FACTUM - Revista Literaria No. 17

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FACTUM REVISTA LITERARIA

diciembre, 2014. no. 17

Biografía: Ignacio M. Altamirano. Creación: Zambra, Fernando Bermúdez, Fabián Luna, Gemma Cardera Gil, Hugo Polanco Bohórquez, Rosa Lía Cuello, Claudia Alejandra Auriol, Silvana A. Nosach, Rubén Callejas, Dante Vázquez M, Eloy A. Gómez, Ever H. Campos Zambrana, Gustavo Leyton Herrera, Cesar Del Valle, Daniel Gómez López, Mónica Beatríz Callegari, Facundo Dassieu, Carlos Ortega Pardo, Ariel F. Cambronero Zumbado, Rosa María Bodas Pérez, Gema Lutgarda E. López, Joalberths De Agrela, Rita Bedia Lizcano, Kim Bertran Canut, Ernesto Salamandra y Elvira Ávila. Artículo: Octavio Cabrera. El Fragmento: Charles Dickens.






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CONTENIDO biografía

Creación

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artículo 98 - 100

el fragmento 102 F A C T U m - Revista Literaria

libros 106 - 111 5


Presentación Cuando era como vos me enseñaron los viejos y también las maestras bondadosas y miopes que libertad o muerte era una redundancia a quien se le ocurría en un país donde los presidentes andaban sin capangas.

Uno no siempre hace lo que quiere uno no siempre puede por eso estoy aquí mirándote y echándote de menos.

Que la patria o la tumba era otro pleonasmo ya que la patria funcionaba bien en las canchas y en los pastoreos.

Por eso es que no puedo despeinarte el jopo ni ayudarte con la tabla del nueve ni acribillarte a pelotazos.

Realmente no sabían un corno pobrecitos creían que libertad era tan solo una palabra aguda que muerte era tan solo grave o llana y cárceles por suerte una palabra esdrújula.

Vos ya sabés que tuve que elegir otros juegos y que los jugué en serio.

Olvidaban poner el acento en el hombre.

Y jugué por ejemplo a la escondida y si te descubrían te mataban y jugué a la mancha y era de sangre.

La culpa no era exactamente de ellos sino de otros más duros y siniestros y estos sí cómo nos ensartaron en la limpia república verbal cómo idealizaron la vidurria de vacas y estancieros y cómo nos vendieron un ejército que tomaba su mate en los cuarteles.

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Y jugué por ejemplo a los ladrones y los ladrones eran policías.

Botija aunque tengas pocos años creo que hay que decirte la verdad para que no la olvides.

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Por eso no te oculto que me dieron picana que casi me revientan los riñones todas estas llagas, hinchazones y heridas que tus ojos redondos miran hipnotizados son durísimos golpes son botas en la cara demasiado dolor para que te lo oculte demasiado suplicio para que se me borre. Pero también es bueno que conozcas que tu viejo calló o puteó como un loco que es una linda forma de callar. Que tu viejo olvidó todos los números (por eso no podría ayudarte en las tablas) y por lo tanto todos los teléfonos. Y las calles y el color de los ojos y los cabellos y las cicatrices y en qué esquina en qué bar qué parada qué casa.

Una cosa es morirse de dolor y otra cosa es morirse de vergüenza. Por eso ahora me podés preguntar y sobre todo puedo yo responder. Uno no siempre hace lo que quiere pero tiene el derecho de no hacer lo que no quiere. Llora nomás botija son macanas que los hombres no lloran aquí lloramos todos. Gritamos, berreamos, moqueamos, chillamos, maldecimos porque es mejor llorar que traicionar porque es mejor llorar que traicionarse. Llorá pero no olvides.

Y acordarse de vos de tu carita lo ayudaba a callar.

Hombre preso que mira a su hijo, Mario Benedetti.

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Biografía

Ignacio M. Altamirano Nació el 13 de noviembre de 1834 en Tixtla, Guerrero. Originario de una familia de raza indígena, hijo de Francisco Altamirano y Gertrudis Basilio. Ignacio Manuel aprendió a hablar español sólo hasta que su padre fue nombrado alcalde del pueblo. Consigue, en 1849, una beca instituida por Ignacio Ramírez “El Nigromante” para estudiar en el Instituto Literario de Toluca, donde éste mismo imparte sus enseñanzas, cursó derecho en el Colegio de San Juan de Letrán. También perteneció a asociaciones académicas y literarias como el Conservatorio Dramático Mexicano, la Sociedad Nezahualcóyotl, la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, el Liceo Hidalgo y el Club Álvarez. En 1854 interrumpió sus estudios para adherirse a la revolución de Ayutla, que pretendía derrocar a Santa Anna, Altamirano se fue al sur de Guerrero y se puso bajo las órdenes del general Juan Álvarez. Una vez terminada la revolución, Ignacio Manuel retomó sus estudios de jurisprudencia, pero hubo de dejarlos de nuevo en 1857, cuando volvió a estallar la guerra de Reforma. En 1859 se tituló como abogado y, una vez victoriosos los liberales, fue elegido diputado al Congreso de la Unión, donde se reveló como uno de los mejores oradores de su tiempo En 1867, restablecida ya la República, consagra por fin su vida a la enseñanza, la literatura y el servicio público, en el que desempeña distintas funciones como magistrado, presidente de la Suprema Corte de Justicia y oficial mayor en el Ministerio de Fomento. Funda junto a su maestro Ignacio Ramírez y Guillermo Prieto, el Correo de México, publicación que le sirve para exponer y defender su ideario romántico y liberal; dos años más tarde, en 1869, aparece la revista Renacimiento, que se convierte en el núcleo que agrupa y articula los más destacados literatos e intelectuales de la época con el común objetivo de renovar las letras nacionales. En 1868 escribió Clemencia, considerada por los intelectuales como la primera obra moderna mexicana. Dicha novela junto a Julia (1870) y La Navidad en las montañas (1871) se consideran básicas para la narrativa mexicana. En ellas expresaba la situación que vivía su país: el militarismo, la deficiente enseñanza y las desigualdades sociales. El Zarco, publicada en 1901, es su obra más importante; rica en matices expresivos, giros idiomáticos y descripciones del paisaje, donde narra las aventuras de un bandido. Reiteró constantemente la necesidad de dejar de lado las bases románticas que los europeos habían traslado a México y crear ellos mismo su propia literatura. Una literatura distinta con una temática autóctona, una novela nacional donde figuran el indio y la historia de México. El 13 de junio de 1889 fue nombrado Cónsul General de España, con residencia en Barcelona y posteriormente en Francia (18 de febrero de 1890). Falleció en San Remo, Italia, el 13 de febrero de 1893. En 1934, al celebrarse el centenario de su nacimiento, el Congreso de la Unión acordó que sus cenizas fueran trasladadas del Panteón Francés a la Rotonda de los Hombres Ilustres.

Sus obras: Rimas (1880) Clemencia (1869) El Zarco (1869) Antonia y Beatriz Atenea Cuentos de invierno (1880) La Navidad en las montañas (1871) Paisajes y leyendas, tradiciones y costumbres de México (1986) Crónicas de la semana (1969) La literatura nacional (1949) Obras (1899) Obras literarias completas (1959) Obras completas (1986)

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“No creas tan fácilmente… nada engaña más que un corazón enamorado.” - ignacio M. Altamirano -

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CREACIÓN

Todxs somos normalistas Todxs somos normalistas pues es normal la muerte normales las desapariciones el humor burdo las mordidas, los cacicazgos, las prepotencias es normal la incertidumbre de no saber quién está detrás del arma que jueguen con decirnos donde está el alma quien la maneja, quien la compra y quien la vende es normal que por buscar 43 nos acordemos del 68 o, peor aún, que encontremos otras y otros que nadie andaba buscando porque en este país es normal que desaparezcan vivxs y amanezca muertxs pues en este país es normal que no importe la vida si no hay dinero que la respalde anormal es pensar que todo debe cambiar pues es normal quedarse cruzado de brazos muerto de miedo sin actuar “trabajando más duro” porque dios madruga al que no le ayuda es normal creer que la vida cruel no va a alcanzarnos en nuestro sofá cama, comedor, vivienda infonavit rellena de fonacot y se teme perder todo excepto las vidas que se siguen perdiendo día a día golpe a golpe verso a verso jamás puede ser normal tanta apatía por la vida ni lxs negativxs que hemos sido podrían quejarse de lo contrario

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CREACIÓN

todxs somos normalistxs pues no han, nos hemos, nos seguirán acostumbrando a ver normal tanta desajuste, desequilibrio en un balance que siempre ha sido positivo y nuestro una realidad que no es normal pero se nos hace más normal evitarla a toda costa y a todo costo huir siempre es más fácil que afrontar toda la maldita vida por eso no puede ser normal que no se arregle lo que tiene tan fácil arreglo no puede ser normal que sigamos creyendo cuentos que sigamos de funestxs agrediendo a cualquiera que se atreva a decir: “discúlpeme, pero esto no es cierto” todxs somos normalistxs por no decir que es normal que valgamos menos. Después de todo en este país el silencio dejó de ser opción hace mucho mucho tiempo.

Zambra. Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México. Promotor contracultural y músico.

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El silencio & la nada Era una tarde, una de esas tardes llenas de silencio en medio de una brisa que empieza sigilosa, con calma & muchos secretos que contar. Las sirenas empezaban a cantar a gritar amor en medio de la nada, en medio de un silencio brutal, lleno de vacíos lugares que necesitaban un par de espectadores para comenzar a imaginar. La nada empezaba a crecer, a ser más amable & con buen humor, los gorriones empezaban a dedicar canciones a los árboles, plantas & uno que otro animal silvestre que se postraba en el bosque, alusivos a sus cantos todos empezaban a danzar, los arboles con pasos sigilosos sin mover su raíces, pero regando sus hojas secas en lo delicado del otoño, las plantas sonrojadas por tal cortejo emanaban sus tonos para a vivar los detalles del paisaje, los animales bailaban entre las copas de los árboles, entre las hojas secas que emanaban de ellos, flotaban mientras las tertulias de la tarde se hacían presentes en medio del silencio, le contaban a la nada lo significante que era ella para él, la nada alucinante & llena de cosas por decir, empezó a glorificar su entono con los secretos de su vida, los arboles bailan aún más fuerte, las hojas secas de sus cuerpos caían una por una en sincronía como si cayeran del cielo para glorificar a la tierra con sus colores & su madurez, el silencio gritaba aún más fuerte , su voz era más vibrante, la brisa corría por cada uno de los espacio de la nada, cada personaje de ella estaba extasiado, estaba lleno de vida de emociones encontradas, que sus acciones las cometían con el corazón de lo que sentían, con la pasión & el amor, que el silencio & la nada se demostraban. Ahí en medio de lo insignificante el silencio & la nada se enamoraron se entregaron en cuerpo & alma a sus pasiones, en sincronías, en momentos acompañadas de grandes pianistas, tenores, violines, chelos & trompetas que se tocaban en los aires, en las copas de los árboles, los fasires cantaban al ritmo de una banda sonora que es un ruido de olas & choques de pieles, de bailes entre lo natural & las miradas de dos surcos que se recuerdan constantemente en medio de un amor, donde el silencio calla y la nada le hace compañía para mirarse por los que le temen al amor. Cuando el mundo está al revés & el ayer es el hoy nos gustaría cometer un antier, en medio de cada beso, repitiendo los nombres en cada laguna mental, buscando sus voces en cada canción que no supimos entender, mirándonos en la nada sobre un espejo & el silencio nos acompaña para recordarnos que el amor está detrás de uno, mientras la luna nos mira cada día & se va pensando en volver a ver a ese amor, de dos, de todos, dedicándolo al silencio & a la nada por todos los tiempos juntos sin siquiera pensar en partir.

