narrativa y poesía como saetas. visuales para el
insomnio
fan zine
Mónica Gameros - Carlos Blas Galindo Mendoza - Yeni Rueda - Edgar Artaud José Capaverde ( el seis) - Vík Díaz - Nancy Canepa - Juan Beat - Flor Hernández Ramos Alejandra Ariel - Nasario García Ramírez - Ivonne Sáenz - Héctor Jardines - Óscar Sandoval - Gregory
Ki Viktorieux - Alonso Aguilar Orihuela - Samantha Leiva - César Rito Salinas Quiñones
María de Jesús Velasco - Carlos Ramírez Sorroza - Ángel Morales - Reto Morger - Clyo Mendoza - Mayra
Jiménez - Celerina Patricia Sánchez -Alex Morales - Raquel Olvera - Ludwig Zeller
FANZINE NuM. 13, EJEMPLAR 14 / octubre - diciembre 2017
http://historias-de-madrugada.blogspot.mx
remitidos y detenidos en la madrugada 14: imagen de portada y 4ª: Pinturas rupestres . Sierra Mixe Editora / manager invitada: Safo
Celerina Sánchez Edgar Artaud Yeni Rueda Nancy Canepa Samantha Leiva Carlos Blas Galindo Mendoza
Mónica Gameros Juan Beat Ki Victorieux Alex Morales Edgar Artaud Raquel Olvera Clyo Mendoza Herrera Ángel Morales José Capaverde el Seis Alejandra Ariel Gregory Quiñones Carlos Ramírez Sorroza Nasario García Ramírez Ivonne Sáenz César Rito Salinas Maria de Jesús Velasco Óscar Sandoval Héctor Jardines Ludwig Zeller Vik Díaz
poemas Mil mesetas
Glauco Crapulario Siete días
Aportaciones de Raúl Anguiano a la Cultura Artística Mexicana nosotros-yo
Nauseas Amor, amour poema Yo, ciborg poema poema
Sexto sentido y psicología Tripolar (continuación) re poema poema La Nada el puerto
la negra y el loro de que se puede se puede poema poema visuales visuales
colaboraciones, máximo: 3500caracteres@gmail.com titiche de textos : Yahir Alonso Ortiz FANZINE NuM. 13, EJEMPLAR 14 / octubre - diciembre 2017 a.p.. 1336, CP. 68000 - Oaxaca, México. http://historias-de-madrugada.blogspot.mx
Celerina Sánchez
Nacimiento de la primera mujer
Brotaron los ecos de la vida al son del universo y nació la primera mujer en una explosión de estrellas descendió a la tierra con la lluvia/bajó como serpiente de lluvia en un arco iris en espirales con nubes hermosas quedó cautivada de esta tierra bendita dadora de vidas /sembradora de auroras/ camino en el alba para parir luciérnagas/ bajo el rocío de la madrugada resquebrajando el silencio virginal de cada día que empieza
Ta nikákú ña´á xina Níí kéé ndusu ñáá nika´án nuu andivii ra iká nikaku ´ín xiná ña´á ta nikándí kue tikímí ra nuí nuu ñu´ún ta kuun savi/ nuií tono Koosavi nuú ´ín koo schyachya/ ta ndakoó nikanchí tsí víkó vii ra taa nikunchí ñu´únyo nikindoí ri nikutoo inia yivi yo´ó/ ñáá chindé´é kue scha´án/ saán tsikáñá taa tuú takua kaku kue chívii/ nuu titsí yuyu taa nduú takua ndatí yu´u taxi´ín taa ukandi nikanchí nuú kíí
historias de madrugada 2
Celerina Sánchez
Pretensiones
Lavo mis ansias en este río la vida transcurre como la mariposa en primavera en un sueño y termina en un sueño y termina en un pensamiento que queda en andrajos sin futuro
ña kaan ndakácha anuayu nuu yuchayo´ó ri nixi yeeyu tono ndavaa tikuva nuu viko ka´ni tono ña tsamu ta kixi ra nd´i ña ndakaninia ri kue stakoo ña kindoi yo´ó ndatamíí cha tsinía nchii ku schaa
historias de madrugada 3
Edgar Artaud
Mil mesetas
Escuché en la radio que tenemos dos cerebros en el corazón y el intestino en realidad poseemos un complejo entramado de redes neuronales alojadas en el cuerpo el mundo es incierto Internet es un rizoma donde el conocimiento humano es moldeado en conexiones un aprendizaje rizomático son las huellas de algún viaje las cosas que aprendemos no están definidas son flexibles y complejas es la belleza terrible del proceso el poder implícito del transhumanismo en las redes de Internet.
historias de madrugada 4
Glauco l u o
(I/IV)
Yeni Rueda
Bartolomé y Sofía se sientan en unas gradas de piedra blanca. Frente a ellos se encuentra un escenario de metal que flota sobre un lago. Son las últimas horas de la tarde, las sombras primerizas de la noche van cayendo sobre la gente y el agua, que al reflejar el follaje se convierte en una alfombra cristalina. El escenario se compone de un rectángulo apostado en el centro del lago con un brazo central que al llegar a un par de metros de la primera fila se rompe en dos brazos más, uno que va hacia la izquierda y el otro hacia la derecha. Hacia la izquierda del escenario se balancean lentamente unas embarcaciones corroídas. Mientras la gente se acomoda, los músicos van entrando al escenario: una pianista de baja estatura y labios rojos delgados, un saxofonista con apariencia de cavernícola domesticado y un guitarrista altísimo, de pelo rubio y largo. Afinan sus instrumentos y la gente va disminuyendo su parloteo. De uno de los extremos, empiezan a surgir unas figuras femeninas, cubiertas por una manta de color turquesa. Se sientan a los extremos. Las gradas se van llenando mientras la noche avanza en el inmenso jardín. La brizna se detiene por completo. Sofía recarga la cabeza en el hombro de Bartolomé, quien le acaricia el cuello como a un gato. Las luces se apagan y por unos segundos todo se cubre de una densa oscuridad. Un círculo de luz se posa en el centro del escenario. Las figuras encapuchadas se levantan y dejan caer su túnica. Aparece un grupo de bailarinas que, acompañadas por la música, comienzan su rutina. Bartolomé y Sofía observan con detenimiento a la bailarina principal: es delgada, de curvas cautas, piel apiñonada y ojos verdes. Cabello profundamente negro adornado con plumas de quetzal. Tiene un traje de terciopelo, también verde, ajustado a su cuerpo. Bartolomé se rasca la cabeza y le dice a Sofía: —¿Qué estamos haciendo? —¿Qué quieres decir con eso?, estamos viendo a las bailarinas… —¡No!… eso ya lo sé… es decir, ¿por qué estamos aquí? —¿Te sientes bien? David nos dio sus boletos porque él tenía otro compromiso. ¿Lo olvidaste? —Eso lo recuerdo. Y también re
cuerdo que en realidad no teníamos muchos motivos para venir. —Sí, pero no teníamos nada mejor que hacer. ¿Seguro que estás bien? —Sí. Sólo que es raro cómo suceden las cosas. Cuando entramos, dijimos que sólo estaríamos un par de minutos y luego iríamos por una cerveza. Pero, ahora, al verla bailar no quisiera estar en otro lado más que aquí.
