El poeta de hoy dia cesarseco

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El poeta de hoy dĂ­a


Ediciones Madriguera 2013 © César Seco, 2013. © A. C. Madriguera, 2013. Barrio Chimpire, calle Purureche #87 entre calles Cristal y Chevrolet, Coro - Venezuela. Teléfonos: 0426-2653295 / 0268-4112095 Sitio Web: http://edicionesmadriguera.blogspot.com Correo electrónico: edicionesmadriguera@gmail.com

Edición al cuidado de: Ennio Tucci Ilustración de portada: Pemo Jiménez Foto de autor: José Pacheco

HECHO EL DEPÓSITO DE LEY Depósito legal: if-0682013800435 ISBN 978-980-7494-07-6 Impreso en el mes de marzo de 2013 por Ediciones Madriguera. ¡Gracias a Dios!


César Seco

El poeta de hoy día



The Prophets describe what they saw in Vision... with their imaginativa and immortal organs... A Spirit and a Vision are not, as the modern philosophy suposes, a cloudy vapour, or a nothing: they are organized and minutely articulated beyond all the mortal and perishing nature can produce. He who does not imagine in a stronger and better light than his perishing and mortal eye can see, does not imagine at all. … Los profetas describen lo que vieron en Visiones... con sus órganos imaginativos e inmortales. Un Espíritu y una Visión no son, como supone la filosofía moderna, un nuboso vapor, o una nada: se hallan organizados y articulados meticulosamente, más allá de lo que pueda producir la naturaleza mortal y perecedera. Quien no imagina rasgos más fuertes y mejores, y bajo una luz más fuerte y mejor que la de su ojo perecedero, no imagina en absoluto. William Blake A Descriptive Catalogue of Pictures 1809



I Visiones transmodernas



La voluntad de los medios Hoy el geranio es legítimamente hermoso como el sol que inauguró la mañana. Nadie puede desmentirlo si así lo dice el suplemento ecológico del diario de mayor circulación. Pero, un momento, puedo decir lo contrario, puedo decir que lo he visto brotar azul, intenso, legítimamente hermoso, y luego ser escarchado por una lluvia menudita (hasta aquí todo lírico) menuda lluvia de monóxido que nadie puede desmentir así lo oculte el diario de mayor circulación.

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TV Antaño nos reuníamos frente a él como tribu frente al tótem. Esperábamos sus respuestas que en el mayor de los casos decían cómo andaba el mundo y para donde iba aunque supiéramos que esa sola diversión era un Sábado Sensacional entre las comiquitas y las balas perdidas de las películas vaqueras; para las mujeres de la casa las novelas y para nosotros la hora de dormir antes que los noticieros nos dijeran que el mundo no era el lugar feliz donde Bugs Bunny hacía sus locuras. Hoy que el mundo va de un lado a otro desconociendo ya su rumbo y los canales se suceden unos tras los otros sin que llegue a detenerme en uno solo aunque sólo sea por unos minutos: esoterismo, dietas, venta y compra de aparatos de ejercicios y elixires para la juventud eterna, el fashion, las series informan mejor que los noticieros que el mundo nada en mierda sin que el otrora mago de la cara de vidrio lo cubra realmente a la velocidad de los sucesos y que no sepa que a esta hora frente a él no hay nadie, sólo él con su mortecina luz encapsulada en la pantalla, 12


a media noche cuando todos duermen y el mundo se desintegra lentamente No digamos que no estรกbamos advertidos por Perdidos en el espacio y Viaje a las estrellas.

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Puntos de vista

(conversación entre corredores de Bolsa) -El mercado cambió sustancialmente como los microorganismos a cada segundo, hay que operar en razón de eso sin que importen las consecuencias. -El mercado es el mercado, tonto, impone sus propias leyes. -Estamos hablando un mismo lenguaje, pero no estamos obteniendo las mismas ganancias. -Es la ley del mercado, imbéciles. -Constante y sonante no son palabras operativas en este tiempo y ustedes lo saben-El mercado opera invisible en lo visible. -Eso es poesía, pendejos, quien manda es la guerra, y san se acabó, vayan por esos bonos y acciones que los esperan. -Unos dígitos más, unos dígitos menos, el olor del dinero siempre es el mismo, aunque se mueva en tarjetas y papeles. -Ahhhss.

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Poesía transmoderna Se nos murió el lirismo en los labios la rima dejó de ser el ritmo el ritmo dejó de ser la música contenido no es verdad y verdad no es contenido. La prosa es como Estado con Burocracia o viceversa; es decir, me gasto un prosa burocrática sin que la poesía deje de aparecer de vez en cuando como debe ser ahora y en la hora de nuestra vida, amén.

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Cumbre del clima (boletín de prensa)

Funcionarios y ministros de 189 países están reunidos para llegar a un acuerdo vinculante sobre el cambio climático que contribuya a reducir sustancialmente los gases del efecto invernadero emitidos por el hombre y que amenazan seriamente la continuidad de vida en el planeta. India, China y los EE.UU. tienen el poder de determinar si es posible o no llegar a un acuerdo global. Estos países temían en el pasado que el compromiso por reducir el CO2 limitaría su crecimiento económico. Ahora están experimentando los efectos más devastadores del calentamiento global y una situación crítica en el suministro de energía. Por lo tanto, son conscientes de la urgencia de ser mucho más eficientes energéticamente. Leo hasta aquí y pienso que el make-up de las palabras sobre el papel aguanta todo; sólo que, para ellos las premisas son otras, desde luego. 1. El progreso no puede detenerse. 2. El mundo se divide en: países ricos, países en desarrollo, países pobres y países que por ninguna razón pueden ser tratados como países. 16


3. El mundo no es de quien más tenga sino de quien más venda, consuma y compre, compre y compre y sepa prometer que el infarto de la nave que nos lleva por el cosmos no se producirá todavía, que ya habrá remedio, en tanto, ponerse de acuerdo es lo más difícil y hay que seguir avanzando como quien sabe que del otro lado sólo queda el abismo de la noche sola, aunque la vida a cada instante lo desmienta.

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El poder subrepticio de la moda Carlitos llora por el maltrato que Pedro le da a sus gomas: -¡Pero si son unas Converse! Julieta se gastó su mensualidad en la línea facial de CLINIQUE: tiene la belleza al punto para la fiesta y un Carolina Herrera que su tía le regaló: corte impecable, lunares blancos sobre la intensidad de una noche de tela, todo fashion, como el mismísimo cielo de Nueva York. -Un ROLEX de diamante por favor. Cual sea el costo lo cubre alguna de estas tarjetas, vea y me dice, señorita- dice el banquero con elegante fastidio de quien lo tiene todo y arroja las tarjetas como si fuera esa su mejor jugada de póker hasta el momento. En tanto que, su sofisticada mujer le ha pedido sofisticadamente tres trajes Karl Lagerfeld para renovar su presencia ante la Junta Directiva de lo que consideran suyo con dinero ajeno: -Para eso te partes el alma- le espeta ella y termina con el acaudalado fastidio de su esposo que ríe como quien compra la felicidad sabiendo que no tiene oferta. Sutanito mató a Fulanito porque lo encandiló la pinta de esas puma, réplica china de las zapatillas de Usain Bolt con las que ganó la doble medalla olímpica en velocidad. Era el modesto regalo de graduación de su papá. 18


Bella a las Once le ha robado todo el guardarropa a su mejor amiga, La Beba, una chica de La Lagunita que a esta misma hora en que lo sé sustituye todo en el Sambil, porque ya era hora de salir de esos trapos viejos y la envidia de su amiga cuando la vea la hará irresistible. ¿Se acuerdan de aquella chica que se hizo criminal por la compra de un perrito, una de esas mascotas que son preciadas por lo que valen, así guarden al calco un parecido irrefutable con el demonio que no sabemos cómo es, pero sí cómo lo pintan?

