Revista fábula n° 1

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Cultura, arte, literatura. N° 1. Coro, Venezuela, Septiembre 2015. Colaboraciones solicitadas. Gabriel Jiménez Emán, Director. Contenido: El momento cultural, por Juan Liscano, pág. 2 * La elección de la paz, por Camilo Morón, pág. 6 * Crónica Lusitana, por Gabriel Jiménez Emán, pág. 8 *. Cinco Poemas inéditos de Celsa Acosta, pág. 20. * La retícula como movimiento en Benito Mieses, por José Gregorio Noroño, pág. 25.* La Biblioteca, relato inédito de Juan Francisco Lara, pág. 29. * Artistas invitados: Benito Mieses y Douglas Parra.

Editorial

fábula nació como una revista impresa que deseaba recoger las preocupaciones estéticas, filosóficas, literarias y culturales de la región occidental venezolana. Debido a numerosos inconvenientes materiales no pudo cristalizar el proyecto sino hasta un solo número, aparecido en 2010. Ahora asumimos el reto de lanzarla por vía digital, con la expectativa de que ese esfuerzo germine en todos aquellos que contribuyeron con aquel proyecto, ahora no restringido sólo a ese ámbito geográfico. Si bien esta vez cuenta con menor número de páginas, ello va a permitir su más expedita difusión mensual por este medio. En este número inaugural fábula presenta a los lectores un ensayo inédito de Juan Liscano, El momento Cultural, que le enviara al Director de esta revista en el año 1987 para una publicación que nunca llegó a realizarse. Se reproduce ahora con motivo de los cien años del nacimiento del gran escritor caraqueño --acompañado de una carta de Liscano-- y que tiene una vigencia sorprendente.

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Querido Gabriel Jiménez Emán: Le va el trabajo. Dispensa la presentación, pero no uso ni fax ni computadora sino la vieja máquina portátil Olimpia. El grabado no dio en la fotocopiadora. Se lo despacho por lo que pueda hacer. Gracias por haber pensado en mí para su suplemento. Otros me excluyen solapadamente. No soy cómodo por mi repudio de las tecnologías devorantes audiovisuales. Tengo conmigo sus textos breves y Mercurial. Se impone un reconocimiento literario de su narrativa. Lo intentaré, aunque ya mis 82 años me limitan bastante. Si quieren usar el grabado, puedo prestarle el libro con un estricto compromiso de devolución. A usted le debe interesar ese trabajo sobre los mayas, pues éstos pertenecen a otros mundos, según los investigadores. Me despido con afecto y amistad,

JUAN LISCANO

Ensayo inédito EL MOMENTO CULTURAL Juan Liscano

I

La cultura venezolana, como

la de todo el Caribe y el resto del Continente Iberoamericano, nació como proceso de mestizaje entre españoles, indígenas y africanos traídos como esclavos. Este mestizaje, según las regiones, tuvo más o menos de los ingredientes étnicos mencionados. Sobre esa humanidad tan diversa, predominaron los ibéricos aunque la población indígena era cuantiosa a lo largo de los Andes y desarrollada culturalmente hablando. ¿Qué es la cultura? Frobenius en una bella definición la califico de “tierra hecha orgánica”. Sin duda la agricultura y la cría estuvieron en el

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origen del quehacer humano, cuando escribo “origen” pienso en el siglo del Descubrimiento hasta hoy, porque más atrás se pierden las huellas del homo sapiens. Entre la aparición de éstos y los orígenes media un espacio insondable. Según la actual cronología, hace 40.000 años, los homínidos cruzaron el estrecho de Bering y se esparcieron por el continente americano. Hace 15.00 años el planeta quedó colonizado, como escribe Jacobo Storch de Gracia de la Universidad Complutense de Madrid. En los 4 millones de años transcurridos entre el australipithecus aferensis y el homo sapiens, pueden haber ocurrido mil incidencias climáticas y cósmicas vividas por seres de quienes se tienen apenas algunos rastros. En ese lapso hubo seis glaciaciones y los polos se rodaron a lo largo de la esfera terrestre. El homo erectus debió pasar por fenómenos físicos de tanta magnitud, que la imaginación tiende a elaborar mitos como el del hundimiento de continentes, desapariciones de razas más adelantadas que las pobladoras de la tierra y relaciones intensas entre mentes humanas y el Cosmos. En ese aspecto e habla cada vez más del misterio de los mayas, de Atlántidas, lemurianos y extraterrestres. La desaparición de los dinosaurios continúa siendo un enigma. Mi amigo, el pintor Roberto Matta, decía con humor que el Cosmos los eliminó por indeseables y que podría pasar lo mismo con la especie humana. No hay duda que el homus prehistórico e histórico es un depredador incansable no sólo de la naturaleza, indispensable para vivir, sino de sus semejantes. “El hombre es un animal de rapiña”, declaro Oswald Spengler en 1918, en su notable ensayo El hombre y la técnica. La técnica ha sido la facultad humana más decisiva en esa vocación de rapiña y destrucción ecológica. La humanidad actual, desde el marginal hasta el empresario, el educador, el profesional, el mismo técnico, no aprecian como para rectificar, la inmensa destrucción a la que se ha sometido el planeta. Engendro máximo de u modo de vida rapiñosa, destructiva, son las megalópolis. Me detengo ante el grabado de la carátula del libro El misterio de los antiguos por Eric y Craig (Diana, México, 1978) en el que un maya conduce una cápsula espacial evidente. Para un puñado de investigadores los mayas vinieron de otro planeta, el cual se desintegró. Quedaron presos en la Tierra. Lo cierto es que la cultura maya, el comportamiento de estos grupos humanos, los contenidos de lo que escribieron, sus conocimientos astronómicos y su computación del tiempo, resultan reveladores de una alta cultura intelectual y

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de conocimiento del Cosmos en el que se mueve nuestra galaxia. Su arquitectura maravilla. Sea esta la oportunidad de insistir en lo limitado de la formación economicista, la cual achata sobre el piso de las oficinas a esos profesionales, salvo cuando intentan añadir a su labor, el mundo del humanismo.

