La casa inundada y otros cuentos bajo el agua - ¡Recorré el libro!

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La casa inundada y otros cuentos bajo el agua

Felisberto Hernández • Julio Cortázar Carlos Fuentes • Augusto Roa Bastos Horacio Quiroga


Índice Bienvenidos a la estación de La casa inundada y otros cuentos bajo el agua .............. 6 La casa inundada, de Felisberto Hernández .....................22 El río, de Julio Cortázar ................................................... 60 Chac Mool, de Carlos Fuentes ......................................... 66 Bajo el puente, de Augusto Roa Bastos ............................. 82 Las rayas, de Horacio Quiroga ....................................... 104 Trabajos en la estación ................................................ 112 Cuadro de movimientos literarios .............................. 124


Bienvenidos a la estaciรณn de

La casa


y otros cuentos bajo el agua


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La casa inundada y otros cuentos bajo el agua

Definiciones para no ahogarse en un vaso de agua A diario, los seres humanos circulamos en medio de palabras dichas y escritas, recibimos órdenes, respondemos preguntas, esperamos respuestas, manifestamos deseos. Conversaciones cotidianas, libros de cuentos, mensajes enviados por celular, artículos publicados en diarios o grafitis escritos en las paredes… Nuestra vida cotidiana está inmersa en un mar de textos, pero ¿alguna vez se preguntaron qué es un texto? Resulta interesante descubrir de dónde proviene el término para entender no solo el significado de este concepto, sino también el de otros que nos guiarán en la lectura de los cuentos que integran la presente antología. Comencemos entonces por el principio. Para hablar de texto, primero debemos comprender qué es un enunciado. Este término se define como una unidad comunicativa cuyo significado depende de ciertos factores que integran la situación en la que ese enunciado se produce. Así, por ejemplo, el enunciado “es una estrella” tendrá un significado si alguien lo pronuncia mientras mira el cielo nocturno y otro diferente si lo escribe un periodista para referirse a una legendaria figura del mundo del espectáculo.

Ahora bien, retomemos nuestra pregunta inicial: ¿qué es un texto? La palabra texto procede del vocablo latino textus y significa ‘tejido’, ‘enlace’, ‘entramado’. La idea de un tejido define a un texto como una serie de enunciados dispuestos de modo ordenado y coherente que se expresan en forma oral o escrita; esta concepción nos remite a los hilos o las hebras que, también dispuestos ordenadamente, son capaces de formar una tela o un tejido. Quienes usamos el lenguaje, ya sea para hablar o escribir, presentamos los enunciados de un modo determinado para generar así un texto. Somos tejedores del lenguaje.

Las primeras manifestaciones de la escritura datan del año 3000 a. C. Actualmente, podemos apreciarlas en tablillas como estas, vajillas o restos arqueológicos de otro tipo.


Bienvenidos a la estación Los textos literarios

Desde antes de la aparición de la escritura, en el año 3000 a. C., aproximadamente, el ser humano produce e intercambia textos de acuerdo con diversas necesidades: económicas, políticas, afectivas, científicas, etcétera. Sin embargo, cuando hablamos de literatura o de textos literarios, debemos centrarnos en una necesidad particular, aquella que le permite al hombre hacer foco en el modo en que sus ideas se comunican al receptor. Es decir, cómo se organiza lo que se dice y qué recursos propios del lenguaje se emplean, ya sean de carácter fónico, semántico o sintáctico. Esta necesidad del hombre de generar distintas emociones o sensaciones a partir del modo en que presenta aquello que quiere decir se denomina función estética del lenguaje y es la que define a un texto como literario.

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Pero no solamente lo estético hace a un texto literario y lo diferencia de otros, tales como los que generan el periodismo o la ciencia. Otra característica es su carácter ficcional. Quienes escriben literatura ponen en juego la imaginación en aquellos escritos que producen, ya sea porque los sucesos que aparecen representados en sus obras nunca han existido en la realidad o porque, a pesar de ser hechos reales, los autores eligen una forma particular de presentarlos. Veamos un ejemplo, la novela Operación masacre, del escritor argentino Rodolfo Walsh, está basada en los fusilamientos que tuvieron lugar en la Argentina en junio de 1956, durante la llamada Revolución Libertadora. Sin embargo, Walsh no escribió un texto que podríamos leer en un manual de Historia ni lo presentó como una investigación periodística, sino que recurrió a un género literario para acercarlo al lector: la novela policial.

