FACTUM REVISTA LITERARIA
marzo, 2014. NO. 8.
Biografía: Carlos Fuentes Creación: José Ramón Muñiz Álvarez/Rosa Lía Cuello/Zafiro Merlión/Candela Robles Abalos/Kim Bertran Canut/Jaime Andrés Morales Quant/Carlos Verdeguer/Laura Rizzi/Chelo Ávila/Gustavo Alejandro Cedillo/Gerardo Matías Artaza/Ada Vega/Elisabet Carina Basilio/Jair Martín Zevallos Morón/Tamara Bondar/Zambra/Susana González Odizzio/Ma. Elena Espinosa Mata/Daniel de Cullá/Eloy A. Gómez/Fabián Luna El Fragmento: Gabriel García Marquez
FACTUM REVISTA LITERARIA
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CONTENIDO biografía
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Presentación De nuevo te escribo porque me encuentro solo y porque me apena siempre tener que charlar contigo sin que lo sepas ni me oigas, ni puedas contestarme. Por más malo que sea tu retrato, me sirve perfectamente, y, ahora, comprendo por qué perfectamente, y por qué hasta las “lóbregas madonnas”, las más imperfectas imágenes de la Madre de Dios, podían encontrar celosos y hasta más numerosos admiradores que las imágenes buenas. En todo caso, ninguna de esas oscuras imágenes de madonna ha sido tan besada, ninguna ha sido mirada con tanta veneración y enternecimiento, ni adorada tanto como esta foto tuya, que si bien no es lóbrega, sí es sombría, y en modo alguno representa tu hermoso, encantador y “dulce” rostro que parece haber sido creado para los besos. Yo perfecciono lo que estamparon mal los rayos del sol y llego a la conclusión de que mi vista, por muy descuidada que esté por la luz del quinqué y el humo del tabaco, es capaz de representar imágenes no sólo en sueños, sino también en la realidad. Te veo, siento, toda delante de mí, como de carne y hueso... el falso y vacío mundo se forma una idea superficial y equivocada de las personas. ¿Quién entre mis numerosos calumniadores y maldicientes enemigos me ha reprochado alguna vez valer para el papel de primer galán en cualquier teatro de segunda categoría? Pero es que soy así. Si esos canallas tuvieron siquiera una gota de sentido del humor, habrían garrapateado en el anverso “relaciones de producción y cambio” y en el reverso me habrían dibujado postrado a tus pies, “mire este dibujo y el otro”, rezaría la inscripción. Pero los canallas son tontos y seguirán siendo necios in secula seculorum.* La separación temporal es útil ya que la comunicación constante origina la apariencia de monotonía que lima la diferencia entre las cosas. Hasta las torres de cerca no parecen tan altas, mientras que las minucias de la vida diaria, al tropezar con ellas, crecen desmesuradamente. Lo mismo sucede con las pasiones: los hábitos consuetudinarios que, como resultado de la proximidad se apoderan del hombre por entero y toman forma de pasión, dejan de existir tan pronto desaparece del campo visual su objeto directo. Las pasiones profundas, que como resultado de la cercanía de su objetivo se convierten en hábitos consuetudinarios, crecen y recuperan su vigor bajo el mágico influjo de la ausencia. Así es mi amor. Al punto que nos separa el espacio, me convenzo de que el tiempo le sirve a mi amor tan solo para lo que el sol y la lluvia le sirven a la planta: para que crezca. Mi amor por ti, cuando te encuentras lejos de mí, se presenta tal y como es en realidad: como un gigante; en él se concentra toda mi energía espiritual y todo el vigor de mis sentimientos.
Karl Marx
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Biografía
Carlos Fuentes
Fue Narrador y ensayista mexicano cuya obra se sitúa en el llamado boom de la literatura hispanoamericana. Fue uno de los escritores más importantes de todos los tiempos en el conjunto de la literatura de su país. Figura dominante en el panorama nacional del siglo XX por su cuidadosa exploración de México y lo mexicano, a través de una obra extensa y que se servía de un lenguaje audaz y novedoso capaz de incorporar neologismos, crudezas coloquiales y palabras extranjeras, su propuesta se sumergió en el inconsciente personal y en el colectivo, y trasladó con vigor a las letras mexicanas los mejores recursos de las vanguardias europeas. De padres mexicanos, Carlos Fuentes nació en Panamá, el 11 de noviembre de 1928. Debido a que su padre era diplomático, vivió su infancia en diversas capitales de América: Montevideo, Río de Janeiro, Washington D.C, Santiago de Chile, Quito y Buenos Aires. Llegó a México a los 16 años y cursó la preparatoria en el Centro Universitario México. Se graduó en leyes en la Universidad Nacional Autónoma de México y en economía en el Instituto Altos Estudios Internacionales de Ginebra. A los veintiséis años se da a conocer como escritor con el volumen de cuentos Los días enmascarados (1954), que recibe una buena acogida por parte de crítica y público. Tras obras como La región más transparente (1958) o Las buenas conciencias (1959) llega La muerte de Artemio Cruz (1962), con la que se consolida como escritor reconocido. Posteriormente escribe el relato Aura (1962), de corte fantástico, los cuentos de Cantar de ciego (1966) y la novela corta Zona sagrada (1967). PorCambio de piel (1967), prohibida por la censura franquista, obtiene el Premio Biblioteca Breve y por su extensa novela Terra nostra (1975), que le lleva seis años escribir y con la que se da a conocer en el mundo entero, recibe el Premio Rómulo Gallegos de 1977. En 1982 aparece su obra de teatro Orquídeas a la luz de la luna, que se estrena en Harvard y critica la política exterior de EEUU. Dos años después recibe el Premio Nacional de Literatura de México y finaliza su novela Gringo Viejo, que había comenzado en 1948. Carlos Fuentes falleció en la Ciudad de México el 15 de mayo de 2012 a los 83 años de edad debido a una hemorragia masiva, originada por una úlcera gástrica. El 16 de mayo sus restos fueron homenajeados en el Palacio de Bellas Artes, y posteriormente fueron cremados para ser depositados en el Cementerio de Montparnasse, en París.
Sus obras: La región más transparente (1958) Las buenas conciencias (1959) La muerte de Artemio Cruz (1962) Aura (1962) Cambio de piel (1967) Terra Nostra (1975) Gringo Viejo (1985) La silla del águila (2003) Adán en Edén (2009) Vlad (2010) Federico en su balcón (2012)
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“Qué injusta, qué maldita, qué cabrona la muerte que no nos mata a nosotros sino a los que amamos.”
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-carlos fuentes-
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CREACIÓN
Arqueros del alba Soneto I El viento helado que rozó el cabello, Llenándolo de escarcha y de blancura, No osó matar su hechizo, su ternura, Sus luces, sus bellezas, su destello: Manchado de granizo fue más bello, Más puro que la nieve cuando, pura, Desciende de los cielos, de la altura, Tan diáfano que el sol luce en su cuello. Hiriéronla los años, la carrera, El rápido correr hacia el vacío, Más no perdió la luz de su alegría. Sus risas, floración de primavera, Fluyeron como, rápida en el río, El agua en su correr, helada y fría. Soneto II Un ángel vi de niño en la mirada De aquella anciana dulce y cariñosa, Más bella que la aurora perezosa Cuando apagó su voz de madrugada. En su cabello blanco la nevada Hirió el color luciente de la rosa, Y el pardo de sus ojos hizo hermosa De su mirar la luz, alma hechizada. De niño vi en su rostro la dulzura De aquella vieja a la que, agradecido, Besaba con amor en la mejilla. Su voz hablaba llena de ternura, Amable siempre, en tono suspendido, Mostrando, con amor, su alma sencilla. Soneto III La orilla alborotó un mar coralino Y el cielo asaltó, puro y despejado, Aquel caballo raudo que, embrujado, Pincel se hizo del aire cristalino. Y hallaste, al avanzar en el camino, Crepúsculos sin voz, un mar dorado, Y pudo descansar, ya fatigado, Tu aliento, firme ayer, hoy peregrino. La noche vino larga y duradera Con el amanecer, robando el día, Su luz, su brillo, toda la hermosura:
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CREACIÓN
Mi pecho será luz, y, dondequiera, Habrá de iluminarte cuando, fría, Te aceche, sin pudor, la noche oscura. Soneto IV No oiréis correr de nuevo el arroyuelo Que, alegre, se lanzaba a su caída, Ni al dulce ruiseñor, cuya venida La bóveda alumbró del alto cielo. Dolores era hermosa como el vuelo Que alcanza las antorchas de la vida, Luciente como el alba que, encendida, Cuajaba en sus cabellos el deshielo. Mi espíritu poblaron las malezas Dejándome en las sombras misteriosas Que llenan hoy mis versos de tristezas. Sus ojos son estrellas luminosas, Sus luces, altas torres, fortalezas, Alegres sus sonrisas perezosas Soneto V A cambio de tus besos silenciosos Un reino he de entregar, tierra olvidada, Aire sin voz, llegando a la morada De todos los misterios y reposos. Los guiños de tus ojos cariñosos Allí me encontrarán, alma cansada, Lleno de amor, de entrega fatigada De anhelos y de esfuerzos dolorosos. Habré llegado a ti desde la vida Para volverte vida entre mis brazos, Y habremos de emprender el largo viaje. Del sueño volverás del que, dormida, Pretenden despertarte mis abrazos, Que abrieron a tu amor tanto coraje. La aurora de la muerte
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Los prados humedecidos Que, besados por la helada, Con la misma madrugada Yacían adormecidos, Escucharon los gemidos Llegados del firmamento,
