FACTUM REVISTA LITERARIA
noviembre, 2014. no. 16
Biografía: Oscar Wilde. Creación: Fernando Bermúdez, Elisabet Carina Basilio, Uriel Hernández Gonzaga, Victoria Montes, Eloy Andrés Gómez Motos, Alejandra Rizo, Joalberths De Agrela, Kim Bertran Canut, Zafiro Merlión, Laura Rizzi, María Soledad Fernández, María Elena Espinosa Mata, Carlos Ortega Pardo, Elvira Ávila, Gema Lutgarda E. López, David Zigurat, Fernanda López, Diana Vázquez Zamora, Alicia Garza de la Garza, Ever Harley Campos Zambrana, Fabián Luna, Hugo Polanco Bohórquez, Dante Vázquez M., Rosa María Bodas Pérez, Alicia Di Marco, Gregorio Maza Ramos y Zambra. El Fragmento: Carlos Ruiz Zafón.
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CONTENIDO biograf铆a
Creaci贸n
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el fragmento 96
libros 100 - 105
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Presentación Te digo en las orejas: no sufras, ya llega el día, ven, ven conmigo, ven con todos los que a ti se parecen, los más sencillos. Ven, no sufras, ven conmigo, porque aunque no lo sepas, eso yo sí lo sé: yo sé hacia dónde vamos, y es ésta la palabra:
no sufras porque ganaremos, ganaremos nosotros, los más sencillos ganaremos, aunque tú no lo creas, ganaremos.
Oda al hombre sencillo, Pablo Neruda.
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Biografía Oscar Wilde Oscar Fingal O’Flaherty Wills Wilde nació el 16 de octubre de 1854 en Dublín, Irlanda. Su padre era el cirujano y anticuario Sir William Wilde, y su madre era la periodista y poeta Jane Francesca Elgee. Estudió en el Trinity College de Dublín y en la Universidad Magdalen de Oxford centro en el que permaneció entre 1874 y 1878 y en el cual recibió el Premio Newdigate de poesía, que gozaba de gran prestigio en la época. En 1884 contrajo matrimonio con Constance Lloyd, que le dio dos hijos: Cyril, que nació en junio de 1885, y Vyvyan, nacido en noviembre de 1886. Discípulo de Walter Pater y muy influenciado por el pintor Whistler, en 1891 publicó una serie de ensayos (Intenciones) que dieron pie a que se le considerase uno de los máximos representantes del esteticismo, cuyos aspectos más deslumbrantes y exquisitos puso de manifiesto tanto en su obra como en su vida. Cultivó distintos géneros literarios, como la poesía en su primera obra “Ravenna” (1878), con la que consiguió el premio Newdigate; cuentos, que Wilde redactó para sus hijos, como “El Fantasma De Canterville” (1887) o “El Príncipe Feliz” (1888), ensayos, como el político “El Alma Del Hombre Bajo El Socialismo” (1891) o el literario “La Decadencia De La Mentira” (1889), y una única novela, “El Retrato De Dorian Grey” (1891), basada en la conocida leyenda de Fausto que el alemán Goethe había popularizado en el año 1832. El éxito de Wilde se basaba en el ingenio punzante y epigramático que derrochaba en sus obras, dedicadas casi siempre a fustigar las hipocresías de sus contemporáneos. En 1895, en la cima de su carrera, se convirtió en la figura central del más sonado proceso judicial del siglo. Wilde, que había mantenido una íntima amistad con lord Alfred Douglas, fue acusado por el padre de éste, el marqués de Queensberry, de sodomía. Se le declaró culpable en el juicio, celebrado en mayo de 1895, y, condenado a dos años de trabajos forzados; salió de la prisión arruinado material y espiritualmente. Pasó el resto de su vida en París, bajo el nombre falso de Sebastian Melmoth. Se convirtió al catolicismo el 30 de noviembre de 1900, poco antes de morir. En la cárcel, escribió De profundis (1895), una extensa carta de arrepentimiento por su pasado estilo de vida. Algunos críticos la han considerado una obra extremadamente reveladora; otros, en cambio, una explosión sentimental muy poco sincera. La balada de la cárcel de Reading (1898), escrito en Berneval, Francia, muy poco después de salir de prisión, y publicado anónimamente en Inglaterra, es uno de sus poemas más poderosos. Falleció a causa de una meningitis cerebral el 30 de noviembre del año 1900, tenía 46 años.
Sus obras: -El retrato de Dorian Gray. -El crimen de lord Arthur Saville. -El fantasma de Canterville. -El príncipe feliz. -El ruiseñor y la rosa. -La esfinge sin secreto. -El modelo millonario. -El retrato del Sr. W. H. -El cumpleaños de la infanta. -Poemas en prosa De profundis. -Teleny o El reverso de la medalla. -El amigo fiel. -El famoso cohete. El niño estrella
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“Si no tardas mucho, te espero toda la vida.�
- Oscar Wilde -
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Detrás de una mirada Cuando le sostienes la mirada a alguien, algo se activa, algo se conecta la mayoría de la gente le llama amor & lo traducen en muchas variables, en una relación con el destino o con la melancolía de un juego iluso de miradas o la principal fuente del inicio y del fin de tal historia. Hay millones de personas haya afuera en busca de un encuentro “ESPECIAL” & no se dan cuenta de que lo tienen a lado de que solo hay que mirar, detrás de una mirada del punto suspensivo de dos almas, abriéndose, seduciéndose, abrigándose & recurriendo al momento donde el clímax reproduce lo inevitable que es sentir unos los labios, de lo magnificente que es eyacular verdades, de sentimientos encontrados que no existían o que retenían a través del inconsciente del miedo a sentir & a que te sintieran. Debes saber que la ausencia deja marginar a la soledad, la libertad no conoce fronteras es tan ancha como el mar, tan vivida & infernal como un volcán, déjame decirte que un corazón es libre, aunque tenga como inquilino al amor, el siempre buscara formas escapistas para ser libre de vez en cuando, pero no esperes amor si no miras, si no te dejas guiar por la ventana del otro, porqué de miradas está hecha la libertad, donde los miedos se rompen, donde el éxtasis se abre, comparte & manipula cada pormenor de un suspiro, de un emblemático momento donde el “NOSOTROS” juegan un papel de eternidades constantes al recordar. & comprender que tal vez amar es otra cosa, es sentirse libres & ligeros es saber que te perteneces & que tu corazón está al servicio del amor & a su libertad, que es tuyo & de él, que es de todos pero tú lo resguardas en ti, que no te toca por contrato, que debes merecerlo a diario, que suspirar es mirar aunque las miradas sean a ciegas a distancias, a cada 5 minutos del descontrol; del suspirar un cumulo de emociones, que un amor se transpira & explota al compás de dos miradas donde las emociones se comparten, se hacen suyas & hacen orgasmos constantes sin tocarse.
“Todos somos mortales hasta la primera mirada, hasta que el amor sella su pacto con sus labios.”
Fernando Bermúdez, 22 años. Chiapas, Mexico. Escritor, Fotografo y Poeta.
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Llovizna traición
Estás allí, en el andén de mis recuerdos deshilvanando besos, apilando caricias vanas soslayando la mirada que se cuela perdida en la nada. Estás allí, masacrando el tiempo olvidado hincándome las agujas herrumbradas que marcan sin piedad la hora nefasta de partir. Estás allí, en el andén, ensayando tu farisea nostalgia y yo… Yo sujeta en un viaje sin retorno anclada en el sin aliento, en el dolor de la traición jamás sospechada. Quedas allí, en el andén de mis recuerdos la llovizna sobre el cristal esfuma tu silueta –ya lejanatrato de atrapar –incrédula- cada una de las gotas en las que se inmolaron tu fotografía deshabitada, tan utópico como nuestro amor yerto ése que sucumbió una noche en el andén donde la llovizna -testigo frío- me acompañaba
Elisabet Carina Basilio, 43 años. Santa Fe, Argentina. Profesora de Lengua y Literatura.
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Ausencias
La soledad crece en nuestro aliento sobre nuestras manos se deposita tu sombra que es una especie de agua entre lirios qué vamos hacer entonces cuando los pies suban al rostro cuando te de hambre frío nostalgia y te vayas cantando a las palabras que no tienen suelo ¿qué vamos hacer cuándo el suelo busque otro suelo?
Uriel Hernández Gonzaga, 22 años. Guerrero, México. Escritor.
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La rueda La casa me está tomando prisionera. Después que colgué las cortinas nuevas me di cuenta que todas las cosas sin usar metidas en los cajones y tras las puertas de madera me obligan a quedarme encerrada, a cuidarlas y hacerme cargo de ellas. Todo tiene que estar limpio y ventilado, cada objeto se adueñó del lugar como una toma de terreno, tengo que moverme con cautela he comprado tanto que no queda espacio. No puedo deshacerme de todo esto, no es tan fácil, como polvo el recuerdo se ha pegado sobre las fotos, los estantes, los frascos; sobre cada minúscula cosa hay un peso que cuelga de mi corazón. He ido tapando con las compras absurdos momentos de vacío existencial, de ausencias, de angustia y soledad; no han servido más que como remedio inmediato de corta duración. Mi vida es una casa sin ruidos, sin pasos ajenos, tan llena de inanimados objetos, ninguno me abraza ni me dice te quiero. La maquinaria se sigue moviendo, en algún rincón alguien está comprando un modelo más nuevo para tirar el que nunca uso, en algún lugar la pila de basura continúa creciendo. Está sobrando en exceso en esta orilla mientras escasea la comida no muy lejos, pero el egoísmo, pilar sobre el que esta raza se eleva, no permite compartir. Morirse de hambre, comprarse un auto nuevo, mirar las cortinas que podrían haber sido más claras, tal vez podría ir por un juego nuevo.
Victoria Montes, 30 años. Argentina. Escritora.