II El momento actual, para la incipiente cultura venezolana, rama discreta de la identidad iberoamericana, no es favorable. Influye de manera decisiva el desarrollo materialista y economicista de la actual alianza angloamericana. Si bien Inglaterra produjo simultáneamente en el mismo siglo XVIII, a un genio de la plástica y la escritura, doblado de místico visionario como William Blake, y al creado del liberalismo económico materialista, Adam Smith, el primero abajo, simple artesano, y el segundo intelectual, guía del capitalismo reciente, puesto muy alto en los siglos del industrialismo en que vivimos, no es el caso de EE.UU., nuestro mentor cultural y económico, desde el debilitamiento de la Europa latina con Francia a la cabeza. EE.UU es cultor infatigable de la masificación, del hombre-masa, de los medios y la producción en masa y para masa, de la uniformidad en ideales políticos, sociales, culturales. Whitman pedía, me imagino al Estado y a “Status”, “hacer grandes individuos” para que lo demás pueda florecer. EE.UU lo que ha creado es la homogeneidad por arriba, para blancos, negros, chicanos, asiáticos, pobladores de su territorio. El instrumento material es lo audiovisual. La meta espiritual, apresadora de la mente, es el éxito personal como estrella del espectáculo, los negocios, la noticia. Lo cual tiene su contrario en el periodismo, la desesperación de un talento notable de matemático puro, como Teodoro Kackynski, alias “Unabomberi, los suicidios colectivos, las inquietantes sectas. Individualidad y personalismo son distintos. La persona es actoral, el individuo, interior. Venezuela tuvo grandes individuos como Rómulo Gallegos, Antonio Arráiz, Armando Reverón (aún presente, Arturo Uslar), pero desde que afluyeron y mezclaron sus caudales, sus caudales, el materialismo práctico y el materialismo histórico, lo cual sucedió

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históricamente en los años 60, la cultura literaria fue perdiendo ese impulso individual, un tanto mesiánico, así como el don de crear mitos que fueran reflejo de la creatividad popular y agraria o de la capacidad de saber humanística. En eso estamos, mientras la globalización nos ocupa por las buenas de la negociación corruptora economicista, cediendo en convenios siempre favorables a la inversión extranjera, minería y cualquier forma de producción, y la clase intelectual o creadora de arte y cultura, pierde contacto con el caudal tradicional. Uno de los rasgos de comercialización más efectivo y corriente, es ofrecer la novedad simplemente como tal. La creencia en esa novedad habitual y fatigante, en la actualidad, “desactiva” la mente poco desarrollada por la sabiduría tradicional, de intelectuales, creadores, marginales y empresarios, sin hablar de ese pobre ente tembloroso y sumiso en que se convirtió el Estado. Las instituciones culturales abundan, no se carece de dinero. Son maquinarias burocráticas bien dispuestas. Pero falta el material de base, la creación cultural avasallante y auténtica a lo Gallegos, a lo Reverón, a lo Arráiz, a lo Paz Castillo, a lo Gerbasi, a lo Armas Alfonzo, a lo Beroes, a lo Otero Silva, a lo Meneses, a lo Muñoz, a lo Díaz Sánchez, a lo Uslar Pietri, a lo Picón Salas, a lo Ramos Sucre. Con esta enumeración no quiero negar a otros creadores literarios de generación más reciente cuyo trabajo conozco y cuyas obras leo. Más aún, advierto en algunos libros, narración y poesía, la persistencia de un aliento cultural propio, apoyado en una concepción de la realidad y de la tradición posible. Hay poetas que vuelven a evocar su terruño. Hay narradores que no rechazan ni la invención trascendente ni el apunte realista. Lo que está dallando es el sentido corporativo, la alianza intelectual, la coincidencia en la apreciación de nuestra cultura y de lo que sucede en el mundo. Por otra parte, substituyo a la voluntad corporativa, la inteligencia limitada de la rosca literaria. Hace falta una nueva Asociación de Escritores Venezolanos, colegas capaces de organizar la unión entre las oposiciones en el pensar. Mientras tanto, la vida cultural se dispersa más y más, sometiéndose al mercado foráneo y al personalismo. Por lo demás, el país propició la globalización en todos sus aspectos, menos en la posible unión de creadores de cultura.

