Relatos de iniciación - ¡Recorré el libro!

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solvamos nuestro conflicto!Los tres hermanos modo de solucionar esta disputa podrían encontr propuso: —Estoy convencido de que los dioses es así. Sé que es Relatos así. Y he pensado una forma lo que digo es cierto, los dioses me concederán a n, incrédulos.de —En caso de que eso ocurra, acept iniciación Radamantis siguió en silencio. Bajó la mirad preguntó entonces Minos—. ¿Aceptas o no Mario Vargas Llosa, Humberto Costantini, sin mirarlo. Los tres bajaron entonces hasta Shepard, Lispector, Carson McCullers, ofreció unSam sacrifi cioClarice a Poseidón8. —¡Poseidón, d Borges, Julio Cortá ar vencido de que Jorge tú yLuislos demás dioses del Olimp maravillosa. Te pido entonces una señal, pa disputas entre nosotros por el trono que fue alabra de Minos, cada uno de sus gestos, con u uas, la prueba de que digo la verdad —exclamó sobre el que tú reinas, un toro. Una vez que dos los cretenses sean testigos del homenaje a as como si se avecinara una tormenta. El mis interior del torbellino que formaba la espum o blanco. Un animal magnífico, de una bell arena de la playa, fue caminando hasta Min tis como Sarpedón reconocieron la voluntad de orona de toda Creta. Así fue. Pero el día en dió conservar aquel toro espléndido, que podía ntonces ocultarlo en sus rebaños, y lo reempl o por la afrenta, Poseidón decidió vengarse. castigar a quienes cometen una falta contra ell oco después de su intento de engaño. ta. El mis interior del torbellino que formaba la espum o blanco. Un animal magnífico, de una bell rena de la playa, fue caminando hasta Minos y mo Sarpedón reconocieron la voluntad de los dios


solvamos nuestro conflicto!Los tres hermanos modo de solucionar esta disputa podrían encontr propuso: —Estoy convencido de que los dioses es así. Sé que es así. Y he pensado una forma Índice lo que digo es cierto, los dioses me concederán a n, incrédulos. —En caso de que eso ocurra, acept Radamantis siguió en silencio. Bajó la mirad preguntó entonces Minos—. ¿Aceptas o no sin mirarlo. Los tres bajaron entonces hasta ofreció un sacrificio a Poseidón8. —¡Poseidón, d vencido de que tú y los demás dioses del Olimp maravillosa. Te pido entonces una señal, pa disputas entre nosotros por el trono que fue alabra de Minos, cada uno de sus gestos, con u uas, la prueba de que digo la verdad —exclamó sobre el que tú reinas, un toro. Una vez que dos los cretenses sean testigos del homenaje a as como si se avecinara una tormenta. El mis interior del torbellino que formaba la espum o blanco. Un animal magnífico, de una bell arena de la playa, fue caminando hasta Min tis como Sarpedón reconocieron la voluntad de orona de toda Creta. Así fue. Pero el día en dió conservar aquel toro espléndido, que podía ntonces ocultarlo en sus rebaños, y lo reempl o por la afrenta, Poseidón decidió vengarse. castigar a quienes cometen una falta contra ell oco después de su intento de engaño. ta. El mis interior del torbellino que formaba la espum o blanco. Un animal magnífico, de una bell rena de la playa, fue caminando hasta Minos y mo Sarpedón reconocieron la voluntad de los dios Bienvenidos a la estación de Relatos de iniciación ................................................. 6

Día domingo, de Mario Vargas Llosa ............................... 22 El cielo entre los durmientes, de Humberto Costantini .. 46 El hombre que curaba a los caballos, de Sam Shepard ... 54 Restos del Carnaval, de Clarice Lispector ....................... 66 Sucker, de Carson McCullers .......................................... 72 El indigno, de Jorge Luis Borges ...................................... 88 Final del juego, de Julio Cortázar ................................... 97 Trabajos en la estación ............................................... 112 Cuadro de movimientos literarios............................. 124