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El poeta de hoy día Como siempre, por diferente, le ha tocado lo peor, pero nadie le cree, ni siquiera su mujer. Antes era incontenible su deseo una vez haber puesto en blanco papel el punto final; salir corriendo a leer a sus amigos aquello en lo que se le había ido el día, o la vida, como afirmaba un príncipe; aquello que estuvo en su sueño como una luz al final del túnel, como esa sombra que siempre regresa a buscarlo, como ese grito que solo él escucha y calla y se le vuelve en los ojos una rosa, un rosa que va de donde no hay nada hasta él. Sí, saldría corriendo, y seguro hallaría a ese amigo (o amiga), hypocryte lecteur, con tragos de por medio o tal vez ninguno, sino la sola escucha necesaria de quien después de todo no es un enemigo rumor, una metáfora, un símil, ¡oh, horror, literatura! Cadáver insuficiente y nada exquisito. Le ha tocado tragarse todas sus palabras o publicarlas sin remedio en un libro que los de autoayuda no dejan ver en la librería. Le ha tocado decir la verdad y por eso ser expulsado de todas partes y de ninguna. Cada día, si puede, si las tareas cotidianas se lo permiten, si su mujer no lo requiere para asuntos más sensuales que hacer el mercado, esa rosa que al final de la nada le enmudece, 20


viene a encontrarlo con los pĂŠtalos abiertos, porque despuĂŠs de todo no estĂĄ solo y lo sabe.

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El taxi de los mudos -Es buen día para echar andar las cosas-, dice una señora y nos queda viendo a todos esperando la respuesta que no llega. El parabrisas no dice lo que hay afuera, astillado está de un lado, pero nadie dice nada; en tanto el auto prosigue su marcha, pienso: la realidad está también en esos postes que pasan inmutables, en esos semáforos que no funcionan. Viscos, pintarrajeados de propaganda política. -Toda guerra es inútil-, dice el chofer mientras desviste un cambur y se lo come, otra vez nadie dice nada. El chofer insiste: -Toda guerra es inútil-. Me dan ganas de responder que Japón ganó una guerra que perdió. Él me mira como si intuyera que soy su único eco. -Es mejor decir a la gente las cosas como son-, dice. Pero me quedo mirando las aguas pútridas de Guaranao. Algo o todo se descompone, pienso. Todos ahora me miran, el mundo es blanco y redondo y da vueltas, ¿de quién es el verso?, me pregunto El agujero negro que crece en mi cabeza se ha bebido el nombre del autor. El rostro de cada quien es lo que lleva consigo: La prisa bien atada como un cordón al entrecejo. La cita y el gesto de ese alguien que tendrá por delante en cuestión de minutos como la ciudad al sol de la mañana; la tarea, la obligación, la oportunidad, los víveres, la responsabilidad se ocupa de mantener a raya 22


todo vestigio de placer, toda señal de locura. El chofer vuelve con lo suyo: -Toda guerra es inútil-. Llega la parada y cada quien se baja a buscar su destino, menguados minutos de un día que va adelante, mudo, pase lo que pase, no es su culpa.

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El retorno de las musas -Poeta, ya es hora de que como aquel vagabundo muchacho de Charleville digas Adiósdijeron cuando me detuve frente al semáforo en rojo. -Poeta, eres ese personaje de Kafka- me dijo una y otra: -Eres un pobre muerto de hambre, lo dijo Eliseo Diego, grande como Vallejo y tanto como el viejo Rojassu rostro calcaba el de una ateniense de almendrados ojos. Estas no son las que habitaron el parnaso, no son lujosas y te increpan sabiendo que nada llevas en los bolsillos, díjeme. Ni siquiera esas en cuyos rostros la flor de loto se refleja, continué, en silencio claro, no me fueran a clavar sus uñas. De pronto me sonrieron y el entrecejo se me relajó. Quieren ponerme un ropaje nuevo, díjeme, pero valla que me he olvidado de la metáfora y nunca fui bueno para el adjetivo. -No te preocupes, la poesía está hecha de palabras-, dijo una que recién llegaba desde otra esquina. -La poesía de hoy es imagen- dijo una rubia que había permanecido callada hasta ese momento, en un aire lejano que me hizo desentenderme de las otras y al instante desaparecieron por un callejón oscuro muertas de risa. Entonces me olvidé de todo, me olvidé de mí mismo y me puse a escuchar lo que decía el viento.

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Rock de la piedra Llegas. Largas tu computador en la mesa. Colillas, el periódico aún no leído del día. Miras la punta de los zapatos. No está el hoyo que anoche en el sueño veías debajo como la boca del túnel que supones queda en la calle del fin. Respiras. Hundes tu mano derecha en el bolsillo del pantalón y sientes la telilla fría de ese aire que seguía a tus pasos hasta aquí. En la mesa un descompuesto emparedado y las fotos de tus afectos que ya no están. Una llamada. Una música sucesiva como los tronantes rieles de un tren. El brillo metálico de la cuchara te indica a dónde ir. Enseguida la chispa, el encendido debajo de ésta y esperas ya que la ventana se abra al infinito, allí mismo donde creías hace sólo un instante tu vida se había detenido, en la prolongada extensión de la noche interminable.

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Fast food

(dos versiones de una encuesta)* 1. La medida de mi deseo es redonda y cargada como una Big Mac. El sabor del mundo se le derrama por los lados. Grueso trozo de carne bien condimentada. Doble esfera de pan salpicada por una lluvia de comino. Después del primer mordisco mi hambre se habrá inundado de salsa y mostaza. Haré mano enseguida de la bolsa de papitas, esos esponjados misiles cuadraditos que se disuelven en mi lengua, esperando explotar cuando llegue la Coca-Cola. 2. Ya en la Roma antigua servían comida en puestos callejeros: panes planos con olivas. Igual ocurría en Oriente Medio: un gustoso faláfel degustado por los beduinos. Todos los imperios se parecen y en esto no hay excepción. La costumbre en la India era servir a los viajeros pekoras, vadas, papi chats y otras delicias preparadas rápida y laboriosamente por los dependientes. Es decir, diría yo, perros calientes, hamburguesas, pepitos, submarinos, sándwiches. Es decir, la cosa no es de ahora y el envenenamiento del hombre ocurre desde tiempos remotos. Pero a mí lo que me hizo sudar frío fue la película donde un personaje dice a otro consternado: -Te estoy diciendo que había mierda en la carne. *los nombres de los encuestados se omiten por razones que la encuestadora no explica. 26


Aldea global Después de todo la ciudad virtual se debe a nuestra lectura. Julio Ortega, El País, 12/12/09

El mundo no tiene fronteras, es una extensión inenarrable. Una autopista digital donde todos se conectan desde sus casas. Una soledumbre acompañada multitudinariamente por más nadie que una computadora: seres intangibles los unos para los otros, amigos virtuales reconocibles apenas por una foto, por una información o perfil que nunca sabemos cierto del todo. Una impresión pues, una apariencia como los budistas 27


dijeron llegaríamos… Puentes invisibles suicidas cayendo hacia arriba…

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Compro, luego existo

(una señora se lo confiesa a su psiquiatra) Cómo decirlo, hoy digo: hoy no voy a comprar y compro. El aire cobra un color cuando enfilo con el carrito hasta donde todas esas cosas me guiñan el ojo. Es como si bajaran del cielo de mis deseos al paladar revuelto de mis gustos, ay, entonces estoy perdida, no sé ya si la cantidad tomada es mayor que la requerida. Usted me dirá que sufro de ansiedad, que busco una felicidad efímera que a decir verdad no está envasada en el producto, pero sí, le digo yo, incluida en la factura. No cree usted que eso es muy muy para que lo entienda. Una mujer como yo que después de todo fue educada para tener, y además, como cualquiera, veo televisión para no aburrirme, para sopesar mi responsabilidad y la suficiencia de mi marido cuando llega cansado y ni siquiera se digna a ver de qué color es mi cabello. Entiéndame usted a mí, para eso le pago. No estoy aquí por loca sino por “compradora compulsiva”, como tuvo usted a bien ponerlo en ese informe condenatorio. Por un momento póngase en mi lugar y no en el de mis tarjetas, esas lo aguantan todo con solo refinanciarlas y valla haciéndose de la idea que si usted no me sirve me compro otro.

