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A ñ o 0 , N ú m e r o 2 l R e v i s t a Tr i m e s t r a l

Me niego a vivir en el mundo ordinario como una mujer ordinaria. A establecer relaciones ordinarias. Necesito el éxtasis. Soy una neurótica, en el sentido de que vivo en mi mundo. No me adaptaré al mundo. Me adapto a mí misma. Anaïs Nin


Contenido Contenido Escuchar para no estigmatizar Declinación de la

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Del falo a la Ouija (La

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actualidad de la histeria / La histeria en la actualidad)

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Gestalt en el tratamiento

parentalidad en

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de adicción a las drogas

México Psicoanálisis aplicado a la

Doliente y

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acompañante en una

música

situación de crisis Algunas consideraciones en la psicoterapia infantil

Psicoanálisis y neurociencias

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historias clínicas

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Una visión psiquiátrica

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de la intersubjetividad Gestalt, una visión más

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allá de la silla vacía

Un diccionario sin palabras y tres

Caso Clínico

Entrevista con

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Loretta Cornejo

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Director: Angel Morales. Consejo editorial: Angélica Berenice Avendaño Cruz, Enna Osorio, Israel Garcia, Enrique Velasquez Escobar, Adriana Filio, Gabriela Lorena Garcia Bolaños, Deisy Ojeda López. Editor: Israel García Reyes. Diseño: Roberto López Brito. Fotografías: Guie Niza. Encargada de redes y contacto: Adriana Filio. Relaciones Públicas: Iliana Sepúlveda. Diseño Web: Daniel Hernández. © Lapsus. Marca Registrada Año 0 Número 2. Revista trimestral. Reserva de derecho: 04 - 2016 - 060113425000 - 102. Las opiniones expresadas por los autores no necesariamente reflejan la postura del editor de la publicación. Queda estrictamente prohibida la reproducción total o parcial del contenido e imágenes de la publicación sin previa autorización. Correo electrónico: revistadepsicologialapsus@gmail.com Facebook: https://www.facebook.com/revistalapsus/ Twitter: @revistalapsus IMPRESA EN MÉXICO – PRINTED IN MEXICO TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS. ALL RIGHTS RESERVED. © COPYRIGHT 2016


Editorial

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n la actualidad la psicología aún está buscando su lugar, no entre las ciencias, sino en la sociedad. Para entrar en la cultura del mexicano debe intervenir sobre sí misma y sobre el entorno. No es tarea sencilla la construcción de símbolos sociales para orientar y modelar el comportamiento en un contexto como lo es México. Y si a esto le agregamos la frase de Heriberto Yépez: El yo del mexicano se ha estancado, se resiste al cambio, el panorama entonces no parece sencillo. La psicología no puede estudiarse por sí misma, sino por su relación con la sociedad. Y en su lucha por irse actualizando a los fenómenos sociales contemporáneos, se ha ido especializando y relacionando. La versatilidad de la mente se resiste a ser confinada a una sola ciencia. Como las especializaciones no se definen por lo parecido sino por las diferencias, la sectorización suscitó competencias, rivalidades y conflictos. Por ello hay que resaltar que las combinaciones y articulaciones para entender mejor los comportamientos y las prácticas sociales no son excluyentes sino complementarias entre sí. Entonces, el proceso de producción, actualización y transformación de conocimiento debe ser continuo. Aquí nuestro aporte de literatura clínica para la comunidad dedicada a la salud mental. En este numero se comparten casos, experiencias y lecturas personales. Cada artículo muestra una reflexión individual porque, como se irá viendo, no se puede ser psicólogo, psicoanalista o psiquiatra de medio tiempo. Dedicarse a la salud mental, más que una profesión, es una postura ante el mundo, una actitud ante la vida.


Escuchar para no

estigmatizar Juan José Ricárdez López

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n un contexto capitalista, el Estado promueve el incremento de enfermos porque la enfermedad es un negocio (Del Río, 1982), pero más allá del interés puramente mercantil, lo que al Estado le importa es la conservación de la ideología vigente y la anulación de quienes la cuestionen. Para lograr esto se sirve de todos los medios que tenga a su alcance, entre ellos la estigmatización psicológica. En la Edad Media eran los representantes de la Iglesia quienes determinaban la enfermedad (posesión) y las intervenciones terapéuticas que, basadas

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en la fe, incluían exorcismos o baños en fuentes milagrosas (Ristich, 1973), pero cuando estas técnicas no funcionaban, la solución era volver el cuerpo poseído inhabitable para el demonio, por lo cual las personas eran sometidas a tortura física (Durand, V. & Barlow, M, 2007). La misma dinámica se ha repetido posteriormente a la luz del derecho –juzgando la diferencia como delincuencia– y por la psicología –juzgando la diferencia como enfermedad mental–. La psicoanalista Maud Mannoni declara: “El hecho de que el decir verdadero en nuestra sociedad sólo puede expresarse

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en la delincuencia o en la locura, pone en evidencia lo que funciona mal en nuestro sistema” (1985, p. 218). Actualmente, hablando de la psicología, el poder se concentra en instituciones que –bajo argumentos científicos más bien organicistas– se adjudican el derecho de etiquetar a las personas que escapan a lo típico en sus diferentes contextos. Una de estas instituciones es la American Psychiatric Association (APsyA), que en la última versión de su manual diagnóstico define así al trastorno mental: Un trastorno mental es un síndrome caracterizado por una alteración clínicamente significativa del estado cognitivo, la regulación emocional o el comportamiento de un individuo, que refleja una disfunción de los procesos psicológicos, biológicos o del desarrollo que subyacen en su función mental [cursiva agregada]. (APsyA, 2014, P. 5) El subrayado delata la ideología vigente: la enfermedad es producto de disfunciones internas, el contexto no tiene responsabilidad, entonces no hay razón para cuestionarlo. Es decir, cuando una persona, por ejemplo, manifiesta inconformidad con el sistema de gobierno que tiene, y hace una pinta en las sede del partido político del que han salido esos gobernantes, según este criterio, podría considerársele trastornado mental (antisocial o disocial, según la edad que tenga). El doctor Guinsberg explica cómo la manipulación del concepto psicopatía favorece el etiquetamiento jurídico-psicológico de quienes plantean una modificación del sistema vigente: “Es así que se trata de ´mentes criminales´, ´personalidades desviadas´, etc.; es también así que la lucha político-militar de Guevara fue una reacción a su asma infantil” (Guinsberg, 1990, p. 91). Lo mismo ocurrió en 1995, en México, cuando el titular de la Procuraduría General de la República de ese entonces fundamentó la ubicación y detención de algunas personas del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) al juzgar sus acciones como “actos encaminados al terrorismo” (Lozano, 1995, en Tvinsomne, 2009). Con respecto a la formación del psicólogo, el Estado otorga validez oficial a los programas de estudio; y en cuanto a la práctica, también el Estado otorga títulos y cédulas profesionales a los psicólogos. Es de esperarse, entonces, que las propuestas de diagnóstico, tratamiento y reclusión de contenidos en la teoría y práctica de la psicología favorezcan la conservación de la ideología del Estado. A esta situación el doctor Szasz (1981) la denomina Estado terapéutico. Al cobijo del Estado, se diagnostica y somete a tratamiento a personas que no lo necesitan: “son diagnosticados y tratados como si estuvieran enfermos, sus diagnósticos y tratamientos ocultan que, de hecho, están médicamente sanos” (Szasz, 1985, p. 93). Sobre lo que se puede hacer para evitar la estigmatización psicológica, se piensa que la respuesta ha estado ahí, esperando a ser tomada con seriedad: lo que se puede hacer es escuchar. Freud (1983) planteó que todo síntoma tiene un sentido y un fin, por lo cual, la esencia de la intervención es lograr la comprensión, por parte del

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paciente, de sus síntomas. La psicoanalista Victoria Leal explica este asunto de manera brillante: “el síntoma es algo muy preciado, porque cada síntoma es el lenguaje cifrado de una verdad del sujeto, por eso no se pretende eliminarlo, se pretende que el síntoma hable, revelando la historia que propició su formación” (2011, p. 166). Es decir que si lo que se pretende es evitar la estigmatización psicológica de las personas, el psicólogo debe ser capaz de escuchar lo que cualquier consultante tiene que decir acerca de sus síntomas, acompañarlo en el descubrimiento del sentido y fin de su surgimiento. La APsyA, en cambio, entiende al síntoma como enemigo a exterminar inmediatamente y sin derecho a juicio. Para esta tarea las armas perfectas son drogas y condicionamientos. A nivel práctico: ¿Cómo procurar esa escucha? Primero, se considera oportuno el permanente ejercicio de introspección del psicólogo (esto se logra, preferentemente, a través de la psicoterapia). Esto permitirá que la escucha que brinda a sus pacientes o consultantes esté mucho más cercana a la demanda de estos y no a la suya que, de cualquier modo, siempre se inmiscuye en el proceso. Parece oportuno un ejemplo personal. Presentando el proyecto de investigación sobre el que ahora trabajo, la asesora me comentó: “a tu investigación le falta el aspecto humano; tu investigación debe aportarle algo a las personas que participan; parece que tú más bien quieres usar a tus sujetos para probar tu teoría”. Los afanes, pues, de prestigio o trascendencia –que tampoco considero nocivos per se– pueden impedir una escucha genuina de los pacientes. Otro marco en que la dificultad de escucha aparece es en los casos de menores de edad, o de quienes acuden a los servicios de psicología como requisito que les solicita alguna institución laboral o educativa. En estos casos puede cometerse el error de atender más bien a la demanda de los padres o tutores, y de las instituciones. El encuadre, en estos casos, favorecerá la escucha. Por ejemplo, si en el tratamiento de un adolescente, de pronto alguno o ambos padres solicitan una entrevista con el terapeuta para compartir información que ellos consideran relevante, o para saber cómo va el trabajo con su hijo, será adecuado agendar este encuentro después de la sesión más

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próxima con el adolescente –aun con el argumento de urgencia de los padres–. Esto por dos razones: primero, a nivel simbólico, se impide la intrusión de un tercero en el trabajo compartido (lo cual inconscientemente colabora con el paso de una relación edípica [relación de tres] a la madurez de una relación adulta [compromiso recíproco entre dos personas]) y, después, en sentido más práctico, la sesión podrá aprovecharse para plantear al paciente la solicitud de sus padres y escuchar su opinión. Además, generará en él confianza y la certeza de que el psicólogo no está aliado con sus padres, o sea, el compromiso del psicólogo es con el paciente, no con quien paga el tratamiento. También es importante que el núcleo psicológico no se cierre y más bien se abra a todas las voces que deseen aportar algo (ésta es una iniciativa practicada ya por psicólogos, psiquiatras y psicoanalistas, y entonces habrá que sumarse a ella). Pero particularmente, parece urgente descomponer la creencia de que los títulos y las cédulas son garantía de ética y profesionalismo (capacidad de escucha), así como que la ausencia de estos documentos sea indicador de lo contrario (si bien la cantidad de psicólogos no titulados es grande, la opinión personal es que esto no obedece a apatía ni a irresponsabilidad, sino a falta de recursos económicos). Que se titule quien desee hacerlo –ya que los documentos tampoco se deben pensar como estigmas– pero que quien no lo haga no encuentre impedimentos para desempeñarse profesionalmente. Hay que derivar pacientes y consultantes a los profesionales sin documentos porque se debe pensar en el beneficio de aquéllos, y no en el de la ideología del Estado. Hay que acompañar en su desempeño a los colegas sin documentos (sobre todo si son estudiantes con inquietudes prácticas) y aprender de ellos. Ésta parece una alternativa importante cuando, ante la necesidad de referir consultantes, aparece

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la situación de pensar en alguien que, a pesar de su sólida formación académica y los títulos que la validan, no representa el más mínimo indicio de ética y compromiso científico en su labor. En fin, pues, lo que hay que hacer es escuchar: escuchar a los pacientes, escuchar a los profesores –que independientemente de los planes de estudio, siempre ofrecen una creación irrepetible de la psicología–, escuchar a otros profesionales –con y sin documentos–, escuchar a quienes se asumen como conductores de los destinos de una disciplina tan linda y humana como la psicología, pero a estos últimos, además, hay que responderles, criticarles y reconocerles sus méritos cuando los tengan. Por la estructura del sistema neoliberal es obvio que la APsyA escuche sólo voces que realizan propuestas en un sentido utilitario; frente a esta situación se impone a los psicólogos la responsabilidad de reflexionar y hacer crítica permanentemente, pero no aspirando a que sean ellos –los dueños del poder económico, político y psicológico– quienes atiendan, sino pensando en que la escucha venga de quien esté dispuesto a enterarse de algunas cosas: el crecimiento personal y de una ciencia no está en lo que se dice, sino en la certeza de que existe una sincera escucha. Ésa es la expectativa original de todo consultante: ser escuchado. Ojalá los psicologos estemos atentos.

JUAN JOSÉ RICÁRDEZ LÓPEZ Juan José Ricárdez López es psicólogo clínico, se ha dedicado a la consulta psicológica y a la docencia. Ha publicado en la revista Espacio universitario que edita la URSE y recientemente colaboró con el portal de noticias Página 3 con un artículo en coautoría.

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Declinación de la parentalidad en

México Mariela Flores Acosta

“En el mundo moderno, la libertad es lo contrario de la realidad, pero es, sin embargo, su ideal” Chesterton G.K.

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a modernidad fue un período histórico comprendido entre el siglo XVII hasta finales del siglo XVIII, que se constituyó como ese primer momento en la historia donde el conocimiento se retroalimentaba sobre la sociedad, para transformar tanto a la sociedad como al conocimiento mismo, propiciando con ello el surgimiento de un sistema capitalista que acompañaría al desarrollo de la ciencia y la tecnología. Y aunque lo anterior pareciera ser un gran avance, lo que realmente ocurrió fue una ruptura en las formas de organización y relación de la vida de los hombres. Pues la antigua comunidad, donde se trabajaba para el bien común de todos y cada uno, quedó sustituida por la sociedad, donde predominó la competencia, el poder y a la acumu-

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lación de bienes como formas de alcanzar los ideales de felicidad establecidos por el sistema. Philippe Julien en su libro Dejaras a tu padre y a tu madre (2002) plantea que con la entrada del mundo moderno las relaciones entre espacio privado y la ciudad cambiaron. Antes, en una familia el hombre de la casa era el que tenía el poder absoluto, dictaba las reglas y normas de la casa. Actualmente, la parentalidad está en lo social, es decir, la crianza y el cuidado de los hijos se vuelve cada vez más público, pues ahora participa un tercero social que busca hacer cumplir los derechos del niño y ofrecerle, desde el entorno, lo que le pueda faltar. De esta manera, lo que ocurre en una familia es ahora algo compartido y, por tanto, lo que se hace es crear instituciones, brindar apoyos económicos, crear programas de asistencia, entre otros; y se le quitan al padre y a la madre responsabilidades sobre la crianza de los hijos. Philippe Julien menciona que lo anterior se sustenta en dos leyes, la ley del bienestar y la ley del deber. La primera de ellas no se refiere al bien en el sentido ontológico, sino al bienestar entendido como lo útil para…, el interés de….; es decir, pretende dar aquello que haga falta para la felicidad. Mientras que la ley del deber es instaurada como un mandato interior, debes..., como una ley que se instaura por sí misma (Ibídem., p.29).

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Por lo que hoy por hoy ser padre está relacionado con circunstancias específicas que definen y demandan una gran variedad de funciones. Por ejemplo, no es lo mismo afrontar la paternidad cuando uno es adolescente que en edad avanzada, o ser padre de un bebé que de un adolescente; no es lo mismo ser padre soltero que con pareja; tampoco ser padre antes que después de un divorcio. Para cada caso, la sociedad va a decir qué hacer, cómo hacer, porqué hacer, lo cual ha llevado poco a poco a una decadencia, una caída, una declinación de la parentalidad, ya que la sociedad interviene entre el padre y el niño para salvaguardar sus derechos, protegerlo, cuidarlo. De esta manera, el padre pierde su poder y entra un tercero (pediatra, maestro, entre otros) que ni está en las escenas reales, ni está en la vida del niño, pero que interviene en la relación padre-hijo, indicándole a los padres cómo cuidar de éste. Existen por lo tanto nuevos saberes que intervienen en el niño y, siendo así las cosas, el lugar del padre ¿cuál es?, si todas estas intervenciones son por el bien del niño, mencionan los pedagogos, asistentes sociales, entre otros. Por lo que se puede pensar en una parentalidad ocupacional, puesto que se ha convertido en algo social, compartido y, por lo tanto, intercambiable por el bien del niño. Esta problemática parece ser producto de lo que Foucault (1999) denominaba el arte de gobernar, un gobierno en el que el poder no apunta a la exclusión, el

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rechazo, sino más bien a una técnica positiva de intervención y transformación, es decir, a un proyecto normativo. Lo cual ha llevado al surgimiento de una dominación política con una justificación biológica, es decir, a crear un discurso del desarrollo biológico, un discurso de la mejora de las especies, un discurso del cuidado de la persona justificado bajo todo un dispositivo político; pareciera que todo lo que se implementa es por el bienestar de los hijos. Pero, habría que preguntarnos: ¿Realmente se busca un bienestar?, ¿qué tipo de bienestar? Si vemos que actualmente los padres ya no saben qué es ser un padre ni cómo criar a sus hijos. La modernidad, entonces, al destituir al padre como el autor de la ley del deber, propició que la moral se impusiera por sí misma y no en razón de aquel que la enuncia, porque en nuestra época el superyó ya no se nutre de la voz del padre sino que suplica al sujeto un goce que actúa por sí mismo y sin freno, pues la sociedad nos dice: “debes…”, “deja de….”, “esto si….”, “esto no…”. Por lo que se tiene que comenzar por tratar de buscar nuevas alternativas para asumir otra posición ante las trasformaciones tan radicales que se están viviendo. En ese sentido, considero que, más que cuestionar ¿qué es ser un padre?, ¿cómo sé es un padre?, habría que empezar primero por preguntar: ¿Qué tipo de hijos se pretende formar?, ¿podrían ellos asumir su parentalidad cuando formen una familia, si sus padres no supieron transmitir esto? Philippe Julien (2002) plantea que existe una tercera ley y que es posiblemente la que nos rescataría del goce que impone la ley del bienestar y la ley del deber. Esta ley de la que habla el autor, es la ley del deseo, que existe desde el origen de la humanidad, y se da en el momento en que tanto el hombre como la mujer dejan a su padre y a su madre para establecer una alianza con otra mujer, con otro hombre, formando así una conyugalidad sobre la cual se constituya el fundamento de la parentalidad. Sin embargo: ¿Cómo fundar una ley del deseo cuando las parejas actualmente siguen viviendo con sus padres?, ¿cómo mantener una transmisión intergeneracional cuando muchos hombres y mujeres ya no quieren formar una familia?, ¿cómo actuar frente a una sociedad que ya no quiere tener hijos o que no sabe cómo cuidar de ellos? y ¿qué pasa con el deseo?

