FACTUM - Revista Literaria No. 18

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FACTUM REVISTA LITERARIA

ENERO, 2015. NO. 18.

Biografía: Horacio Quiroga. Creación: Gustavo Alejandro Cedillo García, Dante Vázquez, Eloy Andrés Gómez Motos, Fernando Bermúdez, Silvia Alicia Balbuena, Kim Bertran Canut, Nadia P. Cavi, Betzabeth W. Pagán Sotomayor, David Cañedo Mesinas, Gemma Cardera, Carlos Ortega Pardo, James Nuño, Andrea Avelar Barragán, Rita Bedia Lizcano, José Enríquez Guzmán, Gema Lutgarda E. López, Mitzin Guadalupe Mata, Hugo Polanco Bohórquez, Elvira Ávila, Facundo Dassieu, Zambra, Luis Richmond P., Ángeles Dimas, Joalberths De Agrela, Fabián Luna, Miriam Romero, Ever H. Campos Zambrana, Zafiro Merlión, Rosa María Bodas Pérez, María Elena Espinosa Mata, Javier Quezada, Andrea Rodríguez Reyna, Julio E. Ruiz Monroy e Ignacio Hernández Macías. El Fragmento: Milan Kundera.






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CONTENIDO biograf铆a

Creaci贸n

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libros

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Presentaci贸n Tienes raz贸n. Hay que amarse y luego hay que dec铆rselo, y luego hay que escrib铆rselo, y luego hay que besarse en los labios, en los ojos, en todas partes. Victor Hugo.

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Biografía

Horacio Quiroga Horacio Silvestre Quiroga Forteza nació el 31 de diciembre de 1878 en Salto, Uruguay. Hijo del vicecónsul argentino en Salto y de la oriental Pastora Forteza. Cuando contaba dos meses de edad (1879), muere su padre al disparársele accidentalmente su escopeta, En 1891 su madre casó con Ascencio Barcos, el cual sufrió en 1896 un derrame cerebral que le impedía hablar y se suicidó disparándose con una pistola. Realizó sus estudios secundarios en Montevideo. Se interesó por el ciclismo, la química, la fotografía y el periodismo y la literatura. En 1897 hace sus primeras colaboraciones en medios periodísticos. Funda la tertulia de “Los tres mosqueteros” y se inicia en las letras bajo el patrocinio de Leopoldo Lugones. Lugones y Poe marcaron claramente su escritura. Mientras trabajaba y estudiaba, colaboraba con las publicaciones La Revista y La Reforma. Inspirado en su primera novia escribió Una estación de amor (1898), fundó en su ciudad natal laRevista de Salto (1899), marchó a Europa y resumió sus recuerdos de esta experiencia en Diario de viaje a París (1900). A su regreso fundó el Consistorio del Gay Saber, que pese a su corta existencia presidió la vida literaria de Montevideo y las polémicas con el grupo de J. Herrera y Reissig. En 1902, mata accidentalmente con una pistola a su amigo Federico Ferrando, fue detenido y finalmente puesto en libertad, tras comprobar la naturaleza accidental del homicidio. Posteriormente se trasladó a Buenos Aires, a casa de su hermana. Comenzó a trabajar como profesor de Castellano en el Colegio Británico. Ya instalado en Buenos Aires publicó Los arrecifes de coral, poemas, cuentos y prosa lírica, seguidos de los relatos de El crimen del otro , la novela breve Los perseguidos (adelanto de lo que después se conocería como literatura psicológica) producto de un viaje con Leopoldo Lugones por la selva misionera, hasta la frontera con Brasil, y la más extensa Historia de un amor turbio. a En 1909 contrae matrimonio con Ana María Cirés y se van a vivir a San Ignacio. Dos años después es nombrado juez de Paz. En el año 1915 se suicida su mujer. Regresa a Buenos Aires en 1916. Nuevamente en Buenos Aires trabajó en el consulado de Uruguay y dio a la prensaCuentos de amor, de locura y de muerte , los relatos para niños Cuentos de la selva, El salvaje, la obra teatral Las sacrificadas,Anaconda, El desierto, La gallina degollada y otros cuentos y quizá su mejor libro de relatos, Los desterrados. Colaboró en diferentes medios: Caras y Caretas, Fray Mocho, La Novela Semanal y La Nación, entre otros. Le preocupó más el valor expresivo de la palabra que lo puramente gramatical y académico, por lo que se le ha tachado muchas veces de “escribir mal”. Su obra estuvo marcada por la influencia reconocida de Kipling, Conrad y, sobre todo, Edgar Allan Poe. En sus cuentos reina una atmósfera de alucinación, crimen, locura situada en la Naturaleza salvaje de la selva. Quiroga legó a los jóvenes escritores su famoso Decálogo del perfecto cuentista que resumía de manera perfecta su propio estilo: una prosa precisa, estilizada y contundente al mismo tiempo, que lo convirtió en maestro del relato breve. En 1927 contrajo segundas nupcias con una joven amiga de su hija Eglé, con quien tuvo una niña. Dos años después publicó la novela Pasado amor, sin mucho éxito. Regresó a Misiones para dedicarse a la floricultura. En 1935 publicó su último libro de cuentos, Más allá. Muere en Buenos Aires el 19 de febrero de 1937 por ingestión de cianuro poco después de enterarse que sufre de cáncer gástrico. En octubre de 1938 se suicida Alfonsina Storni por quien sostuvo una profunda pasión. En 1939 se suicida su hija Egle. Años después, su hijo Darío también haría lo mismo.

Sus obras: Los arrecifes de coral, 1901. El crimen de otro, 1904. Cuentos de amor de locura y de muerte, 1917. Cuentos de la selva, 1918. El salvaje, 1920. Anaconda, 1921. El desierto, 1924. Los desterrados, 1926. Más allá, 1935. Historia de un amor turbio, 1908. Pasado amor, 1929. Las sacrificadas, 1920.

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“Ama a tu arte como a tu novia, dándole todo tu corazón.” Horacio Quiroga

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CREACIÓN

WONDER WOMAN ¿Quieres saber su nombre? Su nombre está en todas partes y su nombre no es traición ni mentira, mucho menos silencio. Su nombre no es asfixia; prende este humo: aire de vida. Su nombre va con dos de azúcar el café con que me acompaña su boca de efigie. Su nombre no es mío, apenas le pertenece. Su nombre es renuncia, salvación, la otra copa en el bar del purgatorio, el mismo que no existe. Su nombre más que promesa, es redención. No te lo diré porque puedes contaminarlo con tan sólo pensarlo el tiempo no te lo dirá porque no sabe pronunciarlo, sólo los dioses y eso cuando no están ebrios. Así que de ti me quedo con tu adiós, la traición, incontables silencios y tu doble cara sé perder, y porque hiciste trampa, yo gano ¿Su nombre? Su nombre no eres Tú.

Gustavo Alejandro Cedillo García, 28 años. México.

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CREACIÓN

dÓNDE ANDARÁS Estoy esperando de una manera lindísima tu presencia, esa fragancia que al compás de mi utopía delibera todos los sueños que están pendientes entre nuestras vidas. Te pienso, te quiero, te amo o al revés. Como tú quieras, yo te amo te quiero, te pienso. ¿Y tú? Me pregunto dónde andarás, si piensas en mí, en mis poemas, si recuerdas mi última sonrisa, si al terminar el sol su estadía por éste el rincón mío, ay mía, junto a mí estarás aliviando el insomnio de cada día. Mientras tanto yo seguiré esperando, de esta forma bonita, lindísima. Amando, amándote así no estés aquí.

Darío Alejandro, 21 años. Esmeraldas, Ecuador. Estudiante.

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CREACIÓN

VII Poemas para un hada Para Ángela Guerrero Sanz

I Átame noches al pecho, nada somos ante todo; guíame hacia la deriva, en la distancia seremos; libérame el alma alegre, a fin de cuentas, luz eres. II Guardo tu nombre completo, ungido de vida y magia, en la inmensidad del sueño: refugio de fantasías, regazo núbil de versos, orfanato de palabras. III Sueño, de mañana y noche, ante todo con tu nada, naufrago en la calidez zafiro de la distancia. IV Tardes oníricas tengo una vez que te imagino.

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CREACIÓN

V Mientras tejes unicornios, iridiscentes conejos retozan en el oscuro amanecer del silencio donde te encuentro y despido antes de abrir las ventanas. VI En cada rincón de ti suspirar un verso anhelo. VII Donde quiera que me encuentre imágenes de ti evoco: vuelas en mi mente, libre, impregnando de tu polvo nichos fantásticos cálidos, almohadas de aire astral.

Dante Vázquez M. 34 años. Distrito Federal, México. Poeta.

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CREACIÓN

No ser la elegida No ser la elegida, eso le dolía, no por una cuestión de amor propio, sino porque la hacía sentir en todo el cuerpo las marcas de tanta falta de amor. No ser la elegida implicaba para ella no reflejarse en los ojos de un otro porque no había otro que la mirara, no sentir los latidos de otro porque no había otro que la abrazara, no confundirse en la sonrisa de otro porque no había otro que la besara... O tal vez, si lo había, no era el otro del que ella estaba enamorada, y entonces no le alcanzaba, no le alcanzaba y le dolía. Y si le dolía era porque tanta falta de amor la hacía sentir temblores que acompasaban el maldito tic tac del reloj y no la dejaban dormir. Tanta falta de amor le generaba dificultades para respirar que impedían que las lágrimas brotaran con naturalidad. Tanta falta de amor le provocaba un fuerte dolor en el pecho, una puntada que la hacía sentir que se le estaba resquebrajando el corazón. Tanta falta de amor le anudaba la garganta ovillando decepciones, palabras retenidas en puestos de control, silencios obligados a silenciarla. Tanta falta de amor la hacía sentir un peso en la espalda que cargaba desilusiones, frases hirientes, encuentros no concretados, llamadas en espera, ilusiones deshilachadas. Tanta falta de amor se traducía en indiferencia, en desesperación, en una tristeza que ensombrecía su vida, que la encerraba en sí misma y la volvía invisible otra vez. No ser la elegida, eso le dolía, y la iba desgarrando y endureciendo por dentro y por fuera, tornándose toscos sus sentimientos pero también su mirada, y su postura, y su sonrisa humedecida. No ser la elegida la hacía sentirse no querida, no deseada, no suficiente. No ser la elegida la hacía sentirse despreciada, abandonada, poca cosa. Es que no podía entender lo que pasaba, no entendía qué hacía mal para que nadie la eligiera y no entendía por qué nadie o ninguno siempre se referían a él. No ser elegida por él, eso era lo que la destrozaba, y que esa o cualquiera o todas las que él sí quería nunca la incluyeran. No ser elegida por él y aún así justificarlo por sus idas y venidas, por su confusa manera de estar sin estar, por invitarla a jugarse la vida con él y después cambiarle las reglas para hacerla sentir que perdía, que se perdía, que lo perdía. No ser elegida por él y creerle, creerle aunque le ofreciera migajas de un sentimiento que no tenía definición ni razón de ser y que sólo la hacían sentir insignificante y desamparada. No ser elegida por él y seguir amándolo, amando a quien una mañana la trataba como una completa desconocida y al día siguiente la despertaba y le endulzaba el café con frases de amor, o tal vez no, tal vez ella sola lo endulzaba para que la espera tuviera gusto a él aunque él nunca llegase, aunque la cita jamás se concretara, aunque el azar no volviera a cruzarlos, aunque él siguiera sin elegirla y ella muriera de ausencia.

Fernanda López, 31 años. Ciudad de Buenos Aires, Argentina. Escritora.

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CREACIÓN

Me encanta como sonríes… -no dejes de sonreír-

V

También sonrío imposible no hacerlo si en ti, tu sonrisa, sus comisuras y demás labiedades, sabes bien… ya a estas alturas el disfrute pleno de tu sonrisa…

VI

Todo lo que pueda decir de una sonrisa -la tuyalo voy leyendo -en brailleboca a boca de tus besos Sonríe que estoy cerca como viento a pocos pasos en esa comisura inversa en la paz de tu sonrisa

VII

Muerte… Me encanta como sonríes… No niegues jamás tu risa Pues… Me encanta tu risa, me encanta como sonríes. Punto.

