El gato negro y otros cuentos - ¡Recorré el libro!

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solvamos nuestro conflicto!Los tres hermanos modo de solucionar esta disputa podrían encontr propuso: —Estoy convencido de que los dioses es así. Sé que es así. Y he pensado una forma gato lo que digo es El cierto, los negro dioses mey concederán a on, incrédulos. —Enotros casocuentos de que eso ocurra, acept Radamantis siguió en silencio. Bajó la mirada preguntó entonces Minos—. ¿Aceptas o no Edgar |llan Poe sin mirarlo. Los tres bajaron entonces hasta ofreció un sacrificio a Poseidón8. —¡Poseidón, d vencido de que tú y los demás dioses del Olimp maravillosa. Te pido entonces una señal, pa disputas entre nosotros por el trono que fue alabra de Minos, cada uno de sus gestos, con u as, la prueba de que digo la verdad —exclamó sobre el que tú reinas, un toro. Una vez que odos los cretenses sean testigos del homenaje a as como si se avecinara una tormenta. El mis interior del torbellino que formaba la espum o blanco. Un animal magnífico, de una bell a arena de la playa, fue caminando hasta Min tis como Sarpedón reconocieron la voluntad de orona de toda Creta. Así fue. Pero el día en dió conservar aquel toro espléndido, que podía ntonces ocultarlo en sus rebaños, y lo reempl do por la afrenta, Poseidón decidió vengarse. castigar a quienes cometen una falta contra el co después de su intento de engaño. ta. El mis interior del torbellino que formaba la espum o blanco. Un animal magnífico, de una bell a arena de la playa, fue caminando hasta Min tis como Sarpedón reconocieron la voluntad de


solvamos nuestro conflicto!Los tres hermanos modo de solucionar esta disputa podrían encontr propuso: —Estoy convencido de que los dioses es así. Sé que es así. Y he pensado una forma lo que digo es cierto, los dioses me concederán a on, incrédulos. —En caso de que eso ocurra, acept Índice Radamantis siguió en silencio. Bajó la mirada preguntó entonces Minos—. ¿Aceptas o no sin mirarlo. Los tres bajaron entonces hasta ofreció un sacrificio a Poseidón8. —¡Poseidón, d vencido de que tú y los demás dioses del Olimp maravillosa. Te pido entonces una señal, pa disputas entre nosotros por el trono que fue alabra de Minos, cada uno de sus gestos, con u as, la prueba de que digo la verdad —exclamó sobre el que tú reinas, un toro. Una vez que odos los cretenses sean testigos del homenaje a as como si se avecinara una tormenta. El mis interior del torbellino que formaba la espum o blanco. Un animal magnífico, de una bell a arena de la playa, fue caminando hasta Min tis como Sarpedón reconocieron la voluntad de orona de toda Creta. Así fue. Pero el día en dió conservar aquel toro espléndido, que podía ntonces ocultarlo en sus rebaños, y lo reempl do por la afrenta, Poseidón decidió vengarse. castigar a quienes cometen una falta contra el co después de su intento de engaño. ta. El mis interior del torbellino que formaba la espum o blanco. Un animal magnífico, de una bell a arena de la playa, fue caminando hasta Min tis como Sarpedón reconocieron la voluntad de Bienvenidos a la estación de Edgar Allan Poe .................. 6

El El El El

gato negro ..................... insecto de oro ................. corazón delator ............... pozo y el péndulo ............

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Trabajos en la estación ........ 112