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Habría entonces que comenzar a cuestionar los ordenamientos del goce, los lazos sociales en la actualidad y sobre el lugar del sujeto en ellos, pues todo esto ha sufrido modificaciones como consecuencia del discurso moderno y nos ha llevado a insertarnos en una política del goce. Y por eso considero que actualmente el psicoanálisis es más importante que nunca, pues a través de éste se pueden entender los cambios tan radicales de los cuales formamos parte y nos llevaría a asumir una posición diferente con respecto al deseo, tan indispensable para vivir.

MARIELA FLORES ACOSTA Mariela Flores Acosta es Licenciada en Psicología, UNAM-FES-Iztacala. Tiene una especialidad en Psicoanálisis, Dimensión Psicoanalítica. Maestría en Teoría Psicoanalítica (en curso), Dimensión Psicoanalítica. Actualmente trabaja como profesora de psicología en la UNAM-FES- Iztacala y como psicoanalista en consulta privada.

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Psicoanálisis aplicado a la música Francisco A. Hernández Sabatino

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a música ha sido desde tiempos antiguos una de las prácticas fundamentales de la humanidad. Puede encontrarse en su forma más primitiva en el arte rupestre de las cuevas, pasando por las figuras en los templos del antiguo Egipto y las pinturas y fotografías de las grandes orquestas y multitudinarios conciertos de estrellas de rock. Es inherente al ser humano y se puede encontrar con mayor o menor desarrollo a lo largo de todas las culturas. En la mitología, Odiseo fue tentado por el canto de sirenas, las murallas de Jericó cayeron al sonar los cuernos, un flautista molesto se llevó a los niños de Hamelin y en China cada año ahuyentan al dragón que quiere tragarse el sol

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mediante la música. En su época, Platón consideraba ciertos modos musicales como dañinos para la sociedad ideal; Verdi, en Nabucco, les cantó su rechazo a las tropas napoleónicas y Hitler reavivó parte del sentir alemán a través de Wagner (Abraham, 1985). Encontramos así una trama tanto mitológica como histórica en la cual la música ha tenido un enorme protagonismo. Y es sumamente importante señalar el mito, el mito permite señalar verdades (Fundín, Mónica, 2008; pag4). Entonces ¿cómo analizamos esta forma de arte desde el psicoanálisis? Freud abrió el camino al análisis de las artes con “Un Recuerdo Infantil de Leonardo da Vinci” (1910), pasando por “El Moisés de Miguel Ángel” (1914). Pero el

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psicoanálisis como teoría y técnica de análisis social se ha limitado en relación a la música, en algunos casos como vía de sublimación y en otros como algo que escapa al lenguaje, a lo simbólico, relegado al plano imaginario. La música se ha limitado en el psicoanálisis como un elemento más a interpretar en la historia del analizante. Pero la música puede ser un objeto de análisis, de resistencia, transferencia etcétera, como lo puede ser cualquier otro. Tenemos por ejemplo el famoso caso del psicoanálisis de un día en Gustav Mahler y cómo le ayudó a sobrellevar su síntoma (Pérez, Juan Fernando; 2010). O del caso muy comentado por analistas

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posteriores a Freud de Herbert Graf, destacado musicólogo y productor de óperas mejor conocido como El Pequeño Hans. ¿Por qué ha escapado la música al análisis profundo de la metodología freudiana y sus continuadores? Por lo que se sabe, Freud no sentía mayor placer por la música, según nos comunica Mercedes Iglesias (2010). De hecho la música carecía de significación para él, in-significante en su naturaleza si se quiere. El maestro que sentó las bases de la subjetividad fundamental del inconsciente dejó un área sin abarcar. Debido a esto, al revisar la bibliografía se habla de la música como un imaginario inson-

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dable que permite salida de lo real, que escapa al lenguaje, a la simbolización y por tanto a los significantes (Rodríguez Penagos, Juan Manuel). Hay de considerar que esta concepción es errada, ya sea por desconocimiento, por no ajustar la técnica al fenómeno del acontecer musical, y por la falta de formación en términos musicales básicos que son necesarios para una reflexión más o menos exhaustiva del acontecer melódico. La música es tan antigua como la humanidad misma, ha formado parte de rituales religiosos, preparativos para la guerra, festejo de ocasiones de matrimonios, cierre y/o apertura de ciclos anuales, y hoy en día se goza de la posibilidad de escuchar a cualquier intérprete gracias a la tecnología y las telecomunicaciones por el puro placer que causa. Las reconstrucciones de idiomas antiguos, abarcando hasta los hallazgos del proto-indoeuropeo, muestran que ciertas inflexiones en el tono, entendiendo tono en su sentido musical, eran necesarias para la producción del lenguaje.

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Esto ha sobrevivido en el árabe y algunas lenguas chinas, sólo por hacer mención de unos casos. También ciertos elementos son universales para todas las practicas musicales. La idea de que el sonido se repite cada cierto ciclo de sonidos, la 8va justa del sistema musical occidental, la idea de que hay una nota do más grave o más aguda que otra, implica desde el punto de vista de la física la mitad o el doble de la frecuencia, así como también hay un color azul más claro o más oscuro, permitía a los grandes coros griegos, conformados por hombres y niños, la interpretación de himnos cantando la misma nota a 8vas distintas. Así también podríamos considerar el armónico más puro después de la 8va, el de 5ta justa, también universal en distintos sistemas musicales a lo largo del globo. Lo que si bien no es cierto y que se ha mantenido desde la época de la Ilustración Francesa y el compendio realizado que dio origen a la Enciclopedia en la misma época, hasta el día de hoy, como uno de los mitos que remite al Gran Otro, es que

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la música sea el lenguaje universal. Lo cierto es que es tan universal como tanta gente comparta el lenguaje en sí mismo. El lenguaje que se denomina como tonal, que se instauró desde el siglo XVII hasta el XX en lo que respecta al ámbito de la música académica, y que sigue vigente en la música popular, comercial y el jazz, permitió a Bach realizar sus grandes fugas, le permitió a Mozart componer su “Requiem” y a un músico sordo alemán componer nueve sinfonías, e incluso hoy en día permite a las estrellas de música pop armonizar sus canciones. Por esto el oyente común no puede tolerar a Schoemberg, Bartok, Ligety, Say, Messiaen o Cage, entre muchos otros grandes compositores del Siglo XX y XXI, y a duras penas puede con Debussy y Stravinsky. La ruptura con el sistema tonal implica una imposibilidad de dar significación a lo que se escucha al grueso de los sujetos ya acostumbrados al lenguaje tonal. En mi experiencia como músico, he visto el constante rechazo a la música del siglo XX y XXI entre alumnos y profesores de conservatorios, llegando a denominarla vidrio molido, inclusive es harto común escuchar el “no entiendo”, en referencia al acontecer armó-

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nico y melódico de los acordes utilizados. Adelantándonos a la interpretación analítica, es posible ver esto como un encuentro con lo real, insondable para lo simbólico. Entonces los oyentes y los músicos pueden y dan significación a la música, se cumple uno de los fundamentos de Lacan, “debajo del significante no hay nada”. Por otro lado, en la psicología y la neurología, Zetner, Gradjean y Scherer (2008) han demostrado mediante métodos estadísticos y generando su Escala Musical de Ginebra (GEMS) que los oyentes pueden de manera consistente aportar una significación bastante acertada de lo que se escucha. Se puede decir obviamente que esto remite al Otro (a), al tesoro del significante que precede a cada sujeto, puesto que no hablamos, somos hablados por el Otro (A). Una melodía no es triste por el mero hecho de ser triste, es triste porque se ha enseñado que es así, intuitivamente se sabe que ciertas melodías evocan tristeza, por poner una emoción muy básica. En relación a lo anterior, un estudio realizado por Thomson y Robitaille del año 1992 (Deutsch 2012) exigía a cuatro compositores exitosos que crearan melodías cortas para expresar seis emo-

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ciones específicas: alegría, tristeza, exaltación, embotamiento, ira y paz. Las melodías fueron presentadas por una computadora para eliminar el elemento interpretativo a catorce personas con entrenamiento musical básico que lograron identificar con éxito la emoción que querían comunicar los compositores. Esto es respaldado por el trabajo de Juslin y Laukka, hecho en el año 2003 (Deutsch 2012), que en una revisión y un posterior análisis de investigación sobre la expresión emocional en la música, explicaron que los músicos profesionales pueden expresar con muy alta precisión cinco emociones: felicidad, ira, tristeza, miedo y ternura. Por otro lado, ¿qué sucede cuando enfrentamos a un sujeto a una práctica musical que escapa de sus referencias culturales? Lo cierto es que poner a una persona occidental a escuchar música folclórica camboyana, por poner un ejemplo, tiende a ser algo hasta desagradable para el individuo occidental. La 8va no es dividida en igual número de partes que en el sistema europeo, cuando hay acordes no están construidos ni se resuelven por la reglas de la tonalidad y el manejo de timbres es distinto. En síntesis, no hay referencias para interpretación subjetiva de la música y no le permite al Sujeto sentirse como tal, se puede asumir que incluso llega a ser un encuentro con la Falta (a) inherente a todo ser humano. Aunque cabe destacar que Daniel Levitin ha encontrado que el poder escuchar 20 horas de música extraña al menos tiende a ser suficiente para poder interpretarla correctamente (2006). Siguiendo este orden de ideas, uno puede llevar a un niño cantor de Viena a Camboya para cantar una melodía sencilla, típica y por la incompatibilidad de sistema se ve impedido para reproducir la música; igualmente un niño de Camboya no puede reproducir una canción como La Cucaracha. (Pérez Valero, L. 2015-16). Se deja sentado de esta manera que la música posee un lenguaje propio, unas series estructuras, que si bien no son cien por ciento rígidas y el análisis de partituras y audios han demostrado que los compositores de todo tipo no siempre siguen un patrón estricto, pueden jugar con las estructuras musicales mismas, se pueden crear nuevas, se puede de hecho hablar de un propio lenguaje musical como hacía Messiaen. Inclusive el trabajo del maestro de composición con sus alumnos es el de ayudar a sus alumnos a encontrar su propio lenguaje (Pérez Valero, L. 2015-16; Messiaen O. 1956). En el psicoanálisis, según la enseñanza de Lacan, la voz es un objeto separable en la experiencia subjetiva desde un principio de la actividad

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humana, se puede cerrar los ojos y seguir escuchando a los otros y al Otro (A) y sentirse reflejado. Dios en el antiguo testamento hace sentir su mandato, su ley, pero no se muestra a sí mismo en su forma plena, quizás inclusive es posible formular que en el principio de la tradición oral no se mostraba visualmente a sí mismo; en cualquier caso, el imperativo superyoico es altamente evidente, la ley es un elemento sonoro. El pueblo judío cantó los salmos de modo antifonal para su alabanza, recordando no sólo su bondad, sino su ira y su ley. Y es que no sólo es importante lo que se dice fonéticamente, es de suma importancia cómo se dice. Para Enrique Racker, “el canto es una tentativa de descargar la libido en una forma anterior a la genitalidad” (pág.13), un reemplazo del lloriqueo y grito infantil, la primera forma de demanda que tiene el infante en el mundo, pero que en la medida en que es atravesado por el lenguaje le es menos tolerado, su madre le enseña el canto como una vía de expresión, le habla con el canto, y no sólo pone su deseo a través de las palabras dichas, lo atraviesa con su emocionalidad entonada. De ser así, la música no puede ser un medio

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puramente imaginario, la pulsión necesita vías simbólicas de descarga. El cómo se puede decir algo (o al menos intentarlo) es el fundamento esencial del canto, y el canto es la forma más primitiva de música que tienen las personas, no sólo por su directa relación con el organismo, sino que además las madres cantan por los más diversos motivos, con el canto se quiere no sólo simplemente embellecer un significado, sino además acentuar esa significación, estar seguros que la persona que escucha entiende la carga emocional que se posee en el momento, y cómo los espectadores esperan recibir esa carga. El canto tampoco cesa de inscribirse; circunscribiéndonos a la historia del canto en el ámbito académico, se puede hablar desde el canto gregoriano, pasando por el bel canto italiano, el canto dramático wagneriano (el que por cierto merece todo un abordaje tanto en el análisis hacia su música como los músicos, especialmente los cantantes que tienden a generar nódulos en la garganta) hasta las más modernas técnicas de expresión como el Sprechstimme Schoembergriano usado en el Pierrot

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Lunaire, los glissando odiados por los maestros tradicionales del canto lirico o inclusive el canto sin texto, los bocca-chiusa literalmente boca cerrada, un canto donde se niega la palabra desde el Sujeto, o la sequenza de Luciano Berio, donde hay musicalidad y texto, pero un texto sin significación. La historia de la música ha demostrado que siempre hay un espacio vacío que compositor y cantante pueden llenar con alguna innovación. En la posmodernidad incluso se ha jugado con la falta misma, poniéndola en primer plano, con o sin intención (Barker P. 2012). La voz como objeto es parte de lo que constituye el cuerpo psicoanalítico, es dado por el Otro desde el Otro, y a su vez es constituyente de la pulsión, porque según Marcel Augusto Pérez sólo el hombre posee un lenguaje y sólo el hombre puede sufrir los embates del significante, así como vive tratando de llenar la falta inherente al Otro y a sí mismo, a través de la generación de nuevos significantes. La norma paterna llega en buena medida a través del objeto voz, es estructurante y tal vez es por esto que los niños autistas demuestran una gran sensibilidad por la música. Por otro lado, el filósofo y psicoanalista Slavoj Zizek(2006) ha realizado una análisis interesante y bastante singular del 4to movimiento de la 9na Sinfonía de Beethoven, específicamente la “Oda a la alegría”. Zizek demuestra la adaptabilidad ideológica de la sinfonía ya que es usada no sólo como el himno no oficial de la Unión Europea, sino además como motivo de celebración en la Alemania nazi, una obra del proletariado de la URSS o inclusive en la China de Mao. De la 9na remite a cómo debajo de un significante no hay nada, aunque cualquier música como significante, y en tanto que significante, es un espacio vacío que puede contener cualquier significación, pero eso no quiere decir que no tenga una direccionalidad. Arnold Schoenberg es descrito como el gran compositor que rompió tanto con el sistema tonal, así como con las formas musicales académicas (Es decir, el modo en que se estructuraba la música, del mismo modo como se puede estructurar una novela o un libreto) que se venían trabajando desde el período barroco, un completo alejamiento en lo que al lenguaje musical se refiere. Schoenberg, padre del dodecafonismo y el serialismo, fue a su vez contemporáneo con el padre del psicoanálisis, Sigmund Freud. Es probable que al mismo tiempo en que Schoenberg rompía con la tradición académica musical europea, y sufría un enorme rechazo tanto de compositores, músicos ejecutantes, crítica especializada y la no especializada, hubiera tenido un desencuentro con Freud, ya que con sus nue-

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vas y extrañas armonías irrumpía en los oídos de los oyentes de finales de la modernidad. Ellos no sólo fueron contemporáneos, sino que además residían y trabajaban en la misma ciudad; ambos, de origen judío, padecieron la persecución y censura nazi. ¿Era realmente posible que no se conocieran estos hombres cultos y de sociedad?, ¿cuál hubiese sido la impresión mutua de estos hombres y sus aportaciones? Se hace necesario una revisión del material histórico que puede aportar mucho no sólo a esta línea de trabajo, sino también a la compresión del pensamiento de ambos hombres. Según Levitin, el escuchar 20 horas de música ajena a nuestro lenguaje para poder entenderla a nivel auditivo es volver a dejarse barrar por el Otro (A), y al mismo tiempo barrar al Otro (A); en suma, seguir inscribiendo lo que no cesa de inscribirse. La música tiene dos propiedades interesantes a destacar, sonido y ritmo. El sonido es referido en la práctica musical como altura, de abajo a arriba, equivalente a grave y agudo respectivamente, un suceso de significación vertical, mientras que el ritmo es un acontecer en el tiempo, es horizontal. Existe de esta manera un eje de coordenadas X y Y. Pero aún más, existen las dinámicas tales como ligaduras, pianos y fortes, con senza da sordina etcétera, que están circunscritas a los ejes anteriores y que a su vez cambian por completo el resultado sonoro, y es posible proponerlo como un eje Z. Por tanto, se puede tener la idea de que la música ciertamente representa orden. No orden en el sentido de una partitura que debe ser leída e interpretada de manera estricta, pues el problema de interpretar sigue estando de pie, como puede ser la interpretación de una obra platónica o el más mal interpretado de los filósofos, como lo es Nietzsche. Otro aspecto a tomar en cuenta es el hecho que se le da nombre a la notas musicales: do, re, mi, fa, sol, la, si. O se le asignan letras, como aún hacen los anglosajones y alemanes: C, D, E, F, G, A, B y si algo puede ser nombrado, está siendo simbolizado. Si posee un ritmo posee un orden; si las notas y los acordes deben sucederse bajo un parámetro definido, hay ley, hay un nombre del padre que desplaza el deseo de la madre. Por tanto, la música no sólo es simbolizada, al mismo tiempo sirve para simbolizar, para dar una especie de estructura al sujeto. Creo que no sólo en la música, sino en el psicoanálisis aplicado a las artes, el des-

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conocimiento de las bases teóricas y técnicas han afectado gravemente, dando por resultado el que se ignoren muchos acontecimientos en el discurso artístico. El artista, al igual que el neurótico, muchas veces dice más de lo que quiere decir, pero no sólo es la figura en la pintura, la toma de una escena, la progresión de los acordes y lo que esto en conjunto o por separado haga sentir. Es también el cómo se intentó decir, por qué unos acordes en particular, por qué estas pinceladas, si hubieran sido mejor estas otras, por qué usar un plano en una escena y no otro; donde hubo un fallo en decir algo, se dijo otra cosa, eso da otra visión del Sujeto. En la práctica psicoanalítica frente al analizante la técnica y el cómo se emplea para un síntoma en particular, es lo que brinda la información para la interpretación, especialmente los equívocos. Considero por analogía que es necesario y obligatorio para quien muestre un profundo interés en una forma de arte y quiera realizar un aporte de naturaleza freudiana, empaparse tanto como pueda del arte a abordar, no se exige que sea en el caso de la música un gran intérprete consumado, con un entrenamiento auditivo extenso y una gran capacidad de lecto-escritura musical, pero sí tener nociones claras del lenguaje musical que permitan una compresión más o menos profunda de la obra musical a analizar. Por último, cabe acotar que esto no es más que una muy ligera aproximación a todas las posibilidades que envuelven la música. Diferenciar entre la experiencia del oyente y del músico, la relación del cuerpo del músico con su instrumento. Las posibilidades son enormes y se requiere una particular dedicación a cada posible aspecto, pero es menester empezar por algún sitio, aunque las concepciones cambien a lo largo, también se encontraran errores y callejones sin salida durante el recorrido teórico, como ya le ocurrió tanto a Freud como a Lacan, y quienes abordemos esta incógnita viviremos lo mismo muy probablemente.

FRANCISCO A. HERNÁNDEZ SABATINO Francisco Antonio Hernández Sabatino es psicólogo por la Universidad Arturo Michelena (Venezuela) y participó con el Grupo Psicoanalítico Carabobo. Actualmente labora atendiendo niños con autismo en el Equipo de Atención Integral al Niño. Ha estudiado música en el Conservatorio de Música de Carabobo, donde se desempeña como contrabajista, culminando el estudio de Lenguaje Musical en 2015.