Sofía regresa su mirada al escenario. Los músicos tocan un jazz lento
Yeni Rueda
pausado, erótico. O tal vez, el erotismo procede de la forma en que las bailarinas enredan sus brazos en la mujer de ojos verdes. Sofía la señala con el dedo índice y Bartolomé asiente. Los dos se toman de las manos, apretándolas cada vez que ella se acerca al público, y regala su sonrisa diáfana, que parece ser dirigida sólo a ellos. Sofía le susurra a Bartolomé: —¿La conoces? —No. La música va aumentando su intensidad. Algunas personas se han levantado de sus asientos y se contonean torpemente. Sofía los mira con lástima. La bailarina extiende las manos y forma una constelación con los dedos, miles de estrellas nacen de su ombligo y se retraen cuando ella vuelve a su propio centro. Todos la miran, pero nadie como Bartolomé y Sofía. Sofía ve en los pies de la bailarina la representación de un cortejo espiritual: con sus pies delicados tocando tenuemente el piso, atraviesa la capa de la superficie para capturar en el movimiento de sus piernas el deseo dormido en ella. Bartolomé se estremece cada vez que la bailarina se acerca a la orilla del templete, y arquea la espalda, regalándole al público la imagen de su cuello blanco y del nacimiento de sus senos. Con los ojos recorre su cuerpo: la curva de las caderas, el hundimiento de la cintura, la línea delgada de su cuello. La música se detiene y las bailarinas terminan su rutina en posición de flor de loto. Sofía mira incisivamente a Bartolomé. Ella es la primera en hablar: —Bueno, y ahora qué. ¿Qué hacemos? ¿Vamos a buscarla? —¿A quién? —Tú sabes de quién hablo. Bartolomé se queda pensativo. Pasan unos minutos. Toma de la mano a Sofía y le besa los dedos. Habla dubitativo:
yo no podría acercarme a ella… — Sí… una de las chicas del grupo de baile es amiga mía… ella podría presentarnos… — ¡Sí!, sí, dile… — Está bien. Yo voy… sólo… déjame ir al baño. — Pero los baños están hasta la
—Bueno, primero hay que saber su nombre… yo podría averiguarlo…. — ¿En serio? ¿Harías eso por mí? —Sí… creo que sí… —¡Gracias, Bartolomé! Sabes que
no tardo.
entrada y todos van saliendo. Te vas a tardar mucho y se puede ir sin que sepamos su nombre. —Atrás de las gradas hay unos,
Bartolomé sale huyendo en dirección contraria al escenario. Mientras camina recuerda los movimientos de la bailarina y tiembla. Tiene miedo. Cambia de dirección y se dirige al otro extremo de las gradas. Se refugia en una historias de madrugada 6
Yeni Rueda
columna de concreto color carmín. Sofía espera unos minutos a que su compañero regrese y al no hacerlo decide acercarse al escenario. Su corazón palpita y sus dedos se contraen. Alguien intenta impedirle el paso a los camerinos, pero la amiga de Bartolomé la reconoce y la invita a pasar. Frente a ella se encuentra la bailarina, envuelta en una bata de color esmeralda. Se la presentan y es invitada a sentarse a su lado. Sofía está sumamente nerviosa y habla poco. La bailarina le ofrece un cigarrillo. Su voz es pausada, melódica. Sofía se siente envuelta en una nebulosa. De pronto, la bailarina la toma de la mano y la lleva de nuevo al escenario. Desde ahí observan el lago cubierto por la noche y rodeado de inmensos árboles. Bartolomé observa con ansiedad la escena desde su escondite. Quiere acercarse pero no se mueve de su refugio. La bailarina se sienta en un extremo del escenario y mete los pies al lago. Los peces le acarician los pies y ella ríe juguetonamente. Transcurren treinta minutos. Sofía se despide. La bailarina saca los pies del agua y le dice adiós con un beso en la mejilla, muy cerca de los labios. Sofía siente un escalofrío y se da la vuelta para caminar sin mirar atrás. Bartolomé, que se ha percatado de todo, se mueve entre la gente y alcanza el brazo de su amiga. Ella lo mira indignada, pero se guarda el coraje y camina junto a él. Bartolomé, ansioso, comienza a interrogarla. —Bueno, eso pensé mientras vi cómo — ¿Qué te dijo la bailarina? besaba a la pianista. — Se llama Anaïs. —Era verde. — ¿Te diste cuenta que es verde? — ¿Qué? —Sí… —El piano. Era verde. — ¿Qué más te dijo? — ¿Cuál piano? —No tienes esperanzas con ella. —El de la pianista que según tú besó a — ¿Ah, no? la bailarina. —… se llama Anaïs. Bartolomé toma de la mano a Sofía y se dirigen hacia la avenida. Caminan cuesta abajo, y la lluvia comienza a mojar sus cabezas. Sofía tirita y se pega al cuerpo de Bartolomé. Caminan abrazados. Sofía se acerca una de las mangas de su suéter a la nariz y lo aleja rápidamente. Se dirige a Bartolomé: —Mi suéter huele a cigarro. —¿A sus cigarros? —Sí. Bartolomé saca de su bolsillo una cajetilla y le ofrece a Sofía. Ella lo rechaza. La lluvia comienza a caer de nuevo, muy pausadamente, mojando sus cabezas. historias de madrugada 7
historias de madrugada 8
Nancy Canepa
Crapulario
El viento del norte sopla y desgarra. A su paso crujen los ĂĄrboles y las almas de los tristes. Avanza. Convierte en ceniza lo que fue luz. Avanza y las sonrisas se vuelven muecas. Su sonido enloquece a las fieras y ahoga las voces de los enamorados. Avanza. Los desarraigados pierden el rumbo, gritan algo que nadie comprende, lloran con los ojos secos. Avanza. Quiebra las ramas de nuestro guayabo, mancilla sus flores, niega sus frutos. Avanza. AhĂ estamos, amor, con las manos heladas y la memoria partida. El viento nos devuelve al torbellino , nos hunde en ese pozo de tinieblas, nos quita el aliento. Ese viento que nunca cesa, que nada deja en pie.