Cuadro de movimientos literarios ......................... 124


saltó un espantoso estrépito proveniente del vestíb on con que una antigua armadura se había despr fantasma de Canterville sentado en una silla de resp r en el rostro. Los mel lizos, que traían sus cerb que solo pueden adquirir quienes han practicado la tanto, el ministro de los Estados Unidosapuntaba os de la etiqueta californiana, que pusiera las manos se escabulló entre ellos, como una neblina, apaga curidad total. Al llegar a lo alto de la escalera, se r ás de una ocasión le había resultado extremadamen lord Raker en una sola noche y había logrado que tr primer mes de trabajo. En consecuencia, lanzó su viejo techo abovedado; pero, cuando apenas empeza apareció la señora Otis vestida con una bata celes de salud, y por ello le he traído una botella de la stión, este remedio lo ayudará. El fantasma la miró e en un enorme perro negro, una hazaña que le hab ilia había atribuido la permanente idiotez del tío d el sonido de unos pasos que se acercaban lo hizo des te fosforescente y se desvaneció lanzando un profun Bienvenidos a lallegó estación dese de staban por alcanzarlo.Cuando a su cuarto, idad de los gemelos y el grosero materialismo de l ntes, pero lo que más lo perturbaba era no h a de que incluso aquellos modernos estadounidenses s por otra razón que el respeto a su poeta naciona había entretenido muchas veces mientras los Can ; la había vestido con gran éxito en el torneo de K Reina Virgen. Pero esta vez, cuando quiso ponérsel raza y del yelmo de acero, y cayó pesadamente al su o derecha. Durante varios días estuvo muy enfermo, a de sangre en buen estado. Al fin, luego de mucho ento de asustar al ministro de los Estados Unidos Pasó la mayor parte de ese día revisando el guarda ible con una pluma roja, un sudario fruncido en la violento temporal, y el viento era tan fuerte que chirriaban. Ese era precisamente el tiempo que paso con sigilo hasta el dormitorio de Washington res puñaladas en la garganta al son de una música ba perfectamente al tanto de que era él quien tenía l ville con su el detergente “Inigualable” de Pinkerton.

Edgar |llan Poe


bulo. Luego de baja apresur adamente las escaleras rendido de su soporte y había caído al suelo de los paldo alto, frotándose las rodillas con una expresió batanas, dispararon sobre él dos proyectiles, con arga y pacientemente sobre su profesor de caligr al fantasma con su revólver y le ordenaba, de acu s en alto. El fantasma se levantó con un salvaje ala ando al pasar la vela de Washington Otis y dejánd recuperó y decidió lanzar su célebre carcajada demoní nte útil. Se decía que con ella había hecho encanecer res institutrices francesas de lady Canterville renuncia risotada más horrible hasta que retumbó una y aban a extinguirse los escalofriantes ecos, se abrió ste y le dijo al fantasma: –Me temo que usted no a solución medicinal del Doctor Dobell. Si se trat ó enfurecido y de inmediato comenzó a prepararse p bía valido un merecido renombre, y a la cual el m de lord Canterville, el honorable Thomas Horton. sistir de su propósito, de modo que se limitó a volv ndo gemido sepulcral, en le preciso instante en que errumbó por completo, presa de una violenta agita la señora Otis naturalmente le resultaban de lo m haber podido colocarse la armadura. Había tenido se estremecieran al ver al Espectro Acorazado, aun al Longfellow , con cuya delicada y atractiva poesí nterville estaban en la ciudad. Además, era su pro Kenilworth, y había sido muy elogiada nada menos la, se vio completamente superado por el peso d uelo, raspándose las rodillas y lastimándose los nudi y únicamente se movía de su habitación para mante os cuidados logró reponerse y resolvió llevar a cabo y a su familia. Eligió el viernes 17 de agosto para arropa, y finalmente se decidió por un gran sombr as muñecas y el cuello, y una daga oxidada. Al atard todas las ventanas y las puertas de la antigua casa más le gustaba. Su plan de acción era el siguiente n Otis, le susurraría algo desde el pie de la cama a lenta. Le guardaba a Washington un rencor espe la costumbre de eliminar la famosa mancha de san . Después de reducir al imprudente y temerario jo


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Eddy no tuvo suerte. No la tuvo en vida, ni tampoco después de muerto. Lo enterraron en el cementerio de Baltimore en 1849, pero pasaron veintiséis años antes de que erigieran una lápida sobre su tumba. Un pariente suyo encargó una inmediatamente después de su muerte, […] Daba la casualidad de que el taller del marmolista se encontraba justo debajo de un terraplén por donde pasaba la vía férrea. En el preciso momento en que daban los últimos toques a la lápida, se produjo un descarrilamiento. El tren cayó sobre el taller y aplastó la lápida, y como aquel pariente no tenía bastante dinero para encargar otra, Poe pasó un cuarto de siglo enterrado en una tumba sin nombre. […] Un grupo de maestros creó una comisión para recabar fondos. Parece increíble, pero tardaron diez años. Cuando el monumento estuvo terminado, exhumaron los restos de Poe, los cargaron en una carreta y los volvieron a enterrar en un camposanto, al otro extremo de Baltimore. Paul Auster, Brooklyn Follies, Barcelona, Anagrama, 2006.