“El amor no se busca o se espera, él llega de la forma más rara, inexplicable& junta a las personas que deben estar en ese momento, no hay destino, tampoco hay un mañana solo un aquí & ahora”. Fernando Bermúdez, 22 años. Chiapas, Mexico. Escritor, Fotografo y Poeta.

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Mi Marisma Nuestros hombros cargados de sueños, tensos, desencadenantes. Nuestras bocas llenas de besos, labios suaves, ojos tiernos. Sincronizados susurros prolongados, pasan los días, caminas hasta el fondo. Donde florecen mis versos, donde me hablan los poetas. Penetras mi marisma Donde las estrellas se mesen, enloquecen. Y los sentimientos crecen en terrenos de alegría. Observas las diminutas algas, todo esta inundado, una ave ratón pasa a tu lado.

Un quetzalli nos mira a lo lejos, nos captura, atrapa nuestra mirada, se percibe la luz del alba.

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Caminante

Recorriendo las selvas En mi búsqueda, los reptiles te obedecerán y las liebres protegerán tu camino. Soñadora, destructora de mundos, despiertas la magia a la distancia, te rodean las abejas con elegancia. Caminante de las arenas sacudes la nieve y los yacimientos cercanos, descendiente de innumerables ancestros intergalácticos

Fabián Luna, 25 años. D.F. México. Poeta.

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Mi Hilo Rojo del Destino ¿Saben? En Japón hay una historia que cuenta la Leyenda del “Hilo Rojo del Destino”, dicen que hay un hombre viviendo en la Luna, que todas las noches se asoma a mirar la Tierra y ata a dos personas del dedo meñique con un fino hilo rojo para que así... nunca se pierdan. Llevo siguiendo mi hilo desde hace muchos años... muchos... He andado por 5 países distintos y los he recorrido en su mayor parte, he subido montes y he nadado en mares; he escalado árboles y he dejado a una mariposa posar sobre mi dedo, viendo cómo batía sus alas. He visto revolotear águilas frente a mí y trotar caballos con el viento; he tenido un bebé en mis brazos, cogiendo fuerte mi dedo y aunque no fuera mi hijo, me llamaba “mamá”... y me hacía llorar. He andado junto a amigos de nacionalidades distintas; he mirado a los ojos de hombres de diversas edades y me han arropado sonrisas que no supe que existían. He dormido en una cárcel durante años esperando despertar, he resurgido de las cenizas de aquellos que me incendiaron y decían ser “amigos”. Y tras lograr volar alto, me he dado cuenta de que la sociedad también tiene un hilo rojo atado a ella, un hilo rojo que atraviesa un dorado reloj de bolsillo y llega hasta mí... un reloj que es el tiempo, que nunca se para, que nunca se duerme... que nunca descansa. Y hoy, aquí, vengo a decirles que voy a seguir mi hilo rojo aunque mis engranajes se rompan, que la sociedad no acabará conmigo y que, cuando el mundo decida auto-destruirse, yo estaré ahí para darles una escalera y que visiten al hombre del Destino... El hombre que vive en la Luna. Vuestro hilo rojo, esté donde esté, nunca se romperá, por lo tanto, esta noche, bajo la eterna Luz de Luna, les tiendo la mano y pregunto... ¿Me acompañarán en mi camino como soldado del mundo?

Gemma Cardera Gil, 22 años. Estudiante de Psicología.

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EMBUDO ATÓMICO Es muy hermoso el planeta, con sus muchos países aquí tranquilos debieran vivir, millones de seres, en los fecundos terrenos, de coloridos matices que producen frutos para hombres y mujeres. Aquí viven muchos humanos, animales, y plantas, hay también minerales, y unos mares inmensos todo tiene su gracia, cuando tu te levantas, para que vivas feliz, en terrenos extensos. El ardiente sol te calienta, y al día da brillo, en la noche en cambio, te alumbra la luna. El sol es inmenso, la luna solo un cerillo, ambos alumbran, al hombre su cuna. Pero hoy me despierta el sordo tronar, de una bomba, que cayó en el tejado, de un vecino mío, que salió a volar, por el hueco que esta ha dejado. Un político quiere, dominar al mundo otro se opone, pues ya lo domina, este, herido en su amor profundo en átomos, al otro extermina. ¡Es la guerra! el mundo se agita, la debacle al planeta destruye ¡Hecatombe! la tierra palpita, ¡horror! ya todo concluye. La tierra se quema El hombre murió, la vida termina, el malo ganó.

Hugo Polanco Bohórquez.

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Estará por ahí… “Dios se desnuda en la lluvia como una caricia innumerable.” Juan L. Ortiz

Estará ahora cayendo en cualquier parte y alguien con lenta monotonía fijará su vista en la ventana para verla mojar los techos de la ciudad y es posible que se precipite y genere vahos que saldrán de las bocacalles y correrá libre e inesperada como corre alguna sustancia en la noche. Nadie la detendrá con fusiles de viento ni habrá gárgolas de bocas abiertas para contar su recorrido ni la cansarán las distancias ni las maldiciones de los desprevenidos ni el pájaro ciego que vive en lo profundo deseoso de reflejarse en algún charco. Estará ahora por ahí esta lluvia oyendo el canto de los hambrientos y su propia melodía que se repite a través de los siglos…

Rosa Lía Cuello. Cañada de Gómez Técnico en Diseño Gráfico y Publicitario.

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Reflexiones

Aprendemos que lo que no nos mata nos fortalece... Que el amor nunca se mendiga... Que si alguien no nos valora él se lo pierde... Que brindamos hasta secarnos por dentro... Que todo cae por su propio peso... Que en la vida todo no se puede tener ni obtener... Que somos la suma de nuestro accionar y que si ese accionar viene desde nuestro interior es lo mejor que podemos brindar… Que necesitamos que nos necesiten... Que casi nunca son compatibles el querer, el poder o el deber hacer algo y que estos tres preceptos fueran posibles simultáneamente seriamos Semidioses, cosa casi imposible de ser...

Claudia Alejandra Auriol. Santa Fe, Argentina. Profesora de Nivel Primario.

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A mi niña interior Desde la torre más alta se siente tan sola la niña, lejana del mundo perdida en la desesperanza. Ya no le teme a la noche ni al frío de la madrugada. Se siente tan pequeña, extraviada en su propia alma. No hay versos ni música que puedan consolarla. Se siente tan olvidada, invisible ante la mirada de quien más amaba. Un haz de luz serena crece sobre su cabeza. Hay una niña bella, pequeña, triste y solitaria que hoy, estrena sus alas.

Silvana A. Nosach, 38 años. Buenos Aires, Argentina. Docente.

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Así de fácil se muere la gente Los muertos se siguen muriendo todos los días cada vez se mueren más, se mueren en los días sin sol, dibujando cruces rojas en los ojos abiertos de los chicos, en las plazas, a la tarde y sin sombrero se mueren justo cuando estaban viviendo, cierran con llave los cementerios a la noche para que sólo vallamos a morirnos de día pero los muertos se mueren en nuestra vida en nuestros destinos de vivientes, se mueren nuestros muertos en la memoria y en el olvido se muren más, me muero yo, un poco cada día como te morís vos, de ese lado de la vida para morir solo hace falta vivir un poco rezar dos padre nuestros y no respirar por un buen rato, así de fácil se muere la gente y se siguen muriendo a través del tiempo no dejan nunca de morirse en nosotros se mueren cuando nos duelen cuando sacamos las miserias a jugar cuando te miro en vuelo y desnuda de miedo te vas con los soles de la tarde, se mueren en las palabras dichas por lo bajo y en las ganas de esa voz que ya olvidamos y no podemos recordar, se mueren por enésima vez como si de cambiarse un traje se tratara, si señora, que me lo va a venir a decir a mí así, si, así de fácil se muere la gente.

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La noche y un recuerdo

La noche se abre de piernas y te abraza y te besa te muestra sus calles, se hace viento y luna la belleza de un espejismo de universos y sueños un perro grita su pánico en un recuerdo y un hombre ladra su angustia a una botella, que sola está la calle y la gente que solos los sentidos se tocan y se besan al frío que triste está la calle y la gente es que ya no están los dulces silencios que besaban tus labios.

Rubén Callejas, 38 años. Rosario, Argentina. Resucitador.

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Adiós mi dulce primavera Adiós mi dulce primavera, llegó el momento de borrar de mi memoria esa historia que ayer escribiste junto a mí en esta esfera. El hálito del otoño azuzará el fuego que consuma mi interior, mas el juego en el albor del invierno cultivará en mí un nuevo retoño. El aspirar tu cariño fue maravilloso; gracias por dejarme conocer los jardines de tu ser y por mostrarme el paraíso cuando lloraba como un niño. Adiós mi dulce primavera, llegó el momento de volverme historia en tu memoria; vendrá otra, no miento, pero siempre serás la primera.

Dante Vázquez M. 33 años. Distrito Federal, México. Poeta.

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LOS DESPOSEÍDOS Tradicionalmente, el pensamiento de izquierdas ha identificado a las clases desposeídas con el campesinado y el proletariado. Esta división, que ha provocado muchísimos dolores de cabeza, yo la resumo según la identificación ideológica a la que ambos grupos se adscriben. De este modo, el campesinado rural se adscribió en gran medida a los movimientos sociales de carácter más radical (léase, por ejemplo en España, el caso del anarquismo), mientras que el proletariado, de carácter más urbano, está caracterizado como el colectivo asalariado por excelencia, y se puede identificar fácilmente gracias a los textos de K. Marx, el cual le dio el protagonismo de la historia presente y futura. Lo cual, ya de por sí, es mucho. Con la evolución de los tiempos, caracterizados a mi entender por el auge de lo que un día se llamó colonialismo, luego neocolonialismo, imperialismo y, finalmente, globalización (capitalista), han mostrado que el sistema capitalista de producción es capaz de adaptarse a las nuevas necesidades. Pero ojo: No a las necesidades de la sociedad, sino a las necesarias para su propia supervivencia. Los desposeídos son, por tanto, los que menos tienen, los parias de la sociedad, los pobres, los sin trabajo, los trabajadores precarios, los del salario bajo, los que no controlan sino su propio destino (y esto, si acaso). Los desposeídos son el rebaño, los explotados, los mancillados, los apaleados, los sin patria ni bandera, y, por último, con la globalización: Los violentos, los de las algaradas, los, en definitiva, sin nada que perder, y sí mucho que ganar. No se puede olvidar que el Mundo sigue dividido, más que en clases, en bloques, según, fundamentalmente, la capacidad de controlar económica y políticamente su propio destino y, lo que es más terrible, el de los demás. Por todo ello, me he centrado en este texto en el estudio de los desposeídos de ayer y de hoy, que forman, para diferenciarlos de los poseedores, un único grupo social.

Eloy A. Gómez. Granada, España. Licenciado en Historia.