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Algunas consideraciones en la psicoterapia infantil Laura Lorena Hernández Velasco

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l psicoterapeuta infantil cuenta con una sólida formación académica que se consolida por el paso y repaso de la psicología evolutiva para diferenciar las características físicas, emocionales y cognitivas de cada paciente, de acuerdo a lo esperado para la edad cronológica. Además se prepara personalmente para acompañar procesos desde el modelo psicoterapéutico que mejor le funcione y acomode a su personalidad. Es decir, cada uno elige el camino y la visión con la que quiere sostener, contener, apoyar o bien mejorar el conflicto de un me-

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nor que acuda a la sesión. En este andar, habrá quienes se sientan a gusto buscando técnicas que mejoren las necesidades psicológicas y la funcionalidad infantil; otros tratarán de encontrar en formaciones, especializaciones y maestrías las alternativas viables para guiar emocional y conductualmente. En la psicoterapia infantil se focaliza la atención en la vivencia afectiva, empatizando con todo el sistema familiar. Se observan e integran los elementos del contexto tanto como las tendencias y temperamento del menor para desarrollar el proceso de acompañamiento. A lo largo del tiempo y con la experiencia compartida por expertos en la psicoterapia infantil, se señalan puntos específicos de trabajo: l Realizar las primeras sesiones con los padres para abordar el motivo de consulta y la percepción de cada uno de ellos. Es importante ampliar todos aquellos datos que ubiquen la historia de desarrollo y su implicación en los acontecimientos actuales. l Revisar el funcionamiento del sistema familiar, los tipos de apego que establece cada uno de los progenitores, la manera en que satisfacen necesidades básicas y afectivas, así como los parámetros de frustración existentes. l Considerar, dependiendo de la exploración de la demanda y de acuerdo a las características del caso, la evaluación de desarrollo psicológico mediante una batería de pruebas, dirigida a explorar áreas madurativas, intelectuales y afectivas. l Participar activamente con otras especialidades de acuerdo al caso, entre las que destacan los terapistas de lenguaje, aprendizaje y ocupacionales, además del neuropediatra o paidopsiquiatra. l Iniciar el proceso de psicoterapia una vez que se acuerden los momentos y alternativas de intervención. En la medida del avance, se establecen sesiones de seguimiento con papá-niño, mamá-niño y ambos con el niño. l Considerar que las circunstancias de vida del menor influyen en comportamientos adaptativos, por lo que la mejora es un proceso continuo que puede variar de dirección por las situaciones emergentes dentro del proceso. Ahora bien, en las primeras sesiones con el niño se establece el contacto relacional, que se refiere a las características predominantes en la interacción, las cuales implican la espontaneidad, confianza, desconfianza, rigidez, amabilidad, oposición, disposición, entre muchas otras. La presencia del psicoterapeuta, el espacio de psicoterapia y los medios creativos de intervención proveen un sinfín de posibilidades para constituir la alianza entre dos seres que comparten un momento de vida afectiva. En esta relación se promueve el reconocimiento y la expresión de sentimientos y necesidades a través

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de actividades lúdicas que favorecen el sentido de realidad, el incremento de habilidades sociales y la interacción con el mundo. Asimismo, los padres requieren de pautas que les permitan experimentar su participación activa en la formación integral del menor. Necesitan de un espacio en el que compartan miedos, frustraciones, expectativas y altas demandas. Brindarles la guía efectiva amerita un psicoterapeuta coherente, consistente y concreto en las posibilidades de acción, capaz de transmitirles seguridad y confianza en el proceso para que sean ellos quienes promuevan la autoregulación del menor y favorezcan los recursos de afrontamiento, asumiendo el rol de compromiso desde la mirada de amor, compromiso que también asume el psicoterapeuta con su pequeño paciente. “Me es necesario recordarles que la mejor técnica de cura es el afecto, es el cariño por nuestro paciente cargado de presencia, lo que le va a ayudar a salir de aquel sitio donde se ha metido. El proceso de cura tiene que ver más con nuestro corazón y nuestra piel y nuestro estómago en el momento de sentir el mundo del niño, sus recuerdos y sus silencios, la angustia o indiferencia de sus padres y de sus historias, que toda una lista de excelentes ejercicios. La técnica de ir siempre un poquito más allá en nuestro compromiso con el paciente, siempre será la más efectiva” (Cornejo, 1996). Éste sólo es uno de tantos caminos.

LAURA LORENA HERNÁNDEZ Laura Lorena Hernández. Licenciada en psicología con especialidad en Psicoterapia Gestalt Infantil.Catedrática de la Universidad Anahuac, Oaxaca. Dedicada a la consulta privada en niños, adolescentes y adultos.

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Psicoanálisis y neurociencias

Eugenio Bustillos Sánchez

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a relación entre el psicoanálisis y los campos de la medicina es histórica y se remonta a los mismos orígenes. El desarrollo profesional de Freud lo lleva al campo de la medicina, originalmente dirigido a la investigación en el campo naciente de la neurología, sin embargo, la realidad económica que enfrenta le hace desistir y ocuparse del quehacer médico, para lo cual realiza una serie de actividades, entre las que destacan la visita a París, al Hospital de La Salpetriere y su paso por el pabellón psiquiátrico del hospital general vienés. El estudio de la histeria le lleva cada vez más a deslindar la frontera entre el psicoanálisis y otros campos de la medicina de la clínica de la mirada a una novísima dimensión de la clínica de la escucha, sin que deje de jugarse, en ambas, la dimensión del cuerpo. La producción significante podría llevarnos a diferentes derroteros, pero dedicaré el tiempo a la revisión de, al menos, dos aspectos: el histórico y el papel del proyecto de psicología, así como otros textos prepsicoanalíticos en esta intertextualidad; y segundo, el campo de la clínica psiquiátrica y psicoanalítica para reconsiderar en ésta el mismo orden de ideas.

Sobre el proyecto…

Este año se cumplen 121 del intento de escritura del Proyecto de Psicología para Neurólogos de Freud. Entre 1886 y 1896, Freud, el médico, va transitando hacia el campo de la psicología y descubriendo el tortuoso cami-

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no del psicoanálisis. ¿Por qué escribir un proyecto de psicología, y además, para neurólogos? La decisión de cambiar el rumbo, frente al nebuloso futuro como investigador en el Instituto de Fisiología, le hace volver la mirada al campo de la medicina. Desecha el campo de la psiquiatría por razones prácticas, pues le parece que no tiene elementos terapéuticos prácticos ni suficientes y continúa por el campo de la neurología en el cual es experto. Gradualmente abandona el campo clínico de la neurología y se descentra, para colocarse en el incipiente campo de las neurosis. En su relación con Fliess, Freud habrá de transmitir sus inquietudes acerca del proyecto, mismo que viene pensando desde tiempo atrás. Freud mantuvo con Fliess una fuerte relación de intercambio epistolar entre 1887 y 1902. Fliess era médico berlinés, de especialidad otorrinolaringólogo, dedicado a las enfermedades del oído, nariz y garganta, y fue por quien Freud se hizo escuchar. Los significantes, a la manera de la carta robada, circulan entre ellos, como circularán entre Freud y la neurología y como continúan circulando entre las neurociencias y el psicoanálisis. En la carta 24, del 25 de mayo de 1895, Freud le refiere lo siguiente: “Esa psicología me ha hecho desde tiempos inmemoriales su lejano y cautivante llamado, pero ahora, desde que di con las neurosis, se ha tornado mucho más próxima. Dos ambiciones me atormentan: primero, averiguar qué forma cobrará la teoría del funcionamiento psíquico si se introduce en ella un enfoque cuantitativo, una especie de economía de la energía nerviosa, y segundo, extraer de la psicopatología aquello que pueda ser útil para la psicología normal…” Meses más tarde, el seis de agosto, en la carta 26, comenta:

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“Después de una larga reflexión, creo que he llegado a comprender la defensa patológica y, al mismo tiempo, muchos importantes procesos psicológicos”. Días más tarde, el 16 de agosto, en la carta 27, refiere: “Después de todo, yo sólo pretendía explicar la defensa, pero hallé que eso me llevaba a explicar algo que pertenece al núcleo de la naturaleza. He tenido que elaborar los problemas de la cualidad, el dormir, la memoria: en suma, la psicología entera. Ahora no quiero saber más de esto”. Freud pretende relacionar una de las inquietudes milenarias del saber humano, la relación entre psique y soma, pero cada vez que lo intenta se encuentra con algún obstáculo que le confunde. El recorrido va de la psicopatología a la psicología normal, del incipiente concepto de defensa a la elaboración de los procesos normales de la psicología. Los estudios de Freud publicados durante su estancia en el Instituto de Neurología, seguían la línea de la ciencia dura, bajo un método estricto y objetivo, y eran de tipo experimental para establecer los procesos fisiológicos normales del sistema nervioso. Señalemos su relación con la cocaína y cómo ésta se colocaba en el plano de una substancia con posibles usos terapéuticos, de lo cual se derivaron sus experimentos con la misma y sus propiedades anestésicas que estuvo a punto de publicar. Sólo unos años más tarde, en 1906, Santiago Ramón y Cajal obtuvo el Premio Nobel de Medicina con sus resultados sobre la histología y la fisiología de la neurona, con lo cual fundó la llamada doctrina de la neurona, pero para entonces Freud había abandonado totalmente el proyecto, desde 1895. El ocho de noviembre, en la carta 35 le informa a Fliess que lo ha dejado en un cajón. Finalmente, en la carta 39 del primero de enero de 1896, elaboró una

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última y larga consideración teórica y definitivamente lo abandonó. Con esto, Freud estaba completamente descentrado, ahora se ubicará en la doctrina de las neurosis… En 1893 Freud publicó en los Archivos de Neurología un trabajo realizado a sugerencia de Charcot, titulado “Algunas consideraciones con miras a un estudio comparativo de las parálisis motrices orgánicas e histéricas”. Allí, señaló, a propósito de su clasificación sobre las parálisis orgánicas, las llamadas parálisis de representación, para denominar a las parálisis cerebrales. El argumento era simple, en las parálisis periféricas, cada elemento de la periferia corresponde a un elemento en la substancia gris medular, lo que da lugar no sólo al arco reflejo, sino a la inervación terminal neurona-efector. Para la corteza cerebral no ocurre lo mismo, dada la complejidad de la estructura medular, las proyecciones nerviosas se agrupan, formando cordones que ascienden a la corteza, reubicándose debido a un entrecruzamiento, por lo que las proyecciones corticales de la periferia ya no son punto por punto, sino una proyección de fibras que llama representativas, de ahí el nombre de las parálisis de representación para denominar a las parálisis cerebrales. Por su parte, apunta Freud, las parálisis histéricas simulan a las parálisis orgánicas de representación, nunca a las periféricas de proyección. La primera es una parálisis “de una representación especial, cuya característica debe ser descubierta”. El término es usado clásicamente en la filosofía y la psicología para designar lo que uno se representa, lo que forma el contenido concreto de un acto de pensamiento y, especialmente, la reproducción de una percepción anterior. La representación proviene del alemán: vorstellung y es un término clásico de la filosofía alemana. En ese momento Freud, habiéndoselas con la histeria, se apartará del campo médico y de sus mentores, quienes sostuvieron la tesis de la posible etiología orgánica de la histeria, pensándola como una posible degeneración hereditaria de tipo fisiopatológica. Freud irá más allá del objeto–cuerpo–representación neurológica, hacia lo que definirá como la representación inconsciente–cuerpo–objeto. Freud, para concluir su trabajo, estableció la hipótesis acerca de la posible etiología de las parálisis histéricas, recurriendo al concepto de “lesión funcional o dinámica” en el sentido de “alteración de una propiedad funcional”. Freud intentó demostrar que es posible la existencia de una alteración funcional sin la lesión orgánica correspondiente, aun “mediando el análisis más delicado”. Señala, lo que en verdad está alterado en la parálisis histérica no se relaciona en lo absoluto con un conocimiento anatómico ni siquiera relativo al sistema nervioso, sino a la concepción popular de los órganos y del cuerpo en general, y que proviene de la experiencia de nuestras percepciones de naturaleza táctil y visual, por lo tanto, la parálisis histérica será derivada de la alteración de la “concepción (representación) de la idea del órgano afectado”. El mecanismo sería una ruptura de la asociación entre la concepción del ór-

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gano afectado y el resto de las ideas que constituyen al yo del cual el cuerpo forma una parte importante. La lesión sería “una abolición de la accesibilidad asociativa de la concepción del órgano”. El mecanismo desencadenante resulta de la asociación afectiva del órgano con un primer objeto, asociación afectiva intensa que lleva a rechazar otra posible asociación con un nuevo objeto, haciendo inaccesible la asociación con la idea de ese primer objeto. La parálisis histérica muestra que “el órgano paralizado o la función abolida están envueltos en una asociación subconsciente provista de un gran valor afectivo…”. Entonces, aun cuando la representación del órgano se conserva en el plano material, no es accesible para las asociaciones conscientes porque toda su afinidad asociativa está saturada en una asociación subconsciente con el recuerdo del suceso, del trauma productor del síntoma. Tiempo más tarde, al publicarse los Estudios sobre la Histeria, en el caso de la señora Emmy von N, Freud recurre a esta misma teoría para explicar un síntoma totalmente ajeno al campo de la neurología, la anorexia. El gran descentramiento freudiano está en marcha, el cuerpo es ahora objeto de una postura radical que no será más sólo para la mirada, sino para la escucha. Volvamos al proyecto: ¿Por qué Freud abandonó el proyecto? En primer lugar, ya estaba construyendo la teoría de la sexualidad, que empieza a plantear en los textos de las neuropsicosis de defensa, problema que resolvió de manera paulatina en el transcurso de los dos años siguientes a través de su autoanálisis y de la construcción de la teoría sexual infantil. En segundo porque el proyecto no dejó de inscribirse en lo que actualmente denominaríamos una psicofisiología; por ejemplo, cómo Freud maneja el concepto de memoria, necesario para que el aparato pueda elegir de manera adecuada entre diferentes respuestas posibles provenientes del exterior, así como el uso del concepto de retroalimentación, como un medio de corregir los errores que se producen en su relación con el medio ambiente. Y en tercer lugar, porque se dio cuenta de la imposibilidad de seguir avanzando paralelamente a la teoría neuronal, lo que le llevaría, precisamente, a desarrollar la metapsicología. Freud comprobó que en su proyecto, a través de su aparato neuronal, no podría dar cuenta de lo que en su texto del Yo y el Ello llamó “la única antorcha en la oscuridad de la psicología de las profundidades”, es decir, “la propiedad de ser o no consciente”, es decir: inconsciente. En su texto “Esquema del Psicoanálisis”, su obra póstuma, afirmó que el punto de partida para la indagación de la estructura del aparato psíquico “lo da el hecho de lo inconsciente, hecho sin parangón, que desafía todo intento de explicitarlo o describirlo”. La década de los noventa del siglo pasado se llamó la década del cerebro porque las neurociencias aportaron gran cantidad de descubrimientos sobre las funciones cerebrales, el papel de los neurotransmisores permitió comprender muchos de los procesos fisiopatológicos de las enfermedades mentales, también se intentó demostrar las propiedades del inconsciente, a través de los pro-

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cesos recién descubiertos, algunos, principalmente en el campo de la fisiología neuronal, apuntando al llamado periodo de latencia entre el estímulo y la respuesta, fenómeno que implicaría el proceso inconsciente de elección, sin embargo, todos han sido fallidos. Aun el mismo Freud, que reconoció que en el futuro podría conocerse el funcionamiento químico subyacente a las neurosis, estableció que la relación del sistema inconsciente con el cerebro lo era a la manera de una corteza, como la del cerebro, estableciendo así la relación directa con el exterior, no sólo ambientalmente hablando, sino también exterior al aparato psíquico, por lo cual consideró al mecanismo de la represión uno de sus pilares teóricos fundamentales que le permitió esclarecer la diferencia entre la conciencia neurológica y la conciencia psíquica, siendo ésta última efecto de lo inconsciente.

Intertextualidades

La intertextualidad entre la psiquiatría y el psicoanálisis es clara actualmente. El desarrollo científico planteó una hiperespecialidad de sus campos, lo que llevó al desarrollo del concepto de interdisciplinariedad, donde una o más ciencias confluyen abordando desde diferentes enfoques el mismo objeto de estudio, lo que da lugar a las intertextualidades. Freud ya había comentado esta realidad de encontrar las sustancias químicas que algún día pudieran explicar ciertos comportamientos, lo cual no excluye ni vuelve anacrónica su postura teórica respecto del sujeto del inconsciente. No deja de ponderar el papel del sistema nervioso en relación a las estructuras subjetivas, pero al mismo tiempo es certero cuando establece la relación entre el psicoanálisis y la psiquiatría. Es importante realizar la anamnesis del síntoma, pero no dejarla en la pura interpretación semántica semiológica que permite categorizar el problema o motivo de consulta en un diagnóstico desprovisto de la subjetividad de quien lo padece. Freud reclama a la psiquiatría y a la medicina no escuchar, no prestar atención a lo que tienen que decirles, tanto que se han enajenado de toda posibilidad de encontrar lo valioso de sus decires y con ellas llegar a observaciones en profundidad. Freud consideraba que en la naturaleza del trabajo del psiquiatra no había nada que pudiera rebelarse contra el abordaje psicoanalítico. Para él, eran los psiquiatras quienes se resistían al psicoanálisis y no la psiquiatría. “El psicoanálisis es a la psiquiatría lo que la histología a la anatomía… Es inconcebible una contradicción entre estas modalidades de estudio, una de las cuales continúa a la otra”. El desarrollo de la psiquiatría, a partir de la escuela alemana y la francesa, asumió dos concepciones teóricas: la organicista y la funcionalista. La primera prometía encontrar esos procesos fisiopatológicos subyacentes y la segunda, sin desdeñar el trasfondo fisiopatogénico posible, consideraba que era la estructura psíquica la que se desorganizaba hacia un nivel anterior de funcionamiento con la finalidad de reacomodarse ante la enfermedad. Hasta los años cincuenta del siglo pasado, el psicoanálisis fue una herramienta fuerte dentro del quehacer psiquiátrico, sin olvidar el importante desarrollo que tuvo

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en Norteamérica debido, entre otros factores, a la migración de psiquiatras y psicoanalistas por la II Guerra Mundial. Con el avance de las neurociencias, la psiquiatría americana se fue desligando de su relación con el psicoanálisis, el cual pasó a ser una importante herramienta dentro del marco teórico de la psicología académica y también continuó su relación estrecha con el campo de las ciencias sociales. Con la consecuente importación de conocimientos, América Latina y México se vieron fuertemente influenciados por las nuevas aportaciones psiquiátricas que contribuyeron a un nuevo proceso de marginación de la subjetividad y del inconsciente. Desde esa marginalidad, el psicoanálisis ha mantenido un posicionamiento claro respecto de sus orígenes y sus propuestas teórico-clínicas, lo que le dio un fuerte posicionamiento aun dentro de la psicología académica y la universidad, además que un amplio grupo de psicoanalistas desde diferentes frentes, sin importar a la escuela a la que pertenezcan, se encargan de mantener el estudio y los mecanismos de transmisión, así como los dispositivos clínicos que continúan sosteniendo la dimensión de la subjetividad, la palabra y la escucha como una alternativa frente al organicismo académico, sin embargo, aun así, hay foros de intercambio y participación que continúan sosteniendo una apuesta de intertextualidad que lleva a un entretejido del quehacer de ambas disciplinas en ciertos dispositivos, principalmente de carácter clínico. Queda mucho camino por recorrer, nadie tiene la última palabra, ni toda la verdad se ha dicho y bajo ese tenor la apuesta por el psicoanálisis continua… aun cuando el proyecto sea un imposible, un impasse.