saba n e P . il t n e g bongiteamyidos apagadosa a r e y , o d a t sul unos cuantos so no slus de e i s habíaastin y ; n a ía p r o a uardararr de la colchao coan los gem g que b l e d s e t n ie n rove cuant ría tir


Bienvenidos a la estación

Cuando la dicha es tarde Sin dudas, Edgar Allan Poe es hoy uno de los escritores más reconocidos de la literatura norteamericana, si no el que más. Sus textos no dejan nunca de publicarse y venderse, los directores de cine y los dibujantes retoman permanentemente sus cuentos y hasta Matt Groening utilizó algunas de sus historias más conocidas –como “El corazón delator” y “El cuervo”– en distintos capítulos de Los Simpson. Lo cierto es que el universo de Poe sigue fascinando a los lectores de todas las edades a doscientos años de su nacimiento; se trata de un mundo donde nos encontramos con personas de increíble inteligencia, seres atormentados por la locura, gorilas asesinos, mujeres

a

edos melos,

Edgar Allan Poe.

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Bart Simpson encarnando al cuervo de Poe.

hechiceras, espíritus que reencarnan, muertos que reviven. Es un lugar donde los hechos más racionales y las fantasías más absurdas se reúnen con el amor eterno y el dolor más trágico. La deslumbrante inteligencia e inventiva de este escritor lo relaciona directamente con el esplendor y la creación de distintos géneros y estilos literarios: fue el iniciador del policial, el maestro del terror, el padre de la crítica literaria, el antecesor de la psicología freudiana, el precursor de la novela de aventuras y del relato de ciencia ficción, además de un gran poeta. Sin embargo, Poe cumple perfectamente con el perfil del artista que se transforma en una celebridad recién tras su muerte. Su vida fue angustiosa y torturada, y su muerte es aún hoy un misterio.

Conociendo a Poe “Había conocido tanto dolor y tenía tan pocos motivos para sentirse satisfecho con la vida que este cambio apenas puede considerarse una desgracia”. Su tío, en su funeral.


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El gato negro y otros cuentos

Edgar Poe nació en Boston, en 1809 según sus biógrafos, aunque decía haber nacido en 1813. Su padre, David, un joven de buena familia, se había enamorado perdidamente de una actriz inglesa con la que se había fugado, y como no soportaba estar apartado de ella, él mismo se convirtió en actor. Fue un romance apasionado, que los llevó por distintas ciudades, pero lamentablemente breve, ya que en 1810 se separaron y cada uno siguió su camino. La madre quedó a cargo de los hijos, y tan solo un año después falleció y dejó a los tres pequeños a la deriva, entre los cuales se encontraba Edgar, de dos años. Poco tiempo después, una familia adinerada de Richmond, los Allan, encantada con la vivacidad y el rostro angelical del

pequeño, se hizo cargo de él y, aunque nunca lo adoptaron formalmente, lo trataron como si fuera su hijo, bautizándolo con el nombre de “Edgar Allan Poe”. Durante los primeros años, la educación del niño alternó entre la mayor indulgencia y la disciplina más rigurosa; esta ambigüedad fue acentuándose con los años. Su padrastro, John Allan, era un importante comerciante escocés y quiso que el joven recibiera una educación estricta en el “viejo continente”, donde la familia se estableció hasta 1820. Allí, Edgar pasó por varias escuelas. Al regresar a Richmond, la fortuna de Allan se vio incrementada gracias a una fuerte herencia y la adquisición de nuevas propiedades; asimismo creció su interés por los negocios y el dinero.

La ciudad de Boston, cuna del autor.

La Universidad de Virginia, donde Edgar estudió Letras.


Bienvenidos a la estación Ansiaba un hijo que lo heredara, que perpetuara su apellido y sus negocios, pero Edgar, de temperamento melancólico y nervioso, no encontraba en el comercio el gusto de su padrastro. Él prefería el arte, las conversaciones intelectuales y la vida alegre y disipada. Los constantes reproches del mercader encontraban su contrapartida en el trato sobreprotector de su madrastra y su tía, que lo mimaban todo el tiempo, cosa que enfurecía a Allan.

