudo le tocaba ser el último conocido respetable, la última influencia saludable en la vida de los hombres encaminados cuesta abajo. Y a estos nunca les ponía mala cara mientras durase la amistad.


Robert L. Stevenson Esto no debía ser difícil para un hombre como el señor Utterson, que en el mejor de los casos era poco demostrativo, y que al parecer solo se hacía amigo de quienes eran tan benévolos como él. Es propio de personas modestas aceptar el círculo de amigos que les ha deparado el azar; y este era el caso de Utterson. Sus amigos eran parientes o conocidos desde hacía mucho; su afecto crecía con el tiempo, como la hiedra, y no necesitaba que el objeto al que se dirigía mostrara ninguna virtud particular. La amistad que lo unía a Richard Enfield, hombre muy conocido en la ciudad y pariente lejano suyo, era sin duda de este tipo. Muchos se rompían la cabeza preguntándose qué veían aquellos dos uno en el otro o qué intereses podían hallar en común. Según contaban quienes se los encontraban en sus paseos dominicales, iban muy aburridos sin decirse nada y recibían con evidente alivio la llegada de un amigo. A pesar de todo, ambos apreciaban muchísimo estas salidas, las consideraban el broche de oro de la semana, y por disfrutarlas sin interrupción no solo dejaban de lado cualquier otro pasatiempo, sino incluso los compromisos más serios. Y sucedió que, en uno de estos paseos sin rumbo, fueron a parar por casualidad a una calle lateral de un barrio muy concurrido de Londres. La calle era angosta y estaba por así decirlo tranquila, pero en los días de semana la animaban los comercios y el tráfico. A sus habitantes parecía irles bien. Con la esperanza de que les fuera aún mejor, invertían sus ganancias en carteles, a cuál más atractivo; los comercios se extendían así por las dos aceras con un aire de invitación, como una doble fila de vendedoras sonrientes. Incluso los domingos, cuando estaba relativamente desierta y con las persianas bajas sobre sus más floridos encantos, la calle resplandecía en contraste con su vecindario mísero, como un fuego en el medio del bosque. Captaba y deleitaba la vista del

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9 Aplicado a una pared, el adjetivo ciega significa “sin aberturas”. 10 La aldaba es una pieza de hierro o de bronce que se pone en las puertas para llamar golpeando con ella. 11 El alumbrado público con farolas de gas fue un adelanto del siglo xix que caracterizó a los grandes centros urbanos. 12 Aguzar un sentido es forzarlo para que preste más atención.

transeúnte con sus persianas recién pintadas, sus bronces relucientes, su limpieza y su alegría general. A dos puertas de una esquina, por la mano izquierda y yendo hacia el este, la línea de casas se interrumpía por la entrada de un amplio patio; y en ese punto exacto el bloque formado por cierto edificio siniestro hacía sobresalir su alero hacia la calle. Tenía dos pisos y no se le veían ventanas; tan solo una puerta en la planta baja, una fachada ciega9 de revoque descolorido en la planta alta y nada más. Todo el edificio, en cada detalle, llevaba las marcas de un prolongado y miserable abandono. La puerta, sin aldaba10 ni campanilla, tenía el barniz ampollado y descascarado. Los vagabundos encontraban cobijo en su hueco y raspaban fósforos en la madera; los niños comerciaban en los escalones; el escolar había probado su navaja en las molduras y nadie había aparecido, desde hacía casi una generación, a echar a aquellos visitantes casuales o a reparar sus estragos. El señor Enfield y el abogado caminaban por la vereda de enfrente; pero cuando llegaron a la altura de la entrada, el primero levantó el bastón y señaló hacia ella. –¿Te has fijado alguna vez en esa puerta? –preguntó. Y ante la respuesta afirmativa de su acompañante, agregó–: Está conectada en mi mente con una historia muy extraña. –¿Ah, sí? –dijo el señor Utterson con un leve cambio de voz–. ¿Qué historia? –Bueno –respondió el señor Enfield–, sucedió así: volvía yo a pie a casa desde un lugar situado en el otro extremo del mundo, a eso de las tres de una oscura madrugada de invierno, y mi recorrido atravesaba una parte de la ciudad en la que no se veía otra cosa que no fueran las farolas de gas.11 Calle tras calle y ni un alma, todos durmiendo. Calle tras calle, todo iluminado como para una procesión y vacío como una iglesia, hasta que llegó un momento en que, a fuerza de aguzar12 el oído, me sobrevino ese particular estado de ánimo en el que se echa de menos la presencia de un policía. De repente vi dos figuras: una era la de un