EUGENIO BUSTILLOS SÁNCHEZ Dr. Eugenio Bustillos Sánchez, médico ciru jano egresado de la Universidad Regional del Sureste (URSE). Médico especialista en psiquiatría, egresado de la UNAM y del Hospital 20 de Noviembre del ISSSTE. Formación en psicoanálisis con orientación lacaniana. Realiza consulta privada y docencia desde 1994.

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Reseña

Un diccionario

sin palabras

y tres historias clínicas Angel Morales

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n la literatura clínica abundan los artículos y libros de casos sobre salud mental. Pero como Jesús Ramírez Bermúdez (1973) además de ser neuropsiquiatra e investigador es escritor, presenta algo diferente en su nuevo libro, Un diccionario sin palabras y tres historias clínicas, editado por Almadia. No es a la manera de Freud, similar a la estructura del cuento policiaco, donde los síntomas son pistas para que el lector intente seguir al autor y al final éste descubra o resuelva el misterio. No es al estilo de Oliver Sacks, donde el autor plantea los casos y desaparece. No es tampoco el típico caso interrumpido constantemente por la sapiencia objetiva del autor, que trata de demostrar que siempre tiene la razón y el paciente es sólo la prueba. Eso es lo más común: el paciente se va al segundo plano y el médico al primero. El ego les hacer creer a los médicos que ellos son los más importantes. Hacen que intervenga su ego —yo— para que eso dé la medida de lo real. Sin embargo, Jesús Ramírez no duda en mostrar cómo en ocasiones el paciente sobrepasa al médico, ya sea con la sorpresa o con la desilusión. Además, da la impresión de que no trata enfermedades sino personas; sé que esto es ya un lugar común, pero en la actualidad es un lugar común demasiado extraño, más en el servicio público. Pocos atienden a un paciente sin cita, se involucran, intercambian teléfonos y tratan de forma amable a los familiares. La parte ética, aunque no es la intención del autor resaltarla, es imposible no notarla. Jesús Ramírez nos recuerda que incluso los hombres de ciencia no deben dejar a un lado la parte humana. ¿Pero hasta dónde se permite involucrarse? He ahí el riesgo, cuando el caso lo supera, lo sorprende o lo frustra. Es entonces cuando se deja a un lado la bata y la persona se muestra, dialoga y se

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interroga a sí misma. No es sólo la reflexión del médico, sino de la persona, de alguien que lee a Gadamer o al viejo Cioran por las noches. De ahí que el libro mezcle el ensayo y la narración y se nos presenten los casos de tres pacientes: Diana, Amanda y Elvira, cada una de diferentes contextos sociales pero con la imposibilidad de comunicarse. El problema es el lenguaje, tratar a personas privadas del lenguaje. Para Lacan el intercambio simbólico es lo que vincula entre sí a los seres humanos, o sea la palabra, y eso permite identificar al sujeto. Para Gadamer, el ser que puede ser entendido es lenguaje. Y las pacientes saben que hablan pero ignoran el lenguaje que hablan. Se cumple entonces la visión del psicoanálisis, el hombre es el sujeto capturado y torturado por el lenguaje. Y uno de los conflictos es que la terapia del lenguaje se centra en las palabras. Entonces, ¿cómo llevar la recuperación sin lenguaje verbal? Ya que éste no se atrapa por un cabo, debe ser tomado en conjunto. Y para que pueda ser capturado en conjunto debe ser tomado del lado del significante. Pero al parecer significantes y significados se almacenan en diferentes compartimientos cerebrales. Aun así el interés de Jesús Ramírez se mantiene porque sabe que el camino a la recuperación puede ser más de uno. Por ello mantiene la esperanza y el diálogo con sus colegas, está al tanto de los casos y se involucra en la vida de sus pacientes; entonces se muestra la vida de ellos fuera del hospital, de cómo los lazos familiares son la red de apoyo más importante para que intenten sobrellevar sus vidas. Y en uno de los casos pareciera que no son necesarias las palabras para tener una historia de amor. Durante todo el libro el doctor le explica a los pacientes, a los lectores, utiliza sólo términos necesarios, introduce al publico conceptos que sólo parecían

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Reseña

estar reservados a los neurólogos, los traduce para todo tipo de lectores. Pero no por eso deja a un lado la parte clínica, describe, apunta y señala de manera cronológica lo necesario para que los casos también sean estudiados. A la par se pueden leer acotaciones que no sólo explican, sino que extienden el texto; breves historias que se mantienen por sí mismas y que no podían relegarse a un pie de página. Por último, Jesús Ramírez comparte también un breve diccionario de neologismos producidos por sus pacientes del hospital psiquiátrico y otros más recopilados en textos clásicos de la psiquiatría. De todas las palabras propuestas, transcribo dos de las que más me gustaron. La primera es artigenizar, y se refiere a la fusión entre un humano y un mutante. La

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segunda es simportación, que es la habilidad única de algunas especies, principalmente extraterrestres, para pasar a través de los cuerpos de las personas, pudiendo mantenerse dentro de dichos cuerpos por largos periodos de tiempo.

ANGEL MORALES Escritor, psicólogo y periodista. Tiene un libro publicado, El último que muera apague la tele.

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Del falo a la Ouija

(La actualidad de la histeria / La histeria en la actualidad) Yahir Alonso Ortiz

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il novecientos setenta y cinco no sólo fue un año de agenda política para las mujeres. La dinámica mundial estaba preparada para que ellas atravesaran su fantasía; en todo caso las mujeres sabían que al otro lado del gentío congregado ante ellas ya no les esperaba la hoguera o lapidación, sino el empoderamiento. El trayecto de esa labor emancipatoria, revolucionaria, no ha sido un camino de rosas y es que el proceso es inexorable. “Ellas están aquí, ellas se han metido en nuestras cabezas”, diría el filósofo alemán de las esferas.

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Por etimología la histeria corresponde a la mujer, en lo cotidiano se sabe que los síntomas histéricos no son particulares de ellas, pero es esta parcela de la psiqué —lo femenino— la que está comprometida cuando hablamos de la histeria. Ahora bien, en el caso de la histeria, el rol que juegan los libros resulta alentador. Ni la hoguera, lobotomías o fármacos psiquiátricos lograron anular, borrar, callar a la histérica, sin embargo un libro sí lo hizo, el DSM IV. En sus más de 800 páginas trata de todo menos de la histeria, como sí lo hicieron los DSM anteriores.

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La histeria, con sus miles de años de registro, fue derogada de la didáctica y de la clínica psiquiátrica. Las clasificaciones o formas clínicas que se publicaron en su lugar resultan tan performáticas como el término que desplazaron. La intentona abolicionista se proponía excluir el concepto y con ello su clínica por obsoleto e insuficiente, y porque no resolvía nada, como si se tratara de códigos civiles según los psiquiátras norteamericanos, en años no se averiguaba la génesis de las dolencias y/o sus motivaciones; empero, faltaba más, la psicología norteamericana no es el mundillo PSI. Una golondrina no hace verano, lo que el DSM IV y la caterva psiquiátrica pretendía en realidad no escinde, en todo caso amalgama la identidad/ formación psicoanalítica de los filósofos actuales que siguen utilizando el concepto/síntoma de cualidades hipersígnicas al adentrarse en sus tratados: “La brecha en que me veo a mí mismo y el punto desde el que estoy siendo observado para parecerme amable es crucial para entender la histeria.” (Zlavoj Zizek); “Tengo nostalgia del Universo, tengo el mal de todos los países, exclama P…, víctima de una soledad múltiple.” (Paul Virilo); “El sentido real de devenir sujeto sólo puede entenderse desde el rearme y autodeshinibición del actor; en cierto modo, pues: por histerización.” (Peter Slöeterdijk); “…la lógica de la demanda histérica es estoy pidiendo esto de ti, pero lo que realmente te estoy pidiendo es que refutes mi demanda porque no es esto.” (Zizek); “Tres mariposas negras iluminadas por la oscuridad de la luz del saber occidental. Nos referimos a la prostituta, a la bruja y a la histérica” (Morales, Elí). Se colige que, en tanto la histeria no debe su existencia a clasificaciones didácticas o psiquiátricas, ni

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tampoco es propia de procesos socioeconómicos/sociopolíticos, como mal comprende Zizek, para el gremio psicoanalítico la postura psiquiátrica, al forcluir el concepto/síntoma, no pasa de ser precisamente: una histerización ejemplar. Lacán en su mítico viaje a Freud (todo viaje es un retorno), cual Orfeo, termina por emerger regresar con una histeria en brazos que, aunque histeria, tiene otras características, por lo que ya no puede ser tratada como la histeria prefreudiana. ¿Reconoce usted alguna de las siguientes situaciones? Hablemos de escarceos y ¿Amo-r? Hay un pasaje en El libro de la risa y el olvido, de Milán Kundera, donde ya entrados en romances, un joven es llevado a casa de otra de las protagonistas. Al llegar es desnudado, situación más esperada por cualquiera, pero ¡oh!, sorpresa, es puesto frente a un reloj… con intenciones castrantes, se verá después. ¿Por qué?, ¿para qué?, dejemos que Zizek despeje las incógnitas: “…está básicamente jugando a un juego de provocación histérica: Se dirige al Amo con una exigencia que a éste le será imposible cumplir y que pondrá, por lo tanto, de manifiesto su impotencia…” Históricamente las tendencias sociales indican que las relaciones son cada vez menos de formas intersubjetivas y más fetichistas (relaciones entre cosas). Las sociedades orientales tienen mucho que decir sobre el asunto, en tanto el consumo porno y la navegación web llevan a los jóvenes chinos o japoneses a encerrarse en sus recámaras sin salir por meses; quiero decir sin que ninguna autoridad, incluidos los padres, pueda sacarlos de ahí. Alguno de esos jóvenes sella la puerta principal de su recámara y abre una rendija donde sólo pasa un plato. Aunque tal condición no es particular de aquellos, las culturas latinoamericanas y las occidenta-

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les tienen lo suyo, si bien no en forma masiva. Acorde a las dinámicas planetarias (en parte promovidas por gobiernos, los media trasnacionales) y a los procesos evolutivos o desarrollo del ser humano, las mutaciones de los síntomas histéricos resultan inexorables. Y es que hay nuevos elementos, relaciones y ligazones de compromiso en torno a uno de los significantes más abarcadores de la psiqué e íntimamente ligado a la histeria: el Nombre-del-padre. En tanto dinámica, el Nombre-del-Padre transita, aunque al parecer, desde hace miles de años, sólo se le ve como horizonte. ¿Actualmente la experiencia del Padre va mostrándose fallida, construyéndose barrada (forcluida)? Ello llevaría allende hábitos y dinámicas consuetudinarias, a otras sintomatologías y padecimientos psicogéneticos. Como se mencionaba, a estas alturas se sabe que tanto el Nombre-del-padre como el Falo son dos formas clínicas inseparables a toda histeria de conversión, pero las características, la intensidad y sintomatologías con que irrumpen el siglo XXI difieren de los padecimientos catalogados por Freud o Lacan y antes por Charcot, Pierre Janet, Otto Fenichel, Breuer, hasta el estagirita. Otro síntoma muy alborotado, posible de rastrear por cualquier rincón social, es la ultrasoledad. “Solo entre dos,” decía Nietzche y esto lo resolvemos llenándonos de cosas, objetos, momentos, mas no de experiencias. Mi generación heredó ese vacío transgeneracional que motiva también aquellas múltiples soledades del sujeto mencionadas por Virilo no sólo a nivel subjetivo, también físico: migraciones paternas, familiares en los años sesenta hasta los ochenta del siglo pasado. En nuestras generaciones se acentúa el aprendizaje o identificación vicaria, los estragos de la sociedad del espectáculo y la mala/ deficiente educación por tener a la televisión como niñera o mala maestra. Los mass media han borrado arquetipos y favorecido imposibles estereotipos yoicos, si es que el estereotipo tiene vínculos con el Yo, porque existe la sospecha de que tales relaciones cliché estereotípicas resultan, más bien, lo que la sacarina al azúcar… sofisma puro y, sin embargo, marran. ¿Cuántos símbolos identitarios campanas, cruces, leyendas, mitos, calles, árboles han destruido, transformado o cambiado en los últimos años en tu comunidad?, ¿qué es lo que se ha puesto en su lugar? La tecnología electrónica es otro de los medios que contribuyen con la condensación y nuevas fantasías o símbolos otrora elementos satelitales de aquello mencionado como el Nombre-del-Padre. Si en el transhorizonte encontramos el Nombre-del-Padre for-

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cluido, no es difícil deducir por qué entonces el desborde histérico imperante a niveles de normalidad en lo cotidiano. Carlos Monsiváis escribió muchas líneas sobre las expresiones o el contenido tan exhibicionista de los viajantes del Metro, jóvenes cuyo comportamiento o lenguaje corporal y glosado sigue sonrojando a más de un adulto mayor. Se pueden sumar otras situaciones o elementos que han contribuido o acelerado la dinámica humana a niveles insospechados (curiosamente la ciencia ficción destacaba la evolución de las máquinas, pero no la de la psiqué y la del comportamiento), entre ellos: pobre contacto afectivo, la inmediatez, el hiperexhibicionismo, lo exprés, emociones lábiles, inteligencia emocional nula, la fast food; elementos, características, que se le atribuyen a la personalidad neurótica de nuestros días (Dogana). Ahora, si queremos aproximarnos a los actuales roles de la mujer en el mundo y ante la histeria, consideremos la siguiente tendencia. En el mercado de frases domésticas, las del tipo: “No necesitamos de un hombre para hacer las cosas”, están a la alza. Expresiones que a la vez que ilustran la emancipación femenina, su empoderamiento, muestran la ruptura del continuum histórico (¿sería tautología así?: …del continuum histórico relacionado con los mecanismos del Nombre-del-padre). Entonces ¿histérico o histérica?, depende desde qué posición se pregunte. Si reparamos un poco en la duda histérica per sé, “¿soy un hombre o una mujer?”, podríamos aminorar la angustia y las respectivas discusiones sobre qué género padece histeria. La duda histérica trasciende la situación del aspecto biológico, del órgano, hacia lo simbólico. En contexto esas frases funcionan como indicador de aquellas nuevas relaciones sociales, amorosas, familiares. Por ejemplo, el establecimiento cada vez más generalizado de familias monoparentales por decisión

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previa y no por conflictos directamente relacionados con el maridaje o filiares, es sintomático. Se consolida la familia recompuesta, no considerada en las clasificaciones, pero que ya no puede ocultarse en el entramado social actual. La velocidad es un elemento que enamoró a los modernos, aunque en la posmodernidad vuelta pandemia, amenaza la consolidación de las relaciones humanas. “La presión de la ciudad, la rapidez de los cambios, el estrés y la aceleración de las costumbres hacen que en cinco años una pareja moderna viva cincuenta años de los de una pareja de aquella época. Al haber vivido cincuenta años en cinco ya no soportan vivir juntos.” (Paul Virilio) Tampoco se puede soslayar la realidad de familias nucleares entrópicas, disfuncionales, donde la calidad familiar es dudosa y todo aquello relacionado con el falo ha tenido un corrimiento más acentuado hacia lo negativo (con mucha facilidad se denosta al varón, por no ahondar en los “me gusta viajar sola”). Fuera las normas, bienvenidos los imposibles acuerdos. Y si se suman las sensaciones libertarias que invaden al Yo a partir de un equívoco, al confundir narcicismo, albedrío, con libertad. Acciones filiares mecánicas ya de sí robóticas, o tan novedosas como singulares, están anclándose, puliendo su lugar en el imaginario melancólico del mexicano y modelan los nuevos ritos, ojo, no mitos. Lo imaginario (no-espacios ficcionantes), el estereotipo, la robótica (drones, humanoides, cyborgs y demás robots), la liquidez o cosificación de las relaciones amorosas han ganado ambientes y territorio a lo simbólico, al arquetipo, a los antropomitemas, quizá porque los procesos de la psiqué van siendo relegados a simples algoritmos, como los ven algunos estudiosos de la ciencia cognitiva, cuyo territorio e imaginario de tránsito es lo fortuito, instrumental y superficial. La histeria está más presente que nunca en las dinámicas individuales y sociales, con elementos y ligazones que la vuelven más compleja que en los tiempos de Freud. A través de la siguiente situación se puede dimensionar desde otro ángulo la cuestión: Estado de México. Seiscientas niñas de un internado enferman, caen en cama con sintomatologías físicas tan variadas como generalizables: “Las niñas aseguraron que esa enfermedad que mantuvo a 600 de sus compañeras sin poder caminar, se debió a una extraña maldición que les cayó porque una de las niñas fue sorprendida por las religiosas jugando la Ouija”. La teoría freudiana sobre la histeria suscrita hace más de cien años es suficiente, y la más completa aún hoy día, para dar cuenta de la epidemia observada en los seiscientos casos de histeria colectiva (de conversión) mencionada, de características muy similares a las registradas tres mil años atrás por Eurípides, aunque las que narra el griego eran más devastadoras, por eso las llamaba, a los casos de histeria colectiva diseminados por varios lares: pandemias. Si se juntan los casos de histeria colectiva ocurridos en otros países ciertamente se podrian comparar con eso que pasaba a las bacantes en los días de Dionysos. Es posible proponer que aun con las nuevas clasificaciones ofrecidas por el DSM IV, la histeria y sus

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síntomas siguen herrando por los cuerpos, de hombres y mujeres, sin podérsele ubicar y sin posibilidad de tratamiento médico convencional; es decir, en poco o nada han ayudado las clasificaciones somatoformes ofrecidas por aquellas instituciones. Hasta el momento la histeria sigue siendo la unidad nosológica más complicada de tratar en la clínica PSI. Entonces, uno sabe que esa sección del edificio psicoanalítco es tan sólida y actual, cual nudo borromeo, cuando se sumerge en torno a un concepto o término tan antiquísimo como estructural, y lo seguirá siendo por unos miles de años más, para una parcela del género humano: la histeria.

YAHIR ALONSO ORTIZ Yahir Alonso Ortiz, psicólogo clínico por la URSE. Escritor, catedrático y tallerista. Publica en diarios y revistas desde 1997.

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Gestalt

en el tratamiento de adicción a las drogas

Francisco Javier Díaz Calderón

E

l comportamiento adictivo consiste en la dependencia de sustancias que impactan al sistema nervioso central y las funciones cerebrales, provocando cambios significativos en el comporta-

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miento, la percepción, el juicio y las emociones. Los efectos de las drogas son múltiples, de acuerdo al tipo de droga y la cantidad o frecuencia con la que se consume.