El mundo de las letras

En 1824, Edgar se inscribió en la Universidad de Virginia para estudiar Letras. Allí se destacó por una inteligencia brillante pero indisciplinable. Sus problemas de conducta, las deudas por juego, la bebida y las constantes peleas con su padrastro, hicieron que abandonara los estudios un año después, tras lo cual se dirigió a Boston, su ciudad natal, pues no quería regresar a Richmond. Realizó distintos trabajos como empleado y escribiendo para periódicos, pero siempre por poco tiempo. Al borde de la pobreza, decidió

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enlistarse en el ejército, al que se incorporó con nombre y edad falsos por cinco dólares al mes. Allí permaneció un año entero, durante el cual publicó su primer libro, Tamerlane y otros poemas, firmando como “un bostoniano”; pero finalmente decidió hacer la carrera en la academia militar para poder ascender a algún puesto respetable, y ganar algo más de dinero. Su capitán, sin embargo, se negaba a darle de baja hasta que no se reconciliara con John Allan. Muchas cartas se le escribieron a este y ninguna contestó, ni siquiera para avisar de la enfermedad de la señora Allan. Cuando esta falleció, Poe viajó a Richmond y Allan, quizás suavizado por la muerte de su esposa, aceptó ayudarlo a obtener la baja. Tenía veinte años cuando dejó el ejército y viajó a Baltimore, a visitar a su hermano Henry, quien vivía con una tía viuda y su prima Virginia. Allí residió un tiempo antes de partir para la academia militar y publicó un segundo libro de poemas. Allan volvió a casarse, lo que molestó sobremanera a Poe; las constantes discusiones, los reproches y las diferencias irreconciliables entre ambos hicieron que su padrastro finalmente lo desheredara. Poe era un joven extremadamente sensible y este asunto terminó de arruinar sus nervios. Entonces volvió a perderse en la vida disipada que llevaba en la universidad. En realidad, tenía serios problemas con la autoridad


El

gato negro

día había sido cálido y soleado, y cuando se ocultó el sol, fresco para salir a dar un paseo. Reel ó ovech apr ersanueve de la noche para la cena. Durante la conv ción nunca se as, de manera que ni siquiera se dieron asm fant los de las condiciones básicas


Edgar |llan Poe

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N

o espero ni pido que nadie crea el relato tan extraordinario aunque tan simple al que estoy por entregar mi pluma. La verdad, estaría loco si lo esperara, en un caso en el que mis mismos sentidos rechazan la evidencia de lo que perciben. Sin embargo, loco no estoy; y con toda seguridad, no estoy soñando. Pero mañana moriré, y hoy voy a aliviar la carga que pesa sobre mi alma. Mi propósito inmediato es presentar ante el mundo, de modo directo, apretado y sin comentarios, una serie de acontecimientos meramente1 domésticos. En sus consecuencias, estos acontecimientos me han aterrorizado; me han torturado; me han destruido. Aun así no intentaré entenderlos. Para mí, han representado apenas otra cosa que el horror; a muchos les parecerán menos terribles que barrocos. En el futuro, tal vez, aparezca algún intelecto que pueda reducir mis fantasmas al lugar común: algún intelecto más sosegado, más lógico, y mucho menos excitable que el mío; un intelecto que no perciba, en las circunstancias que detallo con espanto, nada más que una sucesión ordinaria de naturales causas y efectos. Desde mi infancia me destaqué por la docilidad y humanidad de mi disposición.2 La ternura de mi corazón era incluso tan notoria que me hacía blanco de las bromas de mis compañeros. Era muy aficionado a los animales, y mis padres me consentían permitiéndome tener una gran variedad de mascotas. Con ellas pasaba la mayor parte de mi tiempo, y nunca estaba tan feliz como cuando las estaba alimentando y acariciando. Esta peculiaridad de carácter creció conmigo, y en mi madurez obtuve de ella una de mis principales fuentes de placer. A aquellos que han abrigado afecto hacia un perro fiel y sagaz, apenas si necesito molestarme en explicarles la naturaleza o la intensidad de la gratificación que se obtiene de esta manera. Hay algo en el amor desinteresado y abnegado3 de una bestia, que va directamente al corazón de quien tiene ocasión de comprobar la mezquina amistad y la frágil fidelidad del mero ser humano.

