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3.8. Apunte conclusivo

Economía de la lengua y valor económico del español 131

cionales resultados que se obtienen en el modelo al considerar la experiencia española de las dos décadas previas. Cabe esperar, no obstante, que a medida que se avance a estadios superiores en esa proyección exterior, el factor de proximidad que supone la lengua común vaya perdiendo relevancia.

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Los países de habla hispana han sido, de cualquier modo, el gran «banco de pruebas» de la internacionalización empresarial de España en pocos años. La gran tarea pendiente es materializar esa ventaja del español como activo económico internacional en un conjunto de países que precisan para ello de más desarrollo y, en particular, mayor calidad institucional. Países en los que el español es aún, más bien, un intangible que suple otras carencias, de modo palmario las de calidad institucional, aproximando lo que estas distancian. Un recurso potencial, en suma, que hay que materializar, del modo en que ya lo hacen no pocas «translatinas».

Así pues, resulta incuestionable, a tenor de lo que ya puede afi rmarse, la gran capacidad potenciadora de los negocios internacionales del español. Una capacidad que nace de su carácter de lengua de relación para un gran número de países y que se afi anza en su potencialidad demográfi ca, pero que no puede fundarse solo en esta.

3.8. Apunte conclusivo

El recorrido previo de la literatura encuadrada en los límites más o menos amplios y, en todo caso, deslizantes, de la Economía de la lengua ha permitido comprobar lo que al comienzo se predicaba: su carácter fronterizo, mestizo y disperso. Muy centrada inicialmente en una parte de las relaciones entre lengua y Economía —la perspectiva microeconómica de lo que vale una

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lengua en el mercado de trabajo, en particular para los emigrantes—, ha ido entrando, poco a poco, en otros ámbitos del análisis de los que ha quedado constancia en las páginas previas.

Dentro del ámbito científi co de la Economía de la lengua, las distintas líneas de investigación desarrolladas dentro del Proyecto Fundación Telefónica —y debidamente encajadas en las páginas previas en sus respectivos moldes internacionales— constituyen aportaciones que allanan el camino para dar una respuesta cabal a la pregunta clave: cuánto vale una lengua. Cuánto vale, claro está, para el conjunto de sus hablantes y para los países que la comparten, esto es, con una perspectiva global y macroeconómica. Avanzar en esta dirección no requiere tanto del grueso cortafrío como de un fi no cincel con el que tallar cuidadosamente el gran número de piezas —tantas como facetas tiene el valor de una lengua— que componen lo que no es, a fi n de cuentas, sino un gran puzle que solo cobra sentido al observarse en conjunto.

No es pequeño el margen de recorrido que tiene la Economía de la lengua en sus principales ámbitos de estudio, ni pocos, seguramente, los nuevos terrenos que tiene por descubrir. Pero lo que se sabe es sufi ciente para confi rmar que la posesión de una lengua de alcance internacional importa, y mucho, en la vida económica de un país, así como los benefi cios que se derivan de pertenecer a una comunidad lingüística amplia, que se extiende más allá de las fronteras nacionales. En primer lugar, porque de este modo se estimulan aquellas industrias que tienen en la lengua —o en algún producto derivado— un componente básico de su función productiva. En segundo lugar, porque la posesión de un idioma común puede reducir los costes de transacción de todas aquellas operaciones que se realizan entre países pertenecientes a la misma comunidad idiomática, potenciando sus intercambios mutuos de factores y productos.

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En suma, incluir la variable «lengua» —o idioma común— dentro de las modelizaciones y los análisis de la Economía se ha revelado útil para conocer mejor y valorar su impacto en múltiples facetas de la actividad económica y sobre el conjunto de esta. Y ha permitido, al tiempo, perfeccionar el conocimiento que, desde la Economía, se tenía de la realidad objeto de estudio en áreas como las del Comercio internacional o la Economía del trabajo, por ejemplo. Puede decirse que la Economía de la lengua ha superado ya su fase de asentamiento inicial para entrar en un prometedor futuro de desarrollos académicos.

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