historias de madrugada 09
Ivonne Sáenz
El puerto
Cuando partas de este sitio lleva junto a ti su alma, sacia a tus ojos con su belleza. No apresures tus pasos –La Senda es corta y el paisaje de su desnudes es infinito. Toma de rehén el cuerpo de tu memoria y recorre en silencio sus veredas. Edifica desde la ruina con tu tacto la sensibilidad de su muelle antes negado a la mirada de los peces que sueñan desnudos. Admira el puerto que recorres Cuando los frágiles faros alumbran tu horizonte y déjate llevar por la cadencia de sus olas –El mar està en su apogeo y no hay deseo que la bruma no bendiga desde su vientre, ansiando el néctar
historias de madrugada 10
Carlos Blas Galindo Mendoza s de e ion Raúl Anguiano c a la Cultura rta o Artística Mexicana Ap
Escribí por primera vez acerca de Raúl Anguiano en 1990. Fue a petición suya aun cuando él no me lo requirió directamente, sino que lo hizo por voz de mi padre. Como él y Blas Galindo eran contemporáneos, paisanos, amigos y, a la sazón miembros de la Academia de Artes, y se encontraban al menos una vez por mes cuando acudían a esa institución, en una de aquellas reuniones le pidió que me transmitiera su deseo. Anguiano sabía que yo era columnista en la sección cultural del periódico El Financiero y que ahí publicaba tanto textos de crítica de artes plásticas y visuales como escritos acerca de las políticas culturales de los gobiernos en turno. Por aquel entonces Anguiano demandaba apoyo pues Teresa del Conde, quien había sido designada hacía poco directora del Museo de Arte Moderno (MAM), dependiente del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), se había negado a acatar el compromiso institucional que por escrito había hecho el anterior director de ese museo, Óscar Urrutia, en el sentido de organizarle a Anguiano una exposición individual en el MAM. Ignoro si Raúl Anguiano tenía noticias de mi cercanía con Del Conde y si imaginó que yo hubiese podido mediar en el conflicto, pero lo cierto es que le dediqué a su caso una de mis columnas. En ella planteé que tal negativa tenía su origen, más allá de las indudables filias y fobias por parte de la titular del MAM, en la carencia –como la que hoy subsiste– de una política cultural definida y explícita (lo cual no quería ni quiere decir que no haya habido o que no exista dicha política), así como en la falta de una claridad en cuanto a lo que al interior del INBA se denomina la “vocación” de los museos que dependen de ese Instituto. El MAM tenía –y conserva– la función de mostrar ejemplos de la producción plástica mexicana realizada a partir de la década de los 30 del siglo pasado (pese a lo cual, cuando fue inaugurado, contaba con una sala dedicada a la obra de José María Velasco, por supuesto fechada mucho antes de los 30), a la vez que el propósito de exhibir obras “de arte contemporáneo internacional”. historias de madrugada 11
Carlos Blas Galindo Mendoza
Sabedora de lo anterior, Del Conde se había propuesto ejercer su potestad como directora e interpretar a su manera ese designio, a fin de privilegiar exposiciones de la autoría de artistas locales que formaran parte de la segunda oleada de neovanguardistas. Es decir, de los nacidos en los 50 del siglo XX y que iniciaron sus trayectorias en los 70 de la misma centuria (los de mi generación)… solo que no divulgó aquella determinación suya, por lo que Anguiano estaba seguro de cumplir con los requisitos para ser expositor en ese museo. El quebrantamiento oficial de la “vocación” del MAM enrarecía el ambiente cultural en aquella época pues por ejemplo, apenas unos diez años antes, en el MAM se había presentado la exposición Los caballos de San Marcos (alusiva a los cuatro caballos de la terraza de la fachada de la Basílica de San Marcos, en Venecia, Italia), ¡referente a piezas realizadas en fechas anteriores a nuestra era! que ninguna relación tenían con el arte de la modernidad nacional ni con el arte contemporáneo occidental no mexicano. Ahora que se conmemora el primer centenario del nacimiento de Raúl Anguiano, y a 15 años del referido incidente, la situación en cuanto a las políticas del sector público en materia de cultura artística ha variado muy poco, pues tales políticas no se encuentran precisadas con claridad ni tal definición se difunde. Se requiere interpretar, a partir de los hechos consumados –y sin atender al declaracionismo generalizante que es característico de los planes de desarrollo–, cuál es la orientación de la política cultural en cuanto a las artes plásticas, visuales y conceptuales para llegar a la conclusión que, actualmente, desde el sector gubernamental se propicia el cultivo de lenguajes derivados del mainstream globalizado, a fin de contar en nuestro país con un mainstream interno que sea satelital con respecto al que predomina en Occidente… sin embargo tal rumbo no se halla trazado en ninguno de los documentos oficiales del subsector cultura. Lo que sí se pregona en los planes gubernamentales es el compromiso de salvaguardar y divulgar el patrimonio artístico nacional. Empero, esto se cumple de manera discrecional por lo que, no obstante que existe obra de Raúl Anguiano en los acervos públicos que se historias de madrugada 12
Carlos Blas Galindo Mendoza
encuentran bajo custodia del gobierno en turno, cualquier servidor público puede no querer difundir esa parte de nuestro patrimonio: la que está conformada con obras de Anguiano. Ahora bien, la decisión que Teresa del Conde asumió hace 15 años, ¿mengua las aportaciones que Raúl Anguiano hizo a la cultura artística mexicana? No. De ninguna manera. Incluso es muy posible que Del Conde las considere. La necedad de quienes por ahora ocupan puestos públicos en el subsector cultura y son renuentes a homenajear a Anguiano con motivo del primer centenario de su nacimiento, ¿hace mella en la importancia cultural de la producción de este autor? No. No es así. Y ¿cuáles son los aportes que Anguiano hizo a nuestra cultura artística? El de mayor relevancia fue el de haber demostrado con creces el largo aliento con el que contó la vanguardia mexicana en el siglo XX. Otro, de no menor rango en importancia, fue el de haber demostrado, también con creces, la diversidad temática y estilística interna que tuvo dicha vanguardia endógena. Como vanguardista cumplió a carta cabal, en tanto que autor y conferenciante, con diversos preceptos de la modernidad: con un humanismo basado en las ideas de progreso y utopía, con un profesionalismo sustentado en la búsqueda de la originalidad, con una filiación colectivista y nunca de ocasión. Como vanguardista, en los años 30 de la pasada centuria cultivó un nacionalismo basado en la exaltación de lo originario y la identidad. Algunos años después convergió con las causas libertarias en un mundo y un país en los que abundaban quienes creían inevitable el triunfo del fascismo. Y, una vez disipada la amenaza histórica nazi, se ocupó de investigar a fondo en las posibilidades técnicas del dibujo, el esmalte, la gráfica, la pintura (en soporte mural y en formatos transportables), el textil y lo volumétrico, así como en distintas iconografías y en el género del retrato. Después de aquel escrito mío de 1990 me he ocupado de la producción artística de Raúl Anguiano en varias ocasiones. Lo hago nuevamente, a 100 años de su nacimiento, anhelando que estas líneas contribuyan a la justa valoración de su extensa obra.
