solvamos nuestro conflicto!Los tres hermanos modo de solucionar esta disputa podrían encontr propuso: —Estoy convencido de que los dioses es así. Sé que es así. Y he pensado una forma dedioses maridos lo que Escuela digo es cierto, los me concederán a *********** n, incrédulos. —En caso de que eso ocurra, acept El médico a palos Radamantis siguió en silencio. Bajó la mirad preguntó entonces Minos—. ¿Aceptas o no sin mirarlo. Los tres bajaron entonces hasta ofreció un sacrifiMolière cio a Poseidón8. —¡Poseidón, d vencido de que tú y los demás dioses del Olimp maravillosa. Te pido entonces una señal, pa disputas entre nosotros por el trono que fue alabra de Minos, cada uno de sus gestos, con u uas, la prueba de que digo la verdad —exclamó sobre el que tú reinas, un toro. Una vez que dos los cretenses sean testigos del homenaje a as como si se avecinara una tormenta. El mis interior del torbellino que formaba la espum o blanco. Un animal magnífico, de una bell arena de la playa, fue caminando hasta Min tis como Sarpedón reconocieron la voluntad de orona de toda Creta. Así fue. Pero el día en dió conservar aquel toro espléndido, que podía ntonces ocultarlo en sus rebaños, y lo reempl o por la afrenta, Poseidón decidió vengarse. castigar a quienes cometen una falta contra ell oco después de su intento de engaño. ta. El mis interior del torbellino que formaba la espum o blanco. Un animal magnífico, de una bell arena de la playa, fue caminando hasta Min tis como Sarpedón reconocieron la voluntad de
solvamos nuestro conflicto!Los tres hermanos modo de solucionar esta disputa podrían encontr propuso: —Estoy convencido de que los dioses es así. Sé que es así. Y he pensado una forma lo que digo es cierto, los dioses me concederán a n, incrédulos. —En caso de que eso ocurra, acept Índice Radamantis siguió en silencio. Bajó la mirad preguntó entonces Minos—. ¿Aceptas o no sin mirarlo. Los tres bajaron entonces hasta ofreció un sacrificio a Poseidón8. —¡Poseidón, d vencido de que tú y los demás dioses del Olimp maravillosa. Te pido entonces una señal, pa disputas entre nosotros por el trono que fue alabra de Minos, cada uno de sus gestos, con u uas, la prueba de que digo la verdad —exclamó sobre el que tú reinas, un toro. Una vez que dos los cretenses sean testigos del homenaje a as como si se avecinara una tormenta. El mis interior del torbellino que formaba la espum o blanco. Un animal magnífico, de una bell arena de la playa, fue caminando hasta Min tis como Sarpedón reconocieron la voluntad de orona de toda Creta. Así fue. Pero el día en dió conservar aquel toro espléndido, que podía ntonces ocultarlo en sus rebaños, y lo reempl o por la afrenta, Poseidón decidió vengarse. castigar a quienes cometen una falta contra ell oco después de su intento de engaño. ta. El mis interior del torbellino que formaba la espum o blanco. Un animal magnífico, de una bell arena de la playa, fue caminando hasta Min tis como Sarpedón reconocieron la voluntad de Bienvenidos a la estación de Molière ........................................ 6
Escuela de maridos .................... 22 El médico a palos ....................... 66
Trabajos en la estación . ........... 112 Cuadro de movimientos literarios ................................... 124
ir, los sobresaltó un espantoso estrépito provenie ras, se encontraron con que una antigua armadura de losa, y vieron al fantasma de Canterville sentad na expresión de agudo dolor en el rostro. Los mel proyectiles, con una puntería que solo pueden adquirir esor de caligrafía. Mientras tanto, el ministro de los ordenaba, de acuerdo con los usos de la etiqueta calif vantó con un salvaje alarido de furia y se escabulló de Washington Otis y dejándolos en una oscuridad t ó lanzar su célebre carcajada demoníaca, que en más cía que con ella había hecho encanecer la peluca de utrices francesas de lady Canterville renunciaran an sotada más horrible hasta que retumbó una y otr ezaban a extinguirse los escalofriantes ecos, se abri celeste y le dijo al fantasma: –Me temo que usted lla de la solución medicinal del Doctor Dobell. Si sma la miró enfurecido y de inmediato comenzó a pr hazaña que le había valido un merecido renombre, manente idiotez del tío de lord Canterville, el honora s que se acercaban lo hizo desistir de su propósito, d desvaneció lanzando un profundo gemido sepulcral, e zarlo.Cuando llegó a su cuarto, se derrumbó por com emelos y el grosero materialismo de la señora Otis lo que más lo perturbaba era no haber podido ncluso aquellos modernos estadounidenses se estreme otra razón que el respeto a su poeta nacional Long abía entretenido muchas veces mientras los Cante adura; la había vestido con gran éxito en el torneo por la Reina Virgen. Pero esta vez, cuando quiso pon orme coraza y del yelmo de acero, y cayó pesadamen los de la mano derecha. Durante varios días estuvo mantener la mancha de sangre en buen estado. Al r a cabo un tercer intento de asustar al ministro de osto para su aparición. Pasó la mayor parte de ese ran sombrero de ala flexible con una pluma roja, u da. Al atardecer estalló un violento temporal, y el vi antigua casa se sacudían y chirriaban. Ese era pr n era el siguiente: se abriría paso con sigilo hasta el pie de la cama y le clavaría tres puñaladas en hington un rencor especial, pues estaba perfectam