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LA ELECCIÓN DE LA PAZ Camilo Morón

Leemos en el Génesis: “El Señor dijo:

–¿Por qué has hecho esto? La sangre de tu hermano, que has derramado en la tierra, me pide a gritos que yo haga justicia.” Caín, fratricida y renegado, fue marcado por el Señor con una señal y la promesa que si alguien le matase, sería vengado siete veces. Caín fundo la primera ciudad y tuvo hijos e hijas; uno de sus descendientes fue Lámec. “Un día Lámec les dijo a sus esposas Adá y Silá: Escuchen bien lo que les digo: he matado a un hombre por herirme, a un muchacho por golpearme. Si a Caín lo vengarán siete veces, a mí tendrán que vengarme setenta y siete veces.” Según los exegetas, el canto de Lámec –así le llaman– expresa la arrogancia del hombre que responde a la mínima ofensa con venganza desproporcionada. El número setenta y siete (once veces siete, el número de la plenitud) indica que se lleva la venganza a su último extremo. Decía Sorel: “La violencia es la partera de la historia”. La violencia histórica puede surgir de dos fuentes distintas empero complementarias: la arrogancia y la desesperación. La arrogancia de los opresores. La desesperación de los oprimidos. La violencia tiene fundamentos biológicos y yace en los sótanos de nuestra herencia evolutiva. La territorialidad, asociada al cerebro reptiliano, explica parcialmente las guerras de conquista, las fronteras nacionales y la sectorización de los espacios urbanos. La neocorteza cerebral está asociada a los atributos que distinguen a los mamíferos: la sociabilidad, la empatía, la inteligencia, el lenguaje. Los seres humanos hemos desplazado nuestro centro de gravedad evolutivo de la biología a la historia y la sociología, pero no hemos renunciado a nuestras raíces remotas. Esta lucha interna y externa ha sido tema de la mitología, la religión, la filosofía, el arte y la ciencia, con distinta proporción de optimismo o pesimismo. Podemos ser nihilistas y asumir una pose escéptica ante las posibilidades de la paz. O podemos ser portadores del mensaje universal que Mahatma Gandhi, Krishnamurti, Martin Luther King, John Lennon o Carl Sagan legaran a la humanidad. Gandhi actuó en política de tal modo que

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“pudiera mirar a Dios cara a cara, para alcanzar el moksha [salvación]”. El reverendo King declaró: “De mi formación cristiana he obtenido mis ideales y de Gandhi la técnica de la acción.” Enseñaba Krishnamurti que “sólo puede haber paz y felicidad en el mundo cuando el individuo –que es el mundo– se consagra definitivamente a alterar las causas que dentro de él mismo producen confusión, sufrimiento, odio.” Lennon cantó para que diéramos una oportunidad a la paz. Cuando Sagan vio el planeta Tierra desde los límites del sistema solar, como una mota de polvo suspendida en un rayo de sol, escribió sobre ese pequeño punto: “Para mí, subraya nuestra responsabilidad de tratarnos los unos a los otros más amablemente, y de preservar el pálido punto azul, el único hogar que jamás hemos conocido.” En Metrópolis, la ciudad de la utopía del futuro, heredera de la aquella ciudad fundada por Caín, –tanto en la novela utópica de Thea von Harbou como en la película clásica de Fritz Lang–, un mensaje se impone de principio a fin: “Entre el cerebro y el musculo debe mediar el corazón.” Como historiador anarquista, defino la condición humana por la posibilidad de elegir, de optar, o dicho en términos de la religión y la filosofía: el libre albedrío. Los conflictos sociales ofrecen una encrucijada: la violencia o la paz. Una señal de inteligencia es la libertad de elegir la paz.

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CRÓNICA LUSITANA Gabriel Jiménez Emán

Al

abrir las ventanas de la habitación de hotel, veo el amplio balcón por donde entra el fresco de la tarde. Al fondo se distinguen casas y edificios de tejados rojizos, y los patios verdes de algunas casas. A la derecha se dejan ver un campanario y la torre de una iglesia, dibujados contra un cielo índigo. La habitación de este hotel en Oporto me sirve de antesala a un recorrido que he de emprender por una angosta avenida repleta de pequeños edificios, cuyas vidriosas ventanas se apiñan en fachadas asimétricas, que sin embargo guardan un orden arquitectónico fijado a lo largo de esta y otras calles. Antero de Quental se llama esta avenida que atraviesa buena parte del norte de la ciudad. Hacia la derecha de donde me encuentro se va a una plaza arbolada, la Plaza D’Acqua o Plaza de Abril, donde se dice estaba la primera fuente de agua de la vieja ciudad y donde todavía hay un lago surcado por ocas, gaviotas y botes pequeños, un lago rodeado de un denso bosque de árboles delgados que dejan caer hojas y trozos de ramas secas. Las gaviotas están por todos lados en Oporto: planean sobre casas, calles, edificios y plazas, picotean en patios y basurales; se posan en cúpulas, campanarios, columnas, capiteles, peldaños. Estando yo sentado en la Plaza de la República cuadras más abajo, una plaza donde hay una escultura de la Independencia de la República Española (1910-2010) y al otro extremo una escultura del Dios Baco, me hallo dispuesto a tomar una fotografía al sonriente gesto esculpido del Dios del Vino, y justo en ese instante llega una gaviota y se para muy oronda en la cabeza del Dios --coronada de hojas de vid-- que parece decirme: “Yo también soy diosa y merezco una foto”

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Plaza El Acqua

En una de las esquinas de la Plaza el Acqua está situada la Universidad Fernando Pessoa, una Universidad que nos invitó a un Congreso sobre la Paz, gracias a la cual estoy en Portugal. Las facultades de esta Universidad están alojadas en distintas casas antiguas, ahora reformadas para recibir estudiantes en aulas y oficinas. El edificio central de la Universidad es una de esas casas, con un anexo de construcción nueva en cuya entrada se encuentra una escultura de Fernando Pessoa de cuerpo entero. En el interior del edificio nuevo se aprecia un mural dedicado al gran escritor portugués, un edificio ciertamente más adecuado para alojar aulas, auditorios y dependencias universitarias.