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Cuando las personas han desarrollado una dependencia al consumo de drogas presentan problemas para abstenerse. La teoría del aprendizaje social nos explica que el consumo de drogas comienza como una decisión voluntaria con el propósito de disminuir el malestar emocional o experimentar un placer intenso. Una vez que la persona ha desarrollado una adicción presenta dificultades para controlar su consumo. La mayoría de las personas que consumen drogas inician por imitación de sus pares o modelos. El proceso de imitación inicia por dos procesos: la observación y el desempeño. En un principio, el sujeto almacena la información y configura un mapa cognitivo. En cuanto al principio del desempeño, la eficiencia del desempeño se encuentra determinada en gran medida por las expectativas de refuerzo de la nueva conducta. En el génesis de las conductas adictivas, el modelamiento juega un papel fundamental en la transmisión de actitudes proclives al consumo de drogas y también en la construcción de formas de evitación de experiencias emocionales que resultan amenazantes para la persona. En la sociedad contemporánea las personas se están esclavizando al consumo de drogas y otros hábitos compulsivos. Estos hábitos enajenantes que se viven en la actualidad afectan los procesos espirituales, relacionales y los vínculos afectivos. La sociedad global condena a las personas a vivir una vida llena de presiones que promueven la enajenación, el individualismo y la competencia. Este estilo de vida genera el fenómeno conocido como dislocación social. A través de este proceso la gente se

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adapta a las condiciones buscando crear distractores emocionales que mitiguen un poco un malestar y la falta de sentido de vida. La sociedad contemporánea se ha especializado en la creación de sustitutos de la satisfacción y vinculación afectiva por acciones centradas en el hedonismo y el placer inmediato. La desconexión emocional que se configura a partir de las relaciones sociales propuestas por el sistema social capitalista es una de las claves para el desarrollo de una adicción. El Dr. Bruce Alexander aporta interesantes reflexiones sobre este fenómeno y nos dice lo siguiente: “la adicción ha sido siempre parte del drama de la existencia social humana, mucho antes de que se redujera a un pecado, una enfermedad cerebral, o un problema de drogas y alcohol por parte de los médicos y moralistas del siglo XIX” (Alexander, 2016). El comportamiento adictivo es un patrón que contiene múltiples elementos que interactúan de manera compleja y progresiva e incluye aspectos biológicos, psicológicos, sociales y espirituales. El fenómeno de dislocación se relaciona con la adicción debido a que produce un patrón comportamental de evasión afectiva y excesivo involucramiento por parte de la persona hacia el consumo abusivo de drogas y una escasa habilidad para controlarlo, a pesar de las consecuencias negativas que enfrenta la persona y la familia. Las adicciones han sido un fenómeno que ha modificado radicalmente a la sociedad, trayendo consigo un cambio importante en el estilo de vida y en las relaciones interpersonales que se establecen en los grupos sociales. La sociedad atraviesa una crisis de

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valores y costumbres con base en el fuerte impacto que están teniendo las adicciones en las personas adictas, en sus contextos familiares y comunitarios. La propuesta de trabajo con adicciones desde un enfoque gestalt permite hacer un giro de la visión tradicional que describe a la adicción como una enfermedad cerebral crónica tendiente a la recaída, que se caracteriza por una fuerte predisposición genética, así como la exposición a factores de riesgo. Esta propuesta es académicamente sólida pero no permite comprender la complejidad que envuelve el fenómeno adictivo. Desde mi propuesta con enfoque gestalt la adicción es vista como un proceso intrapsíquico pero principalmente relacional, donde la persona limita sus modos de relación o procesos de frontera, creando así pautas repetitivas y estereotipadas que imposibilitan un contacto satisfactorio. Esto produce un estado de frontera inflexible que lleva a la persona a permanecer en estados de confluencia o aislamiento, enajenándola de sus necesidades hasta el punto en que la única relación que mantiene la persona con adicción es con la droga y los compañeros de consumo. Esta propuesta se consolida con las investigaciones llevadas a cabo en la Universidad Simon Fraser que ha realizado el Dr. Alexander en el laboratorio de ratas, donde encontró algunos hallazgos que identificaban al comportamiento adictivo como una manifestación de un proceso de dislocación social; esto se explica porque las ratas que desarrollaban adicción se mantenían aisladas y no tenían otras cosas que hacer además de consumir drogas. Por eso se construyó el parque Rat Park, donde las ratas tuvieron otros estímulos como diversión, comida, túneles y otras ratas con quién convivir. Al estar expuestas a una socialización nutricia las ratas no se vieron afectadas severamente por el agua con droga y sobrevivieron a diferencia de las ratas que se encontraban aisladas. Algo semejante a lo

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que sucedió con ratas aconteció con los soldados que asistieron a la Guerra de Vietnam. De acuerdo con la revista Time, aproximadamente el veinte por ciento de esta población desarrolló un comportamiento adictivo; no obstante, al regresar a casa, el noventa y cinco por ciento de estas personas dejó las drogas y pocos fueron los que recibieron un tratamiento profesional. Tomando como referencia esta visión de la adicción, la psicoterapia gestalt es un modelo teórico que permite comprender cómo sucede el proceso de contacto interpersonal, como una posibilidad de disminuir los efectos de la dislocación social. Cuando hablamos de contacto, los fundadores de la psicoterapia gestalt mencionan lo siguiente: “Contacto es consciencia inmediata y comportamiento hacia la novedad asimilable y también el rechazo hacia la novedad no asimilable” (Perls, .Heferline, Goodman, 2002, pág. 9). La psicoterapia gestalt nos brinda la posibilidad de comprender el fenómeno adictivo como un proceso donde la persona evita el contacto organísmico con el ambiente por considerar amenazante la experiencia emocional y por este motivo se aísla de los procesos relacionales, estableciendo un fuerte vínculo con la sustancia que le permite evitar el contacto con el entorno. La persona tiene distintas formas de relacionarse con su entorno para movilizar su energía hacia la interacción. Cuando la persona se siente confiada y segura es capaz de establecer un contacto pleno con las experiencias que van surgiendo en sus interacciones. Pero cuando la persona experimenta amenaza emocional surgen formas de relación que le permiten evitar contactar con esas experiencias. En el caso del comportamiento adictivo la persona percibe un entorno o una relación amenazante, desarrollando así un modo de relación evitativo que se mantiene a través del aislamiento de las relaciones emocionalmente significativas y la búsqueda de placer inmediato a través del consumo continuo de la sustancia.

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La evitación del contacto con el ambiente desarrolla un proceso estereotipado que genera un estado de frontera igualmente rígido que provoca pautas repetitivas que impiden a la persona vivir de manera satisfactoria y de acuerdo a sus necesidades. En el caso de las personas con adicciones existe una progresión paulatina de estos modos de relación evitativos, y de esta manera la droga se convierte en un soporte integral para la persona (físicamente, emocionalmente y socialmente), a pesar de las consecuencias negativas que le provoca. Los modos de relación estereotipados y el consumo de drogas desarrollan un proceso de infirmidad. “Utilizamos el concepto neologismo infirmidad para referirse a los modos inadecuados de vivir como persona, esto es, a las formas de no vivir con firmeza en tanto que persona” (Domínguez, 2011, p. 271). El comportamiento adictivo se convierte en patológico cuando se conforma como un hábito evitativo que produce aislamiento permanente y no permite la flexibilización hacia las necesidades emocionales. Es entonces cuando el comportamiento adictivo se convierte en una infirmidad y produce enfermedad en la persona. La infirmidad surge cuando la persona busca controlar sus estados emocionales y los factores ambientales a partir del consumo compulsivo de drogas, trayendo consigo el desarrollo de comporta-

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mientos y pensamientos tendientes hacia el mantenimiento del hábito de consumo, dejando de lado los vínculos afectivos, teniendo como principal fuente de estímulo y placer el consumo de drogas. La adicción se mantiene por el deseo de la persona por evadir sus miedos, debilidades, culpas, vergüenzas, necesidades y sentimientos por considerarlos inapropiados. Las causas por las cuales las personas se habitúan al consumo de drogas de acuerdo a la visión de la psicoterapia gestalt son: Experiencias obsoletas como sustento de vida, introyectos que afectan el autoconcepto de la persona, asuntos inconclusos o experiencias traumáticas en relaciones emocionalmente significativas, un profundo sentimiento de vergüenza, pérdida del sentido de vida, desconexión emocional y pérdida de valores. El consumo de drogas, desde enfoque de la psicoterapia gestalt, consiste en un proceso continuo que va desde el consumo experimental, consumo recurrente, abuso, hasta desarrollar una dependencia. La persona desarrolla el hábito de consumir drogas de manera estática hasta el punto de poner sus necesidades en el fondo y convertir la droga en la figura de su vida. Conforme la persona desarrolla una dependencia se van fortaleciendo los procesos de fronteras que configuran una infirmidad; a la par de esto, el resto de las experiencias relacionales se vuelven secundarias o irrelevantes.

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La persona cae en una profunda desconexión que le impide tener conciencia de la experiencia aquí y ahora. Cuando esto sucede la persona se vuelve incapaz de satisfacer sus necesidades y solucionar sus problemas. La droga es la figura constante que vive la persona con problemas de adicción, en esta experiencia no se puede concluir de manera satisfactoria y se crea una patrón repetitivo y compulsivo que provoca un estado patológico. La propuesta de trabajo gestáltico con adicciones se enfoca en promover la reactivación de la conciencia organísmica en el cliente con el fin de reestablecer el contacto emocional y flexibilizar los procesos de frontera o modos de relación de la persona. El terapeuta gestalt se enfoca en frustrar los intentos de evadir el contacto emocional de la persona e invitar a la persona a tomar el riesgo de establecer contacto con sus emociones y necesidades para desarrollar su potencial, para pasar del apoyo del externo al autoapoyo. Cuando hablamos de autoapoyo hacemos referencia a la capacidad que tiene la persona de reconocer sus necesidades y satisfacerlas. Esta búsqueda implica un riesgo emocional para la persona, donde se procura superar los miedos irracionales que han mantenido la adicción. El comportamiento adictivo se desarrolla con base en un complejo proceso de desconexión emocional y social que es conocido como dislocación. Por otra parte, la instauración de una adicción produce procesos relacionales estereotipados que impiden a la persona tener una vida satisfactoria y lo condenan a un estado de infirmidad. La base de la recuperación es el restablecimiento de la conciencia organísmica y los procesos de contacto en la persona. Tomando como referencia los fundamentos teóricos de la psicoterapia gestalt, podemos citar lo siguiente: “El contacto es la actividad que tiene como resultado la asimilación y el crecimiento, y consiste en la formación de una figura de interés que destaca contra un fondo o contexto del campo organismo/entorno” (Perls, .Hefferline, Goodman, 2002, pp, 11). El contacto es la posibilidad que tiene la persona de lograr conexión, autenticidad y satisfacción en su vida cotidiana. Además la psicoterapia gestalt nos propone lo siguiente: “El contacto es el descubrimiento y la construcción de la solución futura” (Perls, .Hefderline, Goodman, 2002, pp. 14). El psicoterapeuta acompaña a la persona en su proceso del darse cuenta, se promueve el apoyo para que la persona sea capaz de darse cuenta, estar en la vivencia presente, identificar sus emociones y necesidades para la solución de conflictos personales. Como resultado se amplía el autoconcepto y la responsabilidad sobre las propias decisiones, pensamientos y sentimientos. El objetivo principal es permitir que la persona con adicción incremente su capacidad de estar presente en la experiencia y atender a sus necesidades. Así mismo, la persona desarrolla un estilo de vida genuino alejado de los patrones evitativos que lo llevaron al consumo de drogas. Para lograr esto, el psi-

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coterapeuta requiere crear una relación nutricia que le permita identificar procesos cognitivos, afectivos y problemáticos que surgen de la experiencia presente. El psicoterapeuta ayuda al cliente a percibir de forma más clara las situaciones, desarrollando con esto el proceso de darse cuenta y conductas más flexibles y espontáneas que atienden a las vivencias presentes. Cuando la empatía está presente en la relación de ayuda, el cliente se siente incluido, comprendido y cuidado por el terapeuta. Esto ayuda a la persona a desarrollar mayor capacidad de insight y satisfacción emocional. Los cambios emocionales que se viven en la relación psicoterapéutica ayudan a que la persona asuma el riesgo de tener mayor conexión emocional en sus relaciones cotidianas más allá del consultorio. La propuesta gestáltica es un aporte de esperanza a la difícil situación que viven millones de personas alrededor del mundo. Éste es un modelo emergente para la atención del comportamiento adictivo, no pretende ser la panacea en el proceso de rehabilitación de las adicciones, sino una aportación a las intervenciones multidisciplinarias centradas en el apoyo a la problemática adictiva.

FRANCISCO J. DÍAZ CALDERÓN Francisco Javier Díaz Calderón es licenciado en psicología por la Universidad Autónoma de Baja California. Tiene una especialidad en promoción de la salud y prevención del comportamiento adictivo en la UNAM, una Maestría en educación en la Universidad de Tijuana y un Master en Prevención y tratamiento de adicciones por la Universidad de Valencia.

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Doliente y

acompañante en una situación

de crisis

T

Ofelia Gómez Bañales

odos de alguna u otra manera hemos vivido alguna situación dolorosa, como la pérdida, cambio de escuela, de residencia, de estatus, la muerte de un ser querido, un aborto, ya sea espontaneo o inducido, un divorcio, la pérdida de empleo, la pérdida de las facultades físicas, etc. Y otras situaciones que de hecho son agradables, sin embargo, también significan una pérdida que en la mayoría de las ocasiones no se experimentan como tal; por ejemplo, cumplir un año más de vida, el contraer matrimonio, tener un hijo, graduarse de la universidad… Todo aquello que ocasione un cambio en nuestra vida cotidiana, sin embargo, poco nos preparamos para vivirlo.

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La gran pregunta es: ¿Cómo prepararnos para vivir una pérdida? Si bien es cierto que no podemos adelantarnos a cómo nos vamos sentir, o qué vamos a pensar y hacer ante tal o cual situación, si lo hacemos podemos darnos cuenta que hicimos todo lo contrario a lo que creímos, debimos o tendríamos que haber hecho. Y después viene la lista interminable de frases consoladoras que la mayoría de las personas cree que son adecuadas cuando alguien está pasando por una situación de crisis: “Todo va a pasar…”, “después de la oscuridad llegará la luz…”, “nada es para siempre…”, “tienes que ser fuerte…”. Y la mayoría se siente mal por estar experimentándose totalmente diferente a lo que les dicen que debe-

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rían sentir, y como al pasar el tiempo no llega la luz y siguen en sombras, quieren sentirse fuertes, pero terminan llorando solos y a escondidas, para que los demás no los vean. Y se quieren convencer a sí mismos que todo va a estar bien. Por otro parte, algunas personas caen en el abuso de sustancias para poder olvidar; otras más aumentan las horas de sueño, la ingesta de comida o las horas de trabajo para no acordarse de la situación que los tiene en un total descontrol. Como la gran mayoría de nosotros lo hemos aprendido de generación en generación, todo va a estar bien y no tenemos que expresar nuestros sentimientos y mucho menos renegar de lo que nos está pasando por más doloroso que sea. Compartiré una pequeña anécdota familiar que creo expresa claramente lo que acabo de mencionar: Un día en la mañana llegué a despedirme de Sofía, mi sobrina nieta, quien tiene tres años y medio de edad, estuvo junto con sus padres por unos días de vacaciones en la ciudad y ese día viajaban de regreso a su casa. Sofía se acercó a mí y me mostró un raspón que traía en la rodilla; yo le pregunté si le dolía, y ella me contestó: “no pasa nada, no pasa nada”. Es así como vamos modelando a nuestras siguientes generaciones, en no poner atención cuando algo nos duele, ya sea un dolor físico, mental o emocional, y se busca seguir aparentando que no pasa nada. En mis casi veinte seis años de terapeuta he acompañado a un cúmulo de personas en situación de crisis, algunas llegan con crisis de angustia, de ansiedad o depresión. Unas van a terapia por voluntad propia y otras son llevadas por sus familiares porque ya no funcionan igual que antes, pero como sea que lleguen, la gran mayoría quieren salir rápido de ese estado emocional. En una ocasión, en consulta una paciente me decía: “no me dejan llorar en casa, me dicen que si sigo llorando no la dejo descansar…”. Había fallecido su mejor amiga, con quien había compartido más de cuarenta años, quien además era esposa de su hermano y con la cual tomaba el café todos los días a las seis de la mañana. Una de las propuestas que hago como psicoterapeuta y ser humano que ha pasado por muchas pérdidas, es vivir el aquí y el ahora, como filosofía de vida propuesta por Fritz Perls en psicoterapia gestalt; con esta frase, que muchos la hemos convertido en nuestro diario vivir, no se trata de ser simplista, sino más bien de poder vivir, estar presente en cada instante de tu vida, reconociendo nuestras evasiones y proyecciones, sin critica, sin juicios, si ningún filtro… Gracias a los mecanismos propios de nuestro cuerpo y de nuestra mente, tenemos la posibilidad de irnos acercando a lo que llamamos nuestra realidad interna y externa, que definitivamente no es igual a la de otros, podemos coincidir en algunos puntos de vista, pero no en todos. Y esto marca nuestras diferencias individuales y como cada uno de nosotros vivencie sus propias pérdidas y ganancias de cualquier situación que pueda estar viviendo. Los que hemos estado al lado de personas en situación de crisis desde el acompañamiento propuesto por el humanismo, sabemos que en un momento doloroso la mejor técnica, método o forma de acompañar al otro es estar con ese ser humano doliente,

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el preguntarle qué es lo que ocupa o qué es lo que necesita, es mucho más importante que todo aquello que podamos decirle o querer hacerle sentir. Hay varios autores como Slaikeu, Bellak, Lourdes Ma. Fernández Marqués, María Magdalena Egozcue Romero, Bill O’Hanlon, Gina Tarditi y Fernando Arrigas, sólo por mencionar a algunos expertos en el área, que nos acercan a poder tener un método adecuado para lograr atender a las personas en situación de crisis, sin involucrarnos emocionalmente con ellos. Por supuesto, esto favorece en gran medida que podamos realizar diagnósticos acertados para lograr intervenir de manera adecuada según sea la situación de urgencia o emergencia. Con respecto de la preparación en la atención que como psicólogos o psicoterapeutas debemos tener con nosotros mismos, es poco lo que se habla de manera clara, pues en la licenciatura, en especialidad o posgrado, dependiendo de la corriente psicológica que se elija, se nos dice cómo atender al otro, pero no cómo atendernos a nosotros. Claro, sólo alguno que otro maestro tachado de gurú, chaman o existencialista nos sugiere cuidar nuestro estado físico, mental, emocional y espiritual, para así poder atender a una persona en situación de crisis. Es decir, haber atendido y trabajado terapéuticamente nuestras crisis para poder acompañar a otro ser humano en las suyas. Para poder acompañar al otro, no tenemos que haber experimentado cada una de las pérdidas que están pasando las personas que estamos acompañando, pero sí lo doloroso que es un proceso, de cualquier situación que sea que esté viviendo. El ir reconociendo el dolor, las propias limitaciones, tus

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fortalezas y tus áreas de oportunidad. Las personas allegadas con las que cuentas como lo es tu familia, tus amigos, tu pareja, tus compañeros de trabajo o escuela... Y cómo a pesar de las adversidades puedes salir con la ganancia de haberlo vivido y salir más capacitado y fortalecido, antes de que el suceso se precipitara. Por eso cada vez que tengas un momento de conflicto ya sea intrapersonal, interpersonal o cualquier pérdida, pregúntate si vale la pena decir no pasa nada o si te atreves a vivir la experiencia por más dolorosa que ésta sea, permitiendo que te acompañen en un proceso donde sabes que puedes estar al lado de quienes tú decidas y quieras, y ver cómo tú mismo puedes darte cuenta que llegas al final de ese proceso, en donde puedes agradecer lo que has vivido, porque gracias a ésas y muchas más situaciones te has convertido en la persona que eres hoy: un ser humano con todo el potencial para vivir intensamente cada momento.