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LAS OLIGARQUÍAS DOMINANTES Hoy en día, lo que podríamos denominar “ideología empresarial” se caracteriza (sobre todo tras la Revolución Industrial iniciada en Inglaterra en la década de 1780) por obtener el máximo beneficio al mínimo coste. Esto supone aumentar el ratio de acción sobre el que invadir el mercado con nuevos productos elaborados, minimizando los de transporte y comercialización, pero (y esto es sintomático de la época contemporánea) sobre todo a costa del beneficio obtenido por el trabajador de su fuerza de trabajo y en su lugar de trabajo. Es lo que comúnmente conocemos como “explotación laboral”. ¿Por qué creen ustedes que existen personas ricas y personas pobres? ¿Y países ricos y países pobres? No es porque, como afirman las teorías liberales sobre el tema, unas personas se afanen más que otras en su trabajo, el ahorro, la inversión, etc., sino que es fruto de políticas que favorecen la creación de las desigualdades socioeconómicas, auspiciadas por la presión de los grupos corporativos sobre las esferas gubernamentales; todo con el fin de una mayor obtención de beneficios del capital a costa, como digo, del abaratamiento de la mano de obra y la precarización del mercado laboral, así como de la situación social, económica, política, etc. de los y las trabajadores, que se ven, así, abocados a una lucha sin cuartel por obtener unos derechos que, desde la declaración universal de los Derechos del Hombre (Revolución Francesa, 1789) y, más concretamente, desde la declaración universal de los Derechos Humanos, han supuesto enfrentamientos no siempre legales con la casta política y oligárquica que nos explota.
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Esta lucha se reproduce en cada uno de los países, ya que cada país tiene, además, su propia legislación laboral. Pero no nos dejemos engañar: Tanto la democracia parlamentaria como la democracia liberal siguen sin caracterizarse por la igualdad de oportunidades, y no por el papel mayor o menor que juega el Estado en el mercado laboral y las políticas sociales, sino por el retroceso en los derechos conseguidos por nuestros padres y abuelos, sobre todo en los países en los que, de por sí, la situación es deficitaria y la legislación laboral es más débil. De ahí que se hable de “neocolonialismo” del débil por el fuerte, siempre en beneficio de la casta política, económica y financiera, la cual se salta a la torera los derechos laborales tanto a nivel nacional como internacional: La pequeña empresa a pequeña escala, y la gran empresa internacional, o multinacional, a gran escala. ¿De qué sirven las buenas intenciones si siguen ocurriendo hechos como los de Rana Plaza, las minas turcas, e incluso Fukushima? ¿Si el paro es tan acuciante que abarca a un tercio del total de población activa en ciertas regiones, como por ejemplo Andalucía? Es nuestro deber como seres humanos dignos el proteger todo lo conseguido con el fin de mirar al futuro con esperanza y luchar por un Mundo más igualitario y comprometido con la supervivencia de la especie, así como la conservación de la naturaleza.
Eloy Andrés Gómez Motos. Granada, España. Licenciado en Historia.
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La No-Vida de Edicio Querida Zoe, el regalo que querías por tu cumpleaños cuatro nos traería consecuencias legales y psicológicas de por vida. No es adecuado que una niña pequeña se tatúe. Por eso decidí darte este cuento esperando no dé resultados peores
¿Te has imaginado alguna vez cómo es la vida de los muertos? No creas que es difícil sobrevivir, aunque mucha gente se queja, sobre todo cuando les llega mi olor. Muchos prefieren que acepte que he muerto, pero la vida es tan bella que no podría morir tranquilo sabiendo que el amanecer se pinta de naranja cuando el sol sale. ¿Has visto el anochecer? Cuando oscurece el cielo se pone de mil colores, parece que las nubes danzan en una magnifica fiesta. Y Orión… cuando no me dejan salir de la tumba veo su cinturón una y otra vez… Me hubiera gustado ser un guerrero que sostiene leones en el aire. Sabes, tuve que aprender a coser, porque a la gente no le gusta que se me caigan los intestinos, y hasta me pegué los dientes con pegamento. Use cinta para unir mi cráneo y el cerebro no se me saliera; la lengua me la engrapé, se me perdieron dos dedos de la mano izquierda y el resto me los amarré con hilo; mis ojos están cosidos a los párpados y mis pies los arregló un zapatero para que no los dejara en el camino. Pero no te preocupes, nada me duele. Tengo muchos amigos. Cuando estaba vivo, mami me asustaba con el monstruo bajo la cama, la verdad es muy simpático, cuando escapo de la tumba me acuesto bajo mi camita y platicamos toda la noche. Si papi o mami me ven bajo la cama me regresan al panteón y no me gusta, muchos fantasmas se la pasan llorando, y esa señora… me desespera, me confunde con su hijo, creo que algo les hizo, yo creo que se olvidó de ir por ellos a la escuela. Mi abuelito a veces se levanta a ver la luna, me dijo que había un conejo ahí –ojalá que cuando me convierta en fantasma pueda ir a verlo. Lo que me hace sentir triste es que a mis amiguitos del kínder no les gustan los zombis, que porque comemos cerebros, la verdad yo prefiero los dulces y el helado de chocolate, no los cerebros. Te cuento que estoy muy preocupado. Ayer mami y papi llegaron con un nuevo hermanito, tal vez ya no me quieran, no puedo entrar a su cuarto. Fui a casa de la abuela, estaba regando las plantas, me mostró unas flores muy bonitas que le regalará al abuelo, pero es secreto, así que no le vayas a decir. La abuela dijo que siempre me amarán pero ayudaría a todos si me fuera a mi tumba a dormir, que tendré miles de aventuras en mis sueños, que no tendré que arreglar mi cuerpo para no dejarlo tirado por ahí –como el día que se me cayó un ojo en la sopa o dejé un dedo en el arroz con leche —. La abuela es muy sabia, pero yo aún no tengo sueño, me gustan mis juguetes, platicar con los fantasmas, esconder las cruces de las tumbas y dejarles pistas a los otros muertos o a los señores que trabajan en el panteón. Hace unos días uno se enojó, quería agarrarme a pastelazos, dijo algo así como “—te voy a cremar, muertito travieso”.
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Me gusta seguir a los perros cuando me muerden y se llevan mis manos, así perdí los dedos, espero que no le hagan daño al perrito. Los que no me quieren son los gatos, se creen mucho porque tienen siete vidas, por eso me gusta asustarlos. Ayer se metió uno al cementerio, a todos los niños nos regañaron los mayores porque hacíamos ruido e interrumpimos su reunión. Ellos pertenecen a una sociedad anónima, se llaman los CCA (Come-cerebros Anónimos), se han prometido nunca más hacerlo, porque no es bueno lastimarnos unos a otros, ya que todos somos iguales porque somos o fuimos seres humanos. Yo creo que es verdad que somos iguales, algunos vivos no saben que están vivos, tampoco sienten, no ven el cielo, ni las nubes con forma de borrego, tampoco disfrutan de la luna ni imaginan correr tras el conejo que en ésta habita. A veces tampoco quieren dormir porque tienen demasiadas voces en su cabeza, como yo cuando tengo pesadillas. Lo que más me gusta es el día de muertos, papá y mamá me esperan ese día para comer, como todos los años, me ponen flores lindas, humito calientito, fotos, me dejan jugar con mis cosas. Cuando estaba vivo, siempre esperé al abuelo, platicábamos mucho, ahora vivo con él. Me alegra ser un niño Zombi y no un fantasma, porque así puedo comer todo lo que quiera, hasta millones de helados, porque ya no me enfermo. Hay dos fechas en que papi y mami van al panteón y lloran, una es mi cumpleaños y otra el aniversario de mi muerte, me abrazan y me dicen que me extrañan y eso me enoja porque si viviera con ellos no me extrañarían. A mi hermanito no le gusta abrazarme porque huelo mal y tengo moscas. Yo amo a las moscas, son misteriosas y traviesas, parecen planear sus travesuras cuando frotan sus patitas, se ríen de lo que harán, luego vuelan y hacen enojar a las personas. Son divertidas como yo. A mi perro también le gustan las moscas, las persigue… le dije a mi mamá que cuando Doggy, mi perro, muera, lo traiga a vivir conmigo y con el abuelo, para que nos cuide. Me gusta navidad, a los niños no-muertos también nos dan juguetes, y el día del niño me gusta vestirme con mi disfraz de pato e imaginar que puedo volar. Tú también deberías volar. Algún otro día te contaré mis travesuras y si ya no lo hago es porque monté una mariposa y me fui a vivir a la luna.
Alejandra Rizo, 25 años. Guadalajara. Psicóloga.
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Música y poesía En la plaza de los encuentros dos grupos armados con arte se enfrentan, la frontera Este dominada por cuerdas, viento y percusión; el plano Oeste pintado con plumas y papiros respirando. Ambos mundos producen sonidos, atraen un público humanamente mundano que al chocar al unisonó sus aletas fócidas admiran los actos de aquellos magos. Los compases y la métrica se funden, la rima y la armonía se juntan, las partículas y las moras se hacen uno; música y poesía danzan como hermanas. Alguna vez la unión fue una guerra, ahora los autores, mezcla de galaxias. El sistema de perfección es uno aunque a veces hable diferentes idiomas. La poesía es la música de las letras, la música es la poesía de los sonidos.
Joalberths De Agrela, 20 años. Venezuela. Estudiante.