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LA CLASE COORDINADORA Hoy ha habido Consejo de Ministros: Se ha acordado elevar a las Cortes (donde el equipo de gobierno goza de mayoría parlamentaria) un gasto extraordinario, no previsto en los Presupuestos Generales, para el Ministerio de Defensa. De esta forma, con dinero público se beneficia a la empresa armamentística contratada, la cual, curiosamente es una vieja conocida del actual Ministro de Defensa, ya que, en su día, fue director general de dicha empresa (especializada, por otra parte, en la fabricación de misiles y bombas de racimo). Y hay que devolver el favor. Con este ejemplo verídico, quiero mostrar y demostrar de una vez por todas que eso que llaman las “puertas giratorias” existen y que, por tanto, el poder político y el poder económico, en sus más altas esferas, están íntimamente ligados. Mientras, en el ámbito administrativo medio y pequeño, la especialidad para controlar a la vida política y económica consiste, por un lado, en los “contratos públicos” (por ejemplo, por obras), en cuyos concursos de adjudicación se favorece a las empresas que invitan a las cacerías, que pagan las cenas y reuniones, las putas y/o trabajadoras del sexo, etc. a los cargos políticos y administrativos, asesores, etc. Por su parte, la “subcontratación” de servicios públicos a las empresas privadas más potentes del sector correspondiente (ya que a mayor poder económico corresponde un mayor apoyo financiero) es un hecho. Resultado: Accidentes laborales y ecológicos, salarios más bajos que la media, ajustes de plantilla constantes… son la cara más oscura de la contratación en la Administración Pública, que es el brazo ejecutor de lo que se ha llamado la “clase coordinadora”, para diferenciarla de las clases desposeídas, así como de las oligarquías económicas (que yo denomino las “clases poseedoras”). Clase coordinadora y clase oligárquica forman un solo frente de intereses, de los cuales el “status quo” político, social y económico es uno de los principales fines: Detener el curso de la historia proletaria descrita por Marx, los socialistas y comunistas, reprimir a la horda desposeída de Bakunin, Kropotkin y los anarquistas… El poder y el dinero es ahora la ley. Todo lo anterior queda ahora más claro si se analiza la mecánica política y económica de los países del llamado “socialismo real” (que yo prefiero denominar “capitalismo de Estado”): La disidencia, la simple y llana disidencia política, estaba y está penada en dichos países con la cárcel, la tortura, la muerte o, en el mejor de los casos, con la estigmatización social. Había que estar contento con lo que hay, porque si no, te construyen un nuevo muro de Berlín del tres al cuarto a la puerta de tu casa, o en la frontera nacional, ya que el contagio capitalista es la mayor amenaza para este control burocrático brutal, dependiente del partido único en el poder (y la libertad individual una entelequia mórbida), que controla, así, al país en cuestión con mano de hierro.

Eloy Andrés Gómez Motos. Granada, España. Licenciado en Historia.

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CREACIĂ“N

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CREACIÓN

Su nombre era Ana El tiempo transcurría, era difícil no pensar en ella; todo era raro, todo era inútil, nada tenía sentido, recuerdo su rostro fijo, su sonrisa perfecta, sus cabellos radiando mientras el aire soplaba, es algo extraño, es como leer una historia de mi biblioteca pero entre más leo, más quiero entenderlo & entre más entiendo más cosas encuentro, aunque sea escritor a veces no se explicar lo que late mi corazón, a veces soy ciego & otras entiendo al aire, pero en esto me siento ignorante, me siento sin letras. Solo recuerdo su nombre, no se ¿quién es?, puede que me tarde una vida en entenderlo, uno nunca sabe cómo iniciar una historia, uno no tiene letras planeadas, solo un abecedario que contar, no tengo ni la menor idea si la volveré a mirar, si tocare sus ojos con los míos, si jugaremos a querernos aunque pueda que solo yo esté jugando. El inicio es simple, las verdaderas historias comienzan en el punto medio, pero que historiador lo sabe, si puede que los tiempos no tengan inspiración, solo recuerdo sus ojos & comencé a escribir & entre esa servilleta & yo lo sabíamos, sabíamos que “las mujeres guapas siempre se asoman, donde yacen los ciegos” & por fortuna ella se asomó & la mire con claridad, la mire & la sigo mirando, es una mirada que se quedó grabada entre mis paisajes, entre lo colorido de un punto & una coma. Cierro los ojos & emprendo un viaje, me quedo solitario en medio de su paisaje, entiendo que sus ojos solo son un sueño, un momento clandestino entre mi camino & el destino, entre la ilusión de un amor que es tan imposible como su misma distancia, tal vez mientras camine se asome & le sonría al destino por hacernos coincidir. No sé, es complicado, es cuestión de tiempos, es cuestión de letras, es cuestión de conquistar sus ojos cada noche para encontrarnos en los sueños, es cuestión de la nada hacer el amor con la soledad, es cuestión de mirarte de nuevo para hacerme suspirar, solo sé que sé llama Ana & en medio de mi delirio, de mi inconciencia temporal puedo decir que sus ojos abrieron mi alma, abrieron un campo minado de ilusiones & de esperanzas. & entre todo lo que pasa en los caminos de un hombre, de una mujer, de todos nosotros puedo decir, que detrás de un mirada hay algo más que unos ojos, que un color, existe una explosión de galaxias, existe la mirada de Ana, esa mirada que me hizo adorar cada instante de su ser, que hizo no dejar de pensar en esos ojos, en esa mujer que tal vez no vuelva a mirar, que tal vez solo pueda imaginar, en esa mujer llamada Ana. “Las mujeres guapas siempre se asoman, donde yacen los ciegos.”

Fernando Bermúdez, Chiapas, Mexico. 22 Años, Escritor, Fotografo y Poeta.

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Después de ayudarlo a levantarse, el mayordomo fue a continuar sus labores cotidianas, hasta que oyó de nuevo una sucesión de sonidos extraños; eran horribles alaridos procedentes de la habitación que había abandonado. Indiferente y acostumbrado a las manías de su patrón, entró. Lo que vio a continuación lo dejo paralizado. El cuadro causante de los desvelos de su amo se hallaba vacío, lo único que quedaba era el marco áureo circundando el fondo negro. Avanzó sintiendo la opresión provocada por la incertidumbre en el pecho y se detuvo enfrente del sillón. Una náusea invadió su cuerpo. La expresión del infortunado reflejaba la agonía que había sufrido. La garganta cercenada despedía el nauseabundo olor metálico del líquido sanguíneo y la carne de los brazos ardía lentamente al estar moteada con diminutas quemaduras circulares mientras la sangre de sus ojos recorría sus mejillas púrpuras. Su amo se encontraba sentado frente a él con la templanza y porte propio de un cadáver. Al mirar de un lado al otro buscando el arma homicida observó una serie de marcas en el tapete que lo hicieron estremecerse hasta a punto del desmayo. Eran pisadas húmedas, firmes y óseas tatuadas con sangre que se dirigían a la chimenea; sobre la repisa, hallábase un objeto que el mayordomo no recordaba: Era un cigarrillo. Junto a él, posado sobre la plataforma de madera, estaba un ente de naturaleza densa y macabra, con el gesto de un ángel o un demonio, cualquiera que hubiese sido no hubiera importado. Como un facsímil corpóreo de un terror escalofriante. Estaba… Un cráneo.

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Claroscuros Me acompaña desde siempre. De chica, con mi hermano, me gustaba jugar a pisarla. Cada uno a la suya. A veces estaba adelante, la corría, se me escapaba, era más poderosa que yo. Adivinaba lo que yo quería hacer y me ganaba. A veces estaba atrás. Yo me imaginaba que le jugaba a las escondidas y que, cuando estaba distraída, la podía pisar. Pero también se me escapaba. A veces era muy pequeñita y se escondía debajo de mí. Me gustaba buscarla, mover los pies para encontrar sus raíces. Otras, se volvía larga, flaca, estirada. Parecía más débil. Pero de nuevo cuando la quería alcanzar sabía cómo escabullirse, cómo hacerse fuerte en su debilidad y de nuevo ganarme. Mi sombra era mi desafío. En los días de mucho sol me gustaba darle formas, enrollarla, estirarla. Por las noches buscaba la luna o una farola del viejo bulevar y la retaba a nuevas aventuras apenas aparecía. Crecí… Los años me trajeron sabiduría y ya no me gustó jugar con mi sombra, sabía que era sólo eso, mi sombra. Y que mi imaginación no podía darle vida, mis miedos no podían buscarla, mis fantasías no podían impulsarla a nuevos retos. Crecí más… Los años, impensadamente, inesperadamente, mágicamente, desde vaya a saber qué lugares escondidos, qué misterios insondables, qué encantos ocultos, me trajeron una nueva sombra, tu sombra, la sombra de tu ser… Aparecieron de nuevos las fantasías, los juegos, la imaginación. Y lo que era mi nada en mi sombra y tu nada en tu sombra, hoy son juegos encendidos. Buscamos y encontramos nuevas palabras. Sentimos nuevos sentires. Nos inventamos caricias y besos. Nos damos todo. Apenas si nos espiamos unos momentos, como cuando de niña trataba de encontrar mi sombra bajo mis pies. Alcanzó para darle vida a las sensaciones, para dibujar una sombra de verdad, para hacernos vibrar y jugar, para prodigarnos, para deformarla y hacerla a la medida de nuestros deseos. Para agrandarla y que nos contenga en nuestras ganas. Para estirarla y que nos alcance en la distancia. Para moverla y que nos haga bailar. Para aquietarla y dejarnos llevar.

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A veces siento que tu sombra me gana, que sabe escaparse como ésa bajo la farola que no podía alcanzar. A veces la tengo toda mía, la lleno de sueños, de caricias, de deseos. Me penetra y la penetro. Me envuelve y la envuelvo. No necesito de luces ni lunas ni soles para que aparezca. Estás. En la oscuridad de mi noche te apareces en mi cama, te arropas en mis frazadas, te envuelves en mi camisón, me llenas de besos, de caricias encendidas. Sabes cómo ganarme, cómo encender mis claroscuros. Entonces tu sombra toma la forma de tu cuerpo. Tiene volumen. Me estanco en tu pecho. Revuelvo tu pelo plateado. Acaricio tu espalda. Te beso. Me enciendo. Las dos sombras refulgen en una magia. Son una sola achatada de gemidos y suspiros en la noche, con farola y con luna, gozando de este nuevo juego encontrado. -Te gozo, eres mi siempre mía sombra. -Te tengo, eres mía… Amanece, Sigues ahí. No eres una sombra, no eres una fantasía ni un sueño. Eres mío de verdad. Sonrío. Te abrazo. Te doy el beso de los buenos días. Vencí para siempre a todas las sombras.

Silvia Alicia Balbuena, 66 años. Rosario, Santa Fe, Argentina. Jubilada.

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Fotografías en blanco y negro de vidas sin color Calles de brumas y hombres nítidos con bombín, alejándose del tumulto de las gentes corrientes, solitarios aquellos y escurridizos en su desesperación. Una época, que murió suicidada en el muelle de cualquier sinónimo de suburbio. Figuras escondidas en las ventanas, tras la bandera americana. Chicos del oeste encendiendo su cigarrillo, en las aceras húmedas de madrugada. Mujeres prietas abrazando bebés pálidos. Razas asomadas a los cristales del bus, observando… ¿La libertad? Vehículos con las puertas abiertas y personajes que escapan. ¿Hacia donde van? Sombreros y sombras, pasajes claroscuros, músicos de Soul, Blues, Jazz, Beat Generation, Kerouac y Ginsberg en la carretera. Conductores poetas en sus autos viejos, hombres orquesta y familias comiendo y mirando las apacibles aguas, la barquita anclada en la orilla de la ilusión. Monedas en la mano, limosnas, ciudades y sociedades, bares, luces, mendigos y caminantes en calles despellejadas. Y es que realmente todos residimos en la esquina de cualquier ciudad, en análoga carestía interior…

Kim Bertran Canut, 54 años. Barcelona, España. Escritor- Fotógrafo literario.

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PERO NO TE VAS A MORIR, TE LO JURO Te juro que te va a doler. Te va a hacer querer morir, vas a llorar hasta que los ojos se te salgan por las manos y gritarás en silencio. Te va a doler al punto que vas a desear nunca haber empezado nada de esto, vas a intentar no sentir, no pensar, no intentar… Pero no vas a poder. Te va a cortar hasta lo que no tienes, te va a doler en partes que no sabías que tenías, vas a sentir que no puedes respirar, no vas a querer hablar del tema, llorarás sin darte cuenta, nada te va a hacer feliz pero vas a fingir la sonrisa para que nadie note que por dentro estás en ruinas. Cuando sientas que ya no puedes sufrir más va a llegar un recuerdo y te va a romper la esperanza, poco para matarte pero suficiente para hacerte desear no estar vivo, y te vas a hundir en la cama e inundarás de lágrimas tu mundo hasta que se te ahoguen los sueños y naufraguen las ganas. Te juro que te va a doler más de lo que crees posible y nadie te va a entender, ningún consejo va a ser bueno, nadie ha sufrido tanto como tú vas a sufrir. Te va a doler y no hay nada que pueda hacer por ti más que decirte que te va a doler, porque así es el amor, dulce mientras dura y después amargo, cortante, asesino, frustrante, hiriente… y el mejor error que vas a cometer en la vida. Te juro que te va a doler, pero cuando se te olvide el dolor, vas a volver a empezar, te lo juro.