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CREACIÓN Que, rozados del aliento De la aurora blanquecina, Apartaron la neblina, Densa en las alas del viento. Y aquella mancha de plata Que el sol trajo en su carruaje Iluminaba el paisaje, Mezclando al blanco escarlata, Que, aunque tímida, sensata, De agotarse temerosa, Rasgó la caricia hermosa Al rayar en la mañana, Como caricia temprana, Llena de luz, olorosa. El arroyo, sin apuro, Aún su cauce empobrecido, Murmuraba su sonido Al cruzar el valle oscuro, Siguiendo el curso seguro Que, en su descenso tranquilo, Avanzaba con sigilo Entre las cómplices sombras, Regando secas alfombras, Buscando mayor asilo. De las aguas transparentes, Su curso lento, sencillo, Se saciaba el cervatillo Que bebió de las corrientes, Reflejándose en las fuentes Donde las juncias brotaban, Y en las alturas hallaban La copia de su hermosura, El sosiego y la frescura En las nubes que flotaban. Y entonces te despertaron De aquel sueño perezoso, Con el beso más gozoso Que jamás imaginaron, Los colores que llegaron A las alturas de un cielo Que alcanzaste, alzando el vuelo, Al nacer de la mañana, Donde la llama temprana La escarcha halló sobre el suelo. Soneto VI Heraldo de bondad fue su semblante, Más puro que la luz de la alborada, La gracia de su rostro, la mirada, Sincera siempre, bella a cada instante. En ella la ternura era constante,
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CREACIÓN Más clara que el granizo y la nevada, Hermosa como el sol, jamás nublada La frente cuyo rostro hizo brillante. Más pura fue su piel que la azucena Que brota en primavera por los prados, Más cándida y más bella, siempre buena. Recuerdo que sus párpados cansados Tendían a cerrarse, aunque sin pena, Buscando sueños siempre reposados. Soneto VII Un mar navegarás donde, brumosos, Negando al sol la luz, llama escarlata, Los vientos, sombra gris, noche insensata, El cielo cerrarán avariciosos. Después de los umbrales cavernosos Del sueño que en la noche se dilata, Tus ojos se abrirán, perla de plata, Buscando los paisajes luminosos. Y todo mostrará su luz dorada, El cielo, el sol, el mar y las orillas, Para escuchar tu voz, ayer callada. Risueñas nuevamente tus mejillas La brisa sentirán más que hechizada, La leña dando al alba y sus astillas. Soneto VIII El despertar más dulce y placentero Cubrió su rostro cuando, de mañana, Cruzaba, aventurero, su ventana El sol del mediodía pendenciero. Robábale los sueños su lucero, Valiente y atrevido, pues, lozana, La luz la despertaba, con desgana, Besándola, al llevarle aquel platero. Después iluminaba el cuarto oscuro Corriendo la cortina, que, luciente, Dejaba gala al oro y su belleza. Alzábase del lecho y, sin apuro, Serenos, de su boca, lentamente, Brotaban los bostezos con pereza
José Ramón Muñiz Álvarez, 39 años. España. Profesor.
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Breviario de tristeza Cuando el otoño amarillea soledades y el amor se recuesta en la locura asoma su sangre la tristeza no comprende que los fonemas no alcanzan si te encuentro agazapado en la dureza de tus ojos y destierras la memoria y los sueños que son lo único que conservarás mañana cuando traspongas los límites del sentimiento. El mundo gira irresponsable decantando su existencia y un ruego añoso se filtra en la tinta silenciosa del paisaje. Entonces comprendo que allí donde renace la fábula del ángel que extermina los ocasos proliferan madrigueras de cansancio mientras escuchas cuentos de palomas crucificadas para que el fragmento de un signo funde la dialéctica del cambio y ya no deglutamos el fruto del árbol que despierta la ignorancia.
Rosa Lía Cuello, 60 años. Cañada de Gómez, Argentina. Técnico en Diseño Gráfico y Publicitario.
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LA HISTORIA DE MI VIDA Aquella inicial que llevas en tu cuerpo, nunca imaginé que fuera mía. Recordé que te amo desde el primer momento, con esa cara de niño que tenías. Tu ausencia fue tan larga como un séptimo de siglo, en el cual nunca vi el día. Ahora eres el hombre que las palabras las logra convertir en bellas caricias. Sólo me bastó aquel reencuentro divino, para reafirmar que mi vida te pertenecía. Esta historia fue nutrida de inmensos detalles que sin ser una historia de amor; Llegó a convertirse en la historia de mi vida.
la promesa Prometimos que de volver a encontrarnos en la vida, tú serías mía. Pero mi vida ha cambiado, tu vida apenas cambiaría, insistí en que no te casaras porque yo quería que fueras mía, pero mi error era que mi vida simplemente seguiría siendo la misma. Perdóname por no poder cumplir aquella promesa, la promesa de hacerte mía. Perdóname por haberte enamorado cuando sabía que era egoísta. Perdóname por no poder corresponderte si lo que más quiero es hacerte mía. Perdóname por seguirte amando y no tener el valor de dejarlo todo y comenzar contigo una nueva vida.
Zafiro Merlión. 31 años. Oaxaca de Juárez. México. Escritora por convicción.
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No tan bíblico Cuando las trompetas sonaron en el aire claro, la niña recogió su mochila y se subió a su patineta voladora. Los arcángeles mecánicos avanzaban por la ciudad en forma de una V, destruyendo cada edificio a su lado con la potencia sónica de sus instrumentos. Los querubines, serafines y otros representantes de la Corte Celestial Inc estaban ahí para cumplir su trabajo: el Apocalipsis, el último recurso del gobierno cuando la contaminación se hacía con una ciudad. En los primeros días, los de limpieza, la gente no podía quedarse a disfrutar del aire fresco tal como deseaban sus cansados pulmones. Más apremiante era recoger lo que se pudiera y huir. La pierna mecánica de la niña todavía no estaba del todo reparada tras los disparos que le impidieron escapar, pero se mantendría el suficiente tiempo. Gracias al cielo que mamá le había podido enseñar ciertas cosas antes de morir. Había podido así modificar la velocidad y altura de la patineta para ir evitando los desprendimientos que se sucedían como enormes piezas de Dominó. En las fronteras de la ciudad, sobre el puente techado, ella se volvió para decirle adiós al basurero donde aprendió a caminar, donde recibió su primer disparo de bala que le arrancó un miembro de cuajo, todo por unos dólares que ni siquiera tenía. El sitio donde ella y mamá apenas sobrevivían haciendo reparaciones a los vecinos, lado a lado, hasta que la contaminación entró en sus sistemas y sólo mamá devolvió sangre. Ella había sido de las últimas en nacer en ese ambiente, por lo tanto no podía afectarla igual. De cara al mar verde y de espaldas a las inmensas nubes de polvo, ella continuó su camino, lejos de su vieja casa, el país que les prometió tanto sin darles casi nada a cambio: Edén.
Candela Robles Abalos, 21. Argentina. Estudiante.
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PASTÍS DE BOHEMIA Desde la onírica posada “la lenta agonía del poeta en el infierno etílico”.Tiranión, El náufrago, ve como se aleja la ola que le trajo el equipaje hasta su playa existencial. Cruza los dedos y se retuerce de dolor,-permítame que le aconseje la costa,-había prescrito el doctor José Curado de Raíz, orientando posibles dudas a su paciente. Las palabras del especialista fueron directas y precisas, tal como él exigía: Una enfermedad pulmonar le minaba la vida por el corto atajo de unos meses. Y he aquí un billete de tren, la estación y el hombre en el último y silencioso andén que el destino le deparaba. Jeremías es un visionario que ha llegado a Barcelona para estudiar la cultura milenaria de la ciudad, sonríe… Saturio, taciturno y abotargado, disfrutaba de aquellas montañas rocosas donde antaño habitaron los guanches en el interior de las cuevas todavía con espíritus de los primitivos isleños. Por el día, Desiderio paseaba acariciando las aguas de su retiro voluntario, las noches rezaban perfiles agrestes de conciertos, convirtiéndole en estilita espera de muerte en la roca litúrgica de queja y súplica, composición para solo de violonchelo. En las orillas se levantaba el pueblo de calles arenosas, bares de absenta y mezcal, huellas de eternidades y pasos de carruajes. Sal en la piel esmaltín del verde mediterráneo. Ubaldo sortea la brisa, esmerado en conocer el dobladillo anímico del azar de los moradores que poblaban tristezas, pescado y enajenadas formas grotescas de arte, compaginado con entusiasmo visceral de inteligente aprendizaje. Ah…cuántos ratos en la ermita sin santos, sin iconos…le bastaba la frescura de la sombra sobre la losa de pizarra. El cielo pintado con óleos y pasteles de gamas y tonalidades suaves del color que imaginaba sería la paz de una prisión alada, el beso tangible de la libertad. Y Ponciano se sienta para escribir esta historia, se encuentra preparado pese al pánico y la angustia del primer impacto, cuando de súbito se alteró y desesperó. No sabe si el tiempo ha desaparecido. Suenan campanas en tierra muerta, y Demesio aletargado en apacible ensoñación…qué más da si los mares de nubes son reales, si él u otros están en este rincón o quizá los siglos permanecen en calma, dormidos…en el quieto espacio de la fábula y el mito.