historias de madrugada 13
Mónica Gameros
Nosotros-yo-veneno I Nosotros, la gente de maíz, vivimos principio y fin, [sin protesta. Nosotros, la gente de maíz, respiramos el círculo de la eternidad, hemos olvidado el significado, hemos olvidado el símbolo que difiere la vida de la muerte, hemos desechado el honor del olvido, hemos elegido la miseria en lugar de la dignidad. Todos somos el cero, siempre el cero. Con los ojos reventados por la histeria, seguimos el camino; con las lenguas dormidas, hablamos del pasado. Entre siseos, jugamos a ser las sombras de las estrellas sobre el mar, sobre la tierra. Buscamos todo el tiempo, casi obsesivos, las pequeñas cosas que nos recuerden que somos infinitos, eternos. Nuestros ojos conocen el universo. Nuestra lengua, conocen la cosmogonía de la existencia. Somos causa y consecuencia, ligados, nos sabemos todo, ligados somos nada. Absurdos, desmemoriados, nos empeñamos en comernos todo, nos concentramos en bebernos todo, nos empecinamos en exprimirnos todos, historias de madrugada 14
Mónica Gameros
Absurdos, fallamos todo el tiempo; repetimos los pasos en falso, regresamos sobre nuestros pasos, atesoramos las barricadas y coleccionamos las piedras que nos hacen caer. Aunque no lo necesitemos, arrancamos el árbol, lo guardamos como memoria de nuestra destrucción, lo atesoramos como recuerdo de que somos veneno… Nos posamos sobre el tronco como el virus del exterminio, y nos convertimos en el escaparate del mercado, y luego sucumbimos ante la idolatría del dinero, siempre el dinero, pedazos de vidrio que resbalan de la mano, que se diluyen y nos desconectan de la realidad. Al final, nos comemos unos a otros. Con temor vamos. Tragamos al más pequeño, al más débil, al más pobre, al más vulnerable, al más viejo, al más joven, al más ingenuo. Con temor vamos. Tragamos el silencio, sin reparo. El oscuro abismo, lo rechazamos; el vacío, nos lo ponemos como abrigo, historias de madrugada 15
Nauseas
Juan Beat
Cada vez envejezco más, ni siquiera puedo ya beber, el pasado fin de semana pasé una madrugada tortuosa; que triste es no despegarse del retrete, vomitando… y esperando y tinta sobre papel de carnicero a que cada visita al baño sea la última, quizá, Cutter Javier Molinero. "El beso". 1991 como el último trago, quizá como la última mujer cuidándome, limpiando la sangre en la comisura de mis labios después de vomitar. Se que es inevitable, incluso no se cuántas veces lo he repetido y no es que sea un vidente, pero la soledad y la enfermedad me rodean; simplemente es cuestión de modo de vida. ¿Las esperanzas? Se fueron en cada visita al retrete, ni si quiera ahora tengo ánimos de beber, me da miedo despertarme por la madrugada y sentir náuseas y saber que incluso el alma se va en cada descarga de lo poco que queda de mi estómago. Me he servido un par de tragos de scotch y me siento fatal, me da vueltas la cabeza y las nauseas regresan; eso se llama aversión condicionada, espero curarme pronto. Muchas personas han querido que deje de beber, que no sea un irresponsable ebrio y necio queriéndome quedar en cualquier lugar para seguir alimentando mis fantasmas y fantasías de lo que nunca seré, y lo logró un malestar estomacal… ahora prefiero un suero con electrolitos, a todas horas lo tomo, como mi eterna cerveza o como el scotch que me reconforta. ¿Soy un patético… o soy un vejestorio? Las dos cosas seguramente, es tiempo de dejar de beber, solo este trago y en verdad suplico por no visitar el retrete una vez más. Los retretes son para ebrios solitarios, son para los descorazonados a los cuales su “concepto de alma” les importa lo mismo que aquella cantina llamada la “apestosa”, el salón Orizaba, en donde cualquier conciencia terminaba destrozada… y todo por un par de tragos en la úlcera gástrica. historias de madrugada 16
Flor Hernández Ramos
Kilómetros enteros Tus ideas arrastran bajo tus pies. Desbordantes escapan tus pensamientos, vuelves por ellos kilómetros enteros, imposible despreciarlos: son urgentes para encender el mundo, construir una historia de amor en nuestras conciencias, ocultar la alegría de nuestros besos, filmar una película de corte surrealista. En tu caso, el sombrero es una extensión de tu cuerpo, instrumento útil que atrapa las imágenes más importantes, las palabras que permanecen, los sueños. Tus orgasmos son crisis de ideas, emanan conjuntamente con tu esperma, millones de ellas salen disparadas a toda velocidad, y germinan. Hay noches enteras que recorro los caminos andados a tu lado… Cuando tengo suerte, encuentro la secuencia de imágenes que me narraste mientras nos amábamos, hay otras que soy yo, sola yo y mi obsesión de encontrarte.
historias de madrugada 17
Ki Victorieux
Amor, amour: Un poco más de amor basta para recordarte. Yo Soy nueva; yo soy las que en mí habitan, reiteradamente first, and last and always- con lenguas seductoras que nacen en mi corazón. Yo Soy un instante luminoso; de los mundos absurdos, de la nada, de la eternidad. Bella ilusión por quien alegre muerto, dulce ficción por quien penosa vivo. Sor Juana Amado mío, somos alter ego íntimos, contrincantes complementarios. Nuestra flama detona, volcánica, un poco más... para ver la oscuridad de nuestras complicidades. No sé en qué lógica acabe, el que tal cuestión se pruebe, que con él li grave es leve, y con él lo leve es grave. Sor Juana Habitamos la tensión semántica en mareas seductoras. Desvirgamos las reglas de codificación, parimos cometas que iluminan nuestras órbitas. Somos padres de guerras erótcas, cómplices de los resquicios entre puntuaciones, explosión generadora de los amantes. Beatriz era alta, frágil, muy ligeramente inclinada, había en su andar (si el oximorrón es tolerable) un como graciosa torpeza, un principio de éxtasis. Jorge Luis Borges. Querido Sol de medianoche, gota de fuego en las sábanas negras, corazón ardiente en mi sombra, oximorrón y zeugma... "Cuando pitos flautas, cuando flautas pitos", tan quiasmo….
