FACTUM REVISTA LITERARIA
febrero, 2015 no. 19
Biografía: Gustavo Adolfo Bécquer. Creación: Fernando Bermúdez, Samantha Chávez López, Zambra, Rubén Callejas, Xavier Loeza Morales, Eloy Andrés Gómez Motos, Alekz Gonzalez, Luis Alcántar, Silvana Alexandra Nosach, Dante Vázquez M., Joalberths De Agrela, Gerardo Artaza, Laura Rizzi, Carlos Ortega Pardo, Hugo Polanco Bohórquez, Kim Bertran Canut, Edson Omar Quintanar Sastre, Gema Lutgarda E. López, Rosa María Bodas Pérez, Zafiro Merlión, Rosa Lía Cuello, Uriel Hernández Gonzaga, Elvira Ávila, Nathalia Tórtora, Luis G. Oseguera Pedraza, P. Carolina Solis, María Elena Espinosa M., Fernanda López, Adriana Cisneros Garza, Rita Bedia Lizcano, Carla Dámaris Jerónimo Ortiz, Mari Carmen Toledo Pérez, Melbin Fabián Cervantes Chan, Guzhtabo García, Fabián Luna y Mara Pérez Robles. El Fragmento: Ray Badbury
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CONTENIDO biograf铆a
Creaci贸n
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el fragmento 90
libros
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Presentación
“Muere lentamente quien no viaja, quien no lee, quien no escucha música, quien no halla encanto en sí mismo.”
Martha Medeiros.
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Biografía Gustavo Adolfo Bécquer Gustavo Adolfo Domínguez Bastida, nació en Sevilla un 17 de Febrero De 1836; hijo de Joaquina Bastida de Vargas y José Domínguez Insausti. Es considerado el áximo representante de la poesía postromántica, tendencia que tuvo como rasgos distintivos la temática intimista y una aparente sencillez expresiva, alejada de la retórica vehemencia del romanticismo. Comenzó sus primeros estudios en el colegio de San Antonio Abad, para luego pasar a tomar la carrera náutica en el colegio de San Telmo. En 1854, después de quedarse huérfano se traslada a Madrid donde intentó dedicarse a la pintura y estuvo sirviendo de escribiente en la Dirección de Bienes Nacionales, su habilidad para el dibujo era admirada por sus compañeros, pero fue motivo de que fuera cesado al ser sorprendido por el Director haciendo dibujos de escenas de Shakespeare. Por lo que volvió Gustavo a vivir de sus artículos literarios que eran entonces de poca demanda por lo que alternó esta actividad con la elaboración de pinturas al fresco. Su ambicioso proyecto de escribir una Historia de los templos de España fue un fracaso, y sólo consiguió publicar un tomo, años más tarde. Para poder vivir tubo de dedicarse al periodismo y hacer adaptaciones de obras de teatro extranjero, principalmente del francés, en colaboración con su amigo Luis García Luna, adoptando ambos el seudónimo de «Adolfo García». Durante una estancia en Sevilla en 1858, estuvo nueve meses en cama a causa de una enfermedad; probablemente se trataba de tuberculosis, aunque algunos biógrafos se decantan por la sífilis. Durante la convalecencia, en la que fue cuidado por su hermano Valeriano, publicó su primera leyenda, El caudillo de las manos rojas, y conoció a Julia Espín, según ciertos críticos la musa de algunas de sus Rimas. La etapa más fructífera de su carrera fue de 1861 a 1865, años en los que compuso la mayor parte de sus Leyendas, escribió crónicas periodísticas y redactó las Cartas literarias a una mujer, donde expone sus teorías sobre la poesía y el amor. Una temporada que pasó en el monasterio de Veruela en 1864 le inspiró Cartas desde mi celda, un conjunto de hermosas descripciones paisajísticas. Económicamente las cosas mejoraron para el poeta a partir de 1866, año en que obtuvo el empleo de censor oficial de novelas, lo cual le permitió dejar sus crónicas periodísticas y concentrarse en sus Leyendas y sus Rimas, publicadas en parte en El museo universal. Pero con la revolución de 1868, el poeta perdió su trabajo, tuvo tres hijos y se separó de su mujer en 1868. Se trasladó entonces a Toledo con su hermano Valeriano, y allí acabó de reconstruir el manuscrito de las Rimas, cuyo primer original había desaparecido cuando su casa fue saqueada durante la revolución septembrina. De nuevo en Madrid, fue nombrado director de la revista La Ilustración de Madrid, donde su hermano Valeriano iba a trabajar de dibujante. Esto no se llevó a cabo, puesto que en Septiembre Valeriano muere, tres meses después el 22 de diciembre de 1870 Gustavo Adolfo muere a causa de tuberculosis agravada por una profunda depresión. La obra de Bécquer ejerció un fuerte influjo en figuras posteriores como Rubén Darío, Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez y los poetas de la generación del 27, y la crítica lo juzga el iniciador de la poesía española contemporánea. Pero más que un gran nombre de la historia literaria, Bécquer es sobre todo un poeta vivo, popular en todos los sentidos de la palabra, cuyos versos, de conmovida voz y alada belleza, han gozado y siguen gozando de la predilección de millones de lectores.
Sus obras:
-Rimas y Leyendas -Historia de los templos de España -Cartas literarias a una mujer -El caudillo de las manos rojas -La cruz del diablo -El rayo de luna -El gnomo . La novia y el panteón -La cruz del valle -Tal para cual
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“El alma que puede hablar a través de los ojos también puede besar con la mirada.” - gustavo adolfo bécquer-
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CREACIÓN
Vice-asrev Sabes te odio, como a nadie jamás podría odiar, como jamás se podrá odiar a alguien más, te odio tanto que podría hacerte resucitar, te odio que no podría dejarte de odiar, te odio ¿Por qué? siempre estás ahí, te odio ¿Por qué? podrías hacer mi alma estallar, te odio como nadie en este mundo podría odiar, te odio, te odio, te odio & siempre te odiare, en la vida & en la muerte te odiare. Te amo tanto, te amo, como esa persona que nos enseña por primera vez a amar, te amo tanto & amo que vivas en mis sueños, & mi realidad, amo aquel momento en el que por primera & ultimas vez te vi, te amo tanto que en mi vida & muerta vas estar para mi & yo para ti. Te odio ¿Por qué? me haces suspirar, te odio ¿Por qué? Me haces llorar, te odio por las notas que me dejaste al despertar, te odio por dejarme a medias antes de llegar, te odio por tu boca que carece de mí, te odio como nadie en este mundo te odiaría, te odio ¿Por qué? Eres quien no podre amar, te odio ¿Por qué? nunca te vas, te odio ¿Por qué? temo que te pase algo, te odio por ser tú mí amor. Te amo por esa seguridad que me dabas al saber que aunque yo dormía tú estabas ahí cuidándome, te amo por las noches de risas & sensualidad, te amo ¿Por qué? Me enseñaste ¿qué es? Amar, te amo ¿Por qué? siempre serás mi primer amor, te amo ¿Por qué? alejaste a los fantasmas que me merodeaban, te amo ¿Por qué? me trajiste unos más fuertes, te amo como nunca podré volver amar a alguien. Te odio ¿Por qué? Me haces odiarte cada vez más, te odio ¿Por qué? Deseo más que nadie poderte cuidar, te odio ¿Por qué? Cuento los días & no estas, te odio ¿Por qué? Miro a mil personas & no eres tú, te odio ¿Por qué? Haces flagelar mi corazón, te odio ¿Por qué? No podría odia a nadie como te odio a ti a cada respirar, te odio ¿Por qué? Jamás podre amar alguien más, te odio ¿Por qué? No sé cómo olvidar, te odio ¿Por qué? Mi canción favorita lleva tu nombre, te odio por ser un amor que nunca va a ser. Te amo ¿Por qué? cada vez que te recuerdo me haces sonreír, te amo ¿Por qué? Sigues haciéndome suspirar, te amo ¿Por qué? Sigues siendo mi primer pensamiento cuando despierto & al acostarme, te amo ¿Por qué? Simplemente te amo. Te odiare por siempre, ¿Por qué? No tengo ganas de odiar a alguien más, como te odio a ti. “esrama nagell, otnup omsim la nagell, omsim ol se odot, laer se odot oído le ne & roma le nE”. Fernando Bermúdez, 22 años. Chiapas, Mexico. Escritor, Fotografo y Poeta.
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30 minutos más Cae la noche. Y en definitiva, no habría alguien que pudiera descifrarla mejor, que el lado oscuro de aquel. De ese que venía de un mundo desconocido, era como si aquel hubiera estado preparando cada palabra, cada frase, esperando poderlas decir, esperando a quien decirlas. Ella vive, juega a vivir. Él no juega, va creando vida. Ellos, esta noche enredaran su existencia, para no soltarse más. No entenderían el por qué tuvo que ser esta noche, puede que no quieran saber los comos ni los porqués. Sólo esperan impacientes el lugar donde su instante se vuelva eternidad. El ama la voz de ella, su silueta, sus palabras... Ella ama el momento cuando el pasa sus manos por su figura, cuando la besa, ama su presencia, esa oportunidad que la vida le da para estar con él. Mientas tanto en este dulce sueño, la niña que habita en la cabeza de ella no deja de decir que todo está mal que, el sueño debe terminar, los gritos de la audiencia aguardaban al fatídico y anunciado final. De pronto ocurre, sucede... La mujer ya casi en los huesos, ya casi sin ganas de tanto subir y bajar mira a la niña, le sonríe, hay euforia por doquier, gritos y gestos que parecen sonrisas; un minuto, se hace silencio, la mujer no entiende espero demasiado y dolió tanto la espera, solo quiere soñar 30 minutos más, parece que el sueño va a terminar. Ahora la niña de su cabeza suelta una carcajada, se regocija y disfruta viéndola, por fin pasiva, dormida, solo fue un sueño más, parece que será una noche tranquila. La mañana llega con un beso. ¿La primera imagen? El rostro de aquel que la invita a seguir soñando.
Samantha Chávez López, 24 años. Distrito Federal, México. Psicologa.
