s o Ăą e u S a l l e r t de es
haillou
C Isabelle
Índice Caty ............................................................... 8 Carta de Mary i ............................................................... 12 La madre ............................................................... 15 Carta de Mary ii ............................................................... 18 El hermano ...............................................................22 Carta de Mary iii ............................................................... 28 Maëlle ............................................................... 31 Carta de Mary iv ............................................................... 35 Los del tren regional .............................................................. 38 Carta de Mary v ............................................................... 42 Una candidata ............................................................... 46 Carta de Mary vi ............................................................... 50 Un candidato ............................................................... 53 Carta de Mary vii ............................................................... 57 Un miembro del jurado .......................................................... 62 Carta de Mary viii ............................................................... 68 El director de programación ................................................. 70 Poema para Caty ............................................................... 75 El conserje del auditorio ........................................................ 78 Carta de Mary ix ............................................................... 83 Mateo ................................................................................ 87
Isabelle Chaillou
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s francesa. Nació en los años 60, en una ciudad situada en el norte de Francia, que en castellano se traduce con un nombre tan sugestivo como Picardía. Proviene de una familia de profesores y dedicó la mayor parte de su vida a la literatura. Estudió en la Universidad de Lille, donde realizó su maestría. Desde entonces, ejerce como profesora de Letras. Lectora voraz, eligió dirigirse con su escritura a los jóvenes, marcada por el profundo desencanto que le produjo la literatura juvenil. Isabelle puede describirse como una escritora rebelde, que se rehúsa a escribir sobre jóvenes de fantasía, novelas con final feliz o historias que se pueden digerir fácilmente, sin involucrarse. Ella elige dirigirse a esos jóvenes con los que se encuentra a diario, en el aula, en la calle. Con sus conflictos, sus elecciones, sus desaciertos, sus rebeldías y sus incertidumbres. Isabelle atraviesa con palabras de dolor, de amor y desamor, invita a cuestionar, a contradecirse y a volver a pensar. Sueños de estrella es su quinta novela. H.S., Le dernier defi, John et moi son otros de los títulos de su autoría, todos ellos protagonizados y dirigidos a los lectores jóvenes.
Sueños de estrella
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Para Scale
¿Eres joven?* ¿Te gusta cantar? ¿Tienes ganas de ex plotar tu talento sobre un escenario? ¿Y además tienes Su eños de estrella? Entonces ¿qué espe ras? Ya es tiempo de volve rte alguien. ¡El mundo te pertene ce! ¡Llámanos ya!** ¡Eres la futura estre lla que nos faltaba! A partir de este mom ento, tu destino está en tu s manos… * Entre ** Para
16 y 25 años (se req uiere autorización de los padres para la inscripción de menores). recibir la ficha de insc ripción, llama al 08 758 752 000 (0,52 € la llamada).
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A
Caty
penas la vi me di cuenta de que era su primera vez. Estaba ahí parada, en el medio de la celda, como si se le hubiese caído el cielo encima. Se dio vuelta para mirar la puerta, no lo podía creer, que acabaran de tirarla ahí adentro… Yo sabía lo que ella estaba sintiendo. Y sí… hice bastantes tonterías en mi vida pero al menos aprendí que se puede leer en los ojos igual que en los libros. Cuando llegué acá, hace tres años, fui a la biblioteca de la cárcel. Pedí una novela policial y me enervé porque la bibliotecaria me ofreció títulos que no me interesaban. Entonces, empecé a recorrer los estantes y en un momento decidí que iba a cerrar los ojos y que iba a dejar caer mi mano sobre un libro que sería una señal del destino. Puede parecer raro pero tenía que pasar algo en mi vida, la cárcel me estaba matando, así que algo hacía falta, ¿me entiende? Ya no tenía a nadie, mi amor acababa de morir, solo, en Fresnes. Di con un libro de poemas, Alcoholes, de Apollinaire. Ahí mismo solté una carcajada porque con gusto me hubiese tomado una botella de whisky para sentirme un poco mejor. Igual me lo leí a la noche y no lo dejé nunca más… Y también me puse a escribir. Al principio sorprendí a más de una. Pero con el tiempo se acostumbraron. Para volver a Mary, me sentía mal por ella. La miraba, pero ella solo miraba la puerta. Por supuesto, Maud –con la que comparto la celda– se le tiró encima y la agarró del brazo gritándole: “¡Fuiste tú la que robó mi bebé! Sé que fuiste tú, ¡devuélvemelo inmediatamente o te mato!”.