historias de madrugada 18
Alex Morales
Villa de Cortés
Nunca creas en lo que ves, pues pasan autos y camionetas, y niños, y viejitas y es hora de pasar. Pues es de día mientras sientes. Pero lo que ves es una silueta que se distingue como una tela en tus ojos, en tus cometas. Y siempre estás gritando ¿cómo, no ves? ¿qué no ves? ¿por qué? ¿y por qué Dios me jodió, y me dio un Don que se ensaña conmigo? ¿No me quieres nena, en el parque de Villa de Cortés? El bastón nos guía...
historias de madrugada 19
Edgar Artaud
Yo, Ciborg
Soy un Ciborg en el caos creo aprender así al escribir un Poema éste es impredecible me sumerjo en redes nuestros cerebros se conectan con pensamientos-señales cada uno de nosotros habita su propia cabeza el cuerpo es un vehículo para trasladarse en el espacio escribo Poemas narrativos de lo que percibo en el entorno los seres vivos habitamos vehículos utilizamos dispositivos artificiales y naturales en el tercer milenio colonizamos marte nuestra mirada en el espacio contiene quizá un vacío inmenso en medio de la oscuridad rota con pequeñas luces muy lejanas en multi universos vidas paralelas transhumanismo
historias de madrugada 20
Raquel Olvera
ésta es la historia
Ésta es la historia de una historia incomprendida por mí: es mi historia. Todo empezó un día confuso. Nada entendí: ni el olor de la sangre, ni el hueco tan angosto, ni el frío. Después del dolor: a mi muñeca se la llevó el agua la noche en que un diluvio inundó mi casa, la casa de mis tíos, la escuela… También mi abuelo naufragó y a mi abuela su sangre se le volvió mariposa: (blanca, volátil sangre por la boca). Desde que nací cada instante ha sido el mismo: siempre despierta. No voy a decirte quién soy: mírame. ¿Sobre mi piel, no ves mis venas? ¿Sobre mis venas, mis músculos, mis huesos, el cartílago, los tuétanos? Estoy volteada al revés, sí, al revés.
historias de madrugada 21
Clyo Menoza
III [Poema del abuelo o Santo espíritu del final déjale ver en las tinieblas] Otra vez los sueños me piden cosas Entró la noche con pedazos de mi carne derramando ramas y huesos Entró y olvidó ahí todos mis escombros Dejó una luz que no necesito me dejó sin descanso Cerrar los ojos es enterrarme en la blancura No puedo mirar a nadie no entiendo lo que dicen no me gusta porque los sueños me sacaron del mundo y demandan arrojarme a la tiniebla blanca de la que vengo
historias de madrugada 22
Sexto sentido
y
Án
psicología
ge lM or ale s
Apenas eran las nueve de la mañana y un abogado llegó a la clínica. Mis compañeras platicaban entre ellas y yo estaba enojado frente a la máquina de dulces porque siempre se acaban las donas. El abogado necesitaba que algún psicólogo realizara una entrevista y, como todas en ese momento fingieron estar ocupadas, voltearon a verme. Yo seguía enojado porque la máquina no quería aceptar mi billete y mi café se estaba enfriando. Me preguntaron si podía hacer la entrevista y no pareció importarles que ya no hubiera donas. Accedí a apoyarlos y llevé mi café hasta mi consultorio. Cuando la niña entró ni siquiera bebí un sorbo y lo coloqué a un lado. Los golpes de la niña se apreciaban a primera vista y supe que sería otro de esos días. Mientras la menor me contaba sobre los maltratos que recibía de su padrastro, y se tocaba las cicatrices causadas por los cigarros que le apagaron en el hombro, tomaba apuntes para pasar mi reporte. Para cuando la niña terminó de hablar, mi café y yo estábamos fríos. Al final la acompañé hasta la siguiente oficina y de regreso me detuve en la máquina de dulces. Escogí las galletas con chispas de chocolate sabiendo que, luego de escuchar uno de esos casos, que seguramente atenderé después en consulta, la comida ya no me sabe a nada. Meses antes una compañera, por la gravedad de un caso, y por la frustración provocada por la burocracia, sufrió un derrame en el ojo. Y supe de otra que antes tuvo parálisis facial por algunas semanas. Ambas eran abogadas. La primera me preguntó cómo debería hacerle para que no le afectaran los casos fuertes con los niños. Lo medité un momento. Recordé que cuando trabajaba como cocinero en Los Ángeles el dueño del restaurant nos gritó a otro chico y a mí que nos apresuráramos. Alegamos que la temperatura de los alimentos era muy alta y él nos gritó: “¿Qué? Háganlo más rápido: ¡El cocinero nunca se quema!” Por la carcajada que soltó nos dimos cuenta que era sarcasmo. Después conocí a un chef que llevaba años en la cocina y sus antebrazos y manos estaban llenas de cicatrices y quemaduras. Entonces le expliqué a mi amiga que en la mayoría de trabajos se corren riesgos. Y en el nuestro, por más que intentáramos no involucrarnos, era imposible en algunos casos. Las cicatrices de los psicólogos no se ven, historias de madrugada 23
Ángel Morales
pero ahí están. Cargamos con pacientes durante un tiempo. Y lo único que podemos hacer es consolarnos sabiendo que nos esforzamos por mejorar su situación. Y en muchas ocasiones tenemos éxito. Pero siempre está la posibilidad del fracaso y la frustración frente a nosotros. Supongo que mi respuesta la convenció, y afortunadamente en estos días no le han llegado casos tan graves. Pero lo cierto es que esa respuesta no la pensé para ella, sino para mí, que cada semana estoy queriendo entregar mi renuncia y llevar una vida tranquila. Dar terapia no es lo mío, no estoy hecho para eso y dudo que alguien lo esté. Es más, yo no quería ser psicólogo, sino psicoanalista, y no para dar terapias, sino para realizar investigaciones desde una perspectiva psicoanalítica. Ni si quiera me siento a gusto entre psicólogos. Tengo muchas diferencias con ellos. Hay algunos que prefieren las teorías de Rogers y a sus pacientes les llaman clientes para no revictimizarlos. ¿Cómo no voy a sentirme como puta si en mi oficina veo a mis compañeras entrar a sus consultorios cada hora con personas distintas, y se escuchan sollozos y gemidos, y todavía me piden que los llame clientes? Hay otros que abrazan a sus pacientes después de cada sesión, no estoy seguro qué corriente psicológica maneje eso, pero yo les llamo ridículos. Aunque a veces, cuando llega una de esas madres solteras guapas y con baja autoestima, me dan ganas de cambiar mis ideas para abrazarla y perder mi pose de psicoanalista. Pero nunca lo he hecho. A los lampiños nos es muy difícil pertenecer al psicoanálisis. No me toman en serio porque no tengo barba. Me volví adepto a Freud al leer toda su obra en una biblioteca, no por haber pagado una escuela para que me lo enseñara. Y aunque intenté con otras corrientes, creo que todo se explica mejor desde el psicoanálisis, aunque eso no se los digo a los psicólogos porque luego se ofenden. Espero no seguir mucho tiempo en este trabajo. Y menos ahora que volví a ver la película Sexto sentido y me espanté más que en la primera ocasion. Ahora vivo con el miedo de que algún día uno de mis pacientes, después de muchas años, vuelva a buscarme y termine dándome un balazo en el estómago y entonces camine por el mundo como un fantasma sin saberlo. A veces creo que ya sucedió. historias de madrugada 24
Mayra Jiménez Santiago
Un descubrimiento
Sin ósmosis inversa Y por filtración natural Fue escapando gota a gota De la tierra Fue haciendo caminos, Hizo veredas y canales, Brincó piedras, Sobrevivió cascadas Y lo festejó con su blanca espuma, Más insípida, incolora e inodora Que nunca, En su memoria quedó el reflejo Del último venado . El olor del Ocotal y del sabino Y el canto del petirrojo, Y anhelando ser río o mar Prefirió bajar del cerro Para llegar a mi pueblo Por donde recorre las calles En canales transparentes. El agua, el eterno viajero, Siempre moviéndose, Siempre cambiando.