Nadia P. Cavi, 20 años. México. Estudiante.

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Ansias Me apetece la demencia de tus dedos cayendo en las orillas de mi cuerpo; tu boca alada explorando mis labios que sonríen. La ruptura de tus cabellos entre mis dedos; tus pies descalzos transitando la piel frágil de mis piernas que buscan entrelazarse con las tuyas. En mi garganta un pájaro enmudece y por mi espiga asciende despiadado tu aliento que palpita de golpe. Me apeteces... aguja hilvanando la oquedad de mis gestos, de mi verticalidad; provocando la urgencia de mis ojos abiertos, domando mi sombra, descubriendo de nuevo esta mujer en pleno vórtice. Vibrando como un mazo de cañas entre tus manos.

Betzabeth W. Pagán Sotomayor, 36 años. Jayuya, Puerto Rico. Maestra de Secundaria y Poeta del colectivo “Algo que decir”.


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emparejados Paseo mis dedos en la vereda de tu carne, hacia tu algaba de lodo envenenado. Cubres mis rasguños de besos noctámbulos, como un charol de lluvia y chasquidos. Tú alzas las yagas de tus gritos. Yo alzo el silencio, los rugidos. Mis jemes ondean en tu pedregal hundido, en tu abadejo que brota por la herida. Tú cierras los labios de vida, cantas los coros de fuerza. Mi piel se contrae en un flujo inyectado. Se hieren de rojo tus besos, se muerden la rosaleda. Yo me bebo tus dedeos, como un elixir de teclas. Tus uñas empadradas de mi boca, juguetean como los cuellos de los cisnes. Es un gateo de raudales; rasguños verdinegros. Es un balanceo de los poros; ya erectos, ya empapados. Es un blanqueo de tus retinas, un contorneo de tus salientes. Mi cuerpo empujado se vierte en las aguas del mundo... De pronto tu rostro se humea de vapor, como un bochorno abrasante. Del todo en alianza nace un estornudo, como una erupción de chispazos... Y en un mandato de destreza, se enjuagan nuestros pliegues, se curten tus fresas; tu voz hierve de nuevo en un choque, a soplos rechinan mis dientes, se rozan nuestros fondillos, se curan de viento mis latidos, se abren las fauces del cosmos, se parten en pares los gañidos.

David Cañedo Mesinas. 17 años. Guadalajara, México. Escritor.

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Me despierta el alba, quien me lo diría que tu hermoso rostro contemplar pudiera no, no eres fantasía, es mi realidad. Entre blancas sabanas a medio cubrir descansas el cuerpo delinean tus formas, las puedo admirar mientras tú mi amor ni cuentas te das. Despiertas en mí tantas emociones hay deseos locos de besar tu boca recorrer tus calles, pintar las caricias sentir que me abrazas, estrechas, asfixias... Suspiro profundo, se me ha hecho tarde tengo que marchar. Con mucho cuidado apago la luz grabo en el espejo la pequeña nota: “Cariño, observa tu espalda marcadas en rojo te deje mis huellas quiero agradecerte por las emociones de cada mañana, al contemplarte... desnudo entre mis sabanas blancas”.

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Las estrellas ya no alumbran las ventanas En la actualidad que vivimos... los humanos murieron. Esta noche, he oído cómo la Luna aullaba a la Tierra, alumbrando al lobo de la desolación, he visto como dos niños abandonaban a sus padres en una casa de chocolate y un pirata criaba un grupo de niños perdidos... He visto luciérnagas apagarse en la oscuridad y girasoles buscando la más oscura sombra. La humanidad ha ido deshumanizándose desde el momento en el que evolucionaron a “seres superiores” o al menos, ese nombre le dimos a una especie que crea batallas sin motivos de supervivencia, que se vuelve cruel y egoísta a cada paso que da y que denigra el planeta con cada nueva creación… Las hogueras ya no envuelven a niños oyendo a ancianos contar viejas historias de bosques y leyendas; las parejas ya no se acuestan en el césped de un campo y vislumbran la vía láctea, la contaminación lumínica no lo permite y la actual contaminación mental… tampoco. Apenas quedan niños en los parques repelándose las rodillas con el asfalto al tirarse del tobogán, la sobreprotección de los padres ya no permite que los niños caigan y aprendan a levantarse solos. Los niños ya no suben a los árboles ni juegan a lanzar piedras al río para ver quién llega más lejos o pocos quedan que aún lo hagan, el resto se cierran en sus casas y juegan con juguetes de los que se cansan rápidamente, queriendo o necesitando otros nuevos, se entretienen con consolas que les enseñan a cuidar a un perro o plantar un árbol cuando pueden salir a la calle y hacerlo por ellos mismos; pasan las tardes viendo la televisión donde los programas basura y de cotilleo crean absurdos estereotipos y personas que no saben pensar y donde los dibujos animados apenas hacen gracia ni enseñan de respeto ni libertad. El mundo dejó de ser mundo y las estrellas ya no alumbran las ventanas de nuestros hogares, aunque aún, a veces, podemos ver la Luna sonreír desde lo alto del firmamento dándonos un poco de esperanza. Quién imaginó que los humanos, seres sociales por naturaleza, íbamos a perder nuestra verdadera esencia y vendernos al consumo y al materialismo. Quién creyó que seres nacidos para vivir con los demás y necesitar a otros, iban a poder subsistir encerrados en una casa, deshumanizándose cada vez más y olvidando la realidad, volviéndose egoístas. Quién iba a decirme a mí que aquí, en un mundo donde podemos gozar del viento, la tierra, las flores, el Sol y el estrellado cielo… íbamos a desear encontrar vida en otros planetas demostrando nuestra estupidez, pues si miran alrededor, se darán cuenta de que no sabemos conservar y cuidar la que ya tenemos.

Gemma Cardera, 22 años. España. Estudiante de Psicología.

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Propósitos para el nuevo año De cara al año entrante, eufónico quince, me apresto a hacer algo bastante acostumbrado entre mis congéneres de toda laya y que, no obstante, nunca ha llamado especialmente mi atención ni mucho menos he puesto en práctica, hasta ahora. Esto es, unos cuantos propósitos de año nuevo; incluso de enmienda en más de un caso. Siempre me ha resultado una pretensión muy poco realista, cuando no de todo punto absurda, el establecimiento arbitrario –un mero cambio de dígitos no me parece razón suficiente- de una serie de metas las más de las veces irrealizables. Probablemente se deba a esa escasa constancia mía que, desde bien pequeño, me reprochara mi padre. Pero eso, la volubilidad de mi ánimo, es harina de otro costal a la que cualquier día dedique tal vez unas líneas. De todos modos, mis propósitos difieren de los tan habituales y -quizá precisamente por ellosistemáticamente incumplidos. No aspiro, por ejemplo, a dejar de fumar –no lo hago, o no con una asiduidad que conlleve considerarlo vicio reprochable- ni a porfiar en mis visitas al gimnasio –hará ya cerca de un lustro que pisé el ultimo, si no recuerdo mal- ni, en fin, a seguir la dieta milagro de turno y deshacerme de “esos kilitos de más” – por suerte o por desgracia, unos horarios de trabajo draconianos, casi prerrevolucionarios, mantienen mi línea dentro de los límites del esbelto canon occidental. Las metas que me propongo alcanzar son mucho menos prosaicas. Ciertamente heroicas algunas, si se quiere, como culminar la ardua lectura del Ulises, de James Joyce, en la que ando un mes enfrascado. En inglés, por supuesto. Asumiendo que no voy a entender nada, que sea al menos en la voz original de su autor. Y, concretamente, en la versión del texto que se tiene por menos adulterada, la dada a la imprenta en 1922. Ya metido en camisa de once varas, aprovechando el impulso que, supongo, habrá proporcionado a mi voluntad la consumación de la osadía cubista firmada por Joyce, y tal como anunciara en artículo anterior, me dispongo a sumergirme -a arrojarme sin paracaídas, más bien- en los siete tomos de En busca del tiempo perdido, del dandi Marcel Proust. Epopeya lectora ésta que muy probablemente exceda el exiguo arco temporal del año y se incorpore, por tanto, al paquete de proyectos para 2016. Otra meta, no menos ambiciosa, es concluir la escritura de la novela iniciada hará apenas dos semanas y once páginas de Word. Ya tengo un esquema argumental bastante completo y un título, Yo sólo quiero estar solo –se ve ahora el motivo para la tilde en el sólo adverbial ¿cierto?-, extraído de los hermosísimos versos de Amado Nervo –“Puesto que no estoy contigo / yo sólo quiero estar solo”-. Me gustaría hacer algo que transite entre el melodrama y el horror. Aunque admito que la propia idea es en sí bastante aterradora, a efectos estéticos. Pero no se pierde nada por explorar las posibilidades que el a priori poco sugestivo cruce de géneros pueda ofrecer.

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Para regocijo propio y orgullo de mis progenitores, en el año que termina he visto publicada Giacomo, mi opera prima. Se trata de una cínica comedia urbana que no ha tardado en ofender a media docena larga de personas -a mi humilde parecer insuficientemente alfabetizadas, en tanto en cuanto incapaces de distinguir entre realidad y ficción-. Tal vez debiera haber incluido un prólogo aclaratorio. Mi error estribó, por tanto, en sobrestimar la madurez intelectual de ciertos lectores. Sólo espero que, caso de publicarse también ésta -de todos es conocida la procelosa lógica del mercado editorial (qué vocablo terrible, por cierto, el de mercado editorial)-, el número de agraviados por el contenido de la misma se reduzca. Pero no todo en 2015 va a ser contemplación mística y examen de conciencia. Tengo previsto viajar a Roma en inmejorable compañía. Para la primavera, supongo. A ver piedras ancestrales y masticar –más que beberse- el brioso espresso que sirven en la célebre Tazza d´Oro, junto al Panteón. Claro que, para lo cual, probablemente convenga no volver a romperme una pierna; o que al menos muestre el buen juicio de no hacerlo en fechas próximas a la de partida. A tal respecto, de momento me bato el cobre a cara de perro con la renquera sobre la que hace ya dos meses me arrastro, producto del último percance. En las jocosas palabras de Camilo José Cela, máximo exponente del tremendismo patrio, tan denostado a día de hoy como idolatrado otrora –el gusto oficial, igual que la memoria y los premios Nobel, es veleidoso-: es ésta una “cojera algo temblona, como estremecida (…) una cojera casi cachonda, una cojera coqueta, casquivana”. Ni que decir tiene que, en este 2015 que recién estrenamos, estaría encantado de seguir sumando mi humilde esfuerzo creativo a la revista que tienen entre manos, ya sea en pantalla o en papel. Nada más lejos de mi ánimo que la lisonja interesada, sin embargo no está de más reconocer los hechos: se trata de una publicación que hace gala de un desusado buen gusto. Cuenta además con una cuota generosa de lectores, así se desprende al menos de su página de Facebook. Por tanto, y entre otros motivos que no vienen al caso –cuestión de espacio, y de recato en el elogio- ¿quién rechazaría la posibilidad de volver a formar parte de un proyecto como éste? Yo no, desde luego. En fin, ya para terminar porque temo estar aburriéndoles, esos fueron, en gran medida y un poco a vuelapluma, mis propósitos de año nuevo. Ambiciosos unos, sospechosos los más, reconozco que me conformaría con cumplir, si acaso, la mitad de ellos. Quizá me falte el tiempo, pero no la resolución. Veremos. Leeremos. Escribiremos.

Carlos Ortega Pardo, 31 años. Valencia, España. Profesor.

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Ex nihilo A Borges En 1970 un hombre, cansado de vagar durante semanas, decide reposar al pie de una roca que hace más de seis siglos vio una batalla que la historia no registra, y se sueña a sí mismo, como tantos hombres se sueñan desde su invención, perpetrando una novela de perpetuos tomos. Dicho texto es la historia de su país contada por un inmortal que todo lo ha visto y sentido -omnipresente desde el principio hasta el final de los tiempos-, que ha vivido el nacimiento y la muerte del sol, de los dioses, de los simios, del maíz y de los hombres. Pedro Luna –o al menos ése es el nombre con que la obra es firmadatermina los últimos párrafos con grafías desconocidas, pues la lógica onírica dicta que alfa y omega son vetados a nuestra comprensión. Treinta años después, en las cercanías de aquella piedra, circundado por paredes dúplex un joven laxo y de manos torpes cae rendido ante el fastidio del quehacer dominical y sueña, entre otras cosas, con la obra de Luna. En sus manos posee siete de los infinitos tomos escritos en caracteres indescifrables en la vigilia pero precisos en la oscuridad del ensueño, y despierta sólo para olvidar lo que se antojaría inolvidable.