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Vicio Inherente Subió las escaleras como siempre nadie vio nada ni bikinis ni playas nadie recuerda la cita ni el secreto subió por las escaleras como siempre una cerveza un desacato todo sale a flote eventualmente hacer algo al respecto como parte de la arrogancia que duerme con el cielo desnudo subió las escaleras como siempre vicio inherente camisas desgastadas y el cabello más corto felina en pasarela adelantado ajuste del entendido a contra luz la lealtad y la deuda hablar, hablar, hablar ¿qué tanto de lo que no dice es cierto? seguir la intuición aunque sea por última vez como siempre
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subió las escaleras y nunca más promete no volverlo a hacer y otra vez excéntrica encuentro accidental accidentado pensando en la historia que tenemos para contar para pagar la renta sin propiedad y los requisitos de crédito - Hey you! describirse en 2 silabas dos palabras colorida reacción al asombro subió las escaleras como siempre salvando la situación y la pregunta obvia que no se busca es un planeta distinto que no hace el intento de gravitarnos besos en “preview” frontal y la imaginación no cesa no explica como siempre subió las escaleras sin inconvenientes gradualmente escurriéndose sin dirección el ángulo menos indicado los que quedan vivos
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se niegan a creer en la gente - Love me tender aunque sea en público natural curiosidad ante los episodios oscuros de amor y paz y el colmillo dorado subió las escaleras como siempre el territorio se vuelve peligroso y decir lo siento se vuelve costumbre sin raíz el veneno no recomendado que se recorre a sí mismo sin cambios y un tapabocas preparado para todo el convencimiento que se vuelve interesante a cada paso cada línea a cada escena como siempre subió las escaleras risas, manías preceptos que no prevalecen el manicomio y la huida la manera de volver a la playa más preguntas que aciertos más cicatrices que moretones más sugerencias que insistencia en arrebatos sociópatas así es la vida como siempre subió las escaleras sumisa al acto sin licencia sin decir palabra desnudo cinematográfico a complacencia
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las caladas de sentimiento poderosa casi invisible y toda la leña puesta al fuego - Little child tan alto, tan alto, tan alto crisálida crisantemo conexión con el asesino a sueldo sin cuestionar extraviados en los recovecos del estilo los niveles del irrespeto admirable rebota una dos diez mil millones de veces psicodélica sospechosa como siempre subió las escaleras la confusión fumarse las nubes a combustión lenta doble agente encuentra al viaje la inspiración evidencia lunática adictiva sin inconvenientes ser la carnada la representación física del no arrepentimiento como siempre … subió las escaleras.
Zambra. Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México. Promotor contracultural y músico.
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Cuando duele Me duele la muerte en un costado y en el otro la vida siento el dolor atragantado cuando todo duele cuando la letra duele el grito se arremolina en el cuerpo y de silencios de pájaros se hace el amanecer cuando la mirada duele los ojos cerrados de vergüenza cuando la fatiga duele camino y camino hacia tu rostro y sudo y me canso y me vuelvo a cansar cuando el pánico duele asomados al barranco y rasguñando los aires de tu vida están todos esos miedos que ayer besaste cuando el amor duele viene su risa viene su pelo que ruge y desde el otro lado te llena la noche, el sexo y la melancolía cuando duelen los ayeres piedad señor piedad cuando la verdad es la que duele no basta con decir no basta con jugar en la plaza los lunes los pajaritos y los días sin sol no basta no hay razones cuando ya nada duele la muerte sueña.
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Insomnio
Ya es tejado la noche que acuna al gato y el gato no se quiere pisar los besos los amantes hacen de la vida la bisectriz entre la muerte y vos y yo no quiero enamorarme de mis ovejas.
Rubén Callejas, 39 años, Rosario Argentina. Resucitador.
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Descanso Divino Desde los bordes del universo una bruma negruzca empezó a manar hacia el interior, aniquilando todo lo que alguna vez ha existido. La sombra avanzaba rápidamente, cubriendo todos los cuerpos celestes como si fuera un manto interminable. Las tinieblas devoraron la primera galaxia, los planetas y las estrellas se perdían en las fauces de aquella penumbra infinita. Las nebulosas alcanzadas por la oscuridad explosionaron, lanzando sus elementos al gélido vacío, difuminándose en la profundidad del cosmos. Los soles sobrevivientes deambulaban perdidos por el espacio sombrío, atenuando su intensidad hasta extinguirse por completo y morir. La realidad desaparecía lentamente. La negrura, en su trayecto de destrucción se topó con a la Vía Láctea, sofocándola y engulléndola. Hasta que llegó a un insignificante sistema solar. En un pequeño planeta azul el cielo se apagó. Mientras sus habitantes corrían aterrorizados y se refugiaban en sus hogares con sus familias humanas. El Juicio Final por fin había llegado. Las calles eran maniáticos ríos de gente que intentaban escapar de un desenlace inevitable. El fuego en los hogares era la única sensación cálida en esos momentos. El oxígeno en las ciudades fue remplazado por agonía. Un segundo después no había más que silencio. La sombra los tragó alojándolos en sus entrañas. Posteriormente, la niebla avanzó imperturbable. Al llegar al centro, todo rastro de vida existente había desaparecido del universo moribundo, dejando tras de sí una oscuridad perpetua. De pronto, una luz incontenible entró por dos rendijas gigantes que emergían y agrietaban la cúpula universal alumbrando el espacio vacío. Eran los ojos del Creador que se abrían. Dios había despertado de un sueño muy extraño.
Xavier Loeza Morales, 18 años. Xalapa, México. Estudiante.
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LA VERDAD Y SÓLO LA VERDAD
Es de mentes simples afirmar que todo es relativo. Por el contrario, la teoría de la relatividad de Einstein demuestra que el Universo es mucho más complicado de lo que creía, por ejemplo, Newton (descubridor de la gravedad terrestre), el cual pensaba que el Universo tenía un funcionamiento perfectamente estudiable y compresible, similar a la de un gran reloj, del cual se podían averiguar los movimientos si se comprendía la mecánica, o las piezas. Del mismo modo, no es lógico escudarse en decir que una cosa es lo que es porque siempre ha sido así. Si algo he aprendido de la Historia a base de estudiarla concienzudamente es que la humanidad y todo lo humano es cambio constante en el espacio-tiempo.
Eloy Andrés Gómez Motos. Granada, España. Licenciado en Historia.
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Deberían fusilar a todos los poetas Deberían fusilar a todos los poetas dispararles en el cráneo con balas de capullo y ver como cientos de mariposas rojas salen volando del agujero o se diluyen en rojo sobre las mejillas. Las personas que nunca amaron se reirán de la desgracia de ellos dirán que ni el amor pudo salvarlos con terror verán la escena de como las manos inertes de estos poetas tiradas en el suelo germinan en la tierra y de ellas brotan rosas venenosas que intoxican de amor a quienes por error las cortan para dárselas a nadie. Deberíamos huir de ellos, dejarlos solos, que hablen por ultima vez a solas con el silencio que dejen recomendaciones envueltas en papel celofán y las arrojen al viento o quedarnos a ver como sutilmente cierran los ojos y se hacen mortales. Deberían incendiar sus dedos, atar con seda sus manos arrojarles la luna del octubre pasado y quitarles la camisa para que se asfixien con su desnudez, también prenderles fuego a sus guitarras para que iluminen un invierno entero, mostrarles por ultima vez el ultimo poema de amor que escribieron y enterrarles en los ojos el lucero que esconden en el bolsillo trasero del pantalón.
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Deberían fusilar a todos los poetas porque nos dicen verdades y nos hacen creer que el amor todo lo puede todo lo cura, porque nos hacen estremecer en cada línea de sus textos por que también a veces mienten sin desmesura deberían decirles que (se) regresen a su planeta que aquí no son bien recibidos, informarles que aquí pocos o nadie lee que nadie siente los cambios de estación durante todo el año que nadie se entera cuando los días son mas amarillos que la mayoría prefiere a los descerebrados que aparecen en la pantalla de la T.V deberían decirles que no hay cabida para cursilerías y demás cosas que solo se dicen los enamorados, los que se adueñan de la lluvia. Deberían fusilar a todos los poetas o enterrarlos vivos o ponerlos de uno en uno haciendo fila para que aborden el vuelo que los lleve de regreso a la luna.
Alekz Gonzalez, 23 años. Tuxtla Gutierrez, Mexico. Ingeniero Bioquimico.
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ausente Conocías esos sonidos. (Los hice míos) Aunque, nunca los habías escuchado. (Pero supe que los quería) Creía hacer algo distinto. (Para mí es lo único) Era mi momento. (No) He errado. (Eso no me importa) Soy una especie de fantasma que se mueve entre sombras del pasado. (Tengo el brillo que siempre quise) Algo mío. (Yo lo tomé) Voy a decir algo más.
Vanessa cautivaba. Cada presentación suya era como un hechizo desconocido. Ello derivaba en mundos coloridos, según opiniones del público que la vio esos días. Seducía en cada presentación, aunque terminaba cansada. A causa de la pasión que ponía en la empresa. Cantaba con emoción nerviosa y una profundidad inusual durante varias noches en distintos auditorios, bares y uno que otro teatro. Aunque su voz no sonaba entrenada. Es mas bien como un murmullo metálico, de tonalidades claras pero discretas aderezadas con uno que otro falsete agudo. No sabía cuánto duraría aquello. Pensaba. Quería aprovechar el momento. Era lo que siempre había anhelado: una carrera musical y quizá algo de éxito. Al terminar se ponía unos lentes oscuros y se iba a fumar. Con la adrenalina del escenario encima. Lo asociaba con una ansiedad de antaño. -Hago esto para contar algo de mi vida en canciones. Pero sin que nadie más lo sepa. Sólo te lo digo a ti. Siempre traía su guitarra en mano. Sus manos lucían grietas y venas que traducían una vida
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intensa (emociones y experiencia). A él le gustaban esos instrumentos. Tiempo. Sonaba un rasgueo constante en una habitación de paredes blancas, algunos posters, un cenicero y un colchón en el piso, entre papeles amarillentos con letras de canciones escritas en ellos y una que otra nota inacabada. Le gustaba fumar. Un vicio adquirido casi al tiempo de esa magia constante que es la música. Disfruta la sensación cósmica de pulsar las cuerdas de su guitarra: lo sentía con cada pulsación, con cada melodía. Aun sin saber teoría o haber estudiado algo al respecto. A sus 70 años había compuesto ya cientos de canciones. Se veía mientras frente a un espejo. Recordó a Vanessa. Ella lo absorbió. Le robó algo más que su corazón, quería ser cantante de pop (género plástico decía él). Vivieron un romance singular entre melosidad y alguna pelea que resolvían al poco tiempo. Sus caracteres no eran compatibles. Los unió la pasión por los sonidos también el gusto por el alcohol. Sólo eso pero eso les bastó. La noche del último día que estuvieron juntos ella se fue. Se llevó consigo una mochila que contenía varias composiciones de él. Sin querer arrancó anhelos, ilusiones y vida depositadas en ello. -Voy de una cantina a otra, sólo quiero vivir tranquilo...- Canta una letra que suena a dolor. Está sentado afuera de una sucursal de KFC. Una guitarra acústica de color verde yace sobre sus piernas mientras interpreta acordes tristes que atraviesan el aire y generan una atmósfera hermética. Dolor que se arrastra. Toma varias pausas entre una canción y otra. También para recibir unas monedas en un vasito de cartón pendiente de la boca de la guitarra. De pronto un hombre se acerca con el músico -que hace una pausa-, al parecer después de haber revisado uno de los basureros cercanos. -¿Qué tiene, todo bien? (Lo palmea en la espalda). - Sí (asiente este). -Es la vida. -Hay que cuidarla. (Se quedan en silencio). El público es aleatorio como el vaivén de un péndulo, como su vida, quizá. Pasan peatones, unos se sientan, otros siguen su camino; hay quien se detiene para descansar y escucharlo. Más de uno sólo va de paso, como las notas que desliza a diario.