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Releyendo el libro misterioso de invierno, mira el reloj de su abuelo que cuelga del bolsillo del chaleco de tergal, una fotografía de un adiós se refleja en la tapa con el movimiento de las manillas, tic, tac, tic, tac… ¡Clic!...se guarda la parada nostalgia en el sombrero de fieltro y una lágrima de cuarteto lírico en el pañuelo, mientras recogen flores las dos muchachas, niñeras de su infancia ensortijada en pamelas de paja, dulce brebaje, embriagador masaje. Aitor sube los peldaños del cansancio, mojado de lluvias resguardadas en el cobertizo de los recuerdos y tras deleitarse del “Bodegón del zapato viejo” de Joan Miró, se acuesta en la cama de la austera habitación con un solo armario y una pequeña mesa coja, un tapete quemado por un cigarrillo y una lamparilla siempre fundida. Cierra los ojos, entona una plegaria india que habla del magno vacío y emprende un nublado viaje con su mágico amigo el genio conciliador y emotivo que le susurra al oído reposo, reposo… Despertado por una música arrebatadora, se apresura a descubrir el motivo del festejo. Baja de tres en tres los escalones que le separan del café-teatro. Encima de la mesita de mármol, un periódico con las páginas desplegadas, junto a la taza humeante de aromáticas hiervas. Cinco balas y un cuarto de luna sobre el barniz del piano. Hoy la tertulia de “Catarsis”se halla amenizada por Adelis y Adis, unas chicas cubanas de grácil figura que bailan un son y una guaracha al compás de guitarra, palmas, congas y timbales. En la esquina, un boceto de Picasso, un cartel circense de Tolouse-Lautrec y una inmejorable imitación de Juan Gris en la pared. Aplausos y un cíngaro italiano da las gracias apoyado en un bastón recogiendo las monedas echadas en la chistera de la ilusión. “Quatre Gats” conversan sentados frente a sus vasos de inspirado alimento, hablan sobre el decaimiento del modernismo y del parecido del paseo de gracia barcelonés con los bulevares parisinos. Reconoce a los contertulios porque todos son los mismos, no hay nadie, sólo él y él no está allí. Date cuenta de que has estado leyendo una hoja en blanco.
Marzo 2001.
Kim Bertran Canut, 53 años. Barcelona, España. Artísta Gráfico.
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Memoria del retorno Leíamos desde hace tiempo con la mirada en otra parte, con otra marca en el afán y con el cuerpo abierto ( tal vez iguales a los pescadores que habitan las canoas nocturnas). Leíamos y cada quien regresaba hacia la calle para tomar algún objeto de la tierra, porque el asombro inundaba nuestra carne. Entonces, empujados por la euforia, reinventábamos el juego: ponerse una botellón vacío sobre el oído, esperar a que soltara su música de mares inexactos. Se sentía como el rumor del agua llevando piedras ancestrales; como la historia que alguien silba desde lejos, mientras uno se recorre las líneas de las manos. Leíamos y cada quien regresaba hacia la calle hasta fundarle un nombre a los olores de la hierba, hasta mirar las sombras de las rejas por la tarde y buscar espejos extraviados o palomas en los caserones. Pero ante todo salíamos a escuchar la música de las botellas como una lentitud de cuerpos murmurando; la música de las botellas sonando como el fragor de un bosque cuando lo mece el aire. Así, uno se olvidaba del escombro, y de esas fotos que la gente arroja en las carreteras. Leíamos desde hace tiempo robustos e insistentes, como un instrumento que golpea la piel hasta afirmarla. Leíamos casi místicos, porque el mundo llegaba a ser esta reparación... esta prótesis de la infancia.
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Daga Hay un vértigo que recorre los brazos, prepara una espera, alienta la carne. Tiene un impulso que remite a otra cosa. Este vértigo anida un temblor, señala un exceso... como el silencio de la tierra entre el murmullo de los hombres. Pero no es un alarido, ni ceniza, ni tiniebla. Este vértigo es más bien un delirio de repente un vigor... el origen de los cantos. Este vértigo es una daga; es una piedra para defenderse.
Jaime Andrés Morales Quant, 30 años. Colombia.
Candidato a Magíster en Literatura Latinoamericana y Española de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
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CREACIÓN Entre callejones, humo y pensamientos
De nuevo esa dentellada. En su interior, ese desgarro nuevamente recorriéndole de arriba abajo como si de un puñal se tratara. Y… ¿qué le iba a hacer? Aún sabiendo que era eso precisamente lo que iba a suceder, volvía. Cada acción conlleva su consecuencia, al fin y al cabo. Era dueño de sus actos. Podría evitarlo, tomar otro camino. Pero no lo hacía y seguía haciéndose sangre una y otra vez. Estúpido. Se lo repetía cientos de veces. Y sin embargo ahí seguía. Quizá se había acostumbrado tanto a aquella sensación que no quería abandonarla. Quizá…quizá simplemente era que era estúpido, sin más rodeos. Dio una calada al cigarro y contempló cómo iba consumiéndose al mismo tiempo que dejaba que el humo tomara libertad al escaparse de entre sus labios. Consumiéndose… al igual que él por dentro. Con el mismo fuego y lentitud. ‘Tal vez encuentre la libertad al final, como la halla el humo’, pensó. Cuánta palabrería se le pasaba por la cabeza en sus paseos nocturnos. Le agradaba pensar mientras caminaba. Dejar el pensamiento fluir al compás de la brisa que acariciaba su rostro. Dejar que las ideas se escampasen a medida que daba pasos hacia quién sabe dónde. Eran como notas musicales bailando en su cabeza. ¡Cuánta inspiración! ¡Las estrellas, la luna, el cielo apagado sin el reinado del sol! Y tal vez, la tinta de aquellas palabras era la sangre de las heridas que él mismo se provocaba. Claro…ahí estaba la solución al círculo vicioso que recorría una vez, y otra, y otra… Pensó que, si no fuera por esa sensación, no sentiría nada dentro de sí. ¿Vacío? Podría ser. Y sin darle más vueltas, volvió a su habitación para perderse entre las teclas de la máquina de escribir que, como casi todas las noches, le esperaba al término de sus salidas nocturnas para poder liberar ese trocito de su interior. Esa pequeña parte de él.
Carlos Verdeguer, 22 años. España. Estudiante.
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VISIONES COTIDIANAS
Se sienta. Impasible se descalza. La marea de pisadas no logra perturbarlo. Desde el quebrado mundo que anida en su cabeza emerge un resplandor. Dirige el movimiento ocular hacia la mancha negra en su calzado. Hurga en la inmensidad trastocada de su mente y encuentra la razón oculta necesaria. El loco -cuyo traje se deshace por la angustiaritualiza la acción que lo mantiene cuerdo: limpia, pule y admira la belleza que surge entre sus manos.
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(Yo miro-con tristeza- mis zapatos)
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CREACIÓN
dos orillas De un mismo mar, tranquilas, rebeldes se juntan las aguas tormenta, olas inquietas.. Dos orillas separadas por la inmensidad del mar en el medio el recuerdo y el olvido que acechan el mar las separa se abrazan con las estrellas se besan con la luna, dueña de los secretos de la noche. Dos orillas separadas por el mar de dudas, por el mar inevitable de la realidad dos orillas tú y yo...
Laura Rizzi, 33 años. Buenos Aires, Argentina. Profesora de Historia.
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eres hijo de la patria Eres hijo de la patria Cuando te pones en pie Cuando gritas y reclamas Y defiendes los derechos, libertades Que a un pueblo le pertenecen. Ya no eres negro esclavo El que inhumanamente de África fue arrancado Eres hijo de este siglo, que te empuja ha dar la cara Frente aquellos que disimulan no entender. Con arrogancia de dioses se lo van llevando todo Su único propósito… Enriquecer sus bolsillos Te enfrentan con tus hermanos Dividen los ideales Mientras sus manos sangrientas Las limpian… Con lágrimas de las madres. No quiero ni deseo continuar callada Los poemas también son protestas Contra pueblos oprimidos Puedes tú, yo, aquel, todos No mas tumbas de inocentes, que mueren por libertades.
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una noche de juergas Esta noche nos iremos de juerga Alegres, riendo como chiquillos Sedientos de inventos, locuras Creando miles de fantasías Un mundo donde viajemos… Tú y yo. Bastarán dos martinis, dulces y embriagantes Tú, en mis ojos Los míos mirándote con arrobo. Ya pasado el brindis, el primer sorbo Casi dispuesta se encuentra la cena Que incitan los labios húmedos, apasionados Deseosos del postre antes que la cena. A la pista se deslizan los cuerpos Un vals, tango, un ritmo inventado Sutil, candente, apasionado compás La entrega desnuda Suspiros, gemidos, por el salón se esparcen. Y como dos borrachos Después de incontables copas de vino Ceden los cuerpos… Amaneciendo, yo en tu pecho Tú, abrazándome sonriente Por la increíble juerga de nuestro amor… Vivido.
Chelo Ávila, 63 añoos. San Juan, Puerto Rico. Profesora.