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Gaviota en la cabeza del Dios Baco

El Congreso de la Paz se desenvolvió con toda normalidad. Hubo ponencias de diferentes disciplinas y ámbitos del conocimiento, y cuando nos tocó a los integrantes de la mesa de literatura, ahí estábamos nosotros, para leer a un grupo de estudiantes y profesores nuestros trabajos. Es increíble cómo los latinoamericanos tenemos una capacidad especial para trabar relación entre nosotros de manera automática, en cualquier parte que estemos; inmediatamente salen a flote nuestros sentimientos de disfrute, alegría o jovialidad, nuestra capacidad de compartir y de charlar sobre cualquier cosa

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como si nos conociéramos de toda la vida, como ocurrió con aquel grupo de profesores venidos de México, Guatemala y Argentina, compartiendo con otros no menos afables de España y Portugal. En este caso, la profesora Ana María Toscano hizo de anfitriona en Oporto. Ella es la directora del Departamento de Literatura de esa Universidad; edita la revista Nuestra América, donde se estimula la investigación teórica y estética sobre escritores de América.

Escultura de Fernando Pessoa

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Pues bien, bajo de nuevo por la calle Antero de Quental. Allí en una pequeña pastelería hice mi primera comida portuguesa, consistente en empanadillas fritas rellenas de pescado y croquetas hechas con masa de papa y rellenas de mariscos, ambas de gran suavidad y aroma.

Vista del Duero y la ribera de Oporto desde el Puente Luis I

Después seguí caminando en dirección sur, y más adelante Oporto se abría en un sinfín de calles pequeñas y grandes que se cruzaban entre sí, jugando con sus sinuosidades para lograr un recorrido íntimo parecido al de los laberintos, desde donde se dejaban ver torres, cúpulas, iglesias pequeñas y grandes catedrales como la Iglesia de Nuestra Señora de Lapa, dominadora de mi sector. También pude apreciar en el recorrido la Iglesia de la Trinidad, la Iglesia del Monasterio de Nuestra Señora del Pilar y el Palacio Episcopal. Me dejo llevar por la pendiente y más abajo me espera un espectáculo que impacta mis sentidos: el cristalino río Duero, sosegado y verde oscuro, por donde los barcos y botes se deslizan. Arriba se divisa un teleférico y aquí en su ribera se aprecian restaurantes y tiendas que acogen a visitantes, ofrecen sus delicias gastronómicas y sus espumosos vinos verdes, blancos y tintos, de una frescura que sacia la sed del cuerpo y muchas veces la del espíritu.

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El Puente Luis I. Oporto

El río Duero esta cruzado por altos puentes que conectan ribera con ribera, donde están las numerosas bodegas del vino de Oporto, famoso en el mundo. Desde una ribera, levantando copas en la Bodega Casa Ferrara, bebimos en compañía de los amigos del Congreso de la Paz, el grupo de escritoras visitantes María Ángeles Pérez López, de la Universidad de Salamanca, Paloma Jiménez Gálvez, (Paloma es la hija del gran compositor y cantante mexicano José Alfredo Jiménez) Silvia Ruiz Otero, Dorotea Alarcón Méndez, profesoras en la Universidad Iberoamericana de Ciudad de México, y Ana Lorena Carrillo, profesora guatemalteca de la Universidad Autónoma de Puebla. Desde las riberas del Duero mirábamos los imponentes puentes: dos metálicos, típicos marcos de la época de hierro del siglo XVIII, proyectados por los ingenieros Gustavo Eiffel (el mismo Eiffel que hizo la Torre en Paris que lleva su nombre y el de una avenida en la orilla del Duero) y Seyrig, como son el puente de Luis I y el de María Pía (1877), y tres más recientes, construidos durante los años 60, obras del ingeniero Edgar Cardoso: el Puente da Arrábida (1963), el Puente de Sant Joao (1962) y el Puente de Infante,

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todos ellos por supuesto mucho más jóvenes que la arquitectura medieval de Oporto.

El rio Duero

Oporto, es decir, el Puerto, también le da nombre a Portugal, (Porto-calis), el cual se forma al conjugar Porto con cale (piedra, roca, elevación rocosa), un puerto localizado en la confluencia de la ciudad con el río Duero. Oporto se caracteriza también por sus majestuosos jardines ornamentales públicos. Algunos de los más conocidos son la Sala de Visitas Floridas, el Solar del Vino, el Parque de Ciudad y de Plazas de Campo Alegre en Serralbes; la Calle de las Flores, --mandada a construir por el Rey Manuel I--, es literalmente un espectáculo florido, y el Museo Romántico. Por toda la ciudad están esparcidos esos maravillosos jardines donde siempre nos espera un momento de frescura apacible, de verde alegría para el ojo. La arquitectura monumental es otro de los signos de esta ciudad. Siguiendo un recorrido con mapa en mano me topé con varias sorpresas, aunque la herencia medieval en el Oporto actual no sea muy profusa; escasean, por ejemplo, obras del gótico y del barroco. De la época barroca subsisten algunos monumentos importantes de arquitectura manierista como la Iglesia de San Lorenzo –llamada también Colegio de los Grillos de la Compañía de Jesús--, el Convento de los Eremitas de San Agustín y la Iglesia

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de San Benito de Victoria. El único templo gótico de la ciudad es la Iglesia de San Francisco, antiguo convento de los Frailes Menores, fallidamente intervenido por una fachada ochocentista que ahora se llama Palacio de la Bolsa, cuya arquitectura interior también fue ocultada por torpes iniciativas eclesiásticas. También está la Iglesia Monástica de Santa Clara, antes dueña de un bello portal renacentista, ha sufrido modificaciones en el siglo XVIII que no la beneficiaron en nada.