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HISTORIA DE OTRO CAMINO Hace muchos siglos que este viaje fue engendrado. Concebido por una desazón interior que mi memoria había procurado retener como uno más de esos filamentos venéreos que guardamos inanimados en la zona de la tripa del subconsciente. En aquel momento lo presentía demasiado fantasioso, pero, ¿sabes?... No duelen los imposibles cuando los llevas a término y las ciudades con sus muros infranqueables, sus asustadas paredes olvidadas de metralla, los niños derritiéndose sobre el ardiente asfalto de calles barnizadas de alquitrán y jardines inyectados de hipodérmicos venenos... Aún soplan cuatro gotas de viento del aguacero de anoche... Te digo que es delirante comprobar que la nada te afecta. Para qué esperar más medias horas, sin llaves, en el descansillo del portal ausente, mientras otra lágrima entrelazada salpica los adentros, cristalizándose misteriosamente... Aislamiento. He conocido supuestamente la amalgama del precio por morar en la tierra de un “creador vengativo y sin escrúpulos”... Indefinido entre paréntesis. ¿Vegetar y morir?, ¡No!, no, amigo acomodado y conformista, prefiero como decía Zapata (y se atribuye al “Che”) morir de pie que vivir arrodillado. No hay nada más contundente que el filo de una navaja amolada en arenisca pupila, para auto convencerte. Estoy aquí, año 2001, recuperando la noción del tiempo... O alejándome. De nuevo en la carretera ¿te extraña, verdad?, claro, ni yo mismo puedo creerme con tantos miedos instituidos por nuestra hipócrita, patética y decadente sociedad. En pleno auge de progreso evolutivo y avance tecnológico -nada más incierto en cuanto a valores humanos-, voy recorriendo campos y poblados en vagones desiertos de ansiedad, otra vez la imperiosa necesidad de conocer gentes... Una débil lucidez... Ilusión, va recobrando entonación. Vivir el camino, dormir en el arroyo y despertar en coagulados amaneceres rociados de laureadas auroras y marcados horizontes lineales... Esperanza. En bus o a dedo, da igual, las prisas se han detenido. Te escribo desde un anguloso paraje con el sol a punto de largarse por las montañas, dejando luminosidades colgando de los árboles. Sentado en cristal de roca, bajo una cornisa de nidos, abandonada con la inmensidad por delante... A los cuatro vientos... Releo una página de Cumbres borrascosas mientras Melville es tragado por una ballena blanca. Recuerdo amigo mío, aquella distancia que transitamos hace ya más de veinte edades... ¡Fiiiuuu! Se dice pronto, ¿eh? probablemente acariciados por los sueños de fragancias exóticas de sándalos, inciensos y aromas descuartizados de Oriente... Aflora la nostalgia... Añejas vías muertas de mañanas tempranas. Contemplaciones junto a fuegos... Persiguiendo constelaciones, deseosos de evadir los egos siniestros, refrescando cansancios de días de cortas palabras... Demasiadas guerras y ninguna paz. Rememoro las estaciones donde dormíamos y ¡cómo no!, la literatura tan absorbente, libros que ilustraron nuestra andadura. Citaría tantos títulos como piedras tirábamos a las botellas, ejercitando el hastío del calor de los tramos desérticos. Sí, dejamos atrás los convencionalismos y el ritual socioacadémico, huyendo de un obligado bautizo en el submundo. Hoy camino desnudo, el alma sensibilizada
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con mi pensamiento. Tengo un compañero que duerme en la sombra de mi pierna, es un perro callejero, sin raza, igual que yo ahora... sonrío con sarcasmo. He dado pasos de gigante sin dulcineas, después de tomar un combinado de psicóticos y pensar que cualquier idiota podría representar el papel de secundario en este anuncio de cereales que presiento forma la existencia. Me masturbé imaginando el crack bursátil y sus cotizaciones y eyaculé los futuros en las bocas andróginas, áridas de conocimiento, ordenadores por cabeza... Engañados por los de siempre. Entendí que para un agnóstico hay creencias tan absurdas como enigmáticas. Marché harto de químicas y cómputos de cifras ilimitadas. ¡La naturaleza sigue aquí! soy un tronco, una rama, una hierba... Integración camaleónica. Sin puntos y aparte, si me fuera posible describir, pintarrajear con sensaciones la arácnida piel tejida de firmamentos licuados de este paisaje carmesí y los coléricos contrastes de las elevadas cimas que atrapan este pueblecito donde me encuentro, no hay más de quince almas, etéreas hospitalidades que me dan comida y techo en el derruido pajar de abundante trigo, entre los residuos de verdades increíbles. Intentando dar un significado a la espiral del Op Art (arte óptico y abstractista), me pregunto si ha nacido el arte, tal vez Marcel Duchamp o Rrose Sélavy (su alter ego femenino, traducido, la vida es Eros) tras pincelar todos los movimientos de la época y crear el arte “ya hecho” o “disponible” (Ready-mades) y definiéndose como “pobre artista”, se decidiera por el ajedrez porque obtuvo respuesta o por su condición de inquieto innovador individualista... no más pues, así se queda. Cada mañana del mismo ayer, salgo con la noche entre las manos al encuentro de reflejos ahogados en mi río solitario... en lo más tremendista de la meditación... Opaca intensidad del ser desgranado. Tropiezo en la ruta con las fotografías del holandés Ed Van Der Elsken, con sus rostros masacrados, acordeonistas ciegos, charlo con los vagabundos que duermen tendidos en los suelos junto a la “seine grise” y me he introducido en los ambientes jazzísticos de la generación apaleada que no llegué a vivir. Ed fue divulgador de un tiempo en blanco y negro exteriorizando el interior de la humanidad que se vislumbra en movimiento, fuerza y obsesión por conseguirlo. Desgarrada y arrebatadoramente lo logra con la fascinación por la vida y sus moradores... Cosmología gozosa, camino astral... He conocido a un joven sacerdote que colgó los hábitos... “La verdad es, lo que es” -San Agustín-. El camino es una sabia escuela y el banquero que vive en una casa rodante me cuenta la misantropía de Luis II de Baviera, llamado el rey loco por ser asocial y ahogar entre sus extravagancias a su psiquiatra... quién somos para juzgar, quizá le estuviera haciendo chantaje emocional o le pidiera un favor, por aquella época no sé como tenían lo de la eutanasia... En fin, no quiero disgustar a los que creen que sufrir es un bien divino... escepticismo ¿no? El otro día compartí alimento con niños jornaleros y madres prostitutas adolescentes,
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reinas africanas, muñecas clonadas con la mirada perdida y respuestas autómatas. No pude dejar de acordarme de las trescientas instantáneas de los éxodos de Salgado, con el magistral propósito de concienciar a los más favorecidos y afortunados en el semillero del azar con un producto que da fe, desnudando el aura de la supervivencia, denunciando un mundo mal construido, encarnizado y corrupto, enmarcándonos con los horrores de otras vidas que deben huir para sobrevivir. Son los sin tierra, los emigrantes ilegales, los desplazados. Salgado se pone en peligro para enseñarnos los campos de refugiados, los niños tristes que han perdido el núcleo de la familia. Agonías y dramas de las razas del Tercer Mundo... Ver para creer. Esopo, un tratante de arte, me habló del dadaísmo y el surrealismo de Max Ernst, de las confesiones de un rebelde de Sergej Aleksandrovic Esenin, me enseñó láminas de la etapa más espiritual de Kandinsky y de los exponentes del Pop Art (arte popular), Warhol y Lichtenstein. Buhoviejo se hallaba sentado en su silla de cáñamo encontrada en el contenedor de la vida. Había saltado de muchos trenes en marcha, conducía un carro con cartones, mantas agujereadas y sueños desvanecidos bajo un cielo prieto de circunstancias adversas. Apretujando su cabellera gris, una gorra de cazador ecologista calada sobre la cara surcada de grietas como barro en el lago seco. Curtido por el aire, el sol, el frío... y el rencor. Me ofreció cinco días de senderismo y un par de botas untadas de lodo del sur. Contaba que huía de las crueles ciudades con brutales terrados infestados de parabólicas y antenas-cruces gamadas que interferían en las ignorancias receptoras de ondas expansivas, atrayendo información negativa de poderosas sectas destructivas hacia una posible diversidad mundializada y enriquecedora cultura mestizada... Intercambio de energías. Dardo certero. Andrómeda, era una gitana de Baracaldo poseedora de una potente voz rota. Viajaba uniéndose a bandas y orquestas haciendo bolos, imitaba asombrosamente bien a Aretha Franklin y Janis Joplin entre otras, pero nunca duró mucho tiempo en un grupo, quería volar como un espíritu libre y así andaba haciendo “botellas”. Amigo, te diré que respiro mejor, fuera las obsesiones, que si la bolsa baja, la empresa quiebra... Trabajo precario.
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La gente en la carretera es nómada, si no se llega a conocer demasiado, siempre queda el lado autentico del principio. El buscatesoros me dice: tienes que ahorrar para el futuro. Yo le respondo: toma... quédate tú el dinero y el futuro y dame a mí la libertad... Sólo eso. Me levanté con la picadura del insecto. Mi pequeño compañero de cuatro patas me mira, creo que llora bajo la oscura brillantez del reflejo lunar. Gira la tierra y es difícil no caer en los abismos más primitivos. Sobre un fondo fauvista, Zappa y Stravinski dirigen una orquesta de erupciones volcánicas para desahogo de un agreste y salvaje valle de pasiones. Hablo con mi fiel compañero sin haberle puesto nombre, él no está marcado por los designios de otras mentes que gobiernan las nuestras... Somos soldados de alguna mente extraña... O conocida por todos los temores de la sumisión. Huelo la fresca lluvia, la tierra mojada, los truenos, los relámpagos, aquel nubarrón que apunta con su cañón y dispara a bocajarro... esto es dios, joder sí. Con mi sombrero de paja, mi bastón de avellano y mis sandalias remendadas de esparto y cáñamo, hallaré un pequeño indicio de razón, será suficiente para creer en la lógica de la locura, ¿con cuantas piedras se construyó este mundo? Espero no llegar pronto y aprender de los grifos, cíclopes o centauros... Sigue, sigue amasando el pan y ofréceme de comer buen samaritano, pues he estado catorce horas recogiendo tu fruta... la historia de la existencia está emparentada a los grilletes enlazados de la esclavitud. Las generaciones son como los autobuses que pasan, en cada parada baja una década insatisfecha. Bueno, voy escribiendo mi novela con las mismas palabras inventadas ya... no sé, quizá la destruya antes de que la leas para no inmiscuirme en tus telares cerebrales y perderte como amigo. Esto queda así. Da recuerdos y envíame señales de que siguen llegando olas a la playa, Que esta perra vida sólo me ha enseñado a ladrar... Y a esconder el rabo...