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como extraño
Extraño tu entrepierna acariciando mi mano Tus pechos besando mi boca Tu espalda recorriendo mi vaho Tu ropa desnudando mis manos. Las vocales de tu abecedario cómo las extraño Tus inventarios… Esta piel cómo extraña arañar tus uñas Secarse con tu sudor Tu rubor que limpiaba mi palidez. Tu voz escuchando mi silencio Mis letras que leían tus ojos. Y cómo extraño tu ausencia esa que desaparecía cada tarde al caer de tu ropa.
Gustavo Alejandro Cedillo, 28 años. D. F., México. Obrero.
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EL SUEÑO QUE ME CREA Abro una puerta y salgo al pasillo, Y asoman de inmediato otras más. O me caigo a un pozo oscuro de noche, O me rapto en los atardeceres de té, Esos hilos de meditación. En la rosa marchita que fina, Que melancólicamente me mira, Nos mezclamos en el brote de sanación. Y comprendo que nada muere. Finalmente lo hago. Pasa un viajero en los cielos, Va arrojando canastas de espirales amarillos. Sale la gente. Salen mariposas de nuestras costillas. Y mis pasos sin preguntar, Se ven poseídos ante la vibración del viento, Ante el agua que suaviza mi encanto. En un tiempo que se paró. Sus ajugas solo remolinean sin sentido, Son orugas o flechas extraviadas. Niños dan clases en sus juegos, Como no observarlos. Si los imito y me siento uno de ellos. En que realidad estaré, Se lo pregunto al pincel, Este no habla, Sigue pintando mi mundo. Sigue adornando, De burbujitas misteriosas. De fractales sinceros. Mi nudo ser. El sueño que creo y me crea. El universo experimentado que todo es posible. Gerardo Matías Artaza, 25 años. S. Miguel de Tucumán, Argentina. Estudiante.
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socio laboral”, dada la preexistencia de mano de obra barata, en beneficio de grandes multinacionales, por ejemplo, textiles (lo podemos ver en países como India o Bangladesh); cuando no conduce, directamente, al endeudamiento de una nación (pobre) con respecto a otra (más rica) en forma de “explotación financiera”, mediante préstamos económicos, que se transforman en deuda, exigida posteriormente con intereses elevados (de ahí viene, a mi entender, la diferenciación, en la terminología histórica, entre “primer” -los que prestan- y “tercer Mundo” -los que “reciben”, por todos lados-). Las citadas formas de actuación económica (capitalista-neoliberal-neoimperialista) llevan a conclusiones malthusianas. Por tanto, se hace necesario el cálculo del “valor óptimo” (que no es el máximo) de producción con respecto a los demás factores poblacionales y ambientales de los países (y sus territorios), que nos permita acercarnos al necesario equilibrio. Para ello, es necesaria una transformación de las estructuras económicas sobre las que se basa el modo de vida hegemónico: El occidental, de carácter explotador y capitalista. Así como un cambio de mentalidad hacia el mundo natural, en la que el ser humano se vea integrado dentro de la propia estructura de la vida en la Tierra, de forma que, respetando a la naturaleza, comprendamos que nos respetamos a nosotros/as mismos/as: Se impone, por tanto, un reequilibrio entre el ser humano y su medio natural.
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pasional La casa de Parque del Plata la alquilamos, el primer año de casados, para pasar las vacaciones de verano. Era una casa de bajos, sobre la rambla, frente al arroyo Solís a cuatro cuadras de su desembocadura. Una linda casa, cómoda, de fondo con parrillero bajo los árboles. Durante dos o tres años pasamos allí, con mi esposa Sonia, el mes de mi licencia anual. Después, cuando nacieron mis hijos Álvaro y Noelia, decidimos, en lugar de alquilar por un mes, hacerlo por los tres meses de verano para que los chicos disfrutaran por más tiempo de la playa y del sol. Ya había comprado el auto y viajaba todos los días hasta mi trabajo. En aquella época estaba empleado en los escritorios que unos estancieros, concesionarios de lana, tenían en Agraciada y Buschental. Un día decidimos, con Sonia, alquilar la casa por todo el año. Hablamos con los dueños y comenzamos a pasar allá largas temporadas. Habíamos terminado de pagar la casa de Williman, los chicos estudiaban y llevábamos una vida feliz. Y creí que eso era todo. ¡Qué equivocado estaba! Eso fue sólo el principio. Recuerdo que acababa de cumplir los cuarenta y dos años cuando en la oficina decidieron tomar tres empleados más para agilizar un poco el papeleo, dijeron. Pusieron un aviso en el diario y se presentaron más de treinta jóvenes de ambos sexos. Seleccionaron a tres de ellos: Aníbal, Elena y Noel. Noel quedó en mi sector. Tenía dieciocho años y la belleza y el desparpajo de la propia juventud. Su entrada a la oficina me inquietó. Traté, por lo tanto, de enfrascarme en mi trabajo e ignorar su presencia. Fue inútil. Durante todo el tiempo que pude intenté negar el sentimiento que crecía y me ahogaba cada día más. Me lo negué a mí y lo oculté a los demás. Noel revoloteaba todo el día alrededor mío. Preguntaba mil cosas del trabajo que decía no entender. Me hablaba de su casa, de sus plantas. De su mamá. De la película que había visto el sábado y de la comida que comió el domingo. Su hostigamiento no conocía la piedad. Yo no quería que me contara nada. No quería que me hablara. Que me mirara, entrecerrando los ojos, mientras tamborileaba con los dedos sobre su escritorio. Que bebiera coca por el pico de la botella con sus ojos fijos en mí. No quería. Que pasara la punta de la lengua sobre sus labios o jugara con la lapicera en la boca, haciéndola rodar sobre sus dientes. Que siguiera mirándome. No quería. Que me sostuviera la mirada desafiante. Juro que no quería. Me resistí. Juro que me resistí. Yo era feliz en mi casa, con mi mujer, con mis hijos. Con mi perro.Empecé a ponerme irascible, nervioso. Discutía con Sonia por cualquier tontería, culpándola siempre a ella de nuestras continuas disputas. A no soportar a mis propios hijos a quienes amaba. No poder, por las noches, conciliar el sueño. Esperar que amaneciera el nuevo día para escapar de la cama y de la casa que me asfixiaban. Salir como un poseído, a caminar por la playa. Caminar, caminar, aturdirme...caminar...
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Muchas veces íbamos solos para Parque del Plata. Mis hijos ya estaban grandes, tenían sus compromisos, sus amigos, y preferían quedarse en Montevideo. Yo me quería ir de cualquier manera. Necesitaba pasar todo el tiempo posible junto al mar que siempre ha calmado mis nervios. Alejarme de aquel círculo agónico que cada día se cernía más sobre mi conciencia. Sonia, ajena, inocente, me acompañaba feliz. Iba conmigo adonde yo fuera. Ella fue siempre incondicional mía. Me amaba. Una tarde Noel me preguntó si cuando saliéramos podía ir conmigo hasta Las Toscas, pues iba a la casa de una amiga a pasar el fin de semana. Traté de inventar una excusa creíble y oí su voz que me urgía: ¿me llevás? Desconocí mi propia voz cuando le contesté: sí, te llevo. Subió conmigo en el auto. Llevaba su cabello largo atado con una gomita sobre la espalda. Un vaquero desflecado, una remera descolorida y una mochila negra enganchada al hombro. Parecía más joven de lo que era en realidad. Tomé la ruta sin hablar una palabra. Noel tampoco hablaba. De todos modos, no necesitaba mirar su rostro para imaginar la expresión de triunfo que reflejaba. La tardecita estaba fresca, pero no como para que se acercara tanto a mí. Casi me impedía manejar. Miré sus manos de uñas recortadas, casi rentes, jugar con los botones de la radio. Antes de llegar a Salinas dijo que tenía frío y se apretó a mí con impudicia. Había oscurecido. Entré por una de las calles deshabitadas del balneario y detuve el auto. Noel se soltó el pelo. Su boca se entreabrió en una sonrisa de dientes blancos. Perfectos. Su boca hambrienta. Lo que sucedió después fue un vértigo alucinante que nubló mis sentidos, mi razón. Borró de un soplo la vida pasada y dejó ante mí un abismo como única opción. En el que caí. Vencido. Sin oponer resistencia. Que en un lapso que no puedo en este momento discernir, me llevó a entregar la casa de Parque del Plata y alquilar en el Centro un apartamento para Noel. Pasé, desde entonces, a llevar una doble vida. Comencé a faltar noches enteras de mi casa, algo que nunca había hecho antes. Inventé salidas al interior por asuntos de trabajo. Horas extras, balances urgentes. El asunto era escapar, del que por años había sido mi hogar, para pasar unas horas en compañía de Noel. Mi mujer, que creía en mí a pie juntillas, jamás dudó con respecto a las distintas artimañas que yo fraguaba ante mis continuas deserciones. No obstante, estaban mis hijos. Ellos comenzaron a dudar. Anduvieron averiguando. Una tarde fueron a esperarme al trabajo y me siguieron hasta el apartamento. Como demoraba en salir del edificio subieron y tocaron timbre. Noel abrió la puerta. Llevaba sobre su cuerpo solamente un pequeño short con el botón de la pretina desprendido y los pies descalzos. Detrás estaba yo. Los muchachos de una sola mirada entendieron todo. Recuerdo que intenté hablar con ellos, pero no quisieron escucharme. Dieron vuelta y se fueron casi corriendo. Aún puedo ver sus rostros demudados, sus ojos empañados fijos en los míos.