Luis Alcántar, 27 años. León, Guanajuato, México. Periodista (cronista).
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El sueño de siempre
Caigo en la profundidad del pozo. Mi corazón se acelera, mi respiración se agita. Me preparo para el sobresalto habitual. Tranquilo, me digo a mí mismo. De un instante a otro, despertaré de un golpe sobre mi cama. De la oscuridad absoluta, asoma una mano que me aferra con fuerza de la muñeca derecha. Instintivamente me sostengo de ella. Tarde, comprendo que dejé de caer... Y ya no voy a despertar.
Silvana Alexandra Nosach, 38 años. Buenos Aires, Argentina. Docente.
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Matinal
Misteriosa Nada en Todo, Existencia, unión de la vigilia y el ensueño: jazmín silvestre hinchando con su esencia el interior de un colibrí risueño: resplandor, instante, verdad en vuelo.
Dante Vázquez M. México, D.F. Poeta.
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El amor y la muerte
Un día la mariposa se enamoró de la serpiente, la idea de la pintora y del poeta era que ella lo besara indeteniblemente, pero un día el ofidio, durante un beso apasionado, por mera naturaleza clavó sus colmillos en la boca de la blanca de la col apagando los ojos verdes que yacían en sus alas. El hada agonizó hasta morir bajo los efectos del veneno llamado amor. Que cólera siento ante ese mortal beso que destruye las esperanzas. Maldita sea esa criminal ley presente, odio que el final feliz no exista cuando una ingenua y vieja mariposa se enamora de una maliciosa y joven serpiente.
Joalberths De Agrela, 20 años. España. Estudiante.
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Durazno Hambriento En la fiebre y gotas mansas Vive la bestia. Su pelaje de durazno hambriento Y pesadillas en charcos Lo envuelven. Su vista en las ramas Como sexo de flor, O incienso de amaneceres. Germinando va su rio. Brilla un musgo gomoso adherido a la piedra. Y suben en parpadeos humeantes, Como acertijos de pozos Con gritos desgarrados Y sopor de arena. Llama su nuez. Le acuchilla el pecho. Brota un lodo amarillo. Liquido ancestral, Amargura sin voz. LĂneas de mano Muriendo en las moras. Soltando sus trenzas. Vientre de trigo Espiga de siesta. Cosechando los duendes Entre barro y menta.
Gerardo Artaza, 26 aĂąos. Aconquija, Catamarca, Argentina. Estudiante.
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Soy Soy el silencio guardado en tus caricias. Soy el suspiro que tus labios suspiran. Soy el amor Sin dueño que llama que grita, que anhela que desea. Soy tu princesa Guardada en tus besos. Soy el anhelo dibujada en tus pensamientos. Soy el silencio que anida en tu pecho. Soy esa tarde que llega desarma, y se pierde entre tus besos. Soy tu dulzura, Ese instante que se queda en tu memoria. Soy ese amor que nace en el amanecer tardío de tu corazón…
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Noche
La noche me visita silenciando voces. Sólo las estrellas, adornando el firmamento cantan a lo lejos dulce melodía, como la voz de las sirenas me envuelven y me guían al encanto de tus ojos, camino sin retorno. Se dibujan los sueños de mi memoria, una a una se plasman como huellas en tu ser. La noche me visita me invita a sentir, latente los besos de tu boca que cantan poesía…
Laura Rizzi, 34 años. Buenos Aires, Argentina. Docente.
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D´Annunzio Una vez tuve una novia italiana. Hace ya diez años, podría decirse que “Cuando era feliz e indocumentado” –como reza el título de la deliciosa recopilación de crónicas y reportajes del sin embargo, y a mi juicio, sobrevalorado Gabriel García Márquez-. Admirable arquetipo de belleza transalpina, su aristocrático porte y refinados gustos mal casaban con el velloso anarcosindicalista que pretendía componer yo por entonces; pero de todos es sabido que la beca Erasmus, lo mismo que la política, hace extraños compañeros de cama. En el transcurso de la única visita que alcancé a hacerle antes de que entrase en razón y tomase la sapientísima resolución de mandarme a paseo, fuimos de excursión al pintoresco lago de Garda junto a su hermana y el novio de ésta- sobrecogedor ejemplo, por su parte, del conductor temerario tan común por aquellos lares-. Allí, alguien -supongo que mi novia, dado el nivel intelectual que se intuía en nuestros acompañantes- me señaló el Vittoriale degli italiani, que fuera hogar postrero de “Il Vate” D´Annunzio, Gabriel (Gabriele) también él, para más señas. O, al menos, eso fue lo que creí entender –mi italiano era tan precario diez años atrás como lo es ahora; aunque, supongo, no fue mi inoperancia lingüística el motivo principal del rechazo al que me vi abocado pocos meses más tarde-. En cualquier caso, recuerdo haber asentido como si anidase en mí un hondo “connaisseur” de la obra del antiguo inquilino de aquella villa magnífica, para, inmediatamente después, tratar de salir del aprieto entablando conversación con el cenutrio de mi efímero cuñado, a quien el apellido D´Annunzio no resultaba en absoluto familiar, en tanto en cuanto no militaba en las filas del Brescia ningún futbolista así llamado. Pasó el tiempo y aquella relación quedó como un recuerdo cosmopolita y sofisticado. Ni que decir tiene que D´Annunzio siquiera eso. De hecho no volví a reparar en él hasta varios años más tarde y en circunstancias no por diferentes menos deleitosas. Escarbaba en el polvoriento género de una librería de lance cuando topé con un volumen, hermosamente encuadernado en lo que todavía parece verosímil imitación de piel, que contenía tres novelas de aquél, a saber: El fuego, El inocente, y El placer. Más picado por el precio, irrisorio, que por una curiosidad, ciertamente, muy relativa, me lo llevé a casa. Su distinguido lomo estuvo por unos meses dando lustre a una de mis abigarradas estanterías, hasta que un primero de enero, concretamente el de 2011, y aquejado de la consabida resaca, me decidí a abrirlo. Tras hojearlo con cierta suspicacia, acabé zambulléndome en El fuego –conste que no buscaba la paradoja fácil-. Por cierto, resulta curioso que las tres novelas aparezcan en orden cronológico inverso, caprichos –cuando no arcanos- del oficio editorial. Con ampulosa retórica, característica del decadentismo finisecular del que el propio D´Annunzio constituye ilustrativo paradigma, plasma el autor la tormentosa relación que le uniera a la actriz Eleonora Duse. Esa misma prosodia engolada la volví a encontrar tiempo después, cierto que no por año nuevo, en la lectura de El inocente, llevada a la pantalla en 1976 –caso de que a alguien interese- por otro esteta irredento como Luchino Visconti.
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Y he recién inaugurado este 2015 con la última de las obras contenidas en el bello volumen, la de título más sugerente: El placer. Publicada en 1889, cuando su autor contaba 26 años, se recrea en la descripción minuciosa de las gestas galanas de su joven protagonista, dandi que no cuesta imaginar trasunto del propio D´Annunzio. Escritor y aventurero, soldado y poeta, decadente y postmoderno, la contradicción se encarna en todas las facetas de la vida y obra de este hombre hiperbólico. Celebrado en su día como una gloria máxima de las letras italianas y europeas, igual que muchos otros cayó en un olvido inmisericorde a causa de sus –cierto que discutibilísimas- afinidades políticas. No en vano, la alucinada república que, junto a unos cuantos “valientes” como él, instauró por las bravas en la ciudad de Fiume –actual Rijeka, en Croacia- sirvió de inspiración, nada lejana, al régimen fascista de Benito Mussolini. A D´Annunzio le ha sucedido lo que, por poner algún ejemplo entre tantos, a Céline en Francia, a Jünger en Alemania y, salvando las distancias, a Cela aquí, en España. La valía literaria de todos ellos ha sido objeto de juicio sumarísimo y falaz, tamizado por el prisma de la ideología. Me explico; quizá D´Annunzio fuera un iluminado, Céline un filonazi y Cela un delator. Y es poco probable que la democracia liberal –aún menos el socialismo- constituyese plato del áspero gusto castrense de Jünger, o de cualquiera de los otros tres. ¿Los convierte ello en peores escritores? En absoluto. Basta con leerlos, apenas unas líneas, para darse cuenta de lo obvio. Eso sí, habiéndonos previamente despojado de los prejuicios con que la corrección política ofusca demasiados entendimientos. Porque, aunque sería lo deseable, pocas veces la brillantez en el desempeño profesional propio conlleva una excelencia ética equivalente. No se me ocurren, de hecho, demasiados oficios en que dicha correlación sea exigible –el de sacerdote católico, si acaso, pese a que la aberrante actualidad, y por si la historia no hubiese resultado lo bastante elocuente al respecto, ha demostrado lo poco realista de dicha demanda. Tal vez suene un tanto cínico, cuando no totalmente fuera de lugar, pero del delantero centro de mi equipo espero que meta goles, no que sea buena persona –lo cual podría legítimamente exigir su familia, pero no muchos más. En fin, valgan la tosca analogía y un refrán –“no le pidamos peras al olmo”-, para no reclamar del escritor más que literatura de calidad. Les aseguro que en D´Annunzio la encontrarán, y en abundancia. Háganme caso, yo fui el primer sorprendido.
Carlos Ortega Pardo, 32 años. Valencia, España. Profesor.
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LA PAZ DE MI PATRIA Los campos valles y montañas de mi patria, se encuentran abandonados por las manos que trabajan, por culpa de unos hombres indolentes; guerrilleros paras o soldados, que luchan por inciertos ideales, que cada uno respalda con su vida. En las luchas por sus tierras, sus arados El indefenso campesino va perdiendo ilusiones y sueños añorados, las mujeres en el campo se lamentan, los niños y las niñas sin escuelas ni enseñanzas, vacíos del saber a sus casas se presentan. El campesino de sus tierras ha sido desplazado, el citadino en su ciudad no está tranquilo; las mujeres imploran su destino, los hombres en su huida han perecido. El campo llora su tragedia, la ciudad ahoga su suspiro. Muchos años de terror los campos de mi patria han asolado millares de sus gentes, los paras y guerrillas han desplazado; Soldados y policías de Colombia, en lucha muy valiente en defensa de la patria han caído.
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Pero hoy el mundo indiferente… Sus ojos a mi Patria ha volteado ya en sus reuniones los políticos influyentes, vienen soluciones reclamando, El gobierno en un esfuerzo sobrehumano, demuestra que se acuerda de su gente permitiendo ya el inicio, del diálogo con los grupos en disputa, que un día no muy lejano permita a las fuerzas adversarias; lograr un acuerdo humanitario, entre los paras la guerrilla y el gobierno. Hoy la esperanza de la paz ha renacido, por diálogos que a lo lejos países muy amigos ya promueven, con delegados de los bandos en contienda, buscando que entre todos se discutan, las posibles soluciones, que a mi pueblo, ayuden a lograr un pronto acuerdo, y la paz por fin a sus fronteras, traiga soluciones duraderas.