Kim Bertran Canut, 54 años. Barcelona, España. Escritor- Fotógrafo literario.
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UN OBSEQUIO PARA Ti
(17 de octubre de 2014)
Entre que naciste ayer o entre que habrías nacido mañana, te felicito hoy. La inteligencia que te caracteriza y la disciplina han hecho de ti un hombre admirable. Metódico en los asuntos y gentil en tender la mano a las personas desvalidas. Disfrutar nos has enseñado, pero siempre con disciplina. Trabajabas de mañana y tarde hasta que un día llegó a ti la jubilación. Tus ojos han visto más de medio mundo desde el momento en el que tomaste la decisión de comértelo en cada viaje. Te recuerdo bien, cuando vivías en casa con nosotros, despertabas antes de que amaneciera: ejercicio, desayuno saludable preparado por mi madre y no podía faltar tu licuado de diversas frutas. Cuando nos llevabas al gimnasio, al mirar tus hijos cuánto lo disfrutabas comenzamos a imitarte. En los viajes me encantaba que, en cada lugar que conocimos, siempre nos hacías caminar, recordar las calles, sentarnos en la banca de algún parque, conocer y reconocer pero más allá de todo, fue gracias a ti que hemos regresado a esos sitios, tú los mostraste y nosotros juramos volver. Siempre atento a la vida de mi hermano, de mi mami y de la mía. Nunca faltó tu apoyo económico. A veces faltaron abrazos, frases cariñosas, pero siempre estuviste cuando más te necesitamos. Eres parte de una familia muy unida; a pesar de las disputas, enojos y diferencias nos amamos y los tres te amamos infinitamente. Te admiramos sobre todo, por la capacidad que tienes para dejarnos vivir como nosotros queramos, sin ataduras, tabús, tapujos, nunca nos has negado las nuevas experiencias, errores, caídas y, a pesar de que a veces te exasperamos, siempre contamos contigo. Alguna vez dijiste que desearías que tus hijos te regalaran un carro Porche, Ferrari, o algo de esa magnitud, todavía no tenemos el suficiente dinero para darte un presente como ese, pero espero aceptes estas palabras baratas que te obsequiamos con mucho amor. TE AMAMOS PAPÁ.
Zafiro Merlión. Oaxaca de Juárez, México. Escritora.
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Silencio
Y en el silencio de tu voz descubro el sonido que me distrae. Y en el eco de tu sombra, que se dibuja repetidamente sobre la memoria del olvido. Recuerdo tus caricias repartidas en segundos paseándose en el aire con mi solitario corazón. Y en este tiempo tan distante Y en este abrazo de palabras tan vacías el recuerdo me lleva a tu mirada perdida esa que mira sin ver.. ….que siente sin sentir…
Laura Rizzi, 34 años. Buenos Aires, Argentina. Docente.
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Una luna al año La luna estaba del color de la sangre estampada en un cielo muy oscuro, demasiado. Bajé la mirada, la lápida frente a mí se encontraba envejecida aunque no había pasado demasiado tiempo. O quizás si… Me gritaba ausencia. ¿Por qué partir de forma tan brusca? Quién sabe… Justo en el momento en que nuestro amor se expandía, la ausencia. No me queda claro nada. Miré alrededor. Junto a la lápida añeja, un grupo de personas dejaban flores en otra más arreglada. Lloraban, pero no me interesó. Había oscuridad. Y solo se interrumpía por el reflejo de aquella luna que justo hoy decidió ser púrpura. Casi como un mal presagio, casi como si gritase que todo saldría mal. Y la volví a ver, solo, triste. ¿Cuándo fue la última vez?, no lo recordaba. La penumbra, que estaba a mí alrededor, también anidaba mi mente y, me atrevería a decir, que mi alma de la misma forma, aunque sin entender del todo por qué… solo sentía oscuridad como un peso, como una marca. Me levanté del césped sobre el que reposaba, sin poder identificar más que el rojo del cielo, casi como algo hipnótico. Las estrellas solo provocaban dolor. Dolor en mis ojos que parecían haber estado ausentes por mucho tiempo, y por recordar tu ausencia. Y ese recuerdo fue peor que la luz de millones de estrellas atravesando mis pupilas dormidas, porque no era mi luz, la única, la tuya. Y ¿dónde estabas cuando necesité tu calidez? Tampoco lo sabía. Comencé a caminar con la pesadez de haber estado inmóvil mucho tiempo. Cada paso, era un esfuerzo, un dolor indefinido. Sin embargo, me alejé de la tumba avejentada y ausente y me dirigí a nuestro lugar. No estaba muy lejos de allí, aunque llegué casi de inmediato. Nuestro amor me guiaba. Necesitaba que nuestros recuerdos estuviesen intactos, en algún lugar. En ese, donde fue nuestro primer beso, nuestro primer contacto piel con piel. Si, allí los recuerdos vivirían por siempre. Quizás rescatase algo de historia allí. Quizás, volver a aquel sitio sagrado para nosotros, me diese pistas de lo que había sucedido. Tal vez me brindase explicación a situaciones que estaban en una nube y con dolor, mucho. La luna, como un rayo unidireccionado, iluminó aquel árbol maravilloso y pude vernos cual fantasmas del pasado. Pude verme acariciándote, besándote. Tus ojos cerrados, tus labios entreabiertos, rojos como la luna, pidiendo ir por más. Parecía todo tan cercano aunque lejano a la vez, y me dolía no poder ser yo quien te tocase en ese momento. Quise volver a nuestro pasado. A la orilla del río, donde pasamos noches enteras mirando las estrellas y adueñándonos del universo. Me recosté en el mismo sitio de antaño, y te apareciste, sonriéndome. Me guiñaste el ojo, pero te fuiste sin explicaciones. ¿A dónde? Mi corazón se contrajo como entonces. No lo supiste, pero esa noche te seguí. Eras mía por sobre cualquier cosa.
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Me pertenecías así como tu futuro y tu pasado. ¿Y el presente? Debía tenerte, debías ser mía en tu totalidad y si, te seguí, como ahora sigo el rastro de tu aroma, al espectro de lo que fuimos. La luna alumbró mi camino, rojo, agonizante, sanguíneo. Me detuve ¿Quería saber a qué se debía la ausencia? No estaba seguro. Y ¿si lo que encontraba era desagradable? Y ¿si simplemente había olvidado para no enloquecer? Miré mis manos, rojas por la luna. Ensangrentadas…Tal vez era mejor la ignorancia, no saber… pero algo carcomía mis entrañas. Algo que subía, trepaba y anidaba en mi corazón quieto, endurecido, moribundo. Avancé. Era imposible el olvido. No cuando yo te tenía tan presente, aquí en mi pecho dormido. Continué con paso firme a pesar de que las nubes aparecieron, borrando la luz que me guiaba. Pero no la necesité, ya no. Me guiaba el recuerdo, sabía a donde me dirigía. Supe dónde te encontraría, donde estaría tu recuerdo. Mi pecho se sintió raro y supuse que era un recuerdo, como en aquel entonces cuando te seguí. Una casa, una luz en su interior. Entraste y yo fui a la ventana a espiarte. ¿Por qué simplemente no pregunté? No lo supe, aun no lo sé. Quizás anidó la desconfianza. Y allí estabas con él. Y ya no quise saber, ya no. Tarde supe quién era él. Tarde entendí tu inocencia; desgraciadamente luego de una serie de decisiones que… todo se evaporó. La luna volvió a salir, roja, ardiente, eterna, única. Tu recuerdo ya no estaba, se había esfumado junto a nuestro futuro. Entonces, me sentí volar y otra vez la luna y la oscuridad me invadieron. De repente, me encontré frente a aquella lápida vieja, ausente, iluminada por el resplandor de la luna. Pero esta vez, fui descendiendo de a poco, a mi lecho. A ese del que nunca debí levantarme. A esa oscuridad pútrida, a mi limbo personal, por precipitarme, por precipitar nuestro fin. Esa fue la recompensa por la desconfianza de nuestro amor, por no atreverme a confrontarte, por el temor a una respuesta: el desamor. Un inexistente desamor. Miré a mi lado, y esa otra lápida decía: “Te llevaron muy pronto de este mundo” y recordé una luz que te elevó a la eternidad, bella aunque desolada, mientras que a mí, las tinieblas me invadieron, haciéndome repetir el horror de habernos sacrificado, una y otra y otra vez… una luna al año.
María Soledad Fernández, 38 años. Argentina. Médica.
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ESQUIRLAS DE SILENCIO Entre los dedos un instante de viento se desgarra, se hace esquirlas el tiempo en la memoria. La soledad sobre los hombros yace en la ventana, lanza al vacío esporas de silencio. Agudizo el oído. Los latidos que escucho, ¿son los míos? La pesadumbre del reloj es metrónomo en marcha al compás de los recuerdos. Decadentes y etéreas de las paredes de este claustro emergen las visiones -desmesurados ecos en la vertiente de mis sinsabores. Cuando despierte el alba y deje en el cristal hostiles huellas apagaré la flama, colgaré en las esquinas mis palabras y por el ojo de la cerradura otra vez atisbaré los sueños.
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VEN…
Ven, hila la hebra de angustia que en mi pecho germina. Hila la telaraña que atada me mantiene. Invisibles grilletes aprisionan mis piernas. Entre la torva noche y la alborada cuarenta y ocho soledades reptan. Ven. Desteje el nudo que labraste para encerrar los sueños.
María Elena Espinosa Mata. San Nicolas de los Garza, N. L. Lic. En Educación.