Torre de la Iglesia Canónigos

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De siglos posteriores destacan las obras del italiano Nicolau Nasoni, e incluyen el Palacete de San Juan Nuevo y la famosa Iglesia de los Clérigos (1732), cuya admirable Torre se convertiría en símbolo de los portuenses, terminada en 1750. La otra obra famosa de Nasoni es la Iglesia de la Misericordia, trabajada en conjunto con el ingeniero Tavares. De las obras monumentales la más visible y famosa es quizá la Iglesia de San Martín de Cedofeita, erigida sobre una vieja iglesia del siglo VI, cuyo inicio se debe a la Condesa de Tareja, continuada por la Reina D. Mafalda. Esta iglesia – derrumbada en una ocasión por los musulmanes— fue restaurada de modo permanente y luce poderosa como un castillo; se percibe en ella un carácter de fortaleza, guardiana de la fe en los siglos XII y XIII, con sus murallas erguidas y sus hermosos jardines interiores. ¿Qué busca uno en estos templos? Sin ellos, creo, las ciudades parecerían casi vacías e incompletas. No son sólo símbolos del poder religioso o de la iglesia, sino también de la historia de las ciudades, de sus fundaciones, de sus vicisitudes y luchas. También de su arte y de su cultura, museos donde están cifradas todas estas cosas, pues en todas las religiones y culturas los templos han intentado la cercanía con los dioses, con las fuerzas trascendentes a través de oraciones y lecturas sagradas, de ceremonias y ritos, la humanidad ha intentado un diálogo con las fuerzas superiores, con las potencias ocultas de su psique para conversar no sólo con su entorno, sino con el cosmos, con el cielo y sus maravillas incógnitas. Cuando uno se queda viendo una vieja pared, una ruina, un ídolo antiguo, la imagen de un santo, cuando uno mira un campanario recortado contra el cielo en una tarde crepuscular u oye cánticos de alabanza, se queda como anonadado por el misterio de la existencia. En todas partes, las iglesias nos hablan de esos misterios y de la fuerza oculta del espíritu que quiere dar amor en medio de tanta destrucción inútil. Luego de estos descensos por las cuestas empinadas de Oporto iba a dar de modo inexorable a la ribera del Duero, donde me esperaba un generoso vaso de vino verde helado, y una cómoda silla para mirar el río, los botes y los paseantes. Me monté en uno de esos botes alrededor de una hora a pasear y a contemplar el espectáculo donde el río se junta con el mar. De regreso le queda a uno dentro una sensación grandiosa, que casi le hace saltar a uno lágrimas de los ojos.

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Ya al final de la tarde estaba tan cansado que no podía subir la empinada cuesta hacia el hotel, y debía tomar un taxi o un bus. Descansaba un rato en el hotel y esperaba la llamada de los amigos Felipe Lisboa y Ana Toscano, que siempre me convidaban por las noches a cenar a su casa o a algunos restaurantes simpáticos de la ciudad. En algunas ocasiones estuvimos en compañía de escritores o profesores amigos, donde compartimos visiones de los respectivos países iberoamericanos de donde somos originarios, con los amigos y amigas de Portugal y España; hasta cantamos algunos de nosotros en una mesa común donde el vino regó nuestras gargantas y la comida satisfizo nuestro paladar. Oímos canciones famosas del fado, el canto más peculiar de Portugal, con su mezcla de goce y tristeza, de melancolía profunda, una suerte de nostalgia marinera que se cocina en los puertos, entre vinos y amores perdidos, amores que dicen adiós y otros que regresan y hechizan a las almas solitarias. Un canto maravilloso de soledad. De ahí me iba a descansar a mi habitación de hotel. Estar solo en una habitación de hotel puede conectarnos con realidades insospechadas; podemos, además de dormir o descansar, leer, escribir, pensar, cavilar, distraerse oyendo música o tv. El aparato de tv puede conectarnos o desconectarnos simultáneamente del mundo, nos puede evadir sumergiéndonos en todo tipo de disparates filmados de ficción, información o entretenimiento banal, en un aluvión de programas e imágenes fragmentadas que mantienen nuestra atención en una suerte de doble fondo o segundo plano, donde nuestra atención se diluye sin saber muy bien que cosa está viendo uno. En uno de los canales me encuentro con la noticia de estarse cumpliendo un año del fallecimiento de José Saramago, el gran escritor portugués, uno de los autores más leídos y controversiales de Europa. Lo de Premio Nobel apenas importa –tan devaluado está el Premio en la actualidad— lo importante es que Saramago no sólo ha creado una de las obras más consistentes y ha dado forma uno de los universos literarios más personales. Hombre de izquierda, progresista e innovador, amigo de los pueblos que luchan por su emancipación tanto en Europa como en América Latina. Me entero de que sus cenizas van a ser depositadas en Lisboa, junto a un árbol de Olivo, el mismo árbol que le vio crecer. Al mismo tiempo, ese día se abrió al público (18 de junio de 2011) una Casa Museo en Lanzarote, donde