Hugo Polanco Bohórquez
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La vida Sola
Soledad, una palabra tan sola… Arrinconada, triste pero bella. A veces añorada, otras, encontrada… Soledad… En muchos momentos traicionada Uno puede fusionarse con la percepción de los elementos más naturales de la existencia. La sensibilización que implica estar a solas con el camino, con el viento, el mar y su oleaje, la arena, las montañas, las rocas, el fuego, las llamas… Tu soledad de espíritu se reúne con la propia soledad del mundo salvaje y ahí entrelazas la mágica crianza del silencio bien atendido y una doble esencia de satisfacción en el alma y el corazón entregado al calor de la contemplación.
Kim Bertran Canut, 54 años. Barcelona, España. Escritor- Fotógrafo literario.
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casi luz a Tomás Gonzalez Pálidos luceros encienden mis pasos tras las huellas del tiempo logro vislumbrar la llama de la agonía y estallar en mil pedazos la esperanza. El incendio se alimenta de niños muertos y egos hipócritas.
Blancas flores se oscurecen al caer las estrellas. renacen al apreciar la supernova que origina el alumbramiento. Mi camino se apaga mis huellas se ennegrecen se blanquea lo opaco y se nitifica la embriaguez no reconozco el pasado, pero memorizo el porvenir. Calles llenas de gritos retumban en la cabeza el nuevo siglo. El tiempo es materia rara. Se mezcla con partículas gravitatorias y corpúsculos incandescentes quemando materia inanimada, dan el soplo de vida a plantas, pájaros, a uno.
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El tiempo es materia rara. Se destripa contra las rocas, hace huecos en el agua, agrieta la piel, endurece las uñas. Traga palos y polvo. No tiene misericordia. Entre mis dedos aprecio la distancia de las estrellas. Situaciones ajenas a mi destino. El rocío en el pasto, el vapor del cuerpo. Luz y tiempo. Aplastando mis huesos, renovando palabras inalcanzables, caminares largos, zapatos desgastados, miradas infinitas e inexistentes. Solo espero dar la vuelta al precipicio. Dar mi eterno salto mortal hacia mañana.
Edson Omar Quintanar Sastre, 24 años. México. Ingeniero.
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ELECCIÓN
Si tuviera que elegir un momento, elegiría ahora: silencio, quietud, y este cielo despejado colmado de estrellas. Si tuviera que elegir un instante, elegiría este hoy: abrazada, cobijada, resguarda en ti. Si tuviera que elegir un amor, jamás me asaltarían las dudas: tu sonrisa, tus caricias, tu cuerpo pegado al mío. Pues a pesar de la grandeza de la arena que nos sostiene, de la imponente oscuridad que une este mar con el cielo que nos observa; no podría encontrar un hogar más sosegado que tus brazos, ni una morada más placentera que tu boca rozando mi piel, modelando mi alma a su antojo. Si tuviera que elegir ser tuya, no habría posibilidad de elección, pues antes de mi respuesta, ya te pertenecería. A pesar del hoy, del ahora, de esta arena que nos sostiene y de este cielo que nos observa. Yo, te elijo a ti.
Gema Lutgarda E. López, 38 años. Málaga, España. Escritora.
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VACÍOS EN LA NADA
No hay dolor mayor que el de perder tu alma al irse el alma de un ser querido. Te agarras al pecho porque crees que vas a poder sacarte el dolor de ahí dentro. Pero no sale nada. La cabeza te va a estallar, quieres huir, pero no sabes hacia dónde. Cierras los ojos creyendo que al dormir, cuando despiertes todo será distinto. ¡No!, no ha cambiado nada. Te hundes en los pensamientos adyectos que no quieres tener. No deseas ser de ése modo. Pero te rodean maneras y formas de ser, de pensar, de creer que no te ayudan. ¡Te hunden! Te dejan, sin nada. Y, cuando quieres salir indemne, compruebas que todo es simple y nada es como creías. Compruebas, que ¡todo se ha perdido! Libertad, sueños, caminos, deseos, esperanzas e ilusiones. No hay NADA.
Rosa María Bodas Pérez, 57 años. Belvís de la Jara, España. Administrativa y estudiante.
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CREACIÓN POLERINA Hace años supe tu nombre, la manera en la que podías hacer a una mujer sentirse tan sensual parecía increíble, pero hoy, realmente lo he llegado a creer. Nunca me buscaste, yo te encontré y estoy perdidamente enamorada de lo que siento cuando te tengo entre mis manos, mis brazos, mis pies, mi cadera, mi entre pierna; me enamora la fragilidad con la que te estrujo. Te tomo porque transformo mi melancolía en felicidad. Mi mano derecha se enfoca en tu parte más alta mientras la izquierda acaricia suavemente la parte baja de tu bello cuerpo, eso es el inicio, imagina el final. Mis ojos siguen tu eje y se reflejan en el espejo mientras me muevo con cadencia. Concentrado con seriedad, siempre me acompañas, yo sonrío y tú me haces girar, subir, bajar, mañana quizá me hagas flotar. Por momentos siento que me acerco y te alejas, por momentos, siento que me suelto de ti y de pronto me aferro con las piernas a la idea de que tú, nunca me dejarás caer. La música es delicada, hace que mis movimientos te bailen con intensidad, con cadencia. El sudor es perfectamente inteligible, me esfuerzo para estar siempre a tu lado, no concibo la idea de dejarte escapar. El cansancio se apodera de mi cuerpo, mis manos comienzan a arder de tanto tocarte, rosarte, apretarte; la sensación es dolorosa, pero me encanta saber que cada día que pasa, me aferro más y más a ti. No te quiero soltar. Tú, tan gélido como si estuvieras hecho de un material al que no le penetra calor humano. Yo; tan dispuesta a calentarte con ternura y fricción, con toda la fuerza que emana de mi cuerpo. Baila conmigo, disfrútame como yo te disfruto y después de tocarte tanto tanto. ¡Enséñame a volar!
Zafiro Merlión. Escritora.
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CREACIÓN ALGUNA TARDE
Alguna tarde la vida traspasará los límites que la retienen se desenredará el tiempo en antiguos relojes oxidados un coro de pieles se apareará detrás de los espejos los gritos treparán gargantas cerradas buscando atajos las risas estallarán en la geometría de las mutaciones. Alguna tarde la vida absorverá los ocres de algún otoño en primavera y será la nostalgia una sombra en las catedrales del silencio.
Rosa Lía Cuello. Cañada de Gómez, Argentina. Técnico en Diseño Gráfico y Publicitario.
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ENCUENTROS ONIRICOS Me había encontrado cierto lenguaje cierto aroma y aquél aroma aquél lenguaje era una amapola una vasija una carreta sin caballo y yo le miraba y le seguía los pasos y le seguía los pasos porque no podía mirarle los ojos porque los tenia cerrados como muerta y ella me dolía como una espina en el pie me tenía de un hilo cómo se cuelga la ropa pero ella nunca me lavaba ni me daba la mano mucho menos me miraba entonces sigue muerta.
Uriel Hernández Gonzaga, 22 años. México. Escritor.
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FASTIDIO De repente uno se cansa. De dar los buenos días. De decir por favor. De decir gracias. De ser puntual. De cumplir. De escuchar a los demás. De engordar el silencio. De no recibir visitas. Ni mensajes. Ni abrazos. Ni besos. De extender la mano y saludar. De fotografiar flores. De escribir cartas de amor y obtener indiferencia. De trabajar para las musas. De trabajar. De morir entre suspiros. De abrazar la almohada y no su espalda. De pisar la lluvia con los zapatos rotos. Del reproche de los padres y el llanto de los abuelos. Del salario mínimo y el hambre máxima.
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De salir a deprimirse y enfurecer en el proceso. De ceder el paso y la palabra. De no estorbar en las calles. De avanzar hacia atrás. De las doncellas ineptas. De los gorilas con traje. De ver a los ciegos y sentirse afortunado por no tener sus ojos. De no obtener nada y seguir empujando. De repente uno se cansa y todos quieren un pedazo de nosotros. Un algo. Un cómo. Un porqué. Un cuándo. Una hora. Una palabra de aliento. De repente las ganas de matar (o matarse) pastorean en el cráneo de nuestros días. De repente uno muere y todos lloran. De repente nos extrañan. De repente ya no importa, o quizá nunca importó.
Elvira Ávila, 27 años. Xalapa, Veracruz, México.
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Enamorados Se enamoraban de todo, de los detalles y de lo obvio. Se enamoraban de los gestos y las palabras. Se enamoraban de día o de noche, en el trabajo, en la calle, en un ascensor, un subte o la farmacia. Se enamoraban con facilidad, de voces y olores, de lo que percibían y lo que intuían. Se enamoraban en pocos segundos, en un instante. Se enamoraban de lacios y rulos, de zapatos y pantuflas. Se enamoraban de una sonrisa, de una mirada o de cualquier cosa ordinaria que, ante sus ojos, era una manifestación surreal de lo divino. Se enamoraban con cada paso que daban, en cada lugar que estaban. Se enamoraban de lo lógico, de lo absurdo y lo bizarro. Se enamoraban de lo sutil, lo grotesco y lo exagerado. Se enamoraban de la imposibilidad de enamorarse. Siempre se enamoraban. Un hombre que se enamoraba de las mujeres, de sus altos tacones, sus botas, zapatillas, chatitas, sandalias y alpargatas. Se enamoraba de rubias y morenas, pelirrojas y teñidas; se enamoraba también de las de cabello fluorescente en colores fantasía. Se enamoraba de ojos claros y oscuros, maquillados y lavados, con ojeras y arrugas. Se enamoraba de altas y de bajas. Un hombre que se enamoraba de las minifaldas, los pantalones y las calzas. Él se enamoraba de las atrevidas, las deportistas y las estudiosas. Se enamoraba de muchas mujeres; de las que veía en el trabajo, las que se sentaban a su lado en el transporte público y las que le dedicaban alguna curiosa mirada por la calle. Era un hombre enamorado del amor, enamorado de la feminidad. Un hombre que no discriminaba a nadie, ni a las delgadas ni a las rellenas. Eran todos amores fugaces, pasajeros e imposibles. Se enamoraba de mujeres que no volvería a ver. Su vida era una tragedia amorosa de la utopía sin fin. Se enamoraba aquel hombre, se enamoraba diariamente. Se enamoraba de su secretaria, de la portera, la chica de la limpieza, la recepcionista y de su abogada. Se enamoraba de jóvenes y mayores, de solteras y casadas, viudas y divorciadas. Él era un hombre que se enamoraba. Y ella era una mujer enajenada que vivía en su propio universo. Una mujer que existía para enamorarse, que buscaba al hombre perfecto en todas las miradas masculinas. Una mujer que se enamoraba de todos los perfumes que olía; los caros, los baratos y hasta del desodorante de vainilla. Se enamoraba de hombres con ropa de marca y de aquellos con camisetas gastadas, sucias y agujereadas. Se enamoraba del los de aspecto masculino así como también de los andróginos, de los profesionales y de aquellos que habían abandonado el secundario. Se enamoraba todo el tiempo y analizaba cada gesto que hacían, sus voces, sus tonadas, sus palabras y sus miradas. Escrutaba cada movimiento y detalle, anillos y relojes que llevaban. Se enamoraba de sus manos, de su piel y su cabello. Le gustaban de igual forma caucásicos y morochos. No importaba si no hablaban su idioma, ella se enamoraba del extraño acento. Se enamoraba, principalmente, en la universidad de profesores y de alumnos.