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IDEAL Buscando la quintaesencia de Helios, a campo traviesa su luz me trasladó a la dirección contraria de los nortes, donde están las flores. Cada una me habló de sí presumiendo de inestimable rubí, pero no brotó la alegría en mí, pues busqué lo opuesto del principio y del fin… Única tónica, mas no verónica, de gardenia su presunción no tiene venia, orquídea, no posee aureola ígnea, y menos violeta, por pazguata siempre eleta. E inaceptable primavera, porque desmayó en la vera. Magnolia y clavel, creyeron que había anomia, y continuó este panel. Sencilla, complicada, brilla intangible y delicada. Palabras de diana: “No satisface genciana, y existe Dios si miento, que tampoco pensamiento, que viola contagió a gladiola, y jamás será carmín esta chispa de jazmín, que azucena siente su invisible lena, y totalmente lirio, por más que lo devore el delirio. Por grande y chiquita, supremo y perdurable homenaje amerita. Intentó emularla girasol, y se mantiene infinito este rol, y por camomila mi metainconformismo rila, porque se apellida Gómez, de mi admiración fomes, Espinoza, inexequible pretensión de presuntuosa rosa, pues su verdad respira cuando quien le adora grita: ¡Mi ánima tirita con la reputación, el recuerdo y la contemplación de la extraordinaria Margarita!

Ever H. Campos Zambrana, 39 años. Jinotepe, Nicaragua. Abogado y Notario.

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El Cometa En mi sueño, alzo la vista y observo una montaña nevada desde un páramo frio y agreste. Resuelvo ir hacia allá. La luz solar es cubierta por una tétrica bruma. El macizo, de cientos de metros de altura, posee numerosos pliegues, como una bola de papel arrugado. Trato orientarme en el espacio. Quiero distinguir, al menos, el norte del sur. Para aquello, escalo la cumbre por una vía fácil. Quiero ser optimista con mis posibilidades de éxito en la ascensión, pero de repente, me detengo y reflexiono. ¿Qué es lo que conseguiré después de llegar a la cima? No estoy muy seguro. Solo me muevo y pongo un pie delante del otro. Llego a la cúspide, tras varias horas de caminata. La bruma se disipa. Puedo ver el horizonte desde el otro lado de la montaña. Para mi sorpresa, al otro lado del macizo, hay un frondoso valle de tonos marrones y pardos. Bosques dispersos, grises dunas de arenas y un amplio océano que parece ineludible. Desciendo por el valle y mientras avanzo por el litoral, ante mis ojos, encuentro un bote con remos abandonado, anclado en la orilla. Sin pensarlo demasiado, me subo en él. La dirijo hacia un rumbo incierto. El sol se oculta. Los ribetes violáceos en el cielo, son reflejados en el mar con placidez. Mientras remo, emerge un cielo estrellado. En un trazo luminoso de pocos segundos, un cometa, que parece conquistar el firmamento, desaparece para siempre, sin dejar rastro.

Gustavo Leyton Herrera, 28 años. Pichilemu, Chile. Estudiante.

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Mi Vicio Te dejaría todo la vida, pero... mejor por un momento. Te negare, porque sé que me haces daño, Te alejare, porque sé que cuando te tengo no conozco el control, Se que es algo como a lo que llaman amor, pero no tan doloroso como a lo que llaman necesidad. Te encuentras entre estas dos palabras, que a la vez no tienen nada que ver con la satisfacción ni el deseo de tenerte, de poseerte. Cuando te tengo... no se en que momento dejo de poseerte, y cuando es que tu te apoderas del control. Haces que desvarié, como si el tiempo ni el momento me importaran, Me pierdo entre la vida y la muerte, olvido ese sentimiento al que llaman miedo, entro en un umbral donde me encuentro en una penumbra de sentimientos que afloran con el estimulo de lo que me haces sentir, con tu esencia, con tu cuerpo, con tu aroma. Se que no eres mía, ni de nadie, lo acepto. No me interesa saber que eres de otro, No me interesa que puedas poseer a otros, oh que seas poseída por otros.

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Se que cumples con tu oficio, solo haces tu labor de vida, ese fue tu objetivo desde el principio, no me molesto, pero se que me haces daño, tienes el poder de elevarme, de llevarme de la mano a mi perdición, paso a paso a mi momento de olvido. Cuando quiero recuperarme, de retomar el control, me doy cuenta de que ya es demasiado tarde, te apoderaste totalmente de mi. No puedo retomar lo que ya me has quitado, me has vencido como una de tantas veces, la sincronía de mis movimientos son insuficientes, porque consumiste mi voluntad. Por un tiempo te olvido, dejo de pensarte, dejo de extrañarte, me propongo no necesitarte, me aseguro olvidarte... te alejo. De repente... en cualquier lado te encuentro. Y así de pronto, vuelves a entrar a mi vida...

Cesar Manzanares Del Valle, 25 años. Distrito Federal, México.

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Noviembre El frio comienza a invadir la ciudad, una temporada tan odiosa, pero a la vez amo, desde la esquina de la sexta hasta la segunda, gentío por doquier. Humo, cigarro, autos. Es la estación del llanto, del sufrimiento, del dolor. El parque está solitario, las palomas deciden acercarse, así poder soportar el frio de las calles. A lo lejos, una joven sentada, espera la soledad de las calles y edificios. De cabellos largos, piel nívea, manos de porcelana. Su rostro refleja el mal adolecente, ojos negros y opacos. Desde el extremo izquierdo, por donde uno puede encontrar la estatua del benemérito, llega un joven de semblante alegre, alto, delgado, barba y un abrigo café. Se dispone a sentarse cerca del árbol sin hojas. Pero una sensación cálida le obliga a dirigir la mirada a su izquierda. A lo lejos, en un rincón, la joven sentada observa el ocaso del día, corresponde la mirada y se sonroja. Él perplejo no consigue moverse, la belleza de la muchacha es llamativa y confusa. Busca un asiento cercano a ella, observa varios minutos con un grado de estupefacción increíble. Piensa en hablar con ella, preguntar cómo está, su nombre, un beso. Pero ella no corresponde la mirada, intimidada se toca el rostro, el cabello, con un gesto coqueto se sonroja. “He perdido la razón” pensará el chico, mueve nerviosamente las piernas; el frio hace de las suyas, enfadado de la situación, enfurece y golpea con aire helado. La joven se sacude la falda. Baja la mirada, la voz gruesa de él le dice “hola”. Un minuto de silencio, las palomas observan el cuadro amoroso. Él se sienta a un lado, y el fluir de las palabras comienza, desconfianza, risas, llantos. Ella sonríe tímidamente, él le da su abrigo. Caminan hacia la Casa de la Cultura, entran a un café. El chocolate caliente exalta la felicidad de los dos, pero suena las campanas de la iglesia, es tarde y el sol desapareció. Un halo opaco misterioso comienza a fluir de la joven, él no se percata, ella decide irse, pues es tarde y no debería estar ahí. Se despiden, un beso robado es símbolo de verse el día siguiente. Un abrazo y felicidad. Desde lo alto las palomas divisan el recorrido de los dos, izquierda el joven, derecha ella, desaparece. La soledad del parque se confunde con las hojas cansadas que caen. Son las cinco de la tarde, en el café una mujer con su hijos están pendientes del cesar de la lluvia helada. Sin duda la calle es el mismo Aqueronte; la lluvia se disipa y el cielo luce nublado. Del lado izquierdo de la óptica aparece la joven, del lado derecho el joven; él no se percata de su vestimenta, sonríe desde lejos, ella corresponde. La carretera luce mojada desde el Estigia hasta el Cocito, un pequeño riachuelo dorado de luz refleja el cielo disipado. Él cruza para saludar, ella triste abraza al joven, sonríe y cruzan la calle para dirigirse al parque; juegan con las lagunillas de agua fría, las hojas o algún pequeño guijarro blanco. En el Árbol de los Nombres, tallan sus iniciales: “L y A”.

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Comienzan a conversar, comen un hot cake, ella un tiramisú, acompañado de leche. Sonríen hasta el ocaso del sol. Él quiere permanecer junto a ella, “es perfecta” pensará. “es tan bella, amable, tímida, como un pequeño gato indefenso”. Ella está melancólica, dos pequeñas lagrimas brotan, es feliz, por primera vez es feliz, ya no debe nada, no hay más dolor, llanto. Es feliz. Dentro del bolso, del abrigo de él, una nota arrugada, sucia, vieja. Salen del café, toman rumbo del santuario construido por ellos, besos fríos, caricias heladas, un beso último. Ella desiste y se aparta de él. Se desploma a llantos, lagrima salada; él no entiende, se arrodilla, pide perdón. Toma su mano, un tatuaje dice fuyo. Él no entiende. El sol desaparece en el firmamento. - Me tengo que ir- responde con tristeza. -¿Por qué, a caso no me amas? Dime, por qué, a donde vas, por qué me das mi abrigo, no entiendo… leer, leer qué. Ella se despide, un beso para recordar, camina hacia la izquierda, se convierte en ilusión, disipándose con el aire frio de noviembre. El joven rompe a llorar, no comprende; escudriña el bolsillo del abrigo, desdobla…

24 de noviembre Joven pierde la vida en pleno corazón de la ciudad Una joven identificada como L… pierde la vida después del brutal asalto, el hecho ocurrió cuando la joven se disponía a relajarse en un parque céntrico de la ciudad, cuando unos maleantes, mencionan algunos testigos, golpean a la joven para poder quitarle su bolso. La joven recibió 34 puñaladas en diferentes puntos del tórax. Elementos de seguridad llegaron media hora después de lo sucedido, encontrando sin vida a la joven, algunos comerciantes trataron de ayudar pero las heridas fueron graves. El cuerpo será llevado a la morgue para su necropsia de ley. Aún no se ha identificado a los maleantes, asegura jefe de la policía central. - es un sueño- se dijo, mientras observaba el halo azul desaparecer. Las ilusiones son como los sueños, realmente existen, pero cuando despiertas, eventualmente desaparecen de tus recuerdos.

Daniel Gómez López, 21 años. Chiapas, México. Estudiante.