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Vientos de guerra Se le decía así a las vociferantes amenazas de un reino a otro reino, de un imperio a otro; pero eso aún no era la guerra. La guerra es la destrucción de la vida y el fin de tu soledad: cuando haya sido arrojado el primer misil tu enemigo estará en casa dispuesto a aniquilarte, dispuesto a reducirte primero a lágrimas, sangre, estupor, impotencia, para luego hacer con el polvo que eres la huella inefable de su paso, porque tu muerte es su emoción, su ilusa victoria, su atrocidad. El sol al día siguiente es negro y es imposible no mirar como lobo a quien te apunta, porque seguro si la piedad se asoma por sus ojos, entonces serás tú quien deba disparar más rápido que inmediatamente. “La guerra no es de los débiles”, decían antes emperadores, reyes y reyezuelos. “La guerra es para quienes estén dispuestos a cometer los mayores crímenes sin que les tiemble el pulso, para sordos a los que el grito del otro no les dice nada”, afirman hoy los jefes del Alto Mando, los garantes del Nuevo Orden. No he ido a una guerra, pero no la deseo a nadie. Mi hermoso y cálido país es por fortuna pacífico. Allen Ginsberg, el místico poeta beat dejó escrito algo que no puedo olvidar en esta hora en que soplan por todas partes vientos de guerra, lo pondré aquí aunque mi prójimo diga que repito lo que dijo un cobarde, un no apto para combatir: 30


“¿Qué ocurriría si alguien empezara una guerra y Nadie acudiera a ella? La vida haría sonar las campanas del Éxtasis y volvería a ser ella misma por siempre”.* *Graffiti, 1972.

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El pabellón del vacío El vacío es más pequeño que un naipe y puede ser grande como el cielo José Lezama Lima

Quiero decir, pero a veces, mis palabras son insuficientes para decir lo que quiero decir. ¿Aprehenderemos algún día a callar, a penetrar en la santa mudez? No lo sé. Si lo supiera sería un alarde, un guanteo en la sombra, un falso gesto ante el espejo. Sólo pido a la poesía que me deje si atisba pretensión, 32


f贸rmula, m茅todo. Me dejo ir para que hable el silencio.

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Ángelus Novus En la noche volante de sus ojos, bajo el cielo que se aleja, serio que no distante, cierra sus alas al lado de otro que no lo ve. «No puede dinero ya comprar el miedo» murmura caminando frente al ladrar de la jauría. No contesta preguntas de reportero ante los escudos, ante fusiles apuntándolo en esta hora que es todas las horas del mundo clamando justicia. Como tantos otros se inclina y con su mano la piedra está recogiendo con solícito silencio, para que en el instante que haya de arrojarla no erren otros en el blanco; eso para lo que nunca ha existido, él, el indignado.

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Le grand jeu Hay un tipo que te reconoce por el sol de tus zapatos. Él sabe lo que dicen las cosas y puede mirarte los ojos con tus ojos mirándote de veras, sabe cómo habla lo que en ti va callado mientras apresuras el paso o sigues caminando por donde él viene de vuelta. El mar es ya un blanco mantel donde estás apostando y no te arredran las sucesivas fichas que el otro pone como olas. El tiempo, que va entre uno y otro te acerca o te aleja del monto acordado. Si callas eres tú el que con la mudez de tu oponente estás ya balbuceando el sí que no diste, pero la poesía, más hedónica y crítica que ambos, ha instalado la mesa en otro lugar sin que se percaten que sólo ella atisba la verdad que hay en esa sola carta que no cuenta para el mazo. Jueguen sí, mientras ella se acoda a la mesa, invisible y cierta. Hay un tipo que te reconoce por el sol de tus zapatos.

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La memoria Nadie y Ninguno están en una casa. Nadie salió por la puerta y Ninguno por la ventana. ¿Quién está adentro? Adivinanza popular

Árboles me llaman desde lejos con voces sin retorno. Puentes cuya largura se desvanece sin que aparezca la llegada. Casas solas cuyos patios enhebran ramajes secos y torcidos. Caminos por donde se va despacio sin que la sombra se detenga. Trenes que buscan salida mientras los pasajeros desaparecen . Lagunas y ríos que destilan el agua de otro tiempo. Pájaros que cantan y vuelan solos esperando que responda la piedra. Una puerta a la que llamas y nadie sale a abrirte. 36


La memoria es un bosque poblado de ausencia.

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Última Thule

(después de leer a Sergio Pitol) Cada quien tiene su averno en la acera que pisa y en la calle en que reside hace carpa su purgatorio. Aunque no lo entiendas, el que fuiste aun no has sido, porque nunca se es el mismo y el que crees ser, apenas estás siendo. La soledad es ese limón que has puesto sin propósito a girar sobre la mesa. Cada día sin querer se lastima a alguien o ese alguien nos lastima sin querer. El amor aguarda en la mirada que nos sigue y no en la que nos lame como perro a su presa. Tal vez todo quede en ese charco que asoma remoto en tus pupilas, o bien, en el sonido del papel de golosinas que invierte el tiempo y el croar de los sapos por tu ventana entra y lo que has vivido se ahoga en la noche de ese charco en que no te alcanza el sueño ni la realidad te espera, con tu rostro solitario, sonreído, al amparo de no sabes qué.

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II Borr贸n y nueva cuenta



Páginas vacías Devuelvo estas páginas a donde estaban cuando siquiera una palabra se había tendido entre sus líneas a esperar el resto del poema. Las devuelvo con un trozo de apacible viento. Las devuelvo con lo que aún no habla ni hablará si así el silencio lo dispone. estas páginas trazan la ruta por donde vengo. Irán a volverse nada porque nada son, siempre en la mudez recóndita que llega siguiendo mis pasos. Devuelvo estas páginas a donde por fin el sueño les conceda la migaja de luz que me queda por aliento. Las devuelvo blancas, sin nada que acontezca, sin que nadie diga aquí estuvo alguien escribiendo.

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Lectura con perro

a Steve, mi perro*

El libro tiene mi atención y el perro anda por ahí disperso como personaje secundario de novela. El perro muerde La Divina Comedia y el libro cae de mis manos con un tal dolor acaso en su lomo desgarrado. Ha de saberle amarga La Comedia porque la suelta, la pisa y la empuja hacia mis pies. El libro vuelve a mi mano. el perro late y al mirarlo fijamente se escurre con gemido de niño bajo la mesa escondiendo la cola entre sus piernas temblorosas. Ay, ha escapado mi risa al encuentro de su miedo. El libro se abre por una ráfaga de viento. Mojo la punta de mi dedo separando sus páginas de cebolla. El perro ladra implorándome me detenga antes de entrar a los círculos del Infierno. El perro se echa una vez haber enrumbado mis pasos al Paraíso. El perro da saltos díscolos en el patio y el libro se cierra antes que vuelva la brisa. El perro ha mordido el libro. El libro ha mordido mi silencio. * “Fuera del perro, un libro es probablemente el mejor amigo del hombre, y dentro del perro está demasiado oscuro para leer”.