ir, los sobresaltó un espantoso estrépito provenie ras, se encontraron con que una antigua armadura de losa, y vieron al fantasma de Canterville sentad na expresión de agudo dolor en el rostro. Los mel proyectiles, con una puntería que solo pueden adquirir esor de caligrafía. Mientras tanto, el ministro de los ordenaba, de acuerdo con los usos de la etiqueta calif vantó con un salvaje alarido de furia y se escabulló de Washington Otis y dejándolos en una oscuridad t ó lanzar su célebre carcajada demoníaca, quede en más a laencanecer estación cía queBienvenidos con ella había hecho la peluca de utrices francesas de lady Canterville renunciaran an sotada más horrible hasta que retumbó una y otr ezaban a extinguirse los escalofriantes ecos, se abri celeste y le dijo al fantasma: –Me temo que usted lla de la solución medicinal del Doctor Dobell. Si sma la miró enfurecido y de inmediato comenzó a pr hazaña que le había valido un merecido renombre, manente idiotez del tío de lord Canterville, el honora s que se acercaban lo hizo desistir de su propósito, d desvaneció lanzando un profundo gemido sepulcral, e zarlo.Cuando llegó a su cuarto, se derrumbó por com emelos y el grosero materialismo de la señora Otis lo que más lo perturbaba era no haber podido ncluso aquellos modernos estadounidenses se estreme otra razón que el respeto a su poeta nacional Long abía entretenido muchas veces mientras los Cante adura; la había vestido con gran éxito en el torneo por la Reina Virgen. Pero esta vez, cuando quiso pon orme coraza y del yelmo de acero, y cayó pesadamen los de la mano derecha. Durante varios días estuvo mantener la mancha de sangre en buen estado. Al r a cabo un tercer intento de asustar al ministro de osto para su aparición. Pasó la mayor parte de ese ran sombrero de ala flexible con una pluma roja, u da. Al atardecer estalló un violento temporal, y el vi antigua casa se sacudían y chirriaban. Ese era pr n era el siguiente: se abriría paso con sigilo hasta el pie de la cama y le clavaría tres puñaladas en hington un rencor especial, pues estaba perfectam Dado el género al que pertenecen los relatos que conforman esta antología, sus personajes atraviesan situaciones que hacen que su lectura quede a consideración del docente responsable.


ente del vestíbulo. Luego de baja apresur adamente a se había desprendido de su soporte y había caíd do en una silla de respaldo alto, frotándose las rodi lizos, que traían sus cerbatanas, dispararon sobr r quienes han practicado larga y pacientemente sobr s Estados Unidosapuntaba al fantasma con su revó iforniana, que pusiera las manos en alto. El fantas ó entre ellos, como una neblina, apagando al pasar total. Al llegar a lo alto de la escalera, se recuper s de una ocasión le había resultado extremadamente lord Raker en una sola noche y había logrado que ntes del primer mes de trabajo. En consecuencia, la ra vez en el viejo techo abovedado; pero, cuando ape ió una puerta y apareció la señora Otis vestida con no está nada bien de salud, y por ello le he traído se trata de una indigestión, este remedio lo ayudará repararse para convertirse en un enorme perro ne y a la cual el médico de la familia había atribuid able Thomas Horton. Sin embargo, el sonido de u de modo que se limitó a volverse ligeramente fosforesc en le preciso instante en que los gemelos estaban mpleto, presa de una violenta agitación. La vulgarida s naturalmente le resultaban de lo más exasperan o colocarse la armadura. Había tenido la esperanz ecieran al ver al Espectro Acorazado, aunque no fu gfellow , con cuya delicada y atractiva poesía él mis erville estaban en la ciudad. Además, era su pro de Kenilworth, y había sido muy elogiada nada me nérsela, se vio completamente superado por el pes nte al suelo, raspándose las rodillas y lastimándose muy enfermo, y únicamente se movía de su habita l fin, luego de muchos cuidados logró reponerse y reso e los Estados Unidos y a su familia. Eligió el viernes día revisando el guardarropa, y finalmente se decidió un sudario fruncido en las muñecas y el cuello, y una iento era tan fuerte que todas las ventanas y las puer recisamente el tiempo que más le gustaba. Su plan el dormitorio de Washington Otis, le susurraría la garganta al son de una música lenta. Le guardab mente al tanto de que era él quien tenía la costumbr

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Invitación a la lectura ¿Qué buscamos en la lectura de un texto literario? La socióloga y antropóloga francesa Michèle Petit, especialista en la problemática de la lectura, afirma que en los libros buscamos experiencias ajenas que puedan revelarnos algo, incluso secreto o inesperado, de nosotros mismos. También señala que en ellos buscamos lo indecible. Cuando nos pasa algo que puede ser muy difícil (como un duelo) o formidable (como enamorarse), es muy complicado narrar esa experiencia, porque a menudo nos quedamos sin palabras. Por suerte, contamos con la literatura: en todas las sociedades y en todos los tiempos, hubo y hay narradores y poetas capaces de decir, de poner en escena y contar, de manera condensada y estética, la experiencia humana en toda su complejidad. Acudimos a la

literatura para encontrar allí las palabras que nos faltan o para ver cómo resolvieron otros las preguntas sobre el amor, la muerte, la traición, la soledad, el miedo, la injusticia, la crueldad, la rivalidad, la vergüenza, la solidaridad, el deseo y otros temas que siempre han preocupado al ser humano. En la lectura de los cuentos de esta antología, seguramente encontrarán algunos de esos secretos, algunos ecos de preguntas que quizá se hicieron, algunas oportunidades de cuestionarse o de pensar a partir de las experiencias de sus protagonistas.