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Interiores Si miro hacia adentro veo a Verónica con el rostro vacío y el alma arrugada perdida en el cielo de otoño. Creo que al fin le ha quedado tiempo para pensar en ella, creo que ahora que no tiene de quién cuidar se ha dado cuenta que dar tanto amor no la ha salvado de tener que enfrentarse consigo misma. Todos se han ido de la casa en un lapso de tres años, sus miserias los fueron barriendo; primero se fue su esposo, luego Marina, su hija mayor, y por último Federico al cumplir dieciocho. Supongo que el amor no les bastaba porque no siempre es suficiente, si no puedes tolerar la vida del otro, si sólo intentas que se te parezca, si no puedes amigarte con lo malo que te habita dentro... De cualquier forma es sólo mi opinión que de nada sirve en esta tarde de lluvia seca. Verónica era feliz cuando llegó al barrio hace unos veinticinco años, siempre tenía una sonrisa que le nacía desde adentro, podías verla. Eran una buena familia en los comienzos pero se fueron cansando de los otros, de ellos mismos. Ella fue quien más lo intentó, cada mañana dejaba lo malo en el espejo y bajaba a la cocina con el rostro de los veinte; cuando el día terminaba volvía a la cama con una cara sin tiempo. Lo ha dado todo debería estar feliz por ello, nadie supo reconocérselo, todos tomaron la salida rápida, dieron media vuelta y se fueron. Empezaron una nueva vida como si dejaran en el camino un sweater viejo, tiraron a Verónica a un lado y le dieron la espalda mientras se alejaban de ella corriendo; porque la costumbre se hace fuerza de atracción, te quedas porque es lo conocido, porque hay algo más fuerte que te ata, porque si sopesas los buenos y los malos momentos siempre ganan los buenos. Viéndolo desde donde ahora lo veo creo que uno nubla lo que le hizo daño y cuando llega el recuento has borrado ya demasiados recuerdos, sólo te queda aquello a lo que te aferras, pero qué puedo decir yo que no he vivido tanto en tantos años, que me conformé con un marido impuesto que nunca me amó y que nunca quiso tener hijos. Creo que Verónica tiene los ojos mojados –o tal vez sean los míos– tiene que estar doliéndole, porque la soledad duele, el café para uno duele, la cama arrugada en un solo costado duele; cada cosa se quiebra y pierde una parte y todo cuesta más que el día anterior, o será que nos vamos venciendo en la pelea. Verónica se guardó las lágrimas demasiado tiempo; al principio se creyó dura, resistente, el llanto le bajaba como una corriente continua por la garganta pero siempre por dentro, sin permitir que tanto dolor saliera. Ahora que no le cabe una lágrima más en el corazón todo va saliendo, está matando la angustia aunque creo que sabe que la tristeza siempre se te queda dentro. Sobrevives un día con suerte pero

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luego el nudo te atraviesa la respiración como una puñalada y te quedas sin aire porque volvió el recuerdo. El momento en que sabes que todo cambió, cuando lo salvable se hizo desperdicio, cuando las palabras que dijiste y los gestos que entregaste fueron recibidos por un gigante vacío negro y te quedaste allí por horas, por días y luego te quedaste un poco más por las dudas, hasta que pasaron los meses y al final se convirtieron en años; el día que despiertes desgarrarás el espacio vacío con el deseo de salir pero será tarde, todo estará perdido, al menos para mí; tal vez Verónica todavía esté a tiempo. No quiero que llegue esta noche en que las estrellas están alzadas y me miran como sabiendo que no hay tregua. Si Verónica se quedara un rato más sentada en el sillón blanco, con las cortinas abiertas... Somos buena compañía, yo la pienso y ella me sabe ausente. Verónica mira la casa desde el piso hasta el techo y vuelve, siente la colcha suave sobre la que está sentada, recuerda las cosas simples, esas que nos van manteniendo con vida siempre, las que son oxígeno para el alma triste: la primera caída, el primer paso, la tarde que rieron hasta que les dolió el estómago, los libros de cuentos, las preguntas sin responder. Ves los cuadros y las fotos, los adornos de viajes a lo largo del tiempo, ves el aroma que se quedó impregnado en los libros, las manchas en la pared de corridas con las manos sucias. Te llenas de todo y tu vida depende de esos objetos, los cuidas y los mantienes como si con ello pudieses quedarte cerca del pasado que ya se fue. Yo vivía de esa manera aferrada a un caracol de una tarde de verano de febrero del ochenta y cuatro, todos mis años resumidos en un instante: corriendo en la arena, riendo, con Ignacio llevándome de la mano; creo que fue la única vez que lo sentí feliz a mi lado. Hoy al despertarme vi que se había ido, se llevó algunas de sus camisas, los libros y los zapatos. Se fue y ni siquiera me dejó una nota de despedida tras treinta y siete años. Verónica cierra los ojos despidiendo el día, yo me balanceo en la butaca del baño que al fin cae resonando haciendo eco en el piso de abajo; la luz de la araña parpadea sobre mi cabeza, el cable se ajusta y me veo en el espejo por última vez.

Victoria Montes, 30 años. Argentina. Escritora.

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11:36 a.m Lo pensé mientras despertaba de mi pesadilla llena de brujas, de garras y de miedos. Lo pensé mientras bajo la regadera bañaba mi cuerpo. Lo pensé mientras subía al autobús, mientras buscaba lugar entre los vacíos asientos. Decidí no escribirte hoy ni una palabra de amor, de deseo. Lo pensé una y otra vez y me convencía más de que era lo correcto. Lo pensé y todo terminó cuando mi reloj marcaba las 11:36 de este miércoles, diecinueve de noviembre de 2014. Llegó a mí el recuerdo de aquellos días, tus detalles, tus sorpresas, tus caricias y tus besos, Inundando sin agua, sin tocarme, sin sentirme, sin siquiera re conocernos. Lo pensé y re pensé. Pero contuve mis dedos, Ellos pretendían traducir lo que mi corazón anhelaba hacerte saber hoy en ese preciso momento. Escribí, borré una y otra vez miles de palabras, disminuí a tres renglones, líneas amorfas, opacas, con los mismos deseos de todos los que desean algo bueno, Te las envié y comencé a cavilar lo hecho. Soy una cobarde que debería hacer a un lado el miedo al rechazo y darte a conocer esto, lo que realmente siento: “Me encantaría pasar contigo este día, saborear tus besos, regalarme a ti, en vida, en muerte, con todos mis miedos, con mis carencias, con mi locura, con mi insensatez, con mi baile y, congeniar con la rudeza de tu cuerpo”. Pero… Me envuelve la terrible angustia de recordar, la imposibilidad de lo nuestro. Camino a casa pensando si lo que hice hoy a las 11:36 fue lo correcto. La confusión se aliena con la razón y nace de mi inspiración el eterno deseo de ti, mezclado con el terrible miedo. Todo a mi alrededor sin ti se derrumba, mientras, el autobús me levanta nuevamente del pavimento.

Zafiro Merlión. Oaxaca de Juárez, México. Escritora.

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AUSENTE AMOR Ay amor que te niegas en efímera silueta, y me dejas tu arona que se instala en ausencias; y perdida y sedienta busco a ciegas tu cuerpo, y en callada agonía mi ansiedad va muriendo. Soy la sal de la orilla que dejó tu recuerdo, que se quiebra,se agrieta, sin el mar de tus besos, ¿y el amor,la pasión? ¿todo aquello tan nuestro? Ay amor que me dejas, agonías,desvelos, luz amante en mi piel que se va oscureciendo.

Mónica Beatríz Callegari, 55 años. Santa Fé, Argentina. Empleada.

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El lobo A veces siento que es mejor de esta forma; en esta forma. Corro sin pensar, dejo que mi cuerpo corte al viento y mi mente vuele, más allá de lo que soy. ¿Qué fue de mí? Ya no tiene importancia. ¿Qué será de mí? Aún no sé. Es el mediodía y el sol me sonríe con sus dientes de oro dejando caer sus rayos como tibia lluvia sobre las hojas del suelo, los troncos de los árboles y sobre mí. La agradable certeza de sentirse vivo, en estrecho contacto con la tierra bajo mi cuerpo, con el verde del paisaje, con el azul infinito del cielo; ¿Alguna vez oíste la canción galante del viento? Apuro el trote borroneando la visión, respirando navajas frías que se clavan en mi cerebro, saboreando el vértigo de lo incontrolable, de lo inevitable; volando a galope intenso sobre el éter. Recuerdo el principio entre retazos de bosques imaginarios, senderos grises, al verano ardientes. Un mundo de negros trajes, de rostros sombríos, de irónicas manadas de individuos solitarios esquivándose, rehuyendo las miradas, replegándose y expandiéndose en la danza del desconocerse. Una marabunta de sudor, lágrimas y carne e ideas inconexas, llena de ruido interno y externo; una marabunta siempre con hambre de respuestas, de sentido a una vida programada. Ajena. Asimilada. Jadeo. La espuma me cae, prístina, de entre los labios. Hay un arroyo de aguas claras más adelante, donde sacio la sed y me contemplo. Las esferas brillantes en las cuencas, del color del trigo por segar, la ferocidad encubierta en una mirada desprovista de razón pero no de espíritu ¿Alguna vez oíste la risa del agua mientras viaja por la tierra? Solía llevar un traje negro y el alma en stand by cruzaba los días por el medio de la calle, ajeno a todo más que al sonido de mi propia voz, con la cacofonía de mis turbaciones gritándome al oído. Me acuesto en la ribera y siento el latido del suelo acompasándose al mio, miro al cielo. Las nubes juegan carreras, algodonadas en su blanco de gala, presurosas por llegar a la fiesta universal. Barro entre las uñas, los músculos aún tensos, el pecho sube y baja al ritmo de mi excitación. Sudaba locura bajo el radiante sol de la ciudad, atrapado bajo la atenta mirada de los omnipresentes colosos de hormigón. De vez en cuando subía la mirada al mundo y me cruzaba con otro como yo, que miraba hacia sí, caminando movido por hilos de inconsciencia, ciego en un escenario repleto de luces.

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Me estiro y exclamo gozoso: ¡Que hermoso es desperezarse! Y el sol en lenta fuga asiente anarajando, saludándome hasta mañana cuando puntualmente nos volveremos a ver. Continúo la marcha mientras la otra mitad del mundo se despierta, ido el rey llegada la reina; mientras los ojos luminosos de los hijos de la noche comienzan a abrirse, y los cuerpos de los durmientes se liberan de su sopor. Ahora, más lento el andar, voy olisqueando atento, buscando algo para comer entre las sombras que se yerguen, dominantes, en el entorno salvaje. Harto de las voces, de los tiempos, me liberé del traje y me alejé del ruido, del gris de los espacios, de la soledad de las cáscaras de carne y sin rumbo fijo, caminé. Los días se fueron sucediendo, dejé crecer mi pelo y mi piel se endureció, me abracé a la naturaleza y dormí en su seno, olvidando la lengua de los hombres, dejando atrás sus preceptos y cadenas; dormí un sueño de siglos escuchando la canción del planeta, acunado entre sus firmes brazos, lleno del fuego de su corazón; dormí hasta recuperarme del peso de mi alma y sólo allí, desperté. Como la Luna que se alza de entre las manos del mar, así me levanté desde las raíces de los árboles, aullándole a su luz mi canto de vida y libertad, hijo de la tierra y el cielo. Una liebre. Comienza el juego dela Vida y la Muerte. Morir para vivir, vivir para morir. Saboreo su miedo, mi hocico se hace agua y mis colmillos ávidos relucen en la penumbra; somos dos borrones en la escasa luz, levantando puñados de hierba en nuestra contienda, en este duelo de voluntades. En su desesperación, trastabilla con un pozo que no ve. Es mía. Click... Clack... Su cuerpo entre mis fauces, saciando mi euforia con el tibio jugo de su vida, calmando mis ansias con su calor; desgarrándose en pardos jirones de cuero y tiempo, oyendo la Canción del Hambre como marcha fúnebre en su transición a la Nada. Termino el festín y brindo con la Luna, le cuento de mis alegrías y pesares y ella me contesta, silente, con su sempiterna sonrisa de cálida dulzura. Cierro los ojos satisfecho, bajo el cobijo de las tinieblas, abrazando el sueño. A veces siento que todo es mejor de esta forma, en esta forma... Facundo Dassieu, 23 años. Lanús Este, Argentina. Estudiante de Teatro, escritor y delirante.

