Comentario de texto: “Rojo sol, que con hacha luminosa”, De Fernando de Herrera.
Ester Martínez Sanzo Laima Romano Oteruelo
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Rojo sol, que con hacha luminosa cobras el purpúreo y alto cielo, ¿hallaste tal belleza en todo el suelo, que iguale a mi serena Luz dichosa? Aura süave, blanda y amorosa,
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que nos halagas con tu fresco vuelo, ¿cuando se cubre del dorado velo mi Luz, tocaste trenza más hermosa? Luna, honor de la noche, ilustre coro de las errantes lumbres y fijadas,
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¿consideraste tales dos estrellas? Sol puro, Aura, Luna, llamas de oro, ¿oístes vos mis penas nunca usadas? ¿Vistes Luz más ingrata a mis querellas?
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Este soneto pertenece a Fernando de Herrera, poeta sevillano del Renacimiento que recibió el elocuente apodo de El divino. Se le considera el más alto representante del petrarquismo del XVI en España. Fue historiador, estudioso de la literatura y persona de renombre en su época. Su poesía amorosa, inspirada en parte por el convencionalismo cortesano, posee visos de pasión auténtica y rasgos originales, como el favor de la dama cortejada, insinuado en algunos poemas. Este poema está influido por la concepción petrarquista del amor. Es el lamento del amado por el rechazo o desdén de la amada v.13-14; a la cual se la presenta divinizada, la presenta como un elemento de culto, comparándola con la perfección de la naturaleza. Ej.: En el primer cuarteto, los dos últimos versos, la identifica con la Luz. En el resto de la obra, continua con una comparación de esta con la naturaleza. El tema del soneto es el lamento de un amante despechado, atribulado por la belleza y crueldad extraordinarias de la enamorada. En cuanto a la métrica; Al tratarse de un soneto, está formado por catorce versos, dos cuartetos y dos tercetos, endecasílabos. Presenta rima consonante dispuesta de la siguiente manera: ABBA en los cuartetos y CDE en los tercetos. Encontramos un encabalgamiento sirremático abrupto (llega hasta la segunda sílaba del segundo verso) en los versos 7 y 8.
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Con respecto a la estructura interna, distinguimos las siguientes partes: 1ª parte (versos 1 a 11). Es posible dividirla a su vez en tres partes: en el primer cuarteto, la voz poética habla al sol; en el segundo, al aire (aura significa “viento suave y apacible”); en el primer terceto, a la luna. La composición comienza con una personificación del sol, que volveremos a encontrar referida al viento y a la luna: el sol cobra (domina) “el purpúreo y alto cielo”. Hay una doble figura literaria en el primer verso. En “hacha luminosa” se funden la metáfora (hacha por el sol, debido a su fulgor se diría que cortante) y la sinestesia (se atribuyen cualidades propias de la luz a un hacha, esto es, un objeto que de natural no puede exhibirlas). En esta parte podemos percatarnos del juego de colores hablando del rojo del sol, que además aporta un sentimiento apasionado y que vemos, continúa durante todo el cuarteto hasta terminar con una pregunta retórica de modo desgarrador. En el segundo verso, el adjetivo purpúreo transmite una imagen de divinización. De manera análoga, en el segundo cuarteto, también transmite sentimientos mediante los colores al hablar de que su amada se cubre con el dorado velo que vuelve a ser un elemento propio de lo divino. El apóstrofe de los versos 3 y 4 es fundamental en el poema, puesto que revela el tema del soneto, a la par que un tópico de la literatura amorosa. En su lamento, el desafortunado amante, habla de la hermosura de la amada. En el verso 4 aparece un emblema, esto es, una alusión simbólica a su amada. Luz es doña Leonor de Milán, condesa de Gelves y esposa de don Álvaro de Portugal y Colón.
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En los sonetos del siglo de Oro es frecuente que los dos primeros cuartetos presenten una estructura paralela, como ocurre en este caso. El apóstrofe como apertura, la personificación del aire, la oración de relativo que presenta una alabanza al fenómeno natural, la interrogación retórica, la hermosura única de la dama, todo en el segundo cuarteto refleja el primero. En el primer terceto sigue un modelo similar al de los cuartetos. Se dirige a la luna y las estrellas de manera metafórica. Este, también termina con una estructura interrogativa en la que compara los ojos de la amada con las estrellas. 2ª parte: (versos 12 a 14). El poeta se dirige a los tres elementos de la primera parte y lamenta la esquivez con que le castiga su amada. Comienza con una enumeración de sustantivos a los cuales apela en un quejumbroso lamento v.13; y utiliza de nuevo la imagen de la Luz haciendo referencia a la amada, reprochándole su ingratitud v.14. La doble interrogación retórica cierra la estructura paralelística del poema. El mensaje de ambas ya no es la simpar y excelente hermosura de su amada, sino la desgracia del amante desairado. El enamorado, rechazado por la enamorada, se lamenta y transforma dicho lamento en materia lírica.
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Fernando de Herrera trata, en este hiperbólico poema, un motivo típico de la lírica renacentista, el lamento del amado por el rechazo o desdén de la amada, de manera alegórica. En él hemos podido observar numerosas apelaciones a elementos de la naturaleza como el Sol, la luna, la noche, las estrellas…a las cuales hace testigo de sus lamentos y sus esfuerzos por conseguir el amor de esa amada a la cual ha identificado constantemente con la imagen de la Luz. Está bastante influenciado por el petrarquismo y su comparación de la amada con la divinidad. Como hombre fiel al Renacimiento, no nos muestra la realidad como es, sino de una manera idealizada y de ahí, la divinización de la amada.
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