historias de madrugada 25
Tripolar*
José Capaverde (el seis)
También hacen explotar mi cerebro “en estado de interdicción”, cuatro monjas de hermosura suprema, de piel extremadamente blanca, de ojos azules, y cuerpos perfectos. Recluidas en algún convento del Medievo: revolcándose en alguna celda austera, y de piadosa construcción material. Teniendo como testigo principal de sus inquietantes y encendidas pasiones a la madre superiora, la cual, espera con desesperación, ser convidada a semejante festín de placer desmedido y pleno. Mientras se escucha el sonido límpido de una campana llorona, y los repetidos cánticos y rezos que invaden el entorno “sagrado”… Y ¡ahh!, el olor exquisito del incienso místico; los cirios ardientes, donde las flamas muestran rostros de diversas formas y actitudes… Me vuelve loco la vestimenta de la mujer antigua; siempre y cuando fuese guapa y de un cuerpo antojable y primoroso. Nos dejaban mucho a la imaginación y a la dominante pasión del hombre sexual. Vestidos largos, frondosos, de diversas telas, y algunos aditamentos para resaltar la belleza. En realidad era muy poco lo que podía mostrar al eterno enamorado o al vidente furtivo, pero… ellas (apasionadas por naturaleza) sabían como excitar a sus fieles admiradores, y lo más importante así mismas. Cuando el “calor se sube a la cabeza”, las féminas son expertas en las lides sexuales. No usan ropa interior, verbigracia: el reglamentario sostén, y el menos encantador calzón, haciendo que la ropa del exterior, las acaricie todas; mientras sentadas, quizá leyendo una novela de amor, sus cuerpos vibran como un violín antiguo. El pretendiente llegaba a visitar a su “prometida”, amante o amiga, y esperaba el momento oportuno, para levantarle ese vestido “incómodo”, y poder ver en toda su plenitud el divino cuerpo ardiente de la mujer deseada. No existe mayor “objeto” de veneración que el cuerpo excitado, trémulo, palpitante, y lleno de pasión desmedida, hasta la locura, de la mujer en espera de un coito. Ella, es la iglesia, y el hombre el feligrés… * Continuación, primera parte en Historias de madrugada núm. 13
José Capaverde (el seis)
Los sonidos de pasión de diez hembras en brama, son la mejor melodía que mis oídos jamás hayan escuchado. En este momento que estoy hospedado (voluntariamente) en el manicomio de una ciudad, donde todo el día llueve tristeza, y el viento trae consigo un puñado del más cruel dolor… escribo estás líneas incoherentes, y oscuras, negras. Pero qué le vamos a hacer, si tan sólo soy un hombre de mediana edad, que padece de alucinaciones, y de cierto dolor psíquico. Tengo junto a mis huesos (de plata) a la psiquiatra, que desnuda y excitada, me dice: ¡Te amo! Una enfermera de nombre Nubia, que me está lamiendo el falo erecto, y exclama: ¡Me vuelves loca! La médica general (de algunos 26 años) que inquieta nos besa a todos los copartícipes de la sesión sexual, mientras aúlla: ¡Oh, oh! Tenemos vino francés, cigarros verdes, y una lluvia de “polvos cósmicos”. Yo estoy bien, perfecto, hasta sublime. Lo único que no recuerdo (ahora) es mi nombre, ni siquiera mi número de paciente… Todo vibra al compás del amor sexual. Y hasta las paredes blancas del lugar donde me encuentro, se abren de piernas, mostrando todo el esplendor de su vagina cálida. Todo huele a pasión a frenesí, el cual se impregna en mi piel, como una sanguijuela. Mis mujeres en estado de arrebato amatorio, despiden un aroma muy parecido al de Afrodita, cuando sale desnuda del embravecido mar, buscando mis brazos… Hasta la luna desnuda, presa de una fogosidad explosiva, se desprende de su sitio habitual, y cae en la cama de mis enardecidos deseos. Hoy todo se mueve (en este momento) entre caderas perfectas, pechos rosáceos y de diversos tamaños, pieles de diferentes tonalidades y esencias, talles disímiles, piernas bien torneadas, glúteos de ensueño, clítoris en fuga, vulvas húmedas, labios carmesí, y lenguas serpenteantes. historias de madrugada 27
Alejandra Ariel
re
(Ahora) estoy afuera Cuando me muera, adentro. Llorar y llorar, muy triste ____
Con y sin dinero, con o sin corona sin mĂĄs que con pero sigo.
Una piedra del camino me enseùó que arrieros somos y en el camino andamos; no llegas primero pero saber llegar.
historias de madrugada 28
Ludwig Zeller
historias de madrugada 29
Gregory Quiñones
Tres veces (Oaxaca, Puebla, Veracruz)
¡Que mi voz se oiga aquí y en el alto ministerio! pero escúchela usted primero Señor presidente, Señor gobernador, Señor Juez. Dios ha escuchado mis lamentos cuando le nombré tres veces (como lo indica la litrugia) de una plegaria fallida. La cruz y los tres clavos no fueron delante de mí. El señor que murió en ella no habló ni respondió por mí, ni movió los corazones que estuvieron en contra de mí Fuerontres las puntas de cuchillo que husmearon en mis entrañas fueron tres los minutos de agitación y de hipotermia fueron tres las que esta semana no llegaron a su casa
historias de madrugada 30
Carlos Ramírez Sorroza
Cotidianeidad
No sé donde se esconde la risa. Olvide donde se cosecha, como higo, el Otoño. Y es esta amnesia de lo importante lo que me lleva otra vez a reconstruir nubes; a acomodar pájaros en los alambres; a enseñar a las hormigas, de las líneas de la mano, su misterio. Otra vez… … y otra vez esta rutina de la Ausencia.