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Aún siento el cimbronazo de su dolor. Le contaron todo a la madre. Volví a mi casa, después de varios días, a buscar mi ropa. Mi mujer estaba destrozada. Fue una situación muy penosa. Yo tenía poco que decir y ella no quiso saber nada. Me fui consciente del dolor que infringía a mi familia. Pero no me importó. Por mucho tiempo no supe de ellos. Después me enteré que Sonia estuvo enferma, que cayó en un pozo depresivo del que le costó mucho reponerse. Hasta que hace unos años se fue del país. Mi hijo, Álvaro, había conseguido trabajo en España y en cuanto pudo alquilar una casa mandó buscar a la madre y a la hermana. Nunca más supe de ellos. Reconozco que para muchos es ésta una historia amarga, de la que soy único responsable, pero es la vida que elegí llevar. Tal vez usted piense que soy un monstruo, un maldito. Sin embargo, no soy una mala persona. Me considero un hombre de bien. El daño que le hice a mi familia no lo pude evitar. Créame. Con Noel viví una maravillosa locura. Fuimos rechazados muchas veces por la gente. Vivimos recluidos. Cambié varias veces de trabajo. Pero nada de eso fue obstáculo que impidiera nuestra dicha. Nos bastaba con estar juntos. Nada más. Así transcurrieron veinte años. Una mañana despertó y se abrazó a mí. Voy a morir pronto, me dijo, pero no quiero que sufras, yo te estaré esperando y volveremos a estar juntos. Al escuchar sus palabras sentí que se me helaba el corazón. ¿Qué dices? ¿Quieres volverme loco?, le grité. Noel se apartó y comenzó a reír con aquella entrañable risa suya que calmaba mis enojos, mis dudas, mis miedos. ¡Tonto, me dijo, es una broma! Yo no voy a morir nunca. ¡Jamás te dejaré! Seis meses después moría en el hospital víctima de un virus, una enfermedad extraña que los médicos desconocían. Tenía treinta y ocho años. Parecía dormido en la blanca cama del hospital. Tenía su mano entre mis manos, su mano aún tibia, con las uñas recortadas casi rentes. No lloré, no grité ni maldije. Estaba vacío por dentro. Estaba más muerto que él. Y así sigo. Esperando que la parca venga a buscarme para volver con Noel. Mi Noel. El muchacho desfachatado que entró a mi vida sin permiso y se quedó para siempre. Por quien no me importó perder a mi mujer, mis hijos, mis amigos, mi trabajo. Por quien me vi obligado a comenzar una nueva vida. Afrontando a la gente. A mis prejuicios. Enfrentando a Dios.
Ada Vega, 77 años. Escritora.
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EL QUE NO LEE Yo leo… vos leés… él lee… nosotros leemos… ustedes leen… ellos leen… ¡Todos leemos! Sí señora, sí señor, así es estimado público, todas las personas leen, en singular y en plural, y en todos los tiempos y modos verbales. Estamos en plena Revolución de la lectura, caminando por campos minados de lecturas. Leemos todo y de todo, y el que opine lo contrario que arroje la primera piedra. ¿Quién dice que no leemos? A ellos, con cariño, este mini compendio de situaciones de lectura a saber. Nos levantamos y nos acostamos leyendo, y hasta hay quienes leen los sueños. Se lee de una y mil maneras diferentes, como puntos de vista y personas hay. Se leen etiquetas de prendas, donde te enseñan a cuidar sus texturas y te dejan un 0-800-MANCHAS por si en alguna ocasión lo necesitás. En las góndolas del súper, buscás tu café, pero no cualquiera, sino ése que te aclara ser “suave” y te indica, además, si tiene agregado de azúcares, si es que todavía te seguís cuidando en el peso. Continuás husmeando, y como jugando a las escondidas… ¡Piedra libre! ¡El edulcorante! Y automáticamente leés si tiene o no ciclamato, componente que, has leído en las revistas de salud, es muy perjudicial. Justo en el momento en que te tentó la oferta de un llamativo cartel en colores fluor, un rington de lo más romántico te anticipa la entrada de un nuevo mensaje de texto que te ilumina el rostro. En la otra punta del súper, tu vecina (de ésas que uno trata de evadir por el sólo placer de tener cero contacto) intenta con las manos, en una especie rara de señas jeroglíficas, avisarte algo, ¡acabás de descifrar el enigma manual!, y sin moverte siquiera de tu lugar, le respondés con tus propias señas, a las que has agregado gestos y movimientos corporales para dejar marcado tu territorio, dándole a entender que estás apurada, que lo dejan para otro momento (el que obvio, no llegará nunca) y te metés de lleno en la caja rápida de hasta diez artículos. Colocás los productos en la cinta, mientras mirás de reojo la pantalla de la registradora, para evitar pasarte de lo previsto, pagás con la tarjeta de débito, leés y llenás el ticket apurada por salir de las garras de tu vecina, que está a cuatro carritos, detrás tuyo. Camino a tu casa, un graffiti bastante elocuente y descriptivo, acompañado de referencias ilustrativas, por si el mensaje no te quedó claro, hizo un subibaja con tus calores y colores faciales. Se lee todo y de todo, se leen las imágenes, las pinturas, las canciones, las fotografías, las películas subtituladas, salvo que te gusten las dobladas al español - ese no es mi caso - las prefiero de “doble entrada”, es decir, leer los subtítulos y escuchar las voces y sonidos originales. ¿Quién dijo que no se lee? Si hasta el pensamiento se lee, o me vas a decir que nunca nadie
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te dijo: “¡me leíste el pensamiento!”, cuando sin querer diste en la tecla de la preferencia del otro, o de la otra, ¿por qué no? ¿Y los labios? Sí señor, hasta los labios se leen. Se leen cosas melosas, tiernas, suculentas, un “te amo”, un “cuidate”… un “@*#^@#! ... no, no, esas otras cosas también se leen… pero para ellas soy analfabeta visual y labial. ¿Y las manos? ¿Acaso no leíste lo que tu vecina, en el súper, te decía? Hay quienes las utilizan como único lenguaje de comunicación. Y hay otros que leen el futuro en ellas, pero de ese tipo de lecturas no me fío, al igual de los que leen la borra del café… pero quedate tranquila, no del que compraste en el súper, cuando pretendías esquivar la pesada de tu vecina. Se lee todo y de todo, se lee el alma, se leen las intenciones, se leen los silencios largos y los cortos, se leen las caricias… ¡ay! de esas tengo ediciones encuadernadas, de suaves y cálidas manos de todos los tamaños y de autores preferidos, guardadas bajo llave en un estante de la biblioteca de mi corazón. Se leen las miradas, se lee entre dientes y entre líneas (cuando nos conviene), los que no somos racistas leemos las negritas, los más curiosos leen las notas al pié de página, previa rociada con spray pédico, y como dicen que las cosas buenas vienen en frasco chico… se leen las letras chiquititas también, “por las dudas”. Se lee todo y de todo y en todos lados y a cualquier hora, se lee en colectivos, en trenes, caminando, en la tele, navegando en insondables contenidos líquidos de la Internet, trabajando se lee, en el baño se lee, en la cocina, en la escuela, en los pasillos, en patios y galerías, en las salas de espera de hospitales y clínicas, en las terminales, en las colas de los bancos y sentados en los bancos de la plaza, en tu cama o en la de otro leés… en voz baja o en voz alta, en silencio o a los gritos. A la vista del consumidor está que somos “lecturas andantes”. Yo te leo y vos me leés, sólo espero que no me copiés, mucho menos me cortés y me pegués en otro lado. No quedan dudas de que somos un pueblo leído y legible. El meollo de todo esto no es si leemos, es: ¿qué leemos, para qué leemos y por qué leemos? ¿Qué leen nuestros hijos, para qué y por qué? ¿Qué leen nuestros alumnos, para qué y por qué? Los adultos, etapa no muy definida debido a la prolongada adolescencia, somos los únicos responsables de tomar el timón y cambiar el rumbo, si lo que se pretende a través de la lectura es transformar, fortalecer, pensar, imaginar, crear, aprender, confrontar ideas, dar placer. Pero, ¿cómo pretender que mis alumnos lean, si como maestro no leo en voz alta, o no relato una historia involucrando los cinco sentidos, sumando el sentido propio? ¿Cómo pretender que mis hijos lean, si como padre no tomo un libro y comparto una lectura con ellos? ¿Cómo pretender que mis alumnos del profesorado lean, si yo como profesor les entrego dos listas
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de lecturas, para la realización de un trabajo, donde en la primera constan las “lecturas obligatorias” y en la segunda las “lecturas optativas”? ¿Por qué obligatorias y no necesarias o interesantes? ¿Por qué optativas, si la mayoría de las veces llegan y llenan más? Leer por obligación, leer a contrarreloj, leer condicionados, lecturas que entran por la vista, palabras semánticamente huérfanas, desordenadas, tambaleantes que se suicidan de a letras y caen al abismo oscuro del olvido, para yacer en suelo estéril e inerte de la nada. ¿Qué te parece si tomamos y giramos juntos del timón? Para que las lecturas entren, sacudan nuestros sentidos aletargados y se anclen en nuestros sentimientos, en nuestras sensaciones, en nuestros pensamientos y les demos forma. ¿Qué te parece si leemos en voz alta? No hay placer más irresistible que alguien te regale de su propia voz una lectura. Las palabras entran de la mano, jugueteando y deslizándose por los conductos auditivos hasta llegar exhaustas y satisfechas al rincón más lejano del alma, provocándote esa sensación tan placentera e indescriptible en la superficie de la piel. ¿Quién estableció, dónde está escrito que sólo a los niños pequeños se les lee en voz alta? ¡Abajo ese mito ya! Soy adulto y quiero que me lean y quiero leerte en voz alta. Yo te entrego y te regalo una lectura… Vos entregás y regalás una lectura… Él entrega y regala una lectura… Nosotros entregamos y regalamos una lectura… Ustedes entregan y regalan una lectura… Ellos entregan y regalan una lectura…
Elisabet Carina Basilio, 43 años. Provi. de Santa Fé, Argentina. Profesora de Lengua y Literatura.