1 El adjetivo mero significa simple, puro (meramente = puramente). Es una palabra que Poe utiliza con frecuencia. 2 La disposición de una persona es el carácter, la aptitud, la forma de ser. 3 Abnegado significa generalmente resignado; en este caso lo utiliza para indicar la falta de egoísmo de los animales, en oposición a los seres humanos.


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4 La intemperancia es la falta de medida, el no poder controlarse; está haciendo una alusión a su creciente adicción.

Me casé pronto, y tuve la felicidad de encontrar en mi esposa una disposición que congeniaba con la mía. Habiendo ella observado mi debilidad por las mascotas domésticas, no perdía oportunidad de procurarme aquellas de las especies más agradables. Teníamos pájaros, peces de colores, un hermoso perro, conejos, un monito, y un gato. Este último era un animal de notable tamaño y belleza, completamente negro, y sagaz hasta un grado sorprendente. Al hablar de su inteligencia, mi esposa, que en el fondo era bastante supersticiosa, hacía frecuentes alusiones a la antigua creencia popular según la cual todos los gatos negros eran brujas disfrazadas. No es que ella lo dijera en serio; y la única razón por la que lo menciono es que da la casualidad de que, justo en este momento, lo recuerdo. Plutón –este era el nombre del gato– era mi mascota y compañero de juegos preferido. Solo yo le daba de comer, y él andaba tras de mí por toda la casa. Incluso me costaba trabajo evitar que me siguiera a la calle. Nuestra amistad duró, de esta manera, varios años, a lo largo de los cuales mi temperamento general y mi carácter –a través del papel decisivo que jugó el Demonio de la Intemperancia–4 experimentó (me ruborizo al confesarlo) una alteración radical. Me fui poniendo, día tras día, más irritable, malhumorado e indiferente hacia los sentimientos ajenos. Llegué a permitirme utilizar un lenguaje brutal con mi esposa. Al final, incluso la hice víctima de violencia física. Mis mascotas, por supuesto, percibieron el cambio de mi disposición. No solamente las descuidaba, sino que les hacía daño. Por Plutón, sin embargo, todavía conservaba suficiente consideración como para reprimirme de maltratarlo, mientras que no tenía escrúpulos para maltratar a los conejos, al mono, o incluso al perro, cuando por casualidad, o movidos por el afecto, se cruzaban en mi camino. Pero la enfermedad fue apoderándose cada vez más de mí –porque ¡qué enfermedad es el alcohol!–, y al final incluso Plutón, que


Edgar |llan Poe ahora se estaba poniendo viejo, y en consecuencia un poco fastidioso, incluso Plutón empezó a experimentar los efectos de mi mal humor. Una noche que volvía a casa, muy borracho, de una de mis correrías por la ciudad, se me metió en la cabeza la idea de que el gato evitaba mi presencia. Lo alcé; y entonces, asustado por mi violencia, me infligió con los dientes una mínima herida en la mano. Instantáneamente me poseyó la furia de un demonio. Ya no supe ni quién era. Mi alma original pareció, de pronto, salir volando de mi cuerpo, y una malevolencia más que demoníaca, alimentada por el licor, excitó cada fibra de mi cuerpo. Saqué un cortaplumas del bolsillo de mi chaleco, lo abrí, agarré a la pobre bestia por la garganta, ¡y deliberadamente le arranqué un ojo de su órbita! Me sonrojo, me acaloro, me estremezco al escribir sobre tan condenable atrocidad.5 Cuando por la mañana me volvió la razón, cuando el sueño disipó los vapores del desenfreno nocturno, experimenté un sentimiento mitad de horror, mitad de remordimiento, por el crimen del que había sido culpable; pero fue, a lo sumo, un sentimiento débil y equívoco, y no llegó a tocar mi alma. Una vez más me sumergí en los excesos, y pronto ahogué en el vino todo recuerdo del hecho. Mientras tanto, el gato se recuperaba, lentamente. La órbita del ojo perdido ofrecía, es verdad, una apariencia horrenda, pero el animal ya no parecía sufrir ningún dolor. Andaba por toda la casa como siempre, pero como era de esperar, huía lleno de terror cuando yo me acercaba. Yo conservaba lo bastante de mis antiguos sentimientos como para que al principio me angustiara este evidente rechazo de parte de la criatura que una vez me había amado. Pero este sentimiento pronto fue reemplazado por otro de irritación. Y luego sobrevino, como si se tratara de mi derrota final e irrevocable, el espíritu de la perversidad.6 De este espíritu, la filosofía no ha dicho nada. Sin embargo, no estoy más seguro de que mi alma viva, que de que la

