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Miguel Botella

“Los huesos nos hablan, pero no es fácil saber lo que dicen” El departamento de Antropología Forense de la Universidad de Granada, donde trabaja el catedrático Miguel Botella, es un lugar angosto repleto de cajas en las que se amontonan restos óseos en una estrecha galería –la “de los horrores”–, en la que cada una de las piezas expuestas –reales o en escayola– cuenta una historia acerca de extrañas malformaciones o enfermedades. Pero hay más… Isabel Baraona Fotos de J.Alberto Puertas lama la atención una gran calavera, aquejada de hidrocefalia y donada a la ciencia, o la momia de un niño, en perfecto estado, que aparece tras la vitrina vestido con ropas de niña.“Es del siglo XIX. Seguramente su familia no tenía otras ropas elegantes ni dinero para comprarlas y así quedó”. Un ramo de flores sobre el pecho y una extraña mueca en la cara del niño son el testimonio que ha quedado para la posteridad. Seguimos avanzando por el pasillo, contemplando centenares de huesos, mientras Miguel Botella explica que el departamento cuenta con la mayor colección de restos de niños de todo el mundo de los que se conoce la edad y el sexo –“alrededor de unas 500 piezas”–, así como un sinfín de restos humanos adultos almacenados entre las estanterías. “Es mucho trabajo, pero nos gusta. Es a lo que nos dedicamos”, aclara el profesor. Con su larga barba, su bata de doctor y todos sus conocimientos forenses, Miguel Botella es la imagen pura de la ciencia. Y puede percibirse que disfruta con ello, tanto con la antigüedad como con los casos actuales, puesto que es asesor habitual de la policía en múltiples casos de homici-

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dio. Apasionado de las nuevas tecnologías y de la fotografía –ha comprado cámaras Lumix a todos “sus chicos” para que puedan hacer todas las fotos que requieran de los restos que investigan–, su otro vicio confesable son los caramelos de La Pajarita, que compra cada vez que va a Madrid en cantidades industriales y que viajan con él a cualquier parte del mundo –y eso que dichos dulces tienen un tamaño y una dureza para los dientes que intimida–. Me ofrece uno de esos pequeños ladrillos antes de empezar la entrevista, pero rehúso debido a las dimensiones del caramelo, que seguro me va a impedir seguir la conversación con naturalidad. ¿Diría usted que la violencia es una característica innata en el hombre? Sí. Es intrínseca. La violencia en el ser humano va paralela a su capacidad de hacer cosas positivas porque las áreas del cerebro responsables de ambas acciones están tan cerca que incluso se solapan. Por eso se dice que el amor y el odio son dos sentimientos que están a un paso. Y por eso también la violencia es innata en el hombre.


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