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La Gran Misión

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Desde adentro

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La Gran Misión

Los dioses creadores me enviaron a este planeta, a la Tierra, para encontrar a un ser humano puro. Si lo encuentro, este planeta se salvará de su destrucción. Los dioses, cansados de la maldad de los hombres y de las mujeres, han establecido el día y la hora de su completa destrucción: cuando el cero y el dos se repitan seis veces, 020220202020, esto es, el día dos de febrero del año 2020, a las veinte horas con veinte minutos.

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Soy el guerrero del tiempo. Fui enviado a la Tierra por mi crimen de orgullo, crimen que cometí al ponerme al mismo nivel de los dioses que gobiernan el cielo. Tenía dos alternativas: o permanecer en la cárcel celestial durante toda la eternidad, o ser enviado a una misión de alto riesgo. Opté por la segunda, y he guardado el secreto de mi misión, pero solo hasta el día de hoy, pues he perdido toda esperanza. Faltan solo dos horas para que se cumpla el plazo, y no he encontrado al ser humano puro y noble, al ser humano limpio de maldad que justificaría la salvación de este mundo. Si el planeta es destruido, moriré yo también.

Mi compañero de viaje, Dion, un huérfano de trece años que encontré al inicio de mi viaje (hace poco más de un año), me ha servido de guía en este recorrido. Al inicio, utilicé un mapa para guiarme, pero Dion es mucho más eficaz. No puede hablar, es mudo, pero entiende bien lo que digo. Conoce bien los caminos que conducen a cada ciudad y, cuando lo requiero, los señala con su mano. Con la compañía de Dion, he viajado por muchos lugares, buscando al ser humano puro, pero solo he visto gente avara, materialista, envidiosa, gente que es capaz de acabar con los demás para alcanzar sus propias metas. Pensé que hallaría al ser humano puro entre los niños, pero no; solo encontré niños engreídos y llorones. Pensé que lo encontraría entre los ancianos, pero tampoco; solo vi a viejos con hábitos muy malos, y moralmente inconse-

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cuentes e irrespetuosos de la ley. Estoy cansado. No buscaré más. Ha llegado la noche. Falta solo una hora, pero no resisto más. No estaré despierto para ver la total destrucción. Prefiero que la muerte me encuentre dormido. Dion, cansado también, fue a su habitación y está dormido. No sabe lo que ocurrirá, pero es mejor así. Es mejor descansar.

Despierto. Abro mis ojos con asombro y veo que todo está en orden en mi habitación. Veo el despertador: son las siete y quince. Es el amanecer del día tres de febrero. Sonrío. El mundo no ha sido destruido. Seguramente los dioses se apiadaron de los hombres y decidieron que podían continuar con vida. Me levanto inmediatamente y me dirijo a la habitación de Dion. Quiero contarle la buena noticia. Abro la puerta y grito de alegría, pero no me escucha. Me acerco a su cama, pero no responde. Dion ha muerto.

Katherine Chango

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