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5 Una atrocidad es una acción terriblemente cruel, una barbaridad. También se utiliza esta palabra para indicar un error muy grave. 6 Poe escribió un cuento/ensayo en el que trata de este tema: el instinto primitivo a hacer cosas que son perjudiciales para nosotros mismos o para las personas que queremos. Los preclaros análisis que hace Poe sobre la psicología humana parecen anticipar las teorías de Freud (subconsciente, represión, pulsión de muerte).


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7 Vejar significa maltratar a alguien, humillarlo.

perversidad es uno de los impulsos primitivos del corazón humano: una de las facultades o sentimientos primarios indivisibles que rigen el carácter del hombre. ¿Quién no se ha descubierto, cien veces, cometiendo una acción vil o estúpida, sin ninguna otra razón que saber que no debería cometerla? ¿Acaso no tenemos una perpetua inclinación, a pesar de nuestro mejor sentido del juicio, a violar aquello que es ley, meramente porque entendemos que es tal cosa? Este espíritu de la perversidad, digo, vino para derrotarme definitivamente. Era este deseo incomprensible del alma de vejarse7 a sí misma, de violentar su propia naturaleza, de hacer el mal solamente por el mal mismo, lo que me instó a proseguir y finalmente consumar el martirio que le había infligido a la inocente bestia. Una mañana, con sangre fría, le rodeé el cuello con un lazo y lo colgué de la rama de un árbol; lo colgué con lágrimas que caían por mi rostro, y con el más amargo remordimiento en mi corazón; lo colgué porque sabía que me había amado, y porque sentía que no me había dado ninguna razón para culparlo; lo colgué porque sabía que al hacerlo estaba cometiendo un pecado, un pecado mortal que ponía así en peligro mi alma, al colocarla –si semejante cosa fuera posible– aun más allá del alcance de la infinita misericordia del más misericordioso y más terrible Dios. La noche del día en el cual se llevó a cabo este hecho cruel, fui arrancado del sueño por gritos de "fuego". Las cortinas de mi cama estaban en llamas. Toda la casa estaba ardiendo. Fue con gran dificultad que mi esposa, un sirviente y yo logramos escapar del incendio. La destrucción fue total. Todas mis riquezas mundanas fueron consumidas, y desde ese momento tuve que resignarme a la desesperanza. No caeré en la debilidad de tratar de establecer una secuencia de causa y efecto entre el desastre y la atrocidad. Pero estoy detallando una cadena de hechos; y no quiero dejar ni un solo posible eslabón suelto. Al día siguiente del incendio, visité las ruinas. Las paredes, a excepción


de una, se habían derrumbado. Esta excepción se trataba de un tabique, de poco espesor, que había quedado de pie en medio de la casa, y contra el cual había estado apoyado el respaldar de mi cama. Aquí, el revoque había resistido, en buena medida, a la acción del fuego –un hecho que yo atribuí a que había sido aplicado recientemente. Alrededor de este tabique se había congregado una apretada multitud, y muchas personas parecían estar examinando una parte en especial, con toda minuciosidad8 y entusiasta atención. Las palabras “¡extraño!”, “¡singular!” y otras expresiones similares excitaron mi curiosidad. Me acerqué y vi, como si estuviera grabado en bajorrelieve sobre la superficie blanca, la figura de un gigantesco gato. La huella tenía una exactitud verdaderamente maravillosa. Había una soga alrededor del cuello del animal. Apenas contemplé esta aparición –porque no podía considerarla otra cosa– mi asombro y mi terror fueron extremos. Pero al final, la reflexión vino en mi ayuda. Recordaba que había colgado al gato en un jardín adyacente a la casa. Cuando alguien dio la voz de alarma por el fuego, el jardín se llenó de inmediato de una multitud de personas, alguna de las cuales debió haber cortado la soga y arrojado el animal, a través de una ventana abierta, hacia adentro de mi habitación. Esto habría sido hecho probablemente con la intención de despertarme. El derrumbe de las otras paredes había comprimido a la víctima de mi crueldad contra el material del revoque recientemente aplicado, cuya cal, con las llamas, y el amoníaco del cuerpo muerto del animal, habían logrado producir el retrato que yo estaba viendo. Si bien de este modo calmé mi razón, aunque no del todo mi conciencia, por el asombroso hecho que acabo de detallar, no por eso dejó este de producir una profunda impresión en mi imaginación. Durante meses, no pude librarme del fantasma del gato; y, durante este periodo, volvió a mi espíritu algo así como un sentimiento que parecía –pero no era– remordimiento. Llegué tan lejos como para repro-