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Una semana más tarde una mujer duerme enredada en el pecho del joven y se observa pasando las hojas de un diario. La tipografía pertenece a una antigua tribu olvidada (aunque ella lo ignora) pero intuye que la primera plana reseña la obra que narra, entre otras, sus vidas pasadas, presentes y futuras, donde la humanidad no es sino una historia integral de eventos triviales. Acaso estas líneas se encuentren en alguna de las infinitas páginas de la eterna obra de Luna.

James Nuño, 30 años. México. Escritor.

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La habitación en Arlés En la habitación, impecable hasta los últimos detalles, ordenadas austeramente, las sillas, los cuadros y la cama de sábanas desgastadas, amarillas por el uso. Puertas azules se levantan en la periferia, violetas que dejaron escapar, tantas veces, el susurro del viento revuelto entre silencios lánguidos sobre la duela de madera. Silencios enclaustrados en paredes púrpuras, llanas, extendidas, precariamente verticales. Iluminando, tras golpear contra los cristales de la ventana cerrada, la luz se desliza a la par que deja en sombras, indiferencias, espacios fragmentados como ondulaciones. Nubes de polvo y ceniza dispersas en fantasías oníricas. Filtradas en los rayos claros, se dibujan visiones febles, menguadas, lejanas, frágiles al tacto. Sueños ígneos expuestos al calor del brillo. Preceptos corpóreos, siluetas simples, sedicentes a ser sólo recuerdo, pensamiento, sensación. Sin embargo, ¿reales? No. Nada. En la habitación, sucia hasta los últimos detalles, desordenadas cruelmente, lo que queda de las sillas, los cuadros y la cama de sábanas desgastadas, amarillas por el uso.

Andrea Avelar Barragán, 17 años. México. Estudiante.

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Preparo tu café Hace frío. Preparo tu café, calculo más o menos los minutos que tardas en llegar. Giro la cucharilla dentro de la tasa; pienso en ti al tiempo que sonrío y hago muecas por lo astuto que eres, un travieso. Muy travieso. Estoy preocupada. El catarro que traes me molesta, porque no has mejorado. Te pido que te cuides, pero sales sin abrigarte recién bañado y ahí vas corriendo al trabajo. Tengo la culpa: por las mañana no deseo que te vayas y en las noches no te dejo dormir. Soy una loca, estoy tan enamorada de ti que amo cada minuto a tu lado. Surgieron tantos conflictos en nuestra relación que pensé alejarme; la distancia no es la mejor compañera del amor. Cada uno se relacionaba con distintas personas. La lejanía era el máximo pretexto para no intentarlo, el tiempo, el trabajo, tus proyectos, los míos. Sólo existía una amistad a distancia, dónde las ausencias, el silencio y los malos entendidos causaban más lejanía. Sin embargo, hoy estamos juntos. Te amo, te abrazo, vivo colgada a tu cuello y prendida a tu cintura, como tantas veces soñé. Meneo la cuchara pensando en lo esmeralda de tus ojos. Me encantan, tu mirada atrapa mis suspiros, devora mi cuerpo, que exige caricias y que arde en deseos. Tus labios finamente marcados con la proporción exacta para calmar mi fuego. Sin notar, percibo tus manos en la cintura, tú aliento en mi oído y escucho: — Ya llegué. Estremecen mis piernas al sentirte tras de mí, me giras y sonrío. — ¿Cómo sigues? —Cansado, tengo sueño y la garganta aún me duele. — Ay, mi vida. Me recuesto en tu pecho, me abrazas fuerte y suspiro; tu cuerpo es el lugar dónde encuentro mi paz. Levanto la cabeza, pongo mi mano en tu frente. —No tengo temperatura. Sonrío, cierro los ojos y sabes que espero tus dulces besos impregnados de pasión; entiendes que te entrego mi alma en cada despedida y que mis labios te pertenecen. Los contemplas, apartas los cabellos de mi rostro, te ríes mientras haces eterno el instante, miras los gestos que hago ante la impaciencia de mi boca. Me ciñes a tu cuerpo, me encuentro excitada. Eres malo y perverso, sabes qué deseo y das migajas a mis labios pues sólo los tocas. Te diriges a mi oído. — ¿Ya está la cena? Abro los ojos, mis manos se interponen entre tu pecho y el mío. — ¡¿Por qué rompes el encanto?! Que malvado eres. — Hago gestos y giro. — Tómate el café que se enfría. Levanto los platos para poner la mesa. Vuelves abrazarme. — Me harás tirar la vajilla. — Juegas con el lóbulo de mi oreja. —Qué importa. —Importa mucho porque es la cena. —La haces otra vez. —Mira, ¿cómo que haces otra vez? Tú te pones a hacerla ahora, porque ya me pasé toda la tarde y… — Cubres mi boca con tu mano. Me aprisionas—. ¡Ayy! No hagas eso. Mejor vamos a cenar—. Besas mi cuello. — ¿Por qué? —Por qué, porque la cena se va a enfriar.

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— Yo no tengo frío. Tus palabras avivan el calor que siento desde el primer contacto con tu figura; acrecientas mis ganas, una de tus manos va a mi seno, me recargo en ti para mantenerme en pie. Mientras susurro: — No seas injusto. Vamos a cenar antes que…--. Das un mordisco bajo la nuca. — Quiero bañarme antes de cenar. Tu respiración tras la oreja me excita aún más, Mis rodillas se doblan, estoy impaciente, quiero desnudarte, abandono los platos en la mesa, comienzas a desabrochar mi blusa. —No, no hagas eso... no ahí no, es demasiado pronto, espera un poco, sabes que si me tocas ahí… Abordas mis hombros, los acaricias con tus labios que se tatúan en la piel para terminar en la boca; en un arrebato te muerdo y busco los botones de tu camisa. Exploras mi cuerpo, entre tanto tus manos son testigo de mis sacudidas. Abres el sostén. Tiemblo. —Mi amor, no aguantaré mucho de pie. No creo esperar a la regadera si sigues así. —Que importa. — Te inclinas entre mis senos y besas. —Te amo. Me miras con la sonrisa en los labios que acentúa las líneas de mi rostro dónde ensancha la nariz y que no me gusta, pero a ti te parece tan graciosa. —No te rías. —Me encanta tu nariz. — ¡No, por favor, no digas eso! ¡No! No me martirices, me la operaré algún día. —No te la operes, te quedará chueca. — Con los dedos acaricias mi barbilla. — ¿Ya no me querrás? — Es tu sex apeeal. — Quedas pensativo y dices: — Tus defectos me enamoran. Me besas, tu ávida lengua baila por dentro y te acompaño con la mía; la humedad no es exclusiva de nuestra boca, la descubro a través de mis labios ocultos. Te quito la camisa, busco la presilla del pantalón. Tomas mi pecho. Lames y formas círculos en lo duro de uno de los pezones, que se vuelven tu vicio cuando me deshojas, succionas. Subes la falda para tocar mis nalgas, levanto una de las piernas, nuestros sexos se rozan. Corren tus manos a mi espalda, bajas el cierre, hurgas entre mis piernas, te aferras a la cadera y juegas con los listones de mi ropa. Desciendes por el vientre con el pincel de tu cueva, maquillas mi ombligo y provocas un orgasmo más. Apenas te quito la camisa. Siento fraccionado el corazón. Todo late en mí. El delirio invade mi cuerpo, cada milímetro vibra y entre tus dedos más, ansío tus labios, tus manos; mi piel desea fundirse con la tuya. Al fin encuentro el cinto. Comienzo a desabrocharlo, mientras tú ya te sirves de mí. Aprovechado. Sí, me inclino; viajas por los hombros, conoces mi punto débil, sin embargo, donde me toques me estremezco. —Hay que comenzar calentar el agua, abrir la llave al menos. — ¿Qué más caliente quieres? — ¡Ayyy, no! — ¿Qué pasa? —Está atorado el cierre de tu pantalón. Comienzas a reírte. —No… No. ¡chihuahua! —A ver, deja te ayudo.

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CREACIÓN Me hago para atrás, jalas la cremallera a un lado a otro y se rompe el ciper. — ¡No! No puede ser, ya quedó peor. Tengo que echarme agua fría. No puede ser. —No, nadie echa agua fría, yo no me puedo echar agua fría, hay que buscar las tijeras, vamos. —Se las presté a la vecina. — ¡¿Quéeeeeeee?! — Hoy le presté las tijeras a la vecina y no me las trajo. — ¡Chingado! Bien, cálmate, no te preocupes, ya buscaré la manera. Tiras, jalas, el pantalón no se abre. —Tendremos que usar un cuchillo. — ¡¿Estás loca?! —Bueno, pues es que cómo, cómo te lo vas a quitar. —Ah. Haces muecas. — ¿Qué pasó? — No, nada. — ¿Qué paso? Estás serio, no sé qué pensar, ¿ay ahora que dije? — ¿Qué pasa? Tienes la mirada gacha y aspiras, te ves triste. Levanto tu rostro. — ¿Qué pasa, mi amor, qué tienes, te sientes mal? Me miras y me pierdo en tus ojos. Estoy preocupada, no sé qué te está pasando. —Dime. Llevas tus manos a la parte baja de mi espalda, me estrechas. —Vamos a bañarnos. —Todavía traes el pantalón. Te acercas a mi oreja, chupas el lóbulo derecho. —Ya lo abrí. Te abrazo; es cierto, lo dejas caer; sólo una ropa te cubre y los calcetines, claro, pero... Húmedos besos se vuelcan en mi oreja. Llega el momento, deseo disfrutar más de ti, de tus besos, manos, labios, de todo, igual tú. Ya es insuficiente. Frenético me besas, tu lengua apetito de mi boca. Me ciño a tu espalda, marco mis uñas en tu piel. No puedo más. Me subes al comedor, aún con lo frío de éste; el fuego de nuestras almas olvidan hasta la regadera. —Te amo. —Te necesito, corazón. Desciendes. Te acomodas entre mis piernas, cierro los ojos al deslizar tu lengua por mis labios. Mi cuerpo: vino que te impregna.

Rita Bedia Lizcano, 41 años. México. Escritora.


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—No lo entiendo. —Sacudió la cabeza la pequeña, confundida; mientras su madre la sentaba en el pupitre de plástico de aquel bonito cuarto de juegos. Y cruzaba las piernas al sentarse en el suelo, para ponerse a la altura de su hija. —El sol es como un gran mago. Que da la vida a las flores, a los árboles… a los animales… —¿Al gatito del señor Gómez también? —la interrumpió la niña, con su rostro de nuevo desbordado de ilusión: “Guau… el sol es un gran mago”; pensaba, mientras su madre seguía relatándole la historia. —Sí… al gatito del señor Gómez también —accedió la madre entre risas—. El gran sol nos da la vida a todos y nos protege con su calor. Pero como es tan grande y tiene tanto calor para compartir, hay que tener cuidado, y coger ese calor poquito a poco… —Para no quemarnos —interrumpió de nuevo la pequeña, abriendo mucho los ojos. Su cabecita estaba empezando a comprender; y además, se estaba acordando de algo: —¿Como el año pasado cuando me quemé en la playa porque tomé mucho el sol? —Ajá… —asintió su madre—. El sol es grandioso, Laura. Y todos los días nos regala su magia. Tan solo tenemos que coger un poquito de ella; un pellizquito de esos polvos mágicos que nos dan la vida… Puede que ahora no lo entiendas, porque eres muy pequeña; pero mis palabras estarán en tu cabecita para siempre: Si la vida te da la oportunidad de disfrutar de la belleza de las cosas, no quieras agotar su regalo muy deprisa mirando al sol. Ve despacio… y entonces sus rayos te acariciaran para siempre. Laurita sonrió. Y a pesar de no entender esas últimas palabras, sintió la calidez de la tierna voz de su madre; y nunca olvidó este momento, que llevó grabado en su memoria.


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La transformación (Día lluvioso en la ciudad)

Las calles se atiborran de líquido indecente, los automotores se desvirtúan en transportes acuáticos que recorren a toda velocidad – a veces moderada por la afluencia del agua- a través de los caudales buscando llegar a su destino lo más rápido posible. Los individuos, por lo general ataviados de asalariados, colmados de desasosiego no resisten un segundo más estar en un asiento que los apresa con un candado que se llama tráfico; el conglomerado de máquinas frena la tan ansiada comparecencia al hogar o a cualquier lugar centro en el cual se pueda arrinconar el agotamiento y colocar punto final a una jornada más. A lo lejos, en una pequeña banqueta un hombre lleva puesto un impermeable fosforescente, “símbolo” de su autoridad ante el caos que provoca el fenómeno fluvial. Con su silbato trata de ordenar al menos a los carros que rozan para no ocasionar una catástrofe que combine la tormenta con más tiempo de espera. Algunos desafortunados olvidadizos no traen consigo algo que los escolte del agua que cae a raudales. Buscan cobijo bajo las marquesinas o simplemente corren, pienso yo, con dos únicas razones: creen que entre más rápido lleguen a su casa la tromba no los alcanzará o piensan que al deslizarse velozmente el cielo dejará de caerse. Los pontones se asemejan a una cola de caballo y por un segundo el capitalino abandona Churubusco: ¡Bienvenido a Iguazú! ¡Bienvenido a Gocta! En estos días me acuerdo de la antigua ciudad de México-Tenochtitlán, rodeada por agua que, tal vez erróneamente compare con Venecia, pero adquiere sentido al retomar las correderas de la ciudad mexica, entonces si se asemejan. Hoy en día a las chinampas sólo les pusimos motor para atravesar la urbe, la diferencia en estas épocas sólo es la tecnología.