Por primera vez

Hay acontecimientos en la vida que, por su intensidad o por su significación, dejan una huella inolvidable. Pero, si esos sucesos ocurren en momentos particulares de nuestra existencia —que podríamos caracterizar como etapas de transición y crecimiento— y permiten identificar un antes y un después porque son experiencias que señalan un cambio de estado, entonces hablamos de un tipo de acontecimiento muy particular.

Desde niños, buscamos en la los libros las palabras que nos permitan narrar nuestra propia experiencia en el mundo.


Bienvenidos a la estación Cuando esas vivencias que generan un aprendizaje importante se constituyen en relatos —porque son dignas de ser contadas para terminar de comprenderlas o porque están jerarquizadas en la memoria ya que no se pudieron olvidar— y los acontecimientos que se narran se reconocen como instancias que sus jóvenes protagonistas atravesaron para dejar atrás la etapa de la niñez o de la adolescencia y pasar a otra, entonces hablamos de relatos de iniciación. Toda iniciación implica una primera vez, supone una inauguración, una experiencia. Y los relatos que se presentan aquí tienen en común que sus protagonistas —todos ellos niños o adolescentes— atraviesan una situación de la que saldrán transformados para empezar a ser considerados por primera vez de otra manera. Esa experiencia puede estar signada por el dolor, como en el caso de las nenas de “Restos del Carnaval” o de “Final del juego”, pero otras veces puede generar sentimientos fortalecedores, como la sensación de sentirse libre por primera vez, tal como ocurre en el cuento de Shepard o en el de Constantini, presentes en esta antología. En todos los casos, dicha experiencia les permitirá a los protagonistas aprender y será una bisagra, un momento de pasaje en el que dejarán de ser niños para ser adolescentes, o dejarán la adolescen-

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cia para iniciar la adultez.

Pasajeros en tránsito

Para iluminar la lectura de estos relatos, nos serán muy interesantes los aportes de la Antropología. Esta ciencia social ha definido los ritos de pasaje o iniciación como aquellos que acompañan, en una sociedad dada, cualquier cambio de lugar, de posición social, de estado o edad de sus integrantes. Los ritos de pasaje suelen darse en la trayectoria del hombre a lo largo de la vida, desde su nacimiento hasta su muerte. Este camino está marcado por una serie de momentos críticos o de transición que las sociedades suelen ritualizar y evidenciar públicamente con ceremonias.

En culturas primitivas, el rito de iniciación de la pubertad marcaba el fin de la niñez y el comienzo de la adultez de un día para otro, con responsabilidades, un oficio y la tarea de formar una familia propia.


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Por ejemplo, el bautismo, el Bar Mitzvá, la fiesta de quince, el casamiento, la ceremonia de ingreso de un miembro a un grupo político, el funeral. Pero también estos ritos acompañan situaciones más amplias que estos cambios de estatus. El antropólogo Víctor Turner, en su libro La selva de los símbolos, señala que los ritos de pasaje indican y establecen transiciones entre estados distintos. Con “estado” quiere nombrar una situación relativamente estable y fija, culturalmente reconocida, incluyendo en ello constantes sociales, como pueden ser el estatus legal, la profesión, el oficio, el rango o la situación de las personas determinada por su grado de madurez socialmente reconocido. Es decir, un estado puede ser, por ejemplo, “estudiante”, “licenciado”, “casado”, “soltero”, “niño”, “adulto”, etcétera.

Pero, además, Turner señala que el término “estado” puede aplicarse, asimismo, a la situación física, mental o emocional de una persona o de un grupo en determinado momento. Así, es posible hablar de un estado de paz o de guerra para un pueblo, de un estado de buena salud o de mala salud para una persona. Esto quiere decir que los ritos de pasaje se establecen entre dos estados que podemos reconocer y que son un período de transición entre ellos: un individuo dejará un estado reconocible para pasar a integrar otro, pero entre ambos atravesará un período de transición. Turner señala —y esto nos interesa particularmente— que este rito se constituye en esa transición, en ese margen entre dos estados, y que esa transición es un proceso, una situación de transformación para llegar a ser. De esa experiencia, el sujeto saldrá modificado: no porque adquirirá ciertos conocimientos ni porque se trasladará de un estado a otro sin más, sino debido a que vivirá una experiencia que implica un cambio significativo, una transformación esencial y profunda. Esto puede verse en todos los cuentos de esta antología; por ejemplo, en el de Julio Cortázar, en el que tanto la protagonista como las niñas que la acompañan vivirán, a través de


Bienvenidos a la estación un juego, un cambio que marcará para siempre sus vidas; o en Santiago, el protagonista de “El indigno” quien, al atravesar una experiencia peligrosa, tomará una decisión que lo constituirá como ser humano. Muchas veces esta situación de transición o de pasaje puede ser definida como una etapa de reflexión. Las personas que la atraviesan se separan de sus ideas, pensamientos, sentimientos y valores anteriores para empezar a considerarlos de una manera nueva, como en “Día domingo”, del escritor Mario Vargas Llosa, que relata, entre otras cosas, el cambio radical que sufre un joven en su forma de mirar al mundo luego de enfrentarse a una prueba que pone en riesgo su vida.