Groucho Marx

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Revés Veamos cómo anda el mundo sin mundo por las calles del planeta. Veámoslo con ese su ojo único que aun mantiene abierto sin sed de Dios, sin culpa alguna que detenga sus vicios y tremedales. Una acera se junta a otra en la puerta del laberinto, ante la cual sólo hay que sacarse el sombrero y mostrar la tarjeta que asegura una vuelta deslumbrante por los pasadizos del deseo. ¡Oh! Nervio cruzado y melodía rota. Feroz canto que nada adula ni combate. Otra vez vuelves a ser cadáver insepulto de latón, detritus en las turbias aguas del río por donde Nadie siempre está llegando a encontrarse con Penélope, la única que puede asegurar si ha mutado como todo o es el mismo infeliz de siempre que busca en cada rostro el gesto que le parece alguna vez tuvo frente al bisonte y que lo ha convertido en fiera desde entonces aunque ahora mismo entre al banco a depositar sus ahorros o lo espere alguien en otro lugar por una cita de trabajo.

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Suda cocaína y lee las noticias maquilladas en su laptop, o bien, se ha sentado con un café y la lista de prioridades por delante, donde no aparece él por ninguna parte porque ya no se debe a él sino a la esdrújula masa que entra y sale por las puertas de todas partes mientras el cansancio frío se refleja en oscuras vidrieras como bostezo del demonio que asiste la oferta y la demanda de la cual es parte inseparable el sí o no que sólo queda. Ya sabrás a qué atenerte si escuchas a las sirenas y también si con alguna cera taponas tus oídos bien sea por miedo, por valor o por eso que desconoces y no te atreves a nombrar. Abre sí tu ojo único para que mire por los dos, porque eres ya el que no eres, el gigante que emborrachaste en la cueva, la piel de cerdo de la que creíste deshacerte con tu mejor trampa. ¡Oh! Circe, qué has hecho con el sortilegio de tu oro. ¡Oh! Penélope, dime quién soy de veras en tu red. No hay peor isla que esta, entre las coordenadas de nadie sabe y donde queda no hay nada.

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Clavos Es necesario preguntarles de qué hablan por las noches en las ferreterías del mundo, mientras afuera llueve y los solitarios se fuman las preguntas sin respuesta. Acaso de lo que sienten una vez cada golpe de martillo los va hundiendo en la madera, o bien, tan sólo, les da por contarse para saber cuántos quedan, cuántos fueron olvidados al óxido en la ya penosa estantería, cuántos viajan en cajas directos a una construcción, cuántos ya en el bolsillo del carpintero, cuántos en las manos de un niño que repara su carrito de madera. Podemos pensar que son unos tontos por poner sus cabezas para el golpe consecutivo del martillo y que, a decir verdad, nada saben del dolor fingido de la madera que muerta está desde que la cierra separó tronco de raíz. Quizá algún día abandonen las ferreterías convencidos de lo que nos han de decir, algo así como que ellos no tienen culpa alguna de haber sido usados por el hombre en la crucifixión del Hijo de Dios y nos ahorremos todos los supuestos mientras afuera llueve y los solitarios se niegan a abandonar su sombra inclinados en un poste hundiéndose tal cual clavos que reciben golpes de la vida, sin saber por qué o si lo merecen.

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Figuración Atravesamos el sueño con ojos de pesadilla. Avanzamos por sobre la realidad como venir de espaldas o estar de partida donde nadie se sostiene frente al inexpresable vacío. Así el señor que engullido es por su asiento de comisario. Así el desocupado que mastica el aire y escupe silbidos con brazos cruzados como regalo mal envuelto, disparatado. Así el de párpados acechantes con ojos desteñidos, desclasificado, borrado, tachado de la nómina, abortado currículum inexistente. Ciertamente escribir es dejarse ir y no saber la estación de llegada, y revelación escinde el sueño último en los ojos de la nada.

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S/T Nos acecha por todas partes porque sabe que siempre hay una pregunta que no le hemos contestado. Dice y desdice la presencia de las cosas para que no olisqueen el rastro visible del sueĂąo: caballos relinchantes en la lluvia, niebla arrojada por sus belfos. Nos acecha, se hace de investiduras propicias a esa su rasgadura en la piel del instante. Honduras que conducen hacia lo Ă­ntimo interminable, adentro del ciego instinto; eso que en su hacer invisible, el milagro imagina para no enloquecernos del todo. Siembra sus cascabeles en la sombra.

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Cinema

a Gabriel Jiménez Emán

El instante mismo que precisa el tiempo que aún no es. Las nubes pasajeras que no se detendrán cuando se abra la claqueta y levante su mano y la haga descender porque lo que es imposible a los actores no lo es para él: dejando viajar su ojo por el óvalo y respirando satisfecho de que cuanto ha de ocurrir ya antes ha sido mirado por él. Y es que, único, ordena: corten o sigan, porque eso es lo que estará mirando el espectador en la sala oscura: sabiendo que lo que está viendo es sólo una película y sea ello, precisamente, lo creíble, puesto en escena: el milagro de la sombra y la luz. Nada ha de interferir entre un gesto de la vida y la vida misma. Ha elegido ya el plano como planea el cielo ese pájaro que ve: detenido sin que se note, moviendo sin mover, dejando que el cielo mismo sostenga el vuelo, que los personajes vuelvan al fondo y que seguidamente, en un primer plano, sea la voz ese mismo cielo, ese mismo vuelo detenido el que se mueve buscando el ojo que no cesa de mirar. Después, sólo después, el fin (o THE END) hará saber algo: quién ha estado detrás de la cámara ha sido: Dios.

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Sombras Diría que salen de mis ojos de puntillas cuando duermo, cuando veo adentro ese hondo donde lo oscuro se ilumina. Diría que andan como aire entre mis párpados y la casa, y se dispersan sin rostro y sin espalda. Diría que se esfuman por donde el silencio engulle sus pasos y los arroja al vacío como viejo almanaque que se le borran los números. Diría que de ese rumor mudo que los hace sólo queda este polvo insuficiente, las palabras. Diría que destejen la luz en que se han colmado.

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Viento y alguno

a José Gregorio Vílchez Morán

El viento vino a decir y se fue entre ramajes sin que lo alcanzara la sombra de alguno en la lejanía, sin devolverse con silbido, sin atender la luz que perforó el instante en que sopló. El viento dispuso que ese alguno guardara silencio sin mayor alevosía que seguir su raudo rastro entre polvareda y resplandor. Supuso alguno que así quiso hablar el viento, que eran esas sus sílabas y vocablos pertinentes, su ropaje invisible, ese, algo que escurre el cedazo del instante, detención jubilosa de ese su movimiento, ese suyo tan pasmado, tan inaudible, sin que ningún significado sea su significado, brevedad del cielo entre los ojos, fulgor de muerte irremisible, sedado en vida contenida en alguno caminando.