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El verde reina sobre el invierno casi puedo oír el silencio, el viento… tan severamente dañadas mis alas se quejan, sin remordimientos, aunque nunca dicen nada. El anciano observa cuando el humo me domina, nativos bailan con mis creencias enterradas: las carcajadas de la luna. He visto al cielo cayendo: la luna parece un huevo, el sol no desaparece… los sapos intentan reinar pero el agua sabe a miedo, un pastel flota en mis sueños y la niña ríe conmigo, yo, simplemente, corro hacia el infierno –inexistente-. Dos más en mi bolsillo vacío: mi oscuridad ciega los cómplices, locura insana, sofocante, letras sin sentido, colores: las carcajadas de la luna. Todo viene, siempre va… se concentra energía, fluye libre, sin retorno, la muerte danza conmigo -como siempre-
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y me agradece la compañía -como siempreel cielo parece tan simple y el cuervo tan sonriente.
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asesinato Yo la he matado, me dije a mí mismo con más asco que culpa. La he matado sin piedad y he disfrutado cada segundo de su lenta y torpe agonía. Considérenme un asesino; soy un ser repugnante, un ser humano. Lo humano me atosiga, me inunda, me ahoga. Respiro aire, aire de humanidad y humo del viento a mis pulmones. Respiro: he ahí la condena. Mis formas son la celda y no hay más barrotes que mis bordes, mis contornos, mis manos, las manos criminales. Siento el asco vívido del sol en mis pupilas, la vomitina, el resplandor. ¿Qué hay después de la vida?, me pregunto. No hay nada, sentencio, la esperada nada, la esperanza de nada, la inconsciencia, la anulación del juicio. Pienso y luego existo. Pienso... Y trato de no hacerlo, y suspendo al ser y hay un vacío profundo, cóncavo... Ya no hay luz, no hay nada, y entonces sé que al decir “no hay nada” estoy pensando. Y vuelve la existencia, el aire respirado, los barrotes, las pupilas, el resplandor, la ausencia. No debí haberla matado, lo admito. Pero había en ella algo excesivamente desagradable. Tal vez eran sus ojos, negros e impasibles, como los de una muñeca de plástico castaño. La quietud de su mirada llegó a volverse insoportable. Me mantuvo durante más de treinta minutos a la expectativa de algún movimiento brusco ante el cuál yo pudiera reaccionar y acabar con su vida sin someterme a remordimientos posteriores. Sin embargo, aquello no sucedió: ella no dijo nada, nunca dijo nada, tampoco realizó movimiento alguno, se quedó ahí, quieta. Entonces la maté. Desde su deceso no he tenido contacto alguno con el mundo exterior. Este comportamiento, como dejé en claro al principio, no se debe a la culpa –no porque sea una persona vil y desalmada por naturaleza sino porque la culpa viene después de la aceptación del hecho y
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yo aún no lo he aceptado del todo; por tanto, no puedo dar el siguiente paso –. He actuado de tal forma porque no puedo evitar el recuerdo de la sangre negra recorriendo su cuerpo muerto sobre la alfombra. Me es imposible no pensar en sus ojos, asquerosamente inertes en su rostro, y esa mirada carente de expresión. Yo la he matado, me digo ahora, pero sigo encerrado en mi cuarto porque no quiero salir a constatar su pulso –o la ausencia de este –. No es que crea que aún pueda estar viva, pues me aseguré de ejecutarla con minuciosa desesperación, sólo que me perturba saber que en sus ojos aún permanece esa repulsiva solemnidad que poseía en vida. La he matado, lo sé, pero su semblante no ha cambiado en lo absoluto. Hay un cadáver en mi sala, ese es el drama. Hay un cadáver que no lo era hasta toparse conmigo. Yo hice de ella, inocente criatura de ojos inmóviles, un ser tan inmóvil como sus ojos. No puedo sacar el cadáver de la casa. No puedo ni siquiera tocarlo, mucho menos verlo. Pienso en ella, en su agonía, en su frígida agonía, en su frigidez agónica mientras, viva, miraba de modo estático mis ojos, o yo los suyos. Pienso en ella, en su frigidez vigente. Incita mis náuseas, estimula mi asco, me repugna. Pero no dejo de pensar en ella. Me repugna tanto su cuerpo vivo como su cuerpo muerto, y no se pudre rápido y se toma su tiempo en pudrirse. Desearía ponerle las manos encima y matarla de nuevo. Desearía, con estas manos criminales, aplastar su crujiente cuerpo y, como a una cucaracha, matar de nuevo a la cucaracha.
Jair Martín Zevallos Morón, 23 años. Lima, Perú. Estudiante.
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pisa fuerte como el águila Mañana nos encontramos debajo del toldo verde musgo, pintitas amarillas: vos con tu cuaderno de dibujos yo con los poemas que escribí anoche Mañana día propicio para actividad al aire libre, anunció el servicio meteorológico. Cielo despejado y nubes irritadas por el Sol, anunció el diario del club de paddle Propuesta simple y ambiciosa, por eso el misterio del encuentro. Quiero que trepemos hasta la rama más alta, lo ordenaste, del árbol de tunas de la plaza y cuando lleguemos, me advertiste, tendremos que desprendernos de todas las espinas Vamos a agitar los dedos como las plumas de las águilas, lo gritaste ¿Nosotras dos? Te pregunté en sorna Sí, lo afirmaste ¿Por qué semejante empresa? ¿Por qué ser pares de las águilas? ¿Con qué pretexto? Si yo soy vuelo par de la poesía
Tamara Bondar, 29 años. Capital Federal, Argentina. Esritora.
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Sin _____ Tu nombre era, tu vida es, la cordura solo es un estado de ánimo ... Nada mas, vuelas, caes, corres, caminas desesperas, evitas a toda costa remar mar adentro, trabando pasados y futuro al miedo presente sin historia que contar. El sol calienta, el asfalto derrite, el concreto inseguro no sostiene, algo te preocupa - es obvio y las palabras dejaron de bastar siglos atrás. Levanta en vilo la mirada, en vino segmenta las trabas y reinicia con los humos de la mañana. Pareciera que nos vamos entendiendo: lóbulo frontal te presento una glándula, 2 polos para existir, una sola manía por nacer. De vicio en vicio agachamos la mirada - otra vez el asfalto aparece de sol en sol se olvida el rumbo - si es que alguna vez existimosmarejadas de onda corta lamen esa herida universal y todos sentimos lo mismo: musas de cristal abiertas de par en par...
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Oyes, pero no escuchas, ves queriendo no ver, así somos todos: entes paralelos en un mundo vertical. Sin darle muchas vueltas el sol es fácil de entender. Lo sé, lo sé... permíteme terminar, ni siquiera yo tengo paz e intento corregir algo que nunca ha estado mal... quizá ahí radica el truco: el mago del sombrero nunca existió, esa melancolía que marcas al “beat” solo es mercadotecnia barata para desentendernos de par en par. ¿Sabes? por más que suplico seguir... no hay mas, cada quien decide su cual. Vinos, tabaco, muerte, dolor y mas, pesadillas, lluvia, señuelos de mar, rimas forzadas, peleas de palabras; si el frio nos atañe... que sea por igual.
Zambra, 33 años. Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México. Promotor contracultural y músico.
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el tiempo Lo he sorprendido, vive ocioso, sujeto en cada alma que pueda encontrar, de caminar lento, pero inexorablemente seguro. Sarcástico en el reloj de la tía, riendo a carcajadas y marcando con un irónico “cucú” la larga espera del regreso del hijo desaparecido. Injusto, en el enorme reloj de la sala de los Franz, marcando con su tic-tac el silencio cortante de aquella casa otrora llena de vida y ahora carente de brillo y trova tras su paso inevitable por la vida de la gran concertista. No hay muchos tiranos que se le asemejen, desde el recinto de la enorme biblioteca del Condado lo veo todos los días, me acecha como un lobo hambriento devorando mis ganas y mi presente. A otros seres que no han podido confrontar su transcurrir y han renegando de su existencia y su pasar, los manipula como a marionetas salidas de teatros de antaño, absolutamente pasadas de moda, sentado en la orilla del camino, los viste con caducos ropajes mientras a su vez los califica de excéntricos sin gloria. Mi misión, por así llamarla de algún modo, no se trataba de frenar su paso ineludible ni dejar que su tránsito no hiciera eco; se trataba de restarle importancia a sus caprichos y consolidar mis más altas ambiciones. Actué en consecuencia y no dejé que me sedujera su acontecer en aletargados días, lo llevé al extremo, lo obligué a obedecerme y cuando pensé que lo había doblegado, la imagen del espejo me devolvió mi figura; tristemente se había metido en mi piel y en mis entrañas, bajé la vista, descubrí su juego, del otro lado del espejo me miraba irónico y tajante, no dijo palabra, solamente se volvió para ponerse su traje de instantes y se fue en busca de otra víctima que quisiera jactanciosamente desafiarle.