ente del vestíbulo. Luego de baja apresur adamente a se había desprendido de su soporte y había caíd do en una silla de respaldo alto, frotándose las rodi lizos, que traían sus cerbatanas, dispararon sobr r quienes han practicado larga y pacientemente sobr s Estados Unidosapuntaba al fantasma con su revó iforniana, que pusiera las manos en alto. El fantas ó entre ellos, como una neblina, apagando al pasar total. Al llegar a lo alto de la escalera, se recuper s de una ocasión le había resultado extremadamente lord Raker en una sola noche y había logrado que ntes del primer mes de trabajo. En consecuencia, la ra vez en el viejo techo abovedado; pero, cuando ape ió una puerta y apareció la señora Otis vestida con no está nada bien de salud, y por ello le he traído se trata de una indigestión, este remedio lo ayudará repararse para convertirse en un enorme perro ne y a la cual el médico de la familia había atribuid able Thomas Horton. Sin embargo, el sonido de u de modo que se limitó a volverse ligeramente fosforesc Bienvenidos en le preciso instanteaenlaqueestación los gemelosde estaban mpleto, presa de una violenta agitación. La vulgarida s naturalmente le resultaban de lo más exasperan o colocarse la armadura. Había tenido la esperanz ecieran al ver al Espectro Acorazado, aunque no fu gfellow , con cuya delicada y atractiva poesía él mis erville estaban en la ciudad. Además, era su pro de Kenilworth, y había sido muy elogiada nada me nérsela, se vio completamente superado por el pes nte al suelo, raspándose las rodillas y lastimándose muy enfermo, y únicamente se movía de su habita l fin, luego de muchos cuidados logró reponerse y reso e los Estados Unidos y a su familia. Eligió el viernes día revisando el guardarropa, y finalmente se decidió un sudario fruncido en las muñecas y el cuello, y una iento era tan fuerte que todas las ventanas y las puer recisamente el tiempo que más le gustaba. Su plan el dormitorio de Washington Otis, le susurraría la garganta al son de una música lenta. Le guardab mente al tanto de que era él quien tenía la costumbr
Molière
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Escuela de maridos • El médico a palos
El arte de convertir un obstáculo en un desafío Wolfgang Goethe dijo que “El genio crea; el talento trabaja”. Con esta frase no solamente le dio un valor natural a la genialidad, sino que revalorizó el trabajo posterior a la idea inspirada. Todos nos asombramos frente al talento, pero también nos preguntamos cómo se hace. Un alfarero modela la arcilla y de un pedazo informe de barro sale, por obra y gracia de sus manos, una pieza única de cerámica. Un escritor observa la realidad, la representa y, si bien todos somos lingüísticamente competentes, solo él ha sabido llevar al papel la riqueza del lenguaje con todos sus matices. Jean-Baptiste Poquelin, más conocido como Molière, nació en París en 1622. Era hijo de un tapicero real, y se desvió de su destino heredado de tapicero para ser un autor y un actor teatral. La benéfica influencia que ejerció su madre, María Cressé, sobre él, nos permite hoy gozar de su don y, si bien murió cuando Molière tenía diez años, fue ella quien le enseñó a leer con una edición de las Vidas de Plutarco. Gracias a su abuelo materno conoció a las compañías trashumantes integradas por actores italianos de la Commedia dell Arte. En 1633 ingresó al Colegio Jesuita de Clermont, donde aprendió latín y un poco de griego, leyó a los clásicos e hizo
representaciones teatrales, y en 1641, a los 19 años, se graduó de abogado en la Universidad de Orleans, profesión que, por supuesto, nunca ejerció. En 1642 hizo su primera experiencia teatral en su ciudad natal, de la mano de la famosa familia de comediantes, los Bejart, y fundó el Ilustre Teatro. En 1645 comenzó, cuando tenía solo 23 años, junto con su grupo de actores, una peregrinación, que lo llevó siete años después, en 1652, hasta la ciudad de Lyon, puerta abierta sobre Italia y receptora inteligente de los cómicos italianos. Las
Fuente que recuerda a Molière en París.