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Borrรณn Escribo y mi rostro se va separando hasta alcanzar el aire que respiro en una sola pulsaciรณn. (Digo lo que no digo) Una mano sostenida por el lรกpiz y otra mano cubriendo mi rostro ante su inminente desapariciรณn en la blancura del cuaderno. (Lo que no digo lo digo) De par en par la puerta abierta y el nudo que balbuceo tras silencio y pausa escribe sin el lรกpiz ya. (Callo lo que escribo) Dubitativo, inclinada sombra delibero si he de escribir o no mientras me voy borrando.

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III Poemas del amor furtivo Para Argelia



Caja de herramientas No sé atornillarme a un día de trabajo ni siquiera clavetearme en la puerta de la cocina menos, mucho menos hacer de tuerca que sostenga uno a uno los puntos neurálgicos de la casa. No sé cómo ajustar el alicate de presión para que la llave cumpla como debe. Tampoco sé cómo colocar la hoja de la segueta para cortar mi indecisión, mi duda de si esto es obligación o el oficio que me toca y por el cual mi mujer me requiere diligente y responsable a toda hora. Podría decir, el destornillador no me entiende, la tijera nunca ha tenido buenas intenciones conmigo una vez introduzco mis dedos en sus ojales, el mango de la brocha no se ajusta al cuenco de mi mano podría decir tantas cosas que son ciertas pero bien sé que todas éstas son excusas lo único que te puedo decir Amor es que a la rosa ni con el pétalo de un martillo.

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Cama «Quien no cuida el tálamo a pedir se queda», decía Periandro, más viejo que Sócrates en el ágora. Se me enseñó a hacer la cama y por mi propia cuenta fui aprendiendo también a deshacerla. Si es verdad que uno es la encarnación de vidas en que se pudo ser pez o pájaro, he debido dormir muchas veces sobre azules algas o tal vez un nido me abrigó con sus ramas en heladas noches del cuaternario. Pero heme aquí desnudo en tu cama. «El ser siempre afortunado es poseer siempre una capacidad infinita», aconseja el Tao. He podido desear aquella blanca de alto cabezal gótico, cuando frenesí nos alcanzó en el mar de Porto de Galinhas. Incluso añorar aquella límpida en donde tú arrojabas mis regalos y tus prendas para salir de ti definitiva, aquella que nos tuvo en Medellín, mientras afuera, en esquinas y parques la poesía hacía callar a las balas. O bien aquella donde el ventanal se descorría licencioso para que el Ávila entrara y amanecido pidiera lugar entre nosotros. La vida pudo habérsenos convertido en un hotel. Pero heme aquí desnudo en tu cama. Le digo estas cosas que ahora escribo recordando. Esta cama está hecha de cabalgadura y recibimiento. De Sol y Luna. De musgo y rosa. De agua y fuego. 56


Cada vez que entro en ella entro en ti. Por la mañana es una ciudad con las puertas abiertas. A mediodía es el respirar profundo de las olas. Ya en la tarde es como si intuyera qué ha de guardarnos cuando llegue la noche y acudamos a ella solícitos. Es una cama sencilla. Heme aquí desnudo en ella.

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Dibujo Si te sujeto por el talle he de atraerte luego por los hombros con mis brazos rodeando tu espalda en ese impulso que va de m铆 hasta tu vientre porque es de este amor el cuerpo todo y no s贸lo sus 贸rganos incidentes. Sabes una cosa amor. El cuerpo es mapa del deseo y el n煤mero de posiciones infinito universo.

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Encuentros Hubo una vez en que el color del agua cambió en nuestros ojos. Hubo otra en que la montaña hizo crujir su follaje debajo nuestro. Hubo otra en que el sol se hundió en el horizonte como nosotros en nosotros y en la arena. Hubo otra en que Uno al Otro nos dimos sobre un árbol tendido en el río. Pero hubo esa otra en que bajamos el cielo a la cama y no supimos en dónde estábamos.

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IV Fotopoemas



Jorge Teiller (Chile, 1935) Poeta, tú no tenías miedo de nada pero temías tener miedo. El abracadabra del sueño es siempre una niña que nos ama sin reprocharnos nuestra sed de noche ni la miseria de nuestro espanto desmemoriado. Te has vuelto una sombra nítida hablando para siempre en voz baja, cuando más bien eras invisible andando por rieles alumbrados de polvo y hojarasca. Ese traje bien hecho por el que sobresale el cuello de tu camisa blanca como sol enamorado del cielo ebrio de tus ojos. Esa mirada donde cabe toda la soledad invicta de la sangre, más solitario aún que el río de tu memoria desandante velando ante el espejo de la nada.

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Víctor Valera Mora (Venezuela, 1935) Este poeta mal peinado es aquel que se apellidaba Valera Mora. Aquel que lo mismo pasaba vuelto un huracán por Sabana Grande como amanecía de bala allá en Mérida; el mismo que tiene un pie en el estribo y saluda a todos sus amores desde Roma silbando la Canción del soldado justo entre su bigote porque las mujeres no pueden olvidarlo y él tampoco, aunque él sólo les devuelva versos y el martillo de su risa cuando en la esquina le sale una navaja y su paraguas no retrocede ante el vacío que llega a buscarlo por ese oscuro callejón por el que suben escaleras, en tanto que su pluma dispara filosos y apuntados dardos contra los que tienen nombre propio; equilibrista además para colmo de las fieras y estrafalario como él solo si la elegancia es un pañuelo asomado discreto en el bolsillo. Ahora bien, pregunto: ¿En qué anda el poeta después que ha hecho el amor? ¿Encenderá un cigarrillo después de que la 64


foto haya sido tomada? ¿Verá diluirse en sus ojos el más claro cielo del amanecer o se lo fumará de una sola bocanada como ese bello cuerpo de mujer que no fue dócil ni amable ni sabio? ¿Evitará que sus amigos de la pandilla Lautreámont lo vean así: despechado, pero buenmozo como ninguno de la cuadra?

(a Benito Mieses)

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Enrique Lihn (Chile, 1929) Sin cumplir aun toda tu edad en ese retrato que sostienes. Sin siquiera haberte vuelto histriónico cadáver de tu risa, puedes ver los vicios vacíos de tu carne, y retratado en tu muerte te retractas de la viciada literatura y sabes ya que la única elocuencia de un poeta es su silencio. Y que la vida es algo más que palabras escritas con largura y sin recato. Y sólo se muere uno de muerte recobrada.

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Hanni Ossott (Venezuela, 1946) No bastaba mirarte en el espejo con el vestido de mamá para conocerte. El pozo azul de tus ojos ahogó la niña en la extrañeza inalcanzable de la Noche. Pero la niña ríe, suspicaz, porque la fiesta es siempre difícil como el ojo ciego de Dios. El rumor de lo inentendible es tu propia voz y el país de la pena un barco, un barco encallado en el infinito mar que nunca duerme. Y el corazón un horno que no se apaga, una luz maltrecha al final del camino, un circo que yace derruido bajo la sombra de la Luna, flor que desgrana sus pétalos iluminada, con la palabra no proferida aún sellándote los labios y la risa, tus anillos y tus manos siempre en espera de lo desconocido: la enfermedad, la Noche, la Muerte a la que no se habla. Y miedo ya no hay cuando se baila frente al espejo con el vestido puesto.

(a Celsa) 67


Juan Calzadilla (Venezuela, 1931) Ese perfil silbado por la tinta nerviosa de tus manos va durando uno en otro cuerpo humo disipado. Esa caligrafía va dibujando hasta dónde apareces ciudadano residenciado nunca en la conservadora arquitectura del poema: espejo para no mirarte sombra sin reflejo, no yo por el cual habla la jauría El camino ya estaba ahí sin que lo pretendieras: el ojo regresa a ese todo que respiras silenciado sobre la blancura de la página la realidad ha sido borrada por esto mismo que la imagina: nada y ninguno en ambos siendo eso nunca visto porque tu voz la recibiste ciega en el dictado.