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El firmamento decide concederle una tregua a los chilangos y obstaculiza el descenso del líquido a nuestra localidad; ahora las cascadas solo son riachuelos; los ríos verán su fatal futuro: un charco que se extinguirá a medida que pase el tiempo. Después de esto los automovilistas no sentirán lo duro sino lo tupido ya que el buen estado de las calles permite que nazcan atascaderos en los que las llantas son las principales víctimas. Algún afortunado no caerá en estas trampas, pero otros despistados y/o apurados sufrirán la ridícula pena de intercambiar el neumático por uno sano. Cientos –por no decir miles y sonar exagerado- de personas serán mojadas por coches que no miden la intensidad con la que penetran un charco. Estos pobres samaritanos tendrán que resignarse a solo recordarle al conductor que tiene madre: ¡Hijo de tu…! Los ciudadanos salen de sus casas cual madrigueras y reactivan sus labores, aunque a algunos la tormenta no los paró. Los mordelones regresan a infraccionar con el gran pretexto del suelo mojado, los autos tendrán que ser conducidos cuidadosamente si no quieren ser testigos de un soborno rutinario. De los árboles caen pequeñas gotitas que son la evidencia del fenómeno, pero en unos minutos solo serán mártires de un proceso científico. Todos lo atestiguamos y ya no es sorpresa que esto pase, primero porque la lluvia no se puede detener con nada y, segundo, el ritual de la confusión y el caos es parte de la vida de un defeño. Quién no ha vivido un día lluvioso en la urbe más importante de México no ha vivido en la urbe más importante de México.

José Enríquez Guzmán, 17 años. Ciudad de México. Eacritor.

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LA MAGIA DE LAS SONRISAS Érase una vez un hada sentada en una estrella. Miraba al cielo y se hacía preguntas; pero el cielo obstinado guardaba silencio. Estaba oscuro y solo la luz de su magia, (esa magia que rodea a las criaturas que habitan en el mundo de los hechizos), era la que iluminaba aquel obstinado y silencioso firmamento. —¿Por qué existe la tristeza? —le preguntaba insistente Lilia al Dios de la tierra, los cielos y el agua; sin embargo, el firmamento callaba—. ¿No quieres contestar o no sabes la respuesta? —continuaba la pequeña hada sin desistir en su lucha por descubrir tan encriptado misterio. Pues a veces no entendía su misión. Todas las hadas tienen un cometido cuando el infinito las crea. Cuando la madre magia las riega con los brillos del encantamiento y les otorga el don de volar. Lilia era el hada de las sonrisas, pero ella quería que las sonrisas fueran eternas y a menudo se sentía frustrada cuando las lágrimas ganaban terreno a su lucha. Eso le causaba un gran dolor, máxime cuando el Creador persistía en su sigilo. Pero, no se iba a rendir, ¡no señor, no lo haría! Se puso en pie sobre la estrella, el pequeño astro osciló un poco con tan imprevisto movimiento. Lilia estiró sus alitas entumecidas de tanto pensar y poco volar; y emprendió su viaje hacia aquel mundo que le había sido asignado, dispuesta a llevar a cabo su valiosa misión: “con o sin respuestas, vencería a la tristeza y regaría aquel planeta celeste llamado Tierra con su magia, para que por fin crecieran las sonrisas”. Voló y voló apresurada, surcó cielos y visitó ciudades que se iluminaban con su halo. Pero, no era suficiente, las lágrimas seguían brotando: “¿Cómo podía ser posible? ¿De qué le servía ser mágica entonces, si no podía asegurar las sonrisas, sentir la paz y la concordia, la felicidad completa allá dónde iba?” No pudo más y cansada, se refugió en un frío callejón lleno de nieve. La Navidad estaba cerca, se escuchaban los cánticos por todos los lugares, pero ni siquiera esos cantares aliviaban su pesar. Arrugada sobre el frío suelo se dejó conquistar por la que ella creía su más ferviente enemiga: la tristeza. Lloró y lloró desconsolada, hasta sentir derretirse esa nieve que la arropaba. Entonces, una cálida mano tocó su hombro y una dulce voz la acunó: —¿Qué te pasa, mi niña?

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Lilia levantó sus ojitos, parpadeo dos veces, y retiró con su manita, las doradas lágrimas que resbalaban por sus mejillas. Su corazoncito empezó a latir muy fuerte, cuando vio a la bella señora que le había dado el soplo de vida en el cuarto mes del ciclo lunar: —Madre — exclamó el hada, y su cuerpecito encontró sosiego entre aquellos brazos que la mecían y le daban calor. La dulce señora regaba con mágicos susurros la frente de su pequeña. Y Lilia se sintió salvada porque, al fin, hallaría una respuesta. —Ay, mi niña, mi dulce Lilia, ¿por qué lloras? —Porque no sé cómo hacerlo, madre. No sé cómo utilizar la magia, las lágrimas siguen existiendo; y yo solo quiero que todo el mundo sea feliz. Para eso nací, pero no puedo conseguirlo. La señora retiró suavemente unos cuantos cabellos dorados, y posó sus labios tiernamente sobre la frente del hada. Lilia se sobrecogió al sentir aquel amor increíble colmado de blanco hechizo y sabiduría. Y aquel beso le mostró un milagro: la imagen de una casa que visitó días atrás, una casa donde vivía una niña, de melena cobriza y nariz pecosa, que a causa de unas fiebres había perdido la capacidad de escuchar. Aquella niña pidió un deseo a la estrella donde Lilia vivía: volver a oír algún día. Pero, Lilia lo había intentado todo, había usado mil y un hechizos para devolverle la audición y la sonrisa a aquella pequeña. Creyó que no lo había conseguido. Lo creyó... Hoy, su madre, aquella señora que le dio el suspiro, le enseñó lo equivocada que había estado. De repente, tiernas y alegres canciones de Navidad se habían colado en aquel cálido hogar, donde la niña vivía: resonaban en paredes, envolvían el ambiente como alientos de magia eterna y soñar. La pequeña se llevó la mano al corazón, y su cara se iluminó con la más brillante sonrisa; porque cada nota de música y cántico acariciaba su piel, retumbaba en su pecho, como un milagro. Oía la música, aunque no pudiera oír… Lilia, al fin entendió. Pues aquel misterio que la acongojaba no era un misterio. Es inútil empeñarse en entender el porqué de la tristeza, cuando la magia existe, porque el hechizo es la fuerza que nos ayuda a encontrar el verdadero camino de las sonrisas.

Gema Lutgarda E. López, 38 años. Málaga, España. Escritora

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Cellisca La lluvia comienza a caer justo cuando llega la tarde del viernes, caen grandes gotas chocando unas con otras en movimientos simultaneos, y en ratos, se estrellan contra los cristales y se escabullen temblorosas hacia cualquier rincón. Los niños corren y saltan sobre los charcos, empapando a señoras escandalozas que caminan con pasos rapidos hacia sus casas, alarmadas por las gotas que caen con fuerza en sus altisimos peinados que con tanto esfuerzo habían hecho, y mientras unos corren a refugiarse y otros observan desde sus ventanas el panorama, dos jovenes bailan y dan vueltas como locos, apretados de la cintura y riendo despacito, con calma, boca a boca y empapados por la lluvia que resbala por sus cuerpos, humedos, y se mezcla con el aroma del sudor, agotados por el esfuerzo que requiere el baile, el tenerse frente a frente, sus miradas juntas y sus pupilas dilatandose cada vez más, fundiendose en la mirada del otro, como si se encontraran por primera vez. Los demás se lamentan por lo que quisieran hacer en aquel momento y no se atreven, y avanzan con la cabeza baja con el pretexto de la lluvia, soltando palabrotas a los niños que brincan en los charcos, a los autos que pasan acelerados, y a los dos locos que bailan con Jerry Lee al ritmo de Great balls of fire, y una señora histerica que los mira con resentimiento, con cierta envidia, y cómo no, si aunque ella no lo entienda, muy en el fondo sabe que desearía estar haciendo lo mismo en ese instante, en ese mismo segundo, con el hombre que tanta alegría le había causado alguna vez, mientras aquellos dos muchachos se funden en un agradable beso y entrelazan sus dedos, y sus mejillas juntas para seguir bailando, sin importar que los primeros rastros de nieve han empezado a caer.

Mitzin Guadalupe Mata, 17 años. Guadajalara, Jalisco. Estudiante.

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-¿Qué letras? ¿Qué dicen? No veo, dime. -La razón de por qué tu libertad es negada: tus desconfianzas, mentiras, vicios, miedos, violencia, odio celos, desconfianza a ti mismo, miedo a soñar. -Dime que dice aquella placa que está situada arriba de mí en la que las cadenas están soldadas. -Dice lo que tú solo decidiste sin importarte nada ni nadie: “ tus propios errores te hicieron perder el amor tus errores son los causantes de tu propio exterminio”. -Perder el amor… Yo sólo quería ser feliz, pues tú solo causaste lo contrario. Mírate como siempre pensando en ti, solo en ti. Egoísta. El silencio inundó el lugar, un frío fuerte y secó pegó en mi rostro, algo había pasado. -¿Qué pasa? ¿Qué me sucede? ¿Qué hago? Solo quiero vivir y amar, solo quiero ser feliz. -No pidas algo que ya no tiene sentido, ya no tienes que recordar, ya se ha ido. -Déjame, solo quiero luchar. -Pero ¿para qué? Ya has perdido. -Cállate ¿hasta cuando estaré aquí? ¡Déjame ir! -Siempre estarás así encadenado, entiende ni siquiera nadie sabe lo que te ha pasado ni familia, ni amigos, ni ella, nadie. Tú causaste que nadie ni siquiera se preocupara por nosotros. De repente la tristeza no dejaba de aumentar, más una pausa se creó no había nada más que yo limpio y sin cadenas ni heridas, libre. Mi rostro empezó a sonreír, una sonrisa de fe y de ilusiones y otra oportunidad. La única voz era la mía. No paraba de sonreír y dar gracias pero cuando pensé que todo había terminado mis ropas se desgarraban poco a poco, las heridas abrían, mi boca y pies sangraban, la luz se disminuía cada vez más, intente correr y escapar llegar a la luz cuando tropecé tan duro que la sangre empezó a escurrir por mi frente seguía encadenado otra vez mi libertad y mis ganas de vivir eran arrebatadas ¿Por qué? ¿Por qué? La risa pesada y burlona de nuevo, todo se ha: ido la ilusión se desvaneció y tu ríes, riendo solo dijo: -Ahora sabes que sentí cuando de la nada todo murió, todo se acabó. Has muerto amigo mío, ya no luches hemos muerto. De la nada un gran shock sentí voces retumbaban mis oídos pero me encontraba tan aturdido que no lograba entender nada, mis ojos empezaban a abrir, la luz era deslumbrante solo llegaba a ver borrosas siluetas; a mi alrededor todo se empezaba a aclarar. -¡Es un milagro! ¡Está vivo! -¡Felicidades doctor! Me situaba en un hospital, traté de moverme, ninguna atadura me lo impedía pero me sentía más encadenado que aquel calabozo, mi fuerza poco a poco volvía a mí. -Doctor se mueve, se mueve, no cayó en coma. Me sentí con fuerza suficiente para respirar, el aire recorría mis pulmones con una frescura inexplicable, vi mis brazos y arranqué los sueros violentamente; aparté a todos de mi, trataron de agarrarme, vi la puerta y no lo pensé dos veces corrí hasta alejarme de aquel sitio; quise ir a casa, todos estarían preocupados buscando, pensé pero cuando llegue me di cuenta que ni siquiera mi ausencia habían notado, corrí hasta no poder. Quería verla, quería amarla, quería abrasarla demostrarle que aquí seguía esperándola ,que quería estar a su lado; la vi a los lejos pero nada había pasado, todo seguía igual sus ojos expresaban enojo y desconfianza y ella que ya todo había olvidado, ya no era nada para ella; todo seguía igual nada había cambiado, seguía sintiendo esa gran presión pero mis pies y manos limpios estaban sin cadenas pero yo ahí las sentía, más fuertes que nunca. Intenté, llorar, gritar pero todo fue nulo, por fin había entendido lo que en mi propio calabozo, mi sentir me dijo estaba muerto, mi sentir había sido eliminado y esa voz, mis sentimientos el que nunca dejó de luchar por fin se rindió. El vacío inundaba mi cuerpo, un cuerpo que tan solo ya era algo vacío, solo roto y sin sentido el único recuerdo son estas cadenas que siguen conmigo, el sendero de este irónico camino, cadenas tan fuertes tan pesadas tan reales.

