"La casa que no esta" - Raquel Tirado

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Raquel Tirado

La casa que no estรก





La casa que no estรก



Raquel Tirado

La casa que no estรก


© Raquel Tirado, 2012. © A. C. Madriguera, 2012. Barrio Chimpire, calle Purureche #87 entre calles Cristal y Chevrolet, Coro - Venezuela. Teléfonos: 0426-2653295 - 0268-4112041 Páginas web: http://madriguera.ya.st http://edicionesmadriguera.blogspot.com Correo electrónico: edicionesmadriguera@gmail.com Corrección: Hermes Coronado y Darío Medina Fotografía: Natalia Medina Tirado Imagen de portada: Feliciano Gómez, “Caserío El Paraparo (Edo. Lara)”, 1993. HECHO EL DEPÓSITO DE LEY Depósito legal: lf-06820128001738 ISBN: 978-980-7494-02-1 Impreso en el mes de mayo de 2012 por Ediciones Madriguera.

http://publicatulibroartesanal.blogspot.com


A Lucianna, mi hermana.



Lo que continúa en la casa es el órgano, el agente en gerundio y en círculo… Lo que continúa en la casa es el pie, los labios, los ojos, el corazón… César Vallejo



Un pasillo largo y estrecho atraviesa la casa. El ĂĄrbol orgulloso sombrea el solar al mediodĂ­a. De noche su figura espectral espanta. Los cuerpos se mueven, se creen vivos pero sĂłlo desandan. Sin saberse polvo, se desmoronan en el tiempo.

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El zaguán, la sala, los dormitorios, el patio, el solar, el aguamanil, la hamaca colgada para siempre, la vajilla de porcelana, la de peltre… viajan. El retorno está cifrado. Nuevos cuerpos habitarán los espacios de otra casa que es la misma, la de siempre, la de todos la de nadie.

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Las memorias trajinan. Habitan tercamente en el espacio azaroso del fugaz instante de mi vida. Cobran su cuota vívida durante la noche ociosa de mi encierro voluntario. La estancia se inunda de una atmósfera que, mitiga la realidad contundente.

casi cálida,

El planeta continúa su afanosa rotación y traslación llenito de cuerpos y más cuerpos que van y vienen entre memorias y desmemorias.

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Enciendo velas antes de que la noche se apodere de mĂ­. Un tenue resplandor ondea por los pasillos de la casa entre ruidos familiares que retumban. Abro la puerta y creo caminar hacia el solar. Ahora el silencio lo cubre todo. La oscura vastedad apareja tierra y cielo. Entre mocedades y extraĂąezas vuelvo al inicio, a la nada.

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Va quedando de mi cuerpo lo que va dejando el tiempo. Voces tenaces mantienen mi imagen en el espejo atrevido. Consigo en mĂ­ a una mujer distinta cada dĂ­a. Recorro el trĂĄnsito que me lleva al encuentro con la tierra. Disfruto el instante que es este vivir.

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El torrente sanguĂ­neo va minuto a minuto inundando el mismo espacio de mi cuerpo. Es la savia, hechura de vida, en mi. Busco a travĂŠs de las edades la plenitud de ser en estas venas: tierra, agua, aire, fuego.

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Desando las horas. Insomne entre memorias empecinadas en habitar los espacios de la casa que no está, descubro ecos entrañables, palabras de arrullo y cobijo: come, báñate, anda a dormir, despierta que se hace tarde… Las palabras van y vienen. Preciso saber qué las mantiene intactas en este trajín del día y la noche en la aventura fugaz de mi existencia No las espanto, dejo que tomen cuerpo en mi cuerpo.

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Imágenes de juegos entre hermanos, Imágenes de madre, padre, Imágenes del patio, y, otras tantas que adornan el espacio recurrente de la casa en mi cuerpo, en mi espíritu.

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Creo ver la figura amable de mi abuela sentada en el centro del patio rodeada de matas de palma y calas, vendiendo estampillas. Al fondo, los libros, la alacena, una carreta. Un sonido familiar me llega con tenue insistencia. Es el ruidito acompasado de la nevera que le da a la estancia toda un rĂ­tmico ambiente de hogar sereno, protector, casi perfecto.

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Subo por una escalera de caracol. La madera cruje. Llega la voz de mi abuelo contando una y otra vez la historia de sus quince años, el regalo de su papá: un revólver y un caballo para que viviera por su cuenta. La atmósfera es feliz e inocente, crédula y frágil ante el tiempo que todo lo borra o lo transforma. En un círculo cifrado mi abuelo vuelve en mi presente que será pasado, inmediato a estas palabras multiplicado sin fin.

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Algunas presencias no se mudan, las llevo en mi piel, hasta que se disuelvan como azĂşcar, como sal, en mĂ­.