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Intenté calmarla, le expliqué que era imposible, que todo el mundo sabe que los jóvenes no roban bebés. Sí, fue lo que dije. Con Maud hay que hablar, si no… si no, puede pasar cualquier cosa. Ah, no es a mí a la que hay que preguntarle por qué meten en la cárcel a chicas a las que más bien habría que curar… Pregunte en la administración penitenciaria, pregunte a los jueces, a los funcionarios, a los abogados, a los psiquiatras. ¡Debería hacerlo, hablo en serio! Hace ya un rato que sobrevivo en este ambiente y conocí decenas de mujeres completamente locas. Verdaderamente locas, sí, y que igual se las manda a la cárcel… Seguro que hay una explicación, pero a mí se me escapa. Nuestra celda está preparada para dos. Por lo que solo había dos camas, dos sillas, y Mary se quedaba ahí, como alguien que hubiese encontrado dos desconocidas en su habitación y que no se animara a llamar a la policía. Le expliqué que a la mañana habían traído un colchón suplementario, que estaba debajo de la cama y que la situación era provisoria porque yo estaba esperando mi traslado. Como por mi tema la sentencia ya tuvo lugar, pronto me van a trasladar. ¡Cuando haya lugar en la otra cárcel! Mary no me respondió. Su mirada recorría la celda como un pájaro que cayó en la trampa de una jaula demasiado chica y que empieza a reconocer su desgracia. Las paredes amarillas y sucias, la ventana con barrotes, la descascarada pintura del techo –los pedazos de pintura a medio desprender que dejan ver un rosa oscuro, como piel que no termina de pelarse después de haberse quemado por el sol– y el cuadrado de la letrina al lado de la ducha.
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¿Si puedo intentar decirle lo que sentía? Claro, porque yo pasé por lo mismo… Se preguntaba cómo arreglárselas para ir al baño en una celda de dos metros por tres, ocupada por tres personas. Y también se preguntaba si no hubiese preferido morir y le hubiera encantado entender qué había pasado en su vida para terminar en esa cosa inmunda a la que tendría que adaptarse si elegía vivir. Las palabras son las que permiten sobrevivir. En prisión no se me ocurre otra cosa para zafar. Hacerse compañeros, guardiacárceles, mantas, ropas de ensueño… Como el poeta Apollinaire, que amaba las palabras misteriosas y desconocidas. Pero que a veces escribe de manera tan simple que dan ganas de llorar y eso es lo que yo prefiero. ¿Cómo podría responder a su pregunta? El día que salga de esta prisión, ¡espero haberme convertido en una mujer poética! No me pregunte qué significa, pero es lo que más quiero. Voy a ir al puente Mirabeau* para agradecerle, le voy a recitar algunos poemas de la prisión por todos los que él me dio. Y la vida tal vez continúe o tal vez ya sea demasiado tarde para mí. ¿Quién conoce el futuro? No… no me molesta decírselo. No tengo nada que esconder. Estoy acá por un motivo y lo miro a los ojos. Siempre me sentí una mujer de otra época, me gustaban las películas en blanco y negro con hombres que tienen sentido del honor, que fuman y que desvalijan bancos sin herir a nadie. Los hombres que te aprietan fuerte entre sus brazos…
* Referencia a un poema de Apollinaire. (N. de T.)
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Me casé con uno de esos. Estoy acá por haber hecho de campana durante un hold-up y por haber herido a un policía con el auto. Puedo jurarle una y otra vez que no lo había visto y que en lo único que pensaba era en salir de ahí lo más rápido posible, pero eso no va a cambiar ni el hecho de que hubo que amputarlo ni todo el tiempo que voy a pasar en la cárcel. Mi amor murió al otro día del arresto, en el hospital penitenciario; se llamaba Guillermo, como Guillermo Apollinaire. Así que ahí está, ese libro que encontré hace tres años es como si hubiera sido su último regalo… ¿Este cuaderno de poemas? Es mi único tesoro, es todo lo que tengo, toda mi vida. ¿Sabe?, tardé meses en notar una cosa. Una noche que los estaba releyendo, me di cuenta de que la palabra “pena” estaba en todos mis textos. Así que los llamé Poemas de la pena, y sigo escribiendo y siempre me encuentro con la palabra “pena”. ¡Claro que puedo leerle uno! Este me gusta: Reincido en mis penas y escribo poemas, en Fresnes murió mi amor, aquí viven mis penas, el tiempo se vuelve distante las caricias, errantes. ¿Dónde hay que estar? ¿Y dónde llorar? O este, si usted quiere…
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Elige bien tu cómplice: que sea cuidadoso y dulce que sea más o menos triste… vuélvelo loco y alegre toma su mano abre su puño abre sus ojos cierra los tuyos abrázalo cuando pena y ámalo cuando ama. Es eso. Sí, sé perfectamente que no soy Apollinaire. No, estoy presa y lo que encontré para sobrevivir no es más que eso: la poesía. ¡Pero me deja contarle mi vida y me olvido de la pequeña! Es por ella que usted está acá y no hablamos más que de mí…
***
Carta de Mary
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Querida Maëlle: Recibí tu carta pero no podía responderte. Hace tres semanas que estoy acá y sin embargo es como si estuviese acá desde siempre y que la otra vida hubiera durado cinco minutos. Imposible explicarlo. Incluso hoy, ahora que te escribo, me digo que todo se va a terminar de golpe y que voy a salir y que voy a abrir la heladera para tomar una Coca y llamarte para saber qué vas a hacer el sábado a la noche.