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PACO EL INDIGENTE La lluvia como suave ducha helada caía de las nubes que colgaban del oscuro cielo, las calles de la fría ciudad se veían tranquilas; Paco con sus siete añitos, halando su pequeño carro esferado cargado de materiales reciclados, llegó cansado de la vida, del duro canequiar… pero venía resignado porque entendía que esa era su vida y la tomaba con cariño por lo que hacía, pues con ello llevaba el sustento a su casa y algún remedio que calmara la enfermedad de su mamá. Esa noche parecía diferente, el cielo se veía nublado, el frío calaba sus huesos, como queriendo protegerse de él mismo en el cuerpo del muchacho; Paquito tiritaba del mismo frío pero el afán por llegar donde Lucrecia su mamá y el hecho de ella estar enferma, lo animaba a seguir adelante. Al llegar a la esquina frente al rancho donde vivía, Paco sintió algo helado que calo hasta lo más profundo de su ser, sus enormes ojos quedaron tan abiertos cuan grandes eran; caminando como un zombi llegó a lo que había sido su rancho, con la noche se coló entre las ruinas, se detuvo frente a los rezagos de lo que en la mañana era una cama donde Lucrecia descansaba de su penosa enfermedad, el fuego había consumido casi todo. Un desgarrador grito se dejó escuchar por todo el barrio… ¿mamita dónde estás?... Ese día Paquito se había despedido de su mamá, dejándole un beso en la mejilla; luego el niño se dedicó a recorrer la ciudad. Al poco tiempo Paco llegó al elegante conjunto en los altos de San José, frente a la hermosa puerta al lado de la cual cada tercer día se colocaban las canecas que contenían las basuras de la agrupación residencial; el niño se acercó jadeante y cansado a los recipientes repletos de basura; introdujo sus pequeñas manos en uno de ellos. Los redondos y agraciados ojos de Paco, buscaban en el interior de los recipientes, penetrando hasta el fondo de las basuras. No tardó mucho en hallar el preciado botín que desde hacía unos meses aparecía atada a la caneca azul, como dejada expresamente para él; era una bolsa verde claro, allí estaban las viandas que alguien dejaba con algunos alimentos y de vez en cuando un pantalón o una camisa, o hasta un par de zapatos nuevos que Paco solamente tomó para sí pero sin detenerse a pensar el porqué de aquel extraño botín. Al destapar la bolsa, los víveres hallados, hicieron brotar en las pálidas mejillas del pequeño, una tímida sonrisa, Paco miró instintivamente hacia la ventana de la casa número siete, allí una mujer, como sucedía cada tercer día, le saludó haciendo una seña con la mano para luego perderse tras la verde cortina de satín que cubría los cristales. Paco sonriente levantó su mano en señal de agradecimiento. Pedro el papá de Paco se había ido a vivir con Lucy, abandonando a Lucrecia y a Paco, quien por la enfermedad de Lucrecia su mamá, debió salir a la calle a rebuscarse escarbando en las canecas de la basura para sacar de ellas los papeles, cartones, plástico, latas y hasta ropa vieja. Lucrecia lo esperaba siempre en casa con lo que el niño lograba recolectar en su recorrido por la ciudad; Paco llegaba cansado de la tarde, su carrito repleto de materiales,

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su cuerpecito adolorido del duro trabajar. Al día siguiente Lucrecia madrugaba al centro de reciclaje donde vendía lo conseguido por el niño, ese dinero lo utilizaban para sobrevivir en el humilde barrio en un rancho hecho en latón forrado de cartones y puertas de madera. Como Lucrecia continuaba enferma a Paco le tocó ir cada día en la mañana a las bodegas a vender él mismo lo poco que conseguía y el resto del día a rebuscar entre la basura, recorriendo ahora otros sectores de la ciudad con el fin de recoger la mayor cantidad de materiales para reciclar, luego vender y poder comprar la comida y llevar las medicinas a Lucrecia quien cada día se veía más enferma. Ese día Paco salió como de costumbre a vender los materiales recogidos el día anterior, Al poco rato, Lucrecia empezó a sentirse peor tosía y tosía, al sentirse ahogada por las flemas y la tos, jaló sin querer el mantel que cubría la mesa tirando su contenido al piso; de inmediato la veladora que alumbraba a Santa Bárbara su patrona, prendió fuego a los periódicos que extendidos por todo el piso servían de tapete para evitar el frío y el polvo. Fue cosa de pocos minutos, las llamas prendieron la ropa, los cartones y periódicos y llegaron a la estufa de gasolina que explotó en el acto, acabando de inmediato con la vida de Lucrecia quien no alcanzó ni a pedir auxilio a sus vecinos que al llegar solo encontraron los restos quemados y humeantes de lo que había sido el rancho de Pedro, Lucrecia y su hijo Paco. Paquito después de su llegada al rancho ingresó a la que fuera su casa y después de gritar llamando a su mamá, se sentó en el arrume de escombros, quedando desde ese momento con su mente en blanco y sus ojitos mirando al cielo. Pedro llegó a la colina frente al rancho de Lucrecia… Se sorprendió al ver el rancho quemado; cuando quiso acercarse los amigos de Lucrecia y Paco lo vieron y arremetieron contra él a piedra y garrote, reclamándole por el abandono a su mujer y a su hijo y culpándole de la tragedia y la muerte de Lucrecia, Pedro rodó al suelo al recibir un garrotazo en la cabeza, los vecinos lo arrastraron hasta los calcinados restos del rancho y lo arrojaron dentro, cayendo justo a los pies de Paco quien con su mirada perdida en el horizonte, ni siquiera se enteraba de lo que estaba sucediendo, no se supo si Pedro se murió del garrotazo, de ver destruido lo que algún día fuera su hogar o de la pena por la muerte de Lucrecia, si terminó loco o se regresó donde la manca Lucy, lo que si se supo fue que cuando llegó la policía el hombre fue hallado en el piso a los pies de su hijo, los policías metieron el cuerpo en la patrulla y se lo llevaron, desde ese momento nadie volvió a saber nada de Pedro. Los días pasaban y Paco continuaba sentado en el arrume de escombros frente a la cama donde había dejado a su mamá, algunos vecinos le llevaban comida, la flaca Ruby, llevó algunas cobijas y lo arropó, entre Argemiro y don Miguel el presidente de la junta de acción comunal del barrio le construyeron un tejado que cubría al pequeño y luego algunos vecinos

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los forraron de latas y cartón armando un pequeño rancho en el que el niño pasaba minutos horas y días llamando a su mamá; aunque los vecinos trataban de explicarle lo sucedido y de contarle que Lucrecia había sido sepultada en el cementerio del sur, el niño parecía no entender nada de nada, y seguía en el mismo estado mirando al cielo y diciendo… Mamita… Mamita… ¿dónde estás?... En el elegante conjunto residencial de altos de San José, la solitaria y Rica viuda, doña Carmela, se notaba intranquila, era el tercer día que el niño que ella ayudaba con comida y ropita, no aparecía a buscar en la caneca su bolsa de sobras y sorpresas, ella llamó al conserje y le ordenó averiguar lo que más pudiera sobre el pequeño. Unos días después el conserje llegó donde doña Carmelita y le contó lo que sucedía con Paquito, llevándole la dirección de la casa del niño, ella de inmediato ordenó a su conductor llevarla al barrio de la loma y al llegar allí detenerse frente a lo que había sido la casa de Paquito, la señora bajó del vehículo sin escuchar las protestas y advertencias de su conductor, observando el lugar, por entre las latas vio al pequeño, con sus delicadas manos abrió la puerta de madera e ingresó al interior, Paquito se encontraba sentado en el borde de lo que había sido la cama de Lucrecia, doña Carmela se acercó a él y tomándole en sus brazos lo apretó contra su regazo; en ese instante el niño pareció despertar, dejó escurrir dos enormes gotas de llanto que como perlas brotaron de sus ojos rodando por sus mejillas hasta caer al piso. Doña Carmela lentamente levantó al niño y lo llevó al auto, ante la mirada de los residentes del lugar, lo introdujo en el coche y desapareció de allí sin que hasta hoy cinco años después, nadie sepa que pasó con Paquito. Es de mañanita y en la casa número 7 del elegante conjunto residencial en altos de San José, se escucha la voz de doña Carmela… “Paquito… Apúrate hijo que es hora de irte para el colegio, ya la ruta está por llegar”…

Hugo Polanco Bohórquez, 63 AÑOS. Bogotá, Colombia. Técnico en Artes Gráficas y escritor.

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LA PACIENCIA DE LAS CIUDADES A veces quisiera tener la paciencia de las ciudades. Caminan sobre sus lomos inflamando su locura y ellas nunca se quejan. Las rellenan con mancos, putas y locos. Las afean de policías y torretas agresivas. Las desgastan con marchas y plantones falsos. Las cubren del frío bajo mantas de basura y odio. Les entorpecen la vista con anuncios luminosos. Las abren en canal de Norte a Sur. Les inyectan los oídos con canciones para idiotas. Las rompen en mil pedazos y nunca las reconstruyen. Las bautizan con nombres de vergüenza. Les taladran la piel con parroquias e indigentes. Les fracturan la columna con puentes para suicidas. Las violan. Las escupen. Las manosean. Las asfixian. Las venden. Las malbaratan y ellas tan firmes de orgullo nacen con el alba para morir por las noches hinchadas de tristeza y autos.

Elvira Ávila, 27 años. Xalapa, México. Estudiante.

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Migrante Soy migrante mi planeta migra de espacio vacío en espacio vacío en frío, migro mis emociones al calor humano en libros, migro hasta el fondo de otras mentes, dimensiones y mundos he emigrado de cuna a cama de cama en sofá cama y… Caramba, migro de piel y cabellos migro de pensamiento y verbo y cuando no se puede: emigro. Quisiera migrar la pena mirarla a los ojos, entenderla para despedirla migra la palabra a melancolía una rima que busca asilo migrante de verso en verso de boca en boca. Emigrar por sobrevivencia sin leer / entender / razonar lo abrupto del evento: migrar por sobrevivir el ser alguien no importa si no vives en cemento he emigrado la idea hasta este preciso punto universo.

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Los migrantes, en mi caso, casa pasan por Palenque, Villa, Coatza... etc… pasan por puntos de nadie en tierra de nadie y no importa: “son migrantes” y la palabra: los borra pues son nadie – y soy migrante el hechizo migra la percepción se vuelven ente sin cuerpo hormigrantes trepados y siguiéndose un@s a otr@s y soy migrante en mi propia casa por no decir país, por no decir ciudad pueblo un turista migratorio en el aparato oscilatorio de lo que nos atrevemos a llamar universo. Soy migrante fractal y ojalá todo camino coincidiera en armonía migré de ayer a hoy emigré del inconsciente colectivo al lado oscuro de la luna y sucesivos Xhibalbas y Nirvanas y una canica azul que migra en una constante que nos atrevemos a llamar universo.

Zambra. Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México. Promotor contracultural y músico.

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Los amantes

Te invito a leerme, a que me recorras letra a letra marcando mis frases significativas. Bondad y maldades dentro, deshojándome incendiás mis aciertos y errores en tu brasa helada, incandescente. Nosotros, amantes de carne y sueños, aún siendo extraños nos conocemos tanto. Inventame un nombre y un tiempo, encerrame en un concepto arbitrario Navegá mis mares de sentidos abstractos Tomá de mi turbulencia tu fuerza y al terminar Olvidame. Liberame. Perdeme. Encontrate.

Facundo Dassieu, 23 años. Lanus Este, Argentina. Estudiante de Actuación, escritor, delirante. Blog: Pensamexos Inconientos

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VENTAJAS DE VER EL ALBA

El sol comenzaba a salir, yo me dirigía al trabajo. La vida nocturna se escondía tras cortinas de hierro y vidrios de espejo. Los clientes amados mientras dura la oscuridad, son fumigados como ratas con los primeros rayos de luz. En las afueras de uno de tantos burdeles, me encontré después de tanto tiempo con Max Demian. Su apariencia era la misma, salvo por algunas ojeras, y su barba de semanas que crece de manera incompleta. Me aseguró su pasión por los bailes privados, a los que añade cuando está de ánimo, una felación. Su favorito es el trago de cortesía al presentar la marca de Caín. Sobre su vida me ha dicho que transcurre sin sobresaltos. Profesor de Filosofía desempleado, la moda del New Age le permite sobrevivir con la venta de sus libros. Tres veces por semana ofrece espectáculos de boxeo ad honorem, con la esperanza de encontrar en alguno de sus borrachos contrincantes, uno que esté al nivel de aquel estudiante japonés de intercambio. Su madre aún vive, y a juzgar por las fotos, guarda algo de su mejor época MILF.

