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La mariposa en la cascada

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Desde adentro

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La mariposa en la cascada

Sucedió que un día Jezabel, la diosa del Amazonas que podía adoptar la forma de una serpiente con plumas o cualquier cosa que con solo pensar lo lograría, decidió ir a recorrer el mundo adoptando una forma humana se dirigió por toda la Amazonía ecuatoriana y como si se conociera de memoria recorrió un camino por cielo y tierra por un largo tiempo hasta que sus pies se cansaron y tuvo que sentarse para recuperar sus fuerzas de aquel viaje.

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No tardó en sentir hambre, habiendo tomado la forma de los hombres como lo había hecho, eso era muy natural. Pero se encontraba muy lejos de cualquier población y a su alrededor, no había más que hierba y una cortina enorme de agua que simulaba ser la entrada hacia un mundo secreto, siendo ya cerca del mediodía. Jezabel se sentó en una piedra cerca del agua y fue entonces que se dió cuenta de que había una mariposa cerca de la orilla, que había salido recién de su capullo, y mientras comía un poco de las sobras que encontró a su alrededor, estaba lista para conquistar el mundo con sus bellas alas. Era una especie única de la Amazonía, azul como el cielo sin una sola nube, con tonos tornasoles como los colores de una sirena. -¿Qué comes?-le preguntó. -¡Hey! ¿Te gustaría un poco? -le contestó la mariposa. -Gracias, pero yo no como eso-le explicó. -¿Entonces no vas a comer nada? -No hay nada que pueda comer aquí. Supongo que esperaré a morir de hambre.

La mariposa se aproximó hasta Jezabel. -Yo solo soy una mariposa, pero si quieres puedes comerme a mí. Aquí estoy.

Conmovida, la diosa dejó que se posara en su dedo humano y le dijo: -Tal vez solo seas una simple mariposa, pero a partir de ahora todos

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los hombres que crucen aquella puerta que está cubierta de un torrente de agua viva van a recordarte siempre. Cuando el sol marque las 12 del mediodía, las aguas más turbulentas y altas de esta región darán una sombra con la silueta de una mariposa. Dicho esto, la tomó en sus manos y la alzó bastante alto, lo suficiente como para que pudiera llegar a la cima de esa cascada y dejar su sombra plasmada contra ella. -Ahora tienes un retrato eterno-dijo Jezabel bajándola de nuevo a la tierra-. Todos los hombres podrán mirarlo sin importar que pasen los siglos. Por esto solo en tierras amazónicas, si llegas a la hora perfecta y miras con atención, siempre podrás ver una sombra con alas de mariposa bajo la cascada.

Alejandra Cárdenas

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