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Lydda Franco Farías (Venezuela, 1943) La muchacha que dijo en uno de sus primeros versos: No nací para ocupar un espacio y nada más. Nos tenía prometida una risa volcánica como ésta para desarmar la estupidez, incluso a la muerte sin que se le desordene un pétalo. La mujer que dijo en un poema único: UNA amanece/… con ojeras que delatan los retorcimientos del amor sin que el colorido mándala de su vestir oculte que ese cuerpo adentro sumergido lo hacía sin titubeos, y sin afán de belleza -que la tieneescribió los versos incendiarios mejor escritos entre nosotros. A la poeta que osó decir: una trepa la desnudez de otro cuerpo una encuentra la rama dorada y la codicia abre las puertas de otro reino inaugura otra carencia una se deja llevar por sacudimientos extremos sin que por ello dejara su lugar en el combate UNO la amó con la única demasía del corazón.

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Roque Dalton (San Salvador, 1935) Eras un pavito coqueto un pobre desvelado que fue preso por negar al crápula gobernante de tu país El Señor Presidente de El Salvador País vagina-País sartén Amado por ti pese a todas las podridas cárceles, garrotazos y disparos que recibiste. Te miro de frente y de perfil en la ficha policial y te digo: Es bueno dudar de la inmortalidad, poeta, lo malo es creérselo, sino pregúntalo a los muertos, que ya, como creías son mayoría en la tierra de nadie. Pero una cosa es cierta, Roque Ningún poeta muere mientras se lean sus poemas.

«Ah de la lluvia que no te destruyó» (a Inti Clark)

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Eliseo Diego (Cuba, 1920) Dime si es humo o nubes lo que a tu espalda llega o se está yendo por la ventana como un espanto iluminado. Dímelo tú que podías ver en la clara riqueza de tu tedio la sed de la tiniebla. Dímelo como lo dices en tus versos, con la secreta claridad de lo bien dicho. Dímelo ya, aunque tenga que oír también decir que no te conoces, aun cuando sea esa la misma gruesa frente de tu abuelo y esa aspiración pausada del tabaco su respirar de toro en las columnas. Sin que dejes de soñar, dímelo, que te estoy viendo en la penumbra polvorienta de la mesa reflejado, donde las huellas de tu padre nombran las cosas que tú nombras. Dímelo Eliseo antes que tu extraño rostro pase a ser el de cuando eras niño por la mañana, azorado niño por la noche de tus cejas. O digamos bien, los dos juntos, que todo es una cariñosa fragancia que se aleja por ese espejo que seguirá hablando cuando te levantes, como todas las cosas que te rodean, tan despacio. Dímelo poeta, aunque permanezcas así callado a la espera del poema. Dime que sabia es la humildad en la construcción de la memoria y que la atención está toda en el silencio, en la orilla más pura de la calma. 71


Alejandro Oliveros (Venezuela, 1948) Vives ya tu propio exilio como viajero anónimo abandonado al rumor de otra lengua, pero el paisaje sigue siendo el mismo que te llevó de la mano de tu padre al viejo Cabriales de otro tiempo. Escuchas el eco de Virgilio en los secos ramajes que sobreviven hoy a los dientes de la maleza, como sobrevives al alcohol y a la asfixia cotidiana de las ciudades a las que llegas. Bien que esos surcos de tu rostro se parecen al agrietado suelo del verano cuando el hacha del sol cae entre las cejas de la tierra y el río se detiene en tu mirada, sin oír ya la voz bucólica de estos viejos árboles arrodillados. Otra la emoción y el recuerdo que la vida deja.

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José Emilio Pacheco (México, 1939) No me preguntes cómo pasa el tiempo. Pues en tus versos el tiempo se desliza en perpetuo cambio y lo que nos dijiste hace una línea será invisible en la que viene. Sí, el fulgor de tu ciudad es abstracto e inasible, pero darías la vida por todo lo que hace de fondo aunque sea tan sólo por el instante mientras escribes. Voz hecha a la medida de un hombre claro con el rostro reflejado de la duda. Todo cabe en esa conversación escrita a la cual invitas sin ningún amago de retórica. Todo es olvido, sombra, desenlace. Pareces decirnos en silencio desde la foto, tal como lo hemos escuchado en tus páginas.

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V Poemas para vestir



Camisas Las camisas son una segunda piel que deshila en el tiempo. En fila colgadas en ganchos o en el cesto con cicatrices de sudor. Bulto de rosas con opacos fantasmas en puños y cuellos. Unas en las otras se arrugan untándose con un débil rumor que no escuchamos tal cual la callada intensidad del amor. Las he visto andar solas en mi sueño. Unas abandonan la higiénica prisión de los closets, atraviesan puertas rozando delicadas los dinteles y se tienden cual desperezados gatos en los muebles. Otras saltan del cesto con atlética pericia y como delgados peces nadan bamboleantes en la lavadora o filtradas por la luz las alcanza el dibujo de un pájaro. Aun sin mis manos, sin mi rostro, no pueden desprenderse de mis gestos y les da por hablar de mis asuntos cotidianos: ¿Va a llover? ¿Está triste? ¿Irá al médico? Cuando viajo van dispuestas para cada día guardando la pulcra obediencia de sus texturas. En la maleta hablan bajito de mis aciertos y errores, pero, ay, no saben juzgar y ríen de buen modo con inaudible risa que desaloja sus botones y vacía sus bolsillos. Estas camisas que alguna vez volaron en un poema, 77


ahora regresan a este con todas su edades y perfumes. Las limpias me entienden menos que las sucias. La de bacterias de mis 17 confiesa a la de cuadros de mis 25 las instancias de una persecución alimentada de riesgo y de locura. Ah, cómo bromea una y como se estira con evidente sorna la otra. La hindú de mis apacibles 30 le pide a la de rayas de mis 40 le diga una oración sencilla de cristiano. La blanca y almidonada de escolar parte a un lugar que se borra como indeleble tinta en el cuaderno. Una vez lavadas y puestas límpidas al sol unas sobre otras se silencian planchadas y plisadas en mi memoria. Las camisas visten de vida la inefable expectativa de la muerte.

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Pantalones y zapatos Habrá que preguntarle a los zapatos si fuimos o no constantes en el camino. Los pantalones sólo atienden sugerencias de ellos, ese par siempre dispuestos a seguirlos a donde vayan tras avances y dilaciones moviéndose como tijeras. Es por los pantalones por donde se desliza el día o bien por donde sube la noche. Es en los zapatos donde se dibuja la impaciencia de los pies y donde las pisadas del encuentro confirman los pasos dados de la búsqueda. Zapatos y pantalones suelen entenderse en buen tono, pero cuando se desentienden presagian un mal clima y situaciones incómodas en el trabajo nos abruman. No soportan los pantalones la burla de unos zapatos pulidos en exceso. Ambos tienen la misma opinión de las camisas: sólo visten, alcahuetas de la impostura. Son los pasos quienes mejor hablan de pantalones y zapatos, sólo ellos conocen sus taras y complejos. Preso a la cintura uno le disgusta no poder desprenderse con toda libertad en medio de la fiesta, y otro siempre a ras de piso se lamenta no poder pasar de los pies, estar sujetos ambos a la talla y número de su dueño. Eso sí, saben comportarse según sea el concierto, el baile o la mujer. 79


Corbatas Las corbatas no prenden en el jardín de la poesía, pero una corbata bien puede hablar con las inflexiones del poema. Han traído alguna vez una noche con lunas al cuello de un payaso. Han consentido el más oscuro lazo sobre la blanca pulcritud de la camisa del burócrata. Han dejado ir líneas, rayas y puntos de colores sobre el impecable traje de un empresario que se atiene a sus opciones en la rueda de negocios, no al azar. Han asumido sin remilgos la forma de lengua anudada, esa donde el mayor de los silencios se expresa con los maleables vocablos del buen gusto. Les ha tocado representar las medidas de orden de los gendarmes. Como ven, las corbatas no tiene en mí un buen amigo. Tengo en mi mesita de noche tres que nunca me he puesto y que sé no se aguantan mi falta de interés en ponérmelas. Las corbatas son fulanas de cuidado.