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Se enamoraba del intelecto y la ignorancia. Una mujer enamorada de los más rudos y los más indefensos. Se enamoraba de los músicos, los poetas y los carniceros. Una mujer que se enamoraba de cientos de hombres por semana. Eran amores irreales, imposibles. Se enamoraba de todos pero nunca encontraba al hombre perfecto del cual enamorarse. Ambos se enamoraban en una misma ciudad. Se enamoraban inocentemente. Se enamoraban, pero eran tímidos. Se enamoraban, pero con la cabeza baja se alejaban de los demás. Se enamoraban como una rutina; se enamoraban y sentían mariposas. Se enamoraban del mundo entero hasta que se enamoraron entre ellos. Se enamoraron de esa mirada desesperada en busca del amor verdadero. Se enamoraron del amor que intuían en aquella otra persona que también se enamoraba. Se enamoraron. Se enamoraron y no fue pasajero. Se enamoraron una tarde en el subte. Se volvieron a enamorar una mañana en la calle. Se enamoraron el fin de semana en un bar y, poco después, en un café. Se enamoraron una y otra vez en distintos tiempos y espacios. Se enamoraron día tras día, varias veces por semana. Se enamoraron tanto que olvidaron la imposibilidad de enamorarse. Se enamoraron al punto de encontrar en el otro la perfección que buscaban en rostros desconocidos. Se enamoraron en su primera conversación en el subte D y tomando un café en el Abasto. Se enamoraron también en la larga fila del banco y en un local de electrodomésticos. Se enamoraron. Se enamoraron de sus gustos en común, de los libros que habían leído y los actores que admiraban. Se enamoraron también en un recital en la cancha de Vélez. Se enamoraron por casualidad, por causalidad, por el destino. Se enamoraron poco a poco mientras dejaban de enamorarse del resto. Esta es la historia de un amor verdadero entre dos personas que nacieron para enamorarse; de aquellos que, sin saberlo, se necesitaban.
Nathalia Tórtora, 23 años. Buenos Aires, Argentina. Licenciada en Museología y Gestión del Patrimonio Cultural, Traductora, Diseñadora Gráfica y escritora.
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PowerViolence Una televisión Sony modelo KP-53N77, 53 pulgadas. En el centro de la pantalla, el título del cuento: “PowerViolence” en letras neón con una tipografía parecida a la de Alphaville de 1965. Más abajo, el nombre de la corporación: Story tellers Company, marca registrada, 1988. Detrás del título solo hay oscuridad, la poca luz purpura que sale de las letras neón y los apenas perceptibles luminóforos de la televisión. A continuación, el cuento, grabado exclusivamente para el “Home Video Market”. Primera escena 16:9 sobre una pantalla 4:3, un plano secuencia grabado dentro de un carro que va a alta velocidad, pero no se ve el camino sino el conductor que usa una máscara blanca de plástico con la hendidura de los ojos tamaño perfecto para que se vean incluso sus pestañas. La máscara fue mandada a hacer. En la parte de atrás, asientos de piel negra, se ve una persona y se mueve conforme los movimientos del carro, solo se ven las piernas y una parte del dorso. En el asiento del copiloto hay manchas de sangre. 7:34 Minutos dura la escena, al principio parecía que manejaba por la ciudad, luces aparecían reflejadas en el carro y en la cara del conductor de modo constate y sistemático, a los 5 min. la toma se tornó oscura y el conductor comenzó a voltear mucho al asiento trasero, se escucharon pujidos y lamentos. Del otro lado de la pantalla, del lado del espectador, el televidente (un joven) que es iluminado por la película va absorbiendo los cambios de color de los luminóforos que le narran una historia. Nosotros somos el techo, quite su mente o su imagen mental que está creando de los ojos del joven, él no es el narrador. Nosotros somos el techo, yo narrador y usted lector, vemos las acciones ocurridas en el cuento desde arriba. Ahora, adelantemos el cuento al final de la película que el televidente encontró en un baúl en el cuarto de su padre (mala influencia). 1 hr. con 17 min. El joven se levanta del sillón en el que se encontraba y en el que vimos, desde arriba, como cambiaba y cambiaba de posición mientras veía la película. Apaga el televisor y sale del cuarto, cierra la puerta (quite su mente de donde quiera que este, nosotros somos el techo). El cuarto de entretenimiento es precedido por la sala de estar y el cuarto del ex-televidente está subiendo las escaleras a la derecha. Sé que es difícil, pero intente seguir al chico mientras sube las escaleras, véalo desde arriba. El joven entra a su habitación, prende la luz, cierra la puerta, se quita la camisa, los zapatos y el pantalon, se acuesta, se levanta y apaga la luz, se acuesta de nuevo y duerme. La película continúa en el sueño del Joven que, curiosamente, toma el papel de la persona que iba en el asiento trasero del carro. Usted no imite al Joven, ahora somos la cámara que filma película. La palabra película nos remite a una pantalla que lo es todo en la experiencia audio-visual, pero en realidad estamos en el set de un sueño. De cualquier modo usted al estar conmigo grabando puede imaginarse el producto final en una pantalla que lo es todo. Todo se volvió oscuridad y silencio y la película resulto ser un slasher.
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Otra escena (dentro del sueño), se planea que solo habrá una toma. El Joven se encuentra amarrado de pies y manos, con la boca tapada con cinta de aislar gris y los ojos también. Solo hay una luz tungsteno iluminando el escenario, tiene un falso contacto así que prende y apaga. El suelo está cubierto por azulejos blancos y negros formando una cuadricula, en los blancos se puede notar claramente que el piso está sucio, se ven casi grises. Entra el conductor a cuadro y se quita su chaqueta verde tipo bombero, debajo trae una playera de tirantes blanca y muy sudada. Es un tipo gordo y con el pecho peludo, cabello desarreglado que cae sobre la máscara de plástico, trae unos vaqueros sucios que caen sobre unas botas de punta de acero. Con una lata de pintura en spray comienza a pintar de negro al Joven que se encuentra tirado en el suelo, pinta su cara, luego su pecho, su ropa, todo; mientras tanto el Joven intenta gritar, intenta moverse, sabemos que quisiera escapar, pero no puede. ¿Cómo recordara esto cuando despierte? ¿Cómo una pesadilla, como un vago recuerdo de la película, o no lo recordara? El conductor del taxi de la película (ahora agresor) quita la cinta de la boca del Joven y pasan dos cosas: Libera un grito que viene desde el diafragma y se hace gutural al pasar por la garganta y nos muestra las intenciones del agresor. Creó un rectángulo, la única parte del Joven que no está pintada, solo esta irritada por como quito la cinta. Esta imagen nos hace recordar a la de una cirugía en la que el paciente tiene una especie de bata verde y solo se descubre la parte en la que le abrirán el cuerpo. Dentro del set de la película onírica (al parecer las palabras –sueño- y -película- son muy recurrentes en el cuento) hay una parte especial que dentro del producto final, la proyección en pantalla, no se verá. El agresor se dirige a una estantería de cristal a escoger algún arma (juguete) para infringir dolor al Joven (en este punto ya podemos decir que es nuestro joven), después de un lento paseo de su mirada por los objetos punzo-cortantes que se encontraban ahí, se decide, ha escogido un bisturí, que pulcritud. Procede a quitar el plástico donde viene la pequeña navaja, arranca el cartón de la parte trasera y lo saca cuidadosamente, como saboreándose lo que viene a continuación. A continuación, algo inesperado, el Joven comienza a salir del trance del sueño, se da cuenta que está soñando (ya lo sabía, pero qué más da). En un segundo VHS, en una versión extendida del cuento, nos damos cuenta que en este punto él se comienza a despertar porque oye ruidos raros en la planta baja, oye como si hurgaran algo en la cocina, como si buscaran algo, oye los tenedores y las cucharas, pero aún tiene mucho sueño. El percance es momentáneo y nosotros seguimos con el cuento. El sudor, parece que el Joven está concentrado en el sudor de su ahora posible asesino, suda bastante y es para sorprenderse que a unos vaqueros de mezclilla gruesa ya se les noten manchas de sudor. Un pensamiento: si este puerco no sudara tanto, esto quizás sería entretenido, un reto, una especia de deseo masoquista sin la chispa sexual. Esto lo escuchamos como si hubiera un megáfono dentro del set, como una voz omnipresente, pero
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CREACIÓN no se queje tanto usted, recuérdelo, es un joven y no lo presione mucho que su sueño podría cambiar a uno húmedo y este cuento caería en la nada. Un patada directa al estómago, el Joven se queda sin alieno y el ahora cerdo comienza a arrancarle, extirparle, los labios. Ante el dolor, la frustración, el calor (que ahora siente muy fuerte) nuestro Joven no sabe si moverse (lo que provocaría cortes imprecisos y quizás más dolor al hacer que el bisturí cortara también parte de la encía) o gritar, o solo permanecer quieto. Intenta morder al agresor pero solo consigue un corte profundo en la lengua y el sabor a sangre, el sabor metálico y salado de su sangre, y mientras el corte de los labios prosigue, mientras los gritos siguen siendo ahogados en sangre, mientras el gordo se mancha de rojo su máscara, al Joven se le olvida el dolor, ya no lo siente, ¿a dónde se fue? Ni él lo sabe. Puede sentir vívidamente como se van cayendo los pedazos de carne, el frio de la navaja, los movimientos del Gordo, los errores que comente intentando hacer cortes perfectos, como, de cuanto en cuanto, le corta también la encía que era lo que él no quería. Pero ya no hay dolor. Siente que se orina porque de verdad pasa (¿qué es lo verdadero? ¿El sueño, la cama donde duerme o el cuento?). Nosotros somos la cámara con la que se está grabando esto, con la que se graba el cómo se pierden los chorros de sangre en el cuerpo pintado del joven, el cómo intentan salir lágrimas de dolor de la cinta de aislar, los no-gritos para evitar el dolor al hablar, los escupitajos de sangre para no ahogarse. Corte. El Joven despierte bañado en sudor, se da cuenta que se ah orinado en la cama, siente un sabor metálico en la boca pero no recuerda por qué. Nosotros volvemos a ser el techo. Él se levanta, prende la luz, sale de su cuarto y se dirige al baño; en el baño se cambia la ropa interior y orina ya más tranquilo. Vuelve a escuchar ruidos. Ultima escena del cuento: Los ruidos ahora son como de alguien que busca algo desesperadamente, ahora el Joven lo recuerda, la película tenía un aspecto bastante peculiar, en realidad, esas escenas tan largas, ese realismo, esos gritos. Su papá solía ser editor de películas, pero también era una persona muy callada, un inmigrante europeo que había participado en alguna guerra, quizás en la segunda o en la fría. Miedo, su papá llegaba por las madrugadas de su segundo trabajo como taxista, su chaqueta favorita era una tipo bombero y era un tipo grande y un poco gordo. Por lo que vio en lo que ahora sabía que no era una película, su padre es alguien a quien temer, un sádico. En la parte del sueño en la que se despertó, su padre aun no metía su pene en su boca. Comienzan los créditos del cuento, la canción que suena sobre ellos no es una canción, es el asesino silbando una melodía bastante pegajosa.