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La mujer nueva La misma La eterna La que soy

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La mujer que voy siendo se abre paso entre malezas, entre escombros de recuerdos, entre redes de compromisos que desgastan la sinceridad y demoran el pensamiento. Se rĂ­e del mundo y sus extraĂąezas, se esconde, se deja ver. Inventa un alguien tan fiel que hace del resto sus imposibles. Alivia con los otros la espesura de sus dĂ­as, alegra el ser, se ilusiona en soledad apoltronada.

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Vive en la incertidumbre de los que se marginan, hurga en los resquicios del alma respuesta a tanta duda. Teje la vanidad en el espejo, desteje artificios. Abdica ante el discurso c贸mplice que da libertad de reincidir en el pecado para perdonar y ser perdonado hasta setenta veces siete. En afanoso d铆a tras el verbo, intenta comprender el universo.

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El ser se revela sin poros, sin vacĂ­os, puro. La identidad unida al pensar Ă­ntimo va delineando la silueta que me deja ser quien soy

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Siento la vida en busca de su cuerpo. El cuerpo indispensable que expresa la implacable vida; busca otro: el desconocido, el árbol, la tierra, el aire, lo vivo. Busca a través de las edades Otro: el suyo. Ciego, el ímpetu de la vida se arrastra por uno y otro cuerpo, por éste, por aquél, por otro… ¡Ninguno le basta!

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Antes de haber nacido, ¿mi forma esperaba? La vida me escogió como cuerpo Comencé a ser sin saberlo, fui buscándome hasta que mi voz fue tan fuerte que ya no busqué más Esta que voy siendo va adquiriendo forma día a día… Hasta que me confunda con todas las otras formas…

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Encuentro cada dĂ­a nuevos atisbos en la voz interior que me dicen: eres, y, me advierten: luego de ser, ya no serĂĄs la misma.

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Esto es la vida. No espero otra. Ya otro cuerpo recibirรก la sierpe vida Ella siempre estarรก aunque no estemos.

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Guarda el secreto de la dicha en ti. No malgastes tus perlas. Repliega el ímpetu de la palabra hueca. Aguarda en el silencio. Disfruta el gozo de la vida, sin alarde. Ella es el signo de tu ser escogido quién sabe por qué. Es la gracia del misterio cósmico que ventea infinitamente.

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Vemos incrédulos nuestros pasos con la vida ¿Por qué tú y por qué yo? ¿Por qué nacimos? ¿Por qué tanta voluntad para encarnar aquí? ¡Vivamos!

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Serena, sin brisa, la noche sofocada estrena en las paredes de la casa aliento de dolorosa espera. Ella hunde las manos en las sĂĄbanas, las suelta y de nuevo las hunde. Todo ocurre en el cuarto matrimonial de la casa. La cama, el dolor, la sangre, todo anuncia la vida. La vida implacable que de nuevo cumple su misterio en mĂ­.

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Al mediodĂ­a el chorro de agua corre por el patio de la casa, inunda el piso sofocado. El calor hace lo suyo y el sol no deja agua en el espacio iluminado. Entre los olores de la resolana pasa el mediodĂ­a. Es en la noche cuando el patio estrena su misterioso aroma de frescura bajo ese cielo oscuro y llenito de estrellas.

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Una de las primeras nociones de mi vida fue el pudor. Bajo el chorro de agua del tubo en el patio de la casa mis hermanos y yo nos bañábamos con trajes de baño. La alegría se desbordaba por el patio. Hasta el día que mi hermano se cortó la mano con el pico de una botella de refresco y llegó la voz asustada de mi madre, con ella, el miedo. Pero de nuevo volveríamos a lo mismo con el agua, con la inocencia.

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El eterno hombre nuestro. El eterno niño nuestro. Nuestro hermano varón con su imagen de niño bello, bailarín, encantador, peligroso. En su misterio están todos los hombres de todas la mujeres. El rompecabezas.

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En los ladrillos de la casa las imรกgenes danzan . Alucino con la figura de un hombre que me arrulla, me canta. El espejismo queda balbuceando entre ladrillos.

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Vigilantes en mis sienes, en mis ojos, en mi mente, las palabras me despiertan del ensue単o. Se imponen, guerreras.

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Guardo en el ladrillo rojo de la casa mis ilusiones de ni単a. Las convoco en la hora decisiva del cambio conjetural de mi existencia en el transcurrir infatigable de los a単os. Los recuerdos limitados se distorsionan ante el rumbo ineludible del universo.

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Me gusta quedarme así, como esperando‌ En vigilia cuido la puerta, pero la puerta no se abre. No llega nadie. Me quedo en la sala de espera de la vida sin tejer ni destejer.

