Cartas azules
Ediciones Madriguera © Raquel Tirado, 2017. © A. C. Madriguera, 2017. Barrio Chimpire, calle Purureche #87 entre calles Cristal y Chevrolet, Coro - Venezuela. Sitio Web: http://www.edicionesmadriguera.com.ve Correo electrónico: edicionesmadriguera@gmail.com
Edición al cuidado de: Ennio Tucci Equipo editorial: Jenifeer Gugliotta, Armando Rivas y Gradys Martín HECHO EL DEPÓSITO DE LEY Depósito legal: FA2017000046 ISBN 978-980-7494-36-6
A mis padres Juan Manuel Tirado Rojas y Raquel Molina Senior iniciadores de mi historia. A mis hermanos Aracelys, Lucianna y Juan Manuel unidos por el divino azar. A mis hijas Raquel Amanda, Renata InĂŠs y Natalia Berenice mejores que yo en todo. A mis nietas Amanda Eugenia y Carlota Alejandra, renovadoras de vida. A Marvella Correa amiga.
Al yo poético de Raquel Tirado Por Luis Alfonso Bueno
Ignoro cuantos olvidos han pasado desde la frase de Mariano Picón Salas al saludar el poemario inicial de Ida Gramko: “Apenas una niña y ya puesta en cruz el alma sobre la piedra lírica”. Cierto es que fue una anunciación de flor y entrega, obra y luz en la poesía venezolana. Aquel augurio habría de permanecer abandonado para mí entre confusas páginas, referencia perdida en la memoria. Hasta que un día después de tantos días -asociación de ideas y recuerdos- vinieron esas mismas palabras a decirme de otra destinataria del asombro, alma tendida a la intemperie de sí misma sobre la piedra ilusa. Ya no hubo remitente pero sí una muy joven poeta, una verdad como un hallazgo nuevo; tal mi esperanza confiada solapando la inelegancia de las comparaciones. Desde entonces –cosa de años recientes– conozco con delectación la poesía de Raquel Tirado y a ella con júbilo de encuentro. La he percibido a favor del presagio no precisamente dirigido a ella, pero con alma, clavos y madero fidedignos. La poesía fue labrando sueños, perfeccionando el vaticinio para ubicarme en esta convicción: un universo psíquico dúctil y fuerte, –no hay paradoja– apto para el temblor y la revelación; árbol
indoblegable al viento del azar, sostenido en la savia temprana del origen. Verbo que construye sin filigranas, que prefiere la tensión a la metáfora, el genuino calor al falso rocío que asperjan los hisopos cartelarios. Si algún espectro lo inquieta puede ser el mandato inmemorial de Holderlin: profundidad y belleza por más que una gire circunscrita al yo, y parva exuberancia haya en la otra. No la tienta el riesgo de que “hay espíritus que enturbian sus aguas para parecer profundos” según decía Nietzsche, antes que Paul Simón oyera “los sonidos del silencio” y este le diera voz a la poesía de Elías David Curiel conforme a mis recuerdos. Raquel Tirado ha venido siendo y se evidencia en un ámbito donde ocurren vidas a veces sin saber porqué y una relática de los sentidos permite que el cuerpo al contar su propia historia constate estar atado a un alma. Obviedad existencial que no elude la herida a cuyos bordes -labios de sed distinta- ninguna sal empecina dolores yuxtapuestos. Acentos tiene la develación ética sin repiques demasiado sonoros; sólo la sombra natural y clara que el existir corteja. En ese territorio fehaciente ha sucedido lo que siento y me llama de la poesía de Raquel Tirado; varios almanaques han desprendido sus hojas, mas no tantas para la oxidación de estas palabras; al escribirlas casi regreso por las horas que fueron a verla trascendida de su universo onírico, de la llama que aleteara el comienzo. Es toda una mujer de poesía la que ahora me acerca su escritura, la presencio en la