Grandes transformaciones

No por casualidad los relatos de iniciación tienen como protagonistas a púberes o a adolescentes. Como veíamos, los ritos de pasaje se producen en situaciones de transición y suponen una transformación, y dos de los momentos de mayores cambios en la vida de cualquier persona son el pasaje de la niñez a la adolescencia y el de la adolescencia a la vida adulta.

La pubertad y la adolescencia se viven de distinta manera en las diferentes culturas.

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La Biología y la Psicología describen este período señalando diferentes etapas. La primera es la pubertad, el momento en el cual se produce el proceso de cambios físicos que preparan el cuerpo para la reproducción sexual. Durante la pubertad, los niños y las niñas se van convirtiendo en adolescentes. Esta primera etapa de la adolescencia comienza alrededor de los diez u once años. Es un período de cambios muy vertiginosos y evidentes, ya que se acentúan las características que diferencian a un hombre de una mujer. Los varones suelen “pegar el estirón”, cambian la voz, se ensanchan de espaldas, empiezan a tener barba; en las mujeres se acentúan las curvas del cuerpo, se redondean las caderas, se angosta la cintura, aumenta también la estatura, entre otros cambios.


a menudo preceden la presentación de fenómenos psíquicos. responda a los y sin duda estoy bastante en deuda con todas las personas que le dieron su entación de fenómeno

biografía

Mario Vargas Llosa (1936)

Nació en Arequipa, Perú. Pasó su infancia entre Cochabamba (Bolivia) y las ciudades peruanas de Piura y de Lima. A los diez años se reencontró con su padre, a quien no conocía. Este episodio modificó su vida de niño, al ser inscrito en un colegio militar de rígida disciplina. Las experiencias vividas durante este período de su educación inspiraron parte de los hechos que narra en su novela La ciudad y los perros (1962). A los dieciséis años inició su carrera literaria y periodística con el estreno del drama La huida del inca (1952). Poco después ingresó a la Universidad de San Marcos de Lima, donde cursó estudios de literatura. Viajó a Europa, trabajó en la Radio Televisión Francesa y ejerció como profesor en Londres. Publicó su primera obra, Los jefes (1959), con veintitrés años apenas. Su madurez literaria llegó con La casa verde (1966), cuya prosa integra abundantes elementos experimentales. Entre los numerosos galardones que ha recibido, se destaca el Premio Nobel de Literatura en 2010.

responda a los censores y fundamente las razones de mi obra; y sin duda esto ue le dieron su aprobación como para creerme obligado de una disertación, h de las dme de expectativas receptivas que tan a menudo preceden la presentac nsores y fundamente las razones de mi obra; y sin duda estoy bastante en deu


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1 Taciturna significa triste, melancólica. 2 El Parque Central de Miraflores, en Perú, se encuentra en el corazón de la ciudad. Se forma por la unión de dos parques, el 7 de Junio y el Parque Kennedy, unidos a través de la avenida de la Peruanidad. 3 El ficus es una planta de clima subtropical. 4 Friego se usa de forma coloquial en América como sinónimo de jorobar.

ontuvo un instante la respiración, clavó las uñas en la palma de sus manos y dijo, muy rápido: “Estoy enamorado de ti”. Vio que ella enrojecía bruscamente, como si alguien hubiera golpeado sus mejillas, que eran de una palidez resplandeciente y muy suaves. Aterrado, sintió que la confusión ascendía por él y petrificaba su lengua. Deseó salir corriendo, acabar: en la taciturna1 mañana de invierno había surgido ese desaliento íntimo que lo abatía siempre en los momentos decisivos. Unos minutos antes, entre la multitud animada y sonriente que circulaba por el Parque Central de Miraflores,2 Miguel se repetía aún: “Ahora. Al llegar a la avenida Pardo, me atreveré. ¡Ah, Rubén, si supieras cómo te odio!”. Y antes todavía, en la iglesia, mientras buscaba a Flora con los ojos, la divisaba al pie de una columna y, abriéndose paso con los codos sin pedir permiso a las señoras que empujaba, conseguía acercársele y saludarla en voz baja, volvía a decirse, tercamente, como esa madrugada, tendido en su lecho, vigilando la aparición de la luz: “No hay más remedio. Tengo que hacerlo hoy día. En la mañana. Ya me las pagarás, Rubén”. Y la noche anterior había llorado, por primera vez en muchos años, al saber que se preparaba esa innoble emboscada. La gente seguía en el Parque, y la avenida Pardo se hallaba desierta; caminaban por la alameda, bajo los ficus3 de cabelleras altas y tupidas. “Tengo que apurarme —pensaba Miguel—; si no, me friego”.4 Miró de soslayo alrededor: no había nadie, podía intentarlo. Lentamente fue estirando su mano izquierda hasta tocar la de ella; el contacto le reveló que transpiraba. Imploró que ocurriera un milagro, que cesara aquella humillación. “¿Qué le digo? —pensaba— ¿Qué le digo?”. Ella acababa de retirar su mano, y él se sentía desamparado y ridículo. Todas las frases radiantes, preparadas febrilmente la víspera, se habían disuelto como globos de espuma. —Flora —balbuceó—, he esperado mucho tiempo este momento. Desde que te conozco, solo pienso en ti. Estoy