Bienvenidos a la estación
Primera traducción al inglés de la obra de Molière, realizada por John Watts en 1739.
consecuencias de este periplo fueron el fracaso y la cárcel por deudas que fueron saldadas por su padre. Decidió recomenzar la aventura del espectáculo teatral en las provincias: convirtió su compañía en ambulante durante un poco más de doce años, y representó obras con el estilo italiano de la época –la improvisación– algunos años
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más en que osciló entre las penurias y el éxito. Aprovechó las enseñanzas técnicas de la comedia del arte; sus primeras obras se inspiraron en guiones italianos y pudo estudiar de cerca a algunos de los comediantes más famosos, como Tiberio Fiorilli (Scaramuccia), de quien se dice que fue su maestro. Volvió a París en 1658 (fecha en que un hermano de Luis XIV lo hizo llamar para que diera una representación en el palacio. Por aquel entonces, Molière tenía 36 años y el monarca apenas 20, pero era suficiente para apreciar y valorar las comedias del autor. El 24 de octubre de 1658, en el palacio del Louvre se montó un pequeño escenario en la Antigua Sala de los Guardias, y en él, Molière y su compañía teatral harían gala de su arte frente al monarca, la familia real y la corte en pleno).
Luis XIV y Molière, cuadro de J.L. Gèrôme.
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Ilustración del siglo xix, que muestra a Molière vestido según la moda de su época.
La obra con la que iban a actuar en tan solemne y emocionante ocasión era Nicomedes, la tragedia de Corneille, estrenada en 1651, cuya acción ocurre en Bitinia, en el siglo ii antes de Cristo y en la que los grandes sentimientos –valor, generosidad, alegación– van enmarcados en el verso sonoro, directo, sobrio, del inmortal poeta trágico. Asistieron a la representación los actores del Hotel de Borgoña, con el ánimo más inclinado a la desdeñosa compasión que a la envidia, ya que se trataba de una simple compañía de provincias. Al terminar la representación, Molière reapareció en escena para agradecer, con modestia y sencillez sinceras, a Luis XIV que lo dejara representar y disculpara sus defectos y los de la compañía, y le solicitó que le permitiera “ofrecerle uno de aquellos entretenimientos con los cuales divertían a las provincias”. Con el favor del monarca, representó El doctor enamorado. El éxito fue total, y el rey les permitió establecerse en la sala El Petit Bourbon, para que actuara allí. Este progreso y aplauso calificado llevaron a Molière a supervisar más rigurosamente detalles de sus actores: la impostación de la voz, la pronunciación, el modo de declamar, incluso a depurar en parte un cierto estilo campesino y adecuarlo más a la corte y el público cortesano. Comenzó así un período de éxitos sin respiro que se inició con El atolondrado y El despecho amoroso, y al
Bienvenidos a la estación año siguiente continuó con Las preciosas ridículas. Le siguieron Escuela de maridos y Los importunos, ambas de 1661. Luego, con motivo de la demolición del teatro, la compañía pasó al Palacio Real en cuyo escenario fueron representadas todas las grandes comedias de este autor prolífico, excepto algunas que se estrenaron ante la corte de Versalles. En 1662 estrenó su primera gran comedia de costumbres, La escuela de las mujeres, y a partir de 1663 su producción se hizo más intensa. En 1664 estrenó El casamiento a la fuerza, en el Louvre y un mes después en el Palais Royal. Un par de meses más tarde, presentaba La princesa de Elida, en Versalles, y unos días después presentó los tres primeros actos del inolvidable Tartufo. Para responder a los gustos de la corte y del monarca escribió quince comedias-ballets, unión de danza figurativa, tanto en acción dramática, como El burgués gentilhombre (1670) y El enfermo imaginario (1673), como en dos comedias, La crítica de la escuela de las mujeres (1663) y La improvisación de Versalles (1663). El momento de gloria –que no fue uno solo si pensamos en sus obras– lo tuvo el día en que, desempeñándose sólo como actor, en medio del sinsabor que producía el escaso éxito de sus puestas, se dio cuenta de que no eran las tragedias lo que gustaba al público, y nació el autor: comenzó a componer comedias. Incluso supo aprovechar cierta dificultad al respirar que le hacía emitir un sonido
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parecido al hipo; lo que en la tragedia desentonaba, lo convirtió en acierto humorístico en sus comedias.
Hacer reír, tarea de pocos El humor de Molière radicó básicamente en cuatro aspectos: � El argumento simple y directo, donde no hay más que un conflicto y en él se centra todo el interés. Añade a este argumento un in crescendo de ese conflicto para lo cual hace uso de recursos humorísticos. � El recorrido que va desde lo trágico –entendiendo aquí por trágico la posibilidad de que peligren las libertades individuales o la salud física o moral de un personaje– a lo cómico, y desde lo cómico a lo trágico, cimentado en un lenguaje revelador de la esencia de sus personajes por ser estos típicos y hablar como personajes típicos, sin medias tintas y sin grandes profundidades psicológicas ni matices de la personalidad.