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Los motivos del Taxi Un taxi es un vehículo de color sugerente que lo hace distinto a los demás autos que transitan por una ciudad. El asiento trasero de un coche de alquiler cuando está vacío, regularmente es frío, sin esa calidez que caracteriza al asiento trasero de un automóvil particular, el cual a veces suele ser el lugar de juego de unos niños, otras, el baúl donde se amontonan cosas que se llevan de un lugar a otro y, de vez en cuando, un asiento trasero se convierte en un sitio improvisado para el amor. El asiento delantero de un taxi (el del copiloto), es un paraje donde se arremolinan los sueños inocentes y las perversiones del conductor, no obstante, no es éste el asunto que nos atañe, bien se sabe, además, que los conductores de taxi tienen tema y canciones aparte. Lo importante en este textículo es, pues, el taxi. Nadie espera un taxista, ni aborda un taxista, ni comenta al llegar a un sitio “me vine en un taxista” o bien, “está lloviendo, es tarde, ahorita tomo un taxista”… al final del día, uno sólo recuerda un taxi si es que hizo uso de él, los conductores son sólo entes de permanencia frágil en el recuerdo de un pasajero. De modo que, un taxi vacío, es decir sin usuarios, es sólo un espacio anónimo que deambula con rumbo incierto: un murciélago desorientado, un gusano ciego y tonto, un simple amasijo de componentes que rueda por el asfalto sin saber a dónde va. De repente, el taxi se detiene y un pasajero lo aborda. Puede ser un cura, una mujer perfumada, unos novios, una señora jubilada, un asesino que huye del su escenario siniestro… quien sea, si alguien lo aborda, en ese momento el taxi adquiere un ánima, y se convierte en un mercenario astuto cuya razón irreductible para correr vertiginoso por las calles es llegar a su destino inmediato. No importa quien vaya adentro en ese momento, ni tampoco lo que haya que hacer para alcanzar el punto indicado. Es por eso que dicho vehículo se han ganado ese estigma que nos amenaza cuando en un semáforo en rojo de pronto nos vemos flanqueados por un taxi. Nunca se sabe cómo han de reaccionar esas bestias, por eso un taxi siempre es un peligro latente para quienes conducen. Cuando lleva uno o varios pasajeros, un taxi es un proyectil, una fiera que corre tras su presa. Por eso nos parecen salvajes, irracionales e indolentes. Una vez que llega a su destino, el pasajero se baja y entonces el taxi se convierte de nuevo en una simple mixtura de inocentes materiales que transitan a la deriva por las calles de una ciudad, hasta que lo abordan de nuevo y la transformación se repite: el asiento trasero deja de ser un espacio de anonimato, un lugar inexistente para convertirse de pronto en un refugio, en un diván, en una silla de acusados, en un púlpito o en cualquier cosa que las acciones de los ocupantes lo condenen a transformarse. Y así a cada rato y todos los días. Así que, cuando uno mira un taxi estacionado, jamás se imagina que el pobre yazga ahí, aturdido, hastiado de deambular por la metrópoli y las periferias. Descansa el inocente artilugio, reponiéndose del desencanto por las interminables metamorfosis a las que lo condenan el ascenso y descenso de efímeros ocupantes.

J. Alejandro Gómez, 40 años. Xalapa, Veracruz, México. Aprendiz de Etnógrafo.

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CREACIÓN Trabajo, Del latín “tripalium” (instrumento de tortura). “Otra cosa en la que no creía en absoluto era “el trabajo”. El trabajo. Aun en el umbral de la vida, me parecía una actividad reservada para los estúpidos”. Henry Miller. La voceada y ya no tan reciente- incluso amenaza con quedarse para siempreCrisis financiera ha traído, entre otros- innúmeros e indeseables- efectos secundarios, una precarización del mercado laboral objeto de sesudos análisis, encendidas críticas, cínicas apologías y ningún propósito de enmienda. Formo parte de la- resulta indudable- generación más duramente golpeada por la desaceleración perversa- teledirigida- en la acumulación de capital que el aséptico vocablo “Crisis” trata, con lamentable éxito, de enmascarar. “La generación más preparada de la historia”, que se llenaran la boca otrora. Quisiera, no obstante, matizar que, actualmente en ejercicio de cerca de media docena de trabajos a cual más “precario”- otro hermoso eufemismo con que mentar lo innombrable-, dicha “precariedad” no me es nueva, ni mucho menos desconocida. Ha sido, por el contrario, una constante en la variopinta nómina de puestos que, por suerte o desgracia- más bien lo segundo, supongo-, he venido ocupando desde mi incorporación al citado “mercado”- de carne, de esclavos, de trabajadores... “Las palabras y las cosas” otra vez. Ay. Dicho lo cual, a quien le pueda interesar y un poco a lo Rob Fleming, protagonista de “Alta Fidelidad”, la divertida novela de Nick Hornby, ahí va una relación de Mis Cinco (trabajos) Más Precarios- o, cabría decir, absurdos: Debuté a los 20 años- un poco tarde, lo reconozco-, y no precisamente como camareroversión patria del canguro o paseador de perros del otro lado del charco-. Fue en la empresa demoscópica propiedad de uno de mis profesores de universidad. De lo que en principio se trataba era de unas prácticas remuneradas, figura que, imagino, habrá ya desaparecido del asolado- y, pese a lo cual, todavía asediado- páramo… digo mundo académico. Y no aprendí absolutamente nada. Porque durante un mes dediqué ocho horas diarias a grabar los datos recogidos por los miles de encuestas en papel dedicadas a indagar los hábitos higiénicos de mis congéneres. Labor compartida con cuatro o cinco analfabetos funcionales a los que aquel sinvergüenza probablemente pagaría la misma miseria que a mí sin la necesidad de amparar su negreo en la vil mentira con que me había dejado yo embaucar. En cuanto pude cobré mi exiguo cheque y me largué. Nunca volvieron a verme el- por entonces espeso- pelo. Poco después, fuera ya del hogar paterno y obligado a sufragar ciertas veleidades conyugales a las que, esclavo del ciego ímpetu juvenil, me había precipitado, di con mis

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huesos en una centralita. Mi cometido consistía en telefonear a los socios de una respetada ONG para proponerles un aumento en sus cuotas- sacarles más dinero, hablando mal y pronto-. Pese a lo indigno de mis quehaceres- televenta de valores postmaterialistas, a cuenta de la mala conciencia pequeñoburguesa-, aquello no estaba mal del todo, y me llevaba razonablemente bien con casi todos mis compañeros, alguno de los cuales puedo hasta considerar- todavía- mi amigo. La única excepción la constituía mi inmediato superior. Un arribista lameculos que, en su fulgurante ascenso, había alcanzado un status tal que no tenía ya que hacer llamadas, y podía dedicarse, en su lugar, a escuchar las nuestras- a escondidas- para, con celo profesional rayando en lo nacionalsocialista, reconvenirnos por las más ínfimas nimiedades. Cuando le anuncié mi renuncia, dos meses y medio después de haber empezado, tuvo aún el cuajo de valorar que “se me veía ya un poco quemado”. Valiente soplapollas. Hoy día se desempeña como jefe de gabinete de este o aquel político corrupto. Ojalá tenga el éxito que merece, y reviente en cualquier cárcel mesoamericana. Algunos años más tarde me coloqué como vendedor, puerta a puerta, de pólizas de defunción. Si bien es cierto que tildar de “colocación” mi paso fugaz por aquella aseguradora, de cuyo nombre ni puedo ni quiero acordarme, probablemente resulte un tanto audaz, toda vez que dimití antes no ya de culminar, siquiera intentar mi primera venta. En efecto, tras asistir durante tres días a la soporífera formación que impartía una ejecutiva agresiva de cuyos pechos hábilmente reconstruidos hacía conspicua ostentación, y gastar una fortuna en hacerme con las (im) pertinentes chaqueta y corbata, me había llegado el turno de empezar a despachar los siniestros packs en compañía de un veterano tan pagado de su talento que extrañaba no le partiesen la cara en cada ocasión que desplegaba su rapsodia mercachifle. Me presenté en la oficina, me desanudé la corbata y rescindí mi contrato. Nunca me arrepentí. Me enorgullezco, más bien. Poco después intervine, como figurante sin frase, en un par de películas, sólo una de las cuales versaba sobre la Guerra Civil- para que luego digan-. 50 euros al día, alta en la seguridad social y un bocadillo de fiambre. Indudablemente, la ocupación mejor remunerada que he tenido hasta la fecha. Con suerte, podía uno compartir plano con alguna estrella rutilante- en mi caso Gary Dourdan, aquel apolíneo negrazo de glauca mirada que se hiciera mundialmente famoso por su papel en la serie “CSI: Las Vegas” y que, parece ser, hoy día anda de capa, y panza, algo caídas-,

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CREACIÓN o entrar en fecundo intercambio- profesional solamente, por desgracia- con jovencitas de abundosa anatomía que aspiraban a su gran oportunidad por la ingrata vía de la figuración. Aunque lo más habitual era compartir pitillos- si acaso alguno de grifa-, conversaciones comatosas y un puñado largo de aburridísimas horas muertas con otros tantos muertos de hambre que, como yo, no tenían nada mejor que hacer con sus míseras existencias. Tras mi segunda aparición en pantalla- marchaba en una columna de milicianos que, recientemente derrotada, huía exhausta a través de un bosque bajo el manto de la noche-, no volvieron a llamarme- ello se debió probablemente a la escasa marcialidad, incluso para un miliciano vapuleado, con que me desenvolví. Hasta tal punto que hubo incluso de gritarse un irritado “corten” para que una bonita “script” se aplicase, con mirífica paciencia, a tratar de disimular, aguja e hilo en mano, mis calzoncillos, los cuales se empeñaban en asomar, impúdicos y lilas, por encima del acartonado attrezzo varias tallas grande que me había tocado en suerte. Hoy día complemento mi magro salario con servicios, entre otros, de traducción “freelance”. Antes de recibir los primeros encargos contemplaba la profesión rodeada de un halo de romanticismo, me imaginaba trasunto de mi admirado Javier MaríasPremio de Traducción Fray Luís de León, hoy Premio Nacional a la Mejor Traducción, por su versión de la inclasificable “Tristam Shandy”, de aquel gamberro feliz que fuera Laurence Sterne-. No tardó en caérseme la venda de los ojos. A guisa de ejemplo, mi última traducción, rematada el fin de semana pasado, consistió en el resumen de una tesis doctoral acerca del aprovechamiento del agua de niebla como recurso hídrico en zonas áridas, del castellano al inglés y al catalán. No me quejo. Dicho original se cuenta, de hecho, entre los textos con mayor vuelo narrativo que han llegado a mi buzón de correo electrónico. Casi olvido consignar otro trabajo que podría encajar a la perfección en Mis Cinco Más Absurdos. Tanto que, al final, estos serán seis. Recién licenciado en Ciencias Políticas por una carísima universidad privada, católica, apostólica y romana, regalé tres meses de mi vida a un partido con representación parlamentaria. Representación que, por cierto, me alegro… perdón, me temo no tardará en perder, ampliamente sobrepasado por la izquierda por ese joven partido últimamente en boca de todos. Adscrito a su oficina de comunicación en calidad de “becario”- otra más de entre la infinidad de infaustas figuras del derecho laboral con que perpetuar, si no ahondar, la explotación de los trabajadores; más flagrante, si cabe, tratándose de una formación que se define, al menos en origen, cierto que hoy muy parcialmente, como obrera-, se me encargó la elaboración de un informe acerca de la presencia del partido en los medios. Interesante, a priori. De todo punto inútil en la práctica. Porque su presencia en los medios era desoladoramente nula. Así que me inventé el informe. Una vez estudiado en profundidad por la “Komintern”, ésta lo consideró de enorme utilidad y me fueron cursadas las merecidas felicitaciones. Me largué sin despedirme siquiera. No he vuelto a pisar la sede de un partido político.