Mario Vargas Llosa enamorado por primera vez, créeme, nunca había conocido una muchacha como tú. Otra vez una compacta mancha blanca en su cerebro, el vacío. Ya no podía aumentar la presión: la piel cedía como jebe,5 y las uñas alcanzaban el hueso. Sin embargo, siguió hablando, dificultosamente, con grandes intervalos, venciendo el bochornoso6 tartamudeo, tratando de describir una pasión irreflexiva y total, hasta descubrir, con alivio, que llegaban al primer óvalo de la avenida Pardo, y entonces calló. Entre el segundo y el tercer ficus, pasado el óvalo, vivía Flora. Se detuvieron, se miraron: Flora estaba aún encendida, y la turbación había colmado sus ojos de un brillo húmedo. Desolado, Miguel se dijo que nunca le había parecido tan hermosa: una cinta azul recogía sus cabellos, y él podía ver el nacimiento de su cuello, y sus orejas, dos signos de interrogación pequeñitos y perfectos. —Mira, Miguel —dijo Flora; su voz era suave, llena de música, segura—, no puedo contestarte ahora. Pero mi mamá no quiere que ande con chicos hasta que termine el colegio. —Todas las mamás dicen lo mismo, Flora —insistió Miguel—. ¿Cómo iba a saber ella? Nos veremos cuando tú digas, aunque sea solo los domingos. —Ya te contestaré, primero tengo que pensarlo —dijo Flora, bajando los ojos. Y después de unos segundos añadió—: Perdona, pero ahora tengo que irme, se hace tarde. Miguel sintió una profunda lasitud,7 algo que se expandía por todo su cuerpo y lo ablandaba. —¿No estás enojada conmigo, Flora, no? —dijo humildemente. —No seas sonso —replicó ella, con vivacidad—. No estoy enojada. —Esperaré todo lo que quieras —dijo Miguel—. Pero nos seguiremos viendo, ¿no? ¿Iremos al cine esta tarde, no? —Esta tarde no puedo —dijo ella, dulcemente—. Me ha invitado a su casa Martha.

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El gauta combatió si que consiguió librars nas de profundidades mucho tiempo, más tornaban ca n. Mien madre de Grendel adv lucha en la superfici

5 El jebe es una goma elástica. En el texto, se usa de forma metafórica para decir que la piel se estiraba como el caucho. 6 Se emplea el término bochornoso para indicar que algo produjo un calor intenso por algo que ofende o provoca vergüenza. 7 Lasitud significa cansancio, desfallecimiento.


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8 En el texto, torvamente significa que lo dijo con malicia, de forma desagradable. 9 La matiné es una fiesta o reunión que se lleva a cabo en las primeras horas de la tarde.

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Una correntada cálida, violenta, lo invadió y se sintió herido, atontado, ante esa respuesta que esperaba y que ahora le parecía una crueldad. Era cierto lo que el Melanés había murmurado, torvamente8 a su oído, el sábado en la tarde. Martha los dejaría solos, era la táctica habitual. Después, Rubén relataría a los pajarracos cómo él y su hermana habían planeado las circunstancias, el sitio y la hora. Martha habría reclamado, en pago de sus servicios, el derecho de espiar detrás de la cortina. La cólera empapó sus manos de golpe. —No seas así, Flora. Vamos a la matiné9 como quedamos. No te hablaré de esto. Te prometo. —No puedo, de veras —dijo Flora—. Tengo que ir donde Martha. Vino ayer a mi casa para invitarme. Pero después iré con ella al Parque Salazar. Ni siquiera vio en esas últimas palabras una esperanza. Un rato después contemplaba el lugar donde había desaparecido la frágil figurita celeste, bajo el arco majestuoso de los ficus de la avenida. Era posible competir con un simple adversario, no con Rubén. Recordó los nombres de las muchachas invitadas por Martha, una tarde de domingo. Ya no podía hacer nada, estaba derrotado. Una vez más surgió entonces esa imagen que lo salvaba siempre que sufría una frustración: desde un lejano fondo de nubes infladas de humo negro, se aproximaba él, al frente de una compañía de cadetes de la Escuela Naval, a una tribuna levantada en el Parque, personajes vestidos de etiqueta, con el sombrero de copa en la mano, y señoras de joyas relampagueantes lo aplaudían. Aglomerada en las veredas, una multitud en la que sobresalían los rostros de sus amigos y enemigos, lo observaba maravillada, murmurando su nombre. Vestido de paño azul, una amplia capa flotando a sus espaldas, Miguel desfilaba delante, mirando el horizonte. Levantada la espada, su cabeza describía media esfera en el aire: allí, en el corazón de la tribuna estaba Flora, sonriendo. En una esquina, haraposo, avergonzado, descubría a Rubén:


Mario Vargas Llosa se limitaba a echarle una brevísima ojeada despectiva. Seguía marchando, desaparecía entre vítores.10 Como el vaho de un espejo que se frota, la imagen desapareció. Estaba en la puerta de su casa, odiaba a todo el mundo, se odiaba. Entró y subió directamente a su cuarto. Se echó de bruces en la cama; en la tibia oscuridad, entre sus pupilas y sus párpados, apareció el rostro de la muchacha: “Te quiero, Flora”, dijo él en voz alta, y luego Rubén, con su mandíbula insolente y su sonrisa hostil, estaban uno al lado del otro, se acercaban, los ojos de Rubén se torcían para mirarlo burlonamente mientras su boca avanzaba hacia Flora. Saltó de la cama. El espejo del armario le mostró un rostro ojeroso, lívido.11 “No la verá —decidió—. No me hará esto, no permitiré que me haga esa perrada”. La avenida Pardo continuaba solitaria. Acelerando el paso sin cesar, caminó hasta el cruce con la avenida Grau; allí vaciló. Sintió frío; había olvidado el saco en su cuarto, y la sola camisa no bastaba para protegerlo del viento que venía del mar y se enredaba en el denso ramaje de los ficus con un suave murmullo. La temida imagen de Flora y Rubén juntos le dio valor, y siguió andando. Desde la puerta del bar vecino al cine Montecarlo, los vio en la mesa de costumbre, dueños del ángulo que formaban las paredes del fondo y de la izquierda. Francisco, el Melanés, Tobías, el Escolar, lo descubrían y, después de un instante de sorpresa, se volvían hacia Rubén, los rostros maliciosos, excitados. Recuperó el aplomo de inmediato: frente a los hombres sí sabía comportarse. —Hola —les dijo, acercándose—. ¿Qué hay de nuevo? —Siéntate. —Le alcanzó una silla el Escolar—. ¿Qué milagro te ha traído por aquí? —Hace siglos que no venías —dijo Francisco. —Me provocó verlos —dijo Miguel, cordialmente—. Ya sabía que estaban aquí. ¿De qué se asombran? ¿O ya no soy un pajarraco? Tomó asiento entre el Melanés y Tobías. Rubén estaba al frente.

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10 Vítores son interjecciones que manifiestan la alegría con la que se aplaude a alguien. 11 Cuando alguien está lívido, significa que está amoratado, pálido.


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ó sin descanso, hasta rse de aques guardiaes y continuar. Nadó más y más aguas se . Mientras tanto, la advirtió los ruidos de ucha en la superficie

12 Dámaso Pérez Prado (1916-1989) fue un músico, compositor y arreglista cubano. 13 Se considera donjuán a un hombre con una gran vida amorosa. 14 I haven’t money, darling significa "No tengo dinero, querido".

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—¡Cuncho! —gritó el Escolar—, trae otro vaso. Que no esté muy mugriento. Cuncho trajo el vaso, y el Escolar lo llenó de cerveza. Miguel dijo: “Por los pajarracos”, y bebió. —Por poco te tomas el vaso también —dijo Francisco—. ¡Qué ímpetus! —Apuesto a que fuiste a misa de una —dijo el Melanés, un párpado plegado por la satisfacción, como siempre que iniciaba algún enredo—. ¿O no? —Fui —dijo Miguel, imperturbable—. Pero solo para ver a una hembrita. Nada más. Miró a Rubén con ojos desafiantes, pero él no se dio por aludido; jugueteaba con los dedos sobre la mesa y, bajito, la punta de la lengua entre los dientes, silbaba La niña Popof, de Pérez Prado.12 —¡Buena! —aplaudió el Melanés—. Buena, donjuán.13 Cuéntanos, ¿a qué hembrita? —Eso es un secreto. —Entre los pajarracos no hay secretos —recordó Tobías—. ¿Ya te has olvidado? Anda, ¿quién era? —Qué te importa —dijo Miguel. —Muchísimo —dijo Tobías—. Tengo que saber con quién andas para saber quién eres. —Toma mientras —dijo el Melanés a Miguel—. Uno a cero. —A que adivino quién es —dijo Francisco—. ¿Ustedes no? —Yo ya sé —dijo Tobías. —Y yo —dijo el Melanés. Se volvió a Rubén con ojos y voz muy inocentes—. Y tú, cuñado, ¿adivinas quién es? —No —dijo Rubén, con frialdad—. Y tampoco me importa. —Tengo llamitas en el estómago —dijo el Escolar—. ¿Nadie va a pedir una cerveza? El Melanés se pasó un patético dedo por la garganta: —I haven’t money, darling14 —dijo.


