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El Santo Grial de los
merovingios Un personaje con un halo de misterio como pocas veces se ha conocido en la historia. Una dinastía medieval a la que el mito dotó de unos poderes sobrenaturales, de los que ellos mismos alardeaban. Un nexo de unión entre ellos. He aquí uno de los relatos más fascinantes que se pueden leer, aquél que relaciona a María Magdalena con los reyes merovingios, aquél que convierte el Grial en la pervivencia durante generaciones de la sangre de un personaje muy especial… Javier Martín javier.martin@eai.es
ablar del Grial es hacerlo de una aventura. Más allá de su significado, de su realidad física, el Santo Grial es búsqueda, un trayecto que lleva implícito el aprendizaje. Les propongo algo: acompáñenme, busquemos el Grial. Buceemos en la historia. Rastreemos en la Última Cena, acerquémonos al Santo Cáliz, sumerjámonos en la sangre de Cristo, viajemos a la Edad Media, aventurémonos, en definitiva, hacia lo misterioso. Existen referencias a muchos “griales”, innumerables leyendas repartidas por el mundo. De algún modo, todas ellas poseen sus razones para asegurar que el que en su territorio se cobija es el real, o al menos el que más se aproxima a una posible realidad. Génova,Valencia, Montserrat, Dublín… El Sacro Catino, el cáliz de la Última Cena, el Cáliz de Ardagh, la misma sangre de Cristo… Leyendas y leyendas que nos trasladan a tiempos pretéritos, que nos acercan a intrigantes secretos. Pero no tratemos de abarcar lo inabarcable; centrémonos en una de las historias, aquella que defiende una tradición real en la protección del recipiente sagrado, que tiene como protagonistas a unos monarcas a los que se llamó “melenudos”. Déjense seducir por un relato que comienza en una de las cunas del cristianismo en Francia, en Marsella.
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Viajeros sagrados Desde la orilla oriental del Mediterráneo, concretamente desde la provincia de Judea zarpa en el año 790 de la Era romana un barco; supuestamente el barco privado de un tal José de Arimatea. Su destino: Marsella. Nada tendría de especial si no fuera por algunos de los pasajeros que, según el relato, viajaban en él. Para que nos entendamos, estamos en el año 37 de nuestra Era. La situación en Judea es vacilante. Ciertos grupos étnicos, seguidores de algunas sectas religiosas, creen estar en peligro. En aquel barco viaja una familia de origen judío. Sus nombres: Lázaro, Miryam de Magdala, José de Arimatea, junto a otros personajes, que difieren según las versiones. Entre ellos, un bebé.