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Saramago vivió con su mujer los últimos años de su vida, y en Azinhaga, aldea natal del escritor, ha recibido miles de visitantes desde el año 2008. En la tv veo claramente cómo las cenizas del escritor son depositadas al lado del árbol y cubiertas con tierra fina; veo a su mujer, Pilar del Río, haciéndolo junto a un grupo de amigos, familiares y allegados, junto a miembros de esa comunidad. Se trata de un acto conmovedor, no se queda en el mero enaltecimiento de una memoria personal, sino que va más allá. Pilar del Río nos dice que “la armonía, un concepto quizá más modesto que la felicidad, es difícil de conseguir en un mundo donde más de mil millones de personas no tienen lugar. En cualquier caso, hay que continuar procurando este objetivo sin resignarnos, como diría Saramago: no nos resignamos.”

Puente de Arrábida sobre el Duero, Oporto

Todo esto habla mucho acerca de la solidaridad de Saramago con los humillados y excluidos del mundo, y de su cercanía a gobiernos socialistas. En Venezuela estuvo varias veces; tuve la oportunidad de verlo en una conferencia que dictó en el Teatro Teresa Carreño frente a cientos de personas, en un evento organizado por el Ministerio de la Cultura. Creo que Saramago es un buen ejemplo de cómo un escritor es capaz de mantenerse joven hasta el final, lleno de curiosidad, de dinamismo, de esperanza social, de

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cómo se puede compartir una extraordinaria literatura con la entereza humana. Oír a su esposa Pilar del Río atendiendo las preguntas insidiosas de una periodista que no cesaba de remarcar que Saramago se había ido “resentido” de Portugal. Sus respuestas esclarecedoras fueron una lección de ética, una reflexión sobre la literatura y sobre Portugal, todo con un poder de síntesis admirable. Justo en esos días el gobierno portugués estaba nombrando un nuevo gabinete de Ministros, y una de las cosas que se habían decidido resultó para mí algo insólito: la eliminación del Ministerio de Cultura. La noticia cayó como una bomba, pero finalmente fue aceptada por los medios de comunicación sin chistar. Algo sintomático, digo yo, de un gobierno que tiene muy claras sus metas culturales. Hay que ver cuánta obra positiva se puede llevar a cabo desde un Ministerio de Cultura que trabaje para difundir, orientar o apoyar la gestión que se realiza en el sector de la cultura popular o tradicional, para apoyar a artistas, escritores o artesanos que no han tenido ayuda del sector oficial. Seguí recorriendo el centro de Oporto y maravillándome con sus sitios y monumentos públicos, y luego entrando en pequeños restaurantes y cafés donde conversé con la gente; lo hacía en castellano y la gente entendía, no tuve problemas con esto. A veces hablaba en inglés en algunas tiendas de turismo o supermercados. Llegaba por la noche a la habitación de hotel, y ahí mismo, con unas cuantas galletas o frutas, embutidos, quesos, vino o cerveza, cenaba y luego me ponía a leer, escribir o mirar películas, hasta que me dormía.

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CINCO POEMAS INÉDITOS Celsa Acosta

Ilustración Douglas Parra, Como quisiera decirte, Caracas, 2014

Estancias I Las huellas están disueltas desde hace tiempo. En el estanque no he vuelto a coger los tallos de la noche ni mi rostro ha devuelto sus ojos a la luna Más que antes hoy he caminado bajo el sopor de calles convulsas he visto a hombres de mentes enfermas arrastrando en sus pasos la infamia y la mentira sin darme cuenta la gravedad de los días me secuestra y en todas partes la noche se disuelve como puño en el aire.

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Borrado Convoco y espero el día permanezco entre horas espumosas despierta a lo que ellas ofrecen sin demora Me avergüenza mirar los relojes y no tejer el abrigo necesario En un diario anoto la línea del poema cortado al paso de la página vengo de borrar palabras como sobras sólo leo lo que el sol me obsequia un cuerpo como remanso una casa como respuesta.

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Enramada Si ahora todo termina aquĂ­ en este papel perforado de esperas voy a tomar aguja con hilo para coser el revĂŠs que no se tienta para zurcir el blanco abismo que me punza los costados quiero venir al final del tiempo vestida con el aliento que tome de ti con los pies untados de luna roja a ver si el tiempo me deja cerrar las salidas que invento en esta fuga.

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Estancias II En el patio de los frutos de mayo el día se levanta por encima de los tejados Algo de su luz se asoma hasta aquí donde la helada brisa de la montaña apega nuestros cuerpos como si advirtiera en nosotros el pardo deseo del canto de las aves blancas elevado ya el día voy a ese patio de altas piedras y arboles de fronda desde allí te llamo cada vez que mis manos tocan la tierra preñada de frutos

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Inquietud Como el aliento de las aves la rosa que nace adentro quema el aire en su pasión Como la gracia que viene del cielo un águila se posa en los hombros de quien da consuelo al deprimido Como aquel que ciñó nueve veces la vida que se iba en el coral teñido de la desdicha así versa la duda de este signo oscilante de este tiempo sin esperas donde el día nunca llega.