En su novela Operación masacre, Rodolfo Walsh recrea de modo literario un hecho histórico.


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Relaciones entre enunciados: el dialogismo Mijaíl Bajtín (1895-1975) fue un teórico ruso que hizo un enorme aporte en el estudio de la literatura. A él se le debe la concepción del enunciado como unidad comunicativa más allá de la palabra, ya que considera al enunciado como una palabra contextualizada, es decir, dependiente de una situación, como hemos visto anteriormente. Pero además de este concepto, Bajtín propone muchos otros de gran importancia tanto para la lingüística como para la literatura, como la idea de dialogismo. Para este autor, todos los enunciados, ya sean orales o escritos, están orientados retrospectivamente, es decir que remiten a enunciados previos. Si, por ejemplo, alguien dice “gracias por tu saludo de cumpleaños”, este enunciado supone que hubo otro enunciador, quien pronunció o escribió “feliz cumpleaños”.

Don Quijote de la Mancha es una novela que establece diálogo con otras obras de la literatura universal.

Pero, al mismo tiempo, los enunciados tienen una orientación prospectiva, puesto que anticipan las emisiones de los próximos hablantes/escritores. De este modo, el primero de los enunciados que hemos dado como ejemplo espera una respuesta, tal como “de nada, vos te lo merecés”. Esta noción de “diálogo” entre los enunciados enmarca la idea de que una obra literaria responde también a otras anteriores y, a la vez, tiende hilos hacia el futuro para la producción de otras nuevas. Así, por ejemplo, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha es una novela que intenta imitar de modo burlesco las novelas de caballería; por eso su autor, Miguel de Cervantes Saavedra, creó un personaje que linda con la locura de tanto leer las aventuras de famosos caballeros. Don Quijote cree ser uno de ellos y las distintas situaciones que se le presentan en su cotidianeidad no son para él sino posibilidades de hacer valer su honor de caballero andante.


Bienvenidos a la estación A su vez, si pensamos en la orientación hacia el futuro que propone Bajtín, otros autores se han inspirado en la obra de Cervantes para crear sus propios textos, como lo hizo el escritor argentino Jorge Luis Borges en un cuento que se titula “Pierre Menard, autor del Quijote”, donde juega con la posibilidad de que alguien pudiera escribir la novela de Cervantes en el siglo xx; otro ejemplo es el poema “Vencidos”, del español León Felipe, en el que el poeta retoma también la figura del personaje cervantino. Los cuentos que integran esta antología fueron elegidos en relación con este “diálogo” que podemos establecer entre dos o más textos. Pero antes de su lectura, resulta preciso que avancemos hacia otros conceptos que nacieron a partir de la propuesta de Mijaíl Bajtín.

Jorge Luis Borges fue un maestro de la intertextualidad: en múltiples oportunidades su escritura recoge textos ajenos como punto de partida de su propio discurso literario.

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Relaciones entre textos La lingüista y psicoanalista de origen búlgaro-francés Julia Kristeva (1941) denominó al dialogismo bajtiniano como intertextualidad. Kristeva también considera la existencia de discursos previos como condición necesaria para que otros textos adquieran significado. Para ella, todo texto se construye como absorción y transformación de otros preexistentes. A partir del concepto acuñado por Kristeva, otro estudioso de la literatura y, en especial de la narrativa, el francés Gérard Genette (1930), amplió el terreno de las posibles relaciones entre dos textos, como veremos a continuación. Genette denomina transtextualidad al vínculo que puede establecerse entre dos textos. Pero su definición no se agota allí; para él esa relación permite reconocer cinco tipos distintos: paratextualidad, metatextualidad, architextualidad, hipertextualidad e intertextualidad.