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ARACELIS Se fue el alma de Aracelis en la sorpresa de la vida. La gracia de sus manos escribía en filigrana, tejía con hilos de estambre y de croché. Con su partida enmudecieron las torpezas del vivir. El universo, surtidor de novedades, iluminó la integración misteriosa de materia manifestada en su presencia, aquí,

junto a la mía.

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¿Qué queda después de tanta vida? ¿Qué queda después de los primeros amores y de los últimos? ¿Qué queda después de los trabajos, las angustias, las puntualidades, los hallazgos, las rupturas? ¿Qué queda de la calle de la infancia, de los muebles de las casas, de los afanes familiares? ¿Qué queda en mi escritura después de purificarme y exponerme? Esas preguntas rondan en mi mente, en otras voces.

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Entre vibraciones de cuerpos andan esparcidas las ansias del vivir. Pronto, al nacer, corremos hacia la infancia, con su retahíla de eventos, que en espiral, redondean la azarosa travesía. En una afanosa carrera los dientes de leche se dejan ver en sonrisas inocentes, para dar paso al ser de piel y éter. Todo pasa tan rápido. Ante el universo indiferente se cumple la profecía iniciática, la de siempre, la del hombre del madero, el de la cicuta, sin darnos ni cuenta.

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El misterio del espacio que ocupo, y nadie más ha ocupado, quedará. El misterio del azar de haber nacido en este cuerpo, quedará. El misterio que me hace amar y volver amar, quedará. El yo que escribe estas palabras se confundirá con no sé qué otro yo… El misterio nos da la ilusión de un yo.

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Casi sin proponérmelo descubro la razón de tanto recuerdo: Quiero volver a la inocencia, a la calle Comercio. Quiero sentirme protegida entre las faldas de mi madre y la autoridad férrea de mi padre. Quiero jugar con mis hermanos sin prejuicios ni afanes. Pero es tiempo de edificar mi otra casa con otros cuerpos y otras voces con otro árbol, en otro patio. Ahora es mi tiempo de proteger, de cobijar, de ser recordada, hasta que ese recuerdo se confunda con la casa que no está.

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Índice Un pasillo largo y estrecho atraviesa la casa...................11 El zaguán, la sala, los dormitorios...................................12 Las memorias trajinan.......................................................13 Enciendo velas antes de que la noche se apodere de mí.. 14 Va quedando de mi cuerpo lo que va dejando el tiempo 15 El torrente sanguíneo........................................................16 Desando las horas..............................................................17 Imágenes de juegos entre hermanos...............................18 Creo ver la figura amable de mi abuela...........................19 Subo por una escalera de caracol.....................................20 Algunas presencias no se mudan.....................................21 La mujer nueva...................................................................22 La mujer que voy siendo...................................................23 Vive en la incertidumbre de los que se marginan.........24 El ser....................................................................................25 Siento la vida.......................................................................26 Antes de haber nacido.......................................................27 Encuentro cada día............................................................28 Esto es la vida.....................................................................29 Guarda el secreto del la dicha en ti..................................30 Vemos incrédulos nuestros pasos....................................31 Serena, sin brisa.................................................................32 Al mediodía el chorro de agua corre por el patio de la casa.......................................................................................33


Una de las primeras nociones de mi vida fue el pudor...34 El eterno hombre nuestro................................................35 En los ladrillos de la casa..................................................36 Vigilantes en mis sienes.....................................................37 Guardo en el ladrillo rojo de la casa................................38 Me gusta quedarme así......................................................39 ARACELIS.........................................................................40 ¿Qué queda después de tanta vida?.................................41 Entre vibraciones de cuerpos...........................................42 El misterio del espacio que ocupo...................................43 Casi sin proponérmelo......................................................44





...tu casa de sueños, reconstruida por ti, en la madeja de tus recuerdos y en el limpio espacio de tus vivencias, quedó intacta, como quedó tu casa de árboles y tejas, de la calle Comercio de Coro, la cual, todavía parece llevar por cada uno de tus senderos, en maqueta de límpida imagen mental, de interna perspectiva. Hermes Coronado

El ser que habita la casa: cuerpo, espacio, tiempo, juego de permanencia y mutación del ser en la palabra. Búsqueda de la poeta, quien nos lleva a un espacio íntimo y nos muestra su renombrarse, su construirse en el verbo, en ese “soy”, ser inconcluso que se nombra. Ennio Tucci

Raquel Tirado

Coro, 1953. Ganadora de la primera edición del Concurso de Cuentos de la Universidad Nacional Experimental “Francisco de Miranda” con el texto “Cartas azules” (1997). Ha publicado en poesía “Sueño repetido” (2004) y “Notas Marginales” (2008).


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