Luis G. Oseguera Pedraza,19 años. Michoacán, México. Estudiante de Lenguas y Literatura Hispánica en la UMSNH.
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La sonrisa de mis ojos
El frío de la madrugada abrazó mis sentidos. Mis párpados despertaron para dejarme ver aquella escena. El cobertor se escurrió por mi lado izquierdo y un impulso interno me puso de pié, caminé descalza por el suelo helado que de un desliz me hizo llegar hasta la puerta; al abrirla dejó caer sobre mis pies arena húmeda y fresca. Quise rodar en el suelo al mirar esa hermosa playa pero algo más captó mi atención; en la distancia las aguas del mar parecían reflejar la inmensidad del cielo, ese cielo que a la vez me dejaba sin aliento pues ni la nube más grande podría cubrir aquel espectacular paraíso de estrellas que parecían brillar con más intensidad que el mismo Venus. Me sentía flotar de emoción mientras caminaba por el arenal y las olas seguían su típico vaivén. De pronto la brisa que impelaba un poco de arena dibujó aquella silueta y llevó hasta mi nariz esa fragancia; esa droga que hace desaparecer todos mis males, ese aroma que me embriaga y que me envicia y que solo puede pertenecer a TI. Mientras cerraba los ojos para deleitarme, sentí tus cálidas manos sobre mis mejillas y como cuando comienza una tarde lluviosa, con una sola gota, una lágrima rodó sobre tu mano y mi emoción cargó con peso mis pestañas que sellaron con fuerza mis ojos. Sentí el rose de tus labios sobre los míos, como si probara el mismo cielo. Entonces mis ojos despertaron como quien reacciona ante el sonar constante de la alarma matutina y con las desesperadas ganas de admirar tu rostro, aún no puedo explicarlo pero, al verte frente a mí simplemente sonrieron.
P. Carolina Solis, 21años. Comitán, México. Estudiante de QFB.
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COTOS No, aquí ya no se alza el pilar de mis días. Solo la piedra inerte recubre las mortajas del sueño y la memoria. No, no hay quien siga mis pasos para llegar un día al centro de mis huesos. Así como una sombra se pierde contra el muro en el tumbo del rayo se pierden mis palabras, en el giro del aire, más allá de las verjas que cierran este campo poblado por mis muertos.
tejedor de sombras Para tejer las sombras has venido. Para enjugar los llantos es que vuelves remarcando tu huella entre las piedras. Para entibiar el alma donde la fría mazmorra de la desolación instaló su guarida. Para azotar las ramas del silencio es que vuelves desgarrando los velos.
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tejedor de sombras
Digo tu nombre Y entre mis ramas un tumulto de pĂĄjaros despierta. Digo tu nombre el huracĂĄn trepida y me llena de azul , de sal, de agua. Absorben mis arenas tu mortal abrazo, tu beso de saladas ebriedades. Digo tu nombre en un dejo de tibio desamparo y entonces con un latido sordo va cayendo la noche en mis arterias y los huesos me duelen y los ojos; se me eriza la piel y un hueco doloroso se expande sin piedad dentro del pecho.
MarĂa Elena Espinosa M.
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Puntos Suspensivos Irrumpo en tu vida. Dos puntos. Charlamos. Coma. Empezamos a conocernos. Punto. Nos vemos por primera vez. Punto. Nos vamos descubriendo. Coma. Nos buscamos. Coma. A veces nos cruzamos. Punto. Por qué nos desencontramos tanto. Signos de interrogación. Me expongo. Punto. Me siento defraudada. Paréntesis. Reaparecés. Coma. Te alejo. Coma. Te veo y me estremezco. Punto. Vas venís voy no venís. Punto. No logro entenderte. Coma. Y necesito de sobremanera entenderte. Signos de exclamación. Vacío barra Ausencia barra Dolor barra Insomnio barra Palabras barra Silencios. Punto y aparte. Soledad. Punto. Lejos o cerca reforzás mi soledad. Punto. Presente o ausente reforzás mi soledad. Punto. Qué buscás. Signos de interrogación. Por qué siento que me retenés. Signos de interrogación. Ninguna certeza. Puntos suspensivos. Me hacés dudar de vos de mí de todo. Puntos suspensivos. Y sin embargo. Coma. Sin embargo no lográs hacerme dudar de nosotros. Puntos suspensivos. Tengo tanta necesidad de expulsarte de mi vida. Punto. Tengo tantos deseos de que te quedes a mi lado para siempre. Signos de exclamación. Y vos. Puntos suspensivos. Suspiro profundo resoplido. Punto. Por qué no hay regla de puntuación capaz de expresar con precisión, sobre una hoja de papel, el sentido de un suspiro de un resoplo. Signos de interrogación. Por qué te elijo si me hacés sentir tan vulnerable Por qué no terminás de dejarme ir Por qué el destino nos juega en contra Por qué el azar se encaprichó con nosotros Por qué siempre a destiempo. Signos de interrogación. Y nosotros. Puntos suspensivos. Por qué interponés tanta distancia entre vos y yo Por qué nos condenás con esos tresmalditospuntos. Signos de interrogación. Por qué (pausa) si son tres puntos que nos separan que nos dejan en suspenso que me ilusionan que te descomprometen. Signos de interrogación. Por qué (pre)siento que voy a permanecer suspendida en un tiempo de invariable espera supeditada a tus idas y venidas sujeta a tus indecisiones. Signos de interrogación. Por qué esta descafeinada y constante costumbre tuya de actuar por omisión que permite que no te impliques del todo que no me convenzas del todo que no nos entreguemos del todo que nos culpemos de casi todo. Signos de interrogación. Aquí yo. Coma. Colmada de preguntas. Punto. Allá vos. Coma. Y tu indiferente silencio como única respuesta. Puntos suspensivos. Por qué no un punto y aparte. Signos de interrogación. Por qué tan empecinado con los puntos suspensivos Por qué tan dispuesta a ir borrando cada uno de esos puntos hasta llegar a vos para que puedas verme. Signos de interrogación. Tal vez porque. Dos puntos. Desde que nos vimos nos llenamos de palabras. Coma. Nos inundamos de historias. Coma. Resaltamos silencios. Coma. Nos convertimos en un problema gramatical el uno para la otra. Coma. E hicimos de los puntos suspensivos la regla de puntuación que nos separa y nos une a la vez. Puntos Suspensivos. Hasta que alguno de los dos decida ponerle un punto final a esta historia. Puntos suspensivos…
Fernanda López, 30 años. Ciudad de Buenos Aires, Argentina. Escritora.
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na.da.
Dispara venenosos dardos en músculo enrojecido de cansancio. Cuidado, ataca de improviso el amor, liberando maldiciones pasajeras. Cuchillas vigilan sentimientos compartidos, penetrando carne blanca en cuatro oscuro. Los cobija un titán azulado entre cruces de madera y fuentes de sillar. El beso de menta dilata sus fauces explotando miel en sus pupilas.
Adriana Cisneros Garza, 37 años. México. Fotógrafa y escritora.