Julia Kristeva estableció el concepto de “intertextualidad” en la literatura.


biografía

Felisberto Hernández (1902 † 1964)

Nació, tal como afirman los argentinos, “del otro lado del charco”, en

la ciudad de Montevideo, Uruguay. Además de dedicarse a la escritura,

fue compositor y pianista. Aunque su trabajo de escritor mantuvo en las

sombras su carrera de pianista, su literatura está impregnada de música, tanto en los temas sobre los que eligió escribir como en la forma de narrar,

al sugerir emociones con palabras de cierta sonoridad. Felisberto contrajo matrimonio en cuatro oportunidades. En un viaje por París, se enamoró

de una española, veterana de la Guerra Civil y agente de la KGB —la policía secreta de la Unión Soviética—, a quien se le encomendó seducirlo. En 1949, luego de haberse casado, se instalaron en Montevideo, donde ella trabajó como modista y comerciante de antigüedades, actividades que

encubrían su red de espionaje. Al año se divorciaron, sin que él supiera el papel que ella había desempeñado. Entre sus obras se destacan Nadie encendía las lámparas (1947), Las hortensias (aparecida por primera vez en la revista uruguaya Escritura, en 1949) y La casa inundada (1960).

ponda a los censores y fundamente las razones d e mi obra; y sin duda estoy con todas las personas que le dieron su aprobación como para creerme obl serta ción, hechae comedia, me surgió después de las dos o tres primeras rep de fenómenos psíquicos. responda a los censores y fundamente las razones d sin duda estoy bastante en deuda con todas las personas que le dieron su apro para creerme obligado d


y bastante en ligado de una pr presentad e mi obra; obaciĂłn como de una diserta

La

casa

inundada


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1 La palabra botero se refiere a la persona que conduce un bote. 2 Borlitas es diminutivo plural de borla: conjunto de hilos que, sujetos y reunidos por su mitad o por uno de sus cabos en una especie de botón y sueltos por el otro o por ambos, penden en forma de cilindro o se esparcen en forma de media bola.

La casa inundada

e esos días siempre recuerdo las vueltas en un bote alrededor de una pequeña isla de plantas. Cada poco tiempo las cambiaban; pero allí las plantas no se llevaban bien. Yo remaba colocado detrás del cuerpo inmenso de la señora Margarita. Si ella miraba la isla un rato largo, era posible que me dijera algo; pero no lo que me había prometido; solo hablaba de las plantas y parecía que quisiera esconder entre ellas otros pensamientos. Yo me cansaba de tener esperanzas y levantaba los remos como si fueran manos aburridas de contar siempre las mismas gotas. Pero ya sabía que, en otras vueltas del bote, volvería a descubrir, una vez más, que ese cansancio era una pequeña mentira confundida entre un poco de felicidad. Entonces me resignaba a esperar las palabras que me vendrían de aquel mundo, casi mudo, de espaldas a mí y deslizándose con el esfuerzo de mis manos doloridas. Una tarde, poco antes del anochecer, tuve la sospecha de que el marido de la señora Margarita estaría enterrado en la isla. Por eso ella me hacía dar vueltas por allí y me llamaba en la noche —si había luna— para dar vueltas de nuevo. Sin embargo, el marido no podía estar en aquella isla: Alcides —el novio de la sobrina de la señora Margarita— me dijo que ella había perdido al marido en un precipicio de Suiza. Y también recordé lo que me contó el botero1 la noche que llegué a la casa inundada. Él remaba despacio mientras recorríamos “la avenida de agua”, del ancho de una calle y bordeada de plátanos con borlitas.2 Entre otras cosas supe que él y un peón habían llenado de tierra la fuente del patio para que después fuera una isla. Además, yo pensaba que los movimientos de la cabeza de la señora Margarita —en las tardes que su mirada iba del libro a la isla y de la isla al libro— no tenían relación con un muerto escondido debajo de las plantas. También es cierto que una vez que la vi de frente tuve la impresión de que los vidrios gruesos de sus lentes les enseñaban a