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Ralentización Hace dos semanas me rompí una pierna. Prueba fehaciente de que, a partir de los treinta, el fútbol, aun entre amigos, es una actividad peligrosa. En rigor, no me rompí nada. Un esguince de rodilla nomás. Grave, de muchos grados, eso sí. Y en el momento de sufrirlo- nunca mejor dicho-, y hasta el tranquilizador diagnóstico facultativo definitivo, la sospecha terrible fue de, como poco, una condena a varios meses de postración, previo paso por el quirófano, seguida de una frustrante y dolorosa rehabilitación a manos de una jauría de encarnizados quinesiólogos. Afortunadamente, el atento traumatólogo andino que me visitó no me recetó sino reposo, acompañado de una ingesta generosa de analgésicos y antiinflamatorios, y la aplicación alterna de frío y calor en la zona afectada. De modo que he podido llevar una vida razonablemente normal. Uno de mis mayores temores- hasta tal punto nos alienó este vil sistema socioeconómico “nuestro”- era no poder presentarme en mis varios y precarios puestos de trabajo. No ha sido el caso. Encaramado a una muleta, desplomado sobre los asientos que la Empresa Municipal de Transportes reserva a embarazadas, ancianos y tullidos como el que suscribe, y con la inapreciable ayuda de unos progenitores que no me merezco, he logrado arrastrar mi maltrecha anatomía hasta los diversos tajos en que languidecen los indescifrables talentos con que la providencia me dotó. Aunque, en las sabias palabras de Pere Gimferrer, “el destino de todo escritor es quizá haber vivido para convertirse en libro”, nada más lejos de mi ánimo que aburrirles con el relato de mis últimas miserias. Todo lo referido hasta el momento viene al hilo de la- podríamos llamarla- “ralentización” a que mi lastimosa condición me ha obligado. Traducción de la voz inglesa “slow down”, da nombre a un movimiento partidario de- cito textualmente- “calmar las actividades humanas” y “tomar el control del tiempo, más que someterse a su tiranía”. Convendrán conmigo en se trata de puro sentido común. Pero como éste es el menos común de los sentidos, he tenido que sufrir un accidente para, al fin, dedicar a mi persona algo del tantísimo tiempo regalado a empleadores ingratos, cuando no directamente insaciables, o malgastado en ese continuo “hacer cosas” con que hemos permitido vaciasen nuestras vidas. La mencionada corriente “ralentizadora”- me perdonarán la cacofonía- recomienda, con cierta fiereza “new age” que tal vez ahuyente a más de uno, tener algún hobby. Yo tengo unos cuantos, todos ellos sospechosos; el más deshonesto de los cuales probablemente sea el de la lectura. Bien, pues compelido a ello por mi lesión y por la actual imposibilidad de acogerse al sagrado de una baja médica sin correr el riesgo de un despido fulminante, durante las dos últimas semanas- y las que me quedan, no pocas, preveo-, he consagrado buena parte de mi tiempo libre al estudio minucioso, y no por ello menos placentero, de dos obras que me resisto a dejar de reseñar.
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La primera de ellas es el largo y hermosísimo poema filosófico “De rerum natura”. Su título, tradicionalmente traducido como “De la naturaleza”, admite, sin embargo, una versión, más bella en su literalidad, que, por mi parte, prefiero: “Acerca de la naturaleza de las cosas”. Su autor, Tito Lucrecio Caro; Lucrecio a secas para la posteridad. Testigo de los agitados estertores de la República romana, epicúreo tardío y atomista maldito. Desde el infame libelo que le dedicara San Jerónimo, objeto de continuadas calumnias a cuenta de su materialismo, tan mal avenido con el idealismo cristiano. Reivindicado durante el Renacimiento por Michel de Montaigne, brillantísimo filósofo gonzo- si es que tal cosa existe-, y, en días más recientesprobablemente a causa del alegato del propio Montaigne-, por Michel Onfray, hedonista y ácrata, autor de una estimulante “Contrahistoria de la filosofía” en seis volúmenes, cuatro de los cuales, creo, ha traído Anagrama a nuestra lengua. En mis manos, y justo a la mitad de la misma, tengo la excelente edición bilingüe de Acantilado, bajo cuyo sólido techo conviven los inmortales hexámetros latinos y la impecable traducción de Eduard Valentí Fiol. Definitivamente, una joya de valor incalculable. Muy disímil suerte editorial han corrido las “Crónicas escogidas” de Marcel Proust, la otra obra en la que ando más que enfrascado, engolfado. Su enorme calidad emerge del piélago nefando de una vergonzante edición perpetrada por MCA, en su, a priori sugestiva, colección “La nave de los locos”. Aparte los consabidos errores tipográficos de las tiradas de saldo, se afrenta el paladar lector con alucinadas confusiones de género, aberraciones sintácticas fruto de una puntuación a la que el epíteto de equivocada le queda benévolo, y abultadas faltas de ortografía, rayanas en la ostentación analfabeta, dignas incluso de cualquiera de mis alumnos. No obstante, insisto, la decadente distinción de Proust acaba por aflorar entre la incompetencia con que aquellos aficionados casi lo echan a perder. Y supone una inmejorable propedéutica para mi gran objetivo lector del próximo año: “En busca del tiempo perdido”. Íntegramente, en sus siete tomos. Porque nunca se ha escrito nada de los cobardes. Sólo espero no tener que romperme nada para culminarlo. Veremos. O mejor, leeremos.
Carlos Ortega Pardo, 31 años. Valencia, España. Profesor.
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EL HARTE DE INTERRUMPIR
Interrumpir es un harte ejercida por hartistas y hartista es aquella persona especializada en inflamar la verija de la paciencia en todo momento. Los hartistas de la interrupción son conocidos vulgarmente como “metiches” y no es mal visto que entre metiches se roben la palabra porque de ellos es el reino de los celos. Regularmente el metiche en su medio natural acecha el instante justo para hincar el diente a la plática en turno y virar la atención a él y su maestría para arruinar momentos, y es que una característica apremiante en los metiches es su pánico al silencio, odian sentir el vacío del sonido en sus oídos, nunca cierran la boca (ni para comer si quiera), nunca. Siempre creen que tienen algo necesario que decir. Siempre. En el extremo opuesto estamos los que sufrimos la furia de sus traumas orales y nos reconocemos como “víctimas hartísticos” que por desgracia somos menos que los metiches razón por cual no resulta extraño que por cada cerveza destapada existan al menos tres metiches a la redonda peleándose entre sí por clavar el arpón de su lengua sobre la primer víctima. “¿Cómo vencer a un metiche?” tal vez te preguntes y hay dos respuestas. Una es ignorándolo hasta el cansancio, otra es que a un metiche no se le ignora, se le procura con bebida para que sea la botana de la fiesta. El showman de la noche. ¿Suficiente hasta aquí o me sigo de largo? Es decir, no quiero interrumpir tus quehaceres con mi pluma tan metiche.
Elvira Ávila, 26 años. Xalapa, México. Estudiante.
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socio laboral”, dada la preexistencia de mano de obra barata, en beneficio de grandes multinacionales, por ejemplo, textiles (lo podemos ver en países como India o Bangladesh); cuando no conduce, directamente, al endeudamiento de una nación (pobre) con respecto a otra (más rica) en forma de “explotación financiera”, mediante préstamos económicos, que se transforman en deuda, exigida posteriormente con intereses elevados (de ahí viene, a mi entender, la diferenciación, en la terminología histórica, entre “primer” -los que prestan- y “tercer Mundo” -los que “reciben”, por todos lados-). Las citadas formas de actuación económica (capitalista-neoliberal-neoimperialista) llevan a conclusiones malthusianas. Por tanto, se hace necesario el cálculo del “valor óptimo” (que no es el máximo) de producción con respecto a los demás factores poblacionales y ambientales de los países (y sus territorios), que nos permita acercarnos al necesario equilibrio. Para ello, es necesaria una transformación de las estructuras económicas sobre las que se basa el modo de vida hegemónico: El occidental, de carácter explotador y capitalista. Así como un cambio de mentalidad hacia el mundo natural, en la que el ser humano se vea integrado dentro de la propia estructura de la vida en la Tierra, de forma que, respetando a la naturaleza, comprendamos que nos respetamos a nosotros/as mismos/as: Se impone, por tanto, un reequilibrio entre el ser humano y su medio natural.