lumbre del siempre, dichosamente frágil –fortaleza: los sueños– como se suele suponer que deben ser la ilusión y el poema que bebe en cáliz fresco. No llegan a nublar, si tales existieran las grietas y los grises que la poeta le atribuye a sus actuales días cuando ansiosa en la espera, abre paso a la prisa de la estrella; cuando habla de su hora de no seguir viendo como a un secreto el mundo; cuando se confina en la certeza de sólo saber que tiene un íngrimo cuerpo, alma inquieta donde gesta la poesía su mágico quebranto. Ternura va con ella, eficiente equilibrio del yo poético que no escatima palpitación plural, que no se amputa ni se forja nada; no hace el caracol de calcáreo egoísmo. No es trágico ni mayor desmesura el arribo de la huésped a su lado: la soledad temida y esperada ha llegado con los cuartos de la casa vacíos, con un silencio estruendoso es la cálida estancia de vida destilada … Por mi parte –sin olvidar un instante que en cosas nada anacrónicas, de Afrodita y Minerva mi poderdante es Cronos– celebro la sencilla crepitación serena de la poesía de Raquel Tirado sin extenderme a cómodos acaeceres de la ocasión escrita; doy fe de su nacer y despertar al misterio. Diré también que entre la paz y el fuego imaginado se oye vibrar una alianza casi nupcial del rigor reflexivo –sin despóticas galas– y la poesía de succionante enigma. Vísperas, de encantamiento sobrio impiden el desencuentro de los dos azares. Antes que me lo advierta, Pero Grullo: el poema
no encandila el yo, tampoco el ser lo convierte en acertijos, evasión o fuga hacia la nada. El oficio no agobia el resplandor. Ya dijo un soñador de ojos abiertos: la poesía haciendo el ser lo deshace, y ella lo sabe. Cartas azules, ennortado a su énfasis tranquilo y lúcido, mira al paisaje interior, al adentro fluyente que interroga, esperando “lo nuevo que será siempre nuevo” Como en casi todos los textos anteriores de nuestra poetisa: Sueño repetido, Notas marginales, La casa que no está, no hay decoraciones ficticias, nada para sólo sonar: el yo poético – fiel pero no suntuoso de lenguaje o forma – atiza de vida y certidumbre el canto. Alerta ante realidades aturdidoras que pretenden serlo todo con base en imaginologías inestables, utilitarias, distantes de la noble utopía; aquí la poesía sigue anunciando la gracia posible, hace preparativos a su limpio fluir; a su lugar de ser. No hay “palabreros vacíos” como ceniceros o floreros sin flores ni cenizas, tampoco la mustia sombra delatora de apenas una “relación atribuida” entre objetos y palabras como una desolación diciendo nadas. En las nacientes de la poesía la voz de Raquel Tirado tiene un lugar para hallarla salvada de las aguas. Para ausentarse de donde cree estar, de ese no estar donde parece que estuviera, el ser dispone de la poesía que lo hace su aliento y su rehén; no hay precisamente un cautiverio, es una red viviente. 10
Algo más que una percepción literaria –exigente o alborozada, intuitiva o critica- puede decirnos que la escritura de Raquel Tirado, aun a la luz de la suma impía que a la condena de vivir agrega “soñar solos”, tiene un lugar en el coro verdadero de la creación poética; no diluida su voz entre sonoras ondas sino agua palpitante y pura en los labios del tiempo.