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13 Una bocacalle es una calle secundaria que desemboca en otra. 14 El término Juggernaut proviene de uno de los nombres del dios Krishna en la religión hindú. Sus fieles, en ocasiones, practicaban cultos violentos. 15 La palabra matasanos se usa para referirse a un médico de manera irónica. 16 La aversión es un sentimiento de fuerte rechazo o repugnancia frente a alguien o algo. 17 Se llamaba boticario a la persona que preparaba y vendía medicinas. 18 Edimburgo es la ciudad capital de Escocia, donde nació Stevenson. 19 La gaita es un instrumento musical cuyo sonido proviene del aire suministrado desde una bolsa inflada a uno o más tubos, a través de un conducto por el que se sopla.

hombre de baja estatura, que venía renqueando pero a buen paso hacia el este; la otra era la de una niña de ocho o diez años, que llegaba corriendo lo más rápido que podía por una bocacalle.13 Bien, señor, era bastante natural que los dos se chocaran al llegar a la esquina. Y aquí viene la parte más horrible de la historia: el hombre pisoteó tranquilamente a la niña caída y siguió su camino, dejándola llorando en el suelo. Contado no es nada, pero verlo fue un infierno. No parecía ni siquiera un hombre, sino un maldito Juggernaut.14 Pegué unos gritos, corrí, agarré al caballero por la solapa y lo llevé adonde ya había un buen grupo de gente alrededor de la niña que lloraba a más no poder. Se quedó de lo más tranquilo y no opuso la menor resistencia, pero me lanzó una mirada tan espantosa que del miedo me hizo sudar tanto como por la corrida. Las personas que habían acudido eran los familiares de la pequeña; resultó que la habían mandado a buscar a un médico, quien apareció poco después. Bueno, según el matasanos,15 la niña no tenía nada más que un susto; y podrás suponer que ahí se terminó todo. Pero tuvo lugar un curioso episodio. Yo había sentido una profunda aversión16 por aquel caballero desde el primer momento en que lo vi. Y lo mismo le había sucedido a la familia de la niña, como es natural. Pero me sorprendió la actitud del médico. Era el típico boticario17 curalotodo, sin color ni edad particular, con un marcado acento de Edimburgo18 y no más emotivo que una gaita.19 Y sin embargo, señor, parecía sentir lo mismo que el resto de nosotros: cada vez que aquel matasanos miraba a mi prisionero, yo lo veía palidecer de las ganas de matarlo. Yo entendía lo que él sentía, así como él entendía lo que sentía yo; pero como no era posible matar a nadie, hicimos lo mejor que se nos ocurrió. Le dijimos al hombre que podíamos armar tal escándalo y difamarlo de tal manera que su nombre apestaría en todo Londres, y que ganas no nos faltaban. Y que, si tenía amigos o reputación que perder, nos ocuparíamos de que los perdiera. Y todo el tiempo,