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Anillos y relojes Un anillo conoce como nadie la pretensión de los relojes. Vecinos en la elegancia y el decoro, sugestivos al fuego de las pasiones, el súbito de la sangre bien alía sus formas con eso que sin más llamamos el destino. Una vez escuchaba de un poeta escocés un poema que hablaba de un anillo en el que reposaba la infinitesimal redondez del mundo; fui al lavabo cuando terminó y ahí mismo vi desaparecer mi anillo de bodas por el desagüe. Mi vida cambió con la aparición de un reloj y de la mujer que lo puso en mi muñeca. Un anillo supone la revelación de lo siempre conocido sin conocerlo del todo. Un reloj trae consigo la justa cantidad de respiración contada para uno desde el principio. Una vez introducimos el dedo en el aro ya no somos uno. Una vez portamos el redondel de agujas y de números el tiempo camina con nuestros pasos y abruma la dicha. Anillos y relojes son instrumentos de magia pero ellos no lo saben, costumbre y fundamento actúan. La felicidad de anillo y de reloj es que la mano los acepte como carne de su piel, como trazo de Dios inmejorable.

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Pañuelos Cambian de perfume como cambian de dueño. Su cuadratura se hace de doblajes sucesivos antes de ir al bolsillo a esperar se les llame para sus labores de limpieza en los labios, en el rostro y las manos. Esa aparición mínima en un ángulo del saco les da prestancia sobre las otras prendas, prestancia que no saben aprovechar porque se les ha inculcado un papel es secundario. Uno suele olvidarlos por ahí cuando se ha sentado sobre ellos o en un momento de los tragos confundió su tela con la cerámica del baño.

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Saco Se vale de su fama para ir por encima. Se cree la quintaesencia del traje. No es culpa suya que el narcisismo de modistos se les haya insuflado desde su creación en 1840. (El flux, decía mi padre). Su opulencia es imperial y su origen también. El saco es impositivo y conjunta todas las inflexiones de la moral y las buenas costumbres, acaso, por ello, desde hace ya largo tiempo sólo hay uno en mi closet y ya las camisas y los chalecos piden otro acompañante que los represente como ha de ser, dicen ellos: Con distancia y categoría. Siempre fueron muy pesados, pero ahora vienen prácticos y se pueden llevar con todo, muy a su pesar han tenido que ser democráticos, tolerantes con otras prendas a las que antes miraban por encima de sus abombados hombros. No me fío de ellos, los prefiero en su versión de blazer o chaquetas, aunque estas últimas no dejan de ser portadoras de cierta gendarmería. Ya ven, son de mi gusto los chalecos y al único saco que miro con perruna ternura es a mi desvaído saco de pana azul porque me hace ver que el cielo de la noche cubre mis huesos.

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Ropa interior Van por dentro como los secretos, pero, como acierta el dicho, los trapitos se lavan en la casa. Les toca el trabajo sucio, retener los inmundos olores, excreciones y secreciones, flatulencias y residuos anales y urinarios donde se presiente el verdadero olor del oro. Las franelillas saben bien que serán siempre sólo esto: una opción. Una nube de algodón ajustada al cuerpo para viejos conservadores o sospechosas lycras de modelos rasurados. Ah, cómo nos hacen creer frente al íntimo circo del espejo que alguna vez fuimos acróbatas. Los calcetines son los guantes de los pies. Tienen orden expresa de no mostrarse en favor de la elegancia y el buen vestir. En verdad ese papel hipócrita no les satisface y por ello se desquitan hablando mal, muy mal del aroma a carne descompuesta que se anida en los dedos. En verdad les aburre la piel de los zapatos y a duras penas toleran a los tobillos. A los interiores les parece risible que se les llame bóxer, pero no ponen ninguna objeción, ese nombre de raza 84


canina les da respetabilidad y les hace de cuidado. La Ăşltima prenda en caer en el acto volitivo del Amor.

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VI El Gir贸scopo a Ibrah铆m L贸pez Zerpa



Carlos Contramaestre, iniciado necrólogo, creyó; Ramón Palomares, montuno pajarito de niebla, creyó; Hugo el Vikingo, con agua delgada en los ojos, creyó; la ecuación ecuánime del profesor Chela, creyó; asoleado de asombro el poeta Álvarez creyó; Douglas con gestualidad de libélula, creyó, Fruto Vivas, preguntándole de eso, creyó; Paco Hung, golpe de aire en la tela, creyó; El Chaparro chaparrito inmolado, creyó; Emiro Lobo en una lobada de lobo, uuuuuuuu, creyó; Marvella ojos de miel, creyó; Luis Alberto a caballo entre Carora y París, creyó; Pablo Antillano, con Sergio y Laura sentado, creyó; César Chirino, entremezclado y lacustre, creyó; el catire Hernández que era entonces la promesa, creyó; Pepe, hermosura de alcohol, creyó; me dicen incluso que el stalinismo del Chino Valera no le impidió decir: ahora sí, se acabó esto, coño, llegó el que era, el que soy ahora, el que será. Paráfrasis: hace rato el país andaba de bala y se cocinaba la traición como un nuevo episodio de Macondo en Miraflores. Mérida singaba de pinga en la universidad; Maracaibo pasaba por Cabimas Zamuro; no era poco el que se le quemaran las manos a Betancourt, los barbudos habían bajado de Sierra Maestra con Fidel y el Ché, el miedo fue sembrado en nuestras casas como el arroz que faltaba. 89


La ciudad eran esas viejas que rezaban en Catedral en misa de seis para que la guerrilla devolviera a sus muchachos. En el año moribundo de la cincuentena del XX ya fenecido yo había nacido pero aún no abría los ojos. Todos creyeron, menos los académicos y los curas. -Señores, la triangulación inversa sucede, la ciencia está al revés. El trompo común resume el cosmos. En la naturaleza todo está hecho básicamente con trompos. El electrón es un minúsculo trompo que gira en torno a un eje mientras realiza su vuelo orbital alrededor del núcleo; gira la luna sobre sí misma al desplazarse alrededor de la tierra y ésta lo hace al girar alrededor del sol. Hablamos frecuentemente de los puntos cardinales del cielo y olvidamos que nuestro norte geográfico, actualmente, señala la dirección a la cual apunta su eje de giro la inmensa nave-trompo cósmica que hemos estado tripulando desde hace centenares de miles de años por millones y millones de kilómetros en un viaje infinito a través del vacío cósmico como lo hace el pequeño 90