Luis Richmond P., 21 años. San José, Costa Rica. Estudiante.

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AFTER PARTY Los pies femeninos provocan la rendición masculina en esos tobillos cuya fíbula deslizante se acomoda junto al astrágalo leve monte construido/destruído entre andares altos y descalzos sobre la duela. El arco sobre esos tacones de doce centímetros que a veces usan con el vestido rojo con el vestido negro sin los vestidos :sus curvas cuneiformes excitan las pupilas /conexión vaginal directa espasmos y unos músculos tetanizados/ a veces los dedos se esconden unos de otros unos con otros de nosotros de los otros. Sus uñas tienden a impactarse en las esquinas de la cama y los rebordes óseos de las falanges se inflaman una gama de pigmentos purpúreos aparece puntiforme/nubiforme :no te quites los zapatos después del baile /déjate las medias.

Ángeles Dimas, 23 años. Saltillo Coahuila, México. Estudiante.

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La mariposa y la serpiente Por el bosque volaba un día una blanca de la col, sacudía sus alas delicadas con ternura, cada rama que miraba la hacía suya y cuando veía una hoja que le gustaba solía posarse un rato en ella estirando sus extremidades, haciendo parecer sus puntos negros ojos que miraban el mundo entero como Dios en sus días de aburrimiento. Pasados algunos minutos de indecisión alzó vuelo nuevamente hacia otro lugar llegando en su momento a una rama peculiar que tenía en ella una piedra extraña, el instrumento nunca antes visto por el insecto era como un panal de abejas, pero mucho más pequeño que cualquiera que hubiese visto. La mariposa sintió curiosidad, así que aterrizó junto a la piedrita, la tomo con sus manos y se dio cuenta de que hacía un sonido muy llamativo; el sonido era tranquilizante, similar a la sonaja de un niño, la sacudió una, dos, tres veces sintiéndose aún más curiosa y encantada a la vez. Quería sacudirla una vez más, pero justo antes de hacerlo un siseo la cayó. Shiii hace la lechuza, o al menos eso dice la canción infantil, mas quien hacía dicho sonido esta vez no era un ave, sino un ofidio que se sentía perturbado al ver que un hada blanca usaba su cascabel como juguete. La serpiente se acercó a ella muy molesto, se trataba de un pequeño ofidio con anteojos cuyo cuerpo estaba camuflado en el árbol. Se acercó con ímpetu de iniciar una violenta discusión y ella al tenerlo frente a sí simplemente salió volando a toda velocidad. La blanca de la col se sentía enamorada, nunca antes había escuchado un cascabel tan hermoso; ni un siseo tan suave, tan cálido y suave como el roce de una mano tersa. Deseaba hacer las paces, conocerlo, hablar con él, saber de él, hacerlo ver que ella era buena y que su desazón solo era consecuencia de un mal entendido; así que puso una cara firme, tomó una hermosa orquídea del color de sus alas y fue al árbol a entregarla como regalo. Llegó al sitio y allí estaba el ofidio, se acercó a él extendiendo sus manos en símbolo de paz.

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Ella sentía que ese regalo era perfecto, que en él se encontraban sus sentimientos de amor y que el reptil los aceptaría encantado, pero no fue así, mientras ella tenía una mirada de afecto, él llevaba en la suya una inmóvil incomodidad. ¿Cómo podían enamorarse una mariposa y una serpiente? Eso no tenía el más mínimo sentido. El ofidio huyó, se escondió tras el tronco del árbol dejando a la blanca de la col con el regalo en sus manos, pero ella no planeaba rendirse, así que lo persiguió y se colocó frente a él rompiendo la dura gravedad. En la cara del dueño del cascabel aún estaba una irritación. La mariposa fue moviendo su rostro hasta hallarlo en el de su amor y en él fracturó el mal ambiente. En un momento inesperado sus labios se tocaron por menos de un segundo. Sus caras se retiraron rápidamente porque los anteojos de metal lastimaban la nariz del hada. La blanca de la col acercó sus manos al perfil que le encantaba, rozó sus cachetes y le quitó los lentes. <<Se ve aún más bello sin ellos>> pensó silenciosamente. Y al no llevar el obstáculo volvió a besarlo indeteniblemente.

Joalberths De Agrela, 20 años. Venezuela. Estudiante.

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MI VIDA Y nos perdemos Mi dedos de las manos son frios, los tuyos congelados. La niebla baja y el frio, mas intenso, calosfrios, tus mejillas sonrojadas. Y detrás de la ventana de la habitación la raza humana con ojos vendados, ocultando el pasado. Ese pasado, pedacito de tiempo, desgaste del pensamiento. Mientras nosotros nos observamos, todo queda lejos, los versos, los cantos, las muertes, los llantos, la vida. Mi vida.

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A LAS SALAS DEL DESPRECIO Que te lleve el olvido a las salas del desprecio, cuando grites, no te escucharé, cuando llores, no podrás controlarte. Recuerda que eres hueso y carne. Te envaneces con tu simpleza y a pesar de tu ligereza, no olvido tu fragilidad. Que te destruya el tiempo y tu piel desaparezca. Que te consuma el viento con su vanidad. Que tu espíritu pequeño encuentre ahora su hogar y no se vuelva a vanagloriar. Nos volveremos a encontrar en el estrecho Sendero del andar. Y ante todo ser un extraño para ti en la oscuridad.

Fabián Luna, 25 años. México. Poeta.

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Metagestación… Risas de niños que juegan y se balancean en los columpios. La voz de una madre que les canta y que corre de uno a otro para seguir empujándolos. Risas y risas de los pequeños que disfrutan inmensamente ver a su madre caminar rápidamente detrás de ellos y empujarlos en los columpios. Risas de niños que corren despavoridos . La voz de una madre que persigue a los niños para llevarlos a la ducha. Risas de niños que disfrutan ver a su madre tratando todo tipo de artificios para que coman. La voz de una madre que intenta convencerlos de que el mejor alimento para ellos es la papilla de vegetales. Risas de niños que corren porque quieren llegar a la recámara antes que su madre. La voz de una madre que finge no correr a su paso. Risas de niños que juegan y que no quieren dormir. Una madre que canta melodiosamente canciones de cuna… Mientras las risas de los niños se trasladan a sus sueños… Parados frente a lo que sería su nueva casa, la recién formada familia no cesaba de sonreír ante la belleza del lugar. Al fondo, una casa blanca cuyo porche era adornado por columpios que se mecían al compás del viento. -Aquí será nuestro nuevo hogar querida. -¡Me encanta! Estoy segura que vamos a tener una vida llena de felicidad. Es un lugar hermoso. -Así será querida. Ahora vayamos a confirmarle a los de la mudanza que ya estamos aquí para que lleguen con nuestras cosas.

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Meses después, en la mesa de auscultación, le dan la noticia a la feliz pareja, ¡van a ser padres! y aún mejor, al parecer son dos los embriones que se distinguen. Al salir del médico, la pareja empieza a hacer planes para los futuros miembros, entre risas e incertidumbres se les nota la incredulidad. -Tendremos dos hijos, dos y ¡al mismo tiempo! -Sigo ensimismada querido. Sigo sin poder creerlo. -No te preocupes. Tendremos dos razones más para disfrutar y ser mejores en nuestra vida. Vamos a poder usar el resto de la casa. Las habitaciones para huéspedes ya tendrán dueños. Ahora mismo llamo al arquitecto para que empiece a hacer las modificaciones necesarias para que nuestros hijos o hijas estén perfectamente cómodos en lo que será su espacio. -Sí querido. Hay tantas cosas por hacer. .. dos, dos… -Ya quiero escuchar sus risas, verlos correr por toda la casa. Dos querida, dos… En el periódico se leía la noticia principal que abarcaba la primera página. “En un ataque de desesperación, una madre asfixia a sus dos pequeños mientras dormían…” Risas de niños que corren, que juegan y que se balancean en los columpios mientras su madre les canta una canción de cuna… en sus sueños.

Miriam Romero, 36 años, Oklahoma, Estados Unidos. Estudiante.

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A nuestros estimados Poetas bohemios A ustedes hermanos poéticos, abejas de la Poesía, trabajadores estéticos, soñadores cada minuto del día, que muchas veces en lugar de merecidos premios, a veces hasta con la indiferencia del mismo gremio, reciben incomprensión, desprecio, ofensas, hasta violencia, aguantan hambre, sed, pobreza, enfermedad, incluso mueren en el anonimato, pero que aun en la embriaguez, la locura o la somnolencia, en silencio y en tempestad, en compañía y en soledad, muchas veces en un fugaz rato, conciben ideas únicas y hasta universales, obras que sobreviven el tiempo y sus detractores, a ustedes, nómadas y comensales, hombres y mujeres, jóvenes y mayores, graduados y autodidactas, nóveles y expertos, que aman a sus semejantes, la naturaleza, a los animales y las cosas, que alegran vidas, aconsejan, inspiran, sin necesidad de ser perfectos, que muestran la trascendencia del pensamiento, de la palabra, de la voluntad fructuosa, sus nombres y obras merecen el reconocimiento y la difusión de la sociedad, a ustedes, que son imprescindibles a pesar de que el Estado no lo diga, y aunque no conozco sus identidades y obras, ante el mundo y para la posteridad, en nombre mío o de todos, les admiro, les agradezco, ¡Y que DIOS les bendiga!

Ever H. Campos Zambrana, 39 años. Jinotepe, Nicaragua. Abogado y Notario.

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TE AMO POR RATOS

Mirar tus ojos me hacen sentir cerca del cielo. Como una nube que, al querer tocarla lentamente se aparta de mis dedos. Me encanta tu sonrisa, que por momentos agobia mis pensamientos, cuando de pronto, con serenidad tras de mí, recorre tu mirada todo mi cuerpo. Te veo y no creo. Tenerte tan cerca y no besarte, es un mal sueño. Te amo a momentos, sólo cuando te veo. Te vas y me dejas, en un instante te pierdo. Anhelo tus labios, tus deliciosos besos. Extraño el aroma, que impregna tu cuerpo. No indago en nada cuando mirarte quiero. Me refugio en silencio ante la sombra de tus besos. Estos besos que, con ansia imagino, en las noches de mis desvelos. Te amo por ratos, sólo cuando te veo. Te dejo despacio cuando te despides y regresas a los brazos del día, de tu realidad, y yo, sin remedio me tiendo en la cama y continúo con tu recuerdo. Tan vivo pero tan frágil que, tocarte no puedo. Te amo con ansias, con mucho deseo. Te amo sin verte y mucho más cuando te veo.

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NO ME PIDAS EL DIVORCIO, PORQUE NO TE LO DARÉ Yo me casé para siempre y no me voy a divorciar. Sé que llevamos veinte años separados, pero para mí, razón suficiente no hay. Yo me casé para siempre con el amor de mi vida y no me pienso divorciar. Yo me casé convencido de que tú, mujer bonita, eres y siempre serás, el amor más grande que he tenido que reflejado en dos hijos está. Yo me casé para siempre y aunque tengo otra pareja y nueva vida, tú, mía siempre serás. Yo me casé para siempre y, eso que llaman libertad, si existe sigue siendo mía y la mía tuya siempre será. Yo me casé para siempre y no lo vuelvas a intentar, pedirme el divorcio con tu voz tan gentil, que no te lo voy a dar. Yo me casé para siempre y sin ti, festejaré mis bodas de oro, de plata, de bronce de cobre y sólo la muerte, este lazo tan profundo podrá desenlazar.

Zafiro Merlión. Oaxaca de Juárez, México. Escritora.

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OSARIO Todos estamos muertos En el salón, las bombillas anuncian que expiramos. Subo desde las patas de las sillas hasta el péndulo oval de los silencios Sigilosa repto bajo la luz hasta alcanzar tus labios apretados. Todos estamos muertos como peces arrojados del mar como los pájaros cuando caen aleteando las cenizas. En tus ojos ni sol ni fluorescencia, solo polvo infestando las pupilas, polillas disolviéndote los huesos, pensamientos royendo tu razón. Dentro de mi el sepulcro se abre como un pozo. Miro al fondo y estamos abrazados quebrantando la ley sin detenernos. De mi nacen espinas como yerbas. De ti nacen aquellas golondrinas que ennegrecen la tarde.

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MUROS Escucha es la bruma que cae entre el acorde de un do desorbitado, el pulso de mis venas y el corazón a punto de romperse. No mires el dolor, escapa mientras puedas, abandona este sitio que no existe. No, no levantes el muro derruido. No coloques las puertas sobre las oquedades. No ensambles los andamios sobre los sueños rotos. No coloques más piedras sobre piedras y no enciendas la luz en las antorchas. En esta ruina incierta hay más vacíos que péndulos, más polvo suicidándose contrito que corolas soñándose marchitas.