historias de madrugada 31
Nasario García Ramírez
La Nada
Despierto y ahora también el ruido Se enfrasca en feroz lucha contra el silencio En el valle de la nada todo es igual. No hay colores. No hay sol, y no estoy yo. Nada busca toca su cara A través de los vientos de Eolo, Toma entre sus manos mis sueños Y los azota contra el ruido. Los espectros tangibles se acercan, Buscar hacer algo en la nada, Buscan robarle inspiración a la luna, Pero ya no hay nada. Desaparece el silencio, Desaparece también el ruido, Los árboles, el cielo y tú Se han convertido en nada. Por el resquicio de la noche, En compañía de las penas, Escaparé de la nada Galopando en el corcel invisible.
historias de madrugada 32
Samantha Leyva
Siete días
Primero
Hay animales que buscan en el fondo de la cueva, caen cruzando el aire claro y entierran sus mandíbulas en la hierba aún verde. No hay semillas en el aire. Sólo polvo. Un salto hacia atrás, les lleva al principio, les devuelve el compás de su tiempo siempre vivo y siempre muerto. Redes en la luz de sus días y llanto cuando guardan silencio. Hay animales que trascienden (no sobreviven) el mal y agotan sus rugidos y el ardor de sus frentes. Animales que hacen sonar sus patas como el golpe de un tambor. Cada luna sueñan sus entrañas, imprimen sellos luminosos en sus pieles, si mueren jóvenes, recuerdan, si mueren viejos, olvidan. La muerte los baña en luz y en semillas. El sueño entra y nunca nunca sale.
historias de madrugada 33
Alonso Aguilar Orihuela
v a r i a c i o n e s
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historias de madrugada 34
La negra y el loro
César Rito Salinas
“Burro”, dijo el animal. La tarde no era más que un montón de nubes sobre el calor que barruntaba tormenta. ___Burro -, repitió el loro. Montado en los cables de la energía eléctrica el verde pájaro gritaba insultos al aire en medio de su andar desgarbado, de marino al llegar la noche a los muelles. Desde allá arriba podía ver la amplia calle sin pavimentar donde se encontraban los talleres mecánicos, las bodegas de fierro viejo y las casas pobres de las cocineras del puerto. “Burro”, repetía como disco rayado desde las alturas. Primero lo descubrió un chamaco que vagaba por la calle, pero no dijo nada porque nunca había visto a un loro maldecir desde los cables de la energía eléctrica. Luego lo vio una adolescente que se abrazaba con su novio en la esquina; y que levantó la mirada cuando le cayó la pasta blanca, tibia, humeante, sobre el hombro. La dueña del animal, Amira, una cocinera negra, gorda y vieja llegó corriendo al lugar donde la gente se arremolinaba a ver al loro que insultaba desde lo alto. “Pancho”, dijo y se llevó las manos al pecho, al corazón, a sus ojos para limpiar sus lágrimas. Ella misma inició el ritual de súplica para que descendiera el loro: ___Lorito dame la pata, ven que te voy a dar de comer –dijo la mujer con lágrimas en los ojos mientras extendía en la palma de su mano sobras de comida. Nada, el animal siguió de paseo en los cables como si fuera capitán de barco en su castillo de mando momentos antes de abandonar el puerto,. “Burro”, tan sólo repetía el animal. ___Lorito dame la pata –volvió a clamar Amira, desesperada, entre lágrimas, con las manos anhelantes. La enorme mujer mientras extendía en el aire su dedo índice como si le tomara la temperatura a un enfermo. Ante los resultados negativos del llamado, los ayudantes del taller mecánico iniciaron el apedreo contra el animal; que no fue a pedradas, sino a puro lanzamiento de semillas de mango verde contra el verde y alado objetivo. Pancho sorteó todo. Cabeceó con habilidad cuanto proyectil pasó por su puesto de vigía, dio unos pasos para adelante, otros para atrás, dijo “Burro” muchas veces más. “Burro”, y se escondió tras un transformador de energía de alto voltaje. Ya para esos momentos, y ante el llanto incesante de la negra, no faltó el valiente que dijera: historias de madrugada 35
César Rito Salinas
“Voy por él”. Pero las infranqueables razones de la energía eléctrica hicieron despintarse al más pintado. A esas horas la calle de los suspiros no soportaba una desgracia más. A lo lejos se escuchaba el rumor de las olas como un canto de enamorado mal correspondido a los pies del balcón de su amada. Pasó con prisa la tarde, entró la noche. Las horas se fueron volando, dejaron sobre las pobres casas de las cocineras del puerto el montón de nubes y un calor fuerte. En medio de la oscuridad, sólo se escuchó un “Burro” rotundo. Habían pasado muchas horas desde que alguien tiró el primer mangazo y desde que se hicieran intentos por empatar varas y escaleras, garrochas y ganchos con el propósito de bajar al animal. Las mujeres y los hombres que hicieron revivir con sus voces la calle llena de polvo regresaron a sus quehaceres. Desistieron de su empeño de ver descender al ave y estallar en aplausos. Se marcharon. La vieja negra quedó sola, triste con un enredo en el pecho bajo el cielo que se hizo oscuro. Limpió sus manos en el delantal como cuando lo hace en la cocina al terminar el guisado, y dio los primeros pasos de regreso a su casa. Allá lejos, por un instante, un relámpago iluminó la negritud que ocupa el mar en las noches, “es seguro que no caerá la lluvia”, pensó la negra mientras su corazón palpitaba desbocado por el loro ausente. Pensó en el loro fugitivo: ___ No se vaya a mojar –fue su deseo sincero. Ya había caminado un buen trecho cuando sintió un viento suave que le refrescó su espalda. Pero siguió andando con los ojos puestos en el camino. Cuando su corazón le dijo: “es Pancho”; de la emoción, por poco y pierde el paso. Pero logró controlarse. Mientras se acercaba a su casa, no quiso voltear para no romper con su mirada el instante del suave viento que le refrescaba la nuca. Caminó lentamente. Imaginó sus trastos y cacerolas, los peroles, cucharones, tablas de picar, cuchillos largos, cuchillos cortos, cuchillos sin filo; todo esto, la lista de sus pendientes, que eran las cosas de todos los días, para no interrumpir con su verdadero pensamiento de dicha el instante del aleteo a su espalda. Llegó a su casa, desanudó el cabo que hacía las veces de aldaba en la puerta de madera de su domicilio, y entró. Sin volver la cabeza prendió la radio de baterías, encendió las velas y dijo lentamente: “Pancho”. El animal mordisqueó suavemente su oreja mientras repetía: “negra, negra”. Bahías de Huatulco, diciembre de 1993.