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Que cada palabra lleve lo que dice. Que sea como el temblor que la sostiene. Que se mantenga como un latido. Rafael Cadenas
Esta publicación debería llevar un orden cronológico, sin embargo, debo confesar a quien lee, que esa disposición rigurosa me paraliza al momento de comenzar a escribir, por lo tanto, decidí comenzar en el orden que mis recuerdos se tornan más nítidos y mis percepciones de la realidad más elocuentes. De esa manera se me hace más fluida la escritura, que es el fin de esta tarea. Cuando escribo esto ya estoy en mis sesenta. Llegar a esta edad ha sido una experiencia recia de vida. Mis manos están salpicadas de unas manchitas marrones. Cada vez las noto más nítidas, las contemplo nacer incipientes hasta que se convierten en unas señoras manchas. Ahora siento frío con cualquier remanso de brisa nocturna y hasta con las diurnas. Ya por las noches me duermo temprano, muy temprano. Mi vida alerta es de día o de madrugada. La soledad temida y esperada ha llegado con los cuartos de la casa vacíos, con un silencio estruendoso y con la cocina impecable todo el tiempo. Es 13
la cálida estancia de vida destilada. Así llego hasta aquí con la escritura a cuestas, finita y potente. Libre en el ser. Recojo, en esta publicación, escritos dispersos que decidí juntar. Algunos nacieron en el siglo pasado, otros en lo que va de este siglo veintiuno. Espero que al lector de hoy le sean leves. Raquel Tirado 2016
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LA MARCA DE LA SERPIENTE El señor Marino era italiano. No supe cuándo llegó al vecindario con su esposa y su hija Nidia. Delgado, alto, de pómulos hundidos, ojeras marcadas y ojos alarmantes. Trabajaba en su casa como zapatero. Me gustaba contemplar la mesa donde claveteaba los zapatos porque chorreaba por todos los bordes pega amarilla endurecida, los clavos que unían la patas a la mesa eran muy grandes y brillantes haciendo un contraste extraño con la madera envejecida. El señor Marino tenía un dibujo tatuado en uno de sus brazos, era la figura de una serpiente, que a mis ocho años se me hacía grande y maléfica. Reparaba sin queja los zapatos de todos los vecinos de la cuadra. Un día me sorprendió ver en la entrada de la zapatería unas vitrinas nuevas con bordes de madera muy pulida, acomodadas en el sitio donde antes estaba la mesa vieja. El señor Marino había transformado el modesto local en una zapatería con muebles nuevos y zapatos de moda. Fue el comienzo imperceptible de los cambios rutinarios del vivir, el indicio arbitrario del movimiento inevitable de la vida. El retorno del Señor Marino a su Italia, que tantas veces mencionaba, fue casi clandestino. Pronto nos acostumbrarnos a su ausencia. Después de tantos años, su hija Nidia visitó las ruinas de lo 15
que fue el vecindario. Con la cortesía de estos casos acordamos encontramos frente a lo que fue mi casa materna. Nos reconocimos por los recuerdos. Al despedirnos me entregó una cajita roja que contenía un broche, era un obsequio enviado especialmente para mí por parte del ya ancianísimo señor Marino. Luego de esto se fue. El broche –me dijotenía la forma de la letra R, inicial de mi nombre en mayúscula. Un día me puse el broche con cierta desconfianza pues aquella forma no me parecía una letra, pero pensé que eran ideas mías, hasta que el señor del taxi me dijo: señora, ¡está bien protegida con esa serpiente! Lo guardé en su cajita roja donde permanece, hasta hoy.
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LA MUDA Se llamaba Arsenia pero todos le decíamos Chena. Andaba sigilosa y en silencio por los pasillos de la casa. Su delgada figura se coronaba con una cabellera negra siempre recogida. Nunca la vi vestida de colores, siempre de medio luto. Su sinuoso trajinar sin ser notada, le auguró una complicidad misteriosa con mi bisabuela, quien era dueña y señora de la casa. Juntas coordinaban todo. Con miradas y gestos orquestaban comidas, encuentros familiares, rezos y la gesta más ardua: la cocina. Así, fueron desapareciendo de mi universo. Un día, Mercedes Martínez, quien le dio techo y cariño a Chena al final de sus días, me contó de las tareas y andanzas de todos los que hacían vida en esa casa. Al mencionar a Chena, le dije que me impresionaba cómo sabía comunicarse con mi bisabuela a pesar de ser muda. Fue cuando supe la verdad. Sorprendida, Mercedes me dijo: ¿quien te dijo a ti que Chena era muda? 17
A lo que respondĂ: pero si nunca la escuchamos hablar. Mercedes, con un dulce de leche de platico en la mano y su apacible estar en este mundo me respondiĂł: esa era su principal tarea, la mudez.