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Me gustaría responderte por lo que pasó, pero no puedo; entiéndeme, no puedo hablar de eso. Lo único que hago es pensar en eso, todo el día y toda la noche. Borro todo y enseguida empiezo a pensar en eso de vuelta, no hay manera de olvidar. De solo escribirlo me dan ganas de llorar. ¿Cómo se lo está tomando mamá? Me gustaría que me dijeras la verdad porque en sus cartas hace como si no hubiera pasado nada. Tengo un abogado. Pero ya debes estar al tanto. Hay una periodista que quiere escribir un libro sobre mí y es ella la que aconsejó a mamá. El abogado vino hace una semana. Quería que le hablara de mi infancia y saber si conseguía adaptarme a la cárcel. No hice más que llorar, así que va a volver pronto. Con la esperanza de que pueda hablarle… No sé cuándo van a visitarme. La celda es pequeña y el tiempo no pasa. Estoy con dos mujeres, Caty y Maud. Caty habla mucho de poesía, está totalmente obsesionada con los poemas. Con Maud, es como si estuviera en un psiquiátrico. Le falla, pero solo por momentos, y lo peor es que hay chicas que se burlan de ella y la provocan. No sé exactamente qué fue lo que pasó con su bebé. Cuando está mal, Caty la abraza y la consuela como si fuera su madre y entonces las cosas se arreglan un poco. Vivimos todo el tiempo de a tres. El otro día me dije que iba a hacer como si hubiese sido seleccionada para vivir con dos personas en una celda y que, si aguantaba, pasaba a la final. Cualquiera… Muchas veces tengo la sensación de que me vuelvo loca. Y entonces me pongo a contar los gorriones que pasan por la ventana, pero es difícil porque no siempre se puede saber si el que pasa es el mismo u otro, y la cuenta no puede ser precisa. Se parecen demasiado, nunca lo había notado. Lo peor es estar todo el tiempo con alguien. Donde sea, una nunca puede estar sola. Nunca me gustó la soledad, pero ahora es claramente al revés. No sé cuál es la palabra, cómo se dice cuando las personas están amontonadas unas sobre otras. Y sin embargo caí bastante bien. Parece
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ser que a las más jóvenes, a las nuevas o a las que tienen problemas las meten siempre con Caty porque se sabe que las va a ayudar. ¿Ves?, de alguna manera tengo suerte, podría haber sido peor, aunque, francamente, peor no lo habría soportado. Caty me contó que hay estudiantes que vienen todas las semanas y que dirigen un taller de escritura en el que hay que inscribirse para participar. Es solo para las que tienen buena conducta. También te quería decir, Maëlle, por favor, termínala con tus historias de “es mi culpa”. Nada es tu culpa, sabes, es un encadenamiento de circunstancias, eso fue lo que me explicó el abogado el otro día mientras yo lloraba; las cosas se van encadenando una tras otra sin que puedas reaccionar. La pequeña A arrastra a la pequeña B y la pequeña B arrastra a la pequeña C y así sigue, y es como si quisieras frenar en medio de una montaña rusa. Las circunstancias se encadenan. Hasta acá no lo había notado, pero desde que me lo dijo veo que todo se encadena por todas partes. ¿Todavía ves seguido a mamá? ¿Le puedes pedir a Max que también me escriba para contarme las novedades? Sé que mi hermano, al menos, va a decir la verdad. Besos para tus padres. Espero que no estén demasiado enojados conmigo. Te dejo porque Maud empieza de vuelta. Hace dos días, cuando Caty le habló, volvió a la normalidad… hasta esta noche. Cuando empezó a darse la cabeza contra las paredes, me levanté. De todas formas no puedo dormir. Salvo que no supe qué decirle. Así que hice como Caty, la abracé para que se calmara. Lloraba tanto… no te puedes imaginar lo triste que es una cárcel. Te mando un beso grande, con la esperanza de que sigas siendo mi prima. Mary
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La madre
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e lo dijo hace casi un año. Había visto un aviso en lo de su prima, en una de sus revistas para chicas. “Mamá, ¿qué dirías si me convierto en una estrella?”, así fue como me lo presentó. A decir verdad, yo no estaba en contra… Así que la dejé inscribirse, firmé una especie de autorización porque le faltaban dos meses para ser mayor y esperé a ver cómo seguía. Para nosotros no es como Céline Dion o esas familias que entrenan a su hijo para hacer espectáculos. No, además me sorprendió un poco su historia del casting porque ella nunca había cantado en serio enfrente nuestro o esas cosas de chicos que quieren ser artistas. Como cualquier joven, pasaba mucho tiempo escuchando música, pero a mí me daba la impresión de que no más que otros. En fin, quizás me equivoco, los chicos son un misterio. No veía motivos para decirle que no. Incluso hoy… si hay algún motivo que no vi, debería decírmelo sinceramente. Usted debe de pensar que hice mal, señora, ¿no? ¿Me equivoco? Usted está ahí enfrente de mí y debe de estar diciéndose: “Esta no supo criar a sus hijos”. Y quizás tenga razón, quizás es culpa mía. Pero no veía qué tenía de malo, los chicos tienen que soñar, ¿no? Todos necesitamos soñar, es lo que pienso, y ella quería soñar que podía ser una estrella. Si hubiera sabido que iba a caer tan bajo, habría dicho que no, obviamente. Me odio. Ya no puedo dormir.