Robert L. Stevenson mientras lo hostigábamos,20 teníamos que alejar de él a las mujeres, que estaban tan furiosas como arpías.21 Jamás vi un círculo de caras más enfurecidas. Y ahí estaba aquel hombre en medio de todos, con esa especie de mueca de desprecio tenebrosa y fría. Él también tenía miedo, era evidente, señor; pero mostraba tan poco arrepentimiento o vergüenza como el mismo Satanás. “Si ustedes prefieren sacar rédito22 de este accidente, yo naturalmente estoy indefenso”, dijo. “Un caballero siempre hace lo posible por evitar el escándalo. Díganme cuánto quieren”. Bueno, conseguimos que se comprometiera a pagar cien libras23 para la familia de la niña. Se notaba que le hubiera gustado evadirse; pero como en nuestras caras debía haber algo que no presagiaba nada bueno, al fin se rindió. Ahora había que conseguir el dinero. ¿Y adónde crees que nos llevó? Precisamente a esa puerta. Sacó la llave, entró y enseguida regresó con diez libras en monedas de oro y un cheque por el resto de la suma. El cheque era del banco Coutts, al portador y llevaba la firma de una persona que no puedo mencionar, aunque sea uno de los puntos más llamativos de mi historia. Pero te diré que se trataba de un nombre muy conocido, que a menudo aparece en los periódicos; si bien la suma era alta, esa firma era garantía suficiente, siempre que fuese auténtica. Me tomé la libertad de comentarle a nuestro caballero que todo ese asunto me parecía fraudulento,24 y que no es nada común que alguien entre a las cuatro de la mañana por la puerta de una bodega para salir, unos instantes después, con un cheque por el valor de casi cien libras esterlinas firmado por otra persona. Pero él estaba calmo y burlón. “No se preocupe”, dijo. “Me quedaré con usted hasta que abran los bancos, y cobraré el cheque personalmente”. Entonces nos pusimos en marcha el médico, el padre de la niña, nuestro amigo y yo, y fuimos todos a esperar a mi casa. Por la mañana, después del desayuno, nos dirigimos al banco todos juntos como un solo hombre. Yo presenté el cheque, y dije que tenía sobrados

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20 En este caso, hostigar es “atacar con insistencia”. 21 En la mitología griega, las arpías eran seres monstruosos con cuerpo de ave de rapiña y rostro de mujer. 22 Se llama rédito a la ganancia que rinde un capital. 23 La libra, o libra esterlina, es la unidad monetaria del Reino Unido. 24 Se dice que es fraudulento aquello que está relacionado con la falsedad y el engaño.


taban tan limpias como la pista de un salón d or la ausencia total de viento, proyectaban una ando cerraban los comercios, la calle se volvía rcaba por todas partes el murmullo sordo qu rumor doméstico de las casas se oía claramente ercaba, el sonido de sus pasos lo anunciaba an lí desde hacía unos minutos, cuando notó unos p transcurso de sus patrullajes nocturnos, se h or el cual los pasos de una persona sola, aunq aridad entre el inmenso murmullo del trajinar raída de un modo tan preciso y decidido como aho ito lo llevó a esconderse en la entrada del patio. lumen de su sonido aumentó de repente cuando puesto de vigía en la entrada, pudo ver ensegui ra bajo y vestía con sencillez; pero al verlo, in rta fuerte aversión hacia él. El individuo se fue nar tiempo; y, al acercarse, sacó del bolsillo paciencia se vio recompensada. Era una noche mpias como la pista de un salón de baile; y sencia total de viento, proyectaban una precisa rraban los comercios, la calle se volvía muy rcaba por todas partes el murmullo sordo qu rumor doméstico de las casas se oía claramente ercaba, el sonido de sus pasos lo anunciaba an lí desde hacía unos minutos, cuando notó unos p transcurso de sus patrullajes nocturnos, se h or el cual los pasos de una persona sola, aunq aridad entre el inmenso murmullo del trajinar raída de un modo tan preciso y decidido como aho ito lo llevó a esconderse en la entrada del patio. lumen de su sonido aumentó de repente cuando puesto de vigía en la entrada, pudo ver ensegui


de baile; y las farolas, con sus llamas inmóvi precisa trama de luces y sombras. A las di muy solitaria y muy silenciosa, a pesar de que ue provenía de Londres. Llegaban ruiditos de lej e en ambas veredas de la calle, y si un peatón ntes de que apareciera a la vista. Utterson estab pasos extrañamente ligeros que se acercaban. había acostumbrado al inquietante efecto audit que estuviera todavía muy lejos, se destacaban c r de la ciudad. Pero su atención nunca había s ora, y un fuerte y supersticioso presentimiento Los pasos siguieron acercándose con rapidez, y doblaron la esquina de la calle. El abogado, de ida con qué tipo de hombre tenía que enfrentar ncluso desde esa distancia, el observador ya sen e derecho a la puerta, cruzando en diagonal pa una llave, como quien llega a su casa. Y al f e serena, seca y muy fría; las calles estaban t y las farolas, con sus llamas inmóviles por a trama de luces y sombras. A las diez, cuan y solitaria y muy silenciosa, a pesar de que Trabajos en la estación ue provenía de Londres. Llegaban ruiditos de lej e en ambas veredas de la calle, y si un peatón ntes de que apareciera a la vista. Utterson estab pasos extrañamente ligeros que se acercaban. había acostumbrado al inquietante efecto audit que estuviera todavía muy lejos, se destacaban c r de la ciudad. Pero su atención nunca había s ora, y un fuerte y supersticioso presentimiento Los pasos siguieron acercándose con rapidez, y doblaron la esquina de la calle. El abogado, de ida con qué tipo de hombre tenía que enfrentar