Carlos Ortega Pardo. 31 años. Valencia, España. Profesor.

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CREACIÓN Nos sumergimos

Se confía el corazón de los Hombres, se pervierten los Ojos del inocente, la mente Sin escrúpulos camina por Las ciudades. Una llamada telefónica En medio la urbe, tú voz, Hablando a mi oído, cientos De personas a mi alrededor, Perdido en medio del cosmos. De pronto la señal crea Un ambiente en donde te Encuentro y un te amo de Tus labios, me sacude. El siglo de la información, Escapamos de las palabras Y las señales, nos encontramos, Desaparecemos, nos sumergimos.

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La hipocresía se viste de política La hipocresía se viste de política se abre paso sin importar cuantas caras inocentes tenga que pisotear para saciar su codicia. Su desfile de títeres no deja de marchar sin pensar que ellos mismos están pisoteando su esperanza y la del resto del pueblo la pieza principal para ganar el poder. Sus sonrisas falsas intentan tapar una realidad partida donde duerme el asco de sus verdaderas intenciones. Pobre de nuestra nación que tantas veces ha sido violada por sus propios hijos. ¿Cuándo será que el espíritu de esta tierra deje de suplicar por paz?

Ariel F. Cambronero Zumbado, 21 años, Heredia, Costa Rica. Estudiante de literatura y lingüística con énfasis en español.

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EPíSTOLA Al mundo infame y cruel que cada día nos pide más y nos da menos. No sé si alguien ha podido darse cuenta de lo duro que está resultando vivir en este mundo actual. Cuando no se matan las parejas entre sí, es porque la avaricia de dinero, de poder, de fantasía o de extravagancia, mata a decenas de jóvenes, personas sean de la edad que sean, porque sí. Cada día salen más corruptos, más infieles, más asesinos y no sabemos cómo solucionarlo. Parecemos niños indefensos que no comprendemos lo que pasa y que nos pasa. A veces, pienso que los niños reales sabrían reaccionar mejor que nosotros mismos. Una sociedad que ha pasado por ingentes guerras y desafíos, que ya debería estar más que aprendida y estudiada, se encuentra ensimismada en un sueño que no sabemos cuál es y que nunca se realizará. Así, escribo a ése mundo que no sabe cómo salir adelante para que despierte. A ése mundo que poniendo palabras por delante de lealtad, amor y verdad, está haciendo todo lo contrario y nos está maniatando, robando y matando. ¡Mundo!, salgamos del aturdimiento que nos han producido tantas penurias y seamos capaces de dar carpetazo a tanto desquiciado y enseñémosles que la vida se puede llevar con entereza, dignidad y “poder” sin daño ni maldad.

Rosa María Bodas Pérez, 56 años. España. Administrativa contable en paro.

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ABDURA GULUT Mil canciones llegan a mí, transportadas por el viento, por la brisa que amaina al rozar mi cara, mis pensamientos. Mil canciones de amor, alegría y tristezas que me acunan, como aquel bebé que fui, moldeada entre tus brazos. Yo no conocía nada de la vida, de los sueños, de la fortuna… No conocía del tiempo, ni del querer. Mi mundo era estático, calmado… Siempre estaba segura, arropada en esta magia que mi hogar de fantasía me ofrecía. La inmortalidad era mi sino. Hija de Elfos milenarios, iluminada por dos soles y aquella cúpula de luz que prohibía la noche en mi planeta. No había lluvias, sin embargo, los ríos dibujaban caudales de pureza, cubrían a la tierra de fertilidad y los árboles siempre cargaban frutos, cuyo jugo sabía a rica miel y esperanza. No existía el frio, ni la traición; las oscuridades formaban parte de aquellas salamancas de brujas y seres del inframundo, que nunca se atrevieron a entrar en los dominios de mi padre. Y aun así, elijo mil veces, la lluvia mojando mi sentir, y la hostilidad e irracionalidad de tu mundo. Las tormentas, los relámpagos y la incertidumbre. No sé qué me hiciste, quizá fue un hechizo. Quizá es que necesitaba luchar por algo, luchar por ti… No lo sé… Tú, humano mortal, contéstame: ¿qué me has hecho? ¿Por qué preferí la noche al día, y la tempestad a la calma? Ni siquiera me importó el llanto de mi padre, ni el destierro… Soy una proscrita de aquella tierra que me vio nacer “Abdura Gulut” Me robaste o te seguí, tampoco importa… Me cambiaste; y desde entonces siento el tiempo en mi piel y el cansancio en mi alma. Solo me queda un segundo para admirarte un poco más… Mis labios se vuelven resecos, y mi aura pierde color. Mis cabellos dorados se ven colmados de plata. Pero, no renunciaría a mi destino, a esta vida, que antes era inmortal y ahora se ha vuelto un suspiro. Porque aquella que dejé: calmada, hastiada y fértil, estaba exenta de amor y cargada de cordura. Doy por bueno, todo lo vivido, junto a ti, mi bien. Todos estos años, y ese tiempo que adquirió significado en nuestras manos, en tus palabras y caricias. Doy por bueno, mi exhalar, la brisa y las mil canciones de amor que me arrullan, en esta mi última noche junto a ti, porque hasta mi suspiro final, lo viviré entre tus brazos. “Alit bora ne’ embu.” “Tú me regalaste la inmortalidad.”

Gema Lutgarda E. López, 38 años. Málaga, España. Escritora.

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CREACIĂ“N

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CREACIÓN

Horas de papiloma Un hombre y una mujer estaban enamorados, sentados diagonalmente en una mesa se miraban con ternura. La mirada de ella era avellanada como las castañas, la de él era verde, tanto como las vivas hojas de la primavera. En ese momento de soledad rodeados por naturaleza sellaron una promesa: —El viernes nos veremos, a las ocho de te esperaré sin falta frente al bar – le dijo el hombre a la mujer. Ella aceptó su propuesta diciendo que asistiría puntual. Pasaron cuatro largos días de espera y tentación, su plan era estar juntos, beberse algo y luego pasar una apasionada noche en un hotel compartiendo el sudor de sus cuerpos, saciando la sed de sus huesos, lamiendo el agua sexual de sus caderas. El día viernes el hombre, por cortesía, llegó al lugar a las siete en punto. Sabiéndose solo durante una hora, gastó el poco efectivo que llevaba en su cartera y se tomó algunas cervezas. Luego parado en el lugar del encuentro empezó a mirar cada auto que cruzaba la calle con esperanzas de encontrarla. El vehículo de la mujer era Volkswagen de color negro, no demasiado popular para esta época debido a que era de unas dos décadas anteriores a la actual, el hombre desesperado miraba cada automóvil con recelo. Pasaban camionetas de todos los colores, autobuses de avisos fosforescentes que se dirigían a todas direcciones y cada minuto un desgraciado Volkswagen negro que no se detenía en el lugar donde él se encontraba. La luna lo miraba, la gente lo juzgaba, era raro ver a un hombre de mediana edad parado frente un bar sin ninguna razón aparente observando a cada individuo femenino que caminaba las oscuras calles. Su mirada apuntó el reloj de su muñeca pidiéndole auxilio al tiempo, aquel grupo plateado de engranajes le mostraban las ocho y diez. Pasaba el tiempo, se movían las manillas, los números, los minutos; al llegar a la media de la hora dispuesta el hombre se preocupó. Tomó su teléfono y la llamó. “El suscriptor que usted ha llamado no puede ser localizado”, esa fue la respuesta.

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El hombre seguía en la espera, pasaron más minutos, más decenas de minutos hasta que la hora terminó y comenzó la próxima. Estaba preocupado, realmente deseaba verla, así que esperó, siguió esperándola y siguió esperándola. Sus pies se hicieron fríos con la llegada del siguiente día, sus brazos en constantes bostezos se levantaron inmóviles hacia el cielo, su cuerpo se hizo fuerte e irrompible, su alma se hizo sola llevándolo al punto de la inhumanidad. La mujer se sentía arrepentida, de camino al encuentro había sido víctima de un desastre, de uno de esos implacables accidentes que nos llevan al hospital y nos roban todo aquello que llevamos encima. Una vez recuperada la mujer del Volkswagen intentó comunicarse con su amado cariño, pero al llamarlo y al buscarlo la respuesta era la misma. “El suscriptor que usted ha llamado no puede ser localizado”. Ella temía por su vida, temía que en la espera hubiese muerto, que en el tiempo de locura hubiese sido llevado al campo de concentración de esa figura delgada y vestida de negro que lleva consigo elementos de labranza en sus manos. En medio de su pensar solo había un lugar a donde ir, el sitio del encuentro. Llevada por sus demonios sin darse cuenta estaba frente al bar, extrañada completamente ya que justo en la salida del mismo había clavado en la tierra un gigantesco árbol de figura masculina cuyas raíces parecían piernas, el tronco, el pecho de un atleta; las ramas, brazos erguidos; y la punta de los mismos, manos gruesas y trabajadoras que sostenían grandes manzanas con sabor afrodisiaco.

Joalberths De Agrela, 20 años. Venezuela. Estudiante.

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CREACIÓN Algo contigo Fuera de un centro comercial. —Hola, Alex, ¿cómo estás? —Bien, Carol, ¿y tú?—La besa en la mejilla. — ¿Nos vamos? —Sonríe. —Sí… — ¿Qué has hecho Carol? — “Pensar en ti, sólo eso”… — Trabajar. Hacer promocionales, algunos proyectos. En sí sólo trabajo Alex. — ¿Sólo eso? ¿Estás bien? — “No”… —Si, me encuentro perfecta, ¿no lo ves? — “Mmmh, como para devorarte”. — Si te ves bien, eres linda, no necesitas preguntármelo, ya lo sabes…— Desvía la mirada. — “No te gusto ni tantito”. —Gracias. — “Qué cruel eres”. — De nada, ¿seguro ya apareció el indicado? — “Sí, varios; pero”... — Sabes, hay una persona, dice quererme, creo que lograré sentir algo por él. “Si no dices nada, no tengo otra opción”. — “Mmmh”. — Ah mira qué bien, ¿lo conozco? — “¿Al que lograría amar intensamente? Sí”. — No. He salido con él en tres ocasiones; es simpático, amable, generoso, sincero, tal parece el hombre perfecto. — “Un pendejo cualquiera”. — Ah, pues me alegro por ti, “mentira”. — ¿Cuándo me lo presentas? — “¡Abrázame! ¿No te inspiro nada? ¿Por qué eres así?”. — ¿Y tú, ya? —Sí, una joven… es hermosa, buena chica, inteligente, cariñosa; se nota que le gusto, me lo dice con la mirada, algo nerviosa, creativa y creo que hasta celosa… Sincera, la conozco hace tiempo y… — “¡Ya, no digas más qué!”. — Te mereces una buena mujer que te entienda y te haga sentir bien. Felicidades. “No me la presentes que la mato; porqué yo… yo”. — ¿Estás bien? —La toma por los hombros. — “Abrázame” —Sí… Sí lo estoy. — “Sé que algo te pasa, te siento triste, te conozco, quiero abrazarte y no soltarte nunca”. — La suelta. — Bien, entremos a esta tienda. Qué bien que tienes un amigo que se preste para esto… —Supongo que lo que deseas comprar es algo para ése… digo… no lo haría cualquiera, medirse ropa para otro, creo que sólo por ti lo haré, nunca por nadie más. —Gracias. Alex sonríe. Entran. — ¿Qué te parece Carol? “Seguro al pendejo ese no le quedará como a mí.” — “¡Te ves guapísimo!” —No está mal, te ves genial… me gustas, digo, me gusta; sé que le gustará… “No seas tonta” — “Si no te conociera diría que estás impresionada, jájájá” Tras cuatro cambios de ropa. —Oye, ¿me ayudas? Creo que me quedé atorado y puedo romper la camisa. Carol entra al pequeño vestidor. Ve la prenda atascada en los hombros. Él la mira un poco por el orificio del cuello, se siente apenado. —Anda. Luego me admiras, no te quedes ahí parada.

