Viaje al centro de la Tierra
Jules Verne Versiรณn de
Beatriz Actis
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ÍNDICE Capítulo 1: Se revela un secreto .....................................6 Capítulo 2: Un mensaje para descifrar ..........................9 Capítulo 3: La atracción de lo desconocido................ 12 Capítulo 4: El comienzo del viaje.................................. 16 Capítulo 5: Historia del ascenso al volcán .................. 19 Capítulo 6: ¿El cráter es una puerta? ..........................22 Capítulo 7: Las entrañas del mundo ...........................24 Capítulo 8: En busca del manantial ............................28 Capítulo 9: ¡Perdido en el interior de la Tierra! .......... 31 Capítulo 10: El reencuentro .......................................... 34 Capítulo 11: Un mar inesperado ....................................38 Capítulo 12: Naturaleza gigante ................................... 42 Capítulo 13: Los pasos a seguir ................................... 46 Capítulo 14: Diario de navegación ............................... 49 Capítulo 15: Fin de la travesía .......................................53 Capítulo 16: En la orilla...................................................58 Capítulo 17: El descubrimiento ..................................... 61 Capítulo 18: La explosión ............................................. 64 Capítulo 19: ¿Adónde conduce el túnel? .....................67 Capítulo 20: La aventura final ..................................... 69 Capítulo 21: Sorpresas (y una duda) ..........................72 Capítulo 22: El retorno triunfal .....................................75
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JULES VERNE Jules Gabriel Verne nació en Nantes, Francia, el 8 de febrero de 1828. Es uno de los más conocidos escritores de novelas de aventuras y se lo considera uno de los padres del género de ciencia ficción. Sus historias han sido traducidas a casi todos los idiomas y han llegado al cine, al teatro y a la televisión en variadas versiones. Verne tuvo el talento de prever muchos inventos y viajes que en su época se planteaban como imposibles, pero que con el paso del tiempo se convirtieron en realidad. Fue condecorado con la Legión de Honor, uno de los galardones más importantes en su país. Falleció en la ciudad de Amiens, el 24 de marzo de 1905.
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BEATRIZ ACTIS Beatriz Actis (Sunchales, provincia de Santa Fe, 1961) es egresada de la carrera de Letras de la Universidad Nacional del Litoral y vive en Rosario. Publicó literatura para niños y jóvenes: Para alegrar al cartero (cuentos), Historias de fantasmas, bichos y aventureros (cuentos, Destacado de ALIJA 2004), Criaturas de los mundos perdidos (novela), Alrededor de las fogatas (novela, Premio La Movida de Editorial Colihue), entre otros libros; literatura para adultos: Lisboa (cuentos, Premio Municipal de Rosario), Los poetas nocturnos (novela, Premio Fondo Nacional de las Artes), Los años fugitivos (novela), Sin cuerpo no habrá crimen (poesía), entre otros; y también libros de Educación.
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Capítulo 1
Se revela un secreto
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l domingo 24 de mayo de 1863, mi tío, el profesor Otto Lidenbrock, regresó antes de su horario habitual. Su casa —en la que yo también vivía porque además de su sobrino era su asistente— estaba situada en el número 19 de la König-strasse, una de las calles más antiguas del barrio viejo de Hamburgo. Vivían allí, además, la criada, Marta, y una joven ahijada del profesor llamada Graüben. Ese domingo, Marta, que todavía no había preparado la comida, preguntó a mi tío: —¿Por qué ha venido tan temprano, señor? Pero él no respondió porque, apresurado y con expresión reconcentrada, me dijo: —¡Axel, sígueme al despacho! En el momento en que escuché su llamado, estaba yo huyendo de modo sigiloso escaleras arriba, hacia mi dormitorio, porque conozco el carácter de mi tío, y su llegada fuera de horario me hizo sospechar que tendríamos un día agitado. Sin embargo, obedecí. El profesor Lidenbrock enseñaba Mineralogía en Johannaeum y se enojaba demasiado a menudo con sus alumnos. Era una buena persona pero sin embargo, ¿cómo explicarlo? Se comportaba como un científico egoísta: a veces era avaro con el conocimiento y su carácter, francamente, era insoportable.