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Andrés Villegas Villegas era viudo hacía años atrás. Los policías lo encontraron bocabajo al pie de una mesa y con una pluma en mano, en el sótano de su casa. Los vecinos estaban impactados al ver pasar la camilla con el cuerpo de Villegas cubierto por una sábana blanca. El agente Carlos Barrera, se quedó recolectando evidencias. Encima de una mesa se encontraba un candelero antiguo de bronce con una vela casi extinta, a su izquierda y recargado a la pared una pintura donde una mujer teje. Se inclinó para verla y dijo: — Lorena, aún antes de morir seguiste trabajando. Creo que tu marido murió de un paro cardíaco. Te extrañaba mucho. Lamenté no estar en el pueblo esa noche, lo supe meses después al regresar. Hay algo que… No veo en dónde escribía cuando… Comenzó a buscar, y al fijarse debajo de la mesa. El celular de Barrera le interrumpe. — ¿Bueno? Sí. ¿Ya confesó? Enseguida voy para allá... Tal vez primero vino aquí amenazó a Villegas y… Ajá, entonces fue a la fábrica al no encontrar el dinero en casa... ¡¿Cómo?! ¿Te dijo qué? Ya voy. Terminó de hablar y guardó el teléfono. En su mano sostiene un diario con portada gruesa de color azul con dos iniciales en el centro “AV”: — ¡El diario de Andrés! Dudó antes de abrirlo pero al fin lo hizo, lo hojeó y se puso a leer parte de las últimas hojas escritas: — El doctor dijo que Lorena no tiene remedio. Su enfermedad avanza y conforme pasa el tiempo ella sufrirá mucho más. No desea morir. Lo siento, la miro y no dejo de sentirme culpable tanto como odiarla. Después del accidente nuestra vida se volvió un infierno, nunca me recriminó. Ella nota que la veo con ganas de que se muera de una vez. Hoy fui un estúpido, dejé ropa que no era de ella en el armario. Cogió la lencería e irónica dijo: ¿Un encaje de felicidad? Sin embargo, no es mío. Después se alejó en su silla, esa maldita silla que detesto. Fue a la recámara, se puso a tejer no sin antes poner Claro de Luna, melodía con la que la enamoré. Todos los días tejer y esa sonata, ¡ya me tiene loco! Quise dar una vuelta con el perro, pero el cabrón fue a echarse a los pies de ella Me puse a ver televisión. Las carreras, por fin algo excitante, le subí al aparato no deseaba escuchar la misma música otra vez, recordé haber apostado con un forastero que llegó a pedirme trabajo a la fábrica. Tiene toda la finta de criminal, pero necesitaba un hombre más. La carrera inició y en la segunda vuelta cuando estaba a punto de saber el ganador escuché el grito de Lorena seguido de un fuerte golpe, corrí por las escaleras y oí atrás: ¡Ganó por una cabeza! Me enfurecí. Al llegar ella sufría convulsiones. El ruido de la música me ensordecía, el perro no dejaba de ladrar, intenté tomarla en mis brazos para subirla a la cama, pero su fuerza me hizo caer a un lado y quedé mirando sus ojos inundados de lágrimas. La abracé. Por fin se quedó dormida, estiré con una mano la colcha que había quedado en el suelo y la acomodé ahí. Beethoven ya tranquilo se puso a su lado. Al mirarla pensé: Pronto terminará su tejido. Prometió no morir hasta que lo acabara. La bola de estambre con la que tejía estaba a un lado, sin pensar cargué al perro, aún en su contra lo llevé hasta el sótano
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para dejarlo ahí. Lorena seguiría dormida por horas, regresé tomé el hilo y utilizando mi brazo como medida, di varias vueltas, abrí el círculo, me puse de rodillas a la cabeza de ella que continuaba con el rostro humedecido, coloqué el collar de lana al cuello, me quité uno de los zapatos, he hice un torniquete para rotar el hilo y... Tocaron a la puerta con fuerza, parecía que la echarían abajo, me asusté y de prisa fui a ver quién era. El extranjero había venido a reclamar la apuesta, no estaba de ánimos para recibirlo y en casa no tenía dinero. Le dije que le triplicaría la suma, pero antes debía hacerme un favor. Entró a la habitación y percibió el aroma a medicamentos al cual mi nariz ya se había acostumbrado, miró a mi mujer en el piso y con el lazo al cuello. Le supliqué que me ayudara, que ella misma lo había pedido, pero yo no era capaz de hacerlo. Ella moriría de todas formas, pero sin tanto sufrimiento como el que le esperaba. Le dije que estaba inconsciente y no habría reacción alguna, además su poderío era mucho mayor, después de rogarle y asegurarle que ella misma lo pidió se puso a darle vueltas al zapato, pero a los pocos giros ella despertó, manoteando y lo rasguñó, me eché encima de ella deteniendo sus brazos y grité que continuara, pero salió corriendo de casa, así que yo terminé. Un escalofrío recorrió la piel de Carlos que estaba sumergido en la lectura, viró a su espalda pues creyó ser observado. Pero no vio nada, ahora las cosas le quedaban más claras, su compañero le informó que un empleado de Villegas, en la confesión ratificó parte de lo que había leído en el diario. Tal vez no era necesario recabar más información con lo leído y lo dicho por el forastero. Todo quedaba cerrado, sin embargo, aún no sabía por qué había muerto Villegas. De nueva cuenta sintió frío, cerró el cuaderno y subió a la habitación, está vacía. Carlos abrió la libreta y leyó: La tormenta de mis días terminó ayer. Barrera buscó las últimas líneas: La madeja está perdida, tal vez se la robó para sacarme más dinero. No sé qué quiere si yo hice el trabajo. No olvido los ojos de Lorena, esa mirada me persigue. Creí verla en el pinche perro que enterré ayer, quizás él tomó la lana para jugar… Hace frio, mucho frío y... No tengo luz. Ahí termina lo escrito por Andrés. Carlos se cubrió la nariz pues un olor penetrante a medicinas inunda la habitación, recorre con la vista el lugar de arriba abajo y en una de las esquinas ve una bola de estambre.
Rita Bedia Lizcano, 41 años. Monterrey, México. Escritor.
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Amor de poetas Entre árboles y hojas se miran, se sonríen y caminan van de la mano, mas no juntos, pero no van separados, ella le muestra sus miedos, él le muestra sus sueños, son todo y son nada sólo se oyen sus voces, será un poema grande será hermoso... No dicen nada, no escriben nada, se ofrecen el mundo, se han dejado sin letras y aun así les nacen poemas. Tan locos, tan histéricos, tan desordenados... son sólo poetas enamorados, sus ojos no mienten, sus labios tampoco, tan sólo míralos juntos los veras todos locos. Detrás de sus sonrisas tienen versos tatuados de besos que aún no se han dado, esto es un amor diferente podría llamarse simplemente un amor lleno de letras, un amor de poetas...
Carla Dámaris Jerónimo Ortiz, 20 años. Pachuca, México. Estudiante.
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QUEDó LA MALETA A MEDIO HACER… En la oscuridad de la noche los fantasmas de los gritos se hacen los dueños de la razón. Se apoderan de tu realidad y te vapulean contra la pared. Golpes silenciosos en forma de palabras te anulan y te dejan exhausta, abrazada a los jirones de tu cuerpo. El espejo te mira con miedo, unos ojos asustados te preguntan ¿Por qué? Y una lágrima furtiva corre por tu mejilla dejando el rastro de un dolor que no borra el maquillaje ni se oculta tras las gafas. Unos pasos ligeros como plumas se acercan por el pasillo, los acompaña la melodía de una risa inocente. La mitad de tu ser, que en las noches a escondidas comparte tus lágrimas y espera que un rayo mate al dragón que habita en la oscuridad que esconde la puerta cerrada con llave de tu cuarto. La maleta a medio hacer. Los recuerdos esparcidos por el suelo, mezcla atónita de lo que pudo ser y nunca fue. Rota en mil pedazos la fotografía que hablaba de promesas teñidas de rosa y que el tiempo mancho de cardenales púrpuras entre miles de palabras de perdón. Primero un suspiro, después un susurro que poco a poco se convirtió en el alarido de la leona herida que lucha por la supervivencia. Escribió en tu piel y corazón la palabra determinación con el rastro de la sangre al secarse. Cayeron los miedos por el desagüe del lavabo con el reguero de sangre del último golpe, del último insulto, del último perdóname. Te lavas las heridas, y las dejas al aire… Miras al espejo y unos ojos te dicen “Gracias”. Sales al pasillo, tomas de la mano a la mitad de tu ser y en la calle el viento de la noche te besa en la boca, dejando un sabor a libertad. Sobre la cama quedo la maleta a medio hacer con los retales de una vida que nunca fue. Ya no piensas en los otros, solo piensas en ti y en la mitad de tu ser que esta noche dormirá tranquilo porque el dragón nunca más cerrará con llave tu habitación.
Mari Carmen Toledo Pérez, 41 años. España. Ténico de Marketing en paro.
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FRAGMENTO
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La Mora «Vánitas vanitatum, et ómnia vánitas»: Es la inscripción de la abadía donde llegue a pedir asilo, para realizar mi comisión a inicios de la primavera, pues el invierno es cruel, y no soy hombre que soporte el clima frío, por más mínimo que sea. Así, pues, las misas para navidad y año nuevo las entrego siempre a finales del verano. Mi primer pensamiento al observar tal monumento al celibato fue: ¿Acaso, la vanidad se vive con la misma intensidad en un lugar purificado, como en los brazos del mundo? Desde el comienzo, me hizo frente una desagradable recepción; cuestionaron mucho el motivo de mi llegada, y al comentar que el abad del monasterio sevillano me recomendó la tranquilidad de Basa de la Mora, lugar que según la leyenda: Las personas de alma pura que en la noche de San Juan laven su cara en las aguas de su lago, verán una bella mora bailando una danza mágica y embelesadora, fui rechazado. Entéreme que los músicos no son recibidos en el lugar, pero al intervenir un estimado e influente eclesiástico por medio de una carta, me permitieron acceder y pasar el tiempo que me tome finalizar mis opus. No teniendo los monjes otra opción, accedieron a la petición. Un chaval, no mayor a los diecisiete años de vida, me condujo a la que sería mi labrada habitación, para nada cómoda, sin embargo tranquila y podía salir a mi gusto a inspirarme en los bosques. –No le dé a usté ansia, las comías se sirven calientes y a tiempo. Esta güena la vista pa acá, cuidiaíto de esos es osao de darle miedo. No temed, la melancolía paece un cariño, y, así es. Vale. –Dijo el chaval y se marchó. Después llego el abad de la abadía con su faz expresando enojo, cuestionándome, como si fuese yo un hurtador o aún peor: un asesino. Al marcharse después de su inspección, observándome con el rabo del ojo izquierdo, pues en la cuenca derecha se le había adueñado una catarata, sintiéndome asqueado por tal momento decidí recostarme, pensaba en su comportamiento que al final de un rato preferí olvidar, y me concentré en el quid de mi llegada y decidí que soportaría de todo pues en verdad lo requería. Transcurridos ya varios días, me animé mucho a la pronta inspiración para finalizar las misas, realmente el solemne paisaje fue una fantástica musa. Comía y dormía en el santuario, no pasaba tiempo orando o leyendo libros sagrados. No me obligaban a actuar de aquella manera; no por respeto a mis dogmas, sino por la inmundicia mi alma pudiera ser capaz de propagar, según los más extremistas, debido a que no cuento con un corazón contrito que se requiere para los sacros ritos. Ya en los últimos días de mi estancia, entretanto yo, cortaba algo de leña, el abad volvió a confrontarme, yo callaba, pero me atreví, al menos, hasta que la vanidad se apoderó de mí, a preguntarle el motivo, de su creciente rechazo y temor hacia los músicos. Tragó saliva y duro unos segundos en silencio. –Quizá el gravamen fue mucho para su débil alma, que consiguió entablar una confesión diciendo: Para ser pobre tan solo necesitas a un rico que te obstaculice y te estrese...., repetía cada día mi padre. Ahora sé, que las sombras del pasado entenebrecen el presente. Mi padre trabajó en Madrid al servicio de Franz de Paula Príncipe-Arzobispo, el hombre más poderoso y enriquecido de la ciudad en aquel entonces. Si bien mi familia no padeció hambruna, ni desnudez, enfermaba por la falta de amor y la gran frustración de mi progenitor, quien anhelaba sumergirse en el mundo de las melodías; mostrar al mundo su talento como compositor de una música capaz de ser una panacea. El arzobispo siempre fue un compositor frustrado, uno de esos melómanos que se ven maravillados por las notas pero son presas de sus propias incapacidades. Por capricho o envidia, él no permitió que mi padre viajara o dejara su empleo, ni en sus postreros días de vejez. Tomó mi padre la libertad de formular un plan para que no me pasara lo mismo a mí futuro remplazante de su cargo por disposición Real.