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Va hacia Alex. El espacio es reducido, ambos sienten como si el aire acondicionado hubiese dejado de funcionar, sin embargo es la temperatura de sus cuerpos lo que les hace pensarlo. Carol mira los costados desnudos. No evita rozarlo con las manos. Él se estremece. Sin mirarle a los ojos ella acerca su rostro. Sigue atascado en la camisa tipo polo “Lacoste” en color azul marino, se cuela en el espacio libre de ésta. Coge su rostro. — Lo siento, pero… me… me gustas mucho… y… — Lo besa. — Te quiero, Alex. Dos besos más. Baja la camisa, mientras ella siente sobre su espalda las manos de él que llegan a la cintura y la aprisionan; Carol cuelga los brazos al cuello, Alex mira sus ojos cerrados y aquellos labios de un pálido rosáceo entre abiertos, Carol le da un mordisco. Se escucha un fuerte estruendo, algunos gritos enseguida. La luz se esfuma, sólo la música del comercio funciona. Carol presiona su boca contra la de él, que cae en un banquillo que se encuentra ahí mismo. — ¿Has ganado peso? —Malvado… después de días depresivos, las papas fritas y… Carol se inclina entre sus piernas y las manos de él viajan bajo la blusa, acaricia los senos, se separan y ella sin ningún problema lo desnuda. En la oscuridad y con música a sus oídos los domina el deseo de besarse nuevamente. El entusiasmo es intenso, ella lo excita con sus labios llega a la oreja, lo acaricia y lo lame. — Te deseo. Ansiosa besa la comisura de su boca, en un arrebato lo muerde. Desciende al pecho, acaricia con sus manos, le estira ligeramente las tetillas para después humedecerlo, mueve con urgencia su lengua y termina chupándolo. — ¿No sientes nada por mí? — Pero si te he esperado siempre. La jala hacia él e intenta levantarse. Ella lo impide y baja por su pecho, entre besos y caricias llega al ombligo que es presa de su apetito. Alex se agarra al banquillo. Carol humedece sus dedos los lleva al pantalón, lo desabrocha. Se inca entre sus piernas introduce la mano y encuentra su sexo. Escuchan el barullo de las personas. Algunas palabras que infunden calma a los clientes. Una y otra vez la misma melodía se oye. Él trata de controlar sus impulsos; se mordisquea para no gritar. Carol lo maneja con el fervor de sus manos. Alex le acaricia la cabella oscura. Siente como se hincha su hombría entre los dedos de ella que ahora conduce sus labios por el pene. Juguetea con su lengua, estallan los susurros y gozos al cierre hermético de su boca. Percibe el despertar de una piel enardecida. Insaciable, lo mantiene dentro, lo chupa, succiona, lo libera. Vuelve a conducir la lengua por el vasto sendero de surcos y bordes. Poco le falta para llegar al ápice de su petulante órgano. Lubrica, lentamente baja y sube acariciando hasta el último rincón que de su masculinidad. Con hambre presiona... y bebe… Harta su sed. Alex se vacía. Ella lo besa y sin decir se va. Alex toma aire. La llama: — ¡Carol! ¡Carolina! Busca su ropa, sale. La luz regresa y la canción que escuchaban ya no es la misma. Busca entre la gente que se acumula frente a una de las puertas de salida. Espera encontrarla, mas no aparece. Toma el celular, marca; escucha el de ella tras de sí. La abraza: —Te amo.

Rita Bedia Lizcano, 41 años. Monterrey, México. Escritor

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creación Humo del asfalto Callejones sin escapatoria, ríos y mares contaminados, sentidos que acechan la noche… Hienas y buitres carroñeros husmeando la sangre derramada… Las alteraciones genéticas, orgánicas, y radioactivas se propagaron por el sistema… Durante períodos -no conocemos calendarios, solo referencias por libros y objetos resucitados de aquella cosecha- todo fue cambiando de manera progresiva, hoy no existen estados, gobiernos… La jerarquía es la anarquía, cada cual enjuicia sus criterios y como perros hambrientos buscamos alimento entre las ruinas de fábricas y mega mercados, inmunes al monóxido de carbono a los rayos infrarrojos, ultravioleta, al deshielo y calentamiento del planeta. Nos protegemos con telas y metales y utilizamos armas que creamos con nuestras propias manos… He estado en bibliotecas indagando en los manuscritos que no se habían llegado a quemar, he visto imágenes que se lograron salvar… Hombres que viven bajo tierra, otros en estaciones espaciales y los acuáticos en el mar, yo soy terrestre trepando hacia la seguridad sin futuro, simplemente sobreviviendo, no existe la esperanza, la creación llega a su fin pero así y todo pretendiera… Ese afán por conocer, descubrir lo que intuyo que me enseñaron pasadas generaciones, hay mucha analfabetización, enfermedades de epidermis, percepciones, sistema óptico, cerebral… Nacimientos sin apéndices o por el inverso con más miembros de lo que aludimos corriente pero en el nuevo mundo no vive lo lúcido; todos somos mutantes del ayer atómico, el vandalismo y la ley del más fuerte es lo que impera…. Apocalípticos parajes, metrópolis y municipios semiderruidos, campos desérticos, lluvias ácidas, astros purpúreos que asolan y satélites que congelan, escasean el agua y los comestibles… Nos abastecemos como podemos, aprendimos a subsistir con la extracción de líquidos y pulpas de raíces vegetales… Mi padre, mi abuelo, ellos me enseñaron a leer, escribir, se me explicó la historia de la humanidad y cómo no supieron resguardar la naturaleza. Su egoísmo, ambición y corrupción les llevó al fracaso y a la destrucción… Esperaban que ahora aprendiéramos a edificar el paraíso, pero no nos supieron anotar la fórmula. Oculto en el anonimato de las sombras que ofrecen las paredes, muros derrocados que se alzan tras el desastre y la tierra yerma. Me encuentro camuflado entre la chatarra de uno de los innumerables cementerios de antiguos vehículos calcinados tras la

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revolución… Despojos de cristal, hierro y caucho yacen por todas partes… Siempre la misma árida y cansada sabana de espectáculo… Vivimos el futuro, amigos, hoy no existe nada, jajaja… Solo el humor de los locos… Nos une al pasado demencial… La mayoría de recuerdos se quemaron en la tercera gran guerra, los animales humanos diezmaron y los que quedamos vagamos buscando la manera de morir dignamente… Más, el instinto nos hace seguir luchando, ¿hasta cuando? Las tribus urbanas dominan las ruinas y los individualistas se defienden, esto parece que no ha cambiado en el tiempo, en esa era que los valores dejaron de ser... ¿O no? El reverendo sermonea al viento y le cuenta al oído los motivos para crear una tierra donde sembrar la semilla hallada y perfeccionar el amor a los demás, fructificar los sentimientos. Que las aguas se apacigüen… ¡Qué bello mensaje! Instituir a partir del caos, edificar con el conocimiento de la frustración de la civilización muerta. -Recordad los fallos de nuestros ancestros y aprended de ello… Rezaba el predicador.

Kim Bertran Canut, 54 años. Barcelona, España. Escritor y Fotógrafo literario.

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creación ¿Todavía hay habitantes en la luz? Disfrutan sus emolumentos indecorosos, pero no saben labrar una piedra ni sembrar un frijol. ¡Palurdos de mierda! El dinero es su rePUTAción. Nosotros hablamos con nuestra sombra en la obscuridad. ¿Todavía hay habitantes en la luz? Las nubes son penuria, las flores parecen de estaño. El diálogo se ha vuelto plomo. Los niños juegan en charcos de sudor y de sangre. Pensamos que los ángeles nacen en el infierno. ¿Todavía hay habitantes en la luz? ¡Aquí apesta a carne quemada y no es la de reaccionarios!

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¿Cómo encuentro a mi pariente? Aunque sea pa’ meterlo en el santo osario. ¿Todavía hay habitantes en la luz? Los cobardes comerán carne de perro por mandato presidencial y se ahorcarán con tripas de gato. Los valientes lucharemos y el pueblo exclamará: ¡Vivan los matapuercos! ¡Todavía hay habitantes en la luz! La patria está en peligro, el águila está sangrando.

Ernesto Salamandra, 24 años. Distrito Federal, México. Escritor.

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creación LA PROPINA DE LOS LOCOS

Este circo de concreto que es la ciudad alberga una oleada de locos. Locos para todos gustos. Para todos sustos. Regularmente los que sí se bañan (los “cuerdos”) adoptan a los que no se bañan (los “locos”) en acto a dos mitades. Una de compasión y la otra de deuda moral, que en par salen juntas con pegadas. Al amanecer los pirados se mueven al vals de la sombra y el sol y al desplomarse la noche cubren sus cuerpos con mantas de frío y hambre. El ciudadano (correteado por las agujas del reloj) ve en el vagabundo un espejo de lo que podría ser si deja de ser lo que actualmente es. Vive siempre amparado en la comparación, se sabe superior al sí-loco, al sí-indigente tanto así que apadrina con monedas de asco y oro la condición del desamparado. Lo arropa con el calor del desprecio para que no muera hecho hielo en el olvido de las tardes. Por su parte el loco, el sucio, el sintecho, el maniquí bañado en mugre y caspa ve en el otro a la gallina de los huevos de oro. La fuente de los deseos a la mano, pues es en la limosna donde se resume todo. La limosna es la propina que dan los “cuerdos” agradeciendo no estar en las suelas del desconsuelo. Es así que mientras unos dependen de la limosna/ propina otros dependen del indigente de tal suerte que ambas partes se complementan en una extraña pareja de necesidades, de dar para no caer y pedir para seguir cayendo, para seguir recibiendo. Para seguir viviendo. Ambos saben cómo comportarse de acuerdo a su papel en la historia. Ambos saben que no quieren el lugar del otro. Que donde están es donde tienen que estar. Ambos viven anclados a la locura. Unos a la rutina, otros a la fantasía. Ambos se miran y se preguntan ¿cómo puede andar el mundo con esos harapos de modos?

Elvira Ávila, 26 años. Xalapa, Veracruz. Estudiante.