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LA RETÍCULA COMO LABERINTO EN BENITO MIESES José Gregorio Noroño

Después de todo, hay laberintos que son retículas y retículas que son laberintos. Ana María León

Benito Mieses. Serie Retículas y rasgaduras

En la obra de Benito Mieses, pintor y poeta, oficios inseparables en él, es recurrente la retícula, que, desde mi perspectiva, representa una suerte de laberinto. Según su testimonio «la retícula es una metáfora de la memoria, puntos que van definiendo la trama de la vida, de los recuerdos. Es también una aproximación a la ciudad, a la red que constituye las calles». Si bien la retícula es esa forma cuadriculada para ordenar el caos, para orientarnos en el espacio y en el tiempo, en Mieses adquiere otro sentido, termina siendo

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laberíntica, caótica, senderos que se bifurcan, como suele ser la memoria y la ciudad. Emir Rodríguez Monegal, con relación a las grandes construcciones del hombre, y al tema del laberinto en la obra de Borges, dijo: «una biblioteca es un laberinto, una ciudad también». De tal modo que la tríada memoria, ciudad y biblioteca (también implícita en la pintura de Mieses), son espacios babilónicos, fragmentados, confusos, entramados; son espacios en los que, orientados en una búsqueda interna o externa, nos perdemos y nos volvemos a encontrar para tomar otro camino y continuar con la búsqueda. Como dice la voz del poeta Mieses en su poemario Nombrarse con alas cosas: «Cada regreso nos aparta del origen». Pues somos seres en un constante ir y venir por los laberintos de las calles. El asunto del laberinto es una idea, una imagen, un símbolo que ha estado presente en el imaginario de muchas culturas, como la cretense, por ejemplo, cuya mitología hace referencia al laberinto construido por Dédalo para contener al Minotauro. Algunas culturas se refieren al laberinto como el camino del hombre hacia Dios; para otras simboliza el entramado lugar en el que un ser debe realizar un viaje, un recorrido, con el fin de lograr un conocimiento profundo de la vida, el encuentro consigo mismo; esto es, la sabiduría. El laberinto, entonces, se traduce en un viaje, en búsqueda, encuentros y desencuentros. Es el lugar donde hacemos nuestro itinerario cada día en persecución del yo y los otros. Allí nos encontramos, pero, insisto, también nos extraviamos porque, de nuevo citando al poeta Mieses: «Cuántos caminos / desangran líneas / en este tiempo / sin horas…» «Difícil encontrar el sitio».

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Benito Mieses Meditaciones sobre la soledad

En su interés por explorar otra manera de ver, entender, interpretar y reinterpretar al mundo, Mieses recure a la pintura (poesía muda, según Simónides de Ceos; visual diría yo), desde donde nos ofrece un abanico de elementos, tales como: imágenes, símbolos y signos lingüísticos. Letras, palabras, frases, seres, enseres, puertas, ventanas, escaleras y caminos, están todos articulados en su red. Él actúa sobre el soporte pictórico combinando imagen visual y textual con intención estética y simbólica. Conjuga formas abstractas -entre geométricas y líricas-, con otras de naturaleza figurativa. Fusiona lo racional y calculado con lo instintivo y espontáneo; el trazo lineal, la mancha y el chorreado se entremezclan; orden y caos se conjugan. Mieses se distancia de lo narrativo, de lo anecdótico, para aludir al insólito y cotidiano mundo de la memoria; de los recuerdos y del olvido (e incluso del subconsciente), mediante un discurso fragmentado, a modo de collage, «en trozos y retazos» entretejidos, que debemos ir armando en nuestro interior. A través de su discurso visual y la voz del poeta, este creador parece decirnos que «…intenta dejar signos para la memoria / Conjurar el olvido /

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Buscar la letra oculta». Advertimos que poesía y pintura, imagen y texto se corresponden de forma conceptual (y, en cierto modo, estructural) en Mieses. Distinguimos que la idea del laberinto está presente en su retícula y en su escritura poética. Mieses pareciera proponernos un ejercicio visual y mental, a fin de que encontremos algunas respuestas, algún lugar o camino. Después de todo, como exegetas de su obra, nos corresponde decidir cuál de los senderos trazados por él seguimos; si vale la pena insistir en la búsqueda del origen (¿cuál?), o ir tras el hilo de Ariadna para liberarnos del laberinto al que pertenecemos.

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Relato inédito LA BIBLIOTECA Juan Francisco Lara

Dibujo de Douglas Parra

Recuerdo el sitio debajo de un inmenso letrero amarillo que decía "Vota por Jóvito" en plena avenida Nueva Granada, siempre pasaba por ahí cuando advertí dos bares que tenían luces rojas al frente, había una pequeña puerta de color indefinido, cerrada con un candado oxidado y antiguo, que llamó mi atención. Más tarde este lugar cambiaria mi vida para siempre. Tres horas después me encontraba en una mesa de "La cueva del piache" el bar más famoso de Caracas, había pedido una botella de Jai alai y una caja de cigarrillos Fortuna, cuando entró un hombre muy borracho, que cayéndose casi se rompe la cabeza con la orilla de la mesa. Al momento noté, entre otras cosas, que se desparramaron por el suelo un libro de carátula antigua que tenia la palabra Necronomicon por título, el cual tomé del piso. Impresionado, me di cuenta que estaba marcado en sus últimas páginas. Esto quería decir que a aquel borracho le faltaba poco para terminar de leerlo. Ya iban a sacar al borracho a empujones cuando intervine y les pedí a los cancerberos que cuidaban el bar, que lo sentaran a mi mesa. Ordené un