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madre Sentada a lado de la ventana, hundida en la penumbra de la noche, mezo mi cuerpo en el viejo butacón donde abrigada en ti, solía quedarme dormida. Recuerdo tus sosegados cánticos retumbando en tu pecho, viajando por el aire calmo de esta habitación, absorbidos por mi oído, acariciándome el alma, que tranquila, sucumbía a esos susurros que removían mi melena de niña. Recuerdo el latir de tu corazón, el calor de tu vientre, y los besos de tus labios haciéndome cosquillas en la sien. Yo apenas abría los ojos, porque podía verte aun cuando mis parpados permanecían cerrados, vencidos por el sueño. Y entonces, acunada en ti, no sentía miedo, ni soledad; la felicidad era mi dueña. Y mi mente volaba hacia mundos mágicos, envueltos en algodón, surcados por arcoíris, colmados de risas: —¡Mami! —gritaba eufórica, prendida a aquella nube, y tú reías y yo… yo corría hacia a ti, mamá… Entonces me despertaba, y al despertar siempre estabas… Sin embargo, hoy, no ocurrió… Te juro que he abierto y cerrado los ojos mil veces, pensando que la penumbra atraería el sueño, creyendo que la noche me devolvería a la niñez, y a tus brazos… Pero, sigo siendo una adulta, que se mece en este viejo butacón, cargado de ruidos a causa de la carcoma… Incluso he mirado al cielo: “Esta noche está lleno de estrellas, ¿sabes, mamá?”. Tú me decías que allá, flotando en ese terciopelo azul que acuna la noche, los ángeles tenían su casa. Yo quiero creer que estás ahí, mirándome desde una de esas estrellas; porque tú eres un ángel, mamá. Porque necesito pensar en ese mundo de fantasía que tú y yo construimos. Pero, soy demasiado mayor para creer en cuentos de hadas; demasiado vieja, aunque mi piel engañe a los años que mi alma carga desde ese día que tus pulmones dejaron de respirar en aquella habitación de hospital. De repente, no escuché tu corazón, y sentí que… ¡me volvía loca!, porque mi niñez se rompió. Tuve tanto miedo, tengo tanto miedo… Miedo a la realidad, a este mundo opaco, lleno de certezas y previsibilidad… ¡Yo solo quiero mi arcoíris! Y entonces, la brisa se cuela por la ventana y enfría mis mejillas bañadas en lágrimas tangibles, colmadas de dolor y perdida. Y sin saber cómo, en medio de la oscuridad, escucho tu voz muy a lo lejos. El frío se va y el calor me envuelve a pesar de estar desnuda, a pesar de no sentir ropas sobre mi piel…
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Una piel que se ha vuelto húmeda, pues de pronto no es aire lo que rodea mi físico, sino líquido. Un líquido que sabe a ti, que huele a ti… Oh, pensaba que se me había olvidado tu olor; pero aún lo llevo impregnado en mis sentidos, en mi esencia… Intento abrir los ojos: (puede que esto sea un sueño, puede que me haya quedado al fin dormida); pero, aun cuando mis parpados ceden, no veo nada; sin embargo, y pese a esta oscuridad, jamás había estado rodeada por tanta luz… Escucho tu corazón latir de nuevo, acompañando a mi latir. Algo toca mi cara, no sé qué es, pero es tan blando y acogedor, como lo fue aquella nube donde solíamos jugar en mis sueños cuando era una niña. Entonces la nube se arruga, y siento tus dedos, tus manos moldeándola, acariciando mi cara a través de este extraño algodón. —Hola, bebé —reverbera tu dulce voz en el líquido, y no solo escucho tus palabras: ellas me abrigan—. ¿Me sientes, mi niña? —me dices, mientras tu mano sigue ahormando el algodón, convirtiéndolo en caricias. Y de repente, mis ojos se abren a la realidad, y mis temores desaparecen; porque me doy cuenta que no hay arcoíris que buscar, ni cuentos de hadas en los que creer. La verdad está dentro de mí, por todas partes; antes no la veía porque huía de ella pensando que me haría daño. Me daba pavor no encontrarte. Hasta hace un minuto, mi realidad se llamaba muerte. Sin embargo, tú acabas de mostrarme que la muerte no es otra cosa que la continuación de la vida. Nuestro cordón umbilical jamás se rompió, ni mi niñez, ni tu susurro… Ahora, miro a esta habitación oscura y la siento colmada de líquido, de tu esencia… de amor. He abierto y cerrado los ojos, y te veo… me sonríes y yo corro hacia ti… porque vives en cada resquicio de mi alma, porque tu vientre me hizo tuya y tu amor es el arcoíris eterno de nuestros juegos. Te quiero, mamá.
Gema Lutgarda E. López, 38 años. Málaga, España. Escritora.
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Venus en el balcón Son las tres de la mañana. Demasiado tarde para unos, demasiado temprano para otros. La luz amarillenta entra pobremente a nuestra habitación. Un cuarto con piso de cemento, amueblada sólo con una raquítica mesa de madera, dos sillas y cama. Sobre una de las sillas reposa tu sombrero pachuco color negro; tus ropas sobre el suelo no se inmutan ante la pérdida de tus proporciones. No hace más de tres días; después de tantos años nos volvimos a encontrar, Ahora estás en el raquítico balcón, con barandales oxidados y costras de hormigón por todos lados. Recuerdo entonces como hace veinte años empezamos a incendiarnos, la vida era una mecha consumiéndose por ambos lados. Éramos dos plumas que no podían dejar de escribir, dos cuerpos que no podían despertar dos veces en la misma cama. Esto era la vida para nosotros, un huir constante de los minutos exhalados. Le teníamos miedo al tiempo, no a la muerte. Temíamos la vejez como los cultivos de maíz a las sequías. Atrapados en un vórtice, tantos besos, tantas noches empapándonos con pieles distintas, salir de un lugar para volver a encontrarnos con esa extrañeza de habernos extrañado. No estaba claro qué sentíamos, pero queríamos seguir huyendo. Había noches que huíamos del mundo para encontrarnos, días en los que huíamos de nosotros para saborear el mundo. Nuestros años siguieron iguales, poca rutina, pocas maletas, poca ropa y veranos interminables. Decidí alejarme repentinamente, arrebatarme de ti todas mis caricias y latidos. En efecto, mis sentimientos hacia ti se estaban ennobleciendo. Ante tu negativa no pude más que irme lejos, perderme para siempre y ocultar en mis bolsillos los versos y cartas que nunca recibiste.
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Ahora la noche es bochornosa, el clima de la costa hace transpirar tu pálida piel. Sigues ahí, llevando sólo encaje negro como tu cabellera, mirando el mar entre las palmeras. Inmutada, no hay poder humano ni fantasmal que te incorpore hacia tu entorno. Te imagino entonces cabalgando en sueños y ambiciones inconmensurables, fantasías ciclópeas y telarañas inauditas. Viajas entonces en ese mundo etéreo, conversas con los dioses olvidados, con alebrijes y fantasmas coloridos. Tal vez tus sueños sean más mundanos y tus deseos se refieran a un relámpago escurriéndote por los senos. Un arcoíris vibrante rozando los epitelios de tu entrepierna o a un pilar de carne maciza, rigurosamente enervada y caliente en todas sus aristas del cual gozas. Al final del placer no hay un periodo refractario, no hay un respiro ni descanso en nuestro mundo de lujuria infinita. Te revuelves entonces entre los ríos de perlas nacidos de este dios enhiesto, frotas tus caderas y el líquido se escapa por entre tus dedos. Una y otra vez, dios eyacula hacia el cielo, lo recibes gustosa y sin descanso. Hasta hoy no sé en qué clase de realidad te extravías cuando oteas el horizonte. El día de mañana partiremos. No sé, a quién esperes o te esté esperando. Pero conforme pasan los años, los brazos y piernas que me reciben van disminuyendo, supongo que lo mismo ocurre contigo. Poco a poco aquello a lo que tanto tememos acaba por devorarnos en un segundo, un segundo donde los años detrás de nosotros no tienen ningún significado. Yo sigo mirándote desde la cama y esperando que un día tus costumbres al fin logren enraizarse junto a mis sueños.
David Zigurat, 28 años. Distrito Federal, México. Médico cirujano y obstetra.
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Acorazada Era como si en lugar de un corazón, tuviese un puño estrujándole las palabras, los sueños, las lágrimas, haciéndole añicos las esperanzas, los sentimientos... Tan cerrado, tan oprimiendo que no podía abrirse, que parecía no poder liberar todo lo que desde su corta existencia mantenía encarcelado ahí dentro... Dejar ir, soltar, decir, llorar, desanudar, todo eso le había sido vedado en nombre de una fortaleza que ella no había pedido, que no quería, que se le había adherido al cuerpo, endureciéndola y no dejándola salir. Era como si ese puño la lastimara, la desgarrara y le impidiera amar. ¡Tanta presión! ¡Tanta prisión! Entonces otra vez los miedos y el dolor que se madejaban, se mezclaban, se confundían con esa soledad irreverente que no se iba, que era la única que verdaderamente no la abandonaba. Y ella que odiaba sentirse así de sola, con esa soledad como única compañía, con esa soledad como consuelo de quien sabe qué cosa. Y ella que no quería más de ese tipo de consuelo que la hacía convencerse de que así estaba bien, que se sufría menos, que vivir anestesiada era la clave para dejar de sentirse tan vulnerable. Y ella que lo único que deseaba era despertarse de ese estado de somnolencia. Era como si por fin ese corazón se transformara en una mano que lentamente se desperezaba, palma hacia arriba, todavía temerosa pero dispuesta a entregarse a otro, a darse. A darse aún cuando doliera, aún cuando el miedo la hiciera temblar, aún cuando el amor la inundara de incertidumbres más que de certezas, porque de todos modos de qué le habían servido tantas certezas más que para sumirla en ese profundo hermetismo. A darse en palabras acalladas que ahora tomaban vuelo y eran gritadas, liberadas, desenredadas. A darse en abrazos que derramaban lágrimas, que las hacían rodar por sus mejillas para terminar en su boca, en esa boca que tejió silencios más que besos, y que ahora besaba y decía.
Fernanda López, 31 años. Buenos Aires, Argentina. Escritora.
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La mujer del autobús El autobús va lleno, incluso hay cuatro personas de pie que cargan sus mochilas y unos cuantos problemas. Es un autobús ordinario en una ciudad más que ordinaria en donde las personas viven a un ritmo maquinario. Una mujer sentada en el último asiento de la última fila va llorando, hace quince escasos minutos acaba de salir de la casa que durante los últimos siete años había sido su morada, va llorando porque salió corriendo, escapando de la violencia de la que siempre fue su acompañante. No deja de temblar porque sabe que en cualquier momento su esposo, un oficial de policía que tiene el don de la carisma pública, pero la mente más cruel e inteligente con la que ella se ha topado, subirá al camión y la llevará de nuevo a casa para acabar con ella, comienza a pensar en qué hará, ni si quiera vio el letrero que indicaba el destino del autobús, teme como nunca encontrarse a alguien conocido. Es una mujer hermosa, a pesar de los moretones y cicatrices que tiene en todo su cuerpo y rostro, es poseedora de una belleza impresionante. Sus ojeras enmarcan esos brillantes y expresivos ojos negros. Ya no puede más, su llanto se vuelve más desesperado que nunca, por primera vez en muchos años llora por miedo, está aterrada, se atraganta con su propia saliva y sus piernas y manos no dejan de temblar. A su alrededor, las personas la escuchan llorar pero es un ruido más, forma parte de la canción de la ciudad, perros ladrando, niños vendiendo chicles, fábricas asesinas y mujeres llorando. Nadie quiere inmiscuirse en la vida de esa mujer, sin embargo, los hombres ven discretamente su vestido roto y le dirigen miradas lascivas, pues a sus veinticinco años, esa mujer tiene el físico merecedor a un premio internacional de belleza. Nadie le pregunta que tiene y ella no puede decir una sola palabra sin que le den ganas de vomitar todo el llanto que tiene dentro.