La Negra y el loro, relato publicado en La fiesta de los grumetes. 2003. Fondo Editorial del Instituto Oaxaqueño de las Culturas. Mención Honorífica en el Premio Nacional de Cuento, Mito y Leyenda “Andrés Henestrosa” 2002.
se puede
De que se puede
María de Jesús Velasco
-Señor agente Municipal, aquí me tiene. -¿Qué tal, diputado? ¿Cómo le va? -Pues aquí, en la chinga. No hay de otra. -¿Mucho trabajo, diputado? -Imagínese, ya casi es tiempo de elecciones… Y ustedes, ¿cómo andan?
-Ahí vamos, Señor. Ya se fue el maquinista con todo y máquina. -A poco… ¿ya terminó? -Desde hace un mes ya está la poza. Quedó regrandota señor diputado. Nomás la viera… —De eso se trata, señor Agente que ustedes queden contentos, ¿o no?
-Pues sí, seño diputado, pero ¿con qué la vamos a llenar? -Nomás dejen que llueva y verán -Sí, señor, pero pa´ que eso pase… está verde, como decimos aquí. -No se preocupe. No se preocupe, hombre, ya veremos… -Ya veremos… ya veremos… —Claro, hombre. ¡Todo fuera como eso! —Pero no, señor. Luego que se fue el maquinista, como si Dios lo supiera, al otro día llovió y allí se juntaron todo los arroyos que bajaban del cerro. Y se llenó. Y hasta le echamos unas truchas pa´que estuviera completa. —¿Ya ve?. ¡Se lo estoy diciendo! —Sí, señor. Pero resulta que este solazo se chupó toda el agua y ayer que fui , en un charco caliente se retorcían todas las truchas. Además, la gente tiene sueños de ir a nadar ahí en la fiesta que ya viene, la del 15 de mayo. —Pero si ustedes tienen al patrón de las lluvias, ¿qué se aflige? historias de madrugada 37
María de Jesús Velasco
—Como no vamos a afligirnos, diputado, si con este calor tan fuerte ya hasta sacamos al señor San Isidro, pa´que sintiera lo que sentimos , a ver si así mandaba las lluvias. Y nada. Como él no sudó, pues qué. Nosotros somos los jodidos. —Pues sáquelo a asolear otra vez, hombre. Con su insistencia verá que pronto lloverá. —Ay señor. ¡Bien se ve que no conoce usted ni a los santos, ni a las mujeres! —¡Señor Agente, me puede decir eso de los santos pero no de las mujeres. —Sí, licenciado. —¿Diputado? —Bueno, licenciado, diputado o lo que sea , quiero decir que —Bueno, licenciado, diputado o lo que sea, quiero decir que usted no sabe que las mujeres se confabulan con los santos y resulta que cuando sacan al Señor de San Isidro ellas lo entoldan pa´que no se solee. Entonces, dígame cómo el santito va a sentir el rigor del sol, del calor, del sudor, como los verdaderos labradores, campesinos pues. Así menos manda las lluvias, hasta que a él se le antoje. Tiene razón, señor Agente Municipal, pero no se preocupe, ya le dije. —No se preocupe… A poco me va a decir también que usted no puede mandar un río, o lluvias. Nomás faltaba que hasta eso nos prometieran, ¿verdad? —No, señor Agente, pero ¿a poco no están contentos con su presa? —Sí, licenciado… pero sin agua. Además todavía nos falta terminar la agencia municipal. —Ah ¡pues a eso vengo precisamente! —¿A terminarla, licenciado? —¡No! A decirle que hasta ahí nomás. —¿Cómo que hasta ahí nomás. —Sí, porque ya no hay dinero, ¿o no? —¡Claro que sí! Pero si se lo termina ya no va a quedar dinero para la fiesta de inauguración —¿Cuál inauguración? ¡Si aún no la terminamos, señor licenciado! —Lo que pasa es que ya no da tiempo, señor Agente. historias de madrugada 38
María de Jesús Velasco
—¡Claro que da tiempo, señor! —Sí, ¡pero no alcanza el dinero! —¿Cómo chingaos que no? Dispénseme, licenciado, pero lo tenemos y usted no quiere… —Ya le dije que es para la fiesta de inauguración —¿Cuál fiesta? Si no la hemos terminado… ¡No lo entiendo! —Señor Agente, no sé si me entiende, pero son órdenes de arriba… —¿Son órdenes de arriba o son sus güevos, licenciado? ¿Quiere quedar bien con la bola de güevones que trae? ¡Dígamelo!, porque la verdad ya me está calentando esto. ¿Qué le voy a decir a la gente? —Señor Agente Municipal, no se enoje. Ya le dije que es orden de arriba, porque de allá viene el recurso. —¿Cuál recurso? ¡Eso nos prometen! ¿Y después? Ya no son re-cursos sino re-chingas que nos meten porque nos hacen quedar mal ante la gente y como usted se va, licenciado, y nunca volvemos a verlo… Si eso es la política… —¡No, señor Agente! Ya le dije que vamos a venir a inaugurar las obras, pero para eso necesitamos una banda de música y que maten unos cuantos borregos para que alcance, y que hayan muchos cohetes. ¡ Que se oiga, se saboree y se paladee! Usted me entiende, ¿no? —Ay, licenciado, me vale madres entender o no. Yo sólo sé que es chingadera que se arme un gran bailongo sin terminar los trabajos. —Le vale madres entender o no, señor Agente. Pero de que se puede se puede, ¿no? -Pues ya qué… licenciado —Ya qué ¿de qué?, señor. —Qué sí, licenciado. historias de madrugada 39
Óscar Sandoval
Es martes alguien desea alunizar en Ganimedes luces neón contaminación ruido en la ciudad y Ganimedes lejos sus núcleos rocosos mantos de agua helada cráteres ríos de lava en este planeta el ruido los asesinatos el partido de fútbol publicidad ataque terrorista del poema del martes alguien habla y nadie lo escucha buscamos un salvoconducto para alunizar en Ganimedes historias de madrugada 40
Héctor Jardines
Yo sé que de viejos A lxs abuelxs A mí tía Toña
Yo sé que de viejos, Pá no perder el suelo desandando descendemos, ¿Será que sin ver seguimos nuestras huellas?
Yo sé que de viejos, No es que duela es que vamos más despacio ¿Será que al tiempo no le importa la distancia?
Yo sé que de viejos La antigüedad vela nuestro olvido ¿Será que el recuerdo asalta la memoria?
historias de madrugada 41
Héctor Jardines
Yo sé que de viejos, Mientras se teje, la historia nace sin dolores ¿Será que es de estambre nuestra historia?
Yo sé que de viejos, uno abraza a la muerte con la misma necedad con la que se sobrevivió la vida
¡También se me ha dicho! ¡También se me ha dicho!
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fainne z