OFELIA GÓMEZ BAÑALES Ofelia Gómez Bañales, originaria de Ensenada, Baja california. Licenciada en psicología, con Maestría en Psicología de la Salud y Maestría en Psicoterapia Gestalt. Doctorado en Psicoterapia Humanista en el Instituto Humanista de Sinaloa. Conferencista a nivel local, nacional e internacional. Con 26 años de experiencia en consulta privada como psicoterapeuta.

Clínica Psiquiátrica y Salud Mental S.C.

fofo:archivobabel2015

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POESÍA CYNTHIA GONZÁLEZ

DE MAR SON TRES Y TIERRA Y RUMBA CANCIONES

POESÍA EN LENGUAS INDIGENAS

DE MAR Y SON TRES TIERRA Y RUMBA CANCIONES

MÚSICA SIN ETIQUETAS

POESÍA ROBERTO POLO

DE MAR SON TRES Y TIERRA Y RUMBA CANCIONES

DÚO ZAPOTLECA

PALOMAZO DE POESÍA

DE MAR SON TRES Y TIERRA Y RUMBA CANCIONES

PERE SOTO FCO. LELO HOMENAJE

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SWING CUERDAS JAZZ FUNK TRÍO GYPSY JAZZ TRÍO

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VIOLIN JAZZ TRÍO

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JAZZ CUARTET

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ORNEL JIMENEZ JAZZ

MONKEY BLUES

OMAR PEREZ JAZZ

JUAN PES CADO LATIN JAZZ

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DES MÚSICA f:cafeculturallanuevababel CAN SIN Email:babelmusica@hotmail.com SO ETIQUETAS PORFÍRIO DÍAZ 224 CENTRO OAXACA TODOS LOS EVENTOS A LAS 22.00 HRS. ENTRADA LIBRE

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“Hombre soy y nada es ajeno a mí” Dr. Alberto Hernández García Psiquiatra- adicciones. Ced. Prof. 1885571 Hospital Psiquiátrico Fray Bernardino Álvarez Psiquiatría, psicología, adicciones, terapia individual, de grupo, de pareja y familiar. Internamientos de corta y larga estancia. Urgencias las 24 horas. Camelías núm. 222, Col. Ex-marquezado, Oaxaca. email: betopsq_65@hotmail.com citas: 951 187 89 55, 951 243 32 91 y 144 79 64

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Caso Clinico Xicoténcatl Cruz Aragón

Ramses

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s difícil contar la historia de Ramsés sin parecer demasiado dramático o exagerado, pero los extraños hechos que aquí se relatan, aunque lamentables, son verídicos. Ramsés no era un niño Down clínicamente diagnosticado, seguramente porque ningún médico se tomó la molestia de estudiarlo bien, o porque su madre, a pesar de sospecharlo, nunca pidió un examen a fondo. Además Ramsés era lo que en conceptos de genética médica se conoce como mosaico; es decir, no era un síndrome de Down completo, sólo algunas de sus células tenían la característica trisomía 21. No obstante la falta de diagnóstico, la evidencia física de su trastorno era obvia y percibida a simple vista por todos, excepto para su madre, quien permaneció cegada hasta el final por la piadosa negación. Y aunque Ramsés no era oficialmente un niño especial, para fines prácticos y por todas las personas que lo conocieron siempre fue tratado como especial. Durante sus primeros diez años de vida, Ramsés fue un niño dócil, cariñoso e inofensivo. La expresión bobalicona de su cara, el biotipo gordinflón y la imposibilidad de pronunciar la “r”, que sustituía por la “l”, hicieron que fuera popular entre niños y adultos. Los niños de su edad lo trataban como se trata a una mascota y los adultos lo consentían con una especie de cariño burlón. Era el típico niño al que se le podía hacer todo tipo de maldades impunemente, ya que nunca lloraba ni le decía a su madre las cosas que otros le hacían, por lo que durante toda su infancia recibió zapes, pellizcos, principalmente en la panza y en las mejillas; patadas en el trasero, empujones, puñetazos y toda clase de burlas y abusos. Actualmente se diría que sufrió de bullying. Por ejemplo, en una ocasión cuando Ramsés cursaba el tercero de primaria, por es-

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tar distraído durante la clase, la maestra lo castigó, no le permitió ir al recreo. Ramsés se quedó en el salón, pero la maestra sí salió con los demás profesores, por lo que el pequeño niño se quedó solo. Los niños de una pandilla de sexto grado que pasaban por ahí se percataron y entre ellos empezó el siguiente diálogo malicioso: - ¡Miren, dejaron sin recreo al mongol! - Jajaja… - De seguro fue porque se cagó en los pantalones. - O porque se estaba haciendo una chaqueta. - Jajaja… - Vamos a chingarlo. - ¡Simón! - ¿Qué le hacemos? - Ustedes síganme, que La Rata se quede a vigilar que no venga la maestra. - Nel, ni madres, yo me quedé a vigilar cuando estaban espiando a las viejas en el baño; ahora le toca al Chicharrón. - Y yo por qué. - Por puto. - Jajaja… - Tu carnala dice que no soy puto. Después de este justo acuerdo, el Chicharrón se quedó en la puerta a vigilar y el resto de pequeños bribones entraron al salón dispuestos a divertirse un poco. - ¿Qué tranza, Ramsés?, ¿qué haces? - Comiendo mi torta, y dándole de comer a estas cochinillas. - Ramsés extendió la mano abierta, mostrando en su palma a tres bichitos hechos pelota. - Deja esas chingaderas, mejor vamos a jugar a las adivinanzas. - Pero yo no sé cómo se juega eso. - No hay pedo, nosotros te enseñamos.

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- Pero que mis cochinillas también jueguen. - Sale. - Te vamos a vendar los ojos para que adivines. Uno de los diablillos se quitó el suéter y, tomándolo de las mangas, se lo ató a Ramsés en la cabeza, tapándole los ojos. - Te vamos a dar algunas cosas para que adivines qué son. Las puedes tocar, oler o chupar, pero no puedes ver. Si adivinas todas te damos un premio. - Yo quiero un Duvalín. - Simón, te damos un Duvalín, pero tienes que adivinar todas, eh. El primer objeto que le pasaron fue un borrador de migajón. Ramsés lo tocó detenidamente, después lo olió y tras algunos segundos exclamó con entusiasmo: - ¡Es una goma! - Esa estuvo muy fácil. - Otro de los chiquillos bromistas puso un compas en las manos de Ramsés. Y siguiendo el mismo procedimiento con el que adivinó la goma, pudo llegar al siguiente veredicto: - ¡Es un compás! - No se vale, eres bien chingón para las adivinanzas; creo que vamos a tener que comprar tu Duvalín. - ¿Cuántos tengo que adivinar? - Cinco. Otro de los diablillos le quitó una rebanada de tomate a su torta y se la acercó a Ramsés, poniéndola justo bajo su nariz. Ramsés la tomó entre sus dedos y pasó un buen rato analizando la extraña textura del objeto desconocido. Mientras lo hacía, su lengua se le salía de la boca más de lo habitual. Como no daba con lo que era, acercó el objeto a su nariz y por fin a su boca, para darle algunos toquecitos con la lengua… - Mmm… ya sé: ¡es tómate! - Que bárbaro Ramsés, ya sólo te faltan dos. En eso, Beto, el Chachalaco, líder de la pandilla, se acercó a Ramsés hasta ponerle su área genital justo a escasos diez centímetros de la cara, se bajó la cremallera y sacó su “pajarito”. - A ver si eres tan chingón, dinos qué es esto. Ramsés tomó el pequeño miembro entre sus dedos y empezó a explorarlo concienzudamente. Lo frotó, apretó, estiro y sacudió. Conforme proseguía el escrutinio, el Chacha empezó a excitarse y, como ya era un masturbador bastante vicioso, no tardó en experimentar una potente erección. Ramsés, sorprendido por estos cambios inesperados, exclamó: - ¡No mames, se puso glandote y dulo dulo…! El resto de la pandilla soltó una carcajada, pero el Chacha, haciendo valer su autoridad como líder natural de la pequeña horda de rufianes, les hizo una seña, obligándolos a callar. Todos contuvieron la risa, pero se retorcían sujetándose el abdomen y la boca para

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evitar reír. Mientras tanto Ramsés seguía explorando el pitillo en sus manos y como no lograba dar con lo que era se lo aproximo a la nariz. - Guele feo… como a sopa maluchan de camalón… ya díganme qué es… - No, Ramsés, tú tienes que adivinar solito, acuérdate del Duvalín. Motivado por el pensamiento de la golosina prometida, Ramsés empezó a darle suaves lenguetazos al pene del Chacha, intentando saber qué era ese objeto. Como la lengua de las personas con trisomía 21 típicamente es más gorda y rugosa, el efecto que produjo fue que el Chacha puso los ojos en blanco y empezó a mover la pelvis rítmicamente, tratando de introducir su miembro en esa boca blanda y gordita, pero en ese momento Ramses pudo por fin conocer la identidad del objeto que tenia en la boca y, alejándose rápidamente, se quitó el suéter que cubría sus ojos, exclamando con tono de reproche y coraje: - ¡Que culelos, es pito…!, ¡le voy a decil a mi mamá! Justo en ese momento sonó el timbre y la pandilla de pequeños malvados salió rápidamente del salón en un bullicio de carcajadas y alaridos de felicidad; incluso algunos niños continuaron riendo por varios minutos y sólo pararon hasta que las lágrimas y el dolor de abdomen se los permitieron. Historias como ésa fueron frecuentes durante toda la infancia de Ramsés y sólo empezaron a dejar de ocurrir en la medida que Ramsés fue volviéndose el niño grande de la escuela. Por su discapacidad intelectual, tuvo que repetir una vez primero, una vez segundo y una cuarto año de primaria; de tal manera que para sexto año era el niño mas corpulento y de más edad de toda la escuela, y ya para entonces no había algún niño que abusara de él. Por otra parte, es necesario comentar algo acerca de la madre de Ramsés, la Lic. Martha Aparicio era una mujer flaquita, pequeña y sin la más mínima gracia ni talento. Nunca tuvo novio ni pretendientes, su juventud transcurrió muy rápido mientras ella, refugiada detrás de los libros, vio cómo las chicas de su edad salían a fiestas, al cine, a bailar, tenían novios, amigos y eran felices. No supo lo que era recibir flores, peluches o chocolates de algún joven, tampoco se atrevió a usar la ropa que estaba de moda, porque siendo en extremo delgada, sin senos ni nalgas, y con la espalda más encorvada de lo deseable, al tratar de arreglarse para parecer bonita, sólo lograba verse muy chistosa, casi ridícula, decían. Con el paso de los años su rostro, su mirada y todo su cuerpo se fueron marchitando. Había perdido las batallas más importantes de la vida y el tiempo se le había escapado para siempre. Total que un día, a sus cuarenta y tres años, viéndose sola, sin familiares cercanos, sin amistades sinceras, y sintiéndose seriamente agraviada por todo lo que le había hecho la vida, decidió

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que no iba a pasar los años que le quedaban en aquella soledad y se le ocurrió lo que a muchas mujeres en sus circunstancia, que la única manera de ser feliz era teniendo un hijo. Un pequeñito a quien proteger y amar, un ser nacido de ella, carne de su carne y sangre de su sangre, alguien a quien poder darle todo el amor que tenía guardado en su corazón y que nadie había querido. El problema era que no tenía novio, amante, amigo sexual o mancebo que donara el esperma para fecundar alguno de sus últimos óvulos fértiles. Era necesario, pues, conseguir con calidad de urgente un ejemplar viable que le ayudara. Cotejó mentalmente entre sus conocidos y compañeros del trabajo por largo rato, pero no se le ocurrió quién podría ser el padre de su futuro hijo, hasta que por fin se acordó del intendente que hacía el aseo en la oficina. Era un joven subnormal de unos veintitantos años llamado Pedro, con muy poco ceso en la mollera, pero fuerte y sano como un burro; además, mostraba cierta simpatía hacia ella ya que casi siempre le sonreía amistoso y en ocasiones le hacía plática. La cosa resultó más fácil de lo que ella pensó. Primero le llevó tortas, refrescos y algunas golosinas; esto para romper el turrón y hacerlo su amigo. Luego comenzó a hacerle pequeños préstamos de dinero con calidad de “ya no me lo pagues”. Y así, de esta manera, un buen día, cuando calculó que se encontraba fértil, invitó al buen Pedro a comer mariscos: muchos camarones, ostiones, trocitos de pulpo, calamar y cerveza, bastante cerveza, y ese día aproximadamente a las seis de la tarde, en el cuarto dieciocho del Motel Delicias, se mataron dos pájaros de un tiro: La Lic. Martha Aparicio dejó de ser virgen y el penúltimo de sus óvulos viables fue fecundado por el potente esperma del fogoso Pedro. Por supuesto, la Lic. Martha sólo pretendía quedar embarazada y deshacerse lo más pronto y discretamente posible del donante de esperma, fuera quien fuera, y así lo hizo. No estaba en la edad ni en el ánimo de trabar relación alguna con ningún hombre, bien sabía que cualquier relación de pareja estaba condenada al fracaso y, desde antes de concebir a Ramsés, renunció a un padre para él y a un marido para ella. Conocí a Ramsés cuando tenía poco más de trece años, era un jovencito moreno, bajito de estatura, pero con la masa muscular bastante desarrollada, parecía como un fisicoculturista chiquito, su rostro tenía la expresión bobalicona del Down con todo y la lengua protruyente, pero los ojos eran inexpresivos, casi sin vida. Su madre estaba preocupada porque al parecer Ramsés estaba haciendo algo extraño con los animales. Por el vecindario empezaron a desaparecer los perros y los gatos, y se escuchaban rumores de que algo malo estaba pasando porque no sólo desaparecían los animalitos, sino que por aquí y por allá se empezaron a encontrar manchas de sangre y pelotones de pelo, al parecer de algún animal. La gente empezó a decir que alguien merodeaba el fraccionamiento por las noches.

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Cada vez que se escuchaban ruidos extraños y los perros ladraban insistentemente, al día siguiente faltaba un animalito en alguna casa, principalmente perros y gatos, pero en una ocasión también desaparecieron unos periquitos australianos. Los vecinos estaban muy inquietos y no tardaron en convocar a una asamblea vecinal, en la que se decidió redactar un oficio dirigido a la Policía Municipal, solicitando que una patrulla realizara rondines de vigilancia por el fraccionamiento durante las noches. Al oficio se anexaron las firmas de los colonos y algunas fotografías de las mascotas desaparecidas. La Lic. Martha se turbó mucho al enterarse de lo que estaba pasando en el fraccionamiento, y aunque una y otra vez se repetía a sí misma que su pequeño no podía ser el autor de las atrocidades que estaban ocurriendo, su corazón e instinto de madre le decía otra cosa. Por esos tiempos ya no quedaba mucho de la Lic. Martha, a sus cincuenta y seis años de edad había sido reducida a un esqueleto jorobadito cubierto de piel marmórea, de más o menos cuarenta y tres kilos de peso, cabello escaso y con aspecto de estropajo viejo por el exceso de tintes, uñas y labios cianóticos. Constantemente jadeaba a causa de la enfermedad pulmonar obstructiva crónica derivada de su único vicio y placer en la vida, el tabaco. Los médicos ya le habían dicho que si no dejaba de fumar su expectativa de vida se reducía considerablemente, previamente había sufrido dos infartos silenciosos al miocardio, pero a esas alturas de su vida ella no estaba dispuesta a perder otra cosa más, y mucho menos si se trataba de aquello que le daba la única satisfacción a su existencia. Sabía que pronto moriría y esto, lejos de asustarla, le causaba alivio. Para ella la muerte sería como una madre piadosa que por fin vendría a cobijarla y a terminar con todo aquel sufrimiento injusto e innecesario acumulado durante cincuenta y seis años. Pensaba que si Dios le había dado esa terrible vida, entonces no era tan amoroso ni tan justo como decía el pastor de la iglesia, y que si la muerte le podría poner punto final a su sufrimiento, entonces tampoco era tan malvada como la gente decía. La única preocupación que tenía para no dejar este mundo era su pequeño Ramsés. ¿Qué iba a ser de él?, ¿quién lo cuidaría?, ¿quién iba a ver por él cuando ella muriera? No teniendo padre o hermanos, o algún familiar que se pudiera hacer cargo, el pequeño pronto quedaría huérfano y al cuidado de Dios, y para el concepto que ella tenía de Dios, eso era lo que más le preocupaba. Ahora, imaginen el terror de la Lic. Martha al considerar la seria posibilidad de que su pequeño vástago fuera un enfermo mental que estaba haciendo cosas malas con los animales. Tenía que averiguar la verdad, no importaba lo terrible que fuera, había que saberla para poder tomar una decisión. Al terminar la asamblea vecinal eran las dos de la tarde. Martha, aún en pijama y pantuflas, decidió

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pasar al Piticó a comprar lo que iban a comer ese día. Tomó una lata de sardinas en salsa de tomate, algunos jitomates, chiles verdes, una cebolla, un manojo de cilantro y tostadas charras, cerveza para ella y Coca Cola para Ramsés. Al estar formada en la fila de la caja, se quedó viendo a una familia que entraba al establecimiento: papá, mamá y dos hijos en edad escolar, los cuatro tenían aspecto jovial y saludable, parecían estar felices de estar juntos, pasando un buen domingo. Los niños vestían uniforme de futbol, seguramente la familia había ido al juego de los niños y ahora se disponían a comer; tal vez más tarde irían al cine. Martha sintió envidia y su resentimiento hacia la vida creció todavía un poquito más, ni ella ni Ramsés sabrían nunca lo que era un domingo en familia. Y no pudo evitar desear que a la familia feliz le ocurriera un accidente automovilístico de regreso a casa. Probablemente su mirada fue muy insistente o pesada porque la madre de la familia, al sentirla, volteó y la descubrió. Martha se turbó un poco y bajó la vista al piso. De camino a casa fue pensando que no debería tener esos deseos tan agresivos porque había escuchado decir que el mal que uno desea para otros se regresa a uno mismo, pero al recordar su situación y la de su hijo sonrió con ironía al pensar que ya nada malo les podía pasar y, sin darse cuenta, exclamó en voz baja: - ¡Que se jodan! Al llegar a casa se dirigió a la cocina, destapó una cerveza y se dispuso a cocinar los alimentos. - ¡Ramsés, ya llegué, baja a ayudarme! No hubo respuesta. - ¡Ramseees…, que bajes te digo! Ya sabes que me choca que te encierres todo el día en tu cuarto. Desde hacía algunos meses Ramsés pasaba mucho tiempo en su cuarto, cerraba cortinas, ventanas y aseguraba por dentro la puerta. Martha pensaba que, por su edad, seguramente su hijo se masturbaba con frecuencia y se encerraba para hacerlo a gusto. Pero enfadada por no obtener respuesta, decidió subir a sacar al chico de su cuarto. Se plantó delante de la puerta y tocó con violencia. Pero nada. - Ábreme, Ramsés, ábreme o vas a ver. Como pasaran los minutos, empezó a preocuparse y decidió bajar por la llave de repuesto. El ejercicio de subir, bajar y volver a subir las escaleras la agitó bastante y, para cuando llegó nuevamente a la puerta, sudaba profusamente, jadeaba y sus labios habían adquirido un tinte violáceo. - Condenado niño… me las vas a pagar. Al abrir la puerta se sorprendió ante el hecho de que Ramsés no estuviera, pero se sorprendió más al ver el aspecto de aquella habitación: todo era desorden, parecía como si adrede alguien hubiera desordenado ropa, libros, zapatos; objetos diversos