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café fuerte para aquel hombre extraño y su libro prodigioso; trajeron el café, estaba espeso y muy caliente; sin embargo el borracho casi se lo bebió en dos tragos, entonces pude detallarlo, a pesar de la luz tenue del local. Era bajo y delgado, casi esquelético, escondía su humanidad bajo un traje marrón que le iba grande, al igual que sus gastados zapatos de charol negro, una incipiente calva brillaba bajos algunos mechones de pelo castaño. Sus ojos brillaban como las puntas de habanos encendidos, sus manos temblaban, tenía una voz ronca que me dijo gracias, con acento alemán. Cuando le pregunté su nombre me dijo que se llamaba Manuel Kopf, pidió disculpas por su comportamiento y también uno de mis cigarrillos. Mientras ávido aspiraba el humo se dio cuenta que no tenía en sus manos el libro que se le había caído. Lo buscó rápidamente en sus bolsillos y ya se levantaba cuando le dije ¿busca esto? .Me lo arrebató sin miramientos de las manos y lo retuvo en su pecho con alivio. Le dije que había oído hablar del Necronomicon; sabía que era un invento del escritor H.P Lovecraft, quien dio como autor del libro al poeta loco Yemení Abdul Alhazred. También le dije que conocía la leyenda creada por el propio Lovecraft. Esta leyenda giraba en torno al Necronomicon y era conocida por muchos lectores en todo el mundo, en ella se decía que todo aquel que terminara de leer aquel libro maldito, moriría inmediatamente en medio de dolores y pesadillas espantosas. Con una sonrisa de burla, Manuel Kopf dijo estas palabras con su voz cavernosa que aún me paraliza. --No es una leyenda, este libro es tan real como esa botella de ron de la que usted bebe. Incluso voy a decirle un gran secreto por haberme ayudado: soy el bibliotecario de los llamados "libros Imposibles" recibí esta misión en Berlín en el año que comenzaron los bombardeos de la última guerra. El bibliotecario anterior del que era su aprendiz me legó su maldita herencia, de la cual más tarde usted hará cuenta. Vine a parar a este país en un barco de vapor en el año cuarenta y cinco. --Sólo alguien capaz de reconocer uno de los títulos de la biblioteca, será capaz también de ser mi sucesor y yo le he encontrado en su persona. Asombrado le dije que no estaba interesado, pero poniéndose de pie con asombrosa energía me exigió que lo siguiera. No pude negarme a su mirada encendida y a su voz de catedral.

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Pagué la cuenta, tomé mi botella y caminé detrás de aquel fantasma vivo. Llegamos al letrero inmenso y amarillo. Manuel Kopf abrió el candado oxidado con una llave extraña parecida a una mariposa oscura, pasamos a un cuarto pequeño y tétrico que no tendría más de tres metros cuadrados. Con un gesto teatral el hombre encendió una luz y señaló hacia una estantería de madera, curioso vi a otro lado en un rincón había un catre de campo y a su lado una mesita de noche. Disgustado el hombre me haló por la manga del saco diciendo: –No pierda usted tiempo viendo las cosas de un viejo que casi ya está muerto –Mire usted los libros más prodigiosos del mundo. Libros tan extraordinarios que sus autores tuvieron que simular que no existían. He aquí la biblioteca fantástica que pocos conocen .Tal vez solo unos veinte hombres la han visto. Fue entonces cuando avancé hasta el estante, allí había unos cien libros, todos parecían viejos, unos más que otros. Saqué las gafas de mi bolsillo y comencé a leer los títulos. De pronto un sentimiento de poder y alegría se apodero de mí. Me considere un elegido al ver aquellas obras maestras de la literatura. La primera enciclopedia de Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, de autor desconocido, La langosta se ha posado (Hawthorne Abdensen). Decretum universitatis Parisiensis super gorgiasitate muliercularum ad placitum de Cagotis tolendus, De Vermis Mysteriis (Latín: De los misterios del gusano) de Ludwig Prinn, Los Manuscritos Pnakóticos de autor desconocido. Cultos sin nombre, o Cultos innombrables de Friedrich von Juntz, junto a muchos otros libros únicos y maravillosos. Al pasar la euforia por descubrir aquellos tesoros, me percaté de que estaba solo. Al buscar a Manuel Kofp lo vi en el catre, con la mirada perdida de los muertos en sus ojos vidriosos, en la mano derecha descansaba el preciado ejemplar del Necronomicon; sin duda había aprovechado mi distracción para terminar de leerlo y morir como él quería, en dolorosa agonía. Desde entonces vago por ciudades y pueblos con mi carga a cuestas. Alquilo habitaciones donde nadie en su sano juicio viviría. Sólo busco a alguien que me suceda y que conozca un solo título de la biblioteca

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imaginaria. He aprendido a hacerme el borracho y tirar un libro en el suelo para ver si alguien lo reconoce. Mientras tanto he leído casi todos los títulos de la biblioteca. Y del Necronomicon sólo me falta un capitulo. Sé que el final se acerca, desde hace días sigo a un hombre que lleva libros viejos bajo el brazo. Todo es cuestión de tiempo.

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