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CARTAS AZULES Había rebasado los veintiocho años y aquél era su primer novio. Vivía con su madre y su tía Edecia, quienes no comulgaban con ese noviazgo por carta; pero en el fondo sentían alivio, pues al fin Julia había conocido hombre (aunque fuese sólo por carta). En la edición número 324 de la revista “Primavera”, en la sección Buscando Amigos había salido publicado su nombre y dirección. Deliberadamente, dejó sobre la mesa del comedor un ejemplar de la revista, junto con la primera carta recibida, con la intención de evitar el regaño seguro de su madre y de su tía por haber enviado a publicar información tan privada. Y lo logró. Las mujeres se rindieron ante aquel sobre azul perfumado con aroma varonil. El remitente firmaba: Luciano Palmer. Julia se empeñó en leerles la carta: “…urgido por el tiempo y la distancia, vislumbro una señal de que mi búsqueda, al fin, ha terminado…”. Así comenzó el noviazgo. Las cartas llegaban puntualmente todos los meses, entonces las tres mujeres compartían juntas la ilusión del primer amor. Con el tiempo se enteraron los vecinos, el cura de la parroquia, no faltó quien opinara sobre el asunto: “seguro que es un pobre diablo” decían algunos; “debe ser un hombre ya mayor” sentenciaban 19
otros. Pero ahora, los muchachos del barrio ya no molestaban a Julia cuando regresaba de su trabajo en la Oficina de Correos. Los domingos, en misa, ya nadie se burlaba de su ropa pasada de moda. Ahora las amigas de su madre la saludaban con sonrisas de aprobación. Bajo el influjo de las cartas, se respiraba en la casa un aroma de ansiedad femenina. Una vez Luciano le escribió un poema: “Ojalá, querida mía, pueda yo con este verso, justificar ese beso que he de robarte algún día.” Al cabo de unos meses Julia comentó que Luciano vendría a pedir su mano. La noticia de la boda causó revuelo; la madre habló con el cura para la ceremonia de la iglesia, las costureras ya estaban atareadas con los modelos encargados para la ocasión, incluso Julia encargó su traje de novia. Luciano le escribió sobre sus planes de venirse a vivir al pueblo, por lo que el antiguo dormitorio matrimonial de la casa que hasta ahora había permanecido cerrado, fue acondicionado para recibir a la pareja. Todos estaban contentos. Pero, algunas veces, la tía Edecia notaba cierta tristeza en la mirada de Julia, se consolaba pensando que aquello era normal por la ausencia del novio. Un día llegó una carta diferente, sin perfume, era un sobre blanco de bordes azules y rojos, de esos 20
que dicen “vía air mail”, de remitente desconocido, se identificó como un amigo de Luciano. La noticia se regó como pólvora: Luciano había sufrido un accidente automovilístico, muriendo al instante. El duelo fue compartido por todos, Julia recibió hasta notas de condolencias y flores, llevó luto riguroso, infundiendo respeto de viuda intachable. Con el tiempo Julia fue perdiendo el apetito, hasta caer en cama. El drama se completó con su muerte, librándola del constante llanto y sufrimiento. En su funeral se escuchaban expresiones como “él se la llevó”; “fue un amor muy grande”. Aquella tarde, la tía Edecia se armó de valor y entró al cuarto de Julia para limpiarlo, vio en el escaparate una caja de madera tallada, cerrada con un candado. Como no encontró la llave, la forzó. Al abrir la caja pasó de la perplejidad al miedo. Un frío desolado le recorrió la garganta, los brazos, las piernas, hasta sentir que todo se le nublaba. Cayó desmayada, desparramándose por el piso unos timbres fiscales y unos sobres azules aún sin usar, un frasquito de agua de colonia de hombre, otros sobres “vía air mail”, una libreta con los borradores de las cartas con varios tipos de letras, entre ellas, la de las cartas azules, un libro de poemas muy viejo y amarillento, marcado en una página que comenzaba así: “Ojalá, querida mía…” firmado por Luciano Palmer…
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AGOSTO EN SAN LUIS En San Luis pasábamos las vacaciones de Agosto. Entonces la vida era sencilla y cordial. Era un suplicio la carretera llena de curvas peligrosas, pero, al llegar, olvidábamos ese calvario para entregarnos a la vida entre la naturaleza y los juegos. Los vecinos se alegraban de nuestra llegada. De inmediato venían a la casa a saludar. Por la noche el pueblo quedaba en penumbra pues no había electricidad, entonces alguien contaba historias de aparecidos y embrujos. Una de esas historias recurrente en cada Agosto era la de las dos hermanas de la bodega. Cuentan que una de ellas era de una hermosura sublime y la otra sin llegar a ser fea, al lado de su hermana ni siquiera se notaba. Contaban la historia de una carta que la hermana más hermosa había recibido de un enamorado, y, que al guardarla en su pecho quedó paralítica para siempre. Al final la hermana menos bonita se encargó de la bodega que tenían en una esquina de la calle principal. Eran cuentos que se escuchaban en la noche, entre el candil de querosene y los cantos de grillos. Un día pasamos por la bendita bodega a comprar qué se yo qué cosa. Al fondo, sentada un una silla de ruedas, bella y pálida estaba la hermosa hermana de este cuento. Yo la vi. 22
EL PORTÓN DE LA CALLE Los días transcurren lentamente. Los vecinos se saludan, no hay apuro. La ciudad está callada. Se escucha hasta el caminar de pasos sigilosos. Las casas son todas iguales: el portón, la ventana, el techo de tejas puntiagudo hacia el cielo indiferente. Entre el tedio y la modorra la gente vive sin por qué.