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A esto se sumaba que no tenía facilidad de palabra, en especial cuando se expresaba en público. Entonces, sus clases resultaban complicadas tanto para él (que se “trababa” con el vocabulario propio de la mineralogía, repleto de términos difíciles) como para los alumnos (que no entendían casi nada). Imagínenselo tratando de pronunciar, por ejemplo: Tunsatatos de magnesio
Cristalizacione s romboédrica s Molibdatos de plomo
Resinas retinasfálticas
Tungstitas
o bien:
Titanatos de circonio
Esto lo enfurecía aún más, y también le complicaba la vida a la mayoría de sus discípulos. Otros, en cambio, aprovechaban para burlarse de él a sus espaldas. Pero, fuera como fuese, mi tío era un auténtico sabio. Y yo lo quería mucho. El despacho del profesor parecía un pequeño museo. Soy minerólogo aficionado y llevo la vocación en la sangre, por lo tanto, admiraba cada una de las piedras allí guardadas o exhibidas. Cuando entré, tras los pasos apresurados de mi tío, lo encontré echado en su sillón y sosteniendo un viejo libro entre las manos. —¡Qué libro! ¡Qué libro! —repetía con un entusiasmo exagerado.
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Y explicó que lo había encontrado esa mañana, oculto entre otros ejemplares de la librería de Hevelius. A pesar de su antigüedad, el libro estaba en muy buen estado y no se desarmaba. El profesor dijo: —¡Y tiene setecientos años! Pregunté qué libro era. —Es la crónica de los príncipes noruegos que reinaron en Islandia, de Snorri Sturluson, que fue un famoso autor islandés del siglo xii —y agregó—, es la obra original, escrita en islandés. Me fijé en la escritura y puse cara de asombro: no podía entender su significado. Mi tío explicó: —Es un manuscrito rúnico. Señaló los caracteres de escritura (que a mí me parecían garabatos) y aclaró que las runas eran las letras usadas antiguamente en Islandia.
El profesor manipulaba el libro mientras me lo mostraba y hacía sus comentarios. Hasta que del interior, deslizándose entre las hojas, cayó al suelo un pergamino sucio y rugoso.
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Capítulo 2
Un mensaje para descifrar —¡¿Qué es esto?! —exclamó el profesor, emocionado, mientras examinaba el viejo pergamino y trataba de descifrar las runas. En ese momento, la criada se asomó al despacho y anunció: —La sopa está servida. —¡Al diablo con la sopa! —gritó mi tío, y Marta cerró rápidamente la puerta. Comprendí entonces que el descubrimiento era tan importante como para alterar los hábitos del profesor. —Se trata sin duda de un criptograma —dijo, frunciendo el entrecejo. Y sin mirarme, ordenó: —¡Siéntate y escribe! Mi misión sería, sin dudas, ayudarlo a traducir aquel mensaje cifrado. —Ahora voy a dictarte las letras del abecedario que corresponden a cada una de las runas y veremos qué resulta. ¡No vayas a equivocarte! Comenzó a dictarme y yo a escribir las letras, unas a continuación de otras. Todas juntas formaban esta sucesión de palabras sin sentido:
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—¡¿Pero qué quiere decir esto?! —repetía el profesor, con la hoja entre las manos. ¿Esas palabras en clave ocultaban, acaso, algún secreto asombroso? El profesor comparó libro y pergamino, y concluyó que el mensaje cifrado era posterior al libro: una de las letras escritas en el pergamino se había agregado al abecedario islandés recién en el siglo xiv; en cambio, el autor del libro había vivido mucho antes, en el siglo xii. Tomó su lupa y se puso a revisar su hallazgo para ver si no ocultaba la firma del autor. —¡Aquí está! —gritó después de un rato de examinarlo. Lo que a simple vista era una mancha borrosa permitía descubrir, a través de la lupa, un nombre: Arne Saknussemm. Mi tío explicó, ante la expresión de intriga de mi cara: —Fue un sabio islandés del siglo xvi. ¡Y un alquimista célebre!