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reportaje
Los espectros del
monasterio En el Cabezo de San Ginés, sobre un volcán extinguido, se alza el Monasterio de San Ginés de la Jara, con su torre mirando al mar Menor.Asentado sobre las butacas del diablo, como se denominó en la Edad Media a los lugares con energías telúricas –como los volcanes–, el antiguo templo cristiano llama a oración con campanadas mudas. Una luna creciente adorna el cielo nocturno mientras los grillos aúllan.Alguien pasea por las columnas del claustro arrastrando su hábito. Una anciana enlutada reza… Mado Martínez y David Mulé Fotografías: Eva Montero
os orígenes del Monasterio de San Ginés de la Jara como lugar de culto se pierden en la era visigoda, en la que ya tenemos constancia de que existía, en el año 500, un monasterio visigodo, un pueblo de costumbres ancestrales que, pese a su posterior romanización y cristianización arriana, traía consigo el bagaje de su antigua sabiduría. Fue la brújula de su intuición, forjada a través de los siglos por el contacto con la naturaleza, la que les guió e hizo escoger aquel lugar como centro de culto. El monte Miral, hoy conocido como Cabezo de San Ginés, y sus alrededores, forman un mapa de singularidades geológicas de grandes riquezas, y extrañas energías telúricas. El monte Miral es un volcán extinguido. En la ladera sur, se encuentra una cueva cárstica preñada de galerías y huellas paleontológicas del Pleistoceno que fue largamente explotada como mina de manganeso. Con todos estos ingredientes no es de extrañar que,según coinciden las leyendas –entre ellas, la recogida por el autor Francisco Henares Díaz–, el hijo del rey de Francia Roldán y sobrino de Carlomagno, habiendo partido de peregrinación a Compostela y llegando al Monte Miral por vicisitudes del viaje,decidiera quedarse allí como ermitaño hasta el día de su muerte.Tanto fue así, que su familia tuvo que ir hasta allí para verlo y convencerse de la decisión del ermitaño. No sabemos qué revelación espiritual tuvo aquel muchacho, conocido como San Ginés,pero sí sabemos que fue lo suficientemente contundente como para hacerle renunciar al trono francés en pos de un trono espiritual. Fray Melchor de Huélamo ya mencionaba las minas, al tiempo que las fuentes nos informan, asimismo, de la existencia de nueve ermitas dedicadas a San Pablo, San Hilarión, San Antonio Abad, la penitente Magdalena, San Gerónico, el Niño Bautista, San Ginés de la Jara y San Francisco.
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