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No caeré en la debilidad de tratar de establecer una secuencia de causa y efecto entre el desastre y la atrocidad. Pero estoy detallando una cadena de hechos; y no quiero dejar ni un solo posible eslabón suelto. Al día siguiente del incendio, visité las ruinas. Las paredes, a excepción de una, se habían derrumbado. Esta excepción se trataba de un tabique, de poco espesor, que había quedado de pie en medio de la casa, y contra el cual había estado apoyado el respaldar de mi cama. Aquí, el revoque había resistido, en buena

Edgar |llan Poe

8 El adjetivo minucioso significa detallista, cuidadoso. Con minuciosidad o minuciosamente quieren decir, por lo tanto, detalladamente.


obresaltó un espantoso estrépito proveniente del v ncontraron con que una antigua armadura se había eron al fantasma de Canterville sentado en una sill gudo dolor en el rostro. Los mel lizos, que traían su untería que solo pueden adquirir quienes han pract Mientras tanto, el ministro de los Estados Unidosap n los usos de la etiqueta californiana, que pusiera l furia y se escab ulló entre ellos, como una neblin n una oscuridad total. Al llegar a lo alto de la esca ue e n más de una ocasión le había resultado extre eluca de lord Raker en una sola noche y había log enunciaran antes del primer mes de trabajo. En c na y otra vez en el viejo techo abovedado; pero, cua brió una puerta y apareció la señora Otis vestida o está nada bien de salud, y por ello le he traído u rata de una indigestión, este remedio lo ayudará. El f ara convertirse en un enorme perro negro, una h médico de la familia había atribuido la permanente in embargo, el sonido de unos pasos que se acercab olverse ligeramente fosforescente y se desvaneció lanz s gemelos estaban por alcanzarlo.Cuando llegó a s gitación. La vulgaridad de los gemelos y el grosero m más exasperantes, pero lo que más lo perturbaba speranza de que incluso aquellos modernos estadounid uera por otra razón que el respeto a su poeta nac e había entretenido muchas veces mientras los Can había vestido con gran éxito en el torneo de Kenil irgen. Pero esta vez, cuando quiso ponérsela, se vio lmo de acero, y cayó pesadamente al suelo, raspán Durante varios días estuvo muy enfermo, y únicamen n buen estado. Al fin, luego de muchos cuidados logró ministro de los Estados Unidos y a su familia. Eligió se día revisando el guardarropa, y finalmente se decid udario fruncido en las muñecas y el cuello, y una daga ra tan fuerte que todas las ventanas y las puertas tiempo que más le gustaba. Su plan de acción er Washington Otis, le susurraría algo desde el pie de na música lenta. Le guardaba a Washington un re uien tenía la costumbre de eliminar la famosa ma inkerton. Después de reducir al imprudente y tem