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estaban regados por todas partes, habían envolturas de Sabritas, golosinas y envases vacíos de refrescos. La cama estaba destendida y con una gran mancha en el centro, al parecer de algún líquido derramado. Había papeles de baño embarrados de excremento en la cama y el piso. Además, las paredes habían sido pintadas de negro y en una pequeña mesita situada al fondo de la habitación estaba una imagen de la Santísima Muerte, de unos sesenta centímetros de alto, rodeada de veladoras negras y manzanas. El cuarto estaba en penumbras y en el aire flotaba un olor nauseabundo. Entonces advirtió que la computadora portátil del chico estaba abierta en la cama, sepultada entre un montón de ropa y basura. La tomó y se sentó en la parte seca del colchón para examinarla. Por fin sabría qué páginas visitaba el chico durante las horas y horas que pasaba con la máquina. Pensó que seguramente el historial de búsqueda estaría lleno con direcciones de sitios pornográficos, pero nuevamente se equivocó, sólo había un sitio en todo el historial; al seguir el vinculo entró a una blog llamado Funny death. La página estaba llena de imágenes de cadáveres mutilados, sangre, cuchillos ensangrentados, demonios, animales fantásticos con cuernos, personas con sonrisas siniestras y expresiones salvajes. Martha se disponía a leer los comentarios cuando sintió la presencia de alguien a sus espaldas, al voltear vio a Ramsés que sostenía un cuchillo en la mano derecha y un gato muerto en la izquierda. A su cara de simio se agregaba ahora una sonrisa burlona y, como estaba parado de espaldas a la luz, tenía un aspecto siniestro, terrorífico. Martha Reséndiz gritó horrorizada: -¡Ay… Jesús, por dios santo! ¿Qué fue lo que hiciste, Ramsés?, ¿qué es lo que pasa contigo? Él sonrió con malicia y habló pausado, pero con ira: - Ya le dije que no me gusta que entre a mi cuarto. - Esta es mi casa y puedo entrar cuando quiera. - Pero este es mi cuarto. - No me cambies el tema y explícame en este momento qué significa todo esto: ¿Por qué traes ese animal muerto y ese cuchillo?, ¿tú lo mataste? ¿tú eres el loco pervertido del que todos hablan?, ¿qué pasó en tu cuarto, Ramsés? y ¿qué porquerías has estado viendo en Internet? Ramsés nunca antes había dado muestras de enojo contra su madre, ni se había atrevido a levantarle la voz, pero ahora era distinto, aunque sonreía, en sus ojos brillaba una luz de odio que ella jamás había visto. Con su aspecto así, a contraluz, con cuchillo en mano, los pelos electrizados y la expresión de maldad en su rostro, parecía un pequeño demonio. Era evidente que no era el Ramsés que su madre conocía, ése no era su aspecto, tampoco su mirada, ni siquiera su voz era la misma, se oía mas grave y potente, era

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como si alguien o algo se le hubiera metido y estuviera suplantando su identidad. - ¿Qué rayos es lo que pasa contigo, Ramsés?, ¿por qué no sueltas ese cuchillo?, ¿para que lo quieres? - Para quitarle la matriz a esta gata y luego a ti, a ver de cuál de las dos se puede sacar más provecho. - Qué estupideces estás diciendo. ¿Estás drogado o borracho? - No, sólo que mi abuela tiene razón, cuando vino en Navidad me contó muchas cosas y descubrí que tiene razón. - ¿De qué hablas?, ¿qué te dijo tu abuela? De seguro puros disparates, no sé por qué le haces caso si ya sabes que está loca. Nunca me ha querido, ni a ti tampoco. Me odia porque no fui hombre y por eso la dejó el pendejo de mi padre. - ¡Me dijo la verdad!, ¡me dijo por qué salí mongol!, ya sé que te embarazaste ya vieja de un loco y por eso nací así; por eso todos me dicen mongol o estúpido. - ¡Eso no es verdad, Ramsés! Ésas son puras tonterías. Tú no eres mongol ni nada de eso, tú eres un niño normal, un niño lindo e inteligente, como cualquier otro. - ¿Tú también crees que soy estúpido y que no me doy cuenta como todos se burlan de mí y me están chingando todo el tiempo? ¡Siempre lo han hecho, siempre! - ¿Quién se burla de ti?, ¿quién te molesta?, ¿por qué nunca mencionaste nada? - ¡Todo el tiempo te lo he estado diciendo, pero no oyes nada!, sólo te la pasas durmiendo o sentada ahí como pendeja, fumando sin hacerme caso… Nada más me tuviste para no quedarte sola, porque ya estabas vieja y amargada. Te embarazaste de un loco y por eso nací mongol. Martha no pudo soportar esas palabras salidas de su único y amado hijo, si bien todo lo que Ramsés había dicho era cierto, también era verdad que para ella era inaceptable oírlo de él. No lo iba a tolerar. Tomó al pequeño tonto de los cabellos con la mano izquierda y con la derecha le atizó dos bofetadas con toda la fuerza que su raquítica humanidad le permitió. Aún no había bajado la mano cuando sintió un golpe debajo de las costillas, del lado izquierdo. Fue un golpe seco, al principio sintió como si algo le presionara con fuerza desde adentro, pero poco a poco la presión se fue convirtiendo en dolor, un dolor que parecía venir muy despacio y desde lejos, inexorablemente llegaba a ella haciéndose insoportable y le impedía respirar. Pensó que el condenado muchacho le había propinado un puñetazo, pero luego sintió un líquido cálido que escurría por el costado, incrédula de lo que estaba pasando, se llevó la mano al sitio en donde sentía mojado y luego, lentamente, la subió frente a su rostro. Cuando vio la sangre entre sus dedos, emitió un quejido y

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sus ojos buscaron suplicantes los de Ramsés. Era una mirada no de reproche ni de ira, más bien intentaba penetrar hasta lo más profundo de su hijo para encontrar respuestas a lo que estaba pasando, porque no entendía. Pero los ojos de Ramsés tenían esa odiosa expresión que no denota sentimiento o inteligencia alguna. Por un momento Martha sintió terror, no por su muerte inminente, más bien por lo inesperado de ésta, por quien la ejecutaba y por no entender los motivos. Pero como ella bien lo sabía, morir no era tan terrible y, pasada la etapa de la sorpresa, llegó el momento de la entrega. El terror y la desesperación de saberse moribunda dieron paso a una sensación de relajamiento que nunca antes había sentido, decidió soltarlo todo y dejarlo en manos de la piadosa muerte que llegaba. Entregó el resto de fuerzas que aún le quedaban, la mano que sujetaba los cabellos de Ramsés se aflojó y mientras descendía acarició suavemente la cabeza y luego la cara del muchacho. La otra mano que hasta ese momento había permanecido apoyada en el hombro se unió a la tierna caricia de despedida. Martha, sintiendo que la vida se le iba para siempre, aprovechó los últimos instantes que le quedaban para mirar amorosamente a su hijo. Pero ni en ese momento sublime la mirada de Ramsés cobró vida o inteligencia, seguía ahí imperturbable, triunfante, como esculpido en mármol, pero ya no importaba, de hecho nada importaba ya para Martha, tenía el absoluto bienestar de quien sospecha que todo va a estar bien, tanto en esta vida que dejaba como en la otra a la que pronto llegaría. Soltó los últimos lazos que la ataban y al final estuvo de acuerdo en dejarse llevar por el peso de sus párpados. De alguna manera sabía que ahora ya no tendría que encargarse de nada, pues todo estaba en manos del espíritu del universo y así tenía que ser. Segundos después la gata muerta cayó de tal manera que parecía estar durmiendo plácidamente entre los pies de Ramsés, junto al cuerpo sin vida de Martha. Era un domingo como a las tres de la tarde, afuera se oía el ruido de unos niños jugando al futbol..

XICOTÉNCATL CRUZ Xicoténcatl Cruz Aragón es médico ciru jano por la UABJO. Psiquiatra por la UNAM/ Hospital Psiquiátrico Fray Bernardino Álvarez. Paidopsiquiatra por el Hospital Psiquiátrico Infantil Dr. Juan N Navarro. Actualmente médico psiquiatra adscrito al HGZ1 IMSS Oaxaca. Catedrático de la Facultad de Medicina y Cirugía URSE.

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Una visión psiquiátrica de la

intersubjetividad «Sí, me alegra que sigas siendo el mismo. Si te hubieran mudado de sitio, pintado de nuevo, clavado al borde de otro camino, no tendría nada fijo para orientarme. Me eres indispensable; yo cambio. Queda convenido que tú permaneces inmutable y que yo mido mis cambios en comparación contigo» Jean-Paul Sartre

Joanna Jiménez Pavón

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a pregunta existencial socrática por excelencia ¿Qué es el hombre?, revela más del hombre en sí que la posible respuesta, ya que “preguntarse por el hombre es preguntarnos por el otro y lo otro; por el encuentro, por los supuestos del encuentro” (Salmerón, 1959). Esta capacidad hasta este momento de percibir al otro, preguntarse por el otro

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e incluso intentar comprender su medio interno subyace en un mecanismo funcional neurológico común llamado simulación corporeizada, propuesto por Gallese (2011), quien analiza la activación de neuronas en espejo premotoras frontales y de corteza parietal posterior, lo cual sucede cuando se ejecuta una acción y cuando se observa a otro sujeto ejecutar la misma ac-

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ción. Esto no sólo abarca situaciones concretas como tomar una cuchara, se ha comprobado que existe activación incluso cuando las acciones son meramente percibidas por el observador, relacionándolas con un sonido (por medio de neuronas espejo audiovisuales) o con alguna conducta previamente aprendida u observada, lo cual permite al sujeto predecir o intuir las acciones y el mundo interno de los otros a partir de sus propias experiencias mentales internas. Aquí un ejemplo: Siete de la mañana y Andrés García se dirige al trabajo. Por el tráfico concluye que lo mejor será viajar en metrobus. En la parada observa la interminable fila para recargar el saldo de una tarjeta electrónica que controla el peaje. “Por favor”, menciona una señorita apurada que le ofrece una moneda de 10 pesos. Evidentemente desea verse beneficiada de su tarjeta y, Andrés, sin problemas, paga por los dos. Una vez sentado en el vagón observa a una anciana claudicante agregarse a la multitud. Dos o tres miradas soslayantes le recuerdan que está socialmente obligado a dejarle el lugar. Qué molestia, piensa, sin embargo, sede su asiento mientras imagina que algún día él será ese viejo interactuando con un mar de juventud molesta y ansiosa por llegar a ningún lado.

Así, Andrés García percibe las miradas de las mujeres en el metrobus como inquirentes de ejecutar una conducta socialmente requerida e incluso se puede decir que las mujeres en el metrobus activan sus neuronas en espejo. Al ceder Andrés García su asiento percibe la necesidad social como acatada por sus propias mente, calmando la ansiedad de lo esperado. Este estrato neuronal sirve como mediador de la capacidad para compartir el significado de las acciones, las intenciones, sentimientos y emociones con otras personas, lo que da fundamento a la identificación con la sociedad, con la comunidad, con la familia, en resumen: con el otro.

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Eso nos lleva a dos constructos: El primero, la empatía, ya vislumbrada por Max Scheler (2005) como la “genuina unificación afectiva”, la identificación plena de un yo propio con un yo ajeno que podría ser tanto voluntaria como inconsciente. El segundo y más importante para este ensayo es la intersubjetividad, que incluye las actuaciones necesarias para armonizar el mundo mental subjetivo de una persona dentro del de otra; o sea, el entendimiento de la existencia de estados similares en otros y la interacción con ellos (Bowly, 1959). Siendo la intersubjetividad inherente en toda relación psíquica, no es de extrañarse que también afecte el quehacer psicoterapéutico y psiquiátrico. De hecho, considerar a los sujetos constructos de una intersubjetividad común coloca al psiquiatra más que en cualquier momento en una posición de ser humano real, en dónde más allá de la mera transferencia y contratransferencia descritas por Freud, existe una construcción de la realidad de manera colectiva (paciente-psiquiatra), que se debe tomar en cuenta desde el punto de vista neurobiológico de las interpretaciones, de las motivaciones, de la manera de actuar, del lenguaje verbal y de cualquier interacción que exista con el paciente y que tenga que ver no sólo con la contratransferencia, sino más allá de ella, abarcando la empatía y la actividad de las neuronas en un espejo, tanto del psiquiatra como del paciente. Kirshner (2012) plantea, a diferencia del “terapeuta ideal” de Freud, que más que ser un observador, objetivo neutral, el terapeuta se convierte en otro real con su propia subjetividad; una subjetividad que influye en la percepción del paciente y en lo que piensa, siente y hace en el marco de la situación analítica. Cabe resaltar la importancia de la segunda parte de este enunciado, ya que la percepción que el paciente se genere del psiquiatra (originada en los mecanismos neuronales en espejo), independientemente de la transferencia, origina una verdadera interacción entre estas dos personas, lo que Menaker describió como “Relación Real” (Menaker, 1990), ya que realmente se comparten realidades y puntos de vista diferentes que interactúan entre sí. ¿Hasta dónde entonces nos está permitido a los psiquiatras (no digamos imposibilitado) mantener una posición neutral ante el paciente? ¿No es acaso el no intervenir con nuestro punto de vista, desde nuestra realidad, negarle el derecho a construir un punto de

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vista intersubjetivo con el suyo? ¿No nos convierte la subjetividad en camarada o consejero más que en psicoanalistas o psicoterapeutas? Hablar de la intersubjetividad en el proceso psicoterapéutico que ejerce el psiquiatra entrenado plantea en algún punto la duda sobre la autorrevelación que se pueda hacer de su propia subjetividad. Davidove (1982) opina que la autorrevelación del terapeuta sería un tipo de intimidad que no está sujeta a ninguna moralidad deontológica o principio inamovible, sino que debería ser aceptada o rechazada de acuerdo a cada caso específico. Sobre este punto existen opiniones encontradas, Irvin Yalom propone que durante la terapia de grupo se debería usar la autorrevelación y las armas que brinda una subjetividad compartida como la empatía, para hacer entender al grupo las propias capacidades del psicoterapeuta, para la resolución de sus propios conflictos (acaso haciendo uso de neuronas en espejo y entender las capacidades del analista aplicándolas en la vida interna del paciente). Sin embargo, Yalom especifica que en someras ocasiones en que la autorrevelación fue empleada, muchas veces se cayó en el mismo mecanismo de espejo, de visualizar al psicoterapeuta como un humano más, que tiene sus problemas y conflictos para dar una resolución, devaluando el quehacer terapéutico al plano farmacológico. Claudio Pizarro (2005) realizó una revisión de diversos estudios con este talante y menciona que, a pesar de que no se puede concluir taxativamente a favor ni en contra de la autorrevelación del terapeuta, hay líneas de pensamiento bien definidas que no apoyan el hecho de que el terapeuta comparta contenidos emocionales significativos de su pasado. Observó que las intervenciones correctas ayudarían mínimamente al vínculo terapéutico y que no se debe perder de vista que el terapeuta no está en posición igualitaria con el paciente (algo necesario para una verdadera relación de intimidad psicológica), pues ambos participan en forma diferente en la relación. Otra de sus conclusiónes es que la ausencia de in-

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tervenciones de autorrevelación parece no afectar el vínculo terapéutico, y parece difícil determinar un posible valor agregado en un proceso terapéutico regular. Esto se podría explicar ya que la verdadera empatía surge del intercambio inconsciente de las subjetividades del terapeuta y del paciente, siendo éstas inherentes a cualquier relación humana y no modificables positiva o negativamente, ya que activan de igual manera los mismos caminos neuronales. Tantillo (2004) opina que no es tanto el ofrecer o no un contenido íntimo por parte del terapeuta, sino el significado de abrirse a una comunicación más auténtica en este encuentro de dos personas que podría acompañar a una autorrevelación. Claro está que la autorrevelación no es la única forma ni la más efectiva de lograr esto. Así entonces, la utilización de la intersubjetividad debería concentrarse en mantener la empatía, entendida como la percepción adelantada y el total entendimiento del otro dentro del propio constructo mental del terapeuta, utilizando armas como la autorrevelación sólo si es estrictamente necesario para enfatizar o crear en el otro una activación neuronal en espejo que le permita construir su subjetividad para resolver sus propios conflictos desde la realidad del terapeuta; si se logra realizar esto se mantendrá una relación real con el paciente que permitirá utilizar la transferencia y contratransferencia (tan utilizadas como único y último método) solamente como meras herramientas en una construcción intersubjetiva de dos realidades en donde la subjetividad del terapeuta, entendida por él mismo pero no exteriorizada totalmente, ayude a la construcción de la subjetividad del paciente, tomando los mejores elementos que el terapeuta permita mostrar. Habrá que hacer un análisis a profundidad sobre el cambio que produce la intersubjetividad del paciente dentro del mundo interno del terapeuta a largo plazo. Acaso esto nos haría tener mayor cuidado en escoger a cualquier amigo, o a una pareja.

JOANNA JIMÉNEZ PAVÓN Joanna Jiménez Pavón es médico ciru jano por la UABJO, estudió la especialidad de psiquiatría en la UNAM con sede en el Hospital Psiquiátrico “Fray Bernardino Álvarez”, actualmente cursa su Alta Especialidad en Trastorno Bipolar y Depresión en el Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz.