Felisberto Hernández los ojos a disimular y que la gran vidriera terminada en cúpula3 que cubría el patio y la pequeña isla era como para encerrar el silencio en que se conserva a los muertos. Después recordé que ella no había mandado hacer la vidriera. Y me gustaba saber que aquella casa, como un ser humano, había tenido que desempeñar diferentes cometidos:4 primero fue casa de campo; después instituto astronómico; pero como el telescopio que habían pedido a Norteamérica lo tiraron al fondo del mar los alemanes, decidieron hacer en aquel patio un invernáculo;5 y por último la señora Margarita la compró para inundarla. Ahora, mientras dábamos vuelta a la isla, yo envolvía a esta señora con sospechas que nunca le quedaban bien. Pero su cuerpo inmenso, rodeado de una simplicidad desnuda, me tentaba a imaginar sobre él un pasado tenebroso. Por la noche parecía más grande, el silencio lo cubría como un elefante dormido y a veces ella hacía una carraspera6 rara, como un suspiro ronco. Yo la había empezado a querer, porque después del cambio brusco que me había hecho pasar de la miseria a esa opulencia,7 vivía en una tranquilidad generosa y ella se prestaba —como prestaría el lomo una elefanta blanca a un viajero— para imaginar disparates entretenidos. Además, aunque ella no me preguntaba nada sobre mi vida, en el instante de encontrarnos, levantaba las cejas como si se le fueran a volar, y sus ojos, detrás de los vidrios, parecían decir: “¿Qué pasa, hijo mío?”. Por eso yo fui sintiendo por ella una amistad equivocada; y si ahora dejo libre mi memoria se me va con esta primera señora Margarita; porque la segunda, la verdadera, la que conocí cuando ella me contó su historia, al fin de la temporada, tuvo una manera extraña de ser inaccesible. Pero ahora yo debo esforzarme en empezar esta historia por su verdadero principio, y no detenerme demasiado en las preferencias de los recuerdos.

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3 Una cúpula es una bóveda en forma de una media esfera o similar, con que suele cubrirse todo un edificio o parte de él. 4 El término cometido, empleado como sustantivo, significa ‘incumbencia’, ‘obligación’. 5 Un invernáculo es un lugar cubierto y abrigado artificialmente para proteger las plantas del frío. 6 La carraspera es cierta aspereza de la garganta, que obliga a toser. 7 Opulencia quiere decir ‘abundancia’.


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8 Atolondrado se refiere a quien actúa sin pensar. 9 Se llama sevillano a quien es originario de Sevilla, ciudad de España. 10 Un atracadero es el lugar donde pueden arrimarse a tierra, sin riesgo, las embarcaciones pequeñas.

La casa inundada

Alcides me encontró en Buenos Aires en un día que yo estaba muy débil, me invitó a un casamiento y me hizo comer de todo. En el momento de la ceremonia, pensó en conseguirme un empleo, y ahogado de risa, me habló de una “atolondrada8 generosa” que podía ayudarme. Y al final me dijo que ella había mandado inundar una casa según el sistema de un arquitecto sevillano9 que también inundó otra para un árabe que quería desquitarse de la sequía del desierto. Después Alcides fue con la novia a la casa de la señora Margarita, le habló mucho de mis libros y por último le dijo que yo era un “sonámbulo de confianza”. Ella decidió contribuir enseguida con dinero; y en el verano próximo, si yo sabía remar, me invitaría a la casa inundada. No sé por qué causa, Alcides no me llevaba nunca; y después ella se enfermó. Ese verano fueron a la casa inundada antes de que la señora Margarita se repusiera y pasaron los primeros días en seco. Pero al darle entrada al agua me mandaron llamar. Yo tomé un ferrocarril que me llevó hasta una pequeña ciudad de la provincia, y de allí a la casa fui en auto. Aquella región me pareció árida, pero al llegar la noche pensé que podía haber árboles escondidos en la oscuridad. El chofer me dejó con las valijas en un pequeño atracadero10 donde empezaba el canal, “la avenida de agua”, y tocó la campana, colgada de un plátano; pero ya se había desprendido de la casa la luz pálida que traía el bote. Se veía una cúpula iluminada y al lado un monstruo oscuro tan alto como la cúpula (era el tanque del agua). Debajo de la luz venía un bote verdoso y un hombre de blanco que me empezó a hablar antes de llegar. Me conversó durante todo el trayecto (fue él quien me dijo lo de la fuente llena de tierra). De pronto vi apagarse la luz de la cúpula. En ese momento el botero me decía: “Ella no quiere que tiren papeles ni ensucien el piso de agua. Del comedor al dormitorio de la señora Margarita no hay puerta y una mañana en que se despertó temprano, vio


Felisberto Hernández venir nadando desde el comedor un pan que se le había caído a mi mujer. A la dueña le dio mucha rabia y le dijo que se fuera inmediatamente y que no había cosa más fea en la vida que ver nadar un pan”. El frente de la casa estaba cubierto de enredaderas. Llegamos a un zaguán11 ancho de luz amarillenta y desde allí se veía un poco del gran patio de agua y la isla. El agua entraba en la habitación de la izquierda por debajo de una puerta cerrada. El botero ató la soga del bote a un gran sapo de bronce afirmado en la vereda de la derecha y por allí fuimos con las valijas hasta una escalera de cemento armado. En el primer piso había un corredor con vidrieras que se perdían entre el humo de una gran cocina, de donde salió una mujer gruesa con flores en el moño. Parecía española. Me dijo que la señora, su ama, me recibiría al día siguiente, pero que esa noche me hablaría por teléfono. Los muebles de mi habitación, grandes y oscuros, parecían sentirse incómodos entre paredes blancas atacadas por la luz de una lámpara eléctrica sin esmerilar12 y colgada desnuda, en el centro de la habitación. La española levantó mi valija y le sorprendió el peso. Le dije que eran libros. Entonces empezó a contarme el mal que le había hecho a su ama “tanto libro” y “hasta la habían dejado sorda, y no le gustaba que le gritaran”. Yo debo haber hecho algún gesto por la molestia de la luz. —¿A usted también le incomoda la luz? Igual que a ella.

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11 El zaguán es un espacio cubierto situado dentro de una casa, que sirve de entrada a ella y está a continuación de la puerta de calle. 12 El verbo esmerilar se refiere a lustrar algo con esmeril, sustancia rocosa.


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13 La palabra portátil hace mención aquí a la luz que puede transportarse de un sitio a otro, probablemente en un farol. 14 Disentir es sinónimo de estar en desacuerdo.

La casa inundada

Fui a encender un portátil:13 tenía pantalla verde y daría una sombra agradable. En el instante de encenderlo sonó el teléfono colocado detrás del portátil, y lo atendió la española. Decía muchos “sí” y las pequeñas flores blancas acompañaban conmovidas los movimientos del moño. Después, ella sujetaba las palabras que se asomaban a la boca con una sílaba o un chistido. Y cuando colgó el tubo suspiró y salió de la habitación en silencio. Comí y bebí buen vino. La española me hablaba pero yo, preocupado de cómo me iría en aquella casa, apenas le contestaba moviendo la cabeza como un mueble en un piso flojo. En el instante de retirar el pocillo de café de entre la luz llena de humo de mi cigarrillo, me volvió a decir que la señora me llamaría por teléfono. Yo miraba el aparato esperando continuamente el timbre, pero sonó en un instante en que no lo esperaba. La señora Margarita me preguntó por mi viaje y mi cansancio con voz agradable y tenue. Yo le respondía con fuerza separando las palabras. —Hable naturalmente —me dijo—, ya le explicaré por qué le he dicho a María (la española) que estoy sorda. Quisiera que usted estuviera tranquilo en esta casa, es mi invitado; solo le pediré que reme en mi bote y que soporte algo que tengo que decirle. Por mi parte haré una contribución mensual a sus ahorros y trataré de serle útil. He leído sus cuentos a medida que se publicaban. No he querido hablar de ellos con Alcides por temor a disentir,14 soy susceptible, pero ya hablaremos… Yo estaba absolutamente conquistado. Hasta le dije que al día siguiente me llamara a las seis. Esa primera noche, en la casa inundada, estaba intrigado con lo que la señora Margarita tendría que decirme, me vino una tensión extraña y no podía hundirme en el sueño. No sé cuándo me dormí. A las seis de la mañana, un pequeño golpe de timbre, como la picadura de un insecto, me hizo saltar en la cama. Esperé, inmóvil, que aquello se repitiera. Así fue. Levanté el tubo del teléfono.


Felisberto Hernández —¿Está despierto? —Es verdad. Después de combinar la hora de vernos, me dijo que podía bajar en pijama y que ella me esperaría al pie de la escalera. En aquel instante me sentí como un empleado al que le dieran un momento libre. En la noche anterior, la oscuridad me había parecido casi toda hecha de árboles; y ahora, al abrir la ventana, pensé que ellos se habrían ido al amanecer. Solo había una llanura inmensa con un aire claro; y los únicos árboles eran los plátanos del canal. Un poco de viento les hacía mover el brillo de las hojas; al mismo tiempo se asomaban a la “avenida de agua” tocándose disimuladamente las copas. Tal vez allí podría empezar a vivir de nuevo con una alegría perezosa. Cerré la ventana con cuidado, como si guardara el paisaje nuevo para mirarlo más tarde. Vi, al fondo del corredor, la puerta abierta de la cocina y fui a pedir agua caliente para afeitarme en el momento que María le servía café a un hombre joven que dio los “buenos días” con humildad; era el hombre del agua y hablaba de los motores. La española, con una sonrisa, me tomó de un brazo y me dijo que me llevaría todo a mi pieza. Al volver, por el corredor, vi al pie de la escalera —alta y empinada— a la señora Margarita. Era muy gruesa y su cuerpo sobresalía de un pequeño bote como un pie gordo de un zapato escotado. Tenía la cabeza baja porque leía unos papeles, y su trenza, alrededor de la cabeza, daba la idea de una corona dorada. Esto lo iba recordando después de una rápida mirada, pues temí que me descubriera observándola. Desde ese instante hasta el momento de encontrarla estuve nervioso. Apenas puse los pies en la escalera empezó a mirar sin disimulo y yo descendía con la dificultad de un líquido espeso por un embudo estrecho. Me alcanzó una mano mucho antes que yo llegara abajo. Y me dijo: —Usted no es como yo me lo imaginaba… Siempre me pasa eso… Me costará mucho acomodar sus cuentos a su cara.

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Discutieron un rat Ana la fue convencie Finalmente, la rei decidió que no refrena más su afecto. Día tras día, el am de Dido fue aumenta Recorría con Eneas murallas de la ciudad mostraba desde allí riquezas de su tierra rogaba nuevos relato sus desventuras, le p guntaba por la sag Ilión y su trágico des de guerra. La cercanía hijo de Venus aviva su pasión. Por las ches, sola en la hab ción majestuosa, llor de soledad.



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Actividades de comprensión “La casa inundada” 1

Respondan las siguientes preguntas.

a. ¿A qué se dedica el protagonista? ¿Cómo cambia su vida a partir de la estadía en la casa de la señora Margarita? b. ¿A qué denominan “velorios” los personajes? ¿Cuál es la equivocación que cometen al respecto en su interpretación de los “velorios”? c.

¿Quién es Filomena? ¿Y Alcides? ¿Qué relación tienen?

2 Desde el recuerdo, el narrador retoma testimonios de otras personas en torno a la historia de la casa y su propietaria. Citen al menos dos ejemplos de esos testimonios. 3 Describan a la señora Margarita. Tengan en cuenta su aspecto físico, su carácter, sus costumbres, etcétera.

“El río” 4 El cuento narra el final de una relación conflictiva entre un hombre y una mujer. El narrador hace mención a una amenaza proferida repetidamente por ella. ¿Cuál es esa amenaza? 5 Indiquen en torno a qué confusión se desarrolla el monólogo del narrador. 6 Expliquen el final del cuento. Luego citen los elementos del relato que preanuncien ese cierre.


Trabajos en la estación

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Respondan las siguientes preguntas.

a. ¿Cuál es el primer hecho anormal que Filiberto registra en su cuaderno sobre su vida diaria? ¿Y en relación con el Chac Mool? b. A partir de la presencia de la escultura, ¿qué problemas debe enfrentar Filiberto en su trabajo? c. ¿De qué modo el protagonista llega a la conclusión de que la estatuilla se ha humanizado? 9 Expliquen la muerte de Filiberto a partir de dos causas diversas, según los hechos que se narran en el cuento.

“Bajo el puente” 10

Respondan las preguntas que siguen.

a. ¿Cuál es la primera actitud extraña que el narrador cuenta acerca del maestro? b. ¿El narrador logra entender esa actitud con el paso del tiempo? Justifiquen. c.

¿Qué otros aspectos del maestro consideran singulares?

11 Mencionen al menos dos situaciones traumáticas que el protagonista ha debido atravesar. 12

Justifiquen el título del cuento.

bajo el agua

7 Describan la situación en la que el narrador encuentra el cuaderno con las anotaciones de Filiberto.

y otros cuentos

“Chac Mool”



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