A monseñor, el duque de Orléans Único hermano del rey Monseñor: Aquí le hago ver a Francia cosas muy desproporcionadas. No existe nada tan grande y tan magnífico como el nombre que pongo en el encabezamiento de este libro, y nada más bajo que lo que él contiene. A todos les parecerá extraña esta combinación, y algunos podrán decir con razón, para expresar su desigualdad, que es como poner una corona de perlas y diamantes sobre la cabeza de una estatua de arcilla, o como entrar a través de pórticos magníficos y de arcos triunfales espléndidos en una choza miserable. Pero, monseñor, lo que debo decir como excusa es que en esta aventura no tuve ninguna elección, y que el honor que siento por pertenecerle a Su Alteza Real me impuso la absoluta necesidad de dedicarle la primera obra de mi autoría que se imprime. No es un regalo que le hago, es un deber que cumplo, y los homenajes nunca son considerados por las cosas que ofrecen. Así que me he atrevido, monseñor, a dedicarle esta minucia a Su Alteza Real porque no pude evitar hacerlo; y si evito extenderme acerca de las bellas y gloriosas verdades que se podrían decir de Su Alteza, es por el temor de que esas grandes ideas hagan notar aún más la pequeñez de mi ofrenda. Me impuse silencio hasta encontrar un lugar más apropiado para hablar de cosas tan bellas; y todo lo que pretendí en esta nota es justificar mis actos ante toda Francia, y tener la gloria de decirle obra; ycon toda la sumisión posible, que soy de mimonseñor, nesmismo, razo a usted
mente las n todas las personas que le dieron gado Real, Su Alteza para creermeDeobli dia, me surgió después de las dos o a. obr muy humilde, muy obediente sentaciones de Elmi y al printrab y muy fiela, servidor, a donde me encon en sociedad, y B. P.cido MOLIÈRE genio es muyJ.cono s receptivas que tan a enudo ntación de fenómenos íquicos.
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Escuela de
maridos
Personajes
Sganarelle y Ariste, hermanos. Isabel y Leonor, hermanas. Lisette, acompaĂąante de Leonor. Valerio, enamorado de Isabel. Ergaste, sirviente de Valerio. El comisario El notario
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Acto I
Escena 1 Sganarelle, Ariste. Sganarelle. Hermano, por favor, basta de charla, que cada uno de nosotros viva como prefiera; aunque usted tenga sobre mí la ventaja de los años, y sea lo bastante viejo para ser más sabio, le diré, sin embargo, que no tengo intenciones de tomar en cuenta sus correcciones: que el único consejo que quiero seguir es el de mis pensamientos, y que estoy satisfecho con mi modo de vida. Ariste. Pero todos lo condenan. Sganarelle. Sí, los locos como usted, hermano mío. Ariste. Muchas gracias por el cumplido. Sganarelle. Lo que quisiera saber, ya que hay que escuchar todo lo que se dice, es qué pueden criticarme esos buenos censores. Ariste. Su carácter arisco,1 cuya severidad lo hace huir de las mieles de la sociedad, y que les da un aspecto extraño a todos sus actos y lo hace ver como un bárbaro, incluso por la forma de vestirse. Sganarelle. Es cierto que debo someterme a la moda, pero ¿acaso no es para mí mismo que debo vestirme? Acaso querría usted, con sus sandeces,2 mi querido hermano mayor, a Dios gracias, y por unos veinte años de diferencia, y esto se lo digo para no ocultarle nada, aunque ni siquiera vale la pena hablar al respecto: no querría usted, digo, en este tema, imponerme las maneras de los jóvenes modernos, obligarme a usar esos sombreritos que dejan entrar el aire en sus débiles cerebros y esos cabellos rubios tan exagerados que desdibujan la forma de sus caras. ¿O esos pequeños jubones que se pierden abajo de los brazos, y esos cuellos enormes que les cuelgan hasta el ombligo? ¿O esas mangas que en la mesa se meten en la salsa, o esas polleras a las que llaman calzas? ¿O esos zapatitos tan monos revestidos con
1 Arisco significa áspero, intratable, huraño. 2 Una sandez es un despropósito, una pavada, una necedad.
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3 Con este discurso descriptivo, Molière hace una verdadera reseña de la moda de su época. 4 Este parlamento de Ariste defiende la postura de conservarse bien y a la moda aunque con sensata prudencia, aun cuando se ha entrado en la edad madura.