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HACIA LA PRONTA NOCHE Sobre los escombros de mis manos una historia no contada moldea los contornos de mi piel. Cada arruga, cada mancha, cuenta esa historia. Las aristas del vivir protegen los agujeros negros de mi temperamento raro y hostil a veces, amable y sereno otras veces. Comprendo entonces la gravidez temprana de la tierra en su eterno parir Evas y Adanes. Ya soy la Eva de la tarde apacible de la vida diluyĂŠndose hacia la pronta noche.
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¿QUÉ MERECEMOS? ¿Qué merecemos? ¿Qué no? ¿Quién lo decreta? Son palabreros vacíos que se arrellanan en el melodrama de las víctimas.
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JARRÓN CHINO Esta tarde es la tarde de mi vida. Hago inventario de huellas de lo transitado. Reviso los detalles. Doy cuenta de hallazgos y otras divagaciones. En la noche habito en el vacío sin plenitud insolente. Así me duermo con el pendiente a cuestas sin terminar del todo Con la ilusión intacta de comenzar mañana a llenar, de nuevo, los espacios para vaciarlos luego al terminar el día y cumplir con la vida como ese jarrón chino.
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ESPERO LA SORPRESA No me asiste ilusión, tampoco desengaño Solo tengo este cuerpo atado a mi alma inquieta Hoy renuncio a lo cierto y espero por lo nuevo Que será siempre nuevo Espero la sorpresa Con la ignorancia intacta Así, nada más Sin ganancias Sin tareas Con la vida
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CAMINO Camino entre arenas amarillas Entre jรณvenes ruinas, Nadie responde por su abandono. Ni yo. Son los mismos pasos de los otros. Quizรก entre รกrboles frondosos entre muerte y vida reciente. Todos van al mismo lugar irrevocable
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TODOS SOMOS UNO Comienzo este día sabiéndome inocente. Me declaro inocente y declaro inocente a todo el mundo. Somos humanos estar vivos supone un ámbito en el que todos somos uno. Nos queda la conciencia. Lo que somos hoy ya otros lo fueron lo que seremos mañana otros lo están siendo lo que fuimos ayer otros lo serán.
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AMOR EXTINTO En el momento conciente del amor extinto, va surgiendo una paz indiferente. Ya no brillan encuentros, los recuerdos se difuminan entre brumas. Ese momento patĂŠtico del no amor hay que reconocerlo y ya.
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CONTRASTES El lujo, Las piedras preciosas que se mueven con la mano, El movimiento permanente de bocados, Aromas en seducciĂłn de cuerpos que se mueven, Libres ante los placeres de la abundancia. La comida frugal, Las manos sin adornos, El olor simple del cuerpo, Los dĂas repletos de carencias Contrastes. Se mudan, permanecen.
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LO INESPERADO En el vértigo de la fortuna ilusoria los desesperados fingen calma. Algunos incautos se acercan confiados y los tocan, entonces, revelan sus inconfundibles ansias. Pero, a veces, sucede lo inesperado: algunos incautos poseídos y protegidos (Dios sabrá…) se acercan, los tocan, y… ocurre el milagro.
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VIBRACIONES DE CUERPOS Entre vibraciones de cuerpos andan esparcidas las ansias del vivir. Pronto, al nacer, corremos hacia la infancia, con su retahĂla de eventos, que en espiral, redondean nuestro vertiginoso trĂĄnsito. En una afanosa carrera los dientes de leche se dejan ver en sonrisas inocentes, para dar paso al ser de piedra. Todo pasa tan rĂĄpido. Ante el universo indiferente del Alfa al Omega ondeamos infinitamente.