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El pánico crece a cada instante, se siente el ser vivo más frágil en ese momento. Voltea a ver a las personas que están sentadas alrededor de ella, tiene la esperanza puesta en que alguna mujer se compadezca de ella y le pregunte si puede ayudarle en algo, tiene la creencia de que la sensibilidad de las mujeres permite un lazo entre ellas. Pero no, ninguna se le acerca. Han transcurrido treinta minutos de viaje en el autobús y ya está comenzando a oscurecer, su marido debe estar por llegar a su casa y darse cuenta de que ella no está, entonces empezará a llamar, preguntar a las vecinas si la han visto y alguna de ellas le dirán que salió muy apresurada y nerviosa con una pequeña bolsa de charol, con un vestido manchado y viejo como los que solía usar. Él con todo su poder pedirá que las patrullas la busquen. Es lo único que puede pensar ella. Se quedó dormida durante algunos minutos, un sonido aterrador le acelera el corazón y le corta la respiración. Una patrulla se escucha a lo lejos, siente que todo comienza a ir más rápido, se da cuenta de que el autobús se ha quedado casi vacío y que la oscuridad se ha apoderado de todo el escenario. Su mente trabaja de forma desesperada y se agacha, a cada segundo escucha la patrulla más cerca. Tal vez alguien la vio subir al autobús. El altavoz de la patrulla le ordena al camión que se detenga y éste lo hace, la mujer no puede más, tiene un nudo en la garganta que no la deja respirar. El chofer se baja y enseguida vuelve con un papel que indica una multa por exceso de velocidad.
Diana Vázquez Zamora, 17 años. Tlaxcala, México. Estudiante.
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la estrella más brillante
Cuando era una pequeña niña solían hablarme de mi abuelo, me enseñaron a quererlo y conocerlo a pesar de que el había muerto años antes a mi nacimiento. Mi abuela decía que él estaba en el cielo, que podía cuidarme desde ahí, porque al morir se convierto en una estrella, y cada día al anochecer mirábamos el cielo juntas, ella apuntaba al cielo y me decía: tu abuelo esta justo ahí, en la estrella más brillante, algún día yo también formare parte de ese cielo estrellado. Los años pasaron, mi abuela cada vez envejecía y enfermaba más, nunca me separe de ella. Ella era todo lo que yo tenía. Crecí con ella, ella fue quien me crío, educó y amó durante 18 años. Siempre pensé que ella seria eterna, que yerba mala nunca muere, pues ella era la perfecta cabrona. Pero no fue así, un día simplemente ella ya no abrió sus ojos. Desde ese día, al anochecer miro al cielo sabiendo que la estrella más brillante ahora es quien cuida de mí.
Alicia Garza de la Garza, 21 años. Monterrey, México. Estudiante .
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ÁMAME Aun cuando eres princesa de mi imaginación, solicitud de mi corazón, por frustrado deseo de felicidad que no cesa, eres bella, monstruo que destella: O sea: Apacible, fiera accesible, notable, pelitrique admirable, fragante, rosa inodora impresionante, y suave, aspereza donde placer cabe. Posees: Delicada piel, acero de miel, rosada, palidez deseada, manos de seda, tosquedad que ira veda. Y extática voz, melodía atroz. Además: Boca tenue, nulo e injusto precepto que obsta renue, aromática respiración, pestilencia que evoca mi concentración, beso abril, mordida sutil, e indispensable mirada, anopsia contemplada. Bruñida y lisa piel, tierno pelaje fiel, vista envidiada, tiniebla codiciada, dientes cariñosos, indolentes colmillazos candorosos, y cabeza crinada, rústica calvez celada.
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CREACIÓN
Es decir: Rostro exquisito, trágica máscara de mito, y figura acabada, silueta ambicionada. indivisible, primitiva roca sensible, afable, gran bestia amable, importante, baladí e interesante, clave, histórica llave, e infalible, yerro remisible. También: Sincera, hipocresía que no busca y no espera, leda inexhausta, leve compañía infausta, yo peor que peor, no obstante, anímate y dadívate, espíritu especial, materia angelical, océano de dolor, rútila y vital gota de amor.
Ever Harley Campos Zambrana, 39 años . Jinotepe, Nicaragua. Abogado y Notario.
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CREACIÓN NOCHE NEGRA La calle se ilumina La gasolina se extiende Corremos hasta perder Las fuerzas a descansar En los carros abandonados En los prados olvidados. El amanecer esta cerca La noche de las estrellas Plebeyas, como asesinos De dragones escapamos Entre el fuego. Se sentían sus pasos muy Detrás, la muerte a nuestra Espalda, venia disfrazada. El sol impacta con sus Primeros rayos la atmosfera, Es un amanecer rojo, después De una noche tan negra.
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CREACIÓN Nos sumergimos
Se confía el corazón de los Hombres, se pervierten los Ojos del inocente, la mente Sin escrúpulos camina por Las ciudades. Una llamada telefónica En medio la urbe, tú voz, Hablando a mi oído, cientos De personas a mi alrededor, Perdido en medio del cosmos. De pronto la señal crea Un ambiente en donde te Encuentro y un te amo de Tus labios, me sacude. El siglo de la información, Escapamos de las palabras Y las señales, nos encontramos, Desaparecemos, nos sumergimos.
Fabián Luna, 24 años. México. Poeta.
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AYER Y HOY La tierra labrada en surcos se brota los suelos fértiles la semilla germinan el hombre disfruta tras una pelota las mujeres descansan, los niños caminan las calles son grises, los parques florecen las casa pintadas de vivos colores los hombres felices en su mundo amanecen las mujeres amadas, sus tiernos amores. La tierra labrada de pronto se agita los suelos se abren sin una razón el hombre se lanza la primera bomba la mujer se desgarra su buen corazón las calles se llenan de humo y olores las casas derrumban sus pisos de arcilla los hombres debaten cual cusa y motivo las mujeres oponen su razón a la guerra. La guerra ha llegado, la tierra se explota un misil destruye los surcos de arado la bomba al hombre extermina y derrota la terrible batalla, a la mujer a diezmado
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CREACIÓN
Cualquiera que tenga dos dedos de frente sabrá que el hombre ha perdido su mente que está terminando sin razón su mundo por unos deseos de poder iracundo. Ayer el carbón la piedra y el oro hoy las resinas, el gas y petróleo razones le sobran al hombre en la guerra el poder el dinero el trono y la gloria. Por eso se atacan, se hieren se matan mil bombas se arrojan al temido enemigo otrora orgulloso de ser su hermano, su pana su cuadro su pinta su amigo.
Hugo Polanco Bohórquez.
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CREACIÓN
CREACIÓN
CREACIÓN
Transmisiones de amor Tu voz es más hermosa que el baile de una rosa en el azulado suelo; tu simpatía más bonita que la sonrisa de una perlita en la brisa del viento; tu mirada más preciosa que el canto de una mariposa en el diáfano cielo; tu ternura más exquisita… que la caricia de una sirenita en la faz del firmamento; tu fragancia más maravillosa que el trazo de una mantis religiosa en el verde hielo; mas el brillo de tu alma no tiene comparación.
Dante Vázquez M. 33 años. Distrito Federal, México. Poeta.
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EL NUEVO SALVADOR DE LA SOCIEDAD Fatuo, poco generoso, ligero de razones con peso, lleno de simbologías adormecidas y engañosas palabras, ya muy vistas, muy conocidas en épocas pasadas, muchos años antes de la golosinada de arrebatar el poder. Así me pareció a mí un personaje que de la nada aparece y como resucitado nos intenta enseñar a vivir y a dejar de sufrir, en una palabra, doblegar. Si, en realidad solo quiere doblegar, llevarnos como borregos a su redil, con una sonrisa que te suena de haberla visto en fotos del pasado, en recuerdos, en la disyuntiva de épocas pasadas en las que se debatía la misma suerte. Sutil, sibilino, pretende hipnotizar a las cámaras… Pero son tan transparentes los reflejos que estas cámaras proyectan que se ve claramente al embaucador. Convence, claro que convence, con lo que tenemos encima, cualquiera que venga y diga soy el salvador, nos lo creeremos. Aprovechando la moral por los suelos de muchos, el no saber qué hacer de otros, la sinvergonzonería del resto, es el momento de que un salvador, mentiroso y engañoso venga a resucitarnos. Pero no será fácil, porque a pesar de todos los descalabros sufridos, aún quedan fuerzas y esperanzas de que podamos sobrevivir sin la necesidad de que nadie, nadie trate de llevarnos por donde no queramos. Nuestra sociedad parece que está hundida, dividida, machacada. Pero la realidad es que aquello de: caerás pero al momento te levantarás, en esta sociedad, es vital. Porque, si caemos y nos dejamos pisotear jamás llegaremos al final. ¿Cuál es nuestro final? Se preguntarán, solo cada uno de nosotros mismos lo sabemos, pero para llegar a ése final no necesitamos a, fatuos, egoístas ni mentirosos.
Rosa María Bodas Pérez, 56 años. España. Administrativa Contable en paro.