María Elena Espinosa Mata. S. Nicolás de los Garza, Nuevo León. Lic. En Educación.

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SOY UN CUENTO Me levanto temerosa de lo que puedo encontrarme. Bajo las escaleras y miro de reojo, supongo que alguien ha entrado, por los ruidos que había oído. La chimenea aún encendida vislumbraba una imagen medio agachada. Asombrada, porque imaginaba lo que podría ser pero no quería creer. ¡Es imposible! Vi a una persona vestida de ¡rojo!, barbas blancas… ¡Venga ya! Soy muy mayor para creer en esto. Pero… me mira y me dice: sí, soy yo. He venido a dejarte todo lo que has pedido. -Perdona… estoy soñando, ¿NO? no es verdad. Lentamente se acercaba la figura hacia mí, sonreía y yo perpleja retrocedí. Sentía miedo, empecé a pensar que algo me iba a ocurrir, que me atracaban… -¿Qué quieres?, pregunté, no tengo nada…. No quiero nada, no te asustes, no te voy a hacer nada. Traigo en mi saco todos tus deseos y todos tus sueños. “Paz, felicidad, amor, tranquilidad, suerte, pero sobre todo, te traigo aquello que más deseas, el corazón de todos aquellos a los que amas”. Recuerda, que éste es tu cuento, el final, te puede helar.

Rosa María Bodas Pérez, 57 años. Belvís de la Jara, Toledo, España. Administrativa Contable en Paro.

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amor pasado

Te amé y te guardé un lugar en mi, Y... Ahora ya no puedo respirar sin ti, Te extraño mas allá de lo que comprenderán, Que no vivo sin ti y mi mente sólo pienso en ti, La razón es: “te amé” y hoy ya no es nada, Cada día que pasaba yo te olvidaba, Y terminó por ser un pasado sin significado, Alguna extraña razón que me recordaba a ti, Pero ya no era algo por que llorar Temía olvidar nuestro amor, Y recordarte a cada minuto del día.

Javier Quezada, 16 años. Monterrey, Nuevo León, México. Estudiante.

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La última vez

Blanca, blanca Navidad como el níveo fémur a punto de estallar, el humo del revólver ¡palidez tan espectral! el grito de los muertos sublime tono sin par o el color del vacío: ausencia de remordimiento… El zumo de mi vientre condimenta la nieve, ya no es blanca la Navidad.

Andrea Rodríguez Reyna, 20 años. Guadalajara, México. Estudiante.

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Abalorio al cuerpo necrosado

El cuerpo insólito del cuerpo florece bajo el banco de arenas blancas entendí que besarte es un sillón vacío al escuchar el silencio de tu boca cuando lames polillas fosforescentes y es que así son todas las pérdidas así son las catástrofes que llevan tu nombre y bajo la blanca floritura de tu cuerpo yacían húmedas y fragantes las estelas de tu Caspio que es igual a la furia de las luciérnagas mientras se inmolan las inocentes

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Aljófar de un no Vermeer

El zigzag de calles ceñidas a tu cuerpo vecino de voces retiradas mantiene un limpio barranco barroco un haz de luz blanca hecho de curva en curva encaramado a la luz temprana de tu cuerpo.

Julio E. Ruiz Monroy, 27 años. México. Poeta.

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EL NIÑO Y LA ESTRELLA Hace muchos años en el inicio de la vida, había un niño en una pequeña población a lo lejano de las montañas, quien era un soñador innegable, creía, imaginaba y pensaba que todo lo que escribía en aquellas hojas que su padre le había regalado en aquella Navidad irrepetible, era la vida que podía soñar despierto y vivir en fantasía, enamorado de una linda y especial figura perfecta para sus ojos y única para su corazón, sólo en las noches podía verla contemplarla e ilusionarse con su amor. El niño, maravillado por aquel ser, un hermoso resplandor de luz una estrella única en su tipo, cada noche subía a la azotea de su casa y al estar sentado la veía, le escribía poesía, se la leía y a la vez pensaba que era correspondido ya que la estrella brillaba con mayor intensidad cada vez que el niño admiraba. Pasaron las noches, los veranos, otoños, inviernos, tormentas y días soleados todo era maravilloso, el niño a pesar de que no sabía nada más de la estrella, estaba enamorado de ella. Pasaron muchas cosas, por las cuales el niño poco a poco dejaba de creer en aquel amor, la estrella dejaba de aparecerse… Tal vez eran las nubes, el clima, las constelaciones, o él; pero nadie sabía el porqué. El niño se volvió hombre y muchas veces sólo escribía para ya no sentirse solo, escribía para recordar aquella estrella, aquella por la cual empezó a escribir, por quien aprendió a amar. Después de muchos años, aquel niño regresó a esa casa, recordando sus aventuras, sus cuentos y todo lo ahí vivido, y de pronto, una luz muy fuerte empezó poco a poco a salir del cielo… ¡Era la estrella! Que como el niño, ella ya se había hecho también una mujer, después de tantos años juntos crecieron de la mano, el niño nunca se dio cuenta que la estrella ahí estaba para sostenerlo, ayudarlo apoyarlo; el niño nunca pensó que esa estrella sería el amor de su vida, después simplemente todo se apagó, todo era indiferente, el niño despertó y se dio cuenta que todo eso había sido un sueño, sólo un sueño, un sueño que había sido lo mejor de su vida, lo mejor que en sus pocos años había vivido, se levantó de su cama, fue corriendo, se dio cuenta que era de noche, alzó la mirada y de pronto se dio cuenta que la estrella ahí estaba, una estrella con sueños, con ganas de triunfar pero que estaba sola, que necesitaba a alguien, sólo a alguien para compartir su vida, y todo lo que ella quería hacer, simplemente el niño se quedó ahí, se sentó, sacó su libreta y la describió con su esencia su ser y su sentir que la caracterizaba, el niño se dio cuenta que en verdad se había enamorado de aquella estrella, después de tanto, simplemente el hombre quién aquel momento fue un niño, piensa si aquella estrella brilla por él como él brilla por ella.

Ignacio Hernández Macias, 21 años. México. Estudiante de Comunicación.

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La insoportable levedad del ser

Nuestra vida cotidiana es bombardeada por casualidades, más exactamente por encuentros casuales de personas y acontecimientos a los que se llama coincidencias. Coincidencia significa que dos acontecimientos inesperados ocurren al mismo tiempo, que se encuentran: Tomás aparece en el restaurante y al mismo tiempo suena la música de Beethoven. La gente no se percata de la inmensa mayoría de estas coincidencias. Si en el restaurante estuviera el carnicero local en lugar de Tomás, Teresa no se hubiera dado cuenta de que en la radio sonaba Beethoven (aunque el encuentro entre Beethoven y un carnicero es también una interesante coincidencia). Sin embargo, el amor, que se estaba aproximando, había exacerbado su sentido de la belleza y ella ya nunca olvidará aquella música. Cada vez que la oiga se conmoverá. Todo lo que ocurra en ese momento a su alrededor estará iluminado por aquella música y se hará hermoso. Al comienzo de la novela que llevaba bajo el brazo cuando llegó a casa de Tomás, Ana se encuentra con Vronsky en circunstancias extrañas. Están en un andén en el cual alguien ha caído bajo las ruedas del tren. Al final de la novela, la que se lanza bajo las ruedas del tren es Ana. Esta composición simétrica, en la que aparece el mismo motivo al comienzo y al final, puede parecer muy «novelada». De acuerdo, pero con la condición de que la palabra «novelado» no se entienda en el sentido de «inventado», «artificial», «que no se parece a la vida». Porque es precisamente así como se componen las vidas humanas. Se componen como una pieza de música. El hombre, llevado por su sentido de la belleza, convierte un acontecimiento casual (la música de Beethoven, una muerte en la estación) en un motivo que pasa ya a formar parte de la composición de su vida. Regresa a él, lo repite, lo varía, lo desarrolla como el compositor el tema de su sonata. Ana se hubiera podido quitar la vida de otro modo. Pero el motivo de la estación y la muerte, ese motivo inolvidable unido al nacimiento del amor, la atraía con su oscura belleza en el momento de la desesperación. Sin saberlo, el hombre compone su vida de acuerdo con las leyes de la belleza aun en los momentos de más profunda desesperación. Por eso no es posible echarle en cara a la novela que esté fascinada por los secretos encuentros de las casualidades (como el encuentro de Vronsky, Ana, el andén y la muerte o el encuentro de Beethoven, Tomás, Teresa y el coñac), pero es posible echarle en cara al hombre el estar ciego en su vida cotidiana con respecto a tales casualidades y dejar así que su vida pierda la dimensión de la belleza. Fragmento del libro: La insoportable levedad del ser. De: Milan Kundera.

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entrevista

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libros Cuentos de amor de locura y de muerte De: Horacio Quiroga

Editorial: Ediciones Rueda

ISBN: 9788493382322 No. de páginas: 296 Lengua: ESPAÑOL

Es claro que la biografía de un escritor termina por intervenir en su obra. En el caso de Quiroga, sus aprendizajes en la selva, las muertes truculentas, la tentación del suicidio y el desamparo de la paternidad pasan a su argumentos. Los cuentos de Quiroga, como dice Neuman en la introducción, nos sugieren que amor y enfermedad, sensatez y demencia, pasión y remordimiento están a un simple paso. Ningún lector atento podrá evitar la sensación de encontrarse ante un narrador formidable y poderoso.

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libros T iempo de odio De: Andrzej Sapkowski

Editorial: Alamut ISBN: 9788498890112 No. de páginas: 272 Lengua: ESPAÑOL

“Decir que la conocí sería una exageración. Pienso que, excepto el brujo y la hechicera, nadie la conoció de verdad jamás. Cuando la vi por vez primera no me causó especial impresión, incluso pese a las extraordinarias circunstancias que lo acompañaron. Sé de algunos que han afirmado que al instante, a primera vista, percibieron el hálito de la muerte que seguía a esta muchacha. A mí sin embargo me pareció completamente normal, y ya por entonces sabía yo que no era normal, por eso me esforcé en mirar, descubrir, percibir lo extraordinario en ella. Pero nada vi y nada percibí. Nada que pudiera haber sido señal, presentimiento ni profecía de los trágicos acontecimientos posteriores. Aquéllos de los que fue causa. Y aquéllos que ella misma provocó.”Jaskier, Medio siglo de poesía Andrzej Sapkowski es el gran renovador de la literatura fantástica de nuestros tiempos, un genio del lenguaje y la caracterización cuya prosa ya ha hechizado a millones de lectores en todo el mundo.

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libros El nombre de la rosa De: Umberto Eco

Editorial: Editorial Lumen ISBN: 9788497592581 No. de páginas: 784 Lengua: ESPAÑOL

Valiéndose de características propias de la novela gótica, la crónica medieval, la novela policíaca, el relato ideológico en clave y la alegoría narrativa, El nombre de la rosa narra las actividades detectivescas de Guillermo de Baskerville para esclarecer los crímenes cometidos en una abadía benedictina... Y a esta apasionante trama debe sumarse la admirable reconstrucción que no se detiene en lo exterior sino que ahonda en las formas de pensar y sentir del siglo XVI.

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libros

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libros Yo, el gato.

De: Natsume Soseki

Editorial: TROTTA ISBN: 9788498791594 No. de páginas: 456 Lengua: ESPAÑOL

Un gato sin nombre, narrador y protagonista, se convierte en observador y crítico de la sociedad japonesa de su tiempo. El perspicaz y sabiondo felino se interna en los escondidos recovecos de la sociedad para escudriñar conductas, escuchar conversaciones y presenciar hechos que le dan pie para sentar cátedra de filósofo. Bajo la implacable férula de un gato que se presenta con un yo mayestático y petulante, la novela suscita, además de sonrisas, inquietud en torno al eterno conflicto entre la horma cultural indígena y el modelo de civilización traído del exterior.

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libros Un mundo feliz De: Aldous Huxley

Editorial: DEBOLSILLO

ISBN: 9788497594257 No. de páginas: 256 Lengua: ESPAÑOL

Un mundo feliz es un clásico de la literatura de este siglo. Con ironía mordiente, el genial autor inglés plasma una sombría metáfora sobre el futuro, muchas de cuyas previsiones se han materializado, acelerada e inquietantemente, en los últimos años. La novela describe un mundo en el que finalmente se han cumplido los peor es vaticinios: triunfan los dioses del consumo y la comodidad, y el orbe se organiza en diez zonas en apariencia seguras y estables. Sin embargo, este mundo ha sacrificado valores humanos esenciales, y sus habitantes son procreados in vitro a imagen y semejanza de una cadena de montaje...

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