vestíbulo. Luego de baja apresur adamente las escal a desprendido de su soporte y había caído al suelo la de respaldo alto, frotándose las rodillas con una us cerbatanas, dispararon sobre él dos proyectiles ticado larga y pacientemente sobre su profesor de puntaba al fantasma con su revólver y le ordenab las manos en alto. El fantasma se levantó con un na, apagando al pasar la vela de Washington Oti alera, se recuperó y decidió lanzar su célebre carcaj emadamente útil. Se decía que con ella había hecho grado que tres institutrices francesas de lady Canterv consecuencia, lanzó su risotada más horrible hasta ando apenas empezaban a extinguirse los escalofr con una bata celeste y le dijo al fantasma: –Me t una botella de la solución medicinal del Doctor D fantasma la miró enfurecido y de inmediato comenz hazaña que le había valido un merecido renombre, e idiotez del tío de lord Canterville, el honorable T ban lo hizo desistir de su propósito, de modo que zando un profundo gemido sepulcral, en le preciso su cuarto, se derrumbó por completo, presa de un materialismo de la señora Otis naturalmente le resu a era no haber podido colocarse la armadura. Hab denses se estremecieran al ver al Espectro Acoraz cional Longfellow , con cuya delicada y atractiva poe nterville estaban en la ciudad. Además, era su pro lworth, y habíaen sidolamuy elogiada nada menos qu Trabajos estación completamente superado por el peso de la enorm ndose las rodillas y lastimándose los nudillos de la m nte se movía de su habitación para mantener la m ó reponerse y resolvió llevar a cabo un tercer inten el viernes 17 de agosto para su aparición. Pasó la dió por un gran sombrero de ala flexible con una a oxidada. Al atardecer estalló un violento tempora de la antigua casa se sacudían y chirriaban. Ese er ra el siguiente: se abriría paso con sigilo hasta el la cama y le clavaría tres puñaladas en la gargan encor especial, pues estaba perfectamente al tanto ancha de sangre de Canterville con su el detergente “ merario joven a un estado de completo terror, se dir


El gato negro y otros cuentos

El gato negro

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Para revisar la lectura El gato negro 1 ¿Por qué eligió el autor ese título para el cuento? ¿Se puede relacionar lo que sucede con alguna superstición? 2 ¿Qué cambio brusco sufre el protagonista en su temperamento y a qué se debe? Den un ejemplo. 3 ¿Qué es, según el autor, “el espíritu de la perversidad”? Propongan un ejemplo del texto y otro de su invención. 4 ¿Por qué es importante que el protagonista sea alcohólico para la verosimilitud del relato? 5 ¿Por qué el hombre mata a su esposa? ¿Cómo oculta el cadáver? 6 ¿Consideran que la conducta del protagonista durante su conversación con la policía es perversa? Justifiquen su respuesta. 7 ¿Quién resulta “vencedor” al final del relato y por qué? ¿Qué sucede con el protagonista? 8 Si bien el narrador y el protagonista son el mismo personaje, parecen tener formas de pensar completamente distintas con respecto a los sucesos del relato. ¿En qué consisten estas diferencias y a qué se deben? 9 Busquen en el cuadro sobre movimientos literarios que figura en las últimas páginas las características del gótico y analicen cuáles de ellas aparecen en este relato. Den un ejemplo de cada una.


Trabajos en la estación El insecto de oro 10 ¿Qué es el insecto de oro? ¿Qué importancia tiene en el cuento? 11 ¿Por qué el narrador cree que Legrand está loco? ¿Qué opina Júpiter? 12 Estas son algunas de las observaciones que hace Júpiter sobre su amo; ¿cómo pueden explicarlas después de haber leído lo que cuenta más tarde Legrand? La primera es un ejemplo:

a. —Bueno, amo, no vale la pena volverse loco con el asunto; el amo Will no dice ná de ná ’e lo que le pasa, pero entonces ¿qué é lo que lo tiene así, con esta pinta, con la cabeza gacha y los hombros levantaos, y blanco como un ganso? Y anda con los números tó el tiempo…

Explicación: Legrand estaba abstraído pensando en la forma de decodificar el mensaje del pergamino. b. —Números y signos sobre la pizarra; los signos más raros que yo he visto en toa mi vida. Me estoy empezando a asustar, le digo. Tengo que tenerlo vigilao de cerca sin sacarle nunca un ojo d’encima. L’otro día se m’escapó antes que salga el sol y se fue tó el santo día. Yo ya tenía preparao un palo grandote que había cortao para darle una buena paliza cuando vino, pero soy tan tonto que no tuve valor después de todo; parecía tar tan mal el pobre… c. —No, amo, no ha pasao nada desagradable desde entonce… Fue antes, me temo… Fue el mismísimo día que usté estuvo por ahí. d. —A mí tampoco me gustó la pinta ’e la boca ’el bicho, pa nada, así que no quise agarrarlo con mis dedos, pero lo agarré con un pedazo ’e papel que encontré. Lo envolví con el papel y le metí un pedazo del papel en la boca, hice así. 13 ¿Cuáles son las coincidencias que llevan a Legrand a deducir la existencia de un tesoro? Hagan una lista.

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