Mario Vargas Llosa —Pago una botella —anunció Tobías, con ademán solemne—. A ver quién me sigue, hay que apagarle las llamitas a este baboso. —Cuncho, bájate media docena de Cristales 15 —dijo Miguel. Hubo gritos de júbilo, exclamaciones. —Eres un verdadero pajarraco —afirmó Francisco. —Sucio, pulguiento —agregó el Melanés—, sí, señor, un pajarraco de la pitri mitri.16 Cuncho trajo las cervezas. Bebieron. Escucharon al Melanés referir historias sexuales, crudas, extravagantes y afiebradas, y se entabló entre Tobías y Francisco una recia polémica sobre fútbol. El Escolar contó una anécdota: —Venía de Lima a Miraflores en un colectivo; los demás pasajeros bajaron en la avenida Arequipa. A la altura de Javier Prado subió el Cachalote17 Tomasso, ese albino de dos metros que sigue en Primaria, vive por la Quebrada, ¿ya captan? Simulando gran interés por el automóvil, comenzó a hacer preguntas al chofer, inclinado hacia el asiento de adelante, mientras rasgaba con una navaja, suavemente, el tapiz del espaldar. Lo hacía porque yo estaba ahí —afirmó el Escolar—. Quería lucirse. —Es un retrasado mental —dijo Francisco—. Esas cosas se hacen a los diez años. A su edad, no tiene gracia. —Tiene gracia lo que pasó después —rio el Escolar—. “Oiga, chofer, ¿no ve que este cachalote está destrozando su carro?”. “¿Qué?”, dijo el chofer, frenando en seco. Las orejas encarnadas, los ojos espantados, el Cachalote Tomasso forcejeaba con la puerta. —“Con su navaja” —dijo el Escolar—. “Fíjese cómo le ha dejado el asiento”. El Cachalote logró salir por fin. Echó a correr por la avenida Arequipa; el chofer iba tras él, gritando: “Agarren a ese desgraciado”.

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15 Cristal es la marca de una cerveza. 16 Pitri mitri es un peruanismo que significa que algo es o está buenísimo. 17 El cachalote es un cetáceo con cabeza enorme. En el texto se usa de forma metafórica para referirse a alguien muy grandote.


dormir, los sobresaltó un espantoso estrépito damente las escaleras, se encontraron con que una an había caído al suelo de losa, y vieron al fantasm to, frotándose las rodillas con una expresión de agu rbatanas, dispararon sobre él dos proyectiles, con racticado larga y pacientemente sobre su profeso stados Unidosapuntaba al fantasma con su revólver liforniana, que pusiera las manos en alto. El fanta scabulló entre ellos, como una neblina, apagando a na oscuridad total. Al llegar a lo alto de la escaler moníaca, que en más de una ocasión le había resul echo encanecer la peluca de lord Raker en una sola n lady Canterville renunciaran antes del primer me orrible hasta que retumbó una y otra vez en el vie extinguirse los escalofriantes ecos, se abrió una pu leste y le dijo al fantasma: –Me temo que usted no botella de la solución medicinal del Doctor Dobell. S l fantasma la miró enfurecido y de inmediato come erro negro, una hazaña que le había valido un me abía atribuido la permanente idiotez del tío de lo mbargo, el sonido de unos pasos que se acercaban lo volverse ligeramente fosforescente y se desvaneció la nstante en que los gemelos estaban por alcanzarlo.C resa de una violenta agitación. La vulgaridad de los g aturalmente le resultaban de lo más exasperantes odido colocarse la armadura. Había tenido la esper e estremecieran al ver al Espectro Acorazado, aunqu acional Longfellow , con cuya delicada y atractiva p mientras los Canterville estaban en la ciudad. Adem ran éxito en el torneo de Kenilworth, y había sido ero esta vez, cuando quiso ponérsela, se vio comple del yelmo de acero, y cayó pesadamente al suelo, ra mano derecha. Durante varios días estuvo muy en mantener la mancha de sangre en buen estado. Al fi evar a cabo un tercer intento de asustar al ministro 7 de agosto para su aparición. Pasó la mayor parte cidió por un gran sombrero de ala flexible con una ello, y una daga oxidada. Al atardecer estalló un vio s ventanas y las puertas de la antigua casa se sacu ue más le gustaba. Su plan de acción era el siguient


proveniente del vestíbulo. Luego de baja apresu ntigua armadura se había desprendido de su sopor ma de Canterville sentado en una silla de respal udo dolor en el rostro. Los mel lizos, que traían su n una puntería que solo pueden adquirir quienes ha or de caligrafía. Mientras tanto, el ministro de lo r y le ordenaba, de acuerdo con los usos de la etiquet tasma se levantó con un salvaje alarido de furia y s al pasar la vela de Washington Otis y dejándolos e ra, se recuperó y decidió lanzar su célebre carcajad ltado extremadamente útil. Se decía que con ella hab noche y había logrado que tres institutrices francesa es de trabajo. En consecuencia, lanzó su risotada má ejo techo abovedado; pero, cuando apenas empezaba uerta y apareció la señora Otis vestida con una bat está nada bien de salud, y por ello le he traído un Si se trata de una indigestión, este remedio lo ayudar enzó a prepararse para convertirse en un enorm erecido renombre, y a la cual el médico de la famil ord Canterville, el honorable Thomas Horton. Si o hizo desistir de su propósito, de modo que se limi anzando un profundo gemido sepulcral, en le precis Cuando llegó a su cuarto, se derrumbó por complet gemelos y el grosero materialismo de la señora Ot s, pero lo que más lo perturbaba era no habe ranzaTrabajos de que incluso modernos estadounidense enaquellos la estación ue no fuera por otra razón que el respeto a su poet poesía él mismo se había entretenido muchas vec más, era su propia armadura; la había vestido co o muy elogiada nada menos que por la Reina Virge etamente superado por el peso de la enorme coraz aspándose las rodillas y lastimándose los nudillos nfermo, y únicamente se movía de su habitación par in, luego de muchos cuidados logró reponerse y resolv de los Estados Unidos y a su familia. Eligió el viern te de ese día revisando el guardarropa, y finalmente a pluma roja, un sudario fruncido en las muñecas y olento temporal, y el viento era tan fuerte que toda udían y chirriaban. Ese era precisamente el tiemp nte: se abriría paso con sigilo hasta el dormitorio


Relatos de iniciación

de iniciación

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Para comprender y analizar Día domingo 1

Relean las descripciones que se hacen de Rubén y de Miguel al principio del cuento. Luego, coloquen al lado de cada uno de ellos los adjetivos de la siguiente lista que los caractericen.

Relatos

✸ asustado ✸ enamorado ✸ ganador ✸ soñador ✸ débil ✸ idolatrado ✸ apocado ✸ tímido

✸ valiente ✸ popular

✸ Rubén: ✸ Miguel: 2

Respondan.

a.

¿Por qué se enfrentan Rubén y Miguel?

b. ¿Consideran que las características con las que los identificaron en la consigna 1 tienen que ver con el enfrentamiento entre ambos? Justifiquen. 3 Relean la introducción de esta antología y resuelvan las siguientes consignas.

a. Expliquen si hay algún rito de pasaje entre los desafíos que enfrentan Miguel y Rubén. b. Indiquen quiénes proponen esos desafíos y cómo se resuelve cada uno de ellos. c. Discutan entre ustedes por qué el narrador dice al final del relato: “Se abría frente a él un porvenir dorado”. Anoten sus conclusiones.


4 A través de todo el texto, hay una tensión entre lo aparente y lo verdadero, entre aquello que son los personajes y aquello que parecen ser delante de los ojos de los demás. Marquen en el texto frases en las que se manifieste esta tensión. Luego respondan. ¿Qué importancia tiene este contraste en la historia que se narra?

El cielo entre los durmientes

Relatos

5 Subrayen en el texto todas las frases y palabras que se relacionen con el ambiente caluroso y sofocante en el que se desarrolla la historia. Luego elijan la/s opción/es correcta/s en cada una de las consignas que siguen.

a. El clima caluroso y sofocante de una tarde de verano se incluye en la historia porque...

Genera suspenso en el relato. Desmotiva a los protagonistas a realizar determinadas actividades ya planificadas. Incentiva a los protagonistas a realizar determinadas acciones. b.

Las reiteradas menciones al silencio generan… Expectativa frente a la llegada del tren. Alerta ante la presencia de un peligro. El retorno a la calma. La ambientación de la historia a la hora de la siesta.

6 Discutan entre ustedes por qué el cuento se llama “El cielo entre los durmientes”. Luego expliquen qué valor tiene el cielo una vez atravesada la prueba.

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de iniciación

Trabajos en la estación



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