cintas, que los hacen parecerse a palomas con demasiadas plumas? ¿Y esos pantalones bombilla, en los que meten cada mañana sus piernas esclavas como en una celda, y que hacen que los veamos caminar tan rígidos? Sin duda le gustaría verme vestido de esa manera, ya que a usted lo veo usando todas esas estupideces que se usan.3 Ariste. Hay que adaptarse siempre a lo que hace la mayoría, y no hacerse notar. Todos los excesos son malos, y todo hombre prudente debe dedicarle poca atención a la ropa, como al lenguaje, y debe seguir la corriente sin preocuparse demasiado. Yo pienso que no hay que imitar a los que le prestan tanta atención a la moda, a quienes les molestaría que en esos excesos, que les fascinan, otro llegara más lejos que ellos; pero también sostengo que está mal, más allá de cuales sean los fundamentos para hacerlo, rechazar obstinadamente aquello a lo que todos se pliegan, y que es preferible formar parte de la mayoría de los locos antes que aparecer como el único cuerdo solo contra todos. Sganarelle. Eso me hace pensar en el viejo que, para disimularlos, oculta sus cabellos blancos bajo una peluca negra. Ariste. Es una cosa extraña, el trabajo que siempre se toma para arrojarme mi edad a la cara, y verlo censurar incesantemente tanto mi compostura como mis alegrías: es como si, condenada a no desear más nada, la vejez solo debiera pensar en morir, y como si no estuviera ya demasiado acompañada de fealdad como para además tener que verse descuidada y de mal humor.4 Sganarelle. Como sea, yo estoy muy decidido a no dar el brazo a torcer en cuanto a mi vestimenta. Yo quiero un sombrero que esté más allá de la moda, pero bajo el cual toda mi cabeza tenga un abrigo cómodo; un lindo jubón bien largo, y cerrado como es debido, que me mantenga el estómago bien caliente para digerir mejor; unas calzas hechas a la medida de mis muslos, y unos zapatos que no me hagan doler los pies, como los que usaban nuestros antepasados. Y al que no le guste, que cierre los ojos.
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Escena 2 Leonor, Isabel, Lisette, Ariste, Sganarelle. Leonor (a Isabel). Si la llega a reprender, yo me hago cargo de todo. Lisette (a Isabel). ¿Siempre encerrada en una pieza, sin poder ver el mundo? Isabel. Él es así. Leonor. La compadezco, hermana mía. Lisette. Usted tuvo suerte de que el hermano que le tocó tuviera otro carácter, señora. El destino le fue mucho más favorable cuando la hizo caer en las manos del razonable. Isabel. Y es un milagro que hoy no me haya encerrado con llave, o llevado con él. Lisette. Le juro que yo lo mandaría al diablo con ese cuello5 que usa y todo, y... (Encontrándose a Sganarelle) Sganarelle. ¿Adónde van? Leonor. Aún no lo sabemos. Le decía a mi hermana que viniera a disfrutar un poco de este día hermoso, pero... Sganarelle (a Leonor y Lisette). Ustedes, por su parte, pueden ir adonde quieran, solo tienen que salir a pasear. Pero a usted (a Isabel), le prohíbo que se atreva a salir de la casa. Ariste. ¡Eh! Déjelas, hermano, que vayan a divertirse. Sganarelle. A sus órdenes, hermano. Ariste. La juventud quiere...6 Sganarelle. La juventud es necia, y a veces la vejez también. Ariste. ¿Acaso cree que a ella le va a hacer mal estar con Leonor? Sganarelle. No, pero creo que conmigo estará mejor. Ariste. Pero... Sganarelle. Lo que ella haga depende de mí, y en definitiva soy yo el que sabe cómo cuidarla.
5 Lisette se refiere a la gorguera o fraise –fresa, literalmente–, que es un adorno del cuello puesto de moda por los italianos del séquito de las dos reinas Médicis. Esta moda fue reemplazada en tiempos de Luis XIII por la del cuello o vuelta de camisa; sin embargo, algunas personas renuentes a los cambios de la moda, se resistían a dejar de usarla. Esta gorguera está asociada, en el marco de la obra, con lo anticuado y muy ceremonioso. 6 Resulta paradójico el diseño de estos personajes: el hermano veinte años mayor, Ariste, es más flexible y distendido en el modo de vestir y en sus costumbres, incluso en la educación de las mujeres; Sganarelle, el más joven, es rígido y anticuado, incluso necio.
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7 La relevancia de este discurso narrativo es que gracias a él, el espectador puede enterarse de la relación de Sganarelle y Ariste con Isabel y Leonor, respectivamente, anterior a la obra misma. 8 Desposar es contraer matrimonio. 9 La sarga es una tela medianamente gruesa, de textura a rayas diagonales.