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HAY COSAS QUE NO CAMBIAN Hay cosas que no cambian. Que no cambiarán nunca. El agua de hoy es la misma y eterna agua de siempre, la del cielo y de la tierra. Y como hay cosas que no cambian, cambio todo los días para alejarme ilesa y para siempre de tu vereda estrecha y sospechosa, que consiguió por un instante distraerme del mundo y sus extrañezas. Porque hay cosas que no cambian. Como ese mundo necio y espectral que separa tu casa de la mía. Y separa para siempre y sin descanso la posibilidad amable de una isla.
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LEALTAD Él se levanta sin hacer ruido Ella disimula su sueño. Comienza el día y sus rutinas. Él piensa en ese otro Ese que lo sublima y disminuye. Ella siempre disimula. Revienta con aplomo el curso de sus días. Una lealtad terrible los redime, los condena.
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MUJERES INVENTADAS Quizá nunca resuelva el misterio de haber llegado aquí sin yo pedirlo Quizá llegue hasta el fin sin vislumbrar lo bueno de lo malo Quizá me quede esperando a ese que inventé para quererme Quizá soy el reflejo de todas las mujeres inventadas.
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TORMENTO NECESARIO Algunos días hasta mi propia voz me atormenta. Otros días, como hoy, si no escucho tu voz el tormento es otro.
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ME SALVO SOLA Un día extraño amanezco con rabia. Las horas me van dando lucidez para desentrañar memorias negras, esas que alimentan los trazos de amargura. Entonces la amargura es conmigo. Me regaño mil veces por mi ilusoria y eterna estadía en el limbo protector de mi inocencia. No me salva nadie. Me salvo sola.
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SOY UN ร RBOL Soy un รกrbol soy un รกrbol de frutos diferentes. La savia que me recorre, la corteza amable de mi tronco se solaza en el marrรณn y el รกmbar. Crezco hacia el cielo inevitable mis hojas despuntas en alborozos verdes gotas de agua relucen en sus bordes. Los frutos aparecen.
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LA MÚSICA Allí, donde nadie habita, hasta allí, llega la música, lo sosiega todo, lo alborota todo, el todo se deja. Es ella la música solo ella.
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LO IMPERFECTO I Me gusta lo imperfecto. el detalle que me recuerda lo tosco de la vida. la línea torcida. La inutilidad del arte. la belleza de lo real. II Me gusta el sin propósito. Lo difícil de escribir un texto que no se deja. El juego de la incertidumbre que me obliga a esperar quieta. Ver el mundo secretamente. Deambular sin rumbo. Me gusta el ocio donde juegan la paz y lo inmaginado. III Me gusta pensar en fantasías imposibles. Reírme de la escuadra y del compás. Regalar cosas para luego extrañarlas sin pudor. Me gustas tú. 41
MARVELLA Anoche soñé con tu ausencia tan presente. Soñé que deambulabas por mis calles. Soñé con tu casa posible cálida y grande eterna y finita. Siempre tú Marvella.
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TE LO DOY TODO Nunca podré regalarte mis amaneceres ni mis pensamientos ni mis mañas. No podré entregarte mis sabores, mis olores todos, los dulces y los amargos. Tampoco las ocultas revanchas, las bondades asombradas, la alegría sin motivo. Lo demás, te lo doy todo.
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PASOS Mis pasos me llevan a una empinada colina. Volteo y puedo ver algunas de mis huellas. Suspiro. Ya ni puedo perderlas.
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ALBA DE LÚCIDO TEMBLOR La certeza de saberme continuidad constante aplaca la otra… la del seguro encuentro con la tierra, distante ya de frenesí y deseos. En la serenidad de mis silencios prolongados veo el hallazgo de la vida en su constancia fiel. Me llega el canto de olvidados amores, el viejo baile joven de tersura, en canto que enamora en alegre intermitencia. Lejos quedan los espantados abismos, el peregrino encanto de las adas, las ilusas verdades. En sopor etéreo húmedo e incierto de otredades y mismidades de fulgores y oscuridades 45
celebro la llegada del alba de lĂşcido temblor.
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GRIETA En medio de tanta hostilidad surge una grieta. AllĂ te veo.
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POESĂ?A Eso que me hace no estar donde parece que estuviera lo llamo poesĂa y puedo seguir contenta en este mundo.
