EXIT #80 · Cafés, bares y discotecas | Cafés, bars and nightclubs

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Editorial

Abierto hasta el amanecer Open till dawn Bares, cafeterías, cafés, tabernas, cantinas, pubs, cervecerías, discos, nightclubs, dance halls… hay veces que las traducciones no son suficiente. Ni siquiera los diccionarios son capaces de detallar, catalogar y homologar esa cantidad de lugares dispersos por todo el mundo que bajo distintos nombres ofrecen prácticamente lo mismo: un espacio protegido, fuera del mundo que se desarrolla en el tumulto exterior, donde poder beber, comer, charlar, tal vez bailar. Desde un café o un té, tal vez un chocolate y una tostada, un croissant, un pan dulce… hasta un tequila, una cerveza, un bocadillo de calamares, una coca o un refresco, un whisky… en silencio o con música de ambiente. De noche y de día. Son lugares para esconderse, para mirar el mundo a nuestro alrededor, para escribir o leer. Para estar solo o con amigos. Espacios para socializar y relacionarse con los demás. Y también para estar solos y observar el mundo desde fuera. Tal vez son las iglesias de los ateos, lugares donde cobijarse cuando hace frío y donde refrescarse en épocas de calor. “¡Bares, qué lugares!” decía la canción de Gabinete Caligari. Y lo cierto es que da igual cómo se les llame, cuando encuentras el tuyo te conviertes en un fiel visitante, en amigo de los camareros, que saben lo que vas a tomar, “lo de siempre”, sin tener que decir nada. Pero en cada país, bajo cada nombre y bajo sus letreros de neón, o planos, alegres o serios, todos tienen sus diferencias. Cada país, cada cultura, cada forma de entender la vida se puede ver a partir de estos lugares que se acercan y se diferencian entre sí, los bares de los cafés; las tabernas de los pubs. Sin duda son un invento europeo, exportado a nuestro paso por allí por donde hemos andado. Por la necesidad de volver a casa, de sentirnos bien, de tomar un café, o una copa, de bailar al son de cualquier música… Para Georges Steiner Europa no se entiende sin sus cafés, la pura idea de Europa es algo que tiene su sentido en un café: Europa está hecha de cafés. Desde el café preferido de Pessoa en Lisboa hasta los cafés de Copenhague, por delante de los cuales pasaba Kierkegaard, abstraído, durante sus paseos. Si se dibuja el mapa de los cafés se obtendrá una de las referencias esenciales de la “idea de Europa”. 4

EDITORIAL

Bars, cafeterias, cafés, taverns, pubs, inns, discos, nightclubs, dance halls… there are times when mere translations are not enough. Not even dictionaries can detail, catalogue and standardise all the places around the world that offer more or less the same thing under a host of different names: a protected space, divorced from the chaos outside, where people can drink, eat, talk and maybe even dance. These places serve anything and everything from coffee, tea, hot chocolate, toast, croissants and sweet pastries to tequila, beer, squid sandwiches, coca cola, soft drinks and whisky, in silence or with music playing in the background, night and day. They are places for hiding away, watching the world go by, writing or reading, for being alone or with friends, for socialising and meeting people, and also for enjoying one’s own company and looking out at the world. Some might describe them as places of worship for atheists, for seeking shelter against the cold and for quenching thirsts when it is hot. “Bares, que lugares!” (“Bars, what places!”) goes the song by Gabinete Caligari. And the fact is, it doesn’t matter what name they go by. When you find your bar, you become a faithful visitor, a friend to the waiters, who know what your poison is — “the usual” — without you having to utter a word. They differ from country to country, name to name and sign to sign, whether neon or flat, joyful or sombre. Every country, every culture, every way of understanding life can be seen in these places, which resemble but also stand apart from each other; bars from cafés,


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