EdicionesMadriguera
Jenifeer Gugliotta
Poemas dispersos Nº37
Polvo de flores, De cayenas llenando mi pasillo. Una mesa repleta de discos de vinil, cocuy y una que otra droga haciendo caos en su nariz, en sus manos, en sus pulmones. La representación de su vida en una caja electrónica hace que parezca de ensueño, de batallas no ganadas, de pobreza y amor sólo los fines de semana. Cuando la realidad coquetea entre sus batas, yo dejo de creer en la poeta, en la similitud de cayenas: esa droga explosiva que devoraba siendo niña. Todo muere. ¡Todo!
Santa Ana de Coro, Mayo 2009 – Año 4 – Nº 37 – Edición mensual - Depósito Legal PP200603FA452
Jenifeer Gugliotta Ocumare del Tuy, 1985. Cofundadora del Grupo Musaraña, editora de la revista Cubile, la hoja poética Madriguera y Ediciones Madriguera en Coro. Premio del XI “Rafael Concurso José Álvarez” de la Universidad Francisco de Miranda en la mención de poesía. Co-autora del libro colectivo de edición artesanal “Antología de la Cueva” (2006). Ha publicado en revistas nacionales y regionales.
EDICIONES MADRIGUERA Director: Ennio Tucci Editora: Jenifeer Gugliotta Jenifeer Gugliotta, “Poemas dispersos” Ilustraciones: Mariana Chirino
edicionesmadriguera@yahoo.es http://madriguera.ya.st HECHO EL DEPÓSITO DE LEY
La libreta de la escuela básica se salvó de esta revolución de palabras, de todo latinismo, de los poemas mal calculados y las líneas mal escritas que se ahogan en toda la formación que mi consciente mediocre adsorbe y vomita en un segundo. La libreta de la escuela básica sacrificó las matemáticas, el inglés, revivió un idioma inteligible para otros, ella mató la amistad favorita de la niñez, la fábula del torpe enamorado, el de ojos claros. Rayó pupitres golpeó el rostro de aquella risueña niña y la cabeza del maltrecho niño. Ella se salvó de tus palabras, de tus picardías, de los poemas y mi naturaleza excluyente.
Cuando hay odio y muerte en el mundo las palabras quedan en silencio. Cuesta escribir cuando vivimos en guerra, cuando en la mirada del compañero encontramos egoísmo y simpleza; un acto de superioridad, de poseer una verdad que mata. Las palabras en ellos hieren, es un misil que se estrella en la razón. Entonces el silencio en mí se humilla, se cuelga en la pasarela de la Intercomunal Coro-La vela, se disgrega y salta con la cuerda. Abajo la espera un camión, el asfalto y el perro muerto de la semana pasada.
A veces las palabras no logran cavar y pasar del otro lado de nuestro patio. Porque hay otros sitios debajo de nosotros y mueren en ellos no sólo las hormigas. Desearía regar el árbol y saciar la sed de los desterrados. Pero vivimos en sequía, el espacio se reduce y sé que pronto las bombas estarán cayendo en el patio de la casa. A veces las palabras no logran alcance y nos cuelgan de los postes como fachadas políticas, nos dibujan en el cuello escombros de la guerra. Él no lucha por su cama, lo he oído murmurar, entra por la ventana y come sólo de las sobras del gato. Silencio, eso escriben los poetas en días de guerras, de hambrunas y sequías. En la pared hay un cuadro de un escritor famoso, dentro de él un poema Pimpollo, la ciudad que promete algún día revelarse. En el patio de la casa los perros acarician entre sus colmillos poemas destruidos, una uña recién cortada del pie sudoroso de mi hermano y una estampita de la vecina de al lado, mostrando una rata que adoraba y a cambio la protegía.