Ariste. ¿Acaso a mí no me interesa lo que haga la hermana de ella? Sganarelle. Por Dios, cada uno piensa y hace lo que le da la gana. Ellas no tienen familia, y el padre de ellas, nuestro amigo, antes de morir nos encargó su cuidado;7 y haciéndonos cargo, ya de desposarlas,8 ya de disponer de ellas como creyéramos adecuado si no las queríamos, nos dio por contrato, desde que eran chicas, plenos poderes como esposos y como padres. Usted se encargó de criar a esa, y yo me preocupé por los cuidados de esta; usted gobierna a la suya según su voluntad; déjeme, se lo ruego, regir sobre la otra como yo quiero. Ariste. Me parece... Sganarelle. A mí me parece, y lo digo en voz bien alta, que sobre un tema como este hay que hablar como es debido. Usted quiere que la suya ande ligera y arregladita, me parece perfecto; que tenga sirviente y acompañante, de acuerdo; que pasee, disfrute de no hacer nada y sea una de esas doncellas que andan por ahí libremente, no tengo ningún inconveniente; pero yo pretendo que la mía viva como yo quiero, y no como quiere usted. Que tenga vestidos de una sarga9 decente, y solo se vista de negro los días de fiesta. Que, encerrada en la casa, como una mujer prudente, solo se dedique a las tareas hogareñas; a coserme la ropa en los ratos libres, o si no a tejer algunas medias por placer. Que cierre sus oídos a los discursos de los modernos, y que no salga jamás sin tener quien la vigile. En fin, la carne es débil, yo escucho los rumores, y si puedo evitarlo no quiero llevar cuernos, y como su fortuna la llama a desposarme, quiero poder responder por ella personalmente. Isabel. Usted no tiene motivos, me parece... Sganarelle. Cállese; ya le voy a enseñar, si debe salir sola. Leonor. Pero entonces, señor... Sganarelle. Por Dios, señora, se lo ruego; no estoy hablando con usted, que es muy “prudente”. Leonor. ¿Usted ve a disgusto que Isabel esté con nosotras?
Molière Sganarelle. Sí, ustedes me la echan a perder, si quieren que hable claro. Sus visitas a esta casa me disgustan, y les estaré muy agradecido de que no sigan viniendo. Leonor. ¿Quiere que yo también le hable con toda claridad? Ignoro con qué ojos ve ella todo esto, pero sé lo que me daría desconfianza a mí, y puedo decirle que, aunque tengamos la misma sangre, no seríamos hermanas si su manera de actuar inspirase en ella algún tipo de amor. Lisette. Es verdad, todas esas preocupaciones son infames;10 ¿acaso estamos entre los turcos para encerrar a las mujeres? Porque dicen que en aquel país las tienen como esclavas, y que por eso están maldecidos por Dios. Muy débil sería nuestro honor, señor, si hiciera falta que se lo guardase con tanto celo: después de todo, ¿usted piensa que todas esas precauciones pueden servir de obstáculo a nuestras intenciones, y que si se nos mete una idea en la cabeza, hasta el hombre más astuto no terminaría quedando como un imbécil? Todos esos cuidados son visiones de locos. Francamente, lo más seguro es confiar en nosotras. El que nos fastidia se pone en una situación muy peligrosa cuando se esmera tanto en cuidar nuestro honor para sí. Demostrar tanta preocupación por impedirnos pecar es, casi, provocarnos el deseo de hacerlo. Si yo me viera tan coaccionada por un marido, me sentiría inclinada a confirmar sus temores. Sganarelle. Ahí tiene, preceptor, su bella educación. Y usted soporta esto sin ninguna conmoción. Ariste. Hermano, aunque sus palabras me hacen reír, ella tiene cierta razón en lo que quiere decir. A las mujeres les gusta gozar de un poco de libertad, es muy difícil retenerlas con tanta austeridad,11 y los cuidados desconfiados, los cerrojos y los grilletes12 no forjan la virtud de las mujeres ni de las muchachas. El honor es el que tiene que mantenerlas dentro del deber, no la severidad que les demostramos. Es una cosa muy extraña, para decirlo con sinceridad, que una mujer sea decente por obligación. Sería en vano pretender dominar todos sus actos. En cambio, yo estoy convencido de
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10 Se dice infame a algo o alguien que carece de honra, de crédito y estimación. 11 Austeridad es sobriedad, sencillez. Ariste le observa a Sganarelle que tal exceso de sobriedad, incluso de severidad y rigor solo puede perjudicarlo. 12 Ariste explica claramente a su hermano que los recursos prohibitivos y represivos no son eficaces para fortalecer la virtud femenina: por el contrario, solo se consigue con el sano uso de la libertad responsable.