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Gestalt, una visión más allá

de la silla vacía Pilar Ocampo Pizano

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a gestalt es, sin duda, uno de los enfoques psicoterapéuticos más malentendidos y manoseados, cuya traducción y mala interpretación se ha convertido en guarida de irresponsables, charlatanes y terapeutas light que no sólo la han desprestigiado, sino que han limitado a otros la posibilidad de conocer realmente la riqueza filosófica, existencial y psicoterapéutica de este enfoque, al promover en las personas experiencias desagradables, incompletas o al modelar conductas incongruentes y contradictorias, resguardados bajo un aquí y ahora profundamente hedonista, egocéntrico e irresponsable que dista mucho de lo que realmente promueve la verdadera gestalt. Desde hace varios años mi lucha personal se ha enfocado a la promoción de una gestalt respetuosa, existencial, fenomenológica, vivencial y clínica que permita rescatar toda la profundidad y calidad no sólo integradora, sino preventiva que brinda. Considero que en la actualidad es de vital importancia el retorno a nuestra fuente; el rescatarnos de la garra de aquellos psicoterapeutas que más que enseñarnos a restablecer el contacto con nosotros mismos y conectarnos con nuestra sabiduría interna, nos dicen cómo vivir la vida y nos dictaminan e interpretan de acuerdo a sus propias carencias y limitaciones, desplazando la dependencia del ambiente a la dependencia de la terapia, logrando así un empobrecimiento de la

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existencia del paciente y una pérdida de su identidad que bajo ninguna óptica puede considerarse como un proceso de sanación. El proceso psicoterapéutico es un proceso de liberación interna y de rescate de potencialidades al servicio de la individualidad e independencia del paciente; ésta es la gestalt que me interesa promover: una gestalt que le permita al paciente caminar por su propio sendero parado en sus pies, no en los del psicoterapeuta; que permita un acercamiento humano real sin llegar a contactos melosos, falsos y perjudiciales para la relación psicoterapéutica; que rescate el valor del diagnóstico clínico y psicopatológico, no como una etiqueta, sino comprendido desde una fenomenología que nos permita adentrarnos en el mundo del otro para desde ahí encontrarnos con él, que sea capaz de trabajar con confrontaciones respetuosas y compasivas, que si bien frustran al paciente, jamás atentan contra su dignidad, ni contra su individualidad; que promueva la integración y el rescate de potencialidades tomando en cuenta el momento evolutivo de cada persona, sin expectativas, ni exigencias sobre su desempeño. Hay una diferencia fundamental entre alianza terapéutica y profundidad relacional. La verdadera gestalt promueve la profundidad relacional desde un encuentro mutuo en un espacio en donde el único experto sobre sí mismo es el consultante.

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Difiero de una visión dividida de la gestalt porque pretender dividirla paradójicamente es lo más antigestáltico que existe. La verdadera gestalt es al mismo tiempo relacional, dialogal, intrapsíquica, transpersonal, cognitiva y corporal. Es un todo que promueve la presencia (del latín “prae-esse” que significa “estar plenamente ahí”) para promover un encuentro real que posibilite el potencial transformador presente en cada sesión. La misma importancia tiene la silla vacía, que el uso de la relación paciente-psicoterapeuta como medio para ampliar la conciencia y trabajar con la figura que emerja del fondo, en el campo co-creado por el encuentro. Como lo repito con frecuencia a mis alumnos y en diferentes foros: la gestalt no implica cerrar ojos, hablarle a una silla vacía o pegarle a un cojín para que el paciente descargue su enojo; no tiene que haber llanto, teatro, ni drama, ni se debe buscar que el paciente salga contento y apapachado, y sí con mayor conciencia de sí mismo. El uso de las herramientas y técnicas que nos brinda el enfoque son sólo alternativas para lograr el objetivo principal: que el paciente se encuentre a sí mismo. No que el psicoterapeuta lo encuentre, le diga cómo y dónde está y lo que tiene que hacer. El rol del psicoterapeuta gestalt es estar, acompañar y ser capaz de percibir las autointerrupciones para desde ahí acompañar al otro con una actitud profundamente compasiva que transmita la aceptación incondicional que el paciente no ha encontrado en otro lado. Esto es ya en sí sanador y lo más gestáltico posible. En más de 25 años de ser psicoterapeuta gestalt, he tenido sesiones gestálticas sin llanto, sin sillas vacías, sin fantasías dirigidas, sin trabajo de asuntos inconclusos y sí profundamente sanadoras al encontrarme con el otro en un espacio en donde no existen juicios, ni interpretaciones, porque todo es como es. Es con base en la fenomenología y a las necesidades emergentes del paciente que se establece la estrategia de intervención que se irá actualizando a lo largo de la sesión, en función de lo que vaya emergiendo dentro del campo. Éste es el verdadero trabajo centrado en el aquí y el ahora. Lo que libera al paciente de sus juegos de autotortura es la ampliación de conciencia; el darse cuenta de qué, cómo y para qué está manteniendo una actitud, llevando a cabo una conducta o escudándose detrás de un síntoma. Es justo ahí donde comienza el proceso integrativo porque no hay interpretaciones, ni teorías, ni tregua para el paciente que decide empezar un proceso psicoterapéutico dentro de esta forma de hacer gestalt. Es él frente a sí mismo y a su historia, no hay un psicoterapeuta a quién echarle la culpa o agradecerle porque nadie está asumiendo la responsabilidad por él, y una vez empezado el proceso del propio parto no puede detenerse o involucionar, si-

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gue avanzando aun a pesar del propio paciente. Como repito con mucha frecuencia: después de un darse cuenta, ya nada es igual. La gestalt está fuertemente influida por el existencialismo de Kierkegaard, por la fenomenología de Franz Brentano y Edmund Husserl, por el análisis existencial de Ludwig Binswanger, de Martín Heidegger y de Sartre, por el trabajo de W. Reich, por el taoismo y el zen; además de tener como base experimental a la psicología humanista. Fritz Perls aseveraba que la meta de la terapia gestalt es “convertir a personas de cartón en personas reales”, independientemente del indudable matiz narcisista y hedonista que acompañó a Perls a lo largo de su vida, resume en una frase todo el postulado filosófico que sustenta a la gestalt: abandonar los roles, integrar la personalidad para rescatar el poder personal desde una individualidad que promueva ajustes creativos dentro de su entorno. Cómo logremos eso, dependerá del estilo personal de cada psicoterapeuta y de lo sólido de su formación. No todo lo que lleva apellido gestáltico es realmente gestalt y no culpo a quienes en base a experiencias desagradables generalicen creyendo saber lo que es gestalt. Resumiendo:

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Para terminar reafirmo que no estoy casada con la gestalt, sino enamorada de ella, de su magia y de lo que el encuentro con el otro puede generar dentro de este enfoque. Eso no quiere decir que devalúe otros enfoques, considero que cada propuesta puede ser útil con determinados pacientes o en determinados casos, y desde ahí le doy la bienvenida a cualquier propuesta psicoterapéutica, aclarando simplemente que cualquier postura impositiva, crítica, interpretativa, invasiva e irrespetuosa no es psicoterapia, porque jamás promoveremos la sanación de la psique con las mismas actitudes que dañaron a la persona que viene a buscar en nuestro acompañamiento la posibilidad de reescribir su historia.

PILAR OCAMPO PIZANO Pilar Ocampo Pizano es psicóloga clínica, posgrado en Psicoterapia Gestalt. Doctora Honoris Causa por el Consejo Iberoamericano en Honor a la Excelencia Educativa en Lima, Perú. Fundadora y Directora Centro de Desarrollo Humano y Psicoterapia Gestalt en Oaxaca. Ponente y docente internacional y autora de varios libros.

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Entrevista con

Loretta Cornejo

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oretta Cornejo es de nacionalidad peruana y española. Es docente, ponente y tallerista a nivel internacional. Ha publicado en diversas revistas internacionales especializadas. Es autora de varios libros, entre ellos Manual de terapia gestáltica infantil, Cartas a Pedro, Manual de terapia gestáltica aplicada a adolescentes, con más de siete ediciones. Es cofundadora y directora del Equipo de Psicología y Psicoterapia UmayQuipa, en Lima, Perú, y en Madrid, España. La siguiente entrevista se llevó a cabo durante el taller Conductas disruptivas en la adolescencia, que se realizó en Oaxaca, México. Angel Morales: Bueno, de antemano muchas gracias por la entrevista. Primero nos gustaría que nos comentara qué tanto está involucrada la familia en el trabajo con los niños y adolescentes, qué tanto se debe trabajar con los papás antes de iniciar la terapia con los niños. Loretta Cornejo: Nosotros no es tanto trabajar, consideramos que el niño sin sus padres no puede

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sostener todo un tratamiento. Entonces el niño tiene que saber que trabajamos en equipo; en equipo significa trabajar tanto con los padres, con el colegio, a veces con los hermanos; lo que queremos es que los papás sepan que no es que el niño venga a tratamiento, sino que ellos deben estar introducidos en este tratamiento de acompañamiento emocional. En nuestro encuadre decimos que por lo menos una vez al mes tiene que haber sesión de papás, donde ellos van a trabajar no problemas de pareja, ni de familia, sino problemas o funciones para ser mejores papás. Nosotros partimos de la base que un papá está haciendo lo mejor que puede. No importa si es disfuncional, no importa nada, son las herramientas que él ha recibido y son las que sabe aplicar. Entonces en el momento que llevan a alguien no es para acusar o generar culpa, sino para decir: hasta ahora ésa es la manera, las herramientas que tenías y ahora vamos a aprender otras herramientas más que pueden ayudar a que todo mejore. Con el adolescente, a veces, es dife-

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rente y depende de la edad y del problema, de doce, trece, y catorce están incluidos los padres. Cuando son de quince, dieciséis y diecisiete depende de en qué cosas quieren ser ayudados; a veces son cosas de sus amigos, por sus problemas de enamoramiento y los padres vienen a la primera entrevista para que nos conozcan, en algún momento puede ser que los llamemos, pero es algo más del adolescente. Pero cuando son problemas de la dinámica familiar, peleas, conflictos, falta de respeto y todas esas cosas, entonces sí están incluidos los padres. Les decimos a los chicos, tendrás dieciséis pero tus padres tienen que estar, porque eso es un problema dentro de la familia. A. M. Pareciera que cada generación trae sus patologías, anteriormente era la anorexia y la bulimia, pero esta de los millennials quizá trajo consigo el cutting y el bullying. Lo que se percibe es que de pronto se le quiere dar el mismo tratamiento del bullying a los niños y a los adolescentes, pero da la impresión de que las causas son distintas, las situaciones son diferentes ¿Sí tendría que hacerse una separación? L. C. Mucha gente llama bullying desde los seis años y muchos niños no saben qué están haciendo. Un niño de seis o siete años está haciendo algo que vio en la tele y se le debe enseñar que eso no está bien. A partir de los nueve o diez es cierto que hay conciencia y se sabe escoger a la personas, son niños posiblemente como más metidos en cosas de mayores, pero siguen siendo niños, lo que pasa es que hemos decidido tratarlos como adultos. No tienen tiempo de jugar, tienen muchas tareas escolares… entonces en lo del bullying actúan como adultos, sabiendo que están haciendo y sabiendo por qué lo hacen, hay un desfase. Es un niño estresado, un niño que de alguna manera está desfogando una serie de cosas que están mal dentro de sí mismo. El adolescente es parte de su trasgresión, siempre lo van a hacer para llamar la atención y para que la sociedad se reubique. El problema de la autolesiones es algo serio, tanto aquí como en Europa. Es un problema serio que lleva no tanto al suicidio, pero muchos jóvenes están haciendo muchas cosas y es la única manera de decir que les está pasando algo. Ellos mismos dicen: yo encuentro alivio al cortarme, tengo alivio al dolor que tengo por dentro. Es un vacío más que nada, antiguamente componían una canción y ahora se lesionan. Y el bullying reamente es una sociedad donde todo vale; o sea, lo vemos a todos los niveles del gobierno, en la calle, es como decirle al adolescente: lo tuyo es bullying, pero lo de afuera qué es. Eso no excusa una cosa de otra, pero es cierto, está encresciendo porque el adolescente está denunciando lo que pasa en nuestra sociedad. A.M. En el problema de las adicciones, ya sea alcohol, cigarro, mariguana, etc, ¿con quién se tiene que apoyar el psicólogo? Además de la terapia individual. Y es que hablaba en alguno de sus libros que se tiene que respetar el trabajo de los otros: el psiquiatra, papás, escuela… L. C. Primero hay que definir si hay una adicción o no… que es lo que no te permite socializar, ir mal en los estudios, el humor, cambios de conducta. Además de la terapia, terapia de grupo, y si hay adicción química sí tiene que haber una ayuda medica, por su-

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puesto los padres también tienen que entrar, en el sentido de qué es lo que ha llevado al chico a eso. No sólo es por un grupo de amigos, hay chicos que han metido la pata una o dos veces, pero no se vuelven adictos, los padres tiene que ver qué es lo que los ha vuelto adictos. A. M. Hablando del trabajo en conjunto, muchos psicólogos no están de acuerdo en medicar a los niños, sobre ese tema ¿Cuál es su postura? L. C. Yo de ser posible tampoco soy de la medicación. A no ser que el niño tenga algo biológico o neurológico entonces necesitas una medicación para comenzar, ése sería un caso. Otro sería con niños que son de familias disfuncionales y tienen mucha angustia que se va hacia la agresión y que ellos no pueden controlar. Entonces, sólo mientras la terapia funcione, para que la angustia baje y se pueda trabajar con él. No es una cuestión de se mueve mucho, le vamos a dar, no atiende en clase, le vamos a dar; no, el niño inquieto ha vivido toda la vida y nos tenemos que aguantar como se ha aguantado siempre. Lo que sucede es que es más cómodo darle una medicación porque estamos en una sociedad donde la familia no tiene tiempo de estar educando y los padres están cansados, también es cierto, los profesores tiene muchos niños en clases, no es como antes. Y también en la educación cada vez son más tareas, el niño está agobiado, no tiene tiempo para jugar y eso hace que tenga una conducta más disruptiva. La cosa no es tanto medicar, sino tratar de que tenga más espacios de juego, hay que ver qué deberes son necesarios, pero no medicar por medicar. Es bueno que salga la emoción, yo prefiero un niño que hable a que le den una pastilla y no diga nada. Hay cosas que hay que medicar, pero se va quitando con base en la terapia y sólo se sigue con la terapia. A. M. Hay algo que está pasando en México y que en España ya está más avanzado. Es la alienación parental. Ahí lo manejan como un síndrome. Aunque no aparece todavía ni el DSM o el CIE 10, aquí no se maneja como síndrome, hace poco se modificaron las leyes a nivel nacional y por ende a nivel local, y lo manejan como violencia. La alienación parental ya es considerada violencia y eso hace que se pueda perder la guarda y custodia de un hijo. Para mí es algo terrible, con las nuevas modificaciones al Código Civil primero fusilan y luego investigan. ¿Cómo trabajar la alineación parental? L. C. Fíjate, alienación parental es un término que salió hace unos años en Estados Unidos, después lo quitaron; en Europa empezó hace seis o siete años, también lo han quitado ya, no lo utilizan siquiera los abogados, porque dio demasiado manejo y manipulaciones. Se quitaron demasiado a los hijos con el término, o sea cualquier cosa era el SAP (Síndrome de Alienación Parental), entonces realmente casi no se utiliza ya, realmente eran pocos los casos de SAP y era más un término de manipulación a nivel legal, donde quitaban a los hijos. Desde hace por lo menos cuatro años ya no se usa, debe ser un caso muy severo. Ahora por supuesto otra cosa es la violencia, es cierto si el niño es usado como un paquete, entonces sí es un maltrato al niño. A.M. Que bueno que lo menciona porque en México no están enterados de eso. Porque la situación se

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Loretta Cornejo junto con todos sus estudiantes en el taller de Conductas disruptivas en la adolescencia.

presta mucho al chantaje, a la manipulación y al final el que sale perdiendo es el niño. Bueno, otro tema en que también estamos en pañales, estoy seguro de eso, es en adopciones, pero adopciones entre parejas del mismo sexo. Casi no hay investigaciones en México, apenas parece se está planteando la posibilidad del matrimonio entre personas del mismo sexo, eso implicaría que con el tiempo podrían adoptar, quizá, pero se han enfocado en la parte legal y han dejado a un lado la parte psicológica. El informe psicológico para los adoptantes es el más amplio de todos por todas las pruebas que se aplican y éstas no pueden ser las mismas. Y el contexto social, no sé si la sociedad esté preparada, el bullying que podrían sufrir los niños y todo eso. No se ve muy claro el panorama. ¿Por dónde debemos empezar en México? L. C. Yo creo que así como se inició en España. Una de las primeras cosas que hay que cambiar es a nivel sociedad, la sociedad debe aceptar la homosexualidad como algo que es tan igual como si fuera heterosexual. Entonces los niños van creciendo y viendo como normal que haya aparejas homosexuales, eso sería lo primero; de ahí viene el matrimonio, sería el segundo paso, lo digo a nivel social, porque si hacemos el paso a que la pareja adopte, si no se acepta la homosexualidad, va a pasar todo, le van a decir de todo al niño, a los padres, porque claro se han saltado los dos escalones anteriores. Y hay que ver hasta qué punto se acepta la adopción en países latinoamericanos, porque ése es otro tema. A.M. Cambiando radicalmente el tema, para usted ¿cuál es el paciente más difícil? L.C. El más difícil, quizá porque me conmueven más, son los abusos sexuales en los niños, es lo que más me conmueve porque vienen muy rotitos y me da pena que le hayan quitado su mundo mágico. Tengo que ir a juicio a defender y me da pena, yo puedo ayudar muchísimo, pero ya dejaron de ser niños. Entonces no es difícil, pero es el que más me conmueve;

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al contrario, prefiero estar ahí con ellos. Eso es por un lado, y el otro es tal vez trabajar en oncología con los niños, o con las madres cuando saben que están casi terminales y me piden ayuda de cómo hacerlo con los niños, de cómo explicárselo a los hijos, entonces no es que sea difícil, es que me conmueve mucho; yo quiero estar ahí, pero realmente me conmueven. Ahora cuando uno empieza yo supongo que lo más difícil es un paciente que no habla nada, los que no van a la sesión, el agresivo de palabra, el que llora todo el tiempo, creo que conforme uno tiene su proceso psicológico al principio te es difícil el que ya no habla, después ya no, luego el que falta, después ya no, después es difícil el agresivo, después ya no, como en diferentes etapas de tu vida, creo que hay que preguntarse si este paciente está viniendo a mí y me es difícil es porque algo tengo que trabajar de esta parte, porque no la tengo tan trabajada. A.M. Algún último comentario que quiera hacerle a nuestros lectores, que generalmente son estudiantes, ¿algún comentario para ellos? L.C. Una de las cosas principales, pienso que el psicólogo no debe ser como se enseñaba antiguamente, que debía ser escéptico y nunca dar su opinión. Creo que por la falta de valores tiene que dar cierta postura de valores, tanto con los niños, los adolescentes y los padres. Está bien entender y que ellos sepan que los vamos a entender, pero hay que decirles las conductas de riesgo, hay que decirlo, si no ellos creen que estamos de acuerdo y no podemos decirles nada, como era antiguamente la figura del sacerdote, voy, me confieso y me voy. Entonces, si te están contando cosas que son de riesgo, hay que decirles. Y no lo hablo desde la moral, sino desde cuidarte, no si es bueno, malo o pecado, es por cuidar tu organismo, o sea cuidarte porque te quiero. Esa postura sí la tenemos que decir, que ellos sepan que los estamos cuidando para que tengan una vida buena, no moralista, sino buena, en ese sentido.

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Consultoría Psicológica

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Psicoterapia individual Evaluaciones Psicométricas Peritaje psicológico Lapsus

Psicología laboral y Recursos humanos • Reclutamiento y Selección • Capacitación • Ingeniería de procesos RRHH • Desarrollo organizacional

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