Susana González Odizzio, 50 años, Estados Unidos. Escritora.
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pensé que te afectara tanto a tal grado de hacer aquello. Es que por tu mente nunca pensaste siquiera lo triste que me quedaría ,acaso no sabes que eras lo único que tenía: ¡no te habías enterado ¡.No se tu pero yo no sé cómo comenzar de nuevo, ahora que te has ido, en el momento más feliz de nuestras vidas cuando ya teníamos todo para nuestra próxima boda, sí esa que habíamos planeado todos estos años que vivimos juntos siempre juntos ; tú en la más infernal soledad y yo acompañándote. Me resulta extraño que ya no estés acá conmigo acompañándome a elegir la foto indicada para aquellos catálogos que se me ocurrían “entre tanto roñoso cliente”, si había algo que me gustaba de ti era tu forma de ser a la hora de elegir aquel archivo que enviaríamos. De parte de “Batman y robin, la pareja de moda”. Así éramos nosotros una dupla perfecta, un dúo sin igual, la pareja que pronto podría caminar por las calles como todo unos tortolitos, llenos de ternura con nuestro sueño hecho realidad. Nadie se atrevería siquiera a mirarnos mal ya éramos parte del “ gremio” si de ese de los recién casados con la luna de miel a cuestas – donde se te ocurriera- te acompañaría hasta el fin del mundo si fuera necesario; y es “que amores que matan nunca mueren “ te acuerdas de aquella canción del maestro Sabina, el que solías escuchar cuando se te ocurría dedicarme un verso y te inspirabas para aquello; y luego siempre terminábamos en la cama enlazados como dos borreguitos degollados por el amor ,la ternura y todo eso tierno que sentía por ti que no sé como describirlo. De repente no era un buen cocinero-ya me lo habías dicho-pero hacia lo suficiente por agradarte en esas cenas interminables que teníamos en casa ; y que eran más divertidas que ir a uno de esos restaurantes cuatro tenedores donde te servían tan poquito como si tuvieras el estómago de un pajarito – que tacaños no- ni hablar. Me resulta imposible no decirte que ahora descansaras junto a mama -como lo hacías en mi regazo -en esas noches en las que los dos acompañados de la veladora de la habitación compartíamos opiniones sobre aquellos proyectos encargados. Sí el panteón que mando a construir hace algunos años mi bisabuelo para todo el clan Colmenares y donde tu estas aceptado como uno más de la familia; porque eso fuiste tú para mí, el ultimo ser humano al que quise, ame y extrañare.
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ÁVIDO ABRAZO Entre tus manos la piel es pez escurridizo y leve. Arde con el estruendo de un gemido. Tiembla /hoja de otoño, en el viento ancestral de tu deseo/. Abres sendero y te encaminas lento. Prolongas la ansiedad que me calcina. Sabio meces todo mi ser sobre tu eje. Cual huracán la furia de mi sexo se libera. Es goce doloroso. Avidez fecundada en mis entrañas. Al fin me vences. Desmigajo el dique. Abrasado en mis llamas te renuevas.
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piel de agua
Como el agua es tu piel. Como el mar de la primera célula - nutricio tacto mis deseos. Cual espiral absurda la sensación de hundirme entre sus olas me deglute. Sobre la playa de tu pecho siembro sonrojados caracoles. Germinan en sus puntas de nácar las cerezas.
Ma. Elena Espinosa Mata, 59 años. Nuevo León, México. Profesora.
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curarse en salud Es buen remedio y cura prevenir el daño y curarse en salud que para esto construyen hospitales ambulatorios, dispensarios que, a veces, las más estas construcciones llevan aparejadas prevaricación, enredo dinerario como es el caso al menos eso dicen del Hospital Universitario de Burgos pues oigamos a sus gentes: -Este es un Hospital hecho con el culo -Mira que tener que subir escaleras o un ascensor casi siempre estropeado. -¿Es que no podían haberle hecho a ras del suelo? - Sólo parece interesarles la privatización y el negocio como el del parking sobre todo. - Hacer dinero es lo que prima a estos bandoleros. - Este es un hospital para el tercer mundo. - Puaf¡ este hospital es una caca comparado, por ejemplo con el nuevo de Móstoles conocido con poca gracia del rey Juan Carlos. Como se ve, como oímos y vemos es muy molesto tener que venir a este hospital pero yo quería verle además que prometí visitar a mi amigo Caripo como ese pececillo del Orinoco y del Amazonas que se encuentra ingresado por culpa de un peso que gravitaba sobre su cabeza que le cayó encima produciéndole una gran brecha y que se cree descendiente de san Carlos el Bueno conde de Flandes hijo de san Canuto rey de Dinamarca.
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Encapotado el cielo puesta pesada la atmósfera, rabiosa como una tarde-noche de Gamonal caridelantero, descarado y entremetido me acerqué al tercer piso no recuerdo si de la G o de la H y cuál fue mi sorpresa que al abrir sin llamar en la puerta vi un culo doblemente mofletudo en acto de coito evidente: Mi amigo estaba haciendo sexo con una amiga que le había ido a visitar como me dijo una enfermera más tarde, al marchar aunque yo ya me lo sabía. con cierto movimiento de la danza española en que Amor se estremecía sobre esa cama tan funcional. Ella, Caribes, bajera, le decía regalos y él, Caripo, encimero, le respondía, de esta guisa: -Cabrito de la Guyana, dame más y más. -Toma, y toma, ave zancuda de América. A mi se me aparecía la pareja como una baja y un bufo de una ópera cómica haciendo caricatura del amor como se hace en las Islas que desde Puerto Rico se extienden en semicírculo hasta las bocas del Orinoco que ellos se encontraban entre Escila y Caribdis en situación difícil y, por mí comprometida en ese abismo o remolino del Estrecho de Sicilia enfrente del Monte de Venus. Oye, que siguen hablando escuchemos:
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-Mi alma y mi vida, flor de la capuchina
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-Capullo de color rojo rosáceo encendido pinta este ramo de mi rosal y su flor -Vicio y deleite de la carne, Amada, es amor. -Ya sabes amado: carne que crece no puede ser estar si no mece. -¿Esto es amor o jodienda? - A ti ¿qué te parece? -Carne, carne cría, y peces, agua fría. -Quien come la carne que roa el hueso. Ah, oye, intervine yo cansado de ver tanta carnuza y abundancia de carne que me producía hastío: -¿Sabéis? De ahí viene el nombre de Roa Villa de la Provincia de Burgos. Terminado el acto sexual le dije a mi amigo: -Deja la carne un mes y ella te dejará tres. Y a su amiga concubina: -Carne sin hueso no se da sino a don Bueso Al mismo tiempo. les ofrecía unas carpas O gajos de uva de una racimo que compré en Sabeco dejándoles desapareciendo Daniel de Cullá, 55 años. Burgos, España. Funcionario.
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NATURALEZA HUMANA ¿Por qué tienen tanta importancia las emociones, sus causas y fines, así como su significado? A esta cuestión se podría responder con otra cuestión: ¿Cómo podríamos llegar a controlar nuestros impulsos más destructivos y frustrantes, que escapan a nuestra consciencia? O bien, esta otra de: ¿Se puede llegar a llamar al ser humano “inteligente” si carece del conocimiento de las más arcaicas y determinantes aptitudes para vivir? El carácter eminentemente irracional de las emociones se explicaría a través de la psicología evolutiva, según la cual “este tipo de reacciones automáticas ha terminado inscribiéndose en nuestro sistema nervioso porque sirvió para garantizar la vida durante un periodo largo y decisivo de la prehistoria humana” y, más importante todavía, porque cumplió con la principal tarea de la evolución: Perpetuar (y sobrevivir) a la especie. Es por ello por lo que estas respuestas irracionales hay que buscarlas más allá del intelecto, pues se desarrollaron mucho antes del propio raciocinio; ahora bien, cabría preguntarse: ¿Cómo podríamos adaptar estas conductas pleistocénicas al mundo posmoderno en que vivimos actualmente? En palabras de GOLEMAN (en su libro “Inteligencia emocional”): “Todas las emociones son, en esencia, impulsos que nos llevan a actuar, programas de reacción automática con que nos ha dotado la evolución”, y diferencia entre las emociones, englobándolas de la siguiente manera: Enojo, miedo, felicidad, amor, sorpresa, desagrado y tristeza, asociando a cada una de ellas diferentes características que, operando en el sistema motor, les servían a nuestros ancestros para sobrevivir y perpetuarse. Estas respuestas primordiales pueden llegar a anular el raciocinio, pues son las más determinantes para la vida; más aun que el propio pensamiento. Son, por ello, las más rudamente adscritas a la conducta humana. No en vano, fue a partir del tallo encefálico y del lóbulo olfatorio (“el cerebro primitivo”) que se desarrollaron -sobre ellos- los órganos que albergan las respuestas emocionales: El sistema límbico, que con el tiempo desarrolló facultades tan importantes como el aprendizaje y la memoria para la supervivencia y perpetuación, y que a su vez sirvieron para adaptar las respuestas automáticas predeterminadas a las exigencias del medio cambiante. Pero sigamos: “A medida que ascendemos en la escala filogenética que conduce del reptil al Homo Rhesus y, desde ahí, hasta el ser humano, aumentó la masa neta de neocórtex, un incremento que supone también un aumento de la progresión geométrica del número de interconexiones neuronales (…) cuanto mayor es el número de tales conexiones, mayor es también el número de respuestas posibles” (GOLEMAN).