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Ayudado por un amigo de la familia, al morir mi padre, yo y mis hermanas salimos casi a hurtadillas, de Madrid hacia Sevilla a comenzar una nueva vida. Mi madre no estuvo con nosotros, ya que, no pudo hacer el viaje debido a su avanzada edad, pero permaneció refugiada en un buen lugar. Mas no fue tardía la reacción del príncipe quien nos encontró. Sus subordinados arremetieron contra la pequeña y débil casucha donde nos hospedábamos, me golpearon hasta caer presa en mi inconsciencia. Sanado de mis heridas, me informaron que mis hermanas regresaron con mi madre; suave nepente aquella noticia, ya que fueron mi primer pensamiento. Fui condenado a trabajar para Franz de Paula en trabajos rutinarios y pesados, pero el peor castigo fue el veto que me impuso de jamás componer música alguna o interpretar en los instrumentos. No me importo, sabiendo que con mi trabajo mis amadas doncellas estarían salvas de cualquier mal. Me mandaron a este lugar, no hace más de trece años. Cuando mi madre falleció por disposición de Dios, no me fue permitido darle sepelio con mis manos, no permitieron ni ver su tumba. Ahora tengo al cuidado a mi perseguidor: Franz de Paula. Me hicieron saber qué hace poco mis hermanas contrajeron nupcias con buenos hombres, o al menos así versa la historia relatada…, ya que personas de buena fe me han revelado que toda mi familia fue asesinada. ¡Siendo una sucia mentira lo que me han dicho sobre mi madre y mis hermanas! ¡Al hallarnos, fueron asesinadas por los secuaces del arzobispo!... ¡Dios santo, no sé qué creer! – ¿El arzobispo está aquí? –Dije perturbado, pero poco a poco tomé confianza; hervía mi sangre, era clara la injusticia que desolaba su vida. –Sí, en un aposento se halla Franz de Paula, esperando el día de su muerte. –Preguntadle la verdad, entended que él, dada su edad, no tiene poder sobre usted… – Temo que en realidad mis hermanas estén casadas y no… muer… ¡Temo por mi familia! –Y si han sido asesinadas… ¿Por qué continuar cuidando de un monstruo? Haga lo que deba hacer, y descubra la verdad. –Me incliné, y tomé el hacha, y la puse en sus manos. No supe que sucedió hasta la mañana siguiente, siendo la última de mi estancia. No espere que alguien se despidiera de mí; tomé mis cosas y me fui cabalgando, alejándome tranquilamente para observar el paisaje. Alcanzándome en el camino el abad; en una mula tras de él, se hallaba el chaval sosteniendo un par de sacos de los usados para llenar de granos, para provisión en el invierno. Los acompañe hacia un barranco, al llegar lanzaron los sacos que se notaba pesados y sin saber de qué locura se trataba, el abad me abrazó y dándome un ósculo en la mejilla me dijo que su pasado estaba hecho pedazos y desecho para jamás atormentarlo. Al percibir la peste emanada de las bolsas, imaginé inmediatamente lo sucedido. No siento culpa por el consejo que le brindé al abad. Sé, que se hizo justicia. Subí a la montura de mi caballo y me alejé de ellos sin preguntar nada, sin mirarlos a los ojos… Tan solo tuve en la mente entregar las misas. Al llegar al lago, me detuve y medité tanto en lo acontecido, que la noche me tomó por sorpresa. Lave mi rostro en las aguas. Entonces, si en todo lo acontecido, hice mal y pecó mi alma… ¡¿Por qué la mora danzó frente a mí?!
Melbin Fabián Cervantes Chan, 23 años. México. Poetastro.
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Morena que envenena Morena que envenena, mi mejor imposible, la más Helena Perdí la cuenta de las noches de incendio que hubo en tu nombre… Más de un lustro de nostalgias Cuánto amor cabe en un no te quiero querer. Has sido los mejores poemas Las plumas más fatuas, las más abyectas, las más suicidas Que barato me saldrá el desamor después de ti Que cara pagué esa amistad tan bizarra, tan única, tan enferma (menos que yo, mucho más que tú). Ya no me engaño Pagué la cuenta del no puede ser y aún me dieron cambio. Gracias por el eccema literario Por los excesos que provocaste Por los besos que nunca me diste Por tu cintura que siempre será de otros. No cambio ni una coma de la historia Ha sido perfecta Bailarina de la nostalgia Tu vuelo será siempre el más sublime Lágrima de tantos cuentos sin hadas Princesa de ningún reino Mi no altar
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Una venganza contra mí mismo Un bypass del olvido al que bueno que pasó Y ya ves por más que trato no atino a decir simplemente: Gracias No sólo por haberme dicho que no ¿cuántas veces? Te juro no habrá una más Me enseñaste más de lo que tú pudiste aprender Al final no me regalaste un viaje Me diste la redención. Ya sabes, aquí estoy para las malas, no me olvides. Para las buenas siempre te sobrará con quiénes pasarla Amiga de ninguna caída Mañana, cuando por fin amanezca No te olvides de despertar Hay besos que todavía no se han dado Historias que ya me contarás Cicatrices de las que ya sabrás.
Guzhtabo García, 29 años, México D.F.
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SOMOS LUX Penetramos nuestros sentidos La noche y el DíA, nuestras Almas danzan. Somos un espectro visible, Nuestra longitud de onda, Avanza. Somos colores, apariciones, El arco iris, los órganos Visuales detectan nuestra luz. Y viajamos por neuronas, luz Y movimiento, entramos en Sus parpados, cristalinos, Esféricos. Somos nosotros, entrando en Membranas nictitantes en Reptiles que nos ven pasar, Y los que no tienen parpados, Pececillos y mamíferos. Las aves de los cielos Se sienten seguras, a nuestro Lado, somos LUX.
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yo elefante Y alimentándome de hierbas, arbustos Y cortezas de árboles, regreso A mi estado animal. Con mis sonidos destierro fronteras, Con infrasonidos me escucharas Si conoces mi llamado, ven y quédate A mi lado. Derribando obstáculos, me escondo En la vegetación, cuando ataques te Mostrare mis colmillos De mi mandíbula superior. Sometido a los golpes del destino Me encontraras sin miedo entre El horror y la sombra cuando el Humano azota mi libertad. Nunca extinguirán de mi lado Tu amor a lo profundo, no mi piel, Ni mi superficie, cólera y lagrimas En circos y zoológicos, soy un elefante Más.
Fabián Luna, 25 años. México. Poeta.
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Hasta que duela Trae tus mundos todos a este cuerpo apocado y minúsculo virgen de dioses foráneos telúrico, indómito y salvaje haz erupción en mí y abrásame ízame los párpados a nuevos conocimientos te presentaré el fruto prohibido cámbiame el nombre colonízame abúsame déjame destruida en ruinas saquea mis rincones come de mi grano y aplasta mis huertos mordisquea y escupe mis cerezos hasta que duela amor hasta que duela
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arrástrame por los cabellos siémbrame tu dios en el ombligo para que fornique con los míos no me des paz no quiero treguas así te implore por ella sacúdeme maltrátame viólame sacrifícame y revíveme hoy dejé la bandera blanca olvidada en mi lar
Mara Pérez Robles, 34 años. Puerto Rico. Maestra.
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Fahrenheit 451 “-¿Leyó alguna vez alguno de los libros que quema? Montag se rió. -Lo prohibe la ley. -Oh, claro. -Es un hermoso trabajo. El lunes quemar a Millay, el miércoles a Whitman, el viernes a Faulkner; quemarlos hasta convertirlos en cenizas, luego quemar las cenizas. Ése es nuestro lema oficial. Caminaron un poco más y la niña dijo: -¿Es verdad que hace muchos años los bomberos apagaban el fuego en vez de encenderlo? -No, las casas siempre han sido incombustibles. -Qué raro. Oí decir que hace muchos años las casas se quemaban a veces por accidente y llamaban a los bomberos para parar las llamas.”
Fragmento de: Fahrenheit 451 De: Ray Bradbury
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libros La pista de hielo De: Roberto Bolaño
Editoral: Anagrama ISBN: 9788433977038 No. de páginas: 208 Lengua: ESPAÑOL
Tres versiones de un crimen: la de un chileno con pretensiones de escritor; la de un mexicano, también poeta, que sobrevive como vigilante nocturno en un camping, y la de un emprendedor catalán metido a político, capaz de todo por llamar la atención de una bella y caprichosa patinadora. Esta novela contiene las claves del universo literario de Bolaño: las voces entrelazadas que anuncian polifonías posteriores, la clave policíaca, los amores rotos, las ilusiones perdidas, y también su capacidad de observar la realidad e interpretarla de forma singular, su pulso narrativo o su humor feroz para atrapar al lector desde la primera página.
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libros Las lunas de Jupiter De: Alice Munro
Editoral: DeBolsillo ISBN: 9788499086668 No. de páginas: 296 Lengua: ESPAÑOL
Los cuentos de Las lunas de Júpiter indagan en la vida de mujeres atrapadas en la rutina, invisibles, abnegadas y aparentemente conformadas con ser un mero satélite del marido o el padre enfermo al que cuidan, pero esperando, siempre, encontrar un instante de pasión, por breve que sea, que devuelva un poco de brillo a su existencia. Munro nos ofrece un catálogo de mujeres al borde del abismo: frías, infieles, insensatas o desesperadas, pero todas tocadas por un pálido rayo de esperanza.
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libros La vida que se va De: Vicente Leñero
Editoral: Alfaguara ISBN: 9789681905835 No. de páginas: 336 Lengua: ESPAÑOL
¿Cuántos hubiera puede tener una vida? ¿Cuánto de verdad guarda el recuerdo?Todo viaje comienza desde el planteamiento del mismo y al final del camino poco importa si se siguió al pie de la letra la ruta planeada. Norma Andrade rebasa los ochenta años y ahora, en el ocaso de su vida, cada viernes por la tarde se reúne con Mendieta, el periodista que en su afán de ser escritor y tener una historia para su primera novela, tratará de armar el rompecabezas de las múltiples vidas que la anciana le revela que ha vivido.Como en un tablero de ajedrez, donde todo es posible, Norma dialoga con él y otras veces con su conciencia, vuelve a emprender el viaje, recrea las distintas posibilidades de su vida, las diferentes existencias que pudo tener a partir de sus decisiones tomadas o postergadas. Imagina para recuperar, para cambiar las encrucijadas del destino y rescatase a sí misma.En La vida que se va, descubrimos que no hay decisiones pequeñas, porque cada palabra o cada silencio, toda omisión y hasta el mínimo arranque propician un cambio de destino, un efecto mariposa.
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libros
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libros De la Tierra a la luna De: Julio Verne
Editoral: IRIDIUM ISBN: 9788441415263 No. de páginas: 272 Lengua: ESPAÑOL
Verne, educado en el positivismo, era un firme defensor de las infinitas posibilidades que la ciencia ofrecía al nuevo hombre hijo del Romanticismo. El novelista abre unas perspectivas más vastas para la mente humana: desde el profundo abismo de los mares a los remotos árticos, desde los territorios insospechados de un viaje al centro de la Tierra al espacio inmenso que tiene en la Luna un foco de atracción para el hombre.
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libros Rimas y Leyendas De: Gustavo Adolfo Bécquer
Editoral: Austral ISBN: 9788431689735 No. de páginas: 288 Lengua: ESPAÑOL
Un clásico imperecedero que recoge la poesía y la narrativa de Bécquer: de la hondura de contenidos y la sencillez expresiva de las Rimas, a la fantasía y el misterio de las Leyendas.
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