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13 En este diálogo, se exponen dos posiciones radicalmente opuestas en relación con la educación de los hijos: una es la restricción y represión estricta –Sganarelle–; otra es dejar la administración de la libertad y la responsabilidad a los hijos esperando que sean prudentes y sabios a la hora de decidir.
que hay que apoderarse de su corazón; y por más cuidados que tomase, no sentiría que mi honor está muy seguro en manos de una persona que solo tuviera un medio de acceder a los deseos que pudiesen asaltarla. Sganarelle. Todo eso son cantilenas. Ariste. Puede ser, pero sostengo que es necesario educar a la juventud mediante la risa, corregir sus faltas con mucha suavidad y no inspirarle miedo en nombre de la virtud. Mis cuidados por Leonor siguieron siempre estas máximas; nunca convertí las pequeñas libertades en crímenes, siempre consentí sus deseos juveniles, y gracias al cielo nunca me tuve que arrepentir. Soporté que frecuentara las bellas compañías, las diversiones, los bailes, las comedias; creo que son cosas que siempre fueron muy buenas para formar a los jóvenes, y la escuela de la sociedad instruye más que cualquier libro sobre la manera en que hay que vivir. A ella le gusta gastar en vestidos, en ropa y en cintas, qué quiere que haga; yo trato de satisfacer sus deseos, y esos son placeres que, en nuestras familias, uno puede permitirles sin problema a las muchachas. Una orden paterna la obliga a casarse conmigo, pero mi intención no es tiranizarla. Sé bien que no hay mucha relación entre nuestras edades, y dejo que elija con total libertad si cuatro mil escudos de rentas en valores seguros, mucho cariño y cuidados complacientes pueden, en su opinión, reparar la desigualdad de edades entre nosotros. Ella puede casarse conmigo, o si no, buscar a otro; yo acepto que su destino quizás sea mejor sin mí, y prefiero verla casada con otro antes que obtener su mano contra su voluntad. Sganarelle. Pero qué dulzón que es, todo azúcar y miel. Ariste. En fin, es mi naturaleza, y le doy gracias al cielo por ella. Jamás seguiría esas máximas severas que llevan a que los hijos cuenten los días de sus padres.13 Sganarelle. Pero las libertades que se toman en la juventud no se recuperan fácilmente, y sus sentimientos tendrán muchas dificultades para obedecerle cuando deba cambiar su manera de vivir.
Molière Ariste. ¿Y por qué cambiarla? Sganarelle. ¿Por qué? Ariste. Sí. Sganarelle. No sé. Ariste. ¿Ve algo en ella que atente contra el honor? Sganarelle. Si usted la desposa, ella podría pretender las mismas libertades que le da de soltera. Ariste. ¿Y por qué no? Sganarelle. ¿Sería complaciente con sus deseos hasta dejar que use lunares y cintas? Ariste. Seguramente. Sganarelle. ¿Hasta soportar, con el cerebro trastornado, que vaya a todos los bailes y lugares de reunión? Ariste. La verdad, que sí. Sganarelle. ¿Y las doncellas irán a su casa? Ariste. ¿Y entonces, qué? Sganarelle. ¿Y jugarán y se harán regalos? Ariste. De acuerdo. Sganarelle. ¿Y su mujer escuchará los piropos? Ariste. Muy bien. Sganarelle. ¿Y usted recibirá a esas visitas modernas sin sentirse un tonto? Ariste. Por supuesto.
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saltó un espantoso estrépito proveniente del vestíb on con que una antigua armadura se había despr fantasma de Canterville sentado en una silla de resp r en el rostro. Los mel lizos, que traían sus cerb que solo pueden adquirir quienes han practicado la tanto, el ministro de los Estados Unidosapuntaba os de la etiqueta californiana, que pusiera las manos se escabulló entre ellos, como una neblina, apaga curidad total. Al llegar a lo alto de la escalera, se r ás de una ocasión le había resultado extremadamen lord Raker en una sola noche y había logrado que tr primer mes de trabajo. En consecuencia, lanzó su viejo techo abovedado; pero, cuando apenas empeza apareció la señora Otis vestida con una bata celes de salud, y por ello le he traído una botella de la stión, este remedio lo ayudará. El fantasma la miró e en un enorme perro negro, una hazaña que le hab ilia había atribuido la permanente idiotez del tío d el sonido de unos pasos que se acercaban lo hizo des te fosforescente y se desvaneció lanzando un profun staban por alcanzarlo.Cuando llegó a su cuarto, se de idad de los gemelos y el grosero materialismo de l ntes, pero lo que más lo perturbaba era no h a de que incluso aquellos modernos estadounidenses s por otra razón que el respeto a su poeta naciona había entretenido muchas veces mientras los Can ; la había vestido con gran éxito en el torneo de K Reina Virgen. Pero esta vez, cuando quiso ponérsel raza y del yelmo de acero, y cayó pesadamente al su o derecha. Durante varios días estuvo muy enfermo, a de sangre en buen estado. Al fin, luego de mucho ento de asustar al ministro de los Estados Unidos Pasó la mayor parte de ese día revisando el guarda ible con una pluma roja, un sudario fruncido en la violento temporal, y el viento era tan fuerte que chirriaban. Ese era precisamente el tiempo que paso con sigilo hasta el dormitorio de Washington res puñaladas en la garganta al son de una música ba perfectamente al tanto de que era él quien tenía l ville con su el detergente “Inigualable” de Pinkerton.