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CIUDAD ILUMINADA Terca habitada de fantasmas despojada de huesos desterrados persevera con apacible fe
humilde
con la gracia resentida de la decencia pobre
alerta
ciudad iluminada
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MISTERIO DEL VIENTO El viento sopla como gente. Silva canta como arruyo suave Ăntimo, envuelve amable lo ĂĄspero. Se vuelve caricia. En el misterio del viento van las voces sagradas de tierra, de cielo, de vivos y muertos.
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ALIENTO DIVINO A como van la cosas pareciera que solo le importamos a Dios. Estoy segura de que Él nos escucha‌ pero, su aliento divino se confunde con el estruendo de una nada oscura que atraviesa la ciudad. Esa nada que nos mantiene cautivos, casi deformados, todos en sus redes.
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BORDES DE PIEL I El mundo comienza y termina en el borde de mi piel. En ella está la clave del sol compañero del viaje que hoy repaso con nostalgia y asombro. Mi mundo se desgasta con la huella que dejo, con la lenta y eterna permanencia del instante, que encierra la vida completa en mí. II Más allá, los otros bordes de piel de todos los que viven completan la certeza de mi existencia efímera y constante como la flor eterna como el agua que fluye y se estanca y se congela y se condensa y vuelve como lluvia para regar la tierra que somos. Volveremos a ser por los siglos de los siglos amorosos Amén. 52
CRISTINA La veo caminar por la zona empedrada y colonial. Su juventud y desenfado contrasta con las casas de barro. Mientras la sigo viendo me doy cuenta del falso contraste. Mas bien se vuelve armonioso su temple de mujer que rechaza lo banal y lo accesorio, tal como las casas de barro rechazan la humedad a travĂŠs de sus frisos de cal y arena. Ella, Cristina, arisca. Supo la verdad desde temprano. Otros ojos la miran hoy desde el asombro de su palabra Joven y macerada. Brindo por tus pasos.
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Índice Al yo poético de Raquel Tirado Por Luis Alfonzo Bueno................................................. 7 LA MARCA DE LA SERPIENTE.....................................15 LA MUDA.........................................................................17 CARTAS AZULES............................................................19 AGOSTO EN SAN LUIS................................................. 22 EL PORTÓN DE LA CALLE.......................................... 23 HACIA LA PRONTA NOCHE....................................... 24 ¿QUÉ MERECEMOS?......................................................25 JARRÓN CHINO............................................................ 26 ESPERO LA SORPRESA................................................. 27 CAMINO......................................................................... 28 TODOS SOMOS UNO....................................................29 AMOR EXTINTO........................................................... 30 CONTRASTES.................................................................31 LO INESPERADO...........................................................32 VIBRACIONES DE CUERPOS.......................................33 HAY COSAS QUE NO CAMBIAN................................ 34 LEALTAD.........................................................................35 MUJERES INVENTADAS............................................. 36 TORMENTO NECESARIO............................................37 ME SALVO SOLA............................................................ 38 SOY UN ÁRBOL...............................................................39
LA MÚSICA..................................................................... 40 LO IMPERFECTO...........................................................41 MARVELLA..................................................................... 42 TE LO DOY TODO......................................................... 43 PASOS............................................................................... 44 ALBA DE LÚCIDO TEMBLOR......................................45 GRIETA.............................................................................47 POESÍA............................................................................. 48 CIUDAD ILUMINADA...................................................49 MISTERIO DEL VIENTO............................................. 50 ALIENTO DIVINO.........................................................51 BORDES DE PIEL............................................................52 CRISTINA........................................................................53
Cartas azules fue impreso en el mes de mayo de 2017 en el taller artesanal de Ediciones Madriguera, en Coro – Venezuela. Son 100 ejemplares.
Raquel Tirado Coro, 1953. Ganadora de la primera edición del Concurso de Cuentos de la Universidad Nacional Experimental “Francisco de Miranda” con el texto “Cartas azules” (1997). Ha publicado en poesía “Sueño repetido” (2004), “Notas Marginales” (2008) y “La casa que no está” (2012).
La soledad temida y esperada ha llegado con los cuartos de la casa vacíos, con un silencio estruendoso y con la cocina impecable todo el tiempo. Es la cálida estancia de vida destilada.