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artículo 3 LIBROS QUE DEBERIAS LEER ANTES DE MORIR

Hace tiempo encontré un libro titulado “1,000 places to see before you die” y aunque muy interesante, la propuesta del libro me pareció quimérica, irrealizable. (Al menos para mi y para la gran mayoría de las personas). ¿Con qué recursos podría yo, simple proletario viajar al rededor del mundo para conocer todos esos bellísimos lugares que dicha obra describe? Pero no todo está perdido. Recuerdo que de niño mis benditos y abnegados profesores me revelaron un valioso secreto: “Un buen libro y las alas de tu propia imaginación - me dijeron - te permitirán realizar los viajes más fantásticos e increíbles.” De tal manera, me gustaría hacerte una sugerencia, una invitación para que disfrutes de 3 obras cumbres de la literatura universal: 1. El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, autor español Miguel de Cervantes Saavedra. 2. La Divina Comedia, autor italiano Dante Alighieri. 3. La guerra y la paz, autor ruso Leon Tolstoi.

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artículo

Disponte, pues, a realizar una serie de viajes maravillosos. Y no te preocupes. Esta invitación no supone gastos onerosos, es más: tal vez no tengas que gastar ni siquiera un centavo ya que podrías conseguir prestados los mencionados libros en la biblioteca de tu localidad. Créeme. Sería sumamente lastimoso que te despidieras de este mundo sin haber leído estas 3 excelsas obras literarias.

El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha Esta novela mundialmente famosa (que ha tomado forma también como ballet, teatro y película) fue publicada en dos partes: la primera en 1605 y la segunda 10 años después, en 1615. La obra nos pone en contacto con personajes verdaderamente inolvidables: el protagonista Don Alonso Quijano, quien se hace llamar así mismo “Don Quijote de la Mancha”; su fiel escudero y compañero de peripecias, Sancho Panza; si musa imaginaria, Dulcinea del Toboso; e incluso rocinante, su esquelético caballo. Vestido con una vieja armadura y montado en su huesudo caballo Don Quijote (un caballero cincuentón) comienza a vivir una serie de ridículas aventuras como caballero. Es aquí donde encontramos lo esencial de la obra de Cervantes: teniendo como fondo esas desgraciadas aventuras de caballería, el autor nos habla de la frustración de un soñador e idealista en un mundo materialista y de su búsqueda, no obstante, de un sueño imposible.

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artículo ¡Cómo hacen falta mas Alonsos Quijano hoy en día! Después de la Biblia el Quijote es uno de la media docena de libros mas traducidos y estudiados en el mundo. He aquí algunas de las razones por las cuales el Quijote es un libro de oro, considerado por muchos especialistas literarios como la mejor novela en el mundo, más allá de cualquier comparación: a) Junto con la Odisea el Quijote es lo mejor jamás escrito en lo que se refiere a novelas de aventuras. b) El Quijote destaca también como una suprema novela de humor. Quienes la leen rien: ruidosamente, a carcajadas o tímida y discretamente; externa o internamente, pero todos ríen. c) Es una obra con múltiples y valiosos significados, la cual ha enriquecido la vida de muchedumbres de lectores a lo largo de varias generaciones. En efecto, el Quijote es más que una mera sátira de las historias caballerescas. Don Quijote es la encarnación de nosotros mismos, de nuestros valores y defectos, de nuestras riquezas y miserias. Es la representación de nuestra rebeldía y de nuestro amor a la libertad, y a la vez, de nuestro conformismo de personas domesticadas, Don Quijote es la imagen de nuestro heroísmo y generosidad, y, por otro lado, de nuestro apego al status quo y al propio egoísmo. d) A final de cuentas, y debido a la riqueza y complejidad de su contenido, el quijote termina siendo todo un enigma: ¿Es una burla o un elogio del idealismo humano? ¿Es un himno a la libertad, un canto al poder de los ideales o, por el contrario, la aplastante confirmación de la supremacía del fatalismo y el materialismo en la sociedad humana? ¿Es el Quijote un personaje demente o es el único mentalmente sano en un mundo de orates, en una sociedad de locos que se creen cuerdos? ¿Quién es el loco: Don Quijote o nosotros? Lo que si es seguro es que el ingenioso hilado don quijote de la mancha es la primera novela moderna de la literatura universal y una de las mejores producciones literarias en toda la historia de la humanidad. Por desgracia el Quijote es también un libro más reverenciado que leído, más alabado que disfrutado: actualmente es un libro que no es muy leído. Así pues, permiteme insistir: ¡Qué pena que te fueras a la tumba sin haberlo disfrutado! Por Octavio Cabrera.

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artĂ­culo

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FRAGMENTO ¡Feliz Navidad! «¡Feliz Navidad, tío; que Dios lo guarde!», exclamó una alegre voz. Era la voz del sobrino de Scrooge, que apareció ante él con tal rapidez que no tuvo tiempo a darse cuenta de que venía. «¡Bah! -dijo Scrooge-. ¡Tonterías!» El sobrino de Scrooge estaba todo acalorado por la rápida caminata bajo la niebla y la helada; tenía un rostro agraciado y sonrosado; sus ojos chispeaban y su aliento volvió a condensarse cuando dijo: «¿Navidad una tontería, tío? Seguro que no lo dices en serio.» «Sí que lo digo. ¡Feliz Navidad! ¿Qué derecho tienes a ser feliz? ¿Qué motivos tienes para estar feliz? Eres pobre de sobra.» «Vamos, vamos»-respondió el sobrino cordialmente-.«¿Qué derecho tienes a estar triste? ¿Qué motivos tienes para sentirte desgraciado? Eres rico de sobra. Scrooge no supo repentizar una respuesta mejor y dijo otra vez: «¡Bah!» -y siguió con «¡Tonterías!». «No te enfades, tío», dijo el sobrino. «¿Cómo no me voy a enfadar» -respondió el tío-, «si vivo en un mundo de locos como éste? ¡Felices Pascuas! ¡Y dale con Felices Pascuas! ¿Qué son las Pascuas sino el momento de pagar cuentas atrasadas sin tener dinero; el momento de darte cuenta de que eres un año más viejo y ni una hora más rico; el momento de hacer el balance y comprobar que cada una de las anotaciones de los libros te resulta desfavorable a lo largo de los doce meses del año? Si de mí dependiera –dijo Scrooge con indignación-, a todos esos idiotas que van por ahí con el Felices Navidades en la boca habría que cocerlos en su propio pudding y enterrarlos con una estaca de acebo clavada en el corazón. Eso es lo que habría que hacer». «¡Tío!», imploró el sobrino. «¡Sobrino!», replicó el tío secamente, «celebra la Navidad a tu modo, que yo la celebraré almío». «¡Celebraré!», repitió el sobrino de Scrooge. «Pero si tú no celebras nada...» «Entonces déjame en paz», dijo Scrooge. «¡Que te aprovechen! ¡Mucho te han aprovechado!» «Puede que haya muchas cosas buenas de las que no he sacado provecho», replicó el sobrino, «entre ellas la Navidad. Pero estoy seguro de que al llegar la Navidad -aparte de la veneración debida a su sagrado nombre y a su origen, si es que eso se puede apartar- siempre he pensado que son unas fechas deliciosas, un tiempo de perdón, de afecto, de caridad; el único momento que conozco en el largo calendario del año, en que hombres y mujeres parecen haberse puesto de acuerdo para abrir libremente sus cerrados corazones y para considerar a la gente de abajo como compañeros de viaje hacia la tumba y no como seres de otra especie embarcados con otro destino. Y por tanto, tío, aunque nunca ha puesto en mis bolsillos un gramo de oro ni de plata, creo que sí me ha aprovechado y me seguirá aprovechando; por eso digo: ¡bendita sea!»

Fragmento de: Cuento de Navidad. De: Charles Dickens

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FRAGMENTO

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libros Historia de dos cuidades De: Charles Dickens

Editoral: Alba Editorial ISBN: 9788484287285 No. de páginas: 488 Lengua: ESPAÑOL

El Londres pacífico pero grotesco del rey Jorge III y el París clamoroso y ensangrentado de la Revolución Francesa son las dos ciudades sobre cuyo fondo se escribe esta inolvidable historia de intriga apasionante. Violentas escenas de masas, estallidos de hambre y venganza, espías y conspiradores, héroes fracasados y héroes a su pesar se mezclan en una trama artística y perfecta, llena de sorpresas y magistralmente elaborada por un Dickens en uno de sus mejores momentos creativos.

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libros El temor de un hombre sabio De: Patrick Rothfuss

Editoral: DeBolsillo ISBN: 9788499899619 No. de páginas: 1200 Lengua: ESPAÑOL

«Todo hombre sabio teme tres cosas: la tormenta en el mar, la noche sin luna y la ira de un hombre amable.»El hombre había desaparecido. El mito no. Músico, mendigo, ladrón, estudiante, mago, trotamundos, héroe y asesino, Kvothe había borrado su rastro. Y ni siquiera ahora que le han encontrado, ni siquiera ahora que las ti nieblas invaden los rincones del mundo, está dispuesto a regresar. Pero su historia prosigue, la aventura continúa, y Kvothe seguirá contándola para revelar la verdad tras la leyenda.

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libros El Zarco

De: Ignacio M. Altamirano

Editoral: Siglo XIX ISBN: 9789682322402 No. de páginas: 283 Lengua: ESPAÑOL

En su prólogo, redactado en el año 1900, Francisco Sosa considera la novela de Altamirano un documento que “refiere sobre las hazañas de los bandidos que infestaron durante unos años la región que forma hoy el estado de Morelos”. El autor encuentra en la vida del Zarco y en el relato de sus amores con una desventurada joven de Yautepec el argumento que le permite desarrollar una apasionante novela de aventuras y la rigurosa reconstrucción de una época y de sus males.

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libros

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libros El libro de los amores ridículos De: Milan Kundera

Editoral: TUSQUETS EDITORES ISBN: 9788472239722 No. de páginas: 328 Lengua: ESPAÑOL

Tal vez por haber sido escritas en el periodo (entre 1959, y 1968) más feliz de la vida de Milan Kundera , según sus propias palabras, estas narraciones son las más alegres, las más seriamente desvergonzadas y las más reflexivamente divertidas de su obra. La farándula de personajes hedonistas que desfila aquí ante nosotros en busca de los juegos múltiples y contradictorios de la amistad, el amor y el sexo no puede sino incitar a la risa, atrapados como están en el mundo loco de severidad, hermetismo e inquisición que les rodea. Una risa auténtica, traviesa ; un humor sabio, sagaz y gozador, al que ya nos tiene acostumbrados el autor de La insoportable levedad del ser.

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libros La vida de las mujeres De: Alice Munro

Editoral: DeBolsillo ISBN: 9788499898582 No. de páginas: 376 Lengua: ESPAÑOL

En el centro de esta deliciosa novela hallamos a Del Jordan, una chiquilla que vive con sus padres en el pueblo de Jubilee y nos narra su día a día, su relación con la familia, los vecinos y los amigos. A través de sus ojos observamos el mundo y compartimos el provecho que saca de lo que ve. Del compadece la poquedad del pa dre, admira el arrojo de la madre y comprende que tarde o temprano llega el momento en que hay que elegir entre una risueña mediocridad -hogar, iglesia, matrimonio, hijos- y otras opciones más interesantes y arriesgadas. Ese descubrimiento es también el de la vocación literaria, una suerte de llamada, de deber para con el mundo.

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