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Dos apellidos, dos destinos En ocasiones, los nombres de los personajes literarios guardan relación con su personalidad y con su historia. El apellido Jekyll puede descomponerse en je (“yo”, en francés) y kill (“matar”, en inglés), mientras que el apellido Hyde se asocia en inglés con el verbo hide, que significa “esconder, ocultar”.1 1 Para seguir reflexionando sobre estos dos personajes, rastreen los datos que proporciona el texto y completen un cuadro como este.

Henry Jekyll

Eward Hyde

Aspecto físico Publicidad de la película El doctor Jekyll y el señor Hyde, de 1941, dirigida por Victor Fleming y protagonizada por Spencer Tracy.

Vestimenta Voz Personalidad Intereses

Lo extraño llama a la puerta Según la concepción de lo fantástico del estudioso Tzvetan Todorov (nacido en Bulgaria en 1939, nacionalizado francés), pertenecen a la categoría de la literatura fantástica aquellos textos que provocan en el personaje (y en el lector) una duda respecto de la credibilidad de los hechos narrados. La dimensión fantástica aparece en un texto cuando un personaje experimenta una vacilación frente a un acontecimiento que, en apariencia, no es psible explicar mediante las leyes lógicas o naturales: 1 Rosemary Jackson, Fantasy. Literatura y subversión. Buenos Aires, Catálogos, 1986.


Robert L. Stevenson

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En un mundo que es el nuestro, el que conocemos –sin diablos, sílfides ni vampiros–, se produce un acontecimiento imposible de explicar por las leyes de ese mismo mundo familiar. El que percibe el acontecimiento debe optar por una de las dos soluciones posibles: o bien se trata de una ilusión de los sentidos, de un producto de la imaginación, y las leyes del mundo siguen siendo lo que son, o bien el acontecimiento se produjo realmente, es parte integrante de la realidad, y entonces esta realidad está regida por leyes que desconocemos. […] Lo fantástico es la vacilación experimientada por un ser que no conoce más que las leyes naturales, frente a un acontecimiento aparentemente sobrenatural.2 2 Consideren la posiblidad de incluir el texto de Stevenson dentro de la categoría de relato fantástico. Para ello, discutan los siguientes problemas y luego tomen nota de las conclusiones a las que hayan llegado.

a. ¿Cuáles son los elementos creíbles, verosímiles o realistas que presenta la novela? b. ¿Qué elementos rompen la coherencia de lo creíble o realista? c. Respecto de la oposición literatura realista / literatura fantástica, ¿qué rol juega la metamorfosis en la historia? 3 Lean el siguiente fragmento del texto y, luego, respondan a las preguntas.

–No, señor; se han deshecho del patrón; ¡se deshicieron de él hace ocho días, cuando lo oímos gritar invocando el nombre de Dios! ¡Y quién está ahí en su lugar, y por qué se queda, es algo de lo que solo Dios podría dar una explicación, señor Utterson! –Es una historia muy rara, Poole; una historia bastante absurda –dijo el señor Utterson–. Suponga que es como usted dice… Suponga que el doctor Jekyll ha sido… 2 Tzvetan Todorov, Introducción a la literatura fantástica. Buenos Aires, Tiempo contemporáneo, 1974.

La secuencia de la metamorfosis de Jekyll a Hyde. Boris Karloff interpreta a estos personajes en Abbott y Costello se encuentran con el doctor Jekyll y el señor Hyde, película de 1953.



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