trompo de juguete por la atracción gravitacional de la tierra, gran parte de los soles pudieran tener planetas que son todos giróscopos y que, desde luego, deben estar apuntando, como nuestra tierra, hacia alguna dirección fija del universo- dijo Ibrahim. Todos quedaron estupefactos entre serios y festivos de la Otra Banda; el Techo se venía encima, el triángulo del eco: LUZ, ULA y la UCV. -He ideado una nave única de planta circular, hecha de cúpulas de gran rigidez y poco peso que sirve de fuselaje, rodeada de elementos alares concentrados en la periferia de éste, que le dan a la nave la conducta de un trompo o giróscopo estable, que es al mismo tiempo un submarino, una nave oceánica de superficie, un avión y un helicóptero óptimos. Un submarino-avión con simetría de plano vertical radial cuyo techo es una enorme ala redonda que puede volar en cualquier dirección relativa a él -adelante, atrás y lateralmente en cualquier ángulo-; que es además un helicóptero tres veces más potente, para igual superficie de alas 91


rotatorias, igual diámetro hasta el extremo de ellas e igual velocidad angular, y de un mismo peso-. Aquella armazón dinámica con imanes alrededor que a velocidad centrífuga no se rozaban nada tenía que ver con la era novus en que se distrajeron los epígonos de Jung; nada que ver con la superstición porque el milagro es otra cosa y será siempre un no sé qué; estaba todo resuelto matemáticamente la cuestión era que volara; las veces que lo probó en el raudo viento de la Península cada una fue distinta; que suene el pito enorme de la ignorancia no me aterra, dijo; por esos días Ibrahim hijo ponía en las manos del poeta Álvarez Pasaporte a Magonia y El Libro de los Condenados; cada una de las fases por donde iba pasando lo iban acercando al motor, ahí estaba el quid; la cuestión no es simplemente la desintegración del quartz como prueba la cuántica; «No la inversión del genio aquel ávida dólar que se llamó Salvador. No lo voy a servir a la CIA ni a la KGB». Ah Ibrahim no ostentaba de nada; ahora que tengo el olivo en el paladar no me lo voy a tragar, alguien lo 92


llevará esta vez al último lugar del planeta que sigue vivo adelante en el tiempo que aun no he vivido porque ha llegado la era sin motor; no me voy a preocupar por saber si será la solución contra el pecado original, ni saber si servirá contra el pienso luego existo que pretendió llenar el vacío, sin preguntarme por qué esa cara de bobo bien administrada de ese Gates que nos atonta digital, servirá contra la relatividad que se hizo ley de la fisión y soltó los canes de la explosión, ¿recuerdas Hiroshima?, contra la guerra por los siglos de los siglos en el amen de la cultura y la energía, contra los bosques inmisericordemente arrasados por la cordura industrial, es decir con el mismísimo infierno que vino a quedarse entre nosotros en la tierra, lejos del purgatorio y bien cerca del paraíso por si no alcanzaba la oferta y demanda de la religión en que creyó el florentino de nariz aguileña. «Perdóneme maestro, el barquito de papel que Rimbaud puso en verso es chiste ante esto que dice vuela en toda dirección», dijo un poseso, hasta las medias, en los pasillos de la universidad. 93


-El giróscopo tiene la misma conducta de nuestro planeta en el cosmos, en el vacío ella podría ser utilizada como una brújula giroscópica, apuntando a alguna dirección guía. En la luna podría con mayores razones posarse en cualquier punto, utilizando sólo la punta de su eje de rotación, ya que tiene estabilidad giroscópica y como giróscopo que es, almacena energía dinámica. Una vez en movimiento sólo habrá de vencer el arrastre, no como momento, sino como fuerza directa. Nos acostumbramos tanto al avión que olvidamos que fue el pájaro quien nos enseñó a volar-. No hay desperdicio de energía, no quema combustible ni siembra muerte como la falsa panacea del ethanol; flota como burbuja en el espacio sideral; digamos que su velocidad es mayor a la velocidad de su diámetro, como la elipsis es lo mismo al cuadrado de la escala, la velocidad de su potencia entre más grande menos entropía; ya ni se lo que escucho y menos lo que digo, está en los números que no mienten y hablan solos por sí mismos; no más tesis, no más dialéctica que la sustitución del motor anular por el axial 94


y nos habremos liberado para siempre y todo volverá a ser como la gota de leche que cayó del cielo el primer día de la creación y en pedazos el universo voló a constituirse en materia y pudo volar rasante por sobre la arena y el lugar, en lo más adentro del alma clarividente de quien lo hizo volar frente a nosotros.

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Índice I Visiones transmodernas....................................................9 La voluntad de los medios.................................................. 11 TV.................................................................................... 12 Puntos de vista................................................................... 14 Poesía transmoderna.......................................................... 15 Cumbre del clima.............................................................. 16 El poder subrepticio de la moda......................................... 18 El poeta de hoy día............................................................. 20 El taxi de los mudos........................................................... 22 El retorno de las musas....................................................... 24 Rock de la piedra............................................................... 25 Fast food............................................................................ 26 Aldea global....................................................................... 27 Compro, luego existo........................................................ 29 Vientos de guerra............................................................... 30 El pabellón del vacío.......................................................... 32 Ángelus Novus.................................................................. 34 Le grand jeu....................................................................... 35 La memoria....................................................................... 36 Última Thule .................................................................... 38

II Borrón y nueva cuenta...................................................39 Páginas vacías.................................................................... 41 Lectura con perro.............................................................. 42 Revés................................................................................. 43 Clavos............................................................................... 45 Figuración......................................................................... 46 S/T.................................................................................... 47 Cinema............................................................................. 48


Sombras............................................................................ 49 Viento y alguno................................................................. 50 Borrón.............................................................................. 51

III Poemas del amor furtivo.................................................53 Caja de herramientas......................................................... 55 Cama................................................................................ 56 Dibujo.............................................................................. 58 Encuentros........................................................................ 59

IV Fotopoemas....................................................................61 Jorge Teiller (Chile, 1935).................................................. 63 Víctor Valera Mora (Venezuela, 1935)............................... 64 Enrique Lihn (Chile, 1929)............................................... 66 Hanni Ossott (Venezuela, 1946)........................................ 67 Juan Calzadilla (Venezuela, 1931)...................................... 68 Lydda Franco Farías (Venezuela, 1943).............................. 69 Roque Dalton (San Salvador, 1935)................................... 70 Eliseo Diego (Cuba, 1920)................................................ 71 Alejandro Oliveros (Venezuela, 1948)................................ 72 José Emilio Pacheco (México, 1939).................................. 73

V Poemas para vestir..........................................................75 Camisas............................................................................. 77 Pantalones y zapatos.......................................................... 79 Corbatas............................................................................ 80 Anillos y relojes.................................................................. 81 Pañuelos............................................................................ 82 Saco.................................................................................. 83 Ropa interior..................................................................... 84

VI El Giróscopo..................................................................87



El poeta de hoy día se imprimió en el mes de marzo de 2013 y se culminó en enero de 2014 en el taller editorial artesanal de Ediciones Madriguera, en Coro – Venezuela. ¡Gracias a Dios!



El poeta se vale del lenguaje poético para rebelarse ante la banalidad del mercado, abriendo en su palabra una denuncia desde la ironía y el humor, permitiéndole a su palabra transitar por el tono crítico propio de la poesía contemporánea. El poeta de hoy día echa una mirada sobre el mundo donde la poesía convive con el mundo vano, mofándose del ropero, la dieta y la elegancia como instrumentos de un sistema que atenta contra el ser humano.

César Seco

(Coro, 1959). Su poesía publicada hasta ahora fue reunida en Lámpara y silencio (Monte Ávila Editores, 2007). Es autor del libro de ensayos Transpoética (El perro y la rana, 2008). Está por ser editada su narrativa que incluye relatos y una novela. Ha participado en varios encuentros literarios dentro y fuera del país. Miembro de los consejos de redacción de la revista IMAGEN y de la revista POESÍA.


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