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pensé que te afectara tanto a tal grado de hacer aquello. Es que por tu mente nunca pensaste siquiera lo triste que me quedaría ,acaso no sabes que eras lo único que tenía: ¡no te habías enterado ¡.No se tu pero yo no sé cómo comenzar de nuevo, ahora que te has ido, en el momento más feliz de nuestras vidas cuando ya teníamos todo para nuestra próxima boda, sí esa que habíamos planeado todos estos años que vivimos juntos siempre juntos ; tú en la más infernal soledad y yo acompañándote. Me resulta extraño que ya no estés acá conmigo acompañándome a elegir la foto indicada para aquellos catálogos que se me ocurrían “entre tanto roñoso cliente”, si había algo que me gustaba de ti era tu forma de ser a la hora de elegir aquel archivo que enviaríamos. De parte de “Batman y robin, la pareja de moda”. Así éramos nosotros una dupla perfecta, un dúo sin igual, la pareja que pronto podría caminar por las calles como todo unos tortolitos, llenos de ternura con nuestro sueño hecho realidad. Nadie se atrevería siquiera a mirarnos mal ya éramos parte del “ gremio” si de ese de los recién casados con la luna de miel a cuestas – donde se te ocurriera- te acompañaría hasta el fin del mundo si fuera necesario; y es “que amores que matan nunca mueren “ te acuerdas de aquella canción del maestro Sabina, el que solías escuchar cuando se te ocurría dedicarme un verso y te inspirabas para aquello; y luego siempre terminábamos en la cama enlazados como dos borreguitos degollados por el amor ,la ternura y todo eso tierno que sentía por ti que no sé como describirlo. De repente no era un buen cocinero-ya me lo habías dicho-pero hacia lo suficiente por agradarte en esas cenas interminables que teníamos en casa ; y que eran más divertidas que ir a uno de esos restaurantes cuatro tenedores donde te servían tan poquito como si tuvieras el estómago de un pajarito – que tacaños no- ni hablar. Me resulta imposible no decirte que ahora descansaras junto a mama -como lo hacías en mi regazo -en esas noches en las que los dos acompañados de la veladora de la habitación compartíamos opiniones sobre aquellos proyectos encargados. Sí el panteón que mando a construir hace algunos años mi bisabuelo para todo el clan Colmenares y donde tu estas aceptado como uno más de la familia; porque eso fuiste tú para mí, el ultimo ser humano al que quise, ame y extrañare.
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CREACIÓN No te atrevas No te atrevas.. No te acerques Te permito que me ames Cada día un poco más Así, a la distancia, Sin vernos, sin hablarnos Sin soles ni lunas, Sin estrellas Sin música Sin perfumes Solo el pensamiento Cubierto de caricias Y largos abrazos Así, en silencio Solo así perdurará tu amor y mi amor Sin rutinas diarias Sin horarios fijos No te acerques No te atrevas… Solo tenernos En el pensamiento Solo eso...
Alicia Di Marco, 60 años. Allen. Río Negro, Argentina. Docente jubilada.
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CONSTANCIA EXISTENCIAL Te dejo constancia de mi existencia, porque temo que mañana me olvides, y pienses que fui sólo un sueño, una broma que no tomaste en serio, un huaco silbador alejado de tu vida. Te dejo esta rojiza fruta que enrojecerá tu mejilla cuando no intentes seguir las huellas del recuerdo, cuando las huellas del recuerdo y las delicias de la desconfianza muda intenten ovillarte en las bejucos de la duda, en los céntimos que no sentimos en la desesperanza; y tu pluvial cuerpo esté dormido en otros días.
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creación
NUNCA TE SENTIRÉ DISTANTE
Nunca me sentiré distante de tu turístico cuerpo. Nunca te sentiré distante de este dominio curaca, de este templo por escarbar. Nunca estarás distante de este pepinar, de este valeroso sembrador de camotes. Nunca estaré distante de tu audaz monte tallán, de tu generoso mar.
Gregorio Maza Ramos. Piura Perú. Narrador y poeta.
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Te Queda Corta La “Poesía” Te Queda Corta La “Poesía” Quiero verte en claroscuros sombras, siluetas - bailan natural, completa... hacernos mutuos y obvia mente perdernos en ambos Te soñé piel a piel tu universo y el mío bailan unidos a versos La gárgola nos observa farolas indiscretas se aproximan bailan ¿quieres ser mi musa pequeña inspiradora? Apaguemos el castillo las luciérnagas bailan valses de prima vera segunda vuelta compás y al frente temporada de egos ojos y felinos movimientos Danza elije mi cargo baila tira todo por la borda que la ventana queda corta ante la idea del destino manifiesto
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Te queda corta la “poesía” déjame cantarte una pasión al oído - odio Tenía que llegar a marte recuperar la confianza del planeta, vecina flota ¿qué se expone: el cuerpo o el tiempo? baila pequeña secreta intranquila Tomar tu cuerpo instrumento natural agónica sinfonía muerde labios dedos lo que se ponga al frente baila ruidosas escenas revividas memorias guiones aprendidos antes de aprehendernos sed de mutar bajo luna juntos en cuatro paredes encerrados.
Zambra. Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México. Promotor contracultural y músico.
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FRAGMENTO Cementerio de los Libros Olvidados. —Daniel, bienvenido al Cementerio de los Libros Olvidados. Salpicando los pasillos y plataformas de la biblioteca se perfilaban una docena de figuras. Algunas de ellas se volvieron a saludar desde lejos, y reconocí los rostros de diversos colegas de mi padre en el gremio de libreros de viejo. A mis ojos de diez años, aquellos individuos aparecían como una cofradía secreta de alquimistas conspirando a espaldas del mundo. Mi padre se arrodilló junto a mí y, sosteniéndome la mirada, me habló con esa voz leve de las promesas y las confidencias. —Este lugar es un misterio, Daniel, un santuario. Cada libro, cada tomo que ves, tiene alma. El alma de quien lo escribió, y el alma de quienes lo leyeron y vivieron y soñaron con él. Cada vez que un libro cambia de manos, cada vez que alguien desliza la mirada por sus páginas, su espíritu crece y se hace fuerte. Hace ya muchos años, cuando mi padre me trajo por primera vez aquí, este lugar ya era viejo. Quizá tan viejo como la misma ciudad. Nadie sabe a ciencia cierta desde cuándo existe, o quiénes lo crearon. Te diré lo que mi padre me dijo a mí. Cuando una biblioteca desaparece, cuando una librería cierra sus puertas, cuando un libro se pierde en el olvido, los que conocemos este lugar, los guardianes, nos aseguramos de que llegue aquí. En este lugar, los libros que ya nadie recuerda, los libros que se han perdido en el tiempo, viven para siempre, esperando llegar algún día a las manos de un nuevo lector, de un nuevo espíritu. En la tienda nosotros los vendemos y los compramos, pero en realidad los libros no tienen dueño. Cada libro que ves aquí ha sido el mejor amigo de alguien. Ahora sólo nos tienen a nosotros, Daniel. ¿Crees que vas a poder guardar este secreto? Mi mirada se perdió en la inmensidad de aquel lugar, en su luz encantada. Asentí y mi padre sonrió. —¿Y sabes lo mejor? —preguntó. Negué en silencio. —La costumbre es que la primera vez que alguien visita este lugar tiene que escoger un libro, el que prefiera, y adoptarlo, asegurándose de que nunca desaparezca, de que siempre permanezca vivo. Es una promesa muy importante. De por vida —explicó mi padre—. Hoy es tu turno.
Fragmento de: La sombra del viento. De: Carlos Ruiz Zafón.
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FRAGMENTO
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libros Memorial del convento De: José Saramago
Editoral: ALFAGUARA ISBN: 9788420484389 No. de páginas: 472 Lengua: ESPAÑOL
Uno de los textos más célebres de la literatura portuguesa de todos los tiempos. Érase una vez un rey que hizo la promesa de construir un convento en Mafra. Érase una vez la gente que construyó ese convento. Érase una vez un soldado manco y una mujer que tenía poderes...
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libros Siddharta De: Herman Hesse
Editoral: DEBOLSILLO ISBN: 9788499899855 No. de páginas: 216 Lengua: ESPAÑOL
Esta novela, ambientada en la India tradicional, relata la vida de Siddhartha, un hombre para quien el camino de la verdad pasa por la renuncia y la comprensión de la unidad que subyace en todo lo existente. En sus páginas, el autor ofrece todas las opciones espirituales del hombre. Hermann Hesse buceó en el alma de Oriente a fin de aportar sus aspectos positivos a nuestra sociedad. Siddhartha es la obra más representativa de este proceso y ha ejercido una gran influencia en la cultura occidental del siglo XX.
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libros Dracula
De: Bram Stroker
Editoral: Alianza Editorial ISBN: 9788437612010 No. de páginas: 592 Lengua: ESPAÑOL
Si hay un mito literario que haya alcanzado la universalidad a lo largo de este siglo, sin duda es el de Drácula, el arquetipo mismo del vampiro. Publicada a finales del siglo pasado y recibida todavía como una novela gótica tardía, sus repercusiones han desbordado con creces el ámbito cerrado del género. Gracias a una hábil amalgama de folklore e historia auténtica, Drácula ha sabido encarnar la esencia misma del vampirismo hasta convertirse en el epítome del personaje más popular de la ficción sobrenatural.
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libros
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libros Primavera con una esquina rota De: Mario Benedetti
Editoral: Alfaguara ISBN: 9788420422947 No. de páginas: 208 Lengua: ESPAÑOL
Primavera con una esquina rota es un testimonio directo y dolorido que trata de una sociedad escindida, fracturada por la represión y el autoritarismo, e intenta ser un puente entre dos regiones –el Uruguay bajo la dictadura y el Uruguay del exilio– que constituyen un solo y lacerado país. Mario Benedetti combin a aquí denuncia, pasión, amor e Historia para transmitir al lector un mensaje de esperanza.
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libros El retrato de Dorian Gray De: Oscar Wilde
Editoral: Salamandra ISBN: 9788493643362 No. de pรกginas: 304 Lengua: ESPAร OL
El joven Dorian Grey es retratado por su amigo el pintor Basil Hallward. Y a partir de ese momento el cuadro comienza a sufrir una serie de transformaciones, que reflejan los cambios del alma de Dorian Grey. La acciรณn estรก ambientada en Londres, a finales del siglo XIX. Esta novela de Oscar Wilde estรก considerada como una d e las cumbres de la literatura universal.
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