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De este modo, sobre el primitivo “cerebro nasal” se han ido constituyendo nuevos tejidos, hasta llegar a un complejo sistema: El neocórtex, ó corteza cerebral, que, en palabras de GOLEMAN, “es el centro del pensamiento y de los elementos que integran y procesan los datos registrados por los sentidos”. Es de donde procede la forma de pensamiento que denominamos comúnmente “razón”. Pero no solo eso, sino que debemos al neocórtex también nuestro pensamiento sobre el “sentimiento” (que no es lo mismo que la “emoción”) y nos permite tener sentimientos sobre las ideas, el arte, los símbolos y las imágenes, gracias a sus conexiones con el sistema límbico, en el cual se sitúan los centros de la emoción. Pero, si el cerebro emocional está interconectado con el cerebro razonador, ¿Cómo podemos los seres humanos volvernos irracionales con tanta facilidad? GOLEMAN lo explica así: La “amígdala” -situada en el “cerebro nasal, o primitivo”-, es el centro de la memoria emocional, encargada de la activación de los caracteres fisiológicos que caracterizan a la emoción correspondiente, el “centinela emocional”. Pues bien, su activación se habría de dar únicamente ante una señal por parte del “cerebro pensante” -el neocórtex-, ante una estimulación razonada y analizada, proveniente, en la mayoría de las ocasiones, de estímulos externos. ¿Por qué ocurre entonces el llamado “secuestro emocional”, o “desbordamiento” de lo irracional por lo racional? Pues porque la amígdala aparece interconectada, además de al neocórtex, con el “tálamo” (o receptor de señales sensoriales) de una forma independiente, pudiendo actuar de esta forma y, así, disparar respuestas emocionales almacenadas en la memoria ante estímulos anteriores en el tiempo. He aquí la causa de lo primitivo de algunas de nuestras respuestas. Lo que, dicho de otro modo, quedaría así: “La “respuesta postraumática” accede al exterior, pues estos recuerdos, que están almacenados en la amígdala, se disparan con respuestas que fueron grabadas hace mucho tiempo mediante reacciones asociadas a acontecimientos vagamente similares, procedentes sobre todo del clima emocional vivido en los primeros años de la vida, etapa en la que el neocórtex todavía no se encuentra plenamente desarrollado. Y, de ahí, la respuesta desproporcionada o violenta en ciertas ocasiones, determinadas tanto por estímulos externos, como por reacciones organísmicas internas.
Eloy A. Gómez, 37 años. Granada, España. Licenciado en Historia.
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buenas noches Este crepúsculo azotado Por tus recuerdos, Me miran los sueños Reales. Una guerra en las Puertas del cielo, Yo tan solo un Reo de tus prisiones, Dandi de tus catacumbas Pirata de este mar Constelado. Ileso navegante de mundos, Amarrando la esperanza A tu corazón, maquis Entre los ciegos, amante En tu habitación. Buenas noches.
Fabián Luna, 23 años. México. Poeta.
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Me basta con que lo sepas Cuando terminó, Cayetano tomó la mano de Sierva María y la puso sobre su corazón. Ella sintió dentro el fragor de su tormenta. -Siempre estoy así-, dijo él. Y sin darle tiempo al pánico se liberó de la materia turbia que le impedía vivir. Le confesó que no tenía un instante sin pensar en ella, que cuanto comía y bebía tenía el sabor de ella, que la vida era ella a toda hora y en todas partes, como sólo Dios tenía el derecho y el poder de serlo, y que el gozo supremo de su corazón sería morirse con ella. Siguió hablándole sin mirarla, con la misma fluidez y el calor con que recitaba, hasta que tuvo la impresión de que Sierva María se había dormido. Pero estaba despierta, fijos en él sus ojos de cierva azorada. Apenas se atrevió a preguntar: -¿Y ahora?-Ahora nada-, dijo él. -Me basta con que lo sepas-.
Fragmento del libro: Del amor y otros demonios. De: Gabriel García Marquez.
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libros Los detectives salvajes De: Roberto Bolaño
Editorial: ANAGRAMA ISBN: 9788433966636 No. de páginas: 624 Lengua: ESPAÑOL
Arturo Belano y Ulises Lima, los detectives salvajes, salen a buscar las huellas de Cesárea Tinajero, la misteriosa escritora desaparecida en México en los años inmediatemante posteriores a la Revolución, y esa búsquesa –el viaje y sus consecuencias- se prolonga durante veinte años, desde 1976 hasta 1996, el tiempo ca nónico de cualquier errancia, bifurcándose a través de múltiples personajes y continentes, en una novela en donde hay de todo: Amores y muertes, asesinatos y fugas turísticas, manicomios y universidades, desapariciones y apariciones.
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libros Del amor y otros demonios De: Gabriel García Marquez
Editorial: DEBOLSILLO ISBN: 9788497592420 No. de páginas: 176 Lengua: ESPAÑOL
El 26 de octubre de 1949 el reportero Gabriel García Márquez fue enviado al antiguo convento de Santa Clara, que iba a ser demolido para edificar sobre él un hotel de cinco estrellas, a presenciar el vaciado de las criptas funerarias y a cubrir la noticia. Se exhumaron los restos de un virrey del Perú y su amante secreta, u n obispo, varias abadesas, un bachiller de artes y una marquesa. Pero la sorpresa saltó al destapar la tercera hornacina del altar mayor: se desparramó una cabellera de color cobre, de veintidós metros y once centímetros de largo, perteneciente a una niña. En la lápida apenas se leía el nombre: Sierva María de Todos los Ángeles. «Mi abuela me contaba de niño la leyenda de una marquesita de doce años cuya cabellera le arrastraba como una cola de novia, que había muerto del mal de rabia por el mordisco de un perro, y era venerada en los pueblos del Caribe por sus muchos milagros. La idea de que esa tumba pudiera ser la suya fue mi noticia de aquel día y el origen de este libro.»
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libros La región más transparente De: Carlos Fuentes
Editorial: Alfaguara ISBN: 9788420422503 No. de páginas: 752 Lengua: ESPAÑOL
Esta novela le abrió al escritor todas las puertas posibles. Inventario de la sociedad mexicana, es también una suerte de versión vanguardista de la Comedia Humana, en la que, a través de un curioso mapa de linajes, se representan mundos y submundos entrelazados. La ciudad de México emerge en su moderna complejidad, y la escritura nos proporciona una cartografía de la red social que este mundo teje. En este texto polifónico y abigarrado, el autor demuestra que la búsqueda de la identidad no está reñida con la crítica más severa. Las técnicas empleadas cambiaron el rumbo de la narrativa mexicana. Por ello muchas veces se la menciona como la primera obra del boom.
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libros Veinte años y un día De: Jorge Semprun
Editorial: TusQuets Editores ISBN: 9788483102466 No. de páginas: 296 Lengua: ESPAÑOL
Quismondo, Toledo, 18 de julio de 1956. En su finca La Maestranza, veinte años después del estallido de la guerra civil, los Avendaño han decidido celebrar por última vez la ceremonia expiatoria en la que, ritualmente, en cada aniversario, reproducen la ejecución del hermano menor a manos de los campesinos. Entre los invita dos, un hispanista norteamericano intrigado por tan extraña costumbre, y un comisario de la Brigada Político Social empeñado en dar con un tal Federico Sánchez, agente comunista.
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libros Adiós muchachos De: Sergio Ramírez
Editorial: Alfaguara ISBN: 9788420472720 No. de páginas: 320 Lengua: ESPAÑOL
Con la pérdida de las elecciones generales en 1990, el proceso iniciado por la revolución sandinista contra el dictador Somoza en 1979 se detuvo en seco, y con él también se difuminaron los sueños, anhelos y esperanzas de cientos de miles de ciudadanos que participaron en aquel proceso transformador. Sergio Ramírez, miembro de la dirigencia revolucionaria y vicepresidente en la fórmula con Daniel Ortega, fue testigo excepcional de una utopía que se extendió más allá de las fronteras nicaragüenses. Adiós muchachos es la memoria de una generación que luchó por unos ideales de rebeldía comunes, y que, si bien no pudo ver cumplidos todos sus objetivos de justicia, riqueza y desarrollo, siente el orgullo de haber traído la democracia a su país, Nicaragua, cuando las ideologías parecen desvanecerse. Esta edición lleva un nuevo prólogo del autor, que pone en perspectiva sus reflexiones críticas tras el regreso al poder del Frente Sandinista, con el propio Daniel Ortega a la cabeza.
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