bulo. Luego de baja apresur adamente las escaleras rendido de su soporte y había caído al suelo de los paldo alto, frotándose las rodillas con una expresió batanas, dispararon sobre él dos proyectiles, con arga y pacientemente sobre su profesor de caligr al fantasma con su revólver y le ordenaba, de acu s en alto. El fantasma se levantó con un salvaje ala ando al pasar la vela de Washington Otis y dejánd recuperó y decidió lanzar su célebre carcajada demoní nte útil. Se decía que con ella había hecho encanecer res institutrices francesas de lady Canterville renuncia risotada más horrible hasta que retumbó una y aban a extinguirse los escalofriantes ecos, se abrió ste y le dijo al fantasma: –Me temo que usted no a solución medicinal del Doctor Dobell. Si se trat ó enfurecido y de inmediato comenzó a prepararse p bía valido un merecido renombre, y a la cual el m de lord Canterville, el honorable Thomas Horton. sistir de su propósito, de modo que se limitó a volv ndo gemido sepulcral, en le preciso instante en que errumbó por completo, presa de una violenta agita la señora Otis naturalmente le resultaban de lo m haber podido colocarse la armadura. Había tenido se estremecieran al ver al Espectro Acorazado, aun al Longfellow , con cuya delicada y atractiva poesí nterville estaban en la ciudad. Además, era su pro Kenilworth, y había sidoestación muy elogiada nada menos Trabajos en la la, se vio completamente superado por el peso d uelo, raspándose las rodillas y lastimándose los nudi y únicamente se movía de su habitación para mante os cuidados logró reponerse y resolvió llevar a cabo y a su familia. Eligió el viernes 17 de agosto para arropa, y finalmente se decidió por un gran sombr as muñecas y el cuello, y una daga oxidada. Al atard todas las ventanas y las puertas de la antigua casa más le gustaba. Su plan de acción era el siguiente n Otis, le susurraría algo desde el pie de la cama a lenta. Le guardaba a Washington un rencor espe la costumbre de eliminar la famosa mancha de san . Después de reducir al imprudente y temerario jo
Escuela de maridos • El médico a palos
Escuela de maridos
scuela de
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Para revisar la lectura
1 Observen el título. Si hablamos de “escuela” suponemos, entre otras cosas, un maestro, un alumno, conocimientos, métodos, disciplina, etc. Respondan según su opinión quiénes o qué ocupan esos lugares en Escuela de maridos. a. ¿quién es el maestro? b. ¿quién es el alumno? c. ¿qué conocimientos se enseñan? d. ¿qué conocimientos se aprendieron? e. ¿cuáles fueron los métodos? 2 ¿Cómo hace Isabel para comunicarle a Valerio que está enamorada de él, si no puede verlo ni hablarle? Citen todas aquellas expresiones que le permiten a Valerio comprender que detrás del rechazo manifiesto por Sganarelle, en realidad hay aceptación y acuerdo.
3 Mencionen las estrategias que emplea Isabel para que lleguen sus mensajes de amor a Valerio sin que Sganarelle sospeche. 4 ¿A qué se refiere Isabel cuando le hace decir a Valerio, a través de Sganarelle, que el dolor de una imposición extrema la llevó a tener que usarme a mí mismo para advertirle (acto II, escena 2). 5 Tengo miedo de que este enamorado, tan lleno de pasión, no haya entendido la intención de mi advertencia, dice Isabel en la escena 3 del acto II, justo antes de que llegue Sganarelle. ¿Qué quiere decir con “la intención”?
Expliquen las siguientes citas: […] cuya severidad lo hace huir de las mieles de la sociedad (Ariste, acto I, escena 1). b. Jamás seguiría esas máximas severas que llevan a que los hijos cuenten los días de sus padres (Ariste, acto I, escena 2). 6
a.
Trabajos en la estación Para analizar la obra
7 Trabajen con la estructura de esta obra. Como saben, está construida en 3 actos y cada uno de ellos corresponde a partes bien diferenciadas. Agreguen, a las proporcionadas, las grandes ideas que justifican cada parte:
ACTO I: Introductorio � Conocemos a los personajes, su posición ideológica acerca de las mujeres, de las modas, del pudor y la decencia femeninas. � Se plantea el conflicto: Valerio está enamorado de Isabel, la prometida y protegida de Sganarelle. � Las escenas finales plantean…
ACTO II: Desarrollo � Se profundiza el perfil de los personajes; entre ellos, Isabel. � Se conoce que Isabel también está enamorada de Valerio y arma una estrategia para hacérselo saber. � Termina con…
ACTO III: Conclusión � � 8
a.
Caractericen a los personajes siguientes: Leonor
b.
Lisette
c.
Ergaste
9 Piensen y discutan por qué Lisette y Ergaste demuestran ser más sagaces y rápidos que